Diferencia entre revisiones de «MIRAMÓN TARELO, Miguel»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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El 5 de febrero de 1867 Bazaine retiró la guarnición francesa de la capital trasladándola a Veracruz; en el interior quedaba ya únicamente la guarnición de Puebla, la cual fue obligada a retirarse el 2 de abril por el general Porfirio Díaz. Al amparo de los nueve mil soldados  que Miramón logró reunir, Maximiliano se refugió en Querétaro, último reducto del Imperio. Las tropas juaristas en número de 60 mil hombres pusieron sitio a la ciudad el 6 de marzo. Los juaristas capturaron Querétaro en la madrugada del 15 de mayo, gracias a la traición del coronel Miguel López, que siempre formó parte del séquito del Emperador y a quien Bazaine había condecorado con la Cruz de Oficial de la Legión de Honor de Francia. El coronel López quitó la guardia del Convento de la Cruz y condujo a los asaltantes por entre las trincheras para finalmente escabullirse en las tinieblas de la noche.
 
El 5 de febrero de 1867 Bazaine retiró la guarnición francesa de la capital trasladándola a Veracruz; en el interior quedaba ya únicamente la guarnición de Puebla, la cual fue obligada a retirarse el 2 de abril por el general Porfirio Díaz. Al amparo de los nueve mil soldados  que Miramón logró reunir, Maximiliano se refugió en Querétaro, último reducto del Imperio. Las tropas juaristas en número de 60 mil hombres pusieron sitio a la ciudad el 6 de marzo. Los juaristas capturaron Querétaro en la madrugada del 15 de mayo, gracias a la traición del coronel Miguel López, que siempre formó parte del séquito del Emperador y a quien Bazaine había condecorado con la Cruz de Oficial de la Legión de Honor de Francia. El coronel López quitó la guardia del Convento de la Cruz y condujo a los asaltantes por entre las trincheras para finalmente escabullirse en las tinieblas de la noche.
 
   
 
   
Ya prisionero de los juaristas Miramón escribió a su hermano: “Todas las puertas se han cerrado, menos las del cielo. ''El Emperador ha hecho por última obra, una que vivirá imperecedera en el ánimo de los mejicanos: ha pedido a Juárez por nuestra vida, pidiendo ser él solo sacrificado; por supuesto que Juárez se negó. Tanto Mejía como yo quedamos muy agradecidos. Nos han violentado  el tiempo: en lugar de las diez, son a las seis las horas señaladas para el sacrificio; me he confesado de nuevo, y estoy dispuesto y resignado con la suerte que Dios me ha deparado (…) Adiós, querido hermano. Vela por Concha, por mis adorados hijos, dales un abrazo a Merced y a las otras muchachas, unos besos a mis sobrinos y principalmente a mi ahijada, y tú recibe el último recuerdo de tu hermano. Miguel.''”<ref>Junco Alfonso, Un siglo de México, p. 179. Citado por Orozco Farías, ob cit, p. 293</ref>El general Miguel Miramón en el centro, con Maximiliano a su derecha y el general Tomás Mejía a su izquierda, fueron fusilados en el Cerro de las Campanas de Querétaro a las seis de la mañana del 16 de junio de 1867.
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Ya prisionero de los juaristas Miramón escribió a su hermano: ''Todas las puertas se han cerrado, menos las del cielo.El Emperador ha hecho por última obra, una que vivirá imperecedera en el ánimo de los mejicanos: ha pedido a Juárez por nuestra vida, pidiendo ser él solo sacrificado; por supuesto que Juárez se negó. Tanto Mejía como yo quedamos muy agradecidos. Nos han violentado  el tiempo: en lugar de las diez, son a las seis las horas señaladas para el sacrificio; me he confesado de nuevo, y estoy dispuesto y resignado con la suerte que Dios me ha deparado (…) Adiós, querido hermano. Vela por Concha, por mis adorados hijos, dales un abrazo a Merced y a las otras muchachas, unos besos a mis sobrinos y principalmente a mi ahijada, y tú recibe el último recuerdo de tu hermano. Miguel.''”<ref>Junco Alfonso, Un siglo de México, p. 179. Citado por Orozco Farías, ob cit, p. 293</ref>El general Miguel Miramón en el centro, con Maximiliano a su derecha y el general Tomás Mejía a su izquierda, fueron fusilados en el Cerro de las Campanas de Querétaro a las seis de la mañana del 16 de junio de 1867.
  
 
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Revisión del 17:53 28 ene 2015

(México, 1832; Querétaro, 1867) Militar y Político

El séptimo «niño héroe»

El matrimonio formado por el coronel Bernardo Miramón y Carmen Tarelo tuvo doce hijos; uno de ellos sería, a los 27 años de edad, el Presidente de la República más joven en la historia de México: Miguel Gregorio de la Luz, quien nació en la ciudad de México el 29 de septiembre de 1831.

Siguiendo la tradición familiar, Miguel Miramón ingresó como cadete al Colegio Militar el 10 de febrero de 1846. En septiembre de ese mismo año, cuando estaba por cumplir los quince años de edad, participó en la defensa del Castillo de Chapultepec ante la invasión de los estadounidenses;[1]fue por tanto, uno de los «niños héroes de Chapultepec» y el de menor edad, “que solo escapó de morir por la clemencia de un oficial norteamericano que detuvo la mano del soldado que se disponía ya a clavar su bayoneta en el cuerpo del muchacho herido.”[2]

Su participación en la Guerra de Reforma

El 5 de febrero de 1857 el Congreso, formado exclusivamente por miembros del Partido Liberal, ratificó formalmente una nueva Constitución; el mismo Congreso designó a Ignacio Comonfort Presidente de la República, y a Benito Juárez Presidente de la Suprema Corte. El historiador norteamericano Joseph Schlarman escribe: “La Constitución mexicana de 1857 no expresaba la conciencia nacional, y no era otra cosa que la obra de un grupo, no representativo, de revolucionarios exaltados que tomaban su inspiración de la Revolución Francesa y la imponían al pueblo, contrariando su voluntad.[3]Así lo señala también el intelectual liberal Justo Sierra: “Legalmente, el Congreso que emanó del triunfo de la revolución de Ayutla era la representación oficial de la nación; la realidad era otra: la nación rural no votaba, la urbana e industrial obedecía a la consigna de sus capataces o se abstenía también, y el partido conservador tampoco fue a los comicios; la nueva asamblea representaba, en realidad, una minoría.[4]

El general Félix Zuloaga, liberal moderado y compadre de Comonfort, se “pronunció” contra la Constitución el 17 de diciembre de 1857 mediante el “Plan de Tacubaya” en el que proponía nombrar un nuevo Congreso para modificar los aspectos radicales de la Constitución. Dada la total impopularidad de la Constitución, un grupo de liberales “moderados” encabezados por el mismo Comonfort se adhirió al Plan de Tacubaya.[5]Sin embargo, ante la intransigencia de los liberales “puros”, pocos días después Comonfort renunció a la Presidencia y huyó a Nueva York.

Conforme a la Constitución repudiada, Benito Juárez se autonombró Presidente tres días antes de la salida de Comonfort y, sin rendir la protesta de ley requerida por la misma Constitución, huyó a Guanajuato.[6]En la capital los seguidores del Plan de Tacubaya designaron Presidente al general Zuloaga, y éste a su vez dio el grado de general a dos destacados militares: Luis Gonzaga Osollo y Miguel Miramón. Ya con el grado de general, el 24 de octubre de 1858 Miguel Miramón contrajo matrimonio con Concepción Lombardo; el padrino de la boda fue el Presidente Félix Zuloaga.

En los inicios de esta guerra civil conocida como la «Guerra de Reforma», Miramón se convirtió en el principal comandante de las tropas de los conservadores, pues obtenía la victoria en prácticamente todas las acciones de armas que emprendía contra las tropas liberales. “El 14 de abril batió en el puerto de Carretas, en Zacatecas, a Zuazua, Arteaga, Zaragoza, y Aramberri: los cuatro juntos no pudieron contra él solo. Dispersó luego a las fuerzas liberales en una serie de centelleantes ataques, y pudo entrar sin disparar un tiro en San Luis Potosí, que lo aclamó como a héroe. El 2 de julio derrotó en Atenquique a Santos Degollado (…) El 27 de abril don Juan Zuazua volvió a atacar Zacatecas aprovechando que Miramón había salidos de la plaza. Después de una enconada resistencia de los conservadores, pudo tomar la ciudad y desató entonces una feroz ola de represalias contra sus enemigos: hizo fusilar al general Manero, al coronel Landa (que había perdonado la vida a Benito Juárez cuando éste cayó en su poder en Guadalajara), a los comandantes Aduna y Gallardo y al capitán Agustín Dreche, todos ellos militares muy estimados por su caballerosidad y pundonor”.[7]

Por Judas Macabeo (martillo), el personaje de la historia bíblica que libró al pueblo de Israel de la tiranía siria del rey Antíoco IV,[8]Miramón recibió el apodo de “el joven Macabeo”. En efecto, ante su avance los liberales huían estrepitosamente y los triunfos de Miramón continuaban uno tras otro: “Les tomó Celaya; los derrotó en Salamanca; volvió a vencerlos en San Luis (…) Los triunfos del joven Macabeo dieron un nuevo prestigio a la causa de los conservadores. Jefes muy importantes que militaban al lado de los liberales abandonaron esa causa y se afiliaron al partido de «los mochos», llamados así porque en virtud de tener el kepí como el que usaban los soldados del gobierno, se hacían uno mochándole el ala a sus sombreros de palma y dejándoles sólo un pedazo a modo de visera, para que semejara gorra militar”.[9]

Al mando de 2500 «mochos», Miramón atacó en san Luis Potosí, defendido por 7000 soldados del ejército liberal. “Cuando llegó a San Luis ya se habían alejado prudentemente más de 80 kilómetros. Los persiguió Miramón… y los alcanzó en Ahualulco. Ahí los constitucionalistas cometieron el error de hacerle frente. En unas cuantas horas Miramón los destrozó. Era el 29 de septiembre de 1858, día del santo patrono del «rayo de la guerra».[10]Poco después, el 12 de noviembre, venció y dispersó a las tropas liberales comandadas por Santos Degollado.

Miramón: 30° Presidente de México

El gobierno de Félix Zuloaga fue reconocido por todos los embajadores de las naciones que tenían Embajada en México, “incluyendo a John Forsyth, Ministro plenipotenciario de los Estados Unidos”.[11]El 22 de marzo de 1858, Forsyth presentó una nota al gobierno de Zuloaga en la que señalaba tres peticiones: “Primera. Por una compensación en dinero, el Gobierno de los Estados Unidos propone al de México alterar la línea divisoria en el Norte entre las dos repúblicas. Segunda. Segunda. Se propone proveer el arreglo y pago de las reclamaciones de los ciudadanos de los dos países contra el Gobierno del otro. Tercera. Estipular el derecho de paso a perpetuidad a través del Istmo de Tehuantepec para los Estados Unidos, para sus ciudadanos y sus propiedades.[12]

El 5 de abril Luis G. Cuevas, Ministro de Relaciones Exteriores de Zuloaga dio respuesta a esa nota rechazando respetuosa pero firmemente esas propuestas. El día 8 del mismo mes, el ministro norteamericano entregó una nota amenazante contra el gobierno de Zuloaga, la cual también recibió una respetuosa y firme respuesta.[13]Pocos días después, discretamente, el ministro Forsyth abandonó la ciudad de México y regresó a los Estados Unidos, cuyo gobierno envió un nuevo representante –Robert MacLane- pero ya no a la ciudad de México, sino al puerto de Veracruz, último bastión de Benito Juárez.

El 1° de abril de 1859, Juárez escribió a uno de los liberales “puros”, don José Mata: “Esta mañana llegó al puerto de Veracruz el «Quaker City», trayendo al señor Lane, que, según todos los informes, reconocerá inmediatamente al Gobierno Constitucional (es decir, el suyo).”[14]En efecto, en febrero el gobierno de Washington propuso al de Juárez lo mismo que al de Zuloaga; pero a diferencia de éste, Juárez sí aceptó ceder el territorio ambicionado por los Estados Unidos a cambio de su apoyo diplomático, económico y militar. Esa primera aceptación, que incluía la cesión de la Baja California,[15]se conoce como las “Bases Protocolares” firmadas el 22 de febrero de 1859 por Melchor Ocampo y Miguel Lerdo de Tejada por parte del gobierno de Juárez, y Churchwell, por parte de los E.U.[16]

Dichas “bases protocolares” tuvieron su concreción y corroboración en los siguientes hechos: La firma de los «Tratados MacLane-Ocampo»[17]el 14 de diciembre de 1859; el ataque de los barcos de guerra estadounidenses «Saratoga», «Wave» e «Indianola» a dos barcos mexicanos en aguas mexicanas (enfrente de las playas de Antón Lizardo, Veracruz) en la noche del 6 al 7 de marzo de 1859;[18]y el envío de soldados y armas a los restos alicaídos del ejército liberal. Estos hechos frecuentemente son ocultados o cuando menos minimizados en crónicas de la llamada “historia oficial”. Pero en esos momentos el mismo Benito Juárez reconoció la importancia que tuvo la intervención de los estadounidenses a escribir en abril de 1860 una carta al general liberal José Epitacio Huerta: “El triunfo de la sagrada causa que defendemos está asegurado. Un gran pueblo ha hecho alianza con nosotros, y esa alianza, desde el suceso plausible de Antón Lizardo ha dejado de ser un misterio. Siento como usted, que la gran familia liberal no haya podido sola, sin auxilio del extranjero, pulverizar a la reacción.[19]En efecto; “Juárez, en su ansia de triunfo, había abierto la puerta a la intervención americana. Se inició de ese modo, en forma oficial, la permanente presencia de los norteamericanos en los asuntos políticos de México (…) En adelante, y hasta nuestros días, la historia de México estaría determinada por esa primera intervención (descontando la invasión de 1846 para arrebatar California y Nuevo México) que tuvo Estados Unidos en los asuntos mexicanos.[20]

En vista al apoyo militar y diplomático que los Estados Unidos estaban dando al gobierno de Juárez, el 31 de enero de 1859 Félix Zuloaga prefirió renunciar al cargo de Presidente interino; en su lugar la Junta de Notables de la ciudad de México realizó una votación para elegir a su sustituto: los candidatos fueron Manuel Robles Pezuela y Miguel Miramón; la votación dio 50 votos a Miramón y 46 a Robles Pezuela.[21]Miramón quiso rechazar el nombramiento y se entrevistó con Zuloaga para pedirle que retirara su renuncia, pero ante la negativa de éste, Miramón se vio obligado a tomar posesión del cargo como Presidente provisional el 2 de febrero de 1859. Tenía en ese momento 27 años de edad.

Cuando Miramón comenzó el sitio de Veracruz, prácticamente todo el país estaba en manos de los conservadores, menos Morelia y Veracruz; pero con la intervención de Turner, injustificable en Derecho Internacional, el aspecto de las cosas cambió radicalmente. Perdidos sus buques, Miramón vio imposible la captura de Veracruz, mientras que los juaristas, apoyados moral y económicamente por los Estados Unidos y reforzados con hombres y armas americanos, salieron de sus escondites y renovaron sus ataque por todo el interior.[22]

El general liberal Santos Degollado sitió la ciudad de México el 1° de abril de 1860; el día 11 de abril llegó Miramón desde Veracruz para liberar a la capital del asedio. Tras derrotar a Degollado, Miramón entro en la capital al día siguiente; pero esa acción significó la salvación del gobierno de Juárez en Veracruz. El 10 de agosto, en las inmediaciones de Silao, los liberales en número de 8000 y comandados por el general Jesús Gonzáles Ortega vencieron al general Miramón quien estaba al frente únicamente de 3200 hombres.

Tres días después, el 13 de agosto, Miramón renunció a la Presidencia para ocuparse exclusivamente del aspecto militar, el cual había cambiado por completo. Todavía logró derrotar a los juaristas en Toluca, donde hizo prisioneros a Berriozábal, a Santos Degollado y a Valentín Gómez Farías, a quienes trató con caballerosidad. “Pero las circunstancias estaban contra Miramón y la hora de la muerte había sonado para la causa que defendía. El general González Ortega se echaba encima con 20,000 hombres. Miramón, que no quería ver a México sitiado ni convertido en campo de batalla, salió hacia Calpulalpan con 7000 hombres el 22 de diciembre de 1860, y atacó fieramente, pero finalmente fue vencido por la superioridad numérica y por las armas y artilleros americanos.[23]Miramón entregó la capital a su prisionero Berriozábal y se embarcó rumbo a Europa, donde junto con su esposa pudo entrevistarse con S.S. Pío IX el 27 de junio de 1861. Posteriormente en compañía de su esposa y sus dos pequeños hijos puso su residencia en Sevilla, España.

Posición de Miramón ante la intervención francesa

Después de confiscar todos los bienes de la Iglesia, el despilfarro del gobierno de Juárez llegó a tal grado que los mismos diputados liberales denunciaron que habían desaparecido “en menos de cien días inmensas riquezas acumuladas por el clero en tres siglos de dominación absoluta”.[24]Ante tal situación, el 27 de julio de 1861 Juárez se vio obligado a decretar la suspensión del pago de la deuda externa; entonces las naciones acreedoras (Inglaterra, España y Francia) se reunieron en la “Convención de Londres”, acordando formar una fuerza tripartita que viniera a exigir dicho pago. Juárez ofreció entonces pagar la deuda (Preliminares de La Soledad) y con ello españoles e ingleses se retiraron, no así los franceses para quienes la suspensión de pagos fue solo un pretexto para establecer un gobierno afín a sus intereses en contubernio con algunos mexicanos del derrotado Partido Conservador que simultáneamente militaban en las logias masónicas del rito escocés, como fue el caso del comerciante francés Santiago C. Lohse y los militares Juan N. Almonte y José H. González, que pertenecían a la Logia “Unión y Fraternidad”.

Invitados por la familia de Juan N. Almonte, Miramón y su familia viajaron a París donde nació su hija. Estando en París, el conde de Morny, medio hermano de Napoleón III, solicitó una entrevista con Miramón. Su esposa, Conchita Lombardo, escribió en sus memorias: “Una hora duró la visita del conde de Morny. Al cabo de ese tiempo oí cerrar la puerta de la casa y unos segundos después entró mi esposo en la recámara. Con semblante alterado me dijo: “Me han tomado por un miserable, me han venido a proponer que vaya a México con las tropas francesas. Me han ofrecido, si acepto, una fuerte suma de dinero, asegurándome que si las cosas van mal, podía vivir tranquilamente con mi familia en Europa. Al oir esa propuesta di un puño sobre la mesa y dije al conde que prefería morir de hambre en el extranjero que hacer ese odioso papel.» ¡Bravo!, dije a mi esposo abrazándolo.[25]A partir de ese momento, se hizo un vacío alrededor de Miramón; entonces él y su familia y regresaron a España.

Sin embargo, para aprovechar el indudable prestigio de Miramón, sin ningún escrúpulo los masones escoceses quisieron engañar a los seguidores del Partido Conservador haciéndolos creer que el “joven Macabeo” había aceptado participar de sus planes junto al emperador francés. Pero Miramón, quien se encontraba ya en Nueva York esperando trasladarse a la Habana, refutó esa complicidad mediante una carta fechada el 5 de noviembre de 1862 dirigida a Juan N. Almonte, en la que le dice: “Se equivoca Usted o se equivoca el Sr. González, al asegurar que yo, habiendo sustituido al general Zuloaga en el poder que ejerció en el año de 1858, en la República, pedí al gobierno imperial la intervención armada de Francia para sostener mi gobierno; y me prometo el honor de que Usted rectificará este hecho ante la opinión pública (…) Se equivoca Usted igualmente o se equivoca el Sr. González, suponiendo que yo pretendía ser sostenido en la suprema magistratura de la República por las bayonetas francesas”.[26]

Las tropas francesas detenidas en Puebla en 1862, finalmente entraron a la ciudad de México el 10 de junio de 1863, obligando a Juárez a huir al norte del país. Entonces la “Junta de Notables”, hábilmente manipulada por Almonte y sus colegas, propuso que México adoptara nuevamente el régimen monárquico, estableciendo de inmediato una «Junta de Regencia» que integraron con el mismo Juan N. Almonte, su colega de logia Mariano Salas, y para disimular, incluyeron en ella al arzobispo de México Antonio Labastida, quien se encontraba en Europa desde que fue expulsado por Juárez.

Miramón y su familia regresaron a México por Tampico, ingresando de incógnito a la ciudad de México a finales de julio de 1863. El coronel Reyes dio aviso a la Junta de Regencia del arribo de los Miramón, y el general Federico Forey, comandante en jefe del Ejército expedicionario francés acompañado del diplomático Saligny, se presentó en la casa de la familia Miramón para ofrecerle a este el mando de una división. Contra el parecer de su esposa Miramón aceptó, y después de despedir a sus visitas le dijo a su esposa: “-Si los regentes me llaman les diré que puedo formar un buen ejército de mexicanos. Eso servirá para reprimir los abusos de los franceses.- Puesto a escoger entre una intervención francesa que por fuerza tendría que ser provisional, y una injerencia norteamericana que por razones de vecindad sería seguramente definitiva, escogió la primera”.[27]

Miramón y el Segundo Imperio

Almonte, Salas y otros colegas suyos como José María Gutiérrez Estrada y José Manuel Hidalgo, convencieron a todos los integrantes de la Junta de Notables que la corona de lo que sería el Segundo Imperio Mexicano se le ofreciera al “príncipe católico” Maximiliano de Habsburgo, de quien ocultaron su militancia en las logias escocesas.[28]El 28 de mayo de 1864 Maximiliano arribó a Veracruz en la fragata «Novara».

La llegada del Emperador significó la sustitución del general Forey –un militar capaz, sin nexos masónicos- por el mariscal Francois Achille Bazaine, un militar poco capaz, masón y jacobino radical, que en connivencia con Maximiliano dejó al general Miramón sin mando alguno y le ordenó ponerse a las órdenes de un coronel francés. Entonces Miramón renunció y se retiró a la vida privada. Pero Maximiliano desconfiaba de Miramón por la firmeza de sus principios cristianos, por lo que prefirió alejarlo de México enviándolo a Berlín con la comisión de estudiar la formación del ejército alemán.

Miramón salió de México el 8 de noviembre de 1864; poco después Maximiliano envió también a Berlín a su esposa Concepción Lombardo con sus hijos. En Berlín Miramón recibió la invitación para sumarse al Partido Liberal por medio de Pedro Rincón, enviado del general Manuel Doblado. Miramón rechazó tajantemente ese ofrecimiento.[29]

Derrumbe del Imperio de Maximiliano

Dos acontecimientos decretaron la muerte del Segundo Imperio Mexicano: por un lado, terminación de la guerra civil de los Estados Unidos con la rendición del ejército confederado el 9 de abril de 1865; y por otro, la decisión de Napoleón III de retirar sus tropas de México, la cual dio a conocer al senado francés el 22 de enero de 1866.

Con la conclusión de la guerra civil norteamericana, el gobierno de Washington estuvo en condiciones de volver a hacer valer la “doctrina Monroe” (América para ellos, los americanos). El general estadounidense P.H. Sheridan escribe en sus memorias que “sólo del arsenal de Baton Rouge les mandamos (a los juaristas) treinta mil fusiles (…) hasta que nuestras propias tropas se concentraron a la orilla del Río Grande, no tenían ninguna esperanza.[30]

Mientras la emperatriz Carlota viajaba a París intentando que Napoleón cumpliera su palabra se sostener al Imperio y no retirara sus tropas, Maximiliano llamó a Miramón para que a toda prisa formara un ejército mexicano que sustituyera a los franceses, tal como Miramón lo había propuesto dos años antes. Por su parte, el Mariscal Bazaine ordenó que todas las armas que los franceses no pudieran llevar en su retirada fueran destruidas, para que Miramón no pudiera utilizarlas; simultáneamente los juaristas cada día recibían más armas y hombres de los norteamericanos. A pesar de todas esas circunstancias en contra “Miramón, en un brillante ataque por sorpresa sobre Zacatecas con cuatro mil hombres, los derrotó por completo y estuvo a dos dedos de capturar al mismo Juárez (…) desgraciadamente para Miramón pocos días después de su victoria en Zacatecas, sus tropas fueron atacadas y derrotadas completamente por el general Escobedo.”[31]

El 5 de febrero de 1867 Bazaine retiró la guarnición francesa de la capital trasladándola a Veracruz; en el interior quedaba ya únicamente la guarnición de Puebla, la cual fue obligada a retirarse el 2 de abril por el general Porfirio Díaz. Al amparo de los nueve mil soldados que Miramón logró reunir, Maximiliano se refugió en Querétaro, último reducto del Imperio. Las tropas juaristas en número de 60 mil hombres pusieron sitio a la ciudad el 6 de marzo. Los juaristas capturaron Querétaro en la madrugada del 15 de mayo, gracias a la traición del coronel Miguel López, que siempre formó parte del séquito del Emperador y a quien Bazaine había condecorado con la Cruz de Oficial de la Legión de Honor de Francia. El coronel López quitó la guardia del Convento de la Cruz y condujo a los asaltantes por entre las trincheras para finalmente escabullirse en las tinieblas de la noche.

Ya prisionero de los juaristas Miramón escribió a su hermano: Todas las puertas se han cerrado, menos las del cielo.El Emperador ha hecho por última obra, una que vivirá imperecedera en el ánimo de los mejicanos: ha pedido a Juárez por nuestra vida, pidiendo ser él solo sacrificado; por supuesto que Juárez se negó. Tanto Mejía como yo quedamos muy agradecidos. Nos han violentado el tiempo: en lugar de las diez, son a las seis las horas señaladas para el sacrificio; me he confesado de nuevo, y estoy dispuesto y resignado con la suerte que Dios me ha deparado (…) Adiós, querido hermano. Vela por Concha, por mis adorados hijos, dales un abrazo a Merced y a las otras muchachas, unos besos a mis sobrinos y principalmente a mi ahijada, y tú recibe el último recuerdo de tu hermano. Miguel.[32]El general Miguel Miramón en el centro, con Maximiliano a su derecha y el general Tomás Mejía a su izquierda, fueron fusilados en el Cerro de las Campanas de Querétaro a las seis de la mañana del 16 de junio de 1867.

Notas

  1. Orozco Farías Rogelio, Fuentes Históricas. México, 1821-1867. Progreso, México, 2 ed. 1965, p. 333
  2. Fuentes Aguirre Armando, La otra historia de México; Juárez y Maximiliano. La roca y el ensueño. Diana, México, 2006, p.31.
  3. Schlarman Joseph, México, tierra de volcanes. Porrúa, 14 ed. México, 1987, p. 354
  4. Sierra Justo, Evolución política del pueblo mexicano, http://www.mexicodiplomatico.org/lecturas/z.Evolucion%20politica%20del%20pueblo%20mexicano_%20Justo%20Sierra.pdf p.166
  5. Cfr. Lira Andrés y Staples Anne. Del desastre a la reconstrucción republicana, en Historia General de México (ilustrada) El Colegio de México y la LXI Legislatura, México, 2010, tomo II p.102
  6. Schlarman, ob cit, p. 357
  7. Fuentes Aguirre, ob cit, p. 47
  8. Cf. 1,Macabeos, 4, 1-25
  9. Fuentes Aguirre, ob cit, p. 48
  10. Ibídem, p.51
  11. Schlarman, ob cit, p. 358
  12. Orozco Farías Rogelio, ob cit, p.242
  13. Ambas notas pueden verse completas en el tomo II de la obra de Alberto María Carreño La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947. pp. 133-136
  14. Schlarman, ob cit, p. 358
  15. Zavala Silvio, Apuntes de historia nacional, 1808-1974. Fondo de Cultura económico México, 1995, p. 99
  16. Citado por Orozco Farías, ob cit, p 246-247, documento N° 6, y por Schlarman, ob cit, pp. 359-360
  17. Entre otros, pueden verse completos en: Orozco Farías, documento N° 13, pp. 251-253, y Riva Palacio Vicente, México a través de los siglos, Vol. V., p. 419
  18. Schlarman, pp. 362-363
  19. Citada por Orozco Farías, ob, cit. p. 229, documento 58
  20. Fuentes Aguirre, ob cit, pp 84 y 87
  21. Cf. Fuentes Aguirre, p. 62
  22. Schlarman, ob cit, p. 363
  23. Schlarman, Ob cit, p.364
  24. Zamacois, Niceto. Historia de México, XV p.750. Citado por Orozco Farías, p.208
  25. Citado por Fuentes Aguirre, p. 266
  26. Se encuentra completa en: Riva Palacio Vicente, México a través de los siglos, Cap. XI, p. 615; igual en Orozco Farías, ob cit, p. 278.
  27. Fuentes Aguirre, ob cit, pp. 274-275
  28. La militancia masónica de Maximiliano fue reconocida por el historiador de la masonería José María Mateos en su Historia de la masonería en México, desde 1806 hasta 1884. Cárdenas, México, 1965, p.173
  29. Cf. Fuentes Aguirre, pp. 378-379
  30. Personal Memories, p. 216. Citado por Orozco Farías, ob. cit, p.287
  31. Schlarman, ob cit, p. 425
  32. Junco Alfonso, Un siglo de México, p. 179. Citado por Orozco Farías, ob cit, p. 293

Bibliografía

  • Fuentes Aguirre Armando, La otra historia de México; Juárez y Maximiliano. La roca y el ensueño. Diana, México, 2006
  • Louvier Calderón Juan, Historia Política de México. Trillas, 2 ed. México, 2007
  • Orozco Farías Rogelio, Fuentes Históricas. México, 1821-1867. Progreso, México, 2 ed. 1965
  • Schlarman Joseph, México, tierra de volcanes. Porrúa, 14 ed. México, 1987
  • VV.AA. Historia General de México (ilustrada) El Colegio de México y la LXI Legislatura, Tomo II, México, 2010
  • Zavala Silvio, Apuntes de historia nacional, 1808-1974. Fondo de Cultura económico México, 1995


JUAN LOUVIER CALDERÓN