Diferencia entre revisiones de «URUGUAY; Su génesis cultural y religiosa»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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-  Honesta revisión de los efectos de la ideologización de un sector importante de la cultura católica, a partir de los años ’60 del siglo XX. Nos referimos a sectores intelectuales, pero las consecuencias de este fenómeno tuvieron fuerte influjo en otros planos, incluso en la concepción de familia.
 
-  Honesta revisión de los efectos de la ideologización de un sector importante de la cultura católica, a partir de los años ’60 del siglo XX. Nos referimos a sectores intelectuales, pero las consecuencias de este fenómeno tuvieron fuerte influjo en otros planos, incluso en la concepción de familia.
  
 
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'''SUSANA MONREAL'''
 
'''SUSANA MONREAL'''

Revisión del 15:00 9 ene 2021

Banda Oriental y Estado Oriental, son nombres con los que a lo largo de la historia se ha conocido el Uruguay moderno. Por ello el desarrollo histórico de las regiones culturales del Uruguay es un tema que va estudiado teniendo presente estas diversas denominaciones que expresan las diversas situaciones históricas por las que pasó el moderno Uruguay. Por ello es necesario llevar a cabo el reconocimiento y la transmisión de la memoria cultural y cristiana: obstáculos, rupturas y desafíos significativos para la transmisión de la memoria religiosa y cultural.

El país que hoy llamamos Uruguay inició su vida independiente en 1830. Es el Único estado de tradición hispana que no se independizó de España, sino de Brasil. Por otra parte, dejaba atrás por lo menos dos siglos de integración en la gobernación y luego virreinato del Rio de la Plata, y de las propias Provincias Unidas del Rio de la Plata nacidas de la revolución de 1810. Por todo ello es necesario tener en cuenta las sucesivas denominaciones de esta tierra uruguaya: Banda Oriental, Estado Oriental, Uruguay moderno. Ellas responden, de algún modo, al desarrollo histórico de las regiones culturales que el actual Uruguay integró.

Hay entonces que referirse brevemente a cada uno de estos momentos, pero en primer lugar al modo en que se fue trasmitiendo o bloqueando la transmisión de la memoria cultural y cristiana en el actual Uruguay, y al desarrollo histórico de las regiones culturales vinculadas a su historia, pues esta tierra integró diversas regiones culturales.[1]

Lo que hoy llamamos Uruguay tuvo una escasa población indígena - unas 5.000 personas a comienzos del siglo XVI-, integrantes del gran complejo chaná-charrúa,[2]o de la cultura tupi guaraní. Si bien como mito lo charrúa suele identificarse mucho más con el Uruguay, las últimas investigaciones prueban que la presencia y la influencia guaraní - primero sola y luego asociada a la experiencia misionera jesuítica - fueron mucho más reales en Uruguay. La asociación del Uruguay a la región cultural tupi - guaraní y a las misiones jesuíticas fue real desde el siglo XVII al XIX. La primera abarcó la región que se extiende desde el rio Amazonas hasta el Rio de la Plata; la cultura misionera rioplatense incluyó actuales territorios de Paraguay, Argentina, Brasil y Uruguay, pudiéndose incluir incluso los llanos bolivianos.

En parte y en forma paralela a la región cultural citada, el Uruguay bajo el nombre de «Banda Oriental» integró la cultura hispana regional rioplatense (Gobernación del Paraguay (d. 1584), Gobernación del Rio de la Plata (d. 1ٙ617) y posterior Virreinato del Rio de la Plata (d. 177ٙ6). Esta cultura incluiría las regiones rioplatenses de la actual Argentina - provincias de Entre Dios, Corrientes, Misiones, Buenos Aires, Santa Fe e incluso Córdoba - Paraguay y Uruguay, por lo menos. Podría incluirse el sur del Brasil- estados de Paraná, Santa Catarina y Rio Grande do Sul). Nos referimos a una región que los castellanos exploraron desde 151ٙ6 y poblaron desde 153ٙ6, introduciendo desde entonces en ella sus modos de organización política, económica, social, su cultura y naturalmente la religión cristiana en la que ella se sustentaba.

De manera curiosa, la «Banda Oriental», que se extendía al este o al oriente del río Uruguay, fue tierra ignorada, definida como «tierra de ningún provecho»: no tenía minas, ni población indígena que ofreciera por lo menos oportunidades de percibir tributos. Las cosas cambiaron a principios del siglo XVII cuando, por curiosidad primero y por una admirable visión de futuro después, Hernandarias[3] introdujo los primeros vacunos en esta banda. Las «minas de carne y cuero» atrajeron a los vecinos españoles o criollos, a los misioneros, a los portugueses e incluso a los piratas o navegantes ingleses, franceses y holandeses que se acercaban a sus costas.

De todos modos, la introducción de «ganado sin hombres» (Esteban Campal) marcó profundamente y para siempre la sociedad y la cultura de esta región, y el carácter de su gente. No fue hasta 1ٙ680 que los portugueses fundaron - en tierra ajena -la Colonia del Sacramento [en territorio bajo la Corona española]; recién en 1730 culminó la fundación de Montevideo, primera ciudad española en la Banda Oriental.

En el marco expuesto se generan obstáculos para la trasmisión de la memoria cultural cristiana en la región. Debe destacarse que esta era una región muy escasamente poblada, en la que los pobladores y evangelizadores se instalaron 200 años más tarde que en el resto de América (la primera Buenos Aires se fundó en 153ٙ6 y Asunción en 1537). No hubo en la Banda colonización ni educación organizada, ni bibliotecas ni colegios, ni universidad. No se desarrolló en esta tierra una tradición filosófica cristiana como en el resto del Imperio español.

La Banda Oriental se plegó al movimiento revolucionario iniciado en Buenos Aires en 1810 en levantamiento contra el usurpador francés de la monarquía española de Fernando VII, y en su defensa legitima en cuanto reconocido como único señor con el que vigía un pacto de mutua fidelidad; fracasado aquel intento de fidelidad jurada, prosperó el proyecto regional republicano y federal que se promovió desde la región, bajo el liderazgo de José Artigas y que condujo a la secesión obligada y en definitiva a la independencia uruguaya.[4]

En 1830 el Uruguay inicia su vida independiente, aunque culturalmente se mantuviera ligado a la región. Fuertemente ligado a las tradiciones regionales, nace el Estado Oriental, como Estado católico (Art. 5° de la Constitución de 1830: “La religión del estado será la Católica, Apostٙó1ica, Romana”), pero sin una cultura cristiana de raíces profundas. Por otra parte, hay que destacar una vez más la debilidad demográfica de la sociedad uruguaya (en 1830, el país tiene 74.000 habitantes y Montevideo, 15.000 habitantes).

La debilidad de la Iglesia Católica era patente: tenía a su cabeza un Vicario Apostólico, dependiente del Obispo de Buenos Aires. En 1859, la Iglesia uruguaya contaba con 84 sacerdotes - 13 uruguayos y 71 extranjeros. En Montevideo había dos parroquias y seis capillas, relacionadas con las congregaciones religiosas ya establecidas en el país.

En los inicios del último cuarto del siglo XIX tienen lugar una serie de cambios, que darán nacimiento al Uruguay moderno y a una cultura que podríamos definir como cultura uruguaya (desde 1875 aproximadamente en adelante).

Factores vinculados con la ruptura de la transmisión de la memoria cultural cristiana

- el proceso inmigratorio se dinamizó desde mediados del siglo XIX. En 1870 la población uruguaya sumaba 420.000 habitantes, ya eran 800.000 en 1894. De la fusión de orientales criollos e inmigrantes de variados orígenes nació un «pueblo nuevo», que también manifestó de manera diversa su espíritu religioso. El hombre que emigraba, que dejaba su tierra y su gente en busca de nuevos horizontes, con frecuencia abandonaba las reglas sociales y religiosas que, en su tierra de origen, habían sido su punto de apoyo y de referencia familiar. Por otra parte, la Iglesia uruguaya no estaba preparada para recibir y atender espiritualmente a este aluvión humano.

- la reforma escolar de 1877: la educación fue un ideal unificador de los esfuerzos de los políticos, de los hombres de ciencia y de los hombres de letras del último cuarto del siglo XIX. Sin embargo, el principio laicista actuó como elemento de dispersión de las fuerzas en acción, La educación popular fue promovida por el Estado a partir del «decreto-ley de Educación común» del 24 de agosto de 1877. La reforma escolar, liderada por el positivista José Pedro Varela, ofreció a los hijos de los inmigrantes educación pública gratuita y obligatoria, e incluso formación cristiana optativa.

En 1909 se elimina la formación religiosa de las escuelas, que formarán desde entonces generaciones desprovistas de dimensión trascendente. Se puede bien afirmar que en momentos críticos, la sociedad uruguaya revela una actitud de resignación y de ausencia de esperanza. Se puede bien decir que 100 años de educación sin Dios no se viven sin consecuencias.

El Estado uruguayo desarrolló progresivamente funciones que habían cumplido las instituciones religiosas. Se fue perfilando desde entonces la imagen del Estado paternalista, fuente de todo bien, nuevo punto de apoyo y de referencia: el «Estado Providencia».

- En este periodo se consolida la Universidad, fundada en 1833, pero instalada definitivamente en la década de 18ٙ60. La Universidad fue en Uruguay racionalista y positivista en el siglo XIX, materialista y marxista en el siglo XX. En ella se forman las clases dirigentes: gobernantes, periodistas, educadores, los que crean las corrientes de opinión.

La entrada del positivismo anglosajón en la Universidad, hacia 1880, quitó relevancia a toda temática metafísica; fue el gran estímulo para la crisis de la idea de Dios en la cultura uruguaya,[5]generando la clásica figura del intelectual agnóstico que deposita su fe en el desarrollo de la ciencia y en el progreso social. Una nueva concepción del hombre, no demasiado definida pero amputada de su componente de trascendencia, alimentaría todos los escepticismos, todos los materialismos y todas las antropologías del absurdo que se harían presentes en la cultura uruguaya del siglo XX. Avances del anticlericalismo estatal: Se podrá decir que esto sucedió en toda América Latina, pero el resto de América Latina tenía grandes sectores de la sociedad profundamente cristianos y representantes cristianos en las clases gobernantes, educadoras, etc.

E1 proceso de secularización se inició, en Uruguay, en 1861 con el decreto de secularización de los cementerios. Siguieron la creación del Registro del Estado civil, la ley de matrimonio civil obligatorio y la ley de conventos. La enseñanza y la práctica religiosas fueron suprimidas de las escuelas públicas en 1909. La ley de divorcio absoluto fue aprobada en 1907 y ampliada en años posteriores. El proceso culminó en 1917 con la separación de la Iglesia y del Estado establecida en la nueva Constitución.

Entretanto no faltaron las medidas «jacobinas», tales como la eliminación, en 1906, de los crucifijos y de otras imágenes religiosas de los hospitales públicos. Y también hubo medidas pintorescas y negadoras de las propias raíces culturales, como la secularización de los feriados religiosos de 1919, que transformó a la Navidad en «Dia de la Familia», a la Epifanía en «Dia de los Niños», a la fiesta de la Inmaculada Concepción en «Dia de las Playas», y a la Semana Santa en «Semana de Turismo».

Ante los nuevos desafíos se produce la reacción de la sociedad católica y la definición de la Iglesia Católica moderna: la Iglesia uruguaya reveló una admirable capacidad de reacción. En primer lugar, ganó definición y compromiso por parte de sus fieles. Desde fines del siglo XIX, nunca ha representado un privilegio o un respaldo el ser católico, lo que otorga a la opción de fe una fuerza espiritual original en el contexto latinoamericano.

La Iglesia contó también, en esta etapa, con conductores destacados: Mons. Jacinto Vera, el pastor, y Mons. Mariano Soler, el intelectual y el reformador. El apoyo que brindaron a la llegada de numerosas congregaciones femeninas y masculinas consagradas a la educación y a las tareas sociales dio carácter a este periodo. Frente a la red de escuelas públicas, la Iglesia tejió su propia red de escuelas confesionales. En este periodo se fundó el Club Católico de Montevideo y la primera Universidad Libre o Católica. Asimismo, siguiendo las orientaciones romanas, a partir de 1889 la acción pastoral se estructuró en torno a la realización de Congresos Católicos, intensamente movilizadores del laicado. Entre 1889 y 1911 se reunieron cuatro Congresos Católicos. Entre 1900 y 1918 tuvieron lugar cuatro Congresos de los Círculos Católicos de Obreros, organizaciones de trabajadores fundadas a partir de 1885.

Desafíos para la trasmisión de la memoria cultural cristiana en el Uruguay actual.

- Presencia definida e influyente de la educación católica - en todos sus niveles y especialmente en el nivel universitario. La UCU y la Facultad de Teología deben tener mayor protagonismo y «dar opinión» sobre los temas que la sociedad debate. Hay que destacar que, en 2003, cuando se retomó una vez más la polémica en torno a la ley del aborto, la Universidad Católica emitió una declaración, que se difundió por todos los medios y que mereció agradecidos elogios de la Conferencia Episcopal Uruguaya.

- Revalorización de las manifestaciones de la religiosidad popular que la Iglesia ignoró entre la década de 19ٙ60 y la década de 1980.

- Honesta revisión de los efectos de la ideologización de un sector importante de la cultura católica, a partir de los años ’60 del siglo XX. Nos referimos a sectores intelectuales, pero las consecuencias de este fenómeno tuvieron fuerte influjo en otros planos, incluso en la concepción de familia.

NOTAS

SUSANA MONREAL

  1. Cuando se habla de los indígenas del Uruguay en los mapas etnográficos escolares aparecen nombres de charrúas, yaros, bohanes, guenoas, minuanes, chanáes y arachanes, cada uno situado en la zona que supuestamente ocuparon. Los antropólogos señalan como tales mapas comporten muchos desajustes espacio-temporales por mezclar las ubicaciones que tuvieron los grupos en épocas distintas y si efectivamente, habitaron el ámbito geográfico actual de territorios pertenecientes hoy día a las Repúblicas de Uruguay, Argentina, Paraguay y Brasil tantos pueblos diferentes. Por ello el deslinde de los pueblos indígenas en épocas precolombinas y en los tiempos de la conquista ibérica resulta arduo, no siempre ajustado y aproximativo dado el nomadismo de aquellas poblaciones y las confusiones de los primeros europeos al intentar dar noticias sobre ellos. Según estudiosos actuales se podrían señalar a partir de la época de la conquista tres entidades culturales perfectamente diferenciables: 1) La macro etnia charrúa , compuesta por los charrúas propiamente dichos, los guinuanes (nombre dado a los minuanes o guenoas) , los bohanes y los yaros, y en las zonas próximas de la Argentina por otras parcialidades que recibieron denominaciones variadas. El nivel cultural de las entidades correspondientes de la macro etnia charrúa era el de los cazadores superiores, presentando rasgos comunes con los otros pueblos también cazadores del Chaco, Pampa y Patagonia. 2) Los chanáes , cuyo hábitat se sitúa preferentemente al occidente del río Uruguay. Su nivel cultural correspondía probablemente a una etapa de tránsito entre la economía basada en la caza a distancia (arco) y probablemente la pesca, y la agricultura incipiente. 3) Los enclaves guaraníes situados en el bajo Uruguay y en las costas del Plata hasta la desembocadura del Santa Lucía, formados por pueblos de este origen procedentes de la región del Delta del Paraná. Se ubican también en el nivel de los agricultores inferiores, aunque en grado que el correspondiente a los chanáes. Tanto los chanáes como los guaraníes dejaron una cerámica más elaborada que se halla siempre relacionada con otros rasgos culturales correlativos: agricultura y sedentarismo. Dado su nivel primario, esta modalidad socioeconómica no prescinde de otras actividades complementarias como la caza y la pesca. Datos tomados de: Revista “Raíces”: http://www.raicesuruguay.com/raices/sangre_indigena.html: Renzo Pi Hugarte [junto con Daniel Vidart se le considera como a uno de los “fundadores” de la antropología en Uruguay]: "Aboriginal blood in Uruguay". Raíces Uruguay. El Uruguay Indígena, Nuestra Tierra, Montevideo, 1969; Los indios del Uruguay, 1973.
  2. Los Chaná fueron uno de los grupos aborígenes de Uruguay con una cultura seminómada. Tras la llegada de los europeos y la introducción del ganado, comenzaron a usar su piel para sus vestidos. Hablaban una lengua, la Chaná, hoy en vías de extinción, una de las lenguas Charruán, hablada por los indios Chaná en lo que hoy es Argentina y Uruguay a lo largo de los ríos Paraná, al margen del Río de la Plata, ya desde loa tiempos precolombinos en la extensa región actual de la Provincia de Entre Ríos, en Argentina y de los ríos de Uruguay y Paraná Guazú. Antiguamente según tradiciones históricas orales habitaban territorios de las riberas brasileñas del Río Uruguay. Luego habrían emigrado desde estas latitudes a lo largo de los ríos Uruguay y Paraná desde las cascadas del Río Iguazú y desde las Riberas del Paraguay hasta el actual territorio de Asunción. Cf. sobre la lengua:"Chaná". UNESCO Atlas of the World's Languages in Danger. "Chaná - Biblioteca Digital Curt Nimuendajú". www.etnolinguistica.org. JAIME, Blas Wilfredo Omar; VIEGAS BARROS, José Pedro (2013). La lengua chaná, patrimonio cultural de Entre Ríos. Paraná: Dirección Editorial de Entre Ríos. ISBN 978-950-686-039-4. Loukotka, Čestmír (1968). "Classification of South American Indian Languages". UCLA Latin American Center. Los Ángeles. Da Rosa, Juan Justino (2013). "Historiografía lingüística del Río de la Plata: las lenguas indígenas de la Banda Oriental". Boletín de filología. 48 (2): 131–171.
  3. Hernando Arias de Saavedra (10 de septiembre de 1561 – 1634), conocido como Hernandarias, fue un soldado conquistador y político ya descendiente de criollos. Fue la primera persona de origen español nacida en el Nuevo Mundo que llega a ser gobernador de un Territorio bajo dominio de la Corona Española en América durante dos periodos en el Gobernación de Río de la Plata, 1597–1599 y 1602–1609, y uno de la Gobernación del Paraguay 1615–1617.
  4. José Gervasio Artigas Arnal (Montevideo, 19 junio de 1764 – Asunción, 23 septiembre 1850): militar, político y patriota uruguayo. Tuvo un papel importante durante la Guerra de independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata y se distinguió al ser el precursor del sistema federal en ellas. Recibió el título de "Jefe de los Orientales" y "Protector de los Pueblos Libres”. Se le considera como una de las personalidades fundamentales en el nacimiento de Uruguay como Estado libre, pero también Argentina lo considera como tal en su caso. Sobre Artigas: Pedro Gaudiano, Artígas Católico, Universidad Católica del Uruguay, Montevideo, 1961. ISBN 9974394708. Reseña de "Artigas católico" de Pedro Gaudiano. Anuario de Historia de la Iglesia, núm. 13, 2004, pp. 491-492. Universidad de Navarra. Pamplona, España.
  5. Arturo Ardao, Racionalismo y liberalismo en el Uruguay. Montevideo, 19ٙ62. En la misma obra, Ardao se refiere a la "crisis de la fe cristiana" como resultado de la entrada del espiritualismo racionalista a los cércalos intelectuales unos diez años antes.