Diferencia entre revisiones de «MALINCHE; Tenépatl (Doña Marina)»
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Uno de los personajes más polémicos de la conquista de México fue sin duda la indígena Malinalli Tenépatl quien, por su carácter noble recibía el tratamiento reverencial de ''Malintzin'', mismo que al ser castellanizado resultó en ''Malinche'' y en su bautismo recibió el nombre de Marina. Es el soldado-cronista Bernal Díaz del Castillo -que trató mucho a doña Marina- quien proporciona la información más fidedigna sobre ella en su célebre e insustituible «''Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España''». Malinalli era hija de señores de vasallos y caciques de Paynala, una villa situada a ocho leguas de Gazacualco (Coatzacoalcos) en el hoy estado de Veracruz. | Uno de los personajes más polémicos de la conquista de México fue sin duda la indígena Malinalli Tenépatl quien, por su carácter noble recibía el tratamiento reverencial de ''Malintzin'', mismo que al ser castellanizado resultó en ''Malinche'' y en su bautismo recibió el nombre de Marina. Es el soldado-cronista Bernal Díaz del Castillo -que trató mucho a doña Marina- quien proporciona la información más fidedigna sobre ella en su célebre e insustituible «''Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España''». Malinalli era hija de señores de vasallos y caciques de Paynala, una villa situada a ocho leguas de Gazacualco (Coatzacoalcos) en el hoy estado de Veracruz. |
Revisión del 16:06 21 may 2014
(Coatzacoalcos 1502- ciudad de México 1529)
Uno de los personajes más polémicos de la conquista de México fue sin duda la indígena Malinalli Tenépatl quien, por su carácter noble recibía el tratamiento reverencial de Malintzin, mismo que al ser castellanizado resultó en Malinche y en su bautismo recibió el nombre de Marina. Es el soldado-cronista Bernal Díaz del Castillo -que trató mucho a doña Marina- quien proporciona la información más fidedigna sobre ella en su célebre e insustituible «Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España». Malinalli era hija de señores de vasallos y caciques de Paynala, una villa situada a ocho leguas de Gazacualco (Coatzacoalcos) en el hoy estado de Veracruz.
Su padre murió siendo niña y su madre se casó con otro cacique con quien tuvo otro hijo y, estorbándole la niña, la vendió como esclava a unos indios de Xicalango quienes, a su vez, la entregaron como tributo de guerra a los de Tabasco[1]. Su lengua natal era el nahual y en su cautiverio en Tabasco aprendió la lengua maya; su conocimiento de estas dos lenguas, aunado al castellano que aprendió rápidamente, tendría gran relevancia en los acontecimientos de la conquista de México. Cuando la expedición comandada por Hernán Cortés arribó a las costas de Tabasco fue atacada por los indígenas del lugar, quienes fueron prontamente vencidos por los españoles y Cortés concertó la paz con los caciques “que fueron a quince días del mes de marzo de mil quinientos diecinueve años” llevándole a Cortés varios presentes de oro, “y no fue nada todo éste presente en comparación de veinte mujeres y, entre ellas, una muy excelente mujer que se dijo Doña Marina, que así se llamó después de vuelta cristiana.[2]”
Por su parte, Francisco López de Gómara relata que “les dieron hasta veinte mujeres de sus esclavas para que les cociesen pan, y guisaran de comer al ejército”[3]. Al momento de ser entregada a los españoles, Malinalli era una moza bien parecida de 17 años; José Vasconcelos dice de ella que “vendida como esclava por su madre y dotada de rara inteligencia, esta mujer se sintió liberada al caer en manos de los españoles”[4]. En efecto, poco antes de su arribo a Tabasco, Cortés había rescatado en Cozumel a Jerónimo de Aguilar, un español que había naufragado y vivido entre los mayas desde 1511 convirtiéndose en traductor y a través del cual Malinalli conoció la “buena nueva” de la fe cristiana, comunicándosela a su vez a sus compañeras.
La perspectiva optimista de la existencia humana que proporciona la fe en Cristo fue captada de inmediato por Malinalli, y ella con varias de sus compañeras solicitaron ser bautizadas, siendo el capellán de la expedición fray Bartolomé de Olmedo quien les administró el sacramento el 20 de marzo de 1519. “…y luego se bautizaron, y se puso por nombre doña Marina aquella india y señora que allí nos dieron.”[5]“Por conducto de Aguilar le hablaba (Cortés) de un nuevo Dios, que había sufrido pasión y muerte a toda la humanidad; es decir, por amor a ella; que en el cielo tenía a una madre, la Virgen Santísima, que la amparaba y protegía. Impactos en el alma de un ser falto de amor, de cariño, semilla que caía en el alma de un ser de privilegio, fuera de lo corriente.[6]”
El trato de “doña” con el que desde el primer momento los españoles la nombran, es indicativo del respeto y aprecio que tuvieron para “aquella india y señora” que de inmediato se convirtió en la principal traductora de Cortés, de sus capitanes y de sus dos capellanes, permitiéndoles establecer una invaluable comunicación con los distintos pueblos con los que iban estableciendo contacto.
Rápidamente Hernán Cortés se dio cuenta no sólo de la capacidad que doña Marina tenía para conocer y hablar idiomas, sino también de sus dotes intelectuales y, como dice Díaz del Castillo que “era de buen parecer, entrometida y desenvuelta”, la tomó como su consejera y secretaria. En sus «Ordenanzas», Hernán Cortés señaló que el fin principal de su expedición era extirpar la idolatría y convertir a los indígenas a la fe cristiana. Para este fin contó inicialmente con un fraile, Bartolomé de Olmedo; un sacerdote, Juan Díaz; y una indígena recién convertida, doña Marina. En varias ocasiones y dejándose llevar por su temperamento, Cortés quiso obrar para esta finalidad con precipitación e imprudencia, debiendo ser refrenado por Fray Bartolomé –como ocurrió en el primer contacto con el senado de Tlaxcala- o por doña Marina que “aconsejó a Cortés que no forzara a los indios a abandonar su religión y que era mejor los convenciera con razones[7].”.
Por el trato caballeroso de Cortés, Doña Marina se sintió por vez primera no tratada como un objeto sino como una persona; y Cortés, que también se sintió atraído por la joven, engendró con ella un hijo: Martín Cortés, quien nació en 1523 siendo uno de los primeros mestizos mexicanos. Concluida la Conquista de México, Hernán Cortés vería que Doña Marina contrajera nupcias con un caballero español, Juan de Jaramillo, con quien engendró una hija: María Jaramillo. Según narra Díaz del Castillo, Doña Marina buscó y se encontró con la madre que la había vendido y con su medio hermano: “Tuvieron miedo de ella que creyeron que los enviaba hallar para matarlos, y lloraban. Y como así los vio llorar Doña Marina, los consoló y dijo que no hubiesen miedo, que cuando la traspusieron con los de Xicalango que no supieron lo que hacían, y se los perdonaba, les dio muchas joyas y ropa, y que se volviesen a su pueblo; y que Dios la había hecho mucha merced en quitarla de adorar ídolos y ahora ser cristiana, y tener un hijo de su amo Cortés, y ser casada con un caballero como era su marido Juan Jaramillo.”[8]Su madre y su hermano abrazaron la fe cristiana, tomando en el bautismo los nombres de Marta y Lázaro respectivamente. Doña Marina vivió en Coyoacán y poco después de dar a luz a su hija María murió en la ciudad de México en 1529, víctima de la epidemia de viruela que en ese año asoló a la Nueva España.
La acusación que se hace a la Malinche de “haber traicionado a su Patria y haberle dado la espalda a su pueblo prefiriendo a los extranjeros” (de donde proviene la palabra “malinchismo” con la que se adjetivan las acciones en perjuicio de la propia cultura), no tiene fundamento. “Bastaría con mencionar los argumentos de conocidos, auténticos historiadores; Orozco y Berra; Hilda Kruger; Madariaga, Pereyra; Prescott, Vasconcelos, etc., que concuerdan en afirmar que Doña Marina no traicionó a su pueblo; en primer lugar, se preguntan ¿a qué pueblo? México no existía como nación a la llegada de los españoles; el territorio de lo que ahora es México, estaba habitado por pueblos no integrados, ni política ni constitucionalmente. Si la traición consistió en colaborar con Cortés en la Conquista, se puede aseverar que también así podría llamárseles a tlaxcaltecas, cempoaltecas, totonacas, etc. ¿Qué hubiera podido hacer Doña Marina si estos pueblos y tribus no hubieran estado contra Moctezuma? ¿Puede decirse que traicionó a lo que llaman «su pueblo», que la redujo a la condición de esclava? ¿Podemos calificar de traición a la obra evangelizadora de Doña Marina? Acaso, ¿no fue inspirada en el amor a sus semejantes?”[9]
NOTAS:
- ↑ Cf. Bernal Díaz del Castillo, Bernal. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Porrúa, México, 1955 p. 119-123
- ↑ Ibídem, p 119
- ↑ López de Gómara, Francisco. Historia de la Conquista de México. Pedro Robledo, México 1943, Vol. I, p.94
- ↑ Vasconcelos, José. Hernán Cortés, creador de la nacionalidad. Tradición, México, 1975. P. 46
- ↑ Díaz del Castillo, obra citada, p. 120
- ↑ González Berazueta, Fernando. Malinche Tenepatl, Doña Marina. Asociación de Antiguos Colegiales del Mayor Hispanoamericano. México, 1993, p. 15
- ↑ Argensola, Bartolomé. Conquista de México. Citado por González Berazueta. Obra citada, p.19
- ↑ Díaz del Castillo, obra citada p. 124
- ↑ González Berazueta, obra citada p. 24
BIBLIOGRAFÍA:
Díaz del Castillo Bernal. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Porrúa, México, 1955
González Berazueta Fernando. Malinche Tenepatl, Doña Marina. Asociación de Antiguos Colegiales del Mayor Hispanoamericano. México, 1993
López de Gómara, Francisco. Historia de la Conquista de México. Robledo, México 1943, Vol.I
Vasconcelos José. Hernán Cortés, creador de la nacionalidad. Tradición, México, 1975
JUAN LOUVIER CALDERÓN