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Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina - Contribuciones del usuario [es]
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BATIS SÁINZ, San Luis
2024-01-05T21:06:09Z
<p>Vrosasr: </p>
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<div>'''(San Miguel del Mezquital, 1870 - Chalchihuites, 1926). Santo, Sacerdote y Mártir'''<br />
<br />
Uno de los primeros sacerdotes mexicanos que dieron su vida por la fe en la sangrienta persecución religiosa desatada por el Gobierno federal en l926 fue el Sr. Cura de Chalchihuites, estado de Zacatecas, don Luis Batis Sáinz. Nació en San Miguel del Mezquital (hoy Miguel Auza) Zacatecas, el 13 de septiembre de 1870, hijo de Wenceslao Batis Arellano y María de Jesús Sáinz Ortega. Fue bautizado con los nombres de José Luis Amado en la parroquia de su lugar de nacimiento, la cual pertenecía a la arquidiócesis de Durango.<br />
<br />
Con el ejemplo y apoyo de su hermano mayor, Jesús María, sacerdote, ingresó al seminario diocesano en 1882 y recibió la ordenación sacerdotal el 1° de enero de 1894 en la ciudad de Durango. Inició su ministerio en la parroquia de San Juan de Guadalupe, pequeño pueblo en el límite oriental del Estado de Durango. En octubre de 1902 fue nombrado párroco de San Diego de Alcalá, en Canatlán, Durango, donde desempeñó su servicio pastoral a lo largo de veinte años. Como San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, el Padre Batis fue un sacerdote totalmente consagrado al servicio de su pueblo, centrando su atención en sus ovejas más débiles: los pobres, los enfermos, los niños y los ancianos. Estableció un hospital para los pobres, a la par que centros de catecismo y fundó colegios parroquiales, así como asociaciones de hombres y mujeres para su formación cristiana y social. Convencido de que un pueblo en el cual el templo estuviese en ruinas indicaba la ruina del mismo pueblo, alentaba obras de reparación y decoro del templo parroquial. Este buen pastor de sus ovejas, paciente, pobre y mortificado, estuvo siempre muy cerca de ellas; su trato alegre y amable para con todos le hizo ganarse el amor de su pueblo. <br />
<br />
Su amigo y compañero, el Sr. Pbro. Tomás Zaldívar escribe que de entre todas las virtudes del Padre Batis le llamaba la atención su hospitalidad, su generosidad y su piedad inteligente y discreta: “''hermanaba muy bien a su debido tiempo el atender a sus ovejas como el buen pastor, y atenderse a sí mismo, ante todo como ovejuela de Cristo, con el alimento que baja del cielo, el maná de la oración, cosa que muchos descuidamos''.”<ref>Barquín y Ruiz, Andrés. Los Mártires de [[CRISTO_REY;_La_fiesta_de_los_laicos | Cristo Rey]], Ed. Criterio, México, 1937, p. 98.</ref>En efecto, su amor a Jesucristo se manifestaba en el fervor con que celebraba la Santa Misa, impulsando a los fieles a la vida de oración.<br />
<br />
No es extraño que el señor arzobispo de Durango [[GONZÁLEZ_VALENCIA,_José_María | José María González Valencia]] lo quisiera como director espiritual de su seminario diocesano; por ello fue trasladado de la parroquia de Canatlán al Santuario de Guadalupe en la ciudad de Durango, a efecto de que pudiera atender la formación espiritual de los jóvenes seminaristas. Sin embargo, la vocación del Padre Batis no estaba en el honroso cargo que desempeñaba en el seminario sino en la vida parroquial. Para esa vida lo había dotado el Señor de las bellas cualidades que tenía: su carácter franco y bondadoso, su celo por la gloria de Dios, su amor por las almas y, en especial, su fortaleza apostólica. Por ello, en 1925 su arzobispo lo reasignó nuevamente a la vida parroquial destinándolo como titular de la parroquia de San Pedro Apóstol, en Chalchihuites, una pequeña población ubicada políticamente en el vecino estado de Zacatecas pero que pastoralmente dependía de la arquidiócesis de Durango. Además, Chalchihuites era una zona profundamente católica y fue arraigadamente cristera; por ello fue objeto de continuas violencias, devastaciones y persecuciones contra su gente por parte de la federación, que no cesó jamás de golpearla con extrema dureza y salvajismo. Con gran entusiasmo el Padre Batis asumió su labor pastoral en su nueva parroquia, donde trabajaría con renovados bríos hasta su martirio, ocurrido un año después. <br />
<br />
Por su trato amable, su paciencia y dedicación demostrada con la palabra y las obras, rápidamente el Padre Batis se ganó el amor y el respeto de sus nuevos feligreses. Puso gran empeño en restaurar el grupo local de la ACJM que, habiendo sido fundado en 1924, se encontraba casi muerto; tras su reorganización llegó a contar con cincuenta y seis socios. Al formarse en la ciudad de México ''la Liga Nacional Defensora de la [[INDEPENDENCIA_DE_MÉXICO;_Gestación_y_desarrollo_(II) | Libertad Religiosa]], varios jóvenes de la [[CHILE;_la_acción_católica | Acción Católica]] de la Juventud Mexicana'' (ACJM) del grupo de Chalchihuites se integraron a la nueva organización, que buscando unir los esfuerzos del pueblo católico en la defensa de sus derechos y libertades más preciados, se estaba extendiendo por casi toda la Nación. La Liga y otras asociaciones se proponían mantener viva la conciencia pública, por lo cual, todos aquellos que fomentaban y alentaban la existencia de aquéllas, se volvían blancos del gobierno persecutorio. Éste fue el caso del Padre Batis.<br />
<br />
La inminente entrada en vigor de la ''ley [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]]'' que establecía penas de cárcel a las violaciones de los [[MÉXICO;_Constitución_de_1917;_artículos_antirreligiosos. | artículos antirreligiosos de la Constitución]] de 1917, obligó al Episcopado Mexicano a decretar la suspensión del culto público en todas las diócesis de México a partir del día 1° de agosto de 1926. Un día antes de esa fecha y antes de cerrarse los templos, el padre Batis organizó varias reuniones para explicar a los fieles de Chalchihuites en qué consistía dicha suspensión, y las razones por las que los obispos habían tomado tan inédita medida. En esas reuniones el Párroco les dijo a sus fieles que el autor de las medidas persecutorias que llevaban al cierre de los templos no era el gobierno ni el presidente [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]], sino los pecados de todos, y que por lo mismo no debían los católicos levantarse en armas porque la violencia no era conducta cristiana.<br />
<br />
Al iniciar la persecución sostuvo con fuerza a sus catequistas para que se mantuviesen fieles sin esconder su condición. El mismo no se escondió, y aprovechó las fiestas de los mártires para hablar del [[MARTIRIO_Cristiano | martirio cristiano]]. "''Ojalá yo sea de los mártires de la Iglesia (...), porque, miren, muchos son los llamados y pocos los escogidos, ojalá yo sea uno de los escogidos''"<ref>''Positio Magallanes'', II, 415, &amp; 1542.</ref>, solía decir.<br />
<br />
En el Estado de Zacatecas era Jefe de operaciones militares el Gral. Eulogio Ortiz, célebre tanto por su odio al catolicismo como por su crueldad, características que demostraría al hacer fusilar a uno de sus hombres a quien le descubrió un escapulario en el pecho. Dos esbirros del gobierno federal, Donaciano Pérez, presidente municipal de Chalchihuites, y José Refugio García, secretario del juzgado y telegrafista, le pusieron un telegrama al Gral. Ortíz –quizá para congraciarse con él- para informarle que el párroco de la población, Luis Batis, estaba organizando reuniones para preparar un alzamiento armado contra el gobierno. El General envió entonces a Chalchihuites una compañía de soldados federales del sexto batallón, al mando del teniente Blas Maldonado Ontiveros, quienes llegaron a la población en dos automóviles en la noche del 14 de agosto de 1926.<br />
<br />
Los obispos mexicanos habían señalado que al entrar en vigor la Ley [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] y la consiguiente suspensión del culto público, los sacerdotes quedaban en libertad para retirase a lugares seguros en las ciudades o bien para continuar al lado de sus feligreses asistiéndolos espiritualmente, lo cual significaba un riesgo a su seguridad personal. Como muchos otros, el Padre Batis decidió permanecer en su parroquia; no obstante, se mudó a la casa de un obrero pues al cerrarse los templos al culto público tuvo que abandonar la casa parroquial. Por su parte, los jóvenes de la ACJM establecieron una guardia permanente cerca de la persona de su Director espiritual con objeto de cuidarlo y buscarle un refugio a la menor señal de peligro. <br />
<br />
Como el Padre no podía ejercer ya su ministerio en el templo, ahora lo llevaba a cabo en los hogares así como en las huertas; continuaba también con las reuniones con los obreros, con los padres de familia y con los jóvenes de la ACJM. Allí permanecía al pie del cañón, aunque no vestía de sotana. En una junta con algunos de estos últimos para analizar la situación que estaban padeciendo, el señor Cura de improviso les preguntó: “compañeros, ''¿quién quiere morir conmigo? Porque, según parece, la muerte nos espera; Jesucristo quiere este sacrificio.''” Entonces uno de ellos, Manuel Morales, cual otro Pedro anticipándose a sus condiscípulos respondió: “''Yo, señor Cura, yo muero con Usted''”; “''No, tú no –le dijo el Padre Batis- tú eres casado, tienes esposa y tus hijos a quienes les haces falta''”. Entonces Manuel, señalando al cielo contestó: “''Allí está Dios; El es antes que yo su verdadero Padre; Él velará por ellos''.”<ref>Barquín y Ruiz, Andrés. Obra citada, p. 106.</ref><br />
<br />
En esa noche del 14 de agosto cuando llegaron los soldados, el Padre Batis se encontraba en la casa que le servía de refugio. A ese domicilio llegaron los militares guiados por el presidente municipal y el secretario telegrafista; entraron violentamente a la casa golpeando a su propietario diciéndole: “''así deben tratarse, como perros, a estos fanáticos''”. Capturaron y golpearon al señor Cura mientras el teniente Maldonado le dijo el motivo por el cual lo apresaban: “''has estado diciendo misa, bautizando y casando ocultamente atropellando las leyes del general [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]]''”<ref>González Fernández, Fidel. ''Sangre y Corazón de un Pueblo'', Tomo II. Ed. [[GUADALAJARA;_Arquidiócesis | Arquidiócesis de Guadalajara]], México, 2008, p. 999. </ref>y lo condujeron a la oficina de la recaudación de rentas. En la mañana temprano se reunieron los dirigentes de las asociaciones parroquiales en la botica del señor Tomás Pérez para ver la forma de salvar la vida de su pastor. A ese lugar irrumpió la tropa federal y tomó presos a los jóvenes de la ACJM Manuel Morales y los primos hermanos Salvador Lara Puente y David Roldán Lara. Varios comerciantes del pueblo pidieron al teniente les pusiera en libertad y el señor Gustavo Windel, gerente de una mina que funcionaba cerca de la población, ofreció una fuerte cantidad para que los liberara. El militar no aceptó y mintió diciendo que tenía la orden de llevarlos presos a la ciudad de Zacatecas para que rindieran declaración, y que a más tardar en tres días volverían libres a Chalchihuites.<br />
<br />
El oficial interrogó al señor Cura acerca del objeto de las juntas que había tenido en el pueblo y él le contestó que para defender pacíficamente la santa causa de la fe católica. El presidente municipal Donaciano Pérez puso por escrito las declaraciones, las cuales fueron firmadas por el sacerdote y los tres jóvenes detenidos. Era claro que el pueblo no intentaba tramar ningún complot contra el gobierno, y lo demostraba el hecho de que en esos momentos en la plaza de Chalchihuites estuviera una gran multitud de personas ante sólo once soldados y que no respondieran con violencia a la agresión. El Padre Batis, dirigiéndose a la multitud, les dio su bendición. <br />
<br />
Los soldados subieron a los cuatro prisioneros en los dos automóviles en que habían llegado; en uno iban el señor Cura y Manuel Morales, y en el otro los dos primos hermanos. Al partir los automóviles una persona gritó: “''¡Señor Cura, no nos olvide!''”, a lo que éste contestó: “''Si son mis hijos, no los olvido.''” Cuando los vehículos estaban saliendo de la plaza del pueblo, los soldados hicieron una descarga contra la multitud, hiriendo a siete personas, entre ellas una de gravedad, y luego tomaron el camino que va hacia Canutillo, haciendo alto en un paraje cercano a Chalchihuites llamado ''Puerto de Santa Teresa''. Allí bajaron a los prisioneros y el teniente Maldonado les dijo: “''Si ustedes reconocen las leyes de [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]], nada les pasará''”. Contestaron los cuatro, que sabían muy bien que aquellas leyes iban contra los derechos fundamentales de la conciencia y que herían directamente el corazón de la vida católica contestaron: “''Primero morir''”. Aunque les costara la vida había que obedecer a Dios antes que a los hombres<ref>Cfr. Hch 4,18-20</ref>. <br />
<br />
Entonces el Padre Batis tomó la palabra y le dijo al teniente Maldonado: “''Lo único que le ruego es que perdone la vida a Manuel Morales en atención a los tres niños pequeños que tiene de familia. Yo ofrezco mi vida por él. Seré una víctima, estoy dispuesto a serlo''”. Viendo que los militares se cerraban a toda compasión humana dijo entonces: “''hasta el cielo''”<ref>González Fernández, Fidel. Obra citada, p. 1000.</ref>. Entonces se oyeron dos detonaciones y cayeron al suelo el Padre Batis y Manuel Morales; el tiro que mató al sacerdote le entró por un ojo y el que mató a Manuel en la mitad de las cejas. A Salvador Lara y a su primo David Roldán los hicieron caminar unos metros y también los mataron de un tiro en la frente.<br />
<br />
¿Quiénes eran los tres jóvenes mártires que derramaron su sangre junto con el Padre Batis? Manuel Morales Cervantes nació el 8 de enero de 1898 en Mesillas, Zacatecas, hijo natural de Matiana Morales. Quedó al cuidado de sus abuelos en Chalchihuites quienes lo educaron cristianamente en medio de grandes estrecheces económicas. Ingresó al seminario de Durango donde estudió cuatro años, pero a la muerte de su abuelo abandonó sus estudios para hacerse cargo de su abuelita. El 10 de septiembre de 1921 contrajo [[MATRIMONIO_EN_CHILE | matrimonio]] con Consuelo Loera y tuvo tres hijos. Hombre amable y trabajador y de sólida vida cristiana, Manuel era un cristiano comprometido; ingresó al Taller de Obreros Católicos, del que fue presidente y después a la ACJM, y presidente del Comité local de la Liga Nacional Defensora de la [[INDEPENDENCIA_DE_MÉXICO;_Gestación_y_desarrollo_(II) | Libertad Religiosa]].<br />
<br />
David Roldán Lara había nacido el 2 de marzo de 1902 en Chalchihuites, Zacatecas. Quedó huérfano de padre cuando tenía dos años. Ingresó al seminario, el cual abandonó para trabajar y ayudar a su familia. A la edad de 17 años empezó a trabajar en la mina'' El Conjuro'', y dadas sus cualidades humanas al poco tiempo el gerente, Gustavo Windel, lo colocó como responsable de la nómina de los trabajadores. El aprecio de su patrón por David fue patente no sólo por el fallido intento de éste para rescatarlo de las manos de sus victimarios, sino por el hecho de haberle concedido la mano de su hija con la cual pensaba contraer [[MATRIMONIO_EN_CHILE | matrimonio]]. De fe arraigada, frecuentaba la [[EUCARISTÍA;_distribución_a_los_indios | Eucaristía]]. En 1925 fue electo presidente del grupo local de la ACJM y también uno de los miembros fundadores del comité de la Liga en Chalchihuites. <br />
<br />
Salvador Lara Puente acababa de cumplir los 21 años cuando fue asesinado por odio a la fe, pues nació el 13 de agosto de 1905 en un rancho de la parroquia de Suchil, Durango. Pertenecía a una familia de agricultores, pero su salud le impidió el trabajo en el campo. Trabajó junto a su primo David como pagador de obreros en la misma mina, perteneciendo también a la ACJM y a la Liga. Quienes lo conocieron hablan de él como un joven alegre y de gran espíritu de servicio. Sus restos mortales descansan, junto a los de su primo David, de su compañero Manuel y los del Padre Batis, en la iglesia parroquial de Chalchihuites. <br />
<br />
Los cristianos de Chalchihuites y pueblos circunvecinos, des¬de el día de su sacrificio, consideraron que el señor cura Luis Batis Sainz y sus tres compañeros, Manuel Morales, Salvador Lara Puentes y David Roldán Lara, fueron verdaderos mártires cristianos. El arzobispo de Durango, [[GONZÁLEZ_VALENCIA,_José_María | José María González Valencia]], en carta pastoral escrita en la ciudad de Roma el 11 de febrero de 1927 y dirigida a todos sus fieles diocesanos, les expresó: “''Miramos destacarse la figura de nuestros amados sacerdotes maltratados, encarcelados, deportados como malhechores por el delito (...) de no haber querido separarse de la Sede de Pedro y haber preferido obedecer a Dios antes que a los hombres. Contemplamos al párroco mártir Luís Batis (...) y a los jóvenes mártires, nuestros hijos Manuel (...) David (...) Salvador, ante cuyas figuras veneradas, Nos, su Prelado, caemos de rodillas''”<ref>González Fernández, Fidel. Obra citada, p. 1001.</ref>.<br />
<br />
Los cuatro mártires fueron beatificados por S. S. Juan Pablo II el 22 de noviembre de 1992, festividad de [[CRISTO_REY;_La_fiesta_de_los_laicos | Cristo Rey]], y canonizados por el mismo Pontífice el 21 de mayo del año 2000. <br />
<br />
=Una gran paradoja=<br />
<br />
El Padre San Luis Batis y sus tres compañeros de martirio fueron sacrificados por odio a la fe pretextando un supuesto complot para levantarse en armas y, paradójicamente, fue su artero asesinato el que tuvo como consecuencia que el primer grupo de católicos se lanzara al combate. Tertuliano afirmó que ''la sangre de los mártires es semilla de cristianos'', y en esta ocasión fue también semilla de una viril lucha conocida como ''[[CRISTIADA | la Cristiada]]''. Resulta que un antiguo revolucionario que había militado en las filas de Pancho Villa, de nombre Pedro Quintanar, quien era propietario de un pequeño rancho ubicado en las cercanías de la vecina población de Huejuquilla el Alto, había ido a Chalchihuites con algunos de sus hombres para vender una partida de ganado, enterándose al llegar del cobarde asesinato del Padre Batis y los tres jóvenes de la ACJM; antes de que fueran sepultados los cuerpos de los mártires en el cementerio de Chalchihuites, mojó su espada en la sangre de ellos y se declaró en rebeldía contra el gobierno callista. Así, aquello que los perseguidores afirmaban iban a impedir, asesinando a los autores de un supuesto plan bélico, se produjo natural y espontáneamente, sin preparación ni plan alguno, como fruto del sacrificio de los inmolados por su amor a Cristo.<br />
<br />
Teniendo en esos momentos sólo a sus rancheros como seguidores, Quintanar decidió remontarse a las montañas cercanas. En pocos días se le unieron algunos hombres más y el 29 de agosto, al frente de treinta hombres y al grito de ¡Viva [[CRISTO_REY;_La_fiesta_de_los_laicos | Cristo Rey]]!, cayó sobre la guarnición militar de Huejuquilla derrotándola y tomando la plaza. Pedro Quintanar era un ranchero sencillo, católico convencido y muy sensible ante las injusticias, a las que siempre buscó poner remedio. Los acontecimientos en Chalchihuites lo llevaron a ser el primero en la República en levantar su brazo contra la tiranía de [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]]. Con el correr de los meses el grupo de Quintanar llegó a contar con más de dos mil quinientos [[MÉXICO;_Camino_del_nacimiento_de_un_Estado_laico_(XI) | cristeros]], y él mismo se convirtió en uno de los más distinguidos [[Generales | generales]] de la Guardia Nacional Cristera. Por el grito de ¡''Viva [[CRISTO_REY;_La_fiesta_de_los_laicos | Cristo Rey]]''!, usado por los católicos en el combate y también ante el paredón, los callistas acuñaron el término [[MÉXICO;_Camino_del_nacimiento_de_un_Estado_laico_(XI) | cristeros]] como una especie de insulto, pero los católicos mexicanos en pie de lucha lo tomaron como una alabanza y desde entonces ellos se llamaron a sí mismo ''cristeros''.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references></references><br />
<br />
=Bibliografía=<br />
<br />
* Barquín y Ruiz, Andrés. Los Mártires de [[CRISTO_REY;_La_fiesta_de_los_laicos | Cristo Rey]], Ed. Criterio, México, 1937.<br />
* González Fernández, Fidel. Sangre y Corazón de un Pueblo, Tomo II. Ed. [[GUADALAJARA;_Arquidiócesis | Arquidiócesis de Guadalajara]], México, 2008.<br />
* Positio Magallanes, II, 415, &amp; 1542.<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ'''<br />
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<relatedtags><br />
[[MÉXICO;_Camino_del_nacimiento_de_un_Estado_laico_(XI)|MÉXICO; Camino del nacimiento de un Estado laico (XI)]]<br />
<br />
[[GUADALAJARA;_Arquidiócesis|GUADALAJARA; Arquidiócesis]]<br />
<br />
[[INDEPENDENCIA_DE_MÉXICO;_Gestación_y_desarrollo_(II)|INDEPENDENCIA DE MÉXICO; Gestación y desarrollo (II)]]<br />
<br />
[[CRISTO_REY;_La_fiesta_de_los_laicos| CRISTO REY; La fiesta de los laicos]]<br />
<br />
[[EUCARISTÍA;_distribución_a_los_indios| EUCARISTÍA; distribución a los indios]]<br />
<br />
[[CALLES,_Plutarco_Elías| CALLES, Plutarco Elías]]<br />
<br />
[[CHILE;_la_acción_católica| CHILE; la acción católica]]<br />
<br />
[[CRISTIADA| CRISTIADA]]<br />
<br />
[[GONZÁLEZ_VALENCIA,_José_María| GONZÁLEZ VALENCIA, José María]]<br />
<br />
[[MARTIRIO_Cristiano| MARTIRIO Cristiano]]<br />
<br />
[[MATRIMONIO_EN_CHILE| MATRIMONIO EN CHILE]]<br />
<br />
[[MÉXICO;_Constitución_de_1917;_artículos_antirreligiosos.| MÉXICO; Constitución de 1917; artículos antirreligiosos.]]<br />
</relatedtags></div>
Vrosasr
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BATIS SÁINZ, San Luis
2024-01-05T21:05:43Z
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<div>'''(San Miguel del Mezquital, 1870 - Chalchihuites, 1926). Santo, Sacerdote y Mártir'''<br />
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Uno de los primeros sacerdotes mexicanos que dieron su vida por la fe en la sangrienta persecución religiosa desatada por el Gobierno federal en l926 fue el Sr. Cura de Chalchihuites, estado de Zacatecas, don Luis Batis Sáinz. Nació en San Miguel del Mezquital (hoy Miguel Auza) Zacatecas, el 13 de septiembre de 1870, hijo de Wenceslao Batis Arellano y María de Jesús Sáinz Ortega. Fue bautizado con los nombres de José Luis Amado en la parroquia de su lugar de nacimiento, la cual pertenecía a la arquidiócesis de Durango.<br />
<br />
Con el ejemplo y apoyo de su hermano mayor, Jesús María, sacerdote, ingresó al seminario diocesano en 1882 y recibió la ordenación sacerdotal el 1° de enero de 1894 en la ciudad de Durango. Inició su ministerio en la parroquia de San Juan de Guadalupe, pequeño pueblo en el límite oriental del Estado de Durango. En octubre de 1902 fue nombrado párroco de San Diego de Alcalá, en Canatlán, Durango, donde desempeñó su servicio pastoral a lo largo de veinte años. Como San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, el Padre Batis fue un sacerdote totalmente consagrado al servicio de su pueblo, centrando su atención en sus ovejas más débiles: los pobres, los enfermos, los niños y los ancianos. Estableció un hospital para los pobres, a la par que centros de catecismo y fundó colegios parroquiales, así como asociaciones de hombres y mujeres para su formación cristiana y social. Convencido de que un pueblo en el cual el templo estuviese en ruinas indicaba la ruina del mismo pueblo, alentaba obras de reparación y decoro del templo parroquial. Este buen pastor de sus ovejas, paciente, pobre y mortificado, estuvo siempre muy cerca de ellas; su trato alegre y amable para con todos le hizo ganarse el amor de su pueblo. <br />
<br />
Su amigo y compañero, el Sr. Pbro. Tomás Zaldívar escribe que de entre todas las virtudes del Padre Batis le llamaba la atención su hospitalidad, su generosidad y su piedad inteligente y discreta: “''hermanaba muy bien a su debido tiempo el atender a sus ovejas como el buen pastor, y atenderse a sí mismo, ante todo como ovejuela de Cristo, con el alimento que baja del cielo, el maná de la oración, cosa que muchos descuidamos''.”<ref>Barquín y Ruiz, Andrés. Los Mártires de [[CRISTO_REY;_La_fiesta_de_los_laicos | Cristo Rey]], Ed. Criterio, México, 1937, p. 98.</ref>En efecto, su amor a Jesucristo se manifestaba en el fervor con que celebraba la Santa Misa, impulsando a los fieles a la vida de oración.<br />
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No es extraño que el señor arzobispo de Durango [[GONZÁLEZ_VALENCIA,_José_María | José María González Valencia]] lo quisiera como director espiritual de su seminario diocesano; por ello fue trasladado de la parroquia de Canatlán al Santuario de Guadalupe en la ciudad de Durango, a efecto de que pudiera atender la formación espiritual de los jóvenes seminaristas. Sin embargo, la vocación del Padre Batis no estaba en el honroso cargo que desempeñaba en el seminario sino en la vida parroquial. Para esa vida lo había dotado el Señor de las bellas cualidades que tenía: su carácter franco y bondadoso, su celo por la gloria de Dios, su amor por las almas y, en especial, su fortaleza apostólica. Por ello, en 1925 su arzobispo lo reasignó nuevamente a la vida parroquial destinándolo como titular de la parroquia de San Pedro Apóstol, en Chalchihuites, una pequeña población ubicada políticamente en el vecino estado de Zacatecas pero que pastoralmente dependía de la arquidiócesis de Durango. Además, Chalchihuites era una zona profundamente católica y fue arraigadamente cristera; por ello fue objeto de continuas violencias, devastaciones y persecuciones contra su gente por parte de la federación, que no cesó jamás de golpearla con extrema dureza y salvajismo. Con gran entusiasmo el Padre Batis asumió su labor pastoral en su nueva parroquia, donde trabajaría con renovados bríos hasta su martirio, ocurrido un año después. <br />
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Por su trato amable, su paciencia y dedicación demostrada con la palabra y las obras, rápidamente el Padre Batis se ganó el amor y el respeto de sus nuevos feligreses. Puso gran empeño en restaurar el grupo local de la ACJM que, habiendo sido fundado en 1924, se encontraba casi muerto; tras su reorganización llegó a contar con cincuenta y seis socios. Al formarse en la ciudad de México ''la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, varios jóvenes de la [[CHILE;_la_acción_católica | Acción Católica]] de la Juventud Mexicana'' (ACJM) del grupo de Chalchihuites se integraron a la nueva organización, que buscando unir los esfuerzos del pueblo católico en la defensa de sus derechos y libertades más preciados, se estaba extendiendo por casi toda la Nación. La Liga y otras asociaciones se proponían mantener viva la conciencia pública, por lo cual, todos aquellos que fomentaban y alentaban la existencia de aquéllas, se volvían blancos del gobierno persecutorio. Éste fue el caso del Padre Batis.<br />
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La inminente entrada en vigor de la ''ley [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]]'' que establecía penas de cárcel a las violaciones de los [[MÉXICO;_Constitución_de_1917;_artículos_antirreligiosos. | artículos antirreligiosos de la Constitución]] de 1917, obligó al Episcopado Mexicano a decretar la suspensión del culto público en todas las diócesis de México a partir del día 1° de agosto de 1926. Un día antes de esa fecha y antes de cerrarse los templos, el padre Batis organizó varias reuniones para explicar a los fieles de Chalchihuites en qué consistía dicha suspensión, y las razones por las que los obispos habían tomado tan inédita medida. En esas reuniones el Párroco les dijo a sus fieles que el autor de las medidas persecutorias que llevaban al cierre de los templos no era el gobierno ni el presidente [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]], sino los pecados de todos, y que por lo mismo no debían los católicos levantarse en armas porque la violencia no era conducta cristiana.<br />
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Al iniciar la persecución sostuvo con fuerza a sus catequistas para que se mantuviesen fieles sin esconder su condición. El mismo no se escondió, y aprovechó las fiestas de los mártires para hablar del [[MARTIRIO_Cristiano | martirio cristiano]]. "''Ojalá yo sea de los mártires de la Iglesia (...), porque, miren, muchos son los llamados y pocos los escogidos, ojalá yo sea uno de los escogidos''"<ref>''Positio Magallanes'', II, 415, &amp; 1542.</ref>, solía decir.<br />
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En el Estado de Zacatecas era Jefe de operaciones militares el Gral. Eulogio Ortiz, célebre tanto por su odio al catolicismo como por su crueldad, características que demostraría al hacer fusilar a uno de sus hombres a quien le descubrió un escapulario en el pecho. Dos esbirros del gobierno federal, Donaciano Pérez, presidente municipal de Chalchihuites, y José Refugio García, secretario del juzgado y telegrafista, le pusieron un telegrama al Gral. Ortíz –quizá para congraciarse con él- para informarle que el párroco de la población, Luis Batis, estaba organizando reuniones para preparar un alzamiento armado contra el gobierno. El General envió entonces a Chalchihuites una compañía de soldados federales del sexto batallón, al mando del teniente Blas Maldonado Ontiveros, quienes llegaron a la población en dos automóviles en la noche del 14 de agosto de 1926.<br />
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Los obispos mexicanos habían señalado que al entrar en vigor la Ley [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] y la consiguiente suspensión del culto público, los sacerdotes quedaban en libertad para retirase a lugares seguros en las ciudades o bien para continuar al lado de sus feligreses asistiéndolos espiritualmente, lo cual significaba un riesgo a su seguridad personal. Como muchos otros, el Padre Batis decidió permanecer en su parroquia; no obstante, se mudó a la casa de un obrero pues al cerrarse los templos al culto público tuvo que abandonar la casa parroquial. Por su parte, los jóvenes de la ACJM establecieron una guardia permanente cerca de la persona de su Director espiritual con objeto de cuidarlo y buscarle un refugio a la menor señal de peligro. <br />
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Como el Padre no podía ejercer ya su ministerio en el templo, ahora lo llevaba a cabo en los hogares así como en las huertas; continuaba también con las reuniones con los obreros, con los padres de familia y con los jóvenes de la ACJM. Allí permanecía al pie del cañón, aunque no vestía de sotana. En una junta con algunos de estos últimos para analizar la situación que estaban padeciendo, el señor Cura de improviso les preguntó: “compañeros, ''¿quién quiere morir conmigo? Porque, según parece, la muerte nos espera; Jesucristo quiere este sacrificio.''” Entonces uno de ellos, Manuel Morales, cual otro Pedro anticipándose a sus condiscípulos respondió: “''Yo, señor Cura, yo muero con Usted''”; “''No, tú no –le dijo el Padre Batis- tú eres casado, tienes esposa y tus hijos a quienes les haces falta''”. Entonces Manuel, señalando al cielo contestó: “''Allí está Dios; El es antes que yo su verdadero Padre; Él velará por ellos''.”<ref>Barquín y Ruiz, Andrés. Obra citada, p. 106.</ref><br />
<br />
En esa noche del 14 de agosto cuando llegaron los soldados, el Padre Batis se encontraba en la casa que le servía de refugio. A ese domicilio llegaron los militares guiados por el presidente municipal y el secretario telegrafista; entraron violentamente a la casa golpeando a su propietario diciéndole: “''así deben tratarse, como perros, a estos fanáticos''”. Capturaron y golpearon al señor Cura mientras el teniente Maldonado le dijo el motivo por el cual lo apresaban: “''has estado diciendo misa, bautizando y casando ocultamente atropellando las leyes del general [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]]''”<ref>González Fernández, Fidel. ''Sangre y Corazón de un Pueblo'', Tomo II. Ed. Arquidiócesis de Guadalajara, México, 2008, p. 999. </ref>y lo condujeron a la oficina de la recaudación de rentas. En la mañana temprano se reunieron los dirigentes de las asociaciones parroquiales en la botica del señor Tomás Pérez para ver la forma de salvar la vida de su pastor. A ese lugar irrumpió la tropa federal y tomó presos a los jóvenes de la ACJM Manuel Morales y los primos hermanos Salvador Lara Puente y David Roldán Lara. Varios comerciantes del pueblo pidieron al teniente les pusiera en libertad y el señor Gustavo Windel, gerente de una mina que funcionaba cerca de la población, ofreció una fuerte cantidad para que los liberara. El militar no aceptó y mintió diciendo que tenía la orden de llevarlos presos a la ciudad de Zacatecas para que rindieran declaración, y que a más tardar en tres días volverían libres a Chalchihuites.<br />
<br />
El oficial interrogó al señor Cura acerca del objeto de las juntas que había tenido en el pueblo y él le contestó que para defender pacíficamente la santa causa de la fe católica. El presidente municipal Donaciano Pérez puso por escrito las declaraciones, las cuales fueron firmadas por el sacerdote y los tres jóvenes detenidos. Era claro que el pueblo no intentaba tramar ningún complot contra el gobierno, y lo demostraba el hecho de que en esos momentos en la plaza de Chalchihuites estuviera una gran multitud de personas ante sólo once soldados y que no respondieran con violencia a la agresión. El Padre Batis, dirigiéndose a la multitud, les dio su bendición. <br />
<br />
Los soldados subieron a los cuatro prisioneros en los dos automóviles en que habían llegado; en uno iban el señor Cura y Manuel Morales, y en el otro los dos primos hermanos. Al partir los automóviles una persona gritó: “''¡Señor Cura, no nos olvide!''”, a lo que éste contestó: “''Si son mis hijos, no los olvido.''” Cuando los vehículos estaban saliendo de la plaza del pueblo, los soldados hicieron una descarga contra la multitud, hiriendo a siete personas, entre ellas una de gravedad, y luego tomaron el camino que va hacia Canutillo, haciendo alto en un paraje cercano a Chalchihuites llamado ''Puerto de Santa Teresa''. Allí bajaron a los prisioneros y el teniente Maldonado les dijo: “''Si ustedes reconocen las leyes de [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]], nada les pasará''”. Contestaron los cuatro, que sabían muy bien que aquellas leyes iban contra los derechos fundamentales de la conciencia y que herían directamente el corazón de la vida católica contestaron: “''Primero morir''”. Aunque les costara la vida había que obedecer a Dios antes que a los hombres<ref>Cfr. Hch 4,18-20</ref>. <br />
<br />
Entonces el Padre Batis tomó la palabra y le dijo al teniente Maldonado: “''Lo único que le ruego es que perdone la vida a Manuel Morales en atención a los tres niños pequeños que tiene de familia. Yo ofrezco mi vida por él. Seré una víctima, estoy dispuesto a serlo''”. Viendo que los militares se cerraban a toda compasión humana dijo entonces: “''hasta el cielo''”<ref>González Fernández, Fidel. Obra citada, p. 1000.</ref>. Entonces se oyeron dos detonaciones y cayeron al suelo el Padre Batis y Manuel Morales; el tiro que mató al sacerdote le entró por un ojo y el que mató a Manuel en la mitad de las cejas. A Salvador Lara y a su primo David Roldán los hicieron caminar unos metros y también los mataron de un tiro en la frente.<br />
<br />
¿Quiénes eran los tres jóvenes mártires que derramaron su sangre junto con el Padre Batis? Manuel Morales Cervantes nació el 8 de enero de 1898 en Mesillas, Zacatecas, hijo natural de Matiana Morales. Quedó al cuidado de sus abuelos en Chalchihuites quienes lo educaron cristianamente en medio de grandes estrecheces económicas. Ingresó al seminario de Durango donde estudió cuatro años, pero a la muerte de su abuelo abandonó sus estudios para hacerse cargo de su abuelita. El 10 de septiembre de 1921 contrajo [[MATRIMONIO_EN_CHILE | matrimonio]] con Consuelo Loera y tuvo tres hijos. Hombre amable y trabajador y de sólida vida cristiana, Manuel era un cristiano comprometido; ingresó al Taller de Obreros Católicos, del que fue presidente y después a la ACJM, y presidente del Comité local de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa.<br />
<br />
David Roldán Lara había nacido el 2 de marzo de 1902 en Chalchihuites, Zacatecas. Quedó huérfano de padre cuando tenía dos años. Ingresó al seminario, el cual abandonó para trabajar y ayudar a su familia. A la edad de 17 años empezó a trabajar en la mina'' El Conjuro'', y dadas sus cualidades humanas al poco tiempo el gerente, Gustavo Windel, lo colocó como responsable de la nómina de los trabajadores. El aprecio de su patrón por David fue patente no sólo por el fallido intento de éste para rescatarlo de las manos de sus victimarios, sino por el hecho de haberle concedido la mano de su hija con la cual pensaba contraer [[MATRIMONIO_EN_CHILE | matrimonio]]. De fe arraigada, frecuentaba la [[EUCARISTÍA;_distribución_a_los_indios | Eucaristía]]. En 1925 fue electo presidente del grupo local de la ACJM y también uno de los miembros fundadores del comité de la Liga en Chalchihuites. <br />
<br />
Salvador Lara Puente acababa de cumplir los 21 años cuando fue asesinado por odio a la fe, pues nació el 13 de agosto de 1905 en un rancho de la parroquia de Suchil, Durango. Pertenecía a una familia de agricultores, pero su salud le impidió el trabajo en el campo. Trabajó junto a su primo David como pagador de obreros en la misma mina, perteneciendo también a la ACJM y a la Liga. Quienes lo conocieron hablan de él como un joven alegre y de gran espíritu de servicio. Sus restos mortales descansan, junto a los de su primo David, de su compañero Manuel y los del Padre Batis, en la iglesia parroquial de Chalchihuites. <br />
<br />
Los cristianos de Chalchihuites y pueblos circunvecinos, des¬de el día de su sacrificio, consideraron que el señor cura Luis Batis Sainz y sus tres compañeros, Manuel Morales, Salvador Lara Puentes y David Roldán Lara, fueron verdaderos mártires cristianos. El arzobispo de Durango, [[GONZÁLEZ_VALENCIA,_José_María | José María González Valencia]], en carta pastoral escrita en la ciudad de Roma el 11 de febrero de 1927 y dirigida a todos sus fieles diocesanos, les expresó: “''Miramos destacarse la figura de nuestros amados sacerdotes maltratados, encarcelados, deportados como malhechores por el delito (...) de no haber querido separarse de la Sede de Pedro y haber preferido obedecer a Dios antes que a los hombres. Contemplamos al párroco mártir Luís Batis (...) y a los jóvenes mártires, nuestros hijos Manuel (...) David (...) Salvador, ante cuyas figuras veneradas, Nos, su Prelado, caemos de rodillas''”<ref>González Fernández, Fidel. Obra citada, p. 1001.</ref>.<br />
<br />
Los cuatro mártires fueron beatificados por S. S. Juan Pablo II el 22 de noviembre de 1992, festividad de Cristo Rey, y canonizados por el mismo Pontífice el 21 de mayo del año 2000. <br />
<br />
=Una gran paradoja=<br />
<br />
El Padre San Luis Batis y sus tres compañeros de martirio fueron sacrificados por odio a la fe pretextando un supuesto complot para levantarse en armas y, paradójicamente, fue su artero asesinato el que tuvo como consecuencia que el primer grupo de católicos se lanzara al combate. Tertuliano afirmó que ''la sangre de los mártires es semilla de cristianos'', y en esta ocasión fue también semilla de una viril lucha conocida como ''[[CRISTIADA | la Cristiada]]''. Resulta que un antiguo revolucionario que había militado en las filas de Pancho Villa, de nombre Pedro Quintanar, quien era propietario de un pequeño rancho ubicado en las cercanías de la vecina población de Huejuquilla el Alto, había ido a Chalchihuites con algunos de sus hombres para vender una partida de ganado, enterándose al llegar del cobarde asesinato del Padre Batis y los tres jóvenes de la ACJM; antes de que fueran sepultados los cuerpos de los mártires en el cementerio de Chalchihuites, mojó su espada en la sangre de ellos y se declaró en rebeldía contra el gobierno callista. Así, aquello que los perseguidores afirmaban iban a impedir, asesinando a los autores de un supuesto plan bélico, se produjo natural y espontáneamente, sin preparación ni plan alguno, como fruto del sacrificio de los inmolados por su amor a Cristo.<br />
<br />
Teniendo en esos momentos sólo a sus rancheros como seguidores, Quintanar decidió remontarse a las montañas cercanas. En pocos días se le unieron algunos hombres más y el 29 de agosto, al frente de treinta hombres y al grito de ¡Viva Cristo Rey!, cayó sobre la guarnición militar de Huejuquilla derrotándola y tomando la plaza. Pedro Quintanar era un ranchero sencillo, católico convencido y muy sensible ante las injusticias, a las que siempre buscó poner remedio. Los acontecimientos en Chalchihuites lo llevaron a ser el primero en la República en levantar su brazo contra la tiranía de [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]]. Con el correr de los meses el grupo de Quintanar llegó a contar con más de dos mil quinientos cristeros, y él mismo se convirtió en uno de los más distinguidos [[Generales | generales]] de la Guardia Nacional Cristera. Por el grito de ¡''Viva Cristo Rey''!, usado por los católicos en el combate y también ante el paredón, los callistas acuñaron el término cristeros como una especie de insulto, pero los católicos mexicanos en pie de lucha lo tomaron como una alabanza y desde entonces ellos se llamaron a sí mismo ''cristeros''.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=<br />
<br />
* Barquín y Ruiz, Andrés. Los Mártires de Cristo Rey, Ed. Criterio, México, 1937.<br />
* González Fernández, Fidel. Sangre y Corazón de un Pueblo, Tomo II. Ed. Arquidiócesis de Guadalajara, México, 2008.<br />
* Positio Magallanes, II, 415, &amp; 1542.<br />
<br />
<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ'''<br />
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<relatedtags><br />
[[CRISTO_REY;_La_fiesta_de_los_laicos | CRISTO_REY;_La_fiesta_de_los_laicos]]<br />
[[EUCARISTÍA;_distribución_a_los_indios | EUCARISTÍA;_distribución_a_los_indios]]<br />
[[CALLES,_Plutarco_Elías|CALLES, Plutarco Elías]]<br />
<br />
[[CHILE;_la_acción_católica|CHILE; la acción católica]]<br />
<br />
[[CRISTIADA|CRISTIADA]]<br />
<br />
[[GONZÁLEZ_VALENCIA,_José_María|GONZÁLEZ VALENCIA, José María]]<br />
<br />
[[MARTIRIO_Cristiano|MARTIRIO Cristiano]]<br />
<br />
[[MATRIMONIO_EN_CHILE|MATRIMONIO EN CHILE]]<br />
<br />
[[MÉXICO;_Constitución_de_1917;_artículos_antirreligiosos.|MÉXICO; Constitución de 1917; artículos antirreligiosos.]]<br />
</relatedtags></div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=ABSOLUTISMO_DE_ESTADO_E_IGLESIA&diff=3705874
ABSOLUTISMO DE ESTADO E IGLESIA
2023-11-21T16:22:06Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==El concepto de Absolutismo de Estado==<br />
<br />
En la concepción del absolutismo estatal regalista no podía caber la autoridad universal del Papado; tampoco la separación de poderes espiritual y temporal en sus respectivos ámbitos autónomos y libres. En el caso del Papado entraba en discusión la autoridad espiritual universal del Papa que une disciplinariamente a Roma, el clero, y los fieles cristianos. <br />
<br />
Escribe Luigi Stefanini: ''“Como la Reforma protestante había decididamente roto los vínculos con Roma a favor de la autonomía religiosa de cada uno de los Estados, así los monarcas católicos, aunque sin querer salir de la órbita de la fe romana, tienden a poner en práctica todas aquellas restricciones a la jurisdicción eclesiástica que pudiesen facilitar la ejecución de sus arbitrios soberanos”''.<ref>STEFANINI, LUIGI, ''La Chiesa Cattolica'', Morcelliana, Brescia 19522, p. 249, (nuestra traducción).</ref><br />
<br />
Basándose en el supuesto «derecho divino de los reyes», de origen anglicano, las reivindicaciones del poder real por encima de los derechos de la Iglesia en su mismo campo espiritual, difícilmente se podían contener dentro de los límites jurisdiccionales sin comprometer el campo dogmático doctrinal de la Iglesia, hiriendo así la sociedad eclesiástica en lo más vivo de su constitución eclesial y de sus tradiciones.<br />
<br />
El absolutismo de Estado inauguró una política religiosa ambigua: la iniciativa soberana en la elección y en el nombramiento de los obispos y de otras autoridades religiosas, cargos eclesiásticos, y en el funcionamiento de las instituciones eclesiásticas tendía a desganchar de Roma al episcopado de cada Estado, polarizándolo alrededor del trono, e hiriendo así el sentido mismo de la comunión eclesial católica alrededor del sucesor de Pedro. <br />
<br />
Se abría así paso a las diversas concepciones episcopalistas, que en esta época histórica encontrarán cauces en las teorías galicanas y febronianas. Como consecuencia, episcopado y clero de varias zonas fueron atraídos por el absolutismo monárquico, y con un tácito asentimiento contribuirán en la praxis al control de los absolutismos regios sobre todos los asuntos eclesiásticos. Se llega así al más puro regalismo cuyo ápice lo encontramos en los dos siglos que preceden a la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]].<br />
<br />
En esta perspectiva el principio luterano del «ius circa sacra»<ref>Derechos reales sobre las cosas sagradas</ref>por parte del rey o poder del Estado, es sistematizado en la teoría según la cual el Estado frente a la Iglesia reivindica toda una serie de derechos, sintetizados en los llamados: «ius inspectionis» (control) en la administración eclesiástica; «ius cavendi» (provisión y cuidado) de las acciones eclesiásticas; «ius protectionis» (dirección) de la Iglesia; «ius reformandi» (reforma de la Iglesia). Y usa varios instrumentos jurídicos para actuar tal política como: el «regium placet» (el consentimiento real), el «exequatu»r (permiso para la ejecución de lo dispuesto por un determinado documento), la «appellatio ex abusu» (acoger la apelación por parte de un eclesiástico o fiel de un supuesto abuso de la autoridad eclesiástica), el «ius excludendi» (de los prelados, personas no gratas), y la «amortisatio» (apropiación de bienes eclesiásticos por motivos o de necesidad del Estado. <br />
<br />
Basándose en estos principios, el Estado absoluto legisla sobre las órdenes religiosas, suprimiendo aquellas menos dóciles a sus intenciones, se apropia de los bienes eclesiásticos, intenta de inculcar su visión regalista en las universidades, colegios y seminarios. Estas posiciones serán literalmente aplicadas, con otros argumentos, por la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]] y los regímenes liberales, y luego por los totalitarios a lo largo de los siglos XIX y XX.<br />
<br />
La ambigüedad de esta política religiosa se demuestra en el hecho que, por una parte se daba una decidida voluntad del soberano de no ceder alguna de sus prerrogativas estatales ante cualquier otra autoridad extraña al mismo, incluido el Papa; y por otra parte se servía de la religión para crecer en su prestigio, reafirmando la estrecha unión indisoluble entre «el trono y el altar», lo cual explica cómo a partir de la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]] las revoluciones arrastran conjuntamente a ambas instituciones, que consideran caras distintas de la misma moneda.<br />
<br />
==La Iglesia frente al absolutismo del Estado==<br />
<br />
Ya en el concilio de Trento el papa había intentado resolver equitativamente la cuestión de la relación entre los poderes papales con los poderes de los obispos y de los príncipes: sin embargo, dada la fuerte reacción y el momento crítico, pensó que no era conveniente insistir sobre al asunto para no comprometer los otros resultados del concilio.<br />
<br />
Frente al planteamiento absolutista de la política religiosa, el Papado, sin variar su doctrina tradicional sobre la autoridad legítima, reaccionó fuertemente contra todas las usurpaciones de los derechos eclesiásticos. Pero de hecho era el tiempo en que la voz de los Papas tenía un eco muy limitado, por lo que el Papado, que debía defenderse de las tendencias de autonomía episcopal acogidas en algunos países del mundo eclesial católico, logró muy poco ante la «razón de Estado» que se fue imponiendo en los distintos Estados, incluidos los católicos.<br />
<br />
Se creó en Roma una comisión cardenalicia sobre la tutela de los derechos de la Iglesia, pero la táctica, impuesta por las circunstancias críticas, fue la de una obligada retirada de las posiciones extremistas: renuncia a los privilegios de los que había gozado en la sociedad medieval dada su posición eminente, pero sin claudicar en los puntos fundamentales sobre los cuales desde el punto de vista del derecho canónico y de la misma concepción doctrinal de la Iglesia no podía renunciar.<br />
<br />
Los papas que se sucedieron en la cátedra de Pedro a lo largo de los siglos XVII y XVIII mostraron actitudes muy variadas antes estos problemas, aunque siguieron una línea común en lo esencial, pero fluctuante en las modalidades de sus relaciones con los Estados absolutistas. Así, por poner algunos ejemplos, Inocencio XI (1676-1689) supo resistir a la prepotencia del Rey Sol, Luís XIV, exponente máximo del absolutismo regio de la época; Benedicto XIV (1740-1758) intentó la vía de los [[EL_SALVADOR:_CONCORDATO_CON_LA_SANTA_SEDE | concordatos]] con los Estados, un camino que podía facilitar un entendimiento en los tiempos cuando el regalismo absolutista gozaba de su máximo poderío; sin embargo el sistema concordatario entonces alcanzó escasos resultados, y sólo será retomado por Napoleón y a lo largo del siglo liberal hasta la Primera Guerra Mundial.<br />
<br />
Hay diferencia entre el nuevo regalismo absolutista de los siglos XVII y XVIII y el regalismo precedente. Antes, algunos derechos en materia eclesiástica (por ejemplo, el nombramiento de los obispos) eran jurídicamente privilegios que el Papa «concedía» a los príncipes; ahora, al contrario, los príncipes pretendían poseer aquellos derechos no por concesión pontificia, sino por «derecho» inherente del Estado. Las tesis del «ius circa sacra» pretendidas ahora por los Estados, derivados del derecho divino de los reyes, tendía a afirmar la omnipotencia del Estado.<br />
<br />
A la teoría del poder divino de los reyes, desde el siglo XVII se opusieron los teólogos católicos, especialmente [[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas | jesuitas]], y en España los continuadores de la Escuela teológico-jurídica de Salamanca. Interpretando el pensamiento de la Iglesia, el teólogo jesuita Roberto Belarmino (1542-1621)<ref>Desde 1576 desempeñó magistralmente una cátedra especial del Colegio Romano destinada a exponer y criticar las corrientes doctrinales de allende los Alpes. Fruto de esta labor fue la obra maestra de San Roberto Belarmino, ''Controversias del Cristianismo contra los herejes de este tiempo'' (1613). Formó parte de la legación enviada por el papa Sixto V a Francia con motivo de las luchas entre la Liga Católica y Enrique de Navarra; luego ocupó diversos cargos en la [[JESUITAS_(Compañia_de_Jesús) | Compañía de Jesús]], y finalmente, en 1599, el papa Clemente VIII le otorgó la púrpura cardenalicia. Entre sus numerosas obras jurídico-teológicas se encuentra: ''Tractatus de potestate Summi Pontificis in rebus temporalibus, adversus Gulielmum Barclay'' (1610). Las ediciones completas de las ''Opera omnia'' de Belarmino fueron editadas en Colonia (1617), Venecia (1721), Napoles (1856), Paris (1870).</ref>negó decididamente la transmisión directa del poder político a una persona (el príncipe) por parte de Dios. Otro filósofo jesuita, Francisco Suárez (1548-1617)<ref>Francisco Suárez de Toledo Vázquez de Utiel y González de la Torre, conocido como Doctor Eximius (Granada, 5 de enero de 1548-Lisboa, 25 de septiembre de 1617), fue un teólogo, filósofo y jurista jesuita español. Una de las principales figuras del movimiento de la [[VITORIA;_La_Relectio_de_Indis | Escuela de Salamanca]], fue considerado uno de los mejores escolásticos. ''Opera omnia.'' Venecia, 1740-1751, 23 vols. ''in folio''; 2.ª ed. a cargo de Michel André y Charles Berton (1825-1866), crítica, con listas de variantes; añade la ''Theologiae R. P. Fr. Suarez, e societate Jesu, Summa seu compendium'' de las obras de Suárez impresa póstuma en 1732 por el jesuita belga François Noël, S. I. (1651-1729), más conocido como sinólogo, reimpresa en París por Jacques Paul Migne en 1858 en dos vols.; Parisiis: Petit-Montrouge, apud Ludovicum Vivès, 1856-1878, 26 vols. + 2 de índices. ''Obras del eximio doctor Francisco Suárez'' Madrid: La Editorial Católica (BAC), 1948, 1950, 3 tomos en dos vols., Suárez tuvo una gran influencia en la tradición reformista de las escuelas alemanas y holandesas tanto para la metafísica como para el derecho, incluido el [[VITORIA;_El_Derecho_de_Gentes | derecho internacional]]. Su trabajo fue altamente elogiado, por ejemplo, por Hugo Grotius (1583-1645). El ''De legibus'' de Suárez fue citado entre los mejores libros sobre derecho. Las opiniones de Suárez sobre el origen humano del orden político, y su defensa del tiranicidio que emana de la disidencia popular fueron fuertemente criticadas por el filósofo inglés Robert Filmer en su obra ''Patriarcha, o el Poder Natural de los Reyes''. Filmer creía que los calvinistas y los "papistas" como Suárez eran oponentes peligrosos del derecho divino de los reyes, legitimado por la supremacía de los padres sobre su descendencia, que según Filmer podría remontarse a Adán.34</ref>se opuso firmemente al absolutismo y siguiendo a la Escuela Salmanticense reafirma las justas exigencias democráticas. <br />
<br />
Afirma que en la concesión de un poder político soberano es necesaria la intervención de la sociedad: en el campo político el poder viene de Dios «mediante» el pueblo. La teoría del derecho divino de los reyes es destituida de todo fundamento, ya que se funda sobre un equívoco, en cuanto confunde el origen del poder político con el de su ejercicio. Dado que, según la idea de la escolástica, el bien común debe culminar en la sociedad, Suárez fue más adelante, hasta sostener que la nación (la sociedad) tiene el derecho de ''“defenderse con la rebelión, si el príncipe viola el pacto, por el que el poder le ha sido transmitido”''. Es decir, que el ejercicio del poder está subordinado al consentimiento del pueblo. <br />
<br />
Según el pensamiento de la Iglesia, el soberano y el pueblo ''“permanecen siempre en el ámbito de una única legislación, obligatoria para uno y otro, y, en cuanto ligada a un principio divino, garantía del orden y seguridad de la autoridad”''.<ref>STEFANINI, ''o.c.'', 252.</ref>Así que la Iglesia se acerca a aquella idea constitucionalista, a la que otros llegarán, aunque se inspiren en teorías filosóficas de matriz distinta. Pero el Estado absolutista, que no admitía estos principios, pasado un par de siglos se verá arrasado por la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]] y sus principios que producirán una cadena de convulsiones en la historia contemporánea e influirán con fuerza arrolladora en los movimientos independistas latinoamericanos. <br />
<br />
La lucha del Estado absolutista y regalista contra la Iglesia tuvo diversas manifestaciones y repercusiones dentro del mismo seno de la Iglesia, controlada por el Estado. Señalamos algunas de las formas más conocidas: el «galicanismo» político y episcopal en Francia (siglos XVII-XVIII), pero con fuertes influjos en todo el mundo católico de la época; el «febronianismo» o «episcopalismo» en Alemania; las diversas formas de «jurisdiccionalismo» y regalismo político y eclesiástico en varios Estados europeos: el «josefinismo» en el Imperio austriaco, y en otros Estados con filiaciones dinásticas de él dependientes; el «regalismo» en los Estados regidos por la dinastía de los Borbones en España, Nápoles, y algunos ducados italianos.<br />
<br />
Las relaciones entre la Iglesia y el Estado en el «siglo de las Luces» (s. XVIII) se caracterizan por las polémicas surgidas de las interpretaciones distintas de las relaciones entre la Iglesia y el Estado en los distintos países católicos. Vamos a precisar el significado de algunos términos corrientemente usados en la historiografía sobre ese siglo y describiremos algunos de estos fenómenos que en muchos aspectos se encuentran interdependientes desde el punto de vista de su ideología política.<br />
<br />
==El término historiográfico «Ancien Régime»==<br />
<br />
Se designa con este nombre al régimen político y social de los Estados europeos, -y lógicamente dentro de ellos hacen parte sus dominios americanos-, durante los siglos XVII y XVIII, que preceden a la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]]. Fue el historiador francés Alexis de Tocqueville (1805-1859) el que difundió este término sobre todo con su obra «L'ancien régime et la Révolution», publicada en 1856. <br />
<br />
En esta obra Tocqueville sostenía la continuidad entre las dos épocas, la precedente y la consecuente a la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]] de 1789. Para él la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]] habría acelerado y llevado a su fin el proceso de nivelación ya en movimiento durante el «Antiguo Régimen». Esta tesis señala algunos aspectos innegables en un análisis histórico del «siglo de las Luces», siglo de Montesquieu, Voltaire, Diderot, D’Alambert, de los enciclopedistas y de los filósofos, politólogos y literatos «ilustrados» en diversos países europeos con diferencias propias, pero también con dominadores comunes, en cuanto las ideas, que exponían, corrían y se conocían entre sí. <br />
<br />
Características del «Antiguo Régimen» son la idea y praxis del Estado absoluto: la ausencia de libertad política y religiosa, y de igualdad social, económica, religiosa, juntamente con una fuerte centralización de la administración pública. <br />
<br />
Estas características contradicen la idea de Estado propuesto por filósofos y politólogos de la época como Locke (1632-1704) y Montesquieu (1689-1755)<ref>Charles-Louis de Secondat, Baron de La Brède et de Montesquieu (1689 –1755), jurista, literato y filósofo político, es conocido fundamentalmente por su teoría política de la separación de poderes, expuesta sobre todo en su obra: ''L'esprit des lois'' (1748) en dos volúmenes y 31 libros, enciclopedia de su pensamiento político y jurídico. La obra, tras el juicio negativo de la Sorbona, fue puesta en el ''Index Librorum Prohibitorum en 1751''. Montesquieu parte del principio de que “el poder absoluto corrompe absolutamente”, analiza los tres géneros de poderes que existen en todo Estado: el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Es condición objetiva para el ejercicio de la libertad del ciudadano el que estos tres poderes estén siempre separados. La obra de Montesquieu fu bien acogida en Inglaterra y en las 13 [[TRATA_DE_ESCLAVOS;_El_Calvinismo_anglicano | Colonias Inglesas]] de Norteamérica, influyendo en la elaboración de la Constitución de los Estados Unidos. En la obra citada Montesquieu también propone su teoría justificando la [[TRATA_DE_ESCLAVOS;_Comienzos_y_expansión | trata de esclavos]] africana y la esclavitud.</ref>, para citar un par de ejemplos. Locke es comúnmente reconocido como el padre del empirismo filosófico, teoría según la cual la fuente del conocimiento es la experiencia. La razón del hombre se encuentra limitada por el «material» que le ofrecen los sentidos: lo que veo, siento y toco; luego, toda tesis, teoría e hipótesis, para ser válida tiene que encontrar una confirmación en el mundo externo, por lo que el hombre no puede conocer lo que esté fuera de la realidad de la que se hace experiencia. Así lo explica en su tratado «Essay Concerning Human Understanding» (1690), acto para establecer los límites dentro de los que se puede desarrollar el conocimiento y en qué modo la razón debe ser siempre guiada por la experiencia. <br />
<br />
En cuanto a la política en sus: «Second Treatise of Government» (1690), «Letter on Toleration» (1689) y «Conduct of the Understanding» defiende la libertad de los hombres y el principio de [[MÉXICO;_Camino_del_nacimiento_de_un_Estado_Laico._(XXI) | tolerancia religiosa]]. Todo hombre goza del derecho a la libertad, a la vida y a la propiedad (fruto de su trabajo). El ejercicio de estos derechos se encuentra limitado a su persona en cuanto existe una «ley de naturaleza» (la razón) que ''“enseña a todos los hombres… que, siendo iguales e independientes, ninguno debe dañar al otro en la vida, la salud, la libertad y la propiedad”''. Pero la pacífica convivencia de los hombres podría transformarse en un estado de guerra cuando alguien con la fuerza va contra la ley de la naturaleza y viole los derechos ajenos. <br />
<br />
Por ello, para evitarlo, los hombres crean el estado civil para salvar a través de las leyes los derechos de los ciudadanos. Este estado nace del acuerdo o contrato entre los ciudadanos y entre estos y el soberano. Así el estado se convierte en tutor de la libertad del hombre. Las consecuencias son que el estado no puede tener un poder absoluto en cuanto ningún hombre puede privar a otro hombre de sus derechos naturales (la libertad, la propiedad y la vida), que no han sido dados al soberano en cuanto tales. Si el soberano no respeta su función, que es la de tutelar los derechos de los ciudadanos, y no se somete él mismo a la ley y al derecho, los ciudadanos pueden rebelarse. <br />
<br />
Otro punto relevante del pensamiento de Locke es el de la tolerancia y [[GUATEMALA;_Confrontación_Iglesia-Estado | libertad religiosa]]: el estado no tiene la capacidad de intervenir en cuestiones de fe religiosa. Además, en un estado el poder legislativo y el ejecutivo no pueden ser confiados a una única persona; tienen que estar separados, de manera que se controlen recíprocamente. Por este pensamiento, Locke es considerado como uno de los padres del liberalismo político.<ref>Cf. ''"John Locke". Internet Encyclopedia of Philosophy; "John Locke: Political Philosophy". Internet Encyclopedia of Philosophy''. El pensamiento de Locke en el campo de la filosofía política tuvo una evolución. Su fama fue grande ya en sectores del mundo político inglés; desempeñó cargos políticos importantes como el de consejero para el comercio en las colonias. Un aspecto discutido es el de su actitud ante el fenómeno de la esclavitud en América, en contraposición con sus reflexiones sobre la libertad del hombre y sus teorías políticas. Además de mostrarse tolerante con aquella situación, estuvo implicado en ella con notables ganancias en su comercio.</ref>Locke ejercitará un influjo notable en los principios de la Revolución Americana y también en la «Declaración de los Derechos del Ciudadano» en la primera fase de la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]].<ref>La ''Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789'' fue aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789. La Declaración fue el prefacio a la Constitución de 1791. Una segunda versión ampliada, conocida ''como Declaración de los Derechos'' del Hombre de 1793, fue aprobada posteriormente, ambas de muy breve aplicación. La primera traducción americana completa de sus 17 artículos al español es obra de Antonio Nariño, publicada en Bogotá, Nuevo Reino de Granada (hoy Colombia) en 1793.</ref> <br />
<br />
El «Antiguo Régimen», si se entiende como sistema estatal monárquico absoluto y que predomina totalmente la escena europea de los dos siglos XVII y XVIII, no se expresa igualmente en todos los Estados ni cambia o cae simultáneamente en los mismos. Así en el Imperio austriaco las reformas de José II le habían infligido un duro golpe en el mismo ya antes de la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]], mientras que en otros Estados como Francia, resiste hasta la Revolución de 1789. <br />
<br />
En las [[TRATA_DE_ESCLAVOS;_El_Calvinismo_anglicano | colonias inglesas]] de Norteamérica se desmorona con la independencia de las mismas en la paz ratificada en París en 1783, ayudadas en aquella guerra por Francia y España, no por amor al tema de la libertad sino por la crónica guerra de aquellas dos Potencias contra Inglaterra.<ref>El Tratado de Paris del 3 de setiembre de 1783, y ratificado por el Congreso de los Estados Unidos el 14 de enero de 1784, concluye formalmente la [[INDEPENDENCIA_DE_HISPANOAMÉRICA;_la_guerra_y_la_generación_«patriótica» | guerra de independencia]] de las Trece [[TRATA_DE_ESCLAVOS;_El_Calvinismo_anglicano | Colonias inglesas]] en América del Norte y Gran Bretaña, que se habían levantado contra del dominio británico en 1776. Gran Bretaña firmó otros tratados subsidiarios complementarios con Francia y con España que habían sostenido aquella [[INDEPENDENCIA_DE_HISPANOAMÉRICA;_la_guerra_y_la_generación_«patriótica» | guerra de independencia]] americana.</ref>En Inglaterra su antiguo estatismo en el campo religioso con una Iglesia, la anglicana, cuya cabeza visible era el Soberano, resiste hasta 1829 con la emancipación conseguida tras perseverantes luchas políticas por parte de los católicos irlandeses. <br />
<br />
En España el absolutismo regalista se muestra radicalmente asentado bajo los Borbones del siglo XVIII, con su centralismo y las muchas reformas introducidas en aquel periodo. Pero tras la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]] y la entrada de Napoleón en la escena política europea, con engaños y artimañas logra entrar en la madeja de complots cortesanos de los Borbones españoles en 1808. Napoleón se proponía llevar a cabo un proyecto de «imperio» europeo desde Lisboa a Moscú bajo su mandato, casi como una reconstrucción de un nuevo Sacro Imperio Francés laicizado. <br />
<br />
Su invasión de España provoca la reacción popular que comenzará la Guerra de la Independencia española de los invasores galos (1808-1814), y será también la chispa que provocará los alzamientos independentistas prácticamente unánimes en toda Hispanoamérica. En España, la Cortes de Cádiz de 1812 cierran momentáneamente el sistema del «Antiguo Régimen» con su Constitución, en la que participan de manera igualitaria representantes de la Península y de los Virreinatos americanos y acuñan el término «liberal» y asientan el principio de la «soberanía nacional» que emana del pueblo. <br />
<br />
Pero aquella dramática experiencia tendrá desgraciadamente en España los años contados<ref>Cf. CUENCA TORIBIO, JOSÉ MANUEL, ''La Guerra de la Independencia: un conflicto decisivo (1808-1814''), Encuentro, Madrid 20082.</ref>. En Francia, tras la caída de Napoleón (1814) y el Congreso de Viena (1815) se restaura de nuevo el “Antiguo Régimen”, que será derrocado definitivamente por la llamada “revolución de julio de 1830” con la caída del último de los Borbones franceses y la instauración de Felipe de Orleans como “el rey burgués”. En el resto de los Estados europeos la historia del “Antiguo Régimen” persiste con altibajos, prácticamente hasta los cambios epocales que la revolución liberal de 1848 en Francia desencadena en todo el Viejo Continente. <br />
<br />
==El nuevo absolutismo estatal==<br />
<br />
Tras la paz de Westfalia (1648), que sigue a la larga guerra de los Treinta años con sus motivaciones religiosas politizadas por las Potencias europeas del momento, lleva la necesidad de una convivencia pacífica entre los Estados europeos que pretenden fundarla sobre la eliminación de la religión de la vida internacional. Se da una progresiva fractura religiosa-espiritual en la sociedad, una separación entre la fe y la cultura. <br />
<br />
Esta fractura espiritual orienta los ánimos a no considerar ya a la religión como vínculo de unión entre los pueblos y a buscar el vínculo de unidad en otros criterios: la llamada política del equilibrio dentro de un cosmopolitismo racionalista y en definitiva inmanente, por lo que bien se puede calificar en sentido etimológico como «a-teo» (sin Dios). <br />
<br />
En Westfalia triunfa el principio protestante de la Iglesia-estado, en base al cual el «príncipe» (=el Estado) regula según sus propios criterios y conveniencias las cuestiones religiosas dentro de su territorio. Es la culminación práctica del viejo principio asentado en la paz de Augusta de 1555 entre los príncipes protestantes alemanes y el Imperio católico de Carlos V del «cuius regnum (et) ejus et religio», que podría traducirse: la religión a seguirse en un Estado determinado es la que determine el Poder político en el mismo. <br />
<br />
Mientras el absolutismo regio encuentra así su máxima expresión, entra en la política el espíritu laicista y el antiguo pensamiento de un Marsilio de Padua (s. XIV); se desarrolla el principio de la Iglesia de estado sobre las teorías de Maquiavelo. Comienza así la dura lucha por las jurisdicciones sobre las tareas eclesiásticas y por el control del derecho público de la Iglesia.<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<references></references><br />
<br />
==REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS==<br />
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<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ'''<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<relatedtags><br />
[[VITORIA;_La_Relectio_de_Indis| VITORIA; La Relectio de Indis]]<br />
<br />
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<br />
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<br />
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<br />
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<br />
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<br />
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<br />
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<br />
[[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia| COLOMBIA; División del clero en el proceso de Independencia]]<br />
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Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=ABSOLUTISMO_DE_ESTADO_E_IGLESIA&diff=3705872
ABSOLUTISMO DE ESTADO E IGLESIA
2023-11-17T19:53:26Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==El concepto de Absolutismo de Estado==<br />
<br />
En la concepción del absolutismo estatal regalista no podía caber la autoridad universal del Papado; tampoco la separación de poderes espiritual y temporal en sus respectivos ámbitos autónomos y libres. En el caso del Papado entraba en discusión la autoridad espiritual universal del Papa que une disciplinariamente a Roma, el clero, y los fieles cristianos. <br />
<br />
Escribe Luigi Stefanini: ''“Como la Reforma protestante había decididamente roto los vínculos con Roma a favor de la autonomía religiosa de cada uno de los Estados, así los monarcas católicos, aunque sin querer salir de la órbita de la fe romana, tienden a poner en práctica todas aquellas restricciones a la jurisdicción eclesiástica que pudiesen facilitar la ejecución de sus arbitrios soberanos”''.<ref>STEFANINI, LUIGI, ''La Chiesa Cattolica'', Morcelliana, Brescia 19522, p. 249, (nuestra traducción).</ref><br />
<br />
Basándose en el supuesto «derecho divino de los reyes», de origen anglicano, las reivindicaciones del poder real por encima de los derechos de la Iglesia en su mismo campo espiritual, difícilmente se podían contener dentro de los límites jurisdiccionales sin comprometer el campo dogmático doctrinal de la Iglesia, hiriendo así la sociedad eclesiástica en lo más vivo de su constitución eclesial y de sus tradiciones.<br />
<br />
El absolutismo de Estado inauguró una política religiosa ambigua: la iniciativa soberana en la elección y en el nombramiento de los obispos y de otras autoridades religiosas, cargos eclesiásticos, y en el funcionamiento de las instituciones eclesiásticas tendía a desganchar de Roma al episcopado de cada Estado, polarizándolo alrededor del trono, e hiriendo así el sentido mismo de la comunión eclesial católica alrededor del sucesor de Pedro. <br />
<br />
Se abría así paso a las diversas concepciones episcopalistas, que en esta época histórica encontrarán cauces en las teorías galicanas y febronianas. Como consecuencia, episcopado y clero de varias zonas fueron atraídos por el absolutismo monárquico, y con un tácito asentimiento contribuirán en la praxis al control de los absolutismos regios sobre todos los asuntos eclesiásticos. Se llega así al más puro regalismo cuyo ápice lo encontramos en los dos siglos que preceden a la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]].<br />
<br />
En esta perspectiva el principio luterano del «ius circa sacra»<ref>Derechos reales sobre las cosas sagradas</ref>por parte del rey o poder del Estado, es sistematizado en la teoría según la cual el Estado frente a la Iglesia reivindica toda una serie de derechos, sintetizados en los llamados: «ius inspectionis» (control) en la administración eclesiástica; «ius cavendi» (provisión y cuidado) de las acciones eclesiásticas; «ius protectionis» (dirección) de la Iglesia; «ius reformandi» (reforma de la Iglesia). Y usa varios instrumentos jurídicos para actuar tal política como: el «regium placet» (el consentimiento real), el «exequatu»r (permiso para la ejecución de lo dispuesto por un determinado documento), la «appellatio ex abusu» (acoger la apelación por parte de un eclesiástico o fiel de un supuesto abuso de la autoridad eclesiástica), el «ius excludendi» (de los prelados, personas no gratas), y la «amortisatio» (apropiación de bienes eclesiásticos por motivos o de necesidad del Estado. <br />
<br />
Basándose en estos principios, el Estado absoluto legisla sobre las órdenes religiosas, suprimiendo aquellas menos dóciles a sus intenciones, se apropia de los bienes eclesiásticos, intenta de inculcar su visión regalista en las universidades, colegios y seminarios. Estas posiciones serán literalmente aplicadas, con otros argumentos, por la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]] y los regímenes liberales, y luego por los totalitarios a lo largo de los siglos XIX y XX.<br />
<br />
La ambigüedad de esta política religiosa se demuestra en el hecho que, por una parte se daba una decidida voluntad del soberano de no ceder alguna de sus prerrogativas estatales ante cualquier otra autoridad extraña al mismo, incluido el Papa; y por otra parte se servía de la religión para crecer en su prestigio, reafirmando la estrecha unión indisoluble entre «el trono y el altar», lo cual explica cómo a partir de la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]] las revoluciones arrastran conjuntamente a ambas instituciones, que consideran caras distintas de la misma moneda.<br />
<br />
==La Iglesia frente al absolutismo del Estado==<br />
<br />
Ya en el concilio de Trento el papa había intentado resolver equitativamente la cuestión de la relación entre los poderes papales con los poderes de los obispos y de los príncipes: sin embargo, dada la fuerte reacción y el momento crítico, pensó que no era conveniente insistir sobre al asunto para no comprometer los otros resultados del concilio.<br />
<br />
Frente al planteamiento absolutista de la política religiosa, el Papado, sin variar su doctrina tradicional sobre la autoridad legítima, reaccionó fuertemente contra todas las usurpaciones de los derechos eclesiásticos. Pero de hecho era el tiempo en que la voz de los Papas tenía un eco muy limitado, por lo que el Papado, que debía defenderse de las tendencias de autonomía episcopal acogidas en algunos países del mundo eclesial católico, logró muy poco ante la «razón de Estado» que se fue imponiendo en los distintos Estados, incluidos los católicos.<br />
<br />
Se creó en Roma una comisión cardenalicia sobre la tutela de los derechos de la Iglesia, pero la táctica, impuesta por las circunstancias críticas, fue la de una obligada retirada de las posiciones extremistas: renuncia a los privilegios de los que había gozado en la sociedad medieval dada su posición eminente, pero sin claudicar en los puntos fundamentales sobre los cuales desde el punto de vista del derecho canónico y de la misma concepción doctrinal de la Iglesia no podía renunciar.<br />
<br />
Los papas que se sucedieron en la cátedra de Pedro a lo largo de los siglos XVII y XVIII mostraron actitudes muy variadas antes estos problemas, aunque siguieron una línea común en lo esencial, pero fluctuante en las modalidades de sus relaciones con los Estados absolutistas. Así, por poner algunos ejemplos, Inocencio XI (1676-1689) supo resistir a la prepotencia del Rey Sol, Luís XIV, exponente máximo del absolutismo regio de la época; Benedicto XIV (1740-1758) intentó la vía de los [[EL_SALVADOR:_CONCORDATO_CON_LA_SANTA_SEDE | concordatos]] con los Estados, un camino que podía facilitar un entendimiento en los tiempos cuando el regalismo absolutista gozaba de su máximo poderío; sin embargo el sistema concordatario entonces alcanzó escasos resultados, y sólo será retomado por Napoleón y a lo largo del siglo liberal hasta la Primera Guerra Mundial.<br />
<br />
Hay diferencia entre el nuevo regalismo absolutista de los siglos XVII y XVIII y el regalismo precedente. Antes, algunos derechos en materia eclesiástica (por ejemplo, el nombramiento de los obispos) eran jurídicamente privilegios que el Papa «concedía» a los príncipes; ahora, al contrario, los príncipes pretendían poseer aquellos derechos no por concesión pontificia, sino por «derecho» inherente del Estado. Las tesis del «ius circa sacra» pretendidas ahora por los Estados, derivados del derecho divino de los reyes, tendía a afirmar la omnipotencia del Estado.<br />
<br />
A la teoría del poder divino de los reyes, desde el siglo XVII se opusieron los teólogos católicos, especialmente [[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas | jesuitas]], y en España los continuadores de la Escuela teológico-jurídica de Salamanca. Interpretando el pensamiento de la Iglesia, el teólogo jesuita Roberto Belarmino (1542-1621)<ref>Desde 1576 desempeñó magistralmente una cátedra especial del Colegio Romano destinada a exponer y criticar las corrientes doctrinales de allende los Alpes. Fruto de esta labor fue la obra maestra de San Roberto Belarmino, ''Controversias del Cristianismo contra los herejes de este tiempo'' (1613). Formó parte de la legación enviada por el papa Sixto V a Francia con motivo de las luchas entre la Liga Católica y Enrique de Navarra; luego ocupó diversos cargos en la [[JESUITAS_(Compañia_de_Jesús) | Compañía de Jesús]], y finalmente, en 1599, el papa Clemente VIII le otorgó la púrpura cardenalicia. Entre sus numerosas obras jurídico-teológicas se encuentra: ''Tractatus de potestate Summi Pontificis in rebus temporalibus, adversus Gulielmum Barclay'' (1610). Las ediciones completas de las ''Opera omnia'' de Belarmino fueron editadas en Colonia (1617), Venecia (1721), Napoles (1856), Paris (1870).</ref>negó decididamente la transmisión directa del poder político a una persona (el príncipe) por parte de Dios. Otro filósofo jesuita, Francisco Suárez (1548-1617)<ref>Francisco Suárez de Toledo Vázquez de Utiel y González de la Torre, conocido como Doctor Eximius (Granada, 5 de enero de 1548-Lisboa, 25 de septiembre de 1617), fue un teólogo, filósofo y jurista jesuita español. Una de las principales figuras del movimiento de la [[VITORIA;_La_Relectio_de_Indis | Escuela de Salamanca]], fue considerado uno de los mejores escolásticos. ''Opera omnia.'' Venecia, 1740-1751, 23 vols. ''in folio''; 2.ª ed. a cargo de Michel André y Charles Berton (1825-1866), crítica, con listas de variantes; añade la ''Theologiae R. P. Fr. Suarez, e societate Jesu, Summa seu compendium'' de las obras de Suárez impresa póstuma en 1732 por el jesuita belga François Noël, S. I. (1651-1729), más conocido como sinólogo, reimpresa en París por Jacques Paul Migne en 1858 en dos vols.; Parisiis: Petit-Montrouge, apud Ludovicum Vivès, 1856-1878, 26 vols. + 2 de índices. ''Obras del eximio doctor Francisco Suárez'' Madrid: La Editorial Católica (BAC), 1948, 1950, 3 tomos en dos vols., Suárez tuvo una gran influencia en la tradición reformista de las escuelas alemanas y holandesas tanto para la metafísica como para el derecho, incluido el [[VITORIA;_El_Derecho_de_Gentes | derecho internacional]]. Su trabajo fue altamente elogiado, por ejemplo, por Hugo Grotius (1583-1645). El ''De legibus'' de Suárez fue citado entre los mejores libros sobre derecho. Las opiniones de Suárez sobre el origen humano del orden político, y su defensa del tiranicidio que emana de la disidencia popular fueron fuertemente criticadas por el filósofo inglés Robert Filmer en su obra ''Patriarcha, o el Poder Natural de los Reyes''. Filmer creía que los calvinistas y los "papistas" como Suárez eran oponentes peligrosos del derecho divino de los reyes, legitimado por la supremacía de los padres sobre su descendencia, que según Filmer podría remontarse a Adán.34</ref>se opuso firmemente al absolutismo y siguiendo a la Escuela Salmanticense reafirma las justas exigencias democráticas. <br />
<br />
Afirma que en la concesión de un poder político soberano es necesaria la intervención de la sociedad: en el campo político el poder viene de Dios «mediante» el pueblo. La teoría del derecho divino de los reyes es destituida de todo fundamento, ya que se funda sobre un equívoco, en cuanto confunde el origen del poder político con el de su ejercicio. Dado que, según la idea de la escolástica, el bien común debe culminar en la sociedad, Suárez fue más adelante, hasta sostener que la nación (la sociedad) tiene el derecho de ''“defenderse con la rebelión, si el príncipe viola el pacto, por el que el poder le ha sido transmitido”''. Es decir, que el ejercicio del poder está subordinado al consentimiento del pueblo. <br />
<br />
Según el pensamiento de la Iglesia, el soberano y el pueblo ''“permanecen siempre en el ámbito de una única legislación, obligatoria para uno y otro, y, en cuanto ligada a un principio divino, garantía del orden y seguridad de la autoridad”''.<ref>STEFANINI, ''o.c.'', 252.</ref>Así que la Iglesia se acerca a aquella idea constitucionalista, a la que otros llegarán, aunque se inspiren en teorías filosóficas de matriz distinta. Pero el Estado absolutista, que no admitía estos principios, pasado un par de siglos se verá arrasado por la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]] y sus principios que producirán una cadena de convulsiones en la historia contemporánea e influirán con fuerza arrolladora en los movimientos independistas latinoamericanos. <br />
<br />
La lucha del Estado absolutista y regalista contra la Iglesia tuvo diversas manifestaciones y repercusiones dentro del mismo seno de la Iglesia, controlada por el Estado. Señalamos algunas de las formas más conocidas: el «galicanismo» político y episcopal en Francia (siglos XVII-XVIII), pero con fuertes influjos en todo el mundo católico de la época; el «febronianismo» o «episcopalismo» en Alemania; las diversas formas de «jurisdiccionalismo» y regalismo político y eclesiástico en varios Estados europeos: el «josefinismo» en el Imperio austriaco, y en otros Estados con filiaciones dinásticas de él dependientes; el «regalismo» en los Estados regidos por la dinastía de los Borbones en España, Nápoles, y algunos ducados italianos.<br />
<br />
Las relaciones entre la Iglesia y el Estado en el «siglo de las Luces» (s. XVIII) se caracterizan por las polémicas surgidas de las interpretaciones distintas de las relaciones entre la Iglesia y el Estado en los distintos países católicos. Vamos a precisar el significado de algunos términos corrientemente usados en la historiografía sobre ese siglo y describiremos algunos de estos fenómenos que en muchos aspectos se encuentran interdependientes desde el punto de vista de su ideología política.<br />
<br />
==El término historiográfico «Ancien Régime»==<br />
<br />
Se designa con este nombre al régimen político y social de los Estados europeos, -y lógicamente dentro de ellos hacen parte sus dominios americanos-, durante los siglos XVII y XVIII, que preceden a la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]]. Fue el historiador francés Alexis de Tocqueville (1805-1859) el que difundió este término sobre todo con su obra «L'ancien régime et la Révolution», publicada en 1856. <br />
<br />
En esta obra Tocqueville sostenía la continuidad entre las dos épocas, la precedente y la consecuente a la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]] de 1789. Para él la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]] habría acelerado y llevado a su fin el proceso de nivelación ya en movimiento durante el «Antiguo Régimen». Esta tesis señala algunos aspectos innegables en un análisis histórico del «siglo de las Luces», siglo de Montesquieu, Voltaire, Diderot, D’Alambert, de los enciclopedistas y de los filósofos, politólogos y literatos «ilustrados» en diversos países europeos con diferencias propias, pero también con dominadores comunes, en cuanto las ideas, que exponían, corrían y se conocían entre sí. <br />
<br />
Características del «Antiguo Régimen» son la idea y praxis del Estado absoluto: la ausencia de libertad política y religiosa, y de igualdad social, económica, religiosa, juntamente con una fuerte centralización de la administración pública. <br />
<br />
Estas características contradicen la idea de Estado propuesto por filósofos y politólogos de la época como Locke (1632-1704) y Montesquieu (1689-1755)<ref>Charles-Louis de Secondat, Baron de La Brède et de Montesquieu (1689 –1755), jurista, literato y filósofo político, es conocido fundamentalmente por su teoría política de la separación de poderes, expuesta sobre todo en su obra: ''L'esprit des lois'' (1748) en dos volúmenes y 31 libros, enciclopedia de su pensamiento político y jurídico. La obra, tras el juicio negativo de la Sorbona, fue puesta en el ''Index Librorum Prohibitorum en 1751''. Montesquieu parte del principio de que “el poder absoluto corrompe absolutamente”, analiza los tres géneros de poderes que existen en todo Estado: el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Es condición objetiva para el ejercicio de la libertad del ciudadano el que estos tres poderes estén siempre separados. La obra de Montesquieu fu bien acogida en Inglaterra y en las 13 [[TRATA_DE_ESCLAVOS;_El_Calvinismo_anglicano | Colonias Inglesas]] de Norteamérica, influyendo en la elaboración de la Constitución de los Estados Unidos. En la obra citada Montesquieu también propone su teoría justificando la [[TRATA_DE_ESCLAVOS;_Comienzos_y_expansión | trata de esclavos]] africana y la esclavitud.</ref>, para citar un par de ejemplos. Locke es comúnmente reconocido como el padre del empirismo filosófico, teoría según la cual la fuente del conocimiento es la experiencia. La razón del hombre se encuentra limitada por el «material» que le ofrecen los sentidos: lo que veo, siento y toco; luego, toda tesis, teoría e hipótesis, para ser válida tiene que encontrar una confirmación en el mundo externo, por lo que el hombre no puede conocer lo que esté fuera de la realidad de la que se hace experiencia. Así lo explica en su tratado «Essay Concerning Human Understanding» (1690), acto para establecer los límites dentro de los que se puede desarrollar el conocimiento y en qué modo la razón debe ser siempre guiada por la experiencia. <br />
<br />
En cuanto a la política en sus: «Second Treatise of Government» (1690), «Letter on Toleration» (1689) y «Conduct of the Understanding» defiende la libertad de los hombres y el principio de [[MÉXICO;_Camino_del_nacimiento_de_un_Estado_Laico._(XXI) | tolerancia religiosa]]. Todo hombre goza del derecho a la libertad, a la vida y a la propiedad (fruto de su trabajo). El ejercicio de estos derechos se encuentra limitado a su persona en cuanto existe una «ley de naturaleza» (la razón) que ''“enseña a todos los hombres… que, siendo iguales e independientes, ninguno debe dañar al otro en la vida, la salud, la libertad y la propiedad”''. Pero la pacífica convivencia de los hombres podría transformarse en un estado de guerra cuando alguien con la fuerza va contra la ley de la naturaleza y viole los derechos ajenos. <br />
<br />
Por ello, para evitarlo, los hombres crean el estado civil para salvar a través de las leyes los derechos de los ciudadanos. Este estado nace del acuerdo o contrato entre los ciudadanos y entre estos y el soberano. Así el estado se convierte en tutor de la libertad del hombre. Las consecuencias son que el estado no puede tener un poder absoluto en cuanto ningún hombre puede privar a otro hombre de sus derechos naturales (la libertad, la propiedad y la vida), que no han sido dados al soberano en cuanto tales. Si el soberano no respeta su función, que es la de tutelar los derechos de los ciudadanos, y no se somete él mismo a la ley y al derecho, los ciudadanos pueden rebelarse. <br />
<br />
Otro punto relevante del pensamiento de Locke es el de la tolerancia y [[GUATEMALA;_Confrontación_Iglesia-Estado | libertad religiosa]]: el estado no tiene la capacidad de intervenir en cuestiones de fe religiosa. Además, en un estado el poder legislativo y el ejecutivo no pueden ser confiados a una única persona; tienen que estar separados, de manera que se controlen recíprocamente. Por este pensamiento, Locke es considerado como uno de los padres del liberalismo político.<ref>Cf. ''"John Locke". Internet Encyclopedia of Philosophy; "John Locke: Political Philosophy". Internet Encyclopedia of Philosophy''. El pensamiento de Locke en el campo de la filosofía política tuvo una evolución. Su fama fue grande ya en sectores del mundo político inglés; desempeñó cargos políticos importantes como el de consejero para el comercio en las colonias. Un aspecto discutido es el de su actitud ante el fenómeno de la esclavitud en América, en contraposición con sus reflexiones sobre la libertad del hombre y sus teorías políticas. Además de mostrarse tolerante con aquella situación, estuvo implicado en ella con notables ganancias en su comercio.</ref>Locke ejercitará un influjo notable en los principios de la Revolución Americana y también en la «Declaración de los Derechos del Ciudadano» en la primera fase de la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]].<ref>La ''Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789'' fue aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789. La Declaración fue el prefacio a la Constitución de 1791. Una segunda versión ampliada, conocida ''como Declaración de los Derechos'' del Hombre de 1793, fue aprobada posteriormente, ambas de muy breve aplicación. La primera traducción americana completa de sus 17 artículos al español es obra de Antonio Nariño, publicada en Bogotá, Nuevo Reino de Granada (hoy Colombia) en 1793.</ref> <br />
<br />
El «Antiguo Régimen», si se entiende como sistema estatal monárquico absoluto y que predomina totalmente la escena europea de los dos siglos XVII y XVIII, no se expresa igualmente en todos los Estados ni cambia o cae simultáneamente en los mismos. Así en el Imperio austriaco las reformas de José II le habían infligido un duro golpe en el mismo ya antes de la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]], mientras que en otros Estados como Francia, resiste hasta la Revolución de 1789. <br />
<br />
En las [[TRATA_DE_ESCLAVOS;_El_Calvinismo_anglicano | colonias inglesas]] de Norteamérica se desmorona con la independencia de las mismas en la paz ratificada en París en 1783, ayudadas en aquella guerra por Francia y España, no por amor al tema de la libertad sino por la crónica guerra de aquellas dos Potencias contra Inglaterra.<ref>El Tratado de Paris del 3 de setiembre de 1783, y ratificado por el Congreso de los Estados Unidos el 14 de enero de 1784, concluye formalmente la [[INDEPENDENCIA_DE_HISPANOAMÉRICA;_la_guerra_y_la_generación_«patriótica» | guerra de independencia]] de las Trece [[TRATA_DE_ESCLAVOS;_El_Calvinismo_anglicano | Colonias inglesas]] en América del Norte y Gran Bretaña, que se habían levantado contra del dominio británico en 1776. Gran Bretaña firmó otros tratados subsidiarios complementarios con Francia y con España que habían sostenido aquella [[INDEPENDENCIA_DE_HISPANOAMÉRICA;_la_guerra_y_la_generación_«patriótica» | guerra de independencia]] americana.</ref>En Inglaterra su antiguo estatismo en el campo religioso con una Iglesia, la anglicana, cuya cabeza visible era el Soberano, resiste hasta 1829 con la emancipación conseguida tras perseverantes luchas políticas por parte de los católicos irlandeses. <br />
<br />
En España el absolutismo regalista se muestra radicalmente asentado bajo los Borbones del siglo XVIII, con su centralismo y las muchas reformas introducidas en aquel periodo. Pero tras la [[COLOMBIA;_División_del_clero_en_el_proceso_de_Independencia | Revolución francesa]] y la entrada de Napoleón en la escena política europea, con engaños y artimañas logra entrar en la madeja de complots cortesanos de los Borbones españoles en 1808. Napoleón se proponía llevar a cabo un proyecto de «imperio» europeo desde Lisboa a Moscú bajo su mandato, casi como una reconstrucción de un nuevo Sacro Imperio Francés laicizado. <br />
<br />
Su invasión de España provoca la reacción popular que comenzará la Guerra de la Independencia española de los invasores galos (1808-1814), y será también la chispa que provocará los alzamientos independentistas prácticamente unánimes en toda Hispanoamérica. En España, la Cortes de Cádiz de 1812 cierran momentáneamente el sistema del «Antiguo Régimen» con su Constitución, en la que participan de manera igualitaria representantes de la Península y de los Virreinatos americanos y acuñan el término «liberal» y asientan el principio de la «soberanía nacional» que emana del pueblo. <br />
<br />
Pero aquella dramática experiencia tendrá desgraciadamente en España los años contados<ref>Cf. CUENCA TORIBIO, JOSÉ MANUEL, ''La Guerra de la Independencia: un conflicto decisivo (1808-1814''), Encuentro, Madrid 20082.</ref>. En Francia, tras la caída de Napoleón (1814) y el Congreso de Viena (1815) se restaura de nuevo el “Antiguo Régimen”, que será derrocado definitivamente por la llamada “revolución de julio de 1830” con la caída del último de los Borbones franceses y la instauración de Felipe de Orleans como “el rey burgués”. En el resto de los Estados europeos la historia del “Antiguo Régimen” persiste con altibajos, prácticamente hasta los cambios epocales que la revolución liberal de 1848 en Francia desencadena en todo el Viejo Continente. <br />
<br />
==El nuevo absolutismo estatal==<br />
<br />
Tras la paz de Westfalia (1648), que sigue a la larga guerra de los Treinta años con sus motivaciones religiosas politizadas por las Potencias europeas del momento, lleva la necesidad de una convivencia pacífica entre los Estados europeos que pretenden fundarla sobre la eliminación de la religión de la vida internacional. Se da una progresiva fractura religiosa-espiritual en la sociedad, una separación entre la fe y la cultura. <br />
<br />
Esta fractura espiritual orienta los ánimos a no considerar ya a la religión como vínculo de unión entre los pueblos y a buscar el vínculo de unidad en otros criterios: la llamada política del equilibrio dentro de un cosmopolitismo racionalista y en definitiva inmanente, por lo que bien se puede calificar en sentido etimológico como «a-teo» (sin Dios). <br />
<br />
En Westfalia triunfa el principio protestante de la Iglesia-estado, en base al cual el «príncipe» (=el Estado) regula según sus propios criterios y conveniencias las cuestiones religiosas dentro de su territorio. Es la culminación práctica del viejo principio asentado en la paz de Augusta de 1555 entre los príncipes protestantes alemanes y el Imperio católico de Carlos V del «cuius regnum (et) ejus et religio», que podría traducirse: la religión a seguirse en un Estado determinado es la que determine el Poder político en el mismo. <br />
<br />
Mientras el absolutismo regio encuentra así su máxima expresión, entra en la política el espíritu laicista y el antiguo pensamiento de un Marsilio de Padua (s. XIV); se desarrolla el principio de la Iglesia de estado sobre las teorías de Maquiavelo. Comienza así la dura lucha por las jurisdicciones sobre las tareas eclesiásticas y por el control del derecho público de la Iglesia.<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<references></references><br />
<br />
==REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS==<br />
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<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ'''<br />
<br />
<br />
<br />
<relatedtags><br />
[[VITORIA;_La_Relectio_de_Indis|VITORIA; La Relectio de Indis]]<br />
<br />
[[INDEPENDENCIA_DE_HISPANOAMÉRICA;_la_guerra_y_la_generación_«patriótica»| INDEPENDENCIA DE HISPANOAMÉRICA; la guerra y la generación «patriótica»]]<br />
<br />
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<br />
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<br />
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<br />
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<br />
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<br />
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<br />
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<br />
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<br />
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Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=MISIONES_JESUITAS_EN_PERU._Los_Mojos&diff=3705869
MISIONES JESUITAS EN PERU. Los Mojos
2023-09-25T03:55:55Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==Prólogo==<br />
<br />
Además de la misión de los «maynas», la Compañía de Jesús sostuvo en la selva sudamericana otra misión muy importante, difícil y meritoria: la de los «mojos», en actual territorio boliviano. La Misión de Mojos se remonta al año 1667, cuando gobernaba el Perú el virrey Conde de Lemos.<ref>Pedro Antonio Fernández de Castro Andrade y Portugal, (Madrid, 1632 - Lima, 1672); X conde de Lemos, VII Marqués de Sarria, VIII conde de Andrade, IX conde de Villalba, III Duque de Taurisano y XIX virrey del Perú de 1667 a 1672. El rey Carlos II lo nombró virrey de Perú en 1666. El 9 de noviembre de 1667 llegó al puerto del Callao. Fue famoso en ese período al ser justiciero e inflexible, se preocupó por la pureza de prácticas religiosas. Dio impulso a la construcción de edificaciones en Lima, y fundó algunas instituciones públicas en Lima, como un hospital para indios convalecientes y un hospicio para mujeres arrepentidas: la Casa de las Amparadas.</ref>Abarcó el territorio comprendido hoy en los departamentos del Beni y Santa Cruz al Noroeste de Bolivia, y en parte del Estado de Matto Grosso, al Suroeste del Brasil. <br />
<br />
Como anota Vargas Ugarte en su extenso estudio sobre la Misión, “tan desmesurada extensión hay que atribuirla no sólo a lo diseminado y raro de la población, sino también al hecho de haberse visto precisados los misioneros a escalonar las reducciones a lo largo de las principales arterias fluviales que cruzan el territorio de Mojos, a fin de contar con un medio fácil de comunicación entre ellas y a buscar los lugares altos y salubres que las pusieran a cubierto de las inundaciones. Estas...fueron un continuo azote de la misión y se comprende el daño que podían causar en sabanas extensas regadas por innumerables ríos, algunos de ellos muy caudalosos”.<ref>Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, Tomo III (Burgos, 1964). Todo el volumen se ocupa de la misión de Mojos.</ref> <br />
<br />
El clima de la misión era de los más insanos que cabe encontrar. El excesivo calor, la humedad, los insectos y sabandijas de toda clase representaban un continuo tormento para los misioneros. Al obstáculo climático hay que añadir el proveniente de la enrevesada variedad de las lenguas. Según uno de los misioneros, se contaban hasta 30 idiomas diferentes correspondientes a otras tantas tribus.<br />
<br />
Las principales tribus que habitaban los mojos eran: itonamas, baures, guarayos, tapacuras, yuracares, mojos, cayubabas, mobimas, chiribas, chúmanos y toromonas. Las naciones vecinas eran los chiquitos, mujuonos, cañacures, raches, toros. Los ríos entre los que se desenvolvía la vida de los indios son: Itenes, Baures, Beni, Guaporé, Mamoré, Magdalena.<br />
<br />
Los primeros misioneros<br />
<br />
Para superar la diversidad lingüística, los misioneros idearon extender el uso de una sola lengua y para ese fin eligieron la moja, considerada por ellos como la más dulce y sonora, y cuya gramática posee alguna semejanza con la quechua. Se distinguieron en el estudio de la lengua moja [moxa] el padre Julián de Aller y el padre Pedro Marbán (1653-1713).<ref>Pedro Marbán, jesuita, nacido en Tiendra (España: Zamora-Valladolid). Viaja a Perú en 1671, al colegio de San Pablo de Lima (hoy de San Pedro), con la mayor biblioteca jesuitica del mundo hispano o en el noviciado de San Antonio Abad. De Lima. De Lima fue destinado a la misión de Moxos (en la Bolivia actual) en 1675. Cf. escribe también: «Relación De la Provincia de la Virgen del Pilar de Mojos o Carta de los Padres que residen en la Misión de Mojos para el P. Hernando Cabero de la Cia. de IHS de la Prov. del Perú, en la que dan noticia de lo visto, oído y experimentado en el tiempo que están en ella», Boletín de la Sociedad Geográfica de La Paz, 1-2, 1898, pp. 120-161.</ref><br />
<br />
El padre Marbán fue destinado, junto con otros jesuitas, como José del Castillo y Cipriano Barace, a la misión de Moxos [Mojos] (actualmente en el departamento del Beni, en Bolivia) en 1675. Pasó allí el resto de su vida, realizando ocasionales viajes a Lima. Murió el 28 de noviembre de 1713 víctima de la malaria, en la actual población de Loreto donde fue sepultado. Tanto él como sus compañeros fundaron varias reducciones jesuíticas en la región. <br />
Estas reducciones, germen de las actuales poblaciones, recuerdan en muchos casos a sus fundadores a través de sus propios nombres. <br />
<br />
Así, una de las provincias de este departamento del Beni, recibe el nombre de Marbán desde 1941. Su obra titulada «Arte de la lengua moxa con su vocabulario y cathecismo», estaba destinada a facilitar el conocimiento de esa lengua a futuros misioneros. Circuló primero de manera manuscrita; finalmente, en 1701, pasó a las prensas bajo la protección del Virrey del Perú y del Arzobispo de Lima. En 1894 apareció una edición facsimilar en Leizpig, realizada por el americanista Platzmann. <br />
<br />
En la actualidad, la lengua moxa es empleada por un porcentaje de población muy minoritario en el departamento del Beni. Además, se ha ramificado en cuatro dialectos: trinitario –el que conserva mayor vitalidad–, ignaciano, javeriano y loretano.<br />
<br />
Se estima con razón que los verdaderos fundadores de las misiones de Mojos fueron, además de Aller y Marbán, el padre Cipriano Barace y el hermano coadjutor José del Castillo. Estos últimos fueron destinados en 1674 por el padre Visitador Hernando Cavero,<ref>Cavero de Henao, Hernando. Frías de Albarracín (Teruel), 24.XII.1599 – Bogotá (Colombia), 10.IV.1697. Misionero jesuita (SI). Obras: Ordenaciones para el Gobierno espiritual de las Misiones, hechas en Guadalajara de la Nueva España, año 1662; Carta a los Padres de la Provincia del Perú, exhortándoles a ofrecerse para las misiones de los indios Mojos y Chanes, Lima, 1678; “Praxis de los estudios del Colegio de Quito [...]”, en J. REY FAJARDO, La pedagogía jesuítica en la Venezuela hispánica, Caracas, 1979, pp. 279-305.</ref>a recorrer el territorio de los mojos, observar atentamente a sus habitantes en todos los aspectos “y qué esperanzas se puede tener de fruto”. Al término de sus primeras instrucciones, fechadas en Arequipa el 25 de junio de 1674, formula el padre Cavero esta expresiva orden: “Al Obispo pidan las licencias y no lleven soldados consigo”. <br />
<br />
Algunos datos biográficos del Padre Hernando Cavero. <br />
<br />
Estaba estudiando la Teología, cuando sus superiores le enviaron al Nuevo Reino de Quito a principios del siglo XVII. En Tunja realizó la tercera probación, viviendo después en Fontibón hasta el año 1635. Se opuso a la decisión propuesta por el visitador Rodrigo de Figueroa de crear la viceprovincia de Quito, separándola de la del Nuevo Reino. <br />
<br />
Cavero consideró más conveniente prolongar la situación tal y como se encontraba en ese momento. Ideas que plasmó en su obra «Papel que hizo el P. Hernando Cavero cerca la división de la provincia del Nuevo Reino y Quito, siendo rector del colegio de Panamá». Sus capacidades como socio se pusieron al servicio de los provinciales Gaspar Sobrino y Sebastián Hazañero, desde 1640. Años después gobernó el Colegio de Panamá, especialmente entre 1647 y 1651.<br />
<br />
Un año después era elegido como procurador, por lo que se vio obligado a viajar a Roma y a Madrid sucesivamente. No regresó a las Indias hasta mucho tiempo más tarde, tras un aplazado embarque mientras esperaba en Sevilla. Era junio de 1658, poniéndose al frente de una expedición de veinticuatro jesuitas.<br />
<br />
Ese mismo año fue nombrado provincial, oficio desde el cual restauró las misiones de los Llanos, repartidas entre Colombia y Venezuela, además de las de Casanare. En Cartagena de Indias, donde los jesuitas ya habían trabajado entre los esclavos de color, contribuyó a la restauración de la congregación de los negros, en esa importante ciudad y puerto. Después, como visitador entre 1661 y 1664 y provincial de México entre 1664 y 1665, conoció las misiones de Sonora y Sinaloa. <br />
<br />
Se preocupó por lo realizado hasta ese momento, elaborando lo que se puede conocer como un «costumbrero» de la citada provincia. Prosiguió en sus tareas de gobierno, cuando fue provincial del Nuevo Reino de Quito entre 1666 y 1668. Se encargó de la redacción del plan de estudios del Colegio de San Luis de Quito, y entregó instrucciones para los misioneros que ejercían su trabajo pastoral en las misiones del Marañón. Se preocupó por la trayectoria histórica de los domicilios que componían la provincia, participando directamente en la relación y redacción de su historia. <br />
<br />
En esa misma línea solicitó al padre Francisco de Figueroa la realización de una historia de las misiones de Mainas. Cuando abandonó su oficio de provincial, fue nombrado rector del Colegio Máximo de Santafé (1668-1672). Continuó entregado a oficios de gobierno, mientras se le encomendó la visita de la provincia de Perú, en los tres años siguientes, siendo además provincial hasta 1678, encomendándosele, como subraya Astrain, tareas de «saneamiento moral». Visitó todos los domicilios y expulsó a aquellos que no cumplían con las condiciones de un jesuita. <br />
<br />
Dispuso, por ejemplo, el «Libro de los usos y costumbres de este Colegio de San Pablo de Lima», aprobado en el mismo año 1678. Igualmente, recibió orden del general Oliva para la supresión de la viceprovincia de Chile, juntando domicilios e individuos con la del Perú. Era la ocasión para realizar reformas en esta demarcación. Las dificultades fueron numerosas y la obra hubo de detenerse antes de que culminase. Parecía que la acción del viceprovincial Francisco Javier Grijalva permitió cumplir, al menos, algunos de los objetivos para evitar abultados gastos. <br />
<br />
Con todos estos trabajos Cavero de Henao destacó por la gran experiencia acumulada. Consideró, por ejemplo, muy importante para el impulso de las misiones, la existencia de un prefecto de misiones que ya se había establecido en otras provincias. Asimismo, puso en marcha lo que su antecesor había aprobado con respecto a la misión boliviana de Mojos. Su vida no finalizó como jesuita retirado, sino que regresó a Nuevo Reino. Allí se encargó con ochenta años del gobierno del Colegio de Santafé, atendiendo la construcción de su iglesia de San Ignacio. Contaba este jesuita con noventa y cinco años cuando finalizaron los trabajos. Restaban dos años y medio para alcanzar su centenario cuando falleció.<br />
<br />
Inicios de la misión de los Moxos<br />
Los pasos iniciales de los misioneros entre los Moxos fueron realmente penosos. Barace y Marbán cayeron enfermos a causa de lo malsano del clima. Los habitantes que encontraron les recibieron con indiferencia. “No dejarán de recibir el bautismo —dicen los padres en sus cartas— cuando estuvieren para morir, pero que de comunidad se hagan cristianos en vida no lo podemos asegurar” (20 abril 1676). Se refieren a las gentes que habían hallado a lo largo del trayecto bajando el río Guapay (actualmente llamado río Grande) hasta su confluencia con el Mamoré (en donde se tocan los departamentos de Beni, Cochabamba y Santa Cruz).<br />
<br />
El animoso padre Barace, repuesto de su enfermedad, se dedicó a consolidar la reducción de Loreto, para lo cual resolvió introducir en los llanos el ganado vacuno. Volvió a Santa Cruz para traer el número de cabezas necesario para su multiplicación en el país, y aun aprendió el oficio de tejedor a fin de adiestrar a los indios en el oficio. No le fue fácil recorrer los casi trescientos kilómetros en plena selva y por río conduciendo un centenar de reses. Mas la constancia del padre Barace venció los obstáculos. <br />
<br />
Después de 54 días de marcha arribó a Loreto con el ganado, que habría de representar una valiosa aportación para la subsistencia del pueblo. Como, escribe Vargas Ugarte: “La trocha estaba abierta y el celo de los misioneros la iría ensanchando y una nueva cristiandad habría de surgir en aquellas vastas llanuras, antes sumidas en las tinieblas del error”.<br />
<br />
Entablado el pueblo de Loreto, sirvió de base de operaciones para viajes de exploración y tanteo. A los ya nombrados Marbán y Barace se añadieron nuevos refuerzos, destinados por el provincial del Perú desde Lima. En 1687 Barace fundó la segunda reducción, llamada Trinidad, sobre el río Grande. El padre Orellana fundó San Ignacio en 1689, y posteriormente se resolvió el establecimiento de otras tres reducciones: San Javier, San José y San Borja.<br />
<br />
Hacia 1697 vinieron a agregarse a las anteriores dos nuevas reducciones: San Pedro y San Luis. Uno de los iniciadores de San Pedro, el padre Arlet, recuerda los comienzos plenamente evangélicos de estas reducciones: “Entramos sin armas ni soldados, acompañados solamente de algunos indios que nos servían de intérpretes”. Más de mil doscientos indígenas contribuyeron pacíficamente a echar los cimientos de la nueva población de San Pedro. En cambio la de San Luis fue una fundación precaria. Los indios movimas,<ref>Los movimas son un pueblo indígena originario de la Amazonia de Bolivia, asentado principalmente en la provincia de Yacuma en el departamento del Beni. El sacerdote Gregorio de Bolívar fue el primer misionero que contactó con los movimas en 1621, mencionando que vivían desde la margen izquierda del río Mamoré por todo el río Yacuma y los ríos Rápulo, Apere, Maniqui y Matos. En 1700 el jesuita padre Altamirano hizo contacto con ellos mencionando que eran unos 20 000 en 80 poblaciones pequeñas. La Compañía de Jesús estableció la misión de Moxos y envió al padre Baltasar Espinoza a fundar reducciones entre los movimas. Espinoza fundó la misión de San Lorenzo en 1708, pero fue asesinado por los movimas el 26 de junio de 1709, la misión fue abandonada. Luego fundaron las misiones de San Luis, San Pablo, Santa Ana, San Borja y Reyes.</ref>y erirunas no secundaron a los misioneros, y hacia 1700 la población no contaba con casa cural ni con iglesia.<br />
<br />
Para tener un compendioso resumen de las misiones de Mojos a finales del siglo XVII recurriremos a un interesante «Memorial» del padre Marbán al virrey del Perú Conde de la Monclova, donde manifiesta:<br />
“en dichas misiones están entendiendo veinte religiosos, los dieciocho sacerdotes y dos coadjutores y tienen formados cinco pueblos y otros cuatro nuevos pueblos con cuatro capillas y bautizadas en dichos diez pueblos más de diez mil almas y en los cuatro restantes catecúmenos y por bautizar más de otras cuatro mil y son tantas las naciones descubiertas, reducidas y amistadas y que piden el santo bautismo, que aunque fuesen otros veinte sacerdotes más, no bastarán para satisfacer a todos y reducir la multitud de gente que ofrece el país, donde tiene gastados la Compañía más de cien mil pesos con la conducción de sujetos, herramientas, ganados, etc. y otras cosas que han conducido para la mayor facilidad en admitir nuestra santa fe y en adornar las iglesias...” <br />
Y añade Marbán que, dada la distancia y difíciles caminos hasta la misión de Mojos, la Compañía gasta mil pesos por jesuita que va a ella, y como los indios son bárbaros y carecen de comercio con otras gentes, hace falta dinero para herramientas y construcciones. Por lo cual pide al Virrey que asigne alguna cantidad a los pueblos fundados. El Conde de la Monclova vio con simpatía la demanda de los misioneros de Mojos; escribió al Rey, y el resultado fue el otorgamiento de ocho mil pesos en las cajas de Potosí.<br />
Un escueto censo de la época da las siguientes cifras:<br />
PUEBLOS FAMILIAS BAUTIZADOS PÁRROCOS<br />
Loreto 650 Vega y Borinie<br />
Trinidad 482 2,693 Garriga y Morillo<br />
San Ignacio 561 3,202 Orellana y Mayorana<br />
San Javier 507 1,863 Zapata y Fernández<br />
San José 322 2,288 Espejo y Ugarra<br />
<br />
La misión de mojos en el siglo XVIII<br />
Los misioneros trataron de dar cumplimiento a las orientaciones del Visitador, padre Diego Francisco Altamirano (1700), nacidas de la observación atenta de la realidad de los pueblos y de sus consultas con los religiosos. Así, se decidió crear cabildos y regimientos y colaboradores seglares de entre los mismos indios, a fin de habituarlos a la iniciativa y el actuar responsable. También se amplió el volumen de la agricultura con la introducción del arado de bueyes, y nuevos cultivos como el arroz, la caña de azúcar e incluso el trigo y la vid. <br />
<br />
No obstante la acometida de las enfermedades y las fiebres, la misión de Mojos se proyectaba floreciente en los primeros decenios del siglo XVIII con nueve reducciones y una población de casi veinte mil personas; la población total de aquellas regiones se calculaba en setenta mil. De una «Breve Noticia» de las misiones compuesta por el padre Nicolás de Figueroa se colige el orden, el método y la constancia que iban pacientemente inculcando los misioneros y sus auxiliares. <br />
<br />
Se enseñaba no sólo la doctrina cristiana y la vida moral y honesta sino también los oficios y artes manuales. De allí salían diestros los nativos como alarifes, carpinteros, doradores, zapateros, sastres, músicos, herreros, labradores, pescadores de río, etc. Los beneficiados eran los antiguos indómitos mobimas, churimanas, cayubabas, guarayos, tapacuras y baures.<br />
<br />
Como ocurría en las misiones septentrionales de Maynas, también las de Mojos recibieron el valioso contingente de los jesuitas germanos e italianos. Y así podemos nombrar a los padres Arlet, Leyden, Borinie, Dirrheim, Mayr, Schmidt, de Prato, Schleimer, Rehr, Reiter, Bussoni, Pozzobonelli, Altogradi. <br />
<br />
Como todavía por aquella época subsistía en la mentalidad del Patronato Real el prejuicio contra los religiosos extranjeros, hubo de acudirse a ingenuos ardides para que los dejasen venir a estas tierras. Por ejemplo, se les registraba como procedentes de los estados de Flandes sometidos al Rey católico [Rey de España], siendo así que venían de Austria, Alemania o Bohemia. Tales operarios significaron en la misión un idóneo y utilísimo refuerzo: eran ingenieros, músicos, maestros de obras, enfermeros, científicos.<br />
<br />
Obra y martirio del Padre Barace<br />
<br />
El 16 de setiembre de 1702 fue un día triste para las misiones de Mojos, ya que el célebre padre Cipriano Barace, moría como mártir misionero. Había entrado en la Compañía de Jesús, a imitación de San Francisco Javier por quien Barace sentía una gran admiración. A los 29 años Cipriano es enviado a la provincia jesuita del Perú, siendo ordenado sacerdote en Lima el 11 de junio de 1673. Es encargado, con la ayuda del padre Pedro Marbán y del hermano José Castillo, de adentrarse en territorio de la actual Bolivia, virgen en aquel momento, para conocer el grado de disposición de los indígenas a ser evangelizados, así como para explorar nuevos territorios e informar de lo allí observado, embarcando en el río Grande a mediados de julio de 1675. <br />
<br />
En aquel territorio fundó la primera población indígena con indios moxos, a la que bautizó con el nombre de Loreto (25 de marzo de 1682). Tras cinco años de enfermedades y pobres resultados es enviado a territorio de los indios chiriguanos en la actual Paraguay, donde tampoco obtuvo éxito en sus esfuerzos. Así, vuelve al territorio de los moxos de Bolivia, donde se lanza a la creación de misiones por todo el norte Boliviano. En 1687, "doce leguas río abajo de Loreto", crea la actual ciudad de Trinidad. <br />
<br />
El primer «Diccionario francés de Historia Eclesiástica» atribuye a Barace («de patria isabense» que dicen los documentos de la época) la fundación de al menos quince puestos de misión y el bautismo de al menos 11.000 indios. Antonio de Orellana -biógrafo del padre Barace y superior suyo en el momento de su martirio-, en la obra «Compendio de la vida del padre Cipriano Barace» escrita al año siguiente de su muerte, lo describe como “un personaje ungido de santidad, aventurero, bondadoso, optimista, confiado, desprendido y entregado a la salvación de los indígenas”. <br />
<br />
Enseñó a los indios moxos a tejer y también los oficios de albañil, carpintero, constructor y agricultor, entre otros, por lo que le tenían por un auténtico bienhechor. Después algo más de 25 años trabajando con los moxos y otras tribus como los cirionenos, tapacuras, guarayanos o moremonos, el 17 de agosto de 1702 sale de Trinidad, acompañado de cuatro indios y una mula, para adentrarse en territorio de los baures con quienes llegó a establecer una buena relación de amistad. Pero las guerras tribales entre ellos generaron una situación difícil de la que ya no pudo salir. <br />
<br />
Así, el 16 de septiembre de 1702, cuando pasaba por una zona pantanosa en su camino hacia una de las misiones, se encontró con un grupo de indios armados con arcos, flechas y macanas. Dispararon sobre él una lluvia de flechas hiriéndole en el muslo y en el brazo; uno de ellos, a la vez que le arrebataba la cruz le daba un mortal golpe en la cabeza con su macana, acabando así con su vida a los 61 años de edad, 27 de ellos dedicados a evangelizar y a proteger a las diferentes tribus del Alto Perú, el actual Departamento del Beni, en la actual República de Bolivia. <br />
<br />
Las aventuras y penalidades que sufrió a lo largo de los 27 años que pasó como misionero, son inimaginables. Leer su biografía es entrar en la vida de un tipo de hombre que en la actualidad es difícil imaginar: aventurero, comerciante, médico y cirujano, arquitecto, explorador, ganadero, escritor, etc. Cipriano Barace tuvo la virtud -reconocida todos sus biógrafos, de ser plenamente aceptado por la población indígena a pesar de haber irrumpido en sus territorios en plena época colonial. <br />
<br />
Aprendió la lengua y respetó las costumbres de los indios moxos y otras tribus, e hizo de su territorio un espacio de hombres libres después de haberse enfrentado con dureza a los colonos que querían esclavizar a los indígenas. Barace había sido uno de los fundadores de la misión y había trabajado en ella de modo heroico y ejemplar durante veintisiete años. La noticia de su martirio, si bien impresionó a todos, no amilanó a los padres, sino que les animó más a trabajar por la completa reducción de los temibles baures. <br />
<br />
Tal como había ocurrido en Vilcabamba luego de la muerte del protomártir Diego Ruiz Ortiz, en que la justicia civil hizo escarmiento entre los nativos sospechosos de la muerte del misionero agustino, así también el gobernador de Santa Cruz envió una expedición militar punitiva, que tomó unos doscientos rehenes y ajustició a uno de los principales actores del asesinato del padre Barace.<br />
<br />
Otras reducciones; nuevos martirios<br />
<br />
Por aquella misma época se fundaron dos nuevas reducciones en tierra de Mojos: San José de Chiquitos y San Pablo, esta última en la vecindad de los feroces mobimas. Víctima de ellos murió el jesuita pisqueño Baltasar Espinosa (1709), antiguo alumno de los colegios limeños de San Martín y San Pablo. Fue la segunda víctima que la Compañía de Jesús ofrendó en las misiones de Mojos.<br />
<br />
Tres reducciones nuevas fueron emprendidas entre los nativos baures: Concepción, San Joaquín y San Martín, en los afluentes del río Baures. Si bien las reducciones se vieron amenazadas por los «bandeirantes» paulistas, resistieron en buen estado hasta la expulsión de los jesuitas (1767), y llegaron a tener aproximadamente dos mil habitantes cada una.<br />
<br />
Las narraciones de los misioneros, entre las que descuella la «Descripción de los mojos» por el padre Francisco Javier Eder, jesuita húngaro, escrita en Buda en 1791, relatan con abundancia de detalles la vida cotidiana de misioneros y nativos. Son una precisa fuente para la ciencia antropológica y etnológica, pero también para la historia misional. <br />
<br />
En esas páginas vemos, por así decirlo, la misión por dentro, en su rutina y en sus solemnidades, expectativas y desfallecimientos; en sus realizaciones materiales, como la construcción de templos y capillas, cultivos y cosechas; y en los progresos de la cultura humana y política, como la estructura del gobierno vecinal, la creación artística y el avance de la instrucción basada en la difusión de la lengua de los mojos.<br />
<br />
El viajero francés Alcide d’Orbigny publicó en París en 1845 una «Descripción» de Bolivia. En ella dedica a los padres de la Compañía elogiosas páginas. Sobre la antigua misión de Mojos escribe:<br />
<br />
“No se puede menos de admirar el resultado a que habían llegado... cambiando totalmente el aspecto del país y reformando los usos y costumbres de unos hombres enteramente salvajes... El primer cuidado de los religiosos fue consolidar la existencia de sus misiones, introduciendo todas las mejoras posibles. Con este fin trajeron de Santa Cruz numeroso ganado; estimularon las labores del campo; perfeccionaron los tejidos, ya conocidos de los Baures. Enseñaron toda clase de oficios manuales y multiplicaron las fiestas religiosas como para dar con ellas un intervalo de ameno descanso a los trabajadores. Les enseñaron la música y el uso de los instrumentos de Europa...”<br />
<br />
Otros autores bolivianos no han dejado de recordar con admiración la obra de aquellos misioneros. Así Gabriel René-Moreno, ensalza el espíritu de trabajo en los mismos términos que ha sido ponderado universalmente el esfuerzo de las reducciones del Paraguay: “Nadie estaba ocioso allí, y todos trabajaban bajo la vigilancia de sus curas... Producían todo lo necesario para su propio consumo...” <br />
<br />
El sostenimiento de todos estaba asegurado —recuerda (en 1735) el obispo de Santa Cruz de la Sierra, Bernardino de la Fuente Rojas—. Las borracheras han desaparecido. Todos los días los enfermos reciben carne. Hay buena fruta: uvas, naranjas, cidras, limones reales, toronjas, limoncillos, piñas, lúcumas, plátanos guineos y de la sierra, higos... La pesca era abundante en ríos y lagos.<br />
<br />
Además de las incursiones de los paulistas, los nativos sufrían de penuria y escasez cuando en la época de lluvias se inundaban los terrenos y todo quedaba convertido en un inmenso lago. La «Carta Anua» de los misioneros de 1751, luego de registrar el traslado de los pueblos de San Javier y Loreto a nuevas ubicaciones, anota el hecho de que los Padres se embarcaban en las gradas de la iglesia en canoa grande para llevar el viático a los enfermos.<br />
<br />
A los estragos de las gigantescas inundaciones se añadían los de las pestes, que diezmaban pueblos enteros, como aconteció, a mediados del siglo XVIII, con San José de las Pampas, San Miguel de Itenes, Santa Rosa, San Luis y San Pablo. Sólo en un mes la epidemia causó en un pueblo más de trescientas muertes entre los indios baures. Las enfermedades contra las que los indios apenas tenían defensas orgánicas, parece que eran la viruela, el trancazo (gripe) y las dolencias pulmonares.<br />
<br />
Ante la amenaza de las malocas (grandes casas comunitarias de caña y paja, características de los pueblos de las regiones amazónicas) de los bandeirantes, los padres pensaron seriamente en lograr la licencia para que los indios usasen armas de fuego. Vino la Real Cédula respectiva el 17 de setiembre de 1723, que concedía la autorización a los misioneros de Mojos para usar armas de fuego. El virrey marqués de Castelfuerte, ordenó que se remitiesen de Lima a Santa Cruz doscientos fusiles y la pólvora suficiente. <br />
<br />
El Rey de España aprobaba este modo de proceder, pues era el único lenguaje con el cual podía impedirse la esclavización de los nativos. Autorización semejante había sido obtenida hacia 1640 en Madrid por el misionero limeño del Paraguay, padre Antonio Ruiz de Montoya, para defender a los indios del Guairá de las temibles incursiones de los portugueses.<br />
<br />
En 1720 hallamos la siguiente lista de reducciones que sumaban en total cerca de veinticinco mil bautizados y seis mil catecúmenos.<br />
:<br />
Loreto San Juan Bautista<br />
Trinidad San Ignacio<br />
San Javier San José<br />
San Pedro San Luis<br />
San José San Borja<br />
Santa Rosa San Pablo<br />
Exaltación Reyes <br />
San Joaquín Santa Ana<br />
San Martín Magdalena<br />
<br />
A mediados del siglo hallamos nuevos refuerzos de jesuitas germanos. Entre ellos distinguimos los nombres de Wolfgang Bayer y Francisco Javier Eder, a quien nos hemos referido anteriormente. El gobierno provincial del padre Antonio Garriga fue muy beneficioso para la misión, pues él mismo había ya trabajado en esas regiones y sabía por experiencia las necesidades de los nativos. De allí que a sus súbditos de la Provincia les exhorte a desear el trabajo duro de las misiones y no contentarse con los ministerios do ciudad. “Si lo primero que debe atesorar el jesuita en sus ministerios —dice— es su mayor aprovechamiento, claramente so conoce no deberse preferir éstos de aquí [Lima] ni posponer los de allí [Mojos]”.<br />
<br />
En 1750, o las reducciones enlistadas hay que añadir San José de Itenes, San Miguel, otra Santa Rosa, San Nicolás, San Simón y San Judas, de tal manera que en una carta del provincial del Perú, Baltasar de Moncada, al virrey Conde de Superunda, leemos: “Digo que los pueblos así antiguos como novísimos son 21. Los padres sacerdotes y hermanos coadjutores son por todos 46, y el número de almas de todas edades, así de los ya cristianos como de los que de nuevo se sacan de las grutas y bosques donde viven... es de 33.270 almas”.<br />
<br />
En sus visitas los Obispos de Santa Cruz, bajo cuya jurisdicción se hallaban las misiones de Mojos, quedaban bien impresionados del florecimiento de éstas. Así, por ejemplo, el dominico fray Jaime Mimbela y don Juan Cavero de Toledo, en el primer decenio del siglo XVIII. <br />
<br />
También visitaron las reducciones don Miguel Bernardino de la Fuente y don Juan Pablo de Olmedo. Aquél evoca en una carta de 1735 (al prelado de Panamá, Rodríguez Delgado), el pesado recorrido “en más de mil leguas que anduve de caminos asperísimos y temples tan ardientes como V.S.I. no ignora, (y) pasé trabajos imponderables... Todos los doy por bien empleados, así por haber cumplido con mi obligación como por haber visto las profundas raíces que ha echado en la fe aquella nueva cristiandad, de que estoy cierto coge Dios un copioso fruto de almas predestinadas” .<br />
<br />
Y así fue transcurriendo el siglo XVIII. Como reconoce Vargas Ugarte, gracias a los refuerzos venidos de Europa, especialmente de extranjeros, y a la cooperación de escogidos sujetos de la Provincia, la fe cristiana fue robusteciéndose en aquellos 30 mil nativos de la misión de Mojos. <br />
El orden externo y el buen régimen de los pueblos parecían asegurados, no obstante las amenazas de las incursiones de los bandeirantes, las repercusiones del tratado de Madrid del 13 de enero de 1750 entre las coronas española y portuguesa, llamado también «Tratado de Permuta» (de Intercambio) para definir los límites entre los territorios de ambos Dominios en América del Sur, las molestias constantes del mortífero clima y las epidemias. Un soldado español que había pasado por las misiones pocos años antes de la expulsión, dejó escritas las siguientes décimas:<br />
“Es Mojos en pocas voces / unas pampas pantanosas, / unas aguas cenagosas, / unos padres vicedioses, / unos caimanes feroces, / dos telares de algodón, / tal cual caballo rabón, / una maligna terciana, / unas indias con sotana, / y unos indios sin calzón. / Es una región sin trigo, / es un perenne hormiguero, / es un terrible tigrero, / un Sur, cruel enemigo, / es la muerte, poco digo, / es un infierno a los ojos, / es murciélago con piojos, / y si bien lo he de decir / cuanto mal puede venir / es definición de Mojos”. <br />
EL FINAL DE LA MISION<br />
El mal que acabó con las misiones de Mojos no fueron ni las incursiones de los mamelucos, ni las pestes, ni el agobiante clima, sino algo muy distinto e inesperado: un simple decreto del católico rey de las Españas Carlos III. La pragmática [sanción] del monarca fue expedida en Madrid el 27 de febrero de 1767 y comunicada a las autoridades de ultramar con todo sigilo. <br />
<br />
El gobernador Aymerich, recibido del Presidente de la Audiencia de Charcas la real orden de expulsión, la intimó al superior de las misiones, padre Juan de Beingolea, el 5 de octubre. La carta dice, entre otras cosas:<br />
<br />
“En el término de seis días, a lo más ocho, contados desde el día 8 del presente mes, los Padres Doctrineros... se pondrán en marcha para esta de Loreto, conduciéndose cada uno en canoa del pueblo que deja, con los víveres necesarios, cocineros y algunos sirvientes, para su asistencia en el viaje hasta Loreto, desde donde se transportarán por tierra a Santa Cruz y regresarán las canoas a su pueblo. También traerán en su compañía otra canoa con algunos indios principales y justicias del pueblo, cocineros y sirvientes, para que en este pueblo reciban a su nuevo cura, pues como faltos los indios de idioma castellano, se hace preciso les explique el padre que sale el recibo y demás que conduzca, cuando se les entregue el nominado cura, para que lo conduzca al pueblo; dejándolos bien impuestos, antes de su salida en la resolución de S. M. y que, como a fieles y leales vasallos suyos, deben conformarse con sus reales disposiciones, y poniéndolos también en que serán asistidos y cuidados, sin experimentar el menor perjuicio en trato, franco comercio con todos los españoles, cuyo idioma deberán aprender, y últimamente cuanto comprenda cada doctrinero pueda ser favorable a los intereses de S. M., para quietud y sosiego de estos sus pueblos y vasallos...”<br />
<br />
Añade la carta que los padres deben evacuar sin demora ni dilación los pueblos. Está suscrita en la misión de Loreto en Mojos el 5 de octubre de 1767. El padre Beingolea, al recibir la carta, hubo de quedar asombrado de su contenido; mas en la respuesta a Aymerich no deja traslucir ningún rechazo ni protesta; más bien, informa que trasmitirá las órdenes a los padres de la Exaltación, Santa Ana, San Javier y Trinidad. La respuesta está firmada el 8 de octubre de 1767 en San Pedro. <br />
<br />
Reunidos los misioneros en Santa Cruz, salieron de allí el 22 de mayo de 1768 y el 2 de julio llegaron a Cochabamba. Las siguientes estaciones fueron Oruro (30 agosto), Tacna (30 setiembre), Arica (22 octubre). Ingresaron en la capital del Virreinato el 9 de diciembre de 1768. Fue toda una travesía llena de penalidades y privaciones. Tres misioneros murieron en el camino de Mojos a Lima. Y otros quedaron tan maltratados que fallecieron en el viaje del Callao a Cádiz: tal sucedió con el padre José Reisner, que murió en Cartagena de Indias el 14 de mayo de 1769.<br />
<br />
Los curas reemplazantes no estuvieron desgraciadamente a la altura de las responsabilidades que debían asumir. Por lo pronto, tuvieron que afrontar la suspicacia de los nativos, su rebeldía y consternación ante un destierro que les era imposible entender. El gobernador Lázaro de Rivera, gobernador de Mojos después del exilio de los jesuitas, ha dejado escritas unas frases penetradas de desaliento y desolación: “En el día se han reducido los límites de la Provincia a sólo once pueblos, los más sin fondos, sin ganados y en su última declinación... No es fácil concebir cómo una provincia que ofrece tantas ventajas a nuestro Estado se halle abandonada en estos términos...”<br />
<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
'''ARMANDO NIETO VÉLEZ, S.J'''<br />
<br />
'''©Revista Peruana de Historia Eclesiástica'''</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=MISIONES_JESUITAS_EN_PERU._Los_Mojos&diff=3705868
MISIONES JESUITAS EN PERU. Los Mojos
2023-09-25T03:34:08Z
<p>Vrosasr: /* NOTAS */</p>
<hr />
<div>==Prólogo==<br />
<br />
Además de la misión de los «maynas», la Compañía de Jesús sostuvo en la selva sudamericana otra misión muy importante, difícil y meritoria: la de los «mojos», en actual territorio boliviano. La Misión de Mojos se remonta al año 1667, cuando gobernaba el Perú el virrey Conde de Lemos.<ref>Pedro Antonio Fernández de Castro Andrade y Portugal, (Madrid, 1632 - Lima, 1672); X conde de Lemos, VII Marqués de Sarria, VIII conde de Andrade, IX conde de Villalba, III Duque de Taurisano y XIX virrey del Perú de 1667 a 1672. El rey Carlos II lo nombró virrey de Perú en 1666. El 9 de noviembre de 1667 llegó al puerto del Callao. Fue famoso en ese período al ser justiciero e inflexible, se preocupó por la pureza de prácticas religiosas. Dio impulso a la construcción de edificaciones en Lima, y fundó algunas instituciones públicas en Lima, como un hospital para indios convalecientes y un hospicio para mujeres arrepentidas: la Casa de las Amparadas.</ref>Abarcó el territorio comprendido hoy en los departamentos del Beni y Santa Cruz al Noroeste de Bolivia, y en parte del Estado de Matto Grosso, al Suroeste del Brasil. <br />
<br />
Como anota Vargas Ugarte en su extenso estudio sobre la Misión, “tan desmesurada extensión hay que atribuirla no sólo a lo diseminado y raro de la población, sino también al hecho de haberse visto precisados los misioneros a escalonar las reducciones a lo largo de las principales arterias fluviales que cruzan el territorio de Mojos, a fin de contar con un medio fácil de comunicación entre ellas y a buscar los lugares altos y salubres que las pusieran a cubierto de las inundaciones. Estas...fueron un continuo azote de la misión y se comprende el daño que podían causar en sabanas extensas regadas por innumerables ríos, algunos de ellos muy caudalosos”.<ref>Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, Tomo III (Burgos, 1964). Todo el volumen se ocupa de la misión de Mojos.</ref> <br />
<br />
El clima de la misión era de los más insanos que cabe encontrar. El excesivo calor, la humedad, los insectos y sabandijas de toda clase representaban un continuo tormento para los misioneros. Al obstáculo climático hay que añadir el proveniente de la enrevesada variedad de las lenguas. Según uno de los misioneros, se contaban hasta 30 idiomas diferentes correspondientes a otras tantas tribus.<br />
<br />
Las principales tribus que habitaban los mojos eran: itonamas, baures, guarayos, tapacuras, yuracares, mojos, cayubabas, mobimas, chiribas, chúmanos y toromonas. Las naciones vecinas eran los chiquitos, mujuonos, cañacures, raches, toros. Los ríos entre los que se desenvolvía la vida de los indios son: Itenes, Baures, Beni, Guaporé, Mamoré, Magdalena.<br />
<br />
Los primeros misioneros<br />
<br />
Para superar la diversidad lingüística, los misioneros idearon extender el uso de una sola lengua y para ese fin eligieron la moja, considerada por ellos como la más dulce y sonora, y cuya gramática posee alguna semejanza con la quechua. Se distinguieron en el estudio de la lengua moja [moxa] el padre Julián de Aller y el padre Pedro Marbán (1653-1713).<ref>Pedro Marbán, jesuita, nacido en Tiendra (España: Zamora-Valladolid). Viaja a Perú en 1671, al colegio de San Pablo de Lima (hoy de San Pedro), con la mayor biblioteca jesuitica del mundo hispano o en el noviciado de San Antonio Abad. De Lima. De Lima fue destinado a la misión de Moxos (en la Bolivia actual) en 1675. Cf. escribe también: «Relación De la Provincia de la Virgen del Pilar de Mojos o Carta de los Padres que residen en la Misión de Mojos para el P. Hernando Cabero de la Cia. de IHS de la Prov. del Perú, en la que dan noticia de lo visto, oído y experimentado en el tiempo que están en ella», Boletín de la Sociedad Geográfica de La Paz, 1-2, 1898, pp. 120-161.</ref><br />
<br />
El padre Marbán fue destinado, junto con otros jesuitas, como José del Castillo y Cipriano Barace, a la misión de Moxos [Mojos] (actualmente en el departamento del Beni, en Bolivia) en 1675. Pasó allí el resto de su vida, realizando ocasionales viajes a Lima. Murió el 28 de noviembre de 1713 víctima de la malaria, en la actual población de Loreto donde fue sepultado. Tanto él como sus compañeros fundaron varias reducciones jesuíticas en la región. <br />
Estas reducciones, germen de las actuales poblaciones, recuerdan en muchos casos a sus fundadores a través de sus propios nombres. <br />
<br />
Así, una de las provincias de este departamento del Beni, recibe el nombre de Marbán desde 1941. Su obra titulada «Arte de la lengua moxa con su vocabulario y cathecismo», estaba destinada a facilitar el conocimiento de esa lengua a futuros misioneros. Circuló primero de manera manuscrita; finalmente, en 1701, pasó a las prensas bajo la protección del Virrey del Perú y del Arzobispo de Lima. En 1894 apareció una edición facsimilar en Leizpig, realizada por el americanista Platzmann. <br />
<br />
En la actualidad, la lengua moxa es empleada por un porcentaje de población muy minoritario en el departamento del Beni. Además, se ha ramificado en cuatro dialectos: trinitario –el que conserva mayor vitalidad–, ignaciano, javeriano y loretano.<br />
<br />
Se estima con razón que los verdaderos fundadores de las misiones de Mojos fueron, además de Aller y Marbán, el padre Cipriano Barace y el hermano coadjutor José del Castillo. Estos últimos fueron destinados en 1674 por el padre Visitador Hernando Cavero, a recorrer el territorio de los mojos, observar atentamente a sus habitantes en todos los aspectos “y qué esperanzas se puede tener de fruto”. Al término de sus primeras instrucciones, fechadas en Arequipa el 25 de junio de 1674, formula el padre Cavero esta expresiva orden: “Al Obispo pidan las licencias y no lleven soldados consigo”. <br />
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Algunos datos biográficos del Padre Hernando Cavero. <br />
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Estaba estudiando la Teología, cuando sus superiores le enviaron al Nuevo Reino de Quito a principios del siglo XVII. En Tunja realizó la tercera probación, viviendo después en Fontibón hasta el año 1635. Se opuso a la decisión propuesta por el visitador Rodrigo de Figueroa de crear la viceprovincia de Quito, separándola de la del Nuevo Reino. <br />
<br />
Cavero consideró más conveniente prolongar la situación tal y como se encontraba en ese momento. Ideas que plasmó en su obra «Papel que hizo el P. Hernando Cavero cerca la división de la provincia del Nuevo Reino y Quito, siendo rector del colegio de Panamá». Sus capacidades como socio se pusieron al servicio de los provinciales Gaspar Sobrino y Sebastián Hazañero, desde 1640. Años después gobernó el Colegio de Panamá, especialmente entre 1647 y 1651.<br />
<br />
Un año después era elegido como procurador, por lo que se vio obligado a viajar a Roma y a Madrid sucesivamente. No regresó a las Indias hasta mucho tiempo más tarde, tras un aplazado embarque mientras esperaba en Sevilla. Era junio de 1658, poniéndose al frente de una expedición de veinticuatro jesuitas.<br />
<br />
Ese mismo año fue nombrado provincial, oficio desde el cual restauró las misiones de los Llanos, repartidas entre Colombia y Venezuela, además de las de Casanare. En Cartagena de Indias, donde los jesuitas ya habían trabajado entre los esclavos de color, contribuyó a la restauración de la congregación de los negros, en esa importante ciudad y puerto. Después, como visitador entre 1661 y 1664 y provincial de México entre 1664 y 1665, conoció las misiones de Sonora y Sinaloa. <br />
<br />
Se preocupó por lo realizado hasta ese momento, elaborando lo que se puede conocer como un «costumbrero» de la citada provincia. Prosiguió en sus tareas de gobierno, cuando fue provincial del Nuevo Reino de Quito entre 1666 y 1668. Se encargó de la redacción del plan de estudios del Colegio de San Luis de Quito, y entregó instrucciones para los misioneros que ejercían su trabajo pastoral en las misiones del Marañón. Se preocupó por la trayectoria histórica de los domicilios que componían la provincia, participando directamente en la relación y redacción de su historia. <br />
<br />
En esa misma línea solicitó al padre Francisco de Figueroa la realización de una historia de las misiones de Mainas. Cuando abandonó su oficio de provincial, fue nombrado rector del Colegio Máximo de Santafé (1668-1672). Continuó entregado a oficios de gobierno, mientras se le encomendó la visita de la provincia de Perú, en los tres años siguientes, siendo además provincial hasta 1678, encomendándosele, como subraya Astrain, tareas de «saneamiento moral». Visitó todos los domicilios y expulsó a aquellos que no cumplían con las condiciones de un jesuita. <br />
<br />
Dispuso, por ejemplo, el «Libro de los usos y costumbres de este Colegio de San Pablo de Lima», aprobado en el mismo año 1678. Igualmente, recibió orden del general Oliva para la supresión de la viceprovincia de Chile, juntando domicilios e individuos con la del Perú. Era la ocasión para realizar reformas en esta demarcación. Las dificultades fueron numerosas y la obra hubo de detenerse antes de que culminase. Parecía que la acción del viceprovincial Francisco Javier Grijalva permitió cumplir, al menos, algunos de los objetivos para evitar abultados gastos. <br />
<br />
Con todos estos trabajos Cavero de Henao destacó por la gran experiencia acumulada. Consideró, por ejemplo, muy importante para el impulso de las misiones, la existencia de un prefecto de misiones que ya se había establecido en otras provincias. Asimismo, puso en marcha lo que su antecesor había aprobado con respecto a la misión boliviana de Mojos. Su vida no finalizó como jesuita retirado, sino que regresó a Nuevo Reino. Allí se encargó con ochenta años del gobierno del Colegio de Santafé, atendiendo la construcción de su iglesia de San Ignacio. Contaba este jesuita con noventa y cinco años cuando finalizaron los trabajos. Restaban dos años y medio para alcanzar su centenario cuando falleció.<br />
<br />
Inicios de la misión de los Moxos<br />
Los pasos iniciales de los misioneros entre los Moxos fueron realmente penosos. Barace y Marbán cayeron enfermos a causa de lo malsano del clima. Los habitantes que encontraron les recibieron con indiferencia. “No dejarán de recibir el bautismo —dicen los padres en sus cartas— cuando estuvieren para morir, pero que de comunidad se hagan cristianos en vida no lo podemos asegurar” (20 abril 1676). Se refieren a las gentes que habían hallado a lo largo del trayecto bajando el río Guapay (actualmente llamado río Grande) hasta su confluencia con el Mamoré (en donde se tocan los departamentos de Beni, Cochabamba y Santa Cruz).<br />
<br />
El animoso padre Barace, repuesto de su enfermedad, se dedicó a consolidar la reducción de Loreto, para lo cual resolvió introducir en los llanos el ganado vacuno. Volvió a Santa Cruz para traer el número de cabezas necesario para su multiplicación en el país, y aun aprendió el oficio de tejedor a fin de adiestrar a los indios en el oficio. No le fue fácil recorrer los casi trescientos kilómetros en plena selva y por río conduciendo un centenar de reses. Mas la constancia del padre Barace venció los obstáculos. <br />
<br />
Después de 54 días de marcha arribó a Loreto con el ganado, que habría de representar una valiosa aportación para la subsistencia del pueblo. Como, escribe Vargas Ugarte: “La trocha estaba abierta y el celo de los misioneros la iría ensanchando y una nueva cristiandad habría de surgir en aquellas vastas llanuras, antes sumidas en las tinieblas del error”.<br />
<br />
Entablado el pueblo de Loreto, sirvió de base de operaciones para viajes de exploración y tanteo. A los ya nombrados Marbán y Barace se añadieron nuevos refuerzos, destinados por el provincial del Perú desde Lima. En 1687 Barace fundó la segunda reducción, llamada Trinidad, sobre el río Grande. El padre Orellana fundó San Ignacio en 1689, y posteriormente se resolvió el establecimiento de otras tres reducciones: San Javier, San José y San Borja.<br />
<br />
Hacia 1697 vinieron a agregarse a las anteriores dos nuevas reducciones: San Pedro y San Luis. Uno de los iniciadores de San Pedro, el padre Arlet, recuerda los comienzos plenamente evangélicos de estas reducciones: “Entramos sin armas ni soldados, acompañados solamente de algunos indios que nos servían de intérpretes”. Más de mil doscientos indígenas contribuyeron pacíficamente a echar los cimientos de la nueva población de San Pedro. En cambio la de San Luis fue una fundación precaria. Los indios movimas, y erirunas no secundaron a los misioneros, y hacia 1700 la población no contaba con casa cural ni con iglesia.<br />
<br />
Para tener un compendioso resumen de las misiones de Mojos a finales del siglo XVII recurriremos a un interesante «Memorial» del padre Marbán al virrey del Perú Conde de la Monclova, donde manifiesta:<br />
“en dichas misiones están entendiendo veinte religiosos, los dieciocho sacerdotes y dos coadjutores y tienen formados cinco pueblos y otros cuatro nuevos pueblos con cuatro capillas y bautizadas en dichos diez pueblos más de diez mil almas y en los cuatro restantes catecúmenos y por bautizar más de otras cuatro mil y son tantas las naciones descubiertas, reducidas y amistadas y que piden el santo bautismo, que aunque fuesen otros veinte sacerdotes más, no bastarán para satisfacer a todos y reducir la multitud de gente que ofrece el país, donde tiene gastados la Compañía más de cien mil pesos con la conducción de sujetos, herramientas, ganados, etc. y otras cosas que han conducido para la mayor facilidad en admitir nuestra santa fe y en adornar las iglesias...” <br />
Y añade Marbán que, dada la distancia y difíciles caminos hasta la misión de Mojos, la Compañía gasta mil pesos por jesuita que va a ella, y como los indios son bárbaros y carecen de comercio con otras gentes, hace falta dinero para herramientas y construcciones. Por lo cual pide al Virrey que asigne alguna cantidad a los pueblos fundados. El Conde de la Monclova vio con simpatía la demanda de los misioneros de Mojos; escribió al Rey, y el resultado fue el otorgamiento de ocho mil pesos en las cajas de Potosí.<br />
Un escueto censo de la época da las siguientes cifras:<br />
PUEBLOS FAMILIAS BAUTIZADOS PÁRROCOS<br />
Loreto 650 Vega y Borinie<br />
Trinidad 482 2,693 Garriga y Morillo<br />
San Ignacio 561 3,202 Orellana y Mayorana<br />
San Javier 507 1,863 Zapata y Fernández<br />
San José 322 2,288 Espejo y Ugarra<br />
<br />
La misión de mojos en el siglo XVIII<br />
Los misioneros trataron de dar cumplimiento a las orientaciones del Visitador, padre Diego Francisco Altamirano (1700), nacidas de la observación atenta de la realidad de los pueblos y de sus consultas con los religiosos. Así, se decidió crear cabildos y regimientos y colaboradores seglares de entre los mismos indios, a fin de habituarlos a la iniciativa y el actuar responsable. También se amplió el volumen de la agricultura con la introducción del arado de bueyes, y nuevos cultivos como el arroz, la caña de azúcar e incluso el trigo y la vid. <br />
<br />
No obstante la acometida de las enfermedades y las fiebres, la misión de Mojos se proyectaba floreciente en los primeros decenios del siglo XVIII con nueve reducciones y una población de casi veinte mil personas; la población total de aquellas regiones se calculaba en setenta mil. De una «Breve Noticia» de las misiones compuesta por el padre Nicolás de Figueroa se colige el orden, el método y la constancia que iban pacientemente inculcando los misioneros y sus auxiliares. <br />
<br />
Se enseñaba no sólo la doctrina cristiana y la vida moral y honesta sino también los oficios y artes manuales. De allí salían diestros los nativos como alarifes, carpinteros, doradores, zapateros, sastres, músicos, herreros, labradores, pescadores de río, etc. Los beneficiados eran los antiguos indómitos mobimas, churimanas, cayubabas, guarayos, tapacuras y baures.<br />
<br />
Como ocurría en las misiones septentrionales de Maynas, también las de Mojos recibieron el valioso contingente de los jesuitas germanos e italianos. Y así podemos nombrar a los padres Arlet, Leyden, Borinie, Dirrheim, Mayr, Schmidt, de Prato, Schleimer, Rehr, Reiter, Bussoni, Pozzobonelli, Altogradi. <br />
<br />
Como todavía por aquella época subsistía en la mentalidad del Patronato Real el prejuicio contra los religiosos extranjeros, hubo de acudirse a ingenuos ardides para que los dejasen venir a estas tierras. Por ejemplo, se les registraba como procedentes de los estados de Flandes sometidos al Rey católico [Rey de España], siendo así que venían de Austria, Alemania o Bohemia. Tales operarios significaron en la misión un idóneo y utilísimo refuerzo: eran ingenieros, músicos, maestros de obras, enfermeros, científicos.<br />
<br />
Obra y martirio del Padre Barace<br />
<br />
El 16 de setiembre de 1702 fue un día triste para las misiones de Mojos, ya que el célebre padre Cipriano Barace, moría como mártir misionero. Había entrado en la Compañía de Jesús, a imitación de San Francisco Javier por quien Barace sentía una gran admiración. A los 29 años Cipriano es enviado a la provincia jesuita del Perú, siendo ordenado sacerdote en Lima el 11 de junio de 1673. Es encargado, con la ayuda del padre Pedro Marbán y del hermano José Castillo, de adentrarse en territorio de la actual Bolivia, virgen en aquel momento, para conocer el grado de disposición de los indígenas a ser evangelizados, así como para explorar nuevos territorios e informar de lo allí observado, embarcando en el río Grande a mediados de julio de 1675. <br />
<br />
En aquel territorio fundó la primera población indígena con indios moxos, a la que bautizó con el nombre de Loreto (25 de marzo de 1682). Tras cinco años de enfermedades y pobres resultados es enviado a territorio de los indios chiriguanos en la actual Paraguay, donde tampoco obtuvo éxito en sus esfuerzos. Así, vuelve al territorio de los moxos de Bolivia, donde se lanza a la creación de misiones por todo el norte Boliviano. En 1687, "doce leguas río abajo de Loreto", crea la actual ciudad de Trinidad. <br />
<br />
El primer «Diccionario francés de Historia Eclesiástica» atribuye a Barace («de patria isabense» que dicen los documentos de la época) la fundación de al menos quince puestos de misión y el bautismo de al menos 11.000 indios. Antonio de Orellana -biógrafo del padre Barace y superior suyo en el momento de su martirio-, en la obra «Compendio de la vida del padre Cipriano Barace» escrita al año siguiente de su muerte, lo describe como “un personaje ungido de santidad, aventurero, bondadoso, optimista, confiado, desprendido y entregado a la salvación de los indígenas”. <br />
<br />
Enseñó a los indios moxos a tejer y también los oficios de albañil, carpintero, constructor y agricultor, entre otros, por lo que le tenían por un auténtico bienhechor. Después algo más de 25 años trabajando con los moxos y otras tribus como los cirionenos, tapacuras, guarayanos o moremonos, el 17 de agosto de 1702 sale de Trinidad, acompañado de cuatro indios y una mula, para adentrarse en territorio de los baures con quienes llegó a establecer una buena relación de amistad. Pero las guerras tribales entre ellos generaron una situación difícil de la que ya no pudo salir. <br />
<br />
Así, el 16 de septiembre de 1702, cuando pasaba por una zona pantanosa en su camino hacia una de las misiones, se encontró con un grupo de indios armados con arcos, flechas y macanas. Dispararon sobre él una lluvia de flechas hiriéndole en el muslo y en el brazo; uno de ellos, a la vez que le arrebataba la cruz le daba un mortal golpe en la cabeza con su macana, acabando así con su vida a los 61 años de edad, 27 de ellos dedicados a evangelizar y a proteger a las diferentes tribus del Alto Perú, el actual Departamento del Beni, en la actual República de Bolivia. <br />
<br />
Las aventuras y penalidades que sufrió a lo largo de los 27 años que pasó como misionero, son inimaginables. Leer su biografía es entrar en la vida de un tipo de hombre que en la actualidad es difícil imaginar: aventurero, comerciante, médico y cirujano, arquitecto, explorador, ganadero, escritor, etc. Cipriano Barace tuvo la virtud -reconocida todos sus biógrafos, de ser plenamente aceptado por la población indígena a pesar de haber irrumpido en sus territorios en plena época colonial. <br />
<br />
Aprendió la lengua y respetó las costumbres de los indios moxos y otras tribus, e hizo de su territorio un espacio de hombres libres después de haberse enfrentado con dureza a los colonos que querían esclavizar a los indígenas. Barace había sido uno de los fundadores de la misión y había trabajado en ella de modo heroico y ejemplar durante veintisiete años. La noticia de su martirio, si bien impresionó a todos, no amilanó a los padres, sino que les animó más a trabajar por la completa reducción de los temibles baures. <br />
<br />
Tal como había ocurrido en Vilcabamba luego de la muerte del protomártir Diego Ruiz Ortiz, en que la justicia civil hizo escarmiento entre los nativos sospechosos de la muerte del misionero agustino, así también el gobernador de Santa Cruz envió una expedición militar punitiva, que tomó unos doscientos rehenes y ajustició a uno de los principales actores del asesinato del padre Barace.<br />
<br />
Otras reducciones; nuevos martirios<br />
<br />
Por aquella misma época se fundaron dos nuevas reducciones en tierra de Mojos: San José de Chiquitos y San Pablo, esta última en la vecindad de los feroces mobimas. Víctima de ellos murió el jesuita pisqueño Baltasar Espinosa (1709), antiguo alumno de los colegios limeños de San Martín y San Pablo. Fue la segunda víctima que la Compañía de Jesús ofrendó en las misiones de Mojos.<br />
<br />
Tres reducciones nuevas fueron emprendidas entre los nativos baures: Concepción, San Joaquín y San Martín, en los afluentes del río Baures. Si bien las reducciones se vieron amenazadas por los «bandeirantes» paulistas, resistieron en buen estado hasta la expulsión de los jesuitas (1767), y llegaron a tener aproximadamente dos mil habitantes cada una.<br />
<br />
Las narraciones de los misioneros, entre las que descuella la «Descripción de los mojos» por el padre Francisco Javier Eder, jesuita húngaro, escrita en Buda en 1791, relatan con abundancia de detalles la vida cotidiana de misioneros y nativos. Son una precisa fuente para la ciencia antropológica y etnológica, pero también para la historia misional. <br />
<br />
En esas páginas vemos, por así decirlo, la misión por dentro, en su rutina y en sus solemnidades, expectativas y desfallecimientos; en sus realizaciones materiales, como la construcción de templos y capillas, cultivos y cosechas; y en los progresos de la cultura humana y política, como la estructura del gobierno vecinal, la creación artística y el avance de la instrucción basada en la difusión de la lengua de los mojos.<br />
<br />
El viajero francés Alcide d’Orbigny publicó en París en 1845 una «Descripción» de Bolivia. En ella dedica a los padres de la Compañía elogiosas páginas. Sobre la antigua misión de Mojos escribe:<br />
<br />
“No se puede menos de admirar el resultado a que habían llegado... cambiando totalmente el aspecto del país y reformando los usos y costumbres de unos hombres enteramente salvajes... El primer cuidado de los religiosos fue consolidar la existencia de sus misiones, introduciendo todas las mejoras posibles. Con este fin trajeron de Santa Cruz numeroso ganado; estimularon las labores del campo; perfeccionaron los tejidos, ya conocidos de los Baures. Enseñaron toda clase de oficios manuales y multiplicaron las fiestas religiosas como para dar con ellas un intervalo de ameno descanso a los trabajadores. Les enseñaron la música y el uso de los instrumentos de Europa...”<br />
<br />
Otros autores bolivianos no han dejado de recordar con admiración la obra de aquellos misioneros. Así Gabriel René-Moreno, ensalza el espíritu de trabajo en los mismos términos que ha sido ponderado universalmente el esfuerzo de las reducciones del Paraguay: “Nadie estaba ocioso allí, y todos trabajaban bajo la vigilancia de sus curas... Producían todo lo necesario para su propio consumo...” <br />
<br />
El sostenimiento de todos estaba asegurado —recuerda (en 1735) el obispo de Santa Cruz de la Sierra, Bernardino de la Fuente Rojas—. Las borracheras han desaparecido. Todos los días los enfermos reciben carne. Hay buena fruta: uvas, naranjas, cidras, limones reales, toronjas, limoncillos, piñas, lúcumas, plátanos guineos y de la sierra, higos... La pesca era abundante en ríos y lagos.<br />
<br />
Además de las incursiones de los paulistas, los nativos sufrían de penuria y escasez cuando en la época de lluvias se inundaban los terrenos y todo quedaba convertido en un inmenso lago. La «Carta Anua» de los misioneros de 1751, luego de registrar el traslado de los pueblos de San Javier y Loreto a nuevas ubicaciones, anota el hecho de que los Padres se embarcaban en las gradas de la iglesia en canoa grande para llevar el viático a los enfermos.<br />
<br />
A los estragos de las gigantescas inundaciones se añadían los de las pestes, que diezmaban pueblos enteros, como aconteció, a mediados del siglo XVIII, con San José de las Pampas, San Miguel de Itenes, Santa Rosa, San Luis y San Pablo. Sólo en un mes la epidemia causó en un pueblo más de trescientas muertes entre los indios baures. Las enfermedades contra las que los indios apenas tenían defensas orgánicas, parece que eran la viruela, el trancazo (gripe) y las dolencias pulmonares.<br />
<br />
Ante la amenaza de las malocas (grandes casas comunitarias de caña y paja, características de los pueblos de las regiones amazónicas) de los bandeirantes, los padres pensaron seriamente en lograr la licencia para que los indios usasen armas de fuego. Vino la Real Cédula respectiva el 17 de setiembre de 1723, que concedía la autorización a los misioneros de Mojos para usar armas de fuego. El virrey marqués de Castelfuerte, ordenó que se remitiesen de Lima a Santa Cruz doscientos fusiles y la pólvora suficiente. <br />
<br />
El Rey de España aprobaba este modo de proceder, pues era el único lenguaje con el cual podía impedirse la esclavización de los nativos. Autorización semejante había sido obtenida hacia 1640 en Madrid por el misionero limeño del Paraguay, padre Antonio Ruiz de Montoya, para defender a los indios del Guairá de las temibles incursiones de los portugueses.<br />
<br />
En 1720 hallamos la siguiente lista de reducciones que sumaban en total cerca de veinticinco mil bautizados y seis mil catecúmenos.<br />
:<br />
Loreto San Juan Bautista<br />
Trinidad San Ignacio<br />
San Javier San José<br />
San Pedro San Luis<br />
San José San Borja<br />
Santa Rosa San Pablo<br />
Exaltación Reyes <br />
San Joaquín Santa Ana<br />
San Martín Magdalena<br />
<br />
A mediados del siglo hallamos nuevos refuerzos de jesuitas germanos. Entre ellos distinguimos los nombres de Wolfgang Bayer y Francisco Javier Eder, a quien nos hemos referido anteriormente. El gobierno provincial del padre Antonio Garriga fue muy beneficioso para la misión, pues él mismo había ya trabajado en esas regiones y sabía por experiencia las necesidades de los nativos. De allí que a sus súbditos de la Provincia les exhorte a desear el trabajo duro de las misiones y no contentarse con los ministerios do ciudad. “Si lo primero que debe atesorar el jesuita en sus ministerios —dice— es su mayor aprovechamiento, claramente so conoce no deberse preferir éstos de aquí [Lima] ni posponer los de allí [Mojos]”.<br />
<br />
En 1750, o las reducciones enlistadas hay que añadir San José de Itenes, San Miguel, otra Santa Rosa, San Nicolás, San Simón y San Judas, de tal manera que en una carta del provincial del Perú, Baltasar de Moncada, al virrey Conde de Superunda, leemos: “Digo que los pueblos así antiguos como novísimos son 21. Los padres sacerdotes y hermanos coadjutores son por todos 46, y el número de almas de todas edades, así de los ya cristianos como de los que de nuevo se sacan de las grutas y bosques donde viven... es de 33.270 almas”.<br />
<br />
En sus visitas los Obispos de Santa Cruz, bajo cuya jurisdicción se hallaban las misiones de Mojos, quedaban bien impresionados del florecimiento de éstas. Así, por ejemplo, el dominico fray Jaime Mimbela y don Juan Cavero de Toledo, en el primer decenio del siglo XVIII. <br />
<br />
También visitaron las reducciones don Miguel Bernardino de la Fuente y don Juan Pablo de Olmedo. Aquél evoca en una carta de 1735 (al prelado de Panamá, Rodríguez Delgado), el pesado recorrido “en más de mil leguas que anduve de caminos asperísimos y temples tan ardientes como V.S.I. no ignora, (y) pasé trabajos imponderables... Todos los doy por bien empleados, así por haber cumplido con mi obligación como por haber visto las profundas raíces que ha echado en la fe aquella nueva cristiandad, de que estoy cierto coge Dios un copioso fruto de almas predestinadas” .<br />
<br />
Y así fue transcurriendo el siglo XVIII. Como reconoce Vargas Ugarte, gracias a los refuerzos venidos de Europa, especialmente de extranjeros, y a la cooperación de escogidos sujetos de la Provincia, la fe cristiana fue robusteciéndose en aquellos 30 mil nativos de la misión de Mojos. <br />
El orden externo y el buen régimen de los pueblos parecían asegurados, no obstante las amenazas de las incursiones de los bandeirantes, las repercusiones del tratado de Madrid del 13 de enero de 1750 entre las coronas española y portuguesa, llamado también «Tratado de Permuta» (de Intercambio) para definir los límites entre los territorios de ambos Dominios en América del Sur, las molestias constantes del mortífero clima y las epidemias. Un soldado español que había pasado por las misiones pocos años antes de la expulsión, dejó escritas las siguientes décimas:<br />
“Es Mojos en pocas voces / unas pampas pantanosas, / unas aguas cenagosas, / unos padres vicedioses, / unos caimanes feroces, / dos telares de algodón, / tal cual caballo rabón, / una maligna terciana, / unas indias con sotana, / y unos indios sin calzón. / Es una región sin trigo, / es un perenne hormiguero, / es un terrible tigrero, / un Sur, cruel enemigo, / es la muerte, poco digo, / es un infierno a los ojos, / es murciélago con piojos, / y si bien lo he de decir / cuanto mal puede venir / es definición de Mojos”. <br />
EL FINAL DE LA MISION<br />
El mal que acabó con las misiones de Mojos no fueron ni las incursiones de los mamelucos, ni las pestes, ni el agobiante clima, sino algo muy distinto e inesperado: un simple decreto del católico rey de las Españas Carlos III. La pragmática [sanción] del monarca fue expedida en Madrid el 27 de febrero de 1767 y comunicada a las autoridades de ultramar con todo sigilo. <br />
<br />
El gobernador Aymerich, recibido del Presidente de la Audiencia de Charcas la real orden de expulsión, la intimó al superior de las misiones, padre Juan de Beingolea, el 5 de octubre. La carta dice, entre otras cosas:<br />
<br />
“En el término de seis días, a lo más ocho, contados desde el día 8 del presente mes, los Padres Doctrineros... se pondrán en marcha para esta de Loreto, conduciéndose cada uno en canoa del pueblo que deja, con los víveres necesarios, cocineros y algunos sirvientes, para su asistencia en el viaje hasta Loreto, desde donde se transportarán por tierra a Santa Cruz y regresarán las canoas a su pueblo. También traerán en su compañía otra canoa con algunos indios principales y justicias del pueblo, cocineros y sirvientes, para que en este pueblo reciban a su nuevo cura, pues como faltos los indios de idioma castellano, se hace preciso les explique el padre que sale el recibo y demás que conduzca, cuando se les entregue el nominado cura, para que lo conduzca al pueblo; dejándolos bien impuestos, antes de su salida en la resolución de S. M. y que, como a fieles y leales vasallos suyos, deben conformarse con sus reales disposiciones, y poniéndolos también en que serán asistidos y cuidados, sin experimentar el menor perjuicio en trato, franco comercio con todos los españoles, cuyo idioma deberán aprender, y últimamente cuanto comprenda cada doctrinero pueda ser favorable a los intereses de S. M., para quietud y sosiego de estos sus pueblos y vasallos...”<br />
<br />
Añade la carta que los padres deben evacuar sin demora ni dilación los pueblos. Está suscrita en la misión de Loreto en Mojos el 5 de octubre de 1767. El padre Beingolea, al recibir la carta, hubo de quedar asombrado de su contenido; mas en la respuesta a Aymerich no deja traslucir ningún rechazo ni protesta; más bien, informa que trasmitirá las órdenes a los padres de la Exaltación, Santa Ana, San Javier y Trinidad. La respuesta está firmada el 8 de octubre de 1767 en San Pedro. <br />
<br />
Reunidos los misioneros en Santa Cruz, salieron de allí el 22 de mayo de 1768 y el 2 de julio llegaron a Cochabamba. Las siguientes estaciones fueron Oruro (30 agosto), Tacna (30 setiembre), Arica (22 octubre). Ingresaron en la capital del Virreinato el 9 de diciembre de 1768. Fue toda una travesía llena de penalidades y privaciones. Tres misioneros murieron en el camino de Mojos a Lima. Y otros quedaron tan maltratados que fallecieron en el viaje del Callao a Cádiz: tal sucedió con el padre José Reisner, que murió en Cartagena de Indias el 14 de mayo de 1769.<br />
<br />
Los curas reemplazantes no estuvieron desgraciadamente a la altura de las responsabilidades que debían asumir. Por lo pronto, tuvieron que afrontar la suspicacia de los nativos, su rebeldía y consternación ante un destierro que les era imposible entender. El gobernador Lázaro de Rivera, gobernador de Mojos después del exilio de los jesuitas, ha dejado escritas unas frases penetradas de desaliento y desolación: “En el día se han reducido los límites de la Provincia a sólo once pueblos, los más sin fondos, sin ganados y en su última declinación... No es fácil concebir cómo una provincia que ofrece tantas ventajas a nuestro Estado se halle abandonada en estos términos...”<br />
<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
'''ARMANDO NIETO VÉLEZ, S.J'''<br />
<br />
'''©Revista Peruana de Historia Eclesiástica'''</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=MISIONES_JESUITAS_EN_PERU._Los_Mojos&diff=3705867
MISIONES JESUITAS EN PERU. Los Mojos
2023-09-25T03:33:41Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==Prólogo==<br />
<br />
Además de la misión de los «maynas», la Compañía de Jesús sostuvo en la selva sudamericana otra misión muy importante, difícil y meritoria: la de los «mojos», en actual territorio boliviano. La Misión de Mojos se remonta al año 1667, cuando gobernaba el Perú el virrey Conde de Lemos.<ref>Pedro Antonio Fernández de Castro Andrade y Portugal, (Madrid, 1632 - Lima, 1672); X conde de Lemos, VII Marqués de Sarria, VIII conde de Andrade, IX conde de Villalba, III Duque de Taurisano y XIX virrey del Perú de 1667 a 1672. El rey Carlos II lo nombró virrey de Perú en 1666. El 9 de noviembre de 1667 llegó al puerto del Callao. Fue famoso en ese período al ser justiciero e inflexible, se preocupó por la pureza de prácticas religiosas. Dio impulso a la construcción de edificaciones en Lima, y fundó algunas instituciones públicas en Lima, como un hospital para indios convalecientes y un hospicio para mujeres arrepentidas: la Casa de las Amparadas.</ref>Abarcó el territorio comprendido hoy en los departamentos del Beni y Santa Cruz al Noroeste de Bolivia, y en parte del Estado de Matto Grosso, al Suroeste del Brasil. <br />
<br />
Como anota Vargas Ugarte en su extenso estudio sobre la Misión, “tan desmesurada extensión hay que atribuirla no sólo a lo diseminado y raro de la población, sino también al hecho de haberse visto precisados los misioneros a escalonar las reducciones a lo largo de las principales arterias fluviales que cruzan el territorio de Mojos, a fin de contar con un medio fácil de comunicación entre ellas y a buscar los lugares altos y salubres que las pusieran a cubierto de las inundaciones. Estas...fueron un continuo azote de la misión y se comprende el daño que podían causar en sabanas extensas regadas por innumerables ríos, algunos de ellos muy caudalosos”.<ref>Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, Tomo III (Burgos, 1964). Todo el volumen se ocupa de la misión de Mojos.</ref> <br />
<br />
El clima de la misión era de los más insanos que cabe encontrar. El excesivo calor, la humedad, los insectos y sabandijas de toda clase representaban un continuo tormento para los misioneros. Al obstáculo climático hay que añadir el proveniente de la enrevesada variedad de las lenguas. Según uno de los misioneros, se contaban hasta 30 idiomas diferentes correspondientes a otras tantas tribus.<br />
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Las principales tribus que habitaban los mojos eran: itonamas, baures, guarayos, tapacuras, yuracares, mojos, cayubabas, mobimas, chiribas, chúmanos y toromonas. Las naciones vecinas eran los chiquitos, mujuonos, cañacures, raches, toros. Los ríos entre los que se desenvolvía la vida de los indios son: Itenes, Baures, Beni, Guaporé, Mamoré, Magdalena.<br />
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Los primeros misioneros<br />
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Para superar la diversidad lingüística, los misioneros idearon extender el uso de una sola lengua y para ese fin eligieron la moja, considerada por ellos como la más dulce y sonora, y cuya gramática posee alguna semejanza con la quechua. Se distinguieron en el estudio de la lengua moja [moxa] el padre Julián de Aller y el padre Pedro Marbán (1653-1713).<ref>Pedro Marbán, jesuita, nacido en Tiendra (España: Zamora-Valladolid). Viaja a Perú en 1671, al colegio de San Pablo de Lima (hoy de San Pedro), con la mayor biblioteca jesuitica del mundo hispano o en el noviciado de San Antonio Abad. De Lima. De Lima fue destinado a la misión de Moxos (en la Bolivia actual) en 1675. Cf. escribe también: «Relación De la Provincia de la Virgen del Pilar de Mojos o Carta de los Padres que residen en la Misión de Mojos para el P. Hernando Cabero de la Cia. de IHS de la Prov. del Perú, en la que dan noticia de lo visto, oído y experimentado en el tiempo que están en ella», Boletín de la Sociedad Geográfica de La Paz, 1-2, 1898, pp. 120-161.</ref><br />
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El padre Marbán fue destinado, junto con otros jesuitas, como José del Castillo y Cipriano Barace, a la misión de Moxos [Mojos] (actualmente en el departamento del Beni, en Bolivia) en 1675. Pasó allí el resto de su vida, realizando ocasionales viajes a Lima. Murió el 28 de noviembre de 1713 víctima de la malaria, en la actual población de Loreto donde fue sepultado. Tanto él como sus compañeros fundaron varias reducciones jesuíticas en la región. <br />
Estas reducciones, germen de las actuales poblaciones, recuerdan en muchos casos a sus fundadores a través de sus propios nombres. <br />
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Así, una de las provincias de este departamento del Beni, recibe el nombre de Marbán desde 1941. Su obra titulada «Arte de la lengua moxa con su vocabulario y cathecismo», estaba destinada a facilitar el conocimiento de esa lengua a futuros misioneros. Circuló primero de manera manuscrita; finalmente, en 1701, pasó a las prensas bajo la protección del Virrey del Perú y del Arzobispo de Lima. En 1894 apareció una edición facsimilar en Leizpig, realizada por el americanista Platzmann. <br />
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En la actualidad, la lengua moxa es empleada por un porcentaje de población muy minoritario en el departamento del Beni. Además, se ha ramificado en cuatro dialectos: trinitario –el que conserva mayor vitalidad–, ignaciano, javeriano y loretano.<br />
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Se estima con razón que los verdaderos fundadores de las misiones de Mojos fueron, además de Aller y Marbán, el padre Cipriano Barace y el hermano coadjutor José del Castillo. Estos últimos fueron destinados en 1674 por el padre Visitador Hernando Cavero, a recorrer el territorio de los mojos, observar atentamente a sus habitantes en todos los aspectos “y qué esperanzas se puede tener de fruto”. Al término de sus primeras instrucciones, fechadas en Arequipa el 25 de junio de 1674, formula el padre Cavero esta expresiva orden: “Al Obispo pidan las licencias y no lleven soldados consigo”. <br />
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Algunos datos biográficos del Padre Hernando Cavero. <br />
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Estaba estudiando la Teología, cuando sus superiores le enviaron al Nuevo Reino de Quito a principios del siglo XVII. En Tunja realizó la tercera probación, viviendo después en Fontibón hasta el año 1635. Se opuso a la decisión propuesta por el visitador Rodrigo de Figueroa de crear la viceprovincia de Quito, separándola de la del Nuevo Reino. <br />
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Cavero consideró más conveniente prolongar la situación tal y como se encontraba en ese momento. Ideas que plasmó en su obra «Papel que hizo el P. Hernando Cavero cerca la división de la provincia del Nuevo Reino y Quito, siendo rector del colegio de Panamá». Sus capacidades como socio se pusieron al servicio de los provinciales Gaspar Sobrino y Sebastián Hazañero, desde 1640. Años después gobernó el Colegio de Panamá, especialmente entre 1647 y 1651.<br />
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Un año después era elegido como procurador, por lo que se vio obligado a viajar a Roma y a Madrid sucesivamente. No regresó a las Indias hasta mucho tiempo más tarde, tras un aplazado embarque mientras esperaba en Sevilla. Era junio de 1658, poniéndose al frente de una expedición de veinticuatro jesuitas.<br />
<br />
Ese mismo año fue nombrado provincial, oficio desde el cual restauró las misiones de los Llanos, repartidas entre Colombia y Venezuela, además de las de Casanare. En Cartagena de Indias, donde los jesuitas ya habían trabajado entre los esclavos de color, contribuyó a la restauración de la congregación de los negros, en esa importante ciudad y puerto. Después, como visitador entre 1661 y 1664 y provincial de México entre 1664 y 1665, conoció las misiones de Sonora y Sinaloa. <br />
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Se preocupó por lo realizado hasta ese momento, elaborando lo que se puede conocer como un «costumbrero» de la citada provincia. Prosiguió en sus tareas de gobierno, cuando fue provincial del Nuevo Reino de Quito entre 1666 y 1668. Se encargó de la redacción del plan de estudios del Colegio de San Luis de Quito, y entregó instrucciones para los misioneros que ejercían su trabajo pastoral en las misiones del Marañón. Se preocupó por la trayectoria histórica de los domicilios que componían la provincia, participando directamente en la relación y redacción de su historia. <br />
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En esa misma línea solicitó al padre Francisco de Figueroa la realización de una historia de las misiones de Mainas. Cuando abandonó su oficio de provincial, fue nombrado rector del Colegio Máximo de Santafé (1668-1672). Continuó entregado a oficios de gobierno, mientras se le encomendó la visita de la provincia de Perú, en los tres años siguientes, siendo además provincial hasta 1678, encomendándosele, como subraya Astrain, tareas de «saneamiento moral». Visitó todos los domicilios y expulsó a aquellos que no cumplían con las condiciones de un jesuita. <br />
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Dispuso, por ejemplo, el «Libro de los usos y costumbres de este Colegio de San Pablo de Lima», aprobado en el mismo año 1678. Igualmente, recibió orden del general Oliva para la supresión de la viceprovincia de Chile, juntando domicilios e individuos con la del Perú. Era la ocasión para realizar reformas en esta demarcación. Las dificultades fueron numerosas y la obra hubo de detenerse antes de que culminase. Parecía que la acción del viceprovincial Francisco Javier Grijalva permitió cumplir, al menos, algunos de los objetivos para evitar abultados gastos. <br />
<br />
Con todos estos trabajos Cavero de Henao destacó por la gran experiencia acumulada. Consideró, por ejemplo, muy importante para el impulso de las misiones, la existencia de un prefecto de misiones que ya se había establecido en otras provincias. Asimismo, puso en marcha lo que su antecesor había aprobado con respecto a la misión boliviana de Mojos. Su vida no finalizó como jesuita retirado, sino que regresó a Nuevo Reino. Allí se encargó con ochenta años del gobierno del Colegio de Santafé, atendiendo la construcción de su iglesia de San Ignacio. Contaba este jesuita con noventa y cinco años cuando finalizaron los trabajos. Restaban dos años y medio para alcanzar su centenario cuando falleció.<br />
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Inicios de la misión de los Moxos<br />
Los pasos iniciales de los misioneros entre los Moxos fueron realmente penosos. Barace y Marbán cayeron enfermos a causa de lo malsano del clima. Los habitantes que encontraron les recibieron con indiferencia. “No dejarán de recibir el bautismo —dicen los padres en sus cartas— cuando estuvieren para morir, pero que de comunidad se hagan cristianos en vida no lo podemos asegurar” (20 abril 1676). Se refieren a las gentes que habían hallado a lo largo del trayecto bajando el río Guapay (actualmente llamado río Grande) hasta su confluencia con el Mamoré (en donde se tocan los departamentos de Beni, Cochabamba y Santa Cruz).<br />
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El animoso padre Barace, repuesto de su enfermedad, se dedicó a consolidar la reducción de Loreto, para lo cual resolvió introducir en los llanos el ganado vacuno. Volvió a Santa Cruz para traer el número de cabezas necesario para su multiplicación en el país, y aun aprendió el oficio de tejedor a fin de adiestrar a los indios en el oficio. No le fue fácil recorrer los casi trescientos kilómetros en plena selva y por río conduciendo un centenar de reses. Mas la constancia del padre Barace venció los obstáculos. <br />
<br />
Después de 54 días de marcha arribó a Loreto con el ganado, que habría de representar una valiosa aportación para la subsistencia del pueblo. Como, escribe Vargas Ugarte: “La trocha estaba abierta y el celo de los misioneros la iría ensanchando y una nueva cristiandad habría de surgir en aquellas vastas llanuras, antes sumidas en las tinieblas del error”.<br />
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Entablado el pueblo de Loreto, sirvió de base de operaciones para viajes de exploración y tanteo. A los ya nombrados Marbán y Barace se añadieron nuevos refuerzos, destinados por el provincial del Perú desde Lima. En 1687 Barace fundó la segunda reducción, llamada Trinidad, sobre el río Grande. El padre Orellana fundó San Ignacio en 1689, y posteriormente se resolvió el establecimiento de otras tres reducciones: San Javier, San José y San Borja.<br />
<br />
Hacia 1697 vinieron a agregarse a las anteriores dos nuevas reducciones: San Pedro y San Luis. Uno de los iniciadores de San Pedro, el padre Arlet, recuerda los comienzos plenamente evangélicos de estas reducciones: “Entramos sin armas ni soldados, acompañados solamente de algunos indios que nos servían de intérpretes”. Más de mil doscientos indígenas contribuyeron pacíficamente a echar los cimientos de la nueva población de San Pedro. En cambio la de San Luis fue una fundación precaria. Los indios movimas, y erirunas no secundaron a los misioneros, y hacia 1700 la población no contaba con casa cural ni con iglesia.<br />
<br />
Para tener un compendioso resumen de las misiones de Mojos a finales del siglo XVII recurriremos a un interesante «Memorial» del padre Marbán al virrey del Perú Conde de la Monclova, donde manifiesta:<br />
“en dichas misiones están entendiendo veinte religiosos, los dieciocho sacerdotes y dos coadjutores y tienen formados cinco pueblos y otros cuatro nuevos pueblos con cuatro capillas y bautizadas en dichos diez pueblos más de diez mil almas y en los cuatro restantes catecúmenos y por bautizar más de otras cuatro mil y son tantas las naciones descubiertas, reducidas y amistadas y que piden el santo bautismo, que aunque fuesen otros veinte sacerdotes más, no bastarán para satisfacer a todos y reducir la multitud de gente que ofrece el país, donde tiene gastados la Compañía más de cien mil pesos con la conducción de sujetos, herramientas, ganados, etc. y otras cosas que han conducido para la mayor facilidad en admitir nuestra santa fe y en adornar las iglesias...” <br />
Y añade Marbán que, dada la distancia y difíciles caminos hasta la misión de Mojos, la Compañía gasta mil pesos por jesuita que va a ella, y como los indios son bárbaros y carecen de comercio con otras gentes, hace falta dinero para herramientas y construcciones. Por lo cual pide al Virrey que asigne alguna cantidad a los pueblos fundados. El Conde de la Monclova vio con simpatía la demanda de los misioneros de Mojos; escribió al Rey, y el resultado fue el otorgamiento de ocho mil pesos en las cajas de Potosí.<br />
Un escueto censo de la época da las siguientes cifras:<br />
PUEBLOS FAMILIAS BAUTIZADOS PÁRROCOS<br />
Loreto 650 Vega y Borinie<br />
Trinidad 482 2,693 Garriga y Morillo<br />
San Ignacio 561 3,202 Orellana y Mayorana<br />
San Javier 507 1,863 Zapata y Fernández<br />
San José 322 2,288 Espejo y Ugarra<br />
<br />
La misión de mojos en el siglo XVIII<br />
Los misioneros trataron de dar cumplimiento a las orientaciones del Visitador, padre Diego Francisco Altamirano (1700), nacidas de la observación atenta de la realidad de los pueblos y de sus consultas con los religiosos. Así, se decidió crear cabildos y regimientos y colaboradores seglares de entre los mismos indios, a fin de habituarlos a la iniciativa y el actuar responsable. También se amplió el volumen de la agricultura con la introducción del arado de bueyes, y nuevos cultivos como el arroz, la caña de azúcar e incluso el trigo y la vid. <br />
<br />
No obstante la acometida de las enfermedades y las fiebres, la misión de Mojos se proyectaba floreciente en los primeros decenios del siglo XVIII con nueve reducciones y una población de casi veinte mil personas; la población total de aquellas regiones se calculaba en setenta mil. De una «Breve Noticia» de las misiones compuesta por el padre Nicolás de Figueroa se colige el orden, el método y la constancia que iban pacientemente inculcando los misioneros y sus auxiliares. <br />
<br />
Se enseñaba no sólo la doctrina cristiana y la vida moral y honesta sino también los oficios y artes manuales. De allí salían diestros los nativos como alarifes, carpinteros, doradores, zapateros, sastres, músicos, herreros, labradores, pescadores de río, etc. Los beneficiados eran los antiguos indómitos mobimas, churimanas, cayubabas, guarayos, tapacuras y baures.<br />
<br />
Como ocurría en las misiones septentrionales de Maynas, también las de Mojos recibieron el valioso contingente de los jesuitas germanos e italianos. Y así podemos nombrar a los padres Arlet, Leyden, Borinie, Dirrheim, Mayr, Schmidt, de Prato, Schleimer, Rehr, Reiter, Bussoni, Pozzobonelli, Altogradi. <br />
<br />
Como todavía por aquella época subsistía en la mentalidad del Patronato Real el prejuicio contra los religiosos extranjeros, hubo de acudirse a ingenuos ardides para que los dejasen venir a estas tierras. Por ejemplo, se les registraba como procedentes de los estados de Flandes sometidos al Rey católico [Rey de España], siendo así que venían de Austria, Alemania o Bohemia. Tales operarios significaron en la misión un idóneo y utilísimo refuerzo: eran ingenieros, músicos, maestros de obras, enfermeros, científicos.<br />
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Obra y martirio del Padre Barace<br />
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El 16 de setiembre de 1702 fue un día triste para las misiones de Mojos, ya que el célebre padre Cipriano Barace, moría como mártir misionero. Había entrado en la Compañía de Jesús, a imitación de San Francisco Javier por quien Barace sentía una gran admiración. A los 29 años Cipriano es enviado a la provincia jesuita del Perú, siendo ordenado sacerdote en Lima el 11 de junio de 1673. Es encargado, con la ayuda del padre Pedro Marbán y del hermano José Castillo, de adentrarse en territorio de la actual Bolivia, virgen en aquel momento, para conocer el grado de disposición de los indígenas a ser evangelizados, así como para explorar nuevos territorios e informar de lo allí observado, embarcando en el río Grande a mediados de julio de 1675. <br />
<br />
En aquel territorio fundó la primera población indígena con indios moxos, a la que bautizó con el nombre de Loreto (25 de marzo de 1682). Tras cinco años de enfermedades y pobres resultados es enviado a territorio de los indios chiriguanos en la actual Paraguay, donde tampoco obtuvo éxito en sus esfuerzos. Así, vuelve al territorio de los moxos de Bolivia, donde se lanza a la creación de misiones por todo el norte Boliviano. En 1687, "doce leguas río abajo de Loreto", crea la actual ciudad de Trinidad. <br />
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El primer «Diccionario francés de Historia Eclesiástica» atribuye a Barace («de patria isabense» que dicen los documentos de la época) la fundación de al menos quince puestos de misión y el bautismo de al menos 11.000 indios. Antonio de Orellana -biógrafo del padre Barace y superior suyo en el momento de su martirio-, en la obra «Compendio de la vida del padre Cipriano Barace» escrita al año siguiente de su muerte, lo describe como “un personaje ungido de santidad, aventurero, bondadoso, optimista, confiado, desprendido y entregado a la salvación de los indígenas”. <br />
<br />
Enseñó a los indios moxos a tejer y también los oficios de albañil, carpintero, constructor y agricultor, entre otros, por lo que le tenían por un auténtico bienhechor. Después algo más de 25 años trabajando con los moxos y otras tribus como los cirionenos, tapacuras, guarayanos o moremonos, el 17 de agosto de 1702 sale de Trinidad, acompañado de cuatro indios y una mula, para adentrarse en territorio de los baures con quienes llegó a establecer una buena relación de amistad. Pero las guerras tribales entre ellos generaron una situación difícil de la que ya no pudo salir. <br />
<br />
Así, el 16 de septiembre de 1702, cuando pasaba por una zona pantanosa en su camino hacia una de las misiones, se encontró con un grupo de indios armados con arcos, flechas y macanas. Dispararon sobre él una lluvia de flechas hiriéndole en el muslo y en el brazo; uno de ellos, a la vez que le arrebataba la cruz le daba un mortal golpe en la cabeza con su macana, acabando así con su vida a los 61 años de edad, 27 de ellos dedicados a evangelizar y a proteger a las diferentes tribus del Alto Perú, el actual Departamento del Beni, en la actual República de Bolivia. <br />
<br />
Las aventuras y penalidades que sufrió a lo largo de los 27 años que pasó como misionero, son inimaginables. Leer su biografía es entrar en la vida de un tipo de hombre que en la actualidad es difícil imaginar: aventurero, comerciante, médico y cirujano, arquitecto, explorador, ganadero, escritor, etc. Cipriano Barace tuvo la virtud -reconocida todos sus biógrafos, de ser plenamente aceptado por la población indígena a pesar de haber irrumpido en sus territorios en plena época colonial. <br />
<br />
Aprendió la lengua y respetó las costumbres de los indios moxos y otras tribus, e hizo de su territorio un espacio de hombres libres después de haberse enfrentado con dureza a los colonos que querían esclavizar a los indígenas. Barace había sido uno de los fundadores de la misión y había trabajado en ella de modo heroico y ejemplar durante veintisiete años. La noticia de su martirio, si bien impresionó a todos, no amilanó a los padres, sino que les animó más a trabajar por la completa reducción de los temibles baures. <br />
<br />
Tal como había ocurrido en Vilcabamba luego de la muerte del protomártir Diego Ruiz Ortiz, en que la justicia civil hizo escarmiento entre los nativos sospechosos de la muerte del misionero agustino, así también el gobernador de Santa Cruz envió una expedición militar punitiva, que tomó unos doscientos rehenes y ajustició a uno de los principales actores del asesinato del padre Barace.<br />
<br />
Otras reducciones; nuevos martirios<br />
<br />
Por aquella misma época se fundaron dos nuevas reducciones en tierra de Mojos: San José de Chiquitos y San Pablo, esta última en la vecindad de los feroces mobimas. Víctima de ellos murió el jesuita pisqueño Baltasar Espinosa (1709), antiguo alumno de los colegios limeños de San Martín y San Pablo. Fue la segunda víctima que la Compañía de Jesús ofrendó en las misiones de Mojos.<br />
<br />
Tres reducciones nuevas fueron emprendidas entre los nativos baures: Concepción, San Joaquín y San Martín, en los afluentes del río Baures. Si bien las reducciones se vieron amenazadas por los «bandeirantes» paulistas, resistieron en buen estado hasta la expulsión de los jesuitas (1767), y llegaron a tener aproximadamente dos mil habitantes cada una.<br />
<br />
Las narraciones de los misioneros, entre las que descuella la «Descripción de los mojos» por el padre Francisco Javier Eder, jesuita húngaro, escrita en Buda en 1791, relatan con abundancia de detalles la vida cotidiana de misioneros y nativos. Son una precisa fuente para la ciencia antropológica y etnológica, pero también para la historia misional. <br />
<br />
En esas páginas vemos, por así decirlo, la misión por dentro, en su rutina y en sus solemnidades, expectativas y desfallecimientos; en sus realizaciones materiales, como la construcción de templos y capillas, cultivos y cosechas; y en los progresos de la cultura humana y política, como la estructura del gobierno vecinal, la creación artística y el avance de la instrucción basada en la difusión de la lengua de los mojos.<br />
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El viajero francés Alcide d’Orbigny publicó en París en 1845 una «Descripción» de Bolivia. En ella dedica a los padres de la Compañía elogiosas páginas. Sobre la antigua misión de Mojos escribe:<br />
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“No se puede menos de admirar el resultado a que habían llegado... cambiando totalmente el aspecto del país y reformando los usos y costumbres de unos hombres enteramente salvajes... El primer cuidado de los religiosos fue consolidar la existencia de sus misiones, introduciendo todas las mejoras posibles. Con este fin trajeron de Santa Cruz numeroso ganado; estimularon las labores del campo; perfeccionaron los tejidos, ya conocidos de los Baures. Enseñaron toda clase de oficios manuales y multiplicaron las fiestas religiosas como para dar con ellas un intervalo de ameno descanso a los trabajadores. Les enseñaron la música y el uso de los instrumentos de Europa...”<br />
<br />
Otros autores bolivianos no han dejado de recordar con admiración la obra de aquellos misioneros. Así Gabriel René-Moreno, ensalza el espíritu de trabajo en los mismos términos que ha sido ponderado universalmente el esfuerzo de las reducciones del Paraguay: “Nadie estaba ocioso allí, y todos trabajaban bajo la vigilancia de sus curas... Producían todo lo necesario para su propio consumo...” <br />
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El sostenimiento de todos estaba asegurado —recuerda (en 1735) el obispo de Santa Cruz de la Sierra, Bernardino de la Fuente Rojas—. Las borracheras han desaparecido. Todos los días los enfermos reciben carne. Hay buena fruta: uvas, naranjas, cidras, limones reales, toronjas, limoncillos, piñas, lúcumas, plátanos guineos y de la sierra, higos... La pesca era abundante en ríos y lagos.<br />
<br />
Además de las incursiones de los paulistas, los nativos sufrían de penuria y escasez cuando en la época de lluvias se inundaban los terrenos y todo quedaba convertido en un inmenso lago. La «Carta Anua» de los misioneros de 1751, luego de registrar el traslado de los pueblos de San Javier y Loreto a nuevas ubicaciones, anota el hecho de que los Padres se embarcaban en las gradas de la iglesia en canoa grande para llevar el viático a los enfermos.<br />
<br />
A los estragos de las gigantescas inundaciones se añadían los de las pestes, que diezmaban pueblos enteros, como aconteció, a mediados del siglo XVIII, con San José de las Pampas, San Miguel de Itenes, Santa Rosa, San Luis y San Pablo. Sólo en un mes la epidemia causó en un pueblo más de trescientas muertes entre los indios baures. Las enfermedades contra las que los indios apenas tenían defensas orgánicas, parece que eran la viruela, el trancazo (gripe) y las dolencias pulmonares.<br />
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Ante la amenaza de las malocas (grandes casas comunitarias de caña y paja, características de los pueblos de las regiones amazónicas) de los bandeirantes, los padres pensaron seriamente en lograr la licencia para que los indios usasen armas de fuego. Vino la Real Cédula respectiva el 17 de setiembre de 1723, que concedía la autorización a los misioneros de Mojos para usar armas de fuego. El virrey marqués de Castelfuerte, ordenó que se remitiesen de Lima a Santa Cruz doscientos fusiles y la pólvora suficiente. <br />
<br />
El Rey de España aprobaba este modo de proceder, pues era el único lenguaje con el cual podía impedirse la esclavización de los nativos. Autorización semejante había sido obtenida hacia 1640 en Madrid por el misionero limeño del Paraguay, padre Antonio Ruiz de Montoya, para defender a los indios del Guairá de las temibles incursiones de los portugueses.<br />
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En 1720 hallamos la siguiente lista de reducciones que sumaban en total cerca de veinticinco mil bautizados y seis mil catecúmenos.<br />
:<br />
Loreto San Juan Bautista<br />
Trinidad San Ignacio<br />
San Javier San José<br />
San Pedro San Luis<br />
San José San Borja<br />
Santa Rosa San Pablo<br />
Exaltación Reyes <br />
San Joaquín Santa Ana<br />
San Martín Magdalena<br />
<br />
A mediados del siglo hallamos nuevos refuerzos de jesuitas germanos. Entre ellos distinguimos los nombres de Wolfgang Bayer y Francisco Javier Eder, a quien nos hemos referido anteriormente. El gobierno provincial del padre Antonio Garriga fue muy beneficioso para la misión, pues él mismo había ya trabajado en esas regiones y sabía por experiencia las necesidades de los nativos. De allí que a sus súbditos de la Provincia les exhorte a desear el trabajo duro de las misiones y no contentarse con los ministerios do ciudad. “Si lo primero que debe atesorar el jesuita en sus ministerios —dice— es su mayor aprovechamiento, claramente so conoce no deberse preferir éstos de aquí [Lima] ni posponer los de allí [Mojos]”.<br />
<br />
En 1750, o las reducciones enlistadas hay que añadir San José de Itenes, San Miguel, otra Santa Rosa, San Nicolás, San Simón y San Judas, de tal manera que en una carta del provincial del Perú, Baltasar de Moncada, al virrey Conde de Superunda, leemos: “Digo que los pueblos así antiguos como novísimos son 21. Los padres sacerdotes y hermanos coadjutores son por todos 46, y el número de almas de todas edades, así de los ya cristianos como de los que de nuevo se sacan de las grutas y bosques donde viven... es de 33.270 almas”.<br />
<br />
En sus visitas los Obispos de Santa Cruz, bajo cuya jurisdicción se hallaban las misiones de Mojos, quedaban bien impresionados del florecimiento de éstas. Así, por ejemplo, el dominico fray Jaime Mimbela y don Juan Cavero de Toledo, en el primer decenio del siglo XVIII. <br />
<br />
También visitaron las reducciones don Miguel Bernardino de la Fuente y don Juan Pablo de Olmedo. Aquél evoca en una carta de 1735 (al prelado de Panamá, Rodríguez Delgado), el pesado recorrido “en más de mil leguas que anduve de caminos asperísimos y temples tan ardientes como V.S.I. no ignora, (y) pasé trabajos imponderables... Todos los doy por bien empleados, así por haber cumplido con mi obligación como por haber visto las profundas raíces que ha echado en la fe aquella nueva cristiandad, de que estoy cierto coge Dios un copioso fruto de almas predestinadas” .<br />
<br />
Y así fue transcurriendo el siglo XVIII. Como reconoce Vargas Ugarte, gracias a los refuerzos venidos de Europa, especialmente de extranjeros, y a la cooperación de escogidos sujetos de la Provincia, la fe cristiana fue robusteciéndose en aquellos 30 mil nativos de la misión de Mojos. <br />
El orden externo y el buen régimen de los pueblos parecían asegurados, no obstante las amenazas de las incursiones de los bandeirantes, las repercusiones del tratado de Madrid del 13 de enero de 1750 entre las coronas española y portuguesa, llamado también «Tratado de Permuta» (de Intercambio) para definir los límites entre los territorios de ambos Dominios en América del Sur, las molestias constantes del mortífero clima y las epidemias. Un soldado español que había pasado por las misiones pocos años antes de la expulsión, dejó escritas las siguientes décimas:<br />
“Es Mojos en pocas voces / unas pampas pantanosas, / unas aguas cenagosas, / unos padres vicedioses, / unos caimanes feroces, / dos telares de algodón, / tal cual caballo rabón, / una maligna terciana, / unas indias con sotana, / y unos indios sin calzón. / Es una región sin trigo, / es un perenne hormiguero, / es un terrible tigrero, / un Sur, cruel enemigo, / es la muerte, poco digo, / es un infierno a los ojos, / es murciélago con piojos, / y si bien lo he de decir / cuanto mal puede venir / es definición de Mojos”. <br />
EL FINAL DE LA MISION<br />
El mal que acabó con las misiones de Mojos no fueron ni las incursiones de los mamelucos, ni las pestes, ni el agobiante clima, sino algo muy distinto e inesperado: un simple decreto del católico rey de las Españas Carlos III. La pragmática [sanción] del monarca fue expedida en Madrid el 27 de febrero de 1767 y comunicada a las autoridades de ultramar con todo sigilo. <br />
<br />
El gobernador Aymerich, recibido del Presidente de la Audiencia de Charcas la real orden de expulsión, la intimó al superior de las misiones, padre Juan de Beingolea, el 5 de octubre. La carta dice, entre otras cosas:<br />
<br />
“En el término de seis días, a lo más ocho, contados desde el día 8 del presente mes, los Padres Doctrineros... se pondrán en marcha para esta de Loreto, conduciéndose cada uno en canoa del pueblo que deja, con los víveres necesarios, cocineros y algunos sirvientes, para su asistencia en el viaje hasta Loreto, desde donde se transportarán por tierra a Santa Cruz y regresarán las canoas a su pueblo. También traerán en su compañía otra canoa con algunos indios principales y justicias del pueblo, cocineros y sirvientes, para que en este pueblo reciban a su nuevo cura, pues como faltos los indios de idioma castellano, se hace preciso les explique el padre que sale el recibo y demás que conduzca, cuando se les entregue el nominado cura, para que lo conduzca al pueblo; dejándolos bien impuestos, antes de su salida en la resolución de S. M. y que, como a fieles y leales vasallos suyos, deben conformarse con sus reales disposiciones, y poniéndolos también en que serán asistidos y cuidados, sin experimentar el menor perjuicio en trato, franco comercio con todos los españoles, cuyo idioma deberán aprender, y últimamente cuanto comprenda cada doctrinero pueda ser favorable a los intereses de S. M., para quietud y sosiego de estos sus pueblos y vasallos...”<br />
<br />
Añade la carta que los padres deben evacuar sin demora ni dilación los pueblos. Está suscrita en la misión de Loreto en Mojos el 5 de octubre de 1767. El padre Beingolea, al recibir la carta, hubo de quedar asombrado de su contenido; mas en la respuesta a Aymerich no deja traslucir ningún rechazo ni protesta; más bien, informa que trasmitirá las órdenes a los padres de la Exaltación, Santa Ana, San Javier y Trinidad. La respuesta está firmada el 8 de octubre de 1767 en San Pedro. <br />
<br />
Reunidos los misioneros en Santa Cruz, salieron de allí el 22 de mayo de 1768 y el 2 de julio llegaron a Cochabamba. Las siguientes estaciones fueron Oruro (30 agosto), Tacna (30 setiembre), Arica (22 octubre). Ingresaron en la capital del Virreinato el 9 de diciembre de 1768. Fue toda una travesía llena de penalidades y privaciones. Tres misioneros murieron en el camino de Mojos a Lima. Y otros quedaron tan maltratados que fallecieron en el viaje del Callao a Cádiz: tal sucedió con el padre José Reisner, que murió en Cartagena de Indias el 14 de mayo de 1769.<br />
<br />
Los curas reemplazantes no estuvieron desgraciadamente a la altura de las responsabilidades que debían asumir. Por lo pronto, tuvieron que afrontar la suspicacia de los nativos, su rebeldía y consternación ante un destierro que les era imposible entender. El gobernador Lázaro de Rivera, gobernador de Mojos después del exilio de los jesuitas, ha dejado escritas unas frases penetradas de desaliento y desolación: “En el día se han reducido los límites de la Provincia a sólo once pueblos, los más sin fondos, sin ganados y en su última declinación... No es fácil concebir cómo una provincia que ofrece tantas ventajas a nuestro Estado se halle abandonada en estos términos...”<br />
<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
'''ARMANDO NIETO VÉLEZ, S.J'''<br />
<br />
'''©Revista Peruana de Historia Eclesiástica'''</div>
Vrosasr
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MISIONES JESUITAS EN PERU. Los Mojos
2023-09-25T03:29:10Z
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<div>==Prólogo==<br />
<br />
Además de la misión de los «maynas», la Compañía de Jesús sostuvo en la selva sudamericana otra misión muy importante, difícil y meritoria: la de los «mojos», en actual territorio boliviano. La Misión de Mojos se remonta al año 1667, cuando gobernaba el Perú el virrey Conde de Lemos. Abarcó el territorio comprendido hoy en los departamentos del Beni y Santa Cruz al Noroeste de Bolivia, y en parte del Estado de Matto Grosso, al Suroeste del Brasil. <br />
Como anota Vargas Ugarte en su extenso estudio sobre la Misión, “tan desmesurada extensión hay que atribuirla no sólo a lo diseminado y raro de la población, sino también al hecho de haberse visto precisados los misioneros a escalonar las reducciones a lo largo de las principales arterias fluviales que cruzan el territorio de Mojos, a fin de contar con un medio fácil de comunicación entre ellas y a buscar los lugares altos y salubres que las pusieran a cubierto de las inundaciones. Estas...fueron un continuo azote de la misión y se comprende el daño que podían causar en sabanas extensas regadas por innumerables ríos, algunos de ellos muy caudalosos”. <br />
El clima de la misión era de los más insanos que cabe encontrar. El excesivo calor, la humedad, los insectos y sabandijas de toda clase representaban un continuo tormento para los misioneros. Al obstáculo climático hay que añadir el proveniente de la enrevesada variedad de las lenguas. Según uno de los misioneros, se contaban hasta 30 idiomas diferentes correspondientes a otras tantas tribus.<br />
<br />
Las principales tribus que habitaban los mojos eran: itonamas, baures, guarayos, tapacuras, yuracares, mojos, cayubabas, mobimas, chiribas, chúmanos y toromonas. Las naciones vecinas eran los chiquitos, mujuonos, cañacures, raches, toros. Los ríos entre los que se desenvolvía la vida de los indios son: Itenes, Baures, Beni, Guaporé, Mamoré, Magdalena.<br />
<br />
Los primeros misioneros<br />
<br />
Para superar la diversidad lingüística, los misioneros idearon extender el uso de una sola lengua y para ese fin eligieron la moja, considerada por ellos como la más dulce y sonora, y cuya gramática posee alguna semejanza con la quechua. Se distinguieron en el estudio de la lengua moja [moxa] el padre Julián de Aller y el padre Pedro Marbán (1653-1713). <br />
<br />
El padre Marbán fue destinado, junto con otros jesuitas, como José del Castillo y Cipriano Barace, a la misión de Moxos [Mojos] (actualmente en el departamento del Beni, en Bolivia) en 1675. Pasó allí el resto de su vida, realizando ocasionales viajes a Lima. Murió el 28 de noviembre de 1713 víctima de la malaria, en la actual población de Loreto donde fue sepultado. Tanto él como sus compañeros fundaron varias reducciones jesuíticas en la región. <br />
Estas reducciones, germen de las actuales poblaciones, recuerdan en muchos casos a sus fundadores a través de sus propios nombres. <br />
<br />
Así, una de las provincias de este departamento del Beni, recibe el nombre de Marbán desde 1941. Su obra titulada «Arte de la lengua moxa con su vocabulario y cathecismo», estaba destinada a facilitar el conocimiento de esa lengua a futuros misioneros. Circuló primero de manera manuscrita; finalmente, en 1701, pasó a las prensas bajo la protección del Virrey del Perú y del Arzobispo de Lima. En 1894 apareció una edición facsimilar en Leizpig, realizada por el americanista Platzmann. <br />
<br />
En la actualidad, la lengua moxa es empleada por un porcentaje de población muy minoritario en el departamento del Beni. Además, se ha ramificado en cuatro dialectos: trinitario –el que conserva mayor vitalidad–, ignaciano, javeriano y loretano.<br />
<br />
Se estima con razón que los verdaderos fundadores de las misiones de Mojos fueron, además de Aller y Marbán, el padre Cipriano Barace y el hermano coadjutor José del Castillo. Estos últimos fueron destinados en 1674 por el padre Visitador Hernando Cavero, a recorrer el territorio de los mojos, observar atentamente a sus habitantes en todos los aspectos “y qué esperanzas se puede tener de fruto”. Al término de sus primeras instrucciones, fechadas en Arequipa el 25 de junio de 1674, formula el padre Cavero esta expresiva orden: “Al Obispo pidan las licencias y no lleven soldados consigo”. <br />
<br />
Algunos datos biográficos del Padre Hernando Cavero. <br />
<br />
Estaba estudiando la Teología, cuando sus superiores le enviaron al Nuevo Reino de Quito a principios del siglo XVII. En Tunja realizó la tercera probación, viviendo después en Fontibón hasta el año 1635. Se opuso a la decisión propuesta por el visitador Rodrigo de Figueroa de crear la viceprovincia de Quito, separándola de la del Nuevo Reino. <br />
<br />
Cavero consideró más conveniente prolongar la situación tal y como se encontraba en ese momento. Ideas que plasmó en su obra «Papel que hizo el P. Hernando Cavero cerca la división de la provincia del Nuevo Reino y Quito, siendo rector del colegio de Panamá». Sus capacidades como socio se pusieron al servicio de los provinciales Gaspar Sobrino y Sebastián Hazañero, desde 1640. Años después gobernó el Colegio de Panamá, especialmente entre 1647 y 1651.<br />
<br />
Un año después era elegido como procurador, por lo que se vio obligado a viajar a Roma y a Madrid sucesivamente. No regresó a las Indias hasta mucho tiempo más tarde, tras un aplazado embarque mientras esperaba en Sevilla. Era junio de 1658, poniéndose al frente de una expedición de veinticuatro jesuitas.<br />
<br />
Ese mismo año fue nombrado provincial, oficio desde el cual restauró las misiones de los Llanos, repartidas entre Colombia y Venezuela, además de las de Casanare. En Cartagena de Indias, donde los jesuitas ya habían trabajado entre los esclavos de color, contribuyó a la restauración de la congregación de los negros, en esa importante ciudad y puerto. Después, como visitador entre 1661 y 1664 y provincial de México entre 1664 y 1665, conoció las misiones de Sonora y Sinaloa. <br />
<br />
Se preocupó por lo realizado hasta ese momento, elaborando lo que se puede conocer como un «costumbrero» de la citada provincia. Prosiguió en sus tareas de gobierno, cuando fue provincial del Nuevo Reino de Quito entre 1666 y 1668. Se encargó de la redacción del plan de estudios del Colegio de San Luis de Quito, y entregó instrucciones para los misioneros que ejercían su trabajo pastoral en las misiones del Marañón. Se preocupó por la trayectoria histórica de los domicilios que componían la provincia, participando directamente en la relación y redacción de su historia. <br />
<br />
En esa misma línea solicitó al padre Francisco de Figueroa la realización de una historia de las misiones de Mainas. Cuando abandonó su oficio de provincial, fue nombrado rector del Colegio Máximo de Santafé (1668-1672). Continuó entregado a oficios de gobierno, mientras se le encomendó la visita de la provincia de Perú, en los tres años siguientes, siendo además provincial hasta 1678, encomendándosele, como subraya Astrain, tareas de «saneamiento moral». Visitó todos los domicilios y expulsó a aquellos que no cumplían con las condiciones de un jesuita. <br />
<br />
Dispuso, por ejemplo, el «Libro de los usos y costumbres de este Colegio de San Pablo de Lima», aprobado en el mismo año 1678. Igualmente, recibió orden del general Oliva para la supresión de la viceprovincia de Chile, juntando domicilios e individuos con la del Perú. Era la ocasión para realizar reformas en esta demarcación. Las dificultades fueron numerosas y la obra hubo de detenerse antes de que culminase. Parecía que la acción del viceprovincial Francisco Javier Grijalva permitió cumplir, al menos, algunos de los objetivos para evitar abultados gastos. <br />
<br />
Con todos estos trabajos Cavero de Henao destacó por la gran experiencia acumulada. Consideró, por ejemplo, muy importante para el impulso de las misiones, la existencia de un prefecto de misiones que ya se había establecido en otras provincias. Asimismo, puso en marcha lo que su antecesor había aprobado con respecto a la misión boliviana de Mojos. Su vida no finalizó como jesuita retirado, sino que regresó a Nuevo Reino. Allí se encargó con ochenta años del gobierno del Colegio de Santafé, atendiendo la construcción de su iglesia de San Ignacio. Contaba este jesuita con noventa y cinco años cuando finalizaron los trabajos. Restaban dos años y medio para alcanzar su centenario cuando falleció.<br />
<br />
Inicios de la misión de los Moxos<br />
Los pasos iniciales de los misioneros entre los Moxos fueron realmente penosos. Barace y Marbán cayeron enfermos a causa de lo malsano del clima. Los habitantes que encontraron les recibieron con indiferencia. “No dejarán de recibir el bautismo —dicen los padres en sus cartas— cuando estuvieren para morir, pero que de comunidad se hagan cristianos en vida no lo podemos asegurar” (20 abril 1676). Se refieren a las gentes que habían hallado a lo largo del trayecto bajando el río Guapay (actualmente llamado río Grande) hasta su confluencia con el Mamoré (en donde se tocan los departamentos de Beni, Cochabamba y Santa Cruz).<br />
<br />
El animoso padre Barace, repuesto de su enfermedad, se dedicó a consolidar la reducción de Loreto, para lo cual resolvió introducir en los llanos el ganado vacuno. Volvió a Santa Cruz para traer el número de cabezas necesario para su multiplicación en el país, y aun aprendió el oficio de tejedor a fin de adiestrar a los indios en el oficio. No le fue fácil recorrer los casi trescientos kilómetros en plena selva y por río conduciendo un centenar de reses. Mas la constancia del padre Barace venció los obstáculos. <br />
<br />
Después de 54 días de marcha arribó a Loreto con el ganado, que habría de representar una valiosa aportación para la subsistencia del pueblo. Como, escribe Vargas Ugarte: “La trocha estaba abierta y el celo de los misioneros la iría ensanchando y una nueva cristiandad habría de surgir en aquellas vastas llanuras, antes sumidas en las tinieblas del error”.<br />
<br />
Entablado el pueblo de Loreto, sirvió de base de operaciones para viajes de exploración y tanteo. A los ya nombrados Marbán y Barace se añadieron nuevos refuerzos, destinados por el provincial del Perú desde Lima. En 1687 Barace fundó la segunda reducción, llamada Trinidad, sobre el río Grande. El padre Orellana fundó San Ignacio en 1689, y posteriormente se resolvió el establecimiento de otras tres reducciones: San Javier, San José y San Borja.<br />
<br />
Hacia 1697 vinieron a agregarse a las anteriores dos nuevas reducciones: San Pedro y San Luis. Uno de los iniciadores de San Pedro, el padre Arlet, recuerda los comienzos plenamente evangélicos de estas reducciones: “Entramos sin armas ni soldados, acompañados solamente de algunos indios que nos servían de intérpretes”. Más de mil doscientos indígenas contribuyeron pacíficamente a echar los cimientos de la nueva población de San Pedro. En cambio la de San Luis fue una fundación precaria. Los indios movimas, y erirunas no secundaron a los misioneros, y hacia 1700 la población no contaba con casa cural ni con iglesia.<br />
<br />
Para tener un compendioso resumen de las misiones de Mojos a finales del siglo XVII recurriremos a un interesante «Memorial» del padre Marbán al virrey del Perú Conde de la Monclova, donde manifiesta:<br />
“en dichas misiones están entendiendo veinte religiosos, los dieciocho sacerdotes y dos coadjutores y tienen formados cinco pueblos y otros cuatro nuevos pueblos con cuatro capillas y bautizadas en dichos diez pueblos más de diez mil almas y en los cuatro restantes catecúmenos y por bautizar más de otras cuatro mil y son tantas las naciones descubiertas, reducidas y amistadas y que piden el santo bautismo, que aunque fuesen otros veinte sacerdotes más, no bastarán para satisfacer a todos y reducir la multitud de gente que ofrece el país, donde tiene gastados la Compañía más de cien mil pesos con la conducción de sujetos, herramientas, ganados, etc. y otras cosas que han conducido para la mayor facilidad en admitir nuestra santa fe y en adornar las iglesias...” <br />
Y añade Marbán que, dada la distancia y difíciles caminos hasta la misión de Mojos, la Compañía gasta mil pesos por jesuita que va a ella, y como los indios son bárbaros y carecen de comercio con otras gentes, hace falta dinero para herramientas y construcciones. Por lo cual pide al Virrey que asigne alguna cantidad a los pueblos fundados. El Conde de la Monclova vio con simpatía la demanda de los misioneros de Mojos; escribió al Rey, y el resultado fue el otorgamiento de ocho mil pesos en las cajas de Potosí.<br />
Un escueto censo de la época da las siguientes cifras:<br />
PUEBLOS FAMILIAS BAUTIZADOS PÁRROCOS<br />
Loreto 650 Vega y Borinie<br />
Trinidad 482 2,693 Garriga y Morillo<br />
San Ignacio 561 3,202 Orellana y Mayorana<br />
San Javier 507 1,863 Zapata y Fernández<br />
San José 322 2,288 Espejo y Ugarra<br />
<br />
La misión de mojos en el siglo XVIII<br />
Los misioneros trataron de dar cumplimiento a las orientaciones del Visitador, padre Diego Francisco Altamirano (1700), nacidas de la observación atenta de la realidad de los pueblos y de sus consultas con los religiosos. Así, se decidió crear cabildos y regimientos y colaboradores seglares de entre los mismos indios, a fin de habituarlos a la iniciativa y el actuar responsable. También se amplió el volumen de la agricultura con la introducción del arado de bueyes, y nuevos cultivos como el arroz, la caña de azúcar e incluso el trigo y la vid. <br />
<br />
No obstante la acometida de las enfermedades y las fiebres, la misión de Mojos se proyectaba floreciente en los primeros decenios del siglo XVIII con nueve reducciones y una población de casi veinte mil personas; la población total de aquellas regiones se calculaba en setenta mil. De una «Breve Noticia» de las misiones compuesta por el padre Nicolás de Figueroa se colige el orden, el método y la constancia que iban pacientemente inculcando los misioneros y sus auxiliares. <br />
<br />
Se enseñaba no sólo la doctrina cristiana y la vida moral y honesta sino también los oficios y artes manuales. De allí salían diestros los nativos como alarifes, carpinteros, doradores, zapateros, sastres, músicos, herreros, labradores, pescadores de río, etc. Los beneficiados eran los antiguos indómitos mobimas, churimanas, cayubabas, guarayos, tapacuras y baures.<br />
<br />
Como ocurría en las misiones septentrionales de Maynas, también las de Mojos recibieron el valioso contingente de los jesuitas germanos e italianos. Y así podemos nombrar a los padres Arlet, Leyden, Borinie, Dirrheim, Mayr, Schmidt, de Prato, Schleimer, Rehr, Reiter, Bussoni, Pozzobonelli, Altogradi. <br />
<br />
Como todavía por aquella época subsistía en la mentalidad del Patronato Real el prejuicio contra los religiosos extranjeros, hubo de acudirse a ingenuos ardides para que los dejasen venir a estas tierras. Por ejemplo, se les registraba como procedentes de los estados de Flandes sometidos al Rey católico [Rey de España], siendo así que venían de Austria, Alemania o Bohemia. Tales operarios significaron en la misión un idóneo y utilísimo refuerzo: eran ingenieros, músicos, maestros de obras, enfermeros, científicos.<br />
<br />
Obra y martirio del Padre Barace<br />
<br />
El 16 de setiembre de 1702 fue un día triste para las misiones de Mojos, ya que el célebre padre Cipriano Barace, moría como mártir misionero. Había entrado en la Compañía de Jesús, a imitación de San Francisco Javier por quien Barace sentía una gran admiración. A los 29 años Cipriano es enviado a la provincia jesuita del Perú, siendo ordenado sacerdote en Lima el 11 de junio de 1673. Es encargado, con la ayuda del padre Pedro Marbán y del hermano José Castillo, de adentrarse en territorio de la actual Bolivia, virgen en aquel momento, para conocer el grado de disposición de los indígenas a ser evangelizados, así como para explorar nuevos territorios e informar de lo allí observado, embarcando en el río Grande a mediados de julio de 1675. <br />
<br />
En aquel territorio fundó la primera población indígena con indios moxos, a la que bautizó con el nombre de Loreto (25 de marzo de 1682). Tras cinco años de enfermedades y pobres resultados es enviado a territorio de los indios chiriguanos en la actual Paraguay, donde tampoco obtuvo éxito en sus esfuerzos. Así, vuelve al territorio de los moxos de Bolivia, donde se lanza a la creación de misiones por todo el norte Boliviano. En 1687, "doce leguas río abajo de Loreto", crea la actual ciudad de Trinidad. <br />
<br />
El primer «Diccionario francés de Historia Eclesiástica» atribuye a Barace («de patria isabense» que dicen los documentos de la época) la fundación de al menos quince puestos de misión y el bautismo de al menos 11.000 indios. Antonio de Orellana -biógrafo del padre Barace y superior suyo en el momento de su martirio-, en la obra «Compendio de la vida del padre Cipriano Barace» escrita al año siguiente de su muerte, lo describe como “un personaje ungido de santidad, aventurero, bondadoso, optimista, confiado, desprendido y entregado a la salvación de los indígenas”. <br />
<br />
Enseñó a los indios moxos a tejer y también los oficios de albañil, carpintero, constructor y agricultor, entre otros, por lo que le tenían por un auténtico bienhechor. Después algo más de 25 años trabajando con los moxos y otras tribus como los cirionenos, tapacuras, guarayanos o moremonos, el 17 de agosto de 1702 sale de Trinidad, acompañado de cuatro indios y una mula, para adentrarse en territorio de los baures con quienes llegó a establecer una buena relación de amistad. Pero las guerras tribales entre ellos generaron una situación difícil de la que ya no pudo salir. <br />
<br />
Así, el 16 de septiembre de 1702, cuando pasaba por una zona pantanosa en su camino hacia una de las misiones, se encontró con un grupo de indios armados con arcos, flechas y macanas. Dispararon sobre él una lluvia de flechas hiriéndole en el muslo y en el brazo; uno de ellos, a la vez que le arrebataba la cruz le daba un mortal golpe en la cabeza con su macana, acabando así con su vida a los 61 años de edad, 27 de ellos dedicados a evangelizar y a proteger a las diferentes tribus del Alto Perú, el actual Departamento del Beni, en la actual República de Bolivia. <br />
<br />
Las aventuras y penalidades que sufrió a lo largo de los 27 años que pasó como misionero, son inimaginables. Leer su biografía es entrar en la vida de un tipo de hombre que en la actualidad es difícil imaginar: aventurero, comerciante, médico y cirujano, arquitecto, explorador, ganadero, escritor, etc. Cipriano Barace tuvo la virtud -reconocida todos sus biógrafos, de ser plenamente aceptado por la población indígena a pesar de haber irrumpido en sus territorios en plena época colonial. <br />
<br />
Aprendió la lengua y respetó las costumbres de los indios moxos y otras tribus, e hizo de su territorio un espacio de hombres libres después de haberse enfrentado con dureza a los colonos que querían esclavizar a los indígenas. Barace había sido uno de los fundadores de la misión y había trabajado en ella de modo heroico y ejemplar durante veintisiete años. La noticia de su martirio, si bien impresionó a todos, no amilanó a los padres, sino que les animó más a trabajar por la completa reducción de los temibles baures. <br />
<br />
Tal como había ocurrido en Vilcabamba luego de la muerte del protomártir Diego Ruiz Ortiz, en que la justicia civil hizo escarmiento entre los nativos sospechosos de la muerte del misionero agustino, así también el gobernador de Santa Cruz envió una expedición militar punitiva, que tomó unos doscientos rehenes y ajustició a uno de los principales actores del asesinato del padre Barace.<br />
<br />
Otras reducciones; nuevos martirios<br />
<br />
Por aquella misma época se fundaron dos nuevas reducciones en tierra de Mojos: San José de Chiquitos y San Pablo, esta última en la vecindad de los feroces mobimas. Víctima de ellos murió el jesuita pisqueño Baltasar Espinosa (1709), antiguo alumno de los colegios limeños de San Martín y San Pablo. Fue la segunda víctima que la Compañía de Jesús ofrendó en las misiones de Mojos.<br />
<br />
Tres reducciones nuevas fueron emprendidas entre los nativos baures: Concepción, San Joaquín y San Martín, en los afluentes del río Baures. Si bien las reducciones se vieron amenazadas por los «bandeirantes» paulistas, resistieron en buen estado hasta la expulsión de los jesuitas (1767), y llegaron a tener aproximadamente dos mil habitantes cada una.<br />
<br />
Las narraciones de los misioneros, entre las que descuella la «Descripción de los mojos» por el padre Francisco Javier Eder, jesuita húngaro, escrita en Buda en 1791, relatan con abundancia de detalles la vida cotidiana de misioneros y nativos. Son una precisa fuente para la ciencia antropológica y etnológica, pero también para la historia misional. <br />
<br />
En esas páginas vemos, por así decirlo, la misión por dentro, en su rutina y en sus solemnidades, expectativas y desfallecimientos; en sus realizaciones materiales, como la construcción de templos y capillas, cultivos y cosechas; y en los progresos de la cultura humana y política, como la estructura del gobierno vecinal, la creación artística y el avance de la instrucción basada en la difusión de la lengua de los mojos.<br />
<br />
El viajero francés Alcide d’Orbigny publicó en París en 1845 una «Descripción» de Bolivia. En ella dedica a los padres de la Compañía elogiosas páginas. Sobre la antigua misión de Mojos escribe:<br />
<br />
“No se puede menos de admirar el resultado a que habían llegado... cambiando totalmente el aspecto del país y reformando los usos y costumbres de unos hombres enteramente salvajes... El primer cuidado de los religiosos fue consolidar la existencia de sus misiones, introduciendo todas las mejoras posibles. Con este fin trajeron de Santa Cruz numeroso ganado; estimularon las labores del campo; perfeccionaron los tejidos, ya conocidos de los Baures. Enseñaron toda clase de oficios manuales y multiplicaron las fiestas religiosas como para dar con ellas un intervalo de ameno descanso a los trabajadores. Les enseñaron la música y el uso de los instrumentos de Europa...”<br />
<br />
Otros autores bolivianos no han dejado de recordar con admiración la obra de aquellos misioneros. Así Gabriel René-Moreno, ensalza el espíritu de trabajo en los mismos términos que ha sido ponderado universalmente el esfuerzo de las reducciones del Paraguay: “Nadie estaba ocioso allí, y todos trabajaban bajo la vigilancia de sus curas... Producían todo lo necesario para su propio consumo...” <br />
<br />
El sostenimiento de todos estaba asegurado —recuerda (en 1735) el obispo de Santa Cruz de la Sierra, Bernardino de la Fuente Rojas—. Las borracheras han desaparecido. Todos los días los enfermos reciben carne. Hay buena fruta: uvas, naranjas, cidras, limones reales, toronjas, limoncillos, piñas, lúcumas, plátanos guineos y de la sierra, higos... La pesca era abundante en ríos y lagos.<br />
<br />
Además de las incursiones de los paulistas, los nativos sufrían de penuria y escasez cuando en la época de lluvias se inundaban los terrenos y todo quedaba convertido en un inmenso lago. La «Carta Anua» de los misioneros de 1751, luego de registrar el traslado de los pueblos de San Javier y Loreto a nuevas ubicaciones, anota el hecho de que los Padres se embarcaban en las gradas de la iglesia en canoa grande para llevar el viático a los enfermos.<br />
<br />
A los estragos de las gigantescas inundaciones se añadían los de las pestes, que diezmaban pueblos enteros, como aconteció, a mediados del siglo XVIII, con San José de las Pampas, San Miguel de Itenes, Santa Rosa, San Luis y San Pablo. Sólo en un mes la epidemia causó en un pueblo más de trescientas muertes entre los indios baures. Las enfermedades contra las que los indios apenas tenían defensas orgánicas, parece que eran la viruela, el trancazo (gripe) y las dolencias pulmonares.<br />
<br />
Ante la amenaza de las malocas (grandes casas comunitarias de caña y paja, características de los pueblos de las regiones amazónicas) de los bandeirantes, los padres pensaron seriamente en lograr la licencia para que los indios usasen armas de fuego. Vino la Real Cédula respectiva el 17 de setiembre de 1723, que concedía la autorización a los misioneros de Mojos para usar armas de fuego. El virrey marqués de Castelfuerte, ordenó que se remitiesen de Lima a Santa Cruz doscientos fusiles y la pólvora suficiente. <br />
<br />
El Rey de España aprobaba este modo de proceder, pues era el único lenguaje con el cual podía impedirse la esclavización de los nativos. Autorización semejante había sido obtenida hacia 1640 en Madrid por el misionero limeño del Paraguay, padre Antonio Ruiz de Montoya, para defender a los indios del Guairá de las temibles incursiones de los portugueses.<br />
<br />
En 1720 hallamos la siguiente lista de reducciones que sumaban en total cerca de veinticinco mil bautizados y seis mil catecúmenos.<br />
:<br />
Loreto San Juan Bautista<br />
Trinidad San Ignacio<br />
San Javier San José<br />
San Pedro San Luis<br />
San José San Borja<br />
Santa Rosa San Pablo<br />
Exaltación Reyes <br />
San Joaquín Santa Ana<br />
San Martín Magdalena<br />
<br />
A mediados del siglo hallamos nuevos refuerzos de jesuitas germanos. Entre ellos distinguimos los nombres de Wolfgang Bayer y Francisco Javier Eder, a quien nos hemos referido anteriormente. El gobierno provincial del padre Antonio Garriga fue muy beneficioso para la misión, pues él mismo había ya trabajado en esas regiones y sabía por experiencia las necesidades de los nativos. De allí que a sus súbditos de la Provincia les exhorte a desear el trabajo duro de las misiones y no contentarse con los ministerios do ciudad. “Si lo primero que debe atesorar el jesuita en sus ministerios —dice— es su mayor aprovechamiento, claramente so conoce no deberse preferir éstos de aquí [Lima] ni posponer los de allí [Mojos]”.<br />
<br />
En 1750, o las reducciones enlistadas hay que añadir San José de Itenes, San Miguel, otra Santa Rosa, San Nicolás, San Simón y San Judas, de tal manera que en una carta del provincial del Perú, Baltasar de Moncada, al virrey Conde de Superunda, leemos: “Digo que los pueblos así antiguos como novísimos son 21. Los padres sacerdotes y hermanos coadjutores son por todos 46, y el número de almas de todas edades, así de los ya cristianos como de los que de nuevo se sacan de las grutas y bosques donde viven... es de 33.270 almas”.<br />
<br />
En sus visitas los Obispos de Santa Cruz, bajo cuya jurisdicción se hallaban las misiones de Mojos, quedaban bien impresionados del florecimiento de éstas. Así, por ejemplo, el dominico fray Jaime Mimbela y don Juan Cavero de Toledo, en el primer decenio del siglo XVIII. <br />
<br />
También visitaron las reducciones don Miguel Bernardino de la Fuente y don Juan Pablo de Olmedo. Aquél evoca en una carta de 1735 (al prelado de Panamá, Rodríguez Delgado), el pesado recorrido “en más de mil leguas que anduve de caminos asperísimos y temples tan ardientes como V.S.I. no ignora, (y) pasé trabajos imponderables... Todos los doy por bien empleados, así por haber cumplido con mi obligación como por haber visto las profundas raíces que ha echado en la fe aquella nueva cristiandad, de que estoy cierto coge Dios un copioso fruto de almas predestinadas” .<br />
<br />
Y así fue transcurriendo el siglo XVIII. Como reconoce Vargas Ugarte, gracias a los refuerzos venidos de Europa, especialmente de extranjeros, y a la cooperación de escogidos sujetos de la Provincia, la fe cristiana fue robusteciéndose en aquellos 30 mil nativos de la misión de Mojos. <br />
El orden externo y el buen régimen de los pueblos parecían asegurados, no obstante las amenazas de las incursiones de los bandeirantes, las repercusiones del tratado de Madrid del 13 de enero de 1750 entre las coronas española y portuguesa, llamado también «Tratado de Permuta» (de Intercambio) para definir los límites entre los territorios de ambos Dominios en América del Sur, las molestias constantes del mortífero clima y las epidemias. Un soldado español que había pasado por las misiones pocos años antes de la expulsión, dejó escritas las siguientes décimas:<br />
“Es Mojos en pocas voces / unas pampas pantanosas, / unas aguas cenagosas, / unos padres vicedioses, / unos caimanes feroces, / dos telares de algodón, / tal cual caballo rabón, / una maligna terciana, / unas indias con sotana, / y unos indios sin calzón. / Es una región sin trigo, / es un perenne hormiguero, / es un terrible tigrero, / un Sur, cruel enemigo, / es la muerte, poco digo, / es un infierno a los ojos, / es murciélago con piojos, / y si bien lo he de decir / cuanto mal puede venir / es definición de Mojos”. <br />
EL FINAL DE LA MISION<br />
El mal que acabó con las misiones de Mojos no fueron ni las incursiones de los mamelucos, ni las pestes, ni el agobiante clima, sino algo muy distinto e inesperado: un simple decreto del católico rey de las Españas Carlos III. La pragmática [sanción] del monarca fue expedida en Madrid el 27 de febrero de 1767 y comunicada a las autoridades de ultramar con todo sigilo. <br />
<br />
El gobernador Aymerich, recibido del Presidente de la Audiencia de Charcas la real orden de expulsión, la intimó al superior de las misiones, padre Juan de Beingolea, el 5 de octubre. La carta dice, entre otras cosas:<br />
<br />
“En el término de seis días, a lo más ocho, contados desde el día 8 del presente mes, los Padres Doctrineros... se pondrán en marcha para esta de Loreto, conduciéndose cada uno en canoa del pueblo que deja, con los víveres necesarios, cocineros y algunos sirvientes, para su asistencia en el viaje hasta Loreto, desde donde se transportarán por tierra a Santa Cruz y regresarán las canoas a su pueblo. También traerán en su compañía otra canoa con algunos indios principales y justicias del pueblo, cocineros y sirvientes, para que en este pueblo reciban a su nuevo cura, pues como faltos los indios de idioma castellano, se hace preciso les explique el padre que sale el recibo y demás que conduzca, cuando se les entregue el nominado cura, para que lo conduzca al pueblo; dejándolos bien impuestos, antes de su salida en la resolución de S. M. y que, como a fieles y leales vasallos suyos, deben conformarse con sus reales disposiciones, y poniéndolos también en que serán asistidos y cuidados, sin experimentar el menor perjuicio en trato, franco comercio con todos los españoles, cuyo idioma deberán aprender, y últimamente cuanto comprenda cada doctrinero pueda ser favorable a los intereses de S. M., para quietud y sosiego de estos sus pueblos y vasallos...”<br />
<br />
Añade la carta que los padres deben evacuar sin demora ni dilación los pueblos. Está suscrita en la misión de Loreto en Mojos el 5 de octubre de 1767. El padre Beingolea, al recibir la carta, hubo de quedar asombrado de su contenido; mas en la respuesta a Aymerich no deja traslucir ningún rechazo ni protesta; más bien, informa que trasmitirá las órdenes a los padres de la Exaltación, Santa Ana, San Javier y Trinidad. La respuesta está firmada el 8 de octubre de 1767 en San Pedro. <br />
<br />
Reunidos los misioneros en Santa Cruz, salieron de allí el 22 de mayo de 1768 y el 2 de julio llegaron a Cochabamba. Las siguientes estaciones fueron Oruro (30 agosto), Tacna (30 setiembre), Arica (22 octubre). Ingresaron en la capital del Virreinato el 9 de diciembre de 1768. Fue toda una travesía llena de penalidades y privaciones. Tres misioneros murieron en el camino de Mojos a Lima. Y otros quedaron tan maltratados que fallecieron en el viaje del Callao a Cádiz: tal sucedió con el padre José Reisner, que murió en Cartagena de Indias el 14 de mayo de 1769.<br />
<br />
Los curas reemplazantes no estuvieron desgraciadamente a la altura de las responsabilidades que debían asumir. Por lo pronto, tuvieron que afrontar la suspicacia de los nativos, su rebeldía y consternación ante un destierro que les era imposible entender. El gobernador Lázaro de Rivera, gobernador de Mojos después del exilio de los jesuitas, ha dejado escritas unas frases penetradas de desaliento y desolación: “En el día se han reducido los límites de la Provincia a sólo once pueblos, los más sin fondos, sin ganados y en su última declinación... No es fácil concebir cómo una provincia que ofrece tantas ventajas a nuestro Estado se halle abandonada en estos términos...”<br />
<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
'''ARMANDO NIETO VÉLEZ, S.J'''<br />
<br />
'''©Revista Peruana de Historia Eclesiástica'''</div>
Vrosasr
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MISIONES JESUITAS EN PERU. Los Mojos
2023-09-25T03:28:55Z
<p>Vrosasr: Página creada con «==Prólogo== Además de la misión de los «maynas», la Compañía de Jesús sostuvo en la selva sudamericana otra misión muy importante, difícil y meritoria: la de los…»</p>
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<div>==Prólogo==<br />
<br />
Además de la misión de los «maynas», la Compañía de Jesús sostuvo en la selva sudamericana otra misión muy importante, difícil y meritoria: la de los «mojos», en actual territorio boliviano. La Misión de Mojos se remonta al año 1667, cuando gobernaba el Perú el virrey Conde de Lemos. Abarcó el territorio comprendido hoy en los departamentos del Beni y Santa Cruz al Noroeste de Bolivia, y en parte del Estado de Matto Grosso, al Suroeste del Brasil. <br />
Como anota Vargas Ugarte en su extenso estudio sobre la Misión, “tan desmesurada extensión hay que atribuirla no sólo a lo diseminado y raro de la población, sino también al hecho de haberse visto precisados los misioneros a escalonar las reducciones a lo largo de las principales arterias fluviales que cruzan el territorio de Mojos, a fin de contar con un medio fácil de comunicación entre ellas y a buscar los lugares altos y salubres que las pusieran a cubierto de las inundaciones. Estas...fueron un continuo azote de la misión y se comprende el daño que podían causar en sabanas extensas regadas por innumerables ríos, algunos de ellos muy caudalosos”. <br />
El clima de la misión era de los más insanos que cabe encontrar. El excesivo calor, la humedad, los insectos y sabandijas de toda clase representaban un continuo tormento para los misioneros. Al obstáculo climático hay que añadir el proveniente de la enrevesada variedad de las lenguas. Según uno de los misioneros, se contaban hasta 30 idiomas diferentes correspondientes a otras tantas tribus.<br />
<br />
Las principales tribus que habitaban los mojos eran: itonamas, baures, guarayos, tapacuras, yuracares, mojos, cayubabas, mobimas, chiribas, chúmanos y toromonas. Las naciones vecinas eran los chiquitos, mujuonos, cañacures, raches, toros. Los ríos entre los que se desenvolvía la vida de los indios son: Itenes, Baures, Beni, Guaporé, Mamoré, Magdalena.<br />
<br />
Los primeros misioneros<br />
<br />
Para superar la diversidad lingüística, los misioneros idearon extender el uso de una sola lengua y para ese fin eligieron la moja, considerada por ellos como la más dulce y sonora, y cuya gramática posee alguna semejanza con la quechua. Se distinguieron en el estudio de la lengua moja [moxa] el padre Julián de Aller y el padre Pedro Marbán (1653-1713). <br />
<br />
El padre Marbán fue destinado, junto con otros jesuitas, como José del Castillo y Cipriano Barace, a la misión de Moxos [Mojos] (actualmente en el departamento del Beni, en Bolivia) en 1675. Pasó allí el resto de su vida, realizando ocasionales viajes a Lima. Murió el 28 de noviembre de 1713 víctima de la malaria, en la actual población de Loreto donde fue sepultado. Tanto él como sus compañeros fundaron varias reducciones jesuíticas en la región. <br />
Estas reducciones, germen de las actuales poblaciones, recuerdan en muchos casos a sus fundadores a través de sus propios nombres. <br />
<br />
Así, una de las provincias de este departamento del Beni, recibe el nombre de Marbán desde 1941. Su obra titulada «Arte de la lengua moxa con su vocabulario y cathecismo», estaba destinada a facilitar el conocimiento de esa lengua a futuros misioneros. Circuló primero de manera manuscrita; finalmente, en 1701, pasó a las prensas bajo la protección del Virrey del Perú y del Arzobispo de Lima. En 1894 apareció una edición facsimilar en Leizpig, realizada por el americanista Platzmann. <br />
<br />
En la actualidad, la lengua moxa es empleada por un porcentaje de población muy minoritario en el departamento del Beni. Además, se ha ramificado en cuatro dialectos: trinitario –el que conserva mayor vitalidad–, ignaciano, javeriano y loretano.<br />
<br />
Se estima con razón que los verdaderos fundadores de las misiones de Mojos fueron, además de Aller y Marbán, el padre Cipriano Barace y el hermano coadjutor José del Castillo. Estos últimos fueron destinados en 1674 por el padre Visitador Hernando Cavero, a recorrer el territorio de los mojos, observar atentamente a sus habitantes en todos los aspectos “y qué esperanzas se puede tener de fruto”. Al término de sus primeras instrucciones, fechadas en Arequipa el 25 de junio de 1674, formula el padre Cavero esta expresiva orden: “Al Obispo pidan las licencias y no lleven soldados consigo”. <br />
<br />
Algunos datos biográficos del Padre Hernando Cavero. <br />
<br />
Estaba estudiando la Teología, cuando sus superiores le enviaron al Nuevo Reino de Quito a principios del siglo XVII. En Tunja realizó la tercera probación, viviendo después en Fontibón hasta el año 1635. Se opuso a la decisión propuesta por el visitador Rodrigo de Figueroa de crear la viceprovincia de Quito, separándola de la del Nuevo Reino. <br />
<br />
Cavero consideró más conveniente prolongar la situación tal y como se encontraba en ese momento. Ideas que plasmó en su obra «Papel que hizo el P. Hernando Cavero cerca la división de la provincia del Nuevo Reino y Quito, siendo rector del colegio de Panamá». Sus capacidades como socio se pusieron al servicio de los provinciales Gaspar Sobrino y Sebastián Hazañero, desde 1640. Años después gobernó el Colegio de Panamá, especialmente entre 1647 y 1651.<br />
<br />
Un año después era elegido como procurador, por lo que se vio obligado a viajar a Roma y a Madrid sucesivamente. No regresó a las Indias hasta mucho tiempo más tarde, tras un aplazado embarque mientras esperaba en Sevilla. Era junio de 1658, poniéndose al frente de una expedición de veinticuatro jesuitas.<br />
<br />
Ese mismo año fue nombrado provincial, oficio desde el cual restauró las misiones de los Llanos, repartidas entre Colombia y Venezuela, además de las de Casanare. En Cartagena de Indias, donde los jesuitas ya habían trabajado entre los esclavos de color, contribuyó a la restauración de la congregación de los negros, en esa importante ciudad y puerto. Después, como visitador entre 1661 y 1664 y provincial de México entre 1664 y 1665, conoció las misiones de Sonora y Sinaloa. <br />
<br />
Se preocupó por lo realizado hasta ese momento, elaborando lo que se puede conocer como un «costumbrero» de la citada provincia. Prosiguió en sus tareas de gobierno, cuando fue provincial del Nuevo Reino de Quito entre 1666 y 1668. Se encargó de la redacción del plan de estudios del Colegio de San Luis de Quito, y entregó instrucciones para los misioneros que ejercían su trabajo pastoral en las misiones del Marañón. Se preocupó por la trayectoria histórica de los domicilios que componían la provincia, participando directamente en la relación y redacción de su historia. <br />
<br />
En esa misma línea solicitó al padre Francisco de Figueroa la realización de una historia de las misiones de Mainas. Cuando abandonó su oficio de provincial, fue nombrado rector del Colegio Máximo de Santafé (1668-1672). Continuó entregado a oficios de gobierno, mientras se le encomendó la visita de la provincia de Perú, en los tres años siguientes, siendo además provincial hasta 1678, encomendándosele, como subraya Astrain, tareas de «saneamiento moral». Visitó todos los domicilios y expulsó a aquellos que no cumplían con las condiciones de un jesuita. <br />
<br />
Dispuso, por ejemplo, el «Libro de los usos y costumbres de este Colegio de San Pablo de Lima», aprobado en el mismo año 1678. Igualmente, recibió orden del general Oliva para la supresión de la viceprovincia de Chile, juntando domicilios e individuos con la del Perú. Era la ocasión para realizar reformas en esta demarcación. Las dificultades fueron numerosas y la obra hubo de detenerse antes de que culminase. Parecía que la acción del viceprovincial Francisco Javier Grijalva permitió cumplir, al menos, algunos de los objetivos para evitar abultados gastos. <br />
<br />
Con todos estos trabajos Cavero de Henao destacó por la gran experiencia acumulada. Consideró, por ejemplo, muy importante para el impulso de las misiones, la existencia de un prefecto de misiones que ya se había establecido en otras provincias. Asimismo, puso en marcha lo que su antecesor había aprobado con respecto a la misión boliviana de Mojos. Su vida no finalizó como jesuita retirado, sino que regresó a Nuevo Reino. Allí se encargó con ochenta años del gobierno del Colegio de Santafé, atendiendo la construcción de su iglesia de San Ignacio. Contaba este jesuita con noventa y cinco años cuando finalizaron los trabajos. Restaban dos años y medio para alcanzar su centenario cuando falleció.<br />
<br />
Inicios de la misión de los Moxos<br />
Los pasos iniciales de los misioneros entre los Moxos fueron realmente penosos. Barace y Marbán cayeron enfermos a causa de lo malsano del clima. Los habitantes que encontraron les recibieron con indiferencia. “No dejarán de recibir el bautismo —dicen los padres en sus cartas— cuando estuvieren para morir, pero que de comunidad se hagan cristianos en vida no lo podemos asegurar” (20 abril 1676). Se refieren a las gentes que habían hallado a lo largo del trayecto bajando el río Guapay (actualmente llamado río Grande) hasta su confluencia con el Mamoré (en donde se tocan los departamentos de Beni, Cochabamba y Santa Cruz).<br />
<br />
El animoso padre Barace, repuesto de su enfermedad, se dedicó a consolidar la reducción de Loreto, para lo cual resolvió introducir en los llanos el ganado vacuno. Volvió a Santa Cruz para traer el número de cabezas necesario para su multiplicación en el país, y aun aprendió el oficio de tejedor a fin de adiestrar a los indios en el oficio. No le fue fácil recorrer los casi trescientos kilómetros en plena selva y por río conduciendo un centenar de reses. Mas la constancia del padre Barace venció los obstáculos. <br />
<br />
Después de 54 días de marcha arribó a Loreto con el ganado, que habría de representar una valiosa aportación para la subsistencia del pueblo. Como, escribe Vargas Ugarte: “La trocha estaba abierta y el celo de los misioneros la iría ensanchando y una nueva cristiandad habría de surgir en aquellas vastas llanuras, antes sumidas en las tinieblas del error”.<br />
<br />
Entablado el pueblo de Loreto, sirvió de base de operaciones para viajes de exploración y tanteo. A los ya nombrados Marbán y Barace se añadieron nuevos refuerzos, destinados por el provincial del Perú desde Lima. En 1687 Barace fundó la segunda reducción, llamada Trinidad, sobre el río Grande. El padre Orellana fundó San Ignacio en 1689, y posteriormente se resolvió el establecimiento de otras tres reducciones: San Javier, San José y San Borja.<br />
<br />
Hacia 1697 vinieron a agregarse a las anteriores dos nuevas reducciones: San Pedro y San Luis. Uno de los iniciadores de San Pedro, el padre Arlet, recuerda los comienzos plenamente evangélicos de estas reducciones: “Entramos sin armas ni soldados, acompañados solamente de algunos indios que nos servían de intérpretes”. Más de mil doscientos indígenas contribuyeron pacíficamente a echar los cimientos de la nueva población de San Pedro. En cambio la de San Luis fue una fundación precaria. Los indios movimas, y erirunas no secundaron a los misioneros, y hacia 1700 la población no contaba con casa cural ni con iglesia.<br />
<br />
Para tener un compendioso resumen de las misiones de Mojos a finales del siglo XVII recurriremos a un interesante «Memorial» del padre Marbán al virrey del Perú Conde de la Monclova, donde manifiesta:<br />
“en dichas misiones están entendiendo veinte religiosos, los dieciocho sacerdotes y dos coadjutores y tienen formados cinco pueblos y otros cuatro nuevos pueblos con cuatro capillas y bautizadas en dichos diez pueblos más de diez mil almas y en los cuatro restantes catecúmenos y por bautizar más de otras cuatro mil y son tantas las naciones descubiertas, reducidas y amistadas y que piden el santo bautismo, que aunque fuesen otros veinte sacerdotes más, no bastarán para satisfacer a todos y reducir la multitud de gente que ofrece el país, donde tiene gastados la Compañía más de cien mil pesos con la conducción de sujetos, herramientas, ganados, etc. y otras cosas que han conducido para la mayor facilidad en admitir nuestra santa fe y en adornar las iglesias...” <br />
Y añade Marbán que, dada la distancia y difíciles caminos hasta la misión de Mojos, la Compañía gasta mil pesos por jesuita que va a ella, y como los indios son bárbaros y carecen de comercio con otras gentes, hace falta dinero para herramientas y construcciones. Por lo cual pide al Virrey que asigne alguna cantidad a los pueblos fundados. El Conde de la Monclova vio con simpatía la demanda de los misioneros de Mojos; escribió al Rey, y el resultado fue el otorgamiento de ocho mil pesos en las cajas de Potosí.<br />
Un escueto censo de la época da las siguientes cifras:<br />
PUEBLOS FAMILIAS BAUTIZADOS PÁRROCOS<br />
Loreto 650 Vega y Borinie<br />
Trinidad 482 2,693 Garriga y Morillo<br />
San Ignacio 561 3,202 Orellana y Mayorana<br />
San Javier 507 1,863 Zapata y Fernández<br />
San José 322 2,288 Espejo y Ugarra<br />
<br />
La misión de mojos en el siglo XVIII<br />
Los misioneros trataron de dar cumplimiento a las orientaciones del Visitador, padre Diego Francisco Altamirano (1700), nacidas de la observación atenta de la realidad de los pueblos y de sus consultas con los religiosos. Así, se decidió crear cabildos y regimientos y colaboradores seglares de entre los mismos indios, a fin de habituarlos a la iniciativa y el actuar responsable. También se amplió el volumen de la agricultura con la introducción del arado de bueyes, y nuevos cultivos como el arroz, la caña de azúcar e incluso el trigo y la vid. <br />
<br />
No obstante la acometida de las enfermedades y las fiebres, la misión de Mojos se proyectaba floreciente en los primeros decenios del siglo XVIII con nueve reducciones y una población de casi veinte mil personas; la población total de aquellas regiones se calculaba en setenta mil. De una «Breve Noticia» de las misiones compuesta por el padre Nicolás de Figueroa se colige el orden, el método y la constancia que iban pacientemente inculcando los misioneros y sus auxiliares. <br />
<br />
Se enseñaba no sólo la doctrina cristiana y la vida moral y honesta sino también los oficios y artes manuales. De allí salían diestros los nativos como alarifes, carpinteros, doradores, zapateros, sastres, músicos, herreros, labradores, pescadores de río, etc. Los beneficiados eran los antiguos indómitos mobimas, churimanas, cayubabas, guarayos, tapacuras y baures.<br />
<br />
Como ocurría en las misiones septentrionales de Maynas, también las de Mojos recibieron el valioso contingente de los jesuitas germanos e italianos. Y así podemos nombrar a los padres Arlet, Leyden, Borinie, Dirrheim, Mayr, Schmidt, de Prato, Schleimer, Rehr, Reiter, Bussoni, Pozzobonelli, Altogradi. <br />
<br />
Como todavía por aquella época subsistía en la mentalidad del Patronato Real el prejuicio contra los religiosos extranjeros, hubo de acudirse a ingenuos ardides para que los dejasen venir a estas tierras. Por ejemplo, se les registraba como procedentes de los estados de Flandes sometidos al Rey católico [Rey de España], siendo así que venían de Austria, Alemania o Bohemia. Tales operarios significaron en la misión un idóneo y utilísimo refuerzo: eran ingenieros, músicos, maestros de obras, enfermeros, científicos.<br />
<br />
Obra y martirio del Padre Barace<br />
<br />
El 16 de setiembre de 1702 fue un día triste para las misiones de Mojos, ya que el célebre padre Cipriano Barace, moría como mártir misionero. Había entrado en la Compañía de Jesús, a imitación de San Francisco Javier por quien Barace sentía una gran admiración. A los 29 años Cipriano es enviado a la provincia jesuita del Perú, siendo ordenado sacerdote en Lima el 11 de junio de 1673. Es encargado, con la ayuda del padre Pedro Marbán y del hermano José Castillo, de adentrarse en territorio de la actual Bolivia, virgen en aquel momento, para conocer el grado de disposición de los indígenas a ser evangelizados, así como para explorar nuevos territorios e informar de lo allí observado, embarcando en el río Grande a mediados de julio de 1675. <br />
<br />
En aquel territorio fundó la primera población indígena con indios moxos, a la que bautizó con el nombre de Loreto (25 de marzo de 1682). Tras cinco años de enfermedades y pobres resultados es enviado a territorio de los indios chiriguanos en la actual Paraguay, donde tampoco obtuvo éxito en sus esfuerzos. Así, vuelve al territorio de los moxos de Bolivia, donde se lanza a la creación de misiones por todo el norte Boliviano. En 1687, "doce leguas río abajo de Loreto", crea la actual ciudad de Trinidad. <br />
<br />
El primer «Diccionario francés de Historia Eclesiástica» atribuye a Barace («de patria isabense» que dicen los documentos de la época) la fundación de al menos quince puestos de misión y el bautismo de al menos 11.000 indios. Antonio de Orellana -biógrafo del padre Barace y superior suyo en el momento de su martirio-, en la obra «Compendio de la vida del padre Cipriano Barace» escrita al año siguiente de su muerte, lo describe como “un personaje ungido de santidad, aventurero, bondadoso, optimista, confiado, desprendido y entregado a la salvación de los indígenas”. <br />
<br />
Enseñó a los indios moxos a tejer y también los oficios de albañil, carpintero, constructor y agricultor, entre otros, por lo que le tenían por un auténtico bienhechor. Después algo más de 25 años trabajando con los moxos y otras tribus como los cirionenos, tapacuras, guarayanos o moremonos, el 17 de agosto de 1702 sale de Trinidad, acompañado de cuatro indios y una mula, para adentrarse en territorio de los baures con quienes llegó a establecer una buena relación de amistad. Pero las guerras tribales entre ellos generaron una situación difícil de la que ya no pudo salir. <br />
<br />
Así, el 16 de septiembre de 1702, cuando pasaba por una zona pantanosa en su camino hacia una de las misiones, se encontró con un grupo de indios armados con arcos, flechas y macanas. Dispararon sobre él una lluvia de flechas hiriéndole en el muslo y en el brazo; uno de ellos, a la vez que le arrebataba la cruz le daba un mortal golpe en la cabeza con su macana, acabando así con su vida a los 61 años de edad, 27 de ellos dedicados a evangelizar y a proteger a las diferentes tribus del Alto Perú, el actual Departamento del Beni, en la actual República de Bolivia. <br />
<br />
Las aventuras y penalidades que sufrió a lo largo de los 27 años que pasó como misionero, son inimaginables. Leer su biografía es entrar en la vida de un tipo de hombre que en la actualidad es difícil imaginar: aventurero, comerciante, médico y cirujano, arquitecto, explorador, ganadero, escritor, etc. Cipriano Barace tuvo la virtud -reconocida todos sus biógrafos, de ser plenamente aceptado por la población indígena a pesar de haber irrumpido en sus territorios en plena época colonial. <br />
<br />
Aprendió la lengua y respetó las costumbres de los indios moxos y otras tribus, e hizo de su territorio un espacio de hombres libres después de haberse enfrentado con dureza a los colonos que querían esclavizar a los indígenas. Barace había sido uno de los fundadores de la misión y había trabajado en ella de modo heroico y ejemplar durante veintisiete años. La noticia de su martirio, si bien impresionó a todos, no amilanó a los padres, sino que les animó más a trabajar por la completa reducción de los temibles baures. <br />
<br />
Tal como había ocurrido en Vilcabamba luego de la muerte del protomártir Diego Ruiz Ortiz, en que la justicia civil hizo escarmiento entre los nativos sospechosos de la muerte del misionero agustino, así también el gobernador de Santa Cruz envió una expedición militar punitiva, que tomó unos doscientos rehenes y ajustició a uno de los principales actores del asesinato del padre Barace.<br />
<br />
Otras reducciones; nuevos martirios<br />
<br />
Por aquella misma época se fundaron dos nuevas reducciones en tierra de Mojos: San José de Chiquitos y San Pablo, esta última en la vecindad de los feroces mobimas. Víctima de ellos murió el jesuita pisqueño Baltasar Espinosa (1709), antiguo alumno de los colegios limeños de San Martín y San Pablo. Fue la segunda víctima que la Compañía de Jesús ofrendó en las misiones de Mojos.<br />
<br />
Tres reducciones nuevas fueron emprendidas entre los nativos baures: Concepción, San Joaquín y San Martín, en los afluentes del río Baures. Si bien las reducciones se vieron amenazadas por los «bandeirantes» paulistas, resistieron en buen estado hasta la expulsión de los jesuitas (1767), y llegaron a tener aproximadamente dos mil habitantes cada una.<br />
<br />
Las narraciones de los misioneros, entre las que descuella la «Descripción de los mojos» por el padre Francisco Javier Eder, jesuita húngaro, escrita en Buda en 1791, relatan con abundancia de detalles la vida cotidiana de misioneros y nativos. Son una precisa fuente para la ciencia antropológica y etnológica, pero también para la historia misional. <br />
<br />
En esas páginas vemos, por así decirlo, la misión por dentro, en su rutina y en sus solemnidades, expectativas y desfallecimientos; en sus realizaciones materiales, como la construcción de templos y capillas, cultivos y cosechas; y en los progresos de la cultura humana y política, como la estructura del gobierno vecinal, la creación artística y el avance de la instrucción basada en la difusión de la lengua de los mojos.<br />
<br />
El viajero francés Alcide d’Orbigny publicó en París en 1845 una «Descripción» de Bolivia. En ella dedica a los padres de la Compañía elogiosas páginas. Sobre la antigua misión de Mojos escribe:<br />
<br />
“No se puede menos de admirar el resultado a que habían llegado... cambiando totalmente el aspecto del país y reformando los usos y costumbres de unos hombres enteramente salvajes... El primer cuidado de los religiosos fue consolidar la existencia de sus misiones, introduciendo todas las mejoras posibles. Con este fin trajeron de Santa Cruz numeroso ganado; estimularon las labores del campo; perfeccionaron los tejidos, ya conocidos de los Baures. Enseñaron toda clase de oficios manuales y multiplicaron las fiestas religiosas como para dar con ellas un intervalo de ameno descanso a los trabajadores. Les enseñaron la música y el uso de los instrumentos de Europa...”<br />
<br />
Otros autores bolivianos no han dejado de recordar con admiración la obra de aquellos misioneros. Así Gabriel René-Moreno, ensalza el espíritu de trabajo en los mismos términos que ha sido ponderado universalmente el esfuerzo de las reducciones del Paraguay: “Nadie estaba ocioso allí, y todos trabajaban bajo la vigilancia de sus curas... Producían todo lo necesario para su propio consumo...” <br />
<br />
El sostenimiento de todos estaba asegurado —recuerda (en 1735) el obispo de Santa Cruz de la Sierra, Bernardino de la Fuente Rojas—. Las borracheras han desaparecido. Todos los días los enfermos reciben carne. Hay buena fruta: uvas, naranjas, cidras, limones reales, toronjas, limoncillos, piñas, lúcumas, plátanos guineos y de la sierra, higos... La pesca era abundante en ríos y lagos.<br />
<br />
Además de las incursiones de los paulistas, los nativos sufrían de penuria y escasez cuando en la época de lluvias se inundaban los terrenos y todo quedaba convertido en un inmenso lago. La «Carta Anua» de los misioneros de 1751, luego de registrar el traslado de los pueblos de San Javier y Loreto a nuevas ubicaciones, anota el hecho de que los Padres se embarcaban en las gradas de la iglesia en canoa grande para llevar el viático a los enfermos.<br />
<br />
A los estragos de las gigantescas inundaciones se añadían los de las pestes, que diezmaban pueblos enteros, como aconteció, a mediados del siglo XVIII, con San José de las Pampas, San Miguel de Itenes, Santa Rosa, San Luis y San Pablo. Sólo en un mes la epidemia causó en un pueblo más de trescientas muertes entre los indios baures. Las enfermedades contra las que los indios apenas tenían defensas orgánicas, parece que eran la viruela, el trancazo (gripe) y las dolencias pulmonares.<br />
<br />
Ante la amenaza de las malocas (grandes casas comunitarias de caña y paja, características de los pueblos de las regiones amazónicas) de los bandeirantes, los padres pensaron seriamente en lograr la licencia para que los indios usasen armas de fuego. Vino la Real Cédula respectiva el 17 de setiembre de 1723, que concedía la autorización a los misioneros de Mojos para usar armas de fuego. El virrey marqués de Castelfuerte, ordenó que se remitiesen de Lima a Santa Cruz doscientos fusiles y la pólvora suficiente. <br />
<br />
El Rey de España aprobaba este modo de proceder, pues era el único lenguaje con el cual podía impedirse la esclavización de los nativos. Autorización semejante había sido obtenida hacia 1640 en Madrid por el misionero limeño del Paraguay, padre Antonio Ruiz de Montoya, para defender a los indios del Guairá de las temibles incursiones de los portugueses.<br />
<br />
En 1720 hallamos la siguiente lista de reducciones que sumaban en total cerca de veinticinco mil bautizados y seis mil catecúmenos.<br />
:<br />
Loreto San Juan Bautista<br />
Trinidad San Ignacio<br />
San Javier San José<br />
San Pedro San Luis<br />
San José San Borja<br />
Santa Rosa San Pablo<br />
Exaltación Reyes <br />
San Joaquín Santa Ana<br />
San Martín Magdalena<br />
<br />
A mediados del siglo hallamos nuevos refuerzos de jesuitas germanos. Entre ellos distinguimos los nombres de Wolfgang Bayer y Francisco Javier Eder, a quien nos hemos referido anteriormente. El gobierno provincial del padre Antonio Garriga fue muy beneficioso para la misión, pues él mismo había ya trabajado en esas regiones y sabía por experiencia las necesidades de los nativos. De allí que a sus súbditos de la Provincia les exhorte a desear el trabajo duro de las misiones y no contentarse con los ministerios do ciudad. “Si lo primero que debe atesorar el jesuita en sus ministerios —dice— es su mayor aprovechamiento, claramente so conoce no deberse preferir éstos de aquí [Lima] ni posponer los de allí [Mojos]”.<br />
<br />
En 1750, o las reducciones enlistadas hay que añadir San José de Itenes, San Miguel, otra Santa Rosa, San Nicolás, San Simón y San Judas, de tal manera que en una carta del provincial del Perú, Baltasar de Moncada, al virrey Conde de Superunda, leemos: “Digo que los pueblos así antiguos como novísimos son 21. Los padres sacerdotes y hermanos coadjutores son por todos 46, y el número de almas de todas edades, así de los ya cristianos como de los que de nuevo se sacan de las grutas y bosques donde viven... es de 33.270 almas”.<br />
<br />
En sus visitas los Obispos de Santa Cruz, bajo cuya jurisdicción se hallaban las misiones de Mojos, quedaban bien impresionados del florecimiento de éstas. Así, por ejemplo, el dominico fray Jaime Mimbela y don Juan Cavero de Toledo, en el primer decenio del siglo XVIII. <br />
<br />
También visitaron las reducciones don Miguel Bernardino de la Fuente y don Juan Pablo de Olmedo. Aquél evoca en una carta de 1735 (al prelado de Panamá, Rodríguez Delgado), el pesado recorrido “en más de mil leguas que anduve de caminos asperísimos y temples tan ardientes como V.S.I. no ignora, (y) pasé trabajos imponderables... Todos los doy por bien empleados, así por haber cumplido con mi obligación como por haber visto las profundas raíces que ha echado en la fe aquella nueva cristiandad, de que estoy cierto coge Dios un copioso fruto de almas predestinadas” .<br />
<br />
Y así fue transcurriendo el siglo XVIII. Como reconoce Vargas Ugarte, gracias a los refuerzos venidos de Europa, especialmente de extranjeros, y a la cooperación de escogidos sujetos de la Provincia, la fe cristiana fue robusteciéndose en aquellos 30 mil nativos de la misión de Mojos. <br />
El orden externo y el buen régimen de los pueblos parecían asegurados, no obstante las amenazas de las incursiones de los bandeirantes, las repercusiones del tratado de Madrid del 13 de enero de 1750 entre las coronas española y portuguesa, llamado también «Tratado de Permuta» (de Intercambio) para definir los límites entre los territorios de ambos Dominios en América del Sur, las molestias constantes del mortífero clima y las epidemias. Un soldado español que había pasado por las misiones pocos años antes de la expulsión, dejó escritas las siguientes décimas:<br />
“Es Mojos en pocas voces / unas pampas pantanosas, / unas aguas cenagosas, / unos padres vicedioses, / unos caimanes feroces, / dos telares de algodón, / tal cual caballo rabón, / una maligna terciana, / unas indias con sotana, / y unos indios sin calzón. / Es una región sin trigo, / es un perenne hormiguero, / es un terrible tigrero, / un Sur, cruel enemigo, / es la muerte, poco digo, / es un infierno a los ojos, / es murciélago con piojos, / y si bien lo he de decir / cuanto mal puede venir / es definición de Mojos”. <br />
EL FINAL DE LA MISION<br />
El mal que acabó con las misiones de Mojos no fueron ni las incursiones de los mamelucos, ni las pestes, ni el agobiante clima, sino algo muy distinto e inesperado: un simple decreto del católico rey de las Españas Carlos III. La pragmática [sanción] del monarca fue expedida en Madrid el 27 de febrero de 1767 y comunicada a las autoridades de ultramar con todo sigilo. <br />
<br />
El gobernador Aymerich, recibido del Presidente de la Audiencia de Charcas la real orden de expulsión, la intimó al superior de las misiones, padre Juan de Beingolea, el 5 de octubre. La carta dice, entre otras cosas:<br />
<br />
“En el término de seis días, a lo más ocho, contados desde el día 8 del presente mes, los Padres Doctrineros... se pondrán en marcha para esta de Loreto, conduciéndose cada uno en canoa del pueblo que deja, con los víveres necesarios, cocineros y algunos sirvientes, para su asistencia en el viaje hasta Loreto, desde donde se transportarán por tierra a Santa Cruz y regresarán las canoas a su pueblo. También traerán en su compañía otra canoa con algunos indios principales y justicias del pueblo, cocineros y sirvientes, para que en este pueblo reciban a su nuevo cura, pues como faltos los indios de idioma castellano, se hace preciso les explique el padre que sale el recibo y demás que conduzca, cuando se les entregue el nominado cura, para que lo conduzca al pueblo; dejándolos bien impuestos, antes de su salida en la resolución de S. M. y que, como a fieles y leales vasallos suyos, deben conformarse con sus reales disposiciones, y poniéndolos también en que serán asistidos y cuidados, sin experimentar el menor perjuicio en trato, franco comercio con todos los españoles, cuyo idioma deberán aprender, y últimamente cuanto comprenda cada doctrinero pueda ser favorable a los intereses de S. M., para quietud y sosiego de estos sus pueblos y vasallos...”<br />
<br />
Añade la carta que los padres deben evacuar sin demora ni dilación los pueblos. Está suscrita en la misión de Loreto en Mojos el 5 de octubre de 1767. El padre Beingolea, al recibir la carta, hubo de quedar asombrado de su contenido; mas en la respuesta a Aymerich no deja traslucir ningún rechazo ni protesta; más bien, informa que trasmitirá las órdenes a los padres de la Exaltación, Santa Ana, San Javier y Trinidad. La respuesta está firmada el 8 de octubre de 1767 en San Pedro. <br />
<br />
Reunidos los misioneros en Santa Cruz, salieron de allí el 22 de mayo de 1768 y el 2 de julio llegaron a Cochabamba. Las siguientes estaciones fueron Oruro (30 agosto), Tacna (30 setiembre), Arica (22 octubre). Ingresaron en la capital del Virreinato el 9 de diciembre de 1768. Fue toda una travesía llena de penalidades y privaciones. Tres misioneros murieron en el camino de Mojos a Lima. Y otros quedaron tan maltratados que fallecieron en el viaje del Callao a Cádiz: tal sucedió con el padre José Reisner, que murió en Cartagena de Indias el 14 de mayo de 1769.<br />
<br />
Los curas reemplazantes no estuvieron desgraciadamente a la altura de las responsabilidades que debían asumir. Por lo pronto, tuvieron que afrontar la suspicacia de los nativos, su rebeldía y consternación ante un destierro que les era imposible entender. El gobernador Lázaro de Rivera, gobernador de Mojos después del exilio de los jesuitas, ha dejado escritas unas frases penetradas de desaliento y desolación: “En el día se han reducido los límites de la Provincia a sólo once pueblos, los más sin fondos, sin ganados y en su última declinación... No es fácil concebir cómo una provincia que ofrece tantas ventajas a nuestro Estado se halle abandonada en estos términos...”<br />
<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
'''ARMANDO NIETO VÉLEZ, S.J'''<br />
<br />
'''©Revista Peruana de Historia Eclesiástica'''</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=Glosario&diff=3705864
Glosario
2023-09-25T03:26:54Z
<p>Vrosasr: /* M */</p>
<hr />
<div><br />
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=== A ===<br />
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'''[[ABSOLUTISMO DE ESTADO; Las Iglesias de Estado]]'''<br />
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'''[[AGUASCALIENTES]]'''<br />
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'''[[ARCHIVO DEL CABILDO METROPOLITANO DE LIMA; Documentos interesantes]]'''<br />
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'''[[CHILE. Regiones misioneras siglos XVI, XVII y XVIII]]'''<br />
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'''[[CODICE BORGIA]]'''<br />
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'''[[CÓDICE COSPIANO]]'''<br />
<br />
'''[[CÓDICE DE LA CRUZ-BADIANO]]''' <br />
<br />
'''[[CODICE FEJERVARY - MAYER]]''' <br />
<br />
'''[[CÓDICE FLORENTINO]]'''<br />
<br />
'''[[CÓDICE MENDOZA]]''' <br />
<br />
'''[[CÓDICE RIOS]]''' <br />
<br />
'''[[CÓDICE OSUNA]]'''<br />
<br />
'''[[CÓDICES precolombinos]]'''<br />
<br />
'''[[CÓDICE VATICANO B]]'''<br />
<br />
'''[[COELHO DE ALMEIDA Víctor]]'''<br />
<br />
'''[[COFRADIAS EN PANAMÁ]]'''<br />
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'''[[COFRADÍAS EN CHILE]]'''<br />
<br />
'''[[COFRADÍAS EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[COFRADÍAS MARIANAS]]'''<br />
<br />
'''[[COLATINA; (Espírito Santo) - Diocese]]'''<br />
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'''[[COLEGIOS APOSTÓLICOS de Propaganda Fide]]'''<br />
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'''[[COLEGIO PÍO DE VILLA COLÓN]]'''<br />
<br />
'''[[COLEGIOS MAYORES DE LA UNIVERSIDAD DE CÓRDOBA]]'''<br />
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'''[[COLEGIO NUESTRA SEÑORA DEL HUERTO]]'''<br />
<br />
'''[[COLEGIO ORIENTAL DE HUMANIDADES]]'''<br />
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'''[[COLEGIO SEMINARIO – PADRES JESUITAS]]'''<br />
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'''[[COLEGIO VIZCAÍNAS]]'''<br />
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'''[[COLOMBIA; Afrodescendientes]]'''<br />
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'''[[COLOMBIA; Bolívar frente a la Iglesia]]'''<br />
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'''[[COLOMBIA; Clérigos patriotas y clérigos realistas]]'''<br />
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'''[[COLOMBIA; División del clero en el proceso de Independencia]]'''<br />
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'''[[COLOMBIA; Participación del clero en la Independencia]]'''<br />
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'''[[COLOMBIA; Religiosidad prehispánica, el mito de Bochica]]'''<br />
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'''[[COLOMBIA; Religiosidad prehispánica. El totemismo]]'''<br />
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'''[[COLOMBIA; Religiosidad prehispánica en las crónicas españolas]]'''<br />
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'''[[COLÓN, Cristóbal]]'''<br />
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'''[[COLON CRISTOBAL; cartas sobre el descubrimiento]]'''<br />
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'''[[COLON, Fernando]]'''<br />
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'''[[COLOQUIOS DE LOS DOCE APÓSTOLES DE MÉXICO]]'''<br />
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'''[[COMPAÑÍA DE JESÚS; Arribo y expansión en las Indias Occidentales]]'''<br />
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'''[[COMPAÑÍA DE JESÚS; Efectos de su expulsión de la Nueva España]]'''<br />
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'''[[COMPAÑÍA DE JESÚS; Elementos auxiliares de evangelización]]'''<br />
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'''[[COMPAÑÍA DE JESÚS; Métodos misionales]]'''<br />
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'''[[COMPAÑÍA DE JESUS: Proceso histórico de su supresión]]'''<br />
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'''[[COMPAÑÍA DE JESUS. Supresión en España]]'''<br />
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'''[[COMPAÑÍA DE JESÚS. Supresión en Hispanoamérica]]'''<br />
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'''[[COMPAÑÍA DE JESÚS. Supresión y restauración pontificia]]'''<br />
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'''[[COMPLEJO Tupí-Guaraní]]'''<br />
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'''[[CONCEPCIÓN, Diócesis de]]'''<br />
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'''[[CONCILIO DE TRENTO: SU APLICACIÓN EN EL VIRREINATO DEL PERÚ]]'''<br />
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'''[[CONCILIOS LIMENSES; Su atención a la población nativa]]'''<br />
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'''[[CONCILIO LIMENSE III: Doctrina sobre la Iglesia en sus documentos pastorales ]]''' <br />
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'''[[CONCILIO MEXICANO TERCERO; Intervención jesuítica]]''' <br />
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'''[[CONCILIO PLENARIO LATINOAMERICANO; Documentos]]''' <br />
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'''[[CONCILIO PLENARIO LATINOAMERICANO DE 1899]]'''<br />
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'''[[CONCILIO PROVINCIAL MEXICANO PRIMERO]]'''<br />
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'''[[CONCILIOS PROVINCIALES EN EL SIGLO XIX]]'''<br />
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'''[[CONCILIOS PROVINCIALES MEXICANOS PREPARATORIOS AL PLENARIO LATINOAMERICANO]]'''<br />
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'''[[CONCILIO TERCERO DE LIMA]]'''<br />
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'''[[CONCILIOS Y SÍNODOS LATINOAMERICANOS]]'''<br />
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'''[[CONCHA, Andrés de]]'''<br />
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'''[[CONCHA SUBERCASEAUX, JUAN ENRIQUE]]'''<br />
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'''[[CONFESIÓN; Lenguas indígenas y pastoral del Sacramento]]'''<br />
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'''[[CONFESIÓN; impacto de los ritos prehispánicos en la pastoral cristiana]]'''<br />
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'''[[CONGRESOS CATÓLICOS URUGUAYOS]]'''<br />
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'''[[CONGREGACIONES FEMENINAS EN CHILE]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA DE AMÉRICA; Vitoria y la Escuela de Salamanca]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA DE MÉXICO ]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA DE MEXICO: El drama del encuentro (I)]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA DE MEXICO. El drama del encuentro (II)]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA PACÍFICA (1); El Padre Córdoba y el Padre Las Casas]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA PACÍFICA (2); Iniciación del Plan de Tierra Firme]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA PACÍFICA (3); Fundaciones evangelizadoras]]'''<br />
<br />
'''[[CONQUISTA PACÍFICA (4); Cuarteamiento del Plan de Tierra Firme]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA PACÍFICA (5); El hundimiento del Plan]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA Y COLONIZACIÓN; Debates jurídicos]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA Y COLONIZACIÓN: La acción de Vasco de Quiroga]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA Y COLONIZACIÓN; Situación de los indígenas]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA Y EVANGELIZACIÓN; Directrices y acciones de la Corona Española]]'''<br />
<br />
'''[[CONQUISTA Y EVANGELIZACIÓN: El encuentro de los dos mundos]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA Y EVANGELIZACIÓN: El problema jurídico y misional]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA Y EVANGELIZACIÓN; La experiencia cristiana]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA Y EVANGELIZACIÓN; La conciencia cristiana de la Corona]]'''<br />
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'''[[CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO (CELAM)]]'''<br />
<br />
'''[[CONSEJO REAL DE INDIAS]]'''<br />
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'''[[CONSTITUCIÓN CRISTERA]]'''<br />
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'''[[CONSTITUIÇÕES DO ARCEBISPADO DA BAHIA]]'''<br />
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'''[[CONTINENTE DE LA ESPERANZA]]'''<br />
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'''[[CONTRIBUCIÓN CATÓLICA A LA AGRICULTURA DE URUGUAY]]'''<br />
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'''[[CONTRIBUCIÓN CATÓLICA A LAS CIENCIAS EN URUGUAY]]'''<br />
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'''[[CÓRDOBA DE LA NUEVA ANDALUCÍA]]'''<br />
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'''[[CÓRDOVA Y SALINAS, fray Diego de]]'''<br />
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'''[[CORONA ESPAÑOLA Y POBLACIÓN INDÍGENA; Legislación]]'''<br />
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'''[[CORONA ESPAÑOLA Y POBLACION INDIGENA; Organismos y convivencia]]'''<br />
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'''[[CORONA ESPAÑOLA: Su papel en la evangelización y en los derechos del indio]]'''<br />
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'''[[CORREA MAGALLANES, San Mateo]]'''<br />
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'''[[CORTÉS, Hernán]]'''<br />
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'''[[CORTÉS HERNÁN; Cartas de relación]]'''<br />
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'''[[CORUÑA, Agustín]]'''<br />
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'''[[COSÍO VILLEGAS, Daniel]]'''<br />
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'''[[COSTA RICA; Afrodescendientes]]'''<br />
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'''[[CRATEÚS; (Ceará) – Diocese]]'''<br />
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'''[[CRIOLLISMO]]'''<br />
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'''[[CRIOLLOS; su aporte a la evangelización]]'''<br />
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'''[[CRISTIADA ]]'''<br />
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'''[[CRISTIADA; Intervención de los Estados Unidos]]'''<br />
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'''[[CRISTIANDAD INDIANA; Origen, desarrollo y ocaso]]'''<br />
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'''[[CRISTO REY; La fiesta de los laicos]]'''<br />
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'''[[CRÓNICA EN EL ISTMO PANAMEÑO]]'''<br />
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'''[[CRÓNICAS ANÓNIMAS DE INDIAS]]'''<br />
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'''[[CRONISTAS ANTIGUOS EN URUGUAY]]'''<br />
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'''[[CRONISTAS DE INDIAS Y LA RELIGIÓN]]'''<br />
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'''[[CRONISTAS DE LA EVANGELIZACIÓN EN MEXICO (1519-1530)]]'''<br />
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'''[[CRUZ ALVARADO, San Atilano]]'''<br />
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'''[[CUAUHTÉMOC]]'''<br />
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'''[[CUAUTITLÁN; Convento franciscano y Juan Diego Cuahutlatoatzin]]'''<br />
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'''[[CUBA; Afrodescendientes]]'''<br />
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'''[[CUBA; erección de templos a la Virgen de la Caridad]]'''<br />
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'''[[CUBA; la Virgen de la Caridad y la formación de la Nación]]'''<br />
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'''[[CUBA; la Iglesia y la Virgen en el Congreso Católico Nacional de 1959]]'''<br />
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'''[[CUBA; ¿un fósil prehistórico?]]'''<br />
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'''[[CUEVAS, Mariano]]'''<br />
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'''[[CULTURA DE LA INTEROCEANIDAD DE PANAMÁ]]'''<br />
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'''[[CULTURA EMERGENTE]]'''<br />
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'''[[CULTURA HISPANOAMERICANA. Origen, desarrollo y características]]'''<br />
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'''[[CULTURA MESTIZA DE SAN JUAN DE PENONOMÉ]]'''<br />
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'''[[CULTURAS ABORÍGENES DEL URUGUAY]]'''<br />
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'''[[CULTURAS CANALERAS DE PANAMÁ]]'''<br />
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'''[[CULTURA LATINOAMERICANA; origen, evolución e identidad ]]'''<br />
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'''[[CULTURAS PRECOLOMBINAS: El Tawantisuyo incaico (1438-1533)]]'''<br />
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'''[[CULTURAS PRECOLOMBINAS. Los Pueblos del Delta del Orinoco ]]'''<br />
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'''[[CULTURAS REGIONALES DE URUGUAY]]'''<br />
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'''[[CULTURA Y SOCIEDAD EN HISPANOAMÉRICA]]'''<br />
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'''[[CULTURAS PRECOLOMBINAS; América Central y Nor Andina]]'''<br />
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'''[[CULTURAS PRECOLOMBINAS. Los pueblos del Caribe]]'''<br />
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'''[[CULTURAS PRECOLOMBINAS; Los pueblos en Norteamérica]]'''<br />
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'''[[CULTURAS PRECOLOMBINAS. Panorama general]]'''<br />
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=== D ===<br />
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'''[[DE BRY THEODOR; Obras en la Biblioteca Apostólica Vaticana (BAV)]]'''<br />
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'''[[DE CASTRO BARROS, Pedro Ignacio]]'''<br />
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'''[[DE LA CRUZ, SOR JUANA INÉS]]'''<br />
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'''[[DE LA CUEVA PONCE DE LEÓN, Alonso]]'''<br />
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'''[[DE LA SANTA Y ORTEGA, Remigio]]'''<br />
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'''[[DE LANDA Fray Diego]]'''<br />
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'''[[DE LEÓN, Antonio]]'''<br />
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'''[[DELGADO JOSÉ MATÍAS. La cuestión del obispado salvadoreño]]'''<br />
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'''[[DELGADO JOSÉ MATÍAS. Las independencias de Centro América]]'''<br />
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'''[[DE LOS RIOS Y ARMENGOL Francisco]]'''<br />
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'''[[DE LUNA VICTORIA y CASTRO, Francisco Javier]]'''<br />
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'''[[DE ROSALES, Diego]]'''<br />
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'''[[DE VEGA, Feliciano]]'''<br />
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'''[[DE VEGA, Feliciano; Su obra episcopal y literaria]]'''<br />
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'''[[DEFENSA DEL INDÍGENA]]'''<br />
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'''[[DEFENSA DEL INDÍGENA EN URUGUAY]]'''<br />
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'''[[DEFENSA DEL INDÍGENA; misiones en Panamá]]'''<br />
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'''[[DEFENSA Y DIGNIDAD DEL INDÍGENA EN CHILE]]'''<br />
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'''[[DERECHO CANÓNICO EN CHILE]]'''<br />
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'''[[DERECHO DE ASILO EN LAS IGLESIAS]]'''<br />
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'''[[DERECHO INDIANO; La búsqueda de la justicia]]'''<br />
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'''[[DERECHOS DE LOS INDIOS; la controversia Sepúlveda-Las Casas]]'''<br />
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'''[[DERECHOS HUMANOS; Documentos de Francisco José de Jaca]]'''<br />
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'''[[DERECHOS HUMANOS Y LIBERTAD DE LOS INDIOS]]'''<br />
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'''[[DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA; su repercusión en Europa]]'''<br />
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'''[[DESCUBRIMIENTO DEL NUEVO MUNDO: Mentalidades culturales en el Mundo Europeo en la vigilia de 1492]]'''<br />
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'''[[DESCUBRIMIENTO, HALLAZGO Y ENCUENTRO]]'''<br />
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'''[[DESCUBRIMIENTO Y EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA. Los debates preparatorios (I)]]'''<br />
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'''[[DESCUBRIMIENTO Y EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA. Los debates preparatorios (II)]]'''<br />
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'''[[DESCUBRIMIENTO Y EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA. Los debates preparatorios (III)]]'''<br />
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'''[[DESCUBRIMIENTO Y EVANGELIZACIÓN; Conciencia de Isabel la Católica]]'''<br />
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'''[[DESCUBRIMIENTO Y EVANGELIZACIÓN; El ocaso de Cristóbal Colón]]'''<br />
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'''[[DESCUBRIMIENTO Y EVANGELIZACIÓN; Su sentido en las Bulas Alejandrinas]]'''<br />
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'''[[DESCUBRIMIENTO Y EVANGELIZACIÓN; Preparación de la Expedición descubridora]]'''<br />
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'''[[DÍAZ DEL CASTILLO, Bernal]]'''<br />
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'''[[DÍAZ NUÑEZ JUAN]]'''<br />
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'''[[DIEZMOS DE LOS INDIOS; directrices de la Junta eclesiástica de 1546]]'''<br />
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'''[[DOMINICOS; Misión de Fray Vicente Valverde en Cajamarca]]'''<br />
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'''[[DOMINICOS; Papel pacificador en el siglo XVI]]'''<br />
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'''[[DOMINICOS en la Nueva España]]'''<br />
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'''[[DONDERS Pedro]]'''<br />
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'''[[DONOSO VIVANCO, Justo Pastor]]'''<br />
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'''[[ELÍZAGA PRADO, José Mariano]]'''<br />
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'''[[EL SALVADOR EN EL SIGLO XX (I)]]'''<br />
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'''[[EL SALVADOR. Fe y política en el arzobispado de Oscar Arnulfo Romero (I)]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; contribución del poder temporal]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; colaboración de «otras» órdenes]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN Y ENCOMIENDAS EN PERÚ]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN E IDENTIDAD DE AMÉRICA LATINA]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN: Experiencias laicales]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; gentes, tierras y caminos]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; interpretaciones]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; La transfiguración del mundo prehispánico]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; Los movimientos misioneros]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; su impacto en un nuevo mundo]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACION; Sus rutas americanas]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; participación de las mujeres]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; participación del clero secular]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; Promoción socio-cultural]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA; Cifras y datos]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA; contribución de los jesuitas]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA; los primeros evangelizadores y sus métodos]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN DE IBEROAMÉRICA; contexto inicial]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN EN IBEROAMÉRICA: Documentación en la BAV y ASV]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN FUNDANTE]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN Y CARIDAD EN AMÉRICA LATINA]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN Y EDUCACIÓN; Colegios y Universidades]]''' <br />
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'''[[EVANGELIZADORES; La misionera «Christianitas» hispana]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZADORES; Los misioneros del Brasil]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACÁO; dos afro-americanos]]'''<br />
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'''[[EXPANSIÓN MISIONAL. Rutas]]'''<br />
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'''[[EXPLORACIONES AUSTRALES DESDE HISPANOAMÉRICA]]'''<br />
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'''[[EXPULSIÓN DE LOS JUDÍOS; Análisis del Edicto de 1492]]'''<br />
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'''[[EXPULSIÓN DE LOS JUDÍOS; Su condición jurídica y social]]'''<br />
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'''[[EXPULSIÓN DE LOS JUDÍOS; El Edicto de 1492]]'''<br />
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'''[[EXPULSIÓN DE LOS JUDÍOS; La Reina Isabel y la Reconquista]]'''<br />
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'''[[EYZAGUIRRE PORTALES, José Ignacio Víctor]]'''<br />
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'''[[FACULTAD DE TEOLOGÍA «MONS. MARIANO SOLER»]]'''<br />
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'''[[FEIJÓ, Diogo Antônio]]'''<br />
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'''[[FERNÁNDEZ CONCHA, Domingo]]'''<br />
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'''[[FERNÁNDEZ CONCHA, Josefa]]'''<br />
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'''[[FERNÁNDEZ CONCHA, Rosa]]'''<br />
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'''[[FERNANDEZ DE OVIEDO Y VALDES, Gonzalo]]'''<br />
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'''[[FERNÁNDEZ DE PIEDRAHITA, Lucas]]'''<br />
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'''[[FERNANDEZ DE SANTA CRUZ Y SAHAGÚN, Manuel]]'''<br />
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'''[[FERNÁNDEZ DE URIBE Y CASAREJOS, José]]'''<br />
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'''[[FERRI, Alfonso]]'''<br />
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'''[[FERROCARRIL TRANSÍSTMICO DE PANAMÁ]]'''<br />
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'''[[FILHAS DA CARIDADE]]'''<br />
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'''[[FILIPINAS. Inicio de su incorporación a la Corona española]]'''<br />
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'''[[FILIPINAS. LABOR DE BENEFICENCIA DE LA IGLESIA]]'''<br />
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'''[[FILIPINAS. Labor educativa de la Iglesia]]'''<br />
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'''[[FILIPINAS; Metodología misionológica-pastoral]]'''<br />
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'''[[FILIPINAS: Órdenes religiosas y Clero secular]]'''<br />
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'''[[FILIPINAS: Organización de la Iglesia]]'''<br />
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'''[[FILIPINAS: Proceso histórico de su evangelización]]'''<br />
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'''[[FILIPINAS. Su colonización desde Nueva España]]'''<br />
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'''[[FILOSOFÍA EN URUGUAY]]'''<br />
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'''[[FILOSOFÍA Náhuatl]]'''<br />
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'''[[FILOSOFÍA Y CATOLICISMO EN CHILE]]'''<br />
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'''[[FLOR Y CANTO DEL NACIMIENTO DEL NUEVO MÉXICO]]'''<br />
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'''[[FLORES, Ana]]'''<br />
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'''[[FLORES GARCÍA, San Margarito]]'''<br />
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'''[[FLORES y TRONCOSO, Francisco de Asís]]'''<br />
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'''[[FLORIANÓPOLIS; (Santa Catarina) Arquidiocese]]'''<br />
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'''[[FRANCISCANOS DEL PERU; Defensores de los nativos]]'''<br />
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'''[[FRANCISCANOS en Chile]]'''<br />
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=== Q ===<br />
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'''[[QUERÉTARO, Arte Virreinal]]'''<br />
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'''[[QUERÉTARO; Diócesis]]''' <br />
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'''[[QUETZALCÓATL]]'''<br />
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'''[[QUEVEDO, Fray Juan De]]'''<br />
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'''[[QUINTO SOL (La cosmogonía azteca)]]'''<br />
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'''[[QUIROGA, Vasco de]]'''<br />
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'''[[QUIROGA VASCO DE; Defensor de los Derechos Humanos]]'''<br />
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'''[[QUIROGA VASCO DE: Escritos]]'''<br />
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'''[[QUIROGA VASCO DE; Su pensamiento en torno a la Conquista]]'''<br />
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'''[[QUIROGA VASCO DE; Texto de su testamento]]'''<br />
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=== R ===<br />
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'''[[RACIONALISMO ESPIRITUALISTA EN URUGUAY]]'''<br />
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'''[[RADIO DIFUSORA JACKSON]]'''<br />
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'''[[RAMIREZ ÁLVAREZ, José Fernando]]'''<br />
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'''[[RAMÍREZ, Fray Juan]]'''<br />
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'''[[RAMOS ARIZPE, José Miguel]]'''<br />
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'''[[RAMOS DE LORA Juan]]'''<br />
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'''[[RAMUSIO, Giambattista]]'''<br />
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'''[[RAUW, Johann]]'''<br />
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'''[[REDUCCIONES DE LOS INDIOS; directrices de la Junta eclesiástica de 1546]]'''<br />
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'''[[REESTRUTURAÇÃO ECLESIAL NA REPÚBLICA VELHA]]'''<br />
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'''[[REFORMA DE LA IGLESIA ESPAÑOLA]]'''<br />
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'''[[REFORMAS DE CARLOS III PARA AMÉRICA]]'''<br />
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'''[[REGALISMO BRASILEIRO]]'''<br />
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'''[[REGALISMO BORBÓNICO]]'''<br />
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'''[[REGULES, Dardo]]'''<br />
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'''[[RELACIONES IGLESIA ESTADO EN MÉXICO. Periodo Virreinal]]'''<br />
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'''[[RELACIONES IGLESIA ESTADO EN MÉXICO. En el Segundo Imperio]]'''<br />
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'''[[RELACIONES IGLESIA-ESTADO EN MÉXICO. Siglo XIX]]'''<br />
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'''[[RELIGIONES AFROAMERICANAS]]'''<br />
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'''[[RELIGIÓN EN LOS ESCRITORES DE INDIAS]]'''<br />
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'''[[RELIGIOSIDAD POPULAR. El culto a la Virgen]]'''<br />
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'''[[RELIGIOSIDAD POPULAR; Manifestaciones de piedad]]'''<br />
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'''[[RELIGIOSIDAD POPULAR; sus manifestaciones artísticas]]'''<br />
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'''[[REMÍREZ SÁNCHEZ Fernando]]'''<br />
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'''[[REPISO MARTÍNEZ DE ORBE, Antonio ]]'''<br />
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'''[[REPÚBLICA DOMINICANA; Concordato de 1954]]'''<br />
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'''[[REPÚBLICA DOMINICANA; La bula «In apostolatus culmine»]]'''<br />
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'''[[REPÚBLICA DOMINICANA; La Constitución de San Cristóbal]]'''<br />
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'''[[REPÚBLICA DOMINICANA; Nacionalidad y catolicismo]]'''<br />
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'''[[REQUERIMIENTO; Origen, práctica y derogación]]'''<br />
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'''[[RERUM NOVARUM; Una encíclica profética]]'''<br />
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'''[[REVOLUCIONES MEXICANAS; la facción «carrancista»]]'''<br />
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'''[[REVOLUCIONES MEXICANAS; La facción «zapatista»]]'''<br />
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'''[[REVOLUÇÃO DOS PADRES]]'''<br />
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'''[[REVUELTAS SÁNCHEZ, Silvestre]]'''<br />
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'''[[REYES SALAZAR, San Sabás]]'''<br />
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'''[[REYES OCHOA, Alfonso]]'''<br />
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'''[[RÍO DE LA PLATA; Su mundo cultural, económico y político]]'''<br />
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'''[[RIVA PALACIO, Guerrero Vicente]]'''<br />
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'''[[ROBLES HURTADO, San José María]]'''<br />
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'''[[RODRIGUEZ DE VALDERAS, Fray Gaspar]]'''<br />
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'''[[RODRIGUEZ TENA, Fray Fernando]]'''<br />
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'''[[ROJAS Y ARRIETA, Guillermo]]'''<br />
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'''[[ROMANO, Diego]]'''<br />
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'''[[ROMERO, Luis Francisco ]]'''<br />
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'''[[ROMERO DE TERREROS, Manuel]]'''<br />
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'''[[ROMERO OSCAR ARNULFO. Posición ante la crisis Salvadoreña]]'''<br />
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'''[[ROMERO, Oscar Arnulfo]]'''<br />
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'''[[ROMO GONZÁLEZ, Santo Toribio]]'''<br />
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'''[[ROSAS, Juventino]]'''<br />
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'''[[ROSSELL Y ARELLANO Mariano]]'''<br />
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'''[[ROSS EDWARDS, Juana]]'''<br />
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'''[[RUIZ DE ALARCÓN Y MENDOZA, Juan]]'''<br />
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'''[[RUIZ Y FLORES, Leopoldo]]'''<br />
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'''[[RULFO, Juan]]'''<br />
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'''[[RUSCELLI, Girolamo]]'''<br />
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'''[[RUTA DE LAS ESPECIAS; Rivalidad entre España y Portugal]]'''<br />
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=== S ===<br />
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'''[[SACRIFICIOS HUMANOS]]'''<br />
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'''[[SAHAGÚN, Bernardino de Fray]]'''<br />
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'''[[SALAS, Antonia]]'''<br />
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'''[[SALAS Y TORO, José Hipólito]]'''<br />
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'''[[SALAMANCA EN IBEROAMÉRICA]]'''<br />
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'''[[SALTO, Diócesis]]'''<br />
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'''[[SALVADOR; (Bahía) - Arquidiocese]]'''<br />
<br />
'''[[SANDOVAL, Alonso de]]'''<br />
<br />
'''[[SÁNCHEZ DE TAGLE VARELA, Francisco Manuel]]'''<br />
<br />
'''[[SÁNCHEZ DELGADILLO, San Jenaro]]'''<br />
<br />
'''[[SANCHEZ DEL RÍO, José]]'''<br />
<br />
'''[[SÁNCHEZ SANTOS Trinidad]]'''<br />
<br />
'''[[SAN ALBERTO JOSÉ ANTONIO DE]]'''<br />
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'''[[SAN BERNARDINO DE MONTEVIDEO; Convento y colegio]]'''<br />
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'''[[SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS]]'''<br />
<br />
'''[[SAN FELIPE Y SANTIAGO DE MONTEVIDEO]]'''<br />
<br />
'''[[SAN JUAN DE ULÚA. Castillo-Fortaleza]]'''<br />
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'''[[SAN LUIS POTOSÍ; Arte Virreinal]]'''<br />
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'''[[SAN MARTÍN, FRAY TOMÁS DE]]'''<br />
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'''[[SAN MIGUEL DE ALLENDE; Arte Virreinal]]'''<br />
<br />
'''[[SANTA FE DE BOGOTÁ. Arquidiócesis (1562-1625)]]'''<br />
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'''[[SANTA FE DE BOGOTÁ; Retrato moral y espiritual de Jiménez de Quesada]]'''<br />
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'''[[SANTA FE DE BOGOTÁ; Sentido de su fundación]]'''<br />
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'''[[SANTA MARIA; (Rio Grande do Sul) – Diocese]]'''<br />
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'''[[SANTA MARIA DE GUADALUPE; La Primera Misionera]]'''<br />
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'''[[SANTO TOMÁS, Fray Domingo De]]'''<br />
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'''[[SANTO TOMÁS FRAY DOMINGO DE: Cartas a Felipe II]]'''<br />
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'''[[SANTOS; Diocese]]'''<br />
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'''[[SANTOS LATINOAMERICANOS]]'''<br />
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'''[[SANTIAGO DE CHILE; Diócesis]]'''<br />
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'''[[SANTUARIO NACIONAL DE LA GRUTA DE LOURDES]]'''<br />
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'''[[SANTUARIO NACIONAL DE LA VIRGEN DEL VERDÚN]]'''<br />
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'''[[SANTUARIO POPULAR DE SAN CONO]]'''<br />
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'''[[SANTUARIO URUGUAYO-ARGENTINO EN TIERRA SANTA]]'''<br />
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'''[[SANTUARIOS EN CHILE]]'''<br />
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'''[[SANTUARIOS EN PANAMÁ]]'''<br />
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'''[[SANTUARIOS MARIANOS DE MÉXICO; Bajío]]'''<br />
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'''[[SANTUARIOS MARIANOS DE MÉXICO; Sureste]]'''<br />
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'''[[SANTUARIOS MARIANOS EN MÉXICO; Ciudad de México]]'''<br />
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'''[[SANTUARIOS MARIANOS EN MÉXICO; Occidente]]'''<br />
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'''[[SANTUARIOS MARIANOS EN MÉXICO; Valle de México]]'''<br />
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'''[[SANTUARIOS NACIONALES. Argentina; Bolivia]]'''<br />
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'''[[SANTUARIOS NACIONALES; Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana]]'''<br />
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'''[[SANTUARIOS NACIONALES; Uruguay y Venezuela]]'''<br />
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'''[[SÃO PAULO; (São Paulo) – Arquidiocese]]'''<br />
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'''[[SARMIENTO DE HOJACASTRO, Martín]]'''<br />
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'''[[SAUTER PELAGIO]]'''<br />
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'''[[SECCO ILLA, Joaquín]]'''<br />
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'''[[SECULARIZACIÓN; Proceso en Uruguay]]'''<br />
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'''[[SEGUNDO IMPÉRIO DO BRASIL; A QUESTÃO RELIGIOSA]]'''<br />
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'''[[SEGUNDO IMPERIO MEXICANO]]'''<br />
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'''[[SEMINARIO DE SAN CARLOS Y SAN MARCELO (Trujillo)]]'''<br />
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'''[[SEMINARIO CONCILIAR DE SANTO TORIBIO]]'''<br />
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'''[[SEMINARIO CONCILIAR DE SAN CRISTOBAL (Huamanga)]]'''<br />
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'''[[SEMINARIOS CONCILIARES HISPANOAMERICANOS]]'''<br />
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'''[[SEMINARIO MAYOR INTERDIOCESANO DE CRISTO REY]]'''<br />
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'''[[SEMINARIO MAYOR SAN JOSE; Historia]]'''<br />
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'''[[SENO MEXICANO; Evangelización del Nuevo Santander]]'''<br />
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'''[[SEÑOR DE LOS MILAGROS; Devoción en Perú]]'''<br />
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'''[[SEÑORÍOS PREHISPÁNICOS. Los Altépetl mesoamericanos]]'''<br />
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'''[[SEPARACIÓN DE LA IGLESIA Y EL ESTADO EN URUGUAY]]'''<br />
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'''[[SERMON GUADALUPANO HISTÓRICO-APOLOGÉTICO]]'''<br />
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'''[[SERMONES GUADALUPANOS en la formación de la identidad mexicana]]'''<br />
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'''[[SERRA FRAY JUNÍPERO; Historia de su causa de Canonización]]'''<br />
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'''[[SERRA FRAY JUNÍPERO: Reivindicación de su memoria histórica (I)]]'''<br />
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'''[[SERRA FRAY JUNÍPERO; Reivindicación de su memoria histórica (II)]]''' <br />
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'''[[SERRA FRAY JUNIPERO; Su perfil espiritual]]''' <br />
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'''[[SERRA, Fray Junípero]]''' <br />
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'''[[SETE POVOS DAS MISSÕES]]'''<br />
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'''[[SIERRA MÉNDEZ, Justo ]]'''<br />
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'''[[SIGÜENZA Y GÓNGORA, Carlos]]'''<br />
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'''[[SILVANO, Bernardo]]'''<br />
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'''[[SIMÓN BOLÍVAR Y LA IGLESIA]]'''<br />
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'''[[SINALOA; Conquista y creación de la Provincia]]'''<br />
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'''[[SINALOA; LAS MISIONES JESUITAS]]'''<br />
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'''[[SINALOA; Primeras acciones evangelizadoras]]'''<br />
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'''[[SINCRETISMO AFRO-BRASILEIRO]]'''<br />
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'''[[SOCIEDAD MEXICANA DE HISTORIA ECLESIÁSTICA]]'''<br />
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'''[[SOCIEDADES DE PENSAMIENTO. Los Guadalupes]]'''<br />
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'''[[SOCIEDADES FILARMÓNICAS EN MÉXICO]]'''<br />
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'''[[SOLANO, San Francisco]]'''<br />
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'''[[SOTO, Domingo de]]'''<br />
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'''[[SPAGNOLI, Battista]]'''<br />
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'''[[SUÁREZ, Sor Úrsula ]]'''<br />
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'''[[SUBLIMIS DEUS; Bula y Breves de Paulo III]]'''<br />
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'''[[TENOCHTITLÁN. Mitos, leyendas y realidades]]'''<br />
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'''[[TEOLOGÍA EN LATINOAMÉRICA. Perspectiva del Arzobispo Romero]]'''<br />
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'''[[TEOLOGÍA Y DERECHO; La presencia española en Perú]]'''<br />
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'''[[TEOTIHUACÁN]]'''<br />
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'''[[TEPEACA]]'''<br />
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'''[[TEPEYAC]]'''<br />
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'''[[TERESA DE MIER Y NORIEGA, Servando]]'''<br />
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'''[[TEJEDA Y GUZMÁN Luis De]]'''<br />
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'''[[TEXAS]]'''<br />
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'''[[TEXCOCO]]'''<br />
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'''[[TEZCATLIPOCA; Deidad azteca]]'''<br />
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'''[[THEVET, Andre de]]'''<br />
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'''[[TILMA GUADALUPANA]]'''<br />
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'''[[TOLTECAS]]'''<br />
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'''[[TONÁNTZIN (Cihuacóatl o Centeótl) ]]'''<br />
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'''[[TRADICIÓN Y MODERNIDAD; El laboratorio y la biblioteca ]]'''<br />
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'''[[TRÁFICO ESCRAVO; Transformações na Provincia de São Paulo ]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; Condenas de la Teología y de la razón]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; Condenas de los Papas]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; Su abolición en Hispanoamérica]]'''<br />
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'''[[TRATADO DE ALCAZOVAS-TOLEDO ]]'''<br />
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'''[[UPPSALA; Mapa de]]'''<br />
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'''[[URUGUAY; Afrodescendientes]]'''<br />
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'''[[URUGUAY; Decreto Ley de Educación Común]]'''<br />
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'''[[URUGUAY; Santoral]]'''<br />
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'''[[URUGUAY; Su génesis cultural y religiosa]]'''<br />
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=== V ===<br />
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'''[[VAÏSSE, Emilio (Omer Emeth)]]'''<br />
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'''[[VALADÉS, Fray Diego de]]'''<br />
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'''[[VALVERDE Fray Vicente De. Primer obispo del Perú]]'''<br />
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'''[[VALVERDE TÉLLEZ, Emeterio]]'''<br />
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'''[[VAN UFFELDRE DE SANTO TOMÁS, Fray Adrián]]'''<br />
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'''[[VARELA Félix; Vida y Obra]]'''<br />
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'''[[VARELA Félix; Proceso de beatificación; Parte 1]]'''<br />
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'''[[VARELA Félix; Proceso de beatificación; Parte 2]]'''<br />
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'''[[VARELA, José Pedro]]''' <br />
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'''[[VARGAS GONZÁLEZ, Jorge y Ramón]]'''<br />
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'''[[VELASCO Y RUIZ DE ALARCÓN, Luis de]]'''<br />
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'''[[VELAZQUEZ RODRÍGUEZ, Primo Feliciano]]'''<br />
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'''[[VENEZUELA; Afrodescendientes]]'''<br />
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'''[[VENEZUELA: Lectura historiográfica de su Independencia]]'''<br />
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'''[[VERA Y DURÁN, Jacinto]]'''<br />
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'''[[VERACRUZ. Arquidiócesis y diócesis]]'''<br />
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'''[[VERACRUZ, Fray Alonso de la]]'''<br />
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'''[[VERACRUZ: Puerta del encuentro de dos mundos]]'''<br />
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'''[[VERSTEGEN (Richard Rowlands)]]'''<br />
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'''[[VIAJE DE CIRCUNNAVEGACIÓN 1519-1522. Magallanes y Elcano]]'''<br />
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'''[[VIAJES DE JUAN PABLO II A MÉXICO]]''' <br />
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'''[[VIAJES DE JUAN PABLO II A URUGUAY]]''' <br />
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'''[[VICARIATO APOSTÓLICO DEL URUGUAY]]'''<br />
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'''[[VICUÑA LARRAÍN, Manuel ]]'''<br />
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'''[[VILASECA AGUILERA, José María]]'''<br />
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'''[[VILLAGRÁ, Gaspar de]]'''<br />
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'''[[VILLARROEL, Gaspar de]]'''<br />
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'''[[VIRGEN DE LOS TREINTA Y TRES]]'''<br />
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'''[[VIRREYES; Facultades y limitaciones]]'''<br />
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'''[[VIRUELA]]'''<br />
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'''[[VITORIA; El Derecho de Gentes]]'''<br />
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'''[[VITORIA, Francisco De]]'''<br />
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'''[[VITORIA; Influencia de la «Relectio de indis» en las «Leyes Nuevas»]]'''<br />
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'''[[VITORIA; La Relectio de Indis]]'''<br />
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'''[[VITORIA; los justos títulos de la conquista]]'''<br />
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'''[[VITORIA; Principios, Fuentes y Bibliografía Indianas]]'''<br />
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'''[[VIVES SOLAR, Fernando ]]'''<br />
<br />
'''[[VUDÚ]]'''<br />
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=== W ===<br />
<br />
'''[[WAST, Hugo]]'''<br />
<br />
=== X ===<br />
<br />
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=== Y ===<br />
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'''[[YÉREGUI, Inocencio María]]'''<br />
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'''[[YERMO Y PARRES, San Jóse María de]]'''<br />
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'''[[YUCATÁN. Diócesis]]'''<br />
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'''[[YUCATÁN EN EL TIEMPO. Enciclopedia]]'''<br />
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'''[[YUCATÁN. Problemáticas en su evangelización]]'''<br />
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=== Z ===<br />
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'''[[ZAPATA DE CÁRDENAS, Luis]]'''<br />
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'''[[ZAPATA SALAZAR, Emiliano]]'''<br />
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'''[[ZÁRATE, Agustín de]]'''<br />
<br />
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<br />
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<br />
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<br />
'''[[ZORRILLA DE SAN MARTÍN, Juan]]'''<br />
<br />
'''[[ZUMÁRRAGA, Fray Juan de]]'''<br />
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'''[[ZUMÁRRAGA; La salvación de los indios]]'''<br />
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'''[[ZUMÁRRAGA: Su visión de los indígenas mexicanos]]'''</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=PRO_JU%C3%81REZ_HUMBERTO.&diff=3705863
PRO JUÁREZ HUMBERTO.
2023-09-11T01:43:51Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==(Concepción del Oro, 1903-Ciudad de México, 1927)==<br />
<br />
==Nota introductoria.==<br />
<br />
La presente semblanza de Humberto Pro Juárez, hermano del Padre Pro y compañero de martirio, fue leída ante el Grupo «Humberto Pro» de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), correspondiente a la Parroquia de San Cosme de la ciudad de México. <br />
<br />
Fue escrita y pronunciada en la solemnidad de la entrega de su bandera a dicho Grupo el 15 de diciembre de 1935, por Luis Beltrán y Mendoza. La ausencia de bibliografía queda compensada con creces por el testimonio de Luis Donateur quien fuera su amigo, compañero y testigo de su admirable vida, y que por escrito entregó al autor de esta semblanza pocas semanas después del martirio de los hermanos Pro Juárez. En cursivas está señalado el escrito de Luis Donateur. <br />
<br />
==Prólogo==<br />
<br />
Cuando pensamos en los hombres superiores que alcanzan los planos en que viven los héroes, volamos siempre a las páginas de la Historia nos remontamos a épocas lejanas, y sobre todo, nos los imaginamos hechos de una materia especial, distinta de la que nosotros hemos sido hechos; jamás se nos ocurre que entre aquellos con quienes convivimos haya hombres de muy grande virtud, y por ello muchas voces no alcanzamos a descubrir y aprovechar los valores que poseemos.<br />
<br />
Sufrimos con eso una desorientación de perniciosas consecuencias de las cuales es la principal el considerarnos incapaces de elevarnos nosotros mismos a alturas que nos parecen reservadas por privilegio singular a determinados individuos, y con ello nos cortamos las alas para aspirar a la perfección.<br />
<br />
Si en cualquier hombre es ese un error, en el cristiano, que está rodeado, asediado de auxilios naturales y sobrenaturales en que es riquísima y pródiga la verdadera Iglesia de Jesucristo, es más que error, un disparate, una contradicción con la fe que profesamos.<br />
<br />
¿Quién, al ver un muchacho juguetón, travieso, incorregiblemente alegre y bromista, tiene la idea de que ese buen humor, ese continuo bullicio sea la exteriorización de la salud exuberante de un corazón en que rebosa la felicidad de la conciencia pura, de la fecunda vida de la gracia?<br />
<br />
Tal era el aspecto exterior, tal el fondo de un muchacho jovial, inquieto, decidor y simpático que hace unos cuantos años apenas, alegraba con su presencia la casita en que el Grupo «O´Connell», de la Asociación Católica la Juventud Mexicana, reunía un escogido número de jóvenes en la 2ª calle del Ciprés, aquí en el propio territorio de nuestra Parroquia; un muchacho como vosotros, amigos míos de la A. C. J. M., un joven de estatura regular, cuerpo delgado, ágil y fuerte, frente despejada, ojos negros vivaces, de mirar amable, pero enérgico y escudriñador, nariz afilada grande, boca mediana de labios delgados, rápidos en el hablar jocundo que le nacía tan atractivo a todos sus compañeros. Así era Humberto Pro. ¿Era Humberto un hombre superior?<br />
<br />
Juzgad de ello vosotros si tenéis la bondad de seguir esta breve semblanza que os ofrezco, trazada a grandes y muy sencillos rasgos, desprovista deliberadamente de todo adorno literario y de todo intento oratorio, para poder convenceros con la simplicidad del relato, de que se puede llegar a ser un hombre superior sin ser un hombre extraordinario, o de otro modo: que dentro del ordinario vivir del común de los mortales, se pueden escalar las cumbres de la virtud, con tal de que lo que se es, se sea bien, que lo que se hace se haga bien, y con tal de que se lleve en el alma eso grande, inmenso de donde dimana toda grandeza, que es todo para todos y que llamamos Dios.<br />
Humberto Pro fue... hijo de familia, hermano, estudiante; fue empleado, fue deportista, fue un católico de acción, fue un «acejotaemero»; ¿hay en todo eso algo extraordinario? Pero fue debidamente lo que era y lo que hizo lo hizo bien. Sólo su muerte fue algo extraordinario, porque fue el coronamiento glorioso de una vida de virtud. <br />
<br />
==Breves datos biográficos==<br />
<br />
Nació Humberto el 18 de junio de 1903 en Concepción del Oro, Zacatecas. Don Miguel Pro y Doña Josefa Juárez fueron sus padres; del primero hay que recordar la asombrosa abnegación, la fortaleza y la generosidad con que admiró a todos frente a la trágica, aunque gloriosa muerte de sus hijos, el R.P. Miguel, de la ínclita [[JESUITAS_(Compañia_de_Jesús) | Compañía de Jesús]], y Humberto. La señora Pro era una mujer profundamente piadosa, ejemplarmente resignada en el sufrimiento y celosísima del bien espiritual de sus hijos; su satisfacción más grande era haber dado a Dios tres de ellos, el Padre y dos religiosas, una de las cuales sufrió también persecución a raíz del sacrificio de sus hermanos.<br />
<br />
Humberto empezó su instrucción primaria en el Colegio de San Juan Nepomuceno que tenían los Padres [[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas | Jesuitas]] en Saltillo, y fue a concluirla en Guadalajara, en el Colegio Católico que estaba en la calle de Santa Mónica. Luego en México, en el Colegio Francés del Puente de Alvarado, hizo sus estudios de comercio.<br />
<br />
Debe ser la primera virtud suya de que se haga mérito, el haber sido un excelente hijo, un hijo verdaderamente modelo por el respeto, el cariño y la abnegación que tenía para con sus padres; pude darme cuenta durante algunos años, desde que terminó sus estudios y empezó a trabajar, de cómo concentró todos sus afanes en rodear a su madre de cuantas comodidades estuviera en sus manos proporcionarla, le vi privarse de cuanto le fue posible para darlo a su casa, pues en aquella época Dios quiso templar aquellas almas cristianas en la cruz de la pobreza, y mientras un centavo de lo que él ganaba pudo ser más útil en su casa, no lo tomó para sí, y no llegó a darse otra clase de gustos legítimos, sino hasta que cumplió el que era para él mayor de todos: el de haber logrado para su mamá y para su hermana un satisfactorio bienestar.<br />
<br />
Pocos hijos he visto tan amantes y solícitos, pero también pocos hermanos tan cariñosos y buenos como él. Era admirable el amor tan tierno que demostraba a su hermana Anita y a su hermano menor, Roberto a quienes me refiero porque fueron con quienes le vi convivir. Para ella, los más delicados afanes, las más exquisitas atenciones; para Roberto, en ausencia de su papá, no sólo se posesionó admirablemente de su papel de hermano mayor, sino que para asegurar más su influencia sobre él a fin de guiarlo siempre por el mejor de los caminos, de tal manera se ganó su amistad, que nunca llegó a tener ni el uno ni el otro, otro amigo predilecto, aunque amigos tenían muchos a quienes querían y de quienes eran muy queridos.<br />
<br />
==Cristiano ferviente==<br />
<br />
Cuando Humberto tenía unos 13 o 14 años, viviendo a la sazón en Guadalajara, supe por la señora su mamá que frecuentaba bastante los Sacramentos; más tarde, durante varios años que vivió muy cerca de mi casa, varias veces por semana le veía comulgar con envidiable fervor en la capilla de las Siervas de María, en la calle de Sor Juana, y el señor don Luis Donateur, que fue Director del Colegio Francés de Alvarado durante los años 1919, 20 y 21 en que Humberto cursó ahí su carrera comercial, en unas declaraciones que se sirvió hacerme y que transcribiré adelante, dijo: ''“Como piadoso, lo era de verdad, no fue nunca un rezandero, sino un piadoso convencido, vamos era la suya una piedad real. En cuanto a la frecuencia de los santos Sacramentos, comulgaba por lo menos tres o cuatro veces por semana”.'' Su hermana Anita me dijo que siempre lo practicó así.<br />
<br />
==El estudiante==<br />
<br />
En sus estudios desde pequeño se distinguió, y sus maestros le tuvieron siempre en grande estima, lo mismo que sus compañeros, pero oigamos el testimonio del señor Donateur, que he citado. He aquí sus palabras:<br />
<br />
''“Humberto, como alumno, fue algo excepcional; siempre el primero en su clase y el primero de su año, en todos los años, y lo mismo en el estudio que en todo: Ud. recuerda que era deportista, pues en el deporte también era el primero.''<br />
<br />
''No pretendo decir con esto que no tuviera sus defectos; pero los que generalmente descuellan entre estudiantes, los vencía de tal manera: que en nada, aparecían. Sin embargo, para ser sincero, debo decir que, a los dos o tres años de haber dejado las aulas, se manifestaron en el ciertos aires de suficiencia que quizá no conoció suficientemente y por ello no trató de vencer. Un día, cambiando impresiones sobre él con el Padre Pro, su hermano y compañero de martirio éste me preguntó: -«¿Qué defecto nota, Ud. en Humberto?» -Padre contesté, Humberto es muy inteligente, pero se da demasiada cuenta de ello ...''<br />
<br />
''Es precisamente el temor que tengo, repuso el Padre si Humberto llegara a envanecerse, esto podría serle fatal. «Sí, esto -continua el señor Donateur- no es para disminuir el mérito (del) hombre que fue Humberto, sino para probar a cuantos creen que (los) santos son de pasta especial, que tienen nuestro mismo origen, poseen el germen de todos nuestros defectos, y que, si logran (hechos) notorios por sus cualidades y virtudes, es por el esfuerzo de la voluntad ayudado de la gracia de Dios.''<br />
<br />
''Humberto, desde luego, tenía talento para haber hecho lo que hubiera querido; si escogió le carrera de comercio, fue porque las condiciones económicas de su familia no le permitían hacer otra (…) larga, pero en cualquiera hubiese descollado. Y lo que (digo de su talento), lo digo de su ejemplar conducta y del exacto cumplimiento de todos sus deberes de estudiante. Nadie sacaba tantos premios como él. Al terminar su carrera de comercio obtuvo, el único, un diploma (comercial) de sobresaliente ganado con un total de diez puntos por (materia), que muy rara vez se alcanza.''<br />
<br />
''Pero en conjunto, sobre (en) todo en conjunto, era algo singular. Nunca hubo uno solo de sus profesores que no le quisiera y le (estimara) en todo lo que valía, ni uno solo de sus compañeros que no le reconociese sus méritos y no le quisiere bien. Yo no recuerdo (haber oído) nunca a ningún alumno, ni la menor expresión de antipatía, (queja), o descontento para él, y tenía yo magníficas ocasiones para oír (cuanto) sus compañeros se comunicaban entre sí. Humberto era de esos muchachos que forman centro y en torno de los cuales se agrupan los demás; pero nunca disgustó a nadie, ni jamás le envidiaron, cosa rarísima cuando hay alguien que sobresale así. Frecuentemente su (papel) era el de superior, pero tenía el tino de no hacerse nunca pesado. No le conocí, en los tres años, un solo enemigo.'' <br />
<br />
''Humberto era evidentemente un hombre de carácter, y enérgico. No digamos de su actividad cuando tenía ocasión de manifestarla; cuando se trataba de organizar algo extraordinario en el colegio él era el «factotum». Lo recuerdo trabajando en los (preparativos de algunas) Solemnes, Primeras Comuniones, por ejemplo, y organizando algunas colectas, como las que solían hacerse para la «Propagación de la Fe» y para el Seminario, y la que se hizo para las fiestas del 25 aniversario (de) la coronación de la Santísima Virgen de Guadalupe él conseguía cuanto quería.”''<br />
<br />
''En fin, le digo a Ud. que en treinta y dos años que tengo de ser maestro, nunca vi un alumno como él; tal vez otro hay que yo equipararía, pero serían los dos únicos entre todos, y en un plano de superioridad muy alto.”''<br />
<br />
==Empleado.==<br />
<br />
En cuanto acabó sus estudios empezó Humberto a trabajar, (notoriamente) en un puesto de ínfima categoría; pocos meses después, había sido ascendido varias veces y se había ganado la confianza de sus jefes; cuando dejó ese trabajo a causa de sus actividades apostólicas, era uno de los principales empleados de la casa H. Gerber y Cía. de esta ciudad.<br />
Ahí no perdía de vista a sus amigos y compañeros de la escuela; celoso siempre por el bien de los demás se complacía en serles útil y aprovechó el buen cartel que había (sentado) para colocar a varios jóvenes a quienes no sólo ese servicio prestó, sino principalmente el de sus cristianos consejos y el de su edificante ejemplo. Así se explica la fortaleza y el admirable espíritu de abnegación que dos de sus compañeros de trabajo, muy jóvenes, demostraron sufriendo los horrores de los lúgubres sótanos de la inolvidable Inspección de Policía del tristemente célebre general Roberto Cruz.<br />
<br />
Pero no se limitaba a hacer el bien a sus amigos, yo supe de una señorita extranjera protestante, empleada de la misma casa Gerber y Cía., que en sus conversaciones con Humberto había llegado a interesarse por conocer el catolicismo y estaba leyendo con sumo interés algunos libros que él le prestó. Los acontecimientos de 1926 vinieron a interrumpir esa apostólica empresa, que acaso el martirio de Humberto haya completado de la manera más feliz.<br />
<br />
==«Acejotaemero»==<br />
<br />
Conocí Humberto en Guadalajara, entre los años de 1916 y 17 cuando [[GONZÁLEZ_FLORES,_Anacleto | Anacleto González Flores]], que a la sazón daba algunas clases en el colegio en que aquél estudiaba, dirigía también ahí un círculo de estudios para Vanguardias de la A. C. J. M. Una vez que visité ese círculo, cuando los chiquillos (salían) de él, Anacleto me señaló a Humberto y me dijo que ese chico revelaba notable talento y dotes morales que harían de un elemento valioso para la acción católica.<br />
<br />
Pocos días después tuve el honor de conocer a su mamá y empezó mi amistad con su familia, que me permitió observar tan de cerca de Humberto. Si desde pequeño Vanguardia se distinguió, ya joven, en cuanto ingresó al Grupo «Daniel O'Connell» aquí en México, sobresalió haciéndose estimar como un elemento de primera: fue ahí un magnífico amigo y constante buen ejemplo para todos sus compañeros. <br />
<br />
Cumplidísimo y fervoroso en las prácticas colectivas de piedad, se distinguía siempre en los Círculos de Estudio y por su eficacia en la Acción, pronto fue llevado a la directiva del Grupo, donde desempeño muy satisfactoriamente los cargos de Instructor de Aspirantes y de Vicepresidente. Y cuando se necesitó que nuestra querida A. C. J. M. diera a sus mejores jóvenes para acometer acuella titánica lucha por la [[INDEPENDENCIA_DE_MÉXICO;_Gestación_y_desarrollo_(II) | libertad religiosa]][[INDEPENDENCIA_DE_MÉXICO;_Gestación_y_desarrollo_(II) | libertad religiosa]] sostenida desde 1926 hasta 1929, entre esos fue Humberto, que supo plantar en lo más alto el nombre de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, que él amaba entrañablemente y a la que se sentía orgulloso de pertenecer.<br />
<br />
==El hombre==<br />
<br />
Ante todo, hay que hacer constar que siempre fue Humberto ejemplar irreprochable en sus costumbres; en tanto tiempo de haberle tratado y observado, jamás descubrí ni sospeché en él cosa alguna que desdijera de las cristianas cualidades con que tanto nos edificaba. <br />
<br />
Humberto era todo un carácter; en primer lugar era hombre que jamás habría podido ser obligado a acción alguna que él no pudiera hacer por propia convicción; pero cuando él se había propuesto hacer algo, sabía cumplirlo hasta el sacrificio: yo fui testigo del exceso de trabajo que se imponía durante el tiempo que desempeñó, tan brillantemente, el puesto de Delegado Regional de la Liga Nacional Defensora de la [[INDEPENDENCIA_DE_MÉXICO;_Gestación_y_desarrollo_(II) | Libertad Religiosa]], puesto delicadísimo de enormes responsabilidades, ya que quien lo ocupaba tenía que dirigir y mover todas las actividades de centenares de miles de personas que en el Distrito Federal trabajaban en defensa de la religión y de la libertad, en medio de gravísimos e inminentes peligros. <br />
<br />
Cumpliendo su misión, no se daba punto de reposo, comía o cenaba a la hora que buenamente podía y sus labores se prolongaban hasta muy entrada la noche; tan intensos y prolongados eran sus trabajos, que se había demacrado notablemente y no sólo su familia, sino sus amigos, le instábamos para que pusiese algunos medios para contrarrestar el exceso de esfuerzos; empero, en su semblante la fatiga no lograba esfumar su gesto vigoroso, como no lo logró ni el espectáculo de los cadáveres de su hermano el Padre y de Luis Segura Vilchis, caídos sobre su sangre en el lugar en que él a su vez habría de colocarse para ser fusilado como ellos.<br />
<br />
Fue siempre enérgico en todos sus actos y en todas las ocasiones en que debía serlo. Supe por sus familiares que de niño tuvo un genio demasiado fuerte; pero había llegado a dominarse admirablemente, de tal manera que su energía tenía tan suave exteriorización cuando tenía que usarla con los demás, iba envuelta, en tal bondad, que jamás ninguno de los que llegaron a tenerle por superior, llegó a sentir molesto o desagradable su trato.<br />
<br />
En cuanto a sus dotes de organización y de gobierno, eran patentes; bien demostradas quedaron en sus trabajos de la Liga, y los que fueron sus jefes en la casa Gerber y Cía., pueden abogarlas y atestiguar lo que él valía como hombre cumplido y ordenado. <br />
<br />
No pocas grandes penas tuvo que soportar, pero siempre las afrontó con ánimo sereno y con un valor y una fe inalterables; nunca se le veía triste, por el contrario, su carácter extraordinariamente jovial se imponía a todas horas, y hasta en los momentos más apurados solía tener una broma, un chiste, algo que regocijaba a los que estaban con él. Entre los amigos se decía que donde estaban Humberto y Roberto, siempre inseparables, era imposible estar serios.<br />
<br />
En cuanto a su ardor cristiano jamás decaía, y aunque sintiera las tristezas naturales que nos producen los días amargos por que atravesamos, su ánimo no flanqueaba.<br />
<br />
==Su disposición al heroísmo==<br />
<br />
Además, estoy seguro de que su sacrificio fue el colmo de los anhelos más íntimos de su alma; varias veces, hablando entre amigos de los peligros a que constantemente se veían expuestos él y sus hermanos a causa de su cooperación en la Liga, pero particularmente él desde que asumió la jefatura de la Delegación Regional, decía con la más perfecta naturalidad y la sinceridad más honda, que estaba dispuesto a morir cuando Dios lo quisiera, y en alguna ocasión le oí hablar con entusiasmo de la dicha de dar la vida por Dios; pero no como quien habla de cosas que sólo se ven a lo lejos, sino como quien estaba posesionado que era fácil, aun probable, tener que llegar de un momento a otro al sacrificio, y con el acento de quien comprendiendo perfectamente la altísima dicha del martirio, más acariciara la ilusión de merecerla, que temiera la muerte.<br />
<br />
No se piense por eso que él no gustara de los encantos de la vida: el fuego de su juventud le rebosaba, y era de aquellos que infunden ganas de vivir con el optimismo y la frescura de tus ilusiones.<br />
<br />
==En la lucha.==<br />
<br />
Desde que empezó la tremenda lucha en 1926, cuando ya se perdió toda esperanza de alcanzar por medios pacíficos que se hiciera justicia a la Iglesia perseguida, ansioso de ayudar a obtenerla por el único medio que quedaba, pretendió lanzarse a la defensa armada, y hasta salió de la Capital resuelto a encabezar algún grupo que él supo estaba impaciente por lanzarse a la lucha. La falta de recursos materiales hizo fracasar aquel intento y entonces volvió a la ciudad a continuar colaborando en las actividades cívicas, en las que Dios le tenía reservado prestar tan importantes servicios y alcanzar, a consecuencia de ellos, la corona.<br />
<br />
Trabajando en la propaganda de la Liga, andaba encantado y como en fiesta; obtenía adhesiones, distribuía impresos, daba conferencias; él fue, con un amigo suyo, el primer prisionero hecho la ciudad de México, al empezar la campaña cívica, en julio de 1926, por repartir, seguramente antes que nadie porque los primeros ejemplares se los llevó él, la proclama en que se convocaba al boicot que se organizó como recurso con qué hacer presión para que fueran derogadas las leyes persecutorias. Fue llevado a la Octava Comisaría, de ahí a la Inspección de Policía y luego a la Comisaría Sexta, donde permaneció tres días.<br />
<br />
Desde entonces le vigilaban, y cuando la memorable «globada», -que muchos de los presentes recordarán con regocijo-, por haber encontrado una tarjeta suya a persona que con globo fue aprehendida, empezaron a perseguirle con tesón. Entonces, buscando a él aprehendieron a su hermano, el Padre Miguel, que paso varios días en la prisión de Santiago.<br />
<br />
A partir de ahí no volvió a haber punto de tranquilidad para la familia Pro, que frecuentemente se veía obligada a cambiar de domicilio, por la tenaz persecución de que era objeto especial Humberto. Conste aquí que la saña que contra él y el Padre tenían los tiranos, databa de largo tiempo, y basta por sí sola para explicar su sacrificio, consumado bajo otro pretexto.<br />
<br />
Humberto empezó a trabajar en la Liga desempeñando algunos trabajos que le encomendaba la jefatura Local de la Colonia de Santa María; luego ayudó en las labores de la IV Demarcación; fue más tarde jefe de la VII, y el 26 de junio de 1927 fue nombrado Delegado Regional del Distrito Federal, cargo que desempeñó brillantemente hasta su muerte.<br />
<br />
==El Sacrificio.==<br />
<br />
El heroísmo con que murió ese bravísimo «acejotaemero», lo expresan mejor que todas las palabras, dos de los retratos que la desenvoltura de los verdugos nos hizo el gran favor de proporcionarnos. Me refiero a aquel en que marcha al patíbulo acompañado de un esbirro y aquel otro en que frente a los fusiles asesinos, la orden de la descarga hizo alzarse sus manos que en la fotografía aparecen borradas expresando claramente el movimiento de levantar los brazos, acaso por el deseo de exhalar puesto en cruz, como su hermano, el último aliento; pero no hizo perder a su semblante la expresión de dignidad, de indomable energía, de portentosa entereza, que conserva el retrato y merece un bronce.<br />
<br />
Con todo, él como sus compañeros de martirio, no dejó otra impresión a los reporteros que presenciaron sus sacrificios, que la de una admirable sencillez, que la de una naturalidad que ellos no habrán tal vez comprendido, pero que tiene su perfecta explicación en la verdad cristiana de que dejar esta vida por amor de Dios, es asegurarse el amor de Dios en otra dichosa vida que jamás acaba. He aquí los relatos de algunos reporteros que presenciaron la muerte de Humberto:<br />
<br />
Dice de é1«El Universal Gráfico» del 23 de noviembre de 1927, día en que fue sacrificado: "Llegó y se colocó junto a los cadáveres de su hermano y de Segura y se negó a hacer cualquier encargo. Con los brazos sueltos, sin alardes, pero sin visible temor, oyó las órdenes previas a su ejecución. Recibió la descarga y cayó, como el ingeniero, sobre el mismo lado (el derecho), rápidamente, como electrizado por el efecto de las balas".<br />
<br />
El «Excelsior» del siguiente día dijo: ''“También como los anteriores, el joven Pro hizo un movimiento de asombro al ver los soldados y los cadáveres de su hermano y del ingeniero Segura, que yacían junto a las figuras de metal que sirven para tirar al blanco sin embargo, volvió muy pronto a serenarse y avanzó firmemente, siguiendo las órdenes que se le daban. No quiso que se le vendaran los ojos, y con toda sencillez y naturalidad se colocó junto a los cadáveres de su hermano y del ingeniero Segura, y después de mirar al pelotón, volvió la cara al firmamento y así permaneció en esa postura hasta que la descarga lo hizo caer exánime al suelo.”''<br />
<br />
Así llegó a la gloria ese muchacho alegre y vigoroso, cuyo vigor y cuya alegría procedían más que de la salud del entusiasta deportista, de la pureza de alma del atleta que todo lo puede confortado por el Dios de los fuertes.<br />
<br />
La muerte de Humberto concuerda con su vida, es la resolución armoniosa y triunfal de una existencia virtuosa; ya será esta estudiada concienzudamente y se verá que tenía méritos para que Dios le hubiera concedido lo que él consideró sinceramente el más alto de los galardones: morir por Dios y por la Patria.<br />
<br />
'''LUIS BELTRÁN Y MENDOZA'''<br />
<br />
<relatedtags><br />
[[GONZÁLEZ_FLORES,_Anacleto|GONZÁLEZ FLORES, Anacleto]]<br />
<br />
[[JESUITAS_(Compañia_de_Jesús)|JESUITAS (Compañia de Jesús)]]<br />
<br />
[[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas|EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA; contribución de los jesuitas]]<br />
<br />
[[INDEPENDENCIA_DE_MÉXICO;_Gestación_y_desarrollo_(II)|INDEPENDENCIA DE MÉXICO; Gestación y desarrollo (II)]]<br />
</relatedtags></div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=PRO_JU%C3%81REZ_HUMBERTO.&diff=3705862
PRO JUÁREZ HUMBERTO.
2023-09-11T01:43:15Z
<p>Vrosasr: /* En la lucha. */</p>
<hr />
<div>==(Concepción del Oro, 1903-Ciudad de México, 1927)==<br />
<br />
==Nota introductoria.==<br />
<br />
La presente semblanza de Humberto Pro Juárez, hermano del Padre Pro y compañero de martirio, fue leída ante el Grupo «Humberto Pro» de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), correspondiente a la Parroquia de San Cosme de la ciudad de México. <br />
<br />
Fue escrita y pronunciada en la solemnidad de la entrega de su bandera a dicho Grupo el 15 de diciembre de 1935, por Luis Beltrán y Mendoza. La ausencia de bibliografía queda compensada con creces por el testimonio de Luis Donateur quien fuera su amigo, compañero y testigo de su admirable vida, y que por escrito entregó al autor de esta semblanza pocas semanas después del martirio de los hermanos Pro Juárez. En cursivas está señalado el escrito de Luis Donateur. <br />
<br />
==Prólogo==<br />
<br />
Cuando pensamos en los hombres superiores que alcanzan los planos en que viven los héroes, volamos siempre a las páginas de la Historia nos remontamos a épocas lejanas, y sobre todo, nos los imaginamos hechos de una materia especial, distinta de la que nosotros hemos sido hechos; jamás se nos ocurre que entre aquellos con quienes convivimos haya hombres de muy grande virtud, y por ello muchas voces no alcanzamos a descubrir y aprovechar los valores que poseemos.<br />
<br />
Sufrimos con eso una desorientación de perniciosas consecuencias de las cuales es la principal el considerarnos incapaces de elevarnos nosotros mismos a alturas que nos parecen reservadas por privilegio singular a determinados individuos, y con ello nos cortamos las alas para aspirar a la perfección.<br />
<br />
Si en cualquier hombre es ese un error, en el cristiano, que está rodeado, asediado de auxilios naturales y sobrenaturales en que es riquísima y pródiga la verdadera Iglesia de Jesucristo, es más que error, un disparate, una contradicción con la fe que profesamos.<br />
<br />
¿Quién, al ver un muchacho juguetón, travieso, incorregiblemente alegre y bromista, tiene la idea de que ese buen humor, ese continuo bullicio sea la exteriorización de la salud exuberante de un corazón en que rebosa la felicidad de la conciencia pura, de la fecunda vida de la gracia?<br />
<br />
Tal era el aspecto exterior, tal el fondo de un muchacho jovial, inquieto, decidor y simpático que hace unos cuantos años apenas, alegraba con su presencia la casita en que el Grupo «O´Connell», de la Asociación Católica la Juventud Mexicana, reunía un escogido número de jóvenes en la 2ª calle del Ciprés, aquí en el propio territorio de nuestra Parroquia; un muchacho como vosotros, amigos míos de la A. C. J. M., un joven de estatura regular, cuerpo delgado, ágil y fuerte, frente despejada, ojos negros vivaces, de mirar amable, pero enérgico y escudriñador, nariz afilada grande, boca mediana de labios delgados, rápidos en el hablar jocundo que le nacía tan atractivo a todos sus compañeros. Así era Humberto Pro. ¿Era Humberto un hombre superior?<br />
<br />
Juzgad de ello vosotros si tenéis la bondad de seguir esta breve semblanza que os ofrezco, trazada a grandes y muy sencillos rasgos, desprovista deliberadamente de todo adorno literario y de todo intento oratorio, para poder convenceros con la simplicidad del relato, de que se puede llegar a ser un hombre superior sin ser un hombre extraordinario, o de otro modo: que dentro del ordinario vivir del común de los mortales, se pueden escalar las cumbres de la virtud, con tal de que lo que se es, se sea bien, que lo que se hace se haga bien, y con tal de que se lleve en el alma eso grande, inmenso de donde dimana toda grandeza, que es todo para todos y que llamamos Dios.<br />
Humberto Pro fue... hijo de familia, hermano, estudiante; fue empleado, fue deportista, fue un católico de acción, fue un «acejotaemero»; ¿hay en todo eso algo extraordinario? Pero fue debidamente lo que era y lo que hizo lo hizo bien. Sólo su muerte fue algo extraordinario, porque fue el coronamiento glorioso de una vida de virtud. <br />
<br />
==Breves datos biográficos==<br />
<br />
Nació Humberto el 18 de junio de 1903 en Concepción del Oro, Zacatecas. Don Miguel Pro y Doña Josefa Juárez fueron sus padres; del primero hay que recordar la asombrosa abnegación, la fortaleza y la generosidad con que admiró a todos frente a la trágica, aunque gloriosa muerte de sus hijos, el R.P. Miguel, de la ínclita Compañía de Jesús, y Humberto. La señora Pro era una mujer profundamente piadosa, ejemplarmente resignada en el sufrimiento y celosísima del bien espiritual de sus hijos; su satisfacción más grande era haber dado a Dios tres de ellos, el Padre y dos religiosas, una de las cuales sufrió también persecución a raíz del sacrificio de sus hermanos.<br />
<br />
Humberto empezó su instrucción primaria en el Colegio de San Juan Nepomuceno que tenían los Padres Jesuitas en Saltillo, y fue a concluirla en Guadalajara, en el Colegio Católico que estaba en la calle de Santa Mónica. Luego en México, en el Colegio Francés del Puente de Alvarado, hizo sus estudios de comercio.<br />
<br />
Debe ser la primera virtud suya de que se haga mérito, el haber sido un excelente hijo, un hijo verdaderamente modelo por el respeto, el cariño y la abnegación que tenía para con sus padres; pude darme cuenta durante algunos años, desde que terminó sus estudios y empezó a trabajar, de cómo concentró todos sus afanes en rodear a su madre de cuantas comodidades estuviera en sus manos proporcionarla, le vi privarse de cuanto le fue posible para darlo a su casa, pues en aquella época Dios quiso templar aquellas almas cristianas en la cruz de la pobreza, y mientras un centavo de lo que él ganaba pudo ser más útil en su casa, no lo tomó para sí, y no llegó a darse otra clase de gustos legítimos, sino hasta que cumplió el que era para él mayor de todos: el de haber logrado para su mamá y para su hermana un satisfactorio bienestar.<br />
<br />
Pocos hijos he visto tan amantes y solícitos, pero también pocos hermanos tan cariñosos y buenos como él. Era admirable el amor tan tierno que demostraba a su hermana Anita y a su hermano menor, Roberto a quienes me refiero porque fueron con quienes le vi convivir. Para ella, los más delicados afanes, las más exquisitas atenciones; para Roberto, en ausencia de su papá, no sólo se posesionó admirablemente de su papel de hermano mayor, sino que para asegurar más su influencia sobre él a fin de guiarlo siempre por el mejor de los caminos, de tal manera se ganó su amistad, que nunca llegó a tener ni el uno ni el otro, otro amigo predilecto, aunque amigos tenían muchos a quienes querían y de quienes eran muy queridos.<br />
<br />
==Cristiano ferviente==<br />
<br />
Cuando Humberto tenía unos 13 o 14 años, viviendo a la sazón en Guadalajara, supe por la señora su mamá que frecuentaba bastante los Sacramentos; más tarde, durante varios años que vivió muy cerca de mi casa, varias veces por semana le veía comulgar con envidiable fervor en la capilla de las Siervas de María, en la calle de Sor Juana, y el señor don Luis Donateur, que fue Director del Colegio Francés de Alvarado durante los años 1919, 20 y 21 en que Humberto cursó ahí su carrera comercial, en unas declaraciones que se sirvió hacerme y que transcribiré adelante, dijo: ''“Como piadoso, lo era de verdad, no fue nunca un rezandero, sino un piadoso convencido, vamos era la suya una piedad real. En cuanto a la frecuencia de los santos Sacramentos, comulgaba por lo menos tres o cuatro veces por semana”.'' Su hermana Anita me dijo que siempre lo practicó así.<br />
<br />
==El estudiante==<br />
<br />
En sus estudios desde pequeño se distinguió, y sus maestros le tuvieron siempre en grande estima, lo mismo que sus compañeros, pero oigamos el testimonio del señor Donateur, que he citado. He aquí sus palabras:<br />
<br />
''“Humberto, como alumno, fue algo excepcional; siempre el primero en su clase y el primero de su año, en todos los años, y lo mismo en el estudio que en todo: Ud. recuerda que era deportista, pues en el deporte también era el primero.''<br />
<br />
''No pretendo decir con esto que no tuviera sus defectos; pero los que generalmente descuellan entre estudiantes, los vencía de tal manera: que en nada, aparecían. Sin embargo, para ser sincero, debo decir que, a los dos o tres años de haber dejado las aulas, se manifestaron en el ciertos aires de suficiencia que quizá no conoció suficientemente y por ello no trató de vencer. Un día, cambiando impresiones sobre él con el Padre Pro, su hermano y compañero de martirio éste me preguntó: -«¿Qué defecto nota, Ud. en Humberto?» -Padre contesté, Humberto es muy inteligente, pero se da demasiada cuenta de ello ...''<br />
<br />
''Es precisamente el temor que tengo, repuso el Padre si Humberto llegara a envanecerse, esto podría serle fatal. «Sí, esto -continua el señor Donateur- no es para disminuir el mérito (del) hombre que fue Humberto, sino para probar a cuantos creen que (los) santos son de pasta especial, que tienen nuestro mismo origen, poseen el germen de todos nuestros defectos, y que, si logran (hechos) notorios por sus cualidades y virtudes, es por el esfuerzo de la voluntad ayudado de la gracia de Dios.''<br />
<br />
''Humberto, desde luego, tenía talento para haber hecho lo que hubiera querido; si escogió le carrera de comercio, fue porque las condiciones económicas de su familia no le permitían hacer otra (…) larga, pero en cualquiera hubiese descollado. Y lo que (digo de su talento), lo digo de su ejemplar conducta y del exacto cumplimiento de todos sus deberes de estudiante. Nadie sacaba tantos premios como él. Al terminar su carrera de comercio obtuvo, el único, un diploma (comercial) de sobresaliente ganado con un total de diez puntos por (materia), que muy rara vez se alcanza.''<br />
<br />
''Pero en conjunto, sobre (en) todo en conjunto, era algo singular. Nunca hubo uno solo de sus profesores que no le quisiera y le (estimara) en todo lo que valía, ni uno solo de sus compañeros que no le reconociese sus méritos y no le quisiere bien. Yo no recuerdo (haber oído) nunca a ningún alumno, ni la menor expresión de antipatía, (queja), o descontento para él, y tenía yo magníficas ocasiones para oír (cuanto) sus compañeros se comunicaban entre sí. Humberto era de esos muchachos que forman centro y en torno de los cuales se agrupan los demás; pero nunca disgustó a nadie, ni jamás le envidiaron, cosa rarísima cuando hay alguien que sobresale así. Frecuentemente su (papel) era el de superior, pero tenía el tino de no hacerse nunca pesado. No le conocí, en los tres años, un solo enemigo.'' <br />
<br />
''Humberto era evidentemente un hombre de carácter, y enérgico. No digamos de su actividad cuando tenía ocasión de manifestarla; cuando se trataba de organizar algo extraordinario en el colegio él era el «factotum». Lo recuerdo trabajando en los (preparativos de algunas) Solemnes, Primeras Comuniones, por ejemplo, y organizando algunas colectas, como las que solían hacerse para la «Propagación de la Fe» y para el Seminario, y la que se hizo para las fiestas del 25 aniversario (de) la coronación de la Santísima Virgen de Guadalupe él conseguía cuanto quería.”''<br />
<br />
''En fin, le digo a Ud. que en treinta y dos años que tengo de ser maestro, nunca vi un alumno como él; tal vez otro hay que yo equipararía, pero serían los dos únicos entre todos, y en un plano de superioridad muy alto.”''<br />
<br />
==Empleado.==<br />
<br />
En cuanto acabó sus estudios empezó Humberto a trabajar, (notoriamente) en un puesto de ínfima categoría; pocos meses después, había sido ascendido varias veces y se había ganado la confianza de sus jefes; cuando dejó ese trabajo a causa de sus actividades apostólicas, era uno de los principales empleados de la casa H. Gerber y Cía. de esta ciudad.<br />
Ahí no perdía de vista a sus amigos y compañeros de la escuela; celoso siempre por el bien de los demás se complacía en serles útil y aprovechó el buen cartel que había (sentado) para colocar a varios jóvenes a quienes no sólo ese servicio prestó, sino principalmente el de sus cristianos consejos y el de su edificante ejemplo. Así se explica la fortaleza y el admirable espíritu de abnegación que dos de sus compañeros de trabajo, muy jóvenes, demostraron sufriendo los horrores de los lúgubres sótanos de la inolvidable Inspección de Policía del tristemente célebre general Roberto Cruz.<br />
<br />
Pero no se limitaba a hacer el bien a sus amigos, yo supe de una señorita extranjera protestante, empleada de la misma casa Gerber y Cía., que en sus conversaciones con Humberto había llegado a interesarse por conocer el catolicismo y estaba leyendo con sumo interés algunos libros que él le prestó. Los acontecimientos de 1926 vinieron a interrumpir esa apostólica empresa, que acaso el martirio de Humberto haya completado de la manera más feliz.<br />
<br />
==«Acejotaemero»==<br />
<br />
Conocí Humberto en Guadalajara, entre los años de 1916 y 17 cuando Anacleto González Flores, que a la sazón daba algunas clases en el colegio en que aquél estudiaba, dirigía también ahí un círculo de estudios para Vanguardias de la A. C. J. M. Una vez que visité ese círculo, cuando los chiquillos (salían) de él, Anacleto me señaló a Humberto y me dijo que ese chico revelaba notable talento y dotes morales que harían de un elemento valioso para la acción católica.<br />
<br />
Pocos días después tuve el honor de conocer a su mamá y empezó mi amistad con su familia, que me permitió observar tan de cerca de Humberto. Si desde pequeño Vanguardia se distinguió, ya joven, en cuanto ingresó al Grupo «Daniel O'Connell» aquí en México, sobresalió haciéndose estimar como un elemento de primera: fue ahí un magnífico amigo y constante buen ejemplo para todos sus compañeros. <br />
<br />
Cumplidísimo y fervoroso en las prácticas colectivas de piedad, se distinguía siempre en los Círculos de Estudio y por su eficacia en la Acción, pronto fue llevado a la directiva del Grupo, donde desempeño muy satisfactoriamente los cargos de Instructor de Aspirantes y de Vicepresidente. Y cuando se necesitó que nuestra querida A. C. J. M. diera a sus mejores jóvenes para acometer acuella titánica lucha por la libertad religiosa sostenida desde 1926 hasta 1929, entre esos fue Humberto, que supo plantar en lo más alto el nombre de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, que él amaba entrañablemente y a la que se sentía orgulloso de pertenecer.<br />
<br />
==El hombre==<br />
<br />
Ante todo, hay que hacer constar que siempre fue Humberto ejemplar irreprochable en sus costumbres; en tanto tiempo de haberle tratado y observado, jamás descubrí ni sospeché en él cosa alguna que desdijera de las cristianas cualidades con que tanto nos edificaba. <br />
<br />
Humberto era todo un carácter; en primer lugar era hombre que jamás habría podido ser obligado a acción alguna que él no pudiera hacer por propia convicción; pero cuando él se había propuesto hacer algo, sabía cumplirlo hasta el sacrificio: yo fui testigo del exceso de trabajo que se imponía durante el tiempo que desempeñó, tan brillantemente, el puesto de Delegado Regional de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, puesto delicadísimo de enormes responsabilidades, ya que quien lo ocupaba tenía que dirigir y mover todas las actividades de centenares de miles de personas que en el Distrito Federal trabajaban en defensa de la religión y de la libertad, en medio de gravísimos e inminentes peligros. <br />
<br />
Cumpliendo su misión, no se daba punto de reposo, comía o cenaba a la hora que buenamente podía y sus labores se prolongaban hasta muy entrada la noche; tan intensos y prolongados eran sus trabajos, que se había demacrado notablemente y no sólo su familia, sino sus amigos, le instábamos para que pusiese algunos medios para contrarrestar el exceso de esfuerzos; empero, en su semblante la fatiga no lograba esfumar su gesto vigoroso, como no lo logró ni el espectáculo de los cadáveres de su hermano el Padre y de Luis Segura Vilchis, caídos sobre su sangre en el lugar en que él a su vez habría de colocarse para ser fusilado como ellos.<br />
<br />
Fue siempre enérgico en todos sus actos y en todas las ocasiones en que debía serlo. Supe por sus familiares que de niño tuvo un genio demasiado fuerte; pero había llegado a dominarse admirablemente, de tal manera que su energía tenía tan suave exteriorización cuando tenía que usarla con los demás, iba envuelta, en tal bondad, que jamás ninguno de los que llegaron a tenerle por superior, llegó a sentir molesto o desagradable su trato.<br />
<br />
En cuanto a sus dotes de organización y de gobierno, eran patentes; bien demostradas quedaron en sus trabajos de la Liga, y los que fueron sus jefes en la casa Gerber y Cía., pueden abogarlas y atestiguar lo que él valía como hombre cumplido y ordenado. <br />
<br />
No pocas grandes penas tuvo que soportar, pero siempre las afrontó con ánimo sereno y con un valor y una fe inalterables; nunca se le veía triste, por el contrario, su carácter extraordinariamente jovial se imponía a todas horas, y hasta en los momentos más apurados solía tener una broma, un chiste, algo que regocijaba a los que estaban con él. Entre los amigos se decía que donde estaban Humberto y Roberto, siempre inseparables, era imposible estar serios.<br />
<br />
En cuanto a su ardor cristiano jamás decaía, y aunque sintiera las tristezas naturales que nos producen los días amargos por que atravesamos, su ánimo no flanqueaba.<br />
<br />
==Su disposición al heroísmo==<br />
<br />
Además, estoy seguro de que su sacrificio fue el colmo de los anhelos más íntimos de su alma; varias veces, hablando entre amigos de los peligros a que constantemente se veían expuestos él y sus hermanos a causa de su cooperación en la Liga, pero particularmente él desde que asumió la jefatura de la Delegación Regional, decía con la más perfecta naturalidad y la sinceridad más honda, que estaba dispuesto a morir cuando Dios lo quisiera, y en alguna ocasión le oí hablar con entusiasmo de la dicha de dar la vida por Dios; pero no como quien habla de cosas que sólo se ven a lo lejos, sino como quien estaba posesionado que era fácil, aun probable, tener que llegar de un momento a otro al sacrificio, y con el acento de quien comprendiendo perfectamente la altísima dicha del martirio, más acariciara la ilusión de merecerla, que temiera la muerte.<br />
<br />
No se piense por eso que él no gustara de los encantos de la vida: el fuego de su juventud le rebosaba, y era de aquellos que infunden ganas de vivir con el optimismo y la frescura de tus ilusiones.<br />
<br />
==En la lucha.==<br />
<br />
Desde que empezó la tremenda lucha en 1926, cuando ya se perdió toda esperanza de alcanzar por medios pacíficos que se hiciera justicia a la Iglesia perseguida, ansioso de ayudar a obtenerla por el único medio que quedaba, pretendió lanzarse a la defensa armada, y hasta salió de la Capital resuelto a encabezar algún grupo que él supo estaba impaciente por lanzarse a la lucha. La falta de recursos materiales hizo fracasar aquel intento y entonces volvió a la ciudad a continuar colaborando en las actividades cívicas, en las que Dios le tenía reservado prestar tan importantes servicios y alcanzar, a consecuencia de ellos, la corona.<br />
<br />
Trabajando en la propaganda de la Liga, andaba encantado y como en fiesta; obtenía adhesiones, distribuía impresos, daba conferencias; él fue, con un amigo suyo, el primer prisionero hecho la ciudad de México, al empezar la campaña cívica, en julio de 1926, por repartir, seguramente antes que nadie porque los primeros ejemplares se los llevó él, la proclama en que se convocaba al boicot que se organizó como recurso con qué hacer presión para que fueran derogadas las leyes persecutorias. Fue llevado a la Octava Comisaría, de ahí a la Inspección de Policía y luego a la Comisaría Sexta, donde permaneció tres días.<br />
<br />
Desde entonces le vigilaban, y cuando la memorable «globada», -que muchos de los presentes recordarán con regocijo-, por haber encontrado una tarjeta suya a persona que con globo fue aprehendida, empezaron a perseguirle con tesón. Entonces, buscando a él aprehendieron a su hermano, el Padre Miguel, que paso varios días en la prisión de Santiago.<br />
<br />
A partir de ahí no volvió a haber punto de tranquilidad para la familia Pro, que frecuentemente se veía obligada a cambiar de domicilio, por la tenaz persecución de que era objeto especial Humberto. Conste aquí que la saña que contra él y el Padre tenían los tiranos, databa de largo tiempo, y basta por sí sola para explicar su sacrificio, consumado bajo otro pretexto.<br />
<br />
Humberto empezó a trabajar en la Liga desempeñando algunos trabajos que le encomendaba la jefatura Local de la Colonia de Santa María; luego ayudó en las labores de la IV Demarcación; fue más tarde jefe de la VII, y el 26 de junio de 1927 fue nombrado Delegado Regional del Distrito Federal, cargo que desempeñó brillantemente hasta su muerte.<br />
<br />
==El Sacrificio.==<br />
<br />
El heroísmo con que murió ese bravísimo «acejotaemero», lo expresan mejor que todas las palabras, dos de los retratos que la desenvoltura de los verdugos nos hizo el gran favor de proporcionarnos. Me refiero a aquel en que marcha al patíbulo acompañado de un esbirro y aquel otro en que frente a los fusiles asesinos, la orden de la descarga hizo alzarse sus manos que en la fotografía aparecen borradas expresando claramente el movimiento de levantar los brazos, acaso por el deseo de exhalar puesto en cruz, como su hermano, el último aliento; pero no hizo perder a su semblante la expresión de dignidad, de indomable energía, de portentosa entereza, que conserva el retrato y merece un bronce.<br />
<br />
Con todo, él como sus compañeros de martirio, no dejó otra impresión a los reporteros que presenciaron sus sacrificios, que la de una admirable sencillez, que la de una naturalidad que ellos no habrán tal vez comprendido, pero que tiene su perfecta explicación en la verdad cristiana de que dejar esta vida por amor de Dios, es asegurarse el amor de Dios en otra dichosa vida que jamás acaba. He aquí los relatos de algunos reporteros que presenciaron la muerte de Humberto:<br />
<br />
Dice de é1«El Universal Gráfico» del 23 de noviembre de 1927, día en que fue sacrificado: "Llegó y se colocó junto a los cadáveres de su hermano y de Segura y se negó a hacer cualquier encargo. Con los brazos sueltos, sin alardes, pero sin visible temor, oyó las órdenes previas a su ejecución. Recibió la descarga y cayó, como el ingeniero, sobre el mismo lado (el derecho), rápidamente, como electrizado por el efecto de las balas".<br />
<br />
El «Excelsior» del siguiente día dijo: ''“También como los anteriores, el joven Pro hizo un movimiento de asombro al ver los soldados y los cadáveres de su hermano y del ingeniero Segura, que yacían junto a las figuras de metal que sirven para tirar al blanco sin embargo, volvió muy pronto a serenarse y avanzó firmemente, siguiendo las órdenes que se le daban. No quiso que se le vendaran los ojos, y con toda sencillez y naturalidad se colocó junto a los cadáveres de su hermano y del ingeniero Segura, y después de mirar al pelotón, volvió la cara al firmamento y así permaneció en esa postura hasta que la descarga lo hizo caer exánime al suelo.”''<br />
<br />
Así llegó a la gloria ese muchacho alegre y vigoroso, cuyo vigor y cuya alegría procedían más que de la salud del entusiasta deportista, de la pureza de alma del atleta que todo lo puede confortado por el Dios de los fuertes.<br />
<br />
La muerte de Humberto concuerda con su vida, es la resolución armoniosa y triunfal de una existencia virtuosa; ya será esta estudiada concienzudamente y se verá que tenía méritos para que Dios le hubiera concedido lo que él consideró sinceramente el más alto de los galardones: morir por Dios y por la Patria.<br />
<br />
'''LUIS BELTRÁN Y MENDOZA'''</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=PRO_JU%C3%81REZ_HUMBERTO.&diff=3705861
PRO JUÁREZ HUMBERTO.
2023-09-11T01:42:38Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==(Concepción del Oro, 1903-Ciudad de México, 1927)==<br />
<br />
==Nota introductoria.==<br />
<br />
La presente semblanza de Humberto Pro Juárez, hermano del Padre Pro y compañero de martirio, fue leída ante el Grupo «Humberto Pro» de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), correspondiente a la Parroquia de San Cosme de la ciudad de México. <br />
<br />
Fue escrita y pronunciada en la solemnidad de la entrega de su bandera a dicho Grupo el 15 de diciembre de 1935, por Luis Beltrán y Mendoza. La ausencia de bibliografía queda compensada con creces por el testimonio de Luis Donateur quien fuera su amigo, compañero y testigo de su admirable vida, y que por escrito entregó al autor de esta semblanza pocas semanas después del martirio de los hermanos Pro Juárez. En cursivas está señalado el escrito de Luis Donateur. <br />
<br />
==Prólogo==<br />
<br />
Cuando pensamos en los hombres superiores que alcanzan los planos en que viven los héroes, volamos siempre a las páginas de la Historia nos remontamos a épocas lejanas, y sobre todo, nos los imaginamos hechos de una materia especial, distinta de la que nosotros hemos sido hechos; jamás se nos ocurre que entre aquellos con quienes convivimos haya hombres de muy grande virtud, y por ello muchas voces no alcanzamos a descubrir y aprovechar los valores que poseemos.<br />
<br />
Sufrimos con eso una desorientación de perniciosas consecuencias de las cuales es la principal el considerarnos incapaces de elevarnos nosotros mismos a alturas que nos parecen reservadas por privilegio singular a determinados individuos, y con ello nos cortamos las alas para aspirar a la perfección.<br />
<br />
Si en cualquier hombre es ese un error, en el cristiano, que está rodeado, asediado de auxilios naturales y sobrenaturales en que es riquísima y pródiga la verdadera Iglesia de Jesucristo, es más que error, un disparate, una contradicción con la fe que profesamos.<br />
<br />
¿Quién, al ver un muchacho juguetón, travieso, incorregiblemente alegre y bromista, tiene la idea de que ese buen humor, ese continuo bullicio sea la exteriorización de la salud exuberante de un corazón en que rebosa la felicidad de la conciencia pura, de la fecunda vida de la gracia?<br />
<br />
Tal era el aspecto exterior, tal el fondo de un muchacho jovial, inquieto, decidor y simpático que hace unos cuantos años apenas, alegraba con su presencia la casita en que el Grupo «O´Connell», de la Asociación Católica la Juventud Mexicana, reunía un escogido número de jóvenes en la 2ª calle del Ciprés, aquí en el propio territorio de nuestra Parroquia; un muchacho como vosotros, amigos míos de la A. C. J. M., un joven de estatura regular, cuerpo delgado, ágil y fuerte, frente despejada, ojos negros vivaces, de mirar amable, pero enérgico y escudriñador, nariz afilada grande, boca mediana de labios delgados, rápidos en el hablar jocundo que le nacía tan atractivo a todos sus compañeros. Así era Humberto Pro. ¿Era Humberto un hombre superior?<br />
<br />
Juzgad de ello vosotros si tenéis la bondad de seguir esta breve semblanza que os ofrezco, trazada a grandes y muy sencillos rasgos, desprovista deliberadamente de todo adorno literario y de todo intento oratorio, para poder convenceros con la simplicidad del relato, de que se puede llegar a ser un hombre superior sin ser un hombre extraordinario, o de otro modo: que dentro del ordinario vivir del común de los mortales, se pueden escalar las cumbres de la virtud, con tal de que lo que se es, se sea bien, que lo que se hace se haga bien, y con tal de que se lleve en el alma eso grande, inmenso de donde dimana toda grandeza, que es todo para todos y que llamamos Dios.<br />
Humberto Pro fue... hijo de familia, hermano, estudiante; fue empleado, fue deportista, fue un católico de acción, fue un «acejotaemero»; ¿hay en todo eso algo extraordinario? Pero fue debidamente lo que era y lo que hizo lo hizo bien. Sólo su muerte fue algo extraordinario, porque fue el coronamiento glorioso de una vida de virtud. <br />
<br />
==Breves datos biográficos==<br />
<br />
Nació Humberto el 18 de junio de 1903 en Concepción del Oro, Zacatecas. Don Miguel Pro y Doña Josefa Juárez fueron sus padres; del primero hay que recordar la asombrosa abnegación, la fortaleza y la generosidad con que admiró a todos frente a la trágica, aunque gloriosa muerte de sus hijos, el R.P. Miguel, de la ínclita Compañía de Jesús, y Humberto. La señora Pro era una mujer profundamente piadosa, ejemplarmente resignada en el sufrimiento y celosísima del bien espiritual de sus hijos; su satisfacción más grande era haber dado a Dios tres de ellos, el Padre y dos religiosas, una de las cuales sufrió también persecución a raíz del sacrificio de sus hermanos.<br />
<br />
Humberto empezó su instrucción primaria en el Colegio de San Juan Nepomuceno que tenían los Padres Jesuitas en Saltillo, y fue a concluirla en Guadalajara, en el Colegio Católico que estaba en la calle de Santa Mónica. Luego en México, en el Colegio Francés del Puente de Alvarado, hizo sus estudios de comercio.<br />
<br />
Debe ser la primera virtud suya de que se haga mérito, el haber sido un excelente hijo, un hijo verdaderamente modelo por el respeto, el cariño y la abnegación que tenía para con sus padres; pude darme cuenta durante algunos años, desde que terminó sus estudios y empezó a trabajar, de cómo concentró todos sus afanes en rodear a su madre de cuantas comodidades estuviera en sus manos proporcionarla, le vi privarse de cuanto le fue posible para darlo a su casa, pues en aquella época Dios quiso templar aquellas almas cristianas en la cruz de la pobreza, y mientras un centavo de lo que él ganaba pudo ser más útil en su casa, no lo tomó para sí, y no llegó a darse otra clase de gustos legítimos, sino hasta que cumplió el que era para él mayor de todos: el de haber logrado para su mamá y para su hermana un satisfactorio bienestar.<br />
<br />
Pocos hijos he visto tan amantes y solícitos, pero también pocos hermanos tan cariñosos y buenos como él. Era admirable el amor tan tierno que demostraba a su hermana Anita y a su hermano menor, Roberto a quienes me refiero porque fueron con quienes le vi convivir. Para ella, los más delicados afanes, las más exquisitas atenciones; para Roberto, en ausencia de su papá, no sólo se posesionó admirablemente de su papel de hermano mayor, sino que para asegurar más su influencia sobre él a fin de guiarlo siempre por el mejor de los caminos, de tal manera se ganó su amistad, que nunca llegó a tener ni el uno ni el otro, otro amigo predilecto, aunque amigos tenían muchos a quienes querían y de quienes eran muy queridos.<br />
<br />
==Cristiano ferviente==<br />
<br />
Cuando Humberto tenía unos 13 o 14 años, viviendo a la sazón en Guadalajara, supe por la señora su mamá que frecuentaba bastante los Sacramentos; más tarde, durante varios años que vivió muy cerca de mi casa, varias veces por semana le veía comulgar con envidiable fervor en la capilla de las Siervas de María, en la calle de Sor Juana, y el señor don Luis Donateur, que fue Director del Colegio Francés de Alvarado durante los años 1919, 20 y 21 en que Humberto cursó ahí su carrera comercial, en unas declaraciones que se sirvió hacerme y que transcribiré adelante, dijo: ''“Como piadoso, lo era de verdad, no fue nunca un rezandero, sino un piadoso convencido, vamos era la suya una piedad real. En cuanto a la frecuencia de los santos Sacramentos, comulgaba por lo menos tres o cuatro veces por semana”.'' Su hermana Anita me dijo que siempre lo practicó así.<br />
<br />
==El estudiante==<br />
<br />
En sus estudios desde pequeño se distinguió, y sus maestros le tuvieron siempre en grande estima, lo mismo que sus compañeros, pero oigamos el testimonio del señor Donateur, que he citado. He aquí sus palabras:<br />
<br />
''“Humberto, como alumno, fue algo excepcional; siempre el primero en su clase y el primero de su año, en todos los años, y lo mismo en el estudio que en todo: Ud. recuerda que era deportista, pues en el deporte también era el primero.''<br />
<br />
''No pretendo decir con esto que no tuviera sus defectos; pero los que generalmente descuellan entre estudiantes, los vencía de tal manera: que en nada, aparecían. Sin embargo, para ser sincero, debo decir que, a los dos o tres años de haber dejado las aulas, se manifestaron en el ciertos aires de suficiencia que quizá no conoció suficientemente y por ello no trató de vencer. Un día, cambiando impresiones sobre él con el Padre Pro, su hermano y compañero de martirio éste me preguntó: -«¿Qué defecto nota, Ud. en Humberto?» -Padre contesté, Humberto es muy inteligente, pero se da demasiada cuenta de ello ...''<br />
<br />
''Es precisamente el temor que tengo, repuso el Padre si Humberto llegara a envanecerse, esto podría serle fatal. «Sí, esto -continua el señor Donateur- no es para disminuir el mérito (del) hombre que fue Humberto, sino para probar a cuantos creen que (los) santos son de pasta especial, que tienen nuestro mismo origen, poseen el germen de todos nuestros defectos, y que, si logran (hechos) notorios por sus cualidades y virtudes, es por el esfuerzo de la voluntad ayudado de la gracia de Dios.''<br />
<br />
''Humberto, desde luego, tenía talento para haber hecho lo que hubiera querido; si escogió le carrera de comercio, fue porque las condiciones económicas de su familia no le permitían hacer otra (…) larga, pero en cualquiera hubiese descollado. Y lo que (digo de su talento), lo digo de su ejemplar conducta y del exacto cumplimiento de todos sus deberes de estudiante. Nadie sacaba tantos premios como él. Al terminar su carrera de comercio obtuvo, el único, un diploma (comercial) de sobresaliente ganado con un total de diez puntos por (materia), que muy rara vez se alcanza.''<br />
<br />
''Pero en conjunto, sobre (en) todo en conjunto, era algo singular. Nunca hubo uno solo de sus profesores que no le quisiera y le (estimara) en todo lo que valía, ni uno solo de sus compañeros que no le reconociese sus méritos y no le quisiere bien. Yo no recuerdo (haber oído) nunca a ningún alumno, ni la menor expresión de antipatía, (queja), o descontento para él, y tenía yo magníficas ocasiones para oír (cuanto) sus compañeros se comunicaban entre sí. Humberto era de esos muchachos que forman centro y en torno de los cuales se agrupan los demás; pero nunca disgustó a nadie, ni jamás le envidiaron, cosa rarísima cuando hay alguien que sobresale así. Frecuentemente su (papel) era el de superior, pero tenía el tino de no hacerse nunca pesado. No le conocí, en los tres años, un solo enemigo.'' <br />
<br />
''Humberto era evidentemente un hombre de carácter, y enérgico. No digamos de su actividad cuando tenía ocasión de manifestarla; cuando se trataba de organizar algo extraordinario en el colegio él era el «factotum». Lo recuerdo trabajando en los (preparativos de algunas) Solemnes, Primeras Comuniones, por ejemplo, y organizando algunas colectas, como las que solían hacerse para la «Propagación de la Fe» y para el Seminario, y la que se hizo para las fiestas del 25 aniversario (de) la coronación de la Santísima Virgen de Guadalupe él conseguía cuanto quería.”''<br />
<br />
''En fin, le digo a Ud. que en treinta y dos años que tengo de ser maestro, nunca vi un alumno como él; tal vez otro hay que yo equipararía, pero serían los dos únicos entre todos, y en un plano de superioridad muy alto.”''<br />
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==Empleado.==<br />
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En cuanto acabó sus estudios empezó Humberto a trabajar, (notoriamente) en un puesto de ínfima categoría; pocos meses después, había sido ascendido varias veces y se había ganado la confianza de sus jefes; cuando dejó ese trabajo a causa de sus actividades apostólicas, era uno de los principales empleados de la casa H. Gerber y Cía. de esta ciudad.<br />
Ahí no perdía de vista a sus amigos y compañeros de la escuela; celoso siempre por el bien de los demás se complacía en serles útil y aprovechó el buen cartel que había (sentado) para colocar a varios jóvenes a quienes no sólo ese servicio prestó, sino principalmente el de sus cristianos consejos y el de su edificante ejemplo. Así se explica la fortaleza y el admirable espíritu de abnegación que dos de sus compañeros de trabajo, muy jóvenes, demostraron sufriendo los horrores de los lúgubres sótanos de la inolvidable Inspección de Policía del tristemente célebre general Roberto Cruz.<br />
<br />
Pero no se limitaba a hacer el bien a sus amigos, yo supe de una señorita extranjera protestante, empleada de la misma casa Gerber y Cía., que en sus conversaciones con Humberto había llegado a interesarse por conocer el catolicismo y estaba leyendo con sumo interés algunos libros que él le prestó. Los acontecimientos de 1926 vinieron a interrumpir esa apostólica empresa, que acaso el martirio de Humberto haya completado de la manera más feliz.<br />
<br />
==«Acejotaemero»==<br />
<br />
Conocí Humberto en Guadalajara, entre los años de 1916 y 17 cuando Anacleto González Flores, que a la sazón daba algunas clases en el colegio en que aquél estudiaba, dirigía también ahí un círculo de estudios para Vanguardias de la A. C. J. M. Una vez que visité ese círculo, cuando los chiquillos (salían) de él, Anacleto me señaló a Humberto y me dijo que ese chico revelaba notable talento y dotes morales que harían de un elemento valioso para la acción católica.<br />
<br />
Pocos días después tuve el honor de conocer a su mamá y empezó mi amistad con su familia, que me permitió observar tan de cerca de Humberto. Si desde pequeño Vanguardia se distinguió, ya joven, en cuanto ingresó al Grupo «Daniel O'Connell» aquí en México, sobresalió haciéndose estimar como un elemento de primera: fue ahí un magnífico amigo y constante buen ejemplo para todos sus compañeros. <br />
<br />
Cumplidísimo y fervoroso en las prácticas colectivas de piedad, se distinguía siempre en los Círculos de Estudio y por su eficacia en la Acción, pronto fue llevado a la directiva del Grupo, donde desempeño muy satisfactoriamente los cargos de Instructor de Aspirantes y de Vicepresidente. Y cuando se necesitó que nuestra querida A. C. J. M. diera a sus mejores jóvenes para acometer acuella titánica lucha por la libertad religiosa sostenida desde 1926 hasta 1929, entre esos fue Humberto, que supo plantar en lo más alto el nombre de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, que él amaba entrañablemente y a la que se sentía orgulloso de pertenecer.<br />
<br />
==El hombre==<br />
<br />
Ante todo, hay que hacer constar que siempre fue Humberto ejemplar irreprochable en sus costumbres; en tanto tiempo de haberle tratado y observado, jamás descubrí ni sospeché en él cosa alguna que desdijera de las cristianas cualidades con que tanto nos edificaba. <br />
<br />
Humberto era todo un carácter; en primer lugar era hombre que jamás habría podido ser obligado a acción alguna que él no pudiera hacer por propia convicción; pero cuando él se había propuesto hacer algo, sabía cumplirlo hasta el sacrificio: yo fui testigo del exceso de trabajo que se imponía durante el tiempo que desempeñó, tan brillantemente, el puesto de Delegado Regional de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, puesto delicadísimo de enormes responsabilidades, ya que quien lo ocupaba tenía que dirigir y mover todas las actividades de centenares de miles de personas que en el Distrito Federal trabajaban en defensa de la religión y de la libertad, en medio de gravísimos e inminentes peligros. <br />
<br />
Cumpliendo su misión, no se daba punto de reposo, comía o cenaba a la hora que buenamente podía y sus labores se prolongaban hasta muy entrada la noche; tan intensos y prolongados eran sus trabajos, que se había demacrado notablemente y no sólo su familia, sino sus amigos, le instábamos para que pusiese algunos medios para contrarrestar el exceso de esfuerzos; empero, en su semblante la fatiga no lograba esfumar su gesto vigoroso, como no lo logró ni el espectáculo de los cadáveres de su hermano el Padre y de Luis Segura Vilchis, caídos sobre su sangre en el lugar en que él a su vez habría de colocarse para ser fusilado como ellos.<br />
<br />
Fue siempre enérgico en todos sus actos y en todas las ocasiones en que debía serlo. Supe por sus familiares que de niño tuvo un genio demasiado fuerte; pero había llegado a dominarse admirablemente, de tal manera que su energía tenía tan suave exteriorización cuando tenía que usarla con los demás, iba envuelta, en tal bondad, que jamás ninguno de los que llegaron a tenerle por superior, llegó a sentir molesto o desagradable su trato.<br />
<br />
En cuanto a sus dotes de organización y de gobierno, eran patentes; bien demostradas quedaron en sus trabajos de la Liga, y los que fueron sus jefes en la casa Gerber y Cía., pueden abogarlas y atestiguar lo que él valía como hombre cumplido y ordenado. <br />
<br />
No pocas grandes penas tuvo que soportar, pero siempre las afrontó con ánimo sereno y con un valor y una fe inalterables; nunca se le veía triste, por el contrario, su carácter extraordinariamente jovial se imponía a todas horas, y hasta en los momentos más apurados solía tener una broma, un chiste, algo que regocijaba a los que estaban con él. Entre los amigos se decía que donde estaban Humberto y Roberto, siempre inseparables, era imposible estar serios.<br />
<br />
En cuanto a su ardor cristiano jamás decaía, y aunque sintiera las tristezas naturales que nos producen los días amargos por que atravesamos, su ánimo no flanqueaba.<br />
<br />
==Su disposición al heroísmo==<br />
<br />
Además, estoy seguro de que su sacrificio fue el colmo de los anhelos más íntimos de su alma; varias veces, hablando entre amigos de los peligros a que constantemente se veían expuestos él y sus hermanos a causa de su cooperación en la Liga, pero particularmente él desde que asumió la jefatura de la Delegación Regional, decía con la más perfecta naturalidad y la sinceridad más honda, que estaba dispuesto a morir cuando Dios lo quisiera, y en alguna ocasión le oí hablar con entusiasmo de la dicha de dar la vida por Dios; pero no como quien habla de cosas que sólo se ven a lo lejos, sino como quien estaba posesionado que era fácil, aun probable, tener que llegar de un momento a otro al sacrificio, y con el acento de quien comprendiendo perfectamente la altísima dicha del martirio, más acariciara la ilusión de merecerla, que temiera la muerte.<br />
<br />
No se piense por eso que él no gustara de los encantos de la vida: el fuego de su juventud le rebosaba, y era de aquellos que infunden ganas de vivir con el optimismo y la frescura de tus ilusiones.<br />
<br />
==En la lucha.==<br />
<br />
Desde que empezó la tremenda lucha en 1926, cuando ya se perdió toda esperanza de alcanzar por medios pacíficos que se hiciera justicia a la Iglesia perseguida, ansioso de ayudar a obtenerla por el único medio que quedaba, pretendió lanzarse a la defensa armada, y hasta salió de la Capital resuelto a encabezar algún grupo que él supo estaba impaciente por lanzarse a la lucha. La falta de recursos materiales hizo fracasar aquel intento y entonces volvió a la ciudad a continuar colaborando en las actividades cívicas, en las que Dios le tenía reservado prestar tan importantes servicios y alcanzar, a consecuencia de ellos, la corona.<br />
<br />
Trabajando en la propaganda de la Liga, andaba encantado y como en fiesta; obtenía adhesiones, distribuía impresos, daba conferencias; él fue, con un amigo suyo, el primer prisionero hecho la ciudad de México, al empezar la campaña cívica, en julio de 1926, por repartir, seguramente antes que nadie porque los primeros ejemplares se los llevó él, la proclama en que se convocaba al boicot que se organizó como recurso con qué hacer presión para que fueran derogadas las leyes persecutorias. Fue llevado a la Octava Comisaría, de ahí a la Inspección de Policía y luego a la Comisaría Sexta, donde permaneció tres días.<br />
<br />
Desde entonces le vigilaban, y cuando la memorable «globada», -que muchos de los presentes recordarán con regocijo-, por haber encontrado una tarjeta suya a persona que con globo fue aprehendida, empezaron a perseguirle con tesón. Entonces, buscando a él aprehendieron a su hermano, el Padre Miguel, que paso varios días en la prisión de Santiago.<br />
A partir de ahí no volvió a haber punto de tranquilidad para la familia Pro, que frecuentemente se veía obligada a cambiar de domicilio, por la tenaz persecución de que era objeto especial Humberto. Conste aquí que la saña que contra él y el Padre tenían los tiranos, databa de largo tiempo, y basta por sí sola para explicar su sacrificio, consumado bajo otro pretexto.<br />
Humberto empezó a trabajar en la Liga desempeñando algunos trabajos que le encomendaba la jefatura Local de la Colonia de Santa María; luego ayudó en las labores de la IV Demarcación; fue más tarde jefe de la VII, y el 26 de junio de 1927 fue nombrado Delegado Regional del Distrito Federal, cargo que desempeñó brillantemente hasta su muerte.<br />
<br />
==El Sacrificio.==<br />
<br />
El heroísmo con que murió ese bravísimo «acejotaemero», lo expresan mejor que todas las palabras, dos de los retratos que la desenvoltura de los verdugos nos hizo el gran favor de proporcionarnos. Me refiero a aquel en que marcha al patíbulo acompañado de un esbirro y aquel otro en que frente a los fusiles asesinos, la orden de la descarga hizo alzarse sus manos que en la fotografía aparecen borradas expresando claramente el movimiento de levantar los brazos, acaso por el deseo de exhalar puesto en cruz, como su hermano, el último aliento; pero no hizo perder a su semblante la expresión de dignidad, de indomable energía, de portentosa entereza, que conserva el retrato y merece un bronce.<br />
<br />
Con todo, él como sus compañeros de martirio, no dejó otra impresión a los reporteros que presenciaron sus sacrificios, que la de una admirable sencillez, que la de una naturalidad que ellos no habrán tal vez comprendido, pero que tiene su perfecta explicación en la verdad cristiana de que dejar esta vida por amor de Dios, es asegurarse el amor de Dios en otra dichosa vida que jamás acaba. He aquí los relatos de algunos reporteros que presenciaron la muerte de Humberto:<br />
<br />
Dice de é1«El Universal Gráfico» del 23 de noviembre de 1927, día en que fue sacrificado: "Llegó y se colocó junto a los cadáveres de su hermano y de Segura y se negó a hacer cualquier encargo. Con los brazos sueltos, sin alardes, pero sin visible temor, oyó las órdenes previas a su ejecución. Recibió la descarga y cayó, como el ingeniero, sobre el mismo lado (el derecho), rápidamente, como electrizado por el efecto de las balas".<br />
<br />
El «Excelsior» del siguiente día dijo: ''“También como los anteriores, el joven Pro hizo un movimiento de asombro al ver los soldados y los cadáveres de su hermano y del ingeniero Segura, que yacían junto a las figuras de metal que sirven para tirar al blanco sin embargo, volvió muy pronto a serenarse y avanzó firmemente, siguiendo las órdenes que se le daban. No quiso que se le vendaran los ojos, y con toda sencillez y naturalidad se colocó junto a los cadáveres de su hermano y del ingeniero Segura, y después de mirar al pelotón, volvió la cara al firmamento y así permaneció en esa postura hasta que la descarga lo hizo caer exánime al suelo.”''<br />
<br />
Así llegó a la gloria ese muchacho alegre y vigoroso, cuyo vigor y cuya alegría procedían más que de la salud del entusiasta deportista, de la pureza de alma del atleta que todo lo puede confortado por el Dios de los fuertes.<br />
<br />
La muerte de Humberto concuerda con su vida, es la resolución armoniosa y triunfal de una existencia virtuosa; ya será esta estudiada concienzudamente y se verá que tenía méritos para que Dios le hubiera concedido lo que él consideró sinceramente el más alto de los galardones: morir por Dios y por la Patria.<br />
<br />
'''LUIS BELTRÁN Y MENDOZA'''</div>
Vrosasr
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PRO JUÁREZ HUMBERTO.
2023-09-11T01:38:09Z
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<hr />
<div>==(Concepción del Oro, 1903-Ciudad de México, 1927)==<br />
<br />
==Nota introductoria.==<br />
<br />
La presente semblanza de Humberto Pro Juárez, hermano del Padre Pro y compañero de martirio, fue leída ante el Grupo «Humberto Pro» de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), correspondiente a la Parroquia de San Cosme de la ciudad de México. <br />
<br />
Fue escrita y pronunciada en la solemnidad de la entrega de su bandera a dicho Grupo el 15 de diciembre de 1935, por Luis Beltrán y Mendoza. La ausencia de bibliografía queda compensada con creces por el testimonio de Luis Donateur quien fuera su amigo, compañero y testigo de su admirable vida, y que por escrito entregó al autor de esta semblanza pocas semanas después del martirio de los hermanos Pro Juárez. En cursivas está señalado el escrito de Luis Donateur. <br />
<br />
==Prólogo==<br />
<br />
Cuando pensamos en los hombres superiores que alcanzan los planos en que viven los héroes, volamos siempre a las páginas de la Historia nos remontamos a épocas lejanas, y sobre todo, nos los imaginamos hechos de una materia especial, distinta de la que nosotros hemos sido hechos; jamás se nos ocurre que entre aquellos con quienes convivimos haya hombres de muy grande virtud, y por ello muchas voces no alcanzamos a descubrir y aprovechar los valores que poseemos.<br />
<br />
Sufrimos con eso una desorientación de perniciosas consecuencias de las cuales es la principal el considerarnos incapaces de elevarnos nosotros mismos a alturas que nos parecen reservadas por privilegio singular a determinados individuos, y con ello nos cortamos las alas para aspirar a la perfección.<br />
<br />
Si en cualquier hombre es ese un error, en el cristiano, que está rodeado, asediado de auxilios naturales y sobrenaturales en que es riquísima y pródiga la verdadera Iglesia de Jesucristo, es más que error, un disparate, una contradicción con la fe que profesamos.<br />
<br />
¿Quién, al ver un muchacho juguetón, travieso, incorregiblemente alegre y bromista, tiene la idea de que ese buen humor, ese continuo bullicio sea la exteriorización de la salud exuberante de un corazón en que rebosa la felicidad de la conciencia pura, de la fecunda vida de la gracia?<br />
<br />
Tal era el aspecto exterior, tal el fondo de un muchacho jovial, inquieto, decidor y simpático que hace unos cuantos años apenas, alegraba con su presencia la casita en que el Grupo «O´Connell», de la Asociación Católica la Juventud Mexicana, reunía un escogido número de jóvenes en la 2ª calle del Ciprés, aquí en el propio territorio de nuestra Parroquia; un muchacho como vosotros, amigos míos de la A. C. J. M., un joven de estatura regular, cuerpo delgado, ágil y fuerte, frente despejada, ojos negros vivaces, de mirar amable, pero enérgico y escudriñador, nariz afilada grande, boca mediana de labios delgados, rápidos en el hablar jocundo que le nacía tan atractivo a todos sus compañeros. Así era Humberto Pro. ¿Era Humberto un hombre superior?<br />
<br />
Juzgad de ello vosotros si tenéis la bondad de seguir esta breve semblanza que os ofrezco, trazada a grandes y muy sencillos rasgos, desprovista deliberadamente de todo adorno literario y de todo intento oratorio, para poder convenceros con la simplicidad del relato, de que se puede llegar a ser un hombre superior sin ser un hombre extraordinario, o de otro modo: que dentro del ordinario vivir del común de los mortales, se pueden escalar las cumbres de la virtud, con tal de que lo que se es, se sea bien, que lo que se hace se haga bien, y con tal de que se lleve en el alma eso grande, inmenso de donde dimana toda grandeza, que es todo para todos y que llamamos Dios.<br />
Humberto Pro fue... hijo de familia, hermano, estudiante; fue empleado, fue deportista, fue un católico de acción, fue un «acejotaemero»; ¿hay en todo eso algo extraordinario? Pero fue debidamente lo que era y lo que hizo lo hizo bien. Sólo su muerte fue algo extraordinario, porque fue el coronamiento glorioso de una vida de virtud. <br />
<br />
==Breves datos biográficos==<br />
<br />
Nació Humberto el 18 de junio de 1903 en Concepción del Oro, Zacatecas. Don Miguel Pro y Doña Josefa Juárez fueron sus padres; del primero hay que recordar la asombrosa abnegación, la fortaleza y la generosidad con que admiró a todos frente a la trágica, aunque gloriosa muerte de sus hijos, el R.P. Miguel, de la ínclita Compañía de Jesús, y Humberto. La señora Pro era una mujer profundamente piadosa, ejemplarmente resignada en el sufrimiento y celosísima del bien espiritual de sus hijos; su satisfacción más grande era haber dado a Dios tres de ellos, el Padre y dos religiosas, una de las cuales sufrió también persecución a raíz del sacrificio de sus hermanos.<br />
<br />
Humberto empezó su instrucción primaria en el Colegio de San Juan Nepomuceno que tenían los Padres Jesuitas en Saltillo, y fue a concluirla en Guadalajara, en el Colegio Católico que estaba en la calle de Santa Mónica. Luego en México, en el Colegio Francés del Puente de Alvarado, hizo sus estudios de comercio.<br />
<br />
Debe ser la primera virtud suya de que se haga mérito, el haber sido un excelente hijo, un hijo verdaderamente modelo por el respeto, el cariño y la abnegación que tenía para con sus padres; pude darme cuenta durante algunos años, desde que terminó sus estudios y empezó a trabajar, de cómo concentró todos sus afanes en rodear a su madre de cuantas comodidades estuviera en sus manos proporcionarla, le vi privarse de cuanto le fue posible para darlo a su casa, pues en aquella época Dios quiso templar aquellas almas cristianas en la cruz de la pobreza, y mientras un centavo de lo que él ganaba pudo ser más útil en su casa, no lo tomó para sí, y no llegó a darse otra clase de gustos legítimos, sino hasta que cumplió el que era para él mayor de todos: el de haber logrado para su mamá y para su hermana un satisfactorio bienestar.<br />
<br />
Pocos hijos he visto tan amantes y solícitos, pero también pocos hermanos tan cariñosos y buenos como él. Era admirable el amor tan tierno que demostraba a su hermana Anita y a su hermano menor, Roberto a quienes me refiero porque fueron con quienes le vi convivir. Para ella, los más delicados afanes, las más exquisitas atenciones; para Roberto, en ausencia de su papá, no sólo se posesionó admirablemente de su papel de hermano mayor, sino que para asegurar más su influencia sobre él a fin de guiarlo siempre por el mejor de los caminos, de tal manera se ganó su amistad, que nunca llegó a tener ni el uno ni el otro, otro amigo predilecto, aunque amigos tenían muchos a quienes querían y de quienes eran muy queridos.<br />
<br />
==Cristiano ferviente==<br />
<br />
Cuando Humberto tenía unos 13 o 14 años, viviendo a la sazón en Guadalajara, supe por la señora su mamá que frecuentaba bastante los Sacramentos; más tarde, durante varios años que vivió muy cerca de mi casa, varias veces por semana le veía comulgar con envidiable fervor en la capilla de las Siervas de María, en la calle de Sor Juana, y el señor don Luis Donateur, que fue Director del Colegio Francés de Alvarado durante los años 1919, 20 y 21 en que Humberto cursó ahí su carrera comercial, en unas declaraciones que se sirvió hacerme y que transcribiré adelante, dijo: ''“Como piadoso, lo era de verdad, no fue nunca un rezandero, sino un piadoso convencido, vamos era la suya una piedad real. En cuanto a la frecuencia de los santos Sacramentos, comulgaba por lo menos tres o cuatro veces por semana”.'' Su hermana Anita me dijo que siempre lo practicó así.<br />
<br />
==El estudiante==<br />
<br />
En sus estudios desde pequeño se distinguió, y sus maestros le tuvieron siempre en grande estima, lo mismo que sus compañeros, pero oigamos el testimonio del señor Donateur, que he citado. He aquí sus palabras:<br />
<br />
''“Humberto, como alumno, fue algo excepcional; siempre el primero en su clase y el primero de su año, en todos los años, y lo mismo en el estudio que en todo: Ud. recuerda que era deportista, pues en el deporte también era el primero.''<br />
<br />
''No pretendo decir con esto que no tuviera sus defectos; pero los que generalmente descuellan entre estudiantes, los vencía de tal manera: que en nada, aparecían. Sin embargo, para ser sincero, debo decir que, a los dos o tres años de haber dejado las aulas, se manifestaron en el ciertos aires de suficiencia que quizá no conoció suficientemente y por ello no trató de vencer. Un día, cambiando impresiones sobre él con el Padre Pro, su hermano y compañero de martirio éste me preguntó: -«¿Qué defecto nota, Ud. en Humberto?» -Padre contesté, Humberto es muy inteligente, pero se da demasiada cuenta de ello ...''<br />
<br />
''Es precisamente el temor que tengo, repuso el Padre si Humberto llegara a envanecerse, esto podría serle fatal. «Sí, esto -continua el señor Donateur- no es para disminuir el mérito (del) hombre que fue Humberto, sino para probar a cuantos creen que (los) santos son de pasta especial, que tienen nuestro mismo origen, poseen el germen de todos nuestros defectos, y que, si logran (hechos) notorios por sus cualidades y virtudes, es por el esfuerzo de la voluntad ayudado de la gracia de Dios.''<br />
<br />
''Humberto, desde luego, tenía talento para haber hecho lo que hubiera querido; si escogió le carrera de comercio, fue porque las condiciones económicas de su familia no le permitían hacer otra (…) larga, pero en cualquiera hubiese descollado. Y lo que (digo de su talento), lo digo de su ejemplar conducta y del exacto cumplimiento de todos sus deberes de estudiante. Nadie sacaba tantos premios como él. Al terminar su carrera de comercio obtuvo, el único, un diploma (comercial) de sobresaliente ganado con un total de diez puntos por (materia), que muy rara vez se alcanza.''<br />
<br />
Pero en conjunto, sobre (en) todo en conjunto, era algo singular. Nunca hubo uno solo de sus profesores que no le quisiera y le (estimara) en todo lo que valía, ni uno solo de sus compañeros que no le reconociese sus méritos y no le quisiere bien. Yo no recuerdo (haber oído) nunca a ningún alumno, ni la menor expresión de antipatía, (queja), o descontento para él, y tenía yo magníficas ocasiones para oír (cuanto) sus compañeros se comunicaban entre sí. Humberto era de esos muchachos que forman centro y en torno de los cuales se agrupan los demás; pero nunca disgustó a nadie, ni jamás le envidiaron, cosa rarísima cuando hay alguien que sobresale así. Frecuentemente su (papel) era el de superior, pero tenía el tino de no hacerse nunca pesado. No le conocí, en los tres años, un solo enemigo. <br />
Humberto era evidentemente un hombre de carácter, y enérgico. No digamos de su actividad cuando tenía ocasión de manifestarla; cuando se trataba de organizar algo extraordinario en el colegio él era el «factotum». Lo recuerdo trabajando en los (preparativos de algunas) Solemnes, Primeras Comuniones, por ejemplo, y organizando algunas colectas, como las que solían hacerse para la «Propagación de la Fe» y para el Seminario, y la que se hizo para las fiestas del 25 aniversario (de) la coronación de la Santísima Virgen de Guadalupe él conseguía cuanto quería.”<br />
En fin, le digo a Ud. que en treinta y dos años que tengo de ser maestro, nunca vi un alumno como él; tal vez otro hay que yo equipararía, pero serían los dos únicos entre todos, y en un plano de superioridad muy alto.”<br />
<br />
Empleado.<br />
En cuanto acabó sus estudios empezó Humberto a trabajar, (notoriamente) en un puesto de ínfima categoría; pocos meses después, había sido ascendido varias veces y se había ganado la confianza de sus jefes; cuando dejó ese trabajo a causa de sus actividades apostólicas, era uno de los principales empleados de la casa H. Gerber y Cía. de esta ciudad.<br />
Ahí no perdía de vista a sus amigos y compañeros de la escuela; celoso siempre por el bien de los demás se complacía en serles útil y aprovechó el buen cartel que había (sentado) para colocar a varios jóvenes a quienes no sólo ese servicio prestó, sino principalmente el de sus cristianos consejos y el de su edificante ejemplo. Así se explica la fortaleza y el admirable espíritu de abnegación que dos de sus compañeros de trabajo, muy jóvenes, demostraron sufriendo los horrores de los lúgubres sótanos de la inolvidable Inspección de Policía del tristemente célebre general Roberto Cruz.<br />
Pero no se limitaba a hacer el bien a sus amigos, yo supe de una señorita extranjera protestante, empleada de la misma casa Gerber y Cía., que en sus conversaciones con Humberto había llegado a interesarse por conocer el catolicismo y estaba leyendo con sumo interés algunos libros que él le prestó. Los acontecimientos de 1926 vinieron a interrumpir esa apostólica empresa, que acaso el martirio de Humberto haya completado de la manera más feliz.<br />
«Acejotaemero»<br />
Conocí Humberto en Guadalajara, entre los años de 1916 y 17 cuando Anacleto González Flores, que a la sazón daba algunas clases en el colegio en que aquél estudiaba, dirigía también ahí un círculo de estudios para Vanguardias de la A. C. J. M. Una vez que visité ese círculo, cuando los chiquillos (salían) de él, Anacleto me señaló a Humberto y me dijo que ese chico revelaba notable talento y dotes morales que harían de un elemento valioso para la acción católica.<br />
Pocos días después tuve el honor de conocer a su mamá y empezó mi amistad con su familia, que me permitió observar tan de cerca de Humberto. Si desde pequeño Vanguardia se distinguió, ya joven, en cuanto ingresó al Grupo «Daniel O'Connell» aquí en México, sobresalió haciéndose estimar como un elemento de primera: fue ahí un magnífico amigo y constante buen ejemplo para todos sus compañeros. <br />
Cumplidísimo y fervoroso en las prácticas colectivas de piedad, se distinguía siempre en los Círculos de Estudio y por su eficacia en la Acción, pronto fue llevado a la directiva del Grupo, donde desempeño muy satisfactoriamente los cargos de Instructor de Aspirantes y de Vicepresidente. Y cuando se necesitó que nuestra querida A. C. J. M. diera a sus mejores jóvenes para acometer acuella titánica lucha por la libertad religiosa sostenida desde 1926 hasta 1929, entre esos fue Humberto, que supo plantar en lo más alto el nombre de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, que él amaba entrañablemente y a la que se sentía orgulloso de pertenecer.<br />
El hombre<br />
Ante todo, hay que hacer constar que siempre fue Humberto ejemplar irreprochable en sus costumbres; en tanto tiempo de haberle tratado y observado, jamás descubrí ni sospeché en él cosa alguna que desdijera de las cristianas cualidades con que tanto nos edificaba. <br />
Humberto era todo un carácter; en primer lugar era hombre que jamás habría podido ser obligado a acción alguna que él no pudiera hacer por propia convicción; pero cuando él se había propuesto hacer algo, sabía cumplirlo hasta el sacrificio: yo fui testigo del exceso de trabajo que se imponía durante el tiempo que desempeñó, tan brillantemente, el puesto de Delegado Regional de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, puesto delicadísimo de enormes responsabilidades, ya que quien lo ocupaba tenía que dirigir y mover todas las actividades de centenares de miles de personas que en el Distrito Federal trabajaban en defensa de la religión y de la libertad, en medio de gravísimos e inminentes peligros. <br />
Cumpliendo su misión, no se daba punto de reposo, comía o cenaba a la hora que buenamente podía y sus labores se prolongaban hasta muy entrada la noche; tan intensos y prolongados eran sus trabajos, que se había demacrado notablemente y no sólo su familia, sino sus amigos, le instábamos para que pusiese algunos medios para contrarrestar el exceso de esfuerzos; empero, en su semblante la fatiga no lograba esfumar su gesto vigoroso, como no lo logró ni el espectáculo de los cadáveres de su hermano el Padre y de Luis Segura Vilchis, caídos sobre su sangre en el lugar en que él a su vez habría de colocarse para ser fusilado como ellos.<br />
Fue siempre enérgico en todos sus actos y en todas las ocasiones en que debía serlo. Supe por sus familiares que de niño tuvo un genio demasiado fuerte; pero había llegado a dominarse admirablemente, de tal manera que su energía tenía tan suave exteriorización cuando tenía que usarla con los demás, iba envuelta, en tal bondad, que jamás ninguno de los que llegaron a tenerle por superior, llegó a sentir molesto o desagradable su trato.<br />
En cuanto a sus dotes de organización y de gobierno, eran patentes; bien demostradas quedaron en sus trabajos de la Liga, y los que fueron sus jefes en la casa Gerber y Cía., pueden abogarlas y atestiguar lo que él valía como hombre cumplido y ordenado. <br />
No pocas grandes penas tuvo que soportar, pero siempre las afrontó con ánimo sereno y con un valor y una fe inalterables; nunca se le veía triste, por el contrario, su carácter extraordinariamente jovial se imponía a todas horas, y hasta en los momentos más apurados solía tener una broma, un chiste, algo que regocijaba a los que estaban con él. Entre los amigos se decía que donde estaban Humberto y Roberto, siempre inseparables, era imposible estar serios.<br />
En cuanto a su ardor cristiano jamás decaía, y aunque sintiera las tristezas naturales que nos producen los días amargos por que atravesamos, su ánimo no flanqueaba.<br />
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Su disposición al heroísmo<br />
Además, estoy seguro de que su sacrificio fue el colmo de los anhelos más íntimos de su alma; varias veces, hablando entre amigos de los peligros a que constantemente se veían expuestos él y sus hermanos a causa de su cooperación en la Liga, pero particularmente él desde que asumió la jefatura de la Delegación Regional, decía con la más perfecta naturalidad y la sinceridad más honda, que estaba dispuesto a morir cuando Dios lo quisiera, y en alguna ocasión le oí hablar con entusiasmo de la dicha de dar la vida por Dios; pero no como quien habla de cosas que sólo se ven a lo lejos, sino como quien estaba posesionado que era fácil, aun probable, tener que llegar de un momento a otro al sacrificio, y con el acento de quien comprendiendo perfectamente la altísima dicha del martirio, más acariciara la ilusión de merecerla, que temiera la muerte.<br />
No se piense por eso que él no gustara de los encantos de la vida: el fuego de su juventud le rebosaba, y era de aquellos que infunden ganas de vivir con el optimismo y la frescura de tus ilusiones.<br />
En la lucha.<br />
Desde que empezó la tremenda lucha en 1926, cuando ya se perdió toda esperanza de alcanzar por medios pacíficos que se hiciera justicia a la Iglesia perseguida, ansioso de ayudar a obtenerla por el único medio que quedaba, pretendió lanzarse a la defensa armada, y hasta salió de la Capital resuelto a encabezar algún grupo que él supo estaba impaciente por lanzarse a la lucha. La falta de recursos materiales hizo fracasar aquel intento y entonces volvió a la ciudad a continuar colaborando en las actividades cívicas, en las que Dios le tenía reservado prestar tan importantes servicios y alcanzar, a consecuencia de ellos, la corona.<br />
Trabajando en la propaganda de la Liga, andaba encantado y como en fiesta; obtenía adhesiones, distribuía impresos, daba conferencias; él fue, con un amigo suyo, el primer prisionero hecho la ciudad de México, al empezar la campaña cívica, en julio de 1926, por repartir, seguramente antes que nadie porque los primeros ejemplares se los llevó él, la proclama en que se convocaba al boicot que se organizó como recurso con qué hacer presión para que fueran derogadas las leyes persecutorias. Fue llevado a la Octava Comisaría, de ahí a la Inspección de Policía y luego a la Comisaría Sexta, donde permaneció tres días.<br />
Desde entonces le vigilaban, y cuando la memorable «globada», -que muchos de los presentes recordarán con regocijo-, por haber encontrado una tarjeta suya a persona que con globo fue aprehendida, empezaron a perseguirle con tesón. Entonces, buscando a él aprehendieron a su hermano, el Padre Miguel, que paso varios días en la prisión de Santiago.<br />
A partir de ahí no volvió a haber punto de tranquilidad para la familia Pro, que frecuentemente se veía obligada a cambiar de domicilio, por la tenaz persecución de que era objeto especial Humberto. Conste aquí que la saña que contra él y el Padre tenían los tiranos, databa de largo tiempo, y basta por sí sola para explicar su sacrificio, consumado bajo otro pretexto.<br />
Humberto empezó a trabajar en la Liga desempeñando algunos trabajos que le encomendaba la jefatura Local de la Colonia de Santa María; luego ayudó en las labores de la IV Demarcación; fue más tarde jefe de la VII, y el 26 de junio de 1927 fue nombrado Delegado Regional del Distrito Federal, cargo que desempeñó brillantemente hasta su muerte.<br />
El Sacrificio.<br />
El heroísmo con que murió ese bravísimo «acejotaemero», lo expresan mejor que todas las palabras, dos de los retratos que la desenvoltura de los verdugos nos hizo el gran favor de proporcionarnos. Me refiero a aquel en que marcha al patíbulo acompañado de un esbirro y aquel otro en que frente a los fusiles asesinos, la orden de la descarga hizo alzarse sus manos que en la fotografía aparecen borradas expresando claramente el movimiento de levantar los brazos, acaso por el deseo de exhalar puesto en cruz, como su hermano, el último aliento; pero no hizo perder a su semblante la expresión de dignidad, de indomable energía, de portentosa entereza, que conserva el retrato y merece un bronce.<br />
Con todo, él como sus compañeros de martirio, no dejó otra impresión a los reporteros que presenciaron sus sacrificios, que la de una admirable sencillez, que la de una naturalidad que ellos no habrán tal vez comprendido, pero que tiene su perfecta explicación en la verdad cristiana de que dejar esta vida por amor de Dios, es asegurarse el amor de Dios en otra dichosa vida que jamás acaba. He aquí los relatos de algunos reporteros que presenciaron la muerte de Humberto:<br />
Dice de é1«El Universal Gráfico» del 23 de noviembre de 1927, día en que fue sacrificado: "Llegó y se colocó junto a los cadáveres de su hermano y de Segura y se negó a hacer cualquier encargo. Con los brazos sueltos, sin alardes, pero sin visible temor, oyó las órdenes previas a su ejecución. Recibió la descarga y cayó, como el ingeniero, sobre el mismo lado (el derecho), rápidamente, como electrizado por el efecto de las balas".<br />
El «Excelsior» del siguiente día dijo: “También como los anteriores, el joven Pro hizo un movimiento de asombro al ver los soldados y los cadáveres de su hermano y del ingeniero Segura, que yacían junto a las figuras de metal que sirven para tirar al blanco sin embargo, volvió muy pronto a serenarse y avanzó firmemente, siguiendo las órdenes que se le daban. No quiso que se le vendaran los ojos, y con toda sencillez y naturalidad se colocó junto a los cadáveres de su hermano y del ingeniero Segura, y después de mirar al pelotón, volvió la cara al firmamento y así permaneció en esa postura hasta que la descarga lo hizo caer exánime al suelo.”<br />
Así llegó a la gloria ese muchacho alegre y vigoroso, cuyo vigor y cuya alegría procedían más que de la salud del entusiasta deportista, de la pureza de alma del atleta que todo lo puede confortado por el Dios de los fuertes.<br />
La muerte de Humberto concuerda con su vida, es la resolución armoniosa y triunfal de una existencia virtuosa; ya será esta estudiada concienzudamente y se verá que tenía méritos para que Dios le hubiera concedido lo que él consideró sinceramente el más alto de los galardones: morir por Dios y por la Patria.<br />
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'''LUIS BELTRÁN Y MENDOZA'''</div>
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PRO JUÁREZ HUMBERTO.
2023-09-11T01:06:03Z
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<div>==(Concepción del Oro, 1903-Ciudad de México, 1927)==<br />
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==Nota introductoria.==<br />
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La presente semblanza de Humberto Pro Juárez, hermano del Padre Pro y compañero de martirio, fue leída ante el Grupo «Humberto Pro» de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), correspondiente a la Parroquia de San Cosme de la ciudad de México. <br />
<br />
Fue escrita y pronunciada en la solemnidad de la entrega de su bandera a dicho Grupo el 15 de diciembre de 1935, por Luis Beltrán y Mendoza. La ausencia de bibliografía queda compensada con creces por el testimonio de Luis Donateur quien fuera su amigo, compañero y testigo de su admirable vida, y que por escrito entregó al autor de esta semblanza pocas semanas después del martirio de los hermanos Pro Juárez. En cursivas está señalado el escrito de Luis Donateur. <br />
<br />
==Prólogo==<br />
<br />
Cuando pensamos en los hombres superiores que alcanzan los planos en que viven los héroes, volamos siempre a las páginas de la Historia nos remontamos a épocas lejanas, y sobre todo, nos los imaginamos hechos de una materia especial, distinta de la que nosotros hemos sido hechos; jamás se nos ocurre que entre aquellos con quienes convivimos haya hombres de muy grande virtud, y por ello muchas voces no alcanzamos a descubrir y aprovechar los valores que poseemos.<br />
<br />
Sufrimos con eso una desorientación de perniciosas consecuencias de las cuales es la principal el considerarnos incapaces de elevarnos nosotros mismos a alturas que nos parecen reservadas por privilegio singular a determinados individuos, y con ello nos cortamos las alas para aspirar a la perfección.<br />
<br />
Si en cualquier hombre es ese un error, en el cristiano, que está rodeado, asediado de auxilios naturales y sobrenaturales en que es riquísima y pródiga la verdadera Iglesia de Jesucristo, es más que error, un disparate, una contradicción con la fe que profesamos.<br />
<br />
¿Quién, al ver un muchacho juguetón, travieso, incorregiblemente alegre y bromista, tiene la idea de que ese buen humor, ese continuo bullicio sea la exteriorización de la salud exuberante de un corazón en que rebosa la felicidad de la conciencia pura, de la fecunda vida de la gracia?<br />
<br />
Tal era el aspecto exterior, tal el fondo de un muchacho jovial, inquieto, decidor y simpático que hace unos cuantos años apenas, alegraba con su presencia la casita en que el Grupo «O´Connell», de la Asociación Católica la Juventud Mexicana, reunía un escogido número de jóvenes en la 2ª calle del Ciprés, aquí en el propio territorio de nuestra Parroquia; un muchacho como vosotros, amigos míos de la A. C. J. M., un joven de estatura regular, cuerpo delgado, ágil y fuerte, frente despejada, ojos negros vivaces, de mirar amable, pero enérgico y escudriñador, nariz afilada grande, boca mediana de labios delgados, rápidos en el hablar jocundo que le nacía tan atractivo a todos sus compañeros. Así era Humberto Pro. ¿Era Humberto un hombre superior?<br />
<br />
Juzgad de ello vosotros si tenéis la bondad de seguir esta breve semblanza que os ofrezco, trazada a grandes y muy sencillos rasgos, desprovista deliberadamente de todo adorno literario y de todo intento oratorio, para poder convenceros con la simplicidad del relato, de que se puede llegar a ser un hombre superior sin ser un hombre extraordinario, o de otro modo: que dentro del ordinario vivir del común de los mortales, se pueden escalar las cumbres de la virtud, con tal de que lo que se es, se sea bien, que lo que se hace se haga bien, y con tal de que se lleve en el alma eso grande, inmenso de donde dimana toda grandeza, que es todo para todos y que llamamos Dios.<br />
Humberto Pro fue... hijo de familia, hermano, estudiante; fue empleado, fue deportista, fue un católico de acción, fue un «acejotaemero»; ¿hay en todo eso algo extraordinario? Pero fue debidamente lo que era y lo que hizo lo hizo bien. Sólo su muerte fue algo extraordinario, porque fue el coronamiento glorioso de una vida de virtud. <br />
<br />
==Breves datos biográficos==<br />
<br />
Nació Humberto el 18 de junio de 1903 en Concepción del Oro, Zacatecas. Don Miguel Pro y Doña Josefa Juárez fueron sus padres; del primero hay que recordar la asombrosa abnegación, la fortaleza y la generosidad con que admiró a todos frente a la trágica, aunque gloriosa muerte de sus hijos, el R.P. Miguel, de la ínclita Compañía de Jesús, y Humberto. La señora Pro era una mujer profundamente piadosa, ejemplarmente resignada en el sufrimiento y celosísima del bien espiritual de sus hijos; su satisfacción más grande era haber dado a Dios tres de ellos, el Padre y dos religiosas, una de las cuales sufrió también persecución a raíz del sacrificio de sus hermanos.<br />
<br />
Humberto empezó su instrucción primaria en el Colegio de San Juan Nepomuceno que tenían los Padres Jesuitas en Saltillo, y fue a concluirla en Guadalajara, en el Colegio Católico que estaba en la calle de Santa Mónica. Luego en México, en el Colegio Francés del Puente de Alvarado, hizo sus estudios de comercio.<br />
<br />
Debe ser la primera virtud suya de que se haga mérito, el haber sido un excelente hijo, un hijo verdaderamente modelo por el respeto, el cariño y la abnegación que tenía para con sus padres; pude darme cuenta durante algunos años, desde que terminó sus estudios y empezó a trabajar, de cómo concentró todos sus afanes en rodear a su madre de cuantas comodidades estuviera en sus manos proporcionarla, le vi privarse de cuanto le fue posible para darlo a su casa, pues en aquella época Dios quiso templar aquellas almas cristianas en la cruz de la pobreza, y mientras un centavo de lo que él ganaba pudo ser más útil en su casa, no lo tomó para sí, y no llegó a darse otra clase de gustos legítimos, sino hasta que cumplió el que era para él mayor de todos: el de haber logrado para su mamá y para su hermana un satisfactorio bienestar.<br />
<br />
Pocos hijos he visto tan amantes y solícitos, pero también pocos hermanos tan cariñosos y buenos como él. Era admirable el amor tan tierno que demostraba a su hermana Anita y a su hermano menor, Roberto a quienes me refiero porque fueron con quienes le vi convivir. Para ella, los más delicados afanes, las más exquisitas atenciones; para Roberto, en ausencia de su papá, no sólo se posesionó admirablemente de su papel de hermano mayor, sino que para asegurar más su influencia sobre él a fin de guiarlo siempre por el mejor de los caminos, de tal manera se ganó su amistad, que nunca llegó a tener ni el uno ni el otro, otro amigo predilecto, aunque amigos tenían muchos a quienes querían y de quienes eran muy queridos.<br />
<br />
==Cristiano ferviente==<br />
<br />
Cuando Humberto tenía unos 13 o 14 años, viviendo a la sazón en Guadalajara, supe por la señora su mamá que frecuentaba bastante los Sacramentos; más tarde, durante varios años que vivió muy cerca de mi casa, varias veces por semana le veía comulgar con envidiable fervor en la capilla de las Siervas de María, en la calle de Sor Juana, y el señor don Luis Donateur, que fue Director del Colegio Francés de Alvarado durante los años 1919, 20 y 21 en que Humberto cursó ahí su carrera comercial, en unas declaraciones que se sirvió hacerme y que transcribiré adelante, dijo: ''“Como piadoso, lo era de verdad, no fue nunca un rezandero, sino un piadoso convencido, vamos era la suya una piedad real. En cuanto a la frecuencia de los santos Sacramentos, comulgaba por lo menos tres o cuatro veces por semana”.'' Su hermana Anita me dijo que siempre lo practicó así.<br />
<br />
==El estudiante==<br />
<br />
En sus estudios desde pequeño se distinguió, y sus maestros le tuvieron siempre en grande estima, lo mismo que sus compañeros, pero oigamos el testimonio del señor Donateur, que he citado. He aquí sus palabras:<br />
<br />
''“Humberto, como alumno, fue algo excepcional; siempre el primero en su clase y el primero de su año, en todos los años, y lo mismo en el estudio que en todo: Ud. recuerda que era deportista, pues en el deporte también era el primero.''<br />
<br />
''No pretendo decir con esto que no tuviera sus defectos; pero los que generalmente descuellan entre estudiantes, los vencía de tal manera: que en nada, aparecían. Sin embargo, para ser sincero, debo decir que, a los dos o tres años de haber dejado las aulas, se manifestaron en el ciertos aires de suficiencia que quizá no conoció suficientemente y por ello no trató de vencer. Un día, cambiando impresiones sobre él con el Padre Pro, su hermano y compañero de martirio éste me preguntó: -«¿Qué defecto nota, Ud. en Humberto?» -Padre contesté, Humberto es muy inteligente, pero se da demasiada cuenta de ello ...''<br />
<br />
''Es precisamente el temor que tengo, repuso el Padre si Humberto llegara a envanecerse, esto podría serle fatal. «Sí, esto -continua el señor Donateur- no es para disminuir el mérito (del) hombre que fue Humberto, sino para probar a cuantos creen que (los) santos son de pasta especial, que tienen nuestro mismo origen, poseen el germen de todos nuestros defectos, y que, si logran (hechos) notorios por sus cualidades y virtudes, es por el esfuerzo de la voluntad ayudado de la gracia de Dios.''<br />
<br />
''Humberto, desde luego, tenía talento para haber hecho lo que hubiera querido; si escogió le carrera de comercio, fue porque las condiciones económicas de su familia no le permitían hacer otra (…) larga, pero en cualquiera hubiese descollado. Y lo que (digo de su talento), lo digo de su ejemplar conducta y del exacto cumplimiento de todos sus deberes de estudiante. Nadie sacaba tantos premios como él. Al terminar su carrera de comercio obtuvo, el único, un diploma (comercial) de sobresaliente ganado con un total de diez puntos por (materia), que muy rara vez se alcanza.''<br />
<br />
Pero en conjunto, sobre (en) todo en conjunto, era algo singular. Nunca hubo uno solo de sus profesores que no le quisiera y le (estimara) en todo lo que valía, ni uno solo de sus compañeros que no le reconociese sus méritos y no le quisiere bien. Yo no recuerdo (haber oído) nunca a ningún alumno, ni la menor expresión de antipatía, (queja), o descontento para él, y tenía yo magníficas ocasiones para oír (cuanto) sus compañeros se comunicaban entre sí. Humberto era de esos muchachos que forman centro y en torno de los cuales se agrupan los demás; pero nunca disgustó a nadie, ni jamás le envidiaron, cosa rarísima cuando hay alguien que sobresale así. Frecuentemente su (papel) era el de superior, pero tenía el tino de no hacerse nunca pesado. No le conocí, en los tres años, un solo enemigo. <br />
Humberto era evidentemente un hombre de carácter, y enérgico. No digamos de su actividad cuando tenía ocasión de manifestarla; cuando se trataba de organizar algo extraordinario en el colegio él era el «factotum». Lo recuerdo trabajando en los (preparativos de algunas) Solemnes, Primeras Comuniones, por ejemplo, y organizando algunas colectas, como las que solían hacerse para la «Propagación de la Fe» y para el Seminario, y la que se hizo para las fiestas del 25 aniversario (de) la coronación de la Santísima Virgen de Guadalupe él conseguía cuanto quería.”<br />
En fin, le digo a Ud. que en treinta y dos años que tengo de ser maestro, nunca vi un alumno como él; tal vez otro hay que yo equipararía, pero serían los dos únicos entre todos, y en un plano de superioridad muy alto.”<br />
<br />
Empleado.<br />
En cuanto acabó sus estudios empezó Humberto a trabajar, (notoriamente) en un puesto de ínfima categoría; pocos meses después, había sido ascendido varias veces y se había ganado la confianza de sus jefes; cuando dejó ese trabajo a causa de sus actividades apostólicas, era uno de los principales empleados de la casa H. Gerber y Cía. de esta ciudad.<br />
Ahí no perdía de vista a sus amigos y compañeros de la escuela; celoso siempre por el bien de los demás se complacía en serles útil y aprovechó el buen cartel que había (sentado) para colocar a varios jóvenes a quienes no sólo ese servicio prestó, sino principalmente el de sus cristianos consejos y el de su edificante ejemplo. Así se explica la fortaleza y el admirable espíritu de abnegación que dos de sus compañeros de trabajo, muy jóvenes, demostraron sufriendo los horrores de los lúgubres sótanos de la inolvidable Inspección de Policía del tristemente célebre general Roberto Cruz.<br />
Pero no se limitaba a hacer el bien a sus amigos, yo supe de una señorita extranjera protestante, empleada de la misma casa Gerber y Cía., que en sus conversaciones con Humberto había llegado a interesarse por conocer el catolicismo y estaba leyendo con sumo interés algunos libros que él le prestó. Los acontecimientos de 1926 vinieron a interrumpir esa apostólica empresa, que acaso el martirio de Humberto haya completado de la manera más feliz.<br />
«Acejotaemero»<br />
Conocí Humberto en Guadalajara, entre los años de 1916 y 17 cuando Anacleto González Flores, que a la sazón daba algunas clases en el colegio en que aquél estudiaba, dirigía también ahí un círculo de estudios para Vanguardias de la A. C. J. M. Una vez que visité ese círculo, cuando los chiquillos (salían) de él, Anacleto me señaló a Humberto y me dijo que ese chico revelaba notable talento y dotes morales que harían de un elemento valioso para la acción católica.<br />
Pocos días después tuve el honor de conocer a su mamá y empezó mi amistad con su familia, que me permitió observar tan de cerca de Humberto. Si desde pequeño Vanguardia se distinguió, ya joven, en cuanto ingresó al Grupo «Daniel O'Connell» aquí en México, sobresalió haciéndose estimar como un elemento de primera: fue ahí un magnífico amigo y constante buen ejemplo para todos sus compañeros. <br />
Cumplidísimo y fervoroso en las prácticas colectivas de piedad, se distinguía siempre en los Círculos de Estudio y por su eficacia en la Acción, pronto fue llevado a la directiva del Grupo, donde desempeño muy satisfactoriamente los cargos de Instructor de Aspirantes y de Vicepresidente. Y cuando se necesitó que nuestra querida A. C. J. M. diera a sus mejores jóvenes para acometer acuella titánica lucha por la libertad religiosa sostenida desde 1926 hasta 1929, entre esos fue Humberto, que supo plantar en lo más alto el nombre de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, que él amaba entrañablemente y a la que se sentía orgulloso de pertenecer.<br />
El hombre<br />
Ante todo, hay que hacer constar que siempre fue Humberto ejemplar irreprochable en sus costumbres; en tanto tiempo de haberle tratado y observado, jamás descubrí ni sospeché en él cosa alguna que desdijera de las cristianas cualidades con que tanto nos edificaba. <br />
Humberto era todo un carácter; en primer lugar era hombre que jamás habría podido ser obligado a acción alguna que él no pudiera hacer por propia convicción; pero cuando él se había propuesto hacer algo, sabía cumplirlo hasta el sacrificio: yo fui testigo del exceso de trabajo que se imponía durante el tiempo que desempeñó, tan brillantemente, el puesto de Delegado Regional de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, puesto delicadísimo de enormes responsabilidades, ya que quien lo ocupaba tenía que dirigir y mover todas las actividades de centenares de miles de personas que en el Distrito Federal trabajaban en defensa de la religión y de la libertad, en medio de gravísimos e inminentes peligros. <br />
Cumpliendo su misión, no se daba punto de reposo, comía o cenaba a la hora que buenamente podía y sus labores se prolongaban hasta muy entrada la noche; tan intensos y prolongados eran sus trabajos, que se había demacrado notablemente y no sólo su familia, sino sus amigos, le instábamos para que pusiese algunos medios para contrarrestar el exceso de esfuerzos; empero, en su semblante la fatiga no lograba esfumar su gesto vigoroso, como no lo logró ni el espectáculo de los cadáveres de su hermano el Padre y de Luis Segura Vilchis, caídos sobre su sangre en el lugar en que él a su vez habría de colocarse para ser fusilado como ellos.<br />
Fue siempre enérgico en todos sus actos y en todas las ocasiones en que debía serlo. Supe por sus familiares que de niño tuvo un genio demasiado fuerte; pero había llegado a dominarse admirablemente, de tal manera que su energía tenía tan suave exteriorización cuando tenía que usarla con los demás, iba envuelta, en tal bondad, que jamás ninguno de los que llegaron a tenerle por superior, llegó a sentir molesto o desagradable su trato.<br />
En cuanto a sus dotes de organización y de gobierno, eran patentes; bien demostradas quedaron en sus trabajos de la Liga, y los que fueron sus jefes en la casa Gerber y Cía., pueden abogarlas y atestiguar lo que él valía como hombre cumplido y ordenado. <br />
No pocas grandes penas tuvo que soportar, pero siempre las afrontó con ánimo sereno y con un valor y una fe inalterables; nunca se le veía triste, por el contrario, su carácter extraordinariamente jovial se imponía a todas horas, y hasta en los momentos más apurados solía tener una broma, un chiste, algo que regocijaba a los que estaban con él. Entre los amigos se decía que donde estaban Humberto y Roberto, siempre inseparables, era imposible estar serios.<br />
En cuanto a su ardor cristiano jamás decaía, y aunque sintiera las tristezas naturales que nos producen los días amargos por que atravesamos, su ánimo no flanqueaba.<br />
<br />
Su disposición al heroísmo<br />
Además, estoy seguro de que su sacrificio fue el colmo de los anhelos más íntimos de su alma; varias veces, hablando entre amigos de los peligros a que constantemente se veían expuestos él y sus hermanos a causa de su cooperación en la Liga, pero particularmente él desde que asumió la jefatura de la Delegación Regional, decía con la más perfecta naturalidad y la sinceridad más honda, que estaba dispuesto a morir cuando Dios lo quisiera, y en alguna ocasión le oí hablar con entusiasmo de la dicha de dar la vida por Dios; pero no como quien habla de cosas que sólo se ven a lo lejos, sino como quien estaba posesionado que era fácil, aun probable, tener que llegar de un momento a otro al sacrificio, y con el acento de quien comprendiendo perfectamente la altísima dicha del martirio, más acariciara la ilusión de merecerla, que temiera la muerte.<br />
No se piense por eso que él no gustara de los encantos de la vida: el fuego de su juventud le rebosaba, y era de aquellos que infunden ganas de vivir con el optimismo y la frescura de tus ilusiones.<br />
En la lucha.<br />
Desde que empezó la tremenda lucha en 1926, cuando ya se perdió toda esperanza de alcanzar por medios pacíficos que se hiciera justicia a la Iglesia perseguida, ansioso de ayudar a obtenerla por el único medio que quedaba, pretendió lanzarse a la defensa armada, y hasta salió de la Capital resuelto a encabezar algún grupo que él supo estaba impaciente por lanzarse a la lucha. La falta de recursos materiales hizo fracasar aquel intento y entonces volvió a la ciudad a continuar colaborando en las actividades cívicas, en las que Dios le tenía reservado prestar tan importantes servicios y alcanzar, a consecuencia de ellos, la corona.<br />
Trabajando en la propaganda de la Liga, andaba encantado y como en fiesta; obtenía adhesiones, distribuía impresos, daba conferencias; él fue, con un amigo suyo, el primer prisionero hecho la ciudad de México, al empezar la campaña cívica, en julio de 1926, por repartir, seguramente antes que nadie porque los primeros ejemplares se los llevó él, la proclama en que se convocaba al boicot que se organizó como recurso con qué hacer presión para que fueran derogadas las leyes persecutorias. Fue llevado a la Octava Comisaría, de ahí a la Inspección de Policía y luego a la Comisaría Sexta, donde permaneció tres días.<br />
Desde entonces le vigilaban, y cuando la memorable «globada», -que muchos de los presentes recordarán con regocijo-, por haber encontrado una tarjeta suya a persona que con globo fue aprehendida, empezaron a perseguirle con tesón. Entonces, buscando a él aprehendieron a su hermano, el Padre Miguel, que paso varios días en la prisión de Santiago.<br />
A partir de ahí no volvió a haber punto de tranquilidad para la familia Pro, que frecuentemente se veía obligada a cambiar de domicilio, por la tenaz persecución de que era objeto especial Humberto. Conste aquí que la saña que contra él y el Padre tenían los tiranos, databa de largo tiempo, y basta por sí sola para explicar su sacrificio, consumado bajo otro pretexto.<br />
Humberto empezó a trabajar en la Liga desempeñando algunos trabajos que le encomendaba la jefatura Local de la Colonia de Santa María; luego ayudó en las labores de la IV Demarcación; fue más tarde jefe de la VII, y el 26 de junio de 1927 fue nombrado Delegado Regional del Distrito Federal, cargo que desempeñó brillantemente hasta su muerte.<br />
El Sacrificio.<br />
El heroísmo con que murió ese bravísimo «acejotaemero», lo expresan mejor que todas las palabras, dos de los retratos que la desenvoltura de los verdugos nos hizo el gran favor de proporcionarnos. Me refiero a aquel en que marcha al patíbulo acompañado de un esbirro y aquel otro en que frente a los fusiles asesinos, la orden de la descarga hizo alzarse sus manos que en la fotografía aparecen borradas expresando claramente el movimiento de levantar los brazos, acaso por el deseo de exhalar puesto en cruz, como su hermano, el último aliento; pero no hizo perder a su semblante la expresión de dignidad, de indomable energía, de portentosa entereza, que conserva el retrato y merece un bronce.<br />
Con todo, él como sus compañeros de martirio, no dejó otra impresión a los reporteros que presenciaron sus sacrificios, que la de una admirable sencillez, que la de una naturalidad que ellos no habrán tal vez comprendido, pero que tiene su perfecta explicación en la verdad cristiana de que dejar esta vida por amor de Dios, es asegurarse el amor de Dios en otra dichosa vida que jamás acaba. He aquí los relatos de algunos reporteros que presenciaron la muerte de Humberto:<br />
Dice de é1«El Universal Gráfico» del 23 de noviembre de 1927, día en que fue sacrificado: "Llegó y se colocó junto a los cadáveres de su hermano y de Segura y se negó a hacer cualquier encargo. Con los brazos sueltos, sin alardes, pero sin visible temor, oyó las órdenes previas a su ejecución. Recibió la descarga y cayó, como el ingeniero, sobre el mismo lado (el derecho), rápidamente, como electrizado por el efecto de las balas".<br />
El «Excelsior» del siguiente día dijo: “También como los anteriores, el joven Pro hizo un movimiento de asombro al ver los soldados y los cadáveres de su hermano y del ingeniero Segura, que yacían junto a las figuras de metal que sirven para tirar al blanco sin embargo, volvió muy pronto a serenarse y avanzó firmemente, siguiendo las órdenes que se le daban. No quiso que se le vendaran los ojos, y con toda sencillez y naturalidad se colocó junto a los cadáveres de su hermano y del ingeniero Segura, y después de mirar al pelotón, volvió la cara al firmamento y así permaneció en esa postura hasta que la descarga lo hizo caer exánime al suelo.”<br />
Así llegó a la gloria ese muchacho alegre y vigoroso, cuyo vigor y cuya alegría procedían más que de la salud del entusiasta deportista, de la pureza de alma del atleta que todo lo puede confortado por el Dios de los fuertes.<br />
La muerte de Humberto concuerda con su vida, es la resolución armoniosa y triunfal de una existencia virtuosa; ya será esta estudiada concienzudamente y se verá que tenía méritos para que Dios le hubiera concedido lo que él consideró sinceramente el más alto de los galardones: morir por Dios y por la Patria.<br />
<br />
'''LUIS BELTRÁN Y MENDOZA'''</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=Glosario&diff=3705858
Glosario
2023-09-11T00:59:57Z
<p>Vrosasr: /* P */</p>
<hr />
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'''[[SUBLIMIS DEUS; Bula y Breves de Paulo III]]'''<br />
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=== T ===<br />
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'''[[TALAMANTES FRAY MELCHOR DE; Promotor de la independencia Novohispana]]'''<br />
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'''[[TALAMANTES FRAY MELCHOR DE; Su vida en México]]'''<br />
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'''[[TALAMANTES FRAY MELCHOR DE; Su vida en Perú]]'''<br />
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'''[[TAMEMES; Leyes sobre su oficio]]'''<br />
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'''[[TAPIA, Andrés de]]'''<br />
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'''[[TAPIA, Gonzalo de]]'''<br />
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'''[[TARIJA; Centro Eclesial de Documentación]]'''<br />
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'''[[TARIJA; El Archivo Franciscano]]'''<br />
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'''[[TARIJA; El Convento Franciscano]]'''<br />
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'''[[TARIJA; Historiadores del Convento]]'''<br />
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'''[[TELPOCHCALLI]]'''<br />
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'''[[TENOCHTITLAN; Capital del pueblo Azteca]]'''<br />
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'''[[TENOCHTITLÁN. Mitos, leyendas y realidades]]'''<br />
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'''[[TEOLOGÍA CONCILIAR. Reformas en España y Perú]]'''<br />
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'''[[TEOLOGIA CONCILIAR. Trento en América]]'''<br />
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'''[[TEOLOGÍA EN CHILE]]'''<br />
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'''[[TEOLOGÍA EN LATINOAMÉRICA. Perspectiva del Arzobispo Romero]]'''<br />
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'''[[TEOLOGÍA Y DERECHO; La presencia española en Perú]]'''<br />
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'''[[TEOTIHUACÁN]]'''<br />
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'''[[TEPEACA]]'''<br />
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'''[[TEPEYAC]]'''<br />
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'''[[TEXCOCO]]'''<br />
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'''[[TOTONACAS]]'''<br />
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'''[[TRADICIÓN ORAL EN MESOAMÉRICA]]'''<br />
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'''[[TRADICIÓN Y MODERNIDAD; El laboratorio y la biblioteca ]]'''<br />
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'''[[TRADICIÓN Y MODERNIDAD; los Colegios Jesuitas del S. XIX]]'''<br />
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'''[[TRÁFICO ESCRAVO; O fenômeno em Brasil]]'''<br />
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'''[[TRÁFICO ESCRAVO; Senzalas]]'''<br />
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'''[[TRÁFICO ESCRAVO; O fenômeno em nas terras Campestrenses]]'''<br />
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'''[[TRÁFICO ESCRAVO; Transformações na Provincia de São Paulo ]]'''<br />
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'''[[TRANSMISIÓN DE LA FE EN EL NUEVO MUNDO I]]''' <br />
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'''[[TRANSMISIÓN DE LA FE EN EL NUEVO MUNDO II]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; Comienzos y expansión]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; Condenas de la Teología y de la razón]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; Condenas de los Papas]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; El Calvinismo anglicano]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; El camino de su abolición]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; El «Quilombo» de Los Palmares]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; La conciencia cristiana]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; Las Indias Occidentales Danesas]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS: Los intentos de justificación]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; Su abolición en Brasil]]'''<br />
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<br />
'''[[TRATA DE ESCLAVOS; Su abolición en los Estados Unidos]]'''<br />
<br />
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=== U ===<br />
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<br />
=== V ===<br />
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<br />
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<br />
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<br />
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=== W ===<br />
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<br />
=== Z ===<br />
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<br />
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<br />
'''[[ZUMÁRRAGA: Su visión de los indígenas mexicanos]]'''</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=LIMA._El_conflicto_de_la_doctrina_del_Cercado_(1590-1592)&diff=3705857
LIMA. El conflicto de la doctrina del Cercado (1590-1592)
2023-09-03T01:45:16Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==Figura del virrey Hurtado de Mendoza==<br />
<br />
La aparición en 1590 en la escena peruana del virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y antiguo gobernador de Chile, tuvo aspectos positivos en los campos administrativo y financiero, así como en los políticos y sociales. Activó el sistema de alcabalas y almojarifazgos; moderó las pretensiones de los corregidores de indios, propensos siempre a abusar del cargo; animó las flotas de galeones de mercancías y otros empeños circunstanciales.<br />
<br />
Desgraciadamente tuvo el personaje graves defectos de carácter. Altanero y atrabiliario, su autoritarismo le condujo a censurables excesos. Los biógrafos de Santo Toribio no dejan de resaltar esas taras temperamentales. Según Rodríguez Valencia, el virrey es ''“vanidoso y violento, y estas dos notas de su carácter le inutilizaron para todo buen gobierno en su vida de contacto y relación”''<ref>Vicente RODRÍGUEZ VALENCIA, ''Santo [[TORIBIO_DE_MOGROVEJO | Toribio de Mogrovejo]], organizador y apóstol de Sur-América''. (Madrid, 1957), t. II, p. 349.</ref> . Rubén Vargas Ugarte S.J. destaca su ''“altanería y terquedad”''<ref>Rubén VARGAS UGARTE S.J., ''Historia de la [[JESUITAS_(Compañia_de_Jesús) | Compañía de Jesús]] en el Perú, tomo II (1568-1620),'' (Burgos, 1963), p. 189.</ref>, y José Antonio Benito, la importunidad de la que dio prueba el virrey en sus actuaciones.<ref>José Antonio BENITO, ''Crisol de lazos solidarios Toribio. Alfonso Mogrovejo''. (Lima, 2001), p. 175.</ref><br />
<br />
Si a eso añadimos que García Hurtado de Mendoza era en el Perú el titular del Regio [[CHILE,_RELACIONES_IGLESIA-ESTADO._El_Real_Patronato | Patronato Indiano]], con las desbordantes prerrogativas de tal institución frente a la Iglesia, tendremos una idea bastante aproximada de las actitudes de prepotencia que mostró el virrey durante el gobierno eclesiástico de Santo Toribio. Por lo general los [[VIRREYES;_Facultades_y_limitaciones | virreyes]] eran celosos en la guarda del Patronato; pero el marqués de Cañete convirtió el celo en avasallamiento del fuero episcopal, y no se detuvo ni ante la acusación calumniosa. Esta fue una de las cruces más duras de Toribio Alfonso de Mogrovejo y uno de los capítulos más edificantes en el proceso de beatificación.<br />
<br />
==El «Cercado»==<br />
<br />
Hacia 1563, cuando aún no habían llegado los [[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas | jesuitas]] a Lima, existía al otro lado del río Rímac el barrio de San Lázaro, en el cual se asentaron muchos indios camaroneros [pescadores de camarones]. Cuando los [[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas | jesuitas]] asumen la Doctrina de Santiago del Cercado, consideraron conveniente —para fines pastorales— que se uniesen allá también los nativos de San Lázaro. El 18 de enero de 1585 el padre Juan de Aguilar hizo la correspondiente petición al Cabildo limeño. Por lo pronto no hubo respuesta.<br />
El 25 de febrero de 1588 el Cabildo tomó más bien la decisión de pedir al virrey Torres y Portugal y al Arzobispo que se erigiera en San Lázaro una parroquia para atender espiritualmente a los numerosos indios de ese sector de la capital. El prelado dispuso que el barrio de pescadores fuera atendido por curas diocesanos versados en lengua indígena: el canónigo Balboa, después el doctor Zapata y por fin don Alonso de Huerta. El mismo Santo Toribio se interesaba por esta Doctrina.<br />
<br />
Reunidos los indios a un costado de la Catedral los días domingos, el Arzobispo vestido de pontifical y con el báculo en la mano hacía la explicación del Catecismo del Concilio límense en quechua y castellano. ''“Yo asimismo el tiempo que estoy en esta ciudad hago lo propio, predicándoles en la lengua, y a los españoles, y a los demás que me entienden, declarando el evangelio (...). Era de mucha edificación para el pueblo verlos venir con sus pendones en procesión desde San Lázaro a la Iglesia Mayor por medio de la plaza, con muy buen orden, y el cura con ellos, según y cómo en el tiempo del doctor Balboa se acostumbraba”''.<ref>Carlos GARCÍA IRIGOYEN, ''Santo Toribio'', tomo I (Lima, 1906), p. 97-98. 176</ref><br />
<br />
Con la llegada del virrey García Hurtado de Mendoza las cosas iban a cambiar. Venía a Lima el nuevo gobernante en compañía de su hermano, el sacerdote jesuita Hernando de Mendoza, cuya presencia en el Perú la había solicitado el mismo virrey al General de la Compañía, padre Claudio Aquaviva. En cuanto al carácter del sacerdote, era muy distinto de su hermano. No estaba muy bien de salud (padecía algún mal cardíaco), era muy observante y no le agradaba meterse en asuntos de la administración virreinal. El padre Hernando fue destinado por el Provincial Juan de Atienza a la doctrina de Santiago del Cercado, cuyo superior era el padre Juan de Aguilar.<br />
<br />
==Inicios del conflicto entre el Virrey y el Arzobispo==<br />
<br />
Los sucesos ocurrieron con la violencia que era de temerse cuando intervenía García Hurtado de Mendoza. Estamos a 28 de agosto de 1590. Mogrovejo no se hallaba en Lima, sino en Visita Pastoral; pero habría de llegar pronto, pues el IV concilio provincial límense estaba convocado para el 18 de octubre. El Virrey ordenó que de inmediato se procediese al traslado de los indios de San Lázaro a la Reducción del Cercado. <br />
<br />
La ejecución del mandato se le confió al Corregidor del Cercado, Juan Ortiz de Zárate. El Provisor del Arzobispado y Vicario General era don Antonio de Valcázar, quien obviamente resistió la intimación desaforada del Virrey. Cuenta Valcázar: ''“Forzados y contra su voluntad dejaban (los indios) cuanto tenían y se huían a los cañaverales. Los soldados iban a la caza de los fugitivos. Algunos de los indios se asilaron en la iglesia de San Lázaro, de donde fueron sacados por los oficiales reales”''. Valcázar fue apresado por éstos, y un piquete de alabarderos lo llevó detenido a las galeras del Callao.<br />
<br />
A su llegada a Lima quedó Santo Toribio muy sorprendido e indignado por el atropello consumado contra los indios y contra su Vicario General. Pudo haber lanzado la excomunión. Por bien de paz no lo hizo; pero sí tomó la pluma para quejarse ante Felipe II de tamañas tropelías, descritas por el propio Vicario General en carta que iba adjunta. Hacía notar el Arzobispo la violencia ejercida por el Virrey ''“llevándome al Provisor al Callao con la guardia... siendo una persona tan principal y de mucha virtud y recogimiento, a quien Vuestra Alteza ha de hacer mucha merced, y yo amo y quiero mucho”''.<ref>La carta de Valcázar es del 28 de abril y la de Mogrovejo, del 3 de marzo de 1591; citadas ambas por RODRÍGUEZ VALENCIA, ''o. c.'', t. II, 291-292.</ref><br />
<br />
Antes de proseguir con el relato de los hechos que se sucedieron luego de la reducción forzada de los indios pescadores de San Lázaro, conviene repasar las motivaciones de uno y otro lado, los provechos y perjuicios de la reducción única y de la independencia de las dos [[DOCTRINAS;_su_publicación | doctrinas]]. Para enteramos del punto de vista de los [[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas | jesuitas]], que coincidía en gran parte con el del Virrey, contamos con la carta de éste, fecha 27 de diciembre de 1590, al rey Felipe II.<ref>Publicada primero por LEVILLIER, ''Gobernantes del Perú'', vol. XII, 175; y también, con mejor aparato crítico, en Antonio de EGAÑA S.I., ''Monumento Peruana'' IV (Boma, 1966), doc. 158, 644-649.</ref> <br />
<br />
Los indígenas de San Lázaro se hallaban en paraje muy precario, junto al río, con los riesgos de las riadas (huaicos) del verano, expuestos a los robos y vejaciones por parte de negros, mulatos y zambahigos ''“que entran y salen en esta ciudad y allí encubrían sus hurtos; y el clérigo que doctrina a estos indios era uno que habían echado de la [[JESUITAS_(Compañia_de_Jesús) | Compañía de Jesús]] por no ser de la vida y ejemplo que profesa su Religión”.'' <br />
<br />
Añade el Virrey que la situación en el Cercado era muy otra, ya que los indios estaban muy bien atendidos y contaban con una iglesia, “''la mejor que hay en todo este Arzobispado y más bien servida y proveída de ornamentos y música”''. Y concluye el Virrey: ''“Y así he mandado reducir al Cercado todos los indios que estaban en San Lázaro y los que andaban vagando por esta ciudad, y les he puesto Corregidor que los ampare y defienda y los tengo en paz y justicia”''<ref>Se refiere a la iglesia de Santiago del Cercado, a cargo actualmente de los Padres Carmelitas Descalzos.</ref>.<br />
<br />
La posición del Arzobispado se halla contenida en la extensa carta del 23 de marzo de 1591, al monarca.<ref>Muy conocida, y publicada por mons. LISSÓN en su colección de documentos La Iglesia de España en el Perú (tomo III, 588-590); GARCÍA IRIGOYEN, o. c., II, 190-198 y RODRÍGUEZ VALENCIA (parcialmente), o. c., II, 288. La mejor edición es la de ''Monumento Peruana'' IV, ya citada, doc. 165, p. 678-691.</ref>Allí en primer término Santo Toribio lamenta que el traslado forzoso de los indios se haya hecho ''“con mucho sentimiento y dolor y lágrimas y perdimiento de haciendas de los indios, y daño y detrimento de la provisión de la ciudad, clero y pueblo y religiosos y la contradicción que de mi parte se ha hecho para que no los sacasen de la parroquia e iglesia que tenían en San Lázaro con su clérigo (Juan de San Martín)...”.'' <br />
<br />
Santo Toribio menciona al jesuita ''“hermano del mismo Virrey”'' (se refiere al padre Hernando de Mendoza) como cómplice en el desaguisado. Expone con detalle los excesos cometidos por parte del Virrey y de la Compañía; por ejemplo, el nombrar ésta un juez conservador, que defienda los derechos de la Orden en el fuero eclesiástico; prerrogativa contenida en la [[BULA | bula]] «Aequum reputamus» de Gregorio XIII del 25 de mayo de 1572. Este juez conservador sentenció que el Arzobispo lesionaba privilegios pontificios al reclamar la doctrina del Cercado. Creemos que es éste un caso más en la larga lista de querellas virreinales entre las órdenes religiosas (no sólo la Compañía) y los prelados diocesanos. La lista se haría más larga si añadimos los casos de roces entre el Real Patronato y el fuero episcopal puramente eclesiástico.<br />
<br />
El Arzobispo se lamenta de la preferencia que se da a los religiosos sobre los clérigos diocesanos en el otorgamiento de las [[DOCTRINAS;_su_publicación | doctrinas]], y llega a decir: ''“yo estoy resuelto a no ordenar más clérigos por que no padezcan y se vean en necesidad, no habiendo en qué acomodarlos, y en los Obispados del Cuzco y Charcas me dicen hay muy grande número de clérigos y que a cada doctrina se oponen (en el concurso) veinte y treinta clérigos”''<ref>''Monumento Peruana'' IV. 685</ref>.<br />
<br />
Pide el prelado a Felipe II que ordene a la Compañía abandonar la doctrina del Cercado ''“para poder acomodar en ella clérigos muy virtuosos y buenos lenguas [conocedores de las lenguas indígenas] e hijos de conquistadores”''. Como se ve, y lo reconoce el Padre Egaña (anotador de «Monumenta Peruana» IV), en el fondo de la controversia latía el problema de la supervivencia y derogación de los privilegios de los regulares en Indias.<br />
<br />
Continúa en su carta Santo Toribio aduciendo la amistad entre el Virrey Hurtado de Mendoza y la Compañía para desfavorecer las causas del prelado. Señala que incluso los oidores de la [[AUDIENCIAS_REALES_EN_EL_NUEVO_MUNDO | Real Audiencia]] ''“no se atreven a hacer más de lo que él (el Virrey) quiere”''. En este punto de la misiva arzobispal cita Mogrovejo la amenaza del Virrey: ''“dijo que yo no había de enviar persona ni papeles ni carta ni razón alguna Vuestra Alteza, y que me había de embarcar para Chile y de allí enviarme por el estrecho de Magallanes a España”''.<br />
<br />
Es en este pasaje de la referida carta del 23 de marzo de 1591 donde aparece un importante rasgo autobiográfico de Santo Toribio, que suele mencionarse en las obras que cuenta su prodigiosa labor pastoral: ''“... habiendo ya trabajado tanto en este Arzobispado después de Vuestra Alteza me hizo merced, por tiempo de seis o siete años, discurriendo por él y habiendo andado... más ha de dos años, dos mil leguas y más entonces, y confirmado más de cuatrocientos y cincuenta mil ánimas, y después acá mucha más, con grandes trabajos de caminos y tierras muy ásperas y temples diferentes, viéndome yo y los que iban conmigo en mucho riesgo y peligro de vida...”''.<ref>Ibid., 687.</ref> <br />
<br />
Este párrafo obedece sin duda a la explicable indignación del Arzobispo ante las injustas y mezquinas acusaciones del Virrey, el cual en carta del 1 de mayo de 1590 al rey Felipe II incrimina al Santo de que «jamás» está en Lima, ''“y da por excusa que anda visitando su arzobispado, lo cual se tiene por mucho inconveniente... y también se mete en todas las cosas del Patronazgo... porque todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude, como sería razón, a las cosas de servicio de V.M., parece que convendría que V.M. le mandase ir a España, poniendo aquí un coadjutor, de todo lo cual me han informado los oidores de esta Audiencia y los clérigos de su misma Iglesia”'' ...<ref>LEVILLIER, ''o.c.'', 164.</ref>Palabras muy duras e injustas que muestran la incomprensión y malquerencia del Virrey hacia el Arzobispo.<br />
<br />
''“Estoy admirado -añade Santo Toribio en su carta a Felipe II— que profesando los Padres de la Compañía tanta cristiandad y paz... no hayan atajado esto y venido en lo que todo el mundo aprobara, y parecerá bien siendo yo pastor de estas ovejas y estando a mi cargo el darles pasto espiritual”''.<ref>''Monumento. Peruana'' IV, p. 682.</ref>El biógrafo más notable de Santo Toribio -que lo es Vicente Rodríguez Valencia— comenta acerca de la polarización a que ha llegado el conflicto: <br />
<br />
''“Y será hora ya de decimos qué siniestra fortuna es la de este gobernante aristócrata, que así trae envueltos en contiendas de jurisdicción, en vaivenes, en alharacas, en compromisos a estos dos poderes de cuya concordia y suma tan duraderos bienes venían lográndose para la Iglesia en Indias: el segundo Arzobispo de Lima y los [[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas | jesuitas]] de la Provincia del Perú”''.<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, ''o. c.'', tomo II, 304.</ref><br />
<br />
==Escalada del conflicto==<br />
<br />
Se había llegado a un punto en que las jurisdicciones locales, tanto de la Arquidiócesis como de la Provincia jesuita del Perú, resultaban ineficaces para dar solución al grave litigio. Era preciso esperar decisiones tanto de Madrid como de Roma. Es obvio que ambas partes litigantes se apresuraron a enviar los respectivos informes a las instancias europeas. Ya hemos dicho que tanto el Provisor Valcázar como el propio Arzobispo Mogrovejo habían escribo a Madrid (cartas del 28 de abril y 23 de marzo de 1591 respectivamente). Pero estas fechas poco significan en cuanto a celeridad de procedimientos. <br />
<br />
El Virrey tenía interés en que primero se conociese en Madrid su propia versión del conflicto del Cercado. Por ello recurrió a la estratagema de hacer retrasar los trámites iniciados en Lima por el Arzobispo. Las flotas de aquel tiempo salían sólo dos veces en el año. En primer lugar salieron de Lima los escritos y alegatos de García Hurtado de Mendoza con la flota de primavera; pero sin los de Santo Toribio. <br />
<br />
El Arzobispo incluso había decidido enviar personalmente al doctor Francisco García del Castillo, antiguo colegial del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo (tan querido al Prelado) para que informase «vivae vocis» de estos y otros asuntos a las autoridades madrileñas. García del Castillo tuvo, pues, que quedarse en Lima y esperar... la flota de otoño. En el mes de noviembre de 1591 se tramitaba en Madrid la sentencia del [[CONSEJO_REAL_DE_INDIAS | Consejo de Indias]], que resultó favorable al Virrey y a los [[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas | jesuitas]].<br />
<br />
Por esa época Santo Toribio retiró a los [[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas | jesuitas]] de la arquidiócesis de los llamados sermones «de tabla» que solían tener en la Catedral de Lima, y también les retiró las licencias de predicar. Así se lo informa el Provincial Atienza al Padre Aquaviva, General de la Compañía: ''“Hasta ahora no ha alzado el Arzobispo la prohibición que tiene puesta de que no admitan a predicar a los de la Compañía en los monasterios de monjas y parroquias”'' (carta del 21 de abril de 1592). Pero un mes después tal prohibición fue levantada, y el mismo Padre Atienza tiene la satisfacción de informar de ello al General (21 de mayo).<ref>En los Constituciones Sinodales de 1713 aparece la “Tabla de los Sermones que se predican en esta Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Los Reyes”. Además de los sermones reservados al Arzobispo y al Canónigo Magistral, los religiosos asumen la predicación en diversas festividades. Los [[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas | jesuitas]] tienen asignados los siguientes días: domingo IV de Adviento, domingo primero de cuaresma, domingo 5to., Santísima Trinidad, San Felipe y Santiago, Santa María Magdalena, San Mateo y Todos los Santos ''(Constituciones Sinodales del Arzobispado de Lima''. 1864, pp. 159-160).</ref><br />
<br />
Entretanto Santo Toribio seguía esperando respuesta de Madrid. Su alegato, intencionalmente retrasado en Lima, sólo pudo enviarlo a Madrid en la flota de otoño, mientras que el expediente del Virrey había salido con la flota de invierno. En la corte de Felipe II fue escuchado el parecer de Santo Toribio, expuesto por su fiel apoderado, el doctor Francisco García del Castillo. <br />
<br />
En el voluminoso expediente del Prelado de Lima se incluían: documentos relativos a la cuestión del Seminario de Los Reyes (levantado con la advocación de Sto. Toribio de Astorga), en cuyos asuntos también se había entrometido García Hurtado de Mendoza; documentos referentes a [[DOCTRINAS;_su_publicación | Doctrinas]] y papeles relativos al enojoso tema del Cercado. En resumen, las resoluciones del Consejo consisten en lo siguiente:<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, ''o. c.'', tomo II, pp. 322-324.</ref> <br />
<br />
# Seminario Conciliar de Lima. El monarca manda que sea el Arzobispo quien lo administre, según lo ordena el Tridentino e incluso el Concilio III límense de 1583. Y que sea repuesto el escudo episcopal (arbitrariamente removido por el colérico Virrey el 20 de marzo de 1591), pero (matiz conciliatorio y salomónico de la resolución real) que se pongan, también las armas reales ''“en el más preeminente lugar”''.<br />
# Vuelta de los indios a su barrio de San Lázaro. Se concede la petición del Arzobispo: ''“que todos los indios que el Marqués de Cañete redujo y pobló en el Cercado de los que vivían en San Lázaro y en esta ciudad, vuelvan y pongan en el asiento de San Lázaro adonde estaban poblados por el Conde del Villar, y gocen de la libertad, quietud y sosiego”.'' Hay que reconocer que tanto el Virrey como los Oidores acataron la norma, como lo reconoció el propio Santo Toribio,<ref>''Ibidem'', 323.</ref>si bien hubo tardanzas y forcejeos. Para los indios y españoles el Arzobispo erigiría más tarde la vice-parroquia de San Lázaro, que fue la de Nuestra Señora de Copacabana, con su cofradía de indios.<br />
<br />
Después de tantas tensiones y contradicciones, debía llegar el momento de la reconciliación entre el Arzobispo y la [[JESUITAS_(Compañia_de_Jesús) | Compañía de Jesús]]. Desgraciadamente el temperamento irascible del Virrey García Hurtado de Mendoza habría de mantener viva la llama de la inquina hacia el santo prelado. Sería muy larga la enumeración de las quejas, irritaciones, desaires y hasta acusaciones calumniosas -orales y escritas— por parte del Marqués de Cañete. <br />
Solamente haremos referencia a la reprensión pública al Arzobispo, ordenada por Real Cédula de Felipe II de 29 de diciembre de 1593. Con su habitual malquerencia hacia Santo Toribio, el Virrey se había quejado ante la corte madrileña de que el Arzobispo se quedaba con los dineros que el Regio Patronato destinaba a la organización del [[SEMINARIO_CONCILIAR_DE_SANTO_TORIBIO | Seminario de Lima]].<br />
<br />
Cuando llegó a Lima la cédula de reprensión, dada por los consejeros de Indias sin esperar el descargo del acusado, Santo Toribio se hallaba de visita pastoral en apartados pueblos de su arquidiócesis -la más extensa del mundo iberoamericano-; y no recibió las Reales Cédulas hasta el mes de junio de 1594.<br />
Se comprenderá el asombro de Santo Toribio al enterarse de tal cúmulo do cargos impertinentes y sobre todo infundados. Un cura párroco de esa época, Hernando Martínez, que había conocido de cerca al Arzobispo, dijo: ''“Da lástima y compasión que de un Prelado tan santo y de tanta virtud se presuma de que había de tomar lo ajeno... Y que tenga que abonar su persona siendo ejemplo de virtud”''.<ref>''Sumaría Información'', citada por RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., H, 373-374.</ref> <br />
<br />
Felipe II estimó que ''“por la autoridad y decencia del Prelado no conviene que el Virrey le dé en estrados la reprensión pública que parece, sino aparte y en secreto...”.''<ref>GARCÍA IRIGOYEN, ''o. c.'', tomo II, 171.</ref>León Pinelo acota sobre este punto: ''“La tradición que de este caso hay en Lima, que oí muchas veces contar es, que habiéndosela leído en el Acuerdo la cédula de reprehensión, sólo respondió el Santo Arzobispo: «Enojado estaba nuestro Rey, sea por amor de Dios, satisfarémosle, satisfarémosle». Y que el Virrey y los Oidores quedaron admirados de ver la paciencia con que llevó aquel pesar, que en otro sujeto de menos perfección causaría mucho disgusto y aun ira”''.<ref>''Ibid''., p. 173.</ref><br />
<br />
Luego de esta digresión, volvamos al tema de la reconciliación de la autoridad civil con los padres [[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas | jesuitas]]. En primer término es preciso tener en cuenta que el principal interesado en no agudizar las tensiones fue el propio Padre General, Claudio Aquaviva. Los testimonios que han sido publicados en «Monumenta Peruana» V son expresivos. <br />
En todas las cartas a sus súbditos en Lima, el Prepósito General les exhorta a la concordia y a deponer rencillas. Será ilustrativo corroborar esta afirmación siguiendo el orden cronológico de los despachos, el cual se basa indudablemente en las informaciones que Aquaviva va recibiendo de esta Capital. El Provincial del Perú, Padre Juan de Atienza le había escrito desde Lima el 27 de mayo de 1592:<br />
<br />
''“La amistad con el señor Arzobispo de esta ciudad y los de su casa se ha ido continuando, a Dios gracias, y espero en Nuestro Señor- se satisfará Su Señoría cada día más del deseo que la Compañía tiene por servirle. Alzó ya Su Señoría la prohibición que tenía puesta a la Compañía en lo de los sermones, restituyéndole los sermones de tabla que solía predicar en la Iglesia mayor de esta ciudad, y avisando a las demás partes que podrían llamar a los de la Compañía y ayudarse de su doctrina y sermones, y así se comenzó a hacer esta Pascua de Espíritu Santo (17 de mayo de 1592), y con esto ha cesado toda esta pesadumbre, según la presente justicia, que entre Su Señoría y la Compañía ha habido”''.<ref>Egaña, ''Monumenta Peruana'', vol. V (Roma, 1970), doc. 26, pp. 109-110. Carta citada parcialmente por RODRIGUEZ VALENCIA, ''o. c''., II, 327.</ref><br />
<br />
==Solución del conflicto==<br />
<br />
Sin haber llegado a conocer oportunamente la misiva anterior, el Padre Aquaviva le escribía al teólogo y profesor de la Universidad de San Marcos, adre. Esteban de Ávila, el 3 de agosto de 1592:<br />
<br />
''“Yo holgara harto que no hubiera sucedido lo que me escriben pasa entre el señor Arzobispo y la Compañía porque demás de los disgustos que se atraviesan, ningún suceso que tenga un tal caso puede ser ganancioso, porque si la Compañía sale con su razón, deja disgustado y averso el Prelado; y si el Señor Arzobispo sale con lo que intenta, será con alguna quiebra en la reputación de los Nuestros y, según se puede temer, etiam (también) con algún daño de esos pobres indios”''.<ref>''Monumenta Peruana'' V, doc. 36, p. 135.</ref><br />
<br />
Otra vez desde Roma el 3 de agosto de 1592, la carta se halla dirigida al propio Virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza (y se comprende el cuidado del remitente en escoger las palabras precisas):<br />
<br />
''“Por muchas razones he sentido que entre el Arzobispo y la Compañía se haya ofrecido ocasión de menos paz y unión, porque como de la mucha que hasta aquí han tenido se han visto bonísimos efectos para gloria de Dios y ayuda de esos pobres indios, así se puede temer que la falta de ella impida mucho bien que se podría hacer en utilidad de las almas; y aunque reconozco la mucha merced que V.E. ha hecho a la Compañía de esta ocasión, y por ella esos Podres y yo nos hallamos de nuevo obligados a su servicio, siento también la parte de pena que a V.E. habrá dado este suceso. Pero consuélome de pensar que con su cristiano celo habrá dado en ello tal corte que a esta hora está todo acabado, de manera que esos Padres puedan servir y ayudar al Prelado, como yo lo deseo y ellos lo han procurado hacer hasta ahora”''.<ref>''Ibid''., doc. 66, pp. 168-159. i 23</ref><br />
<br />
El Padre General llega a expresar que él era partidario de dejar la doctrina de Santiago del Cercado ''“para ahorrar molestias”''. Se deduce -comenta el compilador de «Monumenta Peruana», Padre Antonio de Egaña- que el Virrey ''“les había mandado a los [[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas | jesuitas]] que no abandonaran la doctrina"''.<ref>''Ibid''., nota 6, p. 159.</ref> <br />
<br />
En la misma fecha en que escribe el Virrey, le envía el General una carta al nuevo Provincial del Perú, Padre Juan Sebastián de la Parra (electo por Aquaviva el 25 de abril de 1591), en la que reitera los sentimientos de buscar la paz y la armonía con la autoridad civil. ''“Ya me parece que de España se ha enviado remedio y el Padre [Diego de] Zúñiga, [Procurador de la Provincia] llevó el duplicado. El Papa [Gregorio XIV] también envía un breve al Arzobispo en que le exhorta a unirse con nosotros, como lo verá en la copia”''<ref>Las referencias del texto citado son importantes para la cronología del malhadado conflicto. La Real Cédula a que alude Aquaviva está firmada en El Escorial el 22 de junio de 1591. El P. Zúñiga, de regreso de Roma, salió de Cádiz hacia América el 19 de marzo de 1592.</ref>.<br />
<br />
Todavía el 5 de jumo de 1594, en nueva comunicación de Aquaviva al P. Sebastián, toma al objetivo de la concordia: ''“Aunque la concordia con el señor Arzobispo de Lima no haya sido en sus principios tan fervorosa, espero que a esta hora VV.RR. [Vuestras Reverencias] le habrán ganado de manera que la amistad antigua se haya renovado, sin que la quiebra pasada sea causa de menoscabar el servicio de Dios y ayuda de esa buena gente, que éste es el fin donde «deben enderezar las diligencias que en esta y en otra cualquiera materia se hicieren»”''.<ref>''Monumenta Peruana'' V, doc. 124, pp. 520-521. Por la reiteración de conceptos y deseos, no puede dudarse del buen espíritu de Aquaviva en este enojoso asunto.</ref> <br />
<br />
Finalmente, en lo que respecta a las cartas de Aquaviva acerca del asunto del Cercado, hallamos aún una referencia a cierta desconfianza por parte del Arzobispo; como se desprende de la carta de 4 de julio de 1594: ''“Pésame que el señor Arzobispo no se sirva de los Nuestros como hasta aquí; espero de la caridad y prudencia de V.R. y de esos ‘Padres que poco a poco le irán ganando de manera que torne a su antigua devoción”''.<ref>Ibid., doc. 137, pp. 539-540.</ref> <br />
<br />
Sin embargo, hay que reconocer que la presencia en Lima del Virrey García Hurtado de Mendoza seguía obstaculizando el regreso de los indios pescadores al barrio de San Lázaro. Por fin llegó la orden de Felipe II para que regresase a España el autocrático gobernante. Aquaviva dispuso que también hiciese el viaje a la Península el jesuita Hernando de Mendoza, hermano del Virrey. Así lo hizo éste. Tuvo que asistir durante la navegación -en la escala de Panamá- a la muerte de su cuñada, la esposa del Virrey, doña Teresa [[DE_CASTRO_BARROS,_Pedro_Ignacio | de Castro]], ocurrida en un día no precisado de mayo de 1596.<ref>''Monumenta Peruana'' V, (1596-1599), Roma, 1974, p. 182. La expedición arribó a Sanlúcar de Barrameda el 1 de octubre de 1596.</ref><br />
<br />
Un hecho doloroso que sirvió para acercar a Santo Toribio a los [[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas | jesuitas]] fue el inesperado fallecimiento del Provincial Juan de Atienza, el día 1 de noviembre de 1592. La «Crónica anónima» de la Provincia Peruana dice sobre el particular: ''“el mismo Arzobispo predicando el mismo día en su Iglesia catedral... dijo grandes alabanzas del difunto, envolviendo sus palabras en lágrimas por la falta de una persona tan útil a la república”''<ref>Francisco MATEOS, ''o.c.'', tomo I, p. 376.</ref>. Y no sólo eso. A la ceremonia del entierro del Padre Atienza se hizo presente Santo [[TORIBIO_DE_MOGROVEJO | Toribio de Mogrovejo]]. <br />
<br />
Con la llegada del nuevo Virrey [[VELASCO_Y_RUIZ_DE_ALARCÓN,_Luis_de | Luis de Velasco]] continuaron las buenas relaciones entre el Arzobispo de Lima y los [[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas | jesuitas]]. Hay de ello suficientes pruebas. Rodríguez Valencia, el acucioso biógrafo del Santo, no deja de mencionarlas. El Padre Aquaviva escribe al Padre Rodrigo de Cabredo que la Orden le servirá ''“en lo que se pudiese, y lo que por medio de los Nuestros no se pudiese hacer, se negociará por medio de algún seglar”''. Y al propio Arzobispo le reitera en la misma fecha (13 de noviembre de 1600) semejante benevolencia. <br />
Otro hecho significativo. Sabido es que la visita «ad limina» era obligatoria cada cierto tiempo para los prelados. Pero, dada la gran distancia entre el Perú y Roma, quedaba autorizada la visita por medio de procuradores. En 1601 Santo Toribio nombra como tales a los padres Diego de Torres y Pablo José de Amaga. Fueron éstos los que condujeron a Roma la Relación diocesana de 1601, juntamente con la de los obispos sufragáneos de Lima.<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, ''o.c.'', II, 329 y ss.</ref> <br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Del atento estudio de las fuentes que tratan del Conflicto de la Doctrina de Santiago del Cercado, se infiere que el gran responsable de la forma en que se condujo este asunto fue el Virrey García Hurtado de Mendoza. Aun suponiendo que hubiese razones pastorales de peso en el plan de llevar a los pescadores de San Lázaro al Cercado, los modos que se utilizaron no pueden ser aprobados. <br />
<br />
El Padre Rubén Vargas Ugarte S.J., tanto en su «Historia de la Iglesia en el Perú»<ref>La obra consta de cinco tomos, publicados entre 1953 y 1962; el primero en Lima y los cuatro restantes en Burgos. El conflicto del Cercado lo relata VARGAS UGARTE en el tomo II, pp. 104-107.</ref>como en su «Historia de la [[JESUITAS_(Compañia_de_Jesús) | Compañía de Jesús]] en el Perú»,<ref>La obra consta de cuatro tomos, publicadas en Burgos entre 1963 y 1965. El conflicto del Cercado se trata en las pp. 187-190.</ref>con su característica franqueza señala la “altanería y terquedad” del Virrey; el derecho que el Arzobispo Mogrovejo tenía para visitar las [[DOCTRINAS;_su_publicación | doctrinas]] de su jurisdicción; y el inconveniente de que los religiosos adujesen privilegios de exención, los que terminaron por ser suprimidos en 1611 por el Papa Paulo V (Borghese).<br />
<br />
No hay duda de que el conflicto del Cercado y, en general, el período gobernativo del Virrey García Hurtado de Mendoza han quedado bien tipificados en los procesos de beatificación de Santo Toribio. Todos los testigos (y son más de un centenar) coinciden en que el Prelado límense ejercitó heroicamente las virtudes de paciencia, fortaleza, humildad y mansedumbre, que le han valido el loor de la Iglesia para siempre. Nunca se le vio alterado ni iracundo; al contrario daba gracias a Dios, alegrándose de poder padecer a imitación de Jesucristo.<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<references></references><br />
<br />
<br />
'''ARMANDO NIETO VÉLEZ, S.J.'''<br />
<br />
'''©Revista Peruana de Historia Eclesiástica'''<br />
<br />
<relatedtags><br />
[[JESUITAS_(Compañia_de_Jesús)|JESUITAS (Compañia de Jesús)]]<br />
<br />
[[BULA|BULA]]<br />
<br />
[[VELASCO_Y_RUIZ_DE_ALARCÓN,_Luis_de|VELASCO Y RUIZ DE ALARCÓN, Luis de]]<br />
<br />
[[AUDIENCIAS_REALES_EN_EL_NUEVO_MUNDO|AUDIENCIAS REALES EN EL NUEVO MUNDO]]<br />
<br />
[[DOCTRINAS;_su_publicación|DOCTRINAS; su publicación]]<br />
<br />
[[CONSEJO_REAL_DE_INDIAS|CONSEJO REAL DE INDIAS]]<br />
<br />
[[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas|EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA; contribución de los jesuitas]]<br />
<br />
[[DE_CASTRO_BARROS,_Pedro_Ignacio|DE CASTRO BARROS, Pedro Ignacio]]<br />
<br />
[[SEMINARIO_CONCILIAR_DE_SANTO_TORIBIO|SEMINARIO CONCILIAR DE SANTO TORIBIO]]<br />
<br />
[[VIRREYES;_Facultades_y_limitaciones|VIRREYES; Facultades y limitaciones]]<br />
<br />
[[CHILE,_RELACIONES_IGLESIA-ESTADO._El_Real_Patronato|CHILE, RELACIONES IGLESIA-ESTADO. El Real Patronato]]<br />
<br />
[[TORIBIO_DE_MOGROVEJO|TORIBIO DE MOGROVEJO]]<br />
</relatedtags></div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=LIMA._El_conflicto_de_la_doctrina_del_Cercado_(1590-1592)&diff=3705856
LIMA. El conflicto de la doctrina del Cercado (1590-1592)
2023-09-03T01:42:33Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==Figura del virrey Hurtado de Mendoza==<br />
<br />
La aparición en 1590 en la escena peruana del virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y antiguo gobernador de Chile, tuvo aspectos positivos en los campos administrativo y financiero, así como en los políticos y sociales. Activó el sistema de alcabalas y almojarifazgos; moderó las pretensiones de los corregidores de indios, propensos siempre a abusar del cargo; animó las flotas de galeones de mercancías y otros empeños circunstanciales.<br />
<br />
Desgraciadamente tuvo el personaje graves defectos de carácter. Altanero y atrabiliario, su autoritarismo le condujo a censurables excesos. Los biógrafos de Santo Toribio no dejan de resaltar esas taras temperamentales. Según Rodríguez Valencia, el virrey es ''“vanidoso y violento, y estas dos notas de su carácter le inutilizaron para todo buen gobierno en su vida de contacto y relación”''<ref>Vicente RODRÍGUEZ VALENCIA, ''Santo Toribio de Mogrovejo, organizador y apóstol de Sur-América''. (Madrid, 1957), t. II, p. 349.</ref> . Rubén Vargas Ugarte S.J. destaca su ''“altanería y terquedad”''<ref>Rubén VARGAS UGARTE S.J., ''Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, tomo II (1568-1620),'' (Burgos, 1963), p. 189.</ref>, y José Antonio Benito, la importunidad de la que dio prueba el virrey en sus actuaciones.<ref>José Antonio BENITO, ''Crisol de lazos solidarios Toribio. Alfonso Mogrovejo''. (Lima, 2001), p. 175.</ref><br />
<br />
Si a eso añadimos que García Hurtado de Mendoza era en el Perú el titular del Regio Patronato Indiano, con las desbordantes prerrogativas de tal institución frente a la Iglesia, tendremos una idea bastante aproximada de las actitudes de prepotencia que mostró el virrey durante el gobierno eclesiástico de Santo Toribio. Por lo general los virreyes eran celosos en la guarda del Patronato; pero el marqués de Cañete convirtió el celo en avasallamiento del fuero episcopal, y no se detuvo ni ante la acusación calumniosa. Esta fue una de las cruces más duras de Toribio Alfonso de Mogrovejo y uno de los capítulos más edificantes en el proceso de beatificación.<br />
<br />
==El «Cercado»==<br />
<br />
Hacia 1563, cuando aún no habían llegado los jesuitas a Lima, existía al otro lado del río Rímac el barrio de San Lázaro, en el cual se asentaron muchos indios camaroneros [pescadores de camarones]. Cuando los jesuitas asumen la Doctrina de Santiago del Cercado, consideraron conveniente —para fines pastorales— que se uniesen allá también los nativos de San Lázaro. El 18 de enero de 1585 el padre Juan de Aguilar hizo la correspondiente petición al Cabildo limeño. Por lo pronto no hubo respuesta.<br />
El 25 de febrero de 1588 el Cabildo tomó más bien la decisión de pedir al virrey Torres y Portugal y al Arzobispo que se erigiera en San Lázaro una parroquia para atender espiritualmente a los numerosos indios de ese sector de la capital. El prelado dispuso que el barrio de pescadores fuera atendido por curas diocesanos versados en lengua indígena: el canónigo Balboa, después el doctor Zapata y por fin don Alonso de Huerta. El mismo Santo Toribio se interesaba por esta Doctrina.<br />
<br />
Reunidos los indios a un costado de la Catedral los días domingos, el Arzobispo vestido de pontifical y con el báculo en la mano hacía la explicación del Catecismo del Concilio límense en quechua y castellano. ''“Yo asimismo el tiempo que estoy en esta ciudad hago lo propio, predicándoles en la lengua, y a los españoles, y a los demás que me entienden, declarando el evangelio (...). Era de mucha edificación para el pueblo verlos venir con sus pendones en procesión desde San Lázaro a la Iglesia Mayor por medio de la plaza, con muy buen orden, y el cura con ellos, según y cómo en el tiempo del doctor Balboa se acostumbraba”''.<ref>Carlos GARCÍA IRIGOYEN, ''Santo Toribio'', tomo I (Lima, 1906), p. 97-98. 176</ref><br />
<br />
Con la llegada del virrey García Hurtado de Mendoza las cosas iban a cambiar. Venía a Lima el nuevo gobernante en compañía de su hermano, el sacerdote jesuita Hernando de Mendoza, cuya presencia en el Perú la había solicitado el mismo virrey al General de la Compañía, padre Claudio Aquaviva. En cuanto al carácter del sacerdote, era muy distinto de su hermano. No estaba muy bien de salud (padecía algún mal cardíaco), era muy observante y no le agradaba meterse en asuntos de la administración virreinal. El padre Hernando fue destinado por el Provincial Juan de Atienza a la doctrina de Santiago del Cercado, cuyo superior era el padre Juan de Aguilar.<br />
<br />
==Inicios del conflicto entre el Virrey y el Arzobispo==<br />
<br />
Los sucesos ocurrieron con la violencia que era de temerse cuando intervenía García Hurtado de Mendoza. Estamos a 28 de agosto de 1590. Mogrovejo no se hallaba en Lima, sino en Visita Pastoral; pero habría de llegar pronto, pues el IV concilio provincial límense estaba convocado para el 18 de octubre. El Virrey ordenó que de inmediato se procediese al traslado de los indios de San Lázaro a la Reducción del Cercado. <br />
<br />
La ejecución del mandato se le confió al Corregidor del Cercado, Juan Ortiz de Zárate. El Provisor del Arzobispado y Vicario General era don Antonio de Valcázar, quien obviamente resistió la intimación desaforada del Virrey. Cuenta Valcázar: ''“Forzados y contra su voluntad dejaban (los indios) cuanto tenían y se huían a los cañaverales. Los soldados iban a la caza de los fugitivos. Algunos de los indios se asilaron en la iglesia de San Lázaro, de donde fueron sacados por los oficiales reales”''. Valcázar fue apresado por éstos, y un piquete de alabarderos lo llevó detenido a las galeras del Callao.<br />
<br />
A su llegada a Lima quedó Santo Toribio muy sorprendido e indignado por el atropello consumado contra los indios y contra su Vicario General. Pudo haber lanzado la excomunión. Por bien de paz no lo hizo; pero sí tomó la pluma para quejarse ante Felipe II de tamañas tropelías, descritas por el propio Vicario General en carta que iba adjunta. Hacía notar el Arzobispo la violencia ejercida por el Virrey ''“llevándome al Provisor al Callao con la guardia... siendo una persona tan principal y de mucha virtud y recogimiento, a quien Vuestra Alteza ha de hacer mucha merced, y yo amo y quiero mucho”''.<ref>La carta de Valcázar es del 28 de abril y la de Mogrovejo, del 3 de marzo de 1591; citadas ambas por RODRÍGUEZ VALENCIA, ''o. c.'', t. II, 291-292.</ref><br />
<br />
Antes de proseguir con el relato de los hechos que se sucedieron luego de la reducción forzada de los indios pescadores de San Lázaro, conviene repasar las motivaciones de uno y otro lado, los provechos y perjuicios de la reducción única y de la independencia de las dos doctrinas. Para enteramos del punto de vista de los jesuitas, que coincidía en gran parte con el del Virrey, contamos con la carta de éste, fecha 27 de diciembre de 1590, al rey Felipe II.<ref>Publicada primero por LEVILLIER, ''Gobernantes del Perú'', vol. XII, 175; y también, con mejor aparato crítico, en Antonio de EGAÑA S.I., ''Monumento Peruana'' IV (Boma, 1966), doc. 158, 644-649.</ref> <br />
<br />
Los indígenas de San Lázaro se hallaban en paraje muy precario, junto al río, con los riesgos de las riadas (huaicos) del verano, expuestos a los robos y vejaciones por parte de negros, mulatos y zambahigos ''“que entran y salen en esta ciudad y allí encubrían sus hurtos; y el clérigo que doctrina a estos indios era uno que habían echado de la Compañía de Jesús por no ser de la vida y ejemplo que profesa su Religión”.'' <br />
<br />
Añade el Virrey que la situación en el Cercado era muy otra, ya que los indios estaban muy bien atendidos y contaban con una iglesia, “''la mejor que hay en todo este Arzobispado y más bien servida y proveída de ornamentos y música”''. Y concluye el Virrey: ''“Y así he mandado reducir al Cercado todos los indios que estaban en San Lázaro y los que andaban vagando por esta ciudad, y les he puesto Corregidor que los ampare y defienda y los tengo en paz y justicia”''<ref>Se refiere a la iglesia de Santiago del Cercado, a cargo actualmente de los Padres Carmelitas Descalzos.</ref>.<br />
<br />
La posición del Arzobispado se halla contenida en la extensa carta del 23 de marzo de 1591, al monarca.<ref>Muy conocida, y publicada por mons. LISSÓN en su colección de documentos La Iglesia de España en el Perú (tomo III, 588-590); GARCÍA IRIGOYEN, o. c., II, 190-198 y RODRÍGUEZ VALENCIA (parcialmente), o. c., II, 288. La mejor edición es la de ''Monumento Peruana'' IV, ya citada, doc. 165, p. 678-691.</ref>Allí en primer término Santo Toribio lamenta que el traslado forzoso de los indios se haya hecho ''“con mucho sentimiento y dolor y lágrimas y perdimiento de haciendas de los indios, y daño y detrimento de la provisión de la ciudad, clero y pueblo y religiosos y la contradicción que de mi parte se ha hecho para que no los sacasen de la parroquia e iglesia que tenían en San Lázaro con su clérigo (Juan de San Martín)...”.'' <br />
<br />
Santo Toribio menciona al jesuita ''“hermano del mismo Virrey”'' (se refiere al padre Hernando de Mendoza) como cómplice en el desaguisado. Expone con detalle los excesos cometidos por parte del Virrey y de la Compañía; por ejemplo, el nombrar ésta un juez conservador, que defienda los derechos de la Orden en el fuero eclesiástico; prerrogativa contenida en la bula «Aequum reputamus» de Gregorio XIII del 25 de mayo de 1572. Este juez conservador sentenció que el Arzobispo lesionaba privilegios pontificios al reclamar la doctrina del Cercado. Creemos que es éste un caso más en la larga lista de querellas virreinales entre las órdenes religiosas (no sólo la Compañía) y los prelados diocesanos. La lista se haría más larga si añadimos los casos de roces entre el Real Patronato y el fuero episcopal puramente eclesiástico.<br />
<br />
El Arzobispo se lamenta de la preferencia que se da a los religiosos sobre los clérigos diocesanos en el otorgamiento de las doctrinas, y llega a decir: ''“yo estoy resuelto a no ordenar más clérigos por que no padezcan y se vean en necesidad, no habiendo en qué acomodarlos, y en los Obispados del Cuzco y Charcas me dicen hay muy grande número de clérigos y que a cada doctrina se oponen (en el concurso) veinte y treinta clérigos”''<ref>''Monumento Peruana'' IV. 685</ref>.<br />
<br />
Pide el prelado a Felipe II que ordene a la Compañía abandonar la doctrina del Cercado ''“para poder acomodar en ella clérigos muy virtuosos y buenos lenguas [conocedores de las lenguas indígenas] e hijos de conquistadores”''. Como se ve, y lo reconoce el Padre Egaña (anotador de «Monumenta Peruana» IV), en el fondo de la controversia latía el problema de la supervivencia y derogación de los privilegios de los regulares en Indias.<br />
<br />
Continúa en su carta Santo Toribio aduciendo la amistad entre el Virrey Hurtado de Mendoza y la Compañía para desfavorecer las causas del prelado. Señala que incluso los oidores de la Real Audiencia ''“no se atreven a hacer más de lo que él (el Virrey) quiere”''. En este punto de la misiva arzobispal cita Mogrovejo la amenaza del Virrey: ''“dijo que yo no había de enviar persona ni papeles ni carta ni razón alguna Vuestra Alteza, y que me había de embarcar para Chile y de allí enviarme por el estrecho de Magallanes a España”''.<br />
<br />
Es en este pasaje de la referida carta del 23 de marzo de 1591 donde aparece un importante rasgo autobiográfico de Santo Toribio, que suele mencionarse en las obras que cuenta su prodigiosa labor pastoral: ''“... habiendo ya trabajado tanto en este Arzobispado después de Vuestra Alteza me hizo merced, por tiempo de seis o siete años, discurriendo por él y habiendo andado... más ha de dos años, dos mil leguas y más entonces, y confirmado más de cuatrocientos y cincuenta mil ánimas, y después acá mucha más, con grandes trabajos de caminos y tierras muy ásperas y temples diferentes, viéndome yo y los que iban conmigo en mucho riesgo y peligro de vida...”''.<ref>Ibid., 687.</ref> <br />
<br />
Este párrafo obedece sin duda a la explicable indignación del Arzobispo ante las injustas y mezquinas acusaciones del Virrey, el cual en carta del 1 de mayo de 1590 al rey Felipe II incrimina al Santo de que «jamás» está en Lima, ''“y da por excusa que anda visitando su arzobispado, lo cual se tiene por mucho inconveniente... y también se mete en todas las cosas del Patronazgo... porque todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude, como sería razón, a las cosas de servicio de V.M., parece que convendría que V.M. le mandase ir a España, poniendo aquí un coadjutor, de todo lo cual me han informado los oidores de esta Audiencia y los clérigos de su misma Iglesia”'' ...<ref>LEVILLIER, ''o.c.'', 164.</ref>Palabras muy duras e injustas que muestran la incomprensión y malquerencia del Virrey hacia el Arzobispo.<br />
<br />
''“Estoy admirado -añade Santo Toribio en su carta a Felipe II— que profesando los Padres de la Compañía tanta cristiandad y paz... no hayan atajado esto y venido en lo que todo el mundo aprobara, y parecerá bien siendo yo pastor de estas ovejas y estando a mi cargo el darles pasto espiritual”''.<ref>''Monumento. Peruana'' IV, p. 682.</ref>El biógrafo más notable de Santo Toribio -que lo es Vicente Rodríguez Valencia— comenta acerca de la polarización a que ha llegado el conflicto: <br />
<br />
''“Y será hora ya de decimos qué siniestra fortuna es la de este gobernante aristócrata, que así trae envueltos en contiendas de jurisdicción, en vaivenes, en alharacas, en compromisos a estos dos poderes de cuya concordia y suma tan duraderos bienes venían lográndose para la Iglesia en Indias: el segundo Arzobispo de Lima y los jesuitas de la Provincia del Perú”''.<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, ''o. c.'', tomo II, 304.</ref><br />
<br />
==Escalada del conflicto==<br />
<br />
Se había llegado a un punto en que las jurisdicciones locales, tanto de la Arquidiócesis como de la Provincia jesuita del Perú, resultaban ineficaces para dar solución al grave litigio. Era preciso esperar decisiones tanto de Madrid como de Roma. Es obvio que ambas partes litigantes se apresuraron a enviar los respectivos informes a las instancias europeas. Ya hemos dicho que tanto el Provisor Valcázar como el propio Arzobispo Mogrovejo habían escribo a Madrid (cartas del 28 de abril y 23 de marzo de 1591 respectivamente). Pero estas fechas poco significan en cuanto a celeridad de procedimientos. <br />
<br />
El Virrey tenía interés en que primero se conociese en Madrid su propia versión del conflicto del Cercado. Por ello recurrió a la estratagema de hacer retrasar los trámites iniciados en Lima por el Arzobispo. Las flotas de aquel tiempo salían sólo dos veces en el año. En primer lugar salieron de Lima los escritos y alegatos de García Hurtado de Mendoza con la flota de primavera; pero sin los de Santo Toribio. <br />
<br />
El Arzobispo incluso había decidido enviar personalmente al doctor Francisco García del Castillo, antiguo colegial del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo (tan querido al Prelado) para que informase «vivae vocis» de estos y otros asuntos a las autoridades madrileñas. García del Castillo tuvo, pues, que quedarse en Lima y esperar... la flota de otoño. En el mes de noviembre de 1591 se tramitaba en Madrid la sentencia del Consejo de Indias, que resultó favorable al Virrey y a los jesuitas.<br />
<br />
Por esa época Santo Toribio retiró a los jesuitas de la arquidiócesis de los llamados sermones «de tabla» que solían tener en la Catedral de Lima, y también les retiró las licencias de predicar. Así se lo informa el Provincial Atienza al Padre Aquaviva, General de la Compañía: ''“Hasta ahora no ha alzado el Arzobispo la prohibición que tiene puesta de que no admitan a predicar a los de la Compañía en los monasterios de monjas y parroquias”'' (carta del 21 de abril de 1592). Pero un mes después tal prohibición fue levantada, y el mismo Padre Atienza tiene la satisfacción de informar de ello al General (21 de mayo).<ref>En los Constituciones Sinodales de 1713 aparece la “Tabla de los Sermones que se predican en esta Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Los Reyes”. Además de los sermones reservados al Arzobispo y al Canónigo Magistral, los religiosos asumen la predicación en diversas festividades. Los jesuitas tienen asignados los siguientes días: domingo IV de Adviento, domingo primero de cuaresma, domingo 5to., Santísima Trinidad, San Felipe y Santiago, Santa María Magdalena, San Mateo y Todos los Santos ''(Constituciones Sinodales del Arzobispado de Lima''. 1864, pp. 159-160).</ref><br />
<br />
Entretanto Santo Toribio seguía esperando respuesta de Madrid. Su alegato, intencionalmente retrasado en Lima, sólo pudo enviarlo a Madrid en la flota de otoño, mientras que el expediente del Virrey había salido con la flota de invierno. En la corte de Felipe II fue escuchado el parecer de Santo Toribio, expuesto por su fiel apoderado, el doctor Francisco García del Castillo. <br />
<br />
En el voluminoso expediente del Prelado de Lima se incluían: documentos relativos a la cuestión del Seminario de Los Reyes (levantado con la advocación de Sto. Toribio de Astorga), en cuyos asuntos también se había entrometido García Hurtado de Mendoza; documentos referentes a Doctrinas y papeles relativos al enojoso tema del Cercado. En resumen, las resoluciones del Consejo consisten en lo siguiente:<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, ''o. c.'', tomo II, pp. 322-324.</ref> <br />
<br />
# Seminario Conciliar de Lima. El monarca manda que sea el Arzobispo quien lo administre, según lo ordena el Tridentino e incluso el Concilio III límense de 1583. Y que sea repuesto el escudo episcopal (arbitrariamente removido por el colérico Virrey el 20 de marzo de 1591), pero (matiz conciliatorio y salomónico de la resolución real) que se pongan, también las armas reales ''“en el más preeminente lugar”''.<br />
# Vuelta de los indios a su barrio de San Lázaro. Se concede la petición del Arzobispo: ''“que todos los indios que el Marqués de Cañete redujo y pobló en el Cercado de los que vivían en San Lázaro y en esta ciudad, vuelvan y pongan en el asiento de San Lázaro adonde estaban poblados por el Conde del Villar, y gocen de la libertad, quietud y sosiego”.'' Hay que reconocer que tanto el Virrey como los Oidores acataron la norma, como lo reconoció el propio Santo Toribio,<ref>''Ibidem'', 323.</ref>si bien hubo tardanzas y forcejeos. Para los indios y españoles el Arzobispo erigiría más tarde la vice-parroquia de San Lázaro, que fue la de Nuestra Señora de Copacabana, con su cofradía de indios.<br />
<br />
Después de tantas tensiones y contradicciones, debía llegar el momento de la reconciliación entre el Arzobispo y la Compañía de Jesús. Desgraciadamente el temperamento irascible del Virrey García Hurtado de Mendoza habría de mantener viva la llama de la inquina hacia el santo prelado. Sería muy larga la enumeración de las quejas, irritaciones, desaires y hasta acusaciones calumniosas -orales y escritas— por parte del Marqués de Cañete. <br />
Solamente haremos referencia a la reprensión pública al Arzobispo, ordenada por Real Cédula de Felipe II de 29 de diciembre de 1593. Con su habitual malquerencia hacia Santo Toribio, el Virrey se había quejado ante la corte madrileña de que el Arzobispo se quedaba con los dineros que el Regio Patronato destinaba a la organización del Seminario de Lima.<br />
<br />
Cuando llegó a Lima la cédula de reprensión, dada por los consejeros de Indias sin esperar el descargo del acusado, Santo Toribio se hallaba de visita pastoral en apartados pueblos de su arquidiócesis -la más extensa del mundo iberoamericano-; y no recibió las Reales Cédulas hasta el mes de junio de 1594.<br />
Se comprenderá el asombro de Santo Toribio al enterarse de tal cúmulo do cargos impertinentes y sobre todo infundados. Un cura párroco de esa época, Hernando Martínez, que había conocido de cerca al Arzobispo, dijo: ''“Da lástima y compasión que de un Prelado tan santo y de tanta virtud se presuma de que había de tomar lo ajeno... Y que tenga que abonar su persona siendo ejemplo de virtud”''.<ref>''Sumaría Información'', citada por RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., H, 373-374.</ref> <br />
<br />
Felipe II estimó que ''“por la autoridad y decencia del Prelado no conviene que el Virrey le dé en estrados la reprensión pública que parece, sino aparte y en secreto...”.''<ref>GARCÍA IRIGOYEN, ''o. c.'', tomo II, 171.</ref>León Pinelo acota sobre este punto: ''“La tradición que de este caso hay en Lima, que oí muchas veces contar es, que habiéndosela leído en el Acuerdo la cédula de reprehensión, sólo respondió el Santo Arzobispo: «Enojado estaba nuestro Rey, sea por amor de Dios, satisfarémosle, satisfarémosle». Y que el Virrey y los Oidores quedaron admirados de ver la paciencia con que llevó aquel pesar, que en otro sujeto de menos perfección causaría mucho disgusto y aun ira”''.<ref>''Ibid''., p. 173.</ref><br />
<br />
Luego de esta digresión, volvamos al tema de la reconciliación de la autoridad civil con los padres jesuitas. En primer término es preciso tener en cuenta que el principal interesado en no agudizar las tensiones fue el propio Padre General, Claudio Aquaviva. Los testimonios que han sido publicados en «Monumenta Peruana» V son expresivos. <br />
En todas las cartas a sus súbditos en Lima, el Prepósito General les exhorta a la concordia y a deponer rencillas. Será ilustrativo corroborar esta afirmación siguiendo el orden cronológico de los despachos, el cual se basa indudablemente en las informaciones que Aquaviva va recibiendo de esta Capital. El Provincial del Perú, Padre Juan de Atienza le había escrito desde Lima el 27 de mayo de 1592:<br />
<br />
''“La amistad con el señor Arzobispo de esta ciudad y los de su casa se ha ido continuando, a Dios gracias, y espero en Nuestro Señor- se satisfará Su Señoría cada día más del deseo que la Compañía tiene por servirle. Alzó ya Su Señoría la prohibición que tenía puesta a la Compañía en lo de los sermones, restituyéndole los sermones de tabla que solía predicar en la Iglesia mayor de esta ciudad, y avisando a las demás partes que podrían llamar a los de la Compañía y ayudarse de su doctrina y sermones, y así se comenzó a hacer esta Pascua de Espíritu Santo (17 de mayo de 1592), y con esto ha cesado toda esta pesadumbre, según la presente justicia, que entre Su Señoría y la Compañía ha habido”''.<ref>Egaña, ''Monumenta Peruana'', vol. V (Roma, 1970), doc. 26, pp. 109-110. Carta citada parcialmente por RODRIGUEZ VALENCIA, ''o. c''., II, 327.</ref><br />
<br />
==Solución del conflicto==<br />
<br />
Sin haber llegado a conocer oportunamente la misiva anterior, el Padre Aquaviva le escribía al teólogo y profesor de la Universidad de San Marcos, adre. Esteban de Ávila, el 3 de agosto de 1592:<br />
<br />
''“Yo holgara harto que no hubiera sucedido lo que me escriben pasa entre el señor Arzobispo y la Compañía porque demás de los disgustos que se atraviesan, ningún suceso que tenga un tal caso puede ser ganancioso, porque si la Compañía sale con su razón, deja disgustado y averso el Prelado; y si el Señor Arzobispo sale con lo que intenta, será con alguna quiebra en la reputación de los Nuestros y, según se puede temer, etiam (también) con algún daño de esos pobres indios”''.<ref>''Monumenta Peruana'' V, doc. 36, p. 135.</ref><br />
<br />
Otra vez desde Roma el 3 de agosto de 1592, la carta se halla dirigida al propio Virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza (y se comprende el cuidado del remitente en escoger las palabras precisas):<br />
<br />
''“Por muchas razones he sentido que entre el Arzobispo y la Compañía se haya ofrecido ocasión de menos paz y unión, porque como de la mucha que hasta aquí han tenido se han visto bonísimos efectos para gloria de Dios y ayuda de esos pobres indios, así se puede temer que la falta de ella impida mucho bien que se podría hacer en utilidad de las almas; y aunque reconozco la mucha merced que V.E. ha hecho a la Compañía de esta ocasión, y por ella esos Podres y yo nos hallamos de nuevo obligados a su servicio, siento también la parte de pena que a V.E. habrá dado este suceso. Pero consuélome de pensar que con su cristiano celo habrá dado en ello tal corte que a esta hora está todo acabado, de manera que esos Padres puedan servir y ayudar al Prelado, como yo lo deseo y ellos lo han procurado hacer hasta ahora”''.<ref>''Ibid''., doc. 66, pp. 168-159. i 23</ref><br />
<br />
El Padre General llega a expresar que él era partidario de dejar la doctrina de Santiago del Cercado ''“para ahorrar molestias”''. Se deduce -comenta el compilador de «Monumenta Peruana», Padre Antonio de Egaña- que el Virrey ''“les había mandado a los jesuitas que no abandonaran la doctrina"''.<ref>''Ibid''., nota 6, p. 159.</ref> <br />
<br />
En la misma fecha en que escribe el Virrey, le envía el General una carta al nuevo Provincial del Perú, Padre Juan Sebastián de la Parra (electo por Aquaviva el 25 de abril de 1591), en la que reitera los sentimientos de buscar la paz y la armonía con la autoridad civil. ''“Ya me parece que de España se ha enviado remedio y el Padre [Diego de] Zúñiga, [Procurador de la Provincia] llevó el duplicado. El Papa [Gregorio XIV] también envía un breve al Arzobispo en que le exhorta a unirse con nosotros, como lo verá en la copia”''<ref>Las referencias del texto citado son importantes para la cronología del malhadado conflicto. La Real Cédula a que alude Aquaviva está firmada en El Escorial el 22 de junio de 1591. El P. Zúñiga, de regreso de Roma, salió de Cádiz hacia América el 19 de marzo de 1592.</ref>.<br />
<br />
Todavía el 5 de jumo de 1594, en nueva comunicación de Aquaviva al P. Sebastián, toma al objetivo de la concordia: ''“Aunque la concordia con el señor Arzobispo de Lima no haya sido en sus principios tan fervorosa, espero que a esta hora VV.RR. [Vuestras Reverencias] le habrán ganado de manera que la amistad antigua se haya renovado, sin que la quiebra pasada sea causa de menoscabar el servicio de Dios y ayuda de esa buena gente, que éste es el fin donde «deben enderezar las diligencias que en esta y en otra cualquiera materia se hicieren»”''.<ref>''Monumenta Peruana'' V, doc. 124, pp. 520-521. Por la reiteración de conceptos y deseos, no puede dudarse del buen espíritu de Aquaviva en este enojoso asunto.</ref> <br />
<br />
Finalmente, en lo que respecta a las cartas de Aquaviva acerca del asunto del Cercado, hallamos aún una referencia a cierta desconfianza por parte del Arzobispo; como se desprende de la carta de 4 de julio de 1594: ''“Pésame que el señor Arzobispo no se sirva de los Nuestros como hasta aquí; espero de la caridad y prudencia de V.R. y de esos ‘Padres que poco a poco le irán ganando de manera que torne a su antigua devoción”''.<ref>Ibid., doc. 137, pp. 539-540.</ref> <br />
<br />
Sin embargo, hay que reconocer que la presencia en Lima del Virrey García Hurtado de Mendoza seguía obstaculizando el regreso de los indios pescadores al barrio de San Lázaro. Por fin llegó la orden de Felipe II para que regresase a España el autocrático gobernante. Aquaviva dispuso que también hiciese el viaje a la Península el jesuita Hernando de Mendoza, hermano del Virrey. Así lo hizo éste. Tuvo que asistir durante la navegación -en la escala de Panamá- a la muerte de su cuñada, la esposa del Virrey, doña Teresa de Castro, ocurrida en un día no precisado de mayo de 1596.<ref>''Monumenta Peruana'' V, (1596-1599), Roma, 1974, p. 182. La expedición arribó a Sanlúcar de Barrameda el 1 de octubre de 1596.</ref><br />
<br />
Un hecho doloroso que sirvió para acercar a Santo Toribio a los jesuitas fue el inesperado fallecimiento del Provincial Juan de Atienza, el día 1 de noviembre de 1592. La «Crónica anónima» de la Provincia Peruana dice sobre el particular: ''“el mismo Arzobispo predicando el mismo día en su Iglesia catedral... dijo grandes alabanzas del difunto, envolviendo sus palabras en lágrimas por la falta de una persona tan útil a la república”''<ref>Francisco MATEOS, ''o.c.'', tomo I, p. 376.</ref>. Y no sólo eso. A la ceremonia del entierro del Padre Atienza se hizo presente Santo Toribio de Mogrovejo. <br />
<br />
Con la llegada del nuevo Virrey Luis de Velasco continuaron las buenas relaciones entre el Arzobispo de Lima y los jesuitas. Hay de ello suficientes pruebas. Rodríguez Valencia, el acucioso biógrafo del Santo, no deja de mencionarlas. El Padre Aquaviva escribe al Padre Rodrigo de Cabredo que la Orden le servirá ''“en lo que se pudiese, y lo que por medio de los Nuestros no se pudiese hacer, se negociará por medio de algún seglar”''. Y al propio Arzobispo le reitera en la misma fecha (13 de noviembre de 1600) semejante benevolencia. <br />
Otro hecho significativo. Sabido es que la visita «ad limina» era obligatoria cada cierto tiempo para los prelados. Pero, dada la gran distancia entre el Perú y Roma, quedaba autorizada la visita por medio de procuradores. En 1601 Santo Toribio nombra como tales a los padres Diego de Torres y Pablo José de Amaga. Fueron éstos los que condujeron a Roma la Relación diocesana de 1601, juntamente con la de los obispos sufragáneos de Lima.<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, ''o.c.'', II, 329 y ss.</ref> <br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Del atento estudio de las fuentes que tratan del Conflicto de la Doctrina de Santiago del Cercado, se infiere que el gran responsable de la forma en que se condujo este asunto fue el Virrey García Hurtado de Mendoza. Aun suponiendo que hubiese razones pastorales de peso en el plan de llevar a los pescadores de San Lázaro al Cercado, los modos que se utilizaron no pueden ser aprobados. <br />
<br />
El Padre Rubén Vargas Ugarte S.J., tanto en su «Historia de la Iglesia en el Perú»<ref>La obra consta de cinco tomos, publicados entre 1953 y 1962; el primero en Lima y los cuatro restantes en Burgos. El conflicto del Cercado lo relata VARGAS UGARTE en el tomo II, pp. 104-107.</ref>como en su «Historia de la Compañía de Jesús en el Perú»,<ref>La obra consta de cuatro tomos, publicadas en Burgos entre 1963 y 1965. El conflicto del Cercado se trata en las pp. 187-190.</ref>con su característica franqueza señala la “altanería y terquedad” del Virrey; el derecho que el Arzobispo Mogrovejo tenía para visitar las doctrinas de su jurisdicción; y el inconveniente de que los religiosos adujesen privilegios de exención, los que terminaron por ser suprimidos en 1611 por el Papa Paulo V (Borghese).<br />
<br />
No hay duda de que el conflicto del Cercado y, en general, el período gobernativo del Virrey García Hurtado de Mendoza han quedado bien tipificados en los procesos de beatificación de Santo Toribio. Todos los testigos (y son más de un centenar) coinciden en que el Prelado límense ejercitó heroicamente las virtudes de paciencia, fortaleza, humildad y mansedumbre, que le han valido el loor de la Iglesia para siempre. Nunca se le vio alterado ni iracundo; al contrario daba gracias a Dios, alegrándose de poder padecer a imitación de Jesucristo.<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
<br />
'''ARMANDO NIETO VÉLEZ, S.J.'''<br />
<br />
'''©Revista Peruana de Historia Eclesiástica'''</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=LIMA._El_conflicto_de_la_doctrina_del_Cercado_(1590-1592)&diff=3705855
LIMA. El conflicto de la doctrina del Cercado (1590-1592)
2023-09-03T01:37:28Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==Figura del virrey Hurtado de Mendoza==<br />
<br />
La aparición en 1590 en la escena peruana del virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y antiguo gobernador de Chile, tuvo aspectos positivos en los campos administrativo y financiero, así como en los políticos y sociales. Activó el sistema de alcabalas y almojarifazgos; moderó las pretensiones de los corregidores de indios, propensos siempre a abusar del cargo; animó las flotas de galeones de mercancías y otros empeños circunstanciales.<br />
<br />
Desgraciadamente tuvo el personaje graves defectos de carácter. Altanero y atrabiliario, su autoritarismo le condujo a censurables excesos. Los biógrafos de Santo Toribio no dejan de resaltar esas taras temperamentales. Según Rodríguez Valencia, el virrey es ''“vanidoso y violento, y estas dos notas de su carácter le inutilizaron para todo buen gobierno en su vida de contacto y relación”''<ref>Vicente RODRÍGUEZ VALENCIA, ''Santo Toribio de Mogrovejo, organizador y apóstol de Sur-América''. (Madrid, 1957), t. II, p. 349.</ref> . Rubén Vargas Ugarte S.J. destaca su ''“altanería y terquedad”''<ref>Rubén VARGAS UGARTE S.J., ''Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, tomo II (1568-1620),'' (Burgos, 1963), p. 189.</ref>, y José Antonio Benito, la importunidad de la que dio prueba el virrey en sus actuaciones.<ref>José Antonio BENITO, ''Crisol de lazos solidarios Toribio. Alfonso Mogrovejo''. (Lima, 2001), p. 175.</ref><br />
<br />
Si a eso añadimos que García Hurtado de Mendoza era en el Perú el titular del Regio Patronato Indiano, con las desbordantes prerrogativas de tal institución frente a la Iglesia, tendremos una idea bastante aproximada de las actitudes de prepotencia que mostró el virrey durante el gobierno eclesiástico de Santo Toribio. Por lo general los virreyes eran celosos en la guarda del Patronato; pero el marqués de Cañete convirtió el celo en avasallamiento del fuero episcopal, y no se detuvo ni ante la acusación calumniosa. Esta fue una de las cruces más duras de Toribio Alfonso de Mogrovejo y uno de los capítulos más edificantes en el proceso de beatificación.<br />
<br />
==El «Cercado»==<br />
<br />
Hacia 1563, cuando aún no habían llegado los jesuitas a Lima, existía al otro lado del río Rímac el barrio de San Lázaro, en el cual se asentaron muchos indios camaroneros [pescadores de camarones]. Cuando los jesuitas asumen la Doctrina de Santiago del Cercado, consideraron conveniente —para fines pastorales— que se uniesen allá también los nativos de San Lázaro. El 18 de enero de 1585 el padre Juan de Aguilar hizo la correspondiente petición al Cabildo limeño. Por lo pronto no hubo respuesta.<br />
El 25 de febrero de 1588 el Cabildo tomó más bien la decisión de pedir al virrey Torres y Portugal y al Arzobispo que se erigiera en San Lázaro una parroquia para atender espiritualmente a los numerosos indios de ese sector de la capital. El prelado dispuso que el barrio de pescadores fuera atendido por curas diocesanos versados en lengua indígena: el canónigo Balboa, después el doctor Zapata y por fin don Alonso de Huerta. El mismo Santo Toribio se interesaba por esta Doctrina.<br />
<br />
Reunidos los indios a un costado de la Catedral los días domingos, el Arzobispo vestido de pontifical y con el báculo en la mano hacía la explicación del Catecismo del Concilio límense en quechua y castellano. ''“Yo asimismo el tiempo que estoy en esta ciudad hago lo propio, predicándoles en la lengua, y a los españoles, y a los demás que me entienden, declarando el evangelio (...). Era de mucha edificación para el pueblo verlos venir con sus pendones en procesión desde San Lázaro a la Iglesia Mayor por medio de la plaza, con muy buen orden, y el cura con ellos, según y cómo en el tiempo del doctor Balboa se acostumbraba”''.<ref>Carlos GARCÍA IRIGOYEN, ''Santo Toribio'', tomo I (Lima, 1906), p. 97-98. 176</ref><br />
<br />
Con la llegada del virrey García Hurtado de Mendoza las cosas iban a cambiar. Venía a Lima el nuevo gobernante en compañía de su hermano, el sacerdote jesuita Hernando de Mendoza, cuya presencia en el Perú la había solicitado el mismo virrey al General de la Compañía, padre Claudio Aquaviva. En cuanto al carácter del sacerdote, era muy distinto de su hermano. No estaba muy bien de salud (padecía algún mal cardíaco), era muy observante y no le agradaba meterse en asuntos de la administración virreinal. El padre Hernando fue destinado por el Provincial Juan de Atienza a la doctrina de Santiago del Cercado, cuyo superior era el padre Juan de Aguilar.<br />
<br />
==Inicios del conflicto entre el Virrey y el Arzobispo==<br />
<br />
Los sucesos ocurrieron con la violencia que era de temerse cuando intervenía García Hurtado de Mendoza. Estamos a 28 de agosto de 1590. Mogrovejo no se hallaba en Lima, sino en Visita Pastoral; pero habría de llegar pronto, pues el IV concilio provincial límense estaba convocado para el 18 de octubre. El Virrey ordenó que de inmediato se procediese al traslado de los indios de San Lázaro a la Reducción del Cercado. <br />
<br />
La ejecución del mandato se le confió al Corregidor del Cercado, Juan Ortiz de Zárate. El Provisor del Arzobispado y Vicario General era don Antonio de Valcázar, quien obviamente resistió la intimación desaforada del Virrey. Cuenta Valcázar: ''“Forzados y contra su voluntad dejaban (los indios) cuanto tenían y se huían a los cañaverales. Los soldados iban a la caza de los fugitivos. Algunos de los indios se asilaron en la iglesia de San Lázaro, de donde fueron sacados por los oficiales reales”''. Valcázar fue apresado por éstos, y un piquete de alabarderos lo llevó detenido a las galeras del Callao.<br />
<br />
A su llegada a Lima quedó Santo Toribio muy sorprendido e indignado por el atropello consumado contra los indios y contra su Vicario General. Pudo haber lanzado la excomunión. Por bien de paz no lo hizo; pero sí tomó la pluma para quejarse ante Felipe II de tamañas tropelías, descritas por el propio Vicario General en carta que iba adjunta. Hacía notar el Arzobispo la violencia ejercida por el Virrey ''“llevándome al Provisor al Callao con la guardia... siendo una persona tan principal y de mucha virtud y recogimiento, a quien Vuestra Alteza ha de hacer mucha merced, y yo amo y quiero mucho”''.<ref>La carta de Valcázar es del 28 de abril y la de Mogrovejo, del 3 de marzo de 1591; citadas ambas por RODRÍGUEZ VALENCIA, ''o. c.'', t. II, 291-292.</ref><br />
<br />
Antes de proseguir con el relato de los hechos que se sucedieron luego de la reducción forzada de los indios pescadores de San Lázaro, conviene repasar las motivaciones de uno y otro lado, los provechos y perjuicios de la reducción única y de la independencia de las dos doctrinas. Para enteramos del punto de vista de los jesuitas, que coincidía en gran parte con el del Virrey, contamos con la carta de éste, fecha 27 de diciembre de 1590, al rey Felipe II.<ref>Publicada primero por LEVILLIER, ''Gobernantes del Perú'', vol. XII, 175; y también, con mejor aparato crítico, en Antonio de EGAÑA S.I., ''Monumento Peruana'' IV (Boma, 1966), doc. 158, 644-649.</ref> <br />
<br />
Los indígenas de San Lázaro se hallaban en paraje muy precario, junto al río, con los riesgos de las riadas (huaicos) del verano, expuestos a los robos y vejaciones por parte de negros, mulatos y zambahigos ''“que entran y salen en esta ciudad y allí encubrían sus hurtos; y el clérigo que doctrina a estos indios era uno que habían echado de la Compañía de Jesús por no ser de la vida y ejemplo que profesa su Religión”.'' <br />
<br />
Añade el Virrey que la situación en el Cercado era muy otra, ya que los indios estaban muy bien atendidos y contaban con una iglesia, “''la mejor que hay en todo este Arzobispado y más bien servida y proveída de ornamentos y música”''. Y concluye el Virrey: ''“Y así he mandado reducir al Cercado todos los indios que estaban en San Lázaro y los que andaban vagando por esta ciudad, y les he puesto Corregidor que los ampare y defienda y los tengo en paz y justicia”''<ref>Se refiere a la iglesia de Santiago del Cercado, a cargo actualmente de los Padres Carmelitas Descalzos.</ref>.<br />
<br />
La posición del Arzobispado se halla contenida en la extensa carta del 23 de marzo de 1591, al monarca.<ref>Muy conocida, y publicada por mons. LISSÓN en su colección de documentos La Iglesia de España en el Perú (tomo III, 588-590); GARCÍA IRIGOYEN, o. c., II, 190-198 y RODRÍGUEZ VALENCIA (parcialmente), o. c., II, 288. La mejor edición es la de ''Monumento Peruana'' IV, ya citada, doc. 165, p. 678-691.</ref>Allí en primer término Santo Toribio lamenta que el traslado forzoso de los indios se haya hecho ''“con mucho sentimiento y dolor y lágrimas y perdimiento de haciendas de los indios, y daño y detrimento de la provisión de la ciudad, clero y pueblo y religiosos y la contradicción que de mi parte se ha hecho para que no los sacasen de la parroquia e iglesia que tenían en San Lázaro con su clérigo (Juan de San Martín)...”.'' <br />
<br />
Santo Toribio menciona al jesuita ''“hermano del mismo Virrey”'' (se refiere al padre Hernando de Mendoza) como cómplice en el desaguisado. Expone con detalle los excesos cometidos por parte del Virrey y de la Compañía; por ejemplo, el nombrar ésta un juez conservador, que defienda los derechos de la Orden en el fuero eclesiástico; prerrogativa contenida en la bula «Aequum reputamus» de Gregorio XIII del 25 de mayo de 1572. Este juez conservador sentenció que el Arzobispo lesionaba privilegios pontificios al reclamar la doctrina del Cercado. Creemos que es éste un caso más en la larga lista de querellas virreinales entre las órdenes religiosas (no sólo la Compañía) y los prelados diocesanos. La lista se haría más larga si añadimos los casos de roces entre el Real Patronato y el fuero episcopal puramente eclesiástico.<br />
<br />
El Arzobispo se lamenta de la preferencia que se da a los religiosos sobre los clérigos diocesanos en el otorgamiento de las doctrinas, y llega a decir: ''“yo estoy resuelto a no ordenar más clérigos por que no padezcan y se vean en necesidad, no habiendo en qué acomodarlos, y en los Obispados del Cuzco y Charcas me dicen hay muy grande número de clérigos y que a cada doctrina se oponen (en el concurso) veinte y treinta clérigos”''<ref>''Monumento Peruana'' IV. 685</ref>.<br />
<br />
Pide el prelado a Felipe II que ordene a la Compañía abandonar la doctrina del Cercado ''“para poder acomodar en ella clérigos muy virtuosos y buenos lenguas [conocedores de las lenguas indígenas] e hijos de conquistadores”''. Como se ve, y lo reconoce el Padre Egaña (anotador de «Monumenta Peruana» IV), en el fondo de la controversia latía el problema de la supervivencia y derogación de los privilegios de los regulares en Indias.<br />
<br />
Continúa en su carta Santo Toribio aduciendo la amistad entre el Virrey Hurtado de Mendoza y la Compañía para desfavorecer las causas del prelado. Señala que incluso los oidores de la Real Audiencia ''“no se atreven a hacer más de lo que él (el Virrey) quiere”''. En este punto de la misiva arzobispal cita Mogrovejo la amenaza del Virrey: ''“dijo que yo no había de enviar persona ni papeles ni carta ni razón alguna Vuestra Alteza, y que me había de embarcar para Chile y de allí enviarme por el estrecho de Magallanes a España”''.<br />
<br />
Es en este pasaje de la referida carta del 23 de marzo de 1591 donde aparece un importante rasgo autobiográfico de Santo Toribio, que suele mencionarse en las obras que cuenta su prodigiosa labor pastoral: ''“... habiendo ya trabajado tanto en este Arzobispado después de Vuestra Alteza me hizo merced, por tiempo de seis o siete años, discurriendo por él y habiendo andado... más ha de dos años, dos mil leguas y más entonces, y confirmado más de cuatrocientos y cincuenta mil ánimas, y después acá mucha más, con grandes trabajos de caminos y tierras muy ásperas y temples diferentes, viéndome yo y los que iban conmigo en mucho riesgo y peligro de vida...”''.<ref>Ibid., 687.</ref> <br />
<br />
Este párrafo obedece sin duda a la explicable indignación del Arzobispo ante las injustas y mezquinas acusaciones del Virrey, el cual en carta del 1 de mayo de 1590 al rey Felipe II incrimina al Santo de que «jamás» está en Lima, ''“y da por excusa que anda visitando su arzobispado, lo cual se tiene por mucho inconveniente... y también se mete en todas las cosas del Patronazgo... porque todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude, como sería razón, a las cosas de servicio de V.M., parece que convendría que V.M. le mandase ir a España, poniendo aquí un coadjutor, de todo lo cual me han informado los oidores de esta Audiencia y los clérigos de su misma Iglesia”'' ...<ref>LEVILLIER, ''o.c.'', 164.</ref>Palabras muy duras e injustas que muestran la incomprensión y malquerencia del Virrey hacia el Arzobispo.<br />
<br />
''“Estoy admirado -añade Santo Toribio en su carta a Felipe II— que profesando los Padres de la Compañía tanta cristiandad y paz... no hayan atajado esto y venido en lo que todo el mundo aprobara, y parecerá bien siendo yo pastor de estas ovejas y estando a mi cargo el darles pasto espiritual”''.<ref>''Monumento. Peruana'' IV, p. 682.</ref>El biógrafo más notable de Santo Toribio -que lo es Vicente Rodríguez Valencia— comenta acerca de la polarización a que ha llegado el conflicto: <br />
<br />
''“Y será hora ya de decimos qué siniestra fortuna es la de este gobernante aristócrata, que así trae envueltos en contiendas de jurisdicción, en vaivenes, en alharacas, en compromisos a estos dos poderes de cuya concordia y suma tan duraderos bienes venían lográndose para la Iglesia en Indias: el segundo Arzobispo de Lima y los jesuitas de la Provincia del Perú”''.<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, ''o. c.'', tomo II, 304.</ref><br />
<br />
==Escalada del conflicto==<br />
<br />
Se había llegado a un punto en que las jurisdicciones locales, tanto de la Arquidiócesis como de la Provincia jesuita del Perú, resultaban ineficaces para dar solución al grave litigio. Era preciso esperar decisiones tanto de Madrid como de Roma. Es obvio que ambas partes litigantes se apresuraron a enviar los respectivos informes a las instancias europeas. Ya hemos dicho que tanto el Provisor Valcázar como el propio Arzobispo Mogrovejo habían escribo a Madrid (cartas del 28 de abril y 23 de marzo de 1591 respectivamente). Pero estas fechas poco significan en cuanto a celeridad de procedimientos. <br />
<br />
El Virrey tenía interés en que primero se conociese en Madrid su propia versión del conflicto del Cercado. Por ello recurrió a la estratagema de hacer retrasar los trámites iniciados en Lima por el Arzobispo. Las flotas de aquel tiempo salían sólo dos veces en el año. En primer lugar salieron de Lima los escritos y alegatos de García Hurtado de Mendoza con la flota de primavera; pero sin los de Santo Toribio. <br />
<br />
El Arzobispo incluso había decidido enviar personalmente al doctor Francisco García del Castillo, antiguo colegial del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo (tan querido al Prelado) para que informase «vivae vocis» de estos y otros asuntos a las autoridades madrileñas. García del Castillo tuvo, pues, que quedarse en Lima y esperar... la flota de otoño. En el mes de noviembre de 1591 se tramitaba en Madrid la sentencia del Consejo de Indias, que resultó favorable al Virrey y a los jesuitas.<br />
<br />
Por esa época Santo Toribio retiró a los jesuitas de la arquidiócesis de los llamados sermones «de tabla» que solían tener en la Catedral de Lima, y también les retiró las licencias de predicar. Así se lo informa el Provincial Atienza al Padre Aquaviva, General de la Compañía: ''“Hasta ahora no ha alzado el Arzobispo la prohibición que tiene puesta de que no admitan a predicar a los de la Compañía en los monasterios de monjas y parroquias”'' (carta del 21 de abril de 1592). Pero un mes después tal prohibición fue levantada, y el mismo Padre Atienza tiene la satisfacción de informar de ello al General (21 de mayo).<ref>En los Constituciones Sinodales de 1713 aparece la “Tabla de los Sermones que se predican en esta Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Los Reyes”. Además de los sermones reservados al Arzobispo y al Canónigo Magistral, los religiosos asumen la predicación en diversas festividades. Los jesuitas tienen asignados los siguientes días: domingo IV de Adviento, domingo primero de cuaresma, domingo 5to., Santísima Trinidad, San Felipe y Santiago, Santa María Magdalena, San Mateo y Todos los Santos ''(Constituciones Sinodales del Arzobispado de Lima''. 1864, pp. 159-160).</ref><br />
<br />
Entretanto Santo Toribio seguía esperando respuesta de Madrid. Su alegato, intencionalmente retrasado en Lima, sólo pudo enviarlo a Madrid en la flota de otoño, mientras que el expediente del Virrey había salido con la flota de invierno. En la corte de Felipe II fue escuchado el parecer de Santo Toribio, expuesto por su fiel apoderado, el doctor Francisco García del Castillo. <br />
<br />
En el voluminoso expediente del Prelado de Lima se incluían: documentos relativos a la cuestión del Seminario de Los Reyes (levantado con la advocación de Sto. Toribio de Astorga), en cuyos asuntos también se había entrometido García Hurtado de Mendoza; documentos referentes a Doctrinas y papeles relativos al enojoso tema del Cercado. En resumen, las resoluciones del Consejo consisten en lo siguiente:<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, ''o. c.'', tomo II, pp. 322-324.</ref> <br />
<br />
# Seminario Conciliar de Lima. El monarca manda que sea el Arzobispo quien lo administre, según lo ordena el Tridentino e incluso el Concilio III límense de 1583. Y que sea repuesto el escudo episcopal (arbitrariamente removido por el colérico Virrey el 20 de marzo de 1591), pero (matiz conciliatorio y salomónico de la resolución real) que se pongan, también las armas reales ''“en el más preeminente lugar”''.<br />
# Vuelta de los indios a su barrio de San Lázaro. Se concede la petición del Arzobispo: ''“que todos los indios que el Marqués de Cañete redujo y pobló en el Cercado de los que vivían en San Lázaro y en esta ciudad, vuelvan y pongan en el asiento de San Lázaro adonde estaban poblados por el Conde del Villar, y gocen de la libertad, quietud y sosiego”.'' Hay que reconocer que tanto el Virrey como los Oidores acataron la norma, como lo reconoció el propio Santo Toribio,<ref>''Ibidem'', 323.</ref>si bien hubo tardanzas y forcejeos. Para los indios y españoles el Arzobispo erigiría más tarde la vice-parroquia de San Lázaro, que fue la de Nuestra Señora de Copacabana, con su cofradía de indios.<br />
<br />
Después de tantas tensiones y contradicciones, debía llegar el momento de la reconciliación entre el Arzobispo y la Compañía de Jesús. Desgraciadamente el temperamento irascible del Virrey García Hurtado de Mendoza habría de mantener viva la llama de la inquina hacia el santo prelado. Sería muy larga la enumeración de las quejas, irritaciones, desaires y hasta acusaciones calumniosas -orales y escritas— por parte del Marqués de Cañete. <br />
Solamente haremos referencia a la reprensión pública al Arzobispo, ordenada por Real Cédula de Felipe II de 29 de diciembre de 1593. Con su habitual malquerencia hacia Santo Toribio, el Virrey se había quejado ante la corte madrileña de que el Arzobispo se quedaba con los dineros que el Regio Patronato destinaba a la organización del Seminario de Lima.<br />
<br />
Cuando llegó a Lima la cédula de reprensión, dada por los consejeros de Indias sin esperar el descargo del acusado, Santo Toribio se hallaba de visita pastoral en apartados pueblos de su arquidiócesis -la más extensa del mundo iberoamericano-; y no recibió las Reales Cédulas hasta el mes de junio de 1594.<br />
Se comprenderá el asombro de Santo Toribio al enterarse de tal cúmulo do cargos impertinentes y sobre todo infundados. Un cura párroco de esa época, Hernando Martínez, que había conocido de cerca al Arzobispo, dijo: ''“Da lástima y compasión que de un Prelado tan santo y de tanta virtud se presuma de que había de tomar lo ajeno... Y que tenga que abonar su persona siendo ejemplo de virtud”''.<ref>''Sumaría Información'', citada por RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., H, 373-374.</ref> <br />
<br />
Felipe II estimó que ''“por la autoridad y decencia del Prelado no conviene que el Virrey le dé en estrados la reprensión pública que parece, sino aparte y en secreto...”.''<ref>GARCÍA IRIGOYEN, ''o. c.'', tomo II, 171.</ref>León Pinelo acota sobre este punto: ''“La tradición que de este caso hay en Lima, que oí muchas veces contar es, que habiéndosela leído en el Acuerdo la cédula de reprehensión, sólo respondió el Santo Arzobispo: «Enojado estaba nuestro Rey, sea por amor de Dios, satisfarémosle, satisfarémosle». Y que el Virrey y los Oidores quedaron admirados de ver la paciencia con que llevó aquel pesar, que en otro sujeto de menos perfección causaría mucho disgusto y aun ira”''.<ref>Ibid., p. 173.</ref><br />
<br />
Luego de esta digresión, volvamos al tema de la reconciliación de la autoridad civil con los padres jesuitas. En primer término es preciso tener en cuenta que el principal interesado en no agudizar las tensiones fue el propio Padre General, Claudio Aquaviva. Los testimonios que han sido publicados en «Monumenta Peruana» V son expresivos. <br />
En todas las cartas a sus súbditos en Lima, el Prepósito General les exhorta a la concordia y a deponer rencillas. Será ilustrativo corroborar esta afirmación siguiendo el orden cronológico de los despachos, el cual se basa indudablemente en las informaciones que Aquaviva va recibiendo de esta Capital. El Provincial del Perú, Padre Juan de Atienza le había escrito desde Lima el 27 de mayo de 1592:<br />
<br />
''“La amistad con el señor Arzobispo de esta ciudad y los de su casa se ha ido continuando, a Dios gracias, y espero en Nuestro Señor- se satisfará Su Señoría cada día más del deseo que la Compañía tiene por servirle. Alzó ya Su Señoría la prohibición que tenía puesta a la Compañía en lo de los sermones, restituyéndole los sermones de tabla que solía predicar en la Iglesia mayor de esta ciudad, y avisando a las demás partes que podrían llamar a los de la Compañía y ayudarse de su doctrina y sermones, y así se comenzó a hacer esta Pascua de Espíritu Santo (17 de mayo de 1592), y con esto ha cesado toda esta pesadumbre, según la presente justicia, que entre Su Señoría y la Compañía ha habido”''.<ref>Egaña, Monumenta Peruana, vol. V (Roma, 1970), doc. 26, pp. 109-110. Carta citada parcialmente por RODRIGUEZ VALENCIA, o. c., II, 327.</ref><br />
<br />
==Solución del conflicto==<br />
<br />
Sin haber llegado a conocer oportunamente la misiva anterior, el Padre Aquaviva le escribía al teólogo y profesor de la Universidad de San Marcos, adre. Esteban de Ávila, el 3 de agosto de 1592:<br />
<br />
''“Yo holgara harto que no hubiera sucedido lo que me escriben pasa entre el señor Arzobispo y la Compañía porque demás de los disgustos que se atraviesan, ningún suceso que tenga un tal caso puede ser ganancioso, porque si la Compañía sale con su razón, deja disgustado y averso el Prelado; y si el Señor Arzobispo sale con lo que intenta, será con alguna quiebra en la reputación de los Nuestros y, según se puede temer, etiam (también) con algún daño de esos pobres indios”''.<ref>Monumenta Peruana V, doc. 36, p. 135.</ref><br />
<br />
Otra vez desde Roma el 3 de agosto de 1592, la carta se halla dirigida al propio Virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza (y se comprende el cuidado del remitente en escoger las palabras precisas):<br />
<br />
''“Por muchas razones he sentido que entre el Arzobispo y la Compañía se haya ofrecido ocasión de menos paz y unión, porque como de la mucha que hasta aquí han tenido se han visto bonísimos efectos para gloria de Dios y ayuda de esos pobres indios, así se puede temer que la falta de ella impida mucho bien que se podría hacer en utilidad de las almas; y aunque reconozco la mucha merced que V.E. ha hecho a la Compañía de esta ocasión, y por ella esos Podres y yo nos hallamos de nuevo obligados a su servicio, siento también la parte de pena que a V.E. habrá dado este suceso. Pero consuélome de pensar que con su cristiano celo habrá dado en ello tal corte que a esta hora está todo acabado, de manera que esos Padres puedan servir y ayudar al Prelado, como yo lo deseo y ellos lo han procurado hacer hasta ahora”''.<ref>Ibid., doc. 66, pp. 168-159. i 23</ref><br />
<br />
El Padre General llega a expresar que él era partidario de dejar la doctrina de Santiago del Cercado ''“para ahorrar molestias”''. Se deduce -comenta el compilador de «Monumenta Peruana», Padre Antonio de Egaña- que el Virrey ''“les había mandado a los jesuitas que no abandonaran la doctrina"''.<ref>Ibid., nota 6, p. 159.</ref> <br />
<br />
En la misma fecha en que escribe el Virrey, le envía el General una carta al nuevo Provincial del Perú, Padre Juan Sebastián de la Parra (electo por Aquaviva el 25 de abril de 1591), en la que reitera los sentimientos de buscar la paz y la armonía con la autoridad civil. ''“Ya me parece que de España se ha enviado remedio y el Padre [Diego de] Zúñiga, [Procurador de la Provincia] llevó el duplicado. El Papa [Gregorio XIV] también envía un breve al Arzobispo en que le exhorta a unirse con nosotros, como lo verá en la copia”''<ref>Las referencias del texto citado son importantes para la cronología del malhadado conflicto. La Real Cédula a que alude Aquaviva está firmada en El Escorial el 22 de junio de 1591. El P. Zúñiga, de regreso de Roma, salió de Cádiz hacia América el 19 de marzo de 1592.</ref>.<br />
<br />
Todavía el 5 de jumo de 1594, en nueva comunicación de Aquaviva al P. Sebastián, toma al objetivo de la concordia: ''“Aunque la concordia con el señor Arzobispo de Lima no haya sido en sus principios tan fervorosa, espero que a esta hora VV.RR. [Vuestras Reverencias] le habrán ganado de manera que la amistad antigua se haya renovado, sin que la quiebra pasada sea causa de menoscabar el servicio de Dios y ayuda de esa buena gente, que éste es el fin donde «deben enderezar las diligencias que en esta y en otra cualquiera materia se hicieren»”''.<ref>Monumenta Peruana V, doc. 124, pp. 520-521. Por la reiteración de conceptos y deseos, no puede dudarse del buen espíritu de Aquaviva en este enojoso asunto.</ref> <br />
<br />
Finalmente, en lo que respecta a las cartas de Aquaviva acerca del asunto del Cercado, hallamos aún una referencia a cierta desconfianza por parte del Arzobispo; como se desprende de la carta de 4 de julio de 1594: ''“Pésame que el señor Arzobispo no se sirva de los Nuestros como hasta aquí; espero de la caridad y prudencia de V.R. y de esos ‘Padres que poco a poco le irán ganando de manera que torne a su antigua devoción”''.<ref>Ibid., doc. 137, pp. 539-540.</ref> <br />
<br />
Sin embargo, hay que reconocer que la presencia en Lima del Virrey García Hurtado de Mendoza seguía obstaculizando el regreso de los indios pescadores al barrio de San Lázaro. Por fin llegó la orden de Felipe II para que regresase a España el autocrático gobernante. Aquaviva dispuso que también hiciese el viaje a la Península el jesuita Hernando de Mendoza, hermano del Virrey. Así lo hizo éste. Tuvo que asistir durante la navegación -en la escala de Panamá- a la muerte de su cuñada, la esposa del Virrey, doña Teresa de Castro, ocurrida en un día no precisado de mayo de 1596.<ref>Monumenta Peruana V, (1596-1599), Roma, 1974, p. 182. La expedición arribó a Sanlúcar de Barrameda el 1 de octubre de 1596.</ref><br />
<br />
Un hecho doloroso que sirvió para acercar a Santo Toribio a los jesuitas fue el inesperado fallecimiento del Provincial Juan de Atienza, el día 1 de noviembre de 1592. La «Crónica anónima» de la Provincia Peruana dice sobre el particular: ''“el mismo Arzobispo predicando el mismo día en su Iglesia catedral... dijo grandes alabanzas del difunto, envolviendo sus palabras en lágrimas por la falta de una persona tan útil a la república”''<ref>Francisco MATEOS, o.c., tomo I, p. 376.</ref>. Y no sólo eso. A la ceremonia del entierro del Padre Atienza se hizo presente Santo Toribio de Mogrovejo. <br />
<br />
Con la llegada del nuevo Virrey Luis de Velasco continuaron las buenas relaciones entre el Arzobispo de Lima y los jesuitas. Hay de ello suficientes pruebas. Rodríguez Valencia, el acucioso biógrafo del Santo, no deja de mencionarlas. El Padre Aquaviva escribe al Padre Rodrigo de Cabredo que la Orden le servirá ''“en lo que se pudiese, y lo que por medio de los Nuestros no se pudiese hacer, se negociará por medio de algún seglar”''. Y al propio Arzobispo le reitera en la misma fecha (13 de noviembre de 1600) semejante benevolencia. <br />
Otro hecho significativo. Sabido es que la visita «ad limina» era obligatoria cada cierto tiempo para los prelados. Pero, dada la gran distancia entre el Perú y Roma, quedaba autorizada la visita por medio de procuradores. En 1601 Santo Toribio nombra como tales a los padres Diego de Torres y Pablo José de Amaga. Fueron éstos los que condujeron a Roma la Relación diocesana de 1601, juntamente con la de los obispos sufragáneos de Lima.<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, o.c., II, 329 y ss.</ref> <br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Del atento estudio de las fuentes que tratan del Conflicto de la Doctrina de Santiago del Cercado, se infiere que el gran responsable de la forma en que se condujo este asunto fue el Virrey García Hurtado de Mendoza. Aun suponiendo que hubiese razones pastorales de peso en el plan de llevar a los pescadores de San Lázaro al Cercado, los modos que se utilizaron no pueden ser aprobados. <br />
<br />
El Padre Rubén Vargas Ugarte S.J., tanto en su «Historia de la Iglesia en el Perú»<ref>La obra consta de cinco tomos, publicados entre 1953 y 1962; el primero en Lima y los cuatro restantes en Burgos. El conflicto del Cercado lo relata VARGAS UGARTE en el tomo II, pp. 104-107.</ref>como en su «Historia de la Compañía de Jesús en el Perú»,<ref>La obra consta de cuatro tomos, publicadas en Burgos entre 1963 y 1965. El conflicto del Cercado se trata en las pp. 187-190.</ref>con su característica franqueza señala la “altanería y terquedad” del Virrey; el derecho que el Arzobispo Mogrovejo tenía para visitar las doctrinas de su jurisdicción; y el inconveniente de que los religiosos adujesen privilegios de exención, los que terminaron por ser suprimidos en 1611 por el Papa Paulo V (Borghese).<br />
<br />
No hay duda de que el conflicto del Cercado y, en general, el período gobernativo del Virrey García Hurtado de Mendoza han quedado bien tipificados en los procesos de beatificación de Santo Toribio. Todos los testigos (y son más de un centenar) coinciden en que el Prelado límense ejercitó heroicamente las virtudes de paciencia, fortaleza, humildad y mansedumbre, que le han valido el loor de la Iglesia para siempre. Nunca se le vio alterado ni iracundo; al contrario daba gracias a Dios, alegrándose de poder padecer a imitación de Jesucristo.<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<references/></div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=LIMA._El_conflicto_de_la_doctrina_del_Cercado_(1590-1592)&diff=3705854
LIMA. El conflicto de la doctrina del Cercado (1590-1592)
2023-09-03T01:34:07Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==Figura del virrey Hurtado de Mendoza==<br />
<br />
La aparición en 1590 en la escena peruana del virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y antiguo gobernador de Chile, tuvo aspectos positivos en los campos administrativo y financiero, así como en los políticos y sociales. Activó el sistema de alcabalas y almojarifazgos; moderó las pretensiones de los corregidores de indios, propensos siempre a abusar del cargo; animó las flotas de galeones de mercancías y otros empeños circunstanciales.<br />
<br />
Desgraciadamente tuvo el personaje graves defectos de carácter. Altanero y atrabiliario, su autoritarismo le condujo a censurables excesos. Los biógrafos de Santo Toribio no dejan de resaltar esas taras temperamentales. Según Rodríguez Valencia, el virrey es ''“vanidoso y violento, y estas dos notas de su carácter le inutilizaron para todo buen gobierno en su vida de contacto y relación”''<ref>Vicente RODRÍGUEZ VALENCIA, ''Santo Toribio de Mogrovejo, organizador y apóstol de Sur-América''. (Madrid, 1957), t. II, p. 349.</ref> . Rubén Vargas Ugarte S.J. destaca su ''“altanería y terquedad”''<ref>Rubén VARGAS UGARTE S.J., ''Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, tomo II (1568-1620),'' (Burgos, 1963), p. 189.</ref>, y José Antonio Benito, la importunidad de la que dio prueba el virrey en sus actuaciones.<ref>José Antonio BENITO, ''Crisol de lazos solidarios Toribio. Alfonso Mogrovejo''. (Lima, 2001), p. 175.</ref><br />
<br />
Si a eso añadimos que García Hurtado de Mendoza era en el Perú el titular del Regio Patronato Indiano, con las desbordantes prerrogativas de tal institución frente a la Iglesia, tendremos una idea bastante aproximada de las actitudes de prepotencia que mostró el virrey durante el gobierno eclesiástico de Santo Toribio. Por lo general los virreyes eran celosos en la guarda del Patronato; pero el marqués de Cañete convirtió el celo en avasallamiento del fuero episcopal, y no se detuvo ni ante la acusación calumniosa. Esta fue una de las cruces más duras de Toribio Alfonso de Mogrovejo y uno de los capítulos más edificantes en el proceso de beatificación.<br />
<br />
==El «Cercado»==<br />
<br />
Hacia 1563, cuando aún no habían llegado los jesuitas a Lima, existía al otro lado del río Rímac el barrio de San Lázaro, en el cual se asentaron muchos indios camaroneros [pescadores de camarones]. Cuando los jesuitas asumen la Doctrina de Santiago del Cercado, consideraron conveniente —para fines pastorales— que se uniesen allá también los nativos de San Lázaro. El 18 de enero de 1585 el padre Juan de Aguilar hizo la correspondiente petición al Cabildo limeño. Por lo pronto no hubo respuesta.<br />
El 25 de febrero de 1588 el Cabildo tomó más bien la decisión de pedir al virrey Torres y Portugal y al Arzobispo que se erigiera en San Lázaro una parroquia para atender espiritualmente a los numerosos indios de ese sector de la capital. El prelado dispuso que el barrio de pescadores fuera atendido por curas diocesanos versados en lengua indígena: el canónigo Balboa, después el doctor Zapata y por fin don Alonso de Huerta. El mismo Santo Toribio se interesaba por esta Doctrina.<br />
<br />
Reunidos los indios a un costado de la Catedral los días domingos, el Arzobispo vestido de pontifical y con el báculo en la mano hacía la explicación del Catecismo del Concilio límense en quechua y castellano. ''“Yo asimismo el tiempo que estoy en esta ciudad hago lo propio, predicándoles en la lengua, y a los españoles, y a los demás que me entienden, declarando el evangelio (...). Era de mucha edificación para el pueblo verlos venir con sus pendones en procesión desde San Lázaro a la Iglesia Mayor por medio de la plaza, con muy buen orden, y el cura con ellos, según y cómo en el tiempo del doctor Balboa se acostumbraba”''.<ref>Carlos GARCÍA IRIGOYEN, ''Santo Toribio'', tomo I (Lima, 1906), p. 97-98. 176</ref><br />
<br />
Con la llegada del virrey García Hurtado de Mendoza las cosas iban a cambiar. Venía a Lima el nuevo gobernante en compañía de su hermano, el sacerdote jesuita Hernando de Mendoza, cuya presencia en el Perú la había solicitado el mismo virrey al General de la Compañía, padre Claudio Aquaviva. En cuanto al carácter del sacerdote, era muy distinto de su hermano. No estaba muy bien de salud (padecía algún mal cardíaco), era muy observante y no le agradaba meterse en asuntos de la administración virreinal. El padre Hernando fue destinado por el Provincial Juan de Atienza a la doctrina de Santiago del Cercado, cuyo superior era el padre Juan de Aguilar.<br />
<br />
==Inicios del conflicto entre el Virrey y el Arzobispo==<br />
<br />
Los sucesos ocurrieron con la violencia que era de temerse cuando intervenía García Hurtado de Mendoza. Estamos a 28 de agosto de 1590. Mogrovejo no se hallaba en Lima, sino en Visita Pastoral; pero habría de llegar pronto, pues el IV concilio provincial límense estaba convocado para el 18 de octubre. El Virrey ordenó que de inmediato se procediese al traslado de los indios de San Lázaro a la Reducción del Cercado. <br />
<br />
La ejecución del mandato se le confió al Corregidor del Cercado, Juan Ortiz de Zárate. El Provisor del Arzobispado y Vicario General era don Antonio de Valcázar, quien obviamente resistió la intimación desaforada del Virrey. Cuenta Valcázar: ''“Forzados y contra su voluntad dejaban (los indios) cuanto tenían y se huían a los cañaverales. Los soldados iban a la caza de los fugitivos. Algunos de los indios se asilaron en la iglesia de San Lázaro, de donde fueron sacados por los oficiales reales”''. Valcázar fue apresado por éstos, y un piquete de alabarderos lo llevó detenido a las galeras del Callao.<br />
<br />
A su llegada a Lima quedó Santo Toribio muy sorprendido e indignado por el atropello consumado contra los indios y contra su Vicario General. Pudo haber lanzado la excomunión. Por bien de paz no lo hizo; pero sí tomó la pluma para quejarse ante Felipe II de tamañas tropelías, descritas por el propio Vicario General en carta que iba adjunta. Hacía notar el Arzobispo la violencia ejercida por el Virrey ''“llevándome al Provisor al Callao con la guardia... siendo una persona tan principal y de mucha virtud y recogimiento, a quien Vuestra Alteza ha de hacer mucha merced, y yo amo y quiero mucho”''.<ref>La carta de Valcázar es del 28 de abril y la de Mogrovejo, del 3 de marzo de 1591; citadas ambas por RODRÍGUEZ VALENCIA, ''o. c.'', t. II, 291-292.</ref><br />
<br />
Antes de proseguir con el relato de los hechos que se sucedieron luego de la reducción forzada de los indios pescadores de San Lázaro, conviene repasar las motivaciones de uno y otro lado, los provechos y perjuicios de la reducción única y de la independencia de las dos doctrinas. Para enteramos del punto de vista de los jesuitas, que coincidía en gran parte con el del Virrey, contamos con la carta de éste, fecha 27 de diciembre de 1590, al rey Felipe II.<ref>Publicada primero por LEVILLIER, ''Gobernantes del Perú'', vol. XII, 175; y también, con mejor aparato crítico, en Antonio de EGAÑA S.I., ''Monumento Peruana'' IV (Boma, 1966), doc. 158, 644-649.</ref> <br />
<br />
Los indígenas de San Lázaro se hallaban en paraje muy precario, junto al río, con los riesgos de las riadas (huaicos) del verano, expuestos a los robos y vejaciones por parte de negros, mulatos y zambahigos ''“que entran y salen en esta ciudad y allí encubrían sus hurtos; y el clérigo que doctrina a estos indios era uno que habían echado de la Compañía de Jesús por no ser de la vida y ejemplo que profesa su Religión”.'' <br />
<br />
Añade el Virrey que la situación en el Cercado era muy otra, ya que los indios estaban muy bien atendidos y contaban con una iglesia, “''la mejor que hay en todo este Arzobispado y más bien servida y proveída de ornamentos y música”''. Y concluye el Virrey: ''“Y así he mandado reducir al Cercado todos los indios que estaban en San Lázaro y los que andaban vagando por esta ciudad, y les he puesto Corregidor que los ampare y defienda y los tengo en paz y justicia”''<ref>Se refiere a la iglesia de Santiago del Cercado, a cargo actualmente de los Padres Carmelitas Descalzos.</ref>.<br />
<br />
La posición del Arzobispado se halla contenida en la extensa carta del 23 de marzo de 1591, al monarca.<ref>Muy conocida, y publicada por mons. LISSÓN en su colección de documentos La Iglesia de España en el Perú (tomo III, 588-590); GARCÍA IRIGOYEN, o. c., II, 190-198 y RODRÍGUEZ VALENCIA (parcialmente), o. c., II, 288. La mejor edición es la de ''Monumento Peruana'' IV, ya citada, doc. 165, p. 678-691.</ref>Allí en primer término Santo Toribio lamenta que el traslado forzoso de los indios se haya hecho ''“con mucho sentimiento y dolor y lágrimas y perdimiento de haciendas de los indios, y daño y detrimento de la provisión de la ciudad, clero y pueblo y religiosos y la contradicción que de mi parte se ha hecho para que no los sacasen de la parroquia e iglesia que tenían en San Lázaro con su clérigo (Juan de San Martín)...”.'' <br />
<br />
Santo Toribio menciona al jesuita ''“hermano del mismo Virrey”'' (se refiere al padre Hernando de Mendoza) como cómplice en el desaguisado. Expone con detalle los excesos cometidos por parte del Virrey y de la Compañía; por ejemplo, el nombrar ésta un juez conservador, que defienda los derechos de la Orden en el fuero eclesiástico; prerrogativa contenida en la bula «Aequum reputamus» de Gregorio XIII del 25 de mayo de 1572. Este juez conservador sentenció que el Arzobispo lesionaba privilegios pontificios al reclamar la doctrina del Cercado. Creemos que es éste un caso más en la larga lista de querellas virreinales entre las órdenes religiosas (no sólo la Compañía) y los prelados diocesanos. La lista se haría más larga si añadimos los casos de roces entre el Real Patronato y el fuero episcopal puramente eclesiástico.<br />
<br />
El Arzobispo se lamenta de la preferencia que se da a los religiosos sobre los clérigos diocesanos en el otorgamiento de las doctrinas, y llega a decir: ''“yo estoy resuelto a no ordenar más clérigos por que no padezcan y se vean en necesidad, no habiendo en qué acomodarlos, y en los Obispados del Cuzco y Charcas me dicen hay muy grande número de clérigos y que a cada doctrina se oponen (en el concurso) veinte y treinta clérigos”''<ref>''Monumento Peruana'' IV. 685</ref>.<br />
<br />
Pide el prelado a Felipe II que ordene a la Compañía abandonar la doctrina del Cercado ''“para poder acomodar en ella clérigos muy virtuosos y buenos lenguas [conocedores de las lenguas indígenas] e hijos de conquistadores”''. Como se ve, y lo reconoce el Padre Egaña (anotador de «Monumenta Peruana» IV), en el fondo de la controversia latía el problema de la supervivencia y derogación de los privilegios de los regulares en Indias.<br />
<br />
Continúa en su carta Santo Toribio aduciendo la amistad entre el Virrey Hurtado de Mendoza y la Compañía para desfavorecer las causas del prelado. Señala que incluso los oidores de la Real Audiencia ''“no se atreven a hacer más de lo que él (el Virrey) quiere”''. En este punto de la misiva arzobispal cita Mogrovejo la amenaza del Virrey: ''“dijo que yo no había de enviar persona ni papeles ni carta ni razón alguna Vuestra Alteza, y que me había de embarcar para Chile y de allí enviarme por el estrecho de Magallanes a España”''.<br />
<br />
Es en este pasaje de la referida carta del 23 de marzo de 1591 donde aparece un importante rasgo autobiográfico de Santo Toribio, que suele mencionarse en las obras que cuenta su prodigiosa labor pastoral: ''“... habiendo ya trabajado tanto en este Arzobispado después de Vuestra Alteza me hizo merced, por tiempo de seis o siete años, discurriendo por él y habiendo andado... más ha de dos años, dos mil leguas y más entonces, y confirmado más de cuatrocientos y cincuenta mil ánimas, y después acá mucha más, con grandes trabajos de caminos y tierras muy ásperas y temples diferentes, viéndome yo y los que iban conmigo en mucho riesgo y peligro de vida...”''.<ref>Ibid., 687.</ref> <br />
<br />
Este párrafo obedece sin duda a la explicable indignación del Arzobispo ante las injustas y mezquinas acusaciones del Virrey, el cual en carta del 1 de mayo de 1590 al rey Felipe II incrimina al Santo de que «jamás» está en Lima, ''“y da por excusa que anda visitando su arzobispado, lo cual se tiene por mucho inconveniente... y también se mete en todas las cosas del Patronazgo... porque todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude, como sería razón, a las cosas de servicio de V.M., parece que convendría que V.M. le mandase ir a España, poniendo aquí un coadjutor, de todo lo cual me han informado los oidores de esta Audiencia y los clérigos de su misma Iglesia”'' ...<ref>LEVILLIER, o.c., 164.</ref>Palabras muy duras e injustas que muestran la incomprensión y malquerencia del Virrey hacia el Arzobispo.<br />
<br />
''“Estoy admirado -añade Santo Toribio en su carta a Felipe II— que profesando los Padres de la Compañía tanta cristiandad y paz... no hayan atajado esto y venido en lo que todo el mundo aprobara, y parecerá bien siendo yo pastor de estas ovejas y estando a mi cargo el darles pasto espiritual”''.<ref>Monumento. Peruana IV, p. 682.</ref>El biógrafo más notable de Santo Toribio -que lo es Vicente Rodríguez Valencia— comenta acerca de la polarización a que ha llegado el conflicto: <br />
<br />
''“Y será hora ya de decimos qué siniestra fortuna es la de este gobernante aristócrata, que así trae envueltos en contiendas de jurisdicción, en vaivenes, en alharacas, en compromisos a estos dos poderes de cuya concordia y suma tan duraderos bienes venían lográndose para la Iglesia en Indias: el segundo Arzobispo de Lima y los jesuitas de la Provincia del Perú”''.<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., tomo II, 304.</ref><br />
<br />
==Escalada del conflicto==<br />
<br />
Se había llegado a un punto en que las jurisdicciones locales, tanto de la Arquidiócesis como de la Provincia jesuita del Perú, resultaban ineficaces para dar solución al grave litigio. Era preciso esperar decisiones tanto de Madrid como de Roma. Es obvio que ambas partes litigantes se apresuraron a enviar los respectivos informes a las instancias europeas. Ya hemos dicho que tanto el Provisor Valcázar como el propio Arzobispo Mogrovejo habían escribo a Madrid (cartas del 28 de abril y 23 de marzo de 1591 respectivamente). Pero estas fechas poco significan en cuanto a celeridad de procedimientos. <br />
<br />
El Virrey tenía interés en que primero se conociese en Madrid su propia versión del conflicto del Cercado. Por ello recurrió a la estratagema de hacer retrasar los trámites iniciados en Lima por el Arzobispo. Las flotas de aquel tiempo salían sólo dos veces en el año. En primer lugar salieron de Lima los escritos y alegatos de García Hurtado de Mendoza con la flota de primavera; pero sin los de Santo Toribio. <br />
<br />
El Arzobispo incluso había decidido enviar personalmente al doctor Francisco García del Castillo, antiguo colegial del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo (tan querido al Prelado) para que informase «vivae vocis» de estos y otros asuntos a las autoridades madrileñas. García del Castillo tuvo, pues, que quedarse en Lima y esperar... la flota de otoño. En el mes de noviembre de 1591 se tramitaba en Madrid la sentencia del Consejo de Indias, que resultó favorable al Virrey y a los jesuitas.<br />
<br />
Por esa época Santo Toribio retiró a los jesuitas de la arquidiócesis de los llamados sermones «de tabla» que solían tener en la Catedral de Lima, y también les retiró las licencias de predicar. Así se lo informa el Provincial Atienza al Padre Aquaviva, General de la Compañía: ''“Hasta ahora no ha alzado el Arzobispo la prohibición que tiene puesta de que no admitan a predicar a los de la Compañía en los monasterios de monjas y parroquias”'' (carta del 21 de abril de 1592). Pero un mes después tal prohibición fue levantada, y el mismo Padre Atienza tiene la satisfacción de informar de ello al General (21 de mayo).<ref>En los Constituciones Sinodales de 1713 aparece la “Tabla de los Sermones que se predican en esta Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Los Reyes”. Además de los sermones reservados al Arzobispo y al Canónigo Magistral, los religiosos asumen la predicación en diversas festividades. Los jesuitas tienen asignados los siguientes días: domingo IV de Adviento, domingo primero de cuaresma, domingo 5to., Santísima Trinidad, San Felipe y Santiago, Santa María Magdalena, San Mateo y Todos los Santos (Constituciones Sinodales del Arzobispado de Lima. 1864, pp. 159-160).</ref><br />
<br />
Entretanto Santo Toribio seguía esperando respuesta de Madrid. Su alegato, intencionalmente retrasado en Lima, sólo pudo enviarlo a Madrid en la flota de otoño, mientras que el expediente del Virrey había salido con la flota de invierno. En la corte de Felipe II fue escuchado el parecer de Santo Toribio, expuesto por su fiel apoderado, el doctor Francisco García del Castillo. <br />
<br />
En el voluminoso expediente del Prelado de Lima se incluían: documentos relativos a la cuestión del Seminario de Los Reyes (levantado con la advocación de Sto. Toribio de Astorga), en cuyos asuntos también se había entrometido García Hurtado de Mendoza; documentos referentes a Doctrinas y papeles relativos al enojoso tema del Cercado. En resumen, las resoluciones del Consejo consisten en lo siguiente:<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., tomo II, pp. 322-324.</ref> <br />
<br />
# Seminario Conciliar de Lima. El monarca manda que sea el Arzobispo quien lo administre, según lo ordena el Tridentino e incluso el Concilio III límense de 1583. Y que sea repuesto el escudo episcopal (arbitrariamente removido por el colérico Virrey el 20 de marzo de 1591), pero (matiz conciliatorio y salomónico de la resolución real) que se pongan, también las armas reales ''“en el más preeminente lugar”''.<br />
# Vuelta de los indios a su barrio de San Lázaro. Se concede la petición del Arzobispo: ''“que todos los indios que el Marqués de Cañete redujo y pobló en el Cercado de los que vivían en San Lázaro y en esta ciudad, vuelvan y pongan en el asiento de San Lázaro adonde estaban poblados por el Conde del Villar, y gocen de la libertad, quietud y sosiego”.'' Hay que reconocer que tanto el Virrey como los Oidores acataron la norma, como lo reconoció el propio Santo Toribio,<ref>Ibidem, 323.</ref>si bien hubo tardanzas y forcejeos. Para los indios y españoles el Arzobispo erigiría más tarde la vice-parroquia de San Lázaro, que fue la de Nuestra Señora de Copacabana, con su cofradía de indios.<br />
<br />
Después de tantas tensiones y contradicciones, debía llegar el momento de la reconciliación entre el Arzobispo y la Compañía de Jesús. Desgraciadamente el temperamento irascible del Virrey García Hurtado de Mendoza habría de mantener viva la llama de la inquina hacia el santo prelado. Sería muy larga la enumeración de las quejas, irritaciones, desaires y hasta acusaciones calumniosas -orales y escritas— por parte del Marqués de Cañete. <br />
Solamente haremos referencia a la reprensión pública al Arzobispo, ordenada por Real Cédula de Felipe II de 29 de diciembre de 1593. Con su habitual malquerencia hacia Santo Toribio, el Virrey se había quejado ante la corte madrileña de que el Arzobispo se quedaba con los dineros que el Regio Patronato destinaba a la organización del Seminario de Lima.<br />
<br />
Cuando llegó a Lima la cédula de reprensión, dada por los consejeros de Indias sin esperar el descargo del acusado, Santo Toribio se hallaba de visita pastoral en apartados pueblos de su arquidiócesis -la más extensa del mundo iberoamericano-; y no recibió las Reales Cédulas hasta el mes de junio de 1594.<br />
Se comprenderá el asombro de Santo Toribio al enterarse de tal cúmulo do cargos impertinentes y sobre todo infundados. Un cura párroco de esa época, Hernando Martínez, que había conocido de cerca al Arzobispo, dijo: ''“Da lástima y compasión que de un Prelado tan santo y de tanta virtud se presuma de que había de tomar lo ajeno... Y que tenga que abonar su persona siendo ejemplo de virtud”''.<ref>Sumaría Información, citada por RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., H, 373-374.</ref> <br />
<br />
Felipe II estimó que ''“por la autoridad y decencia del Prelado no conviene que el Virrey le dé en estrados la reprensión pública que parece, sino aparte y en secreto...”.''<ref>GARCÍA IRIGOYEN, o. c., tomo II, 171.</ref>León Pinelo acota sobre este punto: ''“La tradición que de este caso hay en Lima, que oí muchas veces contar es, que habiéndosela leído en el Acuerdo la cédula de reprehensión, sólo respondió el Santo Arzobispo: «Enojado estaba nuestro Rey, sea por amor de Dios, satisfarémosle, satisfarémosle». Y que el Virrey y los Oidores quedaron admirados de ver la paciencia con que llevó aquel pesar, que en otro sujeto de menos perfección causaría mucho disgusto y aun ira”''.<ref>Ibid., p. 173.</ref><br />
<br />
Luego de esta digresión, volvamos al tema de la reconciliación de la autoridad civil con los padres jesuitas. En primer término es preciso tener en cuenta que el principal interesado en no agudizar las tensiones fue el propio Padre General, Claudio Aquaviva. Los testimonios que han sido publicados en «Monumenta Peruana» V son expresivos. <br />
En todas las cartas a sus súbditos en Lima, el Prepósito General les exhorta a la concordia y a deponer rencillas. Será ilustrativo corroborar esta afirmación siguiendo el orden cronológico de los despachos, el cual se basa indudablemente en las informaciones que Aquaviva va recibiendo de esta Capital. El Provincial del Perú, Padre Juan de Atienza le había escrito desde Lima el 27 de mayo de 1592:<br />
<br />
''“La amistad con el señor Arzobispo de esta ciudad y los de su casa se ha ido continuando, a Dios gracias, y espero en Nuestro Señor- se satisfará Su Señoría cada día más del deseo que la Compañía tiene por servirle. Alzó ya Su Señoría la prohibición que tenía puesta a la Compañía en lo de los sermones, restituyéndole los sermones de tabla que solía predicar en la Iglesia mayor de esta ciudad, y avisando a las demás partes que podrían llamar a los de la Compañía y ayudarse de su doctrina y sermones, y así se comenzó a hacer esta Pascua de Espíritu Santo (17 de mayo de 1592), y con esto ha cesado toda esta pesadumbre, según la presente justicia, que entre Su Señoría y la Compañía ha habido”''.<ref>Egaña, Monumenta Peruana, vol. V (Roma, 1970), doc. 26, pp. 109-110. Carta citada parcialmente por RODRIGUEZ VALENCIA, o. c., II, 327.</ref><br />
<br />
==Solución del conflicto==<br />
<br />
Sin haber llegado a conocer oportunamente la misiva anterior, el Padre Aquaviva le escribía al teólogo y profesor de la Universidad de San Marcos, adre. Esteban de Ávila, el 3 de agosto de 1592:<br />
<br />
''“Yo holgara harto que no hubiera sucedido lo que me escriben pasa entre el señor Arzobispo y la Compañía porque demás de los disgustos que se atraviesan, ningún suceso que tenga un tal caso puede ser ganancioso, porque si la Compañía sale con su razón, deja disgustado y averso el Prelado; y si el Señor Arzobispo sale con lo que intenta, será con alguna quiebra en la reputación de los Nuestros y, según se puede temer, etiam (también) con algún daño de esos pobres indios”''.<ref>Monumenta Peruana V, doc. 36, p. 135.</ref><br />
<br />
Otra vez desde Roma el 3 de agosto de 1592, la carta se halla dirigida al propio Virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza (y se comprende el cuidado del remitente en escoger las palabras precisas):<br />
<br />
''“Por muchas razones he sentido que entre el Arzobispo y la Compañía se haya ofrecido ocasión de menos paz y unión, porque como de la mucha que hasta aquí han tenido se han visto bonísimos efectos para gloria de Dios y ayuda de esos pobres indios, así se puede temer que la falta de ella impida mucho bien que se podría hacer en utilidad de las almas; y aunque reconozco la mucha merced que V.E. ha hecho a la Compañía de esta ocasión, y por ella esos Podres y yo nos hallamos de nuevo obligados a su servicio, siento también la parte de pena que a V.E. habrá dado este suceso. Pero consuélome de pensar que con su cristiano celo habrá dado en ello tal corte que a esta hora está todo acabado, de manera que esos Padres puedan servir y ayudar al Prelado, como yo lo deseo y ellos lo han procurado hacer hasta ahora”''.<ref>Ibid., doc. 66, pp. 168-159. i 23</ref><br />
<br />
El Padre General llega a expresar que él era partidario de dejar la doctrina de Santiago del Cercado ''“para ahorrar molestias”''. Se deduce -comenta el compilador de «Monumenta Peruana», Padre Antonio de Egaña- que el Virrey ''“les había mandado a los jesuitas que no abandonaran la doctrina"''.<ref>Ibid., nota 6, p. 159.</ref> <br />
<br />
En la misma fecha en que escribe el Virrey, le envía el General una carta al nuevo Provincial del Perú, Padre Juan Sebastián de la Parra (electo por Aquaviva el 25 de abril de 1591), en la que reitera los sentimientos de buscar la paz y la armonía con la autoridad civil. ''“Ya me parece que de España se ha enviado remedio y el Padre [Diego de] Zúñiga, [Procurador de la Provincia] llevó el duplicado. El Papa [Gregorio XIV] también envía un breve al Arzobispo en que le exhorta a unirse con nosotros, como lo verá en la copia”''<ref>Las referencias del texto citado son importantes para la cronología del malhadado conflicto. La Real Cédula a que alude Aquaviva está firmada en El Escorial el 22 de junio de 1591. El P. Zúñiga, de regreso de Roma, salió de Cádiz hacia América el 19 de marzo de 1592.</ref>.<br />
<br />
Todavía el 5 de jumo de 1594, en nueva comunicación de Aquaviva al P. Sebastián, toma al objetivo de la concordia: ''“Aunque la concordia con el señor Arzobispo de Lima no haya sido en sus principios tan fervorosa, espero que a esta hora VV.RR. [Vuestras Reverencias] le habrán ganado de manera que la amistad antigua se haya renovado, sin que la quiebra pasada sea causa de menoscabar el servicio de Dios y ayuda de esa buena gente, que éste es el fin donde «deben enderezar las diligencias que en esta y en otra cualquiera materia se hicieren»”''.<ref>Monumenta Peruana V, doc. 124, pp. 520-521. Por la reiteración de conceptos y deseos, no puede dudarse del buen espíritu de Aquaviva en este enojoso asunto.</ref> <br />
<br />
Finalmente, en lo que respecta a las cartas de Aquaviva acerca del asunto del Cercado, hallamos aún una referencia a cierta desconfianza por parte del Arzobispo; como se desprende de la carta de 4 de julio de 1594: ''“Pésame que el señor Arzobispo no se sirva de los Nuestros como hasta aquí; espero de la caridad y prudencia de V.R. y de esos ‘Padres que poco a poco le irán ganando de manera que torne a su antigua devoción”''.<ref>Ibid., doc. 137, pp. 539-540.</ref> <br />
<br />
Sin embargo, hay que reconocer que la presencia en Lima del Virrey García Hurtado de Mendoza seguía obstaculizando el regreso de los indios pescadores al barrio de San Lázaro. Por fin llegó la orden de Felipe II para que regresase a España el autocrático gobernante. Aquaviva dispuso que también hiciese el viaje a la Península el jesuita Hernando de Mendoza, hermano del Virrey. Así lo hizo éste. Tuvo que asistir durante la navegación -en la escala de Panamá- a la muerte de su cuñada, la esposa del Virrey, doña Teresa de Castro, ocurrida en un día no precisado de mayo de 1596.<ref>Monumenta Peruana V, (1596-1599), Roma, 1974, p. 182. La expedición arribó a Sanlúcar de Barrameda el 1 de octubre de 1596.</ref><br />
<br />
Un hecho doloroso que sirvió para acercar a Santo Toribio a los jesuitas fue el inesperado fallecimiento del Provincial Juan de Atienza, el día 1 de noviembre de 1592. La «Crónica anónima» de la Provincia Peruana dice sobre el particular: ''“el mismo Arzobispo predicando el mismo día en su Iglesia catedral... dijo grandes alabanzas del difunto, envolviendo sus palabras en lágrimas por la falta de una persona tan útil a la república”''<ref>Francisco MATEOS, o.c., tomo I, p. 376.</ref>. Y no sólo eso. A la ceremonia del entierro del Padre Atienza se hizo presente Santo Toribio de Mogrovejo. <br />
<br />
Con la llegada del nuevo Virrey Luis de Velasco continuaron las buenas relaciones entre el Arzobispo de Lima y los jesuitas. Hay de ello suficientes pruebas. Rodríguez Valencia, el acucioso biógrafo del Santo, no deja de mencionarlas. El Padre Aquaviva escribe al Padre Rodrigo de Cabredo que la Orden le servirá ''“en lo que se pudiese, y lo que por medio de los Nuestros no se pudiese hacer, se negociará por medio de algún seglar”''. Y al propio Arzobispo le reitera en la misma fecha (13 de noviembre de 1600) semejante benevolencia. <br />
Otro hecho significativo. Sabido es que la visita «ad limina» era obligatoria cada cierto tiempo para los prelados. Pero, dada la gran distancia entre el Perú y Roma, quedaba autorizada la visita por medio de procuradores. En 1601 Santo Toribio nombra como tales a los padres Diego de Torres y Pablo José de Amaga. Fueron éstos los que condujeron a Roma la Relación diocesana de 1601, juntamente con la de los obispos sufragáneos de Lima.<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, o.c., II, 329 y ss.</ref> <br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Del atento estudio de las fuentes que tratan del Conflicto de la Doctrina de Santiago del Cercado, se infiere que el gran responsable de la forma en que se condujo este asunto fue el Virrey García Hurtado de Mendoza. Aun suponiendo que hubiese razones pastorales de peso en el plan de llevar a los pescadores de San Lázaro al Cercado, los modos que se utilizaron no pueden ser aprobados. <br />
<br />
El Padre Rubén Vargas Ugarte S.J., tanto en su «Historia de la Iglesia en el Perú»<ref>La obra consta de cinco tomos, publicados entre 1953 y 1962; el primero en Lima y los cuatro restantes en Burgos. El conflicto del Cercado lo relata VARGAS UGARTE en el tomo II, pp. 104-107.</ref>como en su «Historia de la Compañía de Jesús en el Perú»,<ref>La obra consta de cuatro tomos, publicadas en Burgos entre 1963 y 1965. El conflicto del Cercado se trata en las pp. 187-190.</ref>con su característica franqueza señala la “altanería y terquedad” del Virrey; el derecho que el Arzobispo Mogrovejo tenía para visitar las doctrinas de su jurisdicción; y el inconveniente de que los religiosos adujesen privilegios de exención, los que terminaron por ser suprimidos en 1611 por el Papa Paulo V (Borghese).<br />
<br />
No hay duda de que el conflicto del Cercado y, en general, el período gobernativo del Virrey García Hurtado de Mendoza han quedado bien tipificados en los procesos de beatificación de Santo Toribio. Todos los testigos (y son más de un centenar) coinciden en que el Prelado límense ejercitó heroicamente las virtudes de paciencia, fortaleza, humildad y mansedumbre, que le han valido el loor de la Iglesia para siempre. Nunca se le vio alterado ni iracundo; al contrario daba gracias a Dios, alegrándose de poder padecer a imitación de Jesucristo.<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<references/></div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=LIMA._El_conflicto_de_la_doctrina_del_Cercado_(1590-1592)&diff=3705853
LIMA. El conflicto de la doctrina del Cercado (1590-1592)
2023-09-03T01:30:27Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==Figura del virrey Hurtado de Mendoza==<br />
<br />
La aparición en 1590 en la escena peruana del virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y antiguo gobernador de Chile, tuvo aspectos positivos en los campos administrativo y financiero, así como en los políticos y sociales. Activó el sistema de alcabalas y almojarifazgos; moderó las pretensiones de los corregidores de indios, propensos siempre a abusar del cargo; animó las flotas de galeones de mercancías y otros empeños circunstanciales.<br />
<br />
Desgraciadamente tuvo el personaje graves defectos de carácter. Altanero y atrabiliario, su autoritarismo le condujo a censurables excesos. Los biógrafos de Santo Toribio no dejan de resaltar esas taras temperamentales. Según Rodríguez Valencia, el virrey es ''“vanidoso y violento, y estas dos notas de su carácter le inutilizaron para todo buen gobierno en su vida de contacto y relación”''<ref>Vicente RODRÍGUEZ VALENCIA, Santo Toribio de Mogrovejo, organizador y apóstol de Sur-América. (Madrid, 1957), t. II, p. 349.</ref> . Rubén Vargas Ugarte S.J. destaca su ''“altanería y terquedad”''<ref>Rubén VARGAS UGARTE S.J., Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, tomo II (1568-1620), (Burgos, 1963), p. 189.</ref>, y José Antonio Benito, la importunidad de la que dio prueba el virrey en sus actuaciones.<ref>José Antonio BENITO, Crisol de lazos solidarios Toribio. Alfonso Mogrovejo. (Lima, 2001), p. 175.</ref><br />
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Si a eso añadimos que García Hurtado de Mendoza era en el Perú el titular del Regio Patronato Indiano, con las desbordantes prerrogativas de tal institución frente a la Iglesia, tendremos una idea bastante aproximada de las actitudes de prepotencia que mostró el virrey durante el gobierno eclesiástico de Santo Toribio. Por lo general los virreyes eran celosos en la guarda del Patronato; pero el marqués de Cañete convirtió el celo en avasallamiento del fuero episcopal, y no se detuvo ni ante la acusación calumniosa. Esta fue una de las cruces más duras de Toribio Alfonso de Mogrovejo y uno de los capítulos más edificantes en el proceso de beatificación.<br />
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==El «Cercado»==<br />
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Hacia 1563, cuando aún no habían llegado los jesuitas a Lima, existía al otro lado del río Rímac el barrio de San Lázaro, en el cual se asentaron muchos indios camaroneros [pescadores de camarones]. Cuando los jesuitas asumen la Doctrina de Santiago del Cercado, consideraron conveniente —para fines pastorales— que se uniesen allá también los nativos de San Lázaro. El 18 de enero de 1585 el padre Juan de Aguilar hizo la correspondiente petición al Cabildo limeño. Por lo pronto no hubo respuesta.<br />
El 25 de febrero de 1588 el Cabildo tomó más bien la decisión de pedir al virrey Torres y Portugal y al Arzobispo que se erigiera en San Lázaro una parroquia para atender espiritualmente a los numerosos indios de ese sector de la capital. El prelado dispuso que el barrio de pescadores fuera atendido por curas diocesanos versados en lengua indígena: el canónigo Balboa, después el doctor Zapata y por fin don Alonso de Huerta. El mismo Santo Toribio se interesaba por esta Doctrina.<br />
Reunidos los indios a un costado de la Catedral los días domingos, el Arzobispo vestido de pontifical y con el báculo en la mano hacía la explicación del Catecismo del Concilio límense en quechua y castellano. ''“Yo asimismo el tiempo que estoy en esta ciudad hago lo propio, predicándoles en la lengua, y a los españoles, y a los demás que me entienden, declarando el evangelio (...). Era de mucha edificación para el pueblo verlos venir con sus pendones en procesión desde San Lázaro a la Iglesia Mayor por medio de la plaza, con muy buen orden, y el cura con ellos, según y cómo en el tiempo del doctor Balboa se acostumbraba”''.<ref>Carlos GARCÍA IRIGOYEN, Santo Toribio, tomo I (Lima, 1906), p. 97-98. 176</ref><br />
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Con la llegada del virrey García Hurtado de Mendoza las cosas iban a cambiar. Venía a Lima el nuevo gobernante en compañía de su hermano, el sacerdote jesuita Hernando de Mendoza, cuya presencia en el Perú la había solicitado el mismo virrey al General de la Compañía, padre Claudio Aquaviva. En cuanto al carácter del sacerdote, era muy distinto de su hermano. No estaba muy bien de salud (padecía algún mal cardíaco), era muy observante y no le agradaba meterse en asuntos de la administración virreinal. El padre Hernando fue destinado por el Provincial Juan de Atienza a la doctrina de Santiago del Cercado, cuyo superior era el padre Juan de Aguilar.<br />
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==Inicios del conflicto entre el Virrey y el Arzobispo==<br />
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Los sucesos ocurrieron con la violencia que era de temerse cuando intervenía García Hurtado de Mendoza. Estamos a 28 de agosto de 1590. Mogrovejo no se hallaba en Lima, sino en Visita Pastoral; pero habría de llegar pronto, pues el IV concilio provincial límense estaba convocado para el 18 de octubre. El Virrey ordenó que de inmediato se procediese al traslado de los indios de San Lázaro a la Reducción del Cercado. <br />
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La ejecución del mandato se le confió al Corregidor del Cercado, Juan Ortiz de Zárate. El Provisor del Arzobispado y Vicario General era don Antonio de Valcázar, quien obviamente resistió la intimación desaforada del Virrey. Cuenta Valcázar: ''“Forzados y contra su voluntad dejaban (los indios) cuanto tenían y se huían a los cañaverales. Los soldados iban a la caza de los fugitivos. Algunos de los indios se asilaron en la iglesia de San Lázaro, de donde fueron sacados por los oficiales reales”''. Valcázar fue apresado por éstos, y un piquete de alabarderos lo llevó detenido a las galeras del Callao.<br />
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A su llegada a Lima quedó Santo Toribio muy sorprendido e indignado por el atropello consumado contra los indios y contra su Vicario General. Pudo haber lanzado la excomunión. Por bien de paz no lo hizo; pero sí tomó la pluma para quejarse ante Felipe II de tamañas tropelías, descritas por el propio Vicario General en carta que iba adjunta. Hacía notar el Arzobispo la violencia ejercida por el Virrey ''“llevándome al Provisor al Callao con la guardia... siendo una persona tan principal y de mucha virtud y recogimiento, a quien Vuestra Alteza ha de hacer mucha merced, y yo amo y quiero mucho”''.<ref>La carta de Valcázar es del 28 de abril y la de Mogrovejo, del 3 de marzo de 1591; citadas ambas por RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., t. II, 291-292.</ref><br />
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Antes de proseguir con el relato de los hechos que se sucedieron luego de la reducción forzada de los indios pescadores de San Lázaro, conviene repasar las motivaciones de uno y otro lado, los provechos y perjuicios de la reducción única y de la independencia de las dos doctrinas. Para enteramos del punto de vista de los jesuitas, que coincidía en gran parte con el del Virrey, contamos con la carta de éste, fecha 27 de diciembre de 1590, al rey Felipe II.<ref>Publicada primero por LEVILLIER, Gobernantes del Perú, vol. XII, 175; y también, con mejor aparato crítico, en Antonio de EGAÑA S.I., Monumento Peruana IV (Boma, 1966), doc. 158, 644-649.</ref> <br />
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Los indígenas de San Lázaro se hallaban en paraje muy precario, junto al río, con los riesgos de las riadas (huaicos) del verano, expuestos a los robos y vejaciones por parte de negros, mulatos y zambahigos ''“que entran y salen en esta ciudad y allí encubrían sus hurtos; y el clérigo que doctrina a estos indios era uno que habían echado de la Compañía de Jesús por no ser de la vida y ejemplo que profesa su Religión”.'' <br />
<br />
Añade el Virrey que la situación en el Cercado era muy otra, ya que los indios estaban muy bien atendidos y contaban con una iglesia, “''la mejor que hay en todo este Arzobispado y más bien servida y proveída de ornamentos y música”''. Y concluye el Virrey: ''“Y así he mandado reducir al Cercado todos los indios que estaban en San Lázaro y los que andaban vagando por esta ciudad, y les he puesto Corregidor que los ampare y defienda y los tengo en paz y justicia”''<ref>Se refiere a la iglesia de Santiago del Cercado, a cargo actualmente de los Padres Carmelitas Descalzos.</ref>.<br />
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La posición del Arzobispado se halla contenida en la extensa carta del 23 de marzo de 1591, al monarca.<ref>Muy conocida, y publicada por mons. LISSÓN en su colección de documentos La Iglesia de España en el Perú (tomo III, 588-590); GARCÍA IRIGOYEN, o. c., II, 190-198 y RODRÍGUEZ VALENCIA (parcialmente), o. c., II, 288. La mejor edición es la de Monumento Peruana IV, ya citada, doc. 165, p. 678-691.</ref>Allí en primer término Santo Toribio lamenta que el traslado forzoso de los indios se haya hecho ''“con mucho sentimiento y dolor y lágrimas y perdimiento de haciendas de los indios, y daño y detrimento de la provisión de la ciudad, clero y pueblo y religiosos y la contradicción que de mi parte se ha hecho para que no los sacasen de la parroquia e iglesia que tenían en San Lázaro con su clérigo (Juan de San Martín)...”.'' <br />
<br />
Santo Toribio menciona al jesuita ''“hermano del mismo Virrey”'' (se refiere al padre Hernando de Mendoza) como cómplice en el desaguisado. Expone con detalle los excesos cometidos por parte del Virrey y de la Compañía; por ejemplo, el nombrar ésta un juez conservador, que defienda los derechos de la Orden en el fuero eclesiástico; prerrogativa contenida en la bula «Aequum reputamus» de Gregorio XIII del 25 de mayo de 1572. Este juez conservador sentenció que el Arzobispo lesionaba privilegios pontificios al reclamar la doctrina del Cercado. Creemos que es éste un caso más en la larga lista de querellas virreinales entre las órdenes religiosas (no sólo la Compañía) y los prelados diocesanos. La lista se haría más larga si añadimos los casos de roces entre el Real Patronato y el fuero episcopal puramente eclesiástico.<br />
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El Arzobispo se lamenta de la preferencia que se da a los religiosos sobre los clérigos diocesanos en el otorgamiento de las doctrinas, y llega a decir: ''“yo estoy resuelto a no ordenar más clérigos por que no padezcan y se vean en necesidad, no habiendo en qué acomodarlos, y en los Obispados del Cuzco y Charcas me dicen hay muy grande número de clérigos y que a cada doctrina se oponen (en el concurso) veinte y treinta clérigos”''<ref>Monumento Peruana IV. 685</ref>.<br />
<br />
Pide el prelado a Felipe II que ordene a la Compañía abandonar la doctrina del Cercado ''“para poder acomodar en ella clérigos muy virtuosos y buenos lenguas [conocedores de las lenguas indígenas] e hijos de conquistadores”''. Como se ve, y lo reconoce el Padre Egaña (anotador de «Monumenta Peruana» IV), en el fondo de la controversia latía el problema de la supervivencia y derogación de los privilegios de los regulares en Indias.<br />
<br />
Continúa en su carta Santo Toribio aduciendo la amistad entre el Virrey Hurtado de Mendoza y la Compañía para desfavorecer las causas del prelado. Señala que incluso los oidores de la Real Audiencia ''“no se atreven a hacer más de lo que él (el Virrey) quiere”''. En este punto de la misiva arzobispal cita Mogrovejo la amenaza del Virrey: ''“dijo que yo no había de enviar persona ni papeles ni carta ni razón alguna Vuestra Alteza, y que me había de embarcar para Chile y de allí enviarme por el estrecho de Magallanes a España”''.<br />
<br />
Es en este pasaje de la referida carta del 23 de marzo de 1591 donde aparece un importante rasgo autobiográfico de Santo Toribio, que suele mencionarse en las obras que cuenta su prodigiosa labor pastoral: ''“... habiendo ya trabajado tanto en este Arzobispado después de Vuestra Alteza me hizo merced, por tiempo de seis o siete años, discurriendo por él y habiendo andado... más ha de dos años, dos mil leguas y más entonces, y confirmado más de cuatrocientos y cincuenta mil ánimas, y después acá mucha más, con grandes trabajos de caminos y tierras muy ásperas y temples diferentes, viéndome yo y los que iban conmigo en mucho riesgo y peligro de vida...”''.<ref>Ibid., 687.</ref> <br />
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Este párrafo obedece sin duda a la explicable indignación del Arzobispo ante las injustas y mezquinas acusaciones del Virrey, el cual en carta del 1 de mayo de 1590 al rey Felipe II incrimina al Santo de que «jamás» está en Lima, ''“y da por excusa que anda visitando su arzobispado, lo cual se tiene por mucho inconveniente... y también se mete en todas las cosas del Patronazgo... porque todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude, como sería razón, a las cosas de servicio de V.M., parece que convendría que V.M. le mandase ir a España, poniendo aquí un coadjutor, de todo lo cual me han informado los oidores de esta Audiencia y los clérigos de su misma Iglesia”'' ...<ref>LEVILLIER, o.c., 164.</ref>Palabras muy duras e injustas que muestran la incomprensión y malquerencia del Virrey hacia el Arzobispo.<br />
<br />
''“Estoy admirado -añade Santo Toribio en su carta a Felipe II— que profesando los Padres de la Compañía tanta cristiandad y paz... no hayan atajado esto y venido en lo que todo el mundo aprobara, y parecerá bien siendo yo pastor de estas ovejas y estando a mi cargo el darles pasto espiritual”''.<ref>Monumento. Peruana IV, p. 682.</ref>El biógrafo más notable de Santo Toribio -que lo es Vicente Rodríguez Valencia— comenta acerca de la polarización a que ha llegado el conflicto: <br />
<br />
''“Y será hora ya de decimos qué siniestra fortuna es la de este gobernante aristócrata, que así trae envueltos en contiendas de jurisdicción, en vaivenes, en alharacas, en compromisos a estos dos poderes de cuya concordia y suma tan duraderos bienes venían lográndose para la Iglesia en Indias: el segundo Arzobispo de Lima y los jesuitas de la Provincia del Perú”''.<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., tomo II, 304.</ref><br />
<br />
==Escalada del conflicto==<br />
<br />
Se había llegado a un punto en que las jurisdicciones locales, tanto de la Arquidiócesis como de la Provincia jesuita del Perú, resultaban ineficaces para dar solución al grave litigio. Era preciso esperar decisiones tanto de Madrid como de Roma. Es obvio que ambas partes litigantes se apresuraron a enviar los respectivos informes a las instancias europeas. Ya hemos dicho que tanto el Provisor Valcázar como el propio Arzobispo Mogrovejo habían escribo a Madrid (cartas del 28 de abril y 23 de marzo de 1591 respectivamente). Pero estas fechas poco significan en cuanto a celeridad de procedimientos. <br />
<br />
El Virrey tenía interés en que primero se conociese en Madrid su propia versión del conflicto del Cercado. Por ello recurrió a la estratagema de hacer retrasar los trámites iniciados en Lima por el Arzobispo. Las flotas de aquel tiempo salían sólo dos veces en el año. En primer lugar salieron de Lima los escritos y alegatos de García Hurtado de Mendoza con la flota de primavera; pero sin los de Santo Toribio. <br />
<br />
El Arzobispo incluso había decidido enviar personalmente al doctor Francisco García del Castillo, antiguo colegial del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo (tan querido al Prelado) para que informase «vivae vocis» de estos y otros asuntos a las autoridades madrileñas. García del Castillo tuvo, pues, que quedarse en Lima y esperar... la flota de otoño. En el mes de noviembre de 1591 se tramitaba en Madrid la sentencia del Consejo de Indias, que resultó favorable al Virrey y a los jesuitas.<br />
<br />
Por esa época Santo Toribio retiró a los jesuitas de la arquidiócesis de los llamados sermones «de tabla» que solían tener en la Catedral de Lima, y también les retiró las licencias de predicar. Así se lo informa el Provincial Atienza al Padre Aquaviva, General de la Compañía: ''“Hasta ahora no ha alzado el Arzobispo la prohibición que tiene puesta de que no admitan a predicar a los de la Compañía en los monasterios de monjas y parroquias”'' (carta del 21 de abril de 1592). Pero un mes después tal prohibición fue levantada, y el mismo Padre Atienza tiene la satisfacción de informar de ello al General (21 de mayo).<ref>En los Constituciones Sinodales de 1713 aparece la “Tabla de los Sermones que se predican en esta Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Los Reyes”. Además de los sermones reservados al Arzobispo y al Canónigo Magistral, los religiosos asumen la predicación en diversas festividades. Los jesuitas tienen asignados los siguientes días: domingo IV de Adviento, domingo primero de cuaresma, domingo 5to., Santísima Trinidad, San Felipe y Santiago, Santa María Magdalena, San Mateo y Todos los Santos (Constituciones Sinodales del Arzobispado de Lima. 1864, pp. 159-160).</ref><br />
<br />
Entretanto Santo Toribio seguía esperando respuesta de Madrid. Su alegato, intencionalmente retrasado en Lima, sólo pudo enviarlo a Madrid en la flota de otoño, mientras que el expediente del Virrey había salido con la flota de invierno. En la corte de Felipe II fue escuchado el parecer de Santo Toribio, expuesto por su fiel apoderado, el doctor Francisco García del Castillo. <br />
<br />
En el voluminoso expediente del Prelado de Lima se incluían: documentos relativos a la cuestión del Seminario de Los Reyes (levantado con la advocación de Sto. Toribio de Astorga), en cuyos asuntos también se había entrometido García Hurtado de Mendoza; documentos referentes a Doctrinas y papeles relativos al enojoso tema del Cercado. En resumen, las resoluciones del Consejo consisten en lo siguiente:<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., tomo II, pp. 322-324.</ref> <br />
<br />
# Seminario Conciliar de Lima. El monarca manda que sea el Arzobispo quien lo administre, según lo ordena el Tridentino e incluso el Concilio III límense de 1583. Y que sea repuesto el escudo episcopal (arbitrariamente removido por el colérico Virrey el 20 de marzo de 1591), pero (matiz conciliatorio y salomónico de la resolución real) que se pongan, también las armas reales ''“en el más preeminente lugar”''.<br />
# Vuelta de los indios a su barrio de San Lázaro. Se concede la petición del Arzobispo: ''“que todos los indios que el Marqués de Cañete redujo y pobló en el Cercado de los que vivían en San Lázaro y en esta ciudad, vuelvan y pongan en el asiento de San Lázaro adonde estaban poblados por el Conde del Villar, y gocen de la libertad, quietud y sosiego”.'' Hay que reconocer que tanto el Virrey como los Oidores acataron la norma, como lo reconoció el propio Santo Toribio,<ref>Ibidem, 323.</ref>si bien hubo tardanzas y forcejeos. Para los indios y españoles el Arzobispo erigiría más tarde la vice-parroquia de San Lázaro, que fue la de Nuestra Señora de Copacabana, con su cofradía de indios.<br />
<br />
Después de tantas tensiones y contradicciones, debía llegar el momento de la reconciliación entre el Arzobispo y la Compañía de Jesús. Desgraciadamente el temperamento irascible del Virrey García Hurtado de Mendoza habría de mantener viva la llama de la inquina hacia el santo prelado. Sería muy larga la enumeración de las quejas, irritaciones, desaires y hasta acusaciones calumniosas -orales y escritas— por parte del Marqués de Cañete. <br />
Solamente haremos referencia a la reprensión pública al Arzobispo, ordenada por Real Cédula de Felipe II de 29 de diciembre de 1593. Con su habitual malquerencia hacia Santo Toribio, el Virrey se había quejado ante la corte madrileña de que el Arzobispo se quedaba con los dineros que el Regio Patronato destinaba a la organización del Seminario de Lima.<br />
<br />
Cuando llegó a Lima la cédula de reprensión, dada por los consejeros de Indias sin esperar el descargo del acusado, Santo Toribio se hallaba de visita pastoral en apartados pueblos de su arquidiócesis -la más extensa del mundo iberoamericano-; y no recibió las Reales Cédulas hasta el mes de junio de 1594.<br />
Se comprenderá el asombro de Santo Toribio al enterarse de tal cúmulo do cargos impertinentes y sobre todo infundados. Un cura párroco de esa época, Hernando Martínez, que había conocido de cerca al Arzobispo, dijo: ''“Da lástima y compasión que de un Prelado tan santo y de tanta virtud se presuma de que había de tomar lo ajeno... Y que tenga que abonar su persona siendo ejemplo de virtud”''.<ref>Sumaría Información, citada por RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., H, 373-374.</ref> <br />
<br />
Felipe II estimó que ''“por la autoridad y decencia del Prelado no conviene que el Virrey le dé en estrados la reprensión pública que parece, sino aparte y en secreto...”.''<ref>GARCÍA IRIGOYEN, o. c., tomo II, 171.</ref>León Pinelo acota sobre este punto: ''“La tradición que de este caso hay en Lima, que oí muchas veces contar es, que habiéndosela leído en el Acuerdo la cédula de reprehensión, sólo respondió el Santo Arzobispo: «Enojado estaba nuestro Rey, sea por amor de Dios, satisfarémosle, satisfarémosle». Y que el Virrey y los Oidores quedaron admirados de ver la paciencia con que llevó aquel pesar, que en otro sujeto de menos perfección causaría mucho disgusto y aun ira”''.<ref>Ibid., p. 173.</ref><br />
<br />
Luego de esta digresión, volvamos al tema de la reconciliación de la autoridad civil con los padres jesuitas. En primer término es preciso tener en cuenta que el principal interesado en no agudizar las tensiones fue el propio Padre General, Claudio Aquaviva. Los testimonios que han sido publicados en «Monumenta Peruana» V son expresivos. <br />
En todas las cartas a sus súbditos en Lima, el Prepósito General les exhorta a la concordia y a deponer rencillas. Será ilustrativo corroborar esta afirmación siguiendo el orden cronológico de los despachos, el cual se basa indudablemente en las informaciones que Aquaviva va recibiendo de esta Capital. El Provincial del Perú, Padre Juan de Atienza le había escrito desde Lima el 27 de mayo de 1592:<br />
<br />
''“La amistad con el señor Arzobispo de esta ciudad y los de su casa se ha ido continuando, a Dios gracias, y espero en Nuestro Señor- se satisfará Su Señoría cada día más del deseo que la Compañía tiene por servirle. Alzó ya Su Señoría la prohibición que tenía puesta a la Compañía en lo de los sermones, restituyéndole los sermones de tabla que solía predicar en la Iglesia mayor de esta ciudad, y avisando a las demás partes que podrían llamar a los de la Compañía y ayudarse de su doctrina y sermones, y así se comenzó a hacer esta Pascua de Espíritu Santo (17 de mayo de 1592), y con esto ha cesado toda esta pesadumbre, según la presente justicia, que entre Su Señoría y la Compañía ha habido”''.<ref>Egaña, Monumenta Peruana, vol. V (Roma, 1970), doc. 26, pp. 109-110. Carta citada parcialmente por RODRIGUEZ VALENCIA, o. c., II, 327.</ref><br />
<br />
==Solución del conflicto==<br />
<br />
Sin haber llegado a conocer oportunamente la misiva anterior, el Padre Aquaviva le escribía al teólogo y profesor de la Universidad de San Marcos, adre. Esteban de Ávila, el 3 de agosto de 1592:<br />
<br />
''“Yo holgara harto que no hubiera sucedido lo que me escriben pasa entre el señor Arzobispo y la Compañía porque demás de los disgustos que se atraviesan, ningún suceso que tenga un tal caso puede ser ganancioso, porque si la Compañía sale con su razón, deja disgustado y averso el Prelado; y si el Señor Arzobispo sale con lo que intenta, será con alguna quiebra en la reputación de los Nuestros y, según se puede temer, etiam (también) con algún daño de esos pobres indios”''.<ref>Monumenta Peruana V, doc. 36, p. 135.</ref><br />
<br />
Otra vez desde Roma el 3 de agosto de 1592, la carta se halla dirigida al propio Virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza (y se comprende el cuidado del remitente en escoger las palabras precisas):<br />
<br />
''“Por muchas razones he sentido que entre el Arzobispo y la Compañía se haya ofrecido ocasión de menos paz y unión, porque como de la mucha que hasta aquí han tenido se han visto bonísimos efectos para gloria de Dios y ayuda de esos pobres indios, así se puede temer que la falta de ella impida mucho bien que se podría hacer en utilidad de las almas; y aunque reconozco la mucha merced que V.E. ha hecho a la Compañía de esta ocasión, y por ella esos Podres y yo nos hallamos de nuevo obligados a su servicio, siento también la parte de pena que a V.E. habrá dado este suceso. Pero consuélome de pensar que con su cristiano celo habrá dado en ello tal corte que a esta hora está todo acabado, de manera que esos Padres puedan servir y ayudar al Prelado, como yo lo deseo y ellos lo han procurado hacer hasta ahora”''.<ref>Ibid., doc. 66, pp. 168-159. i 23</ref><br />
<br />
El Padre General llega a expresar que él era partidario de dejar la doctrina de Santiago del Cercado ''“para ahorrar molestias”''. Se deduce -comenta el compilador de «Monumenta Peruana», Padre Antonio de Egaña- que el Virrey ''“les había mandado a los jesuitas que no abandonaran la doctrina"''.<ref>Ibid., nota 6, p. 159.</ref> <br />
<br />
En la misma fecha en que escribe el Virrey, le envía el General una carta al nuevo Provincial del Perú, Padre Juan Sebastián de la Parra (electo por Aquaviva el 25 de abril de 1591), en la que reitera los sentimientos de buscar la paz y la armonía con la autoridad civil. ''“Ya me parece que de España se ha enviado remedio y el Padre [Diego de] Zúñiga, [Procurador de la Provincia] llevó el duplicado. El Papa [Gregorio XIV] también envía un breve al Arzobispo en que le exhorta a unirse con nosotros, como lo verá en la copia”''<ref>Las referencias del texto citado son importantes para la cronología del malhadado conflicto. La Real Cédula a que alude Aquaviva está firmada en El Escorial el 22 de junio de 1591. El P. Zúñiga, de regreso de Roma, salió de Cádiz hacia América el 19 de marzo de 1592.</ref>.<br />
<br />
Todavía el 5 de jumo de 1594, en nueva comunicación de Aquaviva al P. Sebastián, toma al objetivo de la concordia: ''“Aunque la concordia con el señor Arzobispo de Lima no haya sido en sus principios tan fervorosa, espero que a esta hora VV.RR. [Vuestras Reverencias] le habrán ganado de manera que la amistad antigua se haya renovado, sin que la quiebra pasada sea causa de menoscabar el servicio de Dios y ayuda de esa buena gente, que éste es el fin donde «deben enderezar las diligencias que en esta y en otra cualquiera materia se hicieren»”''.<ref>Monumenta Peruana V, doc. 124, pp. 520-521. Por la reiteración de conceptos y deseos, no puede dudarse del buen espíritu de Aquaviva en este enojoso asunto.</ref> <br />
<br />
Finalmente, en lo que respecta a las cartas de Aquaviva acerca del asunto del Cercado, hallamos aún una referencia a cierta desconfianza por parte del Arzobispo; como se desprende de la carta de 4 de julio de 1594: ''“Pésame que el señor Arzobispo no se sirva de los Nuestros como hasta aquí; espero de la caridad y prudencia de V.R. y de esos ‘Padres que poco a poco le irán ganando de manera que torne a su antigua devoción”''.<ref>Ibid., doc. 137, pp. 539-540.</ref> <br />
<br />
Sin embargo, hay que reconocer que la presencia en Lima del Virrey García Hurtado de Mendoza seguía obstaculizando el regreso de los indios pescadores al barrio de San Lázaro. Por fin llegó la orden de Felipe II para que regresase a España el autocrático gobernante. Aquaviva dispuso que también hiciese el viaje a la Península el jesuita Hernando de Mendoza, hermano del Virrey. Así lo hizo éste. Tuvo que asistir durante la navegación -en la escala de Panamá- a la muerte de su cuñada, la esposa del Virrey, doña Teresa de Castro, ocurrida en un día no precisado de mayo de 1596.<ref>Monumenta Peruana V, (1596-1599), Roma, 1974, p. 182. La expedición arribó a Sanlúcar de Barrameda el 1 de octubre de 1596.</ref><br />
<br />
Un hecho doloroso que sirvió para acercar a Santo Toribio a los jesuitas fue el inesperado fallecimiento del Provincial Juan de Atienza, el día 1 de noviembre de 1592. La «Crónica anónima» de la Provincia Peruana dice sobre el particular: ''“el mismo Arzobispo predicando el mismo día en su Iglesia catedral... dijo grandes alabanzas del difunto, envolviendo sus palabras en lágrimas por la falta de una persona tan útil a la república”''<ref>Francisco MATEOS, o.c., tomo I, p. 376.</ref>. Y no sólo eso. A la ceremonia del entierro del Padre Atienza se hizo presente Santo Toribio de Mogrovejo. <br />
<br />
Con la llegada del nuevo Virrey Luis de Velasco continuaron las buenas relaciones entre el Arzobispo de Lima y los jesuitas. Hay de ello suficientes pruebas. Rodríguez Valencia, el acucioso biógrafo del Santo, no deja de mencionarlas. El Padre Aquaviva escribe al Padre Rodrigo de Cabredo que la Orden le servirá ''“en lo que se pudiese, y lo que por medio de los Nuestros no se pudiese hacer, se negociará por medio de algún seglar”''. Y al propio Arzobispo le reitera en la misma fecha (13 de noviembre de 1600) semejante benevolencia. <br />
Otro hecho significativo. Sabido es que la visita «ad limina» era obligatoria cada cierto tiempo para los prelados. Pero, dada la gran distancia entre el Perú y Roma, quedaba autorizada la visita por medio de procuradores. En 1601 Santo Toribio nombra como tales a los padres Diego de Torres y Pablo José de Amaga. Fueron éstos los que condujeron a Roma la Relación diocesana de 1601, juntamente con la de los obispos sufragáneos de Lima.<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, o.c., II, 329 y ss.</ref> <br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Del atento estudio de las fuentes que tratan del Conflicto de la Doctrina de Santiago del Cercado, se infiere que el gran responsable de la forma en que se condujo este asunto fue el Virrey García Hurtado de Mendoza. Aun suponiendo que hubiese razones pastorales de peso en el plan de llevar a los pescadores de San Lázaro al Cercado, los modos que se utilizaron no pueden ser aprobados. <br />
<br />
El Padre Rubén Vargas Ugarte S.J., tanto en su «Historia de la Iglesia en el Perú»<ref>La obra consta de cinco tomos, publicados entre 1953 y 1962; el primero en Lima y los cuatro restantes en Burgos. El conflicto del Cercado lo relata VARGAS UGARTE en el tomo II, pp. 104-107.</ref>como en su «Historia de la Compañía de Jesús en el Perú»,<ref>La obra consta de cuatro tomos, publicadas en Burgos entre 1963 y 1965. El conflicto del Cercado se trata en las pp. 187-190.</ref>con su característica franqueza señala la “altanería y terquedad” del Virrey; el derecho que el Arzobispo Mogrovejo tenía para visitar las doctrinas de su jurisdicción; y el inconveniente de que los religiosos adujesen privilegios de exención, los que terminaron por ser suprimidos en 1611 por el Papa Paulo V (Borghese).<br />
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No hay duda de que el conflicto del Cercado y, en general, el período gobernativo del Virrey García Hurtado de Mendoza han quedado bien tipificados en los procesos de beatificación de Santo Toribio. Todos los testigos (y son más de un centenar) coinciden en que el Prelado límense ejercitó heroicamente las virtudes de paciencia, fortaleza, humildad y mansedumbre, que le han valido el loor de la Iglesia para siempre. Nunca se le vio alterado ni iracundo; al contrario daba gracias a Dios, alegrándose de poder padecer a imitación de Jesucristo.<br />
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==NOTAS==<br />
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<references/></div>
Vrosasr
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LIMA. El conflicto de la doctrina del Cercado (1590-1592)
2023-09-03T01:23:12Z
<p>Vrosasr: </p>
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<div>==Figura del virrey Hurtado de Mendoza==<br />
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La aparición en 1590 en la escena peruana del virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y antiguo gobernador de Chile, tuvo aspectos positivos en los campos administrativo y financiero, así como en los políticos y sociales. Activó el sistema de alcabalas y almojarifazgos; moderó las pretensiones de los corregidores de indios, propensos siempre a abusar del cargo; animó las flotas de galeones de mercancías y otros empeños circunstanciales.<br />
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Desgraciadamente tuvo el personaje graves defectos de carácter. Altanero y atrabiliario, su autoritarismo le condujo a censurables excesos. Los biógrafos de Santo Toribio no dejan de resaltar esas taras temperamentales. Según Rodríguez Valencia, el virrey es ''“vanidoso y violento, y estas dos notas de su carácter le inutilizaron para todo buen gobierno en su vida de contacto y relación”''<ref>Vicente RODRÍGUEZ VALENCIA, Santo Toribio de Mogrovejo, organizador y apóstol de Sur-América. (Madrid, 1957), t. II, p. 349.</ref> . Rubén Vargas Ugarte S.J. destaca su ''“altanería y terquedad”''<ref>Rubén VARGAS UGARTE S.J., Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, tomo II (1568-1620), (Burgos, 1963), p. 189.</ref>, y José Antonio Benito, la importunidad de la que dio prueba el virrey en sus actuaciones.<ref>José Antonio BENITO, Crisol de lazos solidarios Toribio. Alfonso Mogrovejo. (Lima, 2001), p. 175.</ref><br />
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Si a eso añadimos que García Hurtado de Mendoza era en el Perú el titular del Regio Patronato Indiano, con las desbordantes prerrogativas de tal institución frente a la Iglesia, tendremos una idea bastante aproximada de las actitudes de prepotencia que mostró el virrey durante el gobierno eclesiástico de Santo Toribio. Por lo general los virreyes eran celosos en la guarda del Patronato; pero el marqués de Cañete convirtió el celo en avasallamiento del fuero episcopal, y no se detuvo ni ante la acusación calumniosa. Esta fue una de las cruces más duras de Toribio Alfonso de Mogrovejo y uno de los capítulos más edificantes en el proceso de beatificación.<br />
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==El «Cercado»==<br />
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Hacia 1563, cuando aún no habían llegado los jesuitas a Lima, existía al otro lado del río Rímac el barrio de San Lázaro, en el cual se asentaron muchos indios camaroneros [pescadores de camarones]. Cuando los jesuitas asumen la Doctrina de Santiago del Cercado, consideraron conveniente —para fines pastorales— que se uniesen allá también los nativos de San Lázaro. El 18 de enero de 1585 el padre Juan de Aguilar hizo la correspondiente petición al Cabildo limeño. Por lo pronto no hubo respuesta.<br />
El 25 de febrero de 1588 el Cabildo tomó más bien la decisión de pedir al virrey Torres y Portugal y al Arzobispo que se erigiera en San Lázaro una parroquia para atender espiritualmente a los numerosos indios de ese sector de la capital. El prelado dispuso que el barrio de pescadores fuera atendido por curas diocesanos versados en lengua indígena: el canónigo Balboa, después el doctor Zapata y por fin don Alonso de Huerta. El mismo Santo Toribio se interesaba por esta Doctrina.<br />
Reunidos los indios a un costado de la Catedral los días domingos, el Arzobispo vestido de pontifical y con el báculo en la mano hacía la explicación del Catecismo del Concilio límense en quechua y castellano. ''“Yo asimismo el tiempo que estoy en esta ciudad hago lo propio, predicándoles en la lengua, y a los españoles, y a los demás que me entienden, declarando el evangelio (...). Era de mucha edificación para el pueblo verlos venir con sus pendones en procesión desde San Lázaro a la Iglesia Mayor por medio de la plaza, con muy buen orden, y el cura con ellos, según y cómo en el tiempo del doctor Balboa se acostumbraba”''.<ref>Carlos GARCÍA IRIGOYEN, Santo Toribio, tomo I (Lima, 1906), p. 97-98. 176</ref><br />
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Con la llegada del virrey García Hurtado de Mendoza las cosas iban a cambiar. Venía a Lima el nuevo gobernante en compañía de su hermano, el sacerdote jesuita Hernando de Mendoza, cuya presencia en el Perú la había solicitado el mismo virrey al General de la Compañía, padre Claudio Aquaviva. En cuanto al carácter del sacerdote, era muy distinto de su hermano. No estaba muy bien de salud (padecía algún mal cardíaco), era muy observante y no le agradaba meterse en asuntos de la administración virreinal. El padre Hernando fue destinado por el Provincial Juan de Atienza a la doctrina de Santiago del Cercado, cuyo superior era el padre Juan de Aguilar.<br />
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==Inicios del conflicto entre el Virrey y el Arzobispo==<br />
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Los sucesos ocurrieron con la violencia que era de temerse cuando intervenía García Hurtado de Mendoza. Estamos a 28 de agosto de 1590. Mogrovejo no se hallaba en Lima, sino en Visita Pastoral; pero habría de llegar pronto, pues el IV concilio provincial límense estaba convocado para el 18 de octubre. El Virrey ordenó que de inmediato se procediese al traslado de los indios de San Lázaro a la Reducción del Cercado. <br />
<br />
La ejecución del mandato se le confió al Corregidor del Cercado, Juan Ortiz de Zárate. El Provisor del Arzobispado y Vicario General era don Antonio de Valcázar, quien obviamente resistió la intimación desaforada del Virrey. Cuenta Valcázar: ''“Forzados y contra su voluntad dejaban (los indios) cuanto tenían y se huían a los cañaverales. Los soldados iban a la caza de los fugitivos. Algunos de los indios se asilaron en la iglesia de San Lázaro, de donde fueron sacados por los oficiales reales”''. Valcázar fue apresado por éstos, y un piquete de alabarderos lo llevó detenido a las galeras del Callao.<br />
<br />
A su llegada a Lima quedó Santo Toribio muy sorprendido e indignado por el atropello consumado contra los indios y contra su Vicario General. Pudo haber lanzado la excomunión. Por bien de paz no lo hizo; pero sí tomó la pluma para quejarse ante Felipe II de tamañas tropelías, descritas por el propio Vicario General en carta que iba adjunta. Hacía notar el Arzobispo la violencia ejercida por el Virrey ''“llevándome al Provisor al Callao con la guardia... siendo una persona tan principal y de mucha virtud y recogimiento, a quien Vuestra Alteza ha de hacer mucha merced, y yo amo y quiero mucho”''.<ref>La carta de Valcázar es del 28 de abril y la de Mogrovejo, del 3 de marzo de 1591; citadas ambas por RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., t. II, 291-292.</ref><br />
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Antes de proseguir con el relato de los hechos que se sucedieron luego de la reducción forzada de los indios pescadores de San Lázaro, conviene repasar las motivaciones de uno y otro lado, los provechos y perjuicios de la reducción única y de la independencia de las dos doctrinas. Para enteramos del punto de vista de los jesuitas, que coincidía en gran parte con el del Virrey, contamos con la carta de éste, fecha 27 de diciembre de 1590, al rey Felipe II.<ref>Publicada primero por LEVILLIER, Gobernantes del Perú, vol. XII, 175; y también, con mejor aparato crítico, en Antonio de EGAÑA S.I., Monumento Peruana IV (Boma, 1966), doc. 158, 644-649.</ref> <br />
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Los indígenas de San Lázaro se hallaban en paraje muy precario, junto al río, con los riesgos de las riadas (huaicos) del verano, expuestos a los robos y vejaciones por parte de negros, mulatos y zambahigos ''“que entran y salen en esta ciudad y allí encubrían sus hurtos; y el clérigo que doctrina a estos indios era uno que habían echado de la Compañía de Jesús por no ser de la vida y ejemplo que profesa su Religión”.'' <br />
<br />
Añade el Virrey que la situación en el Cercado era muy otra, ya que los indios estaban muy bien atendidos y contaban con una iglesia, “''la mejor que hay en todo este Arzobispado y más bien servida y proveída de ornamentos y música”''. Y concluye el Virrey: ''“Y así he mandado reducir al Cercado todos los indios que estaban en San Lázaro y los que andaban vagando por esta ciudad, y les he puesto Corregidor que los ampare y defienda y los tengo en paz y justicia”''<ref>Se refiere a la iglesia de Santiago del Cercado, a cargo actualmente de los Padres Carmelitas Descalzos.</ref>.<br />
<br />
La posición del Arzobispado se halla contenida en la extensa carta del 23 de marzo de 1591, al monarca.<ref>Muy conocida, y publicada por mons. LISSÓN en su colección de documentos La Iglesia de España en el Perú (tomo III, 588-590); GARCÍA IRIGOYEN, o. c., II, 190-198 y RODRÍGUEZ VALENCIA (parcialmente), o. c., II, 288. La mejor edición es la de Monumento Peruana IV, ya citada, doc. 165, p. 678-691.</ref>Allí en primer término Santo Toribio lamenta que el traslado forzoso de los indios se haya hecho ''“con mucho sentimiento y dolor y lágrimas y perdimiento de haciendas de los indios, y daño y detrimento de la provisión de la ciudad, clero y pueblo y religiosos y la contradicción que de mi parte se ha hecho para que no los sacasen de la parroquia e iglesia que tenían en San Lázaro con su clérigo (Juan de San Martín)...”.'' <br />
<br />
Santo Toribio menciona al jesuita ''“hermano del mismo Virrey”'' (se refiere al padre Hernando de Mendoza) como cómplice en el desaguisado. Expone con detalle los excesos cometidos por parte del Virrey y de la Compañía; por ejemplo, el nombrar ésta un juez conservador, que defienda los derechos de la Orden en el fuero eclesiástico; prerrogativa contenida en la bula «Aequum reputamus» de Gregorio XIII del 25 de mayo de 1572. Este juez conservador sentenció que el Arzobispo lesionaba privilegios pontificios al reclamar la doctrina del Cercado. Creemos que es éste un caso más en la larga lista de querellas virreinales entre las órdenes religiosas (no sólo la Compañía) y los prelados diocesanos. La lista se haría más larga si añadimos los casos de roces entre el Real Patronato y el fuero episcopal puramente eclesiástico.<br />
<br />
El Arzobispo se lamenta de la preferencia que se da a los religiosos sobre los clérigos diocesanos en el otorgamiento de las doctrinas, y llega a decir: ''“yo estoy resuelto a no ordenar más clérigos por que no padezcan y se vean en necesidad, no habiendo en qué acomodarlos, y en los Obispados del Cuzco y Charcas me dicen hay muy grande número de clérigos y que a cada doctrina se oponen (en el concurso) veinte y treinta clérigos”''<ref>Monumento Peruana IV. 685</ref>.<br />
<br />
Pide el prelado a Felipe II que ordene a la Compañía abandonar la doctrina del Cercado ''“para poder acomodar en ella clérigos muy virtuosos y buenos lenguas [conocedores de las lenguas indígenas] e hijos de conquistadores”''. Como se ve, y lo reconoce el Padre Egaña (anotador de «Monumenta Peruana» IV), en el fondo de la controversia latía el problema de la supervivencia y derogación de los privilegios de los regulares en Indias.<br />
<br />
Continúa en su carta Santo Toribio aduciendo la amistad entre el Virrey Hurtado de Mendoza y la Compañía para desfavorecer las causas del prelado. Señala que incluso los oidores de la Real Audiencia ''“no se atreven a hacer más de lo que él (el Virrey) quiere”''. En este punto de la misiva arzobispal cita Mogrovejo la amenaza del Virrey: ''“dijo que yo no había de enviar persona ni papeles ni carta ni razón alguna Vuestra Alteza, y que me había de embarcar para Chile y de allí enviarme por el estrecho de Magallanes a España”''.<br />
<br />
Es en este pasaje de la referida carta del 23 de marzo de 1591 donde aparece un importante rasgo autobiográfico de Santo Toribio, que suele mencionarse en las obras que cuenta su prodigiosa labor pastoral: ''“... habiendo ya trabajado tanto en este Arzobispado después de Vuestra Alteza me hizo merced, por tiempo de seis o siete años, discurriendo por él y habiendo andado... más ha de dos años, dos mil leguas y más entonces, y confirmado más de cuatrocientos y cincuenta mil ánimas, y después acá mucha más, con grandes trabajos de caminos y tierras muy ásperas y temples diferentes, viéndome yo y los que iban conmigo en mucho riesgo y peligro de vida...”''.<ref>Ibid., 687.</ref> <br />
<br />
Este párrafo obedece sin duda a la explicable indignación del Arzobispo ante las injustas y mezquinas acusaciones del Virrey, el cual en carta del 1 de mayo de 1590 al rey Felipe II incrimina al Santo de que «jamás» está en Lima, ''“y da por excusa que anda visitando su arzobispado, lo cual se tiene por mucho inconveniente... y también se mete en todas las cosas del Patronazgo... porque todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude, como sería razón, a las cosas de servicio de V.M., parece que convendría que V.M. le mandase ir a España, poniendo aquí un coadjutor, de todo lo cual me han informado los oidores de esta Audiencia y los clérigos de su misma Iglesia”'' ...<ref>LEVILLIER, o.c., 164.</ref>Palabras muy duras e injustas que muestran la incomprensión y malquerencia del Virrey hacia el Arzobispo.<br />
<br />
''“Estoy admirado -añade Santo Toribio en su carta a Felipe II— que profesando los Padres de la Compañía tanta cristiandad y paz... no hayan atajado esto y venido en lo que todo el mundo aprobara, y parecerá bien siendo yo pastor de estas ovejas y estando a mi cargo el darles pasto espiritual”''.<ref>Monumento. Peruana IV, p. 682.</ref>El biógrafo más notable de Santo Toribio -que lo es Vicente Rodríguez Valencia— comenta acerca de la polarización a que ha llegado el conflicto: <br />
<br />
''“Y será hora ya de decimos qué siniestra fortuna es la de este gobernante aristócrata, que así trae envueltos en contiendas de jurisdicción, en vaivenes, en alharacas, en compromisos a estos dos poderes de cuya concordia y suma tan duraderos bienes venían lográndose para la Iglesia en Indias: el segundo Arzobispo de Lima y los jesuitas de la Provincia del Perú”''.<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., tomo II, 304.</ref><br />
<br />
==Escalada del conflicto==<br />
<br />
Se había llegado a un punto en que las jurisdicciones locales, tanto de la Arquidiócesis como de la Provincia jesuita del Perú, resultaban ineficaces para dar solución al grave litigio. Era preciso esperar decisiones tanto de Madrid como de Roma. Es obvio que ambas partes litigantes se apresuraron a enviar los respectivos informes a las instancias europeas. Ya hemos dicho que tanto el Provisor Valcázar como el propio Arzobispo Mogrovejo habían escribo a Madrid (cartas del 28 de abril y 23 de marzo de 1591 respectivamente). Pero estas fechas poco significan en cuanto a celeridad de procedimientos. <br />
<br />
El Virrey tenía interés en que primero se conociese en Madrid su propia versión del conflicto del Cercado. Por ello recurrió a la estratagema de hacer retrasar los trámites iniciados en Lima por el Arzobispo. Las flotas de aquel tiempo salían sólo dos veces en el año. En primer lugar salieron de Lima los escritos y alegatos de García Hurtado de Mendoza con la flota de primavera; pero sin los de Santo Toribio. <br />
<br />
El Arzobispo incluso había decidido enviar personalmente al doctor Francisco García del Castillo, antiguo colegial del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo (tan querido al Prelado) para que informase «vivae vocis» de estos y otros asuntos a las autoridades madrileñas. García del Castillo tuvo, pues, que quedarse en Lima y esperar... la flota de otoño. En el mes de noviembre de 1591 se tramitaba en Madrid la sentencia del Consejo de Indias, que resultó favorable al Virrey y a los jesuitas.<br />
<br />
Por esa época Santo Toribio retiró a los jesuitas de la arquidiócesis de los llamados sermones «de tabla» que solían tener en la Catedral de Lima, y también les retiró las licencias de predicar. Así se lo informa el Provincial Atienza al Padre Aquaviva, General de la Compañía: ''“Hasta ahora no ha alzado el Arzobispo la prohibición que tiene puesta de que no admitan a predicar a los de la Compañía en los monasterios de monjas y parroquias”'' (carta del 21 de abril de 1592). Pero un mes después tal prohibición fue levantada, y el mismo Padre Atienza tiene la satisfacción de informar de ello al General (21 de mayo).<ref>En los Constituciones Sinodales de 1713 aparece la “Tabla de los Sermones que se predican en esta Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Los Reyes”. Además de los sermones reservados al Arzobispo y al Canónigo Magistral, los religiosos asumen la predicación en diversas festividades. Los jesuitas tienen asignados los siguientes días: domingo IV de Adviento, domingo primero de cuaresma, domingo 5to., Santísima Trinidad, San Felipe y Santiago, Santa María Magdalena, San Mateo y Todos los Santos (Constituciones Sinodales del Arzobispado de Lima. 1864, pp. 159-160).</ref><br />
<br />
Entretanto Santo Toribio seguía esperando respuesta de Madrid. Su alegato, intencionalmente retrasado en Lima, sólo pudo enviarlo a Madrid en la flota de otoño, mientras que el expediente del Virrey había salido con la flota de invierno. En la corte de Felipe II fue escuchado el parecer de Santo Toribio, expuesto por su fiel apoderado, el doctor Francisco García del Castillo. <br />
<br />
En el voluminoso expediente del Prelado de Lima se incluían: documentos relativos a la cuestión del Seminario de Los Reyes (levantado con la advocación de Sto. Toribio de Astorga), en cuyos asuntos también se había entrometido García Hurtado de Mendoza; documentos referentes a Doctrinas y papeles relativos al enojoso tema del Cercado. En resumen, las resoluciones del Consejo consisten en lo siguiente:<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., tomo II, pp. 322-324.</ref> <br />
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# Seminario Conciliar de Lima. El monarca manda que sea el Arzobispo quien lo administre, según lo ordena el Tridentino e incluso el Concilio III límense de 1583. Y que sea repuesto el escudo episcopal (arbitrariamente removido por el colérico Virrey el 20 de marzo de 1591), pero (matiz conciliatorio y salomónico de la resolución real) que se pongan, también las armas reales ''“en el más preeminente lugar”''.<br />
<br />
2. Vuelta de los indios a su barrio de San Lázaro. Se concede la petición del Arzobispo: “que todos los indios que el Marqués de Cañete redujo y pobló en el Cercado de los que vivían en San Lázaro y en esta ciudad, vuelvan y pongan en el asiento de San Lázaro adonde estaban poblados por el Conde del Villar, y gocen de la libertad, quietud y sosiego”. Hay que reconocer que tanto el Virrey como los Oidores acataron la norma, como lo reconoció el propio Santo Toribio,<ref>Ibidem, 323.</ref>si bien hubo tardanzas y forcejeos. Para los indios y españoles el Arzobispo erigiría más tarde la vice-parroquia de San Lázaro, que fue la de Nuestra Señora de Copacabana, con su cofradía de indios.<br />
<br />
Después de tantas tensiones y contradicciones, debía llegar el momento de la reconciliación entre el Arzobispo y la Compañía de Jesús. Desgraciadamente el temperamento irascible del Virrey García Hurtado de Mendoza habría de mantener viva la llama de la inquina hacia el santo prelado. Sería muy larga la enumeración de las quejas, irritaciones, desaires y hasta acusaciones calumniosas -orales y escritas— por parte del Marqués de Cañete. <br />
Solamente haremos referencia a la reprensión pública al Arzobispo, ordenada por Real Cédula de Felipe II de 29 de diciembre de 1593. Con su habitual malquerencia hacia Santo Toribio, el Virrey se había quejado ante la corte madrileña de que el Arzobispo se quedaba con los dineros que el Regio Patronato destinaba a la organización del Seminario de Lima.<br />
<br />
Cuando llegó a Lima la cédula de reprensión, dada por los consejeros de Indias sin esperar el descargo del acusado, Santo Toribio se hallaba de visita pastoral en apartados pueblos de su arquidiócesis -la más extensa del mundo iberoamericano-; y no recibió las Reales Cédulas hasta el mes de junio de 1594.<br />
Se comprenderá el asombro de Santo Toribio al enterarse de tal cúmulo do cargos impertinentes y sobre todo infundados. Un cura párroco de esa época, Hernando Martínez, que había conocido de cerca al Arzobispo, dijo: “Da lástima y compasión que de un Prelado tan santo y de tanta virtud se presuma de que había de tomar lo ajeno... Y que tenga que abonar su persona siendo ejemplo de virtud”.<ref>Sumaría Información, citada por RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., H, 373-374.</ref> <br />
<br />
Felipe II estimó que “por la autoridad y decencia del Prelado no conviene que el Virrey le dé en estrados la reprensión pública que parece, sino aparte y en secreto...”.<ref>GARCÍA IRIGOYEN, o. c., tomo II, 171.</ref>León Pinelo acota sobre este punto: “La tradición que de este caso hay en Lima, que oí muchas veces contar es, que habiéndosela leído en el Acuerdo la cédula de reprehensión, sólo respondió el Santo Arzobispo: «Enojado estaba nuestro Rey, sea por amor de Dios, satisfarémosle, satisfarémosle». Y que el Virrey y los Oidores quedaron admirados de ver la paciencia con que llevó aquel pesar, que en otro sujeto de menos perfección causaría mucho disgusto y aun ira”.<ref>Ibid., p. 173.</ref><br />
<br />
Luego de esta digresión, volvamos al tema de la reconciliación de la autoridad civil con los padres jesuitas. En primer término es preciso tener en cuenta que el principal interesado en no agudizar las tensiones fue el propio Padre General, Claudio Aquaviva. Los testimonios que han sido publicados en «Monumenta Peruana» V son expresivos. <br />
En todas las cartas a sus súbditos en Lima, el Prepósito General les exhorta a la concordia y a deponer rencillas. Será ilustrativo corroborar esta afirmación siguiendo el orden cronológico de los despachos, el cual se basa indudablemente en las informaciones que Aquaviva va recibiendo de esta Capital. El Provincial del Perú, Padre Juan de Atienza le había escrito desde Lima el 27 de mayo de 1592:<br />
<br />
“La amistad con el señor Arzobispo de esta ciudad y los de su casa se ha ido continuando, a Dios gracias, y espero en Nuestro Señor- se satisfará Su Señoría cada día más del deseo que la Compañía tiene por servirle. Alzó ya Su Señoría la prohibición que tenía puesta a la Compañía en lo de los sermones, restituyéndole los sermones de tabla que solía predicar en la Iglesia mayor de esta ciudad, y avisando a las demás partes que podrían llamar a los de la Compañía y ayudarse de su doctrina y sermones, y así se comenzó a hacer esta Pascua de Espíritu Santo (17 de mayo de 1592), y con esto ha cesado toda esta pesadumbre, según la presente justicia, que entre Su Señoría y la Compañía ha habido”.<ref>Egaña, Monumenta Peruana, vol. V (Roma, 1970), doc. 26, pp. 109-110. Carta citada parcialmente por RODRIGUEZ VALENCIA, o. c., II, 327.</ref><br />
<br />
==Solución del conflicto==<br />
<br />
Sin haber llegado a conocer oportunamente la misiva anterior, el Padre Aquaviva le escribía al teólogo y profesor de la Universidad de San Marcos, adre. Esteban de Ávila, el 3 de agosto de 1592:<br />
<br />
“Yo holgara harto que no hubiera sucedido lo que me escriben pasa entre el señor Arzobispo y la Compañía porque demás de los disgustos que se atraviesan, ningún suceso que tenga un tal caso puede ser ganancioso, porque si la Compañía sale con su razón, deja disgustado y averso el Prelado; y si el Señor Arzobispo sale con lo que intenta, será con alguna quiebra en la reputación de los Nuestros y, según se puede temer, etiam (también) con algún daño de esos pobres indios”.<ref>Monumenta Peruana V, doc. 36, p. 135.</ref><br />
<br />
Otra vez desde Roma el 3 de agosto de 1592, la carta se halla dirigida al propio Virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza (y se comprende el cuidado del remitente en escoger las palabras precisas):<br />
<br />
“Por muchas razones he sentido que entre el Arzobispo y la Compañía se haya ofrecido ocasión de menos paz y unión, porque como de la mucha que hasta aquí han tenido se han visto bonísimos efectos para gloria de Dios y ayuda de esos pobres indios, así se puede temer que la falta de ella impida mucho bien que se podría hacer en utilidad de las almas; y aunque reconozco la mucha merced que V.E. ha hecho a la Compañía de esta ocasión, y por ella esos Podres y yo nos hallamos de nuevo obligados a su servicio, siento también la parte de pena que a V.E. habrá dado este suceso. Pero consuélome de pensar que con su cristiano celo habrá dado en ello tal corte que a esta hora está todo acabado, de manera que esos Padres puedan servir y ayudar al Prelado, como yo lo deseo y ellos lo han procurado hacer hasta ahora”.<ref>Ibid., doc. 66, pp. 168-159. i 23</ref><br />
<br />
El Padre General llega a expresar que él era partidario de dejar la doctrina de Santiago del Cercado “para ahorrar molestias”. Se deduce -comenta el compilador de «Monumenta Peruana», Padre Antonio de Egaña- que el Virrey “les había mandado a los jesuitas que no abandonaran la doctrina".<ref>Ibid., nota 6, p. 159.</ref> <br />
<br />
En la misma fecha en que escribe el Virrey, le envía el General una carta al nuevo Provincial del Perú, Padre Juan Sebastián de la Parra (electo por Aquaviva el 25 de abril de 1591), en la que reitera los sentimientos de buscar la paz y la armonía con la autoridad civil. “Ya me parece que de España se ha enviado remedio y el Padre [Diego de] Zúñiga, [Procurador de la Provincia] llevó el duplicado. El Papa [Gregorio XIV] también envía un breve al Arzobispo en que le exhorta a unirse con nosotros, como lo verá en la copia”<ref>Las referencias del texto citado son importantes para la cronología del malhadado conflicto. La Real Cédula a que alude Aquaviva está firmada en El Escorial el 22 de junio de 1591. El P. Zúñiga, de regreso de Roma, salió de Cádiz hacia América el 19 de marzo de 1592.</ref>.<br />
<br />
Todavía el 5 de jumo de 1594, en nueva comunicación de Aquaviva al P. Sebastián, toma al objetivo de la concordia: “Aunque la concordia con el señor Arzobispo de Lima no haya sido en sus principios tan fervorosa, espero que a esta hora VV.RR. [Vuestras Reverencias] le habrán ganado de manera que la amistad antigua se haya renovado, sin que la quiebra pasada sea causa de menoscabar el servicio de Dios y ayuda de esa buena gente, que éste es el fin donde «deben enderezar las diligencias que en esta y en otra cualquiera materia se hicieren»”.<ref>Monumenta Peruana V, doc. 124, pp. 520-521. Por la reiteración de conceptos y deseos, no puede dudarse del buen espíritu de Aquaviva en este enojoso asunto.</ref> <br />
<br />
Finalmente, en lo que respecta a las cartas de Aquaviva acerca del asunto del Cercado, hallamos aún una referencia a cierta desconfianza por parte del Arzobispo; como se desprende de la carta de 4 de julio de 1594: “Pésame que el señor Arzobispo no se sirva de los Nuestros como hasta aquí; espero de la caridad y prudencia de V.R. y de esos ‘Padres que poco a poco le irán ganando de manera que torne a su antigua devoción”.<ref>Ibid., doc. 137, pp. 539-540.</ref> <br />
<br />
Sin embargo, hay que reconocer que la presencia en Lima del Virrey García Hurtado de Mendoza seguía obstaculizando el regreso de los indios pescadores al barrio de San Lázaro. Por fin llegó la orden de Felipe II para que regresase a España el autocrático gobernante. Aquaviva dispuso que también hiciese el viaje a la Península el jesuita Hernando de Mendoza, hermano del Virrey. Así lo hizo éste. Tuvo que asistir durante la navegación -en la escala de Panamá- a la muerte de su cuñada, la esposa del Virrey, doña Teresa de Castro, ocurrida en un día no precisado de mayo de 1596.<ref>Monumenta Peruana V, (1596-1599), Roma, 1974, p. 182. La expedición arribó a Sanlúcar de Barrameda el 1 de octubre de 1596.</ref><br />
<br />
Un hecho doloroso que sirvió para acercar a Santo Toribio a los jesuitas fue el inesperado fallecimiento del Provincial Juan de Atienza, el día 1 de noviembre de 1592. La «Crónica anónima» de la Provincia Peruana dice sobre el particular: “el mismo Arzobispo predicando el mismo día en su Iglesia catedral... dijo grandes alabanzas del difunto, envolviendo sus palabras en lágrimas por la falta de una persona tan útil a la república”<ref>Francisco MATEOS, o.c., tomo I, p. 376.</ref>. Y no sólo eso. A la ceremonia del entierro del Padre Atienza se hizo presente Santo Toribio de Mogrovejo. <br />
<br />
Con la llegada del nuevo Virrey Luis de Velasco continuaron las buenas relaciones entre el Arzobispo de Lima y los jesuitas. Hay de ello suficientes pruebas. Rodríguez Valencia, el acucioso biógrafo del Santo, no deja de mencionarlas. El Padre Aquaviva escribe al Padre Rodrigo de Cabredo que la Orden le servirá “en lo que se pudiese, y lo que por medio de los Nuestros no se pudiese hacer, se negociará por medio de algún seglar”. Y al propio Arzobispo le reitera en la misma fecha (13 de noviembre de 1600) semejante benevolencia. <br />
Otro hecho significativo. Sabido es que la visita «ad limina» era obligatoria cada cierto tiempo para los prelados. Pero, dada la gran distancia entre el Perú y Roma, quedaba autorizada la visita por medio de procuradores. En 1601 Santo Toribio nombra como tales a los padres Diego de Torres y Pablo José de Amaga. Fueron éstos los que condujeron a Roma la Relación diocesana de 1601, juntamente con la de los obispos sufragáneos de Lima.<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, o.c., II, 329 y ss.</ref> <br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Del atento estudio de las fuentes que tratan del Conflicto de la Doctrina de Santiago del Cercado, se infiere que el gran responsable de la forma en que se condujo este asunto fue el Virrey García Hurtado de Mendoza. Aun suponiendo que hubiese razones pastorales de peso en el plan de llevar a los pescadores de San Lázaro al Cercado, los modos que se utilizaron no pueden ser aprobados. <br />
<br />
El Padre Rubén Vargas Ugarte S.J., tanto en su «Historia de la Iglesia en el Perú»<ref>La obra consta de cinco tomos, publicados entre 1953 y 1962; el primero en Lima y los cuatro restantes en Burgos. El conflicto del Cercado lo relata VARGAS UGARTE en el tomo II, pp. 104-107.</ref>como en su «Historia de la Compañía de Jesús en el Perú»,<ref>La obra consta de cuatro tomos, publicadas en Burgos entre 1963 y 1965. El conflicto del Cercado se trata en las pp. 187-190.</ref>con su característica franqueza señala la “altanería y terquedad” del Virrey; el derecho que el Arzobispo Mogrovejo tenía para visitar las doctrinas de su jurisdicción; y el inconveniente de que los religiosos adujesen privilegios de exención, los que terminaron por ser suprimidos en 1611 por el Papa Paulo V (Borghese).<br />
<br />
No hay duda de que el conflicto del Cercado y, en general, el período gobernativo del Virrey García Hurtado de Mendoza han quedado bien tipificados en los procesos de beatificación de Santo Toribio. Todos los testigos (y son más de un centenar) coinciden en que el Prelado límense ejercitó heroicamente las virtudes de paciencia, fortaleza, humildad y mansedumbre, que le han valido el loor de la Iglesia para siempre. Nunca se le vio alterado ni iracundo; al contrario daba gracias a Dios, alegrándose de poder padecer a imitación de Jesucristo.<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<references/></div>
Vrosasr
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LIMA. El conflicto de la doctrina del Cercado (1590-1592)
2023-09-03T01:15:24Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==Figura del virrey Hurtado de Mendoza==<br />
<br />
La aparición en 1590 en la escena peruana del virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y antiguo gobernador de Chile, tuvo aspectos positivos en los campos administrativo y financiero, así como en los políticos y sociales. Activó el sistema de alcabalas y almojarifazgos; moderó las pretensiones de los corregidores de indios, propensos siempre a abusar del cargo; animó las flotas de galeones de mercancías y otros empeños circunstanciales.<br />
<br />
Desgraciadamente tuvo el personaje graves defectos de carácter. Altanero y atrabiliario, su autoritarismo le condujo a censurables excesos. Los biógrafos de Santo Toribio no dejan de resaltar esas taras temperamentales. Según Rodríguez Valencia, el virrey es ''“vanidoso y violento, y estas dos notas de su carácter le inutilizaron para todo buen gobierno en su vida de contacto y relación”''<ref>Vicente RODRÍGUEZ VALENCIA, Santo Toribio de Mogrovejo, organizador y apóstol de Sur-América. (Madrid, 1957), t. II, p. 349.</ref> . Rubén Vargas Ugarte S.J. destaca su ''“altanería y terquedad”''<ref>Rubén VARGAS UGARTE S.J., Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, tomo II (1568-1620), (Burgos, 1963), p. 189.</ref>, y José Antonio Benito, la importunidad de la que dio prueba el virrey en sus actuaciones.<ref>José Antonio BENITO, Crisol de lazos solidarios Toribio. Alfonso Mogrovejo. (Lima, 2001), p. 175.</ref><br />
<br />
Si a eso añadimos que García Hurtado de Mendoza era en el Perú el titular del Regio Patronato Indiano, con las desbordantes prerrogativas de tal institución frente a la Iglesia, tendremos una idea bastante aproximada de las actitudes de prepotencia que mostró el virrey durante el gobierno eclesiástico de Santo Toribio. Por lo general los virreyes eran celosos en la guarda del Patronato; pero el marqués de Cañete convirtió el celo en avasallamiento del fuero episcopal, y no se detuvo ni ante la acusación calumniosa. Esta fue una de las cruces más duras de Toribio Alfonso de Mogrovejo y uno de los capítulos más edificantes en el proceso de beatificación.<br />
<br />
==El «Cercado»==<br />
<br />
Hacia 1563, cuando aún no habían llegado los jesuitas a Lima, existía al otro lado del río Rímac el barrio de San Lázaro, en el cual se asentaron muchos indios camaroneros [pescadores de camarones]. Cuando los jesuitas asumen la Doctrina de Santiago del Cercado, consideraron conveniente —para fines pastorales— que se uniesen allá también los nativos de San Lázaro. El 18 de enero de 1585 el padre Juan de Aguilar hizo la correspondiente petición al Cabildo limeño. Por lo pronto no hubo respuesta.<br />
El 25 de febrero de 1588 el Cabildo tomó más bien la decisión de pedir al virrey Torres y Portugal y al Arzobispo que se erigiera en San Lázaro una parroquia para atender espiritualmente a los numerosos indios de ese sector de la capital. El prelado dispuso que el barrio de pescadores fuera atendido por curas diocesanos versados en lengua indígena: el canónigo Balboa, después el doctor Zapata y por fin don Alonso de Huerta. El mismo Santo Toribio se interesaba por esta Doctrina.<br />
Reunidos los indios a un costado de la Catedral los días domingos, el Arzobispo vestido de pontifical y con el báculo en la mano hacía la explicación del Catecismo del Concilio límense en quechua y castellano. ''“Yo asimismo el tiempo que estoy en esta ciudad hago lo propio, predicándoles en la lengua, y a los españoles, y a los demás que me entienden, declarando el evangelio (...). Era de mucha edificación para el pueblo verlos venir con sus pendones en procesión desde San Lázaro a la Iglesia Mayor por medio de la plaza, con muy buen orden, y el cura con ellos, según y cómo en el tiempo del doctor Balboa se acostumbraba”''.<ref>Carlos GARCÍA IRIGOYEN, Santo Toribio, tomo I (Lima, 1906), p. 97-98. 176</ref><br />
<br />
Con la llegada del virrey García Hurtado de Mendoza las cosas iban a cambiar. Venía a Lima el nuevo gobernante en compañía de su hermano, el sacerdote jesuita Hernando de Mendoza, cuya presencia en el Perú la había solicitado el mismo virrey al General de la Compañía, padre Claudio Aquaviva. En cuanto al carácter del sacerdote, era muy distinto de su hermano. No estaba muy bien de salud (padecía algún mal cardíaco), era muy observante y no le agradaba meterse en asuntos de la administración virreinal. El padre Hernando fue destinado por el Provincial Juan de Atienza a la doctrina de Santiago del Cercado, cuyo superior era el padre Juan de Aguilar.<br />
<br />
==Inicios del conflicto entre el Virrey y el Arzobispo==<br />
<br />
Los sucesos ocurrieron con la violencia que era de temerse cuando intervenía García Hurtado de Mendoza. Estamos a 28 de agosto de 1590. Mogrovejo no se hallaba en Lima, sino en Visita Pastoral; pero habría de llegar pronto, pues el IV concilio provincial límense estaba convocado para el 18 de octubre. El Virrey ordenó que de inmediato se procediese al traslado de los indios de San Lázaro a la Reducción del Cercado. <br />
<br />
La ejecución del mandato se le confió al Corregidor del Cercado, Juan Ortiz de Zárate. El Provisor del Arzobispado y Vicario General era don Antonio de Valcázar, quien obviamente resistió la intimación desaforada del Virrey. Cuenta Valcázar: ''“Forzados y contra su voluntad dejaban (los indios) cuanto tenían y se huían a los cañaverales. Los soldados iban a la caza de los fugitivos. Algunos de los indios se asilaron en la iglesia de San Lázaro, de donde fueron sacados por los oficiales reales”''. Valcázar fue apresado por éstos, y un piquete de alabarderos lo llevó detenido a las galeras del Callao.<br />
<br />
A su llegada a Lima quedó Santo Toribio muy sorprendido e indignado por el atropello consumado contra los indios y contra su Vicario General. Pudo haber lanzado la excomunión. Por bien de paz no lo hizo; pero sí tomó la pluma para quejarse ante Felipe II de tamañas tropelías, descritas por el propio Vicario General en carta que iba adjunta. Hacía notar el Arzobispo la violencia ejercida por el Virrey ''“llevándome al Provisor al Callao con la guardia... siendo una persona tan principal y de mucha virtud y recogimiento, a quien Vuestra Alteza ha de hacer mucha merced, y yo amo y quiero mucho”''.<ref>La carta de Valcázar es del 28 de abril y la de Mogrovejo, del 3 de marzo de 1591; citadas ambas por RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., t. II, 291-292.</ref><br />
<br />
Antes de proseguir con el relato de los hechos que se sucedieron luego de la reducción forzada de los indios pescadores de San Lázaro, conviene repasar las motivaciones de uno y otro lado, los provechos y perjuicios de la reducción única y de la independencia de las dos doctrinas. Para enteramos del punto de vista de los jesuitas, que coincidía en gran parte con el del Virrey, contamos con la carta de éste, fecha 27 de diciembre de 1590, al rey Felipe II.<ref>Publicada primero por LEVILLIER, Gobernantes del Perú, vol. XII, 175; y también, con mejor aparato crítico, en Antonio de EGAÑA S.I., Monumento Peruana IV (Boma, 1966), doc. 158, 644-649.</ref> <br />
<br />
Los indígenas de San Lázaro se hallaban en paraje muy precario, junto al río, con los riesgos de las riadas (huaicos) del verano, expuestos a los robos y vejaciones por parte de negros, mulatos y zambahigos ''“que entran y salen en esta ciudad y allí encubrían sus hurtos; y el clérigo que doctrina a estos indios era uno que habían echado de la Compañía de Jesús por no ser de la vida y ejemplo que profesa su Religión”.'' <br />
<br />
Añade el Virrey que la situación en el Cercado era muy otra, ya que los indios estaban muy bien atendidos y contaban con una iglesia, “la mejor que hay en todo este Arzobispado y más bien servida y proveída de ornamentos y música”. Y concluye el Virrey: ''“Y así he mandado reducir al Cercado todos los indios que estaban en San Lázaro y los que andaban vagando por esta ciudad, y les he puesto Corregidor que los ampare y defienda y los tengo en paz y justicia”''<ref>Se refiere a la iglesia de Santiago del Cercado, a cargo actualmente de los Padres Carmelitas Descalzos.</ref>.<br />
<br />
La posición del Arzobispado se halla contenida en la extensa carta del 23 de marzo de 1591, al monarca.<ref>Muy conocida, y publicada por mons. LISSÓN en su colección de documentos La Iglesia de España en el Perú (tomo III, 588-590); GARCÍA IRIGOYEN, o. c., II, 190-198 y RODRÍGUEZ VALENCIA (parcialmente), o. c., II, 288. La mejor edición es la de Monumento Peruana IV, ya citada, doc. 165, p. 678-691.</ref>Allí en primer término Santo Toribio lamenta que el traslado forzoso de los indios se haya hecho ''“con mucho sentimiento y dolor y lágrimas y perdimiento de haciendas de los indios, y daño y detrimento de la provisión de la ciudad, clero y pueblo y religiosos y la contradicción que de mi parte se ha hecho para que no los sacasen de la parroquia e iglesia que tenían en San Lázaro con su clérigo (Juan de San Martín)...”.'' <br />
<br />
Santo Toribio menciona al jesuita “hermano del mismo Virrey” (se refiere al padre Hernando de Mendoza) como cómplice en el desaguisado. Expone con detalle los excesos cometidos por parte del Virrey y de la Compañía; por ejemplo, el nombrar ésta un juez conservador, que defienda los derechos de la Orden en el fuero eclesiástico; prerrogativa contenida en la bula «Aequum reputamus» de Gregorio XIII del 25 de mayo de 1572. Este juez conservador sentenció que el Arzobispo lesionaba privilegios pontificios al reclamar la doctrina del Cercado. Creemos que es éste un caso más en la larga lista de querellas virreinales entre las órdenes religiosas (no sólo la Compañía) y los prelados diocesanos. La lista se haría más larga si añadimos los casos de roces entre el Real Patronato y el fuero episcopal puramente eclesiástico.<br />
<br />
El Arzobispo se lamenta de la preferencia que se da a los religiosos sobre los clérigos diocesanos en el otorgamiento de las doctrinas, y llega a decir: ''“yo estoy resuelto a no ordenar más clérigos por que no padezcan y se vean en necesidad, no habiendo en qué acomodarlos, y en los Obispados del Cuzco y Charcas me dicen hay muy grande número de clérigos y que a cada doctrina se oponen (en el concurso) veinte y treinta clérigos”''<ref>Monumento Peruana IV. 685</ref>.<br />
<br />
Pide el prelado a Felipe II que ordene a la Compañía abandonar la doctrina del Cercado “para poder acomodar en ella clérigos muy virtuosos y buenos lenguas [conocedores de las lenguas indígenas] e hijos de conquistadores”. Como se ve, y lo reconoce el Padre Egaña (anotador de «Monumenta Peruana» IV), en el fondo de la controversia latía el problema de la supervivencia y derogación de los privilegios de los regulares en Indias.<br />
<br />
Continúa en su carta Santo Toribio aduciendo la amistad entre el Virrey Hurtado de Mendoza y la Compañía para desfavorecer las causas del prelado. Señala que incluso los oidores de la Real Audiencia “no se atreven a hacer más de lo que él (el Virrey) quiere”. En este punto de la misiva arzobispal cita Mogrovejo la amenaza del Virrey: “dijo que yo no había de enviar persona ni papeles ni carta ni razón alguna Vuestra Alteza, y que me había de embarcar para Chile y de allí enviarme por el estrecho de Magallanes a España”.<br />
Es en este pasaje de la referida carta del 23 de marzo de 1591 donde aparece un importante rasgo autobiográfico de Santo Toribio, que suele mencionarse en las obras que cuenta su prodigiosa labor pastoral: ''“... habiendo ya trabajado tanto en este Arzobispado después de Vuestra Alteza me hizo merced, por tiempo de seis o siete años, discurriendo por él y habiendo andado... más ha de dos años, dos mil leguas y más entonces, y confirmado más de cuatrocientos y cincuenta mil ánimas, y después acá mucha más, con grandes trabajos de caminos y tierras muy ásperas y temples diferentes, viéndome yo y los que iban conmigo en mucho riesgo y peligro de vida...”''.<ref>Ibid., 687.</ref> <br />
<br />
Este párrafo obedece sin duda a la explicable indignación del Arzobispo ante las injustas y mezquinas acusaciones del Virrey, el cual en carta del 1 de mayo de 1590 al rey Felipe II incrimina al Santo de que «jamás» está en Lima, “y da por excusa que anda visitando su arzobispado, lo cual se tiene por mucho inconveniente... y también se mete en todas las cosas del Patronazgo... porque todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude, como sería razón, a las cosas de servicio de V.M., parece que convendría que V.M. le mandase ir a España, poniendo aquí un coadjutor, de todo lo cual me han informado los oidores de esta Audiencia y los clérigos de su misma Iglesia” ...<ref>LEVILLIER, o.c., 164.</ref>Palabras muy duras e injustas que muestran la incomprensión y malquerencia del Virrey hacia el Arzobispo.<br />
<br />
“Estoy admirado -añade Santo Toribio en su carta a Felipe II— que profesando los Padres de la Compañía tanta cristiandad y paz... no hayan atajado esto y venido en lo que todo el mundo aprobara, y parecerá bien siendo yo pastor de estas ovejas y estando a mi cargo el darles pasto espiritual”.<ref>Monumento. Peruana IV, p. 682.</ref>El biógrafo más notable de Santo Toribio -que lo es Vicente Rodríguez Valencia— comenta acerca de la polarización a que ha llegado el conflicto: <br />
<br />
“Y será hora ya de decimos qué siniestra fortuna es la de este gobernante aristócrata, que así trae envueltos en contiendas de jurisdicción, en vaivenes, en alharacas, en compromisos a estos dos poderes de cuya concordia y suma tan duraderos bienes venían lográndose para la Iglesia en Indias: el segundo Arzobispo de Lima y los jesuitas de la Provincia del Perú”.<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., tomo II, 304.</ref><br />
<br />
==Escalada del conflicto==<br />
<br />
Se había llegado a un punto en que las jurisdicciones locales, tanto de la Arquidiócesis como de la Provincia jesuita del Perú, resultaban ineficaces para dar solución al grave litigio. Era preciso esperar decisiones tanto de Madrid como de Roma. Es obvio que ambas partes litigantes se apresuraron a enviar los respectivos informes a las instancias europeas. Ya hemos dicho que tanto el Provisor Valcázar como el propio Arzobispo Mogrovejo habían escribo a Madrid (cartas del 28 de abril y 23 de marzo de 1591 respectivamente). Pero estas fechas poco significan en cuanto a celeridad de procedimientos. <br />
El Virrey tenía interés en que primero se conociese en Madrid su propia versión del conflicto del Cercado. Por ello recurrió a la estratagema de hacer retrasar los trámites iniciados en Lima por el Arzobispo. Las flotas de aquel tiempo salían sólo dos veces en el año. En primer lugar salieron de Lima los escritos y alegatos de García Hurtado de Mendoza con la flota de primavera; pero sin los de Santo Toribio. <br />
<br />
El Arzobispo incluso había decidido enviar personalmente al doctor Francisco García del Castillo, antiguo colegial del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo (tan querido al Prelado) para que informase «vivae vocis» de estos y otros asuntos a las autoridades madrileñas. García del Castillo tuvo, pues, que quedarse en Lima y esperar... la flota de otoño. En el mes de noviembre de 1591 se tramitaba en Madrid la sentencia del Consejo de Indias, que resultó favorable al Virrey y a los jesuitas.<br />
<br />
Por esa época Santo Toribio retiró a los jesuitas de la arquidiócesis de los llamados sermones «de tabla» que solían tener en la Catedral de Lima, y también les retiró las licencias de predicar. Así se lo informa el Provincial Atienza al Padre Aquaviva, General de la Compañía: “Hasta ahora no ha alzado el Arzobispo la prohibición que tiene puesta de que no admitan a predicar a los de la Compañía en los monasterios de monjas y parroquias” (carta del 21 de abril de 1592). Pero un mes después tal prohibición fue levantada, y el mismo Padre Atienza tiene la satisfacción de informar de ello al General (21 de mayo).<ref>En los Constituciones Sinodales de 1713 aparece la “Tabla de los Sermones que se predican en esta Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Los Reyes”. Además de los sermones reservados al Arzobispo y al Canónigo Magistral, los religiosos asumen la predicación en diversas festividades. Los jesuitas tienen asignados los siguientes días: domingo IV de Adviento, domingo primero de cuaresma, domingo 5to., Santísima Trinidad, San Felipe y Santiago, Santa María Magdalena, San Mateo y Todos los Santos (Constituciones Sinodales del Arzobispado de Lima. 1864, pp. 159-160).</ref><br />
<br />
Entretanto Santo Toribio seguía esperando respuesta de Madrid. Su alegato, intencionalmente retrasado en Lima, sólo pudo enviarlo a Madrid en la flota de otoño, mientras que el expediente del Virrey había salido con la flota de invierno. En la corte de Felipe II fue escuchado el parecer de Santo Toribio, expuesto por su fiel apoderado, el doctor Francisco García del Castillo. <br />
<br />
En el voluminoso expediente del Prelado de Lima se incluían: documentos relativos a la cuestión del Seminario de Los Reyes (levantado con la advocación de Sto. Toribio de Astorga), en cuyos asuntos también se había entrometido García Hurtado de Mendoza; documentos referentes a Doctrinas y papeles relativos al enojoso tema del Cercado. En resumen, las resoluciones del Consejo consisten en lo siguiente:<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., tomo II, pp. 322-324.</ref> <br />
<br />
1. Seminario Conciliar de Lima. El monarca manda que sea el Arzobispo quien lo administre, según lo ordena el Tridentino e incluso el Concilio III límense de 1583. Y que sea repuesto el escudo episcopal (arbitrariamente removido por el colérico Virrey el 20 de marzo de 1591), pero (matiz conciliatorio y salomónico de la resolución real) que se pongan, también las armas reales “en el más preeminente lugar”.<br />
<br />
2. Vuelta de los indios a su barrio de San Lázaro. Se concede la petición del Arzobispo: “que todos los indios que el Marqués de Cañete redujo y pobló en el Cercado de los que vivían en San Lázaro y en esta ciudad, vuelvan y pongan en el asiento de San Lázaro adonde estaban poblados por el Conde del Villar, y gocen de la libertad, quietud y sosiego”. Hay que reconocer que tanto el Virrey como los Oidores acataron la norma, como lo reconoció el propio Santo Toribio,<ref>Ibidem, 323.</ref>si bien hubo tardanzas y forcejeos. Para los indios y españoles el Arzobispo erigiría más tarde la vice-parroquia de San Lázaro, que fue la de Nuestra Señora de Copacabana, con su cofradía de indios.<br />
<br />
Después de tantas tensiones y contradicciones, debía llegar el momento de la reconciliación entre el Arzobispo y la Compañía de Jesús. Desgraciadamente el temperamento irascible del Virrey García Hurtado de Mendoza habría de mantener viva la llama de la inquina hacia el santo prelado. Sería muy larga la enumeración de las quejas, irritaciones, desaires y hasta acusaciones calumniosas -orales y escritas— por parte del Marqués de Cañete. <br />
Solamente haremos referencia a la reprensión pública al Arzobispo, ordenada por Real Cédula de Felipe II de 29 de diciembre de 1593. Con su habitual malquerencia hacia Santo Toribio, el Virrey se había quejado ante la corte madrileña de que el Arzobispo se quedaba con los dineros que el Regio Patronato destinaba a la organización del Seminario de Lima.<br />
<br />
Cuando llegó a Lima la cédula de reprensión, dada por los consejeros de Indias sin esperar el descargo del acusado, Santo Toribio se hallaba de visita pastoral en apartados pueblos de su arquidiócesis -la más extensa del mundo iberoamericano-; y no recibió las Reales Cédulas hasta el mes de junio de 1594.<br />
Se comprenderá el asombro de Santo Toribio al enterarse de tal cúmulo do cargos impertinentes y sobre todo infundados. Un cura párroco de esa época, Hernando Martínez, que había conocido de cerca al Arzobispo, dijo: “Da lástima y compasión que de un Prelado tan santo y de tanta virtud se presuma de que había de tomar lo ajeno... Y que tenga que abonar su persona siendo ejemplo de virtud”.<ref>Sumaría Información, citada por RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., H, 373-374.</ref> <br />
<br />
Felipe II estimó que “por la autoridad y decencia del Prelado no conviene que el Virrey le dé en estrados la reprensión pública que parece, sino aparte y en secreto...”.<ref>GARCÍA IRIGOYEN, o. c., tomo II, 171.</ref>León Pinelo acota sobre este punto: “La tradición que de este caso hay en Lima, que oí muchas veces contar es, que habiéndosela leído en el Acuerdo la cédula de reprehensión, sólo respondió el Santo Arzobispo: «Enojado estaba nuestro Rey, sea por amor de Dios, satisfarémosle, satisfarémosle». Y que el Virrey y los Oidores quedaron admirados de ver la paciencia con que llevó aquel pesar, que en otro sujeto de menos perfección causaría mucho disgusto y aun ira”.<ref>Ibid., p. 173.</ref><br />
<br />
Luego de esta digresión, volvamos al tema de la reconciliación de la autoridad civil con los padres jesuitas. En primer término es preciso tener en cuenta que el principal interesado en no agudizar las tensiones fue el propio Padre General, Claudio Aquaviva. Los testimonios que han sido publicados en «Monumenta Peruana» V son expresivos. <br />
En todas las cartas a sus súbditos en Lima, el Prepósito General les exhorta a la concordia y a deponer rencillas. Será ilustrativo corroborar esta afirmación siguiendo el orden cronológico de los despachos, el cual se basa indudablemente en las informaciones que Aquaviva va recibiendo de esta Capital. El Provincial del Perú, Padre Juan de Atienza le había escrito desde Lima el 27 de mayo de 1592:<br />
<br />
“La amistad con el señor Arzobispo de esta ciudad y los de su casa se ha ido continuando, a Dios gracias, y espero en Nuestro Señor- se satisfará Su Señoría cada día más del deseo que la Compañía tiene por servirle. Alzó ya Su Señoría la prohibición que tenía puesta a la Compañía en lo de los sermones, restituyéndole los sermones de tabla que solía predicar en la Iglesia mayor de esta ciudad, y avisando a las demás partes que podrían llamar a los de la Compañía y ayudarse de su doctrina y sermones, y así se comenzó a hacer esta Pascua de Espíritu Santo (17 de mayo de 1592), y con esto ha cesado toda esta pesadumbre, según la presente justicia, que entre Su Señoría y la Compañía ha habido”.<ref>Egaña, Monumenta Peruana, vol. V (Roma, 1970), doc. 26, pp. 109-110. Carta citada parcialmente por RODRIGUEZ VALENCIA, o. c., II, 327.</ref><br />
<br />
==Solución del conflicto==<br />
<br />
Sin haber llegado a conocer oportunamente la misiva anterior, el Padre Aquaviva le escribía al teólogo y profesor de la Universidad de San Marcos, adre. Esteban de Ávila, el 3 de agosto de 1592:<br />
<br />
“Yo holgara harto que no hubiera sucedido lo que me escriben pasa entre el señor Arzobispo y la Compañía porque demás de los disgustos que se atraviesan, ningún suceso que tenga un tal caso puede ser ganancioso, porque si la Compañía sale con su razón, deja disgustado y averso el Prelado; y si el Señor Arzobispo sale con lo que intenta, será con alguna quiebra en la reputación de los Nuestros y, según se puede temer, etiam (también) con algún daño de esos pobres indios”.<ref>Monumenta Peruana V, doc. 36, p. 135.</ref><br />
<br />
Otra vez desde Roma el 3 de agosto de 1592, la carta se halla dirigida al propio Virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza (y se comprende el cuidado del remitente en escoger las palabras precisas):<br />
<br />
“Por muchas razones he sentido que entre el Arzobispo y la Compañía se haya ofrecido ocasión de menos paz y unión, porque como de la mucha que hasta aquí han tenido se han visto bonísimos efectos para gloria de Dios y ayuda de esos pobres indios, así se puede temer que la falta de ella impida mucho bien que se podría hacer en utilidad de las almas; y aunque reconozco la mucha merced que V.E. ha hecho a la Compañía de esta ocasión, y por ella esos Podres y yo nos hallamos de nuevo obligados a su servicio, siento también la parte de pena que a V.E. habrá dado este suceso. Pero consuélome de pensar que con su cristiano celo habrá dado en ello tal corte que a esta hora está todo acabado, de manera que esos Padres puedan servir y ayudar al Prelado, como yo lo deseo y ellos lo han procurado hacer hasta ahora”.<ref>Ibid., doc. 66, pp. 168-159. i 23</ref><br />
<br />
El Padre General llega a expresar que él era partidario de dejar la doctrina de Santiago del Cercado “para ahorrar molestias”. Se deduce -comenta el compilador de «Monumenta Peruana», Padre Antonio de Egaña- que el Virrey “les había mandado a los jesuitas que no abandonaran la doctrina".<ref>Ibid., nota 6, p. 159.</ref> <br />
<br />
En la misma fecha en que escribe el Virrey, le envía el General una carta al nuevo Provincial del Perú, Padre Juan Sebastián de la Parra (electo por Aquaviva el 25 de abril de 1591), en la que reitera los sentimientos de buscar la paz y la armonía con la autoridad civil. “Ya me parece que de España se ha enviado remedio y el Padre [Diego de] Zúñiga, [Procurador de la Provincia] llevó el duplicado. El Papa [Gregorio XIV] también envía un breve al Arzobispo en que le exhorta a unirse con nosotros, como lo verá en la copia”<ref>Las referencias del texto citado son importantes para la cronología del malhadado conflicto. La Real Cédula a que alude Aquaviva está firmada en El Escorial el 22 de junio de 1591. El P. Zúñiga, de regreso de Roma, salió de Cádiz hacia América el 19 de marzo de 1592.</ref>.<br />
<br />
Todavía el 5 de jumo de 1594, en nueva comunicación de Aquaviva al P. Sebastián, toma al objetivo de la concordia: “Aunque la concordia con el señor Arzobispo de Lima no haya sido en sus principios tan fervorosa, espero que a esta hora VV.RR. [Vuestras Reverencias] le habrán ganado de manera que la amistad antigua se haya renovado, sin que la quiebra pasada sea causa de menoscabar el servicio de Dios y ayuda de esa buena gente, que éste es el fin donde «deben enderezar las diligencias que en esta y en otra cualquiera materia se hicieren»”.<ref>Monumenta Peruana V, doc. 124, pp. 520-521. Por la reiteración de conceptos y deseos, no puede dudarse del buen espíritu de Aquaviva en este enojoso asunto.</ref> <br />
<br />
Finalmente, en lo que respecta a las cartas de Aquaviva acerca del asunto del Cercado, hallamos aún una referencia a cierta desconfianza por parte del Arzobispo; como se desprende de la carta de 4 de julio de 1594: “Pésame que el señor Arzobispo no se sirva de los Nuestros como hasta aquí; espero de la caridad y prudencia de V.R. y de esos ‘Padres que poco a poco le irán ganando de manera que torne a su antigua devoción”.<ref>Ibid., doc. 137, pp. 539-540.</ref> <br />
<br />
Sin embargo, hay que reconocer que la presencia en Lima del Virrey García Hurtado de Mendoza seguía obstaculizando el regreso de los indios pescadores al barrio de San Lázaro. Por fin llegó la orden de Felipe II para que regresase a España el autocrático gobernante. Aquaviva dispuso que también hiciese el viaje a la Península el jesuita Hernando de Mendoza, hermano del Virrey. Así lo hizo éste. Tuvo que asistir durante la navegación -en la escala de Panamá- a la muerte de su cuñada, la esposa del Virrey, doña Teresa de Castro, ocurrida en un día no precisado de mayo de 1596.<ref>Monumenta Peruana V, (1596-1599), Roma, 1974, p. 182. La expedición arribó a Sanlúcar de Barrameda el 1 de octubre de 1596.</ref><br />
<br />
Un hecho doloroso que sirvió para acercar a Santo Toribio a los jesuitas fue el inesperado fallecimiento del Provincial Juan de Atienza, el día 1 de noviembre de 1592. La «Crónica anónima» de la Provincia Peruana dice sobre el particular: “el mismo Arzobispo predicando el mismo día en su Iglesia catedral... dijo grandes alabanzas del difunto, envolviendo sus palabras en lágrimas por la falta de una persona tan útil a la república”<ref>Francisco MATEOS, o.c., tomo I, p. 376.</ref>. Y no sólo eso. A la ceremonia del entierro del Padre Atienza se hizo presente Santo Toribio de Mogrovejo. <br />
<br />
Con la llegada del nuevo Virrey Luis de Velasco continuaron las buenas relaciones entre el Arzobispo de Lima y los jesuitas. Hay de ello suficientes pruebas. Rodríguez Valencia, el acucioso biógrafo del Santo, no deja de mencionarlas. El Padre Aquaviva escribe al Padre Rodrigo de Cabredo que la Orden le servirá “en lo que se pudiese, y lo que por medio de los Nuestros no se pudiese hacer, se negociará por medio de algún seglar”. Y al propio Arzobispo le reitera en la misma fecha (13 de noviembre de 1600) semejante benevolencia. <br />
Otro hecho significativo. Sabido es que la visita «ad limina» era obligatoria cada cierto tiempo para los prelados. Pero, dada la gran distancia entre el Perú y Roma, quedaba autorizada la visita por medio de procuradores. En 1601 Santo Toribio nombra como tales a los padres Diego de Torres y Pablo José de Amaga. Fueron éstos los que condujeron a Roma la Relación diocesana de 1601, juntamente con la de los obispos sufragáneos de Lima.<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, o.c., II, 329 y ss.</ref> <br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Del atento estudio de las fuentes que tratan del Conflicto de la Doctrina de Santiago del Cercado, se infiere que el gran responsable de la forma en que se condujo este asunto fue el Virrey García Hurtado de Mendoza. Aun suponiendo que hubiese razones pastorales de peso en el plan de llevar a los pescadores de San Lázaro al Cercado, los modos que se utilizaron no pueden ser aprobados. <br />
<br />
El Padre Rubén Vargas Ugarte S.J., tanto en su «Historia de la Iglesia en el Perú»<ref>La obra consta de cinco tomos, publicados entre 1953 y 1962; el primero en Lima y los cuatro restantes en Burgos. El conflicto del Cercado lo relata VARGAS UGARTE en el tomo II, pp. 104-107.</ref>como en su «Historia de la Compañía de Jesús en el Perú»,<ref>La obra consta de cuatro tomos, publicadas en Burgos entre 1963 y 1965. El conflicto del Cercado se trata en las pp. 187-190.</ref>con su característica franqueza señala la “altanería y terquedad” del Virrey; el derecho que el Arzobispo Mogrovejo tenía para visitar las doctrinas de su jurisdicción; y el inconveniente de que los religiosos adujesen privilegios de exención, los que terminaron por ser suprimidos en 1611 por el Papa Paulo V (Borghese).<br />
<br />
No hay duda de que el conflicto del Cercado y, en general, el período gobernativo del Virrey García Hurtado de Mendoza han quedado bien tipificados en los procesos de beatificación de Santo Toribio. Todos los testigos (y son más de un centenar) coinciden en que el Prelado límense ejercitó heroicamente las virtudes de paciencia, fortaleza, humildad y mansedumbre, que le han valido el loor de la Iglesia para siempre. Nunca se le vio alterado ni iracundo; al contrario daba gracias a Dios, alegrándose de poder padecer a imitación de Jesucristo.<br />
<br />
==NOTAS==<br />
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<references/></div>
Vrosasr
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LIMA. El conflicto de la doctrina del Cercado (1590-1592)
2023-09-03T01:11:59Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==Figura del virrey Hurtado de Mendoza==<br />
<br />
La aparición en 1590 en la escena peruana del virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y antiguo gobernador de Chile, tuvo aspectos positivos en los campos administrativo y financiero, así como en los políticos y sociales. Activó el sistema de alcabalas y almojarifazgos; moderó las pretensiones de los corregidores de indios, propensos siempre a abusar del cargo; animó las flotas de galeones de mercancías y otros empeños circunstanciales.<br />
<br />
Desgraciadamente tuvo el personaje graves defectos de carácter. Altanero y atrabiliario, su autoritarismo le condujo a censurables excesos. Los biógrafos de Santo Toribio no dejan de resaltar esas taras temperamentales. Según Rodríguez Valencia, el virrey es ''“vanidoso y violento, y estas dos notas de su carácter le inutilizaron para todo buen gobierno en su vida de contacto y relación”''<ref>Vicente RODRÍGUEZ VALENCIA, Santo Toribio de Mogrovejo, organizador y apóstol de Sur-América. (Madrid, 1957), t. II, p. 349.</ref> . Rubén Vargas Ugarte S.J. destaca su ''“altanería y terquedad”''<ref>Rubén VARGAS UGARTE S.J., Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, tomo II (1568-1620), (Burgos, 1963), p. 189.</ref>, y José Antonio Benito, la importunidad de la que dio prueba el virrey en sus actuaciones.<ref>José Antonio BENITO, Crisol de lazos solidarios Toribio. Alfonso Mogrovejo. (Lima, 2001), p. 175.</ref><br />
<br />
Si a eso añadimos que García Hurtado de Mendoza era en el Perú el titular del Regio Patronato Indiano, con las desbordantes prerrogativas de tal institución frente a la Iglesia, tendremos una idea bastante aproximada de las actitudes de prepotencia que mostró el virrey durante el gobierno eclesiástico de Santo Toribio. Por lo general los virreyes eran celosos en la guarda del Patronato; pero el marqués de Cañete convirtió el celo en avasallamiento del fuero episcopal, y no se detuvo ni ante la acusación calumniosa. Esta fue una de las cruces más duras de Toribio Alfonso de Mogrovejo y uno de los capítulos más edificantes en el proceso de beatificación.<br />
<br />
El «Cercado»<br />
Hacia 1563, cuando aún no habían llegado los jesuitas a Lima, existía al otro lado del río Rímac el barrio de San Lázaro, en el cual se asentaron muchos indios camaroneros [pescadores de camarones]. Cuando los jesuitas asumen la Doctrina de Santiago del Cercado, consideraron conveniente —para fines pastorales— que se uniesen allá también los nativos de San Lázaro. El 18 de enero de 1585 el padre Juan de Aguilar hizo la correspondiente petición al Cabildo limeño. Por lo pronto no hubo respuesta.<br />
El 25 de febrero de 1588 el Cabildo tomó más bien la decisión de pedir al virrey Torres y Portugal y al Arzobispo que se erigiera en San Lázaro una parroquia para atender espiritualmente a los numerosos indios de ese sector de la capital. El prelado dispuso que el barrio de pescadores fuera atendido por curas diocesanos versados en lengua indígena: el canónigo Balboa, después el doctor Zapata y por fin don Alonso de Huerta. El mismo Santo Toribio se interesaba por esta Doctrina.<br />
Reunidos los indios a un costado de la Catedral los días domingos, el Arzobispo vestido de pontifical y con el báculo en la mano hacía la explicación del Catecismo del Concilio límense en quechua y castellano. ''“Yo asimismo el tiempo que estoy en esta ciudad hago lo propio, predicándoles en la lengua, y a los españoles, y a los demás que me entienden, declarando el evangelio (...). Era de mucha edificación para el pueblo verlos venir con sus pendones en procesión desde San Lázaro a la Iglesia Mayor por medio de la plaza, con muy buen orden, y el cura con ellos, según y cómo en el tiempo del doctor Balboa se acostumbraba”''.<ref>Carlos GARCÍA IRIGOYEN, Santo Toribio, tomo I (Lima, 1906), p. 97-98. 176</ref><br />
<br />
Con la llegada del virrey García Hurtado de Mendoza las cosas iban a cambiar. Venía a Lima el nuevo gobernante en compañía de su hermano, el sacerdote jesuita Hernando de Mendoza, cuya presencia en el Perú la había solicitado el mismo virrey al General de la Compañía, padre Claudio Aquaviva. En cuanto al carácter del sacerdote, era muy distinto de su hermano. No estaba muy bien de salud (padecía algún mal cardíaco), era muy observante y no le agradaba meterse en asuntos de la administración virreinal. El padre Hernando fue destinado por el Provincial Juan de Atienza a la doctrina de Santiago del Cercado, cuyo superior era el padre Juan de Aguilar.<br />
Inicios del conflicto entre el Virrey y el Arzobispo<br />
<br />
Los sucesos ocurrieron con la violencia que era de temerse cuando intervenía García Hurtado de Mendoza. Estamos a 28 de agosto de 1590. Mogrovejo no se hallaba en Lima, sino en Visita Pastoral; pero habría de llegar pronto, pues el IV concilio provincial límense estaba convocado para el 18 de octubre. El Virrey ordenó que de inmediato se procediese al traslado de los indios de San Lázaro a la Reducción del Cercado. <br />
<br />
La ejecución del mandato se le confió al Corregidor del Cercado, Juan Ortiz de Zárate. El Provisor del Arzobispado y Vicario General era don Antonio de Valcázar, quien obviamente resistió la intimación desaforada del Virrey. Cuenta Valcázar: “Forzados y contra su voluntad dejaban (los indios) cuanto tenían y se huían a los cañaverales. Los soldados iban a la caza de los fugitivos. Algunos de los indios se asilaron en la iglesia de San Lázaro, de donde fueron sacados por los oficiales reales”. Valcázar fue apresado por éstos, y un piquete de alabarderos lo llevó detenido a las galeras del Callao.<br />
<br />
A su llegada a Lima quedó Santo Toribio muy sorprendido e indignado por el atropello consumado contra los indios y contra su Vicario General. Pudo haber lanzado la excomunión. Por bien de paz no lo hizo; pero sí tomó la pluma para quejarse ante Felipe II de tamañas tropelías, descritas por el propio Vicario General en carta que iba adjunta. Hacía notar el Arzobispo la violencia ejercida por el Virrey “llevándome al Provisor al Callao con la guardia... siendo una persona tan principal y de mucha virtud y recogimiento, a quien Vuestra Alteza ha de hacer mucha merced, y yo amo y quiero mucho”.<ref>La carta de Valcázar es del 28 de abril y la de Mogrovejo, del 3 de marzo de 1591; citadas ambas por RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., t. II, 291-292.</ref><br />
<br />
Antes de proseguir con el relato de los hechos que se sucedieron luego de la reducción forzada de los indios pescadores de San Lázaro, conviene repasar las motivaciones de uno y otro lado, los provechos y perjuicios de la reducción única y de la independencia de las dos doctrinas. Para enteramos del punto de vista de los jesuitas, que coincidía en gran parte con el del Virrey, contamos con la carta de éste, fecha 27 de diciembre de 1590, al rey Felipe II.<ref>Publicada primero por LEVILLIER, Gobernantes del Perú, vol. XII, 175; y también, con mejor aparato crítico, en Antonio de EGAÑA S.I., Monumento Peruana IV (Boma, 1966), doc. 158, 644-649.</ref> <br />
<br />
Los indígenas de San Lázaro se hallaban en paraje muy precario, junto al río, con los riesgos de las riadas (huaicos) del verano, expuestos a los robos y vejaciones por parte de negros, mulatos y zambahigos “que entran y salen en esta ciudad y allí encubrían sus hurtos; y el clérigo que doctrina a estos indios era uno que habían echado de la Compañía de Jesús por no ser de la vida y ejemplo que profesa su Religión”. <br />
<br />
Añade el Virrey que la situación en el Cercado era muy otra, ya que los indios estaban muy bien atendidos y contaban con una iglesia, “la mejor que hay en todo este Arzobispado y más bien servida y proveída de ornamentos y música”. Y concluye el Virrey: ''“Y así he mandado reducir al Cercado todos los indios que estaban en San Lázaro y los que andaban vagando por esta ciudad, y les he puesto Corregidor que los ampare y defienda y los tengo en paz y justicia”''<ref>Se refiere a la iglesia de Santiago del Cercado, a cargo actualmente de los Padres Carmelitas Descalzos.</ref>.<br />
<br />
La posición del Arzobispado se halla contenida en la extensa carta del 23 de marzo de 1591, al monarca.<ref>Muy conocida, y publicada por mons. LISSÓN en su colección de documentos La Iglesia de España en el Perú (tomo III, 588-590); GARCÍA IRIGOYEN, o. c., II, 190-198 y RODRÍGUEZ VALENCIA (parcialmente), o. c., II, 288. La mejor edición es la de Monumento Peruana IV, ya citada, doc. 165, p. 678-691.</ref>Allí en primer término Santo Toribio lamenta que el traslado forzoso de los indios se haya hecho ''“con mucho sentimiento y dolor y lágrimas y perdimiento de haciendas de los indios, y daño y detrimento de la provisión de la ciudad, clero y pueblo y religiosos y la contradicción que de mi parte se ha hecho para que no los sacasen de la parroquia e iglesia que tenían en San Lázaro con su clérigo (Juan de San Martín)...”.'' <br />
<br />
Santo Toribio menciona al jesuita “hermano del mismo Virrey” (se refiere al padre Hernando de Mendoza) como cómplice en el desaguisado. Expone con detalle los excesos cometidos por parte del Virrey y de la Compañía; por ejemplo, el nombrar ésta un juez conservador, que defienda los derechos de la Orden en el fuero eclesiástico; prerrogativa contenida en la bula «Aequum reputamus» de Gregorio XIII del 25 de mayo de 1572. Este juez conservador sentenció que el Arzobispo lesionaba privilegios pontificios al reclamar la doctrina del Cercado. Creemos que es éste un caso más en la larga lista de querellas virreinales entre las órdenes religiosas (no sólo la Compañía) y los prelados diocesanos. La lista se haría más larga si añadimos los casos de roces entre el Real Patronato y el fuero episcopal puramente eclesiástico.<br />
<br />
El Arzobispo se lamenta de la preferencia que se da a los religiosos sobre los clérigos diocesanos en el otorgamiento de las doctrinas, y llega a decir: ''“yo estoy resuelto a no ordenar más clérigos por que no padezcan y se vean en necesidad, no habiendo en qué acomodarlos, y en los Obispados del Cuzco y Charcas me dicen hay muy grande número de clérigos y que a cada doctrina se oponen (en el concurso) veinte y treinta clérigos”''<ref>Monumento Peruana IV. 685</ref>.<br />
<br />
Pide el prelado a Felipe II que ordene a la Compañía abandonar la doctrina del Cercado “para poder acomodar en ella clérigos muy virtuosos y buenos lenguas [conocedores de las lenguas indígenas] e hijos de conquistadores”. Como se ve, y lo reconoce el Padre Egaña (anotador de «Monumenta Peruana» IV), en el fondo de la controversia latía el problema de la supervivencia y derogación de los privilegios de los regulares en Indias.<br />
<br />
Continúa en su carta Santo Toribio aduciendo la amistad entre el Virrey Hurtado de Mendoza y la Compañía para desfavorecer las causas del prelado. Señala que incluso los oidores de la Real Audiencia “no se atreven a hacer más de lo que él (el Virrey) quiere”. En este punto de la misiva arzobispal cita Mogrovejo la amenaza del Virrey: “dijo que yo no había de enviar persona ni papeles ni carta ni razón alguna Vuestra Alteza, y que me había de embarcar para Chile y de allí enviarme por el estrecho de Magallanes a España”.<br />
Es en este pasaje de la referida carta del 23 de marzo de 1591 donde aparece un importante rasgo autobiográfico de Santo Toribio, que suele mencionarse en las obras que cuenta su prodigiosa labor pastoral: ''“... habiendo ya trabajado tanto en este Arzobispado después de Vuestra Alteza me hizo merced, por tiempo de seis o siete años, discurriendo por él y habiendo andado... más ha de dos años, dos mil leguas y más entonces, y confirmado más de cuatrocientos y cincuenta mil ánimas, y después acá mucha más, con grandes trabajos de caminos y tierras muy ásperas y temples diferentes, viéndome yo y los que iban conmigo en mucho riesgo y peligro de vida...”''.<ref>Ibid., 687.</ref> <br />
<br />
Este párrafo obedece sin duda a la explicable indignación del Arzobispo ante las injustas y mezquinas acusaciones del Virrey, el cual en carta del 1 de mayo de 1590 al rey Felipe II incrimina al Santo de que «jamás» está en Lima, “y da por excusa que anda visitando su arzobispado, lo cual se tiene por mucho inconveniente... y también se mete en todas las cosas del Patronazgo... porque todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude, como sería razón, a las cosas de servicio de V.M., parece que convendría que V.M. le mandase ir a España, poniendo aquí un coadjutor, de todo lo cual me han informado los oidores de esta Audiencia y los clérigos de su misma Iglesia” ...<ref>LEVILLIER, o.c., 164.</ref>Palabras muy duras e injustas que muestran la incomprensión y malquerencia del Virrey hacia el Arzobispo.<br />
<br />
“Estoy admirado -añade Santo Toribio en su carta a Felipe II— que profesando los Padres de la Compañía tanta cristiandad y paz... no hayan atajado esto y venido en lo que todo el mundo aprobara, y parecerá bien siendo yo pastor de estas ovejas y estando a mi cargo el darles pasto espiritual”.<ref>Monumento. Peruana IV, p. 682.</ref>El biógrafo más notable de Santo Toribio -que lo es Vicente Rodríguez Valencia— comenta acerca de la polarización a que ha llegado el conflicto: <br />
<br />
“Y será hora ya de decimos qué siniestra fortuna es la de este gobernante aristócrata, que así trae envueltos en contiendas de jurisdicción, en vaivenes, en alharacas, en compromisos a estos dos poderes de cuya concordia y suma tan duraderos bienes venían lográndose para la Iglesia en Indias: el segundo Arzobispo de Lima y los jesuitas de la Provincia del Perú”.<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., tomo II, 304.</ref><br />
<br />
==Escalada del conflicto==<br />
<br />
Se había llegado a un punto en que las jurisdicciones locales, tanto de la Arquidiócesis como de la Provincia jesuita del Perú, resultaban ineficaces para dar solución al grave litigio. Era preciso esperar decisiones tanto de Madrid como de Roma. Es obvio que ambas partes litigantes se apresuraron a enviar los respectivos informes a las instancias europeas. Ya hemos dicho que tanto el Provisor Valcázar como el propio Arzobispo Mogrovejo habían escribo a Madrid (cartas del 28 de abril y 23 de marzo de 1591 respectivamente). Pero estas fechas poco significan en cuanto a celeridad de procedimientos. <br />
El Virrey tenía interés en que primero se conociese en Madrid su propia versión del conflicto del Cercado. Por ello recurrió a la estratagema de hacer retrasar los trámites iniciados en Lima por el Arzobispo. Las flotas de aquel tiempo salían sólo dos veces en el año. En primer lugar salieron de Lima los escritos y alegatos de García Hurtado de Mendoza con la flota de primavera; pero sin los de Santo Toribio. <br />
<br />
El Arzobispo incluso había decidido enviar personalmente al doctor Francisco García del Castillo, antiguo colegial del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo (tan querido al Prelado) para que informase «vivae vocis» de estos y otros asuntos a las autoridades madrileñas. García del Castillo tuvo, pues, que quedarse en Lima y esperar... la flota de otoño. En el mes de noviembre de 1591 se tramitaba en Madrid la sentencia del Consejo de Indias, que resultó favorable al Virrey y a los jesuitas.<br />
<br />
Por esa época Santo Toribio retiró a los jesuitas de la arquidiócesis de los llamados sermones «de tabla» que solían tener en la Catedral de Lima, y también les retiró las licencias de predicar. Así se lo informa el Provincial Atienza al Padre Aquaviva, General de la Compañía: “Hasta ahora no ha alzado el Arzobispo la prohibición que tiene puesta de que no admitan a predicar a los de la Compañía en los monasterios de monjas y parroquias” (carta del 21 de abril de 1592). Pero un mes después tal prohibición fue levantada, y el mismo Padre Atienza tiene la satisfacción de informar de ello al General (21 de mayo).<ref>En los Constituciones Sinodales de 1713 aparece la “Tabla de los Sermones que se predican en esta Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Los Reyes”. Además de los sermones reservados al Arzobispo y al Canónigo Magistral, los religiosos asumen la predicación en diversas festividades. Los jesuitas tienen asignados los siguientes días: domingo IV de Adviento, domingo primero de cuaresma, domingo 5to., Santísima Trinidad, San Felipe y Santiago, Santa María Magdalena, San Mateo y Todos los Santos (Constituciones Sinodales del Arzobispado de Lima. 1864, pp. 159-160).</ref><br />
<br />
Entretanto Santo Toribio seguía esperando respuesta de Madrid. Su alegato, intencionalmente retrasado en Lima, sólo pudo enviarlo a Madrid en la flota de otoño, mientras que el expediente del Virrey había salido con la flota de invierno. En la corte de Felipe II fue escuchado el parecer de Santo Toribio, expuesto por su fiel apoderado, el doctor Francisco García del Castillo. <br />
<br />
En el voluminoso expediente del Prelado de Lima se incluían: documentos relativos a la cuestión del Seminario de Los Reyes (levantado con la advocación de Sto. Toribio de Astorga), en cuyos asuntos también se había entrometido García Hurtado de Mendoza; documentos referentes a Doctrinas y papeles relativos al enojoso tema del Cercado. En resumen, las resoluciones del Consejo consisten en lo siguiente:<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., tomo II, pp. 322-324.</ref> <br />
<br />
1. Seminario Conciliar de Lima. El monarca manda que sea el Arzobispo quien lo administre, según lo ordena el Tridentino e incluso el Concilio III límense de 1583. Y que sea repuesto el escudo episcopal (arbitrariamente removido por el colérico Virrey el 20 de marzo de 1591), pero (matiz conciliatorio y salomónico de la resolución real) que se pongan, también las armas reales “en el más preeminente lugar”.<br />
<br />
2. Vuelta de los indios a su barrio de San Lázaro. Se concede la petición del Arzobispo: “que todos los indios que el Marqués de Cañete redujo y pobló en el Cercado de los que vivían en San Lázaro y en esta ciudad, vuelvan y pongan en el asiento de San Lázaro adonde estaban poblados por el Conde del Villar, y gocen de la libertad, quietud y sosiego”. Hay que reconocer que tanto el Virrey como los Oidores acataron la norma, como lo reconoció el propio Santo Toribio,<ref>Ibidem, 323.</ref>si bien hubo tardanzas y forcejeos. Para los indios y españoles el Arzobispo erigiría más tarde la vice-parroquia de San Lázaro, que fue la de Nuestra Señora de Copacabana, con su cofradía de indios.<br />
<br />
Después de tantas tensiones y contradicciones, debía llegar el momento de la reconciliación entre el Arzobispo y la Compañía de Jesús. Desgraciadamente el temperamento irascible del Virrey García Hurtado de Mendoza habría de mantener viva la llama de la inquina hacia el santo prelado. Sería muy larga la enumeración de las quejas, irritaciones, desaires y hasta acusaciones calumniosas -orales y escritas— por parte del Marqués de Cañete. <br />
Solamente haremos referencia a la reprensión pública al Arzobispo, ordenada por Real Cédula de Felipe II de 29 de diciembre de 1593. Con su habitual malquerencia hacia Santo Toribio, el Virrey se había quejado ante la corte madrileña de que el Arzobispo se quedaba con los dineros que el Regio Patronato destinaba a la organización del Seminario de Lima.<br />
<br />
Cuando llegó a Lima la cédula de reprensión, dada por los consejeros de Indias sin esperar el descargo del acusado, Santo Toribio se hallaba de visita pastoral en apartados pueblos de su arquidiócesis -la más extensa del mundo iberoamericano-; y no recibió las Reales Cédulas hasta el mes de junio de 1594.<br />
Se comprenderá el asombro de Santo Toribio al enterarse de tal cúmulo do cargos impertinentes y sobre todo infundados. Un cura párroco de esa época, Hernando Martínez, que había conocido de cerca al Arzobispo, dijo: “Da lástima y compasión que de un Prelado tan santo y de tanta virtud se presuma de que había de tomar lo ajeno... Y que tenga que abonar su persona siendo ejemplo de virtud”.<ref>Sumaría Información, citada por RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., H, 373-374.</ref> <br />
<br />
Felipe II estimó que “por la autoridad y decencia del Prelado no conviene que el Virrey le dé en estrados la reprensión pública que parece, sino aparte y en secreto...”.<ref>GARCÍA IRIGOYEN, o. c., tomo II, 171.</ref>León Pinelo acota sobre este punto: “La tradición que de este caso hay en Lima, que oí muchas veces contar es, que habiéndosela leído en el Acuerdo la cédula de reprehensión, sólo respondió el Santo Arzobispo: «Enojado estaba nuestro Rey, sea por amor de Dios, satisfarémosle, satisfarémosle». Y que el Virrey y los Oidores quedaron admirados de ver la paciencia con que llevó aquel pesar, que en otro sujeto de menos perfección causaría mucho disgusto y aun ira”.<ref>Ibid., p. 173.</ref><br />
<br />
Luego de esta digresión, volvamos al tema de la reconciliación de la autoridad civil con los padres jesuitas. En primer término es preciso tener en cuenta que el principal interesado en no agudizar las tensiones fue el propio Padre General, Claudio Aquaviva. Los testimonios que han sido publicados en «Monumenta Peruana» V son expresivos. <br />
En todas las cartas a sus súbditos en Lima, el Prepósito General les exhorta a la concordia y a deponer rencillas. Será ilustrativo corroborar esta afirmación siguiendo el orden cronológico de los despachos, el cual se basa indudablemente en las informaciones que Aquaviva va recibiendo de esta Capital. El Provincial del Perú, Padre Juan de Atienza le había escrito desde Lima el 27 de mayo de 1592:<br />
<br />
“La amistad con el señor Arzobispo de esta ciudad y los de su casa se ha ido continuando, a Dios gracias, y espero en Nuestro Señor- se satisfará Su Señoría cada día más del deseo que la Compañía tiene por servirle. Alzó ya Su Señoría la prohibición que tenía puesta a la Compañía en lo de los sermones, restituyéndole los sermones de tabla que solía predicar en la Iglesia mayor de esta ciudad, y avisando a las demás partes que podrían llamar a los de la Compañía y ayudarse de su doctrina y sermones, y así se comenzó a hacer esta Pascua de Espíritu Santo (17 de mayo de 1592), y con esto ha cesado toda esta pesadumbre, según la presente justicia, que entre Su Señoría y la Compañía ha habido”.<ref>Egaña, Monumenta Peruana, vol. V (Roma, 1970), doc. 26, pp. 109-110. Carta citada parcialmente por RODRIGUEZ VALENCIA, o. c., II, 327.</ref><br />
<br />
==Solución del conflicto==<br />
<br />
Sin haber llegado a conocer oportunamente la misiva anterior, el Padre Aquaviva le escribía al teólogo y profesor de la Universidad de San Marcos, adre. Esteban de Ávila, el 3 de agosto de 1592:<br />
<br />
“Yo holgara harto que no hubiera sucedido lo que me escriben pasa entre el señor Arzobispo y la Compañía porque demás de los disgustos que se atraviesan, ningún suceso que tenga un tal caso puede ser ganancioso, porque si la Compañía sale con su razón, deja disgustado y averso el Prelado; y si el Señor Arzobispo sale con lo que intenta, será con alguna quiebra en la reputación de los Nuestros y, según se puede temer, etiam (también) con algún daño de esos pobres indios”.<ref>Monumenta Peruana V, doc. 36, p. 135.</ref><br />
<br />
Otra vez desde Roma el 3 de agosto de 1592, la carta se halla dirigida al propio Virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza (y se comprende el cuidado del remitente en escoger las palabras precisas):<br />
<br />
“Por muchas razones he sentido que entre el Arzobispo y la Compañía se haya ofrecido ocasión de menos paz y unión, porque como de la mucha que hasta aquí han tenido se han visto bonísimos efectos para gloria de Dios y ayuda de esos pobres indios, así se puede temer que la falta de ella impida mucho bien que se podría hacer en utilidad de las almas; y aunque reconozco la mucha merced que V.E. ha hecho a la Compañía de esta ocasión, y por ella esos Podres y yo nos hallamos de nuevo obligados a su servicio, siento también la parte de pena que a V.E. habrá dado este suceso. Pero consuélome de pensar que con su cristiano celo habrá dado en ello tal corte que a esta hora está todo acabado, de manera que esos Padres puedan servir y ayudar al Prelado, como yo lo deseo y ellos lo han procurado hacer hasta ahora”.<ref>Ibid., doc. 66, pp. 168-159. i 23</ref><br />
<br />
El Padre General llega a expresar que él era partidario de dejar la doctrina de Santiago del Cercado “para ahorrar molestias”. Se deduce -comenta el compilador de «Monumenta Peruana», Padre Antonio de Egaña- que el Virrey “les había mandado a los jesuitas que no abandonaran la doctrina".<ref>Ibid., nota 6, p. 159.</ref> <br />
<br />
En la misma fecha en que escribe el Virrey, le envía el General una carta al nuevo Provincial del Perú, Padre Juan Sebastián de la Parra (electo por Aquaviva el 25 de abril de 1591), en la que reitera los sentimientos de buscar la paz y la armonía con la autoridad civil. “Ya me parece que de España se ha enviado remedio y el Padre [Diego de] Zúñiga, [Procurador de la Provincia] llevó el duplicado. El Papa [Gregorio XIV] también envía un breve al Arzobispo en que le exhorta a unirse con nosotros, como lo verá en la copia”<ref>Las referencias del texto citado son importantes para la cronología del malhadado conflicto. La Real Cédula a que alude Aquaviva está firmada en El Escorial el 22 de junio de 1591. El P. Zúñiga, de regreso de Roma, salió de Cádiz hacia América el 19 de marzo de 1592.</ref>.<br />
<br />
Todavía el 5 de jumo de 1594, en nueva comunicación de Aquaviva al P. Sebastián, toma al objetivo de la concordia: “Aunque la concordia con el señor Arzobispo de Lima no haya sido en sus principios tan fervorosa, espero que a esta hora VV.RR. [Vuestras Reverencias] le habrán ganado de manera que la amistad antigua se haya renovado, sin que la quiebra pasada sea causa de menoscabar el servicio de Dios y ayuda de esa buena gente, que éste es el fin donde «deben enderezar las diligencias que en esta y en otra cualquiera materia se hicieren»”.<ref>Monumenta Peruana V, doc. 124, pp. 520-521. Por la reiteración de conceptos y deseos, no puede dudarse del buen espíritu de Aquaviva en este enojoso asunto.</ref> <br />
<br />
Finalmente, en lo que respecta a las cartas de Aquaviva acerca del asunto del Cercado, hallamos aún una referencia a cierta desconfianza por parte del Arzobispo; como se desprende de la carta de 4 de julio de 1594: “Pésame que el señor Arzobispo no se sirva de los Nuestros como hasta aquí; espero de la caridad y prudencia de V.R. y de esos ‘Padres que poco a poco le irán ganando de manera que torne a su antigua devoción”.<ref>Ibid., doc. 137, pp. 539-540.</ref> <br />
<br />
Sin embargo, hay que reconocer que la presencia en Lima del Virrey García Hurtado de Mendoza seguía obstaculizando el regreso de los indios pescadores al barrio de San Lázaro. Por fin llegó la orden de Felipe II para que regresase a España el autocrático gobernante. Aquaviva dispuso que también hiciese el viaje a la Península el jesuita Hernando de Mendoza, hermano del Virrey. Así lo hizo éste. Tuvo que asistir durante la navegación -en la escala de Panamá- a la muerte de su cuñada, la esposa del Virrey, doña Teresa de Castro, ocurrida en un día no precisado de mayo de 1596.<ref>Monumenta Peruana V, (1596-1599), Roma, 1974, p. 182. La expedición arribó a Sanlúcar de Barrameda el 1 de octubre de 1596.</ref><br />
<br />
Un hecho doloroso que sirvió para acercar a Santo Toribio a los jesuitas fue el inesperado fallecimiento del Provincial Juan de Atienza, el día 1 de noviembre de 1592. La «Crónica anónima» de la Provincia Peruana dice sobre el particular: “el mismo Arzobispo predicando el mismo día en su Iglesia catedral... dijo grandes alabanzas del difunto, envolviendo sus palabras en lágrimas por la falta de una persona tan útil a la república”<ref>Francisco MATEOS, o.c., tomo I, p. 376.</ref>. Y no sólo eso. A la ceremonia del entierro del Padre Atienza se hizo presente Santo Toribio de Mogrovejo. <br />
<br />
Con la llegada del nuevo Virrey Luis de Velasco continuaron las buenas relaciones entre el Arzobispo de Lima y los jesuitas. Hay de ello suficientes pruebas. Rodríguez Valencia, el acucioso biógrafo del Santo, no deja de mencionarlas. El Padre Aquaviva escribe al Padre Rodrigo de Cabredo que la Orden le servirá “en lo que se pudiese, y lo que por medio de los Nuestros no se pudiese hacer, se negociará por medio de algún seglar”. Y al propio Arzobispo le reitera en la misma fecha (13 de noviembre de 1600) semejante benevolencia. <br />
Otro hecho significativo. Sabido es que la visita «ad limina» era obligatoria cada cierto tiempo para los prelados. Pero, dada la gran distancia entre el Perú y Roma, quedaba autorizada la visita por medio de procuradores. En 1601 Santo Toribio nombra como tales a los padres Diego de Torres y Pablo José de Amaga. Fueron éstos los que condujeron a Roma la Relación diocesana de 1601, juntamente con la de los obispos sufragáneos de Lima.<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, o.c., II, 329 y ss.</ref> <br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Del atento estudio de las fuentes que tratan del Conflicto de la Doctrina de Santiago del Cercado, se infiere que el gran responsable de la forma en que se condujo este asunto fue el Virrey García Hurtado de Mendoza. Aun suponiendo que hubiese razones pastorales de peso en el plan de llevar a los pescadores de San Lázaro al Cercado, los modos que se utilizaron no pueden ser aprobados. <br />
<br />
El Padre Rubén Vargas Ugarte S.J., tanto en su «Historia de la Iglesia en el Perú»<ref>La obra consta de cinco tomos, publicados entre 1953 y 1962; el primero en Lima y los cuatro restantes en Burgos. El conflicto del Cercado lo relata VARGAS UGARTE en el tomo II, pp. 104-107.</ref>como en su «Historia de la Compañía de Jesús en el Perú»,<ref>La obra consta de cuatro tomos, publicadas en Burgos entre 1963 y 1965. El conflicto del Cercado se trata en las pp. 187-190.</ref>con su característica franqueza señala la “altanería y terquedad” del Virrey; el derecho que el Arzobispo Mogrovejo tenía para visitar las doctrinas de su jurisdicción; y el inconveniente de que los religiosos adujesen privilegios de exención, los que terminaron por ser suprimidos en 1611 por el Papa Paulo V (Borghese).<br />
<br />
No hay duda de que el conflicto del Cercado y, en general, el período gobernativo del Virrey García Hurtado de Mendoza han quedado bien tipificados en los procesos de beatificación de Santo Toribio. Todos los testigos (y son más de un centenar) coinciden en que el Prelado límense ejercitó heroicamente las virtudes de paciencia, fortaleza, humildad y mansedumbre, que le han valido el loor de la Iglesia para siempre. Nunca se le vio alterado ni iracundo; al contrario daba gracias a Dios, alegrándose de poder padecer a imitación de Jesucristo.<br />
<br />
==NOTAS==<br />
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<references/></div>
Vrosasr
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LIMA. El conflicto de la doctrina del Cercado (1590-1592)
2023-09-03T01:02:33Z
<p>Vrosasr: </p>
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<div>==Figura del virrey Hurtado de Mendoza==<br />
<br />
La aparición en 1590 en la escena peruana del virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y antiguo gobernador de Chile, tuvo aspectos positivos en los campos administrativo y financiero, así como en los políticos y sociales. Activó el sistema de alcabalas y almojarifazgos; moderó las pretensiones de los corregidores de indios, propensos siempre a abusar del cargo; animó las flotas de galeones de mercancías y otros empeños circunstanciales.<br />
<br />
Desgraciadamente tuvo el personaje graves defectos de carácter. Altanero y atrabiliario, su autoritarismo le condujo a censurables excesos. Los biógrafos de Santo Toribio no dejan de resaltar esas taras temperamentales. Según Rodríguez Valencia, el virrey es ''“vanidoso y violento, y estas dos notas de su carácter le inutilizaron para todo buen gobierno en su vida de contacto y relación”''<ref>Vicente RODRÍGUEZ VALENCIA, Santo Toribio de Mogrovejo, organizador y apóstol de Sur-América. (Madrid, 1957), t. II, p. 349.</ref> . Rubén Vargas Ugarte S.J. destaca su ''“altanería y terquedad”''<ref>Rubén VARGAS UGARTE S.J., Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, tomo II (1568-1620), (Burgos, 1963), p. 189.</ref>, y José Antonio Benito, la importunidad de la que dio prueba el virrey en sus actuaciones.<ref>José Antonio BENITO, Crisol de lazos solidarios Toribio. Alfonso Mogrovejo. (Lima, 2001), p. 175.</ref><br />
<br />
Si a eso añadimos que García Hurtado de Mendoza era en el Perú el titular del Regio Patronato Indiano, con las desbordantes prerrogativas de tal institución frente a la Iglesia, tendremos una idea bastante aproximada de las actitudes de prepotencia que mostró el virrey durante el gobierno eclesiástico de Santo Toribio. Por lo general los virreyes eran celosos en la guarda del Patronato; pero el marqués de Cañete convirtió el celo en avasallamiento del fuero episcopal, y no se detuvo ni ante la acusación calumniosa. Esta fue una de las cruces más duras de Toribio Alfonso de Mogrovejo y uno de los capítulos más edificantes en el proceso de beatificación.<br />
<br />
El «Cercado»<br />
Hacia 1563, cuando aún no habían llegado los jesuitas a Lima, existía al otro lado del río Rímac el barrio de San Lázaro, en el cual se asentaron muchos indios camaroneros [pescadores de camarones]. Cuando los jesuitas asumen la Doctrina de Santiago del Cercado, consideraron conveniente —para fines pastorales— que se uniesen allá también los nativos de San Lázaro. El 18 de enero de 1585 el padre Juan de Aguilar hizo la correspondiente petición al Cabildo limeño. Por lo pronto no hubo respuesta.<br />
El 25 de febrero de 1588 el Cabildo tomó más bien la decisión de pedir al virrey Torres y Portugal y al Arzobispo que se erigiera en San Lázaro una parroquia para atender espiritualmente a los numerosos indios de ese sector de la capital. El prelado dispuso que el barrio de pescadores fuera atendido por curas diocesanos versados en lengua indígena: el canónigo Balboa, después el doctor Zapata y por fin don Alonso de Huerta. El mismo Santo Toribio se interesaba por esta Doctrina.<br />
Reunidos los indios a un costado de la Catedral los días domingos, el Arzobispo vestido de pontifical y con el báculo en la mano hacía la explicación del Catecismo del Concilio límense en quechua y castellano. ''“Yo asimismo el tiempo que estoy en esta ciudad hago lo propio, predicándoles en la lengua, y a los españoles, y a los demás que me entienden, declarando el evangelio (...). Era de mucha edificación para el pueblo verlos venir con sus pendones en procesión desde San Lázaro a la Iglesia Mayor por medio de la plaza, con muy buen orden, y el cura con ellos, según y cómo en el tiempo del doctor Balboa se acostumbraba”''.<ref>Carlos GARCÍA IRIGOYEN, Santo Toribio, tomo I (Lima, 1906), p. 97-98. 176</ref><br />
<br />
Con la llegada del virrey García Hurtado de Mendoza las cosas iban a cambiar. Venía a Lima el nuevo gobernante en compañía de su hermano, el sacerdote jesuita Hernando de Mendoza, cuya presencia en el Perú la había solicitado el mismo virrey al General de la Compañía, padre Claudio Aquaviva. En cuanto al carácter del sacerdote, era muy distinto de su hermano. No estaba muy bien de salud (padecía algún mal cardíaco), era muy observante y no le agradaba meterse en asuntos de la administración virreinal. El padre Hernando fue destinado por el Provincial Juan de Atienza a la doctrina de Santiago del Cercado, cuyo superior era el padre Juan de Aguilar.<br />
Inicios del conflicto entre el Virrey y el Arzobispo<br />
<br />
Los sucesos ocurrieron con la violencia que era de temerse cuando intervenía García Hurtado de Mendoza. Estamos a 28 de agosto de 1590. Mogrovejo no se hallaba en Lima, sino en Visita Pastoral; pero habría de llegar pronto, pues el IV concilio provincial límense estaba convocado para el 18 de octubre. El Virrey ordenó que de inmediato se procediese al traslado de los indios de San Lázaro a la Reducción del Cercado. <br />
<br />
La ejecución del mandato se le confió al Corregidor del Cercado, Juan Ortiz de Zárate. El Provisor del Arzobispado y Vicario General era don Antonio de Valcázar, quien obviamente resistió la intimación desaforada del Virrey. Cuenta Valcázar: “Forzados y contra su voluntad dejaban (los indios) cuanto tenían y se huían a los cañaverales. Los soldados iban a la caza de los fugitivos. Algunos de los indios se asilaron en la iglesia de San Lázaro, de donde fueron sacados por los oficiales reales”. Valcázar fue apresado por éstos, y un piquete de alabarderos lo llevó detenido a las galeras del Callao.<br />
<br />
A su llegada a Lima quedó Santo Toribio muy sorprendido e indignado por el atropello consumado contra los indios y contra su Vicario General. Pudo haber lanzado la excomunión. Por bien de paz no lo hizo; pero sí tomó la pluma para quejarse ante Felipe II de tamañas tropelías, descritas por el propio Vicario General en carta que iba adjunta. Hacía notar el Arzobispo la violencia ejercida por el Virrey “llevándome al Provisor al Callao con la guardia... siendo una persona tan principal y de mucha virtud y recogimiento, a quien Vuestra Alteza ha de hacer mucha merced, y yo amo y quiero mucho”.<ref>La carta de Valcázar es del 28 de abril y la de Mogrovejo, del 3 de marzo de 1591; citadas ambas por RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., t. II, 291-292.</ref><br />
<br />
Antes de proseguir con el relato de los hechos que se sucedieron luego de la reducción forzada de los indios pescadores de San Lázaro, conviene repasar las motivaciones de uno y otro lado, los provechos y perjuicios de la reducción única y de la independencia de las dos doctrinas. Para enteramos del punto de vista de los jesuitas, que coincidía en gran parte con el del Virrey, contamos con la carta de éste, fecha 27 de diciembre de 1590, al rey Felipe II.<ref>Publicada primero por LEVILLIER, Gobernantes del Perú, vol. XII, 175; y también, con mejor aparato crítico, en Antonio de EGAÑA S.I., Monumento Peruana IV (Boma, 1966), doc. 158, 644-649.</ref> <br />
<br />
Los indígenas de San Lázaro se hallaban en paraje muy precario, junto al río, con los riesgos de las riadas (huaicos) del verano, expuestos a los robos y vejaciones por parte de negros, mulatos y zambahigos “que entran y salen en esta ciudad y allí encubrían sus hurtos; y el clérigo que doctrina a estos indios era uno que habían echado de la Compañía de Jesús por no ser de la vida y ejemplo que profesa su Religión”. <br />
<br />
Añade el Virrey que la situación en el Cercado era muy otra, ya que los indios estaban muy bien atendidos y contaban con una iglesia, “la mejor que hay en todo este Arzobispado y más bien servida y proveída de ornamentos y música”. Y concluye el Virrey: ''“Y así he mandado reducir al Cercado todos los indios que estaban en San Lázaro y los que andaban vagando por esta ciudad, y les he puesto Corregidor que los ampare y defienda y los tengo en paz y justicia”''<ref>Se refiere a la iglesia de Santiago del Cercado, a cargo actualmente de los Padres Carmelitas Descalzos.</ref>.<br />
<br />
La posición del Arzobispado se halla contenida en la extensa carta del 23 de marzo de 1591, al monarca.<ref>Muy conocida, y publicada por mons. LISSÓN en su colección de documentos La Iglesia de España en el Perú (tomo III, 588-590); GARCÍA IRIGOYEN, o. c., II, 190-198 y RODRÍGUEZ VALENCIA (parcialmente), o. c., II, 288. La mejor edición es la de Monumento Peruana IV, ya citada, doc. 165, p. 678-691.</ref>Allí en primer término Santo Toribio lamenta que el traslado forzoso de los indios se haya hecho ''“con mucho sentimiento y dolor y lágrimas y perdimiento de haciendas de los indios, y daño y detrimento de la provisión de la ciudad, clero y pueblo y religiosos y la contradicción que de mi parte se ha hecho para que no los sacasen de la parroquia e iglesia que tenían en San Lázaro con su clérigo (Juan de San Martín)...”.'' <br />
<br />
Santo Toribio menciona al jesuita “hermano del mismo Virrey” (se refiere al padre Hernando de Mendoza) como cómplice en el desaguisado. Expone con detalle los excesos cometidos por parte del Virrey y de la Compañía; por ejemplo, el nombrar ésta un juez conservador, que defienda los derechos de la Orden en el fuero eclesiástico; prerrogativa contenida en la bula «Aequum reputamus» de Gregorio XIII del 25 de mayo de 1572. Este juez conservador sentenció que el Arzobispo lesionaba privilegios pontificios al reclamar la doctrina del Cercado. Creemos que es éste un caso más en la larga lista de querellas virreinales entre las órdenes religiosas (no sólo la Compañía) y los prelados diocesanos. La lista se haría más larga si añadimos los casos de roces entre el Real Patronato y el fuero episcopal puramente eclesiástico.<br />
<br />
El Arzobispo se lamenta de la preferencia que se da a los religiosos sobre los clérigos diocesanos en el otorgamiento de las doctrinas, y llega a decir: ''“yo estoy resuelto a no ordenar más clérigos por que no padezcan y se vean en necesidad, no habiendo en qué acomodarlos, y en los Obispados del Cuzco y Charcas me dicen hay muy grande número de clérigos y que a cada doctrina se oponen (en el concurso) veinte y treinta clérigos”''<ref>Monumento Peruana IV. 685</ref>.<br />
<br />
Pide el prelado a Felipe II que ordene a la Compañía abandonar la doctrina del Cercado “para poder acomodar en ella clérigos muy virtuosos y buenos lenguas [conocedores de las lenguas indígenas] e hijos de conquistadores”. Como se ve, y lo reconoce el Padre Egaña (anotador de «Monumenta Peruana» IV), en el fondo de la controversia latía el problema de la supervivencia y derogación de los privilegios de los regulares en Indias.<br />
<br />
Continúa en su carta Santo Toribio aduciendo la amistad entre el Virrey Hurtado de Mendoza y la Compañía para desfavorecer las causas del prelado. Señala que incluso los oidores de la Real Audiencia “no se atreven a hacer más de lo que él (el Virrey) quiere”. En este punto de la misiva arzobispal cita Mogrovejo la amenaza del Virrey: “dijo que yo no había de enviar persona ni papeles ni carta ni razón alguna Vuestra Alteza, y que me había de embarcar para Chile y de allí enviarme por el estrecho de Magallanes a España”.<br />
Es en este pasaje de la referida carta del 23 de marzo de 1591 donde aparece un importante rasgo autobiográfico de Santo Toribio, que suele mencionarse en las obras que cuenta su prodigiosa labor pastoral: ''“... habiendo ya trabajado tanto en este Arzobispado después de Vuestra Alteza me hizo merced, por tiempo de seis o siete años, discurriendo por él y habiendo andado... más ha de dos años, dos mil leguas y más entonces, y confirmado más de cuatrocientos y cincuenta mil ánimas, y después acá mucha más, con grandes trabajos de caminos y tierras muy ásperas y temples diferentes, viéndome yo y los que iban conmigo en mucho riesgo y peligro de vida...”''.<ref>Ibid., 687.</ref> <br />
<br />
Este párrafo obedece sin duda a la explicable indignación del Arzobispo ante las injustas y mezquinas acusaciones del Virrey, el cual en carta del 1 de mayo de 1590 al rey Felipe II incrimina al Santo de que «jamás» está en Lima, “y da por excusa que anda visitando su arzobispado, lo cual se tiene por mucho inconveniente... y también se mete en todas las cosas del Patronazgo... porque todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude, como sería razón, a las cosas de servicio de V.M., parece que convendría que V.M. le mandase ir a España, poniendo aquí un coadjutor, de todo lo cual me han informado los oidores de esta Audiencia y los clérigos de su misma Iglesia” ...<ref>LEVILLIER, o.c., 164.</ref>Palabras muy duras e injustas que muestran la incomprensión y malquerencia del Virrey hacia el Arzobispo.<br />
<br />
“Estoy admirado -añade Santo Toribio en su carta a Felipe II— que profesando los Padres de la Compañía tanta cristiandad y paz... no hayan atajado esto y venido en lo que todo el mundo aprobara, y parecerá bien siendo yo pastor de estas ovejas y estando a mi cargo el darles pasto espiritual”.<ref>Monumento. Peruana IV, p. 682.</ref>El biógrafo más notable de Santo Toribio -que lo es Vicente Rodríguez Valencia— comenta acerca de la polarización a que ha llegado el conflicto: <br />
<br />
“Y será hora ya de decimos qué siniestra fortuna es la de este gobernante aristócrata, que así trae envueltos en contiendas de jurisdicción, en vaivenes, en alharacas, en compromisos a estos dos poderes de cuya concordia y suma tan duraderos bienes venían lográndose para la Iglesia en Indias: el segundo Arzobispo de Lima y los jesuitas de la Provincia del Perú”.<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., tomo II, 304.</ref><br />
<br />
==Escalada del conflicto==<br />
<br />
Se había llegado a un punto en que las jurisdicciones locales, tanto de la Arquidiócesis como de la Provincia jesuita del Perú, resultaban ineficaces para dar solución al grave litigio. Era preciso esperar decisiones tanto de Madrid como de Roma. Es obvio que ambas partes litigantes se apresuraron a enviar los respectivos informes a las instancias europeas. Ya hemos dicho que tanto el Provisor Valcázar como el propio Arzobispo Mogrovejo habían escribo a Madrid (cartas del 28 de abril y 23 de marzo de 1591 respectivamente). Pero estas fechas poco significan en cuanto a celeridad de procedimientos. <br />
El Virrey tenía interés en que primero se conociese en Madrid su propia versión del conflicto del Cercado. Por ello recurrió a la estratagema de hacer retrasar los trámites iniciados en Lima por el Arzobispo. Las flotas de aquel tiempo salían sólo dos veces en el año. En primer lugar salieron de Lima los escritos y alegatos de García Hurtado de Mendoza con la flota de primavera; pero sin los de Santo Toribio. <br />
<br />
El Arzobispo incluso había decidido enviar personalmente al doctor Francisco García del Castillo, antiguo colegial del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo (tan querido al Prelado) para que informase «vivae vocis» de estos y otros asuntos a las autoridades madrileñas. García del Castillo tuvo, pues, que quedarse en Lima y esperar... la flota de otoño. En el mes de noviembre de 1591 se tramitaba en Madrid la sentencia del Consejo de Indias, que resultó favorable al Virrey y a los jesuitas.<br />
<br />
Por esa época Santo Toribio retiró a los jesuitas de la arquidiócesis de los llamados sermones «de tabla» que solían tener en la Catedral de Lima, y también les retiró las licencias de predicar. Así se lo informa el Provincial Atienza al Padre Aquaviva, General de la Compañía: “Hasta ahora no ha alzado el Arzobispo la prohibición que tiene puesta de que no admitan a predicar a los de la Compañía en los monasterios de monjas y parroquias” (carta del 21 de abril de 1592). Pero un mes después tal prohibición fue levantada, y el mismo Padre Atienza tiene la satisfacción de informar de ello al General (21 de mayo).<ref>En los Constituciones Sinodales de 1713 aparece la “Tabla de los Sermones que se predican en esta Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Los Reyes”. Además de los sermones reservados al Arzobispo y al Canónigo Magistral, los religiosos asumen la predicación en diversas festividades. Los jesuitas tienen asignados los siguientes días: domingo IV de Adviento, domingo primero de cuaresma, domingo 5to., Santísima Trinidad, San Felipe y Santiago, Santa María Magdalena, San Mateo y Todos los Santos (Constituciones Sinodales del Arzobispado de Lima. 1864, pp. 159-160).</ref><br />
<br />
Entretanto Santo Toribio seguía esperando respuesta de Madrid. Su alegato, intencionalmente retrasado en Lima, sólo pudo enviarlo a Madrid en la flota de otoño, mientras que el expediente del Virrey había salido con la flota de invierno. En la corte de Felipe II fue escuchado el parecer de Santo Toribio, expuesto por su fiel apoderado, el doctor Francisco García del Castillo. <br />
<br />
En el voluminoso expediente del Prelado de Lima se incluían: documentos relativos a la cuestión del Seminario de Los Reyes (levantado con la advocación de Sto. Toribio de Astorga), en cuyos asuntos también se había entrometido García Hurtado de Mendoza; documentos referentes a Doctrinas y papeles relativos al enojoso tema del Cercado. En resumen, las resoluciones del Consejo consisten en lo siguiente:<ref>RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., tomo II, pp. 322-324.</ref> <br />
<br />
1. Seminario Conciliar de Lima. El monarca manda que sea el Arzobispo quien lo administre, según lo ordena el Tridentino e incluso el Concilio III límense de 1583. Y que sea repuesto el escudo episcopal (arbitrariamente removido por el colérico Virrey el 20 de marzo de 1591), pero (matiz conciliatorio y salomónico de la resolución real) que se pongan, también las armas reales “en el más preeminente lugar”.<br />
<br />
2. Vuelta de los indios a su barrio de San Lázaro. Se concede la petición del Arzobispo: “que todos los indios que el Marqués de Cañete redujo y pobló en el Cercado de los que vivían en San Lázaro y en esta ciudad, vuelvan y pongan en el asiento de San Lázaro adonde estaban poblados por el Conde del Villar, y gocen de la libertad, quietud y sosiego”. Hay que reconocer que tanto el Virrey como los Oidores acataron la norma, como lo reconoció el propio Santo Toribio,<ref>Ibidem, 323.</ref>si bien hubo tardanzas y forcejeos. Para los indios y españoles el Arzobispo erigiría más tarde la vice-parroquia de San Lázaro, que fue la de Nuestra Señora de Copacabana, con su cofradía de indios.<br />
<br />
Después de tantas tensiones y contradicciones, debía llegar el momento de la reconciliación entre el Arzobispo y la Compañía de Jesús. Desgraciadamente el temperamento irascible del Virrey García Hurtado de Mendoza habría de mantener viva la llama de la inquina hacia el santo prelado. Sería muy larga la enumeración de las quejas, irritaciones, desaires y hasta acusaciones calumniosas -orales y escritas— por parte del Marqués de Cañete. <br />
Solamente haremos referencia a la reprensión pública al Arzobispo, ordenada por Real Cédula de Felipe II de 29 de diciembre de 1593. Con su habitual malquerencia hacia Santo Toribio, el Virrey se había quejado ante la corte madrileña de que el Arzobispo se quedaba con los dineros que el Regio Patronato destinaba a la organización del Seminario de Lima.<br />
<br />
Cuando llegó a Lima la cédula de reprensión, dada por los consejeros de Indias sin esperar el descargo del acusado, Santo Toribio se hallaba de visita pastoral en apartados pueblos de su arquidiócesis -la más extensa del mundo iberoamericano-; y no recibió las Reales Cédulas hasta el mes de junio de 1594.<br />
Se comprenderá el asombro de Santo Toribio al enterarse de tal cúmulo do cargos impertinentes y sobre todo infundados. Un cura párroco de esa época, Hernando Martínez, que había conocido de cerca al Arzobispo, dijo: “Da lástima y compasión que de un Prelado tan santo y de tanta virtud se presuma de que había de tomar lo ajeno... Y que tenga que abonar su persona siendo ejemplo de virtud”.<ref>Sumaría Información, citada por RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., H, 373-374.</ref> <br />
<br />
Felipe II estimó que “por la autoridad y decencia del Prelado no conviene que el Virrey le dé en estrados la reprensión pública que parece, sino aparte y en secreto...”.<ref>GARCÍA IRIGOYEN, o. c., tomo II, 171.</ref>León Pinelo acota sobre este punto: “La tradición que de este caso hay en Lima, que oí muchas veces contar es, que habiéndosela leído en el Acuerdo la cédula de reprehensión, sólo respondió el Santo Arzobispo: «Enojado estaba nuestro Rey, sea por amor de Dios, satisfarémosle, satisfarémosle». Y que el Virrey y los Oidores quedaron admirados de ver la paciencia con que llevó aquel pesar, que en otro sujeto de menos perfección causaría mucho disgusto y aun ira”.<ref>Ibid., p. 173.</ref><br />
<br />
Luego de esta digresión, volvamos al tema de la reconciliación de la autoridad civil con los padres jesuitas. En primer término es preciso tener en cuenta que el principal interesado en no agudizar las tensiones fue el propio Padre General, Claudio Aquaviva. Los testimonios que han sido publicados en «Monumenta Peruana» V son expresivos. <br />
En todas las cartas a sus súbditos en Lima, el Prepósito General les exhorta a la concordia y a deponer rencillas. Será ilustrativo corroborar esta afirmación siguiendo el orden cronológico de los despachos, el cual se basa indudablemente en las informaciones que Aquaviva va recibiendo de esta Capital. El Provincial del Perú, Padre Juan de Atienza le había escrito desde Lima el 27 de mayo de 1592:<br />
<br />
“La amistad con el señor Arzobispo de esta ciudad y los de su casa se ha ido continuando, a Dios gracias, y espero en Nuestro Señor- se satisfará Su Señoría cada día más del deseo que la Compañía tiene por servirle. Alzó ya Su Señoría la prohibición que tenía puesta a la Compañía en lo de los sermones, restituyéndole los sermones de tabla que solía predicar en la Iglesia mayor de esta ciudad, y avisando a las demás partes que podrían llamar a los de la Compañía y ayudarse de su doctrina y sermones, y así se comenzó a hacer esta Pascua de Espíritu Santo (17 de mayo de 1592), y con esto ha cesado toda esta pesadumbre, según la presente justicia, que entre Su Señoría y la Compañía ha habido”.<ref>Egaña, Monumenta Peruana, vol. V (Roma, 1970), doc. 26, pp. 109-110. Carta citada parcialmente por RODRIGUEZ VALENCIA, o. c., II, 327.</ref><br />
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==Solución del conflicto==<br />
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Sin haber llegado a conocer oportunamente la misiva anterior, el Padre Aquaviva le escribía al teólogo y profesor de la Universidad de San Marcos, adre. Esteban de Ávila, el 3 de agosto de 1592:<br />
<br />
“Yo holgara harto que no hubiera sucedido lo que me escriben pasa entre el señor Arzobispo y la Compañía porque demás de los disgustos que se atraviesan, ningún suceso que tenga un tal caso puede ser ganancioso, porque si la Compañía sale con su razón, deja disgustado y averso el Prelado; y si el Señor Arzobispo sale con lo que intenta, será con alguna quiebra en la reputación de los Nuestros y, según se puede temer, etiam (también) con algún daño de esos pobres indios”. <br />
Otra vez desde Roma el 3 de agosto de 1592, la carta se halla dirigida al propio Virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza (y se comprende el cuidado del remitente en escoger las palabras precisas):<br />
<br />
“Por muchas razones he sentido que entre el Arzobispo y la Compañía se haya ofrecido ocasión de menos paz y unión, porque como de la mucha que hasta aquí han tenido se han visto bonísimos efectos para gloria de Dios y ayuda de esos pobres indios, así se puede temer que la falta de ella impida mucho bien que se podría hacer en utilidad de las almas; y aunque reconozco la mucha merced que V.E. ha hecho a la Compañía de esta ocasión, y por ella esos Podres y yo nos hallamos de nuevo obligados a su servicio, siento también la parte de pena que a V.E. habrá dado este suceso. Pero consuélome de pensar que con su cristiano celo habrá dado en ello tal corte que a esta hora está todo acabado, de manera que esos Padres puedan servir y ayudar al Prelado, como yo lo deseo y ellos lo han procurado hacer hasta ahora”. <br />
El Padre General llega a expresar que él era partidario de dejar la doctrina de Santiago del Cercado “para ahorrar molestias”. Se deduce -comenta el compilador de «Monumenta Peruana», Padre Antonio de Egaña- que el Virrey “les había mandado a los jesuitas que no abandonaran la doctrina". <br />
En la misma fecha en que escribe el Virrey, le envía el General una carta al nuevo Provincial del Perú, Padre Juan Sebastián de la Parra (electo por Aquaviva el 25 de abril de 1591), en la que reitera los sentimientos de buscar la paz y la armonía con la autoridad civil. “Ya me parece que de España se ha enviado remedio y el Padre [Diego de] Zúñiga, [Procurador de la Provincia] llevó el duplicado. El Papa [Gregorio XIV] también envía un breve al Arzobispo en que le exhorta a unirse con nosotros, como lo verá en la copia” .<br />
Todavía el 5 de jumo de 1594, en nueva comunicación de Aquaviva al P. Sebastián, toma al objetivo de la concordia: “Aunque la concordia con el señor Arzobispo de Lima no haya sido en sus principios tan fervorosa, espero que a esta hora VV.RR. [Vuestras Reverencias] le habrán ganado de manera que la amistad antigua se haya renovado, sin que la quiebra pasada sea causa de menoscabar el servicio de Dios y ayuda de esa buena gente, que éste es el fin donde «deben enderezar las diligencias que en esta y en otra cualquiera materia se hicieren»”. <br />
Finalmente, en lo que respecta a las cartas de Aquaviva acerca del asunto del Cercado, hallamos aún una referencia a cierta desconfianza por parte del Arzobispo; como se desprende de la carta de 4 de julio de 1594: “Pésame que el señor Arzobispo no se sirva de los Nuestros como hasta aquí; espero de la caridad y prudencia de V.R. y de esos ‘Padres que poco a poco le irán ganando de manera que torne a su antigua devoción”. <br />
Sin embargo, hay que reconocer que la presencia en Lima del Virrey García Hurtado de Mendoza seguía obstaculizando el regreso de los indios pescadores al barrio de San Lázaro. Por fin llegó la orden de Felipe II para que regresase a España el autocrático gobernante. Aquaviva dispuso que también hiciese el viaje a la Península el jesuita Hernando de Mendoza, hermano del Virrey. Así lo hizo éste. Tuvo que asistir durante la navegación -en la escala de Panamá- a la muerte de su cuñada, la esposa del Virrey, doña Teresa de Castro, ocurrida en un día no precisado de mayo de 1596. <br />
Un hecho doloroso que sirvió para acercar a Santo Toribio a los jesuitas fue el inesperado fallecimiento del Provincial Juan de Atienza, el día 1 de noviembre de 1592. La «Crónica anónima» de la Provincia Peruana dice sobre el particular: “el mismo Arzobispo predicando el mismo día en su Iglesia catedral... dijo grandes alabanzas del difunto, envolviendo sus palabras en lágrimas por la falta de una persona tan útil a la república” . Y no sólo eso. A la ceremonia del entierro del Padre Atienza se hizo presente Santo Toribio de Mogrovejo. <br />
Con la llegada del nuevo Virrey Luis de Velasco continuaron las buenas relaciones entre el Arzobispo de Lima y los jesuitas. Hay de ello suficientes pruebas. Rodríguez Valencia, el acucioso biógrafo del Santo, no deja de mencionarlas. El Padre Aquaviva escribe al Padre Rodrigo de Cabredo que la Orden le servirá “en lo que se pudiese, y lo que por medio de los Nuestros no se pudiese hacer, se negociará por medio de algún seglar”. Y al propio Arzobispo le reitera en la misma fecha (13 de noviembre de 1600) semejante benevolencia. <br />
Otro hecho significativo. Sabido es que la visita «ad limina» era obligatoria cada cierto tiempo para los prelados. Pero, dada la gran distancia entre el Perú y Roma, quedaba autorizada la visita por medio de procuradores. En 1601 Santo Toribio nombra como tales a los padres Diego de Torres y Pablo José de Amaga. Fueron éstos los que condujeron a Roma la Relación diocesana de 1601, juntamente con la de los obispos sufragáneos de Lima. <br />
CONCLUSIÓN<br />
Del atento estudio de las fuentes que tratan del Conflicto de la Doctrina de Santiago del Cercado, se infiere que el gran responsable de la forma en que se condujo este asunto fue el Virrey García Hurtado de Mendoza. Aun suponiendo que hubiese razones pastorales de peso en el plan de llevar a los pescadores de San Lázaro al Cercado, los modos que se utilizaron no pueden ser aprobados. <br />
El Padre Rubén Vargas Ugarte S.J., tanto en su «Historia de la Iglesia en el Perú» como en su «Historia de la Compañía de Jesús en el Perú», con su característica franqueza señala la “altanería y terquedad” del Virrey; el derecho que el Arzobispo Mogrovejo tenía para visitar las doctrinas de su jurisdicción; y el inconveniente de que los religiosos adujesen privilegios de exención, los que terminaron por ser suprimidos en 1611 por el Papa Paulo V (Borghese).<br />
No hay duda de que el conflicto del Cercado y, en general, el período gobernativo del Virrey García Hurtado de Mendoza han quedado bien tipificados en los procesos de beatificación de Santo Toribio. Todos los testigos (y son más de un centenar) coinciden en que el Prelado límense ejercitó heroicamente las virtudes de paciencia, fortaleza, humildad y mansedumbre, que le han valido el loor de la Iglesia para siempre. Nunca se le vio alterado ni iracundo; al contrario daba gracias a Dios, alegrándose de poder padecer a imitación de Jesucristo.<br />
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==NOTAS==<br />
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<references/></div>
Vrosasr
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LIMA. El conflicto de la doctrina del Cercado (1590-1592)
2023-09-03T00:55:36Z
<p>Vrosasr: </p>
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<div>==Figura del virrey Hurtado de Mendoza==<br />
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La aparición en 1590 en la escena peruana del virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y antiguo gobernador de Chile, tuvo aspectos positivos en los campos administrativo y financiero, así como en los políticos y sociales. Activó el sistema de alcabalas y almojarifazgos; moderó las pretensiones de los corregidores de indios, propensos siempre a abusar del cargo; animó las flotas de galeones de mercancías y otros empeños circunstanciales.<br />
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Desgraciadamente tuvo el personaje graves defectos de carácter. Altanero y atrabiliario, su autoritarismo le condujo a censurables excesos. Los biógrafos de Santo Toribio no dejan de resaltar esas taras temperamentales. Según Rodríguez Valencia, el virrey es ''“vanidoso y violento, y estas dos notas de su carácter le inutilizaron para todo buen gobierno en su vida de contacto y relación”''<ref>Vicente RODRÍGUEZ VALENCIA, Santo Toribio de Mogrovejo, organizador y apóstol de Sur-América. (Madrid, 1957), t. II, p. 349.</ref> . Rubén Vargas Ugarte S.J. destaca su ''“altanería y terquedad”''<ref>Rubén VARGAS UGARTE S.J., Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, tomo II (1568-1620), (Burgos, 1963), p. 189.</ref>, y José Antonio Benito, la importunidad de la que dio prueba el virrey en sus actuaciones.<ref>José Antonio BENITO, Crisol de lazos solidarios Toribio. Alfonso Mogrovejo. (Lima, 2001), p. 175.</ref><br />
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Si a eso añadimos que García Hurtado de Mendoza era en el Perú el titular del Regio Patronato Indiano, con las desbordantes prerrogativas de tal institución frente a la Iglesia, tendremos una idea bastante aproximada de las actitudes de prepotencia que mostró el virrey durante el gobierno eclesiástico de Santo Toribio. Por lo general los virreyes eran celosos en la guarda del Patronato; pero el marqués de Cañete convirtió el celo en avasallamiento del fuero episcopal, y no se detuvo ni ante la acusación calumniosa. Esta fue una de las cruces más duras de Toribio Alfonso de Mogrovejo y uno de los capítulos más edificantes en el proceso de beatificación.<br />
<br />
El «Cercado»<br />
Hacia 1563, cuando aún no habían llegado los jesuitas a Lima, existía al otro lado del río Rímac el barrio de San Lázaro, en el cual se asentaron muchos indios camaroneros [pescadores de camarones]. Cuando los jesuitas asumen la Doctrina de Santiago del Cercado, consideraron conveniente —para fines pastorales— que se uniesen allá también los nativos de San Lázaro. El 18 de enero de 1585 el padre Juan de Aguilar hizo la correspondiente petición al Cabildo limeño. Por lo pronto no hubo respuesta.<br />
El 25 de febrero de 1588 el Cabildo tomó más bien la decisión de pedir al virrey Torres y Portugal y al Arzobispo que se erigiera en San Lázaro una parroquia para atender espiritualmente a los numerosos indios de ese sector de la capital. El prelado dispuso que el barrio de pescadores fuera atendido por curas diocesanos versados en lengua indígena: el canónigo Balboa, después el doctor Zapata y por fin don Alonso de Huerta. El mismo Santo Toribio se interesaba por esta Doctrina.<br />
Reunidos los indios a un costado de la Catedral los días domingos, el Arzobispo vestido de pontifical y con el báculo en la mano hacía la explicación del Catecismo del Concilio límense en quechua y castellano. ''“Yo asimismo el tiempo que estoy en esta ciudad hago lo propio, predicándoles en la lengua, y a los españoles, y a los demás que me entienden, declarando el evangelio (...). Era de mucha edificación para el pueblo verlos venir con sus pendones en procesión desde San Lázaro a la Iglesia Mayor por medio de la plaza, con muy buen orden, y el cura con ellos, según y cómo en el tiempo del doctor Balboa se acostumbraba”''.<ref>Carlos GARCÍA IRIGOYEN, Santo Toribio, tomo I (Lima, 1906), p. 97-98. 176</ref><br />
<br />
Con la llegada del virrey García Hurtado de Mendoza las cosas iban a cambiar. Venía a Lima el nuevo gobernante en compañía de su hermano, el sacerdote jesuita Hernando de Mendoza, cuya presencia en el Perú la había solicitado el mismo virrey al General de la Compañía, padre Claudio Aquaviva. En cuanto al carácter del sacerdote, era muy distinto de su hermano. No estaba muy bien de salud (padecía algún mal cardíaco), era muy observante y no le agradaba meterse en asuntos de la administración virreinal. El padre Hernando fue destinado por el Provincial Juan de Atienza a la doctrina de Santiago del Cercado, cuyo superior era el padre Juan de Aguilar.<br />
Inicios del conflicto entre el Virrey y el Arzobispo<br />
<br />
Los sucesos ocurrieron con la violencia que era de temerse cuando intervenía García Hurtado de Mendoza. Estamos a 28 de agosto de 1590. Mogrovejo no se hallaba en Lima, sino en Visita Pastoral; pero habría de llegar pronto, pues el IV concilio provincial límense estaba convocado para el 18 de octubre. El Virrey ordenó que de inmediato se procediese al traslado de los indios de San Lázaro a la Reducción del Cercado. <br />
<br />
La ejecución del mandato se le confió al Corregidor del Cercado, Juan Ortiz de Zárate. El Provisor del Arzobispado y Vicario General era don Antonio de Valcázar, quien obviamente resistió la intimación desaforada del Virrey. Cuenta Valcázar: “Forzados y contra su voluntad dejaban (los indios) cuanto tenían y se huían a los cañaverales. Los soldados iban a la caza de los fugitivos. Algunos de los indios se asilaron en la iglesia de San Lázaro, de donde fueron sacados por los oficiales reales”. Valcázar fue apresado por éstos, y un piquete de alabarderos lo llevó detenido a las galeras del Callao.<br />
<br />
A su llegada a Lima quedó Santo Toribio muy sorprendido e indignado por el atropello consumado contra los indios y contra su Vicario General. Pudo haber lanzado la excomunión. Por bien de paz no lo hizo; pero sí tomó la pluma para quejarse ante Felipe II de tamañas tropelías, descritas por el propio Vicario General en carta que iba adjunta. Hacía notar el Arzobispo la violencia ejercida por el Virrey “llevándome al Provisor al Callao con la guardia... siendo una persona tan principal y de mucha virtud y recogimiento, a quien Vuestra Alteza ha de hacer mucha merced, y yo amo y quiero mucho”.<ref>La carta de Valcázar es del 28 de abril y la de Mogrovejo, del 3 de marzo de 1591; citadas ambas por RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., t. II, 291-292.</ref><br />
<br />
Antes de proseguir con el relato de los hechos que se sucedieron luego de la reducción forzada de los indios pescadores de San Lázaro, conviene repasar las motivaciones de uno y otro lado, los provechos y perjuicios de la reducción única y de la independencia de las dos doctrinas. Para enteramos del punto de vista de los jesuitas, que coincidía en gran parte con el del Virrey, contamos con la carta de éste, fecha 27 de diciembre de 1590, al rey Felipe II.<ref>Publicada primero por LEVILLIER, Gobernantes del Perú, vol. XII, 175; y también, con mejor aparato crítico, en Antonio de EGAÑA S.I., Monumento Peruana IV (Boma, 1966), doc. 158, 644-649.</ref> <br />
<br />
Los indígenas de San Lázaro se hallaban en paraje muy precario, junto al río, con los riesgos de las riadas (huaicos) del verano, expuestos a los robos y vejaciones por parte de negros, mulatos y zambahigos “que entran y salen en esta ciudad y allí encubrían sus hurtos; y el clérigo que doctrina a estos indios era uno que habían echado de la Compañía de Jesús por no ser de la vida y ejemplo que profesa su Religión”. <br />
<br />
Añade el Virrey que la situación en el Cercado era muy otra, ya que los indios estaban muy bien atendidos y contaban con una iglesia, “la mejor que hay en todo este Arzobispado y más bien servida y proveída de ornamentos y música”. Y concluye el Virrey: ''“Y así he mandado reducir al Cercado todos los indios que estaban en San Lázaro y los que andaban vagando por esta ciudad, y les he puesto Corregidor que los ampare y defienda y los tengo en paz y justicia”''<ref>Se refiere a la iglesia de Santiago del Cercado, a cargo actualmente de los Padres Carmelitas Descalzos.</ref>.<br />
<br />
La posición del Arzobispado se halla contenida en la extensa carta del 23 de marzo de 1591, al monarca.<ref>Muy conocida, y publicada por mons. LISSÓN en su colección de documentos La Iglesia de España en el Perú (tomo III, 588-590); GARCÍA IRIGOYEN, o. c., II, 190-198 y RODRÍGUEZ VALENCIA (parcialmente), o. c., II, 288. La mejor edición es la de Monumento Peruana IV, ya citada, doc. 165, p. 678-691.</ref>Allí en primer término Santo Toribio lamenta que el traslado forzoso de los indios se haya hecho ''“con mucho sentimiento y dolor y lágrimas y perdimiento de haciendas de los indios, y daño y detrimento de la provisión de la ciudad, clero y pueblo y religiosos y la contradicción que de mi parte se ha hecho para que no los sacasen de la parroquia e iglesia que tenían en San Lázaro con su clérigo (Juan de San Martín)...”.'' <br />
<br />
Santo Toribio menciona al jesuita “hermano del mismo Virrey” (se refiere al padre Hernando de Mendoza) como cómplice en el desaguisado. Expone con detalle los excesos cometidos por parte del Virrey y de la Compañía; por ejemplo, el nombrar ésta un juez conservador, que defienda los derechos de la Orden en el fuero eclesiástico; prerrogativa contenida en la bula «Aequum reputamus» de Gregorio XIII del 25 de mayo de 1572. Este juez conservador sentenció que el Arzobispo lesionaba privilegios pontificios al reclamar la doctrina del Cercado. Creemos que es éste un caso más en la larga lista de querellas virreinales entre las órdenes religiosas (no sólo la Compañía) y los prelados diocesanos. La lista se haría más larga si añadimos los casos de roces entre el Real Patronato y el fuero episcopal puramente eclesiástico.<br />
<br />
El Arzobispo se lamenta de la preferencia que se da a los religiosos sobre los clérigos diocesanos en el otorgamiento de las doctrinas, y llega a decir: ''“yo estoy resuelto a no ordenar más clérigos por que no padezcan y se vean en necesidad, no habiendo en qué acomodarlos, y en los Obispados del Cuzco y Charcas me dicen hay muy grande número de clérigos y que a cada doctrina se oponen (en el concurso) veinte y treinta clérigos”''<ref>Monumento Peruana IV. 685</ref>.<br />
<br />
Pide el prelado a Felipe II que ordene a la Compañía abandonar la doctrina del Cercado “para poder acomodar en ella clérigos muy virtuosos y buenos lenguas [conocedores de las lenguas indígenas] e hijos de conquistadores”. Como se ve, y lo reconoce el Padre Egaña (anotador de «Monumenta Peruana» IV), en el fondo de la controversia latía el problema de la supervivencia y derogación de los privilegios de los regulares en Indias.<br />
<br />
Continúa en su carta Santo Toribio aduciendo la amistad entre el Virrey Hurtado de Mendoza y la Compañía para desfavorecer las causas del prelado. Señala que incluso los oidores de la Real Audiencia “no se atreven a hacer más de lo que él (el Virrey) quiere”. En este punto de la misiva arzobispal cita Mogrovejo la amenaza del Virrey: “dijo que yo no había de enviar persona ni papeles ni carta ni razón alguna Vuestra Alteza, y que me había de embarcar para Chile y de allí enviarme por el estrecho de Magallanes a España”.<br />
Es en este pasaje de la referida carta del 23 de marzo de 1591 donde aparece un importante rasgo autobiográfico de Santo Toribio, que suele mencionarse en las obras que cuenta su prodigiosa labor pastoral: ''“... habiendo ya trabajado tanto en este Arzobispado después de Vuestra Alteza me hizo merced, por tiempo de seis o siete años, discurriendo por él y habiendo andado... más ha de dos años, dos mil leguas y más entonces, y confirmado más de cuatrocientos y cincuenta mil ánimas, y después acá mucha más, con grandes trabajos de caminos y tierras muy ásperas y temples diferentes, viéndome yo y los que iban conmigo en mucho riesgo y peligro de vida...”''.<ref>Ibid., 687.</ref> <br />
<br />
Este párrafo obedece sin duda a la explicable indignación del Arzobispo ante las injustas y mezquinas acusaciones del Virrey, el cual en carta del 1 de mayo de 1590 al rey Felipe II incrimina al Santo de que «jamás» está en Lima, “y da por excusa que anda visitando su arzobispado, lo cual se tiene por mucho inconveniente... y también se mete en todas las cosas del Patronazgo... porque todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude, como sería razón, a las cosas de servicio de V.M., parece que convendría que V.M. le mandase ir a España, poniendo aquí un coadjutor, de todo lo cual me han informado los oidores de esta Audiencia y los clérigos de su misma Iglesia” ...Palabras muy duras e injustas que muestran la incomprensión y malquerencia del Virrey hacia el Arzobispo.<br />
<br />
“Estoy admirado -añade Santo Toribio en su carta a Felipe II— que profesando los Padres de la Compañía tanta cristiandad y paz... no hayan atajado esto y venido en lo que todo el mundo aprobara, y parecerá bien siendo yo pastor de estas ovejas y estando a mi cargo el darles pasto espiritual”. El biógrafo más notable de Santo Toribio -que lo es Vicente Rodríguez Valencia— comenta acerca de la polarización a que ha llegado el conflicto: <br />
<br />
“Y será hora ya de decimos qué siniestra fortuna es la de este gobernante aristócrata, que así trae envueltos en contiendas de jurisdicción, en vaivenes, en alharacas, en compromisos a estos dos poderes de cuya concordia y suma tan duraderos bienes venían lográndose para la Iglesia en Indias: el segundo Arzobispo de Lima y los jesuitas de la Provincia del Perú”. <br />
Escalada del conflicto<br />
Se había llegado a un punto en que las jurisdicciones locales, tanto de la Arquidiócesis como de la Provincia jesuita del Perú, resultaban ineficaces para dar solución al grave litigio. Era preciso esperar decisiones tanto de Madrid como de Roma. Es obvio que ambas partes litigantes se apresuraron a enviar los respectivos informes a las instancias europeas. Ya hemos dicho que tanto el Provisor Valcázar como el propio Arzobispo Mogrovejo habían escribo a Madrid (cartas del 28 de abril y 23 de marzo de 1591 respectivamente). Pero estas fechas poco significan en cuanto a celeridad de procedimientos. <br />
El Virrey tenía interés en que primero se conociese en Madrid su propia versión del conflicto del Cercado. Por ello recurrió a la estratagema de hacer retrasar los trámites iniciados en Lima por el Arzobispo. Las flotas de aquel tiempo salían sólo dos veces en el año. En primer lugar salieron de Lima los escritos y alegatos de García Hurtado de Mendoza con la flota de primavera; pero sin los de Santo Toribio. <br />
El Arzobispo incluso había decidido enviar personalmente al doctor Francisco García del Castillo, antiguo colegial del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo (tan querido al Prelado) para que informase «vivae vocis» de estos y otros asuntos a las autoridades madrileñas. García del Castillo tuvo, pues, que quedarse en Lima y esperar... la flota de otoño. En el mes de noviembre de 1591 se tramitaba en Madrid la sentencia del Consejo de Indias, que resultó favorable al Virrey y a los jesuitas.<br />
Por esa época Santo Toribio retiró a los jesuitas de la arquidiócesis de los llamados sermones «de tabla» que solían tener en la Catedral de Lima, y también les retiró las licencias de predicar. Así se lo informa el Provincial Atienza al Padre Aquaviva, General de la Compañía: “Hasta ahora no ha alzado el Arzobispo la prohibición que tiene puesta de que no admitan a predicar a los de la Compañía en los monasterios de monjas y parroquias” (carta del 21 de abril de 1592). Pero un mes después tal prohibición fue levantada, y el mismo Padre Atienza tiene la satisfacción de informar de ello al General (21 de mayo). <br />
Entretanto Santo Toribio seguía esperando respuesta de Madrid. Su alegato, intencionalmente retrasado en Lima, sólo pudo enviarlo a Madrid en la flota de otoño, mientras que el expediente del Virrey había salido con la flota de invierno. En la corte de Felipe II fue escuchado el parecer de Santo Toribio, expuesto por su fiel apoderado, el doctor Francisco García del Castillo. <br />
En el voluminoso expediente del Prelado de Lima se incluían: documentos relativos a la cuestión del Seminario de Los Reyes (levantado con la advocación de Sto. Toribio de Astorga), en cuyos asuntos también se había entrometido García Hurtado de Mendoza; documentos referentes a Doctrinas y papeles relativos al enojoso tema del Cercado. En resumen, las resoluciones del Consejo consisten en lo siguiente: <br />
1. Seminario Conciliar de Lima. El monarca manda que sea el Arzobispo quien lo administre, según lo ordena el Tridentino e incluso el Concilio III límense de 1583. Y que sea repuesto el escudo episcopal (arbitrariamente removido por el colérico Virrey el 20 de marzo de 1591), pero (matiz conciliatorio y salomónico de la resolución real) que se pongan, también las armas reales “en el más preeminente lugar”.<br />
2. Vuelta de los indios a su barrio de San Lázaro. Se concede la petición del Arzobispo: “que todos los indios que el Marqués de Cañete redujo y pobló en el Cercado de los que vivían en San Lázaro y en esta ciudad, vuelvan y pongan en el asiento de San Lázaro adonde estaban poblados por el Conde del Villar, y gocen de la libertad, quietud y sosiego”. Hay que reconocer que tanto el Virrey como los Oidores acataron la norma, como lo reconoció el propio Santo Toribio, si bien hubo tardanzas y forcejeos. Para los indios y españoles el Arzobispo erigiría más tarde la vice-parroquia de San Lázaro, que fue la de Nuestra Señora de Copacabana, con su cofradía de indios.<br />
Después de tantas tensiones y contradicciones, debía llegar el momento de la reconciliación entre el Arzobispo y la Compañía de Jesús. Desgraciadamente el temperamento irascible del Virrey García Hurtado de Mendoza habría de mantener viva la llama de la inquina hacia el santo prelado. Sería muy larga la enumeración de las quejas, irritaciones, desaires y hasta acusaciones calumniosas -orales y escritas— por parte del Marqués de Cañete. <br />
Solamente haremos referencia a la reprensión pública al Arzobispo, ordenada por Real Cédula de Felipe II de 29 de diciembre de 1593. Con su habitual malquerencia hacia Santo Toribio, el Virrey se había quejado ante la corte madrileña de que el Arzobispo se quedaba con los dineros que el Regio Patronato destinaba a la organización del Seminario de Lima.<br />
Cuando llegó a Lima la cédula de reprensión, dada por los consejeros de Indias sin esperar el descargo del acusado, Santo Toribio se hallaba de visita pastoral en apartados pueblos de su arquidiócesis -la más extensa del mundo iberoamericano-; y no recibió las Reales Cédulas hasta el mes de junio de 1594.<br />
Se comprenderá el asombro de Santo Toribio al enterarse de tal cúmulo do cargos impertinentes y sobre todo infundados. Un cura párroco de esa época, Hernando Martínez, que había conocido de cerca al Arzobispo, dijo: “Da lástima y compasión que de un Prelado tan santo y de tanta virtud se presuma de que había de tomar lo ajeno... Y que tenga que abonar su persona siendo ejemplo de virtud”. <br />
Felipe II estimó que “por la autoridad y decencia del Prelado no conviene que el Virrey le dé en estrados la reprensión pública que parece, sino aparte y en secreto...”. León Pinelo acota sobre este punto: “La tradición que de este caso hay en Lima, que oí muchas veces contar es, que habiéndosela leído en el Acuerdo la cédula de reprehensión, sólo respondió el Santo Arzobispo: «Enojado estaba nuestro Rey, sea por amor de Dios, satisfarémosle, satisfarémosle». Y que el Virrey y los Oidores quedaron admirados de ver la paciencia con que llevó aquel pesar, que en otro sujeto de menos perfección causaría mucho disgusto y aun ira”. <br />
Luego de esta digresión, volvamos al tema de la reconciliación de la autoridad civil con los padres jesuitas. En primer término es preciso tener en cuenta que el principal interesado en no agudizar las tensiones fue el propio Padre General, Claudio Aquaviva. Los testimonios que han sido publicados en «Monumenta Peruana» V son expresivos. <br />
En todas las cartas a sus súbditos en Lima, el Prepósito General les exhorta a la concordia y a deponer rencillas. Será ilustrativo corroborar esta afirmación siguiendo el orden cronológico de los despachos, el cual se basa indudablemente en las informaciones que Aquaviva va recibiendo de esta Capital. El Provincial del Perú, Padre Juan de Atienza le había escrito desde Lima el 27 de mayo de 1592:<br />
“La amistad con el señor Arzobispo de esta ciudad y los de su casa se ha ido continuando, a Dios gracias, y espero en Nuestro Señor- se satisfará Su Señoría cada día más del deseo que la Compañía tiene por servirle. Alzó ya Su Señoría la prohibición que tenía puesta a la Compañía en lo de los sermones, restituyéndole los sermones de tabla que solía predicar en la Iglesia mayor de esta ciudad, y avisando a las demás partes que podrían llamar a los de la Compañía y ayudarse de su doctrina y sermones, y así se comenzó a hacer esta Pascua de Espíritu Santo (17 de mayo de 1592), y con esto ha cesado toda esta pesadumbre, según la presente justicia, que entre Su Señoría y la Compañía ha habido”. <br />
Solución del conflicto<br />
Sin haber llegado a conocer oportunamente la misiva anterior, el Padre Aquaviva le escribía al teólogo y profesor de la Universidad de San Marcos, adre. Esteban de Ávila, el 3 de agosto de 1592:<br />
“Yo holgara harto que no hubiera sucedido lo que me escriben pasa entre el señor Arzobispo y la Compañía porque demás de los disgustos que se atraviesan, ningún suceso que tenga un tal caso puede ser ganancioso, porque si la Compañía sale con su razón, deja disgustado y averso el Prelado; y si el Señor Arzobispo sale con lo que intenta, será con alguna quiebra en la reputación de los Nuestros y, según se puede temer, etiam (también) con algún daño de esos pobres indios”. <br />
Otra vez desde Roma el 3 de agosto de 1592, la carta se halla dirigida al propio Virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza (y se comprende el cuidado del remitente en escoger las palabras precisas):<br />
“Por muchas razones he sentido que entre el Arzobispo y la Compañía se haya ofrecido ocasión de menos paz y unión, porque como de la mucha que hasta aquí han tenido se han visto bonísimos efectos para gloria de Dios y ayuda de esos pobres indios, así se puede temer que la falta de ella impida mucho bien que se podría hacer en utilidad de las almas; y aunque reconozco la mucha merced que V.E. ha hecho a la Compañía de esta ocasión, y por ella esos Podres y yo nos hallamos de nuevo obligados a su servicio, siento también la parte de pena que a V.E. habrá dado este suceso. Pero consuélome de pensar que con su cristiano celo habrá dado en ello tal corte que a esta hora está todo acabado, de manera que esos Padres puedan servir y ayudar al Prelado, como yo lo deseo y ellos lo han procurado hacer hasta ahora”. <br />
El Padre General llega a expresar que él era partidario de dejar la doctrina de Santiago del Cercado “para ahorrar molestias”. Se deduce -comenta el compilador de «Monumenta Peruana», Padre Antonio de Egaña- que el Virrey “les había mandado a los jesuitas que no abandonaran la doctrina". <br />
En la misma fecha en que escribe el Virrey, le envía el General una carta al nuevo Provincial del Perú, Padre Juan Sebastián de la Parra (electo por Aquaviva el 25 de abril de 1591), en la que reitera los sentimientos de buscar la paz y la armonía con la autoridad civil. “Ya me parece que de España se ha enviado remedio y el Padre [Diego de] Zúñiga, [Procurador de la Provincia] llevó el duplicado. El Papa [Gregorio XIV] también envía un breve al Arzobispo en que le exhorta a unirse con nosotros, como lo verá en la copia” .<br />
Todavía el 5 de jumo de 1594, en nueva comunicación de Aquaviva al P. Sebastián, toma al objetivo de la concordia: “Aunque la concordia con el señor Arzobispo de Lima no haya sido en sus principios tan fervorosa, espero que a esta hora VV.RR. [Vuestras Reverencias] le habrán ganado de manera que la amistad antigua se haya renovado, sin que la quiebra pasada sea causa de menoscabar el servicio de Dios y ayuda de esa buena gente, que éste es el fin donde «deben enderezar las diligencias que en esta y en otra cualquiera materia se hicieren»”. <br />
Finalmente, en lo que respecta a las cartas de Aquaviva acerca del asunto del Cercado, hallamos aún una referencia a cierta desconfianza por parte del Arzobispo; como se desprende de la carta de 4 de julio de 1594: “Pésame que el señor Arzobispo no se sirva de los Nuestros como hasta aquí; espero de la caridad y prudencia de V.R. y de esos ‘Padres que poco a poco le irán ganando de manera que torne a su antigua devoción”. <br />
Sin embargo, hay que reconocer que la presencia en Lima del Virrey García Hurtado de Mendoza seguía obstaculizando el regreso de los indios pescadores al barrio de San Lázaro. Por fin llegó la orden de Felipe II para que regresase a España el autocrático gobernante. Aquaviva dispuso que también hiciese el viaje a la Península el jesuita Hernando de Mendoza, hermano del Virrey. Así lo hizo éste. Tuvo que asistir durante la navegación -en la escala de Panamá- a la muerte de su cuñada, la esposa del Virrey, doña Teresa de Castro, ocurrida en un día no precisado de mayo de 1596. <br />
Un hecho doloroso que sirvió para acercar a Santo Toribio a los jesuitas fue el inesperado fallecimiento del Provincial Juan de Atienza, el día 1 de noviembre de 1592. La «Crónica anónima» de la Provincia Peruana dice sobre el particular: “el mismo Arzobispo predicando el mismo día en su Iglesia catedral... dijo grandes alabanzas del difunto, envolviendo sus palabras en lágrimas por la falta de una persona tan útil a la república” . Y no sólo eso. A la ceremonia del entierro del Padre Atienza se hizo presente Santo Toribio de Mogrovejo. <br />
Con la llegada del nuevo Virrey Luis de Velasco continuaron las buenas relaciones entre el Arzobispo de Lima y los jesuitas. Hay de ello suficientes pruebas. Rodríguez Valencia, el acucioso biógrafo del Santo, no deja de mencionarlas. El Padre Aquaviva escribe al Padre Rodrigo de Cabredo que la Orden le servirá “en lo que se pudiese, y lo que por medio de los Nuestros no se pudiese hacer, se negociará por medio de algún seglar”. Y al propio Arzobispo le reitera en la misma fecha (13 de noviembre de 1600) semejante benevolencia. <br />
Otro hecho significativo. Sabido es que la visita «ad limina» era obligatoria cada cierto tiempo para los prelados. Pero, dada la gran distancia entre el Perú y Roma, quedaba autorizada la visita por medio de procuradores. En 1601 Santo Toribio nombra como tales a los padres Diego de Torres y Pablo José de Amaga. Fueron éstos los que condujeron a Roma la Relación diocesana de 1601, juntamente con la de los obispos sufragáneos de Lima. <br />
CONCLUSIÓN<br />
Del atento estudio de las fuentes que tratan del Conflicto de la Doctrina de Santiago del Cercado, se infiere que el gran responsable de la forma en que se condujo este asunto fue el Virrey García Hurtado de Mendoza. Aun suponiendo que hubiese razones pastorales de peso en el plan de llevar a los pescadores de San Lázaro al Cercado, los modos que se utilizaron no pueden ser aprobados. <br />
El Padre Rubén Vargas Ugarte S.J., tanto en su «Historia de la Iglesia en el Perú» como en su «Historia de la Compañía de Jesús en el Perú», con su característica franqueza señala la “altanería y terquedad” del Virrey; el derecho que el Arzobispo Mogrovejo tenía para visitar las doctrinas de su jurisdicción; y el inconveniente de que los religiosos adujesen privilegios de exención, los que terminaron por ser suprimidos en 1611 por el Papa Paulo V (Borghese).<br />
No hay duda de que el conflicto del Cercado y, en general, el período gobernativo del Virrey García Hurtado de Mendoza han quedado bien tipificados en los procesos de beatificación de Santo Toribio. Todos los testigos (y son más de un centenar) coinciden en que el Prelado límense ejercitó heroicamente las virtudes de paciencia, fortaleza, humildad y mansedumbre, que le han valido el loor de la Iglesia para siempre. Nunca se le vio alterado ni iracundo; al contrario daba gracias a Dios, alegrándose de poder padecer a imitación de Jesucristo.<br />
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==NOTAS==<br />
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<references/></div>
Vrosasr
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LIMA. El conflicto de la doctrina del Cercado (1590-1592)
2023-09-03T00:48:09Z
<p>Vrosasr: </p>
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<div>==Figura del virrey Hurtado de Mendoza==<br />
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La aparición en 1590 en la escena peruana del virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y antiguo gobernador de Chile, tuvo aspectos positivos en los campos administrativo y financiero, así como en los políticos y sociales. Activó el sistema de alcabalas y almojarifazgos; moderó las pretensiones de los corregidores de indios, propensos siempre a abusar del cargo; animó las flotas de galeones de mercancías y otros empeños circunstanciales.<br />
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Desgraciadamente tuvo el personaje graves defectos de carácter. Altanero y atrabiliario, su autoritarismo le condujo a censurables excesos. Los biógrafos de Santo Toribio no dejan de resaltar esas taras temperamentales. Según Rodríguez Valencia, el virrey es ''“vanidoso y violento, y estas dos notas de su carácter le inutilizaron para todo buen gobierno en su vida de contacto y relación”''<ref>Vicente RODRÍGUEZ VALENCIA, Santo Toribio de Mogrovejo, organizador y apóstol de Sur-América. (Madrid, 1957), t. II, p. 349.</ref> . Rubén Vargas Ugarte S.J. destaca su ''“altanería y terquedad”''<ref>Rubén VARGAS UGARTE S.J., Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, tomo II (1568-1620), (Burgos, 1963), p. 189.</ref>, y José Antonio Benito, la importunidad de la que dio prueba el virrey en sus actuaciones.<ref>José Antonio BENITO, Crisol de lazos solidarios Toribio. Alfonso Mogrovejo. (Lima, 2001), p. 175.</ref><br />
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Si a eso añadimos que García Hurtado de Mendoza era en el Perú el titular del Regio Patronato Indiano, con las desbordantes prerrogativas de tal institución frente a la Iglesia, tendremos una idea bastante aproximada de las actitudes de prepotencia que mostró el virrey durante el gobierno eclesiástico de Santo Toribio. Por lo general los virreyes eran celosos en la guarda del Patronato; pero el marqués de Cañete convirtió el celo en avasallamiento del fuero episcopal, y no se detuvo ni ante la acusación calumniosa. Esta fue una de las cruces más duras de Toribio Alfonso de Mogrovejo y uno de los capítulos más edificantes en el proceso de beatificación.<br />
<br />
El «Cercado»<br />
Hacia 1563, cuando aún no habían llegado los jesuitas a Lima, existía al otro lado del río Rímac el barrio de San Lázaro, en el cual se asentaron muchos indios camaroneros [pescadores de camarones]. Cuando los jesuitas asumen la Doctrina de Santiago del Cercado, consideraron conveniente —para fines pastorales— que se uniesen allá también los nativos de San Lázaro. El 18 de enero de 1585 el padre Juan de Aguilar hizo la correspondiente petición al Cabildo limeño. Por lo pronto no hubo respuesta.<br />
El 25 de febrero de 1588 el Cabildo tomó más bien la decisión de pedir al virrey Torres y Portugal y al Arzobispo que se erigiera en San Lázaro una parroquia para atender espiritualmente a los numerosos indios de ese sector de la capital. El prelado dispuso que el barrio de pescadores fuera atendido por curas diocesanos versados en lengua indígena: el canónigo Balboa, después el doctor Zapata y por fin don Alonso de Huerta. El mismo Santo Toribio se interesaba por esta Doctrina.<br />
Reunidos los indios a un costado de la Catedral los días domingos, el Arzobispo vestido de pontifical y con el báculo en la mano hacía la explicación del Catecismo del Concilio límense en quechua y castellano. ''“Yo asimismo el tiempo que estoy en esta ciudad hago lo propio, predicándoles en la lengua, y a los españoles, y a los demás que me entienden, declarando el evangelio (...). Era de mucha edificación para el pueblo verlos venir con sus pendones en procesión desde San Lázaro a la Iglesia Mayor por medio de la plaza, con muy buen orden, y el cura con ellos, según y cómo en el tiempo del doctor Balboa se acostumbraba”''.<ref>Carlos GARCÍA IRIGOYEN, Santo Toribio, tomo I (Lima, 1906), p. 97-98. 176</ref><br />
<br />
Con la llegada del virrey García Hurtado de Mendoza las cosas iban a cambiar. Venía a Lima el nuevo gobernante en compañía de su hermano, el sacerdote jesuita Hernando de Mendoza, cuya presencia en el Perú la había solicitado el mismo virrey al General de la Compañía, padre Claudio Aquaviva. En cuanto al carácter del sacerdote, era muy distinto de su hermano. No estaba muy bien de salud (padecía algún mal cardíaco), era muy observante y no le agradaba meterse en asuntos de la administración virreinal. El padre Hernando fue destinado por el Provincial Juan de Atienza a la doctrina de Santiago del Cercado, cuyo superior era el padre Juan de Aguilar.<br />
Inicios del conflicto entre el Virrey y el Arzobispo<br />
<br />
Los sucesos ocurrieron con la violencia que era de temerse cuando intervenía García Hurtado de Mendoza. Estamos a 28 de agosto de 1590. Mogrovejo no se hallaba en Lima, sino en Visita Pastoral; pero habría de llegar pronto, pues el IV concilio provincial límense estaba convocado para el 18 de octubre. El Virrey ordenó que de inmediato se procediese al traslado de los indios de San Lázaro a la Reducción del Cercado. <br />
<br />
La ejecución del mandato se le confió al Corregidor del Cercado, Juan Ortiz de Zárate. El Provisor del Arzobispado y Vicario General era don Antonio de Valcázar, quien obviamente resistió la intimación desaforada del Virrey. Cuenta Valcázar: “Forzados y contra su voluntad dejaban (los indios) cuanto tenían y se huían a los cañaverales. Los soldados iban a la caza de los fugitivos. Algunos de los indios se asilaron en la iglesia de San Lázaro, de donde fueron sacados por los oficiales reales”. Valcázar fue apresado por éstos, y un piquete de alabarderos lo llevó detenido a las galeras del Callao.<br />
<br />
A su llegada a Lima quedó Santo Toribio muy sorprendido e indignado por el atropello consumado contra los indios y contra su Vicario General. Pudo haber lanzado la excomunión. Por bien de paz no lo hizo; pero sí tomó la pluma para quejarse ante Felipe II de tamañas tropelías, descritas por el propio Vicario General en carta que iba adjunta. Hacía notar el Arzobispo la violencia ejercida por el Virrey “llevándome al Provisor al Callao con la guardia... siendo una persona tan principal y de mucha virtud y recogimiento, a quien Vuestra Alteza ha de hacer mucha merced, y yo amo y quiero mucho”.<ref>La carta de Valcázar es del 28 de abril y la de Mogrovejo, del 3 de marzo de 1591; citadas ambas por RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., t. II, 291-292.</ref><br />
<br />
Antes de proseguir con el relato de los hechos que se sucedieron luego de la reducción forzada de los indios pescadores de San Lázaro, conviene repasar las motivaciones de uno y otro lado, los provechos y perjuicios de la reducción única y de la independencia de las dos doctrinas. Para enteramos del punto de vista de los jesuitas, que coincidía en gran parte con el del Virrey, contamos con la carta de éste, fecha 27 de diciembre de 1590, al rey Felipe II.<ref>Publicada primero por LEVILLIER, Gobernantes del Perú, vol. XII, 175; y también, con mejor aparato crítico, en Antonio de EGAÑA S.I., Monumento Peruana IV (Boma, 1966), doc. 158, 644-649.</ref> <br />
<br />
Los indígenas de San Lázaro se hallaban en paraje muy precario, junto al río, con los riesgos de las riadas (huaicos) del verano, expuestos a los robos y vejaciones por parte de negros, mulatos y zambahigos “que entran y salen en esta ciudad y allí encubrían sus hurtos; y el clérigo que doctrina a estos indios era uno que habían echado de la Compañía de Jesús por no ser de la vida y ejemplo que profesa su Religión”. <br />
<br />
Añade el Virrey que la situación en el Cercado era muy otra, ya que los indios estaban muy bien atendidos y contaban con una iglesia, “la mejor que hay en todo este Arzobispado y más bien servida y proveída de ornamentos y música”. Y concluye el Virrey: ''“Y así he mandado reducir al Cercado todos los indios que estaban en San Lázaro y los que andaban vagando por esta ciudad, y les he puesto Corregidor que los ampare y defienda y los tengo en paz y justicia”''<ref>Se refiere a la iglesia de Santiago del Cercado, a cargo actualmente de los Padres Carmelitas Descalzos.</ref>.<br />
<br />
La posición del Arzobispado se halla contenida en la extensa carta del 23 de marzo de 1591, al monarca.<ref>Muy conocida, y publicada por mons. LISSÓN en su colección de documentos La Iglesia de España en el Perú (tomo III, 588-590); GARCÍA IRIGOYEN, o. c., II, 190-198 y RODRÍGUEZ VALENCIA (parcialmente), o. c., II, 288. La mejor edición es la de Monumento Peruana IV, ya citada, doc. 165, p. 678-691.</ref>Allí en primer término Santo Toribio lamenta que el traslado forzoso de los indios se haya hecho ''“con mucho sentimiento y dolor y lágrimas y perdimiento de haciendas de los indios, y daño y detrimento de la provisión de la ciudad, clero y pueblo y religiosos y la contradicción que de mi parte se ha hecho para que no los sacasen de la parroquia e iglesia que tenían en San Lázaro con su clérigo (Juan de San Martín)...”.'' <br />
<br />
Santo Toribio menciona al jesuita “hermano del mismo Virrey” (se refiere al padre Hernando de Mendoza) como cómplice en el desaguisado. Expone con detalle los excesos cometidos por parte del Virrey y de la Compañía; por ejemplo, el nombrar ésta un juez conservador, que defienda los derechos de la Orden en el fuero eclesiástico; prerrogativa contenida en la bula «Aequum reputamus» de Gregorio XIII del 25 de mayo de 1572. Este juez conservador sentenció que el Arzobispo lesionaba privilegios pontificios al reclamar la doctrina del Cercado. Creemos que es éste un caso más en la larga lista de querellas virreinales entre las órdenes religiosas (no sólo la Compañía) y los prelados diocesanos. La lista se haría más larga si añadimos los casos de roces entre el Real Patronato y el fuero episcopal puramente eclesiástico.<br />
<br />
El Arzobispo se lamenta de la preferencia que se da a los religiosos sobre los clérigos diocesanos en el otorgamiento de las doctrinas, y llega a decir: ''“yo estoy resuelto a no ordenar más clérigos por que no padezcan y se vean en necesidad, no habiendo en qué acomodarlos, y en los Obispados del Cuzco y Charcas me dicen hay muy grande número de clérigos y que a cada doctrina se oponen (en el concurso) veinte y treinta clérigos”''<ref>Monumento Peruana IV. 685</ref>.<br />
<br />
Pide el prelado a Felipe II que ordene a la Compañía abandonar la doctrina del Cercado “para poder acomodar en ella clérigos muy virtuosos y buenos lenguas [conocedores de las lenguas indígenas] e hijos de conquistadores”. Como se ve, y lo reconoce el Padre Egaña (anotador de «Monumenta Peruana» IV), en el fondo de la controversia latía el problema de la supervivencia y derogación de los privilegios de los regulares en Indias.<br />
<br />
Continúa en su carta Santo Toribio aduciendo la amistad entre el Virrey Hurtado de Mendoza y la Compañía para desfavorecer las causas del prelado. Señala que incluso los oidores de la Real Audiencia “no se atreven a hacer más de lo que él (el Virrey) quiere”. En este punto de la misiva arzobispal cita Mogrovejo la amenaza del Virrey: “dijo que yo no había de enviar persona ni papeles ni carta ni razón alguna Vuestra Alteza, y que me había de embarcar para Chile y de allí enviarme por el estrecho de Magallanes a España”.<br />
Es en este pasaje de la referida carta del 23 de marzo de 1591 donde aparece un importante rasgo autobiográfico de Santo Toribio, que suele mencionarse en las obras que cuenta su prodigiosa labor pastoral: ''“... habiendo ya trabajado tanto en este Arzobispado después de Vuestra Alteza me hizo merced, por tiempo de seis o siete años, discurriendo por él y habiendo andado... más ha de dos años, dos mil leguas y más entonces, y confirmado más de cuatrocientos y cincuenta mil ánimas, y después acá mucha más, con grandes trabajos de caminos y tierras muy ásperas y temples diferentes, viéndome yo y los que iban conmigo en mucho riesgo y peligro de vida...”''.<ref>Ibid., 687.</ref> <br />
<br />
Este párrafo obedece sin duda a la explicable indignación del Arzobispo ante las injustas y mezquinas acusaciones del Virrey, el cual en carta del 1 de mayo de 1590 al rey Felipe II incrimina al Santo de que «jamás» está en Lima, “y da por excusa que anda visitando su arzobispado, lo cual se tiene por mucho inconveniente... y también se mete en todas las cosas del Patronazgo... porque todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude, como sería razón, a las cosas de servicio de V.M., parece que convendría que V.M. le mandase ir a España, poniendo aquí un coadjutor, de todo lo cual me han informado los oidores de esta Audiencia y los clérigos de su misma Iglesia” ...Palabras muy duras e injustas que muestran la incomprensión y malquerencia del Virrey hacia el Arzobispo.<br />
<br />
“Estoy admirado -añade Santo Toribio en su carta a Felipe II— que profesando los Padres de la Compañía tanta cristiandad y paz... no hayan atajado esto y venido en lo que todo el mundo aprobara, y parecerá bien siendo yo pastor de estas ovejas y estando a mi cargo el darles pasto espiritual”. El biógrafo más notable de Santo Toribio -que lo es Vicente Rodríguez Valencia— comenta acerca de la polarización a que ha llegado el conflicto: <br />
<br />
“Y será hora ya de decimos qué siniestra fortuna es la de este gobernante aristócrata, que así trae envueltos en contiendas de jurisdicción, en vaivenes, en alharacas, en compromisos a estos dos poderes de cuya concordia y suma tan duraderos bienes venían lográndose para la Iglesia en Indias: el segundo Arzobispo de Lima y los jesuitas de la Provincia del Perú”. <br />
Escalada del conflicto<br />
Se había llegado a un punto en que las jurisdicciones locales, tanto de la Arquidiócesis como de la Provincia jesuita del Perú, resultaban ineficaces para dar solución al grave litigio. Era preciso esperar decisiones tanto de Madrid como de Roma. Es obvio que ambas partes litigantes se apresuraron a enviar los respectivos informes a las instancias europeas. Ya hemos dicho que tanto el Provisor Valcázar como el propio Arzobispo Mogrovejo habían escribo a Madrid (cartas del 28 de abril y 23 de marzo de 1591 respectivamente). Pero estas fechas poco significan en cuanto a celeridad de procedimientos. <br />
El Virrey tenía interés en que primero se conociese en Madrid su propia versión del conflicto del Cercado. Por ello recurrió a la estratagema de hacer retrasar los trámites iniciados en Lima por el Arzobispo. Las flotas de aquel tiempo salían sólo dos veces en el año. En primer lugar salieron de Lima los escritos y alegatos de García Hurtado de Mendoza con la flota de primavera; pero sin los de Santo Toribio. <br />
El Arzobispo incluso había decidido enviar personalmente al doctor Francisco García del Castillo, antiguo colegial del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo (tan querido al Prelado) para que informase «vivae vocis» de estos y otros asuntos a las autoridades madrileñas. García del Castillo tuvo, pues, que quedarse en Lima y esperar... la flota de otoño. En el mes de noviembre de 1591 se tramitaba en Madrid la sentencia del Consejo de Indias, que resultó favorable al Virrey y a los jesuitas.<br />
Por esa época Santo Toribio retiró a los jesuitas de la arquidiócesis de los llamados sermones «de tabla» que solían tener en la Catedral de Lima, y también les retiró las licencias de predicar. Así se lo informa el Provincial Atienza al Padre Aquaviva, General de la Compañía: “Hasta ahora no ha alzado el Arzobispo la prohibición que tiene puesta de que no admitan a predicar a los de la Compañía en los monasterios de monjas y parroquias” (carta del 21 de abril de 1592). Pero un mes después tal prohibición fue levantada, y el mismo Padre Atienza tiene la satisfacción de informar de ello al General (21 de mayo). <br />
Entretanto Santo Toribio seguía esperando respuesta de Madrid. Su alegato, intencionalmente retrasado en Lima, sólo pudo enviarlo a Madrid en la flota de otoño, mientras que el expediente del Virrey había salido con la flota de invierno. En la corte de Felipe II fue escuchado el parecer de Santo Toribio, expuesto por su fiel apoderado, el doctor Francisco García del Castillo. <br />
En el voluminoso expediente del Prelado de Lima se incluían: documentos relativos a la cuestión del Seminario de Los Reyes (levantado con la advocación de Sto. Toribio de Astorga), en cuyos asuntos también se había entrometido García Hurtado de Mendoza; documentos referentes a Doctrinas y papeles relativos al enojoso tema del Cercado. En resumen, las resoluciones del Consejo consisten en lo siguiente: <br />
1. Seminario Conciliar de Lima. El monarca manda que sea el Arzobispo quien lo administre, según lo ordena el Tridentino e incluso el Concilio III límense de 1583. Y que sea repuesto el escudo episcopal (arbitrariamente removido por el colérico Virrey el 20 de marzo de 1591), pero (matiz conciliatorio y salomónico de la resolución real) que se pongan, también las armas reales “en el más preeminente lugar”.<br />
2. Vuelta de los indios a su barrio de San Lázaro. Se concede la petición del Arzobispo: “que todos los indios que el Marqués de Cañete redujo y pobló en el Cercado de los que vivían en San Lázaro y en esta ciudad, vuelvan y pongan en el asiento de San Lázaro adonde estaban poblados por el Conde del Villar, y gocen de la libertad, quietud y sosiego”. Hay que reconocer que tanto el Virrey como los Oidores acataron la norma, como lo reconoció el propio Santo Toribio, si bien hubo tardanzas y forcejeos. Para los indios y españoles el Arzobispo erigiría más tarde la vice-parroquia de San Lázaro, que fue la de Nuestra Señora de Copacabana, con su cofradía de indios.<br />
Después de tantas tensiones y contradicciones, debía llegar el momento de la reconciliación entre el Arzobispo y la Compañía de Jesús. Desgraciadamente el temperamento irascible del Virrey García Hurtado de Mendoza habría de mantener viva la llama de la inquina hacia el santo prelado. Sería muy larga la enumeración de las quejas, irritaciones, desaires y hasta acusaciones calumniosas -orales y escritas— por parte del Marqués de Cañete. <br />
Solamente haremos referencia a la reprensión pública al Arzobispo, ordenada por Real Cédula de Felipe II de 29 de diciembre de 1593. Con su habitual malquerencia hacia Santo Toribio, el Virrey se había quejado ante la corte madrileña de que el Arzobispo se quedaba con los dineros que el Regio Patronato destinaba a la organización del Seminario de Lima.<br />
Cuando llegó a Lima la cédula de reprensión, dada por los consejeros de Indias sin esperar el descargo del acusado, Santo Toribio se hallaba de visita pastoral en apartados pueblos de su arquidiócesis -la más extensa del mundo iberoamericano-; y no recibió las Reales Cédulas hasta el mes de junio de 1594.<br />
Se comprenderá el asombro de Santo Toribio al enterarse de tal cúmulo do cargos impertinentes y sobre todo infundados. Un cura párroco de esa época, Hernando Martínez, que había conocido de cerca al Arzobispo, dijo: “Da lástima y compasión que de un Prelado tan santo y de tanta virtud se presuma de que había de tomar lo ajeno... Y que tenga que abonar su persona siendo ejemplo de virtud”. <br />
Felipe II estimó que “por la autoridad y decencia del Prelado no conviene que el Virrey le dé en estrados la reprensión pública que parece, sino aparte y en secreto...”. León Pinelo acota sobre este punto: “La tradición que de este caso hay en Lima, que oí muchas veces contar es, que habiéndosela leído en el Acuerdo la cédula de reprehensión, sólo respondió el Santo Arzobispo: «Enojado estaba nuestro Rey, sea por amor de Dios, satisfarémosle, satisfarémosle». Y que el Virrey y los Oidores quedaron admirados de ver la paciencia con que llevó aquel pesar, que en otro sujeto de menos perfección causaría mucho disgusto y aun ira”. <br />
Luego de esta digresión, volvamos al tema de la reconciliación de la autoridad civil con los padres jesuitas. En primer término es preciso tener en cuenta que el principal interesado en no agudizar las tensiones fue el propio Padre General, Claudio Aquaviva. Los testimonios que han sido publicados en «Monumenta Peruana» V son expresivos. <br />
En todas las cartas a sus súbditos en Lima, el Prepósito General les exhorta a la concordia y a deponer rencillas. Será ilustrativo corroborar esta afirmación siguiendo el orden cronológico de los despachos, el cual se basa indudablemente en las informaciones que Aquaviva va recibiendo de esta Capital. El Provincial del Perú, Padre Juan de Atienza le había escrito desde Lima el 27 de mayo de 1592:<br />
“La amistad con el señor Arzobispo de esta ciudad y los de su casa se ha ido continuando, a Dios gracias, y espero en Nuestro Señor- se satisfará Su Señoría cada día más del deseo que la Compañía tiene por servirle. Alzó ya Su Señoría la prohibición que tenía puesta a la Compañía en lo de los sermones, restituyéndole los sermones de tabla que solía predicar en la Iglesia mayor de esta ciudad, y avisando a las demás partes que podrían llamar a los de la Compañía y ayudarse de su doctrina y sermones, y así se comenzó a hacer esta Pascua de Espíritu Santo (17 de mayo de 1592), y con esto ha cesado toda esta pesadumbre, según la presente justicia, que entre Su Señoría y la Compañía ha habido”. <br />
Solución del conflicto<br />
Sin haber llegado a conocer oportunamente la misiva anterior, el Padre Aquaviva le escribía al teólogo y profesor de la Universidad de San Marcos, adre. Esteban de Ávila, el 3 de agosto de 1592:<br />
“Yo holgara harto que no hubiera sucedido lo que me escriben pasa entre el señor Arzobispo y la Compañía porque demás de los disgustos que se atraviesan, ningún suceso que tenga un tal caso puede ser ganancioso, porque si la Compañía sale con su razón, deja disgustado y averso el Prelado; y si el Señor Arzobispo sale con lo que intenta, será con alguna quiebra en la reputación de los Nuestros y, según se puede temer, etiam (también) con algún daño de esos pobres indios”. <br />
Otra vez desde Roma el 3 de agosto de 1592, la carta se halla dirigida al propio Virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza (y se comprende el cuidado del remitente en escoger las palabras precisas):<br />
“Por muchas razones he sentido que entre el Arzobispo y la Compañía se haya ofrecido ocasión de menos paz y unión, porque como de la mucha que hasta aquí han tenido se han visto bonísimos efectos para gloria de Dios y ayuda de esos pobres indios, así se puede temer que la falta de ella impida mucho bien que se podría hacer en utilidad de las almas; y aunque reconozco la mucha merced que V.E. ha hecho a la Compañía de esta ocasión, y por ella esos Podres y yo nos hallamos de nuevo obligados a su servicio, siento también la parte de pena que a V.E. habrá dado este suceso. Pero consuélome de pensar que con su cristiano celo habrá dado en ello tal corte que a esta hora está todo acabado, de manera que esos Padres puedan servir y ayudar al Prelado, como yo lo deseo y ellos lo han procurado hacer hasta ahora”. <br />
El Padre General llega a expresar que él era partidario de dejar la doctrina de Santiago del Cercado “para ahorrar molestias”. Se deduce -comenta el compilador de «Monumenta Peruana», Padre Antonio de Egaña- que el Virrey “les había mandado a los jesuitas que no abandonaran la doctrina". <br />
En la misma fecha en que escribe el Virrey, le envía el General una carta al nuevo Provincial del Perú, Padre Juan Sebastián de la Parra (electo por Aquaviva el 25 de abril de 1591), en la que reitera los sentimientos de buscar la paz y la armonía con la autoridad civil. “Ya me parece que de España se ha enviado remedio y el Padre [Diego de] Zúñiga, [Procurador de la Provincia] llevó el duplicado. El Papa [Gregorio XIV] también envía un breve al Arzobispo en que le exhorta a unirse con nosotros, como lo verá en la copia” .<br />
Todavía el 5 de jumo de 1594, en nueva comunicación de Aquaviva al P. Sebastián, toma al objetivo de la concordia: “Aunque la concordia con el señor Arzobispo de Lima no haya sido en sus principios tan fervorosa, espero que a esta hora VV.RR. [Vuestras Reverencias] le habrán ganado de manera que la amistad antigua se haya renovado, sin que la quiebra pasada sea causa de menoscabar el servicio de Dios y ayuda de esa buena gente, que éste es el fin donde «deben enderezar las diligencias que en esta y en otra cualquiera materia se hicieren»”. <br />
Finalmente, en lo que respecta a las cartas de Aquaviva acerca del asunto del Cercado, hallamos aún una referencia a cierta desconfianza por parte del Arzobispo; como se desprende de la carta de 4 de julio de 1594: “Pésame que el señor Arzobispo no se sirva de los Nuestros como hasta aquí; espero de la caridad y prudencia de V.R. y de esos ‘Padres que poco a poco le irán ganando de manera que torne a su antigua devoción”. <br />
Sin embargo, hay que reconocer que la presencia en Lima del Virrey García Hurtado de Mendoza seguía obstaculizando el regreso de los indios pescadores al barrio de San Lázaro. Por fin llegó la orden de Felipe II para que regresase a España el autocrático gobernante. Aquaviva dispuso que también hiciese el viaje a la Península el jesuita Hernando de Mendoza, hermano del Virrey. Así lo hizo éste. Tuvo que asistir durante la navegación -en la escala de Panamá- a la muerte de su cuñada, la esposa del Virrey, doña Teresa de Castro, ocurrida en un día no precisado de mayo de 1596. <br />
Un hecho doloroso que sirvió para acercar a Santo Toribio a los jesuitas fue el inesperado fallecimiento del Provincial Juan de Atienza, el día 1 de noviembre de 1592. La «Crónica anónima» de la Provincia Peruana dice sobre el particular: “el mismo Arzobispo predicando el mismo día en su Iglesia catedral... dijo grandes alabanzas del difunto, envolviendo sus palabras en lágrimas por la falta de una persona tan útil a la república” . Y no sólo eso. A la ceremonia del entierro del Padre Atienza se hizo presente Santo Toribio de Mogrovejo. <br />
Con la llegada del nuevo Virrey Luis de Velasco continuaron las buenas relaciones entre el Arzobispo de Lima y los jesuitas. Hay de ello suficientes pruebas. Rodríguez Valencia, el acucioso biógrafo del Santo, no deja de mencionarlas. El Padre Aquaviva escribe al Padre Rodrigo de Cabredo que la Orden le servirá “en lo que se pudiese, y lo que por medio de los Nuestros no se pudiese hacer, se negociará por medio de algún seglar”. Y al propio Arzobispo le reitera en la misma fecha (13 de noviembre de 1600) semejante benevolencia. <br />
Otro hecho significativo. Sabido es que la visita «ad limina» era obligatoria cada cierto tiempo para los prelados. Pero, dada la gran distancia entre el Perú y Roma, quedaba autorizada la visita por medio de procuradores. En 1601 Santo Toribio nombra como tales a los padres Diego de Torres y Pablo José de Amaga. Fueron éstos los que condujeron a Roma la Relación diocesana de 1601, juntamente con la de los obispos sufragáneos de Lima. <br />
CONCLUSIÓN<br />
Del atento estudio de las fuentes que tratan del Conflicto de la Doctrina de Santiago del Cercado, se infiere que el gran responsable de la forma en que se condujo este asunto fue el Virrey García Hurtado de Mendoza. Aun suponiendo que hubiese razones pastorales de peso en el plan de llevar a los pescadores de San Lázaro al Cercado, los modos que se utilizaron no pueden ser aprobados. <br />
El Padre Rubén Vargas Ugarte S.J., tanto en su «Historia de la Iglesia en el Perú» como en su «Historia de la Compañía de Jesús en el Perú», con su característica franqueza señala la “altanería y terquedad” del Virrey; el derecho que el Arzobispo Mogrovejo tenía para visitar las doctrinas de su jurisdicción; y el inconveniente de que los religiosos adujesen privilegios de exención, los que terminaron por ser suprimidos en 1611 por el Papa Paulo V (Borghese).<br />
No hay duda de que el conflicto del Cercado y, en general, el período gobernativo del Virrey García Hurtado de Mendoza han quedado bien tipificados en los procesos de beatificación de Santo Toribio. Todos los testigos (y son más de un centenar) coinciden en que el Prelado límense ejercitó heroicamente las virtudes de paciencia, fortaleza, humildad y mansedumbre, que le han valido el loor de la Iglesia para siempre. Nunca se le vio alterado ni iracundo; al contrario daba gracias a Dios, alegrándose de poder padecer a imitación de Jesucristo.</div>
Vrosasr
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LIMA. El conflicto de la doctrina del Cercado (1590-1592)
2023-09-03T00:40:34Z
<p>Vrosasr: </p>
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<div>==Figura del virrey Hurtado de Mendoza==<br />
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La aparición en 1590 en la escena peruana del virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y antiguo gobernador de Chile, tuvo aspectos positivos en los campos administrativo y financiero, así como en los políticos y sociales. Activó el sistema de alcabalas y almojarifazgos; moderó las pretensiones de los corregidores de indios, propensos siempre a abusar del cargo; animó las flotas de galeones de mercancías y otros empeños circunstanciales.<br />
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Desgraciadamente tuvo el personaje graves defectos de carácter. Altanero y atrabiliario, su autoritarismo le condujo a censurables excesos. Los biógrafos de Santo Toribio no dejan de resaltar esas taras temperamentales. Según Rodríguez Valencia, el virrey es ''“vanidoso y violento, y estas dos notas de su carácter le inutilizaron para todo buen gobierno en su vida de contacto y relación”''<ref>Vicente RODRÍGUEZ VALENCIA, Santo Toribio de Mogrovejo, organizador y apóstol de Sur-América. (Madrid, 1957), t. II, p. 349.</ref> . Rubén Vargas Ugarte S.J. destaca su ''“altanería y terquedad”''<ref>Rubén VARGAS UGARTE S.J., Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, tomo II (1568-1620), (Burgos, 1963), p. 189.</ref>, y José Antonio Benito, la importunidad de la que dio prueba el virrey en sus actuaciones.<ref>José Antonio BENITO, Crisol de lazos solidarios Toribio. Alfonso Mogrovejo. (Lima, 2001), p. 175.</ref><br />
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Si a eso añadimos que García Hurtado de Mendoza era en el Perú el titular del Regio Patronato Indiano, con las desbordantes prerrogativas de tal institución frente a la Iglesia, tendremos una idea bastante aproximada de las actitudes de prepotencia que mostró el virrey durante el gobierno eclesiástico de Santo Toribio. Por lo general los virreyes eran celosos en la guarda del Patronato; pero el marqués de Cañete convirtió el celo en avasallamiento del fuero episcopal, y no se detuvo ni ante la acusación calumniosa. Esta fue una de las cruces más duras de Toribio Alfonso de Mogrovejo y uno de los capítulos más edificantes en el proceso de beatificación.<br />
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El «Cercado»<br />
Hacia 1563, cuando aún no habían llegado los jesuitas a Lima, existía al otro lado del río Rímac el barrio de San Lázaro, en el cual se asentaron muchos indios camaroneros [pescadores de camarones]. Cuando los jesuitas asumen la Doctrina de Santiago del Cercado, consideraron conveniente —para fines pastorales— que se uniesen allá también los nativos de San Lázaro. El 18 de enero de 1585 el padre Juan de Aguilar hizo la correspondiente petición al Cabildo limeño. Por lo pronto no hubo respuesta.<br />
El 25 de febrero de 1588 el Cabildo tomó más bien la decisión de pedir al virrey Torres y Portugal y al Arzobispo que se erigiera en San Lázaro una parroquia para atender espiritualmente a los numerosos indios de ese sector de la capital. El prelado dispuso que el barrio de pescadores fuera atendido por curas diocesanos versados en lengua indígena: el canónigo Balboa, después el doctor Zapata y por fin don Alonso de Huerta. El mismo Santo Toribio se interesaba por esta Doctrina.<br />
Reunidos los indios a un costado de la Catedral los días domingos, el Arzobispo vestido de pontifical y con el báculo en la mano hacía la explicación del Catecismo del Concilio límense en quechua y castellano. ''“Yo asimismo el tiempo que estoy en esta ciudad hago lo propio, predicándoles en la lengua, y a los españoles, y a los demás que me entienden, declarando el evangelio (...). Era de mucha edificación para el pueblo verlos venir con sus pendones en procesión desde San Lázaro a la Iglesia Mayor por medio de la plaza, con muy buen orden, y el cura con ellos, según y cómo en el tiempo del doctor Balboa se acostumbraba”''.<ref>Carlos GARCÍA IRIGOYEN, Santo Toribio, tomo I (Lima, 1906), p. 97-98. 176</ref><br />
<br />
Con la llegada del virrey García Hurtado de Mendoza las cosas iban a cambiar. Venía a Lima el nuevo gobernante en compañía de su hermano, el sacerdote jesuita Hernando de Mendoza, cuya presencia en el Perú la había solicitado el mismo virrey al General de la Compañía, padre Claudio Aquaviva. En cuanto al carácter del sacerdote, era muy distinto de su hermano. No estaba muy bien de salud (padecía algún mal cardíaco), era muy observante y no le agradaba meterse en asuntos de la administración virreinal. El padre Hernando fue destinado por el Provincial Juan de Atienza a la doctrina de Santiago del Cercado, cuyo superior era el padre Juan de Aguilar.<br />
Inicios del conflicto entre el Virrey y el Arzobispo<br />
<br />
Los sucesos ocurrieron con la violencia que era de temerse cuando intervenía García Hurtado de Mendoza. Estamos a 28 de agosto de 1590. Mogrovejo no se hallaba en Lima, sino en Visita Pastoral; pero habría de llegar pronto, pues el IV concilio provincial límense estaba convocado para el 18 de octubre. El Virrey ordenó que de inmediato se procediese al traslado de los indios de San Lázaro a la Reducción del Cercado. <br />
<br />
La ejecución del mandato se le confió al Corregidor del Cercado, Juan Ortiz de Zárate. El Provisor del Arzobispado y Vicario General era don Antonio de Valcázar, quien obviamente resistió la intimación desaforada del Virrey. Cuenta Valcázar: “Forzados y contra su voluntad dejaban (los indios) cuanto tenían y se huían a los cañaverales. Los soldados iban a la caza de los fugitivos. Algunos de los indios se asilaron en la iglesia de San Lázaro, de donde fueron sacados por los oficiales reales”. Valcázar fue apresado por éstos, y un piquete de alabarderos lo llevó detenido a las galeras del Callao.<br />
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A su llegada a Lima quedó Santo Toribio muy sorprendido e indignado por el atropello consumado contra los indios y contra su Vicario General. Pudo haber lanzado la excomunión. Por bien de paz no lo hizo; pero sí tomó la pluma para quejarse ante Felipe II de tamañas tropelías, descritas por el propio Vicario General en carta que iba adjunta. Hacía notar el Arzobispo la violencia ejercida por el Virrey “llevándome al Provisor al Callao con la guardia... siendo una persona tan principal y de mucha virtud y recogimiento, a quien Vuestra Alteza ha de hacer mucha merced, y yo amo y quiero mucho”.<ref>La carta de Valcázar es del 28 de abril y la de Mogrovejo, del 3 de marzo de 1591; citadas ambas por RODRÍGUEZ VALENCIA, o. c., t. II, 291-292.</ref><br />
<br />
Antes de proseguir con el relato de los hechos que se sucedieron luego de la reducción forzada de los indios pescadores de San Lázaro, conviene repasar las motivaciones de uno y otro lado, los provechos y perjuicios de la reducción única y de la independencia de las dos doctrinas. Para enteramos del punto de vista de los jesuitas, que coincidía en gran parte con el del Virrey, contamos con la carta de éste, fecha 27 de diciembre de 1590, al rey Felipe II. <br />
<br />
Los indígenas de San Lázaro se hallaban en paraje muy precario, junto al río, con los riesgos de las riadas (huaicos) del verano, expuestos a los robos y vejaciones por parte de negros, mulatos y zambahigos “que entran y salen en esta ciudad y allí encubrían sus hurtos; y el clérigo que doctrina a estos indios era uno que habían echado de la Compañía de Jesús por no ser de la vida y ejemplo que profesa su Religión”. <br />
Añade el Virrey que la situación en el Cercado era muy otra, ya que los indios estaban muy bien atendidos y contaban con una iglesia, “la mejor que hay en todo este Arzobispado y más bien servida y proveída de ornamentos y música”. Y concluye el Virrey: “Y así he mandado reducir al Cercado todos los indios que estaban en San Lázaro y los que andaban vagando por esta ciudad, y les he puesto Corregidor que los ampare y defienda y los tengo en paz y justicia” .<br />
La posición del Arzobispado se halla contenida en la extensa carta del 23 de marzo de 1591, al monarca. Allí en primer término Santo Toribio lamenta que el traslado forzoso de los indios se haya hecho “con mucho sentimiento y dolor y lágrimas y perdimiento de haciendas de los indios, y daño y detrimento de la provisión de la ciudad, clero y pueblo y religiosos y la contradicción que de mi parte se ha hecho para que no los sacasen de la parroquia e iglesia que tenían en San Lázaro con su clérigo (Juan de San Martín)...”. <br />
Santo Toribio menciona al jesuita “hermano del mismo Virrey” (se refiere al padre Hernando de Mendoza) como cómplice en el desaguisado. Expone con detalle los excesos cometidos por parte del Virrey y de la Compañía; por ejemplo, el nombrar ésta un juez conservador, que defienda los derechos de la Orden en el fuero eclesiástico; prerrogativa contenida en la bula «Aequum reputamus» de Gregorio XIII del 25 de mayo de 1572. Este juez conservador sentenció que el Arzobispo lesionaba privilegios pontificios al reclamar la doctrina del Cercado. Creemos que es éste un caso más en la larga lista de querellas virreinales entre las órdenes religiosas (no sólo la Compañía) y los prelados diocesanos. La lista se haría más larga si añadimos los casos de roces entre el Real Patronato y el fuero episcopal puramente eclesiástico.<br />
El Arzobispo se lamenta de la preferencia que se da a los religiosos sobre los clérigos diocesanos en el otorgamiento de las doctrinas, y llega a decir: “yo estoy resuelto a no ordenar más clérigos por que no padezcan y se vean en necesidad, no habiendo en qué acomodarlos, y en los Obispados del Cuzco y Charcas me dicen hay muy grande número de clérigos y que a cada doctrina se oponen (en el concurso) veinte y treinta clérigos” .<br />
Pide el prelado a Felipe II que ordene a la Compañía abandonar la doctrina del Cercado “para poder acomodar en ella clérigos muy virtuosos y buenos lenguas [conocedores de las lenguas indígenas] e hijos de conquistadores”. Como se ve, y lo reconoce el Padre Egaña (anotador de «Monumenta Peruana» IV), en el fondo de la controversia latía el problema de la supervivencia y derogación de los privilegios de los regulares en Indias.<br />
Continúa en su carta Santo Toribio aduciendo la amistad entre el Virrey Hurtado de Mendoza y la Compañía para desfavorecer las causas del prelado. Señala que incluso los oidores de la Real Audiencia “no se atreven a hacer más de lo que él (el Virrey) quiere”. En este punto de la misiva arzobispal cita Mogrovejo la amenaza del Virrey: “dijo que yo no había de enviar persona ni papeles ni carta ni razón alguna Vuestra Alteza, y que me había de embarcar para Chile y de allí enviarme por el estrecho de Magallanes a España”.<br />
Es en este pasaje de la referida carta del 23 de marzo de 1591 donde aparece un importante rasgo autobiográfico de Santo Toribio, que suele mencionarse en las obras que cuenta su prodigiosa labor pastoral: “... habiendo ya trabajado tanto en este Arzobispado después de Vuestra Alteza me hizo merced, por tiempo de seis o siete años, discurriendo por él y habiendo andado... más ha de dos años, dos mil leguas y más entonces, y confirmado más de cuatrocientos y cincuenta mil ánimas, y después acá mucha más, con grandes trabajos de caminos y tierras muy ásperas y temples diferentes, viéndome yo y los que iban conmigo en mucho riesgo y peligro de vida...”. <br />
Este párrafo obedece sin duda a la explicable indignación del Arzobispo ante las injustas y mezquinas acusaciones del Virrey, el cual en carta del 1 de mayo de 1590 al rey Felipe II incrimina al Santo de que «jamás» está en Lima, “y da por excusa que anda visitando su arzobispado, lo cual se tiene por mucho inconveniente... y también se mete en todas las cosas del Patronazgo... porque todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude, como sería razón, a las cosas de servicio de V.M., parece que convendría que V.M. le mandase ir a España, poniendo aquí un coadjutor, de todo lo cual me han informado los oidores de esta Audiencia y los clérigos de su misma Iglesia” ...Palabras muy duras e injustas que muestran la incomprensión y malquerencia del Virrey hacia el Arzobispo.<br />
“Estoy admirado -añade Santo Toribio en su carta a Felipe II— que profesando los Padres de la Compañía tanta cristiandad y paz... no hayan atajado esto y venido en lo que todo el mundo aprobara, y parecerá bien siendo yo pastor de estas ovejas y estando a mi cargo el darles pasto espiritual”. El biógrafo más notable de Santo Toribio -que lo es Vicente Rodríguez Valencia— comenta acerca de la polarización a que ha llegado el conflicto: <br />
“Y será hora ya de decimos qué siniestra fortuna es la de este gobernante aristócrata, que así trae envueltos en contiendas de jurisdicción, en vaivenes, en alharacas, en compromisos a estos dos poderes de cuya concordia y suma tan duraderos bienes venían lográndose para la Iglesia en Indias: el segundo Arzobispo de Lima y los jesuitas de la Provincia del Perú”. <br />
Escalada del conflicto<br />
Se había llegado a un punto en que las jurisdicciones locales, tanto de la Arquidiócesis como de la Provincia jesuita del Perú, resultaban ineficaces para dar solución al grave litigio. Era preciso esperar decisiones tanto de Madrid como de Roma. Es obvio que ambas partes litigantes se apresuraron a enviar los respectivos informes a las instancias europeas. Ya hemos dicho que tanto el Provisor Valcázar como el propio Arzobispo Mogrovejo habían escribo a Madrid (cartas del 28 de abril y 23 de marzo de 1591 respectivamente). Pero estas fechas poco significan en cuanto a celeridad de procedimientos. <br />
El Virrey tenía interés en que primero se conociese en Madrid su propia versión del conflicto del Cercado. Por ello recurrió a la estratagema de hacer retrasar los trámites iniciados en Lima por el Arzobispo. Las flotas de aquel tiempo salían sólo dos veces en el año. En primer lugar salieron de Lima los escritos y alegatos de García Hurtado de Mendoza con la flota de primavera; pero sin los de Santo Toribio. <br />
El Arzobispo incluso había decidido enviar personalmente al doctor Francisco García del Castillo, antiguo colegial del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo (tan querido al Prelado) para que informase «vivae vocis» de estos y otros asuntos a las autoridades madrileñas. García del Castillo tuvo, pues, que quedarse en Lima y esperar... la flota de otoño. En el mes de noviembre de 1591 se tramitaba en Madrid la sentencia del Consejo de Indias, que resultó favorable al Virrey y a los jesuitas.<br />
Por esa época Santo Toribio retiró a los jesuitas de la arquidiócesis de los llamados sermones «de tabla» que solían tener en la Catedral de Lima, y también les retiró las licencias de predicar. Así se lo informa el Provincial Atienza al Padre Aquaviva, General de la Compañía: “Hasta ahora no ha alzado el Arzobispo la prohibición que tiene puesta de que no admitan a predicar a los de la Compañía en los monasterios de monjas y parroquias” (carta del 21 de abril de 1592). Pero un mes después tal prohibición fue levantada, y el mismo Padre Atienza tiene la satisfacción de informar de ello al General (21 de mayo). <br />
Entretanto Santo Toribio seguía esperando respuesta de Madrid. Su alegato, intencionalmente retrasado en Lima, sólo pudo enviarlo a Madrid en la flota de otoño, mientras que el expediente del Virrey había salido con la flota de invierno. En la corte de Felipe II fue escuchado el parecer de Santo Toribio, expuesto por su fiel apoderado, el doctor Francisco García del Castillo. <br />
En el voluminoso expediente del Prelado de Lima se incluían: documentos relativos a la cuestión del Seminario de Los Reyes (levantado con la advocación de Sto. Toribio de Astorga), en cuyos asuntos también se había entrometido García Hurtado de Mendoza; documentos referentes a Doctrinas y papeles relativos al enojoso tema del Cercado. En resumen, las resoluciones del Consejo consisten en lo siguiente: <br />
1. Seminario Conciliar de Lima. El monarca manda que sea el Arzobispo quien lo administre, según lo ordena el Tridentino e incluso el Concilio III límense de 1583. Y que sea repuesto el escudo episcopal (arbitrariamente removido por el colérico Virrey el 20 de marzo de 1591), pero (matiz conciliatorio y salomónico de la resolución real) que se pongan, también las armas reales “en el más preeminente lugar”.<br />
2. Vuelta de los indios a su barrio de San Lázaro. Se concede la petición del Arzobispo: “que todos los indios que el Marqués de Cañete redujo y pobló en el Cercado de los que vivían en San Lázaro y en esta ciudad, vuelvan y pongan en el asiento de San Lázaro adonde estaban poblados por el Conde del Villar, y gocen de la libertad, quietud y sosiego”. Hay que reconocer que tanto el Virrey como los Oidores acataron la norma, como lo reconoció el propio Santo Toribio, si bien hubo tardanzas y forcejeos. Para los indios y españoles el Arzobispo erigiría más tarde la vice-parroquia de San Lázaro, que fue la de Nuestra Señora de Copacabana, con su cofradía de indios.<br />
Después de tantas tensiones y contradicciones, debía llegar el momento de la reconciliación entre el Arzobispo y la Compañía de Jesús. Desgraciadamente el temperamento irascible del Virrey García Hurtado de Mendoza habría de mantener viva la llama de la inquina hacia el santo prelado. Sería muy larga la enumeración de las quejas, irritaciones, desaires y hasta acusaciones calumniosas -orales y escritas— por parte del Marqués de Cañete. <br />
Solamente haremos referencia a la reprensión pública al Arzobispo, ordenada por Real Cédula de Felipe II de 29 de diciembre de 1593. Con su habitual malquerencia hacia Santo Toribio, el Virrey se había quejado ante la corte madrileña de que el Arzobispo se quedaba con los dineros que el Regio Patronato destinaba a la organización del Seminario de Lima.<br />
Cuando llegó a Lima la cédula de reprensión, dada por los consejeros de Indias sin esperar el descargo del acusado, Santo Toribio se hallaba de visita pastoral en apartados pueblos de su arquidiócesis -la más extensa del mundo iberoamericano-; y no recibió las Reales Cédulas hasta el mes de junio de 1594.<br />
Se comprenderá el asombro de Santo Toribio al enterarse de tal cúmulo do cargos impertinentes y sobre todo infundados. Un cura párroco de esa época, Hernando Martínez, que había conocido de cerca al Arzobispo, dijo: “Da lástima y compasión que de un Prelado tan santo y de tanta virtud se presuma de que había de tomar lo ajeno... Y que tenga que abonar su persona siendo ejemplo de virtud”. <br />
Felipe II estimó que “por la autoridad y decencia del Prelado no conviene que el Virrey le dé en estrados la reprensión pública que parece, sino aparte y en secreto...”. León Pinelo acota sobre este punto: “La tradición que de este caso hay en Lima, que oí muchas veces contar es, que habiéndosela leído en el Acuerdo la cédula de reprehensión, sólo respondió el Santo Arzobispo: «Enojado estaba nuestro Rey, sea por amor de Dios, satisfarémosle, satisfarémosle». Y que el Virrey y los Oidores quedaron admirados de ver la paciencia con que llevó aquel pesar, que en otro sujeto de menos perfección causaría mucho disgusto y aun ira”. <br />
Luego de esta digresión, volvamos al tema de la reconciliación de la autoridad civil con los padres jesuitas. En primer término es preciso tener en cuenta que el principal interesado en no agudizar las tensiones fue el propio Padre General, Claudio Aquaviva. Los testimonios que han sido publicados en «Monumenta Peruana» V son expresivos. <br />
En todas las cartas a sus súbditos en Lima, el Prepósito General les exhorta a la concordia y a deponer rencillas. Será ilustrativo corroborar esta afirmación siguiendo el orden cronológico de los despachos, el cual se basa indudablemente en las informaciones que Aquaviva va recibiendo de esta Capital. El Provincial del Perú, Padre Juan de Atienza le había escrito desde Lima el 27 de mayo de 1592:<br />
“La amistad con el señor Arzobispo de esta ciudad y los de su casa se ha ido continuando, a Dios gracias, y espero en Nuestro Señor- se satisfará Su Señoría cada día más del deseo que la Compañía tiene por servirle. Alzó ya Su Señoría la prohibición que tenía puesta a la Compañía en lo de los sermones, restituyéndole los sermones de tabla que solía predicar en la Iglesia mayor de esta ciudad, y avisando a las demás partes que podrían llamar a los de la Compañía y ayudarse de su doctrina y sermones, y así se comenzó a hacer esta Pascua de Espíritu Santo (17 de mayo de 1592), y con esto ha cesado toda esta pesadumbre, según la presente justicia, que entre Su Señoría y la Compañía ha habido”. <br />
Solución del conflicto<br />
Sin haber llegado a conocer oportunamente la misiva anterior, el Padre Aquaviva le escribía al teólogo y profesor de la Universidad de San Marcos, adre. Esteban de Ávila, el 3 de agosto de 1592:<br />
“Yo holgara harto que no hubiera sucedido lo que me escriben pasa entre el señor Arzobispo y la Compañía porque demás de los disgustos que se atraviesan, ningún suceso que tenga un tal caso puede ser ganancioso, porque si la Compañía sale con su razón, deja disgustado y averso el Prelado; y si el Señor Arzobispo sale con lo que intenta, será con alguna quiebra en la reputación de los Nuestros y, según se puede temer, etiam (también) con algún daño de esos pobres indios”. <br />
Otra vez desde Roma el 3 de agosto de 1592, la carta se halla dirigida al propio Virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza (y se comprende el cuidado del remitente en escoger las palabras precisas):<br />
“Por muchas razones he sentido que entre el Arzobispo y la Compañía se haya ofrecido ocasión de menos paz y unión, porque como de la mucha que hasta aquí han tenido se han visto bonísimos efectos para gloria de Dios y ayuda de esos pobres indios, así se puede temer que la falta de ella impida mucho bien que se podría hacer en utilidad de las almas; y aunque reconozco la mucha merced que V.E. ha hecho a la Compañía de esta ocasión, y por ella esos Podres y yo nos hallamos de nuevo obligados a su servicio, siento también la parte de pena que a V.E. habrá dado este suceso. Pero consuélome de pensar que con su cristiano celo habrá dado en ello tal corte que a esta hora está todo acabado, de manera que esos Padres puedan servir y ayudar al Prelado, como yo lo deseo y ellos lo han procurado hacer hasta ahora”. <br />
El Padre General llega a expresar que él era partidario de dejar la doctrina de Santiago del Cercado “para ahorrar molestias”. Se deduce -comenta el compilador de «Monumenta Peruana», Padre Antonio de Egaña- que el Virrey “les había mandado a los jesuitas que no abandonaran la doctrina". <br />
En la misma fecha en que escribe el Virrey, le envía el General una carta al nuevo Provincial del Perú, Padre Juan Sebastián de la Parra (electo por Aquaviva el 25 de abril de 1591), en la que reitera los sentimientos de buscar la paz y la armonía con la autoridad civil. “Ya me parece que de España se ha enviado remedio y el Padre [Diego de] Zúñiga, [Procurador de la Provincia] llevó el duplicado. El Papa [Gregorio XIV] también envía un breve al Arzobispo en que le exhorta a unirse con nosotros, como lo verá en la copia” .<br />
Todavía el 5 de jumo de 1594, en nueva comunicación de Aquaviva al P. Sebastián, toma al objetivo de la concordia: “Aunque la concordia con el señor Arzobispo de Lima no haya sido en sus principios tan fervorosa, espero que a esta hora VV.RR. [Vuestras Reverencias] le habrán ganado de manera que la amistad antigua se haya renovado, sin que la quiebra pasada sea causa de menoscabar el servicio de Dios y ayuda de esa buena gente, que éste es el fin donde «deben enderezar las diligencias que en esta y en otra cualquiera materia se hicieren»”. <br />
Finalmente, en lo que respecta a las cartas de Aquaviva acerca del asunto del Cercado, hallamos aún una referencia a cierta desconfianza por parte del Arzobispo; como se desprende de la carta de 4 de julio de 1594: “Pésame que el señor Arzobispo no se sirva de los Nuestros como hasta aquí; espero de la caridad y prudencia de V.R. y de esos ‘Padres que poco a poco le irán ganando de manera que torne a su antigua devoción”. <br />
Sin embargo, hay que reconocer que la presencia en Lima del Virrey García Hurtado de Mendoza seguía obstaculizando el regreso de los indios pescadores al barrio de San Lázaro. Por fin llegó la orden de Felipe II para que regresase a España el autocrático gobernante. Aquaviva dispuso que también hiciese el viaje a la Península el jesuita Hernando de Mendoza, hermano del Virrey. Así lo hizo éste. Tuvo que asistir durante la navegación -en la escala de Panamá- a la muerte de su cuñada, la esposa del Virrey, doña Teresa de Castro, ocurrida en un día no precisado de mayo de 1596. <br />
Un hecho doloroso que sirvió para acercar a Santo Toribio a los jesuitas fue el inesperado fallecimiento del Provincial Juan de Atienza, el día 1 de noviembre de 1592. La «Crónica anónima» de la Provincia Peruana dice sobre el particular: “el mismo Arzobispo predicando el mismo día en su Iglesia catedral... dijo grandes alabanzas del difunto, envolviendo sus palabras en lágrimas por la falta de una persona tan útil a la república” . Y no sólo eso. A la ceremonia del entierro del Padre Atienza se hizo presente Santo Toribio de Mogrovejo. <br />
Con la llegada del nuevo Virrey Luis de Velasco continuaron las buenas relaciones entre el Arzobispo de Lima y los jesuitas. Hay de ello suficientes pruebas. Rodríguez Valencia, el acucioso biógrafo del Santo, no deja de mencionarlas. El Padre Aquaviva escribe al Padre Rodrigo de Cabredo que la Orden le servirá “en lo que se pudiese, y lo que por medio de los Nuestros no se pudiese hacer, se negociará por medio de algún seglar”. Y al propio Arzobispo le reitera en la misma fecha (13 de noviembre de 1600) semejante benevolencia. <br />
Otro hecho significativo. Sabido es que la visita «ad limina» era obligatoria cada cierto tiempo para los prelados. Pero, dada la gran distancia entre el Perú y Roma, quedaba autorizada la visita por medio de procuradores. En 1601 Santo Toribio nombra como tales a los padres Diego de Torres y Pablo José de Amaga. Fueron éstos los que condujeron a Roma la Relación diocesana de 1601, juntamente con la de los obispos sufragáneos de Lima. <br />
CONCLUSIÓN<br />
Del atento estudio de las fuentes que tratan del Conflicto de la Doctrina de Santiago del Cercado, se infiere que el gran responsable de la forma en que se condujo este asunto fue el Virrey García Hurtado de Mendoza. Aun suponiendo que hubiese razones pastorales de peso en el plan de llevar a los pescadores de San Lázaro al Cercado, los modos que se utilizaron no pueden ser aprobados. <br />
El Padre Rubén Vargas Ugarte S.J., tanto en su «Historia de la Iglesia en el Perú» como en su «Historia de la Compañía de Jesús en el Perú», con su característica franqueza señala la “altanería y terquedad” del Virrey; el derecho que el Arzobispo Mogrovejo tenía para visitar las doctrinas de su jurisdicción; y el inconveniente de que los religiosos adujesen privilegios de exención, los que terminaron por ser suprimidos en 1611 por el Papa Paulo V (Borghese).<br />
No hay duda de que el conflicto del Cercado y, en general, el período gobernativo del Virrey García Hurtado de Mendoza han quedado bien tipificados en los procesos de beatificación de Santo Toribio. Todos los testigos (y son más de un centenar) coinciden en que el Prelado límense ejercitó heroicamente las virtudes de paciencia, fortaleza, humildad y mansedumbre, que le han valido el loor de la Iglesia para siempre. Nunca se le vio alterado ni iracundo; al contrario daba gracias a Dios, alegrándose de poder padecer a imitación de Jesucristo.</div>
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LIMA. El conflicto de la doctrina del Cercado (1590-1592)
2023-09-03T00:36:56Z
<p>Vrosasr: </p>
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<div>==Figura del virrey Hurtado de Mendoza==<br />
<br />
La aparición en 1590 en la escena peruana del virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y antiguo gobernador de Chile, tuvo aspectos positivos en los campos administrativo y financiero, así como en los políticos y sociales. Activó el sistema de alcabalas y almojarifazgos; moderó las pretensiones de los corregidores de indios, propensos siempre a abusar del cargo; animó las flotas de galeones de mercancías y otros empeños circunstanciales.<br />
<br />
Desgraciadamente tuvo el personaje graves defectos de carácter. Altanero y atrabiliario, su autoritarismo le condujo a censurables excesos. Los biógrafos de Santo Toribio no dejan de resaltar esas taras temperamentales. Según Rodríguez Valencia, el virrey es ''“vanidoso y violento, y estas dos notas de su carácter le inutilizaron para todo buen gobierno en su vida de contacto y relación”''<ref>Vicente RODRÍGUEZ VALENCIA, Santo Toribio de Mogrovejo, organizador y apóstol de Sur-América. (Madrid, 1957), t. II, p. 349.</ref> . Rubén Vargas Ugarte S.J. destaca su ''“altanería y terquedad”''<ref>Rubén VARGAS UGARTE S.J., Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, tomo II (1568-1620), (Burgos, 1963), p. 189.</ref>, y José Antonio Benito, la importunidad de la que dio prueba el virrey en sus actuaciones. <br />
Si a eso añadimos que García Hurtado de Mendoza era en el Perú el titular del Regio Patronato Indiano, con las desbordantes prerrogativas de tal institución frente a la Iglesia, tendremos una idea bastante aproximada de las actitudes de prepotencia que mostró el virrey durante el gobierno eclesiástico de Santo Toribio. Por lo general los virreyes eran celosos en la guarda del Patronato; pero el marqués de Cañete convirtió el celo en avasallamiento del fuero episcopal, y no se detuvo ni ante la acusación calumniosa. Esta fue una de las cruces más duras de Toribio Alfonso de Mogrovejo y uno de los capítulos más edificantes en el proceso de beatificación.<br />
El «Cercado»<br />
Hacia 1563, cuando aún no habían llegado los jesuitas a Lima, existía al otro lado del río Rímac el barrio de San Lázaro, en el cual se asentaron muchos indios camaroneros [pescadores de camarones]. Cuando los jesuitas asumen la Doctrina de Santiago del Cercado, consideraron conveniente —para fines pastorales— que se uniesen allá también los nativos de San Lázaro. El 18 de enero de 1585 el padre Juan de Aguilar hizo la correspondiente petición al Cabildo limeño. Por lo pronto no hubo respuesta.<br />
El 25 de febrero de 1588 el Cabildo tomó más bien la decisión de pedir al virrey Torres y Portugal y al Arzobispo que se erigiera en San Lázaro una parroquia para atender espiritualmente a los numerosos indios de ese sector de la capital. El prelado dispuso que el barrio de pescadores fuera atendido por curas diocesanos versados en lengua indígena: el canónigo Balboa, después el doctor Zapata y por fin don Alonso de Huerta. El mismo Santo Toribio se interesaba por esta Doctrina.<br />
Reunidos los indios a un costado de la Catedral los días domingos, el Arzobispo vestido de pontifical y con el báculo en la mano hacía la explicación del Catecismo del Concilio límense en quechua y castellano. “Yo asimismo el tiempo que estoy en esta ciudad hago lo propio, predicándoles en la lengua, y a los españoles, y a los demás que me entienden, declarando el evangelio (...). Era de mucha edificación para el pueblo verlos venir con sus pendones en procesión desde San Lázaro a la Iglesia Mayor por medio de la plaza, con muy buen orden, y el cura con ellos, según y cómo en el tiempo del doctor Balboa se acostumbraba”. <br />
Con la llegada del virrey García Hurtado de Mendoza las cosas iban a cambiar. Venía a Lima el nuevo gobernante en compañía de su hermano, el sacerdote jesuita Hernando de Mendoza, cuya presencia en el Perú la había solicitado el mismo virrey al General de la Compañía, padre Claudio Aquaviva. En cuanto al carácter del sacerdote, era muy distinto de su hermano. No estaba muy bien de salud (padecía algún mal cardíaco), era muy observante y no le agradaba meterse en asuntos de la administración virreinal. El padre Hernando fue destinado por el Provincial Juan de Atienza a la doctrina de Santiago del Cercado, cuyo superior era el padre Juan de Aguilar.<br />
Inicios del conflicto entre el Virrey y el Arzobispo<br />
Los sucesos ocurrieron con la violencia que era de temerse cuando intervenía García Hurtado de Mendoza. Estamos a 28 de agosto de 1590. Mogrovejo no se hallaba en Lima, sino en Visita Pastoral; pero habría de llegar pronto, pues el IV concilio provincial límense estaba convocado para el 18 de octubre. El Virrey ordenó que de inmediato se procediese al traslado de los indios de San Lázaro a la Reducción del Cercado. <br />
La ejecución del mandato se le confió al Corregidor del Cercado, Juan Ortiz de Zárate. El Provisor del Arzobispado y Vicario General era don Antonio de Valcázar, quien obviamente resistió la intimación desaforada del Virrey. Cuenta Valcázar: “Forzados y contra su voluntad dejaban (los indios) cuanto tenían y se huían a los cañaverales. Los soldados iban a la caza de los fugitivos. Algunos de los indios se asilaron en la iglesia de San Lázaro, de donde fueron sacados por los oficiales reales”. Valcázar fue apresado por éstos, y un piquete de alabarderos lo llevó detenido a las galeras del Callao.<br />
A su llegada a Lima quedó Santo Toribio muy sorprendido e indignado por el atropello consumado contra los indios y contra su Vicario General. Pudo haber lanzado la excomunión. Por bien de paz no lo hizo; pero sí tomó la pluma para quejarse ante Felipe II de tamañas tropelías, descritas por el propio Vicario General en carta que iba adjunta. Hacía notar el Arzobispo la violencia ejercida por el Virrey “llevándome al Provisor al Callao con la guardia... siendo una persona tan principal y de mucha virtud y recogimiento, a quien Vuestra Alteza ha de hacer mucha merced, y yo amo y quiero mucho”. <br />
Antes de proseguir con el relato de los hechos que se sucedieron luego de la reducción forzada de los indios pescadores de San Lázaro, conviene repasar las motivaciones de uno y otro lado, los provechos y perjuicios de la reducción única y de la independencia de las dos doctrinas. Para enteramos del punto de vista de los jesuitas, que coincidía en gran parte con el del Virrey, contamos con la carta de éste, fecha 27 de diciembre de 1590, al rey Felipe II. <br />
Los indígenas de San Lázaro se hallaban en paraje muy precario, junto al río, con los riesgos de las riadas (huaicos) del verano, expuestos a los robos y vejaciones por parte de negros, mulatos y zambahigos “que entran y salen en esta ciudad y allí encubrían sus hurtos; y el clérigo que doctrina a estos indios era uno que habían echado de la Compañía de Jesús por no ser de la vida y ejemplo que profesa su Religión”. <br />
Añade el Virrey que la situación en el Cercado era muy otra, ya que los indios estaban muy bien atendidos y contaban con una iglesia, “la mejor que hay en todo este Arzobispado y más bien servida y proveída de ornamentos y música”. Y concluye el Virrey: “Y así he mandado reducir al Cercado todos los indios que estaban en San Lázaro y los que andaban vagando por esta ciudad, y les he puesto Corregidor que los ampare y defienda y los tengo en paz y justicia” .<br />
La posición del Arzobispado se halla contenida en la extensa carta del 23 de marzo de 1591, al monarca. Allí en primer término Santo Toribio lamenta que el traslado forzoso de los indios se haya hecho “con mucho sentimiento y dolor y lágrimas y perdimiento de haciendas de los indios, y daño y detrimento de la provisión de la ciudad, clero y pueblo y religiosos y la contradicción que de mi parte se ha hecho para que no los sacasen de la parroquia e iglesia que tenían en San Lázaro con su clérigo (Juan de San Martín)...”. <br />
Santo Toribio menciona al jesuita “hermano del mismo Virrey” (se refiere al padre Hernando de Mendoza) como cómplice en el desaguisado. Expone con detalle los excesos cometidos por parte del Virrey y de la Compañía; por ejemplo, el nombrar ésta un juez conservador, que defienda los derechos de la Orden en el fuero eclesiástico; prerrogativa contenida en la bula «Aequum reputamus» de Gregorio XIII del 25 de mayo de 1572. Este juez conservador sentenció que el Arzobispo lesionaba privilegios pontificios al reclamar la doctrina del Cercado. Creemos que es éste un caso más en la larga lista de querellas virreinales entre las órdenes religiosas (no sólo la Compañía) y los prelados diocesanos. La lista se haría más larga si añadimos los casos de roces entre el Real Patronato y el fuero episcopal puramente eclesiástico.<br />
El Arzobispo se lamenta de la preferencia que se da a los religiosos sobre los clérigos diocesanos en el otorgamiento de las doctrinas, y llega a decir: “yo estoy resuelto a no ordenar más clérigos por que no padezcan y se vean en necesidad, no habiendo en qué acomodarlos, y en los Obispados del Cuzco y Charcas me dicen hay muy grande número de clérigos y que a cada doctrina se oponen (en el concurso) veinte y treinta clérigos” .<br />
Pide el prelado a Felipe II que ordene a la Compañía abandonar la doctrina del Cercado “para poder acomodar en ella clérigos muy virtuosos y buenos lenguas [conocedores de las lenguas indígenas] e hijos de conquistadores”. Como se ve, y lo reconoce el Padre Egaña (anotador de «Monumenta Peruana» IV), en el fondo de la controversia latía el problema de la supervivencia y derogación de los privilegios de los regulares en Indias.<br />
Continúa en su carta Santo Toribio aduciendo la amistad entre el Virrey Hurtado de Mendoza y la Compañía para desfavorecer las causas del prelado. Señala que incluso los oidores de la Real Audiencia “no se atreven a hacer más de lo que él (el Virrey) quiere”. En este punto de la misiva arzobispal cita Mogrovejo la amenaza del Virrey: “dijo que yo no había de enviar persona ni papeles ni carta ni razón alguna Vuestra Alteza, y que me había de embarcar para Chile y de allí enviarme por el estrecho de Magallanes a España”.<br />
Es en este pasaje de la referida carta del 23 de marzo de 1591 donde aparece un importante rasgo autobiográfico de Santo Toribio, que suele mencionarse en las obras que cuenta su prodigiosa labor pastoral: “... habiendo ya trabajado tanto en este Arzobispado después de Vuestra Alteza me hizo merced, por tiempo de seis o siete años, discurriendo por él y habiendo andado... más ha de dos años, dos mil leguas y más entonces, y confirmado más de cuatrocientos y cincuenta mil ánimas, y después acá mucha más, con grandes trabajos de caminos y tierras muy ásperas y temples diferentes, viéndome yo y los que iban conmigo en mucho riesgo y peligro de vida...”. <br />
Este párrafo obedece sin duda a la explicable indignación del Arzobispo ante las injustas y mezquinas acusaciones del Virrey, el cual en carta del 1 de mayo de 1590 al rey Felipe II incrimina al Santo de que «jamás» está en Lima, “y da por excusa que anda visitando su arzobispado, lo cual se tiene por mucho inconveniente... y también se mete en todas las cosas del Patronazgo... porque todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude, como sería razón, a las cosas de servicio de V.M., parece que convendría que V.M. le mandase ir a España, poniendo aquí un coadjutor, de todo lo cual me han informado los oidores de esta Audiencia y los clérigos de su misma Iglesia” ...Palabras muy duras e injustas que muestran la incomprensión y malquerencia del Virrey hacia el Arzobispo.<br />
“Estoy admirado -añade Santo Toribio en su carta a Felipe II— que profesando los Padres de la Compañía tanta cristiandad y paz... no hayan atajado esto y venido en lo que todo el mundo aprobara, y parecerá bien siendo yo pastor de estas ovejas y estando a mi cargo el darles pasto espiritual”. El biógrafo más notable de Santo Toribio -que lo es Vicente Rodríguez Valencia— comenta acerca de la polarización a que ha llegado el conflicto: <br />
“Y será hora ya de decimos qué siniestra fortuna es la de este gobernante aristócrata, que así trae envueltos en contiendas de jurisdicción, en vaivenes, en alharacas, en compromisos a estos dos poderes de cuya concordia y suma tan duraderos bienes venían lográndose para la Iglesia en Indias: el segundo Arzobispo de Lima y los jesuitas de la Provincia del Perú”. <br />
Escalada del conflicto<br />
Se había llegado a un punto en que las jurisdicciones locales, tanto de la Arquidiócesis como de la Provincia jesuita del Perú, resultaban ineficaces para dar solución al grave litigio. Era preciso esperar decisiones tanto de Madrid como de Roma. Es obvio que ambas partes litigantes se apresuraron a enviar los respectivos informes a las instancias europeas. Ya hemos dicho que tanto el Provisor Valcázar como el propio Arzobispo Mogrovejo habían escribo a Madrid (cartas del 28 de abril y 23 de marzo de 1591 respectivamente). Pero estas fechas poco significan en cuanto a celeridad de procedimientos. <br />
El Virrey tenía interés en que primero se conociese en Madrid su propia versión del conflicto del Cercado. Por ello recurrió a la estratagema de hacer retrasar los trámites iniciados en Lima por el Arzobispo. Las flotas de aquel tiempo salían sólo dos veces en el año. En primer lugar salieron de Lima los escritos y alegatos de García Hurtado de Mendoza con la flota de primavera; pero sin los de Santo Toribio. <br />
El Arzobispo incluso había decidido enviar personalmente al doctor Francisco García del Castillo, antiguo colegial del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo (tan querido al Prelado) para que informase «vivae vocis» de estos y otros asuntos a las autoridades madrileñas. García del Castillo tuvo, pues, que quedarse en Lima y esperar... la flota de otoño. En el mes de noviembre de 1591 se tramitaba en Madrid la sentencia del Consejo de Indias, que resultó favorable al Virrey y a los jesuitas.<br />
Por esa época Santo Toribio retiró a los jesuitas de la arquidiócesis de los llamados sermones «de tabla» que solían tener en la Catedral de Lima, y también les retiró las licencias de predicar. Así se lo informa el Provincial Atienza al Padre Aquaviva, General de la Compañía: “Hasta ahora no ha alzado el Arzobispo la prohibición que tiene puesta de que no admitan a predicar a los de la Compañía en los monasterios de monjas y parroquias” (carta del 21 de abril de 1592). Pero un mes después tal prohibición fue levantada, y el mismo Padre Atienza tiene la satisfacción de informar de ello al General (21 de mayo). <br />
Entretanto Santo Toribio seguía esperando respuesta de Madrid. Su alegato, intencionalmente retrasado en Lima, sólo pudo enviarlo a Madrid en la flota de otoño, mientras que el expediente del Virrey había salido con la flota de invierno. En la corte de Felipe II fue escuchado el parecer de Santo Toribio, expuesto por su fiel apoderado, el doctor Francisco García del Castillo. <br />
En el voluminoso expediente del Prelado de Lima se incluían: documentos relativos a la cuestión del Seminario de Los Reyes (levantado con la advocación de Sto. Toribio de Astorga), en cuyos asuntos también se había entrometido García Hurtado de Mendoza; documentos referentes a Doctrinas y papeles relativos al enojoso tema del Cercado. En resumen, las resoluciones del Consejo consisten en lo siguiente: <br />
1. Seminario Conciliar de Lima. El monarca manda que sea el Arzobispo quien lo administre, según lo ordena el Tridentino e incluso el Concilio III límense de 1583. Y que sea repuesto el escudo episcopal (arbitrariamente removido por el colérico Virrey el 20 de marzo de 1591), pero (matiz conciliatorio y salomónico de la resolución real) que se pongan, también las armas reales “en el más preeminente lugar”.<br />
2. Vuelta de los indios a su barrio de San Lázaro. Se concede la petición del Arzobispo: “que todos los indios que el Marqués de Cañete redujo y pobló en el Cercado de los que vivían en San Lázaro y en esta ciudad, vuelvan y pongan en el asiento de San Lázaro adonde estaban poblados por el Conde del Villar, y gocen de la libertad, quietud y sosiego”. Hay que reconocer que tanto el Virrey como los Oidores acataron la norma, como lo reconoció el propio Santo Toribio, si bien hubo tardanzas y forcejeos. Para los indios y españoles el Arzobispo erigiría más tarde la vice-parroquia de San Lázaro, que fue la de Nuestra Señora de Copacabana, con su cofradía de indios.<br />
Después de tantas tensiones y contradicciones, debía llegar el momento de la reconciliación entre el Arzobispo y la Compañía de Jesús. Desgraciadamente el temperamento irascible del Virrey García Hurtado de Mendoza habría de mantener viva la llama de la inquina hacia el santo prelado. Sería muy larga la enumeración de las quejas, irritaciones, desaires y hasta acusaciones calumniosas -orales y escritas— por parte del Marqués de Cañete. <br />
Solamente haremos referencia a la reprensión pública al Arzobispo, ordenada por Real Cédula de Felipe II de 29 de diciembre de 1593. Con su habitual malquerencia hacia Santo Toribio, el Virrey se había quejado ante la corte madrileña de que el Arzobispo se quedaba con los dineros que el Regio Patronato destinaba a la organización del Seminario de Lima.<br />
Cuando llegó a Lima la cédula de reprensión, dada por los consejeros de Indias sin esperar el descargo del acusado, Santo Toribio se hallaba de visita pastoral en apartados pueblos de su arquidiócesis -la más extensa del mundo iberoamericano-; y no recibió las Reales Cédulas hasta el mes de junio de 1594.<br />
Se comprenderá el asombro de Santo Toribio al enterarse de tal cúmulo do cargos impertinentes y sobre todo infundados. Un cura párroco de esa época, Hernando Martínez, que había conocido de cerca al Arzobispo, dijo: “Da lástima y compasión que de un Prelado tan santo y de tanta virtud se presuma de que había de tomar lo ajeno... Y que tenga que abonar su persona siendo ejemplo de virtud”. <br />
Felipe II estimó que “por la autoridad y decencia del Prelado no conviene que el Virrey le dé en estrados la reprensión pública que parece, sino aparte y en secreto...”. León Pinelo acota sobre este punto: “La tradición que de este caso hay en Lima, que oí muchas veces contar es, que habiéndosela leído en el Acuerdo la cédula de reprehensión, sólo respondió el Santo Arzobispo: «Enojado estaba nuestro Rey, sea por amor de Dios, satisfarémosle, satisfarémosle». Y que el Virrey y los Oidores quedaron admirados de ver la paciencia con que llevó aquel pesar, que en otro sujeto de menos perfección causaría mucho disgusto y aun ira”. <br />
Luego de esta digresión, volvamos al tema de la reconciliación de la autoridad civil con los padres jesuitas. En primer término es preciso tener en cuenta que el principal interesado en no agudizar las tensiones fue el propio Padre General, Claudio Aquaviva. Los testimonios que han sido publicados en «Monumenta Peruana» V son expresivos. <br />
En todas las cartas a sus súbditos en Lima, el Prepósito General les exhorta a la concordia y a deponer rencillas. Será ilustrativo corroborar esta afirmación siguiendo el orden cronológico de los despachos, el cual se basa indudablemente en las informaciones que Aquaviva va recibiendo de esta Capital. El Provincial del Perú, Padre Juan de Atienza le había escrito desde Lima el 27 de mayo de 1592:<br />
“La amistad con el señor Arzobispo de esta ciudad y los de su casa se ha ido continuando, a Dios gracias, y espero en Nuestro Señor- se satisfará Su Señoría cada día más del deseo que la Compañía tiene por servirle. Alzó ya Su Señoría la prohibición que tenía puesta a la Compañía en lo de los sermones, restituyéndole los sermones de tabla que solía predicar en la Iglesia mayor de esta ciudad, y avisando a las demás partes que podrían llamar a los de la Compañía y ayudarse de su doctrina y sermones, y así se comenzó a hacer esta Pascua de Espíritu Santo (17 de mayo de 1592), y con esto ha cesado toda esta pesadumbre, según la presente justicia, que entre Su Señoría y la Compañía ha habido”. <br />
Solución del conflicto<br />
Sin haber llegado a conocer oportunamente la misiva anterior, el Padre Aquaviva le escribía al teólogo y profesor de la Universidad de San Marcos, adre. Esteban de Ávila, el 3 de agosto de 1592:<br />
“Yo holgara harto que no hubiera sucedido lo que me escriben pasa entre el señor Arzobispo y la Compañía porque demás de los disgustos que se atraviesan, ningún suceso que tenga un tal caso puede ser ganancioso, porque si la Compañía sale con su razón, deja disgustado y averso el Prelado; y si el Señor Arzobispo sale con lo que intenta, será con alguna quiebra en la reputación de los Nuestros y, según se puede temer, etiam (también) con algún daño de esos pobres indios”. <br />
Otra vez desde Roma el 3 de agosto de 1592, la carta se halla dirigida al propio Virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza (y se comprende el cuidado del remitente en escoger las palabras precisas):<br />
“Por muchas razones he sentido que entre el Arzobispo y la Compañía se haya ofrecido ocasión de menos paz y unión, porque como de la mucha que hasta aquí han tenido se han visto bonísimos efectos para gloria de Dios y ayuda de esos pobres indios, así se puede temer que la falta de ella impida mucho bien que se podría hacer en utilidad de las almas; y aunque reconozco la mucha merced que V.E. ha hecho a la Compañía de esta ocasión, y por ella esos Podres y yo nos hallamos de nuevo obligados a su servicio, siento también la parte de pena que a V.E. habrá dado este suceso. Pero consuélome de pensar que con su cristiano celo habrá dado en ello tal corte que a esta hora está todo acabado, de manera que esos Padres puedan servir y ayudar al Prelado, como yo lo deseo y ellos lo han procurado hacer hasta ahora”. <br />
El Padre General llega a expresar que él era partidario de dejar la doctrina de Santiago del Cercado “para ahorrar molestias”. Se deduce -comenta el compilador de «Monumenta Peruana», Padre Antonio de Egaña- que el Virrey “les había mandado a los jesuitas que no abandonaran la doctrina". <br />
En la misma fecha en que escribe el Virrey, le envía el General una carta al nuevo Provincial del Perú, Padre Juan Sebastián de la Parra (electo por Aquaviva el 25 de abril de 1591), en la que reitera los sentimientos de buscar la paz y la armonía con la autoridad civil. “Ya me parece que de España se ha enviado remedio y el Padre [Diego de] Zúñiga, [Procurador de la Provincia] llevó el duplicado. El Papa [Gregorio XIV] también envía un breve al Arzobispo en que le exhorta a unirse con nosotros, como lo verá en la copia” .<br />
Todavía el 5 de jumo de 1594, en nueva comunicación de Aquaviva al P. Sebastián, toma al objetivo de la concordia: “Aunque la concordia con el señor Arzobispo de Lima no haya sido en sus principios tan fervorosa, espero que a esta hora VV.RR. [Vuestras Reverencias] le habrán ganado de manera que la amistad antigua se haya renovado, sin que la quiebra pasada sea causa de menoscabar el servicio de Dios y ayuda de esa buena gente, que éste es el fin donde «deben enderezar las diligencias que en esta y en otra cualquiera materia se hicieren»”. <br />
Finalmente, en lo que respecta a las cartas de Aquaviva acerca del asunto del Cercado, hallamos aún una referencia a cierta desconfianza por parte del Arzobispo; como se desprende de la carta de 4 de julio de 1594: “Pésame que el señor Arzobispo no se sirva de los Nuestros como hasta aquí; espero de la caridad y prudencia de V.R. y de esos ‘Padres que poco a poco le irán ganando de manera que torne a su antigua devoción”. <br />
Sin embargo, hay que reconocer que la presencia en Lima del Virrey García Hurtado de Mendoza seguía obstaculizando el regreso de los indios pescadores al barrio de San Lázaro. Por fin llegó la orden de Felipe II para que regresase a España el autocrático gobernante. Aquaviva dispuso que también hiciese el viaje a la Península el jesuita Hernando de Mendoza, hermano del Virrey. Así lo hizo éste. Tuvo que asistir durante la navegación -en la escala de Panamá- a la muerte de su cuñada, la esposa del Virrey, doña Teresa de Castro, ocurrida en un día no precisado de mayo de 1596. <br />
Un hecho doloroso que sirvió para acercar a Santo Toribio a los jesuitas fue el inesperado fallecimiento del Provincial Juan de Atienza, el día 1 de noviembre de 1592. La «Crónica anónima» de la Provincia Peruana dice sobre el particular: “el mismo Arzobispo predicando el mismo día en su Iglesia catedral... dijo grandes alabanzas del difunto, envolviendo sus palabras en lágrimas por la falta de una persona tan útil a la república” . Y no sólo eso. A la ceremonia del entierro del Padre Atienza se hizo presente Santo Toribio de Mogrovejo. <br />
Con la llegada del nuevo Virrey Luis de Velasco continuaron las buenas relaciones entre el Arzobispo de Lima y los jesuitas. Hay de ello suficientes pruebas. Rodríguez Valencia, el acucioso biógrafo del Santo, no deja de mencionarlas. El Padre Aquaviva escribe al Padre Rodrigo de Cabredo que la Orden le servirá “en lo que se pudiese, y lo que por medio de los Nuestros no se pudiese hacer, se negociará por medio de algún seglar”. Y al propio Arzobispo le reitera en la misma fecha (13 de noviembre de 1600) semejante benevolencia. <br />
Otro hecho significativo. Sabido es que la visita «ad limina» era obligatoria cada cierto tiempo para los prelados. Pero, dada la gran distancia entre el Perú y Roma, quedaba autorizada la visita por medio de procuradores. En 1601 Santo Toribio nombra como tales a los padres Diego de Torres y Pablo José de Amaga. Fueron éstos los que condujeron a Roma la Relación diocesana de 1601, juntamente con la de los obispos sufragáneos de Lima. <br />
CONCLUSIÓN<br />
Del atento estudio de las fuentes que tratan del Conflicto de la Doctrina de Santiago del Cercado, se infiere que el gran responsable de la forma en que se condujo este asunto fue el Virrey García Hurtado de Mendoza. Aun suponiendo que hubiese razones pastorales de peso en el plan de llevar a los pescadores de San Lázaro al Cercado, los modos que se utilizaron no pueden ser aprobados. <br />
El Padre Rubén Vargas Ugarte S.J., tanto en su «Historia de la Iglesia en el Perú» como en su «Historia de la Compañía de Jesús en el Perú», con su característica franqueza señala la “altanería y terquedad” del Virrey; el derecho que el Arzobispo Mogrovejo tenía para visitar las doctrinas de su jurisdicción; y el inconveniente de que los religiosos adujesen privilegios de exención, los que terminaron por ser suprimidos en 1611 por el Papa Paulo V (Borghese).<br />
No hay duda de que el conflicto del Cercado y, en general, el período gobernativo del Virrey García Hurtado de Mendoza han quedado bien tipificados en los procesos de beatificación de Santo Toribio. Todos los testigos (y son más de un centenar) coinciden en que el Prelado límense ejercitó heroicamente las virtudes de paciencia, fortaleza, humildad y mansedumbre, que le han valido el loor de la Iglesia para siempre. Nunca se le vio alterado ni iracundo; al contrario daba gracias a Dios, alegrándose de poder padecer a imitación de Jesucristo.</div>
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LIMA. El conflicto de la doctrina del Cercado (1590-1592)
2023-09-03T00:35:33Z
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<div>==Figura del virrey Hurtado de Mendoza==<br />
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La aparición en 1590 en la escena peruana del virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y antiguo gobernador de Chile, tuvo aspectos positivos en los campos administrativo y financiero, así como en los políticos y sociales. Activó el sistema de alcabalas y almojarifazgos; moderó las pretensiones de los corregidores de indios, propensos siempre a abusar del cargo; animó las flotas de galeones de mercancías y otros empeños circunstanciales.<br />
Desgraciadamente tuvo el personaje graves defectos de carácter. Altanero y atrabiliario, su autoritarismo le condujo a censurables excesos. Los biógrafos de Santo Toribio no dejan de resaltar esas taras temperamentales. Según Rodríguez Valencia, el virrey es ''“vanidoso y violento, y estas dos notas de su carácter le inutilizaron para todo buen gobierno en su vida de contacto y relación”''<ref>Vicente RODRÍGUEZ VALENCIA, Santo Toribio de Mogrovejo, organizador y apóstol de Sur-América. (Madrid, 1957), t. II, p. 349.</ref> . Rubén Vargas Ugarte S.J. destaca su “altanería y terquedad”, y José Antonio Benito, la importunidad de la que dio prueba el virrey en sus actuaciones. <br />
Si a eso añadimos que García Hurtado de Mendoza era en el Perú el titular del Regio Patronato Indiano, con las desbordantes prerrogativas de tal institución frente a la Iglesia, tendremos una idea bastante aproximada de las actitudes de prepotencia que mostró el virrey durante el gobierno eclesiástico de Santo Toribio. Por lo general los virreyes eran celosos en la guarda del Patronato; pero el marqués de Cañete convirtió el celo en avasallamiento del fuero episcopal, y no se detuvo ni ante la acusación calumniosa. Esta fue una de las cruces más duras de Toribio Alfonso de Mogrovejo y uno de los capítulos más edificantes en el proceso de beatificación.<br />
El «Cercado»<br />
Hacia 1563, cuando aún no habían llegado los jesuitas a Lima, existía al otro lado del río Rímac el barrio de San Lázaro, en el cual se asentaron muchos indios camaroneros [pescadores de camarones]. Cuando los jesuitas asumen la Doctrina de Santiago del Cercado, consideraron conveniente —para fines pastorales— que se uniesen allá también los nativos de San Lázaro. El 18 de enero de 1585 el padre Juan de Aguilar hizo la correspondiente petición al Cabildo limeño. Por lo pronto no hubo respuesta.<br />
El 25 de febrero de 1588 el Cabildo tomó más bien la decisión de pedir al virrey Torres y Portugal y al Arzobispo que se erigiera en San Lázaro una parroquia para atender espiritualmente a los numerosos indios de ese sector de la capital. El prelado dispuso que el barrio de pescadores fuera atendido por curas diocesanos versados en lengua indígena: el canónigo Balboa, después el doctor Zapata y por fin don Alonso de Huerta. El mismo Santo Toribio se interesaba por esta Doctrina.<br />
Reunidos los indios a un costado de la Catedral los días domingos, el Arzobispo vestido de pontifical y con el báculo en la mano hacía la explicación del Catecismo del Concilio límense en quechua y castellano. “Yo asimismo el tiempo que estoy en esta ciudad hago lo propio, predicándoles en la lengua, y a los españoles, y a los demás que me entienden, declarando el evangelio (...). Era de mucha edificación para el pueblo verlos venir con sus pendones en procesión desde San Lázaro a la Iglesia Mayor por medio de la plaza, con muy buen orden, y el cura con ellos, según y cómo en el tiempo del doctor Balboa se acostumbraba”. <br />
Con la llegada del virrey García Hurtado de Mendoza las cosas iban a cambiar. Venía a Lima el nuevo gobernante en compañía de su hermano, el sacerdote jesuita Hernando de Mendoza, cuya presencia en el Perú la había solicitado el mismo virrey al General de la Compañía, padre Claudio Aquaviva. En cuanto al carácter del sacerdote, era muy distinto de su hermano. No estaba muy bien de salud (padecía algún mal cardíaco), era muy observante y no le agradaba meterse en asuntos de la administración virreinal. El padre Hernando fue destinado por el Provincial Juan de Atienza a la doctrina de Santiago del Cercado, cuyo superior era el padre Juan de Aguilar.<br />
Inicios del conflicto entre el Virrey y el Arzobispo<br />
Los sucesos ocurrieron con la violencia que era de temerse cuando intervenía García Hurtado de Mendoza. Estamos a 28 de agosto de 1590. Mogrovejo no se hallaba en Lima, sino en Visita Pastoral; pero habría de llegar pronto, pues el IV concilio provincial límense estaba convocado para el 18 de octubre. El Virrey ordenó que de inmediato se procediese al traslado de los indios de San Lázaro a la Reducción del Cercado. <br />
La ejecución del mandato se le confió al Corregidor del Cercado, Juan Ortiz de Zárate. El Provisor del Arzobispado y Vicario General era don Antonio de Valcázar, quien obviamente resistió la intimación desaforada del Virrey. Cuenta Valcázar: “Forzados y contra su voluntad dejaban (los indios) cuanto tenían y se huían a los cañaverales. Los soldados iban a la caza de los fugitivos. Algunos de los indios se asilaron en la iglesia de San Lázaro, de donde fueron sacados por los oficiales reales”. Valcázar fue apresado por éstos, y un piquete de alabarderos lo llevó detenido a las galeras del Callao.<br />
A su llegada a Lima quedó Santo Toribio muy sorprendido e indignado por el atropello consumado contra los indios y contra su Vicario General. Pudo haber lanzado la excomunión. Por bien de paz no lo hizo; pero sí tomó la pluma para quejarse ante Felipe II de tamañas tropelías, descritas por el propio Vicario General en carta que iba adjunta. Hacía notar el Arzobispo la violencia ejercida por el Virrey “llevándome al Provisor al Callao con la guardia... siendo una persona tan principal y de mucha virtud y recogimiento, a quien Vuestra Alteza ha de hacer mucha merced, y yo amo y quiero mucho”. <br />
Antes de proseguir con el relato de los hechos que se sucedieron luego de la reducción forzada de los indios pescadores de San Lázaro, conviene repasar las motivaciones de uno y otro lado, los provechos y perjuicios de la reducción única y de la independencia de las dos doctrinas. Para enteramos del punto de vista de los jesuitas, que coincidía en gran parte con el del Virrey, contamos con la carta de éste, fecha 27 de diciembre de 1590, al rey Felipe II. <br />
Los indígenas de San Lázaro se hallaban en paraje muy precario, junto al río, con los riesgos de las riadas (huaicos) del verano, expuestos a los robos y vejaciones por parte de negros, mulatos y zambahigos “que entran y salen en esta ciudad y allí encubrían sus hurtos; y el clérigo que doctrina a estos indios era uno que habían echado de la Compañía de Jesús por no ser de la vida y ejemplo que profesa su Religión”. <br />
Añade el Virrey que la situación en el Cercado era muy otra, ya que los indios estaban muy bien atendidos y contaban con una iglesia, “la mejor que hay en todo este Arzobispado y más bien servida y proveída de ornamentos y música”. Y concluye el Virrey: “Y así he mandado reducir al Cercado todos los indios que estaban en San Lázaro y los que andaban vagando por esta ciudad, y les he puesto Corregidor que los ampare y defienda y los tengo en paz y justicia” .<br />
La posición del Arzobispado se halla contenida en la extensa carta del 23 de marzo de 1591, al monarca. Allí en primer término Santo Toribio lamenta que el traslado forzoso de los indios se haya hecho “con mucho sentimiento y dolor y lágrimas y perdimiento de haciendas de los indios, y daño y detrimento de la provisión de la ciudad, clero y pueblo y religiosos y la contradicción que de mi parte se ha hecho para que no los sacasen de la parroquia e iglesia que tenían en San Lázaro con su clérigo (Juan de San Martín)...”. <br />
Santo Toribio menciona al jesuita “hermano del mismo Virrey” (se refiere al padre Hernando de Mendoza) como cómplice en el desaguisado. Expone con detalle los excesos cometidos por parte del Virrey y de la Compañía; por ejemplo, el nombrar ésta un juez conservador, que defienda los derechos de la Orden en el fuero eclesiástico; prerrogativa contenida en la bula «Aequum reputamus» de Gregorio XIII del 25 de mayo de 1572. Este juez conservador sentenció que el Arzobispo lesionaba privilegios pontificios al reclamar la doctrina del Cercado. Creemos que es éste un caso más en la larga lista de querellas virreinales entre las órdenes religiosas (no sólo la Compañía) y los prelados diocesanos. La lista se haría más larga si añadimos los casos de roces entre el Real Patronato y el fuero episcopal puramente eclesiástico.<br />
El Arzobispo se lamenta de la preferencia que se da a los religiosos sobre los clérigos diocesanos en el otorgamiento de las doctrinas, y llega a decir: “yo estoy resuelto a no ordenar más clérigos por que no padezcan y se vean en necesidad, no habiendo en qué acomodarlos, y en los Obispados del Cuzco y Charcas me dicen hay muy grande número de clérigos y que a cada doctrina se oponen (en el concurso) veinte y treinta clérigos” .<br />
Pide el prelado a Felipe II que ordene a la Compañía abandonar la doctrina del Cercado “para poder acomodar en ella clérigos muy virtuosos y buenos lenguas [conocedores de las lenguas indígenas] e hijos de conquistadores”. Como se ve, y lo reconoce el Padre Egaña (anotador de «Monumenta Peruana» IV), en el fondo de la controversia latía el problema de la supervivencia y derogación de los privilegios de los regulares en Indias.<br />
Continúa en su carta Santo Toribio aduciendo la amistad entre el Virrey Hurtado de Mendoza y la Compañía para desfavorecer las causas del prelado. Señala que incluso los oidores de la Real Audiencia “no se atreven a hacer más de lo que él (el Virrey) quiere”. En este punto de la misiva arzobispal cita Mogrovejo la amenaza del Virrey: “dijo que yo no había de enviar persona ni papeles ni carta ni razón alguna Vuestra Alteza, y que me había de embarcar para Chile y de allí enviarme por el estrecho de Magallanes a España”.<br />
Es en este pasaje de la referida carta del 23 de marzo de 1591 donde aparece un importante rasgo autobiográfico de Santo Toribio, que suele mencionarse en las obras que cuenta su prodigiosa labor pastoral: “... habiendo ya trabajado tanto en este Arzobispado después de Vuestra Alteza me hizo merced, por tiempo de seis o siete años, discurriendo por él y habiendo andado... más ha de dos años, dos mil leguas y más entonces, y confirmado más de cuatrocientos y cincuenta mil ánimas, y después acá mucha más, con grandes trabajos de caminos y tierras muy ásperas y temples diferentes, viéndome yo y los que iban conmigo en mucho riesgo y peligro de vida...”. <br />
Este párrafo obedece sin duda a la explicable indignación del Arzobispo ante las injustas y mezquinas acusaciones del Virrey, el cual en carta del 1 de mayo de 1590 al rey Felipe II incrimina al Santo de que «jamás» está en Lima, “y da por excusa que anda visitando su arzobispado, lo cual se tiene por mucho inconveniente... y también se mete en todas las cosas del Patronazgo... porque todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude, como sería razón, a las cosas de servicio de V.M., parece que convendría que V.M. le mandase ir a España, poniendo aquí un coadjutor, de todo lo cual me han informado los oidores de esta Audiencia y los clérigos de su misma Iglesia” ...Palabras muy duras e injustas que muestran la incomprensión y malquerencia del Virrey hacia el Arzobispo.<br />
“Estoy admirado -añade Santo Toribio en su carta a Felipe II— que profesando los Padres de la Compañía tanta cristiandad y paz... no hayan atajado esto y venido en lo que todo el mundo aprobara, y parecerá bien siendo yo pastor de estas ovejas y estando a mi cargo el darles pasto espiritual”. El biógrafo más notable de Santo Toribio -que lo es Vicente Rodríguez Valencia— comenta acerca de la polarización a que ha llegado el conflicto: <br />
“Y será hora ya de decimos qué siniestra fortuna es la de este gobernante aristócrata, que así trae envueltos en contiendas de jurisdicción, en vaivenes, en alharacas, en compromisos a estos dos poderes de cuya concordia y suma tan duraderos bienes venían lográndose para la Iglesia en Indias: el segundo Arzobispo de Lima y los jesuitas de la Provincia del Perú”. <br />
Escalada del conflicto<br />
Se había llegado a un punto en que las jurisdicciones locales, tanto de la Arquidiócesis como de la Provincia jesuita del Perú, resultaban ineficaces para dar solución al grave litigio. Era preciso esperar decisiones tanto de Madrid como de Roma. Es obvio que ambas partes litigantes se apresuraron a enviar los respectivos informes a las instancias europeas. Ya hemos dicho que tanto el Provisor Valcázar como el propio Arzobispo Mogrovejo habían escribo a Madrid (cartas del 28 de abril y 23 de marzo de 1591 respectivamente). Pero estas fechas poco significan en cuanto a celeridad de procedimientos. <br />
El Virrey tenía interés en que primero se conociese en Madrid su propia versión del conflicto del Cercado. Por ello recurrió a la estratagema de hacer retrasar los trámites iniciados en Lima por el Arzobispo. Las flotas de aquel tiempo salían sólo dos veces en el año. En primer lugar salieron de Lima los escritos y alegatos de García Hurtado de Mendoza con la flota de primavera; pero sin los de Santo Toribio. <br />
El Arzobispo incluso había decidido enviar personalmente al doctor Francisco García del Castillo, antiguo colegial del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo (tan querido al Prelado) para que informase «vivae vocis» de estos y otros asuntos a las autoridades madrileñas. García del Castillo tuvo, pues, que quedarse en Lima y esperar... la flota de otoño. En el mes de noviembre de 1591 se tramitaba en Madrid la sentencia del Consejo de Indias, que resultó favorable al Virrey y a los jesuitas.<br />
Por esa época Santo Toribio retiró a los jesuitas de la arquidiócesis de los llamados sermones «de tabla» que solían tener en la Catedral de Lima, y también les retiró las licencias de predicar. Así se lo informa el Provincial Atienza al Padre Aquaviva, General de la Compañía: “Hasta ahora no ha alzado el Arzobispo la prohibición que tiene puesta de que no admitan a predicar a los de la Compañía en los monasterios de monjas y parroquias” (carta del 21 de abril de 1592). Pero un mes después tal prohibición fue levantada, y el mismo Padre Atienza tiene la satisfacción de informar de ello al General (21 de mayo). <br />
Entretanto Santo Toribio seguía esperando respuesta de Madrid. Su alegato, intencionalmente retrasado en Lima, sólo pudo enviarlo a Madrid en la flota de otoño, mientras que el expediente del Virrey había salido con la flota de invierno. En la corte de Felipe II fue escuchado el parecer de Santo Toribio, expuesto por su fiel apoderado, el doctor Francisco García del Castillo. <br />
En el voluminoso expediente del Prelado de Lima se incluían: documentos relativos a la cuestión del Seminario de Los Reyes (levantado con la advocación de Sto. Toribio de Astorga), en cuyos asuntos también se había entrometido García Hurtado de Mendoza; documentos referentes a Doctrinas y papeles relativos al enojoso tema del Cercado. En resumen, las resoluciones del Consejo consisten en lo siguiente: <br />
1. Seminario Conciliar de Lima. El monarca manda que sea el Arzobispo quien lo administre, según lo ordena el Tridentino e incluso el Concilio III límense de 1583. Y que sea repuesto el escudo episcopal (arbitrariamente removido por el colérico Virrey el 20 de marzo de 1591), pero (matiz conciliatorio y salomónico de la resolución real) que se pongan, también las armas reales “en el más preeminente lugar”.<br />
2. Vuelta de los indios a su barrio de San Lázaro. Se concede la petición del Arzobispo: “que todos los indios que el Marqués de Cañete redujo y pobló en el Cercado de los que vivían en San Lázaro y en esta ciudad, vuelvan y pongan en el asiento de San Lázaro adonde estaban poblados por el Conde del Villar, y gocen de la libertad, quietud y sosiego”. Hay que reconocer que tanto el Virrey como los Oidores acataron la norma, como lo reconoció el propio Santo Toribio, si bien hubo tardanzas y forcejeos. Para los indios y españoles el Arzobispo erigiría más tarde la vice-parroquia de San Lázaro, que fue la de Nuestra Señora de Copacabana, con su cofradía de indios.<br />
Después de tantas tensiones y contradicciones, debía llegar el momento de la reconciliación entre el Arzobispo y la Compañía de Jesús. Desgraciadamente el temperamento irascible del Virrey García Hurtado de Mendoza habría de mantener viva la llama de la inquina hacia el santo prelado. Sería muy larga la enumeración de las quejas, irritaciones, desaires y hasta acusaciones calumniosas -orales y escritas— por parte del Marqués de Cañete. <br />
Solamente haremos referencia a la reprensión pública al Arzobispo, ordenada por Real Cédula de Felipe II de 29 de diciembre de 1593. Con su habitual malquerencia hacia Santo Toribio, el Virrey se había quejado ante la corte madrileña de que el Arzobispo se quedaba con los dineros que el Regio Patronato destinaba a la organización del Seminario de Lima.<br />
Cuando llegó a Lima la cédula de reprensión, dada por los consejeros de Indias sin esperar el descargo del acusado, Santo Toribio se hallaba de visita pastoral en apartados pueblos de su arquidiócesis -la más extensa del mundo iberoamericano-; y no recibió las Reales Cédulas hasta el mes de junio de 1594.<br />
Se comprenderá el asombro de Santo Toribio al enterarse de tal cúmulo do cargos impertinentes y sobre todo infundados. Un cura párroco de esa época, Hernando Martínez, que había conocido de cerca al Arzobispo, dijo: “Da lástima y compasión que de un Prelado tan santo y de tanta virtud se presuma de que había de tomar lo ajeno... Y que tenga que abonar su persona siendo ejemplo de virtud”. <br />
Felipe II estimó que “por la autoridad y decencia del Prelado no conviene que el Virrey le dé en estrados la reprensión pública que parece, sino aparte y en secreto...”. León Pinelo acota sobre este punto: “La tradición que de este caso hay en Lima, que oí muchas veces contar es, que habiéndosela leído en el Acuerdo la cédula de reprehensión, sólo respondió el Santo Arzobispo: «Enojado estaba nuestro Rey, sea por amor de Dios, satisfarémosle, satisfarémosle». Y que el Virrey y los Oidores quedaron admirados de ver la paciencia con que llevó aquel pesar, que en otro sujeto de menos perfección causaría mucho disgusto y aun ira”. <br />
Luego de esta digresión, volvamos al tema de la reconciliación de la autoridad civil con los padres jesuitas. En primer término es preciso tener en cuenta que el principal interesado en no agudizar las tensiones fue el propio Padre General, Claudio Aquaviva. Los testimonios que han sido publicados en «Monumenta Peruana» V son expresivos. <br />
En todas las cartas a sus súbditos en Lima, el Prepósito General les exhorta a la concordia y a deponer rencillas. Será ilustrativo corroborar esta afirmación siguiendo el orden cronológico de los despachos, el cual se basa indudablemente en las informaciones que Aquaviva va recibiendo de esta Capital. El Provincial del Perú, Padre Juan de Atienza le había escrito desde Lima el 27 de mayo de 1592:<br />
“La amistad con el señor Arzobispo de esta ciudad y los de su casa se ha ido continuando, a Dios gracias, y espero en Nuestro Señor- se satisfará Su Señoría cada día más del deseo que la Compañía tiene por servirle. Alzó ya Su Señoría la prohibición que tenía puesta a la Compañía en lo de los sermones, restituyéndole los sermones de tabla que solía predicar en la Iglesia mayor de esta ciudad, y avisando a las demás partes que podrían llamar a los de la Compañía y ayudarse de su doctrina y sermones, y así se comenzó a hacer esta Pascua de Espíritu Santo (17 de mayo de 1592), y con esto ha cesado toda esta pesadumbre, según la presente justicia, que entre Su Señoría y la Compañía ha habido”. <br />
Solución del conflicto<br />
Sin haber llegado a conocer oportunamente la misiva anterior, el Padre Aquaviva le escribía al teólogo y profesor de la Universidad de San Marcos, adre. Esteban de Ávila, el 3 de agosto de 1592:<br />
“Yo holgara harto que no hubiera sucedido lo que me escriben pasa entre el señor Arzobispo y la Compañía porque demás de los disgustos que se atraviesan, ningún suceso que tenga un tal caso puede ser ganancioso, porque si la Compañía sale con su razón, deja disgustado y averso el Prelado; y si el Señor Arzobispo sale con lo que intenta, será con alguna quiebra en la reputación de los Nuestros y, según se puede temer, etiam (también) con algún daño de esos pobres indios”. <br />
Otra vez desde Roma el 3 de agosto de 1592, la carta se halla dirigida al propio Virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza (y se comprende el cuidado del remitente en escoger las palabras precisas):<br />
“Por muchas razones he sentido que entre el Arzobispo y la Compañía se haya ofrecido ocasión de menos paz y unión, porque como de la mucha que hasta aquí han tenido se han visto bonísimos efectos para gloria de Dios y ayuda de esos pobres indios, así se puede temer que la falta de ella impida mucho bien que se podría hacer en utilidad de las almas; y aunque reconozco la mucha merced que V.E. ha hecho a la Compañía de esta ocasión, y por ella esos Podres y yo nos hallamos de nuevo obligados a su servicio, siento también la parte de pena que a V.E. habrá dado este suceso. Pero consuélome de pensar que con su cristiano celo habrá dado en ello tal corte que a esta hora está todo acabado, de manera que esos Padres puedan servir y ayudar al Prelado, como yo lo deseo y ellos lo han procurado hacer hasta ahora”. <br />
El Padre General llega a expresar que él era partidario de dejar la doctrina de Santiago del Cercado “para ahorrar molestias”. Se deduce -comenta el compilador de «Monumenta Peruana», Padre Antonio de Egaña- que el Virrey “les había mandado a los jesuitas que no abandonaran la doctrina". <br />
En la misma fecha en que escribe el Virrey, le envía el General una carta al nuevo Provincial del Perú, Padre Juan Sebastián de la Parra (electo por Aquaviva el 25 de abril de 1591), en la que reitera los sentimientos de buscar la paz y la armonía con la autoridad civil. “Ya me parece que de España se ha enviado remedio y el Padre [Diego de] Zúñiga, [Procurador de la Provincia] llevó el duplicado. El Papa [Gregorio XIV] también envía un breve al Arzobispo en que le exhorta a unirse con nosotros, como lo verá en la copia” .<br />
Todavía el 5 de jumo de 1594, en nueva comunicación de Aquaviva al P. Sebastián, toma al objetivo de la concordia: “Aunque la concordia con el señor Arzobispo de Lima no haya sido en sus principios tan fervorosa, espero que a esta hora VV.RR. [Vuestras Reverencias] le habrán ganado de manera que la amistad antigua se haya renovado, sin que la quiebra pasada sea causa de menoscabar el servicio de Dios y ayuda de esa buena gente, que éste es el fin donde «deben enderezar las diligencias que en esta y en otra cualquiera materia se hicieren»”. <br />
Finalmente, en lo que respecta a las cartas de Aquaviva acerca del asunto del Cercado, hallamos aún una referencia a cierta desconfianza por parte del Arzobispo; como se desprende de la carta de 4 de julio de 1594: “Pésame que el señor Arzobispo no se sirva de los Nuestros como hasta aquí; espero de la caridad y prudencia de V.R. y de esos ‘Padres que poco a poco le irán ganando de manera que torne a su antigua devoción”. <br />
Sin embargo, hay que reconocer que la presencia en Lima del Virrey García Hurtado de Mendoza seguía obstaculizando el regreso de los indios pescadores al barrio de San Lázaro. Por fin llegó la orden de Felipe II para que regresase a España el autocrático gobernante. Aquaviva dispuso que también hiciese el viaje a la Península el jesuita Hernando de Mendoza, hermano del Virrey. Así lo hizo éste. Tuvo que asistir durante la navegación -en la escala de Panamá- a la muerte de su cuñada, la esposa del Virrey, doña Teresa de Castro, ocurrida en un día no precisado de mayo de 1596. <br />
Un hecho doloroso que sirvió para acercar a Santo Toribio a los jesuitas fue el inesperado fallecimiento del Provincial Juan de Atienza, el día 1 de noviembre de 1592. La «Crónica anónima» de la Provincia Peruana dice sobre el particular: “el mismo Arzobispo predicando el mismo día en su Iglesia catedral... dijo grandes alabanzas del difunto, envolviendo sus palabras en lágrimas por la falta de una persona tan útil a la república” . Y no sólo eso. A la ceremonia del entierro del Padre Atienza se hizo presente Santo Toribio de Mogrovejo. <br />
Con la llegada del nuevo Virrey Luis de Velasco continuaron las buenas relaciones entre el Arzobispo de Lima y los jesuitas. Hay de ello suficientes pruebas. Rodríguez Valencia, el acucioso biógrafo del Santo, no deja de mencionarlas. El Padre Aquaviva escribe al Padre Rodrigo de Cabredo que la Orden le servirá “en lo que se pudiese, y lo que por medio de los Nuestros no se pudiese hacer, se negociará por medio de algún seglar”. Y al propio Arzobispo le reitera en la misma fecha (13 de noviembre de 1600) semejante benevolencia. <br />
Otro hecho significativo. Sabido es que la visita «ad limina» era obligatoria cada cierto tiempo para los prelados. Pero, dada la gran distancia entre el Perú y Roma, quedaba autorizada la visita por medio de procuradores. En 1601 Santo Toribio nombra como tales a los padres Diego de Torres y Pablo José de Amaga. Fueron éstos los que condujeron a Roma la Relación diocesana de 1601, juntamente con la de los obispos sufragáneos de Lima. <br />
CONCLUSIÓN<br />
Del atento estudio de las fuentes que tratan del Conflicto de la Doctrina de Santiago del Cercado, se infiere que el gran responsable de la forma en que se condujo este asunto fue el Virrey García Hurtado de Mendoza. Aun suponiendo que hubiese razones pastorales de peso en el plan de llevar a los pescadores de San Lázaro al Cercado, los modos que se utilizaron no pueden ser aprobados. <br />
El Padre Rubén Vargas Ugarte S.J., tanto en su «Historia de la Iglesia en el Perú» como en su «Historia de la Compañía de Jesús en el Perú», con su característica franqueza señala la “altanería y terquedad” del Virrey; el derecho que el Arzobispo Mogrovejo tenía para visitar las doctrinas de su jurisdicción; y el inconveniente de que los religiosos adujesen privilegios de exención, los que terminaron por ser suprimidos en 1611 por el Papa Paulo V (Borghese).<br />
No hay duda de que el conflicto del Cercado y, en general, el período gobernativo del Virrey García Hurtado de Mendoza han quedado bien tipificados en los procesos de beatificación de Santo Toribio. Todos los testigos (y son más de un centenar) coinciden en que el Prelado límense ejercitó heroicamente las virtudes de paciencia, fortaleza, humildad y mansedumbre, que le han valido el loor de la Iglesia para siempre. Nunca se le vio alterado ni iracundo; al contrario daba gracias a Dios, alegrándose de poder padecer a imitación de Jesucristo.</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=LIMA._El_conflicto_de_la_doctrina_del_Cercado_(1590-1592)&diff=3705843
LIMA. El conflicto de la doctrina del Cercado (1590-1592)
2023-09-03T00:34:22Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==Figura del virrey Hurtado de Mendoza==<br />
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La aparición en 1590 en la escena peruana del virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y antiguo gobernador de Chile, tuvo aspectos positivos en los campos administrativo y financiero, así como en los políticos y sociales. Activó el sistema de alcabalas y almojarifazgos; moderó las pretensiones de los corregidores de indios, propensos siempre a abusar del cargo; animó las flotas de galeones de mercancías y otros empeños circunstanciales.<br />
Desgraciadamente tuvo el personaje graves defectos de carácter. Altanero y atrabiliario, su autoritarismo le condujo a censurables excesos. Los biógrafos de Santo Toribio no dejan de resaltar esas taras temperamentales. Según Rodríguez Valencia, el virrey es “vanidoso y violento, y estas dos notas de su carácter le inutilizaron para todo buen gobierno en su vida de contacto y relación” . Rubén Vargas Ugarte S.J. destaca su “altanería y terquedad”, y José Antonio Benito, la importunidad de la que dio prueba el virrey en sus actuaciones. <br />
Si a eso añadimos que García Hurtado de Mendoza era en el Perú el titular del Regio Patronato Indiano, con las desbordantes prerrogativas de tal institución frente a la Iglesia, tendremos una idea bastante aproximada de las actitudes de prepotencia que mostró el virrey durante el gobierno eclesiástico de Santo Toribio. Por lo general los virreyes eran celosos en la guarda del Patronato; pero el marqués de Cañete convirtió el celo en avasallamiento del fuero episcopal, y no se detuvo ni ante la acusación calumniosa. Esta fue una de las cruces más duras de Toribio Alfonso de Mogrovejo y uno de los capítulos más edificantes en el proceso de beatificación.<br />
El «Cercado»<br />
Hacia 1563, cuando aún no habían llegado los jesuitas a Lima, existía al otro lado del río Rímac el barrio de San Lázaro, en el cual se asentaron muchos indios camaroneros [pescadores de camarones]. Cuando los jesuitas asumen la Doctrina de Santiago del Cercado, consideraron conveniente —para fines pastorales— que se uniesen allá también los nativos de San Lázaro. El 18 de enero de 1585 el padre Juan de Aguilar hizo la correspondiente petición al Cabildo limeño. Por lo pronto no hubo respuesta.<br />
El 25 de febrero de 1588 el Cabildo tomó más bien la decisión de pedir al virrey Torres y Portugal y al Arzobispo que se erigiera en San Lázaro una parroquia para atender espiritualmente a los numerosos indios de ese sector de la capital. El prelado dispuso que el barrio de pescadores fuera atendido por curas diocesanos versados en lengua indígena: el canónigo Balboa, después el doctor Zapata y por fin don Alonso de Huerta. El mismo Santo Toribio se interesaba por esta Doctrina.<br />
Reunidos los indios a un costado de la Catedral los días domingos, el Arzobispo vestido de pontifical y con el báculo en la mano hacía la explicación del Catecismo del Concilio límense en quechua y castellano. “Yo asimismo el tiempo que estoy en esta ciudad hago lo propio, predicándoles en la lengua, y a los españoles, y a los demás que me entienden, declarando el evangelio (...). Era de mucha edificación para el pueblo verlos venir con sus pendones en procesión desde San Lázaro a la Iglesia Mayor por medio de la plaza, con muy buen orden, y el cura con ellos, según y cómo en el tiempo del doctor Balboa se acostumbraba”. <br />
Con la llegada del virrey García Hurtado de Mendoza las cosas iban a cambiar. Venía a Lima el nuevo gobernante en compañía de su hermano, el sacerdote jesuita Hernando de Mendoza, cuya presencia en el Perú la había solicitado el mismo virrey al General de la Compañía, padre Claudio Aquaviva. En cuanto al carácter del sacerdote, era muy distinto de su hermano. No estaba muy bien de salud (padecía algún mal cardíaco), era muy observante y no le agradaba meterse en asuntos de la administración virreinal. El padre Hernando fue destinado por el Provincial Juan de Atienza a la doctrina de Santiago del Cercado, cuyo superior era el padre Juan de Aguilar.<br />
Inicios del conflicto entre el Virrey y el Arzobispo<br />
Los sucesos ocurrieron con la violencia que era de temerse cuando intervenía García Hurtado de Mendoza. Estamos a 28 de agosto de 1590. Mogrovejo no se hallaba en Lima, sino en Visita Pastoral; pero habría de llegar pronto, pues el IV concilio provincial límense estaba convocado para el 18 de octubre. El Virrey ordenó que de inmediato se procediese al traslado de los indios de San Lázaro a la Reducción del Cercado. <br />
La ejecución del mandato se le confió al Corregidor del Cercado, Juan Ortiz de Zárate. El Provisor del Arzobispado y Vicario General era don Antonio de Valcázar, quien obviamente resistió la intimación desaforada del Virrey. Cuenta Valcázar: “Forzados y contra su voluntad dejaban (los indios) cuanto tenían y se huían a los cañaverales. Los soldados iban a la caza de los fugitivos. Algunos de los indios se asilaron en la iglesia de San Lázaro, de donde fueron sacados por los oficiales reales”. Valcázar fue apresado por éstos, y un piquete de alabarderos lo llevó detenido a las galeras del Callao.<br />
A su llegada a Lima quedó Santo Toribio muy sorprendido e indignado por el atropello consumado contra los indios y contra su Vicario General. Pudo haber lanzado la excomunión. Por bien de paz no lo hizo; pero sí tomó la pluma para quejarse ante Felipe II de tamañas tropelías, descritas por el propio Vicario General en carta que iba adjunta. Hacía notar el Arzobispo la violencia ejercida por el Virrey “llevándome al Provisor al Callao con la guardia... siendo una persona tan principal y de mucha virtud y recogimiento, a quien Vuestra Alteza ha de hacer mucha merced, y yo amo y quiero mucho”. <br />
Antes de proseguir con el relato de los hechos que se sucedieron luego de la reducción forzada de los indios pescadores de San Lázaro, conviene repasar las motivaciones de uno y otro lado, los provechos y perjuicios de la reducción única y de la independencia de las dos doctrinas. Para enteramos del punto de vista de los jesuitas, que coincidía en gran parte con el del Virrey, contamos con la carta de éste, fecha 27 de diciembre de 1590, al rey Felipe II. <br />
Los indígenas de San Lázaro se hallaban en paraje muy precario, junto al río, con los riesgos de las riadas (huaicos) del verano, expuestos a los robos y vejaciones por parte de negros, mulatos y zambahigos “que entran y salen en esta ciudad y allí encubrían sus hurtos; y el clérigo que doctrina a estos indios era uno que habían echado de la Compañía de Jesús por no ser de la vida y ejemplo que profesa su Religión”. <br />
Añade el Virrey que la situación en el Cercado era muy otra, ya que los indios estaban muy bien atendidos y contaban con una iglesia, “la mejor que hay en todo este Arzobispado y más bien servida y proveída de ornamentos y música”. Y concluye el Virrey: “Y así he mandado reducir al Cercado todos los indios que estaban en San Lázaro y los que andaban vagando por esta ciudad, y les he puesto Corregidor que los ampare y defienda y los tengo en paz y justicia” .<br />
La posición del Arzobispado se halla contenida en la extensa carta del 23 de marzo de 1591, al monarca. Allí en primer término Santo Toribio lamenta que el traslado forzoso de los indios se haya hecho “con mucho sentimiento y dolor y lágrimas y perdimiento de haciendas de los indios, y daño y detrimento de la provisión de la ciudad, clero y pueblo y religiosos y la contradicción que de mi parte se ha hecho para que no los sacasen de la parroquia e iglesia que tenían en San Lázaro con su clérigo (Juan de San Martín)...”. <br />
Santo Toribio menciona al jesuita “hermano del mismo Virrey” (se refiere al padre Hernando de Mendoza) como cómplice en el desaguisado. Expone con detalle los excesos cometidos por parte del Virrey y de la Compañía; por ejemplo, el nombrar ésta un juez conservador, que defienda los derechos de la Orden en el fuero eclesiástico; prerrogativa contenida en la bula «Aequum reputamus» de Gregorio XIII del 25 de mayo de 1572. Este juez conservador sentenció que el Arzobispo lesionaba privilegios pontificios al reclamar la doctrina del Cercado. Creemos que es éste un caso más en la larga lista de querellas virreinales entre las órdenes religiosas (no sólo la Compañía) y los prelados diocesanos. La lista se haría más larga si añadimos los casos de roces entre el Real Patronato y el fuero episcopal puramente eclesiástico.<br />
El Arzobispo se lamenta de la preferencia que se da a los religiosos sobre los clérigos diocesanos en el otorgamiento de las doctrinas, y llega a decir: “yo estoy resuelto a no ordenar más clérigos por que no padezcan y se vean en necesidad, no habiendo en qué acomodarlos, y en los Obispados del Cuzco y Charcas me dicen hay muy grande número de clérigos y que a cada doctrina se oponen (en el concurso) veinte y treinta clérigos” .<br />
Pide el prelado a Felipe II que ordene a la Compañía abandonar la doctrina del Cercado “para poder acomodar en ella clérigos muy virtuosos y buenos lenguas [conocedores de las lenguas indígenas] e hijos de conquistadores”. Como se ve, y lo reconoce el Padre Egaña (anotador de «Monumenta Peruana» IV), en el fondo de la controversia latía el problema de la supervivencia y derogación de los privilegios de los regulares en Indias.<br />
Continúa en su carta Santo Toribio aduciendo la amistad entre el Virrey Hurtado de Mendoza y la Compañía para desfavorecer las causas del prelado. Señala que incluso los oidores de la Real Audiencia “no se atreven a hacer más de lo que él (el Virrey) quiere”. En este punto de la misiva arzobispal cita Mogrovejo la amenaza del Virrey: “dijo que yo no había de enviar persona ni papeles ni carta ni razón alguna Vuestra Alteza, y que me había de embarcar para Chile y de allí enviarme por el estrecho de Magallanes a España”.<br />
Es en este pasaje de la referida carta del 23 de marzo de 1591 donde aparece un importante rasgo autobiográfico de Santo Toribio, que suele mencionarse en las obras que cuenta su prodigiosa labor pastoral: “... habiendo ya trabajado tanto en este Arzobispado después de Vuestra Alteza me hizo merced, por tiempo de seis o siete años, discurriendo por él y habiendo andado... más ha de dos años, dos mil leguas y más entonces, y confirmado más de cuatrocientos y cincuenta mil ánimas, y después acá mucha más, con grandes trabajos de caminos y tierras muy ásperas y temples diferentes, viéndome yo y los que iban conmigo en mucho riesgo y peligro de vida...”. <br />
Este párrafo obedece sin duda a la explicable indignación del Arzobispo ante las injustas y mezquinas acusaciones del Virrey, el cual en carta del 1 de mayo de 1590 al rey Felipe II incrimina al Santo de que «jamás» está en Lima, “y da por excusa que anda visitando su arzobispado, lo cual se tiene por mucho inconveniente... y también se mete en todas las cosas del Patronazgo... porque todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude, como sería razón, a las cosas de servicio de V.M., parece que convendría que V.M. le mandase ir a España, poniendo aquí un coadjutor, de todo lo cual me han informado los oidores de esta Audiencia y los clérigos de su misma Iglesia” ...Palabras muy duras e injustas que muestran la incomprensión y malquerencia del Virrey hacia el Arzobispo.<br />
“Estoy admirado -añade Santo Toribio en su carta a Felipe II— que profesando los Padres de la Compañía tanta cristiandad y paz... no hayan atajado esto y venido en lo que todo el mundo aprobara, y parecerá bien siendo yo pastor de estas ovejas y estando a mi cargo el darles pasto espiritual”. El biógrafo más notable de Santo Toribio -que lo es Vicente Rodríguez Valencia— comenta acerca de la polarización a que ha llegado el conflicto: <br />
“Y será hora ya de decimos qué siniestra fortuna es la de este gobernante aristócrata, que así trae envueltos en contiendas de jurisdicción, en vaivenes, en alharacas, en compromisos a estos dos poderes de cuya concordia y suma tan duraderos bienes venían lográndose para la Iglesia en Indias: el segundo Arzobispo de Lima y los jesuitas de la Provincia del Perú”. <br />
Escalada del conflicto<br />
Se había llegado a un punto en que las jurisdicciones locales, tanto de la Arquidiócesis como de la Provincia jesuita del Perú, resultaban ineficaces para dar solución al grave litigio. Era preciso esperar decisiones tanto de Madrid como de Roma. Es obvio que ambas partes litigantes se apresuraron a enviar los respectivos informes a las instancias europeas. Ya hemos dicho que tanto el Provisor Valcázar como el propio Arzobispo Mogrovejo habían escribo a Madrid (cartas del 28 de abril y 23 de marzo de 1591 respectivamente). Pero estas fechas poco significan en cuanto a celeridad de procedimientos. <br />
El Virrey tenía interés en que primero se conociese en Madrid su propia versión del conflicto del Cercado. Por ello recurrió a la estratagema de hacer retrasar los trámites iniciados en Lima por el Arzobispo. Las flotas de aquel tiempo salían sólo dos veces en el año. En primer lugar salieron de Lima los escritos y alegatos de García Hurtado de Mendoza con la flota de primavera; pero sin los de Santo Toribio. <br />
El Arzobispo incluso había decidido enviar personalmente al doctor Francisco García del Castillo, antiguo colegial del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo (tan querido al Prelado) para que informase «vivae vocis» de estos y otros asuntos a las autoridades madrileñas. García del Castillo tuvo, pues, que quedarse en Lima y esperar... la flota de otoño. En el mes de noviembre de 1591 se tramitaba en Madrid la sentencia del Consejo de Indias, que resultó favorable al Virrey y a los jesuitas.<br />
Por esa época Santo Toribio retiró a los jesuitas de la arquidiócesis de los llamados sermones «de tabla» que solían tener en la Catedral de Lima, y también les retiró las licencias de predicar. Así se lo informa el Provincial Atienza al Padre Aquaviva, General de la Compañía: “Hasta ahora no ha alzado el Arzobispo la prohibición que tiene puesta de que no admitan a predicar a los de la Compañía en los monasterios de monjas y parroquias” (carta del 21 de abril de 1592). Pero un mes después tal prohibición fue levantada, y el mismo Padre Atienza tiene la satisfacción de informar de ello al General (21 de mayo). <br />
Entretanto Santo Toribio seguía esperando respuesta de Madrid. Su alegato, intencionalmente retrasado en Lima, sólo pudo enviarlo a Madrid en la flota de otoño, mientras que el expediente del Virrey había salido con la flota de invierno. En la corte de Felipe II fue escuchado el parecer de Santo Toribio, expuesto por su fiel apoderado, el doctor Francisco García del Castillo. <br />
En el voluminoso expediente del Prelado de Lima se incluían: documentos relativos a la cuestión del Seminario de Los Reyes (levantado con la advocación de Sto. Toribio de Astorga), en cuyos asuntos también se había entrometido García Hurtado de Mendoza; documentos referentes a Doctrinas y papeles relativos al enojoso tema del Cercado. En resumen, las resoluciones del Consejo consisten en lo siguiente: <br />
1. Seminario Conciliar de Lima. El monarca manda que sea el Arzobispo quien lo administre, según lo ordena el Tridentino e incluso el Concilio III límense de 1583. Y que sea repuesto el escudo episcopal (arbitrariamente removido por el colérico Virrey el 20 de marzo de 1591), pero (matiz conciliatorio y salomónico de la resolución real) que se pongan, también las armas reales “en el más preeminente lugar”.<br />
2. Vuelta de los indios a su barrio de San Lázaro. Se concede la petición del Arzobispo: “que todos los indios que el Marqués de Cañete redujo y pobló en el Cercado de los que vivían en San Lázaro y en esta ciudad, vuelvan y pongan en el asiento de San Lázaro adonde estaban poblados por el Conde del Villar, y gocen de la libertad, quietud y sosiego”. Hay que reconocer que tanto el Virrey como los Oidores acataron la norma, como lo reconoció el propio Santo Toribio, si bien hubo tardanzas y forcejeos. Para los indios y españoles el Arzobispo erigiría más tarde la vice-parroquia de San Lázaro, que fue la de Nuestra Señora de Copacabana, con su cofradía de indios.<br />
Después de tantas tensiones y contradicciones, debía llegar el momento de la reconciliación entre el Arzobispo y la Compañía de Jesús. Desgraciadamente el temperamento irascible del Virrey García Hurtado de Mendoza habría de mantener viva la llama de la inquina hacia el santo prelado. Sería muy larga la enumeración de las quejas, irritaciones, desaires y hasta acusaciones calumniosas -orales y escritas— por parte del Marqués de Cañete. <br />
Solamente haremos referencia a la reprensión pública al Arzobispo, ordenada por Real Cédula de Felipe II de 29 de diciembre de 1593. Con su habitual malquerencia hacia Santo Toribio, el Virrey se había quejado ante la corte madrileña de que el Arzobispo se quedaba con los dineros que el Regio Patronato destinaba a la organización del Seminario de Lima.<br />
Cuando llegó a Lima la cédula de reprensión, dada por los consejeros de Indias sin esperar el descargo del acusado, Santo Toribio se hallaba de visita pastoral en apartados pueblos de su arquidiócesis -la más extensa del mundo iberoamericano-; y no recibió las Reales Cédulas hasta el mes de junio de 1594.<br />
Se comprenderá el asombro de Santo Toribio al enterarse de tal cúmulo do cargos impertinentes y sobre todo infundados. Un cura párroco de esa época, Hernando Martínez, que había conocido de cerca al Arzobispo, dijo: “Da lástima y compasión que de un Prelado tan santo y de tanta virtud se presuma de que había de tomar lo ajeno... Y que tenga que abonar su persona siendo ejemplo de virtud”. <br />
Felipe II estimó que “por la autoridad y decencia del Prelado no conviene que el Virrey le dé en estrados la reprensión pública que parece, sino aparte y en secreto...”. León Pinelo acota sobre este punto: “La tradición que de este caso hay en Lima, que oí muchas veces contar es, que habiéndosela leído en el Acuerdo la cédula de reprehensión, sólo respondió el Santo Arzobispo: «Enojado estaba nuestro Rey, sea por amor de Dios, satisfarémosle, satisfarémosle». Y que el Virrey y los Oidores quedaron admirados de ver la paciencia con que llevó aquel pesar, que en otro sujeto de menos perfección causaría mucho disgusto y aun ira”. <br />
Luego de esta digresión, volvamos al tema de la reconciliación de la autoridad civil con los padres jesuitas. En primer término es preciso tener en cuenta que el principal interesado en no agudizar las tensiones fue el propio Padre General, Claudio Aquaviva. Los testimonios que han sido publicados en «Monumenta Peruana» V son expresivos. <br />
En todas las cartas a sus súbditos en Lima, el Prepósito General les exhorta a la concordia y a deponer rencillas. Será ilustrativo corroborar esta afirmación siguiendo el orden cronológico de los despachos, el cual se basa indudablemente en las informaciones que Aquaviva va recibiendo de esta Capital. El Provincial del Perú, Padre Juan de Atienza le había escrito desde Lima el 27 de mayo de 1592:<br />
“La amistad con el señor Arzobispo de esta ciudad y los de su casa se ha ido continuando, a Dios gracias, y espero en Nuestro Señor- se satisfará Su Señoría cada día más del deseo que la Compañía tiene por servirle. Alzó ya Su Señoría la prohibición que tenía puesta a la Compañía en lo de los sermones, restituyéndole los sermones de tabla que solía predicar en la Iglesia mayor de esta ciudad, y avisando a las demás partes que podrían llamar a los de la Compañía y ayudarse de su doctrina y sermones, y así se comenzó a hacer esta Pascua de Espíritu Santo (17 de mayo de 1592), y con esto ha cesado toda esta pesadumbre, según la presente justicia, que entre Su Señoría y la Compañía ha habido”. <br />
Solución del conflicto<br />
Sin haber llegado a conocer oportunamente la misiva anterior, el Padre Aquaviva le escribía al teólogo y profesor de la Universidad de San Marcos, adre. Esteban de Ávila, el 3 de agosto de 1592:<br />
“Yo holgara harto que no hubiera sucedido lo que me escriben pasa entre el señor Arzobispo y la Compañía porque demás de los disgustos que se atraviesan, ningún suceso que tenga un tal caso puede ser ganancioso, porque si la Compañía sale con su razón, deja disgustado y averso el Prelado; y si el Señor Arzobispo sale con lo que intenta, será con alguna quiebra en la reputación de los Nuestros y, según se puede temer, etiam (también) con algún daño de esos pobres indios”. <br />
Otra vez desde Roma el 3 de agosto de 1592, la carta se halla dirigida al propio Virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza (y se comprende el cuidado del remitente en escoger las palabras precisas):<br />
“Por muchas razones he sentido que entre el Arzobispo y la Compañía se haya ofrecido ocasión de menos paz y unión, porque como de la mucha que hasta aquí han tenido se han visto bonísimos efectos para gloria de Dios y ayuda de esos pobres indios, así se puede temer que la falta de ella impida mucho bien que se podría hacer en utilidad de las almas; y aunque reconozco la mucha merced que V.E. ha hecho a la Compañía de esta ocasión, y por ella esos Podres y yo nos hallamos de nuevo obligados a su servicio, siento también la parte de pena que a V.E. habrá dado este suceso. Pero consuélome de pensar que con su cristiano celo habrá dado en ello tal corte que a esta hora está todo acabado, de manera que esos Padres puedan servir y ayudar al Prelado, como yo lo deseo y ellos lo han procurado hacer hasta ahora”. <br />
El Padre General llega a expresar que él era partidario de dejar la doctrina de Santiago del Cercado “para ahorrar molestias”. Se deduce -comenta el compilador de «Monumenta Peruana», Padre Antonio de Egaña- que el Virrey “les había mandado a los jesuitas que no abandonaran la doctrina". <br />
En la misma fecha en que escribe el Virrey, le envía el General una carta al nuevo Provincial del Perú, Padre Juan Sebastián de la Parra (electo por Aquaviva el 25 de abril de 1591), en la que reitera los sentimientos de buscar la paz y la armonía con la autoridad civil. “Ya me parece que de España se ha enviado remedio y el Padre [Diego de] Zúñiga, [Procurador de la Provincia] llevó el duplicado. El Papa [Gregorio XIV] también envía un breve al Arzobispo en que le exhorta a unirse con nosotros, como lo verá en la copia” .<br />
Todavía el 5 de jumo de 1594, en nueva comunicación de Aquaviva al P. Sebastián, toma al objetivo de la concordia: “Aunque la concordia con el señor Arzobispo de Lima no haya sido en sus principios tan fervorosa, espero que a esta hora VV.RR. [Vuestras Reverencias] le habrán ganado de manera que la amistad antigua se haya renovado, sin que la quiebra pasada sea causa de menoscabar el servicio de Dios y ayuda de esa buena gente, que éste es el fin donde «deben enderezar las diligencias que en esta y en otra cualquiera materia se hicieren»”. <br />
Finalmente, en lo que respecta a las cartas de Aquaviva acerca del asunto del Cercado, hallamos aún una referencia a cierta desconfianza por parte del Arzobispo; como se desprende de la carta de 4 de julio de 1594: “Pésame que el señor Arzobispo no se sirva de los Nuestros como hasta aquí; espero de la caridad y prudencia de V.R. y de esos ‘Padres que poco a poco le irán ganando de manera que torne a su antigua devoción”. <br />
Sin embargo, hay que reconocer que la presencia en Lima del Virrey García Hurtado de Mendoza seguía obstaculizando el regreso de los indios pescadores al barrio de San Lázaro. Por fin llegó la orden de Felipe II para que regresase a España el autocrático gobernante. Aquaviva dispuso que también hiciese el viaje a la Península el jesuita Hernando de Mendoza, hermano del Virrey. Así lo hizo éste. Tuvo que asistir durante la navegación -en la escala de Panamá- a la muerte de su cuñada, la esposa del Virrey, doña Teresa de Castro, ocurrida en un día no precisado de mayo de 1596. <br />
Un hecho doloroso que sirvió para acercar a Santo Toribio a los jesuitas fue el inesperado fallecimiento del Provincial Juan de Atienza, el día 1 de noviembre de 1592. La «Crónica anónima» de la Provincia Peruana dice sobre el particular: “el mismo Arzobispo predicando el mismo día en su Iglesia catedral... dijo grandes alabanzas del difunto, envolviendo sus palabras en lágrimas por la falta de una persona tan útil a la república” . Y no sólo eso. A la ceremonia del entierro del Padre Atienza se hizo presente Santo Toribio de Mogrovejo. <br />
Con la llegada del nuevo Virrey Luis de Velasco continuaron las buenas relaciones entre el Arzobispo de Lima y los jesuitas. Hay de ello suficientes pruebas. Rodríguez Valencia, el acucioso biógrafo del Santo, no deja de mencionarlas. El Padre Aquaviva escribe al Padre Rodrigo de Cabredo que la Orden le servirá “en lo que se pudiese, y lo que por medio de los Nuestros no se pudiese hacer, se negociará por medio de algún seglar”. Y al propio Arzobispo le reitera en la misma fecha (13 de noviembre de 1600) semejante benevolencia. <br />
Otro hecho significativo. Sabido es que la visita «ad limina» era obligatoria cada cierto tiempo para los prelados. Pero, dada la gran distancia entre el Perú y Roma, quedaba autorizada la visita por medio de procuradores. En 1601 Santo Toribio nombra como tales a los padres Diego de Torres y Pablo José de Amaga. Fueron éstos los que condujeron a Roma la Relación diocesana de 1601, juntamente con la de los obispos sufragáneos de Lima. <br />
CONCLUSIÓN<br />
Del atento estudio de las fuentes que tratan del Conflicto de la Doctrina de Santiago del Cercado, se infiere que el gran responsable de la forma en que se condujo este asunto fue el Virrey García Hurtado de Mendoza. Aun suponiendo que hubiese razones pastorales de peso en el plan de llevar a los pescadores de San Lázaro al Cercado, los modos que se utilizaron no pueden ser aprobados. <br />
El Padre Rubén Vargas Ugarte S.J., tanto en su «Historia de la Iglesia en el Perú» como en su «Historia de la Compañía de Jesús en el Perú», con su característica franqueza señala la “altanería y terquedad” del Virrey; el derecho que el Arzobispo Mogrovejo tenía para visitar las doctrinas de su jurisdicción; y el inconveniente de que los religiosos adujesen privilegios de exención, los que terminaron por ser suprimidos en 1611 por el Papa Paulo V (Borghese).<br />
No hay duda de que el conflicto del Cercado y, en general, el período gobernativo del Virrey García Hurtado de Mendoza han quedado bien tipificados en los procesos de beatificación de Santo Toribio. Todos los testigos (y son más de un centenar) coinciden en que el Prelado límense ejercitó heroicamente las virtudes de paciencia, fortaleza, humildad y mansedumbre, que le han valido el loor de la Iglesia para siempre. Nunca se le vio alterado ni iracundo; al contrario daba gracias a Dios, alegrándose de poder padecer a imitación de Jesucristo.</div>
Vrosasr
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LIMA. El conflicto de la doctrina del Cercado (1590-1592)
2023-09-03T00:34:05Z
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<div>Figura del virrey Hurtado de Mendoza<br />
La aparición en 1590 en la escena peruana del virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y antiguo gobernador de Chile, tuvo aspectos positivos en los campos administrativo y financiero, así como en los políticos y sociales. Activó el sistema de alcabalas y almojarifazgos; moderó las pretensiones de los corregidores de indios, propensos siempre a abusar del cargo; animó las flotas de galeones de mercancías y otros empeños circunstanciales.<br />
Desgraciadamente tuvo el personaje graves defectos de carácter. Altanero y atrabiliario, su autoritarismo le condujo a censurables excesos. Los biógrafos de Santo Toribio no dejan de resaltar esas taras temperamentales. Según Rodríguez Valencia, el virrey es “vanidoso y violento, y estas dos notas de su carácter le inutilizaron para todo buen gobierno en su vida de contacto y relación” . Rubén Vargas Ugarte S.J. destaca su “altanería y terquedad”, y José Antonio Benito, la importunidad de la que dio prueba el virrey en sus actuaciones. <br />
Si a eso añadimos que García Hurtado de Mendoza era en el Perú el titular del Regio Patronato Indiano, con las desbordantes prerrogativas de tal institución frente a la Iglesia, tendremos una idea bastante aproximada de las actitudes de prepotencia que mostró el virrey durante el gobierno eclesiástico de Santo Toribio. Por lo general los virreyes eran celosos en la guarda del Patronato; pero el marqués de Cañete convirtió el celo en avasallamiento del fuero episcopal, y no se detuvo ni ante la acusación calumniosa. Esta fue una de las cruces más duras de Toribio Alfonso de Mogrovejo y uno de los capítulos más edificantes en el proceso de beatificación.<br />
El «Cercado»<br />
Hacia 1563, cuando aún no habían llegado los jesuitas a Lima, existía al otro lado del río Rímac el barrio de San Lázaro, en el cual se asentaron muchos indios camaroneros [pescadores de camarones]. Cuando los jesuitas asumen la Doctrina de Santiago del Cercado, consideraron conveniente —para fines pastorales— que se uniesen allá también los nativos de San Lázaro. El 18 de enero de 1585 el padre Juan de Aguilar hizo la correspondiente petición al Cabildo limeño. Por lo pronto no hubo respuesta.<br />
El 25 de febrero de 1588 el Cabildo tomó más bien la decisión de pedir al virrey Torres y Portugal y al Arzobispo que se erigiera en San Lázaro una parroquia para atender espiritualmente a los numerosos indios de ese sector de la capital. El prelado dispuso que el barrio de pescadores fuera atendido por curas diocesanos versados en lengua indígena: el canónigo Balboa, después el doctor Zapata y por fin don Alonso de Huerta. El mismo Santo Toribio se interesaba por esta Doctrina.<br />
Reunidos los indios a un costado de la Catedral los días domingos, el Arzobispo vestido de pontifical y con el báculo en la mano hacía la explicación del Catecismo del Concilio límense en quechua y castellano. “Yo asimismo el tiempo que estoy en esta ciudad hago lo propio, predicándoles en la lengua, y a los españoles, y a los demás que me entienden, declarando el evangelio (...). Era de mucha edificación para el pueblo verlos venir con sus pendones en procesión desde San Lázaro a la Iglesia Mayor por medio de la plaza, con muy buen orden, y el cura con ellos, según y cómo en el tiempo del doctor Balboa se acostumbraba”. <br />
Con la llegada del virrey García Hurtado de Mendoza las cosas iban a cambiar. Venía a Lima el nuevo gobernante en compañía de su hermano, el sacerdote jesuita Hernando de Mendoza, cuya presencia en el Perú la había solicitado el mismo virrey al General de la Compañía, padre Claudio Aquaviva. En cuanto al carácter del sacerdote, era muy distinto de su hermano. No estaba muy bien de salud (padecía algún mal cardíaco), era muy observante y no le agradaba meterse en asuntos de la administración virreinal. El padre Hernando fue destinado por el Provincial Juan de Atienza a la doctrina de Santiago del Cercado, cuyo superior era el padre Juan de Aguilar.<br />
Inicios del conflicto entre el Virrey y el Arzobispo<br />
Los sucesos ocurrieron con la violencia que era de temerse cuando intervenía García Hurtado de Mendoza. Estamos a 28 de agosto de 1590. Mogrovejo no se hallaba en Lima, sino en Visita Pastoral; pero habría de llegar pronto, pues el IV concilio provincial límense estaba convocado para el 18 de octubre. El Virrey ordenó que de inmediato se procediese al traslado de los indios de San Lázaro a la Reducción del Cercado. <br />
La ejecución del mandato se le confió al Corregidor del Cercado, Juan Ortiz de Zárate. El Provisor del Arzobispado y Vicario General era don Antonio de Valcázar, quien obviamente resistió la intimación desaforada del Virrey. Cuenta Valcázar: “Forzados y contra su voluntad dejaban (los indios) cuanto tenían y se huían a los cañaverales. Los soldados iban a la caza de los fugitivos. Algunos de los indios se asilaron en la iglesia de San Lázaro, de donde fueron sacados por los oficiales reales”. Valcázar fue apresado por éstos, y un piquete de alabarderos lo llevó detenido a las galeras del Callao.<br />
A su llegada a Lima quedó Santo Toribio muy sorprendido e indignado por el atropello consumado contra los indios y contra su Vicario General. Pudo haber lanzado la excomunión. Por bien de paz no lo hizo; pero sí tomó la pluma para quejarse ante Felipe II de tamañas tropelías, descritas por el propio Vicario General en carta que iba adjunta. Hacía notar el Arzobispo la violencia ejercida por el Virrey “llevándome al Provisor al Callao con la guardia... siendo una persona tan principal y de mucha virtud y recogimiento, a quien Vuestra Alteza ha de hacer mucha merced, y yo amo y quiero mucho”. <br />
Antes de proseguir con el relato de los hechos que se sucedieron luego de la reducción forzada de los indios pescadores de San Lázaro, conviene repasar las motivaciones de uno y otro lado, los provechos y perjuicios de la reducción única y de la independencia de las dos doctrinas. Para enteramos del punto de vista de los jesuitas, que coincidía en gran parte con el del Virrey, contamos con la carta de éste, fecha 27 de diciembre de 1590, al rey Felipe II. <br />
Los indígenas de San Lázaro se hallaban en paraje muy precario, junto al río, con los riesgos de las riadas (huaicos) del verano, expuestos a los robos y vejaciones por parte de negros, mulatos y zambahigos “que entran y salen en esta ciudad y allí encubrían sus hurtos; y el clérigo que doctrina a estos indios era uno que habían echado de la Compañía de Jesús por no ser de la vida y ejemplo que profesa su Religión”. <br />
Añade el Virrey que la situación en el Cercado era muy otra, ya que los indios estaban muy bien atendidos y contaban con una iglesia, “la mejor que hay en todo este Arzobispado y más bien servida y proveída de ornamentos y música”. Y concluye el Virrey: “Y así he mandado reducir al Cercado todos los indios que estaban en San Lázaro y los que andaban vagando por esta ciudad, y les he puesto Corregidor que los ampare y defienda y los tengo en paz y justicia” .<br />
La posición del Arzobispado se halla contenida en la extensa carta del 23 de marzo de 1591, al monarca. Allí en primer término Santo Toribio lamenta que el traslado forzoso de los indios se haya hecho “con mucho sentimiento y dolor y lágrimas y perdimiento de haciendas de los indios, y daño y detrimento de la provisión de la ciudad, clero y pueblo y religiosos y la contradicción que de mi parte se ha hecho para que no los sacasen de la parroquia e iglesia que tenían en San Lázaro con su clérigo (Juan de San Martín)...”. <br />
Santo Toribio menciona al jesuita “hermano del mismo Virrey” (se refiere al padre Hernando de Mendoza) como cómplice en el desaguisado. Expone con detalle los excesos cometidos por parte del Virrey y de la Compañía; por ejemplo, el nombrar ésta un juez conservador, que defienda los derechos de la Orden en el fuero eclesiástico; prerrogativa contenida en la bula «Aequum reputamus» de Gregorio XIII del 25 de mayo de 1572. Este juez conservador sentenció que el Arzobispo lesionaba privilegios pontificios al reclamar la doctrina del Cercado. Creemos que es éste un caso más en la larga lista de querellas virreinales entre las órdenes religiosas (no sólo la Compañía) y los prelados diocesanos. La lista se haría más larga si añadimos los casos de roces entre el Real Patronato y el fuero episcopal puramente eclesiástico.<br />
El Arzobispo se lamenta de la preferencia que se da a los religiosos sobre los clérigos diocesanos en el otorgamiento de las doctrinas, y llega a decir: “yo estoy resuelto a no ordenar más clérigos por que no padezcan y se vean en necesidad, no habiendo en qué acomodarlos, y en los Obispados del Cuzco y Charcas me dicen hay muy grande número de clérigos y que a cada doctrina se oponen (en el concurso) veinte y treinta clérigos” .<br />
Pide el prelado a Felipe II que ordene a la Compañía abandonar la doctrina del Cercado “para poder acomodar en ella clérigos muy virtuosos y buenos lenguas [conocedores de las lenguas indígenas] e hijos de conquistadores”. Como se ve, y lo reconoce el Padre Egaña (anotador de «Monumenta Peruana» IV), en el fondo de la controversia latía el problema de la supervivencia y derogación de los privilegios de los regulares en Indias.<br />
Continúa en su carta Santo Toribio aduciendo la amistad entre el Virrey Hurtado de Mendoza y la Compañía para desfavorecer las causas del prelado. Señala que incluso los oidores de la Real Audiencia “no se atreven a hacer más de lo que él (el Virrey) quiere”. En este punto de la misiva arzobispal cita Mogrovejo la amenaza del Virrey: “dijo que yo no había de enviar persona ni papeles ni carta ni razón alguna Vuestra Alteza, y que me había de embarcar para Chile y de allí enviarme por el estrecho de Magallanes a España”.<br />
Es en este pasaje de la referida carta del 23 de marzo de 1591 donde aparece un importante rasgo autobiográfico de Santo Toribio, que suele mencionarse en las obras que cuenta su prodigiosa labor pastoral: “... habiendo ya trabajado tanto en este Arzobispado después de Vuestra Alteza me hizo merced, por tiempo de seis o siete años, discurriendo por él y habiendo andado... más ha de dos años, dos mil leguas y más entonces, y confirmado más de cuatrocientos y cincuenta mil ánimas, y después acá mucha más, con grandes trabajos de caminos y tierras muy ásperas y temples diferentes, viéndome yo y los que iban conmigo en mucho riesgo y peligro de vida...”. <br />
Este párrafo obedece sin duda a la explicable indignación del Arzobispo ante las injustas y mezquinas acusaciones del Virrey, el cual en carta del 1 de mayo de 1590 al rey Felipe II incrimina al Santo de que «jamás» está en Lima, “y da por excusa que anda visitando su arzobispado, lo cual se tiene por mucho inconveniente... y también se mete en todas las cosas del Patronazgo... porque todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude, como sería razón, a las cosas de servicio de V.M., parece que convendría que V.M. le mandase ir a España, poniendo aquí un coadjutor, de todo lo cual me han informado los oidores de esta Audiencia y los clérigos de su misma Iglesia” ...Palabras muy duras e injustas que muestran la incomprensión y malquerencia del Virrey hacia el Arzobispo.<br />
“Estoy admirado -añade Santo Toribio en su carta a Felipe II— que profesando los Padres de la Compañía tanta cristiandad y paz... no hayan atajado esto y venido en lo que todo el mundo aprobara, y parecerá bien siendo yo pastor de estas ovejas y estando a mi cargo el darles pasto espiritual”. El biógrafo más notable de Santo Toribio -que lo es Vicente Rodríguez Valencia— comenta acerca de la polarización a que ha llegado el conflicto: <br />
“Y será hora ya de decimos qué siniestra fortuna es la de este gobernante aristócrata, que así trae envueltos en contiendas de jurisdicción, en vaivenes, en alharacas, en compromisos a estos dos poderes de cuya concordia y suma tan duraderos bienes venían lográndose para la Iglesia en Indias: el segundo Arzobispo de Lima y los jesuitas de la Provincia del Perú”. <br />
Escalada del conflicto<br />
Se había llegado a un punto en que las jurisdicciones locales, tanto de la Arquidiócesis como de la Provincia jesuita del Perú, resultaban ineficaces para dar solución al grave litigio. Era preciso esperar decisiones tanto de Madrid como de Roma. Es obvio que ambas partes litigantes se apresuraron a enviar los respectivos informes a las instancias europeas. Ya hemos dicho que tanto el Provisor Valcázar como el propio Arzobispo Mogrovejo habían escribo a Madrid (cartas del 28 de abril y 23 de marzo de 1591 respectivamente). Pero estas fechas poco significan en cuanto a celeridad de procedimientos. <br />
El Virrey tenía interés en que primero se conociese en Madrid su propia versión del conflicto del Cercado. Por ello recurrió a la estratagema de hacer retrasar los trámites iniciados en Lima por el Arzobispo. Las flotas de aquel tiempo salían sólo dos veces en el año. En primer lugar salieron de Lima los escritos y alegatos de García Hurtado de Mendoza con la flota de primavera; pero sin los de Santo Toribio. <br />
El Arzobispo incluso había decidido enviar personalmente al doctor Francisco García del Castillo, antiguo colegial del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo (tan querido al Prelado) para que informase «vivae vocis» de estos y otros asuntos a las autoridades madrileñas. García del Castillo tuvo, pues, que quedarse en Lima y esperar... la flota de otoño. En el mes de noviembre de 1591 se tramitaba en Madrid la sentencia del Consejo de Indias, que resultó favorable al Virrey y a los jesuitas.<br />
Por esa época Santo Toribio retiró a los jesuitas de la arquidiócesis de los llamados sermones «de tabla» que solían tener en la Catedral de Lima, y también les retiró las licencias de predicar. Así se lo informa el Provincial Atienza al Padre Aquaviva, General de la Compañía: “Hasta ahora no ha alzado el Arzobispo la prohibición que tiene puesta de que no admitan a predicar a los de la Compañía en los monasterios de monjas y parroquias” (carta del 21 de abril de 1592). Pero un mes después tal prohibición fue levantada, y el mismo Padre Atienza tiene la satisfacción de informar de ello al General (21 de mayo). <br />
Entretanto Santo Toribio seguía esperando respuesta de Madrid. Su alegato, intencionalmente retrasado en Lima, sólo pudo enviarlo a Madrid en la flota de otoño, mientras que el expediente del Virrey había salido con la flota de invierno. En la corte de Felipe II fue escuchado el parecer de Santo Toribio, expuesto por su fiel apoderado, el doctor Francisco García del Castillo. <br />
En el voluminoso expediente del Prelado de Lima se incluían: documentos relativos a la cuestión del Seminario de Los Reyes (levantado con la advocación de Sto. Toribio de Astorga), en cuyos asuntos también se había entrometido García Hurtado de Mendoza; documentos referentes a Doctrinas y papeles relativos al enojoso tema del Cercado. En resumen, las resoluciones del Consejo consisten en lo siguiente: <br />
1. Seminario Conciliar de Lima. El monarca manda que sea el Arzobispo quien lo administre, según lo ordena el Tridentino e incluso el Concilio III límense de 1583. Y que sea repuesto el escudo episcopal (arbitrariamente removido por el colérico Virrey el 20 de marzo de 1591), pero (matiz conciliatorio y salomónico de la resolución real) que se pongan, también las armas reales “en el más preeminente lugar”.<br />
2. Vuelta de los indios a su barrio de San Lázaro. Se concede la petición del Arzobispo: “que todos los indios que el Marqués de Cañete redujo y pobló en el Cercado de los que vivían en San Lázaro y en esta ciudad, vuelvan y pongan en el asiento de San Lázaro adonde estaban poblados por el Conde del Villar, y gocen de la libertad, quietud y sosiego”. Hay que reconocer que tanto el Virrey como los Oidores acataron la norma, como lo reconoció el propio Santo Toribio, si bien hubo tardanzas y forcejeos. Para los indios y españoles el Arzobispo erigiría más tarde la vice-parroquia de San Lázaro, que fue la de Nuestra Señora de Copacabana, con su cofradía de indios.<br />
Después de tantas tensiones y contradicciones, debía llegar el momento de la reconciliación entre el Arzobispo y la Compañía de Jesús. Desgraciadamente el temperamento irascible del Virrey García Hurtado de Mendoza habría de mantener viva la llama de la inquina hacia el santo prelado. Sería muy larga la enumeración de las quejas, irritaciones, desaires y hasta acusaciones calumniosas -orales y escritas— por parte del Marqués de Cañete. <br />
Solamente haremos referencia a la reprensión pública al Arzobispo, ordenada por Real Cédula de Felipe II de 29 de diciembre de 1593. Con su habitual malquerencia hacia Santo Toribio, el Virrey se había quejado ante la corte madrileña de que el Arzobispo se quedaba con los dineros que el Regio Patronato destinaba a la organización del Seminario de Lima.<br />
Cuando llegó a Lima la cédula de reprensión, dada por los consejeros de Indias sin esperar el descargo del acusado, Santo Toribio se hallaba de visita pastoral en apartados pueblos de su arquidiócesis -la más extensa del mundo iberoamericano-; y no recibió las Reales Cédulas hasta el mes de junio de 1594.<br />
Se comprenderá el asombro de Santo Toribio al enterarse de tal cúmulo do cargos impertinentes y sobre todo infundados. Un cura párroco de esa época, Hernando Martínez, que había conocido de cerca al Arzobispo, dijo: “Da lástima y compasión que de un Prelado tan santo y de tanta virtud se presuma de que había de tomar lo ajeno... Y que tenga que abonar su persona siendo ejemplo de virtud”. <br />
Felipe II estimó que “por la autoridad y decencia del Prelado no conviene que el Virrey le dé en estrados la reprensión pública que parece, sino aparte y en secreto...”. León Pinelo acota sobre este punto: “La tradición que de este caso hay en Lima, que oí muchas veces contar es, que habiéndosela leído en el Acuerdo la cédula de reprehensión, sólo respondió el Santo Arzobispo: «Enojado estaba nuestro Rey, sea por amor de Dios, satisfarémosle, satisfarémosle». Y que el Virrey y los Oidores quedaron admirados de ver la paciencia con que llevó aquel pesar, que en otro sujeto de menos perfección causaría mucho disgusto y aun ira”. <br />
Luego de esta digresión, volvamos al tema de la reconciliación de la autoridad civil con los padres jesuitas. En primer término es preciso tener en cuenta que el principal interesado en no agudizar las tensiones fue el propio Padre General, Claudio Aquaviva. Los testimonios que han sido publicados en «Monumenta Peruana» V son expresivos. <br />
En todas las cartas a sus súbditos en Lima, el Prepósito General les exhorta a la concordia y a deponer rencillas. Será ilustrativo corroborar esta afirmación siguiendo el orden cronológico de los despachos, el cual se basa indudablemente en las informaciones que Aquaviva va recibiendo de esta Capital. El Provincial del Perú, Padre Juan de Atienza le había escrito desde Lima el 27 de mayo de 1592:<br />
“La amistad con el señor Arzobispo de esta ciudad y los de su casa se ha ido continuando, a Dios gracias, y espero en Nuestro Señor- se satisfará Su Señoría cada día más del deseo que la Compañía tiene por servirle. Alzó ya Su Señoría la prohibición que tenía puesta a la Compañía en lo de los sermones, restituyéndole los sermones de tabla que solía predicar en la Iglesia mayor de esta ciudad, y avisando a las demás partes que podrían llamar a los de la Compañía y ayudarse de su doctrina y sermones, y así se comenzó a hacer esta Pascua de Espíritu Santo (17 de mayo de 1592), y con esto ha cesado toda esta pesadumbre, según la presente justicia, que entre Su Señoría y la Compañía ha habido”. <br />
Solución del conflicto<br />
Sin haber llegado a conocer oportunamente la misiva anterior, el Padre Aquaviva le escribía al teólogo y profesor de la Universidad de San Marcos, adre. Esteban de Ávila, el 3 de agosto de 1592:<br />
“Yo holgara harto que no hubiera sucedido lo que me escriben pasa entre el señor Arzobispo y la Compañía porque demás de los disgustos que se atraviesan, ningún suceso que tenga un tal caso puede ser ganancioso, porque si la Compañía sale con su razón, deja disgustado y averso el Prelado; y si el Señor Arzobispo sale con lo que intenta, será con alguna quiebra en la reputación de los Nuestros y, según se puede temer, etiam (también) con algún daño de esos pobres indios”. <br />
Otra vez desde Roma el 3 de agosto de 1592, la carta se halla dirigida al propio Virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza (y se comprende el cuidado del remitente en escoger las palabras precisas):<br />
“Por muchas razones he sentido que entre el Arzobispo y la Compañía se haya ofrecido ocasión de menos paz y unión, porque como de la mucha que hasta aquí han tenido se han visto bonísimos efectos para gloria de Dios y ayuda de esos pobres indios, así se puede temer que la falta de ella impida mucho bien que se podría hacer en utilidad de las almas; y aunque reconozco la mucha merced que V.E. ha hecho a la Compañía de esta ocasión, y por ella esos Podres y yo nos hallamos de nuevo obligados a su servicio, siento también la parte de pena que a V.E. habrá dado este suceso. Pero consuélome de pensar que con su cristiano celo habrá dado en ello tal corte que a esta hora está todo acabado, de manera que esos Padres puedan servir y ayudar al Prelado, como yo lo deseo y ellos lo han procurado hacer hasta ahora”. <br />
El Padre General llega a expresar que él era partidario de dejar la doctrina de Santiago del Cercado “para ahorrar molestias”. Se deduce -comenta el compilador de «Monumenta Peruana», Padre Antonio de Egaña- que el Virrey “les había mandado a los jesuitas que no abandonaran la doctrina". <br />
En la misma fecha en que escribe el Virrey, le envía el General una carta al nuevo Provincial del Perú, Padre Juan Sebastián de la Parra (electo por Aquaviva el 25 de abril de 1591), en la que reitera los sentimientos de buscar la paz y la armonía con la autoridad civil. “Ya me parece que de España se ha enviado remedio y el Padre [Diego de] Zúñiga, [Procurador de la Provincia] llevó el duplicado. El Papa [Gregorio XIV] también envía un breve al Arzobispo en que le exhorta a unirse con nosotros, como lo verá en la copia” .<br />
Todavía el 5 de jumo de 1594, en nueva comunicación de Aquaviva al P. Sebastián, toma al objetivo de la concordia: “Aunque la concordia con el señor Arzobispo de Lima no haya sido en sus principios tan fervorosa, espero que a esta hora VV.RR. [Vuestras Reverencias] le habrán ganado de manera que la amistad antigua se haya renovado, sin que la quiebra pasada sea causa de menoscabar el servicio de Dios y ayuda de esa buena gente, que éste es el fin donde «deben enderezar las diligencias que en esta y en otra cualquiera materia se hicieren»”. <br />
Finalmente, en lo que respecta a las cartas de Aquaviva acerca del asunto del Cercado, hallamos aún una referencia a cierta desconfianza por parte del Arzobispo; como se desprende de la carta de 4 de julio de 1594: “Pésame que el señor Arzobispo no se sirva de los Nuestros como hasta aquí; espero de la caridad y prudencia de V.R. y de esos ‘Padres que poco a poco le irán ganando de manera que torne a su antigua devoción”. <br />
Sin embargo, hay que reconocer que la presencia en Lima del Virrey García Hurtado de Mendoza seguía obstaculizando el regreso de los indios pescadores al barrio de San Lázaro. Por fin llegó la orden de Felipe II para que regresase a España el autocrático gobernante. Aquaviva dispuso que también hiciese el viaje a la Península el jesuita Hernando de Mendoza, hermano del Virrey. Así lo hizo éste. Tuvo que asistir durante la navegación -en la escala de Panamá- a la muerte de su cuñada, la esposa del Virrey, doña Teresa de Castro, ocurrida en un día no precisado de mayo de 1596. <br />
Un hecho doloroso que sirvió para acercar a Santo Toribio a los jesuitas fue el inesperado fallecimiento del Provincial Juan de Atienza, el día 1 de noviembre de 1592. La «Crónica anónima» de la Provincia Peruana dice sobre el particular: “el mismo Arzobispo predicando el mismo día en su Iglesia catedral... dijo grandes alabanzas del difunto, envolviendo sus palabras en lágrimas por la falta de una persona tan útil a la república” . Y no sólo eso. A la ceremonia del entierro del Padre Atienza se hizo presente Santo Toribio de Mogrovejo. <br />
Con la llegada del nuevo Virrey Luis de Velasco continuaron las buenas relaciones entre el Arzobispo de Lima y los jesuitas. Hay de ello suficientes pruebas. Rodríguez Valencia, el acucioso biógrafo del Santo, no deja de mencionarlas. El Padre Aquaviva escribe al Padre Rodrigo de Cabredo que la Orden le servirá “en lo que se pudiese, y lo que por medio de los Nuestros no se pudiese hacer, se negociará por medio de algún seglar”. Y al propio Arzobispo le reitera en la misma fecha (13 de noviembre de 1600) semejante benevolencia. <br />
Otro hecho significativo. Sabido es que la visita «ad limina» era obligatoria cada cierto tiempo para los prelados. Pero, dada la gran distancia entre el Perú y Roma, quedaba autorizada la visita por medio de procuradores. En 1601 Santo Toribio nombra como tales a los padres Diego de Torres y Pablo José de Amaga. Fueron éstos los que condujeron a Roma la Relación diocesana de 1601, juntamente con la de los obispos sufragáneos de Lima. <br />
CONCLUSIÓN<br />
Del atento estudio de las fuentes que tratan del Conflicto de la Doctrina de Santiago del Cercado, se infiere que el gran responsable de la forma en que se condujo este asunto fue el Virrey García Hurtado de Mendoza. Aun suponiendo que hubiese razones pastorales de peso en el plan de llevar a los pescadores de San Lázaro al Cercado, los modos que se utilizaron no pueden ser aprobados. <br />
El Padre Rubén Vargas Ugarte S.J., tanto en su «Historia de la Iglesia en el Perú» como en su «Historia de la Compañía de Jesús en el Perú», con su característica franqueza señala la “altanería y terquedad” del Virrey; el derecho que el Arzobispo Mogrovejo tenía para visitar las doctrinas de su jurisdicción; y el inconveniente de que los religiosos adujesen privilegios de exención, los que terminaron por ser suprimidos en 1611 por el Papa Paulo V (Borghese).<br />
No hay duda de que el conflicto del Cercado y, en general, el período gobernativo del Virrey García Hurtado de Mendoza han quedado bien tipificados en los procesos de beatificación de Santo Toribio. Todos los testigos (y son más de un centenar) coinciden en que el Prelado límense ejercitó heroicamente las virtudes de paciencia, fortaleza, humildad y mansedumbre, que le han valido el loor de la Iglesia para siempre. Nunca se le vio alterado ni iracundo; al contrario daba gracias a Dios, alegrándose de poder padecer a imitación de Jesucristo.</div>
Vrosasr
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LIMA. El conflicto de la doctrina del Cercado (1590-1592)
2023-09-03T00:31:03Z
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<div>Figura del virrey Hurtado de Mendoza<br />
La aparición en 1590 en la escena peruana del virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y antiguo gobernador de Chile, tuvo aspectos positivos en los campos administrativo y financiero, así como en los políticos y sociales. Activó el sistema de alcabalas y almojarifazgos; moderó las pretensiones de los corregidores de indios, propensos siempre a abusar del cargo; animó las flotas de galeones de mercancías y otros empeños circunstanciales.<br />
Desgraciadamente tuvo el personaje graves defectos de carácter. Altanero y atrabiliario, su autoritarismo le condujo a censurables excesos. Los biógrafos de Santo Toribio no dejan de resaltar esas taras temperamentales. Según Rodríguez Valencia, el virrey es “vanidoso y violento, y estas dos notas de su carácter le inutilizaron para todo buen gobierno en su vida de contacto y relación” . Rubén Vargas Ugarte S.J. destaca su “altanería y terquedad”, y José Antonio Benito, la importunidad de la que dio prueba el virrey en sus actuaciones. <br />
Si a eso añadimos que García Hurtado de Mendoza era en el Perú el titular del Regio Patronato Indiano, con las desbordantes prerrogativas de tal institución frente a la Iglesia, tendremos una idea bastante aproximada de las actitudes de prepotencia que mostró el virrey durante el gobierno eclesiástico de Santo Toribio. Por lo general los virreyes eran celosos en la guarda del Patronato; pero el marqués de Cañete convirtió el celo en avasallamiento del fuero episcopal, y no se detuvo ni ante la acusación calumniosa. Esta fue una de las cruces más duras de Toribio Alfonso de Mogrovejo y uno de los capítulos más edificantes en el proceso de beatificación.<br />
El «Cercado»<br />
Hacia 1563, cuando aún no habían llegado los jesuitas a Lima, existía al otro lado del río Rímac el barrio de San Lázaro, en el cual se asentaron muchos indios camaroneros [pescadores de camarones]. Cuando los jesuitas asumen la Doctrina de Santiago del Cercado, consideraron conveniente —para fines pastorales— que se uniesen allá también los nativos de San Lázaro. El 18 de enero de 1585 el padre Juan de Aguilar hizo la correspondiente petición al Cabildo limeño. Por lo pronto no hubo respuesta.<br />
El 25 de febrero de 1588 el Cabildo tomó más bien la decisión de pedir al virrey Torres y Portugal y al Arzobispo que se erigiera en San Lázaro una parroquia para atender espiritualmente a los numerosos indios de ese sector de la capital. El prelado dispuso que el barrio de pescadores fuera atendido por curas diocesanos versados en lengua indígena: el canónigo Balboa, después el doctor Zapata y por fin don Alonso de Huerta. El mismo Santo Toribio se interesaba por esta Doctrina.<br />
Reunidos los indios a un costado de la Catedral los días domingos, el Arzobispo vestido de pontifical y con el báculo en la mano hacía la explicación del Catecismo del Concilio límense en quechua y castellano. “Yo asimismo el tiempo que estoy en esta ciudad hago lo propio, predicándoles en la lengua, y a los españoles, y a los demás que me entienden, declarando el evangelio (...). Era de mucha edificación para el pueblo verlos venir con sus pendones en procesión desde San Lázaro a la Iglesia Mayor por medio de la plaza, con muy buen orden, y el cura con ellos, según y cómo en el tiempo del doctor Balboa se acostumbraba”. <br />
Con la llegada del virrey García Hurtado de Mendoza las cosas iban a cambiar. Venía a Lima el nuevo gobernante en compañía de su hermano, el sacerdote jesuita Hernando de Mendoza, cuya presencia en el Perú la había solicitado el mismo virrey al General de la Compañía, padre Claudio Aquaviva. En cuanto al carácter del sacerdote, era muy distinto de su hermano. No estaba muy bien de salud (padecía algún mal cardíaco), era muy observante y no le agradaba meterse en asuntos de la administración virreinal. El padre Hernando fue destinado por el Provincial Juan de Atienza a la doctrina de Santiago del Cercado, cuyo superior era el padre Juan de Aguilar.<br />
Inicios del conflicto entre el Virrey y el Arzobispo<br />
Los sucesos ocurrieron con la violencia que era de temerse cuando intervenía García Hurtado de Mendoza. Estamos a 28 de agosto de 1590. Mogrovejo no se hallaba en Lima, sino en Visita Pastoral; pero habría de llegar pronto, pues el IV concilio provincial límense estaba convocado para el 18 de octubre. El Virrey ordenó que de inmediato se procediese al traslado de los indios de San Lázaro a la Reducción del Cercado. <br />
La ejecución del mandato se le confió al Corregidor del Cercado, Juan Ortiz de Zárate. El Provisor del Arzobispado y Vicario General era don Antonio de Valcázar, quien obviamente resistió la intimación desaforada del Virrey. Cuenta Valcázar: “Forzados y contra su voluntad dejaban (los indios) cuanto tenían y se huían a los cañaverales. Los soldados iban a la caza de los fugitivos. Algunos de los indios se asilaron en la iglesia de San Lázaro, de donde fueron sacados por los oficiales reales”. Valcázar fue apresado por éstos, y un piquete de alabarderos lo llevó detenido a las galeras del Callao.<br />
A su llegada a Lima quedó Santo Toribio muy sorprendido e indignado por el atropello consumado contra los indios y contra su Vicario General. Pudo haber lanzado la excomunión. Por bien de paz no lo hizo; pero sí tomó la pluma para quejarse ante Felipe II de tamañas tropelías, descritas por el propio Vicario General en carta que iba adjunta. Hacía notar el Arzobispo la violencia ejercida por el Virrey “llevándome al Provisor al Callao con la guardia... siendo una persona tan principal y de mucha virtud y recogimiento, a quien Vuestra Alteza ha de hacer mucha merced, y yo amo y quiero mucho”. <br />
Antes de proseguir con el relato de los hechos que se sucedieron luego de la reducción forzada de los indios pescadores de San Lázaro, conviene repasar las motivaciones de uno y otro lado, los provechos y perjuicios de la reducción única y de la independencia de las dos doctrinas. Para enteramos del punto de vista de los jesuitas, que coincidía en gran parte con el del Virrey, contamos con la carta de éste, fecha 27 de diciembre de 1590, al rey Felipe II. <br />
Los indígenas de San Lázaro se hallaban en paraje muy precario, junto al río, con los riesgos de las riadas (huaicos) del verano, expuestos a los robos y vejaciones por parte de negros, mulatos y zambahigos “que entran y salen en esta ciudad y allí encubrían sus hurtos; y el clérigo que doctrina a estos indios era uno que habían echado de la Compañía de Jesús por no ser de la vida y ejemplo que profesa su Religión”. <br />
Añade el Virrey que la situación en el Cercado era muy otra, ya que los indios estaban muy bien atendidos y contaban con una iglesia, “la mejor que hay en todo este Arzobispado y más bien servida y proveída de ornamentos y música”. Y concluye el Virrey: “Y así he mandado reducir al Cercado todos los indios que estaban en San Lázaro y los que andaban vagando por esta ciudad, y les he puesto Corregidor que los ampare y defienda y los tengo en paz y justicia” .<br />
La posición del Arzobispado se halla contenida en la extensa carta del 23 de marzo de 1591, al monarca. Allí en primer término Santo Toribio lamenta que el traslado forzoso de los indios se haya hecho “con mucho sentimiento y dolor y lágrimas y perdimiento de haciendas de los indios, y daño y detrimento de la provisión de la ciudad, clero y pueblo y religiosos y la contradicción que de mi parte se ha hecho para que no los sacasen de la parroquia e iglesia que tenían en San Lázaro con su clérigo (Juan de San Martín)...”. <br />
Santo Toribio menciona al jesuita “hermano del mismo Virrey” (se refiere al padre Hernando de Mendoza) como cómplice en el desaguisado. Expone con detalle los excesos cometidos por parte del Virrey y de la Compañía; por ejemplo, el nombrar ésta un juez conservador, que defienda los derechos de la Orden en el fuero eclesiástico; prerrogativa contenida en la bula «Aequum reputamus» de Gregorio XIII del 25 de mayo de 1572. Este juez conservador sentenció que el Arzobispo lesionaba privilegios pontificios al reclamar la doctrina del Cercado. Creemos que es éste un caso más en la larga lista de querellas virreinales entre las órdenes religiosas (no sólo la Compañía) y los prelados diocesanos. La lista se haría más larga si añadimos los casos de roces entre el Real Patronato y el fuero episcopal puramente eclesiástico.<br />
El Arzobispo se lamenta de la preferencia que se da a los religiosos sobre los clérigos diocesanos en el otorgamiento de las doctrinas, y llega a decir: “yo estoy resuelto a no ordenar más clérigos por que no padezcan y se vean en necesidad, no habiendo en qué acomodarlos, y en los Obispados del Cuzco y Charcas me dicen hay muy grande número de clérigos y que a cada doctrina se oponen (en el concurso) veinte y treinta clérigos” .<br />
Pide el prelado a Felipe II que ordene a la Compañía abandonar la doctrina del Cercado “para poder acomodar en ella clérigos muy virtuosos y buenos lenguas [conocedores de las lenguas indígenas] e hijos de conquistadores”. Como se ve, y lo reconoce el Padre Egaña (anotador de «Monumenta Peruana» IV), en el fondo de la controversia latía el problema de la supervivencia y derogación de los privilegios de los regulares en Indias.<br />
Continúa en su carta Santo Toribio aduciendo la amistad entre el Virrey Hurtado de Mendoza y la Compañía para desfavorecer las causas del prelado. Señala que incluso los oidores de la Real Audiencia “no se atreven a hacer más de lo que él (el Virrey) quiere”. En este punto de la misiva arzobispal cita Mogrovejo la amenaza del Virrey: “dijo que yo no había de enviar persona ni papeles ni carta ni razón alguna Vuestra Alteza, y que me había de embarcar para Chile y de allí enviarme por el estrecho de Magallanes a España”.<br />
Es en este pasaje de la referida carta del 23 de marzo de 1591 donde aparece un importante rasgo autobiográfico de Santo Toribio, que suele mencionarse en las obras que cuenta su prodigiosa labor pastoral: “... habiendo ya trabajado tanto en este Arzobispado después de Vuestra Alteza me hizo merced, por tiempo de seis o siete años, discurriendo por él y habiendo andado... más ha de dos años, dos mil leguas y más entonces, y confirmado más de cuatrocientos y cincuenta mil ánimas, y después acá mucha más, con grandes trabajos de caminos y tierras muy ásperas y temples diferentes, viéndome yo y los que iban conmigo en mucho riesgo y peligro de vida...”. <br />
Este párrafo obedece sin duda a la explicable indignación del Arzobispo ante las injustas y mezquinas acusaciones del Virrey, el cual en carta del 1 de mayo de 1590 al rey Felipe II incrimina al Santo de que «jamás» está en Lima, “y da por excusa que anda visitando su arzobispado, lo cual se tiene por mucho inconveniente... y también se mete en todas las cosas del Patronazgo... porque todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude, como sería razón, a las cosas de servicio de V.M., parece que convendría que V.M. le mandase ir a España, poniendo aquí un coadjutor, de todo lo cual me han informado los oidores de esta Audiencia y los clérigos de su misma Iglesia” ...Palabras muy duras e injustas que muestran la incomprensión y malquerencia del Virrey hacia el Arzobispo.<br />
“Estoy admirado -añade Santo Toribio en su carta a Felipe II— que profesando los Padres de la Compañía tanta cristiandad y paz... no hayan atajado esto y venido en lo que todo el mundo aprobara, y parecerá bien siendo yo pastor de estas ovejas y estando a mi cargo el darles pasto espiritual”. El biógrafo más notable de Santo Toribio -que lo es Vicente Rodríguez Valencia— comenta acerca de la polarización a que ha llegado el conflicto: <br />
“Y será hora ya de decimos qué siniestra fortuna es la de este gobernante aristócrata, que así trae envueltos en contiendas de jurisdicción, en vaivenes, en alharacas, en compromisos a estos dos poderes de cuya concordia y suma tan duraderos bienes venían lográndose para la Iglesia en Indias: el segundo Arzobispo de Lima y los jesuitas de la Provincia del Perú”. <br />
Escalada del conflicto<br />
Se había llegado a un punto en que las jurisdicciones locales, tanto de la Arquidiócesis como de la Provincia jesuita del Perú, resultaban ineficaces para dar solución al grave litigio. Era preciso esperar decisiones tanto de Madrid como de Roma. Es obvio que ambas partes litigantes se apresuraron a enviar los respectivos informes a las instancias europeas. Ya hemos dicho que tanto el Provisor Valcázar como el propio Arzobispo Mogrovejo habían escribo a Madrid (cartas del 28 de abril y 23 de marzo de 1591 respectivamente). Pero estas fechas poco significan en cuanto a celeridad de procedimientos. <br />
El Virrey tenía interés en que primero se conociese en Madrid su propia versión del conflicto del Cercado. Por ello recurrió a la estratagema de hacer retrasar los trámites iniciados en Lima por el Arzobispo. Las flotas de aquel tiempo salían sólo dos veces en el año. En primer lugar salieron de Lima los escritos y alegatos de García Hurtado de Mendoza con la flota de primavera; pero sin los de Santo Toribio. <br />
El Arzobispo incluso había decidido enviar personalmente al doctor Francisco García del Castillo, antiguo colegial del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo (tan querido al Prelado) para que informase «vivae vocis» de estos y otros asuntos a las autoridades madrileñas. García del Castillo tuvo, pues, que quedarse en Lima y esperar... la flota de otoño. En el mes de noviembre de 1591 se tramitaba en Madrid la sentencia del Consejo de Indias, que resultó favorable al Virrey y a los jesuitas.<br />
Por esa época Santo Toribio retiró a los jesuitas de la arquidiócesis de los llamados sermones «de tabla» que solían tener en la Catedral de Lima, y también les retiró las licencias de predicar. Así se lo informa el Provincial Atienza al Padre Aquaviva, General de la Compañía: “Hasta ahora no ha alzado el Arzobispo la prohibición que tiene puesta de que no admitan a predicar a los de la Compañía en los monasterios de monjas y parroquias” (carta del 21 de abril de 1592). Pero un mes después tal prohibición fue levantada, y el mismo Padre Atienza tiene la satisfacción de informar de ello al General (21 de mayo). <br />
Entretanto Santo Toribio seguía esperando respuesta de Madrid. Su alegato, intencionalmente retrasado en Lima, sólo pudo enviarlo a Madrid en la flota de otoño, mientras que el expediente del Virrey había salido con la flota de invierno. En la corte de Felipe II fue escuchado el parecer de Santo Toribio, expuesto por su fiel apoderado, el doctor Francisco García del Castillo. <br />
En el voluminoso expediente del Prelado de Lima se incluían: documentos relativos a la cuestión del Seminario de Los Reyes (levantado con la advocación de Sto. Toribio de Astorga), en cuyos asuntos también se había entrometido García Hurtado de Mendoza; documentos referentes a Doctrinas y papeles relativos al enojoso tema del Cercado. En resumen, las resoluciones del Consejo consisten en lo siguiente: <br />
1. Seminario Conciliar de Lima. El monarca manda que sea el Arzobispo quien lo administre, según lo ordena el Tridentino e incluso el Concilio III límense de 1583. Y que sea repuesto el escudo episcopal (arbitrariamente removido por el colérico Virrey el 20 de marzo de 1591), pero (matiz conciliatorio y salomónico de la resolución real) que se pongan, también las armas reales “en el más preeminente lugar”.<br />
2. Vuelta de los indios a su barrio de San Lázaro. Se concede la petición del Arzobispo: “que todos los indios que el Marqués de Cañete redujo y pobló en el Cercado de los que vivían en San Lázaro y en esta ciudad, vuelvan y pongan en el asiento de San Lázaro adonde estaban poblados por el Conde del Villar, y gocen de la libertad, quietud y sosiego”. Hay que reconocer que tanto el Virrey como los Oidores acataron la norma, como lo reconoció el propio Santo Toribio, si bien hubo tardanzas y forcejeos. Para los indios y españoles el Arzobispo erigiría más tarde la vice-parroquia de San Lázaro, que fue la de Nuestra Señora de Copacabana, con su cofradía de indios.<br />
Después de tantas tensiones y contradicciones, debía llegar el momento de la reconciliación entre el Arzobispo y la Compañía de Jesús. Desgraciadamente el temperamento irascible del Virrey García Hurtado de Mendoza habría de mantener viva la llama de la inquina hacia el santo prelado. Sería muy larga la enumeración de las quejas, irritaciones, desaires y hasta acusaciones calumniosas -orales y escritas— por parte del Marqués de Cañete. <br />
Solamente haremos referencia a la reprensión pública al Arzobispo, ordenada por Real Cédula de Felipe II de 29 de diciembre de 1593. Con su habitual malquerencia hacia Santo Toribio, el Virrey se había quejado ante la corte madrileña de que el Arzobispo se quedaba con los dineros que el Regio Patronato destinaba a la organización del Seminario de Lima.<br />
Cuando llegó a Lima la cédula de reprensión, dada por los consejeros de Indias sin esperar el descargo del acusado, Santo Toribio se hallaba de visita pastoral en apartados pueblos de su arquidiócesis -la más extensa del mundo iberoamericano-; y no recibió las Reales Cédulas hasta el mes de junio de 1594.<br />
Se comprenderá el asombro de Santo Toribio al enterarse de tal cúmulo do cargos impertinentes y sobre todo infundados. Un cura párroco de esa época, Hernando Martínez, que había conocido de cerca al Arzobispo, dijo: “Da lástima y compasión que de un Prelado tan santo y de tanta virtud se presuma de que había de tomar lo ajeno... Y que tenga que abonar su persona siendo ejemplo de virtud”. <br />
Felipe II estimó que “por la autoridad y decencia del Prelado no conviene que el Virrey le dé en estrados la reprensión pública que parece, sino aparte y en secreto...”. León Pinelo acota sobre este punto: “La tradición que de este caso hay en Lima, que oí muchas veces contar es, que habiéndosela leído en el Acuerdo la cédula de reprehensión, sólo respondió el Santo Arzobispo: «Enojado estaba nuestro Rey, sea por amor de Dios, satisfarémosle, satisfarémosle». Y que el Virrey y los Oidores quedaron admirados de ver la paciencia con que llevó aquel pesar, que en otro sujeto de menos perfección causaría mucho disgusto y aun ira”. <br />
Luego de esta digresión, volvamos al tema de la reconciliación de la autoridad civil con los padres jesuitas. En primer término es preciso tener en cuenta que el principal interesado en no agudizar las tensiones fue el propio Padre General, Claudio Aquaviva. Los testimonios que han sido publicados en «Monumenta Peruana» V son expresivos. <br />
En todas las cartas a sus súbditos en Lima, el Prepósito General les exhorta a la concordia y a deponer rencillas. Será ilustrativo corroborar esta afirmación siguiendo el orden cronológico de los despachos, el cual se basa indudablemente en las informaciones que Aquaviva va recibiendo de esta Capital. El Provincial del Perú, Padre Juan de Atienza le había escrito desde Lima el 27 de mayo de 1592:<br />
“La amistad con el señor Arzobispo de esta ciudad y los de su casa se ha ido continuando, a Dios gracias, y espero en Nuestro Señor- se satisfará Su Señoría cada día más del deseo que la Compañía tiene por servirle. Alzó ya Su Señoría la prohibición que tenía puesta a la Compañía en lo de los sermones, restituyéndole los sermones de tabla que solía predicar en la Iglesia mayor de esta ciudad, y avisando a las demás partes que podrían llamar a los de la Compañía y ayudarse de su doctrina y sermones, y así se comenzó a hacer esta Pascua de Espíritu Santo (17 de mayo de 1592), y con esto ha cesado toda esta pesadumbre, según la presente justicia, que entre Su Señoría y la Compañía ha habido”. <br />
Solución del conflicto<br />
Sin haber llegado a conocer oportunamente la misiva anterior, el Padre Aquaviva le escribía al teólogo y profesor de la Universidad de San Marcos, adre. Esteban de Ávila, el 3 de agosto de 1592:<br />
“Yo holgara harto que no hubiera sucedido lo que me escriben pasa entre el señor Arzobispo y la Compañía porque demás de los disgustos que se atraviesan, ningún suceso que tenga un tal caso puede ser ganancioso, porque si la Compañía sale con su razón, deja disgustado y averso el Prelado; y si el Señor Arzobispo sale con lo que intenta, será con alguna quiebra en la reputación de los Nuestros y, según se puede temer, etiam (también) con algún daño de esos pobres indios”. <br />
Otra vez desde Roma el 3 de agosto de 1592, la carta se halla dirigida al propio Virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza (y se comprende el cuidado del remitente en escoger las palabras precisas):<br />
“Por muchas razones he sentido que entre el Arzobispo y la Compañía se haya ofrecido ocasión de menos paz y unión, porque como de la mucha que hasta aquí han tenido se han visto bonísimos efectos para gloria de Dios y ayuda de esos pobres indios, así se puede temer que la falta de ella impida mucho bien que se podría hacer en utilidad de las almas; y aunque reconozco la mucha merced que V.E. ha hecho a la Compañía de esta ocasión, y por ella esos Podres y yo nos hallamos de nuevo obligados a su servicio, siento también la parte de pena que a V.E. habrá dado este suceso. Pero consuélome de pensar que con su cristiano celo habrá dado en ello tal corte que a esta hora está todo acabado, de manera que esos Padres puedan servir y ayudar al Prelado, como yo lo deseo y ellos lo han procurado hacer hasta ahora”. <br />
El Padre General llega a expresar que él era partidario de dejar la doctrina de Santiago del Cercado “para ahorrar molestias”. Se deduce -comenta el compilador de «Monumenta Peruana», Padre Antonio de Egaña- que el Virrey “les había mandado a los jesuitas que no abandonaran la doctrina". <br />
En la misma fecha en que escribe el Virrey, le envía el General una carta al nuevo Provincial del Perú, Padre Juan Sebastián de la Parra (electo por Aquaviva el 25 de abril de 1591), en la que reitera los sentimientos de buscar la paz y la armonía con la autoridad civil. “Ya me parece que de España se ha enviado remedio y el Padre [Diego de] Zúñiga, [Procurador de la Provincia] llevó el duplicado. El Papa [Gregorio XIV] también envía un breve al Arzobispo en que le exhorta a unirse con nosotros, como lo verá en la copia” .<br />
Todavía el 5 de jumo de 1594, en nueva comunicación de Aquaviva al P. Sebastián, toma al objetivo de la concordia: “Aunque la concordia con el señor Arzobispo de Lima no haya sido en sus principios tan fervorosa, espero que a esta hora VV.RR. [Vuestras Reverencias] le habrán ganado de manera que la amistad antigua se haya renovado, sin que la quiebra pasada sea causa de menoscabar el servicio de Dios y ayuda de esa buena gente, que éste es el fin donde «deben enderezar las diligencias que en esta y en otra cualquiera materia se hicieren»”. <br />
Finalmente, en lo que respecta a las cartas de Aquaviva acerca del asunto del Cercado, hallamos aún una referencia a cierta desconfianza por parte del Arzobispo; como se desprende de la carta de 4 de julio de 1594: “Pésame que el señor Arzobispo no se sirva de los Nuestros como hasta aquí; espero de la caridad y prudencia de V.R. y de esos ‘Padres que poco a poco le irán ganando de manera que torne a su antigua devoción”. <br />
Sin embargo, hay que reconocer que la presencia en Lima del Virrey García Hurtado de Mendoza seguía obstaculizando el regreso de los indios pescadores al barrio de San Lázaro. Por fin llegó la orden de Felipe II para que regresase a España el autocrático gobernante. Aquaviva dispuso que también hiciese el viaje a la Península el jesuita Hernando de Mendoza, hermano del Virrey. Así lo hizo éste. Tuvo que asistir durante la navegación -en la escala de Panamá- a la muerte de su cuñada, la esposa del Virrey, doña Teresa de Castro, ocurrida en un día no precisado de mayo de 1596. <br />
Un hecho doloroso que sirvió para acercar a Santo Toribio a los jesuitas fue el inesperado fallecimiento del Provincial Juan de Atienza, el día 1 de noviembre de 1592. La «Crónica anónima» de la Provincia Peruana dice sobre el particular: “el mismo Arzobispo predicando el mismo día en su Iglesia catedral... dijo grandes alabanzas del difunto, envolviendo sus palabras en lágrimas por la falta de una persona tan útil a la república” . Y no sólo eso. A la ceremonia del entierro del Padre Atienza se hizo presente Santo Toribio de Mogrovejo. <br />
Con la llegada del nuevo Virrey Luis de Velasco continuaron las buenas relaciones entre el Arzobispo de Lima y los jesuitas. Hay de ello suficientes pruebas. Rodríguez Valencia, el acucioso biógrafo del Santo, no deja de mencionarlas. El Padre Aquaviva escribe al Padre Rodrigo de Cabredo que la Orden le servirá “en lo que se pudiese, y lo que por medio de los Nuestros no se pudiese hacer, se negociará por medio de algún seglar”. Y al propio Arzobispo le reitera en la misma fecha (13 de noviembre de 1600) semejante benevolencia. <br />
Otro hecho significativo. Sabido es que la visita «ad limina» era obligatoria cada cierto tiempo para los prelados. Pero, dada la gran distancia entre el Perú y Roma, quedaba autorizada la visita por medio de procuradores. En 1601 Santo Toribio nombra como tales a los padres Diego de Torres y Pablo José de Amaga. Fueron éstos los que condujeron a Roma la Relación diocesana de 1601, juntamente con la de los obispos sufragáneos de Lima. <br />
CONCLUSIÓN<br />
Del atento estudio de las fuentes que tratan del Conflicto de la Doctrina de Santiago del Cercado, se infiere que el gran responsable de la forma en que se condujo este asunto fue el Virrey García Hurtado de Mendoza. Aun suponiendo que hubiese razones pastorales de peso en el plan de llevar a los pescadores de San Lázaro al Cercado, los modos que se utilizaron no pueden ser aprobados. <br />
El Padre Rubén Vargas Ugarte S.J., tanto en su «Historia de la Iglesia en el Perú» como en su «Historia de la Compañía de Jesús en el Perú», con su característica franqueza señala la “altanería y terquedad” del Virrey; el derecho que el Arzobispo Mogrovejo tenía para visitar las doctrinas de su jurisdicción; y el inconveniente de que los religiosos adujesen privilegios de exención, los que terminaron por ser suprimidos en 1611 por el Papa Paulo V (Borghese).<br />
No hay duda de que el conflicto del Cercado y, en general, el período gobernativo del Virrey García Hurtado de Mendoza han quedado bien tipificados en los procesos de beatificación de Santo Toribio. Todos los testigos (y son más de un centenar) coinciden en que el Prelado límense ejercitó heroicamente las virtudes de paciencia, fortaleza, humildad y mansedumbre, que le han valido el loor de la Iglesia para siempre. Nunca se le vio alterado ni iracundo; al contrario daba gracias a Dios, alegrándose de poder padecer a imitación de Jesucristo.</div>
Vrosasr
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Glosario
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'''[[CONQUISTA PACÍFICA (2); Iniciación del Plan de Tierra Firme]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA PACÍFICA (3); Fundaciones evangelizadoras]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA Y COLONIZACIÓN; Debates jurídicos]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA Y COLONIZACIÓN; Situación de los indígenas]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA Y EVANGELIZACIÓN; Directrices y acciones de la Corona Española]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA Y EVANGELIZACIÓN; La experiencia cristiana]]'''<br />
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'''[[CONQUISTA Y EVANGELIZACIÓN; La conciencia cristiana de la Corona]]'''<br />
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'''[[DOMINICOS; Papel pacificador en el siglo XVI]]'''<br />
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=== L ===<br />
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=== M ===<br />
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'''[[MAGALLANES JARA, San Cristóbal]]'''<br />
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'''[[MAGAÑA SERVÍN, Luis ]]'''<br />
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'''[[MAPAS DEL NUEVO MUNDO]]'''<br />
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'''[[MARCHETTI JOSÉ (I). Sua vida no contexto do Brasil]]'''<br />
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'''[[MARGIL DE JESÚS, Fray Antonio]]'''<br />
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'''[[MERCEDARIOS EN LA EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA]]'''<br />
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'''[[MERCEDARIOS EN PANAMÁ]]'''<br />
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'''[[MERCEDARIOS; La defensa del hombre andino]]'''<br />
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'''[[MERCEDARIOS; Misiones en el Cuzco y en Lima]]'''<br />
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'''[[MERCEDARIOS; Secularización de las doctrinas]]'''<br />
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'''[[MERCURIO VOLANTE]]'''<br />
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'''[[MESTIZAJE E IDENTIDAD DE AMÉRICA LATINA]]'''<br />
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'''[[MOGROVEJO; Pastor de la Misericordia (I)]]'''<br />
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'''[[MONJAS, MUJERES y Conventos en el Nuevo Mundo]]'''<br />
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'''[[NAVARRO ORIGEL LUIS; el primer cristero]]'''<br />
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'''[[NEOPATRONATOS; La misión chilena en Roma]]'''<br />
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'''[[NEOPATRONATOS; La misión colombiana en Roma]]'''<br />
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'''[[NEOPATRONATOS; La misión mexicana en Roma]]'''<br />
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'''[[NICAN MOTECPANA]]'''<br />
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'''[[NICARAGUA; Afrodescendientes]]'''<br />
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'''[[NICARAGUA; La Iglesia en la prueba]]'''<br />
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'''[[NIÑOS MÁRTIRES DE TLAXCALA]]'''<br />
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'''[[NOCHE TRISTE]]'''<br />
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'''[[NOVVS ORBIS REGIONVM AC INSVLARVM]]'''<br />
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'''[[NUEVA ESPAÑA. Conciencia de la nacionalidad mexicana]]'''<br />
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'''[[NUEVA ESPAÑA; Devoción e influencia de Santo Tomás]]'''<br />
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'''[[NUEVA ESPAÑA; Virreinato de la]]'''<br />
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'''[[NUEVA ESPAÑA Y FILIPINAS; Plataforma de misiones agustinianas a China]]'''<br />
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'''[[NUEVA GRANADA; Proceso emancipador]]'''<br />
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'''[[NUEVO MUNDO. América y el Pacífico]]'''<br />
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'''[[NUEVO MUNDO; Expansión de los encuentros]]'''<br />
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'''[[NUEVO MUNDO. Primeras crónicas del Encuentro]]'''<br />
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'''[[NUEVO MUNDO. PRIMEROS ENCUENTROS EN LAS COSTAS DEL GOLFO]]'''<br />
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'''[[NUEVO MUNDO; Teorías escatológicas de fray Gonzalo Tenorio]]'''<br />
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=== O ===<br />
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'''[[ORDENES RELIGIOSAS; Vida, extinción y restauración]]'''<br />
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<br />
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<br />
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'''[[PEREGRINACIONES AL TEPEYAC]]'''<br />
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<br />
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=== Z ===<br />
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<br />
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<br />
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Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=GOLFO_DE_M%C3%89XICO._Exploraci%C3%B3n_de_sus_costas_(1513-1535)&diff=3705836
GOLFO DE MÉXICO. Exploración de sus costas (1513-1535)
2023-08-27T02:42:08Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==BAHAMAS y FLORIDA==<br />
<br />
En 1513 Juan Ponce de León<ref>Juan Ponce de León y Figueroa (Santervás de Campos, Valladolid. 8 de abril de 1460-La Habana, julio de 1521). Sus restos reposan en la catedral de San Juan Bautista de Puerto Rico.</ref>descubre las Bahamas y la península de [[LA_FLORIDA;_el_Castillo_de_San_Marcos | la Florida]]. El Adelantado<ref>«Adelantado» fue uno de los títulos que los reyes de España concedían a algunos pioneros conquistadores como reconocimiento de sus gestas, señalándolos como los primeros en haber cumplido una determinada gesta de conquista en una región del Continente.</ref>Ponce de León fue explorador y conquistador español, primer gobernante de Puerto Rico y descubridor de [[LA_FLORIDA;_el_Castillo_de_San_Marcos | la Florida]], territorio al que llega el día de Pascua (Pascua Florida) y da tal nombre de memoria cristiana a las tierras descubiertas. (El territorio de Florida pasará en 1817 al actual Estados Unidos, vendida por España en 1821). <br />
<br />
En 1519 Alonso Álvarez de Pineda<ref>Alonso Álvarez de Pineda, Aldeacentenera (Cáceres-Extremadura), 1494 – Pánuco (México), c. 1520. Explorador y cartógrafo.</ref>descubre la desembocadura del río Mississippi. Por encargo de Francisco de Garay, gobernador de Jamaica, capitaneó un viaje de exploración a las costas del golfo de México. La expedición partió de Jamaica a finales de marzo de 1519. Su misión era explorar y cartografiar la zona comprendida entre el sur del golfo y los territorios de [[LA_FLORIDA;_el_Castillo_de_San_Marcos | La Florida]], descubiertos seis años antes por Juan Ponce de León, y averiguar si se hallaba allí un paso que comunicara el océano Atlántico con el Pacífico, el tan buscado estrecho de Anián.<ref>En el siglo XVI, exploradores y navegantes se lanzaron en busca de un paso que comunicara Asia y américa. Hacia fines de ese siglo fue evidente la inexistencia de tal “esrecho”</ref> <br />
<br />
Álvarez de Pineda costeó [[LA_FLORIDA;_el_Castillo_de_San_Marcos | La Florida]] y entró en la bahía de Corpus Christi (en el actual estado de [[TEXAS | Texas]]). Tomó posesión de ella en nombre de la Corona de España y fundó allí una ciudad. Llegó hasta el río Bravo, al que llamó río de las Palmas, y el 2 de junio de 1519 avistó la desembocadura del río Mississippi, al que puso el nombre de río del Espíritu Santo por la festividad del día. Después, puso rumbo al Sur, hasta llegar a Veracruz (México) en agosto de 1519. <br />
<br />
Allí se encontraba la expedición que, al frente de [[CORTÉS,_Hernán | Hernán Cortés]], se disponía a marchar a la conquista del imperio azteca. Pineda llevaba instrucciones del gobernador de Jamaica para interceptar la expedición de Cortés en Veracruz. Así, en cuanto los hombres de Garay desembarcaron, los soldados de Cortés cayeron sobre ellos capturando a la mayoría. Pineda consiguió escapar navegando por el golfo de México hacia el Norte durante cuarenta días hasta alcanzar la desembocadura del río Grande y desde allí puso rumbo a Jamaica. <br />
<br />
El resultado de su viaje fue el reconocimiento detallado de las costas del golfo de México en más de ochocientas millas, desde Florida hasta Veracruz, y el trazado de cartas geográficas de toda la zona explorada, a la que puso el nombre de Amichel. Al mismo tiempo, demostró que [[LA_FLORIDA;_el_Castillo_de_San_Marcos | La Florida]] no era una isla, como se creía desde que así lo afirmara Ponce de León al descubrirla. Es pues, el primer explorador y cartógrafo del golfo de México, así como el primer explorador de [[TEXAS | Texas]]. <br />
<br />
Basándose en el reconocimiento efectuado por Pineda, en junio de 1521 el gobernador Francisco de Garay obtuvo la aprobación de la Corona de España para colonizar esta área en calidad de «adelantado». Poco después de regresar a Jamaica, partió de nuevo hacia México y viajó a la región de Pánuco para establecer allí una colonia, cerca de la futura ciudad de Tampico. La opinión más comúnmente admitida es que murió en Pánuco en 1520. <br />
<br />
En enero de dicho año, Diego de Camargo comandaba un barco encargado de transportar provisiones desde Jamaica hasta la colonia. Al llegar, la encontró asediada por los indios huastecas. Excepto sesenta personas que Camargo pudo evacuar, todos los pobladores y soldados habían muerto; entre ellos se cree que estaba Alonso Álvarez de Pineda. <br />
<br />
==YUCATÁN==<br />
<br />
En 1517 Francisco Hernández de [[CÓRDOBA_DE_LA_NUEVA_ANDALUCÍA | Córdoba]]<ref>Francisco Hernández de [[CÓRDOBA_DE_LA_NUEVA_ANDALUCÍA | Córdoba]] ([[CÓRDOBA_DE_LA_NUEVA_ANDALUCÍA | Córdoba]], España, c. 1467-Sancti Spíritus, [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]], 1517) [ no confundir con su homónimo, fundador de Granada y León, Nicaragua] fue un conquistador español, que ha pasado a la historia por la accidentada expedición que dirigió entre febrero y mayo de 1517, durante la cual tomó posesión «oficial» para el [[IMPERIO_ESPAÑOL;_razones_de_su_ocaso | Imperio español]] de la Península de [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]], tras la llegada de los primeros españoles a la Península formalmente documentada. Se le considera también «descubridor de México»</ref>descubre y explora la península del [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]] encontrando a la etnia de los indios mayas, quienes habían alcanzado una cultura mucho más avanzada que los del Caribe. Su historia merece una más específica explicación. Francisco Hernández de [[CÓRDOBA_DE_LA_NUEVA_ANDALUCÍA | Córdoba]] era un rico encomendero de [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]]. Fue nombrado por el Gobernador de la isla, Diego Velázquez de Cuéllar, jefe de la expedición que debía explorar los mares al occidente de [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]] y sus posibles islas o costas continentales. <br />
<br />
Partió de [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]] en febrero de 1517, y halló la costa de la península de [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]], por lo que muchos lo consideran como el descubridor de lo que hoy es México. Saliendo del puerto de Ajaruco, en la banda norte de la provincia de La Habana, según Díaz del Castillo, o de Santiago según algunos autores modernos;<ref>Cf. [[DÍAZ_DEL_CASTILLO,_Bernal | Bernal Díaz del Castillo]], ''Historia Verdadera''…, capítulo 2: «En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte». La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos, creen que pudo salir de Santiago. [Citaciones en Wikipedia].</ref>la flota fue sorprendida por una tormenta que la llevó a tierra. Observaron cómo se acercaban los pobladores del lugar, con cara alegre y muestras de paz. Cuando los españoles preguntaron con señas por el nombre del lugar, los mayas respondieron «in ca wotoch», que quiere decir «esta es mi casa». Por esta causa le pusieron a esa tierra Punta de Catoche, hoy Cabo Catoche.<ref>Luis., Conde-Salazar Infiesta,; Manuel., Lucena Giraldo, (2009), ''Atlas de los exploradores españoles'', GeoPlaneta, ISBN 9788408086833, OCLC 556943554. [Citaciones en Wikipedia]</ref><br />
<br />
Fue un encuentro muy importante en cuanto por los españoles tuvieron por primera vez constancia de la presencia en América de culturas avanzadas (los mayas), con casas «de cal y canto» y organización social de complejidad más próxima a la del Viejo Mundo, y se tuvo también esperanza de existencia de oro. <br />
<br />
Halló muchos poblados habitados y entabló en ellos contactos puntuales, pero generalmente hostiles, al punto que resultó para los españoles muy difícil el acopio de agua, por los ataques de que eran objeto. En uno de ellos, en el lugar que los mayas llamaban Chakán Putum (Champotón), el ataque fue mucho más fiero de lo normal y causó muchos muertos a los expedicionarios, siendo casi todos, incluido Hernández de [[CÓRDOBA_DE_LA_NUEVA_ANDALUCÍA | Córdoba]], heridos por arma arrojadiza: flechas y azagayas. El piloto Antón de Alaminos decidió levar anclas y dirigir sus barcos a Florida, lugar que conocía por haber participado en la expedición de Juan Ponce de León en 1512. <br />
<br />
Allí recalaron lo justo para recoger víveres y agua y regresar a [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]]. Pero Hernández no vivió la continuidad de su obra: murió en aquel mismo año de 1517, apenas dos semanas después de regresar de su desgraciada expedición, como resultado de las heridas y la sed sufridas durante el viaje, y decepcionado al saber que Diego Velázquez había preferido a Juan de Grijalva como capitán de la siguiente expedición a [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]]. <br />
<br />
Las noticias de la expedición alentaron a Velázquez, que supuso la presencia de oro en poblaciones como las descubiertas y organizó otras dos expediciones, al mando primero de Juan de Grijalva, en 1518, y luego de [[CORTÉS,_Hernán | Hernán Cortés]], en 1519, que finalmente terminó por conquistar México y luego explorar desde el Golfo de [[CALIFORNIA;_Misiones | California]] hasta las Hibueras. <br />
<br />
De la biografía de Hernández de [[CÓRDOBA_DE_LA_NUEVA_ANDALUCÍA | Córdoba]] solo se sabe que residía en [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]] en 1517, por lo que seguramente habría participado en su conquista, y que era un hacendado rico que tenía un poblado de indios, así como amistades con suficiente capacidad económica como para ayudar a financiar la expedición que encabezó. [[DÍAZ_DEL_CASTILLO,_Bernal | Bernal Díaz del Castillo]] es el cronista que más detalles aporta sobre el viaje de Hernández de [[CÓRDOBA_DE_LA_NUEVA_ANDALUCÍA | Córdoba]], y también el único que fue testigo presencial de todo el proceso, pues participó en las expediciones posteriores de Juan de Grijalva y de [[CORTÉS,_Hernán | Hernán Cortés]]. <br />
<br />
Además, Bernal declara en su crónica haber sido él mismo promotor del proyecto, junto con otro centenar de españoles que decían necesitar ''“ocupar sus personas”'', porque hacía tres años que habían llegado a [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]], desde la Castilla del Oro de Pedrarias Dávila, y se quejaban de que ''”no habían hecho cosa alguna que de contar fuera”''. <br />
<br />
==Polémica por los motivos de la expedición de Hernández de Córdoba==<br />
<br />
Bernal cuenta primero que tanto él como otros ciento diez españoles, que vivían en Castilla del Oro, decidieron pedir permiso a Pedro Arias Dávila para trasladarse a [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]], que Pedrarias concedió de buen grado, porque en Tierra Firme ''”no había nada que conquistar, que todo estaba en paz, que el Vasco Núñez de Balboa, su yerno del Pedrarias, lo había conquistado"''. Esos españoles de Castilla del Oro se presentaron en [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]] a Diego Velázquez, el gobernador (y familiar de [[DÍAZ_DEL_CASTILLO,_Bernal | Bernal Díaz del Castillo]]), quien les prometió que ''“nos daría indios, en vacando”''. <br />
<br />
Inmediatamente después de esta alusión a la promesa de indios, Bernal dice que ''”Y como se habían pasado ya tres años [...] y no habíamos hecho cosa alguna que de contar fuera”'', los ciento diez españoles procedentes del [[PANAMÁ;_Vicariato_de_Darién | Darién]] ''”y los que en la isla de [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]] no tenían indios”'' —otra vez la alusión a la falta de indios— decidieron concertarse con ''”un hidalgo que se decía Francisco Hernández de Córdoba [...] y era hombre rico y tenía pueblo de indios en aquella isla [Cuba]”'', para que aceptara ser su capitán para ''"ir a nuestra ventura a descubrir nuevas tierras y en ellas emplear nuestras personas”''. <br />
<br />
Se aprecia que [[DÍAZ_DEL_CASTILLO,_Bernal | Bernal Díaz del Castillo]] no intenta ocultar que los tan repetidos indios algo tenían que ver con el proyecto, aunque autores como Madariaga prefieran concluir que el objetivo era el mucho más noble de ''“descubrir, ocupar nuestras personas y hacer cosas dignas de ser contadas.”'' El cronista niega inmediatamente que se admitiera la pretensión de Velázquez de capturar indios: ''“le respondimos que lo que decía no lo manda Dios ni el rey, que hiciésemos a los libres esclavos”''. <br />
<br />
Si aceptamos el juicio de Bernal, el gobernador admitió deportivamente la negativa, y aun así, proporcionó el barco. Para valorar la forma vaga y acaso contradictoria en que Bernal trata el asunto del secuestro de indios como posible objetivo del viaje, debe tenerse en cuenta que escribió su historia de la conquista unos cincuenta años después de ocurridos los hechos, y que al menos en parte su objetivo era que se reconocieran sus servicios a la Corona. <br />
<br />
La mayoría de sus contemporáneos, que además escribieron antes, son más tajantes: en la carta enviada a la reina doña Juana y al rey Carlos I por la justicia y regimiento de la Rica Villa de la Vera Cruz, los capitanes de Cortés narran el origen de la expedición de Hernández diciendo: ''”como es costumbre en estas islas que en nombre de vuestras majestades están pobladas de españoles de ir por indios a las islas que no están pobladas de españoles, para se servir dellos, enviaron los susodichos [Francisco Fernández de Córdoba, y sus socios Lope Ochoa de Caicedo y Cristóbal Morante] dos navíos y un bergantín para que de las dichas islas trujesen indios a la dicha isla Fernandina, y creemos [...] que el dicho Diego Velázquez [...] tenía la cuarta parte de la dicha armada”''. <br />
<br />
La presencia de Antón de Alaminos en la expedición es uno de los argumentos en contra de la hipótesis del objetivo exclusivamente esclavista. Este prestigioso piloto, veterano de los viajes del Almirante, parece un recurso excesivo para una expedición esclavista a los islotes de Guanajes. Hay otro miembro de la expedición cuya presencia se aviene todavía menos con esa hipótesis: el «veedor» Bernardino Íñiguez. <br />
<br />
Este cargo público tenía funciones que hoy llamaríamos fiscales y administrativas (hoy se llamaría «supervisor»). Se encargaba de contar los tesoros rescatados en las expediciones, en metales y piedras preciosas, para dar fe de la correcta separación del «quinto real» (se destinaba a la [[CORONA_ESPAÑOLA:_Su_papel_en_la_evangelización_y_en_los_derechos_del_indio | corona española]] un 20% de lo obtenido en las conquistas; norma fiscal con origen en la Reconquista) y de otros requisitos legales como leer a los indios, antes de atacarlos, el «[[REQUERIMIENTO;_Origen,_práctica_y_derogación | Requerimiento]]». Si la expedición iba a Guanajes a por indios, no hacía falta, e incluso era inconveniente, llevar Veedor. <br />
<br />
Los anteriores datos son difíciles de conciliar entre sí y resultan compatibles con varias hipótesis. Bajo la primera, Hernández de [[CÓRDOBA_DE_LA_NUEVA_ANDALUCÍA | Córdoba]] habría descubierto [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]] por accidente, al verse desviada su expedición por una tormenta, inicialmente destinada a un viaje más corto; entre tanto, las menciones de Alaminos y del Veedor serían meros «adornos» destinados a legitimar el intento. En segundo lugar, puede suponerse que tras unos malos propósitos de Diego Velázquez, rápidamente reprimidos y afeados por los demás españoles, que además se conformaban con seguir sin indios en [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]], el viaje se planeó principalmente como de descubrimiento y conquista, y por eso se llevaba Veedor además de tan buen piloto. Por supuesto, puede también creerse, con Las Casas, que el proyecto pretendía conseguir los dos objetivos. <br />
<br />
Años más tarde, [[CERVANTES_DE_SALAZAR,_Francisco | Francisco Cervantes de Salazar]], en su «Crónica de [[NUEVA_ESPAÑA;_Virreinato_de_la | la Nueva España]]» atribuyó a Hernández de [[CÓRDOBA_DE_LA_NUEVA_ANDALUCÍA | Córdoba]] los siguientes hechos y frases: ''“Desta manera salió Francisco Hernández del puerto de Santiago de [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]], el cual, estando ya en alta mar, declarando su pensamiento, que era otro del que parescía, dixo al piloto: «No voy yo a buscar lucayos (lucayos son indios de rescate), sino en demanda de alguna buena isla, para poblarla y ser Gobernador della; porque si la descubrimos, soy cierto que ansí por mis servicios como por el favor que tengo en Corte con mis deudos, que el Rey me hará merced de la gobernación della; por eso, buscadla con cuidado, que yo os lo gratificaré muy bien y os haré en todo ventajas entre todos los demás de nuestra compañía.»”.''<ref>Cervantes de Salazar, Francisco (1554) ''Crónica de Nueva España'' libro II cap. I "De la primera noticia que tuvieron los españoles de la Costa de la Nueva España".</ref><br />
<br />
==CATOCHE, YUCATÁN Y CHAMPOTÓN==<br />
<br />
===Batalla de Catoche===<br />
<br />
Al día siguiente del arribo de la expedición a un lugar de la costa que los mayas llamaban Ekab, los naturales se acercaron a los navíos invitando a los españoles a ir a tierra firme diciéndoles «conéx cotóch» «conex cotóch» (venid a nuestras casas); por eso los españoles se referirána ese lugar como «punta catoche». Decidieron aceptar la invitación, pero contemplaron bastante alarmados cómo la costa se llenaba de nativos, presintiendo que el desembarco podía ser peligroso. <br />
<br />
No obstante, bajaron a tierra como lo solicitaba su hasta ese momento su amable anfitrión, el cacique de ese lugar, aunque por precaución usaron sus propios bateles en lugar de aceptar ser llevados por los indios en canoas, y por supuesto salieron armados, procurando sobre todo llevar ballestas y escopetas (''"quince ballestas y diez escopetas"'', según la increíble memoria de [[DÍAZ_DEL_CASTILLO,_Bernal | Bernal Díaz del Castillo]]). <br />
<br />
Los temores de los españoles se confirmaron inmediatamente. El cacique les tenía preparada una emboscada en cuanto pisaran tierra. Multitud de indios los atacaron, armados con lanzas, rodelas, hondas (hondas dice Bernal; Diego de Landa niega que los indios de [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]] conocieran la honda; sostiene que lanzaban las piedras con la mano derecha, utilizando la izquierda para apuntar; pero la honda era conocida en otros puntos de Mesoamérica, y el testimonio de los que recibían las pedradas merece sin duda más crédito), flechas lanzadas con arco, y armaduras de algodón. Solo la sorpresa producida en los indios por las cortantes espadas de acero, las ballestas y las armas de fuego pudo ponerlos en fuga, consiguiendo los españoles volver a embarcar, no sin sufrir los primeros heridos de la expedición. <br />
<br />
Durante esta batalla de Catoche ocurrieron dos hechos que tendrían gran influencia futura: uno fue el haber hecho prisioneros a dos indios, a los que llevados a [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]] y una vez [[INDÍGENAS;_Su_actitud_ante_la_Evangelización | evangelizados]] y bautizados se les llamó Julián y Melchor, o más frecuentemente «Julianillo y Melchorejo». Habrían de ser los primeros intérpretes de los españoles en tierra maya, en la siguiente expedición que comandó Juan de Grijalva en 1518. <br />
<br />
Otro fue la curiosidad y valor del clérigo González, capellán del grupo, que, habiendo saltado a tierra con los soldados, se entretuvo en explorar una pirámide y unos adoratorios. El clérigo González vio por primera vez los ídolos mayas, y recogió piezas ''"de medio oro, y lo más cobre"'', que de todos modos serían suficientes para excitar la codicia de los españoles de [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]], al regreso de la expedición. Al menos dos soldados murieron como resultado de las heridas de esa batalla.<br />
<br />
===Exploración de la «isla» de Yucatán===<br />
<br />
De vuelta en los navíos, Antón de Alaminos impuso una navegación lenta y vigilante, moviéndose solo de día, porque estaba empeñado en considerar a [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]] como una isla. Además, empezó la mayor penalidad de los viajeros, la falta de agua de boca a bordo. Los depósitos de agua, pipas y vasijas, no eran de la calidad requerida para largas travesías; perdían agua y no la conservaban bien, exigiendo frecuentes desembarcos para renovar el imprescindible líquido. <br />
<br />
Cuando fueron a tierra para llenar las pipas, cerca de un pueblo al que llamaron Lázaro (En lengua de indios se llama [[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]], nos aclara Bernal), los indios se les acercaron una vez más con apariencia pacífica, y les repitieron una palabra que debería haberles resultado enigmática: «Castilian». Luego se atribuyó la palabra a la presencia en las proximidades de Jerónimo de Aguilar y de [[GUERRERO,_Gonzalo | Gonzalo Guerrero]], los «náufragos de Nicuesa».<ref>En 1511 un navío dirigido por Diego Nicuesa partió de [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]] hacia Santo Domingo en la isla La Española, pero un huracán hizo naufragar a la nave. 20 marineros lograron sobrevivir en un batel y fueron arrojados a las costas de [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]]. 18 de ellos fueron muertos por los indígenas y 2 sobrevivieron: Jerónimo de Aguilar que fue rescatado hasta 1519 por [[CORTÉS,_Hernán | Hernán Cortés]], y [[GUERRERO,_Gonzalo | Gonzalo Guerrero]] que se unió a una mujer maya y se negó a ser rescatado, dando inicio al mestizaje mexicano.</ref><br />
<br />
Los españoles encontraron un pozo «de cal y canto» utilizado por los indios para abastecerse de agua dulce, y pudieron llenar sus pipas y vasijas. Los indios, otra vez con aspecto y maneras amigables, los llevaron a su poblado, donde una vez más pudieron ver construcciones sólidas y muchos ídolos (Bernal alude a los «bultos de serpientes» en las paredes, tan característicos de Mesoamérica). Conocieron además a los primeros sacerdotes, con su túnica blanca y su larga cabellera impregnada de sangre humana. <br />
<br />
Estos sacerdotes les hicieron ver que las muestras de amistad no continuarían: convocaron a gran cantidad de guerreros y mandaron quemar unos carrizos secos, indicando a los españoles que si no se marchaban antes de que se extinguiera el fuego, los atacarían. Los hombres de Hernández decidieron retirarse a los barcos, con sus pipas y aljibes de agua, y consiguieron hacerlo antes de que los indios los atacaran, saliendo bien librados del descubrimiento de Campeche. <br />
<br />
===Chakán Putum (Champotón) y la «mala pelea»===<br />
<br />
Pudieron navegar unos seis días de buen tiempo y otros cuatro de temporal, que a punto estuvo de hacerlos naufragar. Pasado ese tiempo, el agua dulce se les volvió a agotar por culpa del mal estado de los depósitos. Estando ya en situación extrema, se detuvieron a recoger agua en un lugar que Bernal a veces llama Chakán Putum y a veces por su nombre actual de Champotón, donde discurre el río del mismo nombre. En cuanto habían henchido las pipas, se vieron rodeados de muchos escuadrones de indios. Pasaron la noche en tierra, con grandes precauciones y guardados por «velas y escuchas». <br />
<br />
Esta vez los españoles decidieron que no debían escapar, como en Cabo Catoche: necesitaban agua, y la retirada parecía más peligrosa que el ataque si los indios la estorbaban. Así que decidieron luchar, con resultado muy adverso: nada más empezar la batalla ya habla Bernal de ochenta españoles heridos. Recordando que los originalmente embarcados eran un centenar de personas, no todos soldados, eso da idea de que estuvieron muy cerca de terminar en ese momento la expedición. Pronto descubrieron que los escuadrones de indios se multiplicaban con nuevos refuerzos y que, si bien espadas, ballestas y arcabuces los asustaban al principio, conseguían superar la sorpresa procurando asaetear a distancia a los españoles, para mantenerse alejados de sus espadas. <br />
<br />
Al grito de «Calachumi» (Halach Uinik), que los conquistadores pronto supieron traducir como «¡al jefe!», los indios se ensañaron especialmente con Hernández de [[CÓRDOBA_DE_LA_NUEVA_ANDALUCÍA | Córdoba]], que llegó a recibir diez flechazos. También aprendieron los españoles el empeño de sus oponentes por capturar personas vivas: dos fueron hechas prisioneras y seguramente sacrificadas después; de una sabemos que se llamaba Alonso Boto, y de la otra Bernal solo es capaz de recordarla como ''“un portugués viejo”''. <br />
<br />
Llegó un momento en que solo quedaba un soldado ileso, el capitán debía estar prácticamente inconsciente, y la agresividad de los indios se multiplicaba. Decidieron entonces como último recurso romper el cerco de los indios en dirección a los bateles, y volver a abordarlos —sin poder ocuparse de sus pipas de agua— para ganar los barcos. Afortunadamente para ellos, los indios no se habían preocupado de retirar o inutilizar las barcas, como habrían podido hacer. <br />
<br />
Se ensañaron, en cambio, en el ataque con flechas, piedras y lanzas a los bateles en fuga, que se desequilibraron por el peso y movimiento, y acabaron dando al través o volcando. Los supervivientes de Hernández tuvieron que desplazarse asidos a las bordas de las lanchas, medio nadando, pero al final fueron recogidos por el barco de menor calado, y puestos a salvo. <br />
<br />
Los supervivientes, al pasar lista, tuvieron que lamentar la falta de cincuenta compañeros, incluyendo los dos que se llevaron vivos. El resto estaban muy malheridos, con excepción de un soldado llamado Berrio, que resultó sorprendentemente ileso. Cinco murieron en los días siguientes, siendo arrojados al mar sus cadáveres. Los españoles llamaron al sitio «costa de la mala pelea», y así figuró en los mapas durante algún tiempo. <br />
<br />
==EL RETORNO A TRAVÉS DE FLORIDA==<br />
<br />
Los expedicionarios habían vuelto a las naves sin el agua dulce que obligó al desembarco. Además, veían mermada su tripulación en más de cincuenta hombres, muchos de ellos marineros, lo que unido a la gran cantidad de heridos graves les impedía maniobrar los tres barcos. Se deshicieron del de menor calado quemándolo en alta mar, después de haber repartido en los otros dos sus velas, anclas y cables. <br />
<br />
La sed comenzó a ser intolerable. Bernal habla de que se les agrietaban lenguas y gargantas, y de soldados que fallecieron porque la desesperación los llevó a ingerir agua de mar. Otro desembarco de quince hombres, en un lugar al que llamaron «Estero de los lagartos» solo obtuvo agua salobre, que aumentó la desesperación de los tripulantes. <br />
<br />
Los pilotos Alaminos, Camacho y Álvarez decidieron, a iniciativa de Alaminos, navegar a Florida en lugar de hacerlo directamente a [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]]. El piloto mayor Alaminos recordaba su exploración de [[LA_FLORIDA;_el_Castillo_de_San_Marcos | La Florida]] con Juan Ponce de León, y creía saber que esa era la ruta más segura, aunque nada más llegar a Florida advirtió a sus compañeros de la belicosidad de los indios locales. Efectivamente, las veinte personas —entre ellas Bernal y el piloto Alaminos— que desembarcaron en busca de agua fueron atacadas por nativos, aunque esta vez lograron sobreponerse a ellos, no sin que Bernal recibiera su tercera herida del viaje, y Alaminos un flechazo en la garganta. <br />
<br />
Desapareció también uno de los vigías que se habían puesto en torno a la tropa, Berrio, precisamente el único soldado que había resultado ileso en Champotón. Pero pudieron regresar al barco, y por fin llevaban agua dulce que alivió el sufrimiento de los que habían permanecido en él, aunque uno de ellos, siempre según Bernal, bebió tanta que se hinchó y murió a los pocos días. Ya con agua, se dirigieron a La Habana con los dos navíos restantes, pudieron desembarcar en el puerto de Carenas (La Habana), dando por terminado el viaje. <br />
<br />
En algún momento entre 1517 y 1518, los españoles dejaron abandonada en la isla de Términos (actualmente isla del Carmen) a una perra de caza, la lebrela de Términos, que luego recuperaría la expedición de Cortés. [[DÍAZ_DEL_CASTILLO,_Bernal | Bernal Díaz del Castillo]] refiere que fue Grijalva el que perdió la perra, pero Cortés atribuye el anecdótico suceso a Hernández. Si fuera así, como supone el moderno biógrafo de Cortés Juan Miralles, debería revisarse la ruta de vuelta de su expedición, que no iría de Champotón a Florida directamente, sino recalando en la isla del Carmen, algo más al sur. <br />
<br />
==LA EXPEDICIÓN DE JUAN DE GRIJALVA==<br />
<br />
El descubrimiento de «El Gran Cairo», en marzo de 1517, fue sin duda un momento crucial en la consideración de las Indias por los españoles: hasta entonces, nada se había asemejado a las historias de Marco Polo, o a las promesas de Colón, que adivinaba Catay —y hasta el Jardín del paraíso— tras cada cabo y en cada río. <br />
<br />
Lejos estaban todavía los encuentros con las culturas azteca e inca, y «El Gran Cairo» era lo más parecido a ese sueño que los conquistadores habían contemplado hasta entonces. De hecho, cuando llegaron noticias a [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]], los españoles reavivaron su imaginación, creando otra vez fantasías sobre el origen de los pueblos descubiertos, que remitían a «los gentiles» o a «los [[JUDÍOS_EN_URUGUAY | judíos]] desterrados de Jerusalén por Tito y Vespasiano». <br />
<br />
De la importancia que se dio a las noticias, objetos y personas que Hernández llevó a [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]], da idea la rapidez con la que se preparó la siguiente expedición que Diego Velázquez encargó a Juan de Grijalva, pariente suyo y persona de su confianza. Las noticias de que en esa «isla» de [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]] había oro, confirmadas además con entusiasmo por Julianillo, cebaron el proceso que concluiría con la [[CONQUISTA_DE_MÉXICO | Conquista de México]] por la tercera flota enviada: la de [[CORTÉS,_Hernán | Hernán Cortés]]. <br />
<br />
[[DÍAZ_DEL_CASTILLO,_Bernal | Bernal Díaz del Castillo]], en su «Historia Verdadera…», al principio del capítulo segundo dice: ''“En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte”''. La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos creen que pudo salir de Santiago. <br />
<br />
En 1518 Juan de Grijalva explora con más detención la península del [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]] encontrando oro, joyas, e información de México y enviados de [[MOCTEZUMA_XOCOYOTZIN | Moctezuma]]. Grijalva había nacido en Cuéllar, España, en 1490 y muere en Olancho, América Central, en 1527. Se trasladó en su juventud a [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]], donde contó con el apoyo político de su tío, Pánfilo de Narváez, y de su paisano, el gobernador Diego Velázquez de Cuéllar. Intervino en el proceso de conquista y colonización de la isla desde 1511. <br />
<br />
Según la crónica de Herrera, cuando Velázquez partió para celebrar su boda le dejó a cargo de la colonia de Santiago de [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]], donde residían fray [[LAS_CASAS,_Fray_Bartolomé_de | Bartolomé de Las Casas]] y cincuenta españoles. En 1514 participó en la fundación de la villa Trinidad, en la que permaneció en calidad de poblador y encomendero hasta que Diego Velázquez le puso al frente de la expedición que tenía la misión de completar las exploraciones del Golfo de México que había realizado Francisco Hernández de [[CÓRDOBA_DE_LA_NUEVA_ANDALUCÍA | Córdoba]]. <br />
<br />
Entre los integrantes de la expedición, que partió en abril de 1518, figuraron [[ALVARADO,_Pedro_de | Pedro de Alvarado]], Francisco de Montejo, Alonso Dávila y un futuro historiador de la [[CONQUISTA_DE_MÉXICO | conquista de México]]: [[DÍAZ_DEL_CASTILLO,_Bernal | Bernal Díaz del Castillo]]. Los cuatro navíos que componían la expedición recalaron el 3 de mayo en la isla de Cozumel, a la que Grijalva dio el nombre de Santa Cruz. Posteriormente recorrieron la costa este del [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]] y entraron en contacto con distintas poblaciones de origen maya. Hallaron las bocas de los ríos Usumacinta, Tabasco, Coatzacoalcos y Papaloapan, y establecieron relaciones con los indígenas que poblaban sus márgenes. <br />
<br />
Más tarde alcanzaron la desembocadura de otro río, denominado Banderas por Grijalva, donde tuvieron la primera noticia de la existencia del imperio azteca, al recibir a una embajada enviada por [[MOCTEZUMA_XOCOYOTZIN | Moctezuma]] II. El 19 de junio los españoles desembarcaron en las cercanías de la actual Veracruz, en la bahía de [[SAN_JUAN_DE_ULÚA._Castillo-Fortaleza | San Juan de Ulúa]], y tomaron posesión de aquel puerto, al que dieron el nombre de Santa María de las Nieves. Pese a la insistencia de algunos de sus capitanes, Grijalva no se atrevió a fundar una colonia. <br />
<br />
Después de enviar a [[ALVARADO,_Pedro_de | Pedro de Alvarado]] a [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]] en busca de refuerzos, Juan de Grijalva continuó su exploración costera, pero, al verse acosado por nativos hostiles en las cercanías de la desembocadura del río Canoas, siguió el consejo del piloto Antón de Alaminos y, el 21 de septiembre determinó regresar, ante la oposición, entre otros, de Francisco de Montejo y Alonso Dávila. Tras regresar a [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]], fue destituido por el gobernador Diego Velázquez.<br />
<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<references></references><br />
<br />
==BIBLIOGRAFÍA==<br />
<br />
D. E. CHIPMAN, ''Nuño de Guzmán and the Province of Pánuco in New Spain: 1518-1533'', Glendale, [[CALIFORNIA;_Misiones | California]], <br />
<br />
Arthur H. Clark Company, 1967; D. E. CHIPMAN, ''[[TEXAS | Texas]] en la época colonial'', Madrid, MAPFRE, 1992; <br />
<br />
CHIPMAN, DONALD E. (1992), ''Spanish [[TEXAS | Texas]], 1519-1821, Austin, TX: University of [[TEXAS | Texas]] Press, ISBN 0-292-77659-4''; <br />
<br />
DÍAZ DEL CASTILLO BERNAL, ''Historia verdadera de la conquista de [[NUEVA_ESPAÑA;_Virreinato_de_la | la Nueva España]]'', Madrid, Historia 16, 1985; <br />
<br />
R. S. WEDDLE, ''Spanish Sea: The Gulf of Mexico in North American Discovery 1500-1685'', Collage Station, [[TEXAS | Texas]] A&amp;M University Press, 1985<br />
<br />
<br />
M.ª L. RODRÍGUEZ SALA, I. GÓMEZ GIL Y M.ª E. CUÉ, ''Navegantes, exploradores y misioneros en el septentrión novohispano en el siglo XVI'', México, Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, UNAM, 1993; <br />
<br />
H. E. BOLTON, ''The Spanish Borderlands: A chronicle of Old Florida and the Southwest'', Alburquerque, University of New Mexico Press, 1996. <br />
<br />
WEBER, DAVID J. (1992), ''The Spanish Frontier in North America, Yale Western Americana Series, New Haven, CT: Yale University Press, ISBN 0-300-05198-0''. <br />
<br />
ROBERT S. WEDDLE: Alonso Alvarez de Pineda from the '''Handbook of [[TEXAS | Texas]] Online.'''<br />
<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ'''<br />
<br />
<relatedtags><br />
[[LAS_CASAS,_Fray_Bartolomé_de|LAS CASAS, Fray Bartolomé de]]<br />
<br />
[[CALIFORNIA;_Misiones|CALIFORNIA; Misiones]]<br />
<br />
[[MOCTEZUMA_XOCOYOTZIN|MOCTEZUMA XOCOYOTZIN]]<br />
<br />
[[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico?|CUBA; ¿un fósil prehistórico?]]<br />
<br />
[[SAN_JUAN_DE_ULÚA._Castillo-Fortaleza|SAN JUAN DE ULÚA. Castillo-Fortaleza]]<br />
<br />
[[JUDÍOS_EN_URUGUAY|JUDÍOS EN URUGUAY]]<br />
<br />
[[CERVANTES_DE_SALAZAR,_Francisco|CERVANTES DE SALAZAR, Francisco]]<br />
<br />
[[GUERRERO,_Gonzalo|GUERRERO, Gonzalo]]<br />
<br />
[[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia|YUCATÁN EN EL TIEMPO. Enciclopedia]]<br />
<br />
[[DÍAZ_DEL_CASTILLO,_Bernal|DÍAZ DEL CASTILLO, Bernal]]<br />
<br />
[[TEXAS|TEXAS]]<br />
<br />
[[CONQUISTA_DE_MÉXICO|CONQUISTA DE MÉXICO]]<br />
<br />
[[CORTÉS,_Hernán|CORTÉS, Hernán]]<br />
<br />
[[IMPERIO_ESPAÑOL;_razones_de_su_ocaso|IMPERIO ESPAÑOL; razones de su ocaso]]<br />
<br />
[[ALVARADO,_Pedro_de|ALVARADO, Pedro de]]<br />
<br />
[[REQUERIMIENTO;_Origen,_práctica_y_derogación|REQUERIMIENTO; Origen, práctica y derogación]]<br />
<br />
[[INDÍGENAS;_Su_actitud_ante_la_Evangelización|INDÍGENAS; Su actitud ante la Evangelización]]<br />
<br />
[[NUEVA_ESPAÑA;_Virreinato_de_la|NUEVA ESPAÑA; Virreinato de la]]<br />
<br />
[[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre|CAMPECHE. Capital del Estado mexicano del mismo nombre]]<br />
<br />
[[PANAMÁ;_Vicariato_de_Darién|PANAMÁ; Vicariato de Darién]]<br />
<br />
[[CORONA_ESPAÑOLA:_Su_papel_en_la_evangelización_y_en_los_derechos_del_indio|CORONA ESPAÑOLA: Su papel en la evangelización y en los derechos del indio]]<br />
<br />
[[CÓRDOBA_DE_LA_NUEVA_ANDALUCÍA|CÓRDOBA DE LA NUEVA ANDALUCÍA]]<br />
<br />
[[LA_FLORIDA;_el_Castillo_de_San_Marcos|LA FLORIDA; el Castillo de San Marcos]]<br />
</relatedtags></div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=GOLFO_DE_M%C3%89XICO._Exploraci%C3%B3n_de_sus_costas_(1513-1535)&diff=3705835
GOLFO DE MÉXICO. Exploración de sus costas (1513-1535)
2023-08-27T02:40:49Z
<p>Vrosasr: /* BIBLIOGRAFÍA */</p>
<hr />
<div>==BAHAMAS y FLORIDA==<br />
<br />
En 1513 Juan Ponce de León<ref>Juan Ponce de León y Figueroa (Santervás de Campos, Valladolid. 8 de abril de 1460-La Habana, julio de 1521). Sus restos reposan en la catedral de San Juan Bautista de Puerto Rico.</ref>descubre las Bahamas y la península de la Florida. El Adelantado<ref>«Adelantado» fue uno de los títulos que los reyes de España concedían a algunos pioneros conquistadores como reconocimiento de sus gestas, señalándolos como los primeros en haber cumplido una determinada gesta de conquista en una región del Continente.</ref>Ponce de León fue explorador y conquistador español, primer gobernante de Puerto Rico y descubridor de la Florida, territorio al que llega el día de Pascua (Pascua Florida) y da tal nombre de memoria cristiana a las tierras descubiertas. (El territorio de Florida pasará en 1817 al actual Estados Unidos, vendida por España en 1821). <br />
<br />
En 1519 Alonso Álvarez de Pineda<ref>Alonso Álvarez de Pineda, Aldeacentenera (Cáceres-Extremadura), 1494 – Pánuco (México), c. 1520. Explorador y cartógrafo.</ref>descubre la desembocadura del río Mississippi. Por encargo de Francisco de Garay, gobernador de Jamaica, capitaneó un viaje de exploración a las costas del golfo de México. La expedición partió de Jamaica a finales de marzo de 1519. Su misión era explorar y cartografiar la zona comprendida entre el sur del golfo y los territorios de La Florida, descubiertos seis años antes por Juan Ponce de León, y averiguar si se hallaba allí un paso que comunicara el océano Atlántico con el Pacífico, el tan buscado estrecho de Anián.<ref>En el siglo XVI, exploradores y navegantes se lanzaron en busca de un paso que comunicara Asia y américa. Hacia fines de ese siglo fue evidente la inexistencia de tal “esrecho”</ref> <br />
<br />
Álvarez de Pineda costeó La Florida y entró en la bahía de Corpus Christi (en el actual estado de Texas). Tomó posesión de ella en nombre de la Corona de España y fundó allí una ciudad. Llegó hasta el río Bravo, al que llamó río de las Palmas, y el 2 de junio de 1519 avistó la desembocadura del río Mississippi, al que puso el nombre de río del Espíritu Santo por la festividad del día. Después, puso rumbo al Sur, hasta llegar a Veracruz (México) en agosto de 1519. <br />
<br />
Allí se encontraba la expedición que, al frente de Hernán Cortés, se disponía a marchar a la conquista del imperio azteca. Pineda llevaba instrucciones del gobernador de Jamaica para interceptar la expedición de Cortés en Veracruz. Así, en cuanto los hombres de Garay desembarcaron, los soldados de Cortés cayeron sobre ellos capturando a la mayoría. Pineda consiguió escapar navegando por el golfo de México hacia el Norte durante cuarenta días hasta alcanzar la desembocadura del río Grande y desde allí puso rumbo a Jamaica. <br />
<br />
El resultado de su viaje fue el reconocimiento detallado de las costas del golfo de México en más de ochocientas millas, desde Florida hasta Veracruz, y el trazado de cartas geográficas de toda la zona explorada, a la que puso el nombre de Amichel. Al mismo tiempo, demostró que La Florida no era una isla, como se creía desde que así lo afirmara Ponce de León al descubrirla. Es pues, el primer explorador y cartógrafo del golfo de México, así como el primer explorador de Texas. <br />
<br />
Basándose en el reconocimiento efectuado por Pineda, en junio de 1521 el gobernador Francisco de Garay obtuvo la aprobación de la Corona de España para colonizar esta área en calidad de «adelantado». Poco después de regresar a Jamaica, partió de nuevo hacia México y viajó a la región de Pánuco para establecer allí una colonia, cerca de la futura ciudad de Tampico. La opinión más comúnmente admitida es que murió en Pánuco en 1520. <br />
<br />
En enero de dicho año, Diego de Camargo comandaba un barco encargado de transportar provisiones desde Jamaica hasta la colonia. Al llegar, la encontró asediada por los indios huastecas. Excepto sesenta personas que Camargo pudo evacuar, todos los pobladores y soldados habían muerto; entre ellos se cree que estaba Alonso Álvarez de Pineda. <br />
<br />
==YUCATÁN==<br />
<br />
En 1517 Francisco Hernández de Córdoba<ref>Francisco Hernández de Córdoba (Córdoba, España, c. 1467-Sancti Spíritus, Cuba, 1517) [ no confundir con su homónimo, fundador de Granada y León, Nicaragua] fue un conquistador español, que ha pasado a la historia por la accidentada expedición que dirigió entre febrero y mayo de 1517, durante la cual tomó posesión «oficial» para el Imperio español de la Península de Yucatán, tras la llegada de los primeros españoles a la Península formalmente documentada. Se le considera también «descubridor de México»</ref>descubre y explora la península del Yucatán encontrando a la etnia de los indios mayas, quienes habían alcanzado una cultura mucho más avanzada que los del Caribe. Su historia merece una más específica explicación. Francisco Hernández de Córdoba era un rico encomendero de Cuba. Fue nombrado por el Gobernador de la isla, Diego Velázquez de Cuéllar, jefe de la expedición que debía explorar los mares al occidente de Cuba y sus posibles islas o costas continentales. <br />
<br />
Partió de Cuba en febrero de 1517, y halló la costa de la península de Yucatán, por lo que muchos lo consideran como el descubridor de lo que hoy es México. Saliendo del puerto de Ajaruco, en la banda norte de la provincia de La Habana, según Díaz del Castillo, o de Santiago según algunos autores modernos;<ref>Cf. Bernal Díaz del Castillo, ''Historia Verdadera''…, capítulo 2: «En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte». La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos, creen que pudo salir de Santiago. [Citaciones en Wikipedia].</ref>la flota fue sorprendida por una tormenta que la llevó a tierra. Observaron cómo se acercaban los pobladores del lugar, con cara alegre y muestras de paz. Cuando los españoles preguntaron con señas por el nombre del lugar, los mayas respondieron «in ca wotoch», que quiere decir «esta es mi casa». Por esta causa le pusieron a esa tierra Punta de Catoche, hoy Cabo Catoche.<ref>Luis., Conde-Salazar Infiesta,; Manuel., Lucena Giraldo, (2009), ''Atlas de los exploradores españoles'', GeoPlaneta, ISBN 9788408086833, OCLC 556943554. [Citaciones en Wikipedia]</ref><br />
<br />
Fue un encuentro muy importante en cuanto por los españoles tuvieron por primera vez constancia de la presencia en América de culturas avanzadas (los mayas), con casas «de cal y canto» y organización social de complejidad más próxima a la del Viejo Mundo, y se tuvo también esperanza de existencia de oro. <br />
<br />
Halló muchos poblados habitados y entabló en ellos contactos puntuales, pero generalmente hostiles, al punto que resultó para los españoles muy difícil el acopio de agua, por los ataques de que eran objeto. En uno de ellos, en el lugar que los mayas llamaban Chakán Putum (Champotón), el ataque fue mucho más fiero de lo normal y causó muchos muertos a los expedicionarios, siendo casi todos, incluido Hernández de Córdoba, heridos por arma arrojadiza: flechas y azagayas. El piloto Antón de Alaminos decidió levar anclas y dirigir sus barcos a Florida, lugar que conocía por haber participado en la expedición de Juan Ponce de León en 1512. <br />
<br />
Allí recalaron lo justo para recoger víveres y agua y regresar a Cuba. Pero Hernández no vivió la continuidad de su obra: murió en aquel mismo año de 1517, apenas dos semanas después de regresar de su desgraciada expedición, como resultado de las heridas y la sed sufridas durante el viaje, y decepcionado al saber que Diego Velázquez había preferido a Juan de Grijalva como capitán de la siguiente expedición a Yucatán. <br />
<br />
Las noticias de la expedición alentaron a Velázquez, que supuso la presencia de oro en poblaciones como las descubiertas y organizó otras dos expediciones, al mando primero de Juan de Grijalva, en 1518, y luego de Hernán Cortés, en 1519, que finalmente terminó por conquistar México y luego explorar desde el Golfo de California hasta las Hibueras. <br />
<br />
De la biografía de Hernández de Córdoba solo se sabe que residía en Cuba en 1517, por lo que seguramente habría participado en su conquista, y que era un hacendado rico que tenía un poblado de indios, así como amistades con suficiente capacidad económica como para ayudar a financiar la expedición que encabezó. Bernal Díaz del Castillo es el cronista que más detalles aporta sobre el viaje de Hernández de Córdoba, y también el único que fue testigo presencial de todo el proceso, pues participó en las expediciones posteriores de Juan de Grijalva y de Hernán Cortés. <br />
<br />
Además, Bernal declara en su crónica haber sido él mismo promotor del proyecto, junto con otro centenar de españoles que decían necesitar ''“ocupar sus personas”'', porque hacía tres años que habían llegado a Cuba, desde la Castilla del Oro de Pedrarias Dávila, y se quejaban de que ''”no habían hecho cosa alguna que de contar fuera”''. <br />
<br />
==Polémica por los motivos de la expedición de Hernández de Córdoba==<br />
<br />
Bernal cuenta primero que tanto él como otros ciento diez españoles, que vivían en Castilla del Oro, decidieron pedir permiso a Pedro Arias Dávila para trasladarse a Cuba, que Pedrarias concedió de buen grado, porque en Tierra Firme ''”no había nada que conquistar, que todo estaba en paz, que el Vasco Núñez de Balboa, su yerno del Pedrarias, lo había conquistado"''. Esos españoles de Castilla del Oro se presentaron en Cuba a Diego Velázquez, el gobernador (y familiar de Bernal Díaz del Castillo), quien les prometió que ''“nos daría indios, en vacando”''. <br />
<br />
Inmediatamente después de esta alusión a la promesa de indios, Bernal dice que ''”Y como se habían pasado ya tres años [...] y no habíamos hecho cosa alguna que de contar fuera”'', los ciento diez españoles procedentes del Darién ''”y los que en la isla de Cuba no tenían indios”'' —otra vez la alusión a la falta de indios— decidieron concertarse con ''”un hidalgo que se decía Francisco Hernández de Córdoba [...] y era hombre rico y tenía pueblo de indios en aquella isla [Cuba]”'', para que aceptara ser su capitán para ''"ir a nuestra ventura a descubrir nuevas tierras y en ellas emplear nuestras personas”''. <br />
<br />
Se aprecia que Bernal Díaz del Castillo no intenta ocultar que los tan repetidos indios algo tenían que ver con el proyecto, aunque autores como Madariaga prefieran concluir que el objetivo era el mucho más noble de ''“descubrir, ocupar nuestras personas y hacer cosas dignas de ser contadas.”'' El cronista niega inmediatamente que se admitiera la pretensión de Velázquez de capturar indios: ''“le respondimos que lo que decía no lo manda Dios ni el rey, que hiciésemos a los libres esclavos”''. <br />
<br />
Si aceptamos el juicio de Bernal, el gobernador admitió deportivamente la negativa, y aun así, proporcionó el barco. Para valorar la forma vaga y acaso contradictoria en que Bernal trata el asunto del secuestro de indios como posible objetivo del viaje, debe tenerse en cuenta que escribió su historia de la conquista unos cincuenta años después de ocurridos los hechos, y que al menos en parte su objetivo era que se reconocieran sus servicios a la Corona. <br />
<br />
La mayoría de sus contemporáneos, que además escribieron antes, son más tajantes: en la carta enviada a la reina doña Juana y al rey Carlos I por la justicia y regimiento de la Rica Villa de la Vera Cruz, los capitanes de Cortés narran el origen de la expedición de Hernández diciendo: ''”como es costumbre en estas islas que en nombre de vuestras majestades están pobladas de españoles de ir por indios a las islas que no están pobladas de españoles, para se servir dellos, enviaron los susodichos [Francisco Fernández de Córdoba, y sus socios Lope Ochoa de Caicedo y Cristóbal Morante] dos navíos y un bergantín para que de las dichas islas trujesen indios a la dicha isla Fernandina, y creemos [...] que el dicho Diego Velázquez [...] tenía la cuarta parte de la dicha armada”''. <br />
<br />
La presencia de Antón de Alaminos en la expedición es uno de los argumentos en contra de la hipótesis del objetivo exclusivamente esclavista. Este prestigioso piloto, veterano de los viajes del Almirante, parece un recurso excesivo para una expedición esclavista a los islotes de Guanajes. Hay otro miembro de la expedición cuya presencia se aviene todavía menos con esa hipótesis: el «veedor» Bernardino Íñiguez. <br />
<br />
Este cargo público tenía funciones que hoy llamaríamos fiscales y administrativas (hoy se llamaría «supervisor»). Se encargaba de contar los tesoros rescatados en las expediciones, en metales y piedras preciosas, para dar fe de la correcta separación del «quinto real» (se destinaba a la corona española un 20% de lo obtenido en las conquistas; norma fiscal con origen en la Reconquista) y de otros requisitos legales como leer a los indios, antes de atacarlos, el «Requerimiento». Si la expedición iba a Guanajes a por indios, no hacía falta, e incluso era inconveniente, llevar Veedor. <br />
<br />
Los anteriores datos son difíciles de conciliar entre sí y resultan compatibles con varias hipótesis. Bajo la primera, Hernández de Córdoba habría descubierto Yucatán por accidente, al verse desviada su expedición por una tormenta, inicialmente destinada a un viaje más corto; entre tanto, las menciones de Alaminos y del Veedor serían meros «adornos» destinados a legitimar el intento. En segundo lugar, puede suponerse que tras unos malos propósitos de Diego Velázquez, rápidamente reprimidos y afeados por los demás españoles, que además se conformaban con seguir sin indios en Cuba, el viaje se planeó principalmente como de descubrimiento y conquista, y por eso se llevaba Veedor además de tan buen piloto. Por supuesto, puede también creerse, con Las Casas, que el proyecto pretendía conseguir los dos objetivos. <br />
<br />
Años más tarde, Francisco Cervantes de Salazar, en su «Crónica de la Nueva España» atribuyó a Hernández de Córdoba los siguientes hechos y frases: ''“Desta manera salió Francisco Hernández del puerto de Santiago de Cuba, el cual, estando ya en alta mar, declarando su pensamiento, que era otro del que parescía, dixo al piloto: «No voy yo a buscar lucayos (lucayos son indios de rescate), sino en demanda de alguna buena isla, para poblarla y ser Gobernador della; porque si la descubrimos, soy cierto que ansí por mis servicios como por el favor que tengo en Corte con mis deudos, que el Rey me hará merced de la gobernación della; por eso, buscadla con cuidado, que yo os lo gratificaré muy bien y os haré en todo ventajas entre todos los demás de nuestra compañía.»”.''<ref>Cervantes de Salazar, Francisco (1554) ''Crónica de Nueva España'' libro II cap. I "De la primera noticia que tuvieron los españoles de la Costa de la Nueva España".</ref><br />
<br />
==CATOCHE, YUCATÁN Y CHAMPOTÓN==<br />
<br />
===Batalla de Catoche===<br />
<br />
Al día siguiente del arribo de la expedición a un lugar de la costa que los mayas llamaban Ekab, los naturales se acercaron a los navíos invitando a los españoles a ir a tierra firme diciéndoles «conéx cotóch» «conex cotóch» (venid a nuestras casas); por eso los españoles se referirána ese lugar como «punta catoche». Decidieron aceptar la invitación, pero contemplaron bastante alarmados cómo la costa se llenaba de nativos, presintiendo que el desembarco podía ser peligroso. <br />
<br />
No obstante, bajaron a tierra como lo solicitaba su hasta ese momento su amable anfitrión, el cacique de ese lugar, aunque por precaución usaron sus propios bateles en lugar de aceptar ser llevados por los indios en canoas, y por supuesto salieron armados, procurando sobre todo llevar ballestas y escopetas (''"quince ballestas y diez escopetas"'', según la increíble memoria de Bernal Díaz del Castillo). <br />
<br />
Los temores de los españoles se confirmaron inmediatamente. El cacique les tenía preparada una emboscada en cuanto pisaran tierra. Multitud de indios los atacaron, armados con lanzas, rodelas, hondas (hondas dice Bernal; Diego de Landa niega que los indios de Yucatán conocieran la honda; sostiene que lanzaban las piedras con la mano derecha, utilizando la izquierda para apuntar; pero la honda era conocida en otros puntos de Mesoamérica, y el testimonio de los que recibían las pedradas merece sin duda más crédito), flechas lanzadas con arco, y armaduras de algodón. Solo la sorpresa producida en los indios por las cortantes espadas de acero, las ballestas y las armas de fuego pudo ponerlos en fuga, consiguiendo los españoles volver a embarcar, no sin sufrir los primeros heridos de la expedición. <br />
<br />
Durante esta batalla de Catoche ocurrieron dos hechos que tendrían gran influencia futura: uno fue el haber hecho prisioneros a dos indios, a los que llevados a Cuba y una vez evangelizados y bautizados se les llamó Julián y Melchor, o más frecuentemente «Julianillo y Melchorejo». Habrían de ser los primeros intérpretes de los españoles en tierra maya, en la siguiente expedición que comandó Juan de Grijalva en 1518. <br />
<br />
Otro fue la curiosidad y valor del clérigo González, capellán del grupo, que, habiendo saltado a tierra con los soldados, se entretuvo en explorar una pirámide y unos adoratorios. El clérigo González vio por primera vez los ídolos mayas, y recogió piezas ''"de medio oro, y lo más cobre"'', que de todos modos serían suficientes para excitar la codicia de los españoles de Cuba, al regreso de la expedición. Al menos dos soldados murieron como resultado de las heridas de esa batalla.<br />
<br />
===Exploración de la «isla» de Yucatán===<br />
<br />
De vuelta en los navíos, Antón de Alaminos impuso una navegación lenta y vigilante, moviéndose solo de día, porque estaba empeñado en considerar a Yucatán como una isla. Además, empezó la mayor penalidad de los viajeros, la falta de agua de boca a bordo. Los depósitos de agua, pipas y vasijas, no eran de la calidad requerida para largas travesías; perdían agua y no la conservaban bien, exigiendo frecuentes desembarcos para renovar el imprescindible líquido. <br />
<br />
Cuando fueron a tierra para llenar las pipas, cerca de un pueblo al que llamaron Lázaro (En lengua de indios se llama Campeche, nos aclara Bernal), los indios se les acercaron una vez más con apariencia pacífica, y les repitieron una palabra que debería haberles resultado enigmática: «Castilian». Luego se atribuyó la palabra a la presencia en las proximidades de Jerónimo de Aguilar y de Gonzalo Guerrero, los «náufragos de Nicuesa».<ref>En 1511 un navío dirigido por Diego Nicuesa partió de Cuba hacia Santo Domingo en la isla La Española, pero un huracán hizo naufragar a la nave. 20 marineros lograron sobrevivir en un batel y fueron arrojados a las costas de Yucatán. 18 de ellos fueron muertos por los indígenas y 2 sobrevivieron: Jerónimo de Aguilar que fue rescatado hasta 1519 por Hernán Cortés, y Gonzalo Guerrero que se unió a una mujer maya y se negó a ser rescatado, dando inicio al mestizaje mexicano.</ref><br />
<br />
Los españoles encontraron un pozo «de cal y canto» utilizado por los indios para abastecerse de agua dulce, y pudieron llenar sus pipas y vasijas. Los indios, otra vez con aspecto y maneras amigables, los llevaron a su poblado, donde una vez más pudieron ver construcciones sólidas y muchos ídolos (Bernal alude a los «bultos de serpientes» en las paredes, tan característicos de Mesoamérica). Conocieron además a los primeros sacerdotes, con su túnica blanca y su larga cabellera impregnada de sangre humana. <br />
<br />
Estos sacerdotes les hicieron ver que las muestras de amistad no continuarían: convocaron a gran cantidad de guerreros y mandaron quemar unos carrizos secos, indicando a los españoles que si no se marchaban antes de que se extinguiera el fuego, los atacarían. Los hombres de Hernández decidieron retirarse a los barcos, con sus pipas y aljibes de agua, y consiguieron hacerlo antes de que los indios los atacaran, saliendo bien librados del descubrimiento de Campeche. <br />
<br />
===Chakán Putum (Champotón) y la «mala pelea»===<br />
<br />
Pudieron navegar unos seis días de buen tiempo y otros cuatro de temporal, que a punto estuvo de hacerlos naufragar. Pasado ese tiempo, el agua dulce se les volvió a agotar por culpa del mal estado de los depósitos. Estando ya en situación extrema, se detuvieron a recoger agua en un lugar que Bernal a veces llama Chakán Putum y a veces por su nombre actual de Champotón, donde discurre el río del mismo nombre. En cuanto habían henchido las pipas, se vieron rodeados de muchos escuadrones de indios. Pasaron la noche en tierra, con grandes precauciones y guardados por «velas y escuchas». <br />
<br />
Esta vez los españoles decidieron que no debían escapar, como en Cabo Catoche: necesitaban agua, y la retirada parecía más peligrosa que el ataque si los indios la estorbaban. Así que decidieron luchar, con resultado muy adverso: nada más empezar la batalla ya habla Bernal de ochenta españoles heridos. Recordando que los originalmente embarcados eran un centenar de personas, no todos soldados, eso da idea de que estuvieron muy cerca de terminar en ese momento la expedición. Pronto descubrieron que los escuadrones de indios se multiplicaban con nuevos refuerzos y que, si bien espadas, ballestas y arcabuces los asustaban al principio, conseguían superar la sorpresa procurando asaetear a distancia a los españoles, para mantenerse alejados de sus espadas. <br />
<br />
Al grito de «Calachumi» (Halach Uinik), que los conquistadores pronto supieron traducir como «¡al jefe!», los indios se ensañaron especialmente con Hernández de Córdoba, que llegó a recibir diez flechazos. También aprendieron los españoles el empeño de sus oponentes por capturar personas vivas: dos fueron hechas prisioneras y seguramente sacrificadas después; de una sabemos que se llamaba Alonso Boto, y de la otra Bernal solo es capaz de recordarla como ''“un portugués viejo”''. <br />
<br />
Llegó un momento en que solo quedaba un soldado ileso, el capitán debía estar prácticamente inconsciente, y la agresividad de los indios se multiplicaba. Decidieron entonces como último recurso romper el cerco de los indios en dirección a los bateles, y volver a abordarlos —sin poder ocuparse de sus pipas de agua— para ganar los barcos. Afortunadamente para ellos, los indios no se habían preocupado de retirar o inutilizar las barcas, como habrían podido hacer. <br />
<br />
Se ensañaron, en cambio, en el ataque con flechas, piedras y lanzas a los bateles en fuga, que se desequilibraron por el peso y movimiento, y acabaron dando al través o volcando. Los supervivientes de Hernández tuvieron que desplazarse asidos a las bordas de las lanchas, medio nadando, pero al final fueron recogidos por el barco de menor calado, y puestos a salvo. <br />
<br />
Los supervivientes, al pasar lista, tuvieron que lamentar la falta de cincuenta compañeros, incluyendo los dos que se llevaron vivos. El resto estaban muy malheridos, con excepción de un soldado llamado Berrio, que resultó sorprendentemente ileso. Cinco murieron en los días siguientes, siendo arrojados al mar sus cadáveres. Los españoles llamaron al sitio «costa de la mala pelea», y así figuró en los mapas durante algún tiempo. <br />
<br />
==EL RETORNO A TRAVÉS DE FLORIDA==<br />
<br />
Los expedicionarios habían vuelto a las naves sin el agua dulce que obligó al desembarco. Además, veían mermada su tripulación en más de cincuenta hombres, muchos de ellos marineros, lo que unido a la gran cantidad de heridos graves les impedía maniobrar los tres barcos. Se deshicieron del de menor calado quemándolo en alta mar, después de haber repartido en los otros dos sus velas, anclas y cables. <br />
<br />
La sed comenzó a ser intolerable. Bernal habla de que se les agrietaban lenguas y gargantas, y de soldados que fallecieron porque la desesperación los llevó a ingerir agua de mar. Otro desembarco de quince hombres, en un lugar al que llamaron «Estero de los lagartos» solo obtuvo agua salobre, que aumentó la desesperación de los tripulantes. <br />
<br />
Los pilotos Alaminos, Camacho y Álvarez decidieron, a iniciativa de Alaminos, navegar a Florida en lugar de hacerlo directamente a Cuba. El piloto mayor Alaminos recordaba su exploración de La Florida con Juan Ponce de León, y creía saber que esa era la ruta más segura, aunque nada más llegar a Florida advirtió a sus compañeros de la belicosidad de los indios locales. Efectivamente, las veinte personas —entre ellas Bernal y el piloto Alaminos— que desembarcaron en busca de agua fueron atacadas por nativos, aunque esta vez lograron sobreponerse a ellos, no sin que Bernal recibiera su tercera herida del viaje, y Alaminos un flechazo en la garganta. <br />
<br />
Desapareció también uno de los vigías que se habían puesto en torno a la tropa, Berrio, precisamente el único soldado que había resultado ileso en Champotón. Pero pudieron regresar al barco, y por fin llevaban agua dulce que alivió el sufrimiento de los que habían permanecido en él, aunque uno de ellos, siempre según Bernal, bebió tanta que se hinchó y murió a los pocos días. Ya con agua, se dirigieron a La Habana con los dos navíos restantes, pudieron desembarcar en el puerto de Carenas (La Habana), dando por terminado el viaje. <br />
<br />
En algún momento entre 1517 y 1518, los españoles dejaron abandonada en la isla de Términos (actualmente isla del Carmen) a una perra de caza, la lebrela de Términos, que luego recuperaría la expedición de Cortés. Bernal Díaz del Castillo refiere que fue Grijalva el que perdió la perra, pero Cortés atribuye el anecdótico suceso a Hernández. Si fuera así, como supone el moderno biógrafo de Cortés Juan Miralles, debería revisarse la ruta de vuelta de su expedición, que no iría de Champotón a Florida directamente, sino recalando en la isla del Carmen, algo más al sur. <br />
<br />
==LA EXPEDICIÓN DE JUAN DE GRIJALVA==<br />
<br />
El descubrimiento de «El Gran Cairo», en marzo de 1517, fue sin duda un momento crucial en la consideración de las Indias por los españoles: hasta entonces, nada se había asemejado a las historias de Marco Polo, o a las promesas de Colón, que adivinaba Catay —y hasta el Jardín del paraíso— tras cada cabo y en cada río. <br />
<br />
Lejos estaban todavía los encuentros con las culturas azteca e inca, y «El Gran Cairo» era lo más parecido a ese sueño que los conquistadores habían contemplado hasta entonces. De hecho, cuando llegaron noticias a Cuba, los españoles reavivaron su imaginación, creando otra vez fantasías sobre el origen de los pueblos descubiertos, que remitían a «los gentiles» o a «los judíos desterrados de Jerusalén por Tito y Vespasiano». <br />
<br />
De la importancia que se dio a las noticias, objetos y personas que Hernández llevó a Cuba, da idea la rapidez con la que se preparó la siguiente expedición que Diego Velázquez encargó a Juan de Grijalva, pariente suyo y persona de su confianza. Las noticias de que en esa «isla» de Yucatán había oro, confirmadas además con entusiasmo por Julianillo, cebaron el proceso que concluiría con la Conquista de México por la tercera flota enviada: la de Hernán Cortés. <br />
<br />
Bernal Díaz del Castillo, en su «Historia Verdadera…», al principio del capítulo segundo dice: ''“En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte”''. La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos creen que pudo salir de Santiago. <br />
<br />
En 1518 Juan de Grijalva explora con más detención la península del Yucatán encontrando oro, joyas, e información de México y enviados de Moctezuma. Grijalva había nacido en Cuéllar, España, en 1490 y muere en Olancho, América Central, en 1527. Se trasladó en su juventud a Cuba, donde contó con el apoyo político de su tío, Pánfilo de Narváez, y de su paisano, el gobernador Diego Velázquez de Cuéllar. Intervino en el proceso de conquista y colonización de la isla desde 1511. <br />
<br />
Según la crónica de Herrera, cuando Velázquez partió para celebrar su boda le dejó a cargo de la colonia de Santiago de Cuba, donde residían fray Bartolomé de Las Casas y cincuenta españoles. En 1514 participó en la fundación de la villa Trinidad, en la que permaneció en calidad de poblador y encomendero hasta que Diego Velázquez le puso al frente de la expedición que tenía la misión de completar las exploraciones del Golfo de México que había realizado Francisco Hernández de Córdoba. <br />
<br />
Entre los integrantes de la expedición, que partió en abril de 1518, figuraron Pedro de Alvarado, Francisco de Montejo, Alonso Dávila y un futuro historiador de la conquista de México: Bernal Díaz del Castillo. Los cuatro navíos que componían la expedición recalaron el 3 de mayo en la isla de Cozumel, a la que Grijalva dio el nombre de Santa Cruz. Posteriormente recorrieron la costa este del Yucatán y entraron en contacto con distintas poblaciones de origen maya. Hallaron las bocas de los ríos Usumacinta, Tabasco, Coatzacoalcos y Papaloapan, y establecieron relaciones con los indígenas que poblaban sus márgenes. <br />
<br />
Más tarde alcanzaron la desembocadura de otro río, denominado Banderas por Grijalva, donde tuvieron la primera noticia de la existencia del imperio azteca, al recibir a una embajada enviada por Moctezuma II. El 19 de junio los españoles desembarcaron en las cercanías de la actual Veracruz, en la bahía de San Juan de Ulúa, y tomaron posesión de aquel puerto, al que dieron el nombre de Santa María de las Nieves. Pese a la insistencia de algunos de sus capitanes, Grijalva no se atrevió a fundar una colonia. <br />
<br />
Después de enviar a Pedro de Alvarado a Cuba en busca de refuerzos, Juan de Grijalva continuó su exploración costera, pero, al verse acosado por nativos hostiles en las cercanías de la desembocadura del río Canoas, siguió el consejo del piloto Antón de Alaminos y, el 21 de septiembre determinó regresar, ante la oposición, entre otros, de Francisco de Montejo y Alonso Dávila. Tras regresar a Cuba, fue destituido por el gobernador Diego Velázquez.<br />
<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
==BIBLIOGRAFÍA==<br />
<br />
D. E. CHIPMAN, ''Nuño de Guzmán and the Province of Pánuco in New Spain: 1518-1533'', Glendale, California, <br />
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<br />
CHIPMAN, DONALD E. (1992), ''Spanish Texas, 1519-1821, Austin, TX: University of Texas Press, ISBN 0-292-77659-4''; <br />
<br />
DÍAZ DEL CASTILLO BERNAL, ''Historia verdadera de la conquista de la Nueva España'', Madrid, Historia 16, 1985; <br />
<br />
R. S. WEDDLE, ''Spanish Sea: The Gulf of Mexico in North American Discovery 1500-1685'', Collage Station, Texas A&M University Press, 1985<br />
<br />
<br />
M.ª L. RODRÍGUEZ SALA, I. GÓMEZ GIL Y M.ª E. CUÉ, ''Navegantes, exploradores y misioneros en el septentrión novohispano en el siglo XVI'', México, Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, UNAM, 1993; <br />
<br />
H. E. BOLTON, ''The Spanish Borderlands: A chronicle of Old Florida and the Southwest'', Alburquerque, University of New Mexico Press, 1996. <br />
<br />
WEBER, DAVID J. (1992), ''The Spanish Frontier in North America, Yale Western Americana Series, New Haven, CT: Yale University Press, ISBN 0-300-05198-0''. <br />
<br />
ROBERT S. WEDDLE: Alonso Alvarez de Pineda from the '''Handbook of Texas Online.'''<br />
<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ'''</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=GOLFO_DE_M%C3%89XICO._Exploraci%C3%B3n_de_sus_costas_(1513-1535)&diff=3705834
GOLFO DE MÉXICO. Exploración de sus costas (1513-1535)
2023-08-27T02:37:11Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==BAHAMAS y FLORIDA==<br />
<br />
En 1513 Juan Ponce de León<ref>Juan Ponce de León y Figueroa (Santervás de Campos, Valladolid. 8 de abril de 1460-La Habana, julio de 1521). Sus restos reposan en la catedral de San Juan Bautista de Puerto Rico.</ref>descubre las Bahamas y la península de la Florida. El Adelantado<ref>«Adelantado» fue uno de los títulos que los reyes de España concedían a algunos pioneros conquistadores como reconocimiento de sus gestas, señalándolos como los primeros en haber cumplido una determinada gesta de conquista en una región del Continente.</ref>Ponce de León fue explorador y conquistador español, primer gobernante de Puerto Rico y descubridor de la Florida, territorio al que llega el día de Pascua (Pascua Florida) y da tal nombre de memoria cristiana a las tierras descubiertas. (El territorio de Florida pasará en 1817 al actual Estados Unidos, vendida por España en 1821). <br />
<br />
En 1519 Alonso Álvarez de Pineda<ref>Alonso Álvarez de Pineda, Aldeacentenera (Cáceres-Extremadura), 1494 – Pánuco (México), c. 1520. Explorador y cartógrafo.</ref>descubre la desembocadura del río Mississippi. Por encargo de Francisco de Garay, gobernador de Jamaica, capitaneó un viaje de exploración a las costas del golfo de México. La expedición partió de Jamaica a finales de marzo de 1519. Su misión era explorar y cartografiar la zona comprendida entre el sur del golfo y los territorios de La Florida, descubiertos seis años antes por Juan Ponce de León, y averiguar si se hallaba allí un paso que comunicara el océano Atlántico con el Pacífico, el tan buscado estrecho de Anián.<ref>En el siglo XVI, exploradores y navegantes se lanzaron en busca de un paso que comunicara Asia y américa. Hacia fines de ese siglo fue evidente la inexistencia de tal “esrecho”</ref> <br />
<br />
Álvarez de Pineda costeó La Florida y entró en la bahía de Corpus Christi (en el actual estado de Texas). Tomó posesión de ella en nombre de la Corona de España y fundó allí una ciudad. Llegó hasta el río Bravo, al que llamó río de las Palmas, y el 2 de junio de 1519 avistó la desembocadura del río Mississippi, al que puso el nombre de río del Espíritu Santo por la festividad del día. Después, puso rumbo al Sur, hasta llegar a Veracruz (México) en agosto de 1519. <br />
<br />
Allí se encontraba la expedición que, al frente de Hernán Cortés, se disponía a marchar a la conquista del imperio azteca. Pineda llevaba instrucciones del gobernador de Jamaica para interceptar la expedición de Cortés en Veracruz. Así, en cuanto los hombres de Garay desembarcaron, los soldados de Cortés cayeron sobre ellos capturando a la mayoría. Pineda consiguió escapar navegando por el golfo de México hacia el Norte durante cuarenta días hasta alcanzar la desembocadura del río Grande y desde allí puso rumbo a Jamaica. <br />
<br />
El resultado de su viaje fue el reconocimiento detallado de las costas del golfo de México en más de ochocientas millas, desde Florida hasta Veracruz, y el trazado de cartas geográficas de toda la zona explorada, a la que puso el nombre de Amichel. Al mismo tiempo, demostró que La Florida no era una isla, como se creía desde que así lo afirmara Ponce de León al descubrirla. Es pues, el primer explorador y cartógrafo del golfo de México, así como el primer explorador de Texas. <br />
<br />
Basándose en el reconocimiento efectuado por Pineda, en junio de 1521 el gobernador Francisco de Garay obtuvo la aprobación de la Corona de España para colonizar esta área en calidad de «adelantado». Poco después de regresar a Jamaica, partió de nuevo hacia México y viajó a la región de Pánuco para establecer allí una colonia, cerca de la futura ciudad de Tampico. La opinión más comúnmente admitida es que murió en Pánuco en 1520. <br />
<br />
En enero de dicho año, Diego de Camargo comandaba un barco encargado de transportar provisiones desde Jamaica hasta la colonia. Al llegar, la encontró asediada por los indios huastecas. Excepto sesenta personas que Camargo pudo evacuar, todos los pobladores y soldados habían muerto; entre ellos se cree que estaba Alonso Álvarez de Pineda. <br />
<br />
==YUCATÁN==<br />
<br />
En 1517 Francisco Hernández de Córdoba<ref>Francisco Hernández de Córdoba (Córdoba, España, c. 1467-Sancti Spíritus, Cuba, 1517) [ no confundir con su homónimo, fundador de Granada y León, Nicaragua] fue un conquistador español, que ha pasado a la historia por la accidentada expedición que dirigió entre febrero y mayo de 1517, durante la cual tomó posesión «oficial» para el Imperio español de la Península de Yucatán, tras la llegada de los primeros españoles a la Península formalmente documentada. Se le considera también «descubridor de México»</ref>descubre y explora la península del Yucatán encontrando a la etnia de los indios mayas, quienes habían alcanzado una cultura mucho más avanzada que los del Caribe. Su historia merece una más específica explicación. Francisco Hernández de Córdoba era un rico encomendero de Cuba. Fue nombrado por el Gobernador de la isla, Diego Velázquez de Cuéllar, jefe de la expedición que debía explorar los mares al occidente de Cuba y sus posibles islas o costas continentales. <br />
<br />
Partió de Cuba en febrero de 1517, y halló la costa de la península de Yucatán, por lo que muchos lo consideran como el descubridor de lo que hoy es México. Saliendo del puerto de Ajaruco, en la banda norte de la provincia de La Habana, según Díaz del Castillo, o de Santiago según algunos autores modernos;<ref>Cf. Bernal Díaz del Castillo, ''Historia Verdadera''…, capítulo 2: «En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte». La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos, creen que pudo salir de Santiago. [Citaciones en Wikipedia].</ref>la flota fue sorprendida por una tormenta que la llevó a tierra. Observaron cómo se acercaban los pobladores del lugar, con cara alegre y muestras de paz. Cuando los españoles preguntaron con señas por el nombre del lugar, los mayas respondieron «in ca wotoch», que quiere decir «esta es mi casa». Por esta causa le pusieron a esa tierra Punta de Catoche, hoy Cabo Catoche.<ref>Luis., Conde-Salazar Infiesta,; Manuel., Lucena Giraldo, (2009), ''Atlas de los exploradores españoles'', GeoPlaneta, ISBN 9788408086833, OCLC 556943554. [Citaciones en Wikipedia]</ref><br />
<br />
Fue un encuentro muy importante en cuanto por los españoles tuvieron por primera vez constancia de la presencia en América de culturas avanzadas (los mayas), con casas «de cal y canto» y organización social de complejidad más próxima a la del Viejo Mundo, y se tuvo también esperanza de existencia de oro. <br />
<br />
Halló muchos poblados habitados y entabló en ellos contactos puntuales, pero generalmente hostiles, al punto que resultó para los españoles muy difícil el acopio de agua, por los ataques de que eran objeto. En uno de ellos, en el lugar que los mayas llamaban Chakán Putum (Champotón), el ataque fue mucho más fiero de lo normal y causó muchos muertos a los expedicionarios, siendo casi todos, incluido Hernández de Córdoba, heridos por arma arrojadiza: flechas y azagayas. El piloto Antón de Alaminos decidió levar anclas y dirigir sus barcos a Florida, lugar que conocía por haber participado en la expedición de Juan Ponce de León en 1512. <br />
<br />
Allí recalaron lo justo para recoger víveres y agua y regresar a Cuba. Pero Hernández no vivió la continuidad de su obra: murió en aquel mismo año de 1517, apenas dos semanas después de regresar de su desgraciada expedición, como resultado de las heridas y la sed sufridas durante el viaje, y decepcionado al saber que Diego Velázquez había preferido a Juan de Grijalva como capitán de la siguiente expedición a Yucatán. <br />
<br />
Las noticias de la expedición alentaron a Velázquez, que supuso la presencia de oro en poblaciones como las descubiertas y organizó otras dos expediciones, al mando primero de Juan de Grijalva, en 1518, y luego de Hernán Cortés, en 1519, que finalmente terminó por conquistar México y luego explorar desde el Golfo de California hasta las Hibueras. <br />
<br />
De la biografía de Hernández de Córdoba solo se sabe que residía en Cuba en 1517, por lo que seguramente habría participado en su conquista, y que era un hacendado rico que tenía un poblado de indios, así como amistades con suficiente capacidad económica como para ayudar a financiar la expedición que encabezó. Bernal Díaz del Castillo es el cronista que más detalles aporta sobre el viaje de Hernández de Córdoba, y también el único que fue testigo presencial de todo el proceso, pues participó en las expediciones posteriores de Juan de Grijalva y de Hernán Cortés. <br />
<br />
Además, Bernal declara en su crónica haber sido él mismo promotor del proyecto, junto con otro centenar de españoles que decían necesitar ''“ocupar sus personas”'', porque hacía tres años que habían llegado a Cuba, desde la Castilla del Oro de Pedrarias Dávila, y se quejaban de que ''”no habían hecho cosa alguna que de contar fuera”''. <br />
<br />
==Polémica por los motivos de la expedición de Hernández de Córdoba==<br />
<br />
Bernal cuenta primero que tanto él como otros ciento diez españoles, que vivían en Castilla del Oro, decidieron pedir permiso a Pedro Arias Dávila para trasladarse a Cuba, que Pedrarias concedió de buen grado, porque en Tierra Firme ''”no había nada que conquistar, que todo estaba en paz, que el Vasco Núñez de Balboa, su yerno del Pedrarias, lo había conquistado"''. Esos españoles de Castilla del Oro se presentaron en Cuba a Diego Velázquez, el gobernador (y familiar de Bernal Díaz del Castillo), quien les prometió que ''“nos daría indios, en vacando”''. <br />
<br />
Inmediatamente después de esta alusión a la promesa de indios, Bernal dice que ''”Y como se habían pasado ya tres años [...] y no habíamos hecho cosa alguna que de contar fuera”'', los ciento diez españoles procedentes del Darién ''”y los que en la isla de Cuba no tenían indios”'' —otra vez la alusión a la falta de indios— decidieron concertarse con ''”un hidalgo que se decía Francisco Hernández de Córdoba [...] y era hombre rico y tenía pueblo de indios en aquella isla [Cuba]”'', para que aceptara ser su capitán para ''"ir a nuestra ventura a descubrir nuevas tierras y en ellas emplear nuestras personas”''. <br />
<br />
Se aprecia que Bernal Díaz del Castillo no intenta ocultar que los tan repetidos indios algo tenían que ver con el proyecto, aunque autores como Madariaga prefieran concluir que el objetivo era el mucho más noble de ''“descubrir, ocupar nuestras personas y hacer cosas dignas de ser contadas.”'' El cronista niega inmediatamente que se admitiera la pretensión de Velázquez de capturar indios: ''“le respondimos que lo que decía no lo manda Dios ni el rey, que hiciésemos a los libres esclavos”''. <br />
<br />
Si aceptamos el juicio de Bernal, el gobernador admitió deportivamente la negativa, y aun así, proporcionó el barco. Para valorar la forma vaga y acaso contradictoria en que Bernal trata el asunto del secuestro de indios como posible objetivo del viaje, debe tenerse en cuenta que escribió su historia de la conquista unos cincuenta años después de ocurridos los hechos, y que al menos en parte su objetivo era que se reconocieran sus servicios a la Corona. <br />
<br />
La mayoría de sus contemporáneos, que además escribieron antes, son más tajantes: en la carta enviada a la reina doña Juana y al rey Carlos I por la justicia y regimiento de la Rica Villa de la Vera Cruz, los capitanes de Cortés narran el origen de la expedición de Hernández diciendo: ''”como es costumbre en estas islas que en nombre de vuestras majestades están pobladas de españoles de ir por indios a las islas que no están pobladas de españoles, para se servir dellos, enviaron los susodichos [Francisco Fernández de Córdoba, y sus socios Lope Ochoa de Caicedo y Cristóbal Morante] dos navíos y un bergantín para que de las dichas islas trujesen indios a la dicha isla Fernandina, y creemos [...] que el dicho Diego Velázquez [...] tenía la cuarta parte de la dicha armada”''. <br />
<br />
La presencia de Antón de Alaminos en la expedición es uno de los argumentos en contra de la hipótesis del objetivo exclusivamente esclavista. Este prestigioso piloto, veterano de los viajes del Almirante, parece un recurso excesivo para una expedición esclavista a los islotes de Guanajes. Hay otro miembro de la expedición cuya presencia se aviene todavía menos con esa hipótesis: el «veedor» Bernardino Íñiguez. <br />
<br />
Este cargo público tenía funciones que hoy llamaríamos fiscales y administrativas (hoy se llamaría «supervisor»). Se encargaba de contar los tesoros rescatados en las expediciones, en metales y piedras preciosas, para dar fe de la correcta separación del «quinto real» (se destinaba a la corona española un 20% de lo obtenido en las conquistas; norma fiscal con origen en la Reconquista) y de otros requisitos legales como leer a los indios, antes de atacarlos, el «Requerimiento». Si la expedición iba a Guanajes a por indios, no hacía falta, e incluso era inconveniente, llevar Veedor. <br />
<br />
Los anteriores datos son difíciles de conciliar entre sí y resultan compatibles con varias hipótesis. Bajo la primera, Hernández de Córdoba habría descubierto Yucatán por accidente, al verse desviada su expedición por una tormenta, inicialmente destinada a un viaje más corto; entre tanto, las menciones de Alaminos y del Veedor serían meros «adornos» destinados a legitimar el intento. En segundo lugar, puede suponerse que tras unos malos propósitos de Diego Velázquez, rápidamente reprimidos y afeados por los demás españoles, que además se conformaban con seguir sin indios en Cuba, el viaje se planeó principalmente como de descubrimiento y conquista, y por eso se llevaba Veedor además de tan buen piloto. Por supuesto, puede también creerse, con Las Casas, que el proyecto pretendía conseguir los dos objetivos. <br />
<br />
Años más tarde, Francisco Cervantes de Salazar, en su «Crónica de la Nueva España» atribuyó a Hernández de Córdoba los siguientes hechos y frases: ''“Desta manera salió Francisco Hernández del puerto de Santiago de Cuba, el cual, estando ya en alta mar, declarando su pensamiento, que era otro del que parescía, dixo al piloto: «No voy yo a buscar lucayos (lucayos son indios de rescate), sino en demanda de alguna buena isla, para poblarla y ser Gobernador della; porque si la descubrimos, soy cierto que ansí por mis servicios como por el favor que tengo en Corte con mis deudos, que el Rey me hará merced de la gobernación della; por eso, buscadla con cuidado, que yo os lo gratificaré muy bien y os haré en todo ventajas entre todos los demás de nuestra compañía.»”.''<ref>Cervantes de Salazar, Francisco (1554) ''Crónica de Nueva España'' libro II cap. I "De la primera noticia que tuvieron los españoles de la Costa de la Nueva España".</ref><br />
<br />
==CATOCHE, YUCATÁN Y CHAMPOTÓN==<br />
<br />
===Batalla de Catoche===<br />
<br />
Al día siguiente del arribo de la expedición a un lugar de la costa que los mayas llamaban Ekab, los naturales se acercaron a los navíos invitando a los españoles a ir a tierra firme diciéndoles «conéx cotóch» «conex cotóch» (venid a nuestras casas); por eso los españoles se referirána ese lugar como «punta catoche». Decidieron aceptar la invitación, pero contemplaron bastante alarmados cómo la costa se llenaba de nativos, presintiendo que el desembarco podía ser peligroso. <br />
<br />
No obstante, bajaron a tierra como lo solicitaba su hasta ese momento su amable anfitrión, el cacique de ese lugar, aunque por precaución usaron sus propios bateles en lugar de aceptar ser llevados por los indios en canoas, y por supuesto salieron armados, procurando sobre todo llevar ballestas y escopetas (''"quince ballestas y diez escopetas"'', según la increíble memoria de Bernal Díaz del Castillo). <br />
<br />
Los temores de los españoles se confirmaron inmediatamente. El cacique les tenía preparada una emboscada en cuanto pisaran tierra. Multitud de indios los atacaron, armados con lanzas, rodelas, hondas (hondas dice Bernal; Diego de Landa niega que los indios de Yucatán conocieran la honda; sostiene que lanzaban las piedras con la mano derecha, utilizando la izquierda para apuntar; pero la honda era conocida en otros puntos de Mesoamérica, y el testimonio de los que recibían las pedradas merece sin duda más crédito), flechas lanzadas con arco, y armaduras de algodón. Solo la sorpresa producida en los indios por las cortantes espadas de acero, las ballestas y las armas de fuego pudo ponerlos en fuga, consiguiendo los españoles volver a embarcar, no sin sufrir los primeros heridos de la expedición. <br />
<br />
Durante esta batalla de Catoche ocurrieron dos hechos que tendrían gran influencia futura: uno fue el haber hecho prisioneros a dos indios, a los que llevados a Cuba y una vez evangelizados y bautizados se les llamó Julián y Melchor, o más frecuentemente «Julianillo y Melchorejo». Habrían de ser los primeros intérpretes de los españoles en tierra maya, en la siguiente expedición que comandó Juan de Grijalva en 1518. <br />
<br />
Otro fue la curiosidad y valor del clérigo González, capellán del grupo, que, habiendo saltado a tierra con los soldados, se entretuvo en explorar una pirámide y unos adoratorios. El clérigo González vio por primera vez los ídolos mayas, y recogió piezas ''"de medio oro, y lo más cobre"'', que de todos modos serían suficientes para excitar la codicia de los españoles de Cuba, al regreso de la expedición. Al menos dos soldados murieron como resultado de las heridas de esa batalla.<br />
<br />
===Exploración de la «isla» de Yucatán===<br />
<br />
De vuelta en los navíos, Antón de Alaminos impuso una navegación lenta y vigilante, moviéndose solo de día, porque estaba empeñado en considerar a Yucatán como una isla. Además, empezó la mayor penalidad de los viajeros, la falta de agua de boca a bordo. Los depósitos de agua, pipas y vasijas, no eran de la calidad requerida para largas travesías; perdían agua y no la conservaban bien, exigiendo frecuentes desembarcos para renovar el imprescindible líquido. <br />
<br />
Cuando fueron a tierra para llenar las pipas, cerca de un pueblo al que llamaron Lázaro (En lengua de indios se llama Campeche, nos aclara Bernal), los indios se les acercaron una vez más con apariencia pacífica, y les repitieron una palabra que debería haberles resultado enigmática: «Castilian». Luego se atribuyó la palabra a la presencia en las proximidades de Jerónimo de Aguilar y de Gonzalo Guerrero, los «náufragos de Nicuesa».<ref>En 1511 un navío dirigido por Diego Nicuesa partió de Cuba hacia Santo Domingo en la isla La Española, pero un huracán hizo naufragar a la nave. 20 marineros lograron sobrevivir en un batel y fueron arrojados a las costas de Yucatán. 18 de ellos fueron muertos por los indígenas y 2 sobrevivieron: Jerónimo de Aguilar que fue rescatado hasta 1519 por Hernán Cortés, y Gonzalo Guerrero que se unió a una mujer maya y se negó a ser rescatado, dando inicio al mestizaje mexicano.</ref><br />
<br />
Los españoles encontraron un pozo «de cal y canto» utilizado por los indios para abastecerse de agua dulce, y pudieron llenar sus pipas y vasijas. Los indios, otra vez con aspecto y maneras amigables, los llevaron a su poblado, donde una vez más pudieron ver construcciones sólidas y muchos ídolos (Bernal alude a los «bultos de serpientes» en las paredes, tan característicos de Mesoamérica). Conocieron además a los primeros sacerdotes, con su túnica blanca y su larga cabellera impregnada de sangre humana. <br />
<br />
Estos sacerdotes les hicieron ver que las muestras de amistad no continuarían: convocaron a gran cantidad de guerreros y mandaron quemar unos carrizos secos, indicando a los españoles que si no se marchaban antes de que se extinguiera el fuego, los atacarían. Los hombres de Hernández decidieron retirarse a los barcos, con sus pipas y aljibes de agua, y consiguieron hacerlo antes de que los indios los atacaran, saliendo bien librados del descubrimiento de Campeche. <br />
<br />
===Chakán Putum (Champotón) y la «mala pelea»===<br />
<br />
Pudieron navegar unos seis días de buen tiempo y otros cuatro de temporal, que a punto estuvo de hacerlos naufragar. Pasado ese tiempo, el agua dulce se les volvió a agotar por culpa del mal estado de los depósitos. Estando ya en situación extrema, se detuvieron a recoger agua en un lugar que Bernal a veces llama Chakán Putum y a veces por su nombre actual de Champotón, donde discurre el río del mismo nombre. En cuanto habían henchido las pipas, se vieron rodeados de muchos escuadrones de indios. Pasaron la noche en tierra, con grandes precauciones y guardados por «velas y escuchas». <br />
<br />
Esta vez los españoles decidieron que no debían escapar, como en Cabo Catoche: necesitaban agua, y la retirada parecía más peligrosa que el ataque si los indios la estorbaban. Así que decidieron luchar, con resultado muy adverso: nada más empezar la batalla ya habla Bernal de ochenta españoles heridos. Recordando que los originalmente embarcados eran un centenar de personas, no todos soldados, eso da idea de que estuvieron muy cerca de terminar en ese momento la expedición. Pronto descubrieron que los escuadrones de indios se multiplicaban con nuevos refuerzos y que, si bien espadas, ballestas y arcabuces los asustaban al principio, conseguían superar la sorpresa procurando asaetear a distancia a los españoles, para mantenerse alejados de sus espadas. <br />
<br />
Al grito de «Calachumi» (Halach Uinik), que los conquistadores pronto supieron traducir como «¡al jefe!», los indios se ensañaron especialmente con Hernández de Córdoba, que llegó a recibir diez flechazos. También aprendieron los españoles el empeño de sus oponentes por capturar personas vivas: dos fueron hechas prisioneras y seguramente sacrificadas después; de una sabemos que se llamaba Alonso Boto, y de la otra Bernal solo es capaz de recordarla como ''“un portugués viejo”''. <br />
<br />
Llegó un momento en que solo quedaba un soldado ileso, el capitán debía estar prácticamente inconsciente, y la agresividad de los indios se multiplicaba. Decidieron entonces como último recurso romper el cerco de los indios en dirección a los bateles, y volver a abordarlos —sin poder ocuparse de sus pipas de agua— para ganar los barcos. Afortunadamente para ellos, los indios no se habían preocupado de retirar o inutilizar las barcas, como habrían podido hacer. <br />
<br />
Se ensañaron, en cambio, en el ataque con flechas, piedras y lanzas a los bateles en fuga, que se desequilibraron por el peso y movimiento, y acabaron dando al través o volcando. Los supervivientes de Hernández tuvieron que desplazarse asidos a las bordas de las lanchas, medio nadando, pero al final fueron recogidos por el barco de menor calado, y puestos a salvo. <br />
<br />
Los supervivientes, al pasar lista, tuvieron que lamentar la falta de cincuenta compañeros, incluyendo los dos que se llevaron vivos. El resto estaban muy malheridos, con excepción de un soldado llamado Berrio, que resultó sorprendentemente ileso. Cinco murieron en los días siguientes, siendo arrojados al mar sus cadáveres. Los españoles llamaron al sitio «costa de la mala pelea», y así figuró en los mapas durante algún tiempo. <br />
<br />
==EL RETORNO A TRAVÉS DE FLORIDA==<br />
<br />
Los expedicionarios habían vuelto a las naves sin el agua dulce que obligó al desembarco. Además, veían mermada su tripulación en más de cincuenta hombres, muchos de ellos marineros, lo que unido a la gran cantidad de heridos graves les impedía maniobrar los tres barcos. Se deshicieron del de menor calado quemándolo en alta mar, después de haber repartido en los otros dos sus velas, anclas y cables. <br />
<br />
La sed comenzó a ser intolerable. Bernal habla de que se les agrietaban lenguas y gargantas, y de soldados que fallecieron porque la desesperación los llevó a ingerir agua de mar. Otro desembarco de quince hombres, en un lugar al que llamaron «Estero de los lagartos» solo obtuvo agua salobre, que aumentó la desesperación de los tripulantes. <br />
<br />
Los pilotos Alaminos, Camacho y Álvarez decidieron, a iniciativa de Alaminos, navegar a Florida en lugar de hacerlo directamente a Cuba. El piloto mayor Alaminos recordaba su exploración de La Florida con Juan Ponce de León, y creía saber que esa era la ruta más segura, aunque nada más llegar a Florida advirtió a sus compañeros de la belicosidad de los indios locales. Efectivamente, las veinte personas —entre ellas Bernal y el piloto Alaminos— que desembarcaron en busca de agua fueron atacadas por nativos, aunque esta vez lograron sobreponerse a ellos, no sin que Bernal recibiera su tercera herida del viaje, y Alaminos un flechazo en la garganta. <br />
<br />
Desapareció también uno de los vigías que se habían puesto en torno a la tropa, Berrio, precisamente el único soldado que había resultado ileso en Champotón. Pero pudieron regresar al barco, y por fin llevaban agua dulce que alivió el sufrimiento de los que habían permanecido en él, aunque uno de ellos, siempre según Bernal, bebió tanta que se hinchó y murió a los pocos días. Ya con agua, se dirigieron a La Habana con los dos navíos restantes, pudieron desembarcar en el puerto de Carenas (La Habana), dando por terminado el viaje. <br />
<br />
En algún momento entre 1517 y 1518, los españoles dejaron abandonada en la isla de Términos (actualmente isla del Carmen) a una perra de caza, la lebrela de Términos, que luego recuperaría la expedición de Cortés. Bernal Díaz del Castillo refiere que fue Grijalva el que perdió la perra, pero Cortés atribuye el anecdótico suceso a Hernández. Si fuera así, como supone el moderno biógrafo de Cortés Juan Miralles, debería revisarse la ruta de vuelta de su expedición, que no iría de Champotón a Florida directamente, sino recalando en la isla del Carmen, algo más al sur. <br />
<br />
==LA EXPEDICIÓN DE JUAN DE GRIJALVA==<br />
<br />
El descubrimiento de «El Gran Cairo», en marzo de 1517, fue sin duda un momento crucial en la consideración de las Indias por los españoles: hasta entonces, nada se había asemejado a las historias de Marco Polo, o a las promesas de Colón, que adivinaba Catay —y hasta el Jardín del paraíso— tras cada cabo y en cada río. <br />
<br />
Lejos estaban todavía los encuentros con las culturas azteca e inca, y «El Gran Cairo» era lo más parecido a ese sueño que los conquistadores habían contemplado hasta entonces. De hecho, cuando llegaron noticias a Cuba, los españoles reavivaron su imaginación, creando otra vez fantasías sobre el origen de los pueblos descubiertos, que remitían a «los gentiles» o a «los judíos desterrados de Jerusalén por Tito y Vespasiano». <br />
<br />
De la importancia que se dio a las noticias, objetos y personas que Hernández llevó a Cuba, da idea la rapidez con la que se preparó la siguiente expedición que Diego Velázquez encargó a Juan de Grijalva, pariente suyo y persona de su confianza. Las noticias de que en esa «isla» de Yucatán había oro, confirmadas además con entusiasmo por Julianillo, cebaron el proceso que concluiría con la Conquista de México por la tercera flota enviada: la de Hernán Cortés. <br />
<br />
Bernal Díaz del Castillo, en su «Historia Verdadera…», al principio del capítulo segundo dice: ''“En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte”''. La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos creen que pudo salir de Santiago. <br />
<br />
En 1518 Juan de Grijalva explora con más detención la península del Yucatán encontrando oro, joyas, e información de México y enviados de Moctezuma. Grijalva había nacido en Cuéllar, España, en 1490 y muere en Olancho, América Central, en 1527. Se trasladó en su juventud a Cuba, donde contó con el apoyo político de su tío, Pánfilo de Narváez, y de su paisano, el gobernador Diego Velázquez de Cuéllar. Intervino en el proceso de conquista y colonización de la isla desde 1511. <br />
<br />
Según la crónica de Herrera, cuando Velázquez partió para celebrar su boda le dejó a cargo de la colonia de Santiago de Cuba, donde residían fray Bartolomé de Las Casas y cincuenta españoles. En 1514 participó en la fundación de la villa Trinidad, en la que permaneció en calidad de poblador y encomendero hasta que Diego Velázquez le puso al frente de la expedición que tenía la misión de completar las exploraciones del Golfo de México que había realizado Francisco Hernández de Córdoba. <br />
<br />
Entre los integrantes de la expedición, que partió en abril de 1518, figuraron Pedro de Alvarado, Francisco de Montejo, Alonso Dávila y un futuro historiador de la conquista de México: Bernal Díaz del Castillo. Los cuatro navíos que componían la expedición recalaron el 3 de mayo en la isla de Cozumel, a la que Grijalva dio el nombre de Santa Cruz. Posteriormente recorrieron la costa este del Yucatán y entraron en contacto con distintas poblaciones de origen maya. Hallaron las bocas de los ríos Usumacinta, Tabasco, Coatzacoalcos y Papaloapan, y establecieron relaciones con los indígenas que poblaban sus márgenes. <br />
<br />
Más tarde alcanzaron la desembocadura de otro río, denominado Banderas por Grijalva, donde tuvieron la primera noticia de la existencia del imperio azteca, al recibir a una embajada enviada por Moctezuma II. El 19 de junio los españoles desembarcaron en las cercanías de la actual Veracruz, en la bahía de San Juan de Ulúa, y tomaron posesión de aquel puerto, al que dieron el nombre de Santa María de las Nieves. Pese a la insistencia de algunos de sus capitanes, Grijalva no se atrevió a fundar una colonia. <br />
<br />
Después de enviar a Pedro de Alvarado a Cuba en busca de refuerzos, Juan de Grijalva continuó su exploración costera, pero, al verse acosado por nativos hostiles en las cercanías de la desembocadura del río Canoas, siguió el consejo del piloto Antón de Alaminos y, el 21 de septiembre determinó regresar, ante la oposición, entre otros, de Francisco de Montejo y Alonso Dávila. Tras regresar a Cuba, fue destituido por el gobernador Diego Velázquez.<br />
<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
==BIBLIOGRAFÍA==<br />
<br />
D. E. CHIPMAN, Nuño de Guzmán and the Province of Pánuco in New Spain: 1518-1533, Glendale, California, <br />
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<br />
CHIPMAN, DONALD E. (1992), Spanish Texas, 1519-1821, Austin, TX: University of Texas Press, ISBN 0-292-77659-4; <br />
<br />
DÍAZ DEL CASTILLO BERNAL, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Madrid, Historia 16, 1985; <br />
<br />
R. S. WEDDLE, Spanish Sea: The Gulf of Mexico in North American Discovery 1500-1685, Collage Station, Texas A&M University Press, 1985<br />
<br />
<br />
M.ª L. RODRÍGUEZ SALA, I. GÓMEZ GIL Y M.ª E. CUÉ, Navegantes, exploradores y misioneros en el septentrión novohispano en el siglo XVI, México, Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, UNAM, 1993; <br />
<br />
H. E. BOLTON, The Spanish Borderlands: A chronicle of Old Florida and the Southwest, Alburquerque, University of New Mexico Press, 1996. <br />
<br />
WEBER, DAVID J. (1992), The Spanish Frontier in North America, Yale Western Americana Series, New Haven, CT: Yale University Press, ISBN 0-300-05198-0. <br />
<br />
ROBERT S. WEDDLE: Alonso Alvarez de Pineda from the Handbook of Texas Online.<br />
<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ'''</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=GOLFO_DE_M%C3%89XICO._Exploraci%C3%B3n_de_sus_costas_(1513-1535)&diff=3705833
GOLFO DE MÉXICO. Exploración de sus costas (1513-1535)
2023-08-27T02:14:05Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==BAHAMAS y FLORIDA==<br />
<br />
En 1513 Juan Ponce de León<ref>Juan Ponce de León y Figueroa (Santervás de Campos, Valladolid. 8 de abril de 1460-La Habana, julio de 1521). Sus restos reposan en la catedral de San Juan Bautista de Puerto Rico.</ref>descubre las Bahamas y la península de la Florida. El Adelantado<ref>«Adelantado» fue uno de los títulos que los reyes de España concedían a algunos pioneros conquistadores como reconocimiento de sus gestas, señalándolos como los primeros en haber cumplido una determinada gesta de conquista en una región del Continente.</ref>Ponce de León fue explorador y conquistador español, primer gobernante de Puerto Rico y descubridor de la Florida, territorio al que llega el día de Pascua (Pascua Florida) y da tal nombre de memoria cristiana a las tierras descubiertas. (El territorio de Florida pasará en 1817 al actual Estados Unidos, vendida por España en 1821). <br />
<br />
En 1519 Alonso Álvarez de Pineda<ref>Alonso Álvarez de Pineda, Aldeacentenera (Cáceres-Extremadura), 1494 – Pánuco (México), c. 1520. Explorador y cartógrafo.</ref>descubre la desembocadura del río Mississippi. Por encargo de Francisco de Garay, gobernador de Jamaica, capitaneó un viaje de exploración a las costas del golfo de México. La expedición partió de Jamaica a finales de marzo de 1519. Su misión era explorar y cartografiar la zona comprendida entre el sur del golfo y los territorios de La Florida, descubiertos seis años antes por Juan Ponce de León, y averiguar si se hallaba allí un paso que comunicara el océano Atlántico con el Pacífico, el tan buscado estrecho de Anián.<ref>En el siglo XVI, exploradores y navegantes se lanzaron en busca de un paso que comunicara Asia y américa. Hacia fines de ese siglo fue evidente la inexistencia de tal “esrecho”</ref> <br />
<br />
Álvarez de Pineda costeó La Florida y entró en la bahía de Corpus Christi (en el actual estado de Texas). Tomó posesión de ella en nombre de la Corona de España y fundó allí una ciudad. Llegó hasta el río Bravo, al que llamó río de las Palmas, y el 2 de junio de 1519 avistó la desembocadura del río Mississippi, al que puso el nombre de río del Espíritu Santo por la festividad del día. Después, puso rumbo al Sur, hasta llegar a Veracruz (México) en agosto de 1519. <br />
<br />
Allí se encontraba la expedición que, al frente de Hernán Cortés, se disponía a marchar a la conquista del imperio azteca. Pineda llevaba instrucciones del gobernador de Jamaica para interceptar la expedición de Cortés en Veracruz. Así, en cuanto los hombres de Garay desembarcaron, los soldados de Cortés cayeron sobre ellos capturando a la mayoría. Pineda consiguió escapar navegando por el golfo de México hacia el Norte durante cuarenta días hasta alcanzar la desembocadura del río Grande y desde allí puso rumbo a Jamaica. <br />
<br />
El resultado de su viaje fue el reconocimiento detallado de las costas del golfo de México en más de ochocientas millas, desde Florida hasta Veracruz, y el trazado de cartas geográficas de toda la zona explorada, a la que puso el nombre de Amichel. Al mismo tiempo, demostró que La Florida no era una isla, como se creía desde que así lo afirmara Ponce de León al descubrirla. Es pues, el primer explorador y cartógrafo del golfo de México, así como el primer explorador de Texas. <br />
<br />
Basándose en el reconocimiento efectuado por Pineda, en junio de 1521 el gobernador Francisco de Garay obtuvo la aprobación de la Corona de España para colonizar esta área en calidad de «adelantado». Poco después de regresar a Jamaica, partió de nuevo hacia México y viajó a la región de Pánuco para establecer allí una colonia, cerca de la futura ciudad de Tampico. La opinión más comúnmente admitida es que murió en Pánuco en 1520. <br />
<br />
En enero de dicho año, Diego de Camargo comandaba un barco encargado de transportar provisiones desde Jamaica hasta la colonia. Al llegar, la encontró asediada por los indios huastecas. Excepto sesenta personas que Camargo pudo evacuar, todos los pobladores y soldados habían muerto; entre ellos se cree que estaba Alonso Álvarez de Pineda. <br />
<br />
==YUCATÁN==<br />
<br />
En 1517 Francisco Hernández de Córdoba<ref>Francisco Hernández de Córdoba (Córdoba, España, c. 1467-Sancti Spíritus, Cuba, 1517) [ no confundir con su homónimo, fundador de Granada y León, Nicaragua] fue un conquistador español, que ha pasado a la historia por la accidentada expedición que dirigió entre febrero y mayo de 1517, durante la cual tomó posesión «oficial» para el Imperio español de la Península de Yucatán, tras la llegada de los primeros españoles a la Península formalmente documentada. Se le considera también «descubridor de México»</ref>descubre y explora la península del Yucatán encontrando a la etnia de los indios mayas, quienes habían alcanzado una cultura mucho más avanzada que los del Caribe. Su historia merece una más específica explicación. Francisco Hernández de Córdoba era un rico encomendero de Cuba. Fue nombrado por el Gobernador de la isla, Diego Velázquez de Cuéllar, jefe de la expedición que debía explorar los mares al occidente de Cuba y sus posibles islas o costas continentales. <br />
<br />
Partió de Cuba en febrero de 1517, y halló la costa de la península de Yucatán, por lo que muchos lo consideran como el descubridor de lo que hoy es México. Saliendo del puerto de Ajaruco, en la banda norte de la provincia de La Habana, según Díaz del Castillo, o de Santiago según algunos autores modernos;<ref>Cf. Bernal Díaz del Castillo, Historia Verdadera…, capítulo 2: «En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte». La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos, creen que pudo salir de Santiago. [Citaciones en Wikipedia].</ref>la flota fue sorprendida por una tormenta que la llevó a tierra. Observaron cómo se acercaban los pobladores del lugar, con cara alegre y muestras de paz. Cuando los españoles preguntaron con señas por el nombre del lugar, los mayas respondieron «in ca wotoch», que quiere decir «esta es mi casa». Por esta causa le pusieron a esa tierra Punta de Catoche, hoy Cabo Catoche.<ref>Luis., Conde-Salazar Infiesta,; Manuel., Lucena Giraldo, (2009), Atlas de los exploradores españoles, GeoPlaneta, ISBN 9788408086833, OCLC 556943554. [Citaciones en Wikipedia]</ref><br />
<br />
Fue un encuentro muy importante en cuanto por los españoles tuvieron por primera vez constancia de la presencia en América de culturas avanzadas (los mayas), con casas «de cal y canto» y organización social de complejidad más próxima a la del Viejo Mundo, y se tuvo también esperanza de existencia de oro. <br />
<br />
Halló muchos poblados habitados y entabló en ellos contactos puntuales, pero generalmente hostiles, al punto que resultó para los españoles muy difícil el acopio de agua, por los ataques de que eran objeto. En uno de ellos, en el lugar que los mayas llamaban Chakán Putum (Champotón), el ataque fue mucho más fiero de lo normal y causó muchos muertos a los expedicionarios, siendo casi todos, incluido Hernández de Córdoba, heridos por arma arrojadiza: flechas y azagayas. El piloto Antón de Alaminos decidió levar anclas y dirigir sus barcos a Florida, lugar que conocía por haber participado en la expedición de Juan Ponce de León en 1512. <br />
<br />
Allí recalaron lo justo para recoger víveres y agua y regresar a Cuba. Pero Hernández no vivió la continuidad de su obra: murió en aquel mismo año de 1517, apenas dos semanas después de regresar de su desgraciada expedición, como resultado de las heridas y la sed sufridas durante el viaje, y decepcionado al saber que Diego Velázquez había preferido a Juan de Grijalva como capitán de la siguiente expedición a Yucatán. <br />
<br />
Las noticias de la expedición alentaron a Velázquez, que supuso la presencia de oro en poblaciones como las descubiertas y organizó otras dos expediciones, al mando primero de Juan de Grijalva, en 1518, y luego de Hernán Cortés, en 1519, que finalmente terminó por conquistar México y luego explorar desde el Golfo de California hasta las Hibueras. <br />
<br />
De la biografía de Hernández de Córdoba solo se sabe que residía en Cuba en 1517, por lo que seguramente habría participado en su conquista, y que era un hacendado rico que tenía un poblado de indios, así como amistades con suficiente capacidad económica como para ayudar a financiar la expedición que encabezó. Bernal Díaz del Castillo es el cronista que más detalles aporta sobre el viaje de Hernández de Córdoba, y también el único que fue testigo presencial de todo el proceso, pues participó en las expediciones posteriores de Juan de Grijalva y de Hernán Cortés. <br />
<br />
Además, Bernal declara en su crónica haber sido él mismo promotor del proyecto, junto con otro centenar de españoles que decían necesitar ''“ocupar sus personas”'', porque hacía tres años que habían llegado a Cuba, desde la Castilla del Oro de Pedrarias Dávila, y se quejaban de que ''”no habían hecho cosa alguna que de contar fuera”''. <br />
<br />
==Polémica por los motivos de la expedición de Hernández de Córdoba==<br />
<br />
Bernal cuenta primero que tanto él como otros ciento diez españoles, que vivían en Castilla del Oro, decidieron pedir permiso a Pedro Arias Dávila para trasladarse a Cuba, que Pedrarias concedió de buen grado, porque en Tierra Firme ''”no había nada que conquistar, que todo estaba en paz, que el Vasco Núñez de Balboa, su yerno del Pedrarias, lo había conquistado"''. Esos españoles de Castilla del Oro se presentaron en Cuba a Diego Velázquez, el gobernador (y familiar de Bernal Díaz del Castillo), quien les prometió que ''“nos daría indios, en vacando”''. <br />
<br />
Inmediatamente después de esta alusión a la promesa de indios, Bernal dice que ''”Y como se habían pasado ya tres años [...] y no habíamos hecho cosa alguna que de contar fuera”'', los ciento diez españoles procedentes del Darién ''”y los que en la isla de Cuba no tenían indios”'' —otra vez la alusión a la falta de indios— decidieron concertarse con ''”un hidalgo que se decía Francisco Hernández de Córdoba [...] y era hombre rico y tenía pueblo de indios en aquella isla [Cuba]”'', para que aceptara ser su capitán para ''"ir a nuestra ventura a descubrir nuevas tierras y en ellas emplear nuestras personas”''. <br />
<br />
Se aprecia que Bernal Díaz del Castillo no intenta ocultar que los tan repetidos indios algo tenían que ver con el proyecto, aunque autores como Madariaga prefieran concluir que el objetivo era el mucho más noble de ''“descubrir, ocupar nuestras personas y hacer cosas dignas de ser contadas.”'' El cronista niega inmediatamente que se admitiera la pretensión de Velázquez de capturar indios: ''“le respondimos que lo que decía no lo manda Dios ni el rey, que hiciésemos a los libres esclavos”''. <br />
<br />
Si aceptamos el juicio de Bernal, el gobernador admitió deportivamente la negativa, y aun así, proporcionó el barco. Para valorar la forma vaga y acaso contradictoria en que Bernal trata el asunto del secuestro de indios como posible objetivo del viaje, debe tenerse en cuenta que escribió su historia de la conquista unos cincuenta años después de ocurridos los hechos, y que al menos en parte su objetivo era que se reconocieran sus servicios a la Corona. <br />
<br />
La mayoría de sus contemporáneos, que además escribieron antes, son más tajantes: en la carta enviada a la reina doña Juana y al rey Carlos I por la justicia y regimiento de la Rica Villa de la Vera Cruz, los capitanes de Cortés narran el origen de la expedición de Hernández diciendo: ''”como es costumbre en estas islas que en nombre de vuestras majestades están pobladas de españoles de ir por indios a las islas que no están pobladas de españoles, para se servir dellos, enviaron los susodichos [Francisco Fernández de Córdoba, y sus socios Lope Ochoa de Caicedo y Cristóbal Morante] dos navíos y un bergantín para que de las dichas islas trujesen indios a la dicha isla Fernandina, y creemos [...] que el dicho Diego Velázquez [...] tenía la cuarta parte de la dicha armada”''. <br />
<br />
La presencia de Antón de Alaminos en la expedición es uno de los argumentos en contra de la hipótesis del objetivo exclusivamente esclavista. Este prestigioso piloto, veterano de los viajes del Almirante, parece un recurso excesivo para una expedición esclavista a los islotes de Guanajes. Hay otro miembro de la expedición cuya presencia se aviene todavía menos con esa hipótesis: el «veedor» Bernardino Íñiguez. <br />
<br />
Este cargo público tenía funciones que hoy llamaríamos fiscales y administrativas (hoy se llamaría «supervisor»). Se encargaba de contar los tesoros rescatados en las expediciones, en metales y piedras preciosas, para dar fe de la correcta separación del «quinto real» (se destinaba a la corona española un 20% de lo obtenido en las conquistas; norma fiscal con origen en la Reconquista) y de otros requisitos legales como leer a los indios, antes de atacarlos, el «Requerimiento». Si la expedición iba a Guanajes a por indios, no hacía falta, e incluso era inconveniente, llevar Veedor. <br />
<br />
Los anteriores datos son difíciles de conciliar entre sí y resultan compatibles con varias hipótesis. Bajo la primera, Hernández de Córdoba habría descubierto Yucatán por accidente, al verse desviada su expedición por una tormenta, inicialmente destinada a un viaje más corto; entre tanto, las menciones de Alaminos y del Veedor serían meros «adornos» destinados a legitimar el intento. En segundo lugar, puede suponerse que tras unos malos propósitos de Diego Velázquez, rápidamente reprimidos y afeados por los demás españoles, que además se conformaban con seguir sin indios en Cuba, el viaje se planeó principalmente como de descubrimiento y conquista, y por eso se llevaba Veedor además de tan buen piloto. Por supuesto, puede también creerse, con Las Casas, que el proyecto pretendía conseguir los dos objetivos. <br />
<br />
Años más tarde, Francisco Cervantes de Salazar, en su «Crónica de la Nueva España» atribuyó a Hernández de Córdoba los siguientes hechos y frases: ''“Desta manera salió Francisco Hernández del puerto de Santiago de Cuba, el cual, estando ya en alta mar, declarando su pensamiento, que era otro del que parescía, dixo al piloto: «No voy yo a buscar lucayos (lucayos son indios de rescate), sino en demanda de alguna buena isla, para poblarla y ser Gobernador della; porque si la descubrimos, soy cierto que ansí por mis servicios como por el favor que tengo en Corte con mis deudos, que el Rey me hará merced de la gobernación della; por eso, buscadla con cuidado, que yo os lo gratificaré muy bien y os haré en todo ventajas entre todos los demás de nuestra compañía.»”.''<ref>Cervantes de Salazar, Francisco (1554) Crónica de Nueva España libro II cap. I "De la primera noticia que tuvieron los españoles de la Costa de la Nueva España".</ref><br />
<br />
==CATOCHE, YUCATÁN Y CHAMPOTÓN==<br />
<br />
===Batalla de Catoche===<br />
<br />
Al día siguiente del arribo de la expedición a un lugar de la costa que los mayas llamaban Ekab, los naturales se acercaron a los navíos invitando a los españoles a ir a tierra firme diciéndoles «conéx cotóch» «conex cotóch» (venid a nuestras casas); por eso los españoles se referirána ese lugar como «punta catoche». Decidieron aceptar la invitación, pero contemplaron bastante alarmados cómo la costa se llenaba de nativos, presintiendo que el desembarco podía ser peligroso. <br />
<br />
No obstante, bajaron a tierra como lo solicitaba su hasta ese momento su amable anfitrión, el cacique de ese lugar, aunque por precaución usaron sus propios bateles en lugar de aceptar ser llevados por los indios en canoas, y por supuesto salieron armados, procurando sobre todo llevar ballestas y escopetas (''"quince ballestas y diez escopetas"'', según la increíble memoria de Bernal Díaz del Castillo). <br />
<br />
Los temores de los españoles se confirmaron inmediatamente. El cacique les tenía preparada una emboscada en cuanto pisaran tierra. Multitud de indios los atacaron, armados con lanzas, rodelas, hondas (hondas dice Bernal; Diego de Landa niega que los indios de Yucatán conocieran la honda; sostiene que lanzaban las piedras con la mano derecha, utilizando la izquierda para apuntar; pero la honda era conocida en otros puntos de Mesoamérica, y el testimonio de los que recibían las pedradas merece sin duda más crédito), flechas lanzadas con arco, y armaduras de algodón. Solo la sorpresa producida en los indios por las cortantes espadas de acero, las ballestas y las armas de fuego pudo ponerlos en fuga, consiguiendo los españoles volver a embarcar, no sin sufrir los primeros heridos de la expedición. <br />
<br />
Durante esta batalla de Catoche ocurrieron dos hechos que tendrían gran influencia futura: uno fue el haber hecho prisioneros a dos indios, a los que llevados a Cuba y una vez evangelizados y bautizados se les llamó Julián y Melchor, o más frecuentemente «Julianillo y Melchorejo». Habrían de ser los primeros intérpretes de los españoles en tierra maya, en la siguiente expedición que comandó Juan de Grijalva en 1518. <br />
<br />
Otro fue la curiosidad y valor del clérigo González, capellán del grupo, que, habiendo saltado a tierra con los soldados, se entretuvo en explorar una pirámide y unos adoratorios. El clérigo González vio por primera vez los ídolos mayas, y recogió piezas ''"de medio oro, y lo más cobre"'', que de todos modos serían suficientes para excitar la codicia de los españoles de Cuba, al regreso de la expedición. Al menos dos soldados murieron como resultado de las heridas de esa batalla.<br />
<br />
===Exploración de la «isla» de Yucatán===<br />
<br />
De vuelta en los navíos, Antón de Alaminos impuso una navegación lenta y vigilante, moviéndose solo de día, porque estaba empeñado en considerar a Yucatán como una isla. Además, empezó la mayor penalidad de los viajeros, la falta de agua de boca a bordo. Los depósitos de agua, pipas y vasijas, no eran de la calidad requerida para largas travesías; perdían agua y no la conservaban bien, exigiendo frecuentes desembarcos para renovar el imprescindible líquido. <br />
<br />
Cuando fueron a tierra para llenar las pipas, cerca de un pueblo al que llamaron Lázaro (En lengua de indios se llama Campeche, nos aclara Bernal), los indios se les acercaron una vez más con apariencia pacífica, y les repitieron una palabra que debería haberles resultado enigmática: «Castilian». Luego se atribuyó la palabra a la presencia en las proximidades de Jerónimo de Aguilar y de Gonzalo Guerrero, los «náufragos de Nicuesa».<ref>En 1511 un navío dirigido por Diego Nicuesa partió de Cuba hacia Santo Domingo en la isla La Española, pero un huracán hizo naufragar a la nave. 20 marineros lograron sobrevivir en un batel y fueron arrojados a las costas de Yucatán. 18 de ellos fueron muertos por los indígenas y 2 sobrevivieron: Jerónimo de Aguilar que fue rescatado hasta 1519 por Hernán Cortés, y Gonzalo Guerrero que se unió a una mujer maya y se negó a ser rescatado, dando inicio al mestizaje mexicano.</ref><br />
<br />
Los españoles encontraron un pozo «de cal y canto» utilizado por los indios para abastecerse de agua dulce, y pudieron llenar sus pipas y vasijas. Los indios, otra vez con aspecto y maneras amigables, los llevaron a su poblado, donde una vez más pudieron ver construcciones sólidas y muchos ídolos (Bernal alude a los «bultos de serpientes» en las paredes, tan característicos de Mesoamérica). Conocieron además a los primeros sacerdotes, con su túnica blanca y su larga cabellera impregnada de sangre humana. <br />
<br />
Estos sacerdotes les hicieron ver que las muestras de amistad no continuarían: convocaron a gran cantidad de guerreros y mandaron quemar unos carrizos secos, indicando a los españoles que si no se marchaban antes de que se extinguiera el fuego, los atacarían. Los hombres de Hernández decidieron retirarse a los barcos, con sus pipas y aljibes de agua, y consiguieron hacerlo antes de que los indios los atacaran, saliendo bien librados del descubrimiento de Campeche. <br />
<br />
===Chakán Putum (Champotón) y la «mala pelea»===<br />
<br />
Pudieron navegar unos seis días de buen tiempo y otros cuatro de temporal, que a punto estuvo de hacerlos naufragar. Pasado ese tiempo, el agua dulce se les volvió a agotar por culpa del mal estado de los depósitos. Estando ya en situación extrema, se detuvieron a recoger agua en un lugar que Bernal a veces llama Chakán Putum y a veces por su nombre actual de Champotón, donde discurre el río del mismo nombre. En cuanto habían henchido las pipas, se vieron rodeados de muchos escuadrones de indios. Pasaron la noche en tierra, con grandes precauciones y guardados por «velas y escuchas». <br />
<br />
Esta vez los españoles decidieron que no debían escapar, como en Cabo Catoche: necesitaban agua, y la retirada parecía más peligrosa que el ataque si los indios la estorbaban. Así que decidieron luchar, con resultado muy adverso: nada más empezar la batalla ya habla Bernal de ochenta españoles heridos. Recordando que los originalmente embarcados eran un centenar de personas, no todos soldados, eso da idea de que estuvieron muy cerca de terminar en ese momento la expedición. Pronto descubrieron que los escuadrones de indios se multiplicaban con nuevos refuerzos y que, si bien espadas, ballestas y arcabuces los asustaban al principio, conseguían superar la sorpresa procurando asaetear a distancia a los españoles, para mantenerse alejados de sus espadas. <br />
<br />
Al grito de «Calachumi» (Halach Uinik), que los conquistadores pronto supieron traducir como «¡al jefe!», los indios se ensañaron especialmente con Hernández de Córdoba, que llegó a recibir diez flechazos. También aprendieron los españoles el empeño de sus oponentes por capturar personas vivas: dos fueron hechas prisioneras y seguramente sacrificadas después; de una sabemos que se llamaba Alonso Boto, y de la otra Bernal solo es capaz de recordarla como ''“un portugués viejo”''. <br />
<br />
Llegó un momento en que solo quedaba un soldado ileso, el capitán debía estar prácticamente inconsciente, y la agresividad de los indios se multiplicaba. Decidieron entonces como último recurso romper el cerco de los indios en dirección a los bateles, y volver a abordarlos —sin poder ocuparse de sus pipas de agua— para ganar los barcos. Afortunadamente para ellos, los indios no se habían preocupado de retirar o inutilizar las barcas, como habrían podido hacer. <br />
<br />
Se ensañaron, en cambio, en el ataque con flechas, piedras y lanzas a los bateles en fuga, que se desequilibraron por el peso y movimiento, y acabaron dando al través o volcando. Los supervivientes de Hernández tuvieron que desplazarse asidos a las bordas de las lanchas, medio nadando, pero al final fueron recogidos por el barco de menor calado, y puestos a salvo. <br />
<br />
Los supervivientes, al pasar lista, tuvieron que lamentar la falta de cincuenta compañeros, incluyendo los dos que se llevaron vivos. El resto estaban muy malheridos, con excepción de un soldado llamado Berrio, que resultó sorprendentemente ileso. Cinco murieron en los días siguientes, siendo arrojados al mar sus cadáveres. Los españoles llamaron al sitio «costa de la mala pelea», y así figuró en los mapas durante algún tiempo. <br />
<br />
==EL RETORNO A TRAVÉS DE FLORIDA==<br />
<br />
Los expedicionarios habían vuelto a las naves sin el agua dulce que obligó al desembarco. Además, veían mermada su tripulación en más de cincuenta hombres, muchos de ellos marineros, lo que unido a la gran cantidad de heridos graves les impedía maniobrar los tres barcos. Se deshicieron del de menor calado quemándolo en alta mar, después de haber repartido en los otros dos sus velas, anclas y cables. <br />
<br />
La sed comenzó a ser intolerable. Bernal habla de que se les agrietaban lenguas y gargantas, y de soldados que fallecieron porque la desesperación los llevó a ingerir agua de mar. Otro desembarco de quince hombres, en un lugar al que llamaron «Estero de los lagartos» solo obtuvo agua salobre, que aumentó la desesperación de los tripulantes. <br />
<br />
Los pilotos Alaminos, Camacho y Álvarez decidieron, a iniciativa de Alaminos, navegar a Florida en lugar de hacerlo directamente a Cuba. El piloto mayor Alaminos recordaba su exploración de La Florida con Juan Ponce de León, y creía saber que esa era la ruta más segura, aunque nada más llegar a Florida advirtió a sus compañeros de la belicosidad de los indios locales. Efectivamente, las veinte personas —entre ellas Bernal y el piloto Alaminos— que desembarcaron en busca de agua fueron atacadas por nativos, aunque esta vez lograron sobreponerse a ellos, no sin que Bernal recibiera su tercera herida del viaje, y Alaminos un flechazo en la garganta. <br />
<br />
Desapareció también uno de los vigías que se habían puesto en torno a la tropa, Berrio, precisamente el único soldado que había resultado ileso en Champotón. Pero pudieron regresar al barco, y por fin llevaban agua dulce que alivió el sufrimiento de los que habían permanecido en él, aunque uno de ellos, siempre según Bernal, bebió tanta que se hinchó y murió a los pocos días. Ya con agua, se dirigieron a La Habana con los dos navíos restantes, pudieron desembarcar en el puerto de Carenas (La Habana), dando por terminado el viaje. <br />
<br />
En algún momento entre 1517 y 1518, los españoles dejaron abandonada en la isla de Términos (actualmente isla del Carmen) a una perra de caza, la lebrela de Términos, que luego recuperaría la expedición de Cortés. Bernal Díaz del Castillo refiere que fue Grijalva el que perdió la perra, pero Cortés atribuye el anecdótico suceso a Hernández. Si fuera así, como supone el moderno biógrafo de Cortés Juan Miralles, debería revisarse la ruta de vuelta de su expedición, que no iría de Champotón a Florida directamente, sino recalando en la isla del Carmen, algo más al sur. <br />
<br />
==LA EXPEDICIÓN DE JUAN DE GRIJALVA==<br />
<br />
El descubrimiento de «El Gran Cairo», en marzo de 1517, fue sin duda un momento crucial en la consideración de las Indias por los españoles: hasta entonces, nada se había asemejado a las historias de Marco Polo, o a las promesas de Colón, que adivinaba Catay —y hasta el Jardín del paraíso— tras cada cabo y en cada río. <br />
<br />
Lejos estaban todavía los encuentros con las culturas azteca e inca, y «El Gran Cairo» era lo más parecido a ese sueño que los conquistadores habían contemplado hasta entonces. De hecho, cuando llegaron noticias a Cuba, los españoles reavivaron su imaginación, creando otra vez fantasías sobre el origen de los pueblos descubiertos, que remitían a «los gentiles» o a «los judíos desterrados de Jerusalén por Tito y Vespasiano». <br />
<br />
De la importancia que se dio a las noticias, objetos y personas que Hernández llevó a Cuba, da idea la rapidez con la que se preparó la siguiente expedición que Diego Velázquez encargó a Juan de Grijalva, pariente suyo y persona de su confianza. Las noticias de que en esa «isla» de Yucatán había oro, confirmadas además con entusiasmo por Julianillo, cebaron el proceso que concluiría con la Conquista de México por la tercera flota enviada: la de Hernán Cortés. <br />
<br />
Bernal Díaz del Castillo, en su «Historia Verdadera…», al principio del capítulo segundo dice: ''“En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte”''. La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos creen que pudo salir de Santiago. <br />
<br />
En 1518 Juan de Grijalva explora con más detención la península del Yucatán encontrando oro, joyas, e información de México y enviados de Moctezuma. Grijalva había nacido en Cuéllar, España, en 1490 y muere en Olancho, América Central, en 1527. Se trasladó en su juventud a Cuba, donde contó con el apoyo político de su tío, Pánfilo de Narváez, y de su paisano, el gobernador Diego Velázquez de Cuéllar. Intervino en el proceso de conquista y colonización de la isla desde 1511. <br />
<br />
Según la crónica de Herrera, cuando Velázquez partió para celebrar su boda le dejó a cargo de la colonia de Santiago de Cuba, donde residían fray Bartolomé de Las Casas y cincuenta españoles. En 1514 participó en la fundación de la villa Trinidad, en la que permaneció en calidad de poblador y encomendero hasta que Diego Velázquez le puso al frente de la expedición que tenía la misión de completar las exploraciones del Golfo de México que había realizado Francisco Hernández de Córdoba. <br />
<br />
Entre los integrantes de la expedición, que partió en abril de 1518, figuraron Pedro de Alvarado, Francisco de Montejo, Alonso Dávila y un futuro historiador de la conquista de México: Bernal Díaz del Castillo. Los cuatro navíos que componían la expedición recalaron el 3 de mayo en la isla de Cozumel, a la que Grijalva dio el nombre de Santa Cruz. Posteriormente recorrieron la costa este del Yucatán y entraron en contacto con distintas poblaciones de origen maya. Hallaron las bocas de los ríos Usumacinta, Tabasco, Coatzacoalcos y Papaloapan, y establecieron relaciones con los indígenas que poblaban sus márgenes. <br />
<br />
Más tarde alcanzaron la desembocadura de otro río, denominado Banderas por Grijalva, donde tuvieron la primera noticia de la existencia del imperio azteca, al recibir a una embajada enviada por Moctezuma II. El 19 de junio los españoles desembarcaron en las cercanías de la actual Veracruz, en la bahía de San Juan de Ulúa, y tomaron posesión de aquel puerto, al que dieron el nombre de Santa María de las Nieves. Pese a la insistencia de algunos de sus capitanes, Grijalva no se atrevió a fundar una colonia. <br />
<br />
Después de enviar a Pedro de Alvarado a Cuba en busca de refuerzos, Juan de Grijalva continuó su exploración costera, pero, al verse acosado por nativos hostiles en las cercanías de la desembocadura del río Canoas, siguió el consejo del piloto Antón de Alaminos y, el 21 de septiembre determinó regresar, ante la oposición, entre otros, de Francisco de Montejo y Alonso Dávila. Tras regresar a Cuba, fue destituido por el gobernador Diego Velázquez.<br />
<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
==BIBLIOGRAFÍA==<br />
<br />
D. E. CHIPMAN, Nuño de Guzmán and the Province of Pánuco in New Spain: 1518-1533, Glendale, California, <br />
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<br />
CHIPMAN, DONALD E. (1992), Spanish Texas, 1519-1821, Austin, TX: University of Texas Press, ISBN 0-292-77659-4; <br />
<br />
DÍAZ DEL CASTILLO BERNAL, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Madrid, Historia 16, 1985; <br />
<br />
R. S. WEDDLE, Spanish Sea: The Gulf of Mexico in North American Discovery 1500-1685, Collage Station, Texas A&M University Press, 1985<br />
<br />
<br />
M.ª L. RODRÍGUEZ SALA, I. GÓMEZ GIL Y M.ª E. CUÉ, Navegantes, exploradores y misioneros en el septentrión novohispano en el siglo XVI, México, Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, UNAM, 1993; <br />
<br />
H. E. BOLTON, The Spanish Borderlands: A chronicle of Old Florida and the Southwest, Alburquerque, University of New Mexico Press, 1996. <br />
<br />
WEBER, DAVID J. (1992), The Spanish Frontier in North America, Yale Western Americana Series, New Haven, CT: Yale University Press, ISBN 0-300-05198-0. <br />
<br />
ROBERT S. WEDDLE: Alonso Alvarez de Pineda from the Handbook of Texas Online.<br />
<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ'''</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=GOLFO_DE_M%C3%89XICO._Exploraci%C3%B3n_de_sus_costas_(1513-1535)&diff=3705832
GOLFO DE MÉXICO. Exploración de sus costas (1513-1535)
2023-08-27T02:06:26Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==BAHAMAS y FLORIDA==<br />
<br />
En 1513 Juan Ponce de León<ref>Juan Ponce de León y Figueroa (Santervás de Campos, Valladolid. 8 de abril de 1460-La Habana, julio de 1521). Sus restos reposan en la catedral de San Juan Bautista de Puerto Rico.</ref>descubre las Bahamas y la península de la Florida. El Adelantado<ref>«Adelantado» fue uno de los títulos que los reyes de España concedían a algunos pioneros conquistadores como reconocimiento de sus gestas, señalándolos como los primeros en haber cumplido una determinada gesta de conquista en una región del Continente.</ref>Ponce de León fue explorador y conquistador español, primer gobernante de Puerto Rico y descubridor de la Florida, territorio al que llega el día de Pascua (Pascua Florida) y da tal nombre de memoria cristiana a las tierras descubiertas. (El territorio de Florida pasará en 1817 al actual Estados Unidos, vendida por España en 1821). <br />
<br />
En 1519 Alonso Álvarez de Pineda<ref>Alonso Álvarez de Pineda, Aldeacentenera (Cáceres-Extremadura), 1494 – Pánuco (México), c. 1520. Explorador y cartógrafo.</ref>descubre la desembocadura del río Mississippi. Por encargo de Francisco de Garay, gobernador de Jamaica, capitaneó un viaje de exploración a las costas del golfo de México. La expedición partió de Jamaica a finales de marzo de 1519. Su misión era explorar y cartografiar la zona comprendida entre el sur del golfo y los territorios de La Florida, descubiertos seis años antes por Juan Ponce de León, y averiguar si se hallaba allí un paso que comunicara el océano Atlántico con el Pacífico, el tan buscado estrecho de Anián.<ref>En el siglo XVI, exploradores y navegantes se lanzaron en busca de un paso que comunicara Asia y américa. Hacia fines de ese siglo fue evidente la inexistencia de tal “esrecho”</ref> <br />
<br />
Álvarez de Pineda costeó La Florida y entró en la bahía de Corpus Christi (en el actual estado de Texas). Tomó posesión de ella en nombre de la Corona de España y fundó allí una ciudad. Llegó hasta el río Bravo, al que llamó río de las Palmas, y el 2 de junio de 1519 avistó la desembocadura del río Mississippi, al que puso el nombre de río del Espíritu Santo por la festividad del día. Después, puso rumbo al Sur, hasta llegar a Veracruz (México) en agosto de 1519. <br />
<br />
Allí se encontraba la expedición que, al frente de Hernán Cortés, se disponía a marchar a la conquista del imperio azteca. Pineda llevaba instrucciones del gobernador de Jamaica para interceptar la expedición de Cortés en Veracruz. Así, en cuanto los hombres de Garay desembarcaron, los soldados de Cortés cayeron sobre ellos capturando a la mayoría. Pineda consiguió escapar navegando por el golfo de México hacia el Norte durante cuarenta días hasta alcanzar la desembocadura del río Grande y desde allí puso rumbo a Jamaica. <br />
<br />
El resultado de su viaje fue el reconocimiento detallado de las costas del golfo de México en más de ochocientas millas, desde Florida hasta Veracruz, y el trazado de cartas geográficas de toda la zona explorada, a la que puso el nombre de Amichel. Al mismo tiempo, demostró que La Florida no era una isla, como se creía desde que así lo afirmara Ponce de León al descubrirla. Es pues, el primer explorador y cartógrafo del golfo de México, así como el primer explorador de Texas. <br />
<br />
Basándose en el reconocimiento efectuado por Pineda, en junio de 1521 el gobernador Francisco de Garay obtuvo la aprobación de la Corona de España para colonizar esta área en calidad de «adelantado». Poco después de regresar a Jamaica, partió de nuevo hacia México y viajó a la región de Pánuco para establecer allí una colonia, cerca de la futura ciudad de Tampico. La opinión más comúnmente admitida es que murió en Pánuco en 1520. <br />
<br />
En enero de dicho año, Diego de Camargo comandaba un barco encargado de transportar provisiones desde Jamaica hasta la colonia. Al llegar, la encontró asediada por los indios huastecas. Excepto sesenta personas que Camargo pudo evacuar, todos los pobladores y soldados habían muerto; entre ellos se cree que estaba Alonso Álvarez de Pineda. <br />
<br />
==YUCATÁN==<br />
<br />
En 1517 Francisco Hernández de Córdoba<ref>Francisco Hernández de Córdoba (Córdoba, España, c. 1467-Sancti Spíritus, Cuba, 1517) [ no confundir con su homónimo, fundador de Granada y León, Nicaragua] fue un conquistador español, que ha pasado a la historia por la accidentada expedición que dirigió entre febrero y mayo de 1517, durante la cual tomó posesión «oficial» para el Imperio español de la Península de Yucatán, tras la llegada de los primeros españoles a la Península formalmente documentada. Se le considera también «descubridor de México»</ref>descubre y explora la península del Yucatán encontrando a la etnia de los indios mayas, quienes habían alcanzado una cultura mucho más avanzada que los del Caribe. Su historia merece una más específica explicación. Francisco Hernández de Córdoba era un rico encomendero de Cuba. Fue nombrado por el Gobernador de la isla, Diego Velázquez de Cuéllar, jefe de la expedición que debía explorar los mares al occidente de Cuba y sus posibles islas o costas continentales. <br />
<br />
Partió de Cuba en febrero de 1517, y halló la costa de la península de Yucatán, por lo que muchos lo consideran como el descubridor de lo que hoy es México. Saliendo del puerto de Ajaruco, en la banda norte de la provincia de La Habana, según Díaz del Castillo, o de Santiago según algunos autores modernos;<ref>Cf. Bernal Díaz del Castillo, Historia Verdadera…, capítulo 2: «En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte». La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos, creen que pudo salir de Santiago. [Citaciones en Wikipedia].</ref>la flota fue sorprendida por una tormenta que la llevó a tierra. Observaron cómo se acercaban los pobladores del lugar, con cara alegre y muestras de paz. Cuando los españoles preguntaron con señas por el nombre del lugar, los mayas respondieron «in ca wotoch», que quiere decir «esta es mi casa». Por esta causa le pusieron a esa tierra Punta de Catoche, hoy Cabo Catoche.<ref>Luis., Conde-Salazar Infiesta,; Manuel., Lucena Giraldo, (2009), Atlas de los exploradores españoles, GeoPlaneta, ISBN 9788408086833, OCLC 556943554. [Citaciones en Wikipedia]</ref><br />
<br />
Fue un encuentro muy importante en cuanto por los españoles tuvieron por primera vez constancia de la presencia en América de culturas avanzadas (los mayas), con casas «de cal y canto» y organización social de complejidad más próxima a la del Viejo Mundo, y se tuvo también esperanza de existencia de oro. <br />
<br />
Halló muchos poblados habitados y entabló en ellos contactos puntuales, pero generalmente hostiles, al punto que resultó para los españoles muy difícil el acopio de agua, por los ataques de que eran objeto. En uno de ellos, en el lugar que los mayas llamaban Chakán Putum (Champotón), el ataque fue mucho más fiero de lo normal y causó muchos muertos a los expedicionarios, siendo casi todos, incluido Hernández de Córdoba, heridos por arma arrojadiza: flechas y azagayas. El piloto Antón de Alaminos decidió levar anclas y dirigir sus barcos a Florida, lugar que conocía por haber participado en la expedición de Juan Ponce de León en 1512. <br />
<br />
Allí recalaron lo justo para recoger víveres y agua y regresar a Cuba. Pero Hernández no vivió la continuidad de su obra: murió en aquel mismo año de 1517, apenas dos semanas después de regresar de su desgraciada expedición, como resultado de las heridas y la sed sufridas durante el viaje, y decepcionado al saber que Diego Velázquez había preferido a Juan de Grijalva como capitán de la siguiente expedición a Yucatán. <br />
<br />
Las noticias de la expedición alentaron a Velázquez, que supuso la presencia de oro en poblaciones como las descubiertas y organizó otras dos expediciones, al mando primero de Juan de Grijalva, en 1518, y luego de Hernán Cortés, en 1519, que finalmente terminó por conquistar México y luego explorar desde el Golfo de California hasta las Hibueras. <br />
<br />
De la biografía de Hernández de Córdoba solo se sabe que residía en Cuba en 1517, por lo que seguramente habría participado en su conquista, y que era un hacendado rico que tenía un poblado de indios, así como amistades con suficiente capacidad económica como para ayudar a financiar la expedición que encabezó. Bernal Díaz del Castillo es el cronista que más detalles aporta sobre el viaje de Hernández de Córdoba, y también el único que fue testigo presencial de todo el proceso, pues participó en las expediciones posteriores de Juan de Grijalva y de Hernán Cortés. <br />
<br />
Además, Bernal declara en su crónica haber sido él mismo promotor del proyecto, junto con otro centenar de españoles que decían necesitar ''“ocupar sus personas”'', porque hacía tres años que habían llegado a Cuba, desde la Castilla del Oro de Pedrarias Dávila, y se quejaban de que ''”no habían hecho cosa alguna que de contar fuera”''. <br />
<br />
==Polémica por los motivos de la expedición de Hernández de Córdoba==<br />
<br />
Bernal cuenta primero que tanto él como otros ciento diez españoles, que vivían en Castilla del Oro, decidieron pedir permiso a Pedro Arias Dávila para trasladarse a Cuba, que Pedrarias concedió de buen grado, porque en Tierra Firme ''”no había nada que conquistar, que todo estaba en paz, que el Vasco Núñez de Balboa, su yerno del Pedrarias, lo había conquistado"''. Esos españoles de Castilla del Oro se presentaron en Cuba a Diego Velázquez, el gobernador (y familiar de Bernal Díaz del Castillo), quien les prometió que ''“nos daría indios, en vacando”''. <br />
<br />
Inmediatamente después de esta alusión a la promesa de indios, Bernal dice que ''”Y como se habían pasado ya tres años [...] y no habíamos hecho cosa alguna que de contar fuera”'', los ciento diez españoles procedentes del Darién ''”y los que en la isla de Cuba no tenían indios”'' —otra vez la alusión a la falta de indios— decidieron concertarse con ''”un hidalgo que se decía Francisco Hernández de Córdoba [...] y era hombre rico y tenía pueblo de indios en aquella isla [Cuba]”'', para que aceptara ser su capitán para ''"ir a nuestra ventura a descubrir nuevas tierras y en ellas emplear nuestras personas”''. <br />
<br />
Se aprecia que Bernal Díaz del Castillo no intenta ocultar que los tan repetidos indios algo tenían que ver con el proyecto, aunque autores como Madariaga prefieran concluir que el objetivo era el mucho más noble de ''“descubrir, ocupar nuestras personas y hacer cosas dignas de ser contadas.”'' El cronista niega inmediatamente que se admitiera la pretensión de Velázquez de capturar indios: ''“le respondimos que lo que decía no lo manda Dios ni el rey, que hiciésemos a los libres esclavos”''. <br />
<br />
Si aceptamos el juicio de Bernal, el gobernador admitió deportivamente la negativa, y aun así, proporcionó el barco. Para valorar la forma vaga y acaso contradictoria en que Bernal trata el asunto del secuestro de indios como posible objetivo del viaje, debe tenerse en cuenta que escribió su historia de la conquista unos cincuenta años después de ocurridos los hechos, y que al menos en parte su objetivo era que se reconocieran sus servicios a la Corona. <br />
<br />
La mayoría de sus contemporáneos, que además escribieron antes, son más tajantes: en la carta enviada a la reina doña Juana y al rey Carlos I por la justicia y regimiento de la Rica Villa de la Vera Cruz, los capitanes de Cortés narran el origen de la expedición de Hernández diciendo: ”como es costumbre en estas islas que en nombre de vuestras majestades están pobladas de españoles de ir por indios a las islas que no están pobladas de españoles, para se servir dellos, enviaron los susodichos [Francisco Fernández de Córdoba, y sus socios Lope Ochoa de Caicedo y Cristóbal Morante] dos navíos y un bergantín para que de las dichas islas trujesen indios a la dicha isla Fernandina, y creemos [...] que el dicho Diego Velázquez [...] tenía la cuarta parte de la dicha armada”. <br />
<br />
La presencia de Antón de Alaminos en la expedición es uno de los argumentos en contra de la hipótesis del objetivo exclusivamente esclavista. Este prestigioso piloto, veterano de los viajes del Almirante, parece un recurso excesivo para una expedición esclavista a los islotes de Guanajes. Hay otro miembro de la expedición cuya presencia se aviene todavía menos con esa hipótesis: el «veedor» Bernardino Íñiguez. <br />
<br />
Este cargo público tenía funciones que hoy llamaríamos fiscales y administrativas (hoy se llamaría «supervisor»). Se encargaba de contar los tesoros rescatados en las expediciones, en metales y piedras preciosas, para dar fe de la correcta separación del «quinto real» (se destinaba a la corona española un 20% de lo obtenido en las conquistas; norma fiscal con origen en la Reconquista) y de otros requisitos legales como leer a los indios, antes de atacarlos, el «Requerimiento». Si la expedición iba a Guanajes a por indios, no hacía falta, e incluso era inconveniente, llevar Veedor. <br />
<br />
Los anteriores datos son difíciles de conciliar entre sí y resultan compatibles con varias hipótesis. Bajo la primera, Hernández de Córdoba habría descubierto Yucatán por accidente, al verse desviada su expedición por una tormenta, inicialmente destinada a un viaje más corto; entre tanto, las menciones de Alaminos y del Veedor serían meros «adornos» destinados a legitimar el intento. En segundo lugar, puede suponerse que tras unos malos propósitos de Diego Velázquez, rápidamente reprimidos y afeados por los demás españoles, que además se conformaban con seguir sin indios en Cuba, el viaje se planeó principalmente como de descubrimiento y conquista, y por eso se llevaba Veedor además de tan buen piloto. Por supuesto, puede también creerse, con Las Casas, que el proyecto pretendía conseguir los dos objetivos. <br />
<br />
Años más tarde, Francisco Cervantes de Salazar, en su «Crónica de la Nueva España» atribuyó a Hernández de Córdoba los siguientes hechos y frases: “Desta manera salió Francisco Hernández del puerto de Santiago de Cuba, el cual, estando ya en alta mar, declarando su pensamiento, que era otro del que parescía, dixo al piloto: «No voy yo a buscar lucayos (lucayos son indios de rescate), sino en demanda de alguna buena isla, para poblarla y ser Gobernador della; porque si la descubrimos, soy cierto que ansí por mis servicios como por el favor que tengo en Corte con mis deudos, que el Rey me hará merced de la gobernación della; por eso, buscadla con cuidado, que yo os lo gratificaré muy bien y os haré en todo ventajas entre todos los demás de nuestra compañía.»”.<ref>Cervantes de Salazar, Francisco (1554) Crónica de Nueva España libro II cap. I "De la primera noticia que tuvieron los españoles de la Costa de la Nueva España".</ref><br />
<br />
==CATOCHE, YUCATÁN Y CHAMPOTÓN==<br />
<br />
Batalla de Catoche<br />
<br />
Al día siguiente del arribo de la expedición a un lugar de la costa que los mayas llamaban Ekab, los naturales se acercaron a los navíos invitando a los españoles a ir a tierra firme diciéndoles «conéx cotóch» «conex cotóch» (venid a nuestras casas); por eso los españoles se referirána ese lugar como «punta catoche». Decidieron aceptar la invitación, pero contemplaron bastante alarmados cómo la costa se llenaba de nativos, presintiendo que el desembarco podía ser peligroso. <br />
<br />
No obstante, bajaron a tierra como lo solicitaba su hasta ese momento su amable anfitrión, el cacique de ese lugar, aunque por precaución usaron sus propios bateles en lugar de aceptar ser llevados por los indios en canoas, y por supuesto salieron armados, procurando sobre todo llevar ballestas y escopetas ("quince ballestas y diez escopetas", según la increíble memoria de Bernal Díaz del Castillo). <br />
<br />
Los temores de los españoles se confirmaron inmediatamente. El cacique les tenía preparada una emboscada en cuanto pisaran tierra. Multitud de indios los atacaron, armados con lanzas, rodelas, hondas (hondas dice Bernal; Diego de Landa niega que los indios de Yucatán conocieran la honda; sostiene que lanzaban las piedras con la mano derecha, utilizando la izquierda para apuntar; pero la honda era conocida en otros puntos de Mesoamérica, y el testimonio de los que recibían las pedradas merece sin duda más crédito), flechas lanzadas con arco, y armaduras de algodón. Solo la sorpresa producida en los indios por las cortantes espadas de acero, las ballestas y las armas de fuego pudo ponerlos en fuga, consiguiendo los españoles volver a embarcar, no sin sufrir los primeros heridos de la expedición. <br />
<br />
Durante esta batalla de Catoche ocurrieron dos hechos que tendrían gran influencia futura: uno fue el haber hecho prisioneros a dos indios, a los que llevados a Cuba y una vez evangelizados y bautizados se les llamó Julián y Melchor, o más frecuentemente «Julianillo y Melchorejo». Habrían de ser los primeros intérpretes de los españoles en tierra maya, en la siguiente expedición que comandó Juan de Grijalva en 1518. <br />
<br />
Otro fue la curiosidad y valor del clérigo González, capellán del grupo, que, habiendo saltado a tierra con los soldados, se entretuvo en explorar una pirámide y unos adoratorios. El clérigo González vio por primera vez los ídolos mayas, y recogió piezas "de medio oro, y lo más cobre", que de todos modos serían suficientes para excitar la codicia de los españoles de Cuba, al regreso de la expedición. Al menos dos soldados murieron como resultado de las heridas de esa batalla.<br />
<br />
Exploración de la «isla» de Yucatán <br />
<br />
De vuelta en los navíos, Antón de Alaminos impuso una navegación lenta y vigilante, moviéndose solo de día, porque estaba empeñado en considerar a Yucatán como una isla. Además, empezó la mayor penalidad de los viajeros, la falta de agua de boca a bordo. Los depósitos de agua, pipas y vasijas, no eran de la calidad requerida para largas travesías; perdían agua y no la conservaban bien, exigiendo frecuentes desembarcos para renovar el imprescindible líquido. <br />
<br />
Cuando fueron a tierra para llenar las pipas, cerca de un pueblo al que llamaron Lázaro (En lengua de indios se llama Campeche, nos aclara Bernal), los indios se les acercaron una vez más con apariencia pacífica, y les repitieron una palabra que debería haberles resultado enigmática: «Castilian». Luego se atribuyó la palabra a la presencia en las proximidades de Jerónimo de Aguilar y de Gonzalo Guerrero, los «náufragos de Nicuesa».<ref>En 1511 un navío dirigido por Diego Nicuesa partió de Cuba hacia Santo Domingo en la isla La Española, pero un huracán hizo naufragar a la nave. 20 marineros lograron sobrevivir en un batel y fueron arrojados a las costas de Yucatán. 18 de ellos fueron muertos por los indígenas y 2 sobrevivieron: Jerónimo de Aguilar que fue rescatado hasta 1519 por Hernán Cortés, y Gonzalo Guerrero que se unió a una mujer maya y se negó a ser rescatado, dando inicio al mestizaje mexicano.</ref><br />
<br />
Los españoles encontraron un pozo «de cal y canto» utilizado por los indios para abastecerse de agua dulce, y pudieron llenar sus pipas y vasijas. Los indios, otra vez con aspecto y maneras amigables, los llevaron a su poblado, donde una vez más pudieron ver construcciones sólidas y muchos ídolos (Bernal alude a los «bultos de serpientes» en las paredes, tan característicos de Mesoamérica). Conocieron además a los primeros sacerdotes, con su túnica blanca y su larga cabellera impregnada de sangre humana. <br />
<br />
Estos sacerdotes les hicieron ver que las muestras de amistad no continuarían: convocaron a gran cantidad de guerreros y mandaron quemar unos carrizos secos, indicando a los españoles que si no se marchaban antes de que se extinguiera el fuego, los atacarían. Los hombres de Hernández decidieron retirarse a los barcos, con sus pipas y aljibes de agua, y consiguieron hacerlo antes de que los indios los atacaran, saliendo bien librados del descubrimiento de Campeche. <br />
Chakán Putum (Champotón) y la «mala pelea»<br />
Pudieron navegar unos seis días de buen tiempo y otros cuatro de temporal, que a punto estuvo de hacerlos naufragar. Pasado ese tiempo, el agua dulce se les volvió a agotar por culpa del mal estado de los depósitos. Estando ya en situación extrema, se detuvieron a recoger agua en un lugar que Bernal a veces llama Chakán Putum y a veces por su nombre actual de Champotón, donde discurre el río del mismo nombre. En cuanto habían henchido las pipas, se vieron rodeados de muchos escuadrones de indios. Pasaron la noche en tierra, con grandes precauciones y guardados por «velas y escuchas». <br />
<br />
Esta vez los españoles decidieron que no debían escapar, como en Cabo Catoche: necesitaban agua, y la retirada parecía más peligrosa que el ataque si los indios la estorbaban. Así que decidieron luchar, con resultado muy adverso: nada más empezar la batalla ya habla Bernal de ochenta españoles heridos. Recordando que los originalmente embarcados eran un centenar de personas, no todos soldados, eso da idea de que estuvieron muy cerca de terminar en ese momento la expedición. Pronto descubrieron que los escuadrones de indios se multiplicaban con nuevos refuerzos y que, si bien espadas, ballestas y arcabuces los asustaban al principio, conseguían superar la sorpresa procurando asaetear a distancia a los españoles, para mantenerse alejados de sus espadas. <br />
<br />
Al grito de «Calachumi» (Halach Uinik), que los conquistadores pronto supieron traducir como «¡al jefe!», los indios se ensañaron especialmente con Hernández de Córdoba, que llegó a recibir diez flechazos. También aprendieron los españoles el empeño de sus oponentes por capturar personas vivas: dos fueron hechas prisioneras y seguramente sacrificadas después; de una sabemos que se llamaba Alonso Boto, y de la otra Bernal solo es capaz de recordarla como “un portugués viejo”. <br />
<br />
Llegó un momento en que solo quedaba un soldado ileso, el capitán debía estar prácticamente inconsciente, y la agresividad de los indios se multiplicaba. Decidieron entonces como último recurso romper el cerco de los indios en dirección a los bateles, y volver a abordarlos —sin poder ocuparse de sus pipas de agua— para ganar los barcos. Afortunadamente para ellos, los indios no se habían preocupado de retirar o inutilizar las barcas, como habrían podido hacer. <br />
<br />
Se ensañaron, en cambio, en el ataque con flechas, piedras y lanzas a los bateles en fuga, que se desequilibraron por el peso y movimiento, y acabaron dando al través o volcando. Los supervivientes de Hernández tuvieron que desplazarse asidos a las bordas de las lanchas, medio nadando, pero al final fueron recogidos por el barco de menor calado, y puestos a salvo. <br />
<br />
Los supervivientes, al pasar lista, tuvieron que lamentar la falta de cincuenta compañeros, incluyendo los dos que se llevaron vivos. El resto estaban muy malheridos, con excepción de un soldado llamado Berrio, que resultó sorprendentemente ileso. Cinco murieron en los días siguientes, siendo arrojados al mar sus cadáveres. Los españoles llamaron al sitio «costa de la mala pelea», y así figuró en los mapas durante algún tiempo. <br />
EL RETORNO A TRAVÉS DE FLORIDA<br />
Los expedicionarios habían vuelto a las naves sin el agua dulce que obligó al desembarco. Además, veían mermada su tripulación en más de cincuenta hombres, muchos de ellos marineros, lo que unido a la gran cantidad de heridos graves les impedía maniobrar los tres barcos. Se deshicieron del de menor calado quemándolo en alta mar, después de haber repartido en los otros dos sus velas, anclas y cables. <br />
<br />
La sed comenzó a ser intolerable. Bernal habla de que se les agrietaban lenguas y gargantas, y de soldados que fallecieron porque la desesperación los llevó a ingerir agua de mar. Otro desembarco de quince hombres, en un lugar al que llamaron «Estero de los lagartos» solo obtuvo agua salobre, que aumentó la desesperación de los tripulantes. <br />
<br />
Los pilotos Alaminos, Camacho y Álvarez decidieron, a iniciativa de Alaminos, navegar a Florida en lugar de hacerlo directamente a Cuba. El piloto mayor Alaminos recordaba su exploración de La Florida con Juan Ponce de León, y creía saber que esa era la ruta más segura, aunque nada más llegar a Florida advirtió a sus compañeros de la belicosidad de los indios locales. Efectivamente, las veinte personas —entre ellas Bernal y el piloto Alaminos— que desembarcaron en busca de agua fueron atacadas por nativos, aunque esta vez lograron sobreponerse a ellos, no sin que Bernal recibiera su tercera herida del viaje, y Alaminos un flechazo en la garganta. <br />
<br />
Desapareció también uno de los vigías que se habían puesto en torno a la tropa, Berrio, precisamente el único soldado que había resultado ileso en Champotón. Pero pudieron regresar al barco, y por fin llevaban agua dulce que alivió el sufrimiento de los que habían permanecido en él, aunque uno de ellos, siempre según Bernal, bebió tanta que se hinchó y murió a los pocos días. Ya con agua, se dirigieron a La Habana con los dos navíos restantes, pudieron desembarcar en el puerto de Carenas (La Habana), dando por terminado el viaje. <br />
<br />
En algún momento entre 1517 y 1518, los españoles dejaron abandonada en la isla de Términos (actualmente isla del Carmen) a una perra de caza, la lebrela de Términos, que luego recuperaría la expedición de Cortés. Bernal Díaz del Castillo refiere que fue Grijalva el que perdió la perra, pero Cortés atribuye el anecdótico suceso a Hernández. Si fuera así, como supone el moderno biógrafo de Cortés Juan Miralles, debería revisarse la ruta de vuelta de su expedición, que no iría de Champotón a Florida directamente, sino recalando en la isla del Carmen, algo más al sur. <br />
LA EXPEDICIÓN DE JUAN DE GRIJALVA<br />
El descubrimiento de «El Gran Cairo», en marzo de 1517, fue sin duda un momento crucial en la consideración de las Indias por los españoles: hasta entonces, nada se había asemejado a las historias de Marco Polo, o a las promesas de Colón, que adivinaba Catay —y hasta el Jardín del paraíso— tras cada cabo y en cada río. <br />
<br />
Lejos estaban todavía los encuentros con las culturas azteca e inca, y «El Gran Cairo» era lo más parecido a ese sueño que los conquistadores habían contemplado hasta entonces. De hecho, cuando llegaron noticias a Cuba, los españoles reavivaron su imaginación, creando otra vez fantasías sobre el origen de los pueblos descubiertos, que remitían a «los gentiles» o a «los judíos desterrados de Jerusalén por Tito y Vespasiano». <br />
<br />
De la importancia que se dio a las noticias, objetos y personas que Hernández llevó a Cuba, da idea la rapidez con la que se preparó la siguiente expedición que Diego Velázquez encargó a Juan de Grijalva, pariente suyo y persona de su confianza. Las noticias de que en esa «isla» de Yucatán había oro, confirmadas además con entusiasmo por Julianillo, cebaron el proceso que concluiría con la Conquista de México por la tercera flota enviada: la de Hernán Cortés. <br />
<br />
Bernal Díaz del Castillo, en su «Historia Verdadera…», al principio del capítulo segundo dice: “En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte”. La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos creen que pudo salir de Santiago. <br />
<br />
En 1518 Juan de Grijalva explora con más detención la península del Yucatán encontrando oro, joyas, e información de México y enviados de Moctezuma. Grijalva había nacido en Cuéllar, España, en 1490 y muere en Olancho, América Central, en 1527. Se trasladó en su juventud a Cuba, donde contó con el apoyo político de su tío, Pánfilo de Narváez, y de su paisano, el gobernador Diego Velázquez de Cuéllar. Intervino en el proceso de conquista y colonización de la isla desde 1511. <br />
<br />
Según la crónica de Herrera, cuando Velázquez partió para celebrar su boda le dejó a cargo de la colonia de Santiago de Cuba, donde residían fray Bartolomé de Las Casas y cincuenta españoles. En 1514 participó en la fundación de la villa Trinidad, en la que permaneció en calidad de poblador y encomendero hasta que Diego Velázquez le puso al frente de la expedición que tenía la misión de completar las exploraciones del Golfo de México que había realizado Francisco Hernández de Córdoba. <br />
<br />
Entre los integrantes de la expedición, que partió en abril de 1518, figuraron Pedro de Alvarado, Francisco de Montejo, Alonso Dávila y un futuro historiador de la conquista de México: Bernal Díaz del Castillo. Los cuatro navíos que componían la expedición recalaron el 3 de mayo en la isla de Cozumel, a la que Grijalva dio el nombre de Santa Cruz. Posteriormente recorrieron la costa este del Yucatán y entraron en contacto con distintas poblaciones de origen maya. Hallaron las bocas de los ríos Usumacinta, Tabasco, Coatzacoalcos y Papaloapan, y establecieron relaciones con los indígenas que poblaban sus márgenes. <br />
<br />
Más tarde alcanzaron la desembocadura de otro río, denominado Banderas por Grijalva, donde tuvieron la primera noticia de la existencia del imperio azteca, al recibir a una embajada enviada por Moctezuma II. El 19 de junio los españoles desembarcaron en las cercanías de la actual Veracruz, en la bahía de San Juan de Ulúa, y tomaron posesión de aquel puerto, al que dieron el nombre de Santa María de las Nieves. Pese a la insistencia de algunos de sus capitanes, Grijalva no se atrevió a fundar una colonia. <br />
<br />
Después de enviar a Pedro de Alvarado a Cuba en busca de refuerzos, Juan de Grijalva continuó su exploración costera, pero, al verse acosado por nativos hostiles en las cercanías de la desembocadura del río Canoas, siguió el consejo del piloto Antón de Alaminos y, el 21 de septiembre determinó regresar, ante la oposición, entre otros, de Francisco de Montejo y Alonso Dávila. Tras regresar a Cuba, fue destituido por el gobernador Diego Velázquez.<br />
<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
==BIBLIOGRAFÍA==<br />
<br />
D. E. CHIPMAN, Nuño de Guzmán and the Province of Pánuco in New Spain: 1518-1533, Glendale, California, <br />
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Arthur H. Clark Company, 1967; D. E. CHIPMAN, Texas en la época colonial, Madrid, MAPFRE, 1992; <br />
<br />
CHIPMAN, DONALD E. (1992), Spanish Texas, 1519-1821, Austin, TX: University of Texas Press, ISBN 0-292-77659-4; <br />
<br />
DÍAZ DEL CASTILLO BERNAL, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Madrid, Historia 16, 1985; <br />
<br />
R. S. WEDDLE, Spanish Sea: The Gulf of Mexico in North American Discovery 1500-1685, Collage Station, Texas A&M University Press, 1985<br />
<br />
<br />
M.ª L. RODRÍGUEZ SALA, I. GÓMEZ GIL Y M.ª E. CUÉ, Navegantes, exploradores y misioneros en el septentrión novohispano en el siglo XVI, México, Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, UNAM, 1993; <br />
<br />
H. E. BOLTON, The Spanish Borderlands: A chronicle of Old Florida and the Southwest, Alburquerque, University of New Mexico Press, 1996. <br />
<br />
WEBER, DAVID J. (1992), The Spanish Frontier in North America, Yale Western Americana Series, New Haven, CT: Yale University Press, ISBN 0-300-05198-0. <br />
<br />
ROBERT S. WEDDLE: Alonso Alvarez de Pineda from the Handbook of Texas Online.<br />
<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ'''</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=GOLFO_DE_M%C3%89XICO._Exploraci%C3%B3n_de_sus_costas_(1513-1535)&diff=3705831
GOLFO DE MÉXICO. Exploración de sus costas (1513-1535)
2023-08-27T02:02:41Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==BAHAMAS y FLORIDA==<br />
<br />
En 1513 Juan Ponce de León<ref>Juan Ponce de León y Figueroa (Santervás de Campos, Valladolid. 8 de abril de 1460-La Habana, julio de 1521). Sus restos reposan en la catedral de San Juan Bautista de Puerto Rico.</ref>descubre las Bahamas y la península de la Florida. El Adelantado<ref>«Adelantado» fue uno de los títulos que los reyes de España concedían a algunos pioneros conquistadores como reconocimiento de sus gestas, señalándolos como los primeros en haber cumplido una determinada gesta de conquista en una región del Continente.</ref>Ponce de León fue explorador y conquistador español, primer gobernante de Puerto Rico y descubridor de la Florida, territorio al que llega el día de Pascua (Pascua Florida) y da tal nombre de memoria cristiana a las tierras descubiertas. (El territorio de Florida pasará en 1817 al actual Estados Unidos, vendida por España en 1821). <br />
<br />
En 1519 Alonso Álvarez de Pineda<ref>Alonso Álvarez de Pineda, Aldeacentenera (Cáceres-Extremadura), 1494 – Pánuco (México), c. 1520. Explorador y cartógrafo.</ref>descubre la desembocadura del río Mississippi. Por encargo de Francisco de Garay, gobernador de Jamaica, capitaneó un viaje de exploración a las costas del golfo de México. La expedición partió de Jamaica a finales de marzo de 1519. Su misión era explorar y cartografiar la zona comprendida entre el sur del golfo y los territorios de La Florida, descubiertos seis años antes por Juan Ponce de León, y averiguar si se hallaba allí un paso que comunicara el océano Atlántico con el Pacífico, el tan buscado estrecho de Anián.<ref>En el siglo XVI, exploradores y navegantes se lanzaron en busca de un paso que comunicara Asia y américa. Hacia fines de ese siglo fue evidente la inexistencia de tal “esrecho”</ref> <br />
<br />
Álvarez de Pineda costeó La Florida y entró en la bahía de Corpus Christi (en el actual estado de Texas). Tomó posesión de ella en nombre de la Corona de España y fundó allí una ciudad. Llegó hasta el río Bravo, al que llamó río de las Palmas, y el 2 de junio de 1519 avistó la desembocadura del río Mississippi, al que puso el nombre de río del Espíritu Santo por la festividad del día. Después, puso rumbo al Sur, hasta llegar a Veracruz (México) en agosto de 1519. <br />
<br />
Allí se encontraba la expedición que, al frente de Hernán Cortés, se disponía a marchar a la conquista del imperio azteca. Pineda llevaba instrucciones del gobernador de Jamaica para interceptar la expedición de Cortés en Veracruz. Así, en cuanto los hombres de Garay desembarcaron, los soldados de Cortés cayeron sobre ellos capturando a la mayoría. Pineda consiguió escapar navegando por el golfo de México hacia el Norte durante cuarenta días hasta alcanzar la desembocadura del río Grande y desde allí puso rumbo a Jamaica. <br />
<br />
El resultado de su viaje fue el reconocimiento detallado de las costas del golfo de México en más de ochocientas millas, desde Florida hasta Veracruz, y el trazado de cartas geográficas de toda la zona explorada, a la que puso el nombre de Amichel. Al mismo tiempo, demostró que La Florida no era una isla, como se creía desde que así lo afirmara Ponce de León al descubrirla. Es pues, el primer explorador y cartógrafo del golfo de México, así como el primer explorador de Texas. <br />
<br />
Basándose en el reconocimiento efectuado por Pineda, en junio de 1521 el gobernador Francisco de Garay obtuvo la aprobación de la Corona de España para colonizar esta área en calidad de «adelantado». Poco después de regresar a Jamaica, partió de nuevo hacia México y viajó a la región de Pánuco para establecer allí una colonia, cerca de la futura ciudad de Tampico. La opinión más comúnmente admitida es que murió en Pánuco en 1520. <br />
<br />
En enero de dicho año, Diego de Camargo comandaba un barco encargado de transportar provisiones desde Jamaica hasta la colonia. Al llegar, la encontró asediada por los indios huastecas. Excepto sesenta personas que Camargo pudo evacuar, todos los pobladores y soldados habían muerto; entre ellos se cree que estaba Alonso Álvarez de Pineda. <br />
<br />
==YUCATÁN==<br />
<br />
En 1517 Francisco Hernández de Córdoba<ref>Francisco Hernández de Córdoba (Córdoba, España, c. 1467-Sancti Spíritus, Cuba, 1517) [ no confundir con su homónimo, fundador de Granada y León, Nicaragua] fue un conquistador español, que ha pasado a la historia por la accidentada expedición que dirigió entre febrero y mayo de 1517, durante la cual tomó posesión «oficial» para el Imperio español de la Península de Yucatán, tras la llegada de los primeros españoles a la Península formalmente documentada. Se le considera también «descubridor de México»</ref>descubre y explora la península del Yucatán encontrando a la etnia de los indios mayas, quienes habían alcanzado una cultura mucho más avanzada que los del Caribe. Su historia merece una más específica explicación. Francisco Hernández de Córdoba era un rico encomendero de Cuba. Fue nombrado por el Gobernador de la isla, Diego Velázquez de Cuéllar, jefe de la expedición que debía explorar los mares al occidente de Cuba y sus posibles islas o costas continentales. <br />
<br />
Partió de Cuba en febrero de 1517, y halló la costa de la península de Yucatán, por lo que muchos lo consideran como el descubridor de lo que hoy es México. Saliendo del puerto de Ajaruco, en la banda norte de la provincia de La Habana, según Díaz del Castillo, o de Santiago según algunos autores modernos;<ref>Cf. Bernal Díaz del Castillo, Historia Verdadera…, capítulo 2: «En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte». La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos, creen que pudo salir de Santiago. [Citaciones en Wikipedia].</ref>la flota fue sorprendida por una tormenta que la llevó a tierra. Observaron cómo se acercaban los pobladores del lugar, con cara alegre y muestras de paz. Cuando los españoles preguntaron con señas por el nombre del lugar, los mayas respondieron «in ca wotoch», que quiere decir «esta es mi casa». Por esta causa le pusieron a esa tierra Punta de Catoche, hoy Cabo Catoche.<ref>Luis., Conde-Salazar Infiesta,; Manuel., Lucena Giraldo, (2009), Atlas de los exploradores españoles, GeoPlaneta, ISBN 9788408086833, OCLC 556943554. [Citaciones en Wikipedia]</ref><br />
<br />
Fue un encuentro muy importante en cuanto por los españoles tuvieron por primera vez constancia de la presencia en América de culturas avanzadas (los mayas), con casas «de cal y canto» y organización social de complejidad más próxima a la del Viejo Mundo, y se tuvo también esperanza de existencia de oro. <br />
<br />
Halló muchos poblados habitados y entabló en ellos contactos puntuales, pero generalmente hostiles, al punto que resultó para los españoles muy difícil el acopio de agua, por los ataques de que eran objeto. En uno de ellos, en el lugar que los mayas llamaban Chakán Putum (Champotón), el ataque fue mucho más fiero de lo normal y causó muchos muertos a los expedicionarios, siendo casi todos, incluido Hernández de Córdoba, heridos por arma arrojadiza: flechas y azagayas. El piloto Antón de Alaminos decidió levar anclas y dirigir sus barcos a Florida, lugar que conocía por haber participado en la expedición de Juan Ponce de León en 1512. <br />
<br />
Allí recalaron lo justo para recoger víveres y agua y regresar a Cuba. Pero Hernández no vivió la continuidad de su obra: murió en aquel mismo año de 1517, apenas dos semanas después de regresar de su desgraciada expedición, como resultado de las heridas y la sed sufridas durante el viaje, y decepcionado al saber que Diego Velázquez había preferido a Juan de Grijalva como capitán de la siguiente expedición a Yucatán. <br />
<br />
Las noticias de la expedición alentaron a Velázquez, que supuso la presencia de oro en poblaciones como las descubiertas y organizó otras dos expediciones, al mando primero de Juan de Grijalva, en 1518, y luego de Hernán Cortés, en 1519, que finalmente terminó por conquistar México y luego explorar desde el Golfo de California hasta las Hibueras. <br />
<br />
De la biografía de Hernández de Córdoba solo se sabe que residía en Cuba en 1517, por lo que seguramente habría participado en su conquista, y que era un hacendado rico que tenía un poblado de indios, así como amistades con suficiente capacidad económica como para ayudar a financiar la expedición que encabezó. Bernal Díaz del Castillo es el cronista que más detalles aporta sobre el viaje de Hernández de Córdoba, y también el único que fue testigo presencial de todo el proceso, pues participó en las expediciones posteriores de Juan de Grijalva y de Hernán Cortés. <br />
<br />
Además, Bernal declara en su crónica haber sido él mismo promotor del proyecto, junto con otro centenar de españoles que decían necesitar ''“ocupar sus personas”'', porque hacía tres años que habían llegado a Cuba, desde la Castilla del Oro de Pedrarias Dávila, y se quejaban de que ''”no habían hecho cosa alguna que de contar fuera”''. <br />
<br />
==Polémica por los motivos de la expedición de Hernández de Córdoba==<br />
<br />
Bernal cuenta primero que tanto él como otros ciento diez españoles, que vivían en Castilla del Oro, decidieron pedir permiso a Pedro Arias Dávila para trasladarse a Cuba, que Pedrarias concedió de buen grado, porque en Tierra Firme ”no había nada que conquistar, que todo estaba en paz, que el Vasco Núñez de Balboa, su yerno del Pedrarias, lo había conquistado". Esos españoles de Castilla del Oro se presentaron en Cuba a Diego Velázquez, el gobernador (y familiar de Bernal Díaz del Castillo), quien les prometió que “nos daría indios, en vacando”. <br />
<br />
Inmediatamente después de esta alusión a la promesa de indios, Bernal dice que ”Y como se habían pasado ya tres años [...] y no habíamos hecho cosa alguna que de contar fuera”, los ciento diez españoles procedentes del Darién ”y los que en la isla de Cuba no tenían indios” —otra vez la alusión a la falta de indios— decidieron concertarse con ”un hidalgo que se decía Francisco Hernández de Córdoba [...] y era hombre rico y tenía pueblo de indios en aquella isla [Cuba]”, para que aceptara ser su capitán para "ir a nuestra ventura a descubrir nuevas tierras y en ellas emplear nuestras personas”. <br />
<br />
Se aprecia que Bernal Díaz del Castillo no intenta ocultar que los tan repetidos indios algo tenían que ver con el proyecto, aunque autores como Madariaga prefieran concluir que el objetivo era el mucho más noble de “descubrir, ocupar nuestras personas y hacer cosas dignas de ser contadas.” El cronista niega inmediatamente que se admitiera la pretensión de Velázquez de capturar indios: “le respondimos que lo que decía no lo manda Dios ni el rey, que hiciésemos a los libres esclavos”. <br />
<br />
Si aceptamos el juicio de Bernal, el gobernador admitió deportivamente la negativa, y aun así, proporcionó el barco. Para valorar la forma vaga y acaso contradictoria en que Bernal trata el asunto del secuestro de indios como posible objetivo del viaje, debe tenerse en cuenta que escribió su historia de la conquista unos cincuenta años después de ocurridos los hechos, y que al menos en parte su objetivo era que se reconocieran sus servicios a la Corona. <br />
<br />
La mayoría de sus contemporáneos, que además escribieron antes, son más tajantes: en la carta enviada a la reina doña Juana y al rey Carlos I por la justicia y regimiento de la Rica Villa de la Vera Cruz, los capitanes de Cortés narran el origen de la expedición de Hernández diciendo: ”como es costumbre en estas islas que en nombre de vuestras majestades están pobladas de españoles de ir por indios a las islas que no están pobladas de españoles, para se servir dellos, enviaron los susodichos [Francisco Fernández de Córdoba, y sus socios Lope Ochoa de Caicedo y Cristóbal Morante] dos navíos y un bergantín para que de las dichas islas trujesen indios a la dicha isla Fernandina, y creemos [...] que el dicho Diego Velázquez [...] tenía la cuarta parte de la dicha armada”. <br />
<br />
La presencia de Antón de Alaminos en la expedición es uno de los argumentos en contra de la hipótesis del objetivo exclusivamente esclavista. Este prestigioso piloto, veterano de los viajes del Almirante, parece un recurso excesivo para una expedición esclavista a los islotes de Guanajes. Hay otro miembro de la expedición cuya presencia se aviene todavía menos con esa hipótesis: el «veedor» Bernardino Íñiguez. <br />
<br />
Este cargo público tenía funciones que hoy llamaríamos fiscales y administrativas (hoy se llamaría «supervisor»). Se encargaba de contar los tesoros rescatados en las expediciones, en metales y piedras preciosas, para dar fe de la correcta separación del «quinto real» (se destinaba a la corona española un 20% de lo obtenido en las conquistas; norma fiscal con origen en la Reconquista) y de otros requisitos legales como leer a los indios, antes de atacarlos, el «Requerimiento». Si la expedición iba a Guanajes a por indios, no hacía falta, e incluso era inconveniente, llevar Veedor. <br />
<br />
Los anteriores datos son difíciles de conciliar entre sí y resultan compatibles con varias hipótesis. Bajo la primera, Hernández de Córdoba habría descubierto Yucatán por accidente, al verse desviada su expedición por una tormenta, inicialmente destinada a un viaje más corto; entre tanto, las menciones de Alaminos y del Veedor serían meros «adornos» destinados a legitimar el intento. En segundo lugar, puede suponerse que tras unos malos propósitos de Diego Velázquez, rápidamente reprimidos y afeados por los demás españoles, que además se conformaban con seguir sin indios en Cuba, el viaje se planeó principalmente como de descubrimiento y conquista, y por eso se llevaba Veedor además de tan buen piloto. Por supuesto, puede también creerse, con Las Casas, que el proyecto pretendía conseguir los dos objetivos. <br />
<br />
Años más tarde, Francisco Cervantes de Salazar, en su «Crónica de la Nueva España» atribuyó a Hernández de Córdoba los siguientes hechos y frases: “Desta manera salió Francisco Hernández del puerto de Santiago de Cuba, el cual, estando ya en alta mar, declarando su pensamiento, que era otro del que parescía, dixo al piloto: «No voy yo a buscar lucayos (lucayos son indios de rescate), sino en demanda de alguna buena isla, para poblarla y ser Gobernador della; porque si la descubrimos, soy cierto que ansí por mis servicios como por el favor que tengo en Corte con mis deudos, que el Rey me hará merced de la gobernación della; por eso, buscadla con cuidado, que yo os lo gratificaré muy bien y os haré en todo ventajas entre todos los demás de nuestra compañía.»”.<ref>Cervantes de Salazar, Francisco (1554) Crónica de Nueva España libro II cap. I "De la primera noticia que tuvieron los españoles de la Costa de la Nueva España".</ref><br />
<br />
==CATOCHE, YUCATÁN Y CHAMPOTÓN==<br />
<br />
Batalla de Catoche<br />
<br />
Al día siguiente del arribo de la expedición a un lugar de la costa que los mayas llamaban Ekab, los naturales se acercaron a los navíos invitando a los españoles a ir a tierra firme diciéndoles «conéx cotóch» «conex cotóch» (venid a nuestras casas); por eso los españoles se referirána ese lugar como «punta catoche». Decidieron aceptar la invitación, pero contemplaron bastante alarmados cómo la costa se llenaba de nativos, presintiendo que el desembarco podía ser peligroso. <br />
<br />
No obstante, bajaron a tierra como lo solicitaba su hasta ese momento su amable anfitrión, el cacique de ese lugar, aunque por precaución usaron sus propios bateles en lugar de aceptar ser llevados por los indios en canoas, y por supuesto salieron armados, procurando sobre todo llevar ballestas y escopetas ("quince ballestas y diez escopetas", según la increíble memoria de Bernal Díaz del Castillo). <br />
<br />
Los temores de los españoles se confirmaron inmediatamente. El cacique les tenía preparada una emboscada en cuanto pisaran tierra. Multitud de indios los atacaron, armados con lanzas, rodelas, hondas (hondas dice Bernal; Diego de Landa niega que los indios de Yucatán conocieran la honda; sostiene que lanzaban las piedras con la mano derecha, utilizando la izquierda para apuntar; pero la honda era conocida en otros puntos de Mesoamérica, y el testimonio de los que recibían las pedradas merece sin duda más crédito), flechas lanzadas con arco, y armaduras de algodón. Solo la sorpresa producida en los indios por las cortantes espadas de acero, las ballestas y las armas de fuego pudo ponerlos en fuga, consiguiendo los españoles volver a embarcar, no sin sufrir los primeros heridos de la expedición. <br />
<br />
Durante esta batalla de Catoche ocurrieron dos hechos que tendrían gran influencia futura: uno fue el haber hecho prisioneros a dos indios, a los que llevados a Cuba y una vez evangelizados y bautizados se les llamó Julián y Melchor, o más frecuentemente «Julianillo y Melchorejo». Habrían de ser los primeros intérpretes de los españoles en tierra maya, en la siguiente expedición que comandó Juan de Grijalva en 1518. <br />
<br />
Otro fue la curiosidad y valor del clérigo González, capellán del grupo, que, habiendo saltado a tierra con los soldados, se entretuvo en explorar una pirámide y unos adoratorios. El clérigo González vio por primera vez los ídolos mayas, y recogió piezas "de medio oro, y lo más cobre", que de todos modos serían suficientes para excitar la codicia de los españoles de Cuba, al regreso de la expedición. Al menos dos soldados murieron como resultado de las heridas de esa batalla.<br />
<br />
Exploración de la «isla» de Yucatán <br />
<br />
De vuelta en los navíos, Antón de Alaminos impuso una navegación lenta y vigilante, moviéndose solo de día, porque estaba empeñado en considerar a Yucatán como una isla. Además, empezó la mayor penalidad de los viajeros, la falta de agua de boca a bordo. Los depósitos de agua, pipas y vasijas, no eran de la calidad requerida para largas travesías; perdían agua y no la conservaban bien, exigiendo frecuentes desembarcos para renovar el imprescindible líquido. <br />
<br />
Cuando fueron a tierra para llenar las pipas, cerca de un pueblo al que llamaron Lázaro (En lengua de indios se llama Campeche, nos aclara Bernal), los indios se les acercaron una vez más con apariencia pacífica, y les repitieron una palabra que debería haberles resultado enigmática: «Castilian». Luego se atribuyó la palabra a la presencia en las proximidades de Jerónimo de Aguilar y de Gonzalo Guerrero, los «náufragos de Nicuesa».<ref>En 1511 un navío dirigido por Diego Nicuesa partió de Cuba hacia Santo Domingo en la isla La Española, pero un huracán hizo naufragar a la nave. 20 marineros lograron sobrevivir en un batel y fueron arrojados a las costas de Yucatán. 18 de ellos fueron muertos por los indígenas y 2 sobrevivieron: Jerónimo de Aguilar que fue rescatado hasta 1519 por Hernán Cortés, y Gonzalo Guerrero que se unió a una mujer maya y se negó a ser rescatado, dando inicio al mestizaje mexicano.</ref><br />
<br />
Los españoles encontraron un pozo «de cal y canto» utilizado por los indios para abastecerse de agua dulce, y pudieron llenar sus pipas y vasijas. Los indios, otra vez con aspecto y maneras amigables, los llevaron a su poblado, donde una vez más pudieron ver construcciones sólidas y muchos ídolos (Bernal alude a los «bultos de serpientes» en las paredes, tan característicos de Mesoamérica). Conocieron además a los primeros sacerdotes, con su túnica blanca y su larga cabellera impregnada de sangre humana. <br />
<br />
Estos sacerdotes les hicieron ver que las muestras de amistad no continuarían: convocaron a gran cantidad de guerreros y mandaron quemar unos carrizos secos, indicando a los españoles que si no se marchaban antes de que se extinguiera el fuego, los atacarían. Los hombres de Hernández decidieron retirarse a los barcos, con sus pipas y aljibes de agua, y consiguieron hacerlo antes de que los indios los atacaran, saliendo bien librados del descubrimiento de Campeche. <br />
Chakán Putum (Champotón) y la «mala pelea»<br />
Pudieron navegar unos seis días de buen tiempo y otros cuatro de temporal, que a punto estuvo de hacerlos naufragar. Pasado ese tiempo, el agua dulce se les volvió a agotar por culpa del mal estado de los depósitos. Estando ya en situación extrema, se detuvieron a recoger agua en un lugar que Bernal a veces llama Chakán Putum y a veces por su nombre actual de Champotón, donde discurre el río del mismo nombre. En cuanto habían henchido las pipas, se vieron rodeados de muchos escuadrones de indios. Pasaron la noche en tierra, con grandes precauciones y guardados por «velas y escuchas». <br />
<br />
Esta vez los españoles decidieron que no debían escapar, como en Cabo Catoche: necesitaban agua, y la retirada parecía más peligrosa que el ataque si los indios la estorbaban. Así que decidieron luchar, con resultado muy adverso: nada más empezar la batalla ya habla Bernal de ochenta españoles heridos. Recordando que los originalmente embarcados eran un centenar de personas, no todos soldados, eso da idea de que estuvieron muy cerca de terminar en ese momento la expedición. Pronto descubrieron que los escuadrones de indios se multiplicaban con nuevos refuerzos y que, si bien espadas, ballestas y arcabuces los asustaban al principio, conseguían superar la sorpresa procurando asaetear a distancia a los españoles, para mantenerse alejados de sus espadas. <br />
<br />
Al grito de «Calachumi» (Halach Uinik), que los conquistadores pronto supieron traducir como «¡al jefe!», los indios se ensañaron especialmente con Hernández de Córdoba, que llegó a recibir diez flechazos. También aprendieron los españoles el empeño de sus oponentes por capturar personas vivas: dos fueron hechas prisioneras y seguramente sacrificadas después; de una sabemos que se llamaba Alonso Boto, y de la otra Bernal solo es capaz de recordarla como “un portugués viejo”. <br />
<br />
Llegó un momento en que solo quedaba un soldado ileso, el capitán debía estar prácticamente inconsciente, y la agresividad de los indios se multiplicaba. Decidieron entonces como último recurso romper el cerco de los indios en dirección a los bateles, y volver a abordarlos —sin poder ocuparse de sus pipas de agua— para ganar los barcos. Afortunadamente para ellos, los indios no se habían preocupado de retirar o inutilizar las barcas, como habrían podido hacer. <br />
<br />
Se ensañaron, en cambio, en el ataque con flechas, piedras y lanzas a los bateles en fuga, que se desequilibraron por el peso y movimiento, y acabaron dando al través o volcando. Los supervivientes de Hernández tuvieron que desplazarse asidos a las bordas de las lanchas, medio nadando, pero al final fueron recogidos por el barco de menor calado, y puestos a salvo. <br />
<br />
Los supervivientes, al pasar lista, tuvieron que lamentar la falta de cincuenta compañeros, incluyendo los dos que se llevaron vivos. El resto estaban muy malheridos, con excepción de un soldado llamado Berrio, que resultó sorprendentemente ileso. Cinco murieron en los días siguientes, siendo arrojados al mar sus cadáveres. Los españoles llamaron al sitio «costa de la mala pelea», y así figuró en los mapas durante algún tiempo. <br />
EL RETORNO A TRAVÉS DE FLORIDA<br />
Los expedicionarios habían vuelto a las naves sin el agua dulce que obligó al desembarco. Además, veían mermada su tripulación en más de cincuenta hombres, muchos de ellos marineros, lo que unido a la gran cantidad de heridos graves les impedía maniobrar los tres barcos. Se deshicieron del de menor calado quemándolo en alta mar, después de haber repartido en los otros dos sus velas, anclas y cables. <br />
<br />
La sed comenzó a ser intolerable. Bernal habla de que se les agrietaban lenguas y gargantas, y de soldados que fallecieron porque la desesperación los llevó a ingerir agua de mar. Otro desembarco de quince hombres, en un lugar al que llamaron «Estero de los lagartos» solo obtuvo agua salobre, que aumentó la desesperación de los tripulantes. <br />
<br />
Los pilotos Alaminos, Camacho y Álvarez decidieron, a iniciativa de Alaminos, navegar a Florida en lugar de hacerlo directamente a Cuba. El piloto mayor Alaminos recordaba su exploración de La Florida con Juan Ponce de León, y creía saber que esa era la ruta más segura, aunque nada más llegar a Florida advirtió a sus compañeros de la belicosidad de los indios locales. Efectivamente, las veinte personas —entre ellas Bernal y el piloto Alaminos— que desembarcaron en busca de agua fueron atacadas por nativos, aunque esta vez lograron sobreponerse a ellos, no sin que Bernal recibiera su tercera herida del viaje, y Alaminos un flechazo en la garganta. <br />
<br />
Desapareció también uno de los vigías que se habían puesto en torno a la tropa, Berrio, precisamente el único soldado que había resultado ileso en Champotón. Pero pudieron regresar al barco, y por fin llevaban agua dulce que alivió el sufrimiento de los que habían permanecido en él, aunque uno de ellos, siempre según Bernal, bebió tanta que se hinchó y murió a los pocos días. Ya con agua, se dirigieron a La Habana con los dos navíos restantes, pudieron desembarcar en el puerto de Carenas (La Habana), dando por terminado el viaje. <br />
<br />
En algún momento entre 1517 y 1518, los españoles dejaron abandonada en la isla de Términos (actualmente isla del Carmen) a una perra de caza, la lebrela de Términos, que luego recuperaría la expedición de Cortés. Bernal Díaz del Castillo refiere que fue Grijalva el que perdió la perra, pero Cortés atribuye el anecdótico suceso a Hernández. Si fuera así, como supone el moderno biógrafo de Cortés Juan Miralles, debería revisarse la ruta de vuelta de su expedición, que no iría de Champotón a Florida directamente, sino recalando en la isla del Carmen, algo más al sur. <br />
LA EXPEDICIÓN DE JUAN DE GRIJALVA<br />
El descubrimiento de «El Gran Cairo», en marzo de 1517, fue sin duda un momento crucial en la consideración de las Indias por los españoles: hasta entonces, nada se había asemejado a las historias de Marco Polo, o a las promesas de Colón, que adivinaba Catay —y hasta el Jardín del paraíso— tras cada cabo y en cada río. <br />
<br />
Lejos estaban todavía los encuentros con las culturas azteca e inca, y «El Gran Cairo» era lo más parecido a ese sueño que los conquistadores habían contemplado hasta entonces. De hecho, cuando llegaron noticias a Cuba, los españoles reavivaron su imaginación, creando otra vez fantasías sobre el origen de los pueblos descubiertos, que remitían a «los gentiles» o a «los judíos desterrados de Jerusalén por Tito y Vespasiano». <br />
<br />
De la importancia que se dio a las noticias, objetos y personas que Hernández llevó a Cuba, da idea la rapidez con la que se preparó la siguiente expedición que Diego Velázquez encargó a Juan de Grijalva, pariente suyo y persona de su confianza. Las noticias de que en esa «isla» de Yucatán había oro, confirmadas además con entusiasmo por Julianillo, cebaron el proceso que concluiría con la Conquista de México por la tercera flota enviada: la de Hernán Cortés. <br />
<br />
Bernal Díaz del Castillo, en su «Historia Verdadera…», al principio del capítulo segundo dice: “En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte”. La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos creen que pudo salir de Santiago. <br />
<br />
En 1518 Juan de Grijalva explora con más detención la península del Yucatán encontrando oro, joyas, e información de México y enviados de Moctezuma. Grijalva había nacido en Cuéllar, España, en 1490 y muere en Olancho, América Central, en 1527. Se trasladó en su juventud a Cuba, donde contó con el apoyo político de su tío, Pánfilo de Narváez, y de su paisano, el gobernador Diego Velázquez de Cuéllar. Intervino en el proceso de conquista y colonización de la isla desde 1511. <br />
<br />
Según la crónica de Herrera, cuando Velázquez partió para celebrar su boda le dejó a cargo de la colonia de Santiago de Cuba, donde residían fray Bartolomé de Las Casas y cincuenta españoles. En 1514 participó en la fundación de la villa Trinidad, en la que permaneció en calidad de poblador y encomendero hasta que Diego Velázquez le puso al frente de la expedición que tenía la misión de completar las exploraciones del Golfo de México que había realizado Francisco Hernández de Córdoba. <br />
<br />
Entre los integrantes de la expedición, que partió en abril de 1518, figuraron Pedro de Alvarado, Francisco de Montejo, Alonso Dávila y un futuro historiador de la conquista de México: Bernal Díaz del Castillo. Los cuatro navíos que componían la expedición recalaron el 3 de mayo en la isla de Cozumel, a la que Grijalva dio el nombre de Santa Cruz. Posteriormente recorrieron la costa este del Yucatán y entraron en contacto con distintas poblaciones de origen maya. Hallaron las bocas de los ríos Usumacinta, Tabasco, Coatzacoalcos y Papaloapan, y establecieron relaciones con los indígenas que poblaban sus márgenes. <br />
<br />
Más tarde alcanzaron la desembocadura de otro río, denominado Banderas por Grijalva, donde tuvieron la primera noticia de la existencia del imperio azteca, al recibir a una embajada enviada por Moctezuma II. El 19 de junio los españoles desembarcaron en las cercanías de la actual Veracruz, en la bahía de San Juan de Ulúa, y tomaron posesión de aquel puerto, al que dieron el nombre de Santa María de las Nieves. Pese a la insistencia de algunos de sus capitanes, Grijalva no se atrevió a fundar una colonia. <br />
<br />
Después de enviar a Pedro de Alvarado a Cuba en busca de refuerzos, Juan de Grijalva continuó su exploración costera, pero, al verse acosado por nativos hostiles en las cercanías de la desembocadura del río Canoas, siguió el consejo del piloto Antón de Alaminos y, el 21 de septiembre determinó regresar, ante la oposición, entre otros, de Francisco de Montejo y Alonso Dávila. Tras regresar a Cuba, fue destituido por el gobernador Diego Velázquez.<br />
<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
==BIBLIOGRAFÍA==<br />
<br />
D. E. CHIPMAN, Nuño de Guzmán and the Province of Pánuco in New Spain: 1518-1533, Glendale, California, <br />
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Arthur H. Clark Company, 1967; D. E. CHIPMAN, Texas en la época colonial, Madrid, MAPFRE, 1992; <br />
<br />
CHIPMAN, DONALD E. (1992), Spanish Texas, 1519-1821, Austin, TX: University of Texas Press, ISBN 0-292-77659-4; <br />
<br />
DÍAZ DEL CASTILLO BERNAL, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Madrid, Historia 16, 1985; <br />
<br />
R. S. WEDDLE, Spanish Sea: The Gulf of Mexico in North American Discovery 1500-1685, Collage Station, Texas A&M University Press, 1985<br />
<br />
<br />
M.ª L. RODRÍGUEZ SALA, I. GÓMEZ GIL Y M.ª E. CUÉ, Navegantes, exploradores y misioneros en el septentrión novohispano en el siglo XVI, México, Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, UNAM, 1993; <br />
<br />
H. E. BOLTON, The Spanish Borderlands: A chronicle of Old Florida and the Southwest, Alburquerque, University of New Mexico Press, 1996. <br />
<br />
WEBER, DAVID J. (1992), The Spanish Frontier in North America, Yale Western Americana Series, New Haven, CT: Yale University Press, ISBN 0-300-05198-0. <br />
<br />
ROBERT S. WEDDLE: Alonso Alvarez de Pineda from the Handbook of Texas Online.<br />
<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ'''</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=GOLFO_DE_M%C3%89XICO._Exploraci%C3%B3n_de_sus_costas_(1513-1535)&diff=3705830
GOLFO DE MÉXICO. Exploración de sus costas (1513-1535)
2023-08-27T02:01:56Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==BAHAMAS y FLORIDA==<br />
<br />
En 1513 Juan Ponce de León<ref>Juan Ponce de León y Figueroa (Santervás de Campos, Valladolid. 8 de abril de 1460-La Habana, julio de 1521). Sus restos reposan en la catedral de San Juan Bautista de Puerto Rico.</ref>descubre las Bahamas y la península de la Florida. El Adelantado<ref>«Adelantado» fue uno de los títulos que los reyes de España concedían a algunos pioneros conquistadores como reconocimiento de sus gestas, señalándolos como los primeros en haber cumplido una determinada gesta de conquista en una región del Continente.</ref>Ponce de León fue explorador y conquistador español, primer gobernante de Puerto Rico y descubridor de la Florida, territorio al que llega el día de Pascua (Pascua Florida) y da tal nombre de memoria cristiana a las tierras descubiertas. (El territorio de Florida pasará en 1817 al actual Estados Unidos, vendida por España en 1821). <br />
<br />
En 1519 Alonso Álvarez de Pineda<ref>Alonso Álvarez de Pineda, Aldeacentenera (Cáceres-Extremadura), 1494 – Pánuco (México), c. 1520. Explorador y cartógrafo.</ref>descubre la desembocadura del río Mississippi. Por encargo de Francisco de Garay, gobernador de Jamaica, capitaneó un viaje de exploración a las costas del golfo de México. La expedición partió de Jamaica a finales de marzo de 1519. Su misión era explorar y cartografiar la zona comprendida entre el sur del golfo y los territorios de La Florida, descubiertos seis años antes por Juan Ponce de León, y averiguar si se hallaba allí un paso que comunicara el océano Atlántico con el Pacífico, el tan buscado estrecho de Anián.<ref>En el siglo XVI, exploradores y navegantes se lanzaron en busca de un paso que comunicara Asia y américa. Hacia fines de ese siglo fue evidente la inexistencia de tal “esrecho”</ref> <br />
<br />
Álvarez de Pineda costeó La Florida y entró en la bahía de Corpus Christi (en el actual estado de Texas). Tomó posesión de ella en nombre de la Corona de España y fundó allí una ciudad. Llegó hasta el río Bravo, al que llamó río de las Palmas, y el 2 de junio de 1519 avistó la desembocadura del río Mississippi, al que puso el nombre de río del Espíritu Santo por la festividad del día. Después, puso rumbo al Sur, hasta llegar a Veracruz (México) en agosto de 1519. <br />
<br />
Allí se encontraba la expedición que, al frente de Hernán Cortés, se disponía a marchar a la conquista del imperio azteca. Pineda llevaba instrucciones del gobernador de Jamaica para interceptar la expedición de Cortés en Veracruz. Así, en cuanto los hombres de Garay desembarcaron, los soldados de Cortés cayeron sobre ellos capturando a la mayoría. Pineda consiguió escapar navegando por el golfo de México hacia el Norte durante cuarenta días hasta alcanzar la desembocadura del río Grande y desde allí puso rumbo a Jamaica. <br />
<br />
El resultado de su viaje fue el reconocimiento detallado de las costas del golfo de México en más de ochocientas millas, desde Florida hasta Veracruz, y el trazado de cartas geográficas de toda la zona explorada, a la que puso el nombre de Amichel. Al mismo tiempo, demostró que La Florida no era una isla, como se creía desde que así lo afirmara Ponce de León al descubrirla. Es pues, el primer explorador y cartógrafo del golfo de México, así como el primer explorador de Texas. <br />
<br />
Basándose en el reconocimiento efectuado por Pineda, en junio de 1521 el gobernador Francisco de Garay obtuvo la aprobación de la Corona de España para colonizar esta área en calidad de «adelantado». Poco después de regresar a Jamaica, partió de nuevo hacia México y viajó a la región de Pánuco para establecer allí una colonia, cerca de la futura ciudad de Tampico. La opinión más comúnmente admitida es que murió en Pánuco en 1520. <br />
<br />
En enero de dicho año, Diego de Camargo comandaba un barco encargado de transportar provisiones desde Jamaica hasta la colonia. Al llegar, la encontró asediada por los indios huastecas. Excepto sesenta personas que Camargo pudo evacuar, todos los pobladores y soldados habían muerto; entre ellos se cree que estaba Alonso Álvarez de Pineda. <br />
<br />
==YUCATÁN==<br />
<br />
En 1517 Francisco Hernández de Córdoba<ref>Francisco Hernández de Córdoba (Córdoba, España, c. 1467-Sancti Spíritus, Cuba, 1517) [ no confundir con su homónimo, fundador de Granada y León, Nicaragua] fue un conquistador español, que ha pasado a la historia por la accidentada expedición que dirigió entre febrero y mayo de 1517, durante la cual tomó posesión «oficial» para el Imperio español de la Península de Yucatán, tras la llegada de los primeros españoles a la Península formalmente documentada. Se le considera también «descubridor de México»</ref>descubre y explora la península del Yucatán encontrando a la etnia de los indios mayas, quienes habían alcanzado una cultura mucho más avanzada que los del Caribe. Su historia merece una más específica explicación. Francisco Hernández de Córdoba era un rico encomendero de Cuba. Fue nombrado por el Gobernador de la isla, Diego Velázquez de Cuéllar, jefe de la expedición que debía explorar los mares al occidente de Cuba y sus posibles islas o costas continentales. <br />
<br />
Partió de Cuba en febrero de 1517, y halló la costa de la península de Yucatán, por lo que muchos lo consideran como el descubridor de lo que hoy es México. Saliendo del puerto de Ajaruco, en la banda norte de la provincia de La Habana, según Díaz del Castillo, o de Santiago según algunos autores modernos;<ref>Cf. Bernal Díaz del Castillo, Historia Verdadera…, capítulo 2: «En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte». La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos, creen que pudo salir de Santiago. [Citaciones en Wikipedia].</ref>la flota fue sorprendida por una tormenta que la llevó a tierra. Observaron cómo se acercaban los pobladores del lugar, con cara alegre y muestras de paz. Cuando los españoles preguntaron con señas por el nombre del lugar, los mayas respondieron «in ca wotoch», que quiere decir «esta es mi casa». Por esta causa le pusieron a esa tierra Punta de Catoche, hoy Cabo Catoche.<ref>Luis., Conde-Salazar Infiesta,; Manuel., Lucena Giraldo, (2009), Atlas de los exploradores españoles, GeoPlaneta, ISBN 9788408086833, OCLC 556943554. [Citaciones en Wikipedia]</ref><br />
<br />
Fue un encuentro muy importante en cuanto por los españoles tuvieron por primera vez constancia de la presencia en América de culturas avanzadas (los mayas), con casas «de cal y canto» y organización social de complejidad más próxima a la del Viejo Mundo, y se tuvo también esperanza de existencia de oro. <br />
<br />
Halló muchos poblados habitados y entabló en ellos contactos puntuales, pero generalmente hostiles, al punto que resultó para los españoles muy difícil el acopio de agua, por los ataques de que eran objeto. En uno de ellos, en el lugar que los mayas llamaban Chakán Putum (Champotón), el ataque fue mucho más fiero de lo normal y causó muchos muertos a los expedicionarios, siendo casi todos, incluido Hernández de Córdoba, heridos por arma arrojadiza: flechas y azagayas. El piloto Antón de Alaminos decidió levar anclas y dirigir sus barcos a Florida, lugar que conocía por haber participado en la expedición de Juan Ponce de León en 1512. <br />
<br />
Allí recalaron lo justo para recoger víveres y agua y regresar a Cuba. Pero Hernández no vivió la continuidad de su obra: murió en aquel mismo año de 1517, apenas dos semanas después de regresar de su desgraciada expedición, como resultado de las heridas y la sed sufridas durante el viaje, y decepcionado al saber que Diego Velázquez había preferido a Juan de Grijalva como capitán de la siguiente expedición a Yucatán. <br />
<br />
Las noticias de la expedición alentaron a Velázquez, que supuso la presencia de oro en poblaciones como las descubiertas y organizó otras dos expediciones, al mando primero de Juan de Grijalva, en 1518, y luego de Hernán Cortés, en 1519, que finalmente terminó por conquistar México y luego explorar desde el Golfo de California hasta las Hibueras. <br />
<br />
De la biografía de Hernández de Córdoba solo se sabe que residía en Cuba en 1517, por lo que seguramente habría participado en su conquista, y que era un hacendado rico que tenía un poblado de indios, así como amistades con suficiente capacidad económica como para ayudar a financiar la expedición que encabezó. Bernal Díaz del Castillo es el cronista que más detalles aporta sobre el viaje de Hernández de Córdoba, y también el único que fue testigo presencial de todo el proceso, pues participó en las expediciones posteriores de Juan de Grijalva y de Hernán Cortés. <br />
<br />
Además, Bernal declara en su crónica haber sido él mismo promotor del proyecto, junto con otro centenar de españoles que decían necesitar ''“ocupar sus personas”'', porque hacía tres años que habían llegado a Cuba, desde la Castilla del Oro de Pedrarias Dávila, y se quejaban de que ”no habían hecho cosa alguna que de contar fuera”. <br />
<br />
Polémica por los motivos de la expedición de Hernández de Córdoba<br />
<br />
Bernal cuenta primero que tanto él como otros ciento diez españoles, que vivían en Castilla del Oro, decidieron pedir permiso a Pedro Arias Dávila para trasladarse a Cuba, que Pedrarias concedió de buen grado, porque en Tierra Firme ”no había nada que conquistar, que todo estaba en paz, que el Vasco Núñez de Balboa, su yerno del Pedrarias, lo había conquistado". Esos españoles de Castilla del Oro se presentaron en Cuba a Diego Velázquez, el gobernador (y familiar de Bernal Díaz del Castillo), quien les prometió que “nos daría indios, en vacando”. <br />
<br />
Inmediatamente después de esta alusión a la promesa de indios, Bernal dice que ”Y como se habían pasado ya tres años [...] y no habíamos hecho cosa alguna que de contar fuera”, los ciento diez españoles procedentes del Darién ”y los que en la isla de Cuba no tenían indios” —otra vez la alusión a la falta de indios— decidieron concertarse con ”un hidalgo que se decía Francisco Hernández de Córdoba [...] y era hombre rico y tenía pueblo de indios en aquella isla [Cuba]”, para que aceptara ser su capitán para "ir a nuestra ventura a descubrir nuevas tierras y en ellas emplear nuestras personas”. <br />
<br />
Se aprecia que Bernal Díaz del Castillo no intenta ocultar que los tan repetidos indios algo tenían que ver con el proyecto, aunque autores como Madariaga prefieran concluir que el objetivo era el mucho más noble de “descubrir, ocupar nuestras personas y hacer cosas dignas de ser contadas.” El cronista niega inmediatamente que se admitiera la pretensión de Velázquez de capturar indios: “le respondimos que lo que decía no lo manda Dios ni el rey, que hiciésemos a los libres esclavos”. <br />
<br />
Si aceptamos el juicio de Bernal, el gobernador admitió deportivamente la negativa, y aun así, proporcionó el barco. Para valorar la forma vaga y acaso contradictoria en que Bernal trata el asunto del secuestro de indios como posible objetivo del viaje, debe tenerse en cuenta que escribió su historia de la conquista unos cincuenta años después de ocurridos los hechos, y que al menos en parte su objetivo era que se reconocieran sus servicios a la Corona. <br />
<br />
La mayoría de sus contemporáneos, que además escribieron antes, son más tajantes: en la carta enviada a la reina doña Juana y al rey Carlos I por la justicia y regimiento de la Rica Villa de la Vera Cruz, los capitanes de Cortés narran el origen de la expedición de Hernández diciendo: ”como es costumbre en estas islas que en nombre de vuestras majestades están pobladas de españoles de ir por indios a las islas que no están pobladas de españoles, para se servir dellos, enviaron los susodichos [Francisco Fernández de Córdoba, y sus socios Lope Ochoa de Caicedo y Cristóbal Morante] dos navíos y un bergantín para que de las dichas islas trujesen indios a la dicha isla Fernandina, y creemos [...] que el dicho Diego Velázquez [...] tenía la cuarta parte de la dicha armada”. <br />
<br />
La presencia de Antón de Alaminos en la expedición es uno de los argumentos en contra de la hipótesis del objetivo exclusivamente esclavista. Este prestigioso piloto, veterano de los viajes del Almirante, parece un recurso excesivo para una expedición esclavista a los islotes de Guanajes. Hay otro miembro de la expedición cuya presencia se aviene todavía menos con esa hipótesis: el «veedor» Bernardino Íñiguez. <br />
<br />
Este cargo público tenía funciones que hoy llamaríamos fiscales y administrativas (hoy se llamaría «supervisor»). Se encargaba de contar los tesoros rescatados en las expediciones, en metales y piedras preciosas, para dar fe de la correcta separación del «quinto real» (se destinaba a la corona española un 20% de lo obtenido en las conquistas; norma fiscal con origen en la Reconquista) y de otros requisitos legales como leer a los indios, antes de atacarlos, el «Requerimiento». Si la expedición iba a Guanajes a por indios, no hacía falta, e incluso era inconveniente, llevar Veedor. <br />
<br />
Los anteriores datos son difíciles de conciliar entre sí y resultan compatibles con varias hipótesis. Bajo la primera, Hernández de Córdoba habría descubierto Yucatán por accidente, al verse desviada su expedición por una tormenta, inicialmente destinada a un viaje más corto; entre tanto, las menciones de Alaminos y del Veedor serían meros «adornos» destinados a legitimar el intento. En segundo lugar, puede suponerse que tras unos malos propósitos de Diego Velázquez, rápidamente reprimidos y afeados por los demás españoles, que además se conformaban con seguir sin indios en Cuba, el viaje se planeó principalmente como de descubrimiento y conquista, y por eso se llevaba Veedor además de tan buen piloto. Por supuesto, puede también creerse, con Las Casas, que el proyecto pretendía conseguir los dos objetivos. <br />
<br />
Años más tarde, Francisco Cervantes de Salazar, en su «Crónica de la Nueva España» atribuyó a Hernández de Córdoba los siguientes hechos y frases: “Desta manera salió Francisco Hernández del puerto de Santiago de Cuba, el cual, estando ya en alta mar, declarando su pensamiento, que era otro del que parescía, dixo al piloto: «No voy yo a buscar lucayos (lucayos son indios de rescate), sino en demanda de alguna buena isla, para poblarla y ser Gobernador della; porque si la descubrimos, soy cierto que ansí por mis servicios como por el favor que tengo en Corte con mis deudos, que el Rey me hará merced de la gobernación della; por eso, buscadla con cuidado, que yo os lo gratificaré muy bien y os haré en todo ventajas entre todos los demás de nuestra compañía.»”.<ref>Cervantes de Salazar, Francisco (1554) Crónica de Nueva España libro II cap. I "De la primera noticia que tuvieron los españoles de la Costa de la Nueva España".</ref><br />
<br />
==CATOCHE, YUCATÁN Y CHAMPOTÓN==<br />
<br />
Batalla de Catoche<br />
<br />
Al día siguiente del arribo de la expedición a un lugar de la costa que los mayas llamaban Ekab, los naturales se acercaron a los navíos invitando a los españoles a ir a tierra firme diciéndoles «conéx cotóch» «conex cotóch» (venid a nuestras casas); por eso los españoles se referirána ese lugar como «punta catoche». Decidieron aceptar la invitación, pero contemplaron bastante alarmados cómo la costa se llenaba de nativos, presintiendo que el desembarco podía ser peligroso. <br />
<br />
No obstante, bajaron a tierra como lo solicitaba su hasta ese momento su amable anfitrión, el cacique de ese lugar, aunque por precaución usaron sus propios bateles en lugar de aceptar ser llevados por los indios en canoas, y por supuesto salieron armados, procurando sobre todo llevar ballestas y escopetas ("quince ballestas y diez escopetas", según la increíble memoria de Bernal Díaz del Castillo). <br />
<br />
Los temores de los españoles se confirmaron inmediatamente. El cacique les tenía preparada una emboscada en cuanto pisaran tierra. Multitud de indios los atacaron, armados con lanzas, rodelas, hondas (hondas dice Bernal; Diego de Landa niega que los indios de Yucatán conocieran la honda; sostiene que lanzaban las piedras con la mano derecha, utilizando la izquierda para apuntar; pero la honda era conocida en otros puntos de Mesoamérica, y el testimonio de los que recibían las pedradas merece sin duda más crédito), flechas lanzadas con arco, y armaduras de algodón. Solo la sorpresa producida en los indios por las cortantes espadas de acero, las ballestas y las armas de fuego pudo ponerlos en fuga, consiguiendo los españoles volver a embarcar, no sin sufrir los primeros heridos de la expedición. <br />
<br />
Durante esta batalla de Catoche ocurrieron dos hechos que tendrían gran influencia futura: uno fue el haber hecho prisioneros a dos indios, a los que llevados a Cuba y una vez evangelizados y bautizados se les llamó Julián y Melchor, o más frecuentemente «Julianillo y Melchorejo». Habrían de ser los primeros intérpretes de los españoles en tierra maya, en la siguiente expedición que comandó Juan de Grijalva en 1518. <br />
<br />
Otro fue la curiosidad y valor del clérigo González, capellán del grupo, que, habiendo saltado a tierra con los soldados, se entretuvo en explorar una pirámide y unos adoratorios. El clérigo González vio por primera vez los ídolos mayas, y recogió piezas "de medio oro, y lo más cobre", que de todos modos serían suficientes para excitar la codicia de los españoles de Cuba, al regreso de la expedición. Al menos dos soldados murieron como resultado de las heridas de esa batalla.<br />
<br />
Exploración de la «isla» de Yucatán <br />
<br />
De vuelta en los navíos, Antón de Alaminos impuso una navegación lenta y vigilante, moviéndose solo de día, porque estaba empeñado en considerar a Yucatán como una isla. Además, empezó la mayor penalidad de los viajeros, la falta de agua de boca a bordo. Los depósitos de agua, pipas y vasijas, no eran de la calidad requerida para largas travesías; perdían agua y no la conservaban bien, exigiendo frecuentes desembarcos para renovar el imprescindible líquido. <br />
<br />
Cuando fueron a tierra para llenar las pipas, cerca de un pueblo al que llamaron Lázaro (En lengua de indios se llama Campeche, nos aclara Bernal), los indios se les acercaron una vez más con apariencia pacífica, y les repitieron una palabra que debería haberles resultado enigmática: «Castilian». Luego se atribuyó la palabra a la presencia en las proximidades de Jerónimo de Aguilar y de Gonzalo Guerrero, los «náufragos de Nicuesa».<ref>En 1511 un navío dirigido por Diego Nicuesa partió de Cuba hacia Santo Domingo en la isla La Española, pero un huracán hizo naufragar a la nave. 20 marineros lograron sobrevivir en un batel y fueron arrojados a las costas de Yucatán. 18 de ellos fueron muertos por los indígenas y 2 sobrevivieron: Jerónimo de Aguilar que fue rescatado hasta 1519 por Hernán Cortés, y Gonzalo Guerrero que se unió a una mujer maya y se negó a ser rescatado, dando inicio al mestizaje mexicano.</ref><br />
<br />
Los españoles encontraron un pozo «de cal y canto» utilizado por los indios para abastecerse de agua dulce, y pudieron llenar sus pipas y vasijas. Los indios, otra vez con aspecto y maneras amigables, los llevaron a su poblado, donde una vez más pudieron ver construcciones sólidas y muchos ídolos (Bernal alude a los «bultos de serpientes» en las paredes, tan característicos de Mesoamérica). Conocieron además a los primeros sacerdotes, con su túnica blanca y su larga cabellera impregnada de sangre humana. <br />
<br />
Estos sacerdotes les hicieron ver que las muestras de amistad no continuarían: convocaron a gran cantidad de guerreros y mandaron quemar unos carrizos secos, indicando a los españoles que si no se marchaban antes de que se extinguiera el fuego, los atacarían. Los hombres de Hernández decidieron retirarse a los barcos, con sus pipas y aljibes de agua, y consiguieron hacerlo antes de que los indios los atacaran, saliendo bien librados del descubrimiento de Campeche. <br />
Chakán Putum (Champotón) y la «mala pelea»<br />
Pudieron navegar unos seis días de buen tiempo y otros cuatro de temporal, que a punto estuvo de hacerlos naufragar. Pasado ese tiempo, el agua dulce se les volvió a agotar por culpa del mal estado de los depósitos. Estando ya en situación extrema, se detuvieron a recoger agua en un lugar que Bernal a veces llama Chakán Putum y a veces por su nombre actual de Champotón, donde discurre el río del mismo nombre. En cuanto habían henchido las pipas, se vieron rodeados de muchos escuadrones de indios. Pasaron la noche en tierra, con grandes precauciones y guardados por «velas y escuchas». <br />
<br />
Esta vez los españoles decidieron que no debían escapar, como en Cabo Catoche: necesitaban agua, y la retirada parecía más peligrosa que el ataque si los indios la estorbaban. Así que decidieron luchar, con resultado muy adverso: nada más empezar la batalla ya habla Bernal de ochenta españoles heridos. Recordando que los originalmente embarcados eran un centenar de personas, no todos soldados, eso da idea de que estuvieron muy cerca de terminar en ese momento la expedición. Pronto descubrieron que los escuadrones de indios se multiplicaban con nuevos refuerzos y que, si bien espadas, ballestas y arcabuces los asustaban al principio, conseguían superar la sorpresa procurando asaetear a distancia a los españoles, para mantenerse alejados de sus espadas. <br />
<br />
Al grito de «Calachumi» (Halach Uinik), que los conquistadores pronto supieron traducir como «¡al jefe!», los indios se ensañaron especialmente con Hernández de Córdoba, que llegó a recibir diez flechazos. También aprendieron los españoles el empeño de sus oponentes por capturar personas vivas: dos fueron hechas prisioneras y seguramente sacrificadas después; de una sabemos que se llamaba Alonso Boto, y de la otra Bernal solo es capaz de recordarla como “un portugués viejo”. <br />
<br />
Llegó un momento en que solo quedaba un soldado ileso, el capitán debía estar prácticamente inconsciente, y la agresividad de los indios se multiplicaba. Decidieron entonces como último recurso romper el cerco de los indios en dirección a los bateles, y volver a abordarlos —sin poder ocuparse de sus pipas de agua— para ganar los barcos. Afortunadamente para ellos, los indios no se habían preocupado de retirar o inutilizar las barcas, como habrían podido hacer. <br />
<br />
Se ensañaron, en cambio, en el ataque con flechas, piedras y lanzas a los bateles en fuga, que se desequilibraron por el peso y movimiento, y acabaron dando al través o volcando. Los supervivientes de Hernández tuvieron que desplazarse asidos a las bordas de las lanchas, medio nadando, pero al final fueron recogidos por el barco de menor calado, y puestos a salvo. <br />
<br />
Los supervivientes, al pasar lista, tuvieron que lamentar la falta de cincuenta compañeros, incluyendo los dos que se llevaron vivos. El resto estaban muy malheridos, con excepción de un soldado llamado Berrio, que resultó sorprendentemente ileso. Cinco murieron en los días siguientes, siendo arrojados al mar sus cadáveres. Los españoles llamaron al sitio «costa de la mala pelea», y así figuró en los mapas durante algún tiempo. <br />
EL RETORNO A TRAVÉS DE FLORIDA<br />
Los expedicionarios habían vuelto a las naves sin el agua dulce que obligó al desembarco. Además, veían mermada su tripulación en más de cincuenta hombres, muchos de ellos marineros, lo que unido a la gran cantidad de heridos graves les impedía maniobrar los tres barcos. Se deshicieron del de menor calado quemándolo en alta mar, después de haber repartido en los otros dos sus velas, anclas y cables. <br />
<br />
La sed comenzó a ser intolerable. Bernal habla de que se les agrietaban lenguas y gargantas, y de soldados que fallecieron porque la desesperación los llevó a ingerir agua de mar. Otro desembarco de quince hombres, en un lugar al que llamaron «Estero de los lagartos» solo obtuvo agua salobre, que aumentó la desesperación de los tripulantes. <br />
<br />
Los pilotos Alaminos, Camacho y Álvarez decidieron, a iniciativa de Alaminos, navegar a Florida en lugar de hacerlo directamente a Cuba. El piloto mayor Alaminos recordaba su exploración de La Florida con Juan Ponce de León, y creía saber que esa era la ruta más segura, aunque nada más llegar a Florida advirtió a sus compañeros de la belicosidad de los indios locales. Efectivamente, las veinte personas —entre ellas Bernal y el piloto Alaminos— que desembarcaron en busca de agua fueron atacadas por nativos, aunque esta vez lograron sobreponerse a ellos, no sin que Bernal recibiera su tercera herida del viaje, y Alaminos un flechazo en la garganta. <br />
<br />
Desapareció también uno de los vigías que se habían puesto en torno a la tropa, Berrio, precisamente el único soldado que había resultado ileso en Champotón. Pero pudieron regresar al barco, y por fin llevaban agua dulce que alivió el sufrimiento de los que habían permanecido en él, aunque uno de ellos, siempre según Bernal, bebió tanta que se hinchó y murió a los pocos días. Ya con agua, se dirigieron a La Habana con los dos navíos restantes, pudieron desembarcar en el puerto de Carenas (La Habana), dando por terminado el viaje. <br />
<br />
En algún momento entre 1517 y 1518, los españoles dejaron abandonada en la isla de Términos (actualmente isla del Carmen) a una perra de caza, la lebrela de Términos, que luego recuperaría la expedición de Cortés. Bernal Díaz del Castillo refiere que fue Grijalva el que perdió la perra, pero Cortés atribuye el anecdótico suceso a Hernández. Si fuera así, como supone el moderno biógrafo de Cortés Juan Miralles, debería revisarse la ruta de vuelta de su expedición, que no iría de Champotón a Florida directamente, sino recalando en la isla del Carmen, algo más al sur. <br />
LA EXPEDICIÓN DE JUAN DE GRIJALVA<br />
El descubrimiento de «El Gran Cairo», en marzo de 1517, fue sin duda un momento crucial en la consideración de las Indias por los españoles: hasta entonces, nada se había asemejado a las historias de Marco Polo, o a las promesas de Colón, que adivinaba Catay —y hasta el Jardín del paraíso— tras cada cabo y en cada río. <br />
<br />
Lejos estaban todavía los encuentros con las culturas azteca e inca, y «El Gran Cairo» era lo más parecido a ese sueño que los conquistadores habían contemplado hasta entonces. De hecho, cuando llegaron noticias a Cuba, los españoles reavivaron su imaginación, creando otra vez fantasías sobre el origen de los pueblos descubiertos, que remitían a «los gentiles» o a «los judíos desterrados de Jerusalén por Tito y Vespasiano». <br />
<br />
De la importancia que se dio a las noticias, objetos y personas que Hernández llevó a Cuba, da idea la rapidez con la que se preparó la siguiente expedición que Diego Velázquez encargó a Juan de Grijalva, pariente suyo y persona de su confianza. Las noticias de que en esa «isla» de Yucatán había oro, confirmadas además con entusiasmo por Julianillo, cebaron el proceso que concluiría con la Conquista de México por la tercera flota enviada: la de Hernán Cortés. <br />
<br />
Bernal Díaz del Castillo, en su «Historia Verdadera…», al principio del capítulo segundo dice: “En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte”. La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos creen que pudo salir de Santiago. <br />
<br />
En 1518 Juan de Grijalva explora con más detención la península del Yucatán encontrando oro, joyas, e información de México y enviados de Moctezuma. Grijalva había nacido en Cuéllar, España, en 1490 y muere en Olancho, América Central, en 1527. Se trasladó en su juventud a Cuba, donde contó con el apoyo político de su tío, Pánfilo de Narváez, y de su paisano, el gobernador Diego Velázquez de Cuéllar. Intervino en el proceso de conquista y colonización de la isla desde 1511. <br />
<br />
Según la crónica de Herrera, cuando Velázquez partió para celebrar su boda le dejó a cargo de la colonia de Santiago de Cuba, donde residían fray Bartolomé de Las Casas y cincuenta españoles. En 1514 participó en la fundación de la villa Trinidad, en la que permaneció en calidad de poblador y encomendero hasta que Diego Velázquez le puso al frente de la expedición que tenía la misión de completar las exploraciones del Golfo de México que había realizado Francisco Hernández de Córdoba. <br />
<br />
Entre los integrantes de la expedición, que partió en abril de 1518, figuraron Pedro de Alvarado, Francisco de Montejo, Alonso Dávila y un futuro historiador de la conquista de México: Bernal Díaz del Castillo. Los cuatro navíos que componían la expedición recalaron el 3 de mayo en la isla de Cozumel, a la que Grijalva dio el nombre de Santa Cruz. Posteriormente recorrieron la costa este del Yucatán y entraron en contacto con distintas poblaciones de origen maya. Hallaron las bocas de los ríos Usumacinta, Tabasco, Coatzacoalcos y Papaloapan, y establecieron relaciones con los indígenas que poblaban sus márgenes. <br />
<br />
Más tarde alcanzaron la desembocadura de otro río, denominado Banderas por Grijalva, donde tuvieron la primera noticia de la existencia del imperio azteca, al recibir a una embajada enviada por Moctezuma II. El 19 de junio los españoles desembarcaron en las cercanías de la actual Veracruz, en la bahía de San Juan de Ulúa, y tomaron posesión de aquel puerto, al que dieron el nombre de Santa María de las Nieves. Pese a la insistencia de algunos de sus capitanes, Grijalva no se atrevió a fundar una colonia. <br />
<br />
Después de enviar a Pedro de Alvarado a Cuba en busca de refuerzos, Juan de Grijalva continuó su exploración costera, pero, al verse acosado por nativos hostiles en las cercanías de la desembocadura del río Canoas, siguió el consejo del piloto Antón de Alaminos y, el 21 de septiembre determinó regresar, ante la oposición, entre otros, de Francisco de Montejo y Alonso Dávila. Tras regresar a Cuba, fue destituido por el gobernador Diego Velázquez.<br />
<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
==BIBLIOGRAFÍA==<br />
<br />
D. E. CHIPMAN, Nuño de Guzmán and the Province of Pánuco in New Spain: 1518-1533, Glendale, California, <br />
<br />
Arthur H. Clark Company, 1967; D. E. CHIPMAN, Texas en la época colonial, Madrid, MAPFRE, 1992; <br />
<br />
CHIPMAN, DONALD E. (1992), Spanish Texas, 1519-1821, Austin, TX: University of Texas Press, ISBN 0-292-77659-4; <br />
<br />
DÍAZ DEL CASTILLO BERNAL, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Madrid, Historia 16, 1985; <br />
<br />
R. S. WEDDLE, Spanish Sea: The Gulf of Mexico in North American Discovery 1500-1685, Collage Station, Texas A&M University Press, 1985<br />
<br />
<br />
M.ª L. RODRÍGUEZ SALA, I. GÓMEZ GIL Y M.ª E. CUÉ, Navegantes, exploradores y misioneros en el septentrión novohispano en el siglo XVI, México, Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, UNAM, 1993; <br />
<br />
H. E. BOLTON, The Spanish Borderlands: A chronicle of Old Florida and the Southwest, Alburquerque, University of New Mexico Press, 1996. <br />
<br />
WEBER, DAVID J. (1992), The Spanish Frontier in North America, Yale Western Americana Series, New Haven, CT: Yale University Press, ISBN 0-300-05198-0. <br />
<br />
ROBERT S. WEDDLE: Alonso Alvarez de Pineda from the Handbook of Texas Online.<br />
<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ'''</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=GOLFO_DE_M%C3%89XICO._Exploraci%C3%B3n_de_sus_costas_(1513-1535)&diff=3705829
GOLFO DE MÉXICO. Exploración de sus costas (1513-1535)
2023-08-27T01:59:49Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==BAHAMAS y FLORIDA==<br />
<br />
En 1513 Juan Ponce de León<ref>Juan Ponce de León y Figueroa (Santervás de Campos, Valladolid. 8 de abril de 1460-La Habana, julio de 1521). Sus restos reposan en la catedral de San Juan Bautista de Puerto Rico.</ref>descubre las Bahamas y la península de la Florida. El Adelantado<ref>«Adelantado» fue uno de los títulos que los reyes de España concedían a algunos pioneros conquistadores como reconocimiento de sus gestas, señalándolos como los primeros en haber cumplido una determinada gesta de conquista en una región del Continente.</ref>Ponce de León fue explorador y conquistador español, primer gobernante de Puerto Rico y descubridor de la Florida, territorio al que llega el día de Pascua (Pascua Florida) y da tal nombre de memoria cristiana a las tierras descubiertas. (El territorio de Florida pasará en 1817 al actual Estados Unidos, vendida por España en 1821). <br />
<br />
En 1519 Alonso Álvarez de Pineda<ref>Alonso Álvarez de Pineda, Aldeacentenera (Cáceres-Extremadura), 1494 – Pánuco (México), c. 1520. Explorador y cartógrafo.</ref>descubre la desembocadura del río Mississippi. Por encargo de Francisco de Garay, gobernador de Jamaica, capitaneó un viaje de exploración a las costas del golfo de México. La expedición partió de Jamaica a finales de marzo de 1519. Su misión era explorar y cartografiar la zona comprendida entre el sur del golfo y los territorios de La Florida, descubiertos seis años antes por Juan Ponce de León, y averiguar si se hallaba allí un paso que comunicara el océano Atlántico con el Pacífico, el tan buscado estrecho de Anián.<ref>En el siglo XVI, exploradores y navegantes se lanzaron en busca de un paso que comunicara Asia y américa. Hacia fines de ese siglo fue evidente la inexistencia de tal “esrecho”</ref> <br />
<br />
Álvarez de Pineda costeó La Florida y entró en la bahía de Corpus Christi (en el actual estado de Texas). Tomó posesión de ella en nombre de la Corona de España y fundó allí una ciudad. Llegó hasta el río Bravo, al que llamó río de las Palmas, y el 2 de junio de 1519 avistó la desembocadura del río Mississippi, al que puso el nombre de río del Espíritu Santo por la festividad del día. Después, puso rumbo al Sur, hasta llegar a Veracruz (México) en agosto de 1519. <br />
<br />
Allí se encontraba la expedición que, al frente de Hernán Cortés, se disponía a marchar a la conquista del imperio azteca. Pineda llevaba instrucciones del gobernador de Jamaica para interceptar la expedición de Cortés en Veracruz. Así, en cuanto los hombres de Garay desembarcaron, los soldados de Cortés cayeron sobre ellos capturando a la mayoría. Pineda consiguió escapar navegando por el golfo de México hacia el Norte durante cuarenta días hasta alcanzar la desembocadura del río Grande y desde allí puso rumbo a Jamaica. <br />
<br />
El resultado de su viaje fue el reconocimiento detallado de las costas del golfo de México en más de ochocientas millas, desde Florida hasta Veracruz, y el trazado de cartas geográficas de toda la zona explorada, a la que puso el nombre de Amichel. Al mismo tiempo, demostró que La Florida no era una isla, como se creía desde que así lo afirmara Ponce de León al descubrirla. Es pues, el primer explorador y cartógrafo del golfo de México, así como el primer explorador de Texas. <br />
<br />
Basándose en el reconocimiento efectuado por Pineda, en junio de 1521 el gobernador Francisco de Garay obtuvo la aprobación de la Corona de España para colonizar esta área en calidad de «adelantado». Poco después de regresar a Jamaica, partió de nuevo hacia México y viajó a la región de Pánuco para establecer allí una colonia, cerca de la futura ciudad de Tampico. La opinión más comúnmente admitida es que murió en Pánuco en 1520. <br />
<br />
En enero de dicho año, Diego de Camargo comandaba un barco encargado de transportar provisiones desde Jamaica hasta la colonia. Al llegar, la encontró asediada por los indios huastecas. Excepto sesenta personas que Camargo pudo evacuar, todos los pobladores y soldados habían muerto; entre ellos se cree que estaba Alonso Álvarez de Pineda. <br />
<br />
==YUCATÁN==<br />
<br />
En 1517 Francisco Hernández de Córdoba<ref>Francisco Hernández de Córdoba (Córdoba, España, c. 1467-Sancti Spíritus, Cuba, 1517) [ no confundir con su homónimo, fundador de Granada y León, Nicaragua] fue un conquistador español, que ha pasado a la historia por la accidentada expedición que dirigió entre febrero y mayo de 1517, durante la cual tomó posesión «oficial» para el Imperio español de la Península de Yucatán, tras la llegada de los primeros españoles a la Península formalmente documentada. Se le considera también «descubridor de México»</ref>descubre y explora la península del Yucatán encontrando a la etnia de los indios mayas, quienes habían alcanzado una cultura mucho más avanzada que los del Caribe. Su historia merece una más específica explicación. Francisco Hernández de Córdoba era un rico encomendero de Cuba. Fue nombrado por el Gobernador de la isla, Diego Velázquez de Cuéllar, jefe de la expedición que debía explorar los mares al occidente de Cuba y sus posibles islas o costas continentales. <br />
<br />
Partió de Cuba en febrero de 1517, y halló la costa de la península de Yucatán, por lo que muchos lo consideran como el descubridor de lo que hoy es México. Saliendo del puerto de Ajaruco, en la banda norte de la provincia de La Habana, según Díaz del Castillo, o de Santiago según algunos autores modernos;<ref>Cf. Bernal Díaz del Castillo, Historia Verdadera…, capítulo 2: «En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte». La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos, creen que pudo salir de Santiago. [Citaciones en Wikipedia].</ref>la flota fue sorprendida por una tormenta que la llevó a tierra. Observaron cómo se acercaban los pobladores del lugar, con cara alegre y muestras de paz. Cuando los españoles preguntaron con señas por el nombre del lugar, los mayas respondieron «in ca wotoch», que quiere decir «esta es mi casa». Por esta causa le pusieron a esa tierra Punta de Catoche, hoy Cabo Catoche.<ref>Luis., Conde-Salazar Infiesta,; Manuel., Lucena Giraldo, (2009), Atlas de los exploradores españoles, GeoPlaneta, ISBN 9788408086833, OCLC 556943554. [Citaciones en Wikipedia]</ref><br />
<br />
Fue un encuentro muy importante en cuanto por los españoles tuvieron por primera vez constancia de la presencia en América de culturas avanzadas (los mayas), con casas «de cal y canto» y organización social de complejidad más próxima a la del Viejo Mundo, y se tuvo también esperanza de existencia de oro. <br />
<br />
Halló muchos poblados habitados y entabló en ellos contactos puntuales, pero generalmente hostiles, al punto que resultó para los españoles muy difícil el acopio de agua, por los ataques de que eran objeto. En uno de ellos, en el lugar que los mayas llamaban Chakán Putum (Champotón), el ataque fue mucho más fiero de lo normal y causó muchos muertos a los expedicionarios, siendo casi todos, incluido Hernández de Córdoba, heridos por arma arrojadiza: flechas y azagayas. El piloto Antón de Alaminos decidió levar anclas y dirigir sus barcos a Florida, lugar que conocía por haber participado en la expedición de Juan Ponce de León en 1512. <br />
<br />
Allí recalaron lo justo para recoger víveres y agua y regresar a Cuba. Pero Hernández no vivió la continuidad de su obra: murió en aquel mismo año de 1517, apenas dos semanas después de regresar de su desgraciada expedición, como resultado de las heridas y la sed sufridas durante el viaje, y decepcionado al saber que Diego Velázquez había preferido a Juan de Grijalva como capitán de la siguiente expedición a Yucatán. <br />
<br />
Las noticias de la expedición alentaron a Velázquez, que supuso la presencia de oro en poblaciones como las descubiertas y organizó otras dos expediciones, al mando primero de Juan de Grijalva, en 1518, y luego de Hernán Cortés, en 1519, que finalmente terminó por conquistar México y luego explorar desde el Golfo de California hasta las Hibueras. <br />
<br />
De la biografía de Hernández de Córdoba solo se sabe que residía en Cuba en 1517, por lo que seguramente habría participado en su conquista, y que era un hacendado rico que tenía un poblado de indios, así como amistades con suficiente capacidad económica como para ayudar a financiar la expedición que encabezó. Bernal Díaz del Castillo es el cronista que más detalles aporta sobre el viaje de Hernández de Córdoba, y también el único que fue testigo presencial de todo el proceso, pues participó en las expediciones posteriores de Juan de Grijalva y de Hernán Cortés. <br />
<br />
Además, Bernal declara en su crónica haber sido él mismo promotor del proyecto, junto con otro centenar de españoles que decían necesitar “ocupar sus personas”, porque hacía tres años que habían llegado a Cuba, desde la Castilla del Oro de Pedrarias Dávila, y se quejaban de que ”no habían hecho cosa alguna que de contar fuera”. <br />
<br />
Polémica por los motivos de la expedición de Hernández de Córdoba<br />
<br />
Bernal cuenta primero que tanto él como otros ciento diez españoles, que vivían en Castilla del Oro, decidieron pedir permiso a Pedro Arias Dávila para trasladarse a Cuba, que Pedrarias concedió de buen grado, porque en Tierra Firme ”no había nada que conquistar, que todo estaba en paz, que el Vasco Núñez de Balboa, su yerno del Pedrarias, lo había conquistado". Esos españoles de Castilla del Oro se presentaron en Cuba a Diego Velázquez, el gobernador (y familiar de Bernal Díaz del Castillo), quien les prometió que “nos daría indios, en vacando”. <br />
<br />
Inmediatamente después de esta alusión a la promesa de indios, Bernal dice que ”Y como se habían pasado ya tres años [...] y no habíamos hecho cosa alguna que de contar fuera”, los ciento diez españoles procedentes del Darién ”y los que en la isla de Cuba no tenían indios” —otra vez la alusión a la falta de indios— decidieron concertarse con ”un hidalgo que se decía Francisco Hernández de Córdoba [...] y era hombre rico y tenía pueblo de indios en aquella isla [Cuba]”, para que aceptara ser su capitán para "ir a nuestra ventura a descubrir nuevas tierras y en ellas emplear nuestras personas”. <br />
<br />
Se aprecia que Bernal Díaz del Castillo no intenta ocultar que los tan repetidos indios algo tenían que ver con el proyecto, aunque autores como Madariaga prefieran concluir que el objetivo era el mucho más noble de “descubrir, ocupar nuestras personas y hacer cosas dignas de ser contadas.” El cronista niega inmediatamente que se admitiera la pretensión de Velázquez de capturar indios: “le respondimos que lo que decía no lo manda Dios ni el rey, que hiciésemos a los libres esclavos”. <br />
<br />
Si aceptamos el juicio de Bernal, el gobernador admitió deportivamente la negativa, y aun así, proporcionó el barco. Para valorar la forma vaga y acaso contradictoria en que Bernal trata el asunto del secuestro de indios como posible objetivo del viaje, debe tenerse en cuenta que escribió su historia de la conquista unos cincuenta años después de ocurridos los hechos, y que al menos en parte su objetivo era que se reconocieran sus servicios a la Corona. <br />
<br />
La mayoría de sus contemporáneos, que además escribieron antes, son más tajantes: en la carta enviada a la reina doña Juana y al rey Carlos I por la justicia y regimiento de la Rica Villa de la Vera Cruz, los capitanes de Cortés narran el origen de la expedición de Hernández diciendo: ”como es costumbre en estas islas que en nombre de vuestras majestades están pobladas de españoles de ir por indios a las islas que no están pobladas de españoles, para se servir dellos, enviaron los susodichos [Francisco Fernández de Córdoba, y sus socios Lope Ochoa de Caicedo y Cristóbal Morante] dos navíos y un bergantín para que de las dichas islas trujesen indios a la dicha isla Fernandina, y creemos [...] que el dicho Diego Velázquez [...] tenía la cuarta parte de la dicha armada”. <br />
<br />
La presencia de Antón de Alaminos en la expedición es uno de los argumentos en contra de la hipótesis del objetivo exclusivamente esclavista. Este prestigioso piloto, veterano de los viajes del Almirante, parece un recurso excesivo para una expedición esclavista a los islotes de Guanajes. Hay otro miembro de la expedición cuya presencia se aviene todavía menos con esa hipótesis: el «veedor» Bernardino Íñiguez. <br />
<br />
Este cargo público tenía funciones que hoy llamaríamos fiscales y administrativas (hoy se llamaría «supervisor»). Se encargaba de contar los tesoros rescatados en las expediciones, en metales y piedras preciosas, para dar fe de la correcta separación del «quinto real» (se destinaba a la corona española un 20% de lo obtenido en las conquistas; norma fiscal con origen en la Reconquista) y de otros requisitos legales como leer a los indios, antes de atacarlos, el «Requerimiento». Si la expedición iba a Guanajes a por indios, no hacía falta, e incluso era inconveniente, llevar Veedor. <br />
<br />
Los anteriores datos son difíciles de conciliar entre sí y resultan compatibles con varias hipótesis. Bajo la primera, Hernández de Córdoba habría descubierto Yucatán por accidente, al verse desviada su expedición por una tormenta, inicialmente destinada a un viaje más corto; entre tanto, las menciones de Alaminos y del Veedor serían meros «adornos» destinados a legitimar el intento. En segundo lugar, puede suponerse que tras unos malos propósitos de Diego Velázquez, rápidamente reprimidos y afeados por los demás españoles, que además se conformaban con seguir sin indios en Cuba, el viaje se planeó principalmente como de descubrimiento y conquista, y por eso se llevaba Veedor además de tan buen piloto. Por supuesto, puede también creerse, con Las Casas, que el proyecto pretendía conseguir los dos objetivos. <br />
<br />
Años más tarde, Francisco Cervantes de Salazar, en su «Crónica de la Nueva España» atribuyó a Hernández de Córdoba los siguientes hechos y frases: “Desta manera salió Francisco Hernández del puerto de Santiago de Cuba, el cual, estando ya en alta mar, declarando su pensamiento, que era otro del que parescía, dixo al piloto: «No voy yo a buscar lucayos (lucayos son indios de rescate), sino en demanda de alguna buena isla, para poblarla y ser Gobernador della; porque si la descubrimos, soy cierto que ansí por mis servicios como por el favor que tengo en Corte con mis deudos, que el Rey me hará merced de la gobernación della; por eso, buscadla con cuidado, que yo os lo gratificaré muy bien y os haré en todo ventajas entre todos los demás de nuestra compañía.»”.<ref>Cervantes de Salazar, Francisco (1554) Crónica de Nueva España libro II cap. I "De la primera noticia que tuvieron los españoles de la Costa de la Nueva España".</ref><br />
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==CATOCHE, YUCATÁN Y CHAMPOTÓN==<br />
<br />
Batalla de Catoche<br />
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Al día siguiente del arribo de la expedición a un lugar de la costa que los mayas llamaban Ekab, los naturales se acercaron a los navíos invitando a los españoles a ir a tierra firme diciéndoles «conéx cotóch» «conex cotóch» (venid a nuestras casas); por eso los españoles se referirána ese lugar como «punta catoche». Decidieron aceptar la invitación, pero contemplaron bastante alarmados cómo la costa se llenaba de nativos, presintiendo que el desembarco podía ser peligroso. <br />
<br />
No obstante, bajaron a tierra como lo solicitaba su hasta ese momento su amable anfitrión, el cacique de ese lugar, aunque por precaución usaron sus propios bateles en lugar de aceptar ser llevados por los indios en canoas, y por supuesto salieron armados, procurando sobre todo llevar ballestas y escopetas ("quince ballestas y diez escopetas", según la increíble memoria de Bernal Díaz del Castillo). <br />
<br />
Los temores de los españoles se confirmaron inmediatamente. El cacique les tenía preparada una emboscada en cuanto pisaran tierra. Multitud de indios los atacaron, armados con lanzas, rodelas, hondas (hondas dice Bernal; Diego de Landa niega que los indios de Yucatán conocieran la honda; sostiene que lanzaban las piedras con la mano derecha, utilizando la izquierda para apuntar; pero la honda era conocida en otros puntos de Mesoamérica, y el testimonio de los que recibían las pedradas merece sin duda más crédito), flechas lanzadas con arco, y armaduras de algodón. Solo la sorpresa producida en los indios por las cortantes espadas de acero, las ballestas y las armas de fuego pudo ponerlos en fuga, consiguiendo los españoles volver a embarcar, no sin sufrir los primeros heridos de la expedición. <br />
<br />
Durante esta batalla de Catoche ocurrieron dos hechos que tendrían gran influencia futura: uno fue el haber hecho prisioneros a dos indios, a los que llevados a Cuba y una vez evangelizados y bautizados se les llamó Julián y Melchor, o más frecuentemente «Julianillo y Melchorejo». Habrían de ser los primeros intérpretes de los españoles en tierra maya, en la siguiente expedición que comandó Juan de Grijalva en 1518. <br />
<br />
Otro fue la curiosidad y valor del clérigo González, capellán del grupo, que, habiendo saltado a tierra con los soldados, se entretuvo en explorar una pirámide y unos adoratorios. El clérigo González vio por primera vez los ídolos mayas, y recogió piezas "de medio oro, y lo más cobre", que de todos modos serían suficientes para excitar la codicia de los españoles de Cuba, al regreso de la expedición. Al menos dos soldados murieron como resultado de las heridas de esa batalla.<br />
<br />
Exploración de la «isla» de Yucatán <br />
<br />
De vuelta en los navíos, Antón de Alaminos impuso una navegación lenta y vigilante, moviéndose solo de día, porque estaba empeñado en considerar a Yucatán como una isla. Además, empezó la mayor penalidad de los viajeros, la falta de agua de boca a bordo. Los depósitos de agua, pipas y vasijas, no eran de la calidad requerida para largas travesías; perdían agua y no la conservaban bien, exigiendo frecuentes desembarcos para renovar el imprescindible líquido. <br />
<br />
Cuando fueron a tierra para llenar las pipas, cerca de un pueblo al que llamaron Lázaro (En lengua de indios se llama Campeche, nos aclara Bernal), los indios se les acercaron una vez más con apariencia pacífica, y les repitieron una palabra que debería haberles resultado enigmática: «Castilian». Luego se atribuyó la palabra a la presencia en las proximidades de Jerónimo de Aguilar y de Gonzalo Guerrero, los «náufragos de Nicuesa».<ref>En 1511 un navío dirigido por Diego Nicuesa partió de Cuba hacia Santo Domingo en la isla La Española, pero un huracán hizo naufragar a la nave. 20 marineros lograron sobrevivir en un batel y fueron arrojados a las costas de Yucatán. 18 de ellos fueron muertos por los indígenas y 2 sobrevivieron: Jerónimo de Aguilar que fue rescatado hasta 1519 por Hernán Cortés, y Gonzalo Guerrero que se unió a una mujer maya y se negó a ser rescatado, dando inicio al mestizaje mexicano.</ref><br />
<br />
Los españoles encontraron un pozo «de cal y canto» utilizado por los indios para abastecerse de agua dulce, y pudieron llenar sus pipas y vasijas. Los indios, otra vez con aspecto y maneras amigables, los llevaron a su poblado, donde una vez más pudieron ver construcciones sólidas y muchos ídolos (Bernal alude a los «bultos de serpientes» en las paredes, tan característicos de Mesoamérica). Conocieron además a los primeros sacerdotes, con su túnica blanca y su larga cabellera impregnada de sangre humana. <br />
<br />
Estos sacerdotes les hicieron ver que las muestras de amistad no continuarían: convocaron a gran cantidad de guerreros y mandaron quemar unos carrizos secos, indicando a los españoles que si no se marchaban antes de que se extinguiera el fuego, los atacarían. Los hombres de Hernández decidieron retirarse a los barcos, con sus pipas y aljibes de agua, y consiguieron hacerlo antes de que los indios los atacaran, saliendo bien librados del descubrimiento de Campeche. <br />
Chakán Putum (Champotón) y la «mala pelea»<br />
Pudieron navegar unos seis días de buen tiempo y otros cuatro de temporal, que a punto estuvo de hacerlos naufragar. Pasado ese tiempo, el agua dulce se les volvió a agotar por culpa del mal estado de los depósitos. Estando ya en situación extrema, se detuvieron a recoger agua en un lugar que Bernal a veces llama Chakán Putum y a veces por su nombre actual de Champotón, donde discurre el río del mismo nombre. En cuanto habían henchido las pipas, se vieron rodeados de muchos escuadrones de indios. Pasaron la noche en tierra, con grandes precauciones y guardados por «velas y escuchas». <br />
<br />
Esta vez los españoles decidieron que no debían escapar, como en Cabo Catoche: necesitaban agua, y la retirada parecía más peligrosa que el ataque si los indios la estorbaban. Así que decidieron luchar, con resultado muy adverso: nada más empezar la batalla ya habla Bernal de ochenta españoles heridos. Recordando que los originalmente embarcados eran un centenar de personas, no todos soldados, eso da idea de que estuvieron muy cerca de terminar en ese momento la expedición. Pronto descubrieron que los escuadrones de indios se multiplicaban con nuevos refuerzos y que, si bien espadas, ballestas y arcabuces los asustaban al principio, conseguían superar la sorpresa procurando asaetear a distancia a los españoles, para mantenerse alejados de sus espadas. <br />
<br />
Al grito de «Calachumi» (Halach Uinik), que los conquistadores pronto supieron traducir como «¡al jefe!», los indios se ensañaron especialmente con Hernández de Córdoba, que llegó a recibir diez flechazos. También aprendieron los españoles el empeño de sus oponentes por capturar personas vivas: dos fueron hechas prisioneras y seguramente sacrificadas después; de una sabemos que se llamaba Alonso Boto, y de la otra Bernal solo es capaz de recordarla como “un portugués viejo”. <br />
<br />
Llegó un momento en que solo quedaba un soldado ileso, el capitán debía estar prácticamente inconsciente, y la agresividad de los indios se multiplicaba. Decidieron entonces como último recurso romper el cerco de los indios en dirección a los bateles, y volver a abordarlos —sin poder ocuparse de sus pipas de agua— para ganar los barcos. Afortunadamente para ellos, los indios no se habían preocupado de retirar o inutilizar las barcas, como habrían podido hacer. <br />
<br />
Se ensañaron, en cambio, en el ataque con flechas, piedras y lanzas a los bateles en fuga, que se desequilibraron por el peso y movimiento, y acabaron dando al través o volcando. Los supervivientes de Hernández tuvieron que desplazarse asidos a las bordas de las lanchas, medio nadando, pero al final fueron recogidos por el barco de menor calado, y puestos a salvo. <br />
<br />
Los supervivientes, al pasar lista, tuvieron que lamentar la falta de cincuenta compañeros, incluyendo los dos que se llevaron vivos. El resto estaban muy malheridos, con excepción de un soldado llamado Berrio, que resultó sorprendentemente ileso. Cinco murieron en los días siguientes, siendo arrojados al mar sus cadáveres. Los españoles llamaron al sitio «costa de la mala pelea», y así figuró en los mapas durante algún tiempo. <br />
EL RETORNO A TRAVÉS DE FLORIDA<br />
Los expedicionarios habían vuelto a las naves sin el agua dulce que obligó al desembarco. Además, veían mermada su tripulación en más de cincuenta hombres, muchos de ellos marineros, lo que unido a la gran cantidad de heridos graves les impedía maniobrar los tres barcos. Se deshicieron del de menor calado quemándolo en alta mar, después de haber repartido en los otros dos sus velas, anclas y cables. <br />
<br />
La sed comenzó a ser intolerable. Bernal habla de que se les agrietaban lenguas y gargantas, y de soldados que fallecieron porque la desesperación los llevó a ingerir agua de mar. Otro desembarco de quince hombres, en un lugar al que llamaron «Estero de los lagartos» solo obtuvo agua salobre, que aumentó la desesperación de los tripulantes. <br />
<br />
Los pilotos Alaminos, Camacho y Álvarez decidieron, a iniciativa de Alaminos, navegar a Florida en lugar de hacerlo directamente a Cuba. El piloto mayor Alaminos recordaba su exploración de La Florida con Juan Ponce de León, y creía saber que esa era la ruta más segura, aunque nada más llegar a Florida advirtió a sus compañeros de la belicosidad de los indios locales. Efectivamente, las veinte personas —entre ellas Bernal y el piloto Alaminos— que desembarcaron en busca de agua fueron atacadas por nativos, aunque esta vez lograron sobreponerse a ellos, no sin que Bernal recibiera su tercera herida del viaje, y Alaminos un flechazo en la garganta. <br />
<br />
Desapareció también uno de los vigías que se habían puesto en torno a la tropa, Berrio, precisamente el único soldado que había resultado ileso en Champotón. Pero pudieron regresar al barco, y por fin llevaban agua dulce que alivió el sufrimiento de los que habían permanecido en él, aunque uno de ellos, siempre según Bernal, bebió tanta que se hinchó y murió a los pocos días. Ya con agua, se dirigieron a La Habana con los dos navíos restantes, pudieron desembarcar en el puerto de Carenas (La Habana), dando por terminado el viaje. <br />
<br />
En algún momento entre 1517 y 1518, los españoles dejaron abandonada en la isla de Términos (actualmente isla del Carmen) a una perra de caza, la lebrela de Términos, que luego recuperaría la expedición de Cortés. Bernal Díaz del Castillo refiere que fue Grijalva el que perdió la perra, pero Cortés atribuye el anecdótico suceso a Hernández. Si fuera así, como supone el moderno biógrafo de Cortés Juan Miralles, debería revisarse la ruta de vuelta de su expedición, que no iría de Champotón a Florida directamente, sino recalando en la isla del Carmen, algo más al sur. <br />
LA EXPEDICIÓN DE JUAN DE GRIJALVA<br />
El descubrimiento de «El Gran Cairo», en marzo de 1517, fue sin duda un momento crucial en la consideración de las Indias por los españoles: hasta entonces, nada se había asemejado a las historias de Marco Polo, o a las promesas de Colón, que adivinaba Catay —y hasta el Jardín del paraíso— tras cada cabo y en cada río. <br />
<br />
Lejos estaban todavía los encuentros con las culturas azteca e inca, y «El Gran Cairo» era lo más parecido a ese sueño que los conquistadores habían contemplado hasta entonces. De hecho, cuando llegaron noticias a Cuba, los españoles reavivaron su imaginación, creando otra vez fantasías sobre el origen de los pueblos descubiertos, que remitían a «los gentiles» o a «los judíos desterrados de Jerusalén por Tito y Vespasiano». <br />
<br />
De la importancia que se dio a las noticias, objetos y personas que Hernández llevó a Cuba, da idea la rapidez con la que se preparó la siguiente expedición que Diego Velázquez encargó a Juan de Grijalva, pariente suyo y persona de su confianza. Las noticias de que en esa «isla» de Yucatán había oro, confirmadas además con entusiasmo por Julianillo, cebaron el proceso que concluiría con la Conquista de México por la tercera flota enviada: la de Hernán Cortés. <br />
<br />
Bernal Díaz del Castillo, en su «Historia Verdadera…», al principio del capítulo segundo dice: “En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte”. La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos creen que pudo salir de Santiago. <br />
<br />
En 1518 Juan de Grijalva explora con más detención la península del Yucatán encontrando oro, joyas, e información de México y enviados de Moctezuma. Grijalva había nacido en Cuéllar, España, en 1490 y muere en Olancho, América Central, en 1527. Se trasladó en su juventud a Cuba, donde contó con el apoyo político de su tío, Pánfilo de Narváez, y de su paisano, el gobernador Diego Velázquez de Cuéllar. Intervino en el proceso de conquista y colonización de la isla desde 1511. <br />
<br />
Según la crónica de Herrera, cuando Velázquez partió para celebrar su boda le dejó a cargo de la colonia de Santiago de Cuba, donde residían fray Bartolomé de Las Casas y cincuenta españoles. En 1514 participó en la fundación de la villa Trinidad, en la que permaneció en calidad de poblador y encomendero hasta que Diego Velázquez le puso al frente de la expedición que tenía la misión de completar las exploraciones del Golfo de México que había realizado Francisco Hernández de Córdoba. <br />
<br />
Entre los integrantes de la expedición, que partió en abril de 1518, figuraron Pedro de Alvarado, Francisco de Montejo, Alonso Dávila y un futuro historiador de la conquista de México: Bernal Díaz del Castillo. Los cuatro navíos que componían la expedición recalaron el 3 de mayo en la isla de Cozumel, a la que Grijalva dio el nombre de Santa Cruz. Posteriormente recorrieron la costa este del Yucatán y entraron en contacto con distintas poblaciones de origen maya. Hallaron las bocas de los ríos Usumacinta, Tabasco, Coatzacoalcos y Papaloapan, y establecieron relaciones con los indígenas que poblaban sus márgenes. <br />
<br />
Más tarde alcanzaron la desembocadura de otro río, denominado Banderas por Grijalva, donde tuvieron la primera noticia de la existencia del imperio azteca, al recibir a una embajada enviada por Moctezuma II. El 19 de junio los españoles desembarcaron en las cercanías de la actual Veracruz, en la bahía de San Juan de Ulúa, y tomaron posesión de aquel puerto, al que dieron el nombre de Santa María de las Nieves. Pese a la insistencia de algunos de sus capitanes, Grijalva no se atrevió a fundar una colonia. <br />
<br />
Después de enviar a Pedro de Alvarado a Cuba en busca de refuerzos, Juan de Grijalva continuó su exploración costera, pero, al verse acosado por nativos hostiles en las cercanías de la desembocadura del río Canoas, siguió el consejo del piloto Antón de Alaminos y, el 21 de septiembre determinó regresar, ante la oposición, entre otros, de Francisco de Montejo y Alonso Dávila. Tras regresar a Cuba, fue destituido por el gobernador Diego Velázquez.<br />
<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
==BIBLIOGRAFÍA==<br />
<br />
D. E. CHIPMAN, Nuño de Guzmán and the Province of Pánuco in New Spain: 1518-1533, Glendale, California, <br />
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Arthur H. Clark Company, 1967; D. E. CHIPMAN, Texas en la época colonial, Madrid, MAPFRE, 1992; <br />
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CHIPMAN, DONALD E. (1992), Spanish Texas, 1519-1821, Austin, TX: University of Texas Press, ISBN 0-292-77659-4; <br />
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DÍAZ DEL CASTILLO BERNAL, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Madrid, Historia 16, 1985; <br />
<br />
R. S. WEDDLE, Spanish Sea: The Gulf of Mexico in North American Discovery 1500-1685, Collage Station, Texas A&M University Press, 1985<br />
<br />
<br />
M.ª L. RODRÍGUEZ SALA, I. GÓMEZ GIL Y M.ª E. CUÉ, Navegantes, exploradores y misioneros en el septentrión novohispano en el siglo XVI, México, Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, UNAM, 1993; <br />
<br />
H. E. BOLTON, The Spanish Borderlands: A chronicle of Old Florida and the Southwest, Alburquerque, University of New Mexico Press, 1996. <br />
<br />
WEBER, DAVID J. (1992), The Spanish Frontier in North America, Yale Western Americana Series, New Haven, CT: Yale University Press, ISBN 0-300-05198-0. <br />
<br />
ROBERT S. WEDDLE: Alonso Alvarez de Pineda from the Handbook of Texas Online.<br />
<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ'''</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=GOLFO_DE_M%C3%89XICO._Exploraci%C3%B3n_de_sus_costas_(1513-1535)&diff=3705828
GOLFO DE MÉXICO. Exploración de sus costas (1513-1535)
2023-08-27T01:54:45Z
<p>Vrosasr: /* NOTAS */</p>
<hr />
<div>==BAHAMAS y FLORIDA==<br />
<br />
En 1513 Juan Ponce de León<ref>Juan Ponce de León y Figueroa (Santervás de Campos, Valladolid. 8 de abril de 1460-La Habana, julio de 1521). Sus restos reposan en la catedral de San Juan Bautista de Puerto Rico.</ref>descubre las Bahamas y la península de la Florida. El Adelantado<ref>«Adelantado» fue uno de los títulos que los reyes de España concedían a algunos pioneros conquistadores como reconocimiento de sus gestas, señalándolos como los primeros en haber cumplido una determinada gesta de conquista en una región del Continente.</ref>Ponce de León fue explorador y conquistador español, primer gobernante de Puerto Rico y descubridor de la Florida, territorio al que llega el día de Pascua (Pascua Florida) y da tal nombre de memoria cristiana a las tierras descubiertas. (El territorio de Florida pasará en 1817 al actual Estados Unidos, vendida por España en 1821). <br />
<br />
En 1519 Alonso Álvarez de Pineda<ref>Alonso Álvarez de Pineda, Aldeacentenera (Cáceres-Extremadura), 1494 – Pánuco (México), c. 1520. Explorador y cartógrafo.</ref>descubre la desembocadura del río Mississippi. Por encargo de Francisco de Garay, gobernador de Jamaica, capitaneó un viaje de exploración a las costas del golfo de México. La expedición partió de Jamaica a finales de marzo de 1519. Su misión era explorar y cartografiar la zona comprendida entre el sur del golfo y los territorios de La Florida, descubiertos seis años antes por Juan Ponce de León, y averiguar si se hallaba allí un paso que comunicara el océano Atlántico con el Pacífico, el tan buscado estrecho de Anián.<ref>En el siglo XVI, exploradores y navegantes se lanzaron en busca de un paso que comunicara Asia y américa. Hacia fines de ese siglo fue evidente la inexistencia de tal “esrecho”</ref> <br />
<br />
Álvarez de Pineda costeó La Florida y entró en la bahía de Corpus Christi (en el actual estado de Texas). Tomó posesión de ella en nombre de la Corona de España y fundó allí una ciudad. Llegó hasta el río Bravo, al que llamó río de las Palmas, y el 2 de junio de 1519 avistó la desembocadura del río Mississippi, al que puso el nombre de río del Espíritu Santo por la festividad del día. Después, puso rumbo al Sur, hasta llegar a Veracruz (México) en agosto de 1519. <br />
<br />
Allí se encontraba la expedición que, al frente de Hernán Cortés, se disponía a marchar a la conquista del imperio azteca. Pineda llevaba instrucciones del gobernador de Jamaica para interceptar la expedición de Cortés en Veracruz. Así, en cuanto los hombres de Garay desembarcaron, los soldados de Cortés cayeron sobre ellos capturando a la mayoría. Pineda consiguió escapar navegando por el golfo de México hacia el Norte durante cuarenta días hasta alcanzar la desembocadura del río Grande y desde allí puso rumbo a Jamaica. <br />
<br />
El resultado de su viaje fue el reconocimiento detallado de las costas del golfo de México en más de ochocientas millas, desde Florida hasta Veracruz, y el trazado de cartas geográficas de toda la zona explorada, a la que puso el nombre de Amichel. Al mismo tiempo, demostró que La Florida no era una isla, como se creía desde que así lo afirmara Ponce de León al descubrirla. Es pues, el primer explorador y cartógrafo del golfo de México, así como el primer explorador de Texas. <br />
<br />
Basándose en el reconocimiento efectuado por Pineda, en junio de 1521 el gobernador Francisco de Garay obtuvo la aprobación de la Corona de España para colonizar esta área en calidad de «adelantado». Poco después de regresar a Jamaica, partió de nuevo hacia México y viajó a la región de Pánuco para establecer allí una colonia, cerca de la futura ciudad de Tampico. La opinión más comúnmente admitida es que murió en Pánuco en 1520. <br />
<br />
En enero de dicho año, Diego de Camargo comandaba un barco encargado de transportar provisiones desde Jamaica hasta la colonia. Al llegar, la encontró asediada por los indios huastecas. Excepto sesenta personas que Camargo pudo evacuar, todos los pobladores y soldados habían muerto; entre ellos se cree que estaba Alonso Álvarez de Pineda. <br />
<br />
==YUCATÁN==<br />
<br />
En 1517 Francisco Hernández de Córdoba<ref>Francisco Hernández de Córdoba (Córdoba, España, c. 1467-Sancti Spíritus, Cuba, 1517) [ no confundir con su homónimo, fundador de Granada y León, Nicaragua] fue un conquistador español, que ha pasado a la historia por la accidentada expedición que dirigió entre febrero y mayo de 1517, durante la cual tomó posesión «oficial» para el Imperio español de la Península de Yucatán, tras la llegada de los primeros españoles a la Península formalmente documentada. Se le considera también «descubridor de México»</ref>descubre y explora la península del Yucatán encontrando a la etnia de los indios mayas, quienes habían alcanzado una cultura mucho más avanzada que los del Caribe. Su historia merece una más específica explicación. Francisco Hernández de Córdoba era un rico encomendero de Cuba. Fue nombrado por el Gobernador de la isla, Diego Velázquez de Cuéllar, jefe de la expedición que debía explorar los mares al occidente de Cuba y sus posibles islas o costas continentales. <br />
<br />
Partió de Cuba en febrero de 1517, y halló la costa de la península de Yucatán, por lo que muchos lo consideran como el descubridor de lo que hoy es México. Saliendo del puerto de Ajaruco, en la banda norte de la provincia de La Habana, según Díaz del Castillo, o de Santiago según algunos autores modernos;<ref>Cf. Bernal Díaz del Castillo, Historia Verdadera…, capítulo 2: «En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte». La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos, creen que pudo salir de Santiago. [Citaciones en Wikipedia].</ref>la flota fue sorprendida por una tormenta que la llevó a tierra. Observaron cómo se acercaban los pobladores del lugar, con cara alegre y muestras de paz. Cuando los españoles preguntaron con señas por el nombre del lugar, los mayas respondieron «in ca wotoch», que quiere decir «esta es mi casa». Por esta causa le pusieron a esa tierra Punta de Catoche, hoy Cabo Catoche. <br />
<br />
Fue un encuentro muy importante en cuanto por los españoles tuvieron por primera vez constancia de la presencia en América de culturas avanzadas (los mayas), con casas «de cal y canto» y organización social de complejidad más próxima a la del Viejo Mundo, y se tuvo también esperanza de existencia de oro. <br />
<br />
Halló muchos poblados habitados y entabló en ellos contactos puntuales, pero generalmente hostiles, al punto que resultó para los españoles muy difícil el acopio de agua, por los ataques de que eran objeto. En uno de ellos, en el lugar que los mayas llamaban Chakán Putum (Champotón), el ataque fue mucho más fiero de lo normal y causó muchos muertos a los expedicionarios, siendo casi todos, incluido Hernández de Córdoba, heridos por arma arrojadiza: flechas y azagayas. El piloto Antón de Alaminos decidió levar anclas y dirigir sus barcos a Florida, lugar que conocía por haber participado en la expedición de Juan Ponce de León en 1512. <br />
<br />
Allí recalaron lo justo para recoger víveres y agua y regresar a Cuba. Pero Hernández no vivió la continuidad de su obra: murió en aquel mismo año de 1517, apenas dos semanas después de regresar de su desgraciada expedición, como resultado de las heridas y la sed sufridas durante el viaje, y decepcionado al saber que Diego Velázquez había preferido a Juan de Grijalva como capitán de la siguiente expedición a Yucatán. <br />
<br />
Las noticias de la expedición alentaron a Velázquez, que supuso la presencia de oro en poblaciones como las descubiertas y organizó otras dos expediciones, al mando primero de Juan de Grijalva, en 1518, y luego de Hernán Cortés, en 1519, que finalmente terminó por conquistar México y luego explorar desde el Golfo de California hasta las Hibueras. <br />
<br />
De la biografía de Hernández de Córdoba solo se sabe que residía en Cuba en 1517, por lo que seguramente habría participado en su conquista, y que era un hacendado rico que tenía un poblado de indios, así como amistades con suficiente capacidad económica como para ayudar a financiar la expedición que encabezó. Bernal Díaz del Castillo es el cronista que más detalles aporta sobre el viaje de Hernández de Córdoba, y también el único que fue testigo presencial de todo el proceso, pues participó en las expediciones posteriores de Juan de Grijalva y de Hernán Cortés. <br />
<br />
Además, Bernal declara en su crónica haber sido él mismo promotor del proyecto, junto con otro centenar de españoles que decían necesitar “ocupar sus personas”, porque hacía tres años que habían llegado a Cuba, desde la Castilla del Oro de Pedrarias Dávila, y se quejaban de que ”no habían hecho cosa alguna que de contar fuera”. <br />
<br />
Polémica por los motivos de la expedición de Hernández de Córdoba<br />
<br />
Bernal cuenta primero que tanto él como otros ciento diez españoles, que vivían en Castilla del Oro, decidieron pedir permiso a Pedro Arias Dávila para trasladarse a Cuba, que Pedrarias concedió de buen grado, porque en Tierra Firme ”no había nada que conquistar, que todo estaba en paz, que el Vasco Núñez de Balboa, su yerno del Pedrarias, lo había conquistado". Esos españoles de Castilla del Oro se presentaron en Cuba a Diego Velázquez, el gobernador (y familiar de Bernal Díaz del Castillo), quien les prometió que “nos daría indios, en vacando”. <br />
<br />
Inmediatamente después de esta alusión a la promesa de indios, Bernal dice que ”Y como se habían pasado ya tres años [...] y no habíamos hecho cosa alguna que de contar fuera”, los ciento diez españoles procedentes del Darién ”y los que en la isla de Cuba no tenían indios” —otra vez la alusión a la falta de indios— decidieron concertarse con ”un hidalgo que se decía Francisco Hernández de Córdoba [...] y era hombre rico y tenía pueblo de indios en aquella isla [Cuba]”, para que aceptara ser su capitán para "ir a nuestra ventura a descubrir nuevas tierras y en ellas emplear nuestras personas”. <br />
<br />
Se aprecia que Bernal Díaz del Castillo no intenta ocultar que los tan repetidos indios algo tenían que ver con el proyecto, aunque autores como Madariaga prefieran concluir que el objetivo era el mucho más noble de “descubrir, ocupar nuestras personas y hacer cosas dignas de ser contadas.” El cronista niega inmediatamente que se admitiera la pretensión de Velázquez de capturar indios: “le respondimos que lo que decía no lo manda Dios ni el rey, que hiciésemos a los libres esclavos”. <br />
<br />
Si aceptamos el juicio de Bernal, el gobernador admitió deportivamente la negativa, y aun así, proporcionó el barco. Para valorar la forma vaga y acaso contradictoria en que Bernal trata el asunto del secuestro de indios como posible objetivo del viaje, debe tenerse en cuenta que escribió su historia de la conquista unos cincuenta años después de ocurridos los hechos, y que al menos en parte su objetivo era que se reconocieran sus servicios a la Corona. <br />
<br />
La mayoría de sus contemporáneos, que además escribieron antes, son más tajantes: en la carta enviada a la reina doña Juana y al rey Carlos I por la justicia y regimiento de la Rica Villa de la Vera Cruz, los capitanes de Cortés narran el origen de la expedición de Hernández diciendo: ”como es costumbre en estas islas que en nombre de vuestras majestades están pobladas de españoles de ir por indios a las islas que no están pobladas de españoles, para se servir dellos, enviaron los susodichos [Francisco Fernández de Córdoba, y sus socios Lope Ochoa de Caicedo y Cristóbal Morante] dos navíos y un bergantín para que de las dichas islas trujesen indios a la dicha isla Fernandina, y creemos [...] que el dicho Diego Velázquez [...] tenía la cuarta parte de la dicha armada”. <br />
<br />
La presencia de Antón de Alaminos en la expedición es uno de los argumentos en contra de la hipótesis del objetivo exclusivamente esclavista. Este prestigioso piloto, veterano de los viajes del Almirante, parece un recurso excesivo para una expedición esclavista a los islotes de Guanajes. Hay otro miembro de la expedición cuya presencia se aviene todavía menos con esa hipótesis: el «veedor» Bernardino Íñiguez. <br />
<br />
Este cargo público tenía funciones que hoy llamaríamos fiscales y administrativas (hoy se llamaría «supervisor»). Se encargaba de contar los tesoros rescatados en las expediciones, en metales y piedras preciosas, para dar fe de la correcta separación del «quinto real» (se destinaba a la corona española un 20% de lo obtenido en las conquistas; norma fiscal con origen en la Reconquista) y de otros requisitos legales como leer a los indios, antes de atacarlos, el «Requerimiento». Si la expedición iba a Guanajes a por indios, no hacía falta, e incluso era inconveniente, llevar Veedor. <br />
<br />
Los anteriores datos son difíciles de conciliar entre sí y resultan compatibles con varias hipótesis. Bajo la primera, Hernández de Córdoba habría descubierto Yucatán por accidente, al verse desviada su expedición por una tormenta, inicialmente destinada a un viaje más corto; entre tanto, las menciones de Alaminos y del Veedor serían meros «adornos» destinados a legitimar el intento. En segundo lugar, puede suponerse que tras unos malos propósitos de Diego Velázquez, rápidamente reprimidos y afeados por los demás españoles, que además se conformaban con seguir sin indios en Cuba, el viaje se planeó principalmente como de descubrimiento y conquista, y por eso se llevaba Veedor además de tan buen piloto. Por supuesto, puede también creerse, con Las Casas, que el proyecto pretendía conseguir los dos objetivos. <br />
<br />
Años más tarde, Francisco Cervantes de Salazar, en su «Crónica de la Nueva España» atribuyó a Hernández de Córdoba los siguientes hechos y frases: “Desta manera salió Francisco Hernández del puerto de Santiago de Cuba, el cual, estando ya en alta mar, declarando su pensamiento, que era otro del que parescía, dixo al piloto: «No voy yo a buscar lucayos (lucayos son indios de rescate), sino en demanda de alguna buena isla, para poblarla y ser Gobernador della; porque si la descubrimos, soy cierto que ansí por mis servicios como por el favor que tengo en Corte con mis deudos, que el Rey me hará merced de la gobernación della; por eso, buscadla con cuidado, que yo os lo gratificaré muy bien y os haré en todo ventajas entre todos los demás de nuestra compañía.»”. .<br />
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CATOCHE, YUCATÁN Y CHAMPOTÓN<br />
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Batalla de Catoche<br />
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Al día siguiente del arribo de la expedición a un lugar de la costa que los mayas llamaban Ekab, los naturales se acercaron a los navíos invitando a los españoles a ir a tierra firme diciéndoles «conéx cotóch» «conex cotóch» (venid a nuestras casas); por eso los españoles se referirána ese lugar como «punta catoche». Decidieron aceptar la invitación, pero contemplaron bastante alarmados cómo la costa se llenaba de nativos, presintiendo que el desembarco podía ser peligroso. <br />
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No obstante, bajaron a tierra como lo solicitaba su hasta ese momento su amable anfitrión, el cacique de ese lugar, aunque por precaución usaron sus propios bateles en lugar de aceptar ser llevados por los indios en canoas, y por supuesto salieron armados, procurando sobre todo llevar ballestas y escopetas ("quince ballestas y diez escopetas", según la increíble memoria de Bernal Díaz del Castillo). <br />
<br />
Los temores de los españoles se confirmaron inmediatamente. El cacique les tenía preparada una emboscada en cuanto pisaran tierra. Multitud de indios los atacaron, armados con lanzas, rodelas, hondas (hondas dice Bernal; Diego de Landa niega que los indios de Yucatán conocieran la honda; sostiene que lanzaban las piedras con la mano derecha, utilizando la izquierda para apuntar; pero la honda era conocida en otros puntos de Mesoamérica, y el testimonio de los que recibían las pedradas merece sin duda más crédito), flechas lanzadas con arco, y armaduras de algodón. Solo la sorpresa producida en los indios por las cortantes espadas de acero, las ballestas y las armas de fuego pudo ponerlos en fuga, consiguiendo los españoles volver a embarcar, no sin sufrir los primeros heridos de la expedición. <br />
<br />
Durante esta batalla de Catoche ocurrieron dos hechos que tendrían gran influencia futura: uno fue el haber hecho prisioneros a dos indios, a los que llevados a Cuba y una vez evangelizados y bautizados se les llamó Julián y Melchor, o más frecuentemente «Julianillo y Melchorejo». Habrían de ser los primeros intérpretes de los españoles en tierra maya, en la siguiente expedición que comandó Juan de Grijalva en 1518. <br />
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Otro fue la curiosidad y valor del clérigo González, capellán del grupo, que, habiendo saltado a tierra con los soldados, se entretuvo en explorar una pirámide y unos adoratorios. El clérigo González vio por primera vez los ídolos mayas, y recogió piezas "de medio oro, y lo más cobre", que de todos modos serían suficientes para excitar la codicia de los españoles de Cuba, al regreso de la expedición. Al menos dos soldados murieron como resultado de las heridas de esa batalla.<br />
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Exploración de la «isla» de Yucatán <br />
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De vuelta en los navíos, Antón de Alaminos impuso una navegación lenta y vigilante, moviéndose solo de día, porque estaba empeñado en considerar a Yucatán como una isla. Además, empezó la mayor penalidad de los viajeros, la falta de agua de boca a bordo. Los depósitos de agua, pipas y vasijas, no eran de la calidad requerida para largas travesías; perdían agua y no la conservaban bien, exigiendo frecuentes desembarcos para renovar el imprescindible líquido. <br />
<br />
Cuando fueron a tierra para llenar las pipas, cerca de un pueblo al que llamaron Lázaro (En lengua de indios se llama Campeche, nos aclara Bernal), los indios se les acercaron una vez más con apariencia pacífica, y les repitieron una palabra que debería haberles resultado enigmática: «Castilian». Luego se atribuyó la palabra a la presencia en las proximidades de Jerónimo de Aguilar y de Gonzalo Guerrero, los «náufragos de Nicuesa». <br />
<br />
Los españoles encontraron un pozo «de cal y canto» utilizado por los indios para abastecerse de agua dulce, y pudieron llenar sus pipas y vasijas. Los indios, otra vez con aspecto y maneras amigables, los llevaron a su poblado, donde una vez más pudieron ver construcciones sólidas y muchos ídolos (Bernal alude a los «bultos de serpientes» en las paredes, tan característicos de Mesoamérica). Conocieron además a los primeros sacerdotes, con su túnica blanca y su larga cabellera impregnada de sangre humana. <br />
<br />
Estos sacerdotes les hicieron ver que las muestras de amistad no continuarían: convocaron a gran cantidad de guerreros y mandaron quemar unos carrizos secos, indicando a los españoles que si no se marchaban antes de que se extinguiera el fuego, los atacarían. Los hombres de Hernández decidieron retirarse a los barcos, con sus pipas y aljibes de agua, y consiguieron hacerlo antes de que los indios los atacaran, saliendo bien librados del descubrimiento de Campeche. <br />
Chakán Putum (Champotón) y la «mala pelea»<br />
Pudieron navegar unos seis días de buen tiempo y otros cuatro de temporal, que a punto estuvo de hacerlos naufragar. Pasado ese tiempo, el agua dulce se les volvió a agotar por culpa del mal estado de los depósitos. Estando ya en situación extrema, se detuvieron a recoger agua en un lugar que Bernal a veces llama Chakán Putum y a veces por su nombre actual de Champotón, donde discurre el río del mismo nombre. En cuanto habían henchido las pipas, se vieron rodeados de muchos escuadrones de indios. Pasaron la noche en tierra, con grandes precauciones y guardados por «velas y escuchas». <br />
<br />
Esta vez los españoles decidieron que no debían escapar, como en Cabo Catoche: necesitaban agua, y la retirada parecía más peligrosa que el ataque si los indios la estorbaban. Así que decidieron luchar, con resultado muy adverso: nada más empezar la batalla ya habla Bernal de ochenta españoles heridos. Recordando que los originalmente embarcados eran un centenar de personas, no todos soldados, eso da idea de que estuvieron muy cerca de terminar en ese momento la expedición. Pronto descubrieron que los escuadrones de indios se multiplicaban con nuevos refuerzos y que, si bien espadas, ballestas y arcabuces los asustaban al principio, conseguían superar la sorpresa procurando asaetear a distancia a los españoles, para mantenerse alejados de sus espadas. <br />
<br />
Al grito de «Calachumi» (Halach Uinik), que los conquistadores pronto supieron traducir como «¡al jefe!», los indios se ensañaron especialmente con Hernández de Córdoba, que llegó a recibir diez flechazos. También aprendieron los españoles el empeño de sus oponentes por capturar personas vivas: dos fueron hechas prisioneras y seguramente sacrificadas después; de una sabemos que se llamaba Alonso Boto, y de la otra Bernal solo es capaz de recordarla como “un portugués viejo”. <br />
<br />
Llegó un momento en que solo quedaba un soldado ileso, el capitán debía estar prácticamente inconsciente, y la agresividad de los indios se multiplicaba. Decidieron entonces como último recurso romper el cerco de los indios en dirección a los bateles, y volver a abordarlos —sin poder ocuparse de sus pipas de agua— para ganar los barcos. Afortunadamente para ellos, los indios no se habían preocupado de retirar o inutilizar las barcas, como habrían podido hacer. <br />
<br />
Se ensañaron, en cambio, en el ataque con flechas, piedras y lanzas a los bateles en fuga, que se desequilibraron por el peso y movimiento, y acabaron dando al través o volcando. Los supervivientes de Hernández tuvieron que desplazarse asidos a las bordas de las lanchas, medio nadando, pero al final fueron recogidos por el barco de menor calado, y puestos a salvo. <br />
<br />
Los supervivientes, al pasar lista, tuvieron que lamentar la falta de cincuenta compañeros, incluyendo los dos que se llevaron vivos. El resto estaban muy malheridos, con excepción de un soldado llamado Berrio, que resultó sorprendentemente ileso. Cinco murieron en los días siguientes, siendo arrojados al mar sus cadáveres. Los españoles llamaron al sitio «costa de la mala pelea», y así figuró en los mapas durante algún tiempo. <br />
EL RETORNO A TRAVÉS DE FLORIDA<br />
Los expedicionarios habían vuelto a las naves sin el agua dulce que obligó al desembarco. Además, veían mermada su tripulación en más de cincuenta hombres, muchos de ellos marineros, lo que unido a la gran cantidad de heridos graves les impedía maniobrar los tres barcos. Se deshicieron del de menor calado quemándolo en alta mar, después de haber repartido en los otros dos sus velas, anclas y cables. <br />
<br />
La sed comenzó a ser intolerable. Bernal habla de que se les agrietaban lenguas y gargantas, y de soldados que fallecieron porque la desesperación los llevó a ingerir agua de mar. Otro desembarco de quince hombres, en un lugar al que llamaron «Estero de los lagartos» solo obtuvo agua salobre, que aumentó la desesperación de los tripulantes. <br />
<br />
Los pilotos Alaminos, Camacho y Álvarez decidieron, a iniciativa de Alaminos, navegar a Florida en lugar de hacerlo directamente a Cuba. El piloto mayor Alaminos recordaba su exploración de La Florida con Juan Ponce de León, y creía saber que esa era la ruta más segura, aunque nada más llegar a Florida advirtió a sus compañeros de la belicosidad de los indios locales. Efectivamente, las veinte personas —entre ellas Bernal y el piloto Alaminos— que desembarcaron en busca de agua fueron atacadas por nativos, aunque esta vez lograron sobreponerse a ellos, no sin que Bernal recibiera su tercera herida del viaje, y Alaminos un flechazo en la garganta. <br />
<br />
Desapareció también uno de los vigías que se habían puesto en torno a la tropa, Berrio, precisamente el único soldado que había resultado ileso en Champotón. Pero pudieron regresar al barco, y por fin llevaban agua dulce que alivió el sufrimiento de los que habían permanecido en él, aunque uno de ellos, siempre según Bernal, bebió tanta que se hinchó y murió a los pocos días. Ya con agua, se dirigieron a La Habana con los dos navíos restantes, pudieron desembarcar en el puerto de Carenas (La Habana), dando por terminado el viaje. <br />
<br />
En algún momento entre 1517 y 1518, los españoles dejaron abandonada en la isla de Términos (actualmente isla del Carmen) a una perra de caza, la lebrela de Términos, que luego recuperaría la expedición de Cortés. Bernal Díaz del Castillo refiere que fue Grijalva el que perdió la perra, pero Cortés atribuye el anecdótico suceso a Hernández. Si fuera así, como supone el moderno biógrafo de Cortés Juan Miralles, debería revisarse la ruta de vuelta de su expedición, que no iría de Champotón a Florida directamente, sino recalando en la isla del Carmen, algo más al sur. <br />
LA EXPEDICIÓN DE JUAN DE GRIJALVA<br />
El descubrimiento de «El Gran Cairo», en marzo de 1517, fue sin duda un momento crucial en la consideración de las Indias por los españoles: hasta entonces, nada se había asemejado a las historias de Marco Polo, o a las promesas de Colón, que adivinaba Catay —y hasta el Jardín del paraíso— tras cada cabo y en cada río. <br />
<br />
Lejos estaban todavía los encuentros con las culturas azteca e inca, y «El Gran Cairo» era lo más parecido a ese sueño que los conquistadores habían contemplado hasta entonces. De hecho, cuando llegaron noticias a Cuba, los españoles reavivaron su imaginación, creando otra vez fantasías sobre el origen de los pueblos descubiertos, que remitían a «los gentiles» o a «los judíos desterrados de Jerusalén por Tito y Vespasiano». <br />
<br />
De la importancia que se dio a las noticias, objetos y personas que Hernández llevó a Cuba, da idea la rapidez con la que se preparó la siguiente expedición que Diego Velázquez encargó a Juan de Grijalva, pariente suyo y persona de su confianza. Las noticias de que en esa «isla» de Yucatán había oro, confirmadas además con entusiasmo por Julianillo, cebaron el proceso que concluiría con la Conquista de México por la tercera flota enviada: la de Hernán Cortés. <br />
<br />
Bernal Díaz del Castillo, en su «Historia Verdadera…», al principio del capítulo segundo dice: “En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte”. La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos creen que pudo salir de Santiago. <br />
<br />
En 1518 Juan de Grijalva explora con más detención la península del Yucatán encontrando oro, joyas, e información de México y enviados de Moctezuma. Grijalva había nacido en Cuéllar, España, en 1490 y muere en Olancho, América Central, en 1527. Se trasladó en su juventud a Cuba, donde contó con el apoyo político de su tío, Pánfilo de Narváez, y de su paisano, el gobernador Diego Velázquez de Cuéllar. Intervino en el proceso de conquista y colonización de la isla desde 1511. <br />
<br />
Según la crónica de Herrera, cuando Velázquez partió para celebrar su boda le dejó a cargo de la colonia de Santiago de Cuba, donde residían fray Bartolomé de Las Casas y cincuenta españoles. En 1514 participó en la fundación de la villa Trinidad, en la que permaneció en calidad de poblador y encomendero hasta que Diego Velázquez le puso al frente de la expedición que tenía la misión de completar las exploraciones del Golfo de México que había realizado Francisco Hernández de Córdoba. <br />
<br />
Entre los integrantes de la expedición, que partió en abril de 1518, figuraron Pedro de Alvarado, Francisco de Montejo, Alonso Dávila y un futuro historiador de la conquista de México: Bernal Díaz del Castillo. Los cuatro navíos que componían la expedición recalaron el 3 de mayo en la isla de Cozumel, a la que Grijalva dio el nombre de Santa Cruz. Posteriormente recorrieron la costa este del Yucatán y entraron en contacto con distintas poblaciones de origen maya. Hallaron las bocas de los ríos Usumacinta, Tabasco, Coatzacoalcos y Papaloapan, y establecieron relaciones con los indígenas que poblaban sus márgenes. <br />
<br />
Más tarde alcanzaron la desembocadura de otro río, denominado Banderas por Grijalva, donde tuvieron la primera noticia de la existencia del imperio azteca, al recibir a una embajada enviada por Moctezuma II. El 19 de junio los españoles desembarcaron en las cercanías de la actual Veracruz, en la bahía de San Juan de Ulúa, y tomaron posesión de aquel puerto, al que dieron el nombre de Santa María de las Nieves. Pese a la insistencia de algunos de sus capitanes, Grijalva no se atrevió a fundar una colonia. <br />
<br />
Después de enviar a Pedro de Alvarado a Cuba en busca de refuerzos, Juan de Grijalva continuó su exploración costera, pero, al verse acosado por nativos hostiles en las cercanías de la desembocadura del río Canoas, siguió el consejo del piloto Antón de Alaminos y, el 21 de septiembre determinó regresar, ante la oposición, entre otros, de Francisco de Montejo y Alonso Dávila. Tras regresar a Cuba, fue destituido por el gobernador Diego Velázquez.<br />
<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
==BIBLIOGRAFÍA==<br />
<br />
D. E. CHIPMAN, Nuño de Guzmán and the Province of Pánuco in New Spain: 1518-1533, Glendale, California, <br />
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Arthur H. Clark Company, 1967; D. E. CHIPMAN, Texas en la época colonial, Madrid, MAPFRE, 1992; <br />
<br />
CHIPMAN, DONALD E. (1992), Spanish Texas, 1519-1821, Austin, TX: University of Texas Press, ISBN 0-292-77659-4; <br />
<br />
DÍAZ DEL CASTILLO BERNAL, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Madrid, Historia 16, 1985; <br />
<br />
R. S. WEDDLE, Spanish Sea: The Gulf of Mexico in North American Discovery 1500-1685, Collage Station, Texas A&M University Press, 1985<br />
<br />
<br />
M.ª L. RODRÍGUEZ SALA, I. GÓMEZ GIL Y M.ª E. CUÉ, Navegantes, exploradores y misioneros en el septentrión novohispano en el siglo XVI, México, Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, UNAM, 1993; <br />
<br />
H. E. BOLTON, The Spanish Borderlands: A chronicle of Old Florida and the Southwest, Alburquerque, University of New Mexico Press, 1996. <br />
<br />
WEBER, DAVID J. (1992), The Spanish Frontier in North America, Yale Western Americana Series, New Haven, CT: Yale University Press, ISBN 0-300-05198-0. <br />
<br />
ROBERT S. WEDDLE: Alonso Alvarez de Pineda from the Handbook of Texas Online.<br />
<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ'''</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=GOLFO_DE_M%C3%89XICO._Exploraci%C3%B3n_de_sus_costas_(1513-1535)&diff=3705827
GOLFO DE MÉXICO. Exploración de sus costas (1513-1535)
2023-08-27T01:54:14Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==BAHAMAS y FLORIDA==<br />
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En 1513 Juan Ponce de León<ref>Juan Ponce de León y Figueroa (Santervás de Campos, Valladolid. 8 de abril de 1460-La Habana, julio de 1521). Sus restos reposan en la catedral de San Juan Bautista de Puerto Rico.</ref>descubre las Bahamas y la península de la Florida. El Adelantado<ref>«Adelantado» fue uno de los títulos que los reyes de España concedían a algunos pioneros conquistadores como reconocimiento de sus gestas, señalándolos como los primeros en haber cumplido una determinada gesta de conquista en una región del Continente.</ref>Ponce de León fue explorador y conquistador español, primer gobernante de Puerto Rico y descubridor de la Florida, territorio al que llega el día de Pascua (Pascua Florida) y da tal nombre de memoria cristiana a las tierras descubiertas. (El territorio de Florida pasará en 1817 al actual Estados Unidos, vendida por España en 1821). <br />
<br />
En 1519 Alonso Álvarez de Pineda<ref>Alonso Álvarez de Pineda, Aldeacentenera (Cáceres-Extremadura), 1494 – Pánuco (México), c. 1520. Explorador y cartógrafo.</ref>descubre la desembocadura del río Mississippi. Por encargo de Francisco de Garay, gobernador de Jamaica, capitaneó un viaje de exploración a las costas del golfo de México. La expedición partió de Jamaica a finales de marzo de 1519. Su misión era explorar y cartografiar la zona comprendida entre el sur del golfo y los territorios de La Florida, descubiertos seis años antes por Juan Ponce de León, y averiguar si se hallaba allí un paso que comunicara el océano Atlántico con el Pacífico, el tan buscado estrecho de Anián.<ref>En el siglo XVI, exploradores y navegantes se lanzaron en busca de un paso que comunicara Asia y américa. Hacia fines de ese siglo fue evidente la inexistencia de tal “esrecho”</ref> <br />
<br />
Álvarez de Pineda costeó La Florida y entró en la bahía de Corpus Christi (en el actual estado de Texas). Tomó posesión de ella en nombre de la Corona de España y fundó allí una ciudad. Llegó hasta el río Bravo, al que llamó río de las Palmas, y el 2 de junio de 1519 avistó la desembocadura del río Mississippi, al que puso el nombre de río del Espíritu Santo por la festividad del día. Después, puso rumbo al Sur, hasta llegar a Veracruz (México) en agosto de 1519. <br />
<br />
Allí se encontraba la expedición que, al frente de Hernán Cortés, se disponía a marchar a la conquista del imperio azteca. Pineda llevaba instrucciones del gobernador de Jamaica para interceptar la expedición de Cortés en Veracruz. Así, en cuanto los hombres de Garay desembarcaron, los soldados de Cortés cayeron sobre ellos capturando a la mayoría. Pineda consiguió escapar navegando por el golfo de México hacia el Norte durante cuarenta días hasta alcanzar la desembocadura del río Grande y desde allí puso rumbo a Jamaica. <br />
<br />
El resultado de su viaje fue el reconocimiento detallado de las costas del golfo de México en más de ochocientas millas, desde Florida hasta Veracruz, y el trazado de cartas geográficas de toda la zona explorada, a la que puso el nombre de Amichel. Al mismo tiempo, demostró que La Florida no era una isla, como se creía desde que así lo afirmara Ponce de León al descubrirla. Es pues, el primer explorador y cartógrafo del golfo de México, así como el primer explorador de Texas. <br />
<br />
Basándose en el reconocimiento efectuado por Pineda, en junio de 1521 el gobernador Francisco de Garay obtuvo la aprobación de la Corona de España para colonizar esta área en calidad de «adelantado». Poco después de regresar a Jamaica, partió de nuevo hacia México y viajó a la región de Pánuco para establecer allí una colonia, cerca de la futura ciudad de Tampico. La opinión más comúnmente admitida es que murió en Pánuco en 1520. <br />
<br />
En enero de dicho año, Diego de Camargo comandaba un barco encargado de transportar provisiones desde Jamaica hasta la colonia. Al llegar, la encontró asediada por los indios huastecas. Excepto sesenta personas que Camargo pudo evacuar, todos los pobladores y soldados habían muerto; entre ellos se cree que estaba Alonso Álvarez de Pineda. <br />
<br />
==YUCATÁN==<br />
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En 1517 Francisco Hernández de Córdoba<ref>Francisco Hernández de Córdoba (Córdoba, España, c. 1467-Sancti Spíritus, Cuba, 1517) [ no confundir con su homónimo, fundador de Granada y León, Nicaragua] fue un conquistador español, que ha pasado a la historia por la accidentada expedición que dirigió entre febrero y mayo de 1517, durante la cual tomó posesión «oficial» para el Imperio español de la Península de Yucatán, tras la llegada de los primeros españoles a la Península formalmente documentada. Se le considera también «descubridor de México»</ref>descubre y explora la península del Yucatán encontrando a la etnia de los indios mayas, quienes habían alcanzado una cultura mucho más avanzada que los del Caribe. Su historia merece una más específica explicación. Francisco Hernández de Córdoba era un rico encomendero de Cuba. Fue nombrado por el Gobernador de la isla, Diego Velázquez de Cuéllar, jefe de la expedición que debía explorar los mares al occidente de Cuba y sus posibles islas o costas continentales. <br />
<br />
Partió de Cuba en febrero de 1517, y halló la costa de la península de Yucatán, por lo que muchos lo consideran como el descubridor de lo que hoy es México. Saliendo del puerto de Ajaruco, en la banda norte de la provincia de La Habana, según Díaz del Castillo, o de Santiago según algunos autores modernos;<ref>Cf. Bernal Díaz del Castillo, Historia Verdadera…, capítulo 2: «En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte». La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos, creen que pudo salir de Santiago. [Citaciones en Wikipedia].</ref>la flota fue sorprendida por una tormenta que la llevó a tierra. Observaron cómo se acercaban los pobladores del lugar, con cara alegre y muestras de paz. Cuando los españoles preguntaron con señas por el nombre del lugar, los mayas respondieron «in ca wotoch», que quiere decir «esta es mi casa». Por esta causa le pusieron a esa tierra Punta de Catoche, hoy Cabo Catoche. <br />
<br />
Fue un encuentro muy importante en cuanto por los españoles tuvieron por primera vez constancia de la presencia en América de culturas avanzadas (los mayas), con casas «de cal y canto» y organización social de complejidad más próxima a la del Viejo Mundo, y se tuvo también esperanza de existencia de oro. <br />
<br />
Halló muchos poblados habitados y entabló en ellos contactos puntuales, pero generalmente hostiles, al punto que resultó para los españoles muy difícil el acopio de agua, por los ataques de que eran objeto. En uno de ellos, en el lugar que los mayas llamaban Chakán Putum (Champotón), el ataque fue mucho más fiero de lo normal y causó muchos muertos a los expedicionarios, siendo casi todos, incluido Hernández de Córdoba, heridos por arma arrojadiza: flechas y azagayas. El piloto Antón de Alaminos decidió levar anclas y dirigir sus barcos a Florida, lugar que conocía por haber participado en la expedición de Juan Ponce de León en 1512. <br />
<br />
Allí recalaron lo justo para recoger víveres y agua y regresar a Cuba. Pero Hernández no vivió la continuidad de su obra: murió en aquel mismo año de 1517, apenas dos semanas después de regresar de su desgraciada expedición, como resultado de las heridas y la sed sufridas durante el viaje, y decepcionado al saber que Diego Velázquez había preferido a Juan de Grijalva como capitán de la siguiente expedición a Yucatán. <br />
<br />
Las noticias de la expedición alentaron a Velázquez, que supuso la presencia de oro en poblaciones como las descubiertas y organizó otras dos expediciones, al mando primero de Juan de Grijalva, en 1518, y luego de Hernán Cortés, en 1519, que finalmente terminó por conquistar México y luego explorar desde el Golfo de California hasta las Hibueras. <br />
<br />
De la biografía de Hernández de Córdoba solo se sabe que residía en Cuba en 1517, por lo que seguramente habría participado en su conquista, y que era un hacendado rico que tenía un poblado de indios, así como amistades con suficiente capacidad económica como para ayudar a financiar la expedición que encabezó. Bernal Díaz del Castillo es el cronista que más detalles aporta sobre el viaje de Hernández de Córdoba, y también el único que fue testigo presencial de todo el proceso, pues participó en las expediciones posteriores de Juan de Grijalva y de Hernán Cortés. <br />
<br />
Además, Bernal declara en su crónica haber sido él mismo promotor del proyecto, junto con otro centenar de españoles que decían necesitar “ocupar sus personas”, porque hacía tres años que habían llegado a Cuba, desde la Castilla del Oro de Pedrarias Dávila, y se quejaban de que ”no habían hecho cosa alguna que de contar fuera”. <br />
<br />
Polémica por los motivos de la expedición de Hernández de Córdoba<br />
<br />
Bernal cuenta primero que tanto él como otros ciento diez españoles, que vivían en Castilla del Oro, decidieron pedir permiso a Pedro Arias Dávila para trasladarse a Cuba, que Pedrarias concedió de buen grado, porque en Tierra Firme ”no había nada que conquistar, que todo estaba en paz, que el Vasco Núñez de Balboa, su yerno del Pedrarias, lo había conquistado". Esos españoles de Castilla del Oro se presentaron en Cuba a Diego Velázquez, el gobernador (y familiar de Bernal Díaz del Castillo), quien les prometió que “nos daría indios, en vacando”. <br />
<br />
Inmediatamente después de esta alusión a la promesa de indios, Bernal dice que ”Y como se habían pasado ya tres años [...] y no habíamos hecho cosa alguna que de contar fuera”, los ciento diez españoles procedentes del Darién ”y los que en la isla de Cuba no tenían indios” —otra vez la alusión a la falta de indios— decidieron concertarse con ”un hidalgo que se decía Francisco Hernández de Córdoba [...] y era hombre rico y tenía pueblo de indios en aquella isla [Cuba]”, para que aceptara ser su capitán para "ir a nuestra ventura a descubrir nuevas tierras y en ellas emplear nuestras personas”. <br />
<br />
Se aprecia que Bernal Díaz del Castillo no intenta ocultar que los tan repetidos indios algo tenían que ver con el proyecto, aunque autores como Madariaga prefieran concluir que el objetivo era el mucho más noble de “descubrir, ocupar nuestras personas y hacer cosas dignas de ser contadas.” El cronista niega inmediatamente que se admitiera la pretensión de Velázquez de capturar indios: “le respondimos que lo que decía no lo manda Dios ni el rey, que hiciésemos a los libres esclavos”. <br />
<br />
Si aceptamos el juicio de Bernal, el gobernador admitió deportivamente la negativa, y aun así, proporcionó el barco. Para valorar la forma vaga y acaso contradictoria en que Bernal trata el asunto del secuestro de indios como posible objetivo del viaje, debe tenerse en cuenta que escribió su historia de la conquista unos cincuenta años después de ocurridos los hechos, y que al menos en parte su objetivo era que se reconocieran sus servicios a la Corona. <br />
<br />
La mayoría de sus contemporáneos, que además escribieron antes, son más tajantes: en la carta enviada a la reina doña Juana y al rey Carlos I por la justicia y regimiento de la Rica Villa de la Vera Cruz, los capitanes de Cortés narran el origen de la expedición de Hernández diciendo: ”como es costumbre en estas islas que en nombre de vuestras majestades están pobladas de españoles de ir por indios a las islas que no están pobladas de españoles, para se servir dellos, enviaron los susodichos [Francisco Fernández de Córdoba, y sus socios Lope Ochoa de Caicedo y Cristóbal Morante] dos navíos y un bergantín para que de las dichas islas trujesen indios a la dicha isla Fernandina, y creemos [...] que el dicho Diego Velázquez [...] tenía la cuarta parte de la dicha armada”. <br />
<br />
La presencia de Antón de Alaminos en la expedición es uno de los argumentos en contra de la hipótesis del objetivo exclusivamente esclavista. Este prestigioso piloto, veterano de los viajes del Almirante, parece un recurso excesivo para una expedición esclavista a los islotes de Guanajes. Hay otro miembro de la expedición cuya presencia se aviene todavía menos con esa hipótesis: el «veedor» Bernardino Íñiguez. <br />
<br />
Este cargo público tenía funciones que hoy llamaríamos fiscales y administrativas (hoy se llamaría «supervisor»). Se encargaba de contar los tesoros rescatados en las expediciones, en metales y piedras preciosas, para dar fe de la correcta separación del «quinto real» (se destinaba a la corona española un 20% de lo obtenido en las conquistas; norma fiscal con origen en la Reconquista) y de otros requisitos legales como leer a los indios, antes de atacarlos, el «Requerimiento». Si la expedición iba a Guanajes a por indios, no hacía falta, e incluso era inconveniente, llevar Veedor. <br />
<br />
Los anteriores datos son difíciles de conciliar entre sí y resultan compatibles con varias hipótesis. Bajo la primera, Hernández de Córdoba habría descubierto Yucatán por accidente, al verse desviada su expedición por una tormenta, inicialmente destinada a un viaje más corto; entre tanto, las menciones de Alaminos y del Veedor serían meros «adornos» destinados a legitimar el intento. En segundo lugar, puede suponerse que tras unos malos propósitos de Diego Velázquez, rápidamente reprimidos y afeados por los demás españoles, que además se conformaban con seguir sin indios en Cuba, el viaje se planeó principalmente como de descubrimiento y conquista, y por eso se llevaba Veedor además de tan buen piloto. Por supuesto, puede también creerse, con Las Casas, que el proyecto pretendía conseguir los dos objetivos. <br />
<br />
Años más tarde, Francisco Cervantes de Salazar, en su «Crónica de la Nueva España» atribuyó a Hernández de Córdoba los siguientes hechos y frases: “Desta manera salió Francisco Hernández del puerto de Santiago de Cuba, el cual, estando ya en alta mar, declarando su pensamiento, que era otro del que parescía, dixo al piloto: «No voy yo a buscar lucayos (lucayos son indios de rescate), sino en demanda de alguna buena isla, para poblarla y ser Gobernador della; porque si la descubrimos, soy cierto que ansí por mis servicios como por el favor que tengo en Corte con mis deudos, que el Rey me hará merced de la gobernación della; por eso, buscadla con cuidado, que yo os lo gratificaré muy bien y os haré en todo ventajas entre todos los demás de nuestra compañía.»”. .<br />
<br />
CATOCHE, YUCATÁN Y CHAMPOTÓN<br />
<br />
Batalla de Catoche<br />
<br />
Al día siguiente del arribo de la expedición a un lugar de la costa que los mayas llamaban Ekab, los naturales se acercaron a los navíos invitando a los españoles a ir a tierra firme diciéndoles «conéx cotóch» «conex cotóch» (venid a nuestras casas); por eso los españoles se referirána ese lugar como «punta catoche». Decidieron aceptar la invitación, pero contemplaron bastante alarmados cómo la costa se llenaba de nativos, presintiendo que el desembarco podía ser peligroso. <br />
<br />
No obstante, bajaron a tierra como lo solicitaba su hasta ese momento su amable anfitrión, el cacique de ese lugar, aunque por precaución usaron sus propios bateles en lugar de aceptar ser llevados por los indios en canoas, y por supuesto salieron armados, procurando sobre todo llevar ballestas y escopetas ("quince ballestas y diez escopetas", según la increíble memoria de Bernal Díaz del Castillo). <br />
<br />
Los temores de los españoles se confirmaron inmediatamente. El cacique les tenía preparada una emboscada en cuanto pisaran tierra. Multitud de indios los atacaron, armados con lanzas, rodelas, hondas (hondas dice Bernal; Diego de Landa niega que los indios de Yucatán conocieran la honda; sostiene que lanzaban las piedras con la mano derecha, utilizando la izquierda para apuntar; pero la honda era conocida en otros puntos de Mesoamérica, y el testimonio de los que recibían las pedradas merece sin duda más crédito), flechas lanzadas con arco, y armaduras de algodón. Solo la sorpresa producida en los indios por las cortantes espadas de acero, las ballestas y las armas de fuego pudo ponerlos en fuga, consiguiendo los españoles volver a embarcar, no sin sufrir los primeros heridos de la expedición. <br />
<br />
Durante esta batalla de Catoche ocurrieron dos hechos que tendrían gran influencia futura: uno fue el haber hecho prisioneros a dos indios, a los que llevados a Cuba y una vez evangelizados y bautizados se les llamó Julián y Melchor, o más frecuentemente «Julianillo y Melchorejo». Habrían de ser los primeros intérpretes de los españoles en tierra maya, en la siguiente expedición que comandó Juan de Grijalva en 1518. <br />
<br />
Otro fue la curiosidad y valor del clérigo González, capellán del grupo, que, habiendo saltado a tierra con los soldados, se entretuvo en explorar una pirámide y unos adoratorios. El clérigo González vio por primera vez los ídolos mayas, y recogió piezas "de medio oro, y lo más cobre", que de todos modos serían suficientes para excitar la codicia de los españoles de Cuba, al regreso de la expedición. Al menos dos soldados murieron como resultado de las heridas de esa batalla.<br />
<br />
Exploración de la «isla» de Yucatán <br />
<br />
De vuelta en los navíos, Antón de Alaminos impuso una navegación lenta y vigilante, moviéndose solo de día, porque estaba empeñado en considerar a Yucatán como una isla. Además, empezó la mayor penalidad de los viajeros, la falta de agua de boca a bordo. Los depósitos de agua, pipas y vasijas, no eran de la calidad requerida para largas travesías; perdían agua y no la conservaban bien, exigiendo frecuentes desembarcos para renovar el imprescindible líquido. <br />
<br />
Cuando fueron a tierra para llenar las pipas, cerca de un pueblo al que llamaron Lázaro (En lengua de indios se llama Campeche, nos aclara Bernal), los indios se les acercaron una vez más con apariencia pacífica, y les repitieron una palabra que debería haberles resultado enigmática: «Castilian». Luego se atribuyó la palabra a la presencia en las proximidades de Jerónimo de Aguilar y de Gonzalo Guerrero, los «náufragos de Nicuesa». <br />
<br />
Los españoles encontraron un pozo «de cal y canto» utilizado por los indios para abastecerse de agua dulce, y pudieron llenar sus pipas y vasijas. Los indios, otra vez con aspecto y maneras amigables, los llevaron a su poblado, donde una vez más pudieron ver construcciones sólidas y muchos ídolos (Bernal alude a los «bultos de serpientes» en las paredes, tan característicos de Mesoamérica). Conocieron además a los primeros sacerdotes, con su túnica blanca y su larga cabellera impregnada de sangre humana. <br />
<br />
Estos sacerdotes les hicieron ver que las muestras de amistad no continuarían: convocaron a gran cantidad de guerreros y mandaron quemar unos carrizos secos, indicando a los españoles que si no se marchaban antes de que se extinguiera el fuego, los atacarían. Los hombres de Hernández decidieron retirarse a los barcos, con sus pipas y aljibes de agua, y consiguieron hacerlo antes de que los indios los atacaran, saliendo bien librados del descubrimiento de Campeche. <br />
Chakán Putum (Champotón) y la «mala pelea»<br />
Pudieron navegar unos seis días de buen tiempo y otros cuatro de temporal, que a punto estuvo de hacerlos naufragar. Pasado ese tiempo, el agua dulce se les volvió a agotar por culpa del mal estado de los depósitos. Estando ya en situación extrema, se detuvieron a recoger agua en un lugar que Bernal a veces llama Chakán Putum y a veces por su nombre actual de Champotón, donde discurre el río del mismo nombre. En cuanto habían henchido las pipas, se vieron rodeados de muchos escuadrones de indios. Pasaron la noche en tierra, con grandes precauciones y guardados por «velas y escuchas». <br />
<br />
Esta vez los españoles decidieron que no debían escapar, como en Cabo Catoche: necesitaban agua, y la retirada parecía más peligrosa que el ataque si los indios la estorbaban. Así que decidieron luchar, con resultado muy adverso: nada más empezar la batalla ya habla Bernal de ochenta españoles heridos. Recordando que los originalmente embarcados eran un centenar de personas, no todos soldados, eso da idea de que estuvieron muy cerca de terminar en ese momento la expedición. Pronto descubrieron que los escuadrones de indios se multiplicaban con nuevos refuerzos y que, si bien espadas, ballestas y arcabuces los asustaban al principio, conseguían superar la sorpresa procurando asaetear a distancia a los españoles, para mantenerse alejados de sus espadas. <br />
<br />
Al grito de «Calachumi» (Halach Uinik), que los conquistadores pronto supieron traducir como «¡al jefe!», los indios se ensañaron especialmente con Hernández de Córdoba, que llegó a recibir diez flechazos. También aprendieron los españoles el empeño de sus oponentes por capturar personas vivas: dos fueron hechas prisioneras y seguramente sacrificadas después; de una sabemos que se llamaba Alonso Boto, y de la otra Bernal solo es capaz de recordarla como “un portugués viejo”. <br />
<br />
Llegó un momento en que solo quedaba un soldado ileso, el capitán debía estar prácticamente inconsciente, y la agresividad de los indios se multiplicaba. Decidieron entonces como último recurso romper el cerco de los indios en dirección a los bateles, y volver a abordarlos —sin poder ocuparse de sus pipas de agua— para ganar los barcos. Afortunadamente para ellos, los indios no se habían preocupado de retirar o inutilizar las barcas, como habrían podido hacer. <br />
<br />
Se ensañaron, en cambio, en el ataque con flechas, piedras y lanzas a los bateles en fuga, que se desequilibraron por el peso y movimiento, y acabaron dando al través o volcando. Los supervivientes de Hernández tuvieron que desplazarse asidos a las bordas de las lanchas, medio nadando, pero al final fueron recogidos por el barco de menor calado, y puestos a salvo. <br />
<br />
Los supervivientes, al pasar lista, tuvieron que lamentar la falta de cincuenta compañeros, incluyendo los dos que se llevaron vivos. El resto estaban muy malheridos, con excepción de un soldado llamado Berrio, que resultó sorprendentemente ileso. Cinco murieron en los días siguientes, siendo arrojados al mar sus cadáveres. Los españoles llamaron al sitio «costa de la mala pelea», y así figuró en los mapas durante algún tiempo. <br />
EL RETORNO A TRAVÉS DE FLORIDA<br />
Los expedicionarios habían vuelto a las naves sin el agua dulce que obligó al desembarco. Además, veían mermada su tripulación en más de cincuenta hombres, muchos de ellos marineros, lo que unido a la gran cantidad de heridos graves les impedía maniobrar los tres barcos. Se deshicieron del de menor calado quemándolo en alta mar, después de haber repartido en los otros dos sus velas, anclas y cables. <br />
<br />
La sed comenzó a ser intolerable. Bernal habla de que se les agrietaban lenguas y gargantas, y de soldados que fallecieron porque la desesperación los llevó a ingerir agua de mar. Otro desembarco de quince hombres, en un lugar al que llamaron «Estero de los lagartos» solo obtuvo agua salobre, que aumentó la desesperación de los tripulantes. <br />
<br />
Los pilotos Alaminos, Camacho y Álvarez decidieron, a iniciativa de Alaminos, navegar a Florida en lugar de hacerlo directamente a Cuba. El piloto mayor Alaminos recordaba su exploración de La Florida con Juan Ponce de León, y creía saber que esa era la ruta más segura, aunque nada más llegar a Florida advirtió a sus compañeros de la belicosidad de los indios locales. Efectivamente, las veinte personas —entre ellas Bernal y el piloto Alaminos— que desembarcaron en busca de agua fueron atacadas por nativos, aunque esta vez lograron sobreponerse a ellos, no sin que Bernal recibiera su tercera herida del viaje, y Alaminos un flechazo en la garganta. <br />
<br />
Desapareció también uno de los vigías que se habían puesto en torno a la tropa, Berrio, precisamente el único soldado que había resultado ileso en Champotón. Pero pudieron regresar al barco, y por fin llevaban agua dulce que alivió el sufrimiento de los que habían permanecido en él, aunque uno de ellos, siempre según Bernal, bebió tanta que se hinchó y murió a los pocos días. Ya con agua, se dirigieron a La Habana con los dos navíos restantes, pudieron desembarcar en el puerto de Carenas (La Habana), dando por terminado el viaje. <br />
<br />
En algún momento entre 1517 y 1518, los españoles dejaron abandonada en la isla de Términos (actualmente isla del Carmen) a una perra de caza, la lebrela de Términos, que luego recuperaría la expedición de Cortés. Bernal Díaz del Castillo refiere que fue Grijalva el que perdió la perra, pero Cortés atribuye el anecdótico suceso a Hernández. Si fuera así, como supone el moderno biógrafo de Cortés Juan Miralles, debería revisarse la ruta de vuelta de su expedición, que no iría de Champotón a Florida directamente, sino recalando en la isla del Carmen, algo más al sur. <br />
LA EXPEDICIÓN DE JUAN DE GRIJALVA<br />
El descubrimiento de «El Gran Cairo», en marzo de 1517, fue sin duda un momento crucial en la consideración de las Indias por los españoles: hasta entonces, nada se había asemejado a las historias de Marco Polo, o a las promesas de Colón, que adivinaba Catay —y hasta el Jardín del paraíso— tras cada cabo y en cada río. <br />
<br />
Lejos estaban todavía los encuentros con las culturas azteca e inca, y «El Gran Cairo» era lo más parecido a ese sueño que los conquistadores habían contemplado hasta entonces. De hecho, cuando llegaron noticias a Cuba, los españoles reavivaron su imaginación, creando otra vez fantasías sobre el origen de los pueblos descubiertos, que remitían a «los gentiles» o a «los judíos desterrados de Jerusalén por Tito y Vespasiano». <br />
<br />
De la importancia que se dio a las noticias, objetos y personas que Hernández llevó a Cuba, da idea la rapidez con la que se preparó la siguiente expedición que Diego Velázquez encargó a Juan de Grijalva, pariente suyo y persona de su confianza. Las noticias de que en esa «isla» de Yucatán había oro, confirmadas además con entusiasmo por Julianillo, cebaron el proceso que concluiría con la Conquista de México por la tercera flota enviada: la de Hernán Cortés. <br />
<br />
Bernal Díaz del Castillo, en su «Historia Verdadera…», al principio del capítulo segundo dice: “En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte”. La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos creen que pudo salir de Santiago. <br />
<br />
En 1518 Juan de Grijalva explora con más detención la península del Yucatán encontrando oro, joyas, e información de México y enviados de Moctezuma. Grijalva había nacido en Cuéllar, España, en 1490 y muere en Olancho, América Central, en 1527. Se trasladó en su juventud a Cuba, donde contó con el apoyo político de su tío, Pánfilo de Narváez, y de su paisano, el gobernador Diego Velázquez de Cuéllar. Intervino en el proceso de conquista y colonización de la isla desde 1511. <br />
<br />
Según la crónica de Herrera, cuando Velázquez partió para celebrar su boda le dejó a cargo de la colonia de Santiago de Cuba, donde residían fray Bartolomé de Las Casas y cincuenta españoles. En 1514 participó en la fundación de la villa Trinidad, en la que permaneció en calidad de poblador y encomendero hasta que Diego Velázquez le puso al frente de la expedición que tenía la misión de completar las exploraciones del Golfo de México que había realizado Francisco Hernández de Córdoba. <br />
<br />
Entre los integrantes de la expedición, que partió en abril de 1518, figuraron Pedro de Alvarado, Francisco de Montejo, Alonso Dávila y un futuro historiador de la conquista de México: Bernal Díaz del Castillo. Los cuatro navíos que componían la expedición recalaron el 3 de mayo en la isla de Cozumel, a la que Grijalva dio el nombre de Santa Cruz. Posteriormente recorrieron la costa este del Yucatán y entraron en contacto con distintas poblaciones de origen maya. Hallaron las bocas de los ríos Usumacinta, Tabasco, Coatzacoalcos y Papaloapan, y establecieron relaciones con los indígenas que poblaban sus márgenes. <br />
<br />
Más tarde alcanzaron la desembocadura de otro río, denominado Banderas por Grijalva, donde tuvieron la primera noticia de la existencia del imperio azteca, al recibir a una embajada enviada por Moctezuma II. El 19 de junio los españoles desembarcaron en las cercanías de la actual Veracruz, en la bahía de San Juan de Ulúa, y tomaron posesión de aquel puerto, al que dieron el nombre de Santa María de las Nieves. Pese a la insistencia de algunos de sus capitanes, Grijalva no se atrevió a fundar una colonia. <br />
<br />
Después de enviar a Pedro de Alvarado a Cuba en busca de refuerzos, Juan de Grijalva continuó su exploración costera, pero, al verse acosado por nativos hostiles en las cercanías de la desembocadura del río Canoas, siguió el consejo del piloto Antón de Alaminos y, el 21 de septiembre determinó regresar, ante la oposición, entre otros, de Francisco de Montejo y Alonso Dávila. Tras regresar a Cuba, fue destituido por el gobernador Diego Velázquez.<br />
<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
==BIBLIOGRAFÍA==<br />
<br />
D. E. CHIPMAN, Nuño de Guzmán and the Province of Pánuco in New Spain: 1518-1533, Glendale, California, <br />
<br />
Arthur H. Clark Company, 1967; D. E. CHIPMAN, Texas en la época colonial, Madrid, MAPFRE, 1992; <br />
<br />
CHIPMAN, DONALD E. (1992), Spanish Texas, 1519-1821, Austin, TX: University of Texas Press, ISBN 0-292-77659-4; <br />
<br />
DÍAZ DEL CASTILLO BERNAL, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Madrid, Historia 16, 1985; <br />
<br />
R. S. WEDDLE, Spanish Sea: The Gulf of Mexico in North American Discovery 1500-1685, Collage Station, Texas A&M University Press, 1985<br />
<br />
<br />
M.ª L. RODRÍGUEZ SALA, I. GÓMEZ GIL Y M.ª E. CUÉ, Navegantes, exploradores y misioneros en el septentrión novohispano en el siglo XVI, México, Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, UNAM, 1993; <br />
<br />
H. E. BOLTON, The Spanish Borderlands: A chronicle of Old Florida and the Southwest, Alburquerque, University of New Mexico Press, 1996. <br />
<br />
WEBER, DAVID J. (1992), The Spanish Frontier in North America, Yale Western Americana Series, New Haven, CT: Yale University Press, ISBN 0-300-05198-0. <br />
<br />
ROBERT S. WEDDLE: Alonso Alvarez de Pineda from the Handbook of Texas Online.<br />
<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ'''</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=GOLFO_DE_M%C3%89XICO._Exploraci%C3%B3n_de_sus_costas_(1513-1535)&diff=3705826
GOLFO DE MÉXICO. Exploración de sus costas (1513-1535)
2023-08-27T01:47:11Z
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<hr />
<div>==BAHAMAS y FLORIDA==<br />
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En 1513 Juan Ponce de León descubre las Bahamas y la península de la Florida. El Adelantado Ponce de León fue explorador y conquistador español, primer gobernante de Puerto Rico y descubridor de la Florida, territorio al que llega el día de Pascua (Pascua Florida) y da tal nombre de memoria cristiana a las tierras descubiertas. (El territorio de Florida pasará en 1817 al actual Estados Unidos, vendida por España en 1821). <br />
<br />
En 1519 Alonso Álvarez de Pineda descubre la desembocadura del río Mississippi. Por encargo de Francisco de Garay, gobernador de Jamaica, capitaneó un viaje de exploración a las costas del golfo de México. La expedición partió de Jamaica a finales de marzo de 1519. Su misión era explorar y cartografiar la zona comprendida entre el sur del golfo y los territorios de La Florida, descubiertos seis años antes por Juan Ponce de León, y averiguar si se hallaba allí un paso que comunicara el océano Atlántico con el Pacífico, el tan buscado estrecho de Anián. <br />
<br />
Álvarez de Pineda costeó La Florida y entró en la bahía de Corpus Christi (en el actual estado de Texas). Tomó posesión de ella en nombre de la Corona de España y fundó allí una ciudad. Llegó hasta el río Bravo, al que llamó río de las Palmas, y el 2 de junio de 1519 avistó la desembocadura del río Mississippi, al que puso el nombre de río del Espíritu Santo por la festividad del día. Después, puso rumbo al Sur, hasta llegar a Veracruz (México) en agosto de 1519. <br />
<br />
Allí se encontraba la expedición que, al frente de Hernán Cortés, se disponía a marchar a la conquista del imperio azteca. Pineda llevaba instrucciones del gobernador de Jamaica para interceptar la expedición de Cortés en Veracruz. Así, en cuanto los hombres de Garay desembarcaron, los soldados de Cortés cayeron sobre ellos capturando a la mayoría. Pineda consiguió escapar navegando por el golfo de México hacia el Norte durante cuarenta días hasta alcanzar la desembocadura del río Grande y desde allí puso rumbo a Jamaica. <br />
<br />
El resultado de su viaje fue el reconocimiento detallado de las costas del golfo de México en más de ochocientas millas, desde Florida hasta Veracruz, y el trazado de cartas geográficas de toda la zona explorada, a la que puso el nombre de Amichel. Al mismo tiempo, demostró que La Florida no era una isla, como se creía desde que así lo afirmara Ponce de León al descubrirla. Es pues, el primer explorador y cartógrafo del golfo de México, así como el primer explorador de Texas. <br />
<br />
Basándose en el reconocimiento efectuado por Pineda, en junio de 1521 el gobernador Francisco de Garay obtuvo la aprobación de la Corona de España para colonizar esta área en calidad de «adelantado». Poco después de regresar a Jamaica, partió de nuevo hacia México y viajó a la región de Pánuco para establecer allí una colonia, cerca de la futura ciudad de Tampico. La opinión más comúnmente admitida es que murió en Pánuco en 1520. <br />
<br />
En enero de dicho año, Diego de Camargo comandaba un barco encargado de transportar provisiones desde Jamaica hasta la colonia. Al llegar, la encontró asediada por los indios huastecas. Excepto sesenta personas que Camargo pudo evacuar, todos los pobladores y soldados habían muerto; entre ellos se cree que estaba Alonso Álvarez de Pineda. <br />
<br />
YUCATÁN<br />
<br />
En 1517 Francisco Hernández de Córdoba descubre y explora la península del Yucatán encontrando a la etnia de los indios mayas, quienes habían alcanzado una cultura mucho más avanzada que los del Caribe. Su historia merece una más específica explicación. Francisco Hernández de Córdoba era un rico encomendero de Cuba. Fue nombrado por el Gobernador de la isla, Diego Velázquez de Cuéllar, jefe de la expedición que debía explorar los mares al occidente de Cuba y sus posibles islas o costas continentales. <br />
<br />
Partió de Cuba en febrero de 1517, y halló la costa de la península de Yucatán, por lo que muchos lo consideran como el descubridor de lo que hoy es México. Saliendo del puerto de Ajaruco, en la banda norte de la provincia de La Habana, según Díaz del Castillo, o de Santiago según algunos autores modernos; la flota fue sorprendida por una tormenta que la llevó a tierra. Observaron cómo se acercaban los pobladores del lugar, con cara alegre y muestras de paz. Cuando los españoles preguntaron con señas por el nombre del lugar, los mayas respondieron «in ca wotoch», que quiere decir «esta es mi casa». Por esta causa le pusieron a esa tierra Punta de Catoche, hoy Cabo Catoche. <br />
<br />
Fue un encuentro muy importante en cuanto por los españoles tuvieron por primera vez constancia de la presencia en América de culturas avanzadas (los mayas), con casas «de cal y canto» y organización social de complejidad más próxima a la del Viejo Mundo, y se tuvo también esperanza de existencia de oro. <br />
<br />
Halló muchos poblados habitados y entabló en ellos contactos puntuales, pero generalmente hostiles, al punto que resultó para los españoles muy difícil el acopio de agua, por los ataques de que eran objeto. En uno de ellos, en el lugar que los mayas llamaban Chakán Putum (Champotón), el ataque fue mucho más fiero de lo normal y causó muchos muertos a los expedicionarios, siendo casi todos, incluido Hernández de Córdoba, heridos por arma arrojadiza: flechas y azagayas. El piloto Antón de Alaminos decidió levar anclas y dirigir sus barcos a Florida, lugar que conocía por haber participado en la expedición de Juan Ponce de León en 1512. <br />
<br />
Allí recalaron lo justo para recoger víveres y agua y regresar a Cuba. Pero Hernández no vivió la continuidad de su obra: murió en aquel mismo año de 1517, apenas dos semanas después de regresar de su desgraciada expedición, como resultado de las heridas y la sed sufridas durante el viaje, y decepcionado al saber que Diego Velázquez había preferido a Juan de Grijalva como capitán de la siguiente expedición a Yucatán. <br />
<br />
Las noticias de la expedición alentaron a Velázquez, que supuso la presencia de oro en poblaciones como las descubiertas y organizó otras dos expediciones, al mando primero de Juan de Grijalva, en 1518, y luego de Hernán Cortés, en 1519, que finalmente terminó por conquistar México y luego explorar desde el Golfo de California hasta las Hibueras. <br />
<br />
De la biografía de Hernández de Córdoba solo se sabe que residía en Cuba en 1517, por lo que seguramente habría participado en su conquista, y que era un hacendado rico que tenía un poblado de indios, así como amistades con suficiente capacidad económica como para ayudar a financiar la expedición que encabezó. Bernal Díaz del Castillo es el cronista que más detalles aporta sobre el viaje de Hernández de Córdoba, y también el único que fue testigo presencial de todo el proceso, pues participó en las expediciones posteriores de Juan de Grijalva y de Hernán Cortés. <br />
<br />
Además, Bernal declara en su crónica haber sido él mismo promotor del proyecto, junto con otro centenar de españoles que decían necesitar “ocupar sus personas”, porque hacía tres años que habían llegado a Cuba, desde la Castilla del Oro de Pedrarias Dávila, y se quejaban de que ”no habían hecho cosa alguna que de contar fuera”. <br />
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Polémica por los motivos de la expedición de Hernández de Córdoba<br />
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Bernal cuenta primero que tanto él como otros ciento diez españoles, que vivían en Castilla del Oro, decidieron pedir permiso a Pedro Arias Dávila para trasladarse a Cuba, que Pedrarias concedió de buen grado, porque en Tierra Firme ”no había nada que conquistar, que todo estaba en paz, que el Vasco Núñez de Balboa, su yerno del Pedrarias, lo había conquistado". Esos españoles de Castilla del Oro se presentaron en Cuba a Diego Velázquez, el gobernador (y familiar de Bernal Díaz del Castillo), quien les prometió que “nos daría indios, en vacando”. <br />
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Inmediatamente después de esta alusión a la promesa de indios, Bernal dice que ”Y como se habían pasado ya tres años [...] y no habíamos hecho cosa alguna que de contar fuera”, los ciento diez españoles procedentes del Darién ”y los que en la isla de Cuba no tenían indios” —otra vez la alusión a la falta de indios— decidieron concertarse con ”un hidalgo que se decía Francisco Hernández de Córdoba [...] y era hombre rico y tenía pueblo de indios en aquella isla [Cuba]”, para que aceptara ser su capitán para "ir a nuestra ventura a descubrir nuevas tierras y en ellas emplear nuestras personas”. <br />
<br />
Se aprecia que Bernal Díaz del Castillo no intenta ocultar que los tan repetidos indios algo tenían que ver con el proyecto, aunque autores como Madariaga prefieran concluir que el objetivo era el mucho más noble de “descubrir, ocupar nuestras personas y hacer cosas dignas de ser contadas.” El cronista niega inmediatamente que se admitiera la pretensión de Velázquez de capturar indios: “le respondimos que lo que decía no lo manda Dios ni el rey, que hiciésemos a los libres esclavos”. <br />
<br />
Si aceptamos el juicio de Bernal, el gobernador admitió deportivamente la negativa, y aun así, proporcionó el barco. Para valorar la forma vaga y acaso contradictoria en que Bernal trata el asunto del secuestro de indios como posible objetivo del viaje, debe tenerse en cuenta que escribió su historia de la conquista unos cincuenta años después de ocurridos los hechos, y que al menos en parte su objetivo era que se reconocieran sus servicios a la Corona. <br />
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La mayoría de sus contemporáneos, que además escribieron antes, son más tajantes: en la carta enviada a la reina doña Juana y al rey Carlos I por la justicia y regimiento de la Rica Villa de la Vera Cruz, los capitanes de Cortés narran el origen de la expedición de Hernández diciendo: ”como es costumbre en estas islas que en nombre de vuestras majestades están pobladas de españoles de ir por indios a las islas que no están pobladas de españoles, para se servir dellos, enviaron los susodichos [Francisco Fernández de Córdoba, y sus socios Lope Ochoa de Caicedo y Cristóbal Morante] dos navíos y un bergantín para que de las dichas islas trujesen indios a la dicha isla Fernandina, y creemos [...] que el dicho Diego Velázquez [...] tenía la cuarta parte de la dicha armada”. <br />
<br />
La presencia de Antón de Alaminos en la expedición es uno de los argumentos en contra de la hipótesis del objetivo exclusivamente esclavista. Este prestigioso piloto, veterano de los viajes del Almirante, parece un recurso excesivo para una expedición esclavista a los islotes de Guanajes. Hay otro miembro de la expedición cuya presencia se aviene todavía menos con esa hipótesis: el «veedor» Bernardino Íñiguez. <br />
<br />
Este cargo público tenía funciones que hoy llamaríamos fiscales y administrativas (hoy se llamaría «supervisor»). Se encargaba de contar los tesoros rescatados en las expediciones, en metales y piedras preciosas, para dar fe de la correcta separación del «quinto real» (se destinaba a la corona española un 20% de lo obtenido en las conquistas; norma fiscal con origen en la Reconquista) y de otros requisitos legales como leer a los indios, antes de atacarlos, el «Requerimiento». Si la expedición iba a Guanajes a por indios, no hacía falta, e incluso era inconveniente, llevar Veedor. <br />
<br />
Los anteriores datos son difíciles de conciliar entre sí y resultan compatibles con varias hipótesis. Bajo la primera, Hernández de Córdoba habría descubierto Yucatán por accidente, al verse desviada su expedición por una tormenta, inicialmente destinada a un viaje más corto; entre tanto, las menciones de Alaminos y del Veedor serían meros «adornos» destinados a legitimar el intento. En segundo lugar, puede suponerse que tras unos malos propósitos de Diego Velázquez, rápidamente reprimidos y afeados por los demás españoles, que además se conformaban con seguir sin indios en Cuba, el viaje se planeó principalmente como de descubrimiento y conquista, y por eso se llevaba Veedor además de tan buen piloto. Por supuesto, puede también creerse, con Las Casas, que el proyecto pretendía conseguir los dos objetivos. <br />
<br />
Años más tarde, Francisco Cervantes de Salazar, en su «Crónica de la Nueva España» atribuyó a Hernández de Córdoba los siguientes hechos y frases: “Desta manera salió Francisco Hernández del puerto de Santiago de Cuba, el cual, estando ya en alta mar, declarando su pensamiento, que era otro del que parescía, dixo al piloto: «No voy yo a buscar lucayos (lucayos son indios de rescate), sino en demanda de alguna buena isla, para poblarla y ser Gobernador della; porque si la descubrimos, soy cierto que ansí por mis servicios como por el favor que tengo en Corte con mis deudos, que el Rey me hará merced de la gobernación della; por eso, buscadla con cuidado, que yo os lo gratificaré muy bien y os haré en todo ventajas entre todos los demás de nuestra compañía.»”. .<br />
<br />
CATOCHE, YUCATÁN Y CHAMPOTÓN<br />
<br />
Batalla de Catoche<br />
<br />
Al día siguiente del arribo de la expedición a un lugar de la costa que los mayas llamaban Ekab, los naturales se acercaron a los navíos invitando a los españoles a ir a tierra firme diciéndoles «conéx cotóch» «conex cotóch» (venid a nuestras casas); por eso los españoles se referirána ese lugar como «punta catoche». Decidieron aceptar la invitación, pero contemplaron bastante alarmados cómo la costa se llenaba de nativos, presintiendo que el desembarco podía ser peligroso. <br />
<br />
No obstante, bajaron a tierra como lo solicitaba su hasta ese momento su amable anfitrión, el cacique de ese lugar, aunque por precaución usaron sus propios bateles en lugar de aceptar ser llevados por los indios en canoas, y por supuesto salieron armados, procurando sobre todo llevar ballestas y escopetas ("quince ballestas y diez escopetas", según la increíble memoria de Bernal Díaz del Castillo). <br />
<br />
Los temores de los españoles se confirmaron inmediatamente. El cacique les tenía preparada una emboscada en cuanto pisaran tierra. Multitud de indios los atacaron, armados con lanzas, rodelas, hondas (hondas dice Bernal; Diego de Landa niega que los indios de Yucatán conocieran la honda; sostiene que lanzaban las piedras con la mano derecha, utilizando la izquierda para apuntar; pero la honda era conocida en otros puntos de Mesoamérica, y el testimonio de los que recibían las pedradas merece sin duda más crédito), flechas lanzadas con arco, y armaduras de algodón. Solo la sorpresa producida en los indios por las cortantes espadas de acero, las ballestas y las armas de fuego pudo ponerlos en fuga, consiguiendo los españoles volver a embarcar, no sin sufrir los primeros heridos de la expedición. <br />
<br />
Durante esta batalla de Catoche ocurrieron dos hechos que tendrían gran influencia futura: uno fue el haber hecho prisioneros a dos indios, a los que llevados a Cuba y una vez evangelizados y bautizados se les llamó Julián y Melchor, o más frecuentemente «Julianillo y Melchorejo». Habrían de ser los primeros intérpretes de los españoles en tierra maya, en la siguiente expedición que comandó Juan de Grijalva en 1518. <br />
<br />
Otro fue la curiosidad y valor del clérigo González, capellán del grupo, que, habiendo saltado a tierra con los soldados, se entretuvo en explorar una pirámide y unos adoratorios. El clérigo González vio por primera vez los ídolos mayas, y recogió piezas "de medio oro, y lo más cobre", que de todos modos serían suficientes para excitar la codicia de los españoles de Cuba, al regreso de la expedición. Al menos dos soldados murieron como resultado de las heridas de esa batalla.<br />
<br />
Exploración de la «isla» de Yucatán <br />
<br />
De vuelta en los navíos, Antón de Alaminos impuso una navegación lenta y vigilante, moviéndose solo de día, porque estaba empeñado en considerar a Yucatán como una isla. Además, empezó la mayor penalidad de los viajeros, la falta de agua de boca a bordo. Los depósitos de agua, pipas y vasijas, no eran de la calidad requerida para largas travesías; perdían agua y no la conservaban bien, exigiendo frecuentes desembarcos para renovar el imprescindible líquido. <br />
<br />
Cuando fueron a tierra para llenar las pipas, cerca de un pueblo al que llamaron Lázaro (En lengua de indios se llama Campeche, nos aclara Bernal), los indios se les acercaron una vez más con apariencia pacífica, y les repitieron una palabra que debería haberles resultado enigmática: «Castilian». Luego se atribuyó la palabra a la presencia en las proximidades de Jerónimo de Aguilar y de Gonzalo Guerrero, los «náufragos de Nicuesa». <br />
<br />
Los españoles encontraron un pozo «de cal y canto» utilizado por los indios para abastecerse de agua dulce, y pudieron llenar sus pipas y vasijas. Los indios, otra vez con aspecto y maneras amigables, los llevaron a su poblado, donde una vez más pudieron ver construcciones sólidas y muchos ídolos (Bernal alude a los «bultos de serpientes» en las paredes, tan característicos de Mesoamérica). Conocieron además a los primeros sacerdotes, con su túnica blanca y su larga cabellera impregnada de sangre humana. <br />
<br />
Estos sacerdotes les hicieron ver que las muestras de amistad no continuarían: convocaron a gran cantidad de guerreros y mandaron quemar unos carrizos secos, indicando a los españoles que si no se marchaban antes de que se extinguiera el fuego, los atacarían. Los hombres de Hernández decidieron retirarse a los barcos, con sus pipas y aljibes de agua, y consiguieron hacerlo antes de que los indios los atacaran, saliendo bien librados del descubrimiento de Campeche. <br />
Chakán Putum (Champotón) y la «mala pelea»<br />
Pudieron navegar unos seis días de buen tiempo y otros cuatro de temporal, que a punto estuvo de hacerlos naufragar. Pasado ese tiempo, el agua dulce se les volvió a agotar por culpa del mal estado de los depósitos. Estando ya en situación extrema, se detuvieron a recoger agua en un lugar que Bernal a veces llama Chakán Putum y a veces por su nombre actual de Champotón, donde discurre el río del mismo nombre. En cuanto habían henchido las pipas, se vieron rodeados de muchos escuadrones de indios. Pasaron la noche en tierra, con grandes precauciones y guardados por «velas y escuchas». <br />
<br />
Esta vez los españoles decidieron que no debían escapar, como en Cabo Catoche: necesitaban agua, y la retirada parecía más peligrosa que el ataque si los indios la estorbaban. Así que decidieron luchar, con resultado muy adverso: nada más empezar la batalla ya habla Bernal de ochenta españoles heridos. Recordando que los originalmente embarcados eran un centenar de personas, no todos soldados, eso da idea de que estuvieron muy cerca de terminar en ese momento la expedición. Pronto descubrieron que los escuadrones de indios se multiplicaban con nuevos refuerzos y que, si bien espadas, ballestas y arcabuces los asustaban al principio, conseguían superar la sorpresa procurando asaetear a distancia a los españoles, para mantenerse alejados de sus espadas. <br />
<br />
Al grito de «Calachumi» (Halach Uinik), que los conquistadores pronto supieron traducir como «¡al jefe!», los indios se ensañaron especialmente con Hernández de Córdoba, que llegó a recibir diez flechazos. También aprendieron los españoles el empeño de sus oponentes por capturar personas vivas: dos fueron hechas prisioneras y seguramente sacrificadas después; de una sabemos que se llamaba Alonso Boto, y de la otra Bernal solo es capaz de recordarla como “un portugués viejo”. <br />
<br />
Llegó un momento en que solo quedaba un soldado ileso, el capitán debía estar prácticamente inconsciente, y la agresividad de los indios se multiplicaba. Decidieron entonces como último recurso romper el cerco de los indios en dirección a los bateles, y volver a abordarlos —sin poder ocuparse de sus pipas de agua— para ganar los barcos. Afortunadamente para ellos, los indios no se habían preocupado de retirar o inutilizar las barcas, como habrían podido hacer. <br />
<br />
Se ensañaron, en cambio, en el ataque con flechas, piedras y lanzas a los bateles en fuga, que se desequilibraron por el peso y movimiento, y acabaron dando al través o volcando. Los supervivientes de Hernández tuvieron que desplazarse asidos a las bordas de las lanchas, medio nadando, pero al final fueron recogidos por el barco de menor calado, y puestos a salvo. <br />
<br />
Los supervivientes, al pasar lista, tuvieron que lamentar la falta de cincuenta compañeros, incluyendo los dos que se llevaron vivos. El resto estaban muy malheridos, con excepción de un soldado llamado Berrio, que resultó sorprendentemente ileso. Cinco murieron en los días siguientes, siendo arrojados al mar sus cadáveres. Los españoles llamaron al sitio «costa de la mala pelea», y así figuró en los mapas durante algún tiempo. <br />
EL RETORNO A TRAVÉS DE FLORIDA<br />
Los expedicionarios habían vuelto a las naves sin el agua dulce que obligó al desembarco. Además, veían mermada su tripulación en más de cincuenta hombres, muchos de ellos marineros, lo que unido a la gran cantidad de heridos graves les impedía maniobrar los tres barcos. Se deshicieron del de menor calado quemándolo en alta mar, después de haber repartido en los otros dos sus velas, anclas y cables. <br />
<br />
La sed comenzó a ser intolerable. Bernal habla de que se les agrietaban lenguas y gargantas, y de soldados que fallecieron porque la desesperación los llevó a ingerir agua de mar. Otro desembarco de quince hombres, en un lugar al que llamaron «Estero de los lagartos» solo obtuvo agua salobre, que aumentó la desesperación de los tripulantes. <br />
<br />
Los pilotos Alaminos, Camacho y Álvarez decidieron, a iniciativa de Alaminos, navegar a Florida en lugar de hacerlo directamente a Cuba. El piloto mayor Alaminos recordaba su exploración de La Florida con Juan Ponce de León, y creía saber que esa era la ruta más segura, aunque nada más llegar a Florida advirtió a sus compañeros de la belicosidad de los indios locales. Efectivamente, las veinte personas —entre ellas Bernal y el piloto Alaminos— que desembarcaron en busca de agua fueron atacadas por nativos, aunque esta vez lograron sobreponerse a ellos, no sin que Bernal recibiera su tercera herida del viaje, y Alaminos un flechazo en la garganta. <br />
<br />
Desapareció también uno de los vigías que se habían puesto en torno a la tropa, Berrio, precisamente el único soldado que había resultado ileso en Champotón. Pero pudieron regresar al barco, y por fin llevaban agua dulce que alivió el sufrimiento de los que habían permanecido en él, aunque uno de ellos, siempre según Bernal, bebió tanta que se hinchó y murió a los pocos días. Ya con agua, se dirigieron a La Habana con los dos navíos restantes, pudieron desembarcar en el puerto de Carenas (La Habana), dando por terminado el viaje. <br />
<br />
En algún momento entre 1517 y 1518, los españoles dejaron abandonada en la isla de Términos (actualmente isla del Carmen) a una perra de caza, la lebrela de Términos, que luego recuperaría la expedición de Cortés. Bernal Díaz del Castillo refiere que fue Grijalva el que perdió la perra, pero Cortés atribuye el anecdótico suceso a Hernández. Si fuera así, como supone el moderno biógrafo de Cortés Juan Miralles, debería revisarse la ruta de vuelta de su expedición, que no iría de Champotón a Florida directamente, sino recalando en la isla del Carmen, algo más al sur. <br />
LA EXPEDICIÓN DE JUAN DE GRIJALVA<br />
El descubrimiento de «El Gran Cairo», en marzo de 1517, fue sin duda un momento crucial en la consideración de las Indias por los españoles: hasta entonces, nada se había asemejado a las historias de Marco Polo, o a las promesas de Colón, que adivinaba Catay —y hasta el Jardín del paraíso— tras cada cabo y en cada río. <br />
<br />
Lejos estaban todavía los encuentros con las culturas azteca e inca, y «El Gran Cairo» era lo más parecido a ese sueño que los conquistadores habían contemplado hasta entonces. De hecho, cuando llegaron noticias a Cuba, los españoles reavivaron su imaginación, creando otra vez fantasías sobre el origen de los pueblos descubiertos, que remitían a «los gentiles» o a «los judíos desterrados de Jerusalén por Tito y Vespasiano». <br />
<br />
De la importancia que se dio a las noticias, objetos y personas que Hernández llevó a Cuba, da idea la rapidez con la que se preparó la siguiente expedición que Diego Velázquez encargó a Juan de Grijalva, pariente suyo y persona de su confianza. Las noticias de que en esa «isla» de Yucatán había oro, confirmadas además con entusiasmo por Julianillo, cebaron el proceso que concluiría con la Conquista de México por la tercera flota enviada: la de Hernán Cortés. <br />
<br />
Bernal Díaz del Castillo, en su «Historia Verdadera…», al principio del capítulo segundo dice: “En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte”. La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos creen que pudo salir de Santiago. <br />
<br />
En 1518 Juan de Grijalva explora con más detención la península del Yucatán encontrando oro, joyas, e información de México y enviados de Moctezuma. Grijalva había nacido en Cuéllar, España, en 1490 y muere en Olancho, América Central, en 1527. Se trasladó en su juventud a Cuba, donde contó con el apoyo político de su tío, Pánfilo de Narváez, y de su paisano, el gobernador Diego Velázquez de Cuéllar. Intervino en el proceso de conquista y colonización de la isla desde 1511. <br />
<br />
Según la crónica de Herrera, cuando Velázquez partió para celebrar su boda le dejó a cargo de la colonia de Santiago de Cuba, donde residían fray Bartolomé de Las Casas y cincuenta españoles. En 1514 participó en la fundación de la villa Trinidad, en la que permaneció en calidad de poblador y encomendero hasta que Diego Velázquez le puso al frente de la expedición que tenía la misión de completar las exploraciones del Golfo de México que había realizado Francisco Hernández de Córdoba. <br />
<br />
Entre los integrantes de la expedición, que partió en abril de 1518, figuraron Pedro de Alvarado, Francisco de Montejo, Alonso Dávila y un futuro historiador de la conquista de México: Bernal Díaz del Castillo. Los cuatro navíos que componían la expedición recalaron el 3 de mayo en la isla de Cozumel, a la que Grijalva dio el nombre de Santa Cruz. Posteriormente recorrieron la costa este del Yucatán y entraron en contacto con distintas poblaciones de origen maya. Hallaron las bocas de los ríos Usumacinta, Tabasco, Coatzacoalcos y Papaloapan, y establecieron relaciones con los indígenas que poblaban sus márgenes. <br />
<br />
Más tarde alcanzaron la desembocadura de otro río, denominado Banderas por Grijalva, donde tuvieron la primera noticia de la existencia del imperio azteca, al recibir a una embajada enviada por Moctezuma II. El 19 de junio los españoles desembarcaron en las cercanías de la actual Veracruz, en la bahía de San Juan de Ulúa, y tomaron posesión de aquel puerto, al que dieron el nombre de Santa María de las Nieves. Pese a la insistencia de algunos de sus capitanes, Grijalva no se atrevió a fundar una colonia. <br />
<br />
Después de enviar a Pedro de Alvarado a Cuba en busca de refuerzos, Juan de Grijalva continuó su exploración costera, pero, al verse acosado por nativos hostiles en las cercanías de la desembocadura del río Canoas, siguió el consejo del piloto Antón de Alaminos y, el 21 de septiembre determinó regresar, ante la oposición, entre otros, de Francisco de Montejo y Alonso Dávila. Tras regresar a Cuba, fue destituido por el gobernador Diego Velázquez.<br />
<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
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<br />
<br />
==BIBLIOGRAFÍA==<br />
<br />
D. E. CHIPMAN, Nuño de Guzmán and the Province of Pánuco in New Spain: 1518-1533, Glendale, California, <br />
<br />
Arthur H. Clark Company, 1967; D. E. CHIPMAN, Texas en la época colonial, Madrid, MAPFRE, 1992; <br />
<br />
CHIPMAN, DONALD E. (1992), Spanish Texas, 1519-1821, Austin, TX: University of Texas Press, ISBN 0-292-77659-4; <br />
<br />
DÍAZ DEL CASTILLO BERNAL, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Madrid, Historia 16, 1985; <br />
<br />
R. S. WEDDLE, Spanish Sea: The Gulf of Mexico in North American Discovery 1500-1685, Collage Station, Texas A&M University Press, 1985<br />
<br />
<br />
M.ª L. RODRÍGUEZ SALA, I. GÓMEZ GIL Y M.ª E. CUÉ, Navegantes, exploradores y misioneros en el septentrión novohispano en el siglo XVI, México, Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, UNAM, 1993; <br />
<br />
H. E. BOLTON, The Spanish Borderlands: A chronicle of Old Florida and the Southwest, Alburquerque, University of New Mexico Press, 1996. <br />
<br />
WEBER, DAVID J. (1992), The Spanish Frontier in North America, Yale Western Americana Series, New Haven, CT: Yale University Press, ISBN 0-300-05198-0. <br />
<br />
ROBERT S. WEDDLE: Alonso Alvarez de Pineda from the Handbook of Texas Online.<br />
<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ'''</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=GOLFO_DE_M%C3%89XICO._Exploraci%C3%B3n_de_sus_costas_(1513-1535)&diff=3705825
GOLFO DE MÉXICO. Exploración de sus costas (1513-1535)
2023-08-27T01:46:38Z
<p>Vrosasr: Página creada con «==BAHAMAS y FLORIDA== En 1513 Juan Ponce de León descubre las Bahamas y la península de la Florida. El Adelantado Ponce de León fue explorador y conquistador español…»</p>
<hr />
<div>==BAHAMAS y FLORIDA==<br />
<br />
En 1513 Juan Ponce de León descubre las Bahamas y la península de la Florida. El Adelantado Ponce de León fue explorador y conquistador español, primer gobernante de Puerto Rico y descubridor de la Florida, territorio al que llega el día de Pascua (Pascua Florida) y da tal nombre de memoria cristiana a las tierras descubiertas. (El territorio de Florida pasará en 1817 al actual Estados Unidos, vendida por España en 1821). <br />
<br />
En 1519 Alonso Álvarez de Pineda descubre la desembocadura del río Mississippi. Por encargo de Francisco de Garay, gobernador de Jamaica, capitaneó un viaje de exploración a las costas del golfo de México. La expedición partió de Jamaica a finales de marzo de 1519. Su misión era explorar y cartografiar la zona comprendida entre el sur del golfo y los territorios de La Florida, descubiertos seis años antes por Juan Ponce de León, y averiguar si se hallaba allí un paso que comunicara el océano Atlántico con el Pacífico, el tan buscado estrecho de Anián. <br />
<br />
Álvarez de Pineda costeó La Florida y entró en la bahía de Corpus Christi (en el actual estado de Texas). Tomó posesión de ella en nombre de la Corona de España y fundó allí una ciudad. Llegó hasta el río Bravo, al que llamó río de las Palmas, y el 2 de junio de 1519 avistó la desembocadura del río Mississippi, al que puso el nombre de río del Espíritu Santo por la festividad del día. Después, puso rumbo al Sur, hasta llegar a Veracruz (México) en agosto de 1519. <br />
<br />
Allí se encontraba la expedición que, al frente de Hernán Cortés, se disponía a marchar a la conquista del imperio azteca. Pineda llevaba instrucciones del gobernador de Jamaica para interceptar la expedición de Cortés en Veracruz. Así, en cuanto los hombres de Garay desembarcaron, los soldados de Cortés cayeron sobre ellos capturando a la mayoría. Pineda consiguió escapar navegando por el golfo de México hacia el Norte durante cuarenta días hasta alcanzar la desembocadura del río Grande y desde allí puso rumbo a Jamaica. <br />
<br />
El resultado de su viaje fue el reconocimiento detallado de las costas del golfo de México en más de ochocientas millas, desde Florida hasta Veracruz, y el trazado de cartas geográficas de toda la zona explorada, a la que puso el nombre de Amichel. Al mismo tiempo, demostró que La Florida no era una isla, como se creía desde que así lo afirmara Ponce de León al descubrirla. Es pues, el primer explorador y cartógrafo del golfo de México, así como el primer explorador de Texas. <br />
<br />
Basándose en el reconocimiento efectuado por Pineda, en junio de 1521 el gobernador Francisco de Garay obtuvo la aprobación de la Corona de España para colonizar esta área en calidad de «adelantado». Poco después de regresar a Jamaica, partió de nuevo hacia México y viajó a la región de Pánuco para establecer allí una colonia, cerca de la futura ciudad de Tampico. La opinión más comúnmente admitida es que murió en Pánuco en 1520. <br />
<br />
En enero de dicho año, Diego de Camargo comandaba un barco encargado de transportar provisiones desde Jamaica hasta la colonia. Al llegar, la encontró asediada por los indios huastecas. Excepto sesenta personas que Camargo pudo evacuar, todos los pobladores y soldados habían muerto; entre ellos se cree que estaba Alonso Álvarez de Pineda. <br />
<br />
YUCATÁN<br />
<br />
En 1517 Francisco Hernández de Córdoba descubre y explora la península del Yucatán encontrando a la etnia de los indios mayas, quienes habían alcanzado una cultura mucho más avanzada que los del Caribe. Su historia merece una más específica explicación. Francisco Hernández de Córdoba era un rico encomendero de Cuba. Fue nombrado por el Gobernador de la isla, Diego Velázquez de Cuéllar, jefe de la expedición que debía explorar los mares al occidente de Cuba y sus posibles islas o costas continentales. <br />
<br />
Partió de Cuba en febrero de 1517, y halló la costa de la península de Yucatán, por lo que muchos lo consideran como el descubridor de lo que hoy es México. Saliendo del puerto de Ajaruco, en la banda norte de la provincia de La Habana, según Díaz del Castillo, o de Santiago según algunos autores modernos; la flota fue sorprendida por una tormenta que la llevó a tierra. Observaron cómo se acercaban los pobladores del lugar, con cara alegre y muestras de paz. Cuando los españoles preguntaron con señas por el nombre del lugar, los mayas respondieron «in ca wotoch», que quiere decir «esta es mi casa». Por esta causa le pusieron a esa tierra Punta de Catoche, hoy Cabo Catoche. <br />
<br />
Fue un encuentro muy importante en cuanto por los españoles tuvieron por primera vez constancia de la presencia en América de culturas avanzadas (los mayas), con casas «de cal y canto» y organización social de complejidad más próxima a la del Viejo Mundo, y se tuvo también esperanza de existencia de oro. <br />
<br />
Halló muchos poblados habitados y entabló en ellos contactos puntuales, pero generalmente hostiles, al punto que resultó para los españoles muy difícil el acopio de agua, por los ataques de que eran objeto. En uno de ellos, en el lugar que los mayas llamaban Chakán Putum (Champotón), el ataque fue mucho más fiero de lo normal y causó muchos muertos a los expedicionarios, siendo casi todos, incluido Hernández de Córdoba, heridos por arma arrojadiza: flechas y azagayas. El piloto Antón de Alaminos decidió levar anclas y dirigir sus barcos a Florida, lugar que conocía por haber participado en la expedición de Juan Ponce de León en 1512. <br />
<br />
Allí recalaron lo justo para recoger víveres y agua y regresar a Cuba. Pero Hernández no vivió la continuidad de su obra: murió en aquel mismo año de 1517, apenas dos semanas después de regresar de su desgraciada expedición, como resultado de las heridas y la sed sufridas durante el viaje, y decepcionado al saber que Diego Velázquez había preferido a Juan de Grijalva como capitán de la siguiente expedición a Yucatán. <br />
<br />
Las noticias de la expedición alentaron a Velázquez, que supuso la presencia de oro en poblaciones como las descubiertas y organizó otras dos expediciones, al mando primero de Juan de Grijalva, en 1518, y luego de Hernán Cortés, en 1519, que finalmente terminó por conquistar México y luego explorar desde el Golfo de California hasta las Hibueras. <br />
<br />
De la biografía de Hernández de Córdoba solo se sabe que residía en Cuba en 1517, por lo que seguramente habría participado en su conquista, y que era un hacendado rico que tenía un poblado de indios, así como amistades con suficiente capacidad económica como para ayudar a financiar la expedición que encabezó. Bernal Díaz del Castillo es el cronista que más detalles aporta sobre el viaje de Hernández de Córdoba, y también el único que fue testigo presencial de todo el proceso, pues participó en las expediciones posteriores de Juan de Grijalva y de Hernán Cortés. <br />
<br />
Además, Bernal declara en su crónica haber sido él mismo promotor del proyecto, junto con otro centenar de españoles que decían necesitar “ocupar sus personas”, porque hacía tres años que habían llegado a Cuba, desde la Castilla del Oro de Pedrarias Dávila, y se quejaban de que ”no habían hecho cosa alguna que de contar fuera”. <br />
<br />
Polémica por los motivos de la expedición de Hernández de Córdoba<br />
<br />
Bernal cuenta primero que tanto él como otros ciento diez españoles, que vivían en Castilla del Oro, decidieron pedir permiso a Pedro Arias Dávila para trasladarse a Cuba, que Pedrarias concedió de buen grado, porque en Tierra Firme ”no había nada que conquistar, que todo estaba en paz, que el Vasco Núñez de Balboa, su yerno del Pedrarias, lo había conquistado". Esos españoles de Castilla del Oro se presentaron en Cuba a Diego Velázquez, el gobernador (y familiar de Bernal Díaz del Castillo), quien les prometió que “nos daría indios, en vacando”. <br />
<br />
Inmediatamente después de esta alusión a la promesa de indios, Bernal dice que ”Y como se habían pasado ya tres años [...] y no habíamos hecho cosa alguna que de contar fuera”, los ciento diez españoles procedentes del Darién ”y los que en la isla de Cuba no tenían indios” —otra vez la alusión a la falta de indios— decidieron concertarse con ”un hidalgo que se decía Francisco Hernández de Córdoba [...] y era hombre rico y tenía pueblo de indios en aquella isla [Cuba]”, para que aceptara ser su capitán para "ir a nuestra ventura a descubrir nuevas tierras y en ellas emplear nuestras personas”. <br />
<br />
Se aprecia que Bernal Díaz del Castillo no intenta ocultar que los tan repetidos indios algo tenían que ver con el proyecto, aunque autores como Madariaga prefieran concluir que el objetivo era el mucho más noble de “descubrir, ocupar nuestras personas y hacer cosas dignas de ser contadas.” El cronista niega inmediatamente que se admitiera la pretensión de Velázquez de capturar indios: “le respondimos que lo que decía no lo manda Dios ni el rey, que hiciésemos a los libres esclavos”. <br />
<br />
Si aceptamos el juicio de Bernal, el gobernador admitió deportivamente la negativa, y aun así, proporcionó el barco. Para valorar la forma vaga y acaso contradictoria en que Bernal trata el asunto del secuestro de indios como posible objetivo del viaje, debe tenerse en cuenta que escribió su historia de la conquista unos cincuenta años después de ocurridos los hechos, y que al menos en parte su objetivo era que se reconocieran sus servicios a la Corona. <br />
<br />
La mayoría de sus contemporáneos, que además escribieron antes, son más tajantes: en la carta enviada a la reina doña Juana y al rey Carlos I por la justicia y regimiento de la Rica Villa de la Vera Cruz, los capitanes de Cortés narran el origen de la expedición de Hernández diciendo: ”como es costumbre en estas islas que en nombre de vuestras majestades están pobladas de españoles de ir por indios a las islas que no están pobladas de españoles, para se servir dellos, enviaron los susodichos [Francisco Fernández de Córdoba, y sus socios Lope Ochoa de Caicedo y Cristóbal Morante] dos navíos y un bergantín para que de las dichas islas trujesen indios a la dicha isla Fernandina, y creemos [...] que el dicho Diego Velázquez [...] tenía la cuarta parte de la dicha armada”. <br />
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La presencia de Antón de Alaminos en la expedición es uno de los argumentos en contra de la hipótesis del objetivo exclusivamente esclavista. Este prestigioso piloto, veterano de los viajes del Almirante, parece un recurso excesivo para una expedición esclavista a los islotes de Guanajes. Hay otro miembro de la expedición cuya presencia se aviene todavía menos con esa hipótesis: el «veedor» Bernardino Íñiguez. <br />
<br />
Este cargo público tenía funciones que hoy llamaríamos fiscales y administrativas (hoy se llamaría «supervisor»). Se encargaba de contar los tesoros rescatados en las expediciones, en metales y piedras preciosas, para dar fe de la correcta separación del «quinto real» (se destinaba a la corona española un 20% de lo obtenido en las conquistas; norma fiscal con origen en la Reconquista) y de otros requisitos legales como leer a los indios, antes de atacarlos, el «Requerimiento». Si la expedición iba a Guanajes a por indios, no hacía falta, e incluso era inconveniente, llevar Veedor. <br />
<br />
Los anteriores datos son difíciles de conciliar entre sí y resultan compatibles con varias hipótesis. Bajo la primera, Hernández de Córdoba habría descubierto Yucatán por accidente, al verse desviada su expedición por una tormenta, inicialmente destinada a un viaje más corto; entre tanto, las menciones de Alaminos y del Veedor serían meros «adornos» destinados a legitimar el intento. En segundo lugar, puede suponerse que tras unos malos propósitos de Diego Velázquez, rápidamente reprimidos y afeados por los demás españoles, que además se conformaban con seguir sin indios en Cuba, el viaje se planeó principalmente como de descubrimiento y conquista, y por eso se llevaba Veedor además de tan buen piloto. Por supuesto, puede también creerse, con Las Casas, que el proyecto pretendía conseguir los dos objetivos. <br />
<br />
Años más tarde, Francisco Cervantes de Salazar, en su «Crónica de la Nueva España» atribuyó a Hernández de Córdoba los siguientes hechos y frases: “Desta manera salió Francisco Hernández del puerto de Santiago de Cuba, el cual, estando ya en alta mar, declarando su pensamiento, que era otro del que parescía, dixo al piloto: «No voy yo a buscar lucayos (lucayos son indios de rescate), sino en demanda de alguna buena isla, para poblarla y ser Gobernador della; porque si la descubrimos, soy cierto que ansí por mis servicios como por el favor que tengo en Corte con mis deudos, que el Rey me hará merced de la gobernación della; por eso, buscadla con cuidado, que yo os lo gratificaré muy bien y os haré en todo ventajas entre todos los demás de nuestra compañía.»”. .<br />
<br />
CATOCHE, YUCATÁN Y CHAMPOTÓN<br />
<br />
Batalla de Catoche<br />
<br />
Al día siguiente del arribo de la expedición a un lugar de la costa que los mayas llamaban Ekab, los naturales se acercaron a los navíos invitando a los españoles a ir a tierra firme diciéndoles «conéx cotóch» «conex cotóch» (venid a nuestras casas); por eso los españoles se referirána ese lugar como «punta catoche». Decidieron aceptar la invitación, pero contemplaron bastante alarmados cómo la costa se llenaba de nativos, presintiendo que el desembarco podía ser peligroso. <br />
<br />
No obstante, bajaron a tierra como lo solicitaba su hasta ese momento su amable anfitrión, el cacique de ese lugar, aunque por precaución usaron sus propios bateles en lugar de aceptar ser llevados por los indios en canoas, y por supuesto salieron armados, procurando sobre todo llevar ballestas y escopetas ("quince ballestas y diez escopetas", según la increíble memoria de Bernal Díaz del Castillo). <br />
<br />
Los temores de los españoles se confirmaron inmediatamente. El cacique les tenía preparada una emboscada en cuanto pisaran tierra. Multitud de indios los atacaron, armados con lanzas, rodelas, hondas (hondas dice Bernal; Diego de Landa niega que los indios de Yucatán conocieran la honda; sostiene que lanzaban las piedras con la mano derecha, utilizando la izquierda para apuntar; pero la honda era conocida en otros puntos de Mesoamérica, y el testimonio de los que recibían las pedradas merece sin duda más crédito), flechas lanzadas con arco, y armaduras de algodón. Solo la sorpresa producida en los indios por las cortantes espadas de acero, las ballestas y las armas de fuego pudo ponerlos en fuga, consiguiendo los españoles volver a embarcar, no sin sufrir los primeros heridos de la expedición. <br />
<br />
Durante esta batalla de Catoche ocurrieron dos hechos que tendrían gran influencia futura: uno fue el haber hecho prisioneros a dos indios, a los que llevados a Cuba y una vez evangelizados y bautizados se les llamó Julián y Melchor, o más frecuentemente «Julianillo y Melchorejo». Habrían de ser los primeros intérpretes de los españoles en tierra maya, en la siguiente expedición que comandó Juan de Grijalva en 1518. <br />
<br />
Otro fue la curiosidad y valor del clérigo González, capellán del grupo, que, habiendo saltado a tierra con los soldados, se entretuvo en explorar una pirámide y unos adoratorios. El clérigo González vio por primera vez los ídolos mayas, y recogió piezas "de medio oro, y lo más cobre", que de todos modos serían suficientes para excitar la codicia de los españoles de Cuba, al regreso de la expedición. Al menos dos soldados murieron como resultado de las heridas de esa batalla.<br />
<br />
Exploración de la «isla» de Yucatán <br />
<br />
De vuelta en los navíos, Antón de Alaminos impuso una navegación lenta y vigilante, moviéndose solo de día, porque estaba empeñado en considerar a Yucatán como una isla. Además, empezó la mayor penalidad de los viajeros, la falta de agua de boca a bordo. Los depósitos de agua, pipas y vasijas, no eran de la calidad requerida para largas travesías; perdían agua y no la conservaban bien, exigiendo frecuentes desembarcos para renovar el imprescindible líquido. <br />
<br />
Cuando fueron a tierra para llenar las pipas, cerca de un pueblo al que llamaron Lázaro (En lengua de indios se llama Campeche, nos aclara Bernal), los indios se les acercaron una vez más con apariencia pacífica, y les repitieron una palabra que debería haberles resultado enigmática: «Castilian». Luego se atribuyó la palabra a la presencia en las proximidades de Jerónimo de Aguilar y de Gonzalo Guerrero, los «náufragos de Nicuesa». <br />
<br />
Los españoles encontraron un pozo «de cal y canto» utilizado por los indios para abastecerse de agua dulce, y pudieron llenar sus pipas y vasijas. Los indios, otra vez con aspecto y maneras amigables, los llevaron a su poblado, donde una vez más pudieron ver construcciones sólidas y muchos ídolos (Bernal alude a los «bultos de serpientes» en las paredes, tan característicos de Mesoamérica). Conocieron además a los primeros sacerdotes, con su túnica blanca y su larga cabellera impregnada de sangre humana. <br />
<br />
Estos sacerdotes les hicieron ver que las muestras de amistad no continuarían: convocaron a gran cantidad de guerreros y mandaron quemar unos carrizos secos, indicando a los españoles que si no se marchaban antes de que se extinguiera el fuego, los atacarían. Los hombres de Hernández decidieron retirarse a los barcos, con sus pipas y aljibes de agua, y consiguieron hacerlo antes de que los indios los atacaran, saliendo bien librados del descubrimiento de Campeche. <br />
Chakán Putum (Champotón) y la «mala pelea»<br />
Pudieron navegar unos seis días de buen tiempo y otros cuatro de temporal, que a punto estuvo de hacerlos naufragar. Pasado ese tiempo, el agua dulce se les volvió a agotar por culpa del mal estado de los depósitos. Estando ya en situación extrema, se detuvieron a recoger agua en un lugar que Bernal a veces llama Chakán Putum y a veces por su nombre actual de Champotón, donde discurre el río del mismo nombre. En cuanto habían henchido las pipas, se vieron rodeados de muchos escuadrones de indios. Pasaron la noche en tierra, con grandes precauciones y guardados por «velas y escuchas». <br />
<br />
Esta vez los españoles decidieron que no debían escapar, como en Cabo Catoche: necesitaban agua, y la retirada parecía más peligrosa que el ataque si los indios la estorbaban. Así que decidieron luchar, con resultado muy adverso: nada más empezar la batalla ya habla Bernal de ochenta españoles heridos. Recordando que los originalmente embarcados eran un centenar de personas, no todos soldados, eso da idea de que estuvieron muy cerca de terminar en ese momento la expedición. Pronto descubrieron que los escuadrones de indios se multiplicaban con nuevos refuerzos y que, si bien espadas, ballestas y arcabuces los asustaban al principio, conseguían superar la sorpresa procurando asaetear a distancia a los españoles, para mantenerse alejados de sus espadas. <br />
<br />
Al grito de «Calachumi» (Halach Uinik), que los conquistadores pronto supieron traducir como «¡al jefe!», los indios se ensañaron especialmente con Hernández de Córdoba, que llegó a recibir diez flechazos. También aprendieron los españoles el empeño de sus oponentes por capturar personas vivas: dos fueron hechas prisioneras y seguramente sacrificadas después; de una sabemos que se llamaba Alonso Boto, y de la otra Bernal solo es capaz de recordarla como “un portugués viejo”. <br />
<br />
Llegó un momento en que solo quedaba un soldado ileso, el capitán debía estar prácticamente inconsciente, y la agresividad de los indios se multiplicaba. Decidieron entonces como último recurso romper el cerco de los indios en dirección a los bateles, y volver a abordarlos —sin poder ocuparse de sus pipas de agua— para ganar los barcos. Afortunadamente para ellos, los indios no se habían preocupado de retirar o inutilizar las barcas, como habrían podido hacer. <br />
<br />
Se ensañaron, en cambio, en el ataque con flechas, piedras y lanzas a los bateles en fuga, que se desequilibraron por el peso y movimiento, y acabaron dando al través o volcando. Los supervivientes de Hernández tuvieron que desplazarse asidos a las bordas de las lanchas, medio nadando, pero al final fueron recogidos por el barco de menor calado, y puestos a salvo. <br />
<br />
Los supervivientes, al pasar lista, tuvieron que lamentar la falta de cincuenta compañeros, incluyendo los dos que se llevaron vivos. El resto estaban muy malheridos, con excepción de un soldado llamado Berrio, que resultó sorprendentemente ileso. Cinco murieron en los días siguientes, siendo arrojados al mar sus cadáveres. Los españoles llamaron al sitio «costa de la mala pelea», y así figuró en los mapas durante algún tiempo. <br />
EL RETORNO A TRAVÉS DE FLORIDA<br />
Los expedicionarios habían vuelto a las naves sin el agua dulce que obligó al desembarco. Además, veían mermada su tripulación en más de cincuenta hombres, muchos de ellos marineros, lo que unido a la gran cantidad de heridos graves les impedía maniobrar los tres barcos. Se deshicieron del de menor calado quemándolo en alta mar, después de haber repartido en los otros dos sus velas, anclas y cables. <br />
<br />
La sed comenzó a ser intolerable. Bernal habla de que se les agrietaban lenguas y gargantas, y de soldados que fallecieron porque la desesperación los llevó a ingerir agua de mar. Otro desembarco de quince hombres, en un lugar al que llamaron «Estero de los lagartos» solo obtuvo agua salobre, que aumentó la desesperación de los tripulantes. <br />
<br />
Los pilotos Alaminos, Camacho y Álvarez decidieron, a iniciativa de Alaminos, navegar a Florida en lugar de hacerlo directamente a Cuba. El piloto mayor Alaminos recordaba su exploración de La Florida con Juan Ponce de León, y creía saber que esa era la ruta más segura, aunque nada más llegar a Florida advirtió a sus compañeros de la belicosidad de los indios locales. Efectivamente, las veinte personas —entre ellas Bernal y el piloto Alaminos— que desembarcaron en busca de agua fueron atacadas por nativos, aunque esta vez lograron sobreponerse a ellos, no sin que Bernal recibiera su tercera herida del viaje, y Alaminos un flechazo en la garganta. <br />
<br />
Desapareció también uno de los vigías que se habían puesto en torno a la tropa, Berrio, precisamente el único soldado que había resultado ileso en Champotón. Pero pudieron regresar al barco, y por fin llevaban agua dulce que alivió el sufrimiento de los que habían permanecido en él, aunque uno de ellos, siempre según Bernal, bebió tanta que se hinchó y murió a los pocos días. Ya con agua, se dirigieron a La Habana con los dos navíos restantes, pudieron desembarcar en el puerto de Carenas (La Habana), dando por terminado el viaje. <br />
<br />
En algún momento entre 1517 y 1518, los españoles dejaron abandonada en la isla de Términos (actualmente isla del Carmen) a una perra de caza, la lebrela de Términos, que luego recuperaría la expedición de Cortés. Bernal Díaz del Castillo refiere que fue Grijalva el que perdió la perra, pero Cortés atribuye el anecdótico suceso a Hernández. Si fuera así, como supone el moderno biógrafo de Cortés Juan Miralles, debería revisarse la ruta de vuelta de su expedición, que no iría de Champotón a Florida directamente, sino recalando en la isla del Carmen, algo más al sur. <br />
LA EXPEDICIÓN DE JUAN DE GRIJALVA<br />
El descubrimiento de «El Gran Cairo», en marzo de 1517, fue sin duda un momento crucial en la consideración de las Indias por los españoles: hasta entonces, nada se había asemejado a las historias de Marco Polo, o a las promesas de Colón, que adivinaba Catay —y hasta el Jardín del paraíso— tras cada cabo y en cada río. <br />
<br />
Lejos estaban todavía los encuentros con las culturas azteca e inca, y «El Gran Cairo» era lo más parecido a ese sueño que los conquistadores habían contemplado hasta entonces. De hecho, cuando llegaron noticias a Cuba, los españoles reavivaron su imaginación, creando otra vez fantasías sobre el origen de los pueblos descubiertos, que remitían a «los gentiles» o a «los judíos desterrados de Jerusalén por Tito y Vespasiano». <br />
<br />
De la importancia que se dio a las noticias, objetos y personas que Hernández llevó a Cuba, da idea la rapidez con la que se preparó la siguiente expedición que Diego Velázquez encargó a Juan de Grijalva, pariente suyo y persona de su confianza. Las noticias de que en esa «isla» de Yucatán había oro, confirmadas además con entusiasmo por Julianillo, cebaron el proceso que concluiría con la Conquista de México por la tercera flota enviada: la de Hernán Cortés. <br />
<br />
Bernal Díaz del Castillo, en su «Historia Verdadera…», al principio del capítulo segundo dice: “En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de La Habana y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco, que así se llama entre los indios y es en la banda del norte”. La mención a La Habana no puede referirse a la ciudad, que entonces estaba en la banda sur. El puerto de Ajaruco suele identificarse con la ubicación actual de La Habana (Clavijero). Autores modernos, como Hugh Thomas o Juan Miralles Ostos creen que pudo salir de Santiago. <br />
<br />
En 1518 Juan de Grijalva explora con más detención la península del Yucatán encontrando oro, joyas, e información de México y enviados de Moctezuma. Grijalva había nacido en Cuéllar, España, en 1490 y muere en Olancho, América Central, en 1527. Se trasladó en su juventud a Cuba, donde contó con el apoyo político de su tío, Pánfilo de Narváez, y de su paisano, el gobernador Diego Velázquez de Cuéllar. Intervino en el proceso de conquista y colonización de la isla desde 1511. <br />
<br />
Según la crónica de Herrera, cuando Velázquez partió para celebrar su boda le dejó a cargo de la colonia de Santiago de Cuba, donde residían fray Bartolomé de Las Casas y cincuenta españoles. En 1514 participó en la fundación de la villa Trinidad, en la que permaneció en calidad de poblador y encomendero hasta que Diego Velázquez le puso al frente de la expedición que tenía la misión de completar las exploraciones del Golfo de México que había realizado Francisco Hernández de Córdoba. <br />
<br />
Entre los integrantes de la expedición, que partió en abril de 1518, figuraron Pedro de Alvarado, Francisco de Montejo, Alonso Dávila y un futuro historiador de la conquista de México: Bernal Díaz del Castillo. Los cuatro navíos que componían la expedición recalaron el 3 de mayo en la isla de Cozumel, a la que Grijalva dio el nombre de Santa Cruz. Posteriormente recorrieron la costa este del Yucatán y entraron en contacto con distintas poblaciones de origen maya. Hallaron las bocas de los ríos Usumacinta, Tabasco, Coatzacoalcos y Papaloapan, y establecieron relaciones con los indígenas que poblaban sus márgenes. <br />
<br />
Más tarde alcanzaron la desembocadura de otro río, denominado Banderas por Grijalva, donde tuvieron la primera noticia de la existencia del imperio azteca, al recibir a una embajada enviada por Moctezuma II. El 19 de junio los españoles desembarcaron en las cercanías de la actual Veracruz, en la bahía de San Juan de Ulúa, y tomaron posesión de aquel puerto, al que dieron el nombre de Santa María de las Nieves. Pese a la insistencia de algunos de sus capitanes, Grijalva no se atrevió a fundar una colonia. <br />
<br />
Después de enviar a Pedro de Alvarado a Cuba en busca de refuerzos, Juan de Grijalva continuó su exploración costera, pero, al verse acosado por nativos hostiles en las cercanías de la desembocadura del río Canoas, siguió el consejo del piloto Antón de Alaminos y, el 21 de septiembre determinó regresar, ante la oposición, entre otros, de Francisco de Montejo y Alonso Dávila. Tras regresar a Cuba, fue destituido por el gobernador Diego Velázquez.<br />
<br />
<br />
==NOTAS==<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
==BIBLIOGRAFÍA==<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ'''</div>
Vrosasr
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Glosario
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'''[[DESCUBRIMIENTO Y EVANGELIZACIÓN; Conciencia de Isabel la Católica]]'''<br />
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'''[[DOCTRINAS FRANCISCANAS EN EL PERÚ]]'''<br />
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'''[[DOMINICOS en el « Novus Orbis »]]'''<br />
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'''[[DOMINICOS en la Nueva España]]'''<br />
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'''[[DONDERS Pedro]]'''<br />
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'''[[DONOSO VIVANCO, Justo Pastor]]'''<br />
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'''[[DUARTE CANCINO, Isaías]]'''<br />
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'''[[DURÁN Y MARTEL, Fray José Higinio]]'''<br />
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'''[[DU ROUSIER, Ana]]'''<br />
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=== E ===<br />
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'''[[ECUADOR; Afrodescendientes]]'''<br />
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'''[[ECUADOR; Ardor patriótico del clero]]'''<br />
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'''[[ECUADOR: Factores fundantes de la Nación]]'''<br />
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'''[[ECUADOR: Iglesia, historia y cultura.]]'''<br />
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'''[[EDUCACIÓN DE LA MUJER EN NUEVA ESPAÑA]]'''<br />
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'''[[EDUCACIÓN EN AMÉRICA LATINA]]'''<br />
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'''[[EGUIARA Y EGUREN, Juan José de]]'''<br />
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'''[[EL BIEN PÚBLICO; Periódico uruguayo ]]'''<br />
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'''[[ELÍZAGA PRADO, José Mariano]]'''<br />
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'''[[ELORDUY Ernesto]]'''<br />
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'''[[EL SALVADOR: CONCORDATO CON LA SANTA SEDE]]'''<br />
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'''[[EL SALVADOR; Conquista y organización política]]'''<br />
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'''[[EL SALVADOR EN EL SIGLO XX (I)]]'''<br />
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'''[[EL SALVADOR EN EL SIGLO XX. (II)]]'''<br />
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'''[[EL SALVADOR. Fe y política en el arzobispado de Oscar Arnulfo Romero (I)]]'''<br />
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'''[[EL SALVADOR. Fe y política en el arzobispado de Oscar Arnulfo Romero (II)]]'''<br />
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'''[[EL SALVADOR; La Iglesia y la Independencia]]'''<br />
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'''[[EL SALVADOR; Raíces prehispánicas]]'''<br />
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'''[[ENCINAS, Diego De]]'''<br />
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'''[[ENCOMIENDA; Origen y características]]'''<br />
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'''[[ENCOMIENDAS; El dramático caso del Perú]]'''<br />
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'''[[ENCOMIENDAS; En la Real Audiencia de México]]'''<br />
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'''[[ENCOMIENDAS; Su tratamiento en la Junta eclesiástica de 1546 ]]'''<br />
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'''[[ESCLAVITUD; La Iglesia ante la población negra]]'''<br />
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'''[[ESCLAVITUD NEGRA EN AMERICA; Gradualidades jurídicas y prácticas]]'''<br />
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'''[[ESCLAVOS NEGROS EN LAS HACIENDAS JESUÍTICAS]]'''<br />
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'''[[ESCLAVOS NEGROS EN PERÚ; Condición jurídica y social]]'''<br />
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'''[[ESCRITURA Y EVANGELIZACIÓN]]'''<br />
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'''[[ESCUDERO ESCUDERO, Alfonso María]]'''<br />
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'''[[ESPAÑA; la sociedad española en la época de los descubrimientos]]'''<br />
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'''[[ESQUEDA RAMÍREZ, San Pedro]]'''<br />
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'''[[EUCARISTÍA; distribución a los indios]]''' <br />
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'''[[EUSE HOYOS, Mariano de Jesús]]''' <br />
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'''[[EVANGELIO EN MÉXICO; Primeros pasos]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN. Las Cátedras de Lengua]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN Y POLÍTICA DE POBLAMIENTO I]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN Y POLÍTICA DE POBLAMIENTO II]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN: aportes de los Agustinos en Filipinas y Perú]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN: aportes de los Agustinos en Nueva España]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; contribución del poder temporal]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; colaboración de «otras» órdenes]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN Y ENCOMIENDAS EN PERÚ]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN E IDENTIDAD DE AMÉRICA LATINA]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; El escándalo del antitestimonio]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; El libro y la imprenta en Perú]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN: Experiencias laicales]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; gentes, tierras y caminos]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; interpretaciones]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; La transfiguración del mundo prehispánico]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; Los movimientos misioneros]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; su impacto en un nuevo mundo]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACION; Sus rutas americanas]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; participación de las mujeres]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; participación del clero secular]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; Promoción socio-cultural]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA; Cifras y datos]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA; contribución de los jesuitas]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA; los primeros evangelizadores y sus métodos]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN DE IBEROAMÉRICA; contexto inicial]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN EN IBEROAMÉRICA: Documentación en la BAV y ASV]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN FUNDANTE]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACIÓN Y CARIDAD EN AMÉRICA LATINA]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZADORES; La misionera «Christianitas» hispana]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZADORES; Los misioneros del Brasil]]'''<br />
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'''[[EVANGELIZACÁO; dos afro-americanos]]'''<br />
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'''[[EXPLORACIONES AUSTRALES DESDE HISPANOAMÉRICA]]'''<br />
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=== F ===<br />
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'''[[FERNÁNDEZ CONCHA, Domingo]]'''<br />
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'''[[FERNÁNDEZ CONCHA, Josefa]]'''<br />
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'''[[FERNÁNDEZ CONCHA, Rosa]]'''<br />
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'''[[FERNANDEZ DE OVIEDO Y VALDES, Gonzalo]]'''<br />
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'''[[FERNÁNDEZ DE PIEDRAHITA, Lucas]]'''<br />
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'''[[FERNANDEZ DE SANTA CRUZ Y SAHAGÚN, Manuel]]'''<br />
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'''[[FERNÁNDEZ DE URIBE Y CASAREJOS, José]]'''<br />
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'''[[FERRI, Alfonso]]'''<br />
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'''[[FERROCARRIL TRANSÍSTMICO DE PANAMÁ]]'''<br />
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'''[[FILHAS DA CARIDADE]]'''<br />
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'''[[FILIPINAS. Inicio de su incorporación a la Corona española]]'''<br />
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'''[[FILIPINAS. LABOR DE BENEFICENCIA DE LA IGLESIA]]'''<br />
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'''[[FILIPINAS. Labor educativa de la Iglesia]]'''<br />
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'''[[FILIPINAS; Metodología misionológica-pastoral]]'''<br />
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'''[[FILIPINAS: Órdenes religiosas y Clero secular]]'''<br />
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'''[[FILIPINAS: Organización de la Iglesia]]'''<br />
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'''[[FILIPINAS: Proceso histórico de su evangelización]]'''<br />
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'''[[FILIPINAS. Su colonización desde Nueva España]]'''<br />
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'''[[FILOSOFÍA EN URUGUAY]]'''<br />
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'''[[FILOSOFÍA Náhuatl]]'''<br />
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'''[[FILOSOFÍA Y CATOLICISMO EN CHILE]]'''<br />
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'''[[FLOR Y CANTO DEL NACIMIENTO DEL NUEVO MÉXICO]]'''<br />
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'''[[FLORES, Ana]]'''<br />
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'''[[FLORES GARCÍA, San Margarito]]'''<br />
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'''[[FLORES y TRONCOSO, Francisco de Asís]]'''<br />
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'''[[FLORIANÓPOLIS; (Santa Catarina) Arquidiocese]]'''<br />
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'''[[FRANCISCANOS DEL PERU; Defensores de los nativos]]'''<br />
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'''[[FRANCISCANOS en el Nuevo Mundo]]'''<br />
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'''[[FRANCISCANOS; Orígenes de la Provincia de los Doce Apóstoles ]]'''<br />
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=== G ===<br />
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'''[[GARCÍA ACOSTA, Andrés]]'''<br />
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'''[[GARCÍA DE LA HUERTA, Tadea]]'''<br />
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'''[[GARCÍA DE PALACIO, Diego]]'''<br />
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'''[[GARCÍA ICAZBALCETA, Joaquín]]'''<br />
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'''[[GARCÍA Pantaleón]]'''<br />
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'''[[GARCÍA ZAVALA María de Guadalupe]]'''<br />
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'''[[GARCIDUEÑAS ARGÜELLO, Salvador]]'''<br />
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'''[[GARIBAY Y KINTANA, Ángel María]]'''<br />
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'''[[GASTRONOMÍA VIRREINAL POBLANA]]'''<br />
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'''[[GENTES, TIERRAS Y CAMINOS DE LA EVANGELIZACIÓN]]'''<br />
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'''[[GERALDINI, Alessandro]]'''<br />
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'''[[GERSON, Juan]]'''<br />
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'''[[GILLOW Y ZAVALZA, Eulogio Gregorio]]'''<br />
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'''[[GIUSTINIANI, Agustín]]'''<br />
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'''[[GOIÂNIA; (Goiás) – Arquidiocese]]'''<br />
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'''[[GOLFO DE MÉXICO. Exploración de sus costas (1513-1535)]]'''<br />
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'''[[GÓMEZ DE PORTUGAL Y SOLÍS, Juan Cayetano]]'''<br />
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'''[[GOMEZ FARÍAS VALENTÍN]]'''<br />
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'''[[GÓMEZ LOZA, Miguel]]'''<br />
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'''[[GONÇALVES DE OLIVEIRA, Vital Maria]]'''<br />
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'''[[GONZAGA, Francesco]]'''<br />
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'''[[GONZÁLEZ, Juan]]'''<br />
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'''[[GONZÁLEZ DE MARMOLEJO, Rodrigo]]'''<br />
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'''[[GONZALEZ DE SANTA CRUZ, SAN ROQUE]]'''<br />
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'''[[GONZÁLEZ FLORES, Anacleto]]'''<br />
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'''[[GONZÁLEZ OBREGÓN, Luis]]'''<br />
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'''[[GONZÁLEZ VALENCIA, José María]]'''<br />
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'''[[GOTTARDI, José]]'''<br />
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'''[[GOVERNADOR VALADARES; (Minas Gerais) – Diocese]]''' <br />
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'''[[GRANADO CAPRILES, Francisco Maria del]]'''<br />
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'''[[GREGORIO XVI; La revitalización misionera]]'''<br />
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'''[[GREGORIO XVI; política ante los cambios de autoridades]]'''<br />
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'''[[GREGORIO XVI; Reconocimiento de las Independencias Latinoamericanas]]'''<br />
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'''[[GREGORIO XVI; Su actuación ante el vacío pastoral en Hispanoamérica]]'''<br />
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'''[[GREGORIO XVI; Su política Pontificia]]'''<br />
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'''[[GREMIO]]'''<br />
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'''[[GUADALAJARA; Arquidiócesis]]'''<br />
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'''[[GUADALUPE; Acontecimiento Guadalupano]]'''<br />
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'''[[GUADALUPE; Antiaparicionismo]]''' <br />
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'''[[GUADALUPE; Antigüedad del culto]]'''<br />
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'''[[GUADALUPE; Añadidos y retoques a la imagen]]'''<br />
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'''[[GUADALUPE; El problema de los "silencios"]]'''<br />
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'''[[GUADALUPE;en la independencia de México]]'''<br />
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'''[[GUADALUPE; Informe sobre aspectos de conservación y restauración de la imagen original]]'''<br />
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'''[[GUADALUPE; Misterio de los ojos en la pintura]]'''<br />
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'''[[GUADALUPE; Raíz del mundo católico iberoamericano]]'''<br />
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'''[[HAITÍ - REPÚBLICA DOMINICANA; Afrodescendientes]]'''<br />
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'''[[HUANCAVELICA; El Clero secular en su primera evangelización ]]'''<br />
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'''[[ILUSTRACIÓN EN PANAMÁ]]'''<br />
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'''[[ILUSTRACIÓN EUROPEA EN AMÉRICA]]'''<br />
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'''[[IMAGINERÍA RELIGIOSA EN URUGUAY]]'''<br />
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'''[[IMPERIO ESPAÑOL; razones de su ocaso]]'''<br />
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'''[[INCARIO. El Imperio precolombino (I)]]'''<br />
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'''[[INCARIO. Las mujeres nobles en la época precolombina]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIA ARGENTINA; su justa causa y el honor de España]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIA DE CENTROAMÉRICA]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIA DE IBEROAMÉRICA; factores en su proceso]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIA DE IBEROAMERICA Y EL SIGLO LIBERAL]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIAS DE LA AMÉRICA ESPAÑOLA Y LA SANTA SEDE]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIAS DE LA AMÉRICA ESPAÑOLA; Situación jurídica de la Iglesia]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIA DE BRASIL; Una restauración histórica]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIA DE LOS EE.UU. Colaboración española (I)]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIAS DE LOS PAISES LATINOAMERICANOS; una lectura de conjunto I]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIAS DE LOS PAISES LATINOAMERICANOS; una lectura de conjunto II]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIA DE HISPANOAMÉRICA; la guerra y la generación «patriótica»]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIAS HISPANOAMERICANAS. El caso de México]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIA DE HISPANOAMÉRICA; sus bases sociales e ideológicas]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIA DE MÉXICO; El Arzobispo y el Emperador]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIA DE MÉXICO; Gestación y desarrollo (I)]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIA DE MÉXICO; Gestación y desarrollo (II)]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIA DE MÉXICO; Historiografía]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIA DE PANAMÁ EN 1821]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIA E HISPANIDAD EN ARGENTINA]]'''<br />
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'''[[INDEPENDENCIAS LATINOAMERICANAS. El «largo siglo liberal»]]'''<br />
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'''[[INDIGENISMO. Ideología y Realidad]]'''<br />
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'''[[INDIAS OCCIDENTALES. Cronología de una trascedente aventura]]'''<br />
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'''[[INDIOS PUEBLO]]'''<br />
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'''[[INDÍGENAS; Su actitud ante la Evangelización]]'''<br />
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'''[[INQUISICIÓN APOSTÓLICA]]'''<br />
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'''[[INQUISICIÓN. El Tribunal de Cartagena de Indias]]'''<br />
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'''[[INQUISICIÓN EN EL NUEVO MUNDO]]'''<br />
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'''[[INQUISICIÓN EN HISPANOAMÉRICA; Fuentes y Bibliografía]]'''<br />
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'''[[INQUISICIÓN ESPAÑOLA. Mitos y realidades]]'''<br />
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'''[[INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA IGLESIA EN AMÉRICA LATINA]]'''<br />
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'''[[INSTITUTOS RELIGIOSOS FUNDADOS EN URUGUAY]]'''<br />
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'''[[INMIGRACIÓN DEL CLERO EN URUGUAY]]'''<br />
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'''[[INSTITUTO DE MISIONES EXTRANJERAS DE YARUMAL (IMEY)]]'''<br />
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'''[[PIEDAD POPULAR. El Culto a la Virgen en sus advocaciones del Rosario, la Merced y Loreto]]'''<br />
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'''[[PUEBLA; su desarrollo durante el Virreinato]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; El camino de su abolición]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; El «Quilombo» de Los Palmares]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; La conciencia cristiana]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; Las Indias Occidentales Danesas]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; La participación de Francia]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; Juicio de San Juan Pablo II]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; La Compañía Holandesa de las Indias Occidentales]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS: La participación de España]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS: Los intentos de justificación]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; Los países europeos]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; Los portugueses en África]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; Responsabilidades jurídicas y espirituales]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; Su abolición en Brasil]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; Su abolición en Hispanoamérica]]'''<br />
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'''[[TRATA DE ESCLAVOS; Su abolición en los Estados Unidos]]'''<br />
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'''[[TRATADO DE ALCAZOVAS-TOLEDO ]]'''<br />
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'''[[TRAVADA Y CÓRDOVA; Su vida y su obra]]'''<br />
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'''[[TRUJILLO; Diócesis]]'''<br />
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'''[[TULPETLAC]]'''<br />
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=== U ===<br />
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'''[[UBERABA; (Minas gerais) – Arquidiocese ]]'''<br />
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'''[[UBIARCO ROBLES, San Tranquilino]]'''<br />
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'''[[ULTRAMONTANISMO EN CHILE]]'''<br />
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'''[[UNEC]]''' <br />
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'''[[UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL URUGUAY]]''' <br />
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'''[[UNIVERSIDAD DE CÓRDOBA]]'''<br />
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'''[[UNIVERSIDAD DE MÉXICO REAL Y PONTIFICIA]]'''<br />
<br />
'''[[UNIVERSIDAD EN CRISIS Y EL POSITIVISMO EN ARGENTINA]]'''<br />
<br />
'''[[UNIVERSIDADES HISPANOAMERICANAS]]'''<br />
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'''[[UNIVERSIDADES DE LAS ÓRDENES RELIGIOSAS]]'''<br />
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'''[[UNIVERSIDADES DE LAS ÓRDENES RELIGIOSAS; Archivos, Fuentes y Reseñas]]'''<br />
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'''[[UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA]]'''<br />
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'''[[UPPSALA; Mapa de]]'''<br />
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'''[[URBANISMO EN EL PERÚ VIRREINAL (I)]]'''<br />
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'''[[URBANISMO EN EL PERÚ VIRREINAL (II)]]'''<br />
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'''[[URIBE VELASCO, San David]]'''<br />
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'''[[URUGUAY; Decreto Ley de Educación Común]]'''<br />
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'''[[URUGUAY; el Clero secular]]'''<br />
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'''[[URUGUAY; Episcopologio]]'''<br />
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'''[[URUGUAY; Ley de supresión de la Enseñanza y Práctica Religiosa]]'''<br />
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'''[[URUGUAY; Los “curas constituyentes”]]'''<br />
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'''[[URUGUAY; Fisonomía antropológica, cultural, religiosa, eclesial, y política]]'''<br />
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'''[[URUGUAY; Rebeliones indígenas]]'''<br />
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'''[[URUGUAY; Santoral]]'''<br />
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'''[[URUGUAY; Su génesis cultural y religiosa]]'''<br />
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=== V ===<br />
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'''[[VAÏSSE, Emilio (Omer Emeth)]]'''<br />
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'''[[VALDIVIESO, Rafael Valentín]]'''<br />
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'''[[VALENCIA, Fray Martín de]]''' <br />
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'''[[VALERIANO, Antonio]]'''<br />
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'''[[VALVERDE Fray Vicente De. Evangelizador pionero del Perú]]'''<br />
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'''[[VALVERDE Fray Vicente De. Primer obispo del Perú]]'''<br />
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'''[[VALVERDE TÉLLEZ, Emeterio]]'''<br />
<br />
'''[[VAN UFFELDRE DE SANTO TOMÁS, Fray Adrián]]'''<br />
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'''[[VARELA Félix; Vida y Obra]]'''<br />
<br />
'''[[VARELA Félix; Proceso de beatificación; Parte 1]]'''<br />
<br />
'''[[VARELA Félix; Proceso de beatificación; Parte 2]]'''<br />
<br />
'''[[VARELA, José Pedro]]''' <br />
<br />
'''[[VARGAS GONZÁLEZ, Jorge y Ramón]]'''<br />
<br />
'''[[VASCO DE PUGA]]'''<br />
<br />
'''[[VASCONCELOS CALDERÓN, José]]'''<br />
<br />
'''[[VASQUEZ Eduardo Fray]]'''<br />
<br />
'''[[VEGA ANDRES DE]]'''<br />
<br />
'''[[VELASCO Y RUIZ DE ALARCÓN, Luis de]]'''<br />
<br />
'''[[VELAZQUEZ RODRÍGUEZ, Primo Feliciano]]'''<br />
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'''[[VENEZUELA; Afrodescendientes]]'''<br />
<br />
'''[[VENEZUELA: Lectura historiográfica de su Independencia]]'''<br />
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'''[[VERA Y DURÁN, Jacinto]]'''<br />
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'''[[VERACRUZ. Arquidiócesis y diócesis]]'''<br />
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'''[[VERACRUZ, Fray Alonso de la]]'''<br />
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'''[[VERACRUZ: Puerta del encuentro de dos mundos]]'''<br />
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'''[[VERSTEGEN (Richard Rowlands)]]'''<br />
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'''[[VIAJE DE CIRCUNNAVEGACIÓN 1519-1522. Magallanes y Elcano]]'''<br />
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'''[[VIAJES DE JUAN PABLO II A MÉXICO]]''' <br />
<br />
'''[[VIAJES DE JUAN PABLO II A URUGUAY]]''' <br />
<br />
'''[[VICARIATO APOSTÓLICO DEL URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[VICUÑA LARRAÍN, Manuel ]]'''<br />
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'''[[VILASECA AGUILERA, José María]]'''<br />
<br />
'''[[VILLAGRÁ, Gaspar de]]'''<br />
<br />
'''[[VILLALPANDO, Cristóbal de]]'''<br />
<br />
'''[[VILLANUEVA, Tomás de, O.S.A]]'''<br />
<br />
'''[[VILLARROEL, Gaspar de]]'''<br />
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'''[[VIRGEN DE LOS TREINTA Y TRES]]'''<br />
<br />
'''[[VIRREYES; Facultades y limitaciones]]'''<br />
<br />
'''[[VIRUELA]]'''<br />
<br />
'''[[VITORIA; El Derecho de Gentes]]'''<br />
<br />
'''[[VITORIA, Francisco De]]'''<br />
<br />
'''[[VITORIA; Influencia de la «Relectio de indis» en las «Leyes Nuevas»]]'''<br />
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'''[[VITORIA; La Relectio de Indis]]'''<br />
<br />
'''[[VITORIA; los justos títulos de la conquista]]'''<br />
<br />
'''[[VITORIA; Principios, Fuentes y Bibliografía Indianas]]'''<br />
<br />
'''[[VIVES SOLAR, Fernando ]]'''<br />
<br />
'''[[VUDÚ]]'''<br />
<br />
=== W ===<br />
<br />
'''[[WAST, Hugo]]'''<br />
<br />
=== X ===<br />
<br />
'''[[XALAMBRÍ, Arturo Estanislao]]'''<br />
<br />
'''[[XICONTÉNCATL, El viejo]]'''<br />
<br />
'''[[XICOTÉNCATL Luisa]]'''<br />
<br />
'''[[XIMENEZ Fray Francisco]]'''<br />
<br />
'''[[XOCHIMILCO]]'''<br />
<br />
=== Y ===<br />
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'''[[YÉREGUI, Inocencio María]]'''<br />
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'''[[YERMO Y PARRES, San Jóse María de]]'''<br />
<br />
'''[[YUCATÁN. Diócesis]]'''<br />
<br />
'''[[YUCATÁN EN EL TIEMPO. Enciclopedia]]'''<br />
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'''[[YUCATÁN. Problemáticas en su evangelización]]'''<br />
<br />
=== Z ===<br />
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'''[[ZAPATA DE CÁRDENAS, Luis]]'''<br />
<br />
'''[[ZAPATA SALAZAR, Emiliano]]'''<br />
<br />
'''[[ZÁRATE, Agustín de]]'''<br />
<br />
'''[[ZARCO, Francisco.]]'''<br />
<br />
'''[[ZAVALA SÁENZ, Lorenzo de]]'''<br />
<br />
'''[[ZORITA, Alonso de]]'''<br />
<br />
'''[[ZORRILLA DE SAN MARTÍN, Juan]]'''<br />
<br />
'''[[ZUMÁRRAGA, Fray Juan de]]'''<br />
<br />
'''[[ZUMÁRRAGA; La salvación de los indios]]'''<br />
<br />
'''[[ZUMÁRRAGA: Su visión de los indígenas mexicanos]]'''</div>
Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=CAMPECHE&diff=3705823
CAMPECHE
2023-08-17T17:11:41Z
<p>Vrosasr: </p>
<hr />
<div>==CAMPECHE.==<br />
<br />
==Ubicación geográfica.==<br />
<br />
El actual ''Estado de Campeche'' tiene una extensión de 50,812 Km2 ocupando la porción occidental de la península Yucateca. Limita al noreste con el estado de Yucatan, al este con el Estado de Quintana Roo, al suroeste con el estado de Tabasco al sur con la república de [[GUATEMALA;_Afrodescendientes | Guatemala]] y al oeste con el litoral del golfo de México.<ref>Martos ,L., ''[[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]], Hiistoria, arqueología-tradiciones''. Monclem Edo.de Mex. 2007</ref>El clima es Calido tropical humedo, con temperaturas entre 28 y 42 ºC. La entidad tiene cuatro zonas fisiográficas: la región serrana del noreste, con planicies y lomerios de 300m de altura, y vegetación de selva baja, la región de las aguadas y rios del suroeste que incluyen las cuencas del rio candelaria y Palizada y la laguna de Terminos y cuya vegetación se compone de manglares y selvas bajas, el àrea del Peten en el sur con selvas altas y densas y la región del litoral<ref>Ibídem.</ref>. Es el estado mexicano con mayor producción de petróleo.<br />
<br />
Más que una península, [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]] fue durante muchos siglos prácticamente una isla: por el oriente y el sur, la inmensa selva era un caparazón intrincable que no llevaba a ninguna tierra de promisión; al poniente los insalvables pantanos de tabasco hacían imposible toda comunicación con el centro… <ref>Hernández de la Cruz Felipe: Prólogo al libro de Marisol Ceh Moo: ''T’ambilák men tunk’ulilo’ob. (El llamado de los Tunk’ules)'' pp 177-185. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Mex.2011.</ref>“La pertenencia a la República de México era sólo de palabra. ''El comercio, la educación de los poderosos y otros menesteres se realizaban preferentemente con [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]].”''.<ref>Op Cit.</ref><br />
<br />
La nominación del cacicazgo de Can Pech o Ah Kin Pech, con la población destacada del mismo nombre, proviene de los vocablos can, serpiente, y pech, garrapata; estas palabras parecen referirse a uno de sus templos construido sobre una plataforma en la que se encontraban diversas esculturas de serpientes con una garrapata en la cabeza, a manera de animales totémicos. Otra versión señala que significa el Señor Sol Garrapata. Como lo pronunciaron los españoles, Kan Pech, quiere decir: lugar de serpientes y garrapatas; sus poblaciones principales fueron Yaxcab, Samulá, Chiná, Tixbulul (Lerma), Tixmucuy y Hampolol.<br />
<br />
==Historia.==<br />
<br />
El antecedente histórico prehispanico corresponde a la cultura Maya que es compartido con sus particularidades en los actuales estados de Tabasco, Chiapas, [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]], Quintana Roo y los paises de Belice, [[GUATEMALA;_Afrodescendientes | Guatemala]] y Honduras. Cuando se inició la conquista continental por los españoles, la zona Maya estaba viviendo su etapa postclásica: la mayoría de sus asentamientos estaban abandonados, sus grandes construcciones se caían por la sequia y por las guerras inter ciudades; persistian grupos dispersos de maya-hablantes, sobre todo en la selva y solo algunas ciudades- estado, depauperadas y en ruinas.<br />
<br />
Tras la destrucción de Mayapan (1441-1461) en la península de [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]], se crearon grandes rivalidades entre los mayas, y se formaron diversas jurisdicciones independientes llamadas ''Kuchkabal''. En cada ''Kuchkabal'' había un ''Halach Uinik'' (maya: ''Halach Uinik''; Hombre de mando) quien era el jefe con la máxima autoridad militar, judicial y política y que vivía en una ciudad principal considerada la capital de la jurisdicción. Esta distribución política dificultó la existencia de una nación, pero favoreció la defensa de sus territorios.<br />
<br />
Existen numerosos vestigios arqueológicos como testimonio de que [[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]] estuvo poblado antes del inicio de la era cristiana; destacan objetos cerámicos y restos de construcciones ubicadas en sitios como Río Bec, Xpuhil y Tixchel. Tampoco podría omitirse que los olmecas contribuyeron a la formación de las culturas zapoteca y maya.<br />
<br />
Conviene señalar que todas las construcciones mayas tienen un mismo origen y no por ello dejan de presentar desigualdades, no sólo como consecuencia de los diferentes años en que fueron construidas, sino también por la relación con los diversos caciques o dioses predominantes. Particularmente, el eminente estudioso de esta región -Román Piña Chan- ha determinado que la cultura maya se distingue en el lapso conocido como Horizonte Clásico (200 a 900 años d.C.) por la construcción de centros ceremoniales que no siempre tienen el mismo tamaño o estilo, sea por la bóveda de piedras saledizas o un arco falso; la devoción por las estelas con inscripciones calendáricas; la cerámica pintada en varios colores y el carácter teocrático de su sociedad; la numeración y escritura jeroglífica, el calendario y las observaciones astronómicas; el desarrollo de las [[ARTESANÍAS_MEXICANAS,_en_la_liturgia | artesanías]] y el arte, el comercio intensivo, la religión avanzada. Estos y otros factores culturales le imprimieron el sello de una verdadera civilización.<br />
<br />
Los cacicazgos que se encontraban en el territorio del estado de [[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]] eran conocidos con los nombres de Ah Canul, Can Pech o Ah Kin Pech, Chakamputún, Tixchel y Acalán. Ah Canul tenía como principal población a Calkiní, cuyo nombre maya significa cuello del sol. De conformidad con el documento conocido con el nombre de ''Códice a Calkiní'', la población fue fundada por Tzab Canul, quien era el mayor de nueve hermanos del linaje que gobernaba ese cacicazgo; el lugar elegido para su fundación, después de acaecida la destrucción de Mayapán en 1441-1443, fue bajo la sombra de una frondosa ceiba o yaxché, árbol sagrado de los mayas; al lugar lo llamaron Tuc-ca'an o ''rincón del cielo'', y se encontraba cercano al pozo Halim. Como poblaciones importantes podemos citar: Maxcanú, Opichén, Halachó, Bécal, Pocboc, Hecelchakán y Nunkiní.<br />
<br />
==Virreinato==<br />
<br />
El 8 de febrero de 1517, al mando de Francisco Hernández de [[CÓRDOBA_DE_LA_NUEVA_ANDALUCÍA | Córdoba]], zarpó de la Isla de [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]] la primera expedición exploradora de [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]]. Después de tocar Isla Mujeres, la crónica de Bernal Diaz del Castillo↗ narra que después avistaron un poblado sembrado en la costa, desembarcaron cautelosamente el 22 de marzo en un lugar conocido como ''Ah Kin Pech'' o ''Can Pech'' y que bautizaron como San Lázaro; en ese lugar se celebró la primer Misa en el territorio de lo que hoy es México, repostaron y cargaron agua. Al acercarse los mayas, los españoles indicaron por medio de señas que venían en son de paz; el cacique de la región les preguntó si venían de donde sale el sol, mencionando la palabra ''"castilán"''. Los españoles, sorprendidos ante esta palabra, respondieron afirmativamente, y el cacique los invitó a su población, en donde se encendió copal. Por medio de señas, y por recomendación del Cacique abandonaron el lugar al caer la tarde llegando a Chanka-putum, (Champoton) donde libraron una batalla donde murieron 47 soldados siendo herido el capitán Hernández de [[CÓRDOBA_DE_LA_NUEVA_ANDALUCÍA | Córdoba]] quien murió en [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]] a resultas de las heridas recibidas; a ese lugar le bautizaron como ''“bahía de la mala batalla”''.<br />
<br />
En 1518 Juan de Grijalva organizó otra expedición que tocó Cozumel, [[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]] y Champoton pero siguió hasta la desembocadura del río que lleva su nombre. En 1519, [[CORTÉS,_Hernán | Hernán Cortés]]↗ hizo el mismo recorrido pero sin parar en [[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]]. Una vez concluida la conquista de Tenochtitlan (13 de agosto de 1521), Francisco de Montejo viajó a España donde solicitó a Carlos V permiso para conquistar la peninsula de [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]]. En 1526 la [[CORONA_ESPAÑOLA:_Su_papel_en_la_evangelización_y_en_los_derechos_del_indio | corona española]] otorgó a Montejo el tìtulo de ''adelantado, gobernador, alguacil mayor y capitán general de [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]]''. Para la conquista de [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]], Montejo realizó tres intentos; el primero de 1527 a 1529 en el que fue ayudado por el capitán Alonso Dávila a quien conocia desde la expedición de Cortés. Partió a Chetumal donde fue ayudado por el cacique Naum Pat<ref>Quezada S. ''[[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]], historia breve'', FCE, 2da ed. 2011</ref>, se adentro a tierra firme y cerca de Xel-Há ([[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]]) fundó una villa llamada Salamanca. Después de algunas expediciones que lo llevaron hasta Honduras, regreso diezmado por el hambre y los ataques de los naturales a Xel-Há, donde encontró a 12 sobrevivientes españoles abandonando así la península en 1528.<br />
<br />
A fines de 1530 realizo un nuevo intento para conquistar la península; en esta ocasión su hijo, Francisco de Montejo y León ''“El Mozo”'', fundó en Tabasco la población de ''Salamanca de Xicalango, y Alonso Dávila la de Salamanca de Acalan'' en la zona Chontal (en Bacalar). Desde ahí emprendieron la conquista de la península. En 1531 fundan ''Salamanca de [[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]]'' y otros asentamientos peninsulares. Sin embargo este segundo intento tampoco prosperó; en 1534 Francisco de Montejo ''”el Mozo”'', fue vencido por los mayas en Chichen Itza, por lo que abandonan la peninsula por cinco años. <br />
<br />
Hacia 1537, “el adelantado” quien gobernaba Tabasco, asignó a Lorenzo de Godoy instalar la primera guarnición en San Pedro de Champoton, la que mantuvieron con muchas dificultades pues no contaban ni con gente ni soldados. Un sobrino de Francisco de Montejo que tenía su mismo nombre y apellido tomó el mando y le cambio el nombre por el de ''“Salamanca de Champotón”''<br />
<br />
El ''“adelantado”'' llegó a la ciudad Real de Chiapa (''San Cristobal de las Casas'') en 1540 y desde ahí envío a Francisco Gil como jefe de la guarnición de Champoton y nombró a su hijo “teniente de gobernador”. Así Francisco de Montejo ''“El Mozo”'', al mando de unos 30 soldados, fundó ''San Francisco de [[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]]'', que incluía Chakan Putum, Can Pech y Ah Canul.<br />
<br />
La Evangelización de la península dio inicio con los Franciscanos↗ que erigieron la primera Iglesia y el primer convento de San Francisco en [[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]]. La villa de aquel entonces se edificó en torno a una plaza ocupada únicamente por la picota: una columna que servía como símbolo de poder y justicia española. Alrededor de la plaza se construyeron la parroquia de Nuestra Señora de la Purísima Concepción, la Audiencia y las casas de los conquistadores de rango más elevado. En torno a una plaza menor se construiría el mercado y se desarrollaría la vida comercial. La villa fundada por los españoles quedó un tanto apartada de la localidad maya. Los españoles hicieron su vida en torno a la plaza, en el actual barrio de San Román, mientras que los indígenas se agregaron en los antiguos asentamientos prehispánicos, actualmente los barrios de San Francisco y Siete de Agosto. <br />
<br />
Los indígenas mexicas que llegaron con los conquistadores ocuparon el barrio de San Francisco, y la población de esclavos provenientes de África los barrios de Santa Ana y Santa Lucía.<ref>Canto V. NA. ''Catalogo del archivo histórico de la Diosesis de [[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]]- 1638-1998'', Gobierno del Edo. de [[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]]. 1999</ref>El comercio marítimo condicionó el desarrollo de la villa, por lo que ésta fue diseñada con un modelo renacentista, una traza regular en damero en torno a una plaza excéntrica que, según las ordenanzas de la [[CORONA_ESPAÑOLA:_Su_papel_en_la_evangelización_y_en_los_derechos_del_indio | Corona Española]] debía servir para las fiestas y ceremonias, orientada en torno a su bahía.<br />
<br />
A la conquista armada siguió la [[HERNÁN_CORTÉS;_Su_hallazgo_espiritual | conquista espiritual]]. La primera orden religiosa que llegó a [[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]] fue la de los franciscanos↗ quienes se establecieron en 1535, pero tuvieron que retirarse por una serie de dificultades con los indigenas y con los españoles, regresando cinco años después cuando Montejo ''“el mozo”,'' se estableció en [[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]].<br />
<br />
La evangelización↗ fue similar a la realizada en toda Nueva España↗: una vez vencida la barrera del idioma, los franciscanos no tuvieron mayor dificultad, y fueron la única orden que llevó a cabo esta tarea en la provincia de San José, que era como se nombraba a la Península de [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]]. <br />
<br />
En 1542, el rey Carlos V proclamó las ''«Leyes Nuevas»'' que establecían la libertad de los indios como súbditos de la Corona. La esclavitud quedó legalmente abolida y las «[[ENCOMIENDAS;_Su_tratamiento_en_la_Junta_eclesiástica_de_1546 | encomiendas]]» limitadas y mejor reglamentadas. Los que no fueron encomendados quedaron bajo la jurisdicción real y recibieron el nombre de «pueblos de la Real Corona». Sin embargo los indígenas de las [[ENCOMIENDAS;_Su_tratamiento_en_la_Junta_eclesiástica_de_1546 | encomiendas]] continuaron sufriendo un trato parecido a la esclavitud. Los frailes lucharon por defender los derechos de los indígenas, preservar su libertad y limitar los abusos de los conquistadores. Gracias a ello, en 1547 Felipe II de España emitió una cédula real en favor de la libertad personal de los indígenas, y para cerciorarse de que sus intereses se cumplieran, creó una Alcaldia Mayor para la provincia de [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]]<br />
<br />
En 1761 Francisco Uc de los Santos (Jacinto Can ek), un indígena nacido en el barrio de San Román, encabezó en la villa de [[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]] una rebelión indígena contra la dominación española; la rebelión fracasó y Jacinto Can Ek fue ejecutado el mismo año. A lo largo del período virreinal [[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]] destacó como puerto de gran importancia y estableció contactos comerciales y políticos con otras provincias de [[NUEVA_ESPAÑA;_Virreinato_de_la | la Nueva España]] y el exterior<ref>Martos, obra citada.</ref>. Se traficaba con ''Palo de tinte'' o de [[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]], muy apreciado en Europa antes de la era de las anilinas, con maderas preciosas y con oro amonedado, plata y especias.<br />
<br />
A su regreso a España, los navíos llevaban sus bodegas cargadas de tesoros que despertaban la codicia de otras naciones y de ladrones del mar quienes se convirtieron en una gran amenaza, con el auspicio y apoyo de las coronas de Holanda, Francia, Inglaterra y Portugal. Por ello durante el S. XVI hasta el XVIII, [[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]] se convirtió en blanco de continuos ataques de corsarios, piratas y filibusteros, lo que obligó a amurallar la Ciudad. Así se convirtió en la segunda ciudad amurallada de la América Española, después de Cartagena de Indias en Colombia. La muralla campechana esta conformada por una planta hexagonal irregular demarcada por baluartes: el de San Carlos, el de la Soledad, el de San Pedro, el de San Francisco, el San Juan y el de Santa Rosa de Lima. Fue el Ingeniero frances Louis Bouchard de Becour el encargado de unificar todas las obras defensivas que rodeaban a la ciudad con un muro que, al final, medía 2560 metros de longitud. Existían también varias puertas que permitían la entrada y salida de la ciudad amurallada siendo los dos mas importantes la ''Puerta de Mar'' y la Puerta de tierra. La ''Puerta de Guadalupe y la de San Roman'' servian para comunicar a estos barrios Dentro de la muralla se resguardaban las autoridades y los tesoros, mientras que la población general vivía fuera de la muralla. Además se construyeron dos fortalezas cerca de dos colinas para proteger a la ciudad: los fuertes de San José El Alto (construido en 1762) y el de ''San Miguel'', con sus dos baterías.<br />
<br />
Se tienen bien documentados siete ataques contra la ciudad, así como algunas batallas libradas por los habitantes del lugar para defender sus propiedades. Entre los atacantes se mencionan: John Hawkins; Francis Drake, William Parker, Cornelio Holtz, de origen Holandés llamado ''“pata de palo”''; Diego “el mulato” de origen cubano, James Jackson, Myngs Henry Morgan, Edward Mansvelt; Bartholomew; Roche Brasiliano, Jean David Nau apodado el ''Olonés'', Laurens de Graff mejor conocido como ''Lorencillo;'' El francés Michael Grammont y Lewis Scott. Jan Lafitte; Una mención especial merece Mary Read quien, a pesar de las restricciones para que las mujeres se aventuraran en el mar, se hizo pirata. <br />
<br />
En 1777 la Villa de San Francisco de [[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]] fue elevada al rango Ciudad y le fue otorgado por el Rey de España Carlos III un escudo de armas, el cual esta dividido en cuatro cuarteles en fondo rojo; los cuarteles arriba a la izquierda y abajo a la derecha tienen dos torres almenadas y los otros dos, alternados sobre fondo azur, un barco de vela navegando. El escudo denota la importancia naval de la ciudad y su carácter de amurallado. <br />
<br />
==NOTAS:==<br />
<br />
<references></references><br />
<br />
==BIBLIOGRAFÍA:==<br />
<br />
Martos L. Campeche, Historia, arqueología-tradiciones. Monclem, Mex. 2007<br />
<br />
Marisol Ceh Moo. ''T’ambilák men tunk’ulilo’ob. (El llamado de los Tunk’ules)'' Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México, 2011. <br />
<br />
Quezada S. ''[[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]], historia breve''. Fondo de Cultura Económica, 2 ed. México 2011<br />
<br />
Canto V. NA. ''Catalogo del archivo histórico de la Diócesis de [[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]]- 1638-1998'', Gobierno del Edo. de [[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre | Campeche]]. 1999<br />
<br />
'''OCTAVIO CASTILLO Y LÓPEZ'''<br />
<br />
<relatedtags><br />
[[CORTÉS,_Hernán|CORTÉS, Hernán]]<br />
<br />
[[NUEVA_ESPAÑA;_Virreinato_de_la|NUEVA ESPAÑA; Virreinato de la]]<br />
<br />
[[ENCOMIENDAS;_Su_tratamiento_en_la_Junta_eclesiástica_de_1546|ENCOMIENDAS; Su tratamiento en la Junta eclesiástica de 1546]]<br />
<br />
[[CÓRDOBA_DE_LA_NUEVA_ANDALUCÍA|CÓRDOBA DE LA NUEVA ANDALUCÍA]]<br />
<br />
[[HERNÁN_CORTÉS;_Su_hallazgo_espiritual|HERNÁN CORTÉS; Su hallazgo espiritual]]<br />
<br />
[[CORONA_ESPAÑOLA:_Su_papel_en_la_evangelización_y_en_los_derechos_del_indio|CORONA ESPAÑOLA: Su papel en la evangelización y en los derechos del indio]]<br />
<br />
[[ARTESANÍAS_MEXICANAS,_en_la_liturgia|ARTESANÍAS MEXICANAS, en la liturgia]]<br />
<br />
[[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico?|CUBA; ¿un fósil prehistórico?]]<br />
<br />
[[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia|YUCATÁN EN EL TIEMPO. Enciclopedia]]<br />
<br />
[[CAMPECHE._Capital_del_Estado_mexicano_del_mismo_nombre|CAMPECHE. Capital del Estado mexicano del mismo nombre]]<br />
<br />
[[GUATEMALA;_Afrodescendientes|GUATEMALA; Afrodescendientes]]<br />
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Vrosasr
https://dhial.org/diccionario/index.php?title=CAMPECHE&diff=3705822
CAMPECHE
2023-08-17T16:39:07Z
<p>Vrosasr: /* BIBLIOGRAFÍA: */</p>
<hr />
<div>==CAMPECHE.==<br />
<br />
==Ubicación geográfica.==<br />
<br />
El actual ''Estado de Campeche'' tiene una extensión de 50,812 Km2 ocupando la porción occidental de la península Yucateca. Limita al noreste con el estado de Yucatan, al este con el Estado de Quintana Roo, al suroeste con el estado de Tabasco al sur con la república de Guatemala y al oeste con el litoral del golfo de México.<ref>Martos ,L., ''Campeche, Hiistoria, arqueología-tradiciones''. Monclem Edo.de Mex. 2007</ref>El clima es Calido tropical humedo, con temperaturas entre 28 y 42 ºC. La entidad tiene cuatro zonas fisiográficas: la región serrana del noreste, con planicies y lomerios de 300m de altura, y vegetación de selva baja, la región de las aguadas y rios del suroeste que incluyen las cuencas del rio candelaria y Palizada y la laguna de Terminos y cuya vegetación se compone de manglares y selvas bajas, el àrea del Peten en el sur con selvas altas y densas y la región del litoral<ref>Ibídem.</ref>. Es el estado mexicano con mayor producción de petróleo.<br />
<br />
Más que una península, Yucatán fue durante muchos siglos prácticamente una isla: por el oriente y el sur, la inmensa selva era un caparazón intrincable que no llevaba a ninguna tierra de promisión; al poniente los insalvables pantanos de tabasco hacían imposible toda comunicación con el centro… <ref>Hernández de la Cruz Felipe: Prólogo al libro de Marisol Ceh Moo: ''T’ambilák men tunk’ulilo’ob. (El llamado de los Tunk’ules)'' pp 177-185. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Mex.2011.</ref>“La pertenencia a la República de México era sólo de palabra. ''El comercio, la educación de los poderosos y otros menesteres se realizaban preferentemente con Cuba.”''.<ref>Op Cit.</ref><br />
<br />
La nominación del cacicazgo de Can Pech o Ah Kin Pech, con la población destacada del mismo nombre, proviene de los vocablos can, serpiente, y pech, garrapata; estas palabras parecen referirse a uno de sus templos construido sobre una plataforma en la que se encontraban diversas esculturas de serpientes con una garrapata en la cabeza, a manera de animales totémicos. Otra versión señala que significa el Señor Sol Garrapata. Como lo pronunciaron los españoles, Kan Pech, quiere decir: lugar de serpientes y garrapatas; sus poblaciones principales fueron Yaxcab, Samulá, Chiná, Tixbulul (Lerma), Tixmucuy y Hampolol.<br />
<br />
==Historia.==<br />
<br />
El antecedente histórico prehispanico corresponde a la cultura Maya que es compartido con sus particularidades en los actuales estados de Tabasco, Chiapas, Yucatán, Quintana Roo y los paises de Belice, Guatemala y Honduras. Cuando se inició la conquista continental por los españoles, la zona Maya estaba viviendo su etapa postclásica: la mayoría de sus asentamientos estaban abandonados, sus grandes construcciones se caían por la sequia y por las guerras inter ciudades; persistian grupos dispersos de maya-hablantes, sobre todo en la selva y solo algunas ciudades- estado, depauperadas y en ruinas.<br />
<br />
Tras la destrucción de Mayapan (1441-1461) en la península de Yucatán, se crearon grandes rivalidades entre los mayas, y se formaron diversas jurisdicciones independientes llamadas ''Kuchkabal''. En cada ''Kuchkabal'' había un ''Halach Uinik'' (maya: ''Halach Uinik''; Hombre de mando) quien era el jefe con la máxima autoridad militar, judicial y política y que vivía en una ciudad principal considerada la capital de la jurisdicción. Esta distribución política dificultó la existencia de una nación, pero favoreció la defensa de sus territorios.<br />
<br />
Existen numerosos vestigios arqueológicos como testimonio de que Campeche estuvo poblado antes del inicio de la era cristiana; destacan objetos cerámicos y restos de construcciones ubicadas en sitios como Río Bec, Xpuhil y Tixchel. Tampoco podría omitirse que los olmecas contribuyeron a la formación de las culturas zapoteca y maya.<br />
<br />
Conviene señalar que todas las construcciones mayas tienen un mismo origen y no por ello dejan de presentar desigualdades, no sólo como consecuencia de los diferentes años en que fueron construidas, sino también por la relación con los diversos caciques o dioses predominantes. Particularmente, el eminente estudioso de esta región -Román Piña Chan- ha determinado que la cultura maya se distingue en el lapso conocido como Horizonte Clásico (200 a 900 años d.C.) por la construcción de centros ceremoniales que no siempre tienen el mismo tamaño o estilo, sea por la bóveda de piedras saledizas o un arco falso; la devoción por las estelas con inscripciones calendáricas; la cerámica pintada en varios colores y el carácter teocrático de su sociedad; la numeración y escritura jeroglífica, el calendario y las observaciones astronómicas; el desarrollo de las artesanías y el arte, el comercio intensivo, la religión avanzada. Estos y otros factores culturales le imprimieron el sello de una verdadera civilización.<br />
<br />
Los cacicazgos que se encontraban en el territorio del estado de Campeche eran conocidos con los nombres de Ah Canul, Can Pech o Ah Kin Pech, Chakamputún, Tixchel y Acalán. Ah Canul tenía como principal población a Calkiní, cuyo nombre maya significa cuello del sol. De conformidad con el documento conocido con el nombre de ''Códice a Calkiní'', la población fue fundada por Tzab Canul, quien era el mayor de nueve hermanos del linaje que gobernaba ese cacicazgo; el lugar elegido para su fundación, después de acaecida la destrucción de Mayapán en 1441-1443, fue bajo la sombra de una frondosa ceiba o yaxché, árbol sagrado de los mayas; al lugar lo llamaron Tuc-ca'an o ''rincón del cielo'', y se encontraba cercano al pozo Halim. Como poblaciones importantes podemos citar: Maxcanú, Opichén, Halachó, Bécal, Pocboc, Hecelchakán y Nunkiní.<br />
<br />
==Virreinato==<br />
<br />
El 8 de febrero de 1517, al mando de Francisco Hernández de Córdoba, zarpó de la Isla de Cuba la primera expedición exploradora de Yucatán. Después de tocar Isla Mujeres, la crónica de Bernal Diaz del Castillo↗ narra que después avistaron un poblado sembrado en la costa, desembarcaron cautelosamente el 22 de marzo en un lugar conocido como ''Ah Kin Pech'' o ''Can Pech'' y que bautizaron como San Lázaro; en ese lugar se celebró la primer Misa en el territorio de lo que hoy es México, repostaron y cargaron agua. Al acercarse los mayas, los españoles indicaron por medio de señas que venían en son de paz; el cacique de la región les preguntó si venían de donde sale el sol, mencionando la palabra ''"castilán"''. Los españoles, sorprendidos ante esta palabra, respondieron afirmativamente, y el cacique los invitó a su población, en donde se encendió copal. Por medio de señas, y por recomendación del Cacique abandonaron el lugar al caer la tarde llegando a Chanka-putum, (Champoton) donde libraron una batalla donde murieron 47 soldados siendo herido el capitán Hernández de Córdoba quien murió en Cuba a resultas de las heridas recibidas; a ese lugar le bautizaron como ''“bahía de la mala batalla”''.<br />
<br />
En 1518 Juan de Grijalva organizó otra expedición que tocó Cozumel, Campeche y Champoton pero siguió hasta la desembocadura del río que lleva su nombre. En 1519, Hernán Cortés↗ hizo el mismo recorrido pero sin parar en Campeche. Una vez concluida la conquista de Tenochtitlan (13 de agosto de 1521), Francisco de Montejo viajó a España donde solicitó a Carlos V permiso para conquistar la peninsula de Yucatán. En 1526 la corona española otorgó a Montejo el tìtulo de ''adelantado, gobernador, alguacil mayor y capitán general de Yucatán''. Para la conquista de Yucatán, Montejo realizó tres intentos; el primero de 1527 a 1529 en el que fue ayudado por el capitán Alonso Dávila a quien conocia desde la expedición de Cortés. Partió a Chetumal donde fue ayudado por el cacique Naum Pat<ref>Quezada S. ''Yucatán, historia breve'', FCE, 2da ed. 2011</ref>, se adentro a tierra firme y cerca de Xel-Há (Campeche) fundó una villa llamada Salamanca. Después de algunas expediciones que lo llevaron hasta Honduras, regreso diezmado por el hambre y los ataques de los naturales a Xel-Há, donde encontró a 12 sobrevivientes españoles abandonando así la península en 1528.<br />
<br />
A fines de 1530 realizo un nuevo intento para conquistar la península; en esta ocasión su hijo, Francisco de Montejo y León ''“El Mozo”'', fundó en Tabasco la población de ''Salamanca de Xicalango, y Alonso Dávila la de Salamanca de Acalan'' en la zona Chontal (en Bacalar). Desde ahí emprendieron la conquista de la península. En 1531 fundan ''Salamanca de Campeche'' y otros asentamientos peninsulares. Sin embargo este segundo intento tampoco prosperó; en 1534 Francisco de Montejo ''”el Mozo”'', fue vencido por los mayas en Chichen Itza, por lo que abandonan la peninsula por cinco años. <br />
<br />
Hacia 1537, “el adelantado” quien gobernaba Tabasco, asignó a Lorenzo de Godoy instalar la primera guarnición en San Pedro de Champoton, la que mantuvieron con muchas dificultades pues no contaban ni con gente ni soldados. Un sobrino de Francisco de Montejo que tenía su mismo nombre y apellido tomó el mando y le cambio el nombre por el de ''“Salamanca de Champotón”''<br />
<br />
El ''“adelantado”'' llegó a la ciudad Real de Chiapa (''San Cristobal de las Casas'') en 1540 y desde ahí envío a Francisco Gil como jefe de la guarnición de Champoton y nombró a su hijo “teniente de gobernador”. Así Francisco de Montejo ''“El Mozo”'', al mando de unos 30 soldados, fundó ''San Francisco de Campeche'', que incluía Chakan Putum, Can Pech y Ah Canul.<br />
<br />
La Evangelización de la península dio inicio con los Franciscanos↗ que erigieron la primera Iglesia y el primer convento de San Francisco en Campeche. La villa de aquel entonces se edificó en torno a una plaza ocupada únicamente por la picota: una columna que servía como símbolo de poder y justicia española. Alrededor de la plaza se construyeron la parroquia de Nuestra Señora de la Purísima Concepción, la Audiencia y las casas de los conquistadores de rango más elevado. En torno a una plaza menor se construiría el mercado y se desarrollaría la vida comercial. La villa fundada por los españoles quedó un tanto apartada de la localidad maya. Los españoles hicieron su vida en torno a la plaza, en el actual barrio de San Román, mientras que los indígenas se agregaron en los antiguos asentamientos prehispánicos, actualmente los barrios de San Francisco y Siete de Agosto. <br />
<br />
Los indígenas mexicas que llegaron con los conquistadores ocuparon el barrio de San Francisco, y la población de esclavos provenientes de África los barrios de Santa Ana y Santa Lucía.<ref>Canto V. NA. ''Catalogo del archivo histórico de la Diosesis de Campeche- 1638-1998'', Gobierno del Edo. de Campeche. 1999</ref>El comercio marítimo condicionó el desarrollo de la villa, por lo que ésta fue diseñada con un modelo renacentista, una traza regular en damero en torno a una plaza excéntrica que, según las ordenanzas de la Corona Española debía servir para las fiestas y ceremonias, orientada en torno a su bahía.<br />
<br />
A la conquista armada siguió la conquista espiritual. La primera orden religiosa que llegó a Campeche fue la de los franciscanos↗ quienes se establecieron en 1535, pero tuvieron que retirarse por una serie de dificultades con los indigenas y con los españoles, regresando cinco años después cuando Montejo ''“el mozo”,'' se estableció en Campeche.<br />
<br />
La evangelización↗ fue similar a la realizada en toda Nueva España↗: una vez vencida la barrera del idioma, los franciscanos no tuvieron mayor dificultad, y fueron la única orden que llevó a cabo esta tarea en la provincia de San José, que era como se nombraba a la Península de Yucatán. <br />
<br />
En 1542, el rey Carlos V proclamó las ''«Leyes Nuevas»'' que establecían la libertad de los indios como súbditos de la Corona. La esclavitud quedó legalmente abolida y las «encomiendas» limitadas y mejor reglamentadas. Los que no fueron encomendados quedaron bajo la jurisdicción real y recibieron el nombre de «pueblos de la Real Corona». Sin embargo los indígenas de las encomiendas continuaron sufriendo un trato parecido a la esclavitud. Los frailes lucharon por defender los derechos de los indígenas, preservar su libertad y limitar los abusos de los conquistadores. Gracias a ello, en 1547 Felipe II de España emitió una cédula real en favor de la libertad personal de los indígenas, y para cerciorarse de que sus intereses se cumplieran, creó una Alcaldia Mayor para la provincia de Yucatán<br />
<br />
En 1761 Francisco Uc de los Santos (Jacinto Can ek), un indígena nacido en el barrio de San Román, encabezó en la villa de Campeche una rebelión indígena contra la dominación española; la rebelión fracasó y Jacinto Can Ek fue ejecutado el mismo año. A lo largo del período virreinal Campeche destacó como puerto de gran importancia y estableció contactos comerciales y políticos con otras provincias de la Nueva España y el exterior<ref>Martos, obra citada.</ref>. Se traficaba con ''Palo de tinte'' o de Campeche, muy apreciado en Europa antes de la era de las anilinas, con maderas preciosas y con oro amonedado, plata y especias.<br />
<br />
A su regreso a España, los navíos llevaban sus bodegas cargadas de tesoros que despertaban la codicia de otras naciones y de ladrones del mar quienes se convirtieron en una gran amenaza, con el auspicio y apoyo de las coronas de Holanda, Francia, Inglaterra y Portugal. Por ello durante el S. XVI hasta el XVIII, Campeche se convirtió en blanco de continuos ataques de corsarios, piratas y filibusteros, lo que obligó a amurallar la Ciudad. Así se convirtió en la segunda ciudad amurallada de la América Española, después de Cartagena de Indias en Colombia. La muralla campechana esta conformada por una planta hexagonal irregular demarcada por baluartes: el de San Carlos, el de la Soledad, el de San Pedro, el de San Francisco, el San Juan y el de Santa Rosa de Lima. Fue el Ingeniero frances Louis Bouchard de Becour el encargado de unificar todas las obras defensivas que rodeaban a la ciudad con un muro que, al final, medía 2560 metros de longitud. Existían también varias puertas que permitían la entrada y salida de la ciudad amurallada siendo los dos mas importantes la ''Puerta de Mar'' y la Puerta de tierra. La ''Puerta de Guadalupe y la de San Roman'' servian para comunicar a estos barrios Dentro de la muralla se resguardaban las autoridades y los tesoros, mientras que la población general vivía fuera de la muralla. Además se construyeron dos fortalezas cerca de dos colinas para proteger a la ciudad: los fuertes de San José El Alto (construido en 1762) y el de ''San Miguel'', con sus dos baterías.<br />
<br />
Se tienen bien documentados siete ataques contra la ciudad, así como algunas batallas libradas por los habitantes del lugar para defender sus propiedades. Entre los atacantes se mencionan: John Hawkins; Francis Drake, William Parker, Cornelio Holtz, de origen Holandés llamado ''“pata de palo”''; Diego “el mulato” de origen cubano, James Jackson, Myngs Henry Morgan, Edward Mansvelt; Bartholomew; Roche Brasiliano, Jean David Nau apodado el ''Olonés'', Laurens de Graff mejor conocido como ''Lorencillo;'' El francés Michael Grammont y Lewis Scott. Jan Lafitte; Una mención especial merece Mary Read quien, a pesar de las restricciones para que las mujeres se aventuraran en el mar, se hizo pirata. <br />
<br />
En 1777 la Villa de San Francisco de Campeche fue elevada al rango Ciudad y le fue otorgado por el Rey de España Carlos III un escudo de armas, el cual esta dividido en cuatro cuarteles en fondo rojo; los cuarteles arriba a la izquierda y abajo a la derecha tienen dos torres almenadas y los otros dos, alternados sobre fondo azur, un barco de vela navegando. El escudo denota la importancia naval de la ciudad y su carácter de amurallado. <br />
<br />
==NOTAS:==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
==BIBLIOGRAFÍA:==<br />
<br />
Martos L. Campeche, Historia, arqueología-tradiciones. Monclem, Mex. 2007<br />
<br />
Marisol Ceh Moo. ''T’ambilák men tunk’ulilo’ob. (El llamado de los Tunk’ules)'' Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México, 2011. <br />
<br />
Quezada S. ''Yucatán, historia breve''. Fondo de Cultura Económica, 2 ed. México 2011<br />
<br />
Canto V. NA. ''Catalogo del archivo histórico de la Diócesis de Campeche- 1638-1998'', Gobierno del Edo. de Campeche. 1999<br />
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'''OCTAVIO CASTILLO Y LÓPEZ'''</div>
Vrosasr
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CAMPECHE
2023-08-17T16:38:00Z
<p>Vrosasr: </p>
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<div>==CAMPECHE.==<br />
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==Ubicación geográfica.==<br />
<br />
El actual ''Estado de Campeche'' tiene una extensión de 50,812 Km2 ocupando la porción occidental de la península Yucateca. Limita al noreste con el estado de Yucatan, al este con el Estado de Quintana Roo, al suroeste con el estado de Tabasco al sur con la república de Guatemala y al oeste con el litoral del golfo de México.<ref>Martos ,L., ''Campeche, Hiistoria, arqueología-tradiciones''. Monclem Edo.de Mex. 2007</ref>El clima es Calido tropical humedo, con temperaturas entre 28 y 42 ºC. La entidad tiene cuatro zonas fisiográficas: la región serrana del noreste, con planicies y lomerios de 300m de altura, y vegetación de selva baja, la región de las aguadas y rios del suroeste que incluyen las cuencas del rio candelaria y Palizada y la laguna de Terminos y cuya vegetación se compone de manglares y selvas bajas, el àrea del Peten en el sur con selvas altas y densas y la región del litoral<ref>Ibídem.</ref>. Es el estado mexicano con mayor producción de petróleo.<br />
<br />
Más que una península, Yucatán fue durante muchos siglos prácticamente una isla: por el oriente y el sur, la inmensa selva era un caparazón intrincable que no llevaba a ninguna tierra de promisión; al poniente los insalvables pantanos de tabasco hacían imposible toda comunicación con el centro… <ref>Hernández de la Cruz Felipe: Prólogo al libro de Marisol Ceh Moo: ''T’ambilák men tunk’ulilo’ob. (El llamado de los Tunk’ules)'' pp 177-185. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Mex.2011.</ref>“La pertenencia a la República de México era sólo de palabra. ''El comercio, la educación de los poderosos y otros menesteres se realizaban preferentemente con Cuba.”''.<ref>Op Cit.</ref><br />
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La nominación del cacicazgo de Can Pech o Ah Kin Pech, con la población destacada del mismo nombre, proviene de los vocablos can, serpiente, y pech, garrapata; estas palabras parecen referirse a uno de sus templos construido sobre una plataforma en la que se encontraban diversas esculturas de serpientes con una garrapata en la cabeza, a manera de animales totémicos. Otra versión señala que significa el Señor Sol Garrapata. Como lo pronunciaron los españoles, Kan Pech, quiere decir: lugar de serpientes y garrapatas; sus poblaciones principales fueron Yaxcab, Samulá, Chiná, Tixbulul (Lerma), Tixmucuy y Hampolol.<br />
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==Historia.==<br />
<br />
El antecedente histórico prehispanico corresponde a la cultura Maya que es compartido con sus particularidades en los actuales estados de Tabasco, Chiapas, Yucatán, Quintana Roo y los paises de Belice, Guatemala y Honduras. Cuando se inició la conquista continental por los españoles, la zona Maya estaba viviendo su etapa postclásica: la mayoría de sus asentamientos estaban abandonados, sus grandes construcciones se caían por la sequia y por las guerras inter ciudades; persistian grupos dispersos de maya-hablantes, sobre todo en la selva y solo algunas ciudades- estado, depauperadas y en ruinas.<br />
<br />
Tras la destrucción de Mayapan (1441-1461) en la península de Yucatán, se crearon grandes rivalidades entre los mayas, y se formaron diversas jurisdicciones independientes llamadas ''Kuchkabal''. En cada ''Kuchkabal'' había un ''Halach Uinik'' (maya: ''Halach Uinik''; Hombre de mando) quien era el jefe con la máxima autoridad militar, judicial y política y que vivía en una ciudad principal considerada la capital de la jurisdicción. Esta distribución política dificultó la existencia de una nación, pero favoreció la defensa de sus territorios.<br />
<br />
Existen numerosos vestigios arqueológicos como testimonio de que Campeche estuvo poblado antes del inicio de la era cristiana; destacan objetos cerámicos y restos de construcciones ubicadas en sitios como Río Bec, Xpuhil y Tixchel. Tampoco podría omitirse que los olmecas contribuyeron a la formación de las culturas zapoteca y maya.<br />
<br />
Conviene señalar que todas las construcciones mayas tienen un mismo origen y no por ello dejan de presentar desigualdades, no sólo como consecuencia de los diferentes años en que fueron construidas, sino también por la relación con los diversos caciques o dioses predominantes. Particularmente, el eminente estudioso de esta región -Román Piña Chan- ha determinado que la cultura maya se distingue en el lapso conocido como Horizonte Clásico (200 a 900 años d.C.) por la construcción de centros ceremoniales que no siempre tienen el mismo tamaño o estilo, sea por la bóveda de piedras saledizas o un arco falso; la devoción por las estelas con inscripciones calendáricas; la cerámica pintada en varios colores y el carácter teocrático de su sociedad; la numeración y escritura jeroglífica, el calendario y las observaciones astronómicas; el desarrollo de las artesanías y el arte, el comercio intensivo, la religión avanzada. Estos y otros factores culturales le imprimieron el sello de una verdadera civilización.<br />
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Los cacicazgos que se encontraban en el territorio del estado de Campeche eran conocidos con los nombres de Ah Canul, Can Pech o Ah Kin Pech, Chakamputún, Tixchel y Acalán. Ah Canul tenía como principal población a Calkiní, cuyo nombre maya significa cuello del sol. De conformidad con el documento conocido con el nombre de ''Códice a Calkiní'', la población fue fundada por Tzab Canul, quien era el mayor de nueve hermanos del linaje que gobernaba ese cacicazgo; el lugar elegido para su fundación, después de acaecida la destrucción de Mayapán en 1441-1443, fue bajo la sombra de una frondosa ceiba o yaxché, árbol sagrado de los mayas; al lugar lo llamaron Tuc-ca'an o ''rincón del cielo'', y se encontraba cercano al pozo Halim. Como poblaciones importantes podemos citar: Maxcanú, Opichén, Halachó, Bécal, Pocboc, Hecelchakán y Nunkiní.<br />
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==Virreinato==<br />
<br />
El 8 de febrero de 1517, al mando de Francisco Hernández de Córdoba, zarpó de la Isla de Cuba la primera expedición exploradora de Yucatán. Después de tocar Isla Mujeres, la crónica de Bernal Diaz del Castillo↗ narra que después avistaron un poblado sembrado en la costa, desembarcaron cautelosamente el 22 de marzo en un lugar conocido como ''Ah Kin Pech'' o ''Can Pech'' y que bautizaron como San Lázaro; en ese lugar se celebró la primer Misa en el territorio de lo que hoy es México, repostaron y cargaron agua. Al acercarse los mayas, los españoles indicaron por medio de señas que venían en son de paz; el cacique de la región les preguntó si venían de donde sale el sol, mencionando la palabra ''"castilán"''. Los españoles, sorprendidos ante esta palabra, respondieron afirmativamente, y el cacique los invitó a su población, en donde se encendió copal. Por medio de señas, y por recomendación del Cacique abandonaron el lugar al caer la tarde llegando a Chanka-putum, (Champoton) donde libraron una batalla donde murieron 47 soldados siendo herido el capitán Hernández de Córdoba quien murió en Cuba a resultas de las heridas recibidas; a ese lugar le bautizaron como ''“bahía de la mala batalla”''.<br />
<br />
En 1518 Juan de Grijalva organizó otra expedición que tocó Cozumel, Campeche y Champoton pero siguió hasta la desembocadura del río que lleva su nombre. En 1519, Hernán Cortés↗ hizo el mismo recorrido pero sin parar en Campeche. Una vez concluida la conquista de Tenochtitlan (13 de agosto de 1521), Francisco de Montejo viajó a España donde solicitó a Carlos V permiso para conquistar la peninsula de Yucatán. En 1526 la corona española otorgó a Montejo el tìtulo de ''adelantado, gobernador, alguacil mayor y capitán general de Yucatán''. Para la conquista de Yucatán, Montejo realizó tres intentos; el primero de 1527 a 1529 en el que fue ayudado por el capitán Alonso Dávila a quien conocia desde la expedición de Cortés. Partió a Chetumal donde fue ayudado por el cacique Naum Pat<ref>Quezada S. ''Yucatán, historia breve'', FCE, 2da ed. 2011</ref>, se adentro a tierra firme y cerca de Xel-Há (Campeche) fundó una villa llamada Salamanca. Después de algunas expediciones que lo llevaron hasta Honduras, regreso diezmado por el hambre y los ataques de los naturales a Xel-Há, donde encontró a 12 sobrevivientes españoles abandonando así la península en 1528.<br />
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A fines de 1530 realizo un nuevo intento para conquistar la península; en esta ocasión su hijo, Francisco de Montejo y León ''“El Mozo”'', fundó en Tabasco la población de ''Salamanca de Xicalango, y Alonso Dávila la de Salamanca de Acalan'' en la zona Chontal (en Bacalar). Desde ahí emprendieron la conquista de la península. En 1531 fundan ''Salamanca de Campeche'' y otros asentamientos peninsulares. Sin embargo este segundo intento tampoco prosperó; en 1534 Francisco de Montejo ''”el Mozo”'', fue vencido por los mayas en Chichen Itza, por lo que abandonan la peninsula por cinco años. <br />
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Hacia 1537, “el adelantado” quien gobernaba Tabasco, asignó a Lorenzo de Godoy instalar la primera guarnición en San Pedro de Champoton, la que mantuvieron con muchas dificultades pues no contaban ni con gente ni soldados. Un sobrino de Francisco de Montejo que tenía su mismo nombre y apellido tomó el mando y le cambio el nombre por el de ''“Salamanca de Champotón”''<br />
<br />
El ''“adelantado”'' llegó a la ciudad Real de Chiapa (''San Cristobal de las Casas'') en 1540 y desde ahí envío a Francisco Gil como jefe de la guarnición de Champoton y nombró a su hijo “teniente de gobernador”. Así Francisco de Montejo ''“El Mozo”'', al mando de unos 30 soldados, fundó ''San Francisco de Campeche'', que incluía Chakan Putum, Can Pech y Ah Canul.<br />
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La Evangelización de la península dio inicio con los Franciscanos↗ que erigieron la primera Iglesia y el primer convento de San Francisco en Campeche. La villa de aquel entonces se edificó en torno a una plaza ocupada únicamente por la picota: una columna que servía como símbolo de poder y justicia española. Alrededor de la plaza se construyeron la parroquia de Nuestra Señora de la Purísima Concepción, la Audiencia y las casas de los conquistadores de rango más elevado. En torno a una plaza menor se construiría el mercado y se desarrollaría la vida comercial. La villa fundada por los españoles quedó un tanto apartada de la localidad maya. Los españoles hicieron su vida en torno a la plaza, en el actual barrio de San Román, mientras que los indígenas se agregaron en los antiguos asentamientos prehispánicos, actualmente los barrios de San Francisco y Siete de Agosto. <br />
<br />
Los indígenas mexicas que llegaron con los conquistadores ocuparon el barrio de San Francisco, y la población de esclavos provenientes de África los barrios de Santa Ana y Santa Lucía.<ref>Canto V. NA. ''Catalogo del archivo histórico de la Diosesis de Campeche- 1638-1998'', Gobierno del Edo. de Campeche. 1999</ref>El comercio marítimo condicionó el desarrollo de la villa, por lo que ésta fue diseñada con un modelo renacentista, una traza regular en damero en torno a una plaza excéntrica que, según las ordenanzas de la Corona Española debía servir para las fiestas y ceremonias, orientada en torno a su bahía.<br />
<br />
A la conquista armada siguió la conquista espiritual. La primera orden religiosa que llegó a Campeche fue la de los franciscanos↗ quienes se establecieron en 1535, pero tuvieron que retirarse por una serie de dificultades con los indigenas y con los españoles, regresando cinco años después cuando Montejo ''“el mozo”,'' se estableció en Campeche.<br />
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La evangelización↗ fue similar a la realizada en toda Nueva España↗: una vez vencida la barrera del idioma, los franciscanos no tuvieron mayor dificultad, y fueron la única orden que llevó a cabo esta tarea en la provincia de San José, que era como se nombraba a la Península de Yucatán. <br />
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En 1542, el rey Carlos V proclamó las ''«Leyes Nuevas»'' que establecían la libertad de los indios como súbditos de la Corona. La esclavitud quedó legalmente abolida y las «encomiendas» limitadas y mejor reglamentadas. Los que no fueron encomendados quedaron bajo la jurisdicción real y recibieron el nombre de «pueblos de la Real Corona». Sin embargo los indígenas de las encomiendas continuaron sufriendo un trato parecido a la esclavitud. Los frailes lucharon por defender los derechos de los indígenas, preservar su libertad y limitar los abusos de los conquistadores. Gracias a ello, en 1547 Felipe II de España emitió una cédula real en favor de la libertad personal de los indígenas, y para cerciorarse de que sus intereses se cumplieran, creó una Alcaldia Mayor para la provincia de Yucatán<br />
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En 1761 Francisco Uc de los Santos (Jacinto Can ek), un indígena nacido en el barrio de San Román, encabezó en la villa de Campeche una rebelión indígena contra la dominación española; la rebelión fracasó y Jacinto Can Ek fue ejecutado el mismo año. A lo largo del período virreinal Campeche destacó como puerto de gran importancia y estableció contactos comerciales y políticos con otras provincias de la Nueva España y el exterior<ref>Martos, obra citada.</ref>. Se traficaba con ''Palo de tinte'' o de Campeche, muy apreciado en Europa antes de la era de las anilinas, con maderas preciosas y con oro amonedado, plata y especias.<br />
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A su regreso a España, los navíos llevaban sus bodegas cargadas de tesoros que despertaban la codicia de otras naciones y de ladrones del mar quienes se convirtieron en una gran amenaza, con el auspicio y apoyo de las coronas de Holanda, Francia, Inglaterra y Portugal. Por ello durante el S. XVI hasta el XVIII, Campeche se convirtió en blanco de continuos ataques de corsarios, piratas y filibusteros, lo que obligó a amurallar la Ciudad. Así se convirtió en la segunda ciudad amurallada de la América Española, después de Cartagena de Indias en Colombia. La muralla campechana esta conformada por una planta hexagonal irregular demarcada por baluartes: el de San Carlos, el de la Soledad, el de San Pedro, el de San Francisco, el San Juan y el de Santa Rosa de Lima. Fue el Ingeniero frances Louis Bouchard de Becour el encargado de unificar todas las obras defensivas que rodeaban a la ciudad con un muro que, al final, medía 2560 metros de longitud. Existían también varias puertas que permitían la entrada y salida de la ciudad amurallada siendo los dos mas importantes la ''Puerta de Mar'' y la Puerta de tierra. La ''Puerta de Guadalupe y la de San Roman'' servian para comunicar a estos barrios Dentro de la muralla se resguardaban las autoridades y los tesoros, mientras que la población general vivía fuera de la muralla. Además se construyeron dos fortalezas cerca de dos colinas para proteger a la ciudad: los fuertes de San José El Alto (construido en 1762) y el de ''San Miguel'', con sus dos baterías.<br />
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Se tienen bien documentados siete ataques contra la ciudad, así como algunas batallas libradas por los habitantes del lugar para defender sus propiedades. Entre los atacantes se mencionan: John Hawkins; Francis Drake, William Parker, Cornelio Holtz, de origen Holandés llamado ''“pata de palo”''; Diego “el mulato” de origen cubano, James Jackson, Myngs Henry Morgan, Edward Mansvelt; Bartholomew; Roche Brasiliano, Jean David Nau apodado el ''Olonés'', Laurens de Graff mejor conocido como ''Lorencillo;'' El francés Michael Grammont y Lewis Scott. Jan Lafitte; Una mención especial merece Mary Read quien, a pesar de las restricciones para que las mujeres se aventuraran en el mar, se hizo pirata. <br />
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En 1777 la Villa de San Francisco de Campeche fue elevada al rango Ciudad y le fue otorgado por el Rey de España Carlos III un escudo de armas, el cual esta dividido en cuatro cuarteles en fondo rojo; los cuarteles arriba a la izquierda y abajo a la derecha tienen dos torres almenadas y los otros dos, alternados sobre fondo azur, un barco de vela navegando. El escudo denota la importancia naval de la ciudad y su carácter de amurallado. <br />
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==NOTAS:==<br />
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<references/><br />
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==BIBLIOGRAFÍA:==<br />
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Martos L. Campeche, Historia, arqueología-tradiciones. Monclem, Mex. 2007<br />
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Marisol Ceh Moo. T’ambilák men tunk’ulilo’ob. (El llamado de los Tunk’ules) Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México, 2011. <br />
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Quezada S. Yucatán, historia breve. Fondo de Cultura Económica, 2 ed. México 2011<br />
Canto V. NA. Catalogo del archivo histórico de la Diócesis de Campeche- 1638-1998, Gobierno del Edo. de Campeche. 1999<br />
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'''OCTAVIO CASTILLO Y LÓPEZ'''</div>
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