https://dhial.org/diccionario/api.php?action=feedcontributions&user=MGARCIA&feedformat=atomDicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina - Contribuciones del usuario [es]2024-03-29T13:43:09ZContribuciones del usuarioMediaWiki 1.33.1https://dhial.org/diccionario/index.php?title=RELIGIOSIDAD_POPULAR&diff=437841RELIGIOSIDAD POPULAR2016-09-22T17:53:25Z<p>MGARCIA: Cambió el nivel de protección de «RELIGIOSIDAD POPULAR»: Página muy visitada ([edit=sysop] (indefinido) [move=sysop] (indefinido)) [en cascada]</p>
<hr />
<div>'''[[RELIGIOSIDAD_POPULAR | RELIGIOSIDAD POPULAR]]; sus manifestaciones artísticas<br />
'''<br />
<br />
<br />
Al repasar la historia de la evangelización de América, no puede faltar el capítulo del arte como instrumento de catequesis y, a la vez, como plasmación concreta de la fe cristiana de un pueblo ya evangelizado. <br />
<br />
La unión de [[RELIGIOSIDAD_POPULAR | religiosidad popular]] y arte en la [[URUGUAY;_Primeras_corrientes_evangelizadoras | primera evangelización]] fue todo un modelo de mutua fecundación y de resultados portentosos. Ahora, cuando el «continente de la Esperanza» traza las líneas de una nueva evangelización, interesa repasar cómo «funcionó» ese feliz binomio, para volver a juntar dos polos de cuya íntima unión tan fecundos frutos han brotado. <br />
<br />
En el presente trabajo, después de definir los términos de religiosidad popular y arte, hablaremos sobre los mismos en las culturas precolombinas, para detenernos luego en el período de la [[URUGUAY;_Primeras_corrientes_evangelizadoras | primera evangelización]], sobre todo, en la arquitectura conventual del siglo XVI y en al arte barroco, como dos momentos en que la conjunción de arte y piedad del pueblo latinoamericano alcanzan cotas de extraordinaria fecundidad y belleza. <br />
<br />
<br />
== RELIGIOSIDAD POPULAR==<br />
<br />
<br />
Siguiendo el desarrollo histórico de la reflexión hecha en [[AMÉRICA_LATINA:_El_Término | América Latina]] que desemboca en el «Documento de Puebla», entendemos por « religiosidad popular», «religión del pueblo» o «[[URUGUAY;_Piedad_popular | piedad popular]]», ''“el conjunto de hondas creencias selladas por Dios, de las actitudes básicas que de esas convicciones derivan y las expresiones que las manifiestan. Se trata de la forma o de la existencia cultural que la religión adopta en un pueblo determinado. La religión del pueblo latinoamericano, en su forma cultural más característica, es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular.” '' <ref>Documento de Puebla, 444</ref><br />
<br />
La religiosidad del pueblo latinoamericano queda formada y plasmada por la obra evangelizador de los misioneros de la primera época, del siglo XVI al XVIII. La religiosidad popular viene a constituir el núcleo común de la cultura y de la identidad del ser latinoamericano, que subsiste pese a la ulterior división en diversas naciones y a verse afectado por desgarramientos en el nivel económico, político y social.<ref>DP, 412 ad sensum. Para un estudio más pormenorizado sobre [[RELIGIOSIDAD_POPULAR | religiosidad popular]] en [[AMÉRICA_LATINA:_El_Término | América Latina]], ver Christian Johansson Firedmann, Religiosidad popular entre Medellín y Puebla: antecedentes y desarrollo, en Anales de la Facultad de Teología, P. U. Católica de Chile, 1990.</ref><br />
<br />
En la formación de la religiosidad popular de [[AMÉRICA_LATINA:_El_Término | América Latina]], como en la formación de su cultura, encontramos tres componentes, el europeo, el indígena y el africano. En la religiosidad hispana'' “marcó su impronta decisiva la religiosidad popular medieval, con un sentido inmediato del poder de Dios, de su Providencia, de la profunda unidad de lo histórico y lo meta-histórico, al punto que muchas veces se esfumaba la consistencia de las causas segundas, naturales. Era un mundo religioso de gran fecundidad expresiva, procesiones, romerías, fiestas ... (Sobresale) la devoción a la [[EUCARISTÍA;_distribución_a_los_indios | Eucaristía]], (con procesiones espléndidas) el día del Corpus. Las representaciones de Cristo toman un acento más dramático, centrándose fundamentalmente en la Pasión. La piedad popular, muy trinitaria y mariana, apunta hacia los misterios de la Inmaculada y de la Asunción».''<ref>Juan María Laboa, en el Prólogo a « Las Creencias », de Gran Enciclopedia de España y América, tomo VII, ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1989, p. 8.</ref><br />
<br />
<br />
Por lo que toca al mundo indígena, historiadores y antropólogos están acordes en ver considerar la religión como clave de bóveda de las culturas precolombinas. De la cuna a la tumba, la vida del hombre meso-americano transcurría impregnada de olor a copal sagrado. Era tanta la importancia que tenía la religión para el pueblo azteca -dice el antropólogo [[CASO,_Antonio | Antonio Caso]]- ''“que podemos decir sin exagerar, que su existencia giraba totalmente alrededor de la religión, y no había un solo acto de la vida pública y privada que no estuviera teñido por el sentimiento religioso. La religión era el factor preponderante, e intervenía como causa hasta en aquellas actividades que nos parecen a nosotros más ajenas al sentimiento religioso, como los deportes, los juegos y la guerra. Regulaba el comercio, la política, la conquista, e intervenía en todos los actos del individuo, desde que nacía hasta que los sacerdotes quemaban su cadáver y enterraban sus cenizas. Era la suprema razón de las acciones individuales y la razón fundamental del Estado.” ''<ref>[[CASO,_Antonio | Antonio Caso]], El Pueblo del Sol, FCE, México.</ref><br />
<br />
<br />
La religión africana va a dejar su huella no sólo en las grandes formas sincréticas del Vudú, en las Antillas Mayores, y de la Macumba, del Xangó, Candomblé, Nagó y en las formas espiritistas de la Umbanda, en [[BRASIL;_Afrodescendientes | Brasil]]; sino también en las formas folclóricas, como asociaciones de Santería, de Candomblé, escalas de baile, ritos y cultos de difuntos, hasta crear, sobre todo en [[BRASIL;_Afrodescendientes | Brasil]], una religiosidad en la que tanto el espíritu como cada uno de los sentidos piden su parte, dando al culto ritmo, canto, dinamismo, colorido, y participación masiva.<br />
<br />
<br />
==ARTE==<br />
<br />
Damos como evidente el concepto de arte en su perspectiva ontológica, como representación sensible de lo bello. Lo bello, a su vez, lo definimos, con Santo Tomás:'' «Pulchrum dicitur id cuius ipsa aprehensio placet»: «se dice hermoso aquello cuya simple percepción agrada».''<ref>Summa Theologica I-n, q. 27, a. 1, ad 3. 6 DP, n. 454.</ref> <br />
<br />
En esta definición quedan apuntados el elemento subjetivo y el elemento objetivo de la obra bella: el sujeto que contempla y disfruta estéticamente, participa con su in¬teligencia, fantasía y sentimiento en este diálogo con la obra bella. Al preguntarnos por qué un objeto es bello, la respuesta en el orden metafísico, es: «por el esplendor de su forma», por la irradiación armoniosa de las perfecciones de su ser. Aunque de suyo, todo arte genuino es sagrado, pues el objeto bello, al mostrarnos la perfección de su ser, está señalando su participación en la plenitud y belleza del Ser Absoluto, de Dios, sin embargo, cuando aquí hablamos de «[[ARTE_SACRO_EN_AMÉRICA_Y_CHILE | arte sacro]]», nos estamos refiriendo sólo al arte de contenido religioso. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD Y ARTE==<br />
<br />
<br />
Ya estamos en condiciones de relacionar religiosidad y arte. En el mismo Documento de Puebla quedan anotados los diversos puntos de contacto entre ambos: da capacidad (del pueblo) de expresar la fe en un lenguaje total que supera los racionalismos (canto, imágenes, gesto, color, danza); la fe situada en el tiempo (fiestas) y en lugares (santuarios y templos).<ref>DP, n. 454.</ref>«La forma cultural» en que el pueblo latinoamericano vive su religión va indisolublemente unida a sus templos, estatuas y pinturas sagradas.<br />
<br />
<br />
'''A. Religiosidad y arte en las culturas precolombinas''' <br />
<br />
<br />
En las culturas precolombinas arte y religiosidad van de la mano: la religión como manantial de inspiración y contenidos, el arte como símbolo y expresión plástica de lo religioso. Las ciudades meso americanas, que justamente han sido llamadas «ciudades de los dioses», están sembradas de pirámides: de San Lorenzo y Las Ventas, en zona olmeca, al Templo Mayor de [[TENOCHTITLAN;_Capital_del_pueblo_Azteca | Tenochtitlán]], pasando por [[TEOTIHUACÁN | Teotihuacán]] y Tula, Chichen Itzá o Cobán. La pirámide es edificio de cultos uránicos y, a la vez, obra arquitectónica cuya serena belleza trasparece sea en sus líneas geométricas puras, sea en formas mixtas de pirámide-palacio, como en Palenque, Sachil, Uxmal o El Petén, en zona maya. <br />
<br />
El ánimo se sobrecoge y se llena de estupor ante lo bello y sublime, en la fortaleza-adoratorio de Machu Picchu, en el incario peruano, sea por su emplazamiento, en el grandioso anfiteatro de la Cordillera Andina, sea por el soberbio señorío de las construcciones, hábilmente hermanadas a la orografía y marco naturales. <br />
<br />
Hubo, hay belleza y elocuencia muda en las enormes piedras talladas del Coricancha o Templo del Sol, en Cuzco, en Sacsahuamán, en Ollantaytambo, en Pisac. Como la hubo, siglos antes, y continúa habiéndola en la portada del sol del Kalasasaya, en Tiahuanaco ([[BOLIVIA;_Afrodescendientes | Bolivia]]), cifra rica en bajorrelieves religiosos. <br />
<br />
Hay belleza refinada en la orfebrería de los muiscas de Colombia, y de los moches o incas del Perú y Ecuador, buena parte de la cual de carácter religioso. ¡Y qué decir de la alfarería y textilería preincaica, de calidad excelsa, llena de alusiones a los mitos religiosos de mapa, el dios-felino volador, de Viracocha o de Pachamama, la diosa de la tierra, progenitora universal ... ! Como la hay en los keros, y en los misteriosos vasos-retratos-ofrendas, de las culturas moches preincaicas. <br />
<br />
Hay belleza en las esculturas mesoamericanas, olmecas, [[AZTECAS | aztecas]] y mayas, que no son simples representaciones naturalistas, sino sobre todo símbolos religiosos: piénsese en las grandes cabezas olmecas, o en las vigorosas estatuas de Huehueteotl -dios viejo y dios del fuego-- o en el busto de Ometeotl, dios de la dualidad, dios-señor y diosa-señora, esculturas en que la piedra cobra vida y belleza en una plástica primiti¬va y elemental que tanto entusiasmaba e inspiraba a artistas modernos, como Henri Moore o Diego Rivera. <br />
<br />
<br />
'''B. Religiosidad y arte en la [[URUGUAY;_Primeras_corrientes_evangelizadoras | primera evangelización]]''' <br />
<br />
<br />
Cuando los misioneros de la primera época inician su labor en América, impulsados por necesidades de la misión van a ir aplicando una serie de criterios de evangelización que se revelarán extraordinariamente fecundos también para el arte. <br />
<br />
Unas necesidades funcionales de espacios para el culto popular y masivo les llevarán a construir grandes conventos con su hermoso templo, su capilla abierta, su amplio atrio con sus posas procesionales, su pequeño calvario en el centro, rematado por una cruz de cantera con los símbolos de la pasión, pero sin el Señor crucificado. Ha nacido el arte conventual que ocupará todo el siglo XVI. <br />
<br />
Unas necesidades apologéticas de afirmar la superioridad del cristianismo frente al culto pagano indígena. Al iniciar la evangelización, se dan cuenta de que están en presencia de altas culturas que vuelcan su religiosidad en moldes de belleza plástica frecuentemente grandiosos, y en ceremonias y ritos llenos de esplendor. Lo entienden y recogen el reto: no pueden presentar la Buena Nueva de Cristo en envolturas más modestas que los regios mantos [[AZTECAS | aztecas]] o incas; tendrán que hacerlo en otros de igual o superior belleza. <br />
<br />
Y, sobre todo, unas necesidades pedagógicas les impulsan a buscar un lenguaje universal, en medio de la selva de lenguas de raíz totalmente diferente, y un modo de expresión fácilmente inteligible para todos. Así echan mano de la imagen visual, para encarnar conceptos abstractos y para persuadir tocando suave y eficazmente los afectos. Llevados por instinto evangélico y humanista los misioneros están realizando una genial obra de «inculturación», al insertar el Evangelio en tradiciones y modos de comunicación propios de las [[CULTURAS_ABORÍGENES_DEL_URUGUAY | culturas indígenas]]. <br />
<br />
Así se va poblando la geografía americana de conventos, catedrales y templos grandiosos, construidos en material noble, como piedra y madera, y adornados con oro, plata y hierro forjado. Van surgiendo constelaciones de estatuas en cantera o en leño policromado, de Cristo, de la Virgen, de los santos; los muros de conventos y templos van cobrando vida y luz en pinturas que son, a la vez, páginas gráficas de doctrina cristiana, y fiesta de formas y color para el ojo atónito del neófito; el ámbito de las iglesias se va llenando de contrapuntos armónicos, que son bálsamo delicioso, literalmente inaudito para los oídos indígenas. <br />
<br />
En [[AMÉRICA_LATINA:_El_Término | América Latina]], durante los siglos XVI a XVIII no hay religiosidad del pueblo sin expresiones artísticas; y correlativamente, que el arte plástico no se da ni se entiende sin referencia a la piedad del pueblo. Cabe hablar de un proceso de verdadera simbiosis entre arte y religiosidad. Proceso que obedece a una cierta ley pendular: en la primera fase, los misioneros, por una elemental exigencia pedagógica, echan mano del arte como instrumento de catequización; el pueblo indígena se comporta como sujeto receptivo, destinatario principal de la evangelización y del arte. <br />
<br />
En la segunda fase, el pueblo echa mano del arte para manifestar su religiosidad: el pueblo, indígena y mestizo, es ahora sujeto activo, creador de arte. Se ha convertido en evangelizador él mismo. En palabras de Puebla:'' “La religiosidad popular no solamente es objeto de evangelización, sino que, en cuanto contiene encarnada la Palabra de Dios, es una forma activa con la cual el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo”.''<ref> DP, n. 450..</ref><br />
<br />
Como el movimiento de retorno de una ola gigantesca, la respuesta de los indígenas a esta «catequesis superior» por medio del arte, es una creatividad de extraordinario vigor y fecundidad. Al inicio, trabajan como colaboradores de los frailes y maestros europeos, constructores, canteros, escultores y pintores; luego, imitan las nuevas formas importadas y, finalmente, se abandonan a una creatividad original, en la que interpretan contenidos cristianos en un cruce de formas europeas e indígenas. <br />
<br />
Al conjuro de los citados criterios -necesidades prácticas, apologéticas, pedagógicas y de inculturación-, poco a poco va surgiendo la floración del arte religioso en el Nuevo Mundo. No podemos tocar todos los capítulos del arte religioso colonial -que afortunadamente es abundantísimo: allí están la escultura de los siglos XVI a XVIII, de escuela novohispana, quiteña o paraguaya, todas de calidad excelsa-. Por exigencias de método y espacio vamos a tocar sólo la arquitectura conventual del s. XVI y algo de la pintura y arquitectura barroca.<ref>Para el tratamiento más completo del [[ARTE_SACRO_EN_AMÉRICA_Y_CHILE | arte sacro]] colonial de los siglos XVI a XVIII remitimos al lector a estudios más amplios, por ejemplo: AA.VV., Arte Colonial, Tomos 5,6, 7 Y 8 de Historia del Arte Mexicano, Ed. Sep/Salvat, México, 1986. AA.VV., Arte, Tomo IX de Gran Enciclopedia de España y Amé¬rica, ed. Espasa-Calpe/Argantonio, Madrid 1986. AA.VV., La pintura en 108 museos de México, Vol. 2 de Obras Maestras de la Pintura, ed. Planeta, Madrid-México 1983. AA.VV. Imaginería Virreina!. Memo¬rias de un seminario, ed. Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, México, 1990. CASTEDO, LEOPOLDO, Historia del Arte Iberoamericano, Alianza Editorial-Sociedad V Centenario, Madrid 1988, 2 vols. LA ORDEN MIRACLE, ERNESTO, Elogio de Quito, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1975. KUBLER, GEORGE, Arquitectura Mexicana del siglo XVI, FCE, México, 1984 (1'. ed. 1948). SEBASTIÁN, SANTIAGO, El barroco iberoamericano. Mensaje iconográfico, Ed. Encuentro, Madrid 1990. Toussaint, Manuel, Arte colonial en México Ed. UNAM, México 1990 (1'. ed. 1948), etc. </ref><br />
<br />
<br />
==Arte conventual del siglo XVI==<br />
<br />
<br />
En el siglo XVI florece un arte, aunque dictado por la urgencia y necesidad de la misión, de alta calidad estética, la arquitectura conventual. La «gran construcción» americana del siglo XVI, en palabras de Octavio Paz, contrapuesta a la «gran destrucción» de los templos y los fundamentos vitales de las [[CULTURAS_INDÍGENAS_DE_AMÉRICA_LATINA | culturas prehispánicas]], fue sin duda la masiva construcción de conventos.<ref>Personalmente creo que los « fundamentos vitales válidos » de las culturas precolombinas fueron incorporados a la nueva síntesis cultural operada por el cristianismo. Piénsese, por ejemplo, en la acusada sensibilidad religiosa de dichos pueblos, trasvasada y potenciada a la nueva etapa cultural.</ref>En este enorme esfuerzo que aún hoy sorprende por su intensidad -principalmente en México-- y los recursos de todo orden que movilizó, se cifra uno de los aspectos sustantivos de la acción civilizadora de la Iglesia en el nuevo continente.<ref>Cfr. más ampliamente el excelente estudio de EMILIO GÓMEZ PIÑOL, La Arquitectura. Siglos XVI¬-XVIII, en Gran Enciclopedia de España y América, Tomo IX, El arte, Ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1986, pp. 51-185. Mi cita, ad sensum, p. 72.</ref><br />
<br />
La religión y sus prácticas ceremoniales debían ocupar el gigantesco vacío existencial producido al desplomarse la ancestral cosmovisión indígena. El carácter de ésta era de una religiosidad profundamente ritualista, expresada, por lo general, en grandes ceremonias multitudinarias celebradas en espacios abiertos. Las experiencias llevadas a cabo, principalmente en [[NUEVA_ESPAÑA;_Virreinato_de_la | la Nueva España]], para dar solución a los problemas planteados fueron de gran originalidad y eficacia. <br />
<br />
Como respuesta surgió una tipología arquitectónica novedosa en su visión de conjunto de las necesidades por resolver, llegando a constituir una genuina aportación americana a la historia de la arquitectura. Gracias a la funcionalidad conseguida en la habilitación de espacios para multitudes, junto al vistoso ceremonial del culto unido a la caracterización del nuevo ámbito sacro, la integración indígena en la nueva situación social y cultural avanzó prodigiosamente.<ref>Cfr. E. GÓMEZ PIÑOL, a.c., p. 58 ad sensum.</ref> <br />
<br />
Elementos de la arquitectura conventual del siglo XVI son el convento, el templo, con elementos románicos, góticos y, más frecuentemente, platerescos, el gran atrio, de muros robustos y bellos, con sus capillas-posas para las procesiones, y la capilla abierta. Sobre la función de la misma, escribe Fray [[BENAVENTE_(MOTOLINIA),_Fray_Toribio_de | Toribio de Benavente]] (Motolinía), en 1541: <br />
''“Los patios (se refiere a los atrios) son muy grandes y muy gentiles, pues las gentes son muchas y no caben en las iglesias. Por esta razón su ca¬pilla está afuera en el patio, porque todos oyen misa todos los domingos y días de fiesta, en tanto que las iglesias se usan entre semana.”'' <br />
<br />
Características de esta arquitectura es la monumentalidad, un cierto desfasamiento anacrónico en relación a Europa, con la consiguiente combinación de estilos arquitectónicos: se encuentran elementos medievales, románicos y góticos, cuando Europa está en pleno renacimiento: por ejemplo, [[HUEJOTZINGO | Huejotzingo]], [[CALPAN,_Convento_de | Calpan]]; aunque hay también bellos ejemplares platerescos, como las fachadas de los templos de [[ACOLMAN | Acolman]], Cuitzeo, Yuriria, las capillas abiertas de TIalmanalco, Cuilapan de León (Oaxaca), todas ellas en México. En una analogía con el desarrollo físico de una persona, América tiene que pasar de la infancia de las formas románicas macizas, a la esbeltez de la juventud en el gótico y a la madurez del dominio de la técnica y al clasicismo de las proporciones del renacimiento, en un siglo, cuando Europa tardó cinco en alcanzarla. <br />
<br />
Otra característica del arte conventual de siglo XVI, importantísima, fue la participación de los indígenas en las obras. Al principio como mano de obra exclusivamente física; pronto, gracias a su prodigiosa capacidad imitativa pudieron dominar plenamente las técnicas del arte europeo. En una siguiente fase, tuvieron el campo despejado para dar cauce libre a su propia originalidad. Así surge el «tequitqui» o arte tributario, nuestro [[MUDÉJARES | mudéjar]] americano, cruce de formas indígenas precolombinas con estilos y contenidos europeos y cristianos, sobre todo en escultura y decoración en piedra.<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexica¬no en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref><br />
<br />
==Arte barroco==<br />
<br />
<br />
Ante todo, algunos presupuestos. El primer concepto que damos por supuesto -y que no desarrollamos por exigencias de método y espacio-, es que el barroco, antes de ser un estilo artístico, es la cultura de una época, la mentalidad y el talante de una sociedad histórica. Es, por lo mismo, una estructura histórica amplia y compleja, una de cuyas manifestaciones es el arte. <br />
<br />
El segundo supuesto es que tal época histórica coincidió con el período en que ya había iniciado vigorosamente en Europa la Reforma Católica, anterior a las controversias protestantes, aunque también recibió el potente impulso de la contrarreforma tridentina, a lo largo del XVII y del XVIII. En esta época se refuerza la autoridad del papado, tiene lugar una gran expansión de la [[JESUITAS_(Compañia_de_Jesús) | Compañía de Jesús]], se reafirma el núcleo esencial de la fe católica frente a los ataques de los reformadores protestantes. Todo ello va a dejar su huella en el arte barroco. <br />
<br />
El tercer supuesto es que la cultura barroca prefiere el ojo al oído. Escribe José Antonio Maravall:'' “dados los objetivos de difusión y de acción eficaz que la cultura barroca busca, se puede comprender que el barroco fue una cultura de la imagen sensible.”''<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexicano en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref>En el barroco se prefiere el ojo al oído, y dentro de las artes, se prefieren las artes visuales, las que entran por el ojo, por ser más eficaces para persuadir y ganar al que las contempla para los fines propuestos. <br />
<br />
Según un autor de la época, Suárez de Figueroa, ojos y oídos son puertas de acceso válidas para el conocimiento de las cosas, pero ''“en suma, son los ojos, entre los sentidos que sirven al alma, por donde entran y salen muchos afectos.”''<ref>Varias noticas importantes de «humana comunicación », fol. 244.</ref>Aunque el barroco echa mano también de la eficacia del oído, en la música y el teatro, sin embargo sus preferencias van hacia las artes plásticas, arquitectura y pintura.<br />
<br />
==El Barroco iberoamericano==<br />
<br />
<br />
Tales caracteres se van a dar en el barroco americano, que definimos igualmente como la cultura de una época y el talante de una sociedad. Con trazos esenciales, el perfil de la sociedad iberoamericana de los siglos XVII y XVIII es el siguiente: <br />
<br />
- Asentamiento social, político y económico de la nueva sociedad iberoamericana. Concluidos los períodos de los descubrimientos y conquistas políticas, y del pionerismo misionero de las grandes órdenes religiosas, es la hora de formar un modo de vida estable mediante instituciones –en lo político, lo jurídico, y lo eclesiástico-, ya través de una labor de formación y educación de las nuevas generaciones. El optimismo que reina en el ambiente, propio de una sociedad próspera en expansión, le lleva a volcar en arte sus enormes recursos materiales. <br />
<br />
- Voluntad de afirmación vigorosa de la ortodoxia católica, no como quien tiene que disputar y convencer a un adversario obstinado, sino como quien quiere rea¬firmar su identidad y como quien tiene una tarea vasta de seguir evangelizando muchedumbres de indígenas y culturas todavía paganas. <br />
<br />
<br />
Tal espíritu y talante se vuelca en el arte religioso barroco: el arte barroco iberoamericano es un arte suntuoso, pedagógico, imitativo y a la vez original o por lo menos favorecedor de la creatividad en contenidos y formas. De la conjunción de elementos europeos y americanos autóctonos nacerá una criatura nueva. <br />
Tal originalidad queda impresa en contenidos y formas. Por ejemplo, la representación de motivos decorativos o mitológicos prehispánicos, de la fauna y la flora propias de América; la pintura de tipos humanos «nuevos» en ese gigantesco laboratorio étnico y antropológico que es Iberoamérica, hay en el arte novohispano toda una corriente pictórica denominada «pintura de castas» que se recrea en representar parejas de distinta raza y el fruto que de su unión nace. <br />
<br />
<br />
Se está produciendo el fenómeno nuevo del mestizaje, producido por la mezcla de las tres razas: europea, indígena y africana. Del cruzamiento de español e india nace el mestizo, del español y negra, nace el mulato, del indio y negra, el zambo. De español y mestiza, castizo; de castizo y española, coyote; de español y mulata, morisco; de chino e india, cambujo; de cambujo e india «tente en el aire», etc. <br />
<br />
<br />
Otros indicios de la originalidad del barroco iberoamericano en cuanto a forma, es el retablo llevado del interior a la fachada del templo, el empleo de la columna estípite en el mismo, sobre todo en el barroco mexicano. La profusión decorativa, de buen gusto -piénsese en la Iglesia de Santo Domingo de Oaxaca, o en la Capilla del Rosario, de Puebla, en Santa Clara, de Tunja, en san Francisco, de Lima o de Quito, en la Compañía, también de Quito, etc.- El azulejo en la arquitectura religiosa y profana, sobre todo en México, responde a la alegría y colorido decorativos de los indígenas. <br />
<br />
<br />
El denominador común de todo el arte religioso barroco es su intencionalidad pedagógica: todo él está orientado hacia la catequesis y hacia la persuasión afectiva de unos pueblos emotivos antes que intelectuales. En Iberoamérica esto no es nuevo: ya desde el siglo XVI los misioneros, ante un continente por evangelizar, habían ideado diferentes sistemas para enseñar el catecismo: inspirados en manuscritos indígenas, traducen la enseñanza cristiana a caracteres pictográficos, se ayudan de cuadros y «pinturas» que representan los artículos de la fe, los diez mandamientos, los sacramentos, el camino del cielo y el del infierno. Este sistema de grandes lienzos pictóricos didácticos pervivió hasta el s. XVIII en centros rurales, v. gr. en Santa Cruz de Tlaxcala dos retablos representan escenas con inscripciones en náhuatl. <br />
<br />
<br />
Veamos la fuerza pedagógica de este retablo: el eje de la composición es el árbol del paraíso terrenal, con Adán y Eva a ambos lados, en el momento de la tentación origen del primer pecado. A la derecha, las representaciones de la pereza, la envidia y la gula; a la izquierda, la de la soberbia, la avaricia y lujuria; en el centro, la ira. Cada composición está presidida por su animal característico y presenta una escena bíblica alusiva al mismo. Por ejemplo, al referirse a la lujuria, el pintor presenta un cerdo -aunque en la Edad Media fue más frecuente un macho cabrío--, y nos presenta a Susana en un jardín cerrado, sorprendida por los dos viejos cuando iba a bañarse en la taza de una fuente.<ref>Cfr. más ampliamente, SANTIAGO SEBASTIÁN, El Barroco Iberoamericano. Mensaje iconográfico, ed. Encuentro, Madrid 1990, pp. 85-86.</ref><br />
<br />
<br />
Proyección catequética del arte Virreinal es la serie realizada en Quito por Miguel de Santiago, uno de los pintores más importantes del barroco iberoamericano. En los ocho lienzos de Quito, Miguel de Santiago representa en la parte superior del cuadro los mandamientos por unos ángeles y los dones del Espíritu Santo también por ángeles; a la izquierda, las peticiones del Padre Nuestro, por medio de figuras femeninas; a la derecha, un obispo o un sacerdote sostiene el letrero de un sacramento; en el centro, una obra de misericordia, y abajo un pecado capital. Es decir, estamos ante un catecismo ilustrado de la fe cristiana. <br />
<br />
<br />
El mismo pintor quiteño realizó otra serie hacia mitad del s. XVIII para la catedral de Santa Fe de Bogotá, sobre los artículos del credo. Hay también series catequético-pictóricas dedicadas a la Salve Regina, como la de la Iglesia de Puerto Acosta, en [[BOLIVIA;_Afrodescendientes | Bolivia]], obra del pintor Leonardo Flores, en la segunda mitad del XVII; a los sacramentos, por ejemplo, los cuadros conservados en Arani ([[BOLIVIA;_Afrodescendientes | Bolivia]]), de fines del XVII. <br />
Se representan sobre todo los sacramentos más controvertidos en la disputa reformista: el sacerdocio, la penitencia y la [[EUCARISTÍA;_distribución_a_los_indios | eucaristía]]. Destaca el retablo de San Francisco, de Bogotá, de complicado programa didáctico sobre el sacramento del sacerdocio: obra del ensamblador asturiano Ignacio Garda de Ascucha, llegado a Bogotá en 1619, y rematado, después de su muerte, por un religioso anónimo, que ha sido llamado «Maestro de San Francisco». <br />
<br />
<br />
Entre todos los sacramentos, la [[EUCARISTÍA;_distribución_a_los_indios | Eucaristía]] tuvo preeminencia en la representación pictórica y aun escultórica. Por influjo de «La disputa del Sacramento» de Rafael, y de varias representaciones de Rubens, en Iberoamérica encontramos frecuentemente el tema de la exaltación de la [[EUCARISTÍA;_distribución_a_los_indios | Eucaristía]]. <br />
<br />
<br />
Es famosa, por ejemplo, la de Melchor Pérez de Holguín, pintor boliviano de altas calidades, en Rosario (Argentina); en Achocalla ([[BOLIVIA;_Afrodescendientes | Bolivia]]), Leonardo Flores repite el tema, siguiendo de cerca a Rubens. En México Baltasar de Echave Rojas la representa en la Catedral de Puebla, y [[VILLALPANDO,_Cristóbal_de | Cristóbal de Villalpando]] (1686) en la sacristía de la catedral metropolitana de México. <br />
<br />
<br />
También se representa como «Última cena»: en San Francisco del Cuzco; en Popayán (Colombia) la representa el pintor quiteño Bernardo Rodríguez. Es frecuente también la presentación de la [[EUCARISTÍA;_distribución_a_los_indios | Eucaristía]] en el momento de ocurrir un milagro sensible durante la misa para reforzar la fe de los perplejos e incrédulos en la transubstanciación: ya en el s. XVI en Nueva España es representada en las pinturas murales del convento franciscano de Cuernavaca; el pintor novohispano Basilio de Salazar dedicó a este tema su mejor obra, en 1645.<br />
<br />
<br />
En arquitectura, los monumentos más importantes de exaltación eucarística fueron los llamados «sagrarios» o capillas de grandes proporciones que se construyeron adosados a las catedrales, como el de México, una de las cumbres del barroco iberoamericano, y el de Bogotá, de exquisita factura. <br />
<br />
<br />
Otro tema muy del gusto del barroco, del que echa mano frecuentemente la Iglesia de la Contrarreforma, es la alegoría del triunfo de la Iglesia; imagen gráfica de un texto explicativo, más aún de una tesis, el triunfo de la Iglesia católica sobre los enemigos de Cristo: contra los [[JUDÍOS_EN_URUGUAY | judíos]] del Antiguo Testamento, contra los perseguidores, contra los herejes de todos los tiempos, hasta llegar a los de la Reforma Protestante; la Iglesia aparece asistida siempre por ángeles, evangelistas, doctores, fundadores, santos, y sobre todo por la Madre de Dios. Contemplan y como que organizan la escena las Tres Divinas Personas. <br />
<br />
<br />
Hay una composición de [[VILLALPANDO,_Cristóbal_de | Cristóbal de Villalpando]], dedicada al «Triunfo de la Iglesia militante y triunfante», bajo influencia de Rubens. También se la representó bajo la imagen de la Iglesia como la nave de Pedro, que también es llamada a veces «nave de la contemplación mística». Esta representación del «Triumphus Ecclesiae» tiene carácter de confrontación con los enemigos de la Iglesia, antiguos y modernos. En el s. XVI, a raíz de la Contrarreforma, se difundió mucho un grabado de Filippo Tomasini (en Roma 1602), que sirvió de punto de partida a otro editado en Milán bajo el título de: «Triunfo de la Iglesia Católica certificada por sus cuatro evangelistas y sus apóstoles y sus principales doctores contra toda herejía y supersticiones del Paganismo». <br />
<br />
Hay una buena representación pictórica de Melchor Pérez de Holguín, de 1707, en la Iglesia de San Lorenzo, Potosí ([[BOLIVIA;_Afrodescendientes | Bolivia]]): el eje de la composición es el mástil de la nave, coronado por Cristo como Rey de reyes, junto a su madre y a seis ángeles portadores de los instrumentos de la pasión; más a los extremos están los Evangelistas pregonando el mensaje de Cristo por toda la tierra. El mástil está concebido como «árbol de la fe cristiana» y por ello se colocaron en torno suyo a los «Fundatores religionum»: san Francisco, san Agustín, san Benito, san Bruno, san Pedro Nolasco, santo Domingo, etc. <br />
<br />
<br />
Cada uno está unido a Cristo por medio de una jarcia. Al lado de popa aparece san Pedro llevando el timón y mostrando las llaves, mientras que en una bandera se proclama que él es piedra angular. El costado de proa refleja el carácter combativo de la Iglesia, con santos modernos de la Contrarreforma; por ello algunos, como san Ignacio de Loyola, van provistos de venablos, y además cuentan con la ayuda del arcángel san Miguel, vencedor de Satanás en los cielos. La nave no tiene miedo ante los peligros de este mundo, y así va provista de dos áncoras: una es la «Bona Voluntas» y otra el «Desiderium Paradisi». <br />
<br />
<br />
Protegiendo a la nave se colocó en primer término una barcaza con los «Docto¬res Ecclesiae», san Gregorio, san Agustín, san Jerónimo y san Ambrosio, más santo Tomás de Aquino, quienes con sus remos alcanzan ya a las naves de los herejes y de los cismáticos, que llevan al timón al mismo Demonio (el ecumenismo estaba todavía por venir); no pudiendo resistir el ataque, los personajes más significativos huyen a nado, como Sabelio, Arrio, Lutero, Calvino, etc ... <br />
<br />
El tono triunfal se completa con las tres naves que van remolcadas y dirigidas por los profetas Daniel, Jeremías y Ezequiel contra los enemigos de Dios vencidos. Este ambiente de victoria se completa con la escena de la lucha del emperador Heraclio contra el persa Cosroes, en el ángulo inferior derecho, mientras que al otro extremo vemos las ruinas de un templo pagano con los ídolos destrozados de Apolo y Hércules, más la escena bíblica de los tres jóvenes salvos en el horno por haberse negado a adorar la estatua de Nabucodonosor. <br />
<br />
El conjunto queda rematado con dos escenas referidas a las ciudades de Damasco y Constantinopla: ante la primera, vemos la caí¬da de Saulo, que perseguía a los cristianos, y desde este momento se convirtió; y en la otra, aparece el papa convirtiendo a los turcos a las puertas de Constantinopla, expresando un deseo mesiánico de la Iglesia.<ref>Para esta descripción soy deudor de S. SEBASTIÁN, o.c., p. 106-107.</ref><br />
<br />
<br />
El escultor Miguel Jiménez también la representó en relieve, aunque más pequeña, en la fachada principal de la [[CATEDRAL_DE_MÉXICO | Catedral de México]]. Parece natural que la tesis representada en dicho grabado se difundiera en Iberoamérica, donde la Iglesia de la Contrarreforma avanzaba victoriosamente destruyendo los ídolos indígenas. <br />
<br />
Igualmente es fuente inagotable de inspiración de contenidos iconográficos la tradición bíblica: sobre todo las páginas del Génesis, pero también las del Pentateuco, con sus historias de patriarcas, reyes y personajes representativos de la historia de la salvación, los profetas y, sobre todo, el Nuevo Testamento, con los misterios de la vida de Cristo, en especial los de su nacimiento, los de su Pasión y Muerte. <br />
<br />
El ciclo dedicado a la Santísima Virgen, en escenas bíblicas o bajo advocaciones de títulos hispanos o específicamente americanos, es abundantísimo. En fin, hay todo un ciclo dedicado a los santos, entre los más conocidos, los santos de grandes órdenes y congregaciones religiosas.<br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Si en la primera etapa el arte fue instrumento en manos del misionero para evangelizar la religiosidad del pueblo americano, en la segunda, es el pueblo mismo quien, al expresar creativamente su religiosidad por medio del arte, se evangeliza a sí mismo, en una circularidad admirable. <br />
<br />
El resultado final es la abundante, variada y espléndida floración del arte religioso en [[AMÉRICA_LATINA:_El_Término | América Latina]], fenómeno único en la historia de la evangelización comparable sólo a la evangelización de Europa. Durante varios siglos las obras de arte religioso han venido ejerciendo un magisterio evangelizador silencioso y eficaz entre el pueblo sencillo y católico como entre intelectuales y políticos, a veces indiferentes y aun hostiles. ¡Tal es la fuerza evangelizadora ínsita en una obra religiosa bella! Glosando a San Pablo, podemos decir: «Verbum Dei non est alligatum», «la Palabra de Dios no está encadenada», sobre todo cuando también se presenta como ¡«Verbum pulchrum»! <br />
<br />
En el momento de trazar las líneas programáticas de la nueva evangelización, conviene tener en cuenta el modelo de la evangelización fundante: religiosidad y arte iban de la mano, sea para evangelizar al pueblo a medio y largo plazo, sea para que el pueblo mismo, expresando creativamente su fe religiosa en formas plásticas bellas, se convierta, a su vez, él mismo en verdadero evangelizador.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references></references><br />
<br />
=Bibliografía=<br />
<br />
<br />
<br />
AA.VV., ''Historia del Arte Mexicano'', tomos V, VI, VII, XVIII. Ed. Sep/Salvat, México, 1986.<br />
<br />
AA.VV., La pintura en 108 museos de México, Vol. 2 de ''Obras Maestras de la Pintura'', ed. Planeta, Madrid-México 1983.<br />
<br />
AA.VV. Imaginería Virreina!.''Memorias de un seminario'', ed. Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, México, 1990. <br />
<br />
AA.VV. Gran Enciclopedia de España y América, Tomo IX, El arte, Ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1986<br />
<br />
AA.VV ''Gran Enciclopedia de España y América'', tomo VII, ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1989<br />
<br />
<br />
CASO ANTONIO, ''El Pueblo del Sol'', FCE, México.<br />
<br />
CASTEDO, LEOPOLDO, ''Historia del Arte Iberoamericano,'' Alianza Editorial-Sociedad V Centenario, Madrid 1988, 2 vols. <br />
<br />
[[CONSEJO_EPISCOPAL_LATINOAMERICANO_(CELAM) | CELAM]], ''Documento de Puebla''<br />
<br />
KUBLER, GEORGE, ''Arquitectura Mexicana del siglo XVI,'' FCE, México, 1984 <br />
<br />
<br />
MARAVALL JOSÉ ANTONIO, ''La cultura del Barroco'', ed. Ariel, Barcelona 1986, l ed. 1975<br />
<br />
MIRACLE, ERNESTO, ''Elogio de Quito,'' Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1975. <br />
<br />
SANTIAGO SEBASTIÁN, ''El Barroco Iberoamericano. Mensaje iconográfico'', ed. Encuentro, Madrid 1990<br />
<br />
TOUSSAINT, MANUEL, ''Arte colonial en México,'' Ed. UNAM, México 1990<br />
<br />
<br />
UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE.'' Anales de la Facultad de Teología'', Chile, 1990.<br />
<br />
<br />
VILLA JOSÉ MORENO, ''Lo mexicano en las artes plásticas'', FCE, México, D. F., 1986<br />
<br />
<br />
<br />
'''JAVIER GARCÍA GONZÁLEZ'''<br />
<br />
<relatedtags><br />
[[ACOLMAN|ACOLMAN]]<br />
<br />
[[AMÉRICA_LATINA:_El_Término|AMÉRICA LATINA: El Término]]<br />
<br />
[[ARTE_SACRO_EN_AMÉRICA_Y_CHILE|ARTE SACRO EN AMÉRICA Y CHILE]]<br />
<br />
[[AZTECAS|AZTECAS]]<br />
<br />
[[BENAVENTE_(MOTOLINIA),_Fray_Toribio_de|BENAVENTE (MOTOLINIA), Fray Toribio de]]<br />
<br />
[[BOLIVIA;_Afrodescendientes|BOLIVIA; Afrodescendientes]]<br />
<br />
[[BRASIL;_Afrodescendientes|BRASIL; Afrodescendientes]]<br />
<br />
[[VILLALPANDO,_Cristóbal_de|VILLALPANDO, Cristóbal de]]<br />
<br />
[[CALPAN,_Convento_de|CALPAN, Convento de]]<br />
<br />
[[CONSEJO_EPISCOPAL_LATINOAMERICANO_(CELAM)|CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO (CELAM)]]<br />
<br />
[[CASO,_Antonio|CASO, Antonio]]<br />
<br />
[[CATEDRAL_DE_MÉXICO|CATEDRAL DE MÉXICO]]<br />
<br />
[[CULTURAS_ABORÍGENES_DEL_URUGUAY|CULTURAS ABORÍGENES DEL URUGUAY]]<br />
<br />
[[CULTURAS_INDÍGENAS_DE_AMÉRICA_LATINA|CULTURAS INDÍGENAS DE AMÉRICA LATINA]]<br />
<br />
[[EUCARISTÍA;_distribución_a_los_indios|EUCARISTÍA; distribución a los indios]]<br />
<br />
[[JESUITAS_(Compañia_de_Jesús)|JESUITAS (Compañia de Jesús)]]<br />
<br />
[[JUDÍOS_EN_URUGUAY|JUDÍOS EN URUGUAY]]<br />
<br />
[[HUEJOTZINGO|HUEJOTZINGO]]<br />
<br />
[[MUDÉJARES|MUDÉJARES]]<br />
<br />
[[NUEVA_ESPAÑA;_Virreinato_de_la|NUEVA ESPAÑA; Virreinato de la]]<br />
<br />
[[URUGUAY;_Piedad_popular|URUGUAY; Piedad popular]]<br />
<br />
[[RELIGIOSIDAD_POPULAR|RELIGIOSIDAD POPULAR]]<br />
<br />
[[TEOTIHUACÁN|TEOTIHUACÁN]]<br />
<br />
[[TENOCHTITLAN;_Capital_del_pueblo_Azteca|TENOCHTITLAN; Capital del pueblo Azteca]]<br />
<br />
[[URUGUAY;_Primeras_corrientes_evangelizadoras|URUGUAY; Primeras corrientes evangelizadoras]]<br />
</relatedtags></div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=437839EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-22T17:52:44Z<p>MGARCIA: Cambió el nivel de protección de «EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada»: Página muy visitada ([edit=sysop] (indefinido) [move=sysop] (indefinido)) [en cascada]</p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bula «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores franciscanos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non tamen sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplectendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra obsequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac rerurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi debere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la ''«Doctrina cristiana para instrucción de los indios»,'' que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholicum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio'' «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima»'' (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la ''«Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo»,'' con seis ordenanzas. <br />
<br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
Este tipo de Sínodos se repetirá a lo largo del período hispano, como en Yucatán en 1722, celebrado por el obispo Juan Gómez de Parada, en que se tiene una gran defensa de los indios, que el obispo había conocido en su visita pastoral y que ya había antes comunicado al rey. Dice que'' «se comete un gravísimo pecado mortal al robarles la natural libertad que Dios les dio y el rey les conservó».''<ref>CEBALLOS GARCÍA, MANUEL J., «El primer Sínodo de Yucatán. Espíritu y legislación del III Concilio Mexicano», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI» vol. I, 491.</ref><br />
<br />
<br />
Poco más adelante, en Chile, está el Sínodo de Concepción, celebrado en 1744 por el obispo Pedro Felipe de Azúa, en que se tiene una valiente y decidida denuncia de los males que afectaban a los indios, por parte de los españoles, y los remedios que el obispo proponía. Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y en la defensa que hizo el obispo ante el Consejo de Indias, se contiene una muy valiosa documentación que explica mucho más todavía la difícil condición en que vivían los indios.<ref>OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 281-354.</ref>Por último, el rey aprobó este Sínodo en 1748, cuando Azúa ya estaba de arzobispo en Santa Fe (Bogotá). Es de un gran valor conocer este Sínodo para entender cómo se mantenían esos antiguos problemas y cómo los obispos no descansaban en la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
A través de estos Sínodos -que dista mucho de ser un panorama más o menos completo de los Sínodos de entonces- se puede ver la constante preocupación de los obispos en cuando a procurar de verdad una sociedad integrada, fraternal y cristiana. En los Sínodos hay un gran material para conocer cuánto luchaban los obispos por esta causa derivada de la misma evangelización.<ref>El Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1670 por el obispo Diego de Hurnanzoro debió ser un testimonio extraordinario en este sentido si tenemos en cuenta la abundantísima correspondencia suya con el rey, precisamente por la defensa de los indios. Lamentablemente este obispo desistió de imprimir el Sínodo para emplear más bien su costo en los pobres. Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «El Cuarto Sínodo de Santiago», en «Boletín de la Academia Chilena de la Historia» N. 94 (1983), 153-170</ref><br />
<br />
<br />
'''5. Las proyecciones del monarca español'''<br />
<br />
<br />
Cuando se leen las disposiciones del monarca español, desde Isabel la Católica en adelante, acerca del tratamiento a los naturales de Indias y de sus derechos y, especialmente, lo relativo a la evangelización de los mismos, resulta sorprendente ver su coincidencia con lo que los Sumos Pontífices, obispos y misioneros pretendían en esas mismas materias. Sin embargo, la realidad resultaba diversa en Indias y, por eso, los Papas apelaban al rey solicitando se cumplieran sus ordenanzas, al igual que hacían los obispos en sus cartas al rey. <br />
<br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» mandadas a imprimir y publicar por Carlos II,<ref>Quinta edición. Madrid, 1841.</ref>se podría hacer un tratado extensísimo sobre esta materia. Por esto, nos limitaremos a unos pocos textos que son suficientes para conocer esas proyecciones del monarca español para construir en Indias una sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
Isabel la Católica, en su testamento, «al rey mi señor» indicaba «a la princesa mi hija y al príncipe su marido» -entre otras muchas cosas importantes, después de la evangelización- ''«y no consientan ni den lugar a que los indios y moradores de dichas Islas y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes: mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de dicha concesión nos es inyungido y mandado».'' <br />
<br />
<br />
En efecto, porque antes había recordado: «nuestra principal intención fue al tiempo que lo suplicamos al papa Alejandro VI que nos hizo la dicha concesión de procurar inducir y traer los pueblos dellas, y los convertir a nuestra santa fe católica, y enviar a las dichas Islas y Tierra Firme, prelados y religiosos, clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios para instruir los vecinos y moradores de ellas a la fe católica, y los doctrinar y enseñar buenas costumbres... » (Libro N, Título Diez, Ley Primera). <br />
<br />
<br />
Esta fue la tónica siguiente de los monarcas, que explicitaron ese mandato del testamento de Isabel la Católica, que ya en vida lo había expresado. El Libro N, Título Diez de la Recopilación se titula «Del buen tratamiento de los indios». Será suficiente ir transcribiendo el contenido de algunas de estas leyes para comprender el propósito, desde los comienzos, que la evangelización debía expresarse también en el reconocimiento de la dignidad de los naturales de estas tierras y de sus derechos: <br />
<br />
<br />
- Ley II. Felipe II. Que el buen tratamiento de los indios sea de forma que no dejen de servir y ocuparse.<ref>Esta es parte de una Instrucción. Y se lee al comienzo: «Grandes daños, agravios y opresiones reciben los indios en sus personas y haciendas de algunos españoles, corregidores, religiosos y clérigos con todo género de trabajo con que los desfrutan por su aprovechamiento, y como personas miserables no hacen resistencia ni defensa ... y las justicias que los debían amparar, o no lo saben ... o lo toleran y consienten por sus particulares intereses, contra toda razón cristiana y política, y conservación de nuestros vasallos»</ref><br />
<br />
<br />
- Ley III. Felipe II, 1563 y 1580. Felipe III, 1635. Que los virreyes se informen si son mal tratados los indios, y castiguen a los culpados. <br />
<br />
<br />
- Ley IV. Carlos V, 1523. El príncipe gobernador, 1543, Felipe II, 1582. Felipe III, 1620. Que las justicias procedan contra culpados en malos tratamientos, y los castiguen severamente. <br />
<br />
<br />
- Ley V. Felipe II, 1595. Que se atienda mucho cómo acuden los corregidores al buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley VI. Felipe II, 1582. Felipe III. Que todos los ministros y residentes en las Indias procuren el buen tratamiento de sus naturales.<br />
<br />
<br />
- Ley VII. Felipe II, 1596. Que los prelados informen siempre del estado, tratamiento y doctrina de los indios conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II, 1582. Que se guarden las leyes y provisiones sobre que los curas y religiosos tratan bien a los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley XVIII. Felipe II, 1562. Que los indios de señorío, siendo agraviados, se puedan quejar en las audiencias. <br />
<br />
<br />
- Ley XIX. Carlos V, 1536. Que el negro que maltrate a indio sea castigado conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley XX. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios de Chile que sirvieren sean bien tratados y adoctrinados. <br />
<br />
<br />
- Ley XXI. Felipe II, 1595. Que los delitos contra indios sean castigados con mayor rigor que contra españoles. <br />
<br />
<br />
- Ley XII. Felipe II, 1582. Que donde no cesaren los agravios hechos a indios se avise, para que vaya visitador. <br />
<br />
- Ley XXIII. Carlos II y la reina gobernadora. Que se guarde lo ordenado sobre el buen tratamiento de los indios por cláusula del rey, escrita de su real mano, y las leyes dadas.<ref>Ahí se decía: «Habiendo tenido el rey don Felipe IV, nuestro padre y señor. .. noticia de los malos tratamientos que reciben los indios en obrajes de paños, sin plena libertad (y a veces encarcelados y con prisiones) ni facultad de salir a sus casas, y acudir a sus mujeres, hijos y labores... fue servido de resolver que se guardasen las leyes dadas sobre prohibir y modificar el servicio personal, y añadió de su real mano la cláusula siguiente... ». Y al final, se alude a la Ley XXXVI, título Nueve de este mismo Libro: Carlos V y la emperatriz gobernadora, 1532. Que los encomenderos juren que tratarán bien a los indios.</ref><br />
<br />
<br />
En el Libro II, título II «Del consejo real, y junta de guerra de Indias», se contienen diversas leyes en el mismo sentido anterior. Por ejemplo: <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el principal cuidado del Consejo sea la conversión de los indios y poner ministros suficientes para ella. <br />
<br />
<br />
- Ley IX. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el Consejo provea lo conveniente para el buen tratamiento de los indios. <br />
Al tratar de las pacificaciones, en el libro IV, Título Cuarto: <br />
- Ley I. Felipe II. Que para hacer la pacificación precedan las diligencias de esta ley.<ref>« ... Para mejor conseguir la pacificación de los naturales de Indias ... procuren atraerlos a su amistad con mucho amor y caricia ... sin codicia ... y asienten amistad, y alianza con los señores y principales ».</ref><br />
<br />
<br />
- Ley II. Que hecha amistad con los naturales se les predique la santa fe conforme a lo dispuesto.<ref>«Usando de los medios más suaves que parecieren para aficionarlos a que quieran ser enseñados, y no comiencen a reprenderles sus vicios, ni idolatrías, ni les quiten las mujeres, ni ídolos, porque no se escandalicen, ni les cause extrañeza la doctrina cristiana... ».</ref><br />
<br />
- Ley V. Carlos V, 1526. Que los clérigos y religiosos que fueren a descubrimientos, procuren el buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
- Ley VIII. Carlos V, 1523. Que no se consienta que a los indios se les haga guerra, mal, ni daño, ni se les tome cosa alguna sin paga. <br />
En el Libro VI, el Título Primero se titula «De los indios». Allí se encuentra otro gran repertorio para lo que venimos tratando: <br />
- Ley I. Felipe II, 1580. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios sean favorecidos y amparados por las justicias eclesiásticas y seculares. <br />
<br />
- Ley II. Fernando V y doña Juana, 1514. Felipe II y la princesa gobernadora, 1556. Que los indios se puedan casar libremente, y ninguna orden real lo impida.<br />
<br />
- Ley XXII. Carlos V y el príncipe gobernador, 1551. Que los indios puedan criar toda especie de ganado, mayor y menor. <br />
<br />
- Ley XXIV. Carlos V, 1521, 1523 1534. Que entre indios y españoles haya comercio libre a contento de las partes. <br />
<br />
- Ley XXXII. Felipe II, 1580. Que los indios tengan libertad en sus disposiciones. <br />
<br />
- Ley XXXVI. Felipe II, 1594, Felipe IV, 1637 y 1640. Que no se pueda vender vino a los indios.<ref>Este fue un tema continuamente propuesto por los obispos en los abusos contra los indios. P.e. en el II Concilio de Lima, en el Sínodo de Concepción del obispo Azúa, 1744, etc.</ref><br />
El título II del mismo Libro VI, se titula «De la libertad de los indios», y allí se encuentran ordenanzas muy importantes para el tema de una sociedad integrada: <br />
- Ley I. Carlos V, 1526, 1530, 1532, 1540, 1542 y 1548. Que los indios sean libres y no sujetos a servidumbre. <br />
<br />
- Ley II. Carlos V y el cardenal Tavera, 1541. Que sean castigados los encomenderos que vendieren a sus indios. <br />
<br />
- Ley VII. Felipe III, 1618. Que en Tucumán y Río de la Plata no se vendan ni compren los indios que llaman de rescate. <br />
<br />
- Ley VIII. Que la prohibición de esclavitud se extienda con los indios aprisionados en Malocas. <br />
<br />
- Ley XI. Felipe III, 1609. Que los indios no se presten ni se enajenen por ningún título, ni pongan en las ventas de las haciendas. <br />
<br />
- Ley XIV. Felipe III, 1608. Felipe IV, 1625, 1662, 1663. Carlos II y la reina gobernadora. Sobre la libertad de los indios en Chile, y que a ella sean restituidos. <br />
<br />
- Ley XVI. Carlos II, 1679. Revalida las órdenes de libertad de los indios, y da nueva providencia en los de Chile.<ref>La Ley XIV era muy importante, porque respondía a una situación después de un gran alzamiento de los indios en eL sur de Chile. Esta Ley XIV es también una gran defensa de esos indios. Y, dice la Nota de la Ley XIV en la «Recopilación», que la Leyes XIV y XVI se mandaron guardar por Cédula de 17 de Enero de 1726, después del gran alzamiento de 1723.</ref><br />
<br />
El Título III del Libro IV se titula «De las reducciones y pueblos de indios», que en 29 leyes se provee siempre a la libertad y dignidad de los indios. No añadiremos más referencias, porque es suficiente con lo transcrito hasta aquí.<ref>En el Título Diez y Seis, que se titula «De los indios de Chile», se contienen muy interesantes datos respecto de este reino. El Título Diez y Siete se titula «De los indios de Tucumán, Paraguay y Rio de la Plata».</ref><br />
<br />
Aparece clara la posición de la monarquía española respecto de los indios, desde Isabel la Católica en adelante. Lo que también se trasluce en las repetidas ordenanzas reales era que esa posición de la corona apenas se cumplía en Indias. Y ésta es una pregunta que permanece abierta hasta el día de hoy. <br />
<br />
<br />
'''6.- La incorporación de los laicos'''<br />
<br />
<br />
Desde un principio se trató de incorporar a los laicos de Indias, naturales de esas tierras, en el proceso de la evangelización. Ya se tiene una explícita mención a este hecho en 1526, cuando el obispo Sebastián Ramírez de Fuenleal, que entonces presidía la Audiencia de Santo Domingo, postulaba que la evangelización debía hacerse por los mismos indios, porque «la conversión y doctrina de esa gente se hará cómo y por quién debe hacérseles.<ref>Cfr. Guarda OSB, Gabriel. «El apostolado seglar en la cristianización de América: La institución de los fiscales» en «Historia» 7 (1968). Este artículo está presente en el desarrollo de esta materia.</ref><br />
<br />
<br />
Así fue extendiéndose más y más este convencimiento, en algunas partes de que debían ser los propios indios quienes pudieran evangelizar a sus semejantes, y más aún hasta oficiar los sacramentos, lo que exigía, por consiguiente, la ordenación sacerdotal de los naturales. Pero, aquí tratamos sólo de los laicos. <br />
<br />
Para preparar esa incorporación de los laicos se habían abierto colegios para indígenas, desde 1502, de parte de los franciscanos y dominicos y, más tarde, en 1591, los franciscanos obtuvieron del virrey de México trasladar familias tlaxcaltecas, ya cristianas, para evangelizar a los chichimecas. Muchas iniciativas hubo en este campo. Se fue perfilando, poco a poco, instituir algunos laicos indios para encargarse de los demás naturales tanto en la policía como en el servicio religioso. <br />
<br />
Especialmente esto fue haciéndose más práctico, en el terreno religioso, en el virreinato del Perú. Y en el primer Concilio de Lima (1551-1552), se estableció que los sacerdotes o los caciques pudieran nombrar a dos fiscales o alguaciles en cada pueblo, los cuales tengan cuenta de todos los indios e indias cristianos, grandes y pequeños, y de los nombres de ellos, y de los casados, y de ver los que vuelven a sus ritos y costumbres, y dar de ello razón al sacerdote. (Constitución 12). También, más claramente, establece el Concilio que los misioneros dejarán en los pueblos «dos o tres muchachos de los que trajeren consigo bien adoctrinados para proseguir la doctrina de los muchachos cada día, y de los demás indios e indias dos días cada semana y todos los domingos y fiestas de guardar» (Constitución 40).<ref>Vid. O. c. 206-207.</ref><br />
<br />
Estos fiscales eran especialmente adoctrinados para que, a su vez, pudieran cum¬plir siempre mejor su servicio religioso a los demás en los pueblos. Se les solía reunir periódicamente con este objetivo. En el II Concilio de Lima (1567-1568), en la Constitución 118 y también en el III (1582-1583) en la Constitución 89, se vuelve sobre los fiscales, de manera que cuiden no sólo de erradicar la idolatría sino especialmente de velar por la moral pública, las buenas costumbres, cuidar a los enfermos asistiéndoles espiritual y corpo-ralmente, y, cuando faltare el sacerdote, enseñar la doctrina. <br />
<br />
A fines del siglo XVI, la institución de los fiscales se había extendido por casi to¬das las secciones de Indias. Su nombre, en algunas partes, continuaba siendo el de al¬guacil, como se lee en el Sínodo de Santa Fe (Bogotá), de 1556, del obispo Fray Juan de los Barrios; y el obispo Fray Luis Zapata de Cárdenas, también de Santa Fe, dispone en su «Catecismo» en 1576, que esos fiscales o alguaciles se preparen para sus tareas apostólicas en una especie de internado. <br />
<br />
Así en Chile, ya en 1587 -después del III Concilio de Lima- se tienen datos en la diócesis de La Imperial de la existencia de estos fiscales, y en Santiago en 1593. Y en el Sínodo de Santiago de 1626, del obispo Francisco González de Salcedo, también, claramente se habla de este oficio en la Constitución IV del Capítulo II.<br />
<br />
Más y más se arraigó esta institución de los fiscales y en Chile, en el Sínodo de Fray Bernardo de Carrasco, obispo de Santiago, en 1688, en la Constitución I del Capítulo IX, se habla de los deberes de los fiscales, para hacer rezar a los indios cada día, antes de sus trabajos y repetir el Catecismo: «y para esto tendrán señalado por el cura un Fiscal, que las sepa con expedición, para que esta diligencia satisfagan a la primera obligación de Encomenderos, y Tutores de estos cristianos nuevos…». Es decir, ya existían de mucho antes los fiscales y simplemente ahí se recuerdan sus obligaciones. <br />
<br />
En México hubo hasta mártires entre los fiscales, como el caso de Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, el 14 de Septiembre de 1700, en San Francisco de Caxones. Y lo del Sínodo de Carrasco también se lee en el Sínodo de Concepción de 1744, del obispo Pedro Felipe de Azúa y en el de Santiago de 1763 del obispo Manuel de Alday. Pudiéramos seguir multiplicando los ejemplos y baste decir que esta institución llegó hasta nuestros días en algunos lugares, como en Chiloé, región austral de Chile, y en los pueblos aymarás del norte de Chile, donde tienen el nombre de «fabriqueros». <br />
<br />
Lo importante es hacer notar que en el proyecto de una sociedad integrada, desde la evangelización, se cuidó incorporar en el culto religioso a los naturales para desempeñar ese servicio a sus connaturales y que era reconocido tanto por las autoridades eclesiásticas como por las civiles. <br />
<br />
La evangelización no podía conducir sino a una expresión de los grandes mandamientos del amor fraterno, en la medida expuesta por Jesucristo Nuestro Señor en los Evangelios y que la predicaron los Apóstoles y la entrega la Iglesia Católica. Llevada al plano social dicha enseñanza debía producir una sociedad integrada entre evangelizadores y evangelizados. El rey de España había recibido el encargo de evangelizar el Nuevo Mundo y, por esto mismo, debía coincidir en un proyecto de una sociedad integrada por el reconocimiento de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, con todo 10 que ello implica. <br />
Por esto, hemos visto en el magisterio de los Sumos Pontífices la aplicación del Evangelio a la situación de Indias y más allá la reivindicación de esa doctrina en la práctica, al conocer los Papas que eran violados los derechos de los indios o desconocidos. Es una permanente afirmación que hicieron ellos, como se ha examinado someramente en el primer siglo de la evangelización. <br />
<br />
Los obispos, personalmente, y en Concilios y Sínodos, fueron coherentes por completo con las enseñanzas de los Papas y tuvieron que enfrentarse, de continuo, con las autoridades españolas locales para que se reconocieran los derechos de los indios y se los respetaran. Ellos, en sus propios territorios tenían que alcanzar esa integración de todos en la sociedad. Y se ha visto, en los documentos citados, cómo trabajaban en tal sentido. Lo propio hacían los misioneros religiosos y del clero diocesano. <br />
Es importante destacar igualmente el proyecto que tenía el monarca español acerca de esta sociedad integrada, como consecuencia o postulado, mejor, de la mis¬ma evangelización. Los textos referidos de los reyes, a partir de Isabel la Católica, son en esa línea, que continuamente los reyes están vindicando, porque sabían que no se llevaba a la práctica. Y castigan severamente las violaciones a esos derechos e insistían en la vigilancia de su cumplimiento. <br />
La incorporación de naturales laicos en la evangelización como es el caso de los fiscales -no hemos aludido a las organizaciones de laicos como eran las cofradías,<br />
<br />
<br />
'''III LA REALIDAD ALCANZADA'''<br />
<br />
<br />
La evangelización no podía conducir sino a una expresión de los grandes mandamientos del amor fraterno, en la medida expuesta en los Evangelios por Jesucristo Nuestro Señor, y que la predicaron los Apóstoles y la entrega la Iglesia Católica. Llevada al plano social dicha enseñanza debía producir una sociedad integrada entre evangelizadores y evangelizados. El rey de España había recibido el encargo de evangeli¬zar el Nuevo Mundo y, por esto mismo, debía coincidir en un proyecto de una sociedad integrada por el reconocimiento de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, con todo lo que ello implica. <br />
<br />
Por esto, hemos visto en el magisterio de los Sumos Pontífices la aplicación del Evangelio a la situación de Indias y más allá la reivindicación de esa doctrina en la práctica, al conocer los Papas que eran violados o desconocidos los derechos de los indios. Es una permanente afirmación que hicieron ellos, como se ha examinado someramente en el primer siglo de la evangelización. <br />
<br />
Los obispos, personalmente, y en Concilios y Sínodos, fueron coherentes por completo con las enseñanzas de los Papas y tuvieron que enfrentarse, de continuo, con las autoridades españolas locales para que se reconocieran los derechos de los indios y se los respetaran. Ellos, en sus propios territorios tenían que alcanzar esa integración de todos en la sociedad. Y se ha visto, en los documentos citados, cómo trabajaban en tal sentido. Lo propio hacían los misioneros religiosos y del clero diocesano. <br />
<br />
<br />
<br />
Es importante destacar igualmente el proyecto que tenía el monarca español acerca de esta sociedad integrada, como consecuencia o postulado, mejor, de la misma evangelización. Los textos referidos de los reyes, a partir de Isabel la Católica, son en esa línea que continuamente los reyes están vindicando, porque sabían que no se llevaba a la práctica. Y castigan severamente las violaciones a esos derechos e insistían en la vigilancia de su cumplimiento. <br />
<br />
<br />
La incorporación de naturales laicos en la evangelización como es el caso de los fiscales -no hemos aludido a las organizaciones de laicos como eran las cofradías, en las que se contaban de indios y de negros- indica un ejemplo de esa voluntad integradora del proyecto de sociedad en Indias. <br />
<br />
<br />
En líneas generales había una coincidencia plena entre el magisterio de los Sumos Pontífices y de los reyes de España, y en la acción pastoral de los obispos se pueden reconocer muchos gestos importantes y difíciles frente a las circunstancias que sufrían los indígenas que eran avalados enteramente por los monarcas españoles. <br />
<br />
<br />
Por otra parte, había una comunicación entre los Papas y los reyes en ese primer siglo en que estudiamos el magisterio y disciplina de los Papas. Los reyes eran destina¬tarios de todos esos documentos, a veces directamente y las otras veces porque los documentos pontificios pasaban a través de ellos, por el Patronato que los implicaba, como en la erección de diócesis, etc. Las diferencias eran en cuanto al régimen que pretendían mantener los reyes en sus manos y para lo que fueron ganando terreno cada vez más y distanciando al Papa de sus fieles de Indias, en ese sentido. <br />
<br />
Todos estos elementos debían haber producido en la práctica, en la historia, el proyecto de sociedad integrada, pero no fue así. La realidad alcanzada dista mucho del objetivo de esa sociedad. Pero algo se obtuvo y es importante reconocerlo: a) Estuvo siempre vigente el modelos de sociedad de los Papas, en los reyes de España, en los obispos -personalmente y en acciones colegiales como Concilios y Sínodos- y también entre los misioneros; b) Siempre que esa integración era deteriorada o atacada o desconocida no faltaron las denuncias y hasta los castigos, civiles y eclesiásticos, aunque no siempre podían llevarse a la práctica; e) Hubo esfuerzos muy importantes para esa integración, como fueron las reducciones de pueblos, en algunas secciones de América -y se piensa inmediatamente en las misiones jesuitas de Paraguay- y, poco a poco, se fue abriendo paso el sentido de fraternidad y respeto entre los evangelizadores y evangelizados y hacia quienes no admitían el Evangelio. La segunda mitad del siglo XVIII presenta una realidad mucho mejor en este sentido que en los tiempos anteriores, en diversas partes de América. <br />
<br />
<br />
Muy importante también es considerar que cuando se gestan los movimientos de Independencia, desde finales del siglo XVIII y a principios del siglo XIX, se tiene el ideal de una sociedad integrada en que todos son iguales, y muchos de sus líderes se reconocen como descendientes de legendarios héroes indígenas. Es decir, aflora un aprecio hacia ellos. <br />
<br />
<br />
Por razones culturales, principalmente, los indígenas no tuvieron, como hecho social, una acción protagónica en la Independencia y hasta hubo secciones en que demostraron estar más vinculados al régimen español que al nuevo que nacía allí. La esclavitud fue rápidamente abolida en las naciones nuevas, aún mientras estaban en proceso de independencia, como en Chile en 1813. <br />
<br />
<br />
Un hecho muy elocuente de un acercamiento a una sociedad integrada fue el mestizaje, o sea la unión entre españoles e indias que fue configurando como una nueva etnia, que se fue ampliando más y más a través de los siglos. Y de una cierta discriminación inicial hacia los mestizos, paulatinamente fueron ocupando un lugar activo en la sociedad, de manera que en los tiempos republicanos fueron reconocidos iguales que los demás. Diversa fue la situación con los africanos y sus descendientes, pues no hubo, como hecho social, un cruce racial ni con indígenas ni con españoles. <br />
<br />
<br />
La realidad alcanzada, a pesar de que la sociedad integrada era una exigencia del Evangelio y estaba en la mente de los dirigentes de estas naciones en el plano religioso y político, fue escasa en sus resultados, pero permaneció siempre como un objetivo, un ideal que alcanzar, según se comprueba documentalmente de manera irrefutable. <br />
<br />
Por otra parte, aun en los regímenes de mayores libertades cívicas siempre sub¬sisten discriminaciones o segregaciones, pues esa miseria humana de desconocer los derechos de otros o de mantenerlos muy distantes para que los puedan practicar acompaña -lamentablemente- a todas las sociedades humanas. El desafío de una sociedad integrada a partir de la evangelización continúa siendo un gran desafío, para la Iglesia y para los pueblos. <br />
<br />
<br />
=='''REFLEXIÓN FINAL'''==<br />
<br />
<br />
La intervención de Alejandro VI en el proceso de descubrimiento del Nuevo Mundo se hizo en razón de la evangelización de esas nuevas tierras, los Sumos Pontífices, en el primer siglo de dicha evangelización participaron activamente con su magisterio y sus orientaciones y disciplina eclesiástica. Su primera gran afirmación fue enseñar la igualdad entre todos los hombres y que los indígenas eran iguales que los europeos, seres racionales y capaces de recibir la fe cristiana. <br />
<br />
De ahí derivaba el respeto a sus derechos como persona. Aquí viene, entonces, la segunda gran afirmación, que fue la defensa de los indios cuando eran maltratados por los es¬pañoles, y en esta defensa involucraron a los obispos, que ya la habían asumido, pero los Papas la encargaron también explícitamente. Esta defensa resultaba igualmente una exigencia para la misma evangelización, porque en esos abusos la evangelización, o no era recibida o si hubiera sido acogida incitaba a separarse de ella. Y la tercera gran afirmación de los Sumos Pontífices fue hacer valer su oficio pastoral, ya demos¬trado antes, con la vigilancia e intervención que querían tener directamente en Indias por medio de un Nuncio Apostólico dependiente directamente de ellos. <br />
<br />
Hasta hubo el proyecto de crear en Roma una especial Congregación en la Curia Romana para la conversión de los indígenas. Con estas continuadas afirmaciones, los Papas ayudaban a realizar un proyecto de sociedad integrada en esos nuevos dominios españoles. <br />
<br />
Permanece la pregunta por qué, con la comunicación tan frecuente con el rey de España, fue tan escasa la influencia positiva de los Papas en ese proceso de formar una sociedad integrada. Una parte de la respuesta puede ser que el rey de España fue, poco a poco, impidiendo más y más la directa comunicación del Sumo Pontífice con los obispos y con los fieles de Indias. Y otra parte de la respuesta está en que las mis¬mas ordenanzas de los reyes, coincidentes con las de Roma, no eran acogidas en la práctica, y más aún eran repetida y gravemente desobedecidas. <br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» sorprende cómo el rey estaba informado de los abusos que allí se daban y cómo era proporcionada su reacción para corregirlos, y, sin embargo, la situación de dichos abusos no se modificaba. De esta manera, el proyecto de una sociedad integrada quedaba sólo en un plan ideal, como un objetivo que muy difícilmente se iba alcanzando. De verdad, en América se vivía en otro mundo. Pero, esos ideales de los Papas y de los reyes permanecieron siempre vivos para realizarse cuando lo permitieran las cambiantes situaciones de la Historia. <br />
<br />
En América, quienes daban lucha por alcanzar ese proyecto eran los obispos y misioneros y también algunos laicos importantes, pero éstos muy poco numerosos y de menos influencia todavía. Pero esa batalla estuvo siempre vigente, aun con sus lu¬ces y sombras. La permanencia de situaciones tan difíciles y tristes par los indígenas deja de manifiesto cómo la suerte de los más pobres queda siempre postergada, a pesar de los esfuerzos tan repetidos y de tan alto nivel como era el caso de los Papas frente a los reyes de España y de éstos ante sus ministros de Indias. <br />
<br />
Allí se percibe una debilidad en la forma de acoger la evangelización, pues no alcanzaba a llegar a sus consecuencias sociales. Esto era claramente percibido por muchos pastores, como fray Diego de Humanzoro, obispo de Santiago de Chile, y así lo exponía en sus cartas a la reina gobernadora en el siglo XVII. <br />
<br />
Por esto, el llamado de los últimos Santos Padres a una nueva evangelización advierte, en el plano social, por la experiencia vivida anteriormente en el esfuerzo de hacer una sociedad integrada, que el Evangelio debe traducirse también en la vida cívica y especialmente en servicio de los más pobres.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
'''MONS. CARLOS OVIEDO CAVADA, O. DE M. '''</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=430521EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-21T16:03:22Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bula «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores franciscanos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non tamen sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplectendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra obsequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac rerurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi debere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la ''«Doctrina cristiana para instrucción de los indios»,'' que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholicum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio'' «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima»'' (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la ''«Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo»,'' con seis ordenanzas. <br />
<br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
Este tipo de Sínodos se repetirá a lo largo del período hispano, como en Yucatán en 1722, celebrado por el obispo Juan Gómez de Parada, en que se tiene una gran defensa de los indios, que el obispo había conocido en su visita pastoral y que ya había antes comunicado al rey. Dice que'' «se comete un gravísimo pecado mortal al robarles la natural libertad que Dios les dio y el rey les conservó».''<ref>CEBALLOS GARCÍA, MANUEL J., «El primer Sínodo de Yucatán. Espíritu y legislación del III Concilio Mexicano», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI» vol. I, 491.</ref><br />
<br />
<br />
Poco más adelante, en Chile, está el Sínodo de Concepción, celebrado en 1744 por el obispo Pedro Felipe de Azúa, en que se tiene una valiente y decidida denuncia de los males que afectaban a los indios, por parte de los españoles, y los remedios que el obispo proponía. Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y en la defensa que hizo el obispo ante el Consejo de Indias, se contiene una muy valiosa documentación que explica mucho más todavía la difícil condición en que vivían los indios.<ref>OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 281-354.</ref>Por último, el rey aprobó este Sínodo en 1748, cuando Azúa ya estaba de arzobispo en Santa Fe (Bogotá). Es de un gran valor conocer este Sínodo para entender cómo se mantenían esos antiguos problemas y cómo los obispos no descansaban en la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
A través de estos Sínodos -que dista mucho de ser un panorama más o menos completo de los Sínodos de entonces- se puede ver la constante preocupación de los obispos en cuando a procurar de verdad una sociedad integrada, fraternal y cristiana. En los Sínodos hay un gran material para conocer cuánto luchaban los obispos por esta causa derivada de la misma evangelización.<ref>El Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1670 por el obispo Diego de Hurnanzoro debió ser un testimonio extraordinario en este sentido si tenemos en cuenta la abundantísima correspondencia suya con el rey, precisamente por la defensa de los indios. Lamentablemente este obispo desistió de imprimir el Sínodo para emplear más bien su costo en los pobres. Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «El Cuarto Sínodo de Santiago», en «Boletín de la Academia Chilena de la Historia» N. 94 (1983), 153-170</ref><br />
<br />
<br />
'''5. Las proyecciones del monarca español'''<br />
<br />
<br />
Cuando se leen las disposiciones del monarca español, desde Isabel la Católica en adelante, acerca del tratamiento a los naturales de Indias y de sus derechos y, especialmente, lo relativo a la evangelización de los mismos, resulta sorprendente ver su coincidencia con lo que los Sumos Pontífices, obispos y misioneros pretendían en esas mismas materias. Sin embargo, la realidad resultaba diversa en Indias y, por eso, los Papas apelaban al rey solicitando se cumplieran sus ordenanzas, al igual que hacían los obispos en sus cartas al rey. <br />
<br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» mandadas a imprimir y publicar por Carlos II,<ref>Quinta edición. Madrid, 1841.</ref>se podría hacer un tratado extensísimo sobre esta materia. Por esto, nos limitaremos a unos pocos textos que son suficientes para conocer esas proyecciones del monarca español para construir en Indias una sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
Isabel la Católica, en su testamento, «al rey mi señor» indicaba «a la princesa mi hija y al príncipe su marido» -entre otras muchas cosas importantes, después de la evangelización- ''«y no consientan ni den lugar a que los indios y moradores de dichas Islas y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes: mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de dicha concesión nos es inyungido y mandado».'' <br />
<br />
<br />
En efecto, porque antes había recordado: «nuestra principal intención fue al tiempo que lo suplicamos al papa Alejandro VI que nos hizo la dicha concesión de procurar inducir y traer los pueblos dellas, y los convertir a nuestra santa fe católica, y enviar a las dichas Islas y Tierra Firme, prelados y religiosos, clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios para instruir los vecinos y moradores de ellas a la fe católica, y los doctrinar y enseñar buenas costumbres... » (Libro N, Título Diez, Ley Primera). <br />
<br />
<br />
Esta fue la tónica siguiente de los monarcas, que explicitaron ese mandato del testamento de Isabel la Católica, que ya en vida lo había expresado. El Libro N, Título Diez de la Recopilación se titula «Del buen tratamiento de los indios». Será suficiente ir transcribiendo el contenido de algunas de estas leyes para comprender el propósito, desde los comienzos, que la evangelización debía expresarse también en el reconocimiento de la dignidad de los naturales de estas tierras y de sus derechos: <br />
<br />
<br />
- Ley II. Felipe II. Que el buen tratamiento de los indios sea de forma que no dejen de servir y ocuparse.<ref>Esta es parte de una Instrucción. Y se lee al comienzo: «Grandes daños, agravios y opresiones reciben los indios en sus personas y haciendas de algunos españoles, corregidores, religiosos y clérigos con todo género de trabajo con que los desfrutan por su aprovechamiento, y como personas miserables no hacen resistencia ni defensa ... y las justicias que los debían amparar, o no lo saben ... o lo toleran y consienten por sus particulares intereses, contra toda razón cristiana y política, y conservación de nuestros vasallos»</ref><br />
<br />
<br />
- Ley III. Felipe II, 1563 y 1580. Felipe III, 1635. Que los virreyes se informen si son mal tratados los indios, y castiguen a los culpados. <br />
<br />
<br />
- Ley IV. Carlos V, 1523. El príncipe gobernador, 1543, Felipe II, 1582. Felipe III, 1620. Que las justicias procedan contra culpados en malos tratamientos, y los castiguen severamente. <br />
<br />
<br />
- Ley V. Felipe II, 1595. Que se atienda mucho cómo acuden los corregidores al buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley VI. Felipe II, 1582. Felipe III. Que todos los ministros y residentes en las Indias procuren el buen tratamiento de sus naturales.<br />
<br />
<br />
- Ley VII. Felipe II, 1596. Que los prelados informen siempre del estado, tratamiento y doctrina de los indios conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II, 1582. Que se guarden las leyes y provisiones sobre que los curas y religiosos tratan bien a los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley XVIII. Felipe II, 1562. Que los indios de señorío, siendo agraviados, se puedan quejar en las audiencias. <br />
<br />
<br />
- Ley XIX. Carlos V, 1536. Que el negro que maltrate a indio sea castigado conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley XX. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios de Chile que sirvieren sean bien tratados y adoctrinados. <br />
<br />
<br />
- Ley XXI. Felipe II, 1595. Que los delitos contra indios sean castigados con mayor rigor que contra españoles. <br />
<br />
<br />
- Ley XII. Felipe II, 1582. Que donde no cesaren los agravios hechos a indios se avise, para que vaya visitador. <br />
<br />
- Ley XXIII. Carlos II y la reina gobernadora. Que se guarde lo ordenado sobre el buen tratamiento de los indios por cláusula del rey, escrita de su real mano, y las leyes dadas.<ref>Ahí se decía: «Habiendo tenido el rey don Felipe IV, nuestro padre y señor. .. noticia de los malos tratamientos que reciben los indios en obrajes de paños, sin plena libertad (y a veces encarcelados y con prisiones) ni facultad de salir a sus casas, y acudir a sus mujeres, hijos y labores... fue servido de resolver que se guardasen las leyes dadas sobre prohibir y modificar el servicio personal, y añadió de su real mano la cláusula siguiente... ». Y al final, se alude a la Ley XXXVI, título Nueve de este mismo Libro: Carlos V y la emperatriz gobernadora, 1532. Que los encomenderos juren que tratarán bien a los indios.</ref><br />
<br />
<br />
En el Libro II, título II «Del consejo real, y junta de guerra de Indias», se contienen diversas leyes en el mismo sentido anterior. Por ejemplo: <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el principal cuidado del Consejo sea la conversión de los indios y poner ministros suficientes para ella. <br />
<br />
<br />
- Ley IX. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el Consejo provea lo conveniente para el buen tratamiento de los indios. <br />
Al tratar de las pacificaciones, en el libro IV, Título Cuarto: <br />
- Ley I. Felipe II. Que para hacer la pacificación precedan las diligencias de esta ley.<ref>« ... Para mejor conseguir la pacificación de los naturales de Indias ... procuren atraerlos a su amistad con mucho amor y caricia ... sin codicia ... y asienten amistad, y alianza con los señores y principales ».</ref><br />
<br />
<br />
- Ley II. Que hecha amistad con los naturales se les predique la santa fe conforme a lo dispuesto.<ref>«Usando de los medios más suaves que parecieren para aficionarlos a que quieran ser enseñados, y no comiencen a reprenderles sus vicios, ni idolatrías, ni les quiten las mujeres, ni ídolos, porque no se escandalicen, ni les cause extrañeza la doctrina cristiana... ».</ref><br />
<br />
- Ley V. Carlos V, 1526. Que los clérigos y religiosos que fueren a descubrimientos, procuren el buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
- Ley VIII. Carlos V, 1523. Que no se consienta que a los indios se les haga guerra, mal, ni daño, ni se les tome cosa alguna sin paga. <br />
En el Libro VI, el Título Primero se titula «De los indios». Allí se encuentra otro gran repertorio para lo que venimos tratando: <br />
- Ley I. Felipe II, 1580. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios sean favorecidos y amparados por las justicias eclesiásticas y seculares. <br />
<br />
- Ley II. Fernando V y doña Juana, 1514. Felipe II y la princesa gobernadora, 1556. Que los indios se puedan casar libremente, y ninguna orden real lo impida.<br />
<br />
- Ley XXII. Carlos V y el príncipe gobernador, 1551. Que los indios puedan criar toda especie de ganado, mayor y menor. <br />
<br />
- Ley XXIV. Carlos V, 1521, 1523 1534. Que entre indios y españoles haya comercio libre a contento de las partes. <br />
<br />
- Ley XXXII. Felipe II, 1580. Que los indios tengan libertad en sus disposiciones. <br />
<br />
- Ley XXXVI. Felipe II, 1594, Felipe IV, 1637 y 1640. Que no se pueda vender vino a los indios.<ref>Este fue un tema continuamente propuesto por los obispos en los abusos contra los indios. P.e. en el II Concilio de Lima, en el Sínodo de Concepción del obispo Azúa, 1744, etc.</ref><br />
El título II del mismo Libro VI, se titula «De la libertad de los indios», y allí se encuentran ordenanzas muy importantes para el tema de una sociedad integrada: <br />
- Ley I. Carlos V, 1526, 1530, 1532, 1540, 1542 y 1548. Que los indios sean libres y no sujetos a servidumbre. <br />
<br />
- Ley II. Carlos V y el cardenal Tavera, 1541. Que sean castigados los encomenderos que vendieren a sus indios. <br />
<br />
- Ley VII. Felipe III, 1618. Que en Tucumán y Río de la Plata no se vendan ni compren los indios que llaman de rescate. <br />
<br />
- Ley VIII. Que la prohibición de esclavitud se extienda con los indios aprisionados en Malocas. <br />
<br />
- Ley XI. Felipe III, 1609. Que los indios no se presten ni se enajenen por ningún título, ni pongan en las ventas de las haciendas. <br />
<br />
- Ley XIV. Felipe III, 1608. Felipe IV, 1625, 1662, 1663. Carlos II y la reina gobernadora. Sobre la libertad de los indios en Chile, y que a ella sean restituidos. <br />
<br />
- Ley XVI. Carlos II, 1679. Revalida las órdenes de libertad de los indios, y da nueva providencia en los de Chile.<ref>La Ley XIV era muy importante, porque respondía a una situación después de un gran alzamiento de los indios en eL sur de Chile. Esta Ley XIV es también una gran defensa de esos indios. Y, dice la Nota de la Ley XIV en la «Recopilación», que la Leyes XIV y XVI se mandaron guardar por Cédula de 17 de Enero de 1726, después del gran alzamiento de 1723.</ref><br />
<br />
El Título III del Libro IV se titula «De las reducciones y pueblos de indios», que en 29 leyes se provee siempre a la libertad y dignidad de los indios. No añadiremos más referencias, porque es suficiente con lo transcrito hasta aquí.<ref>En el Título Diez y Seis, que se titula «De los indios de Chile», se contienen muy interesantes datos respecto de este reino. El Título Diez y Siete se titula «De los indios de Tucumán, Paraguay y Rio de la Plata».</ref><br />
<br />
Aparece clara la posición de la monarquía española respecto de los indios, desde Isabel la Católica en adelante. Lo que también se trasluce en las repetidas ordenanzas reales era que esa posición de la corona apenas se cumplía en Indias. Y ésta es una pregunta que permanece abierta hasta el día de hoy. <br />
<br />
<br />
'''6.- La incorporación de los laicos'''<br />
<br />
<br />
Desde un principio se trató de incorporar a los laicos de Indias, naturales de esas tierras, en el proceso de la evangelización. Ya se tiene una explícita mención a este hecho en 1526, cuando el obispo Sebastián Ramírez de Fuenleal, que entonces presidía la Audiencia de Santo Domingo, postulaba que la evangelización debía hacerse por los mismos indios, porque «la conversión y doctrina de esa gente se hará cómo y por quién debe hacérseles.<ref>Cfr. Guarda OSB, Gabriel. «El apostolado seglar en la cristianización de América: La institución de los fiscales» en «Historia» 7 (1968). Este artículo está presente en el desarrollo de esta materia.</ref><br />
<br />
<br />
Así fue extendiéndose más y más este convencimiento, en algunas partes de que debían ser los propios indios quienes pudieran evangelizar a sus semejantes, y más aún hasta oficiar los sacramentos, lo que exigía, por consiguiente, la ordenación sacerdotal de los naturales. Pero, aquí tratamos sólo de los laicos. <br />
<br />
Para preparar esa incorporación de los laicos se habían abierto colegios para indígenas, desde 1502, de parte de los franciscanos y dominicos y, más tarde, en 1591, los franciscanos obtuvieron del virrey de México trasladar familias tlaxcaltecas, ya cristianas, para evangelizar a los chichimecas. Muchas iniciativas hubo en este campo. Se fue perfilando, poco a poco, instituir algunos laicos indios para encargarse de los demás naturales tanto en la policía como en el servicio religioso. <br />
<br />
Especialmente esto fue haciéndose más práctico, en el terreno religioso, en el virreinato del Perú. Y en el primer Concilio de Lima (1551-1552), se estableció que los sacerdotes o los caciques pudieran nombrar a dos fiscales o alguaciles en cada pueblo, los cuales tengan cuenta de todos los indios e indias cristianos, grandes y pequeños, y de los nombres de ellos, y de los casados, y de ver los que vuelven a sus ritos y costumbres, y dar de ello razón al sacerdote. (Constitución 12). También, más claramente, establece el Concilio que los misioneros dejarán en los pueblos «dos o tres muchachos de los que trajeren consigo bien adoctrinados para proseguir la doctrina de los muchachos cada día, y de los demás indios e indias dos días cada semana y todos los domingos y fiestas de guardar» (Constitución 40).<ref>Vid. O. c. 206-207.</ref><br />
<br />
Estos fiscales eran especialmente adoctrinados para que, a su vez, pudieran cum¬plir siempre mejor su servicio religioso a los demás en los pueblos. Se les solía reunir periódicamente con este objetivo. En el II Concilio de Lima (1567-1568), en la Constitución 118 y también en el III (1582-1583) en la Constitución 89, se vuelve sobre los fiscales, de manera que cuiden no sólo de erradicar la idolatría sino especialmente de velar por la moral pública, las buenas costumbres, cuidar a los enfermos asistiéndoles espiritual y corpo-ralmente, y, cuando faltare el sacerdote, enseñar la doctrina. <br />
<br />
A fines del siglo XVI, la institución de los fiscales se había extendido por casi to¬das las secciones de Indias. Su nombre, en algunas partes, continuaba siendo el de al¬guacil, como se lee en el Sínodo de Santa Fe (Bogotá), de 1556, del obispo Fray Juan de los Barrios; y el obispo Fray Luis Zapata de Cárdenas, también de Santa Fe, dispone en su «Catecismo» en 1576, que esos fiscales o alguaciles se preparen para sus tareas apostólicas en una especie de internado. <br />
<br />
Así en Chile, ya en 1587 -después del III Concilio de Lima- se tienen datos en la diócesis de La Imperial de la existencia de estos fiscales, y en Santiago en 1593. Y en el Sínodo de Santiago de 1626, del obispo Francisco González de Salcedo, también, claramente se habla de este oficio en la Constitución IV del Capítulo II.<br />
<br />
Más y más se arraigó esta institución de los fiscales y en Chile, en el Sínodo de Fray Bernardo de Carrasco, obispo de Santiago, en 1688, en la Constitución I del Capítulo IX, se habla de los deberes de los fiscales, para hacer rezar a los indios cada día, antes de sus trabajos y repetir el Catecismo: «y para esto tendrán señalado por el cura un Fiscal, que las sepa con expedición, para que esta diligencia satisfagan a la primera obligación de Encomenderos, y Tutores de estos cristianos nuevos…». Es decir, ya existían de mucho antes los fiscales y simplemente ahí se recuerdan sus obligaciones. <br />
<br />
En México hubo hasta mártires entre los fiscales, como el caso de Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, el 14 de Septiembre de 1700, en San Francisco de Caxones. Y lo del Sínodo de Carrasco también se lee en el Sínodo de Concepción de 1744, del obispo Pedro Felipe de Azúa y en el de Santiago de 1763 del obispo Manuel de Alday. Pudiéramos seguir multiplicando los ejemplos y baste decir que esta institución llegó hasta nuestros días en algunos lugares, como en Chiloé, región austral de Chile, y en los pueblos aymarás del norte de Chile, donde tienen el nombre de «fabriqueros». <br />
<br />
Lo importante es hacer notar que en el proyecto de una sociedad integrada, desde la evangelización, se cuidó incorporar en el culto religioso a los naturales para desempeñar ese servicio a sus connaturales y que era reconocido tanto por las autoridades eclesiásticas como por las civiles. <br />
<br />
La evangelización no podía conducir sino a una expresión de los grandes mandamientos del amor fraterno, en la medida expuesta por Jesucristo Nuestro Señor en los Evangelios y que la predicaron los Apóstoles y la entrega la Iglesia Católica. Llevada al plano social dicha enseñanza debía producir una sociedad integrada entre evangelizadores y evangelizados. El rey de España había recibido el encargo de evangelizar el Nuevo Mundo y, por esto mismo, debía coincidir en un proyecto de una sociedad integrada por el reconocimiento de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, con todo 10 que ello implica. <br />
Por esto, hemos visto en el magisterio de los Sumos Pontífices la aplicación del Evangelio a la situación de Indias y más allá la reivindicación de esa doctrina en la práctica, al conocer los Papas que eran violados los derechos de los indios o desconocidos. Es una permanente afirmación que hicieron ellos, como se ha examinado someramente en el primer siglo de la evangelización. <br />
<br />
Los obispos, personalmente, y en Concilios y Sínodos, fueron coherentes por completo con las enseñanzas de los Papas y tuvieron que enfrentarse, de continuo, con las autoridades españolas locales para que se reconocieran los derechos de los indios y se los respetaran. Ellos, en sus propios territorios tenían que alcanzar esa integración de todos en la sociedad. Y se ha visto, en los documentos citados, cómo trabajaban en tal sentido. Lo propio hacían los misioneros religiosos y del clero diocesano. <br />
Es importante destacar igualmente el proyecto que tenía el monarca español acerca de esta sociedad integrada, como consecuencia o postulado, mejor, de la mis¬ma evangelización. Los textos referidos de los reyes, a partir de Isabel la Católica, son en esa línea, que continuamente los reyes están vindicando, porque sabían que no se llevaba a la práctica. Y castigan severamente las violaciones a esos derechos e insistían en la vigilancia de su cumplimiento. <br />
La incorporación de naturales laicos en la evangelización como es el caso de los fiscales -no hemos aludido a las organizaciones de laicos como eran las cofradías,<br />
<br />
<br />
'''III LA REALIDAD ALCANZADA'''<br />
<br />
<br />
La evangelización no podía conducir sino a una expresión de los grandes mandamientos del amor fraterno, en la medida expuesta en los Evangelios por Jesucristo Nuestro Señor, y que la predicaron los Apóstoles y la entrega la Iglesia Católica. Llevada al plano social dicha enseñanza debía producir una sociedad integrada entre evangelizadores y evangelizados. El rey de España había recibido el encargo de evangeli¬zar el Nuevo Mundo y, por esto mismo, debía coincidir en un proyecto de una sociedad integrada por el reconocimiento de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, con todo lo que ello implica. <br />
<br />
Por esto, hemos visto en el magisterio de los Sumos Pontífices la aplicación del Evangelio a la situación de Indias y más allá la reivindicación de esa doctrina en la práctica, al conocer los Papas que eran violados o desconocidos los derechos de los indios. Es una permanente afirmación que hicieron ellos, como se ha examinado someramente en el primer siglo de la evangelización. <br />
<br />
Los obispos, personalmente, y en Concilios y Sínodos, fueron coherentes por completo con las enseñanzas de los Papas y tuvieron que enfrentarse, de continuo, con las autoridades españolas locales para que se reconocieran los derechos de los indios y se los respetaran. Ellos, en sus propios territorios tenían que alcanzar esa integración de todos en la sociedad. Y se ha visto, en los documentos citados, cómo trabajaban en tal sentido. Lo propio hacían los misioneros religiosos y del clero diocesano. <br />
<br />
<br />
<br />
Es importante destacar igualmente el proyecto que tenía el monarca español acerca de esta sociedad integrada, como consecuencia o postulado, mejor, de la misma evangelización. Los textos referidos de los reyes, a partir de Isabel la Católica, son en esa línea que continuamente los reyes están vindicando, porque sabían que no se llevaba a la práctica. Y castigan severamente las violaciones a esos derechos e insistían en la vigilancia de su cumplimiento. <br />
<br />
<br />
La incorporación de naturales laicos en la evangelización como es el caso de los fiscales -no hemos aludido a las organizaciones de laicos como eran las cofradías, en las que se contaban de indios y de negros- indica un ejemplo de esa voluntad integradora del proyecto de sociedad en Indias. <br />
<br />
<br />
En líneas generales había una coincidencia plena entre el magisterio de los Sumos Pontífices y de los reyes de España, y en la acción pastoral de los obispos se pueden reconocer muchos gestos importantes y difíciles frente a las circunstancias que sufrían los indígenas que eran avalados enteramente por los monarcas españoles. <br />
<br />
<br />
Por otra parte, había una comunicación entre los Papas y los reyes en ese primer siglo en que estudiamos el magisterio y disciplina de los Papas. Los reyes eran destina¬tarios de todos esos documentos, a veces directamente y las otras veces porque los documentos pontificios pasaban a través de ellos, por el Patronato que los implicaba, como en la erección de diócesis, etc. Las diferencias eran en cuanto al régimen que pretendían mantener los reyes en sus manos y para lo que fueron ganando terreno cada vez más y distanciando al Papa de sus fieles de Indias, en ese sentido. <br />
<br />
Todos estos elementos debían haber producido en la práctica, en la historia, el proyecto de sociedad integrada, pero no fue así. La realidad alcanzada dista mucho del objetivo de esa sociedad. Pero algo se obtuvo y es importante reconocerlo: a) Estuvo siempre vigente el modelos de sociedad de los Papas, en los reyes de España, en los obispos -personalmente y en acciones colegiales como Concilios y Sínodos- y también entre los misioneros; b) Siempre que esa integración era deteriorada o atacada o desconocida no faltaron las denuncias y hasta los castigos, civiles y eclesiásticos, aunque no siempre podían llevarse a la práctica; e) Hubo esfuerzos muy importantes para esa integración, como fueron las reducciones de pueblos, en algunas secciones de América -y se piensa inmediatamente en las misiones jesuitas de Paraguay- y, poco a poco, se fue abriendo paso el sentido de fraternidad y respeto entre los evangelizadores y evangelizados y hacia quienes no admitían el Evangelio. La segunda mitad del siglo XVIII presenta una realidad mucho mejor en este sentido que en los tiempos anteriores, en diversas partes de América. <br />
<br />
<br />
Muy importante también es considerar que cuando se gestan los movimientos de Independencia, desde finales del siglo XVIII y a principios del siglo XIX, se tiene el ideal de una sociedad integrada en que todos son iguales, y muchos de sus líderes se reconocen como descendientes de legendarios héroes indígenas. Es decir, aflora un aprecio hacia ellos. <br />
<br />
<br />
Por razones culturales, principalmente, los indígenas no tuvieron, como hecho social, una acción protagónica en la Independencia y hasta hubo secciones en que demostraron estar más vinculados al régimen español que al nuevo que nacía allí. La esclavitud fue rápidamente abolida en las naciones nuevas, aún mientras estaban en proceso de independencia, como en Chile en 1813. <br />
<br />
<br />
Un hecho muy elocuente de un acercamiento a una sociedad integrada fue el mestizaje, o sea la unión entre españoles e indias que fue configurando como una nueva etnia, que se fue ampliando más y más a través de los siglos. Y de una cierta discriminación inicial hacia los mestizos, paulatinamente fueron ocupando un lugar activo en la sociedad, de manera que en los tiempos republicanos fueron reconocidos iguales que los demás. Diversa fue la situación con los africanos y sus descendientes, pues no hubo, como hecho social, un cruce racial ni con indígenas ni con españoles. <br />
<br />
<br />
La realidad alcanzada, a pesar de que la sociedad integrada era una exigencia del Evangelio y estaba en la mente de los dirigentes de estas naciones en el plano religioso y político, fue escasa en sus resultados, pero permaneció siempre como un objetivo, un ideal que alcanzar, según se comprueba documentalmente de manera irrefutable. <br />
<br />
Por otra parte, aun en los regímenes de mayores libertades cívicas siempre sub¬sisten discriminaciones o segregaciones, pues esa miseria humana de desconocer los derechos de otros o de mantenerlos muy distantes para que los puedan practicar acompaña -lamentablemente- a todas las sociedades humanas. El desafío de una sociedad integrada a partir de la evangelización continúa siendo un gran desafío, para la Iglesia y para los pueblos. <br />
<br />
<br />
=='''REFLEXIÓN FINAL'''==<br />
<br />
<br />
La intervención de Alejandro VI en el proceso de descubrimiento del Nuevo Mundo se hizo en razón de la evangelización de esas nuevas tierras, los Sumos Pontífices, en el primer siglo de dicha evangelización participaron activamente con su magisterio y sus orientaciones y disciplina eclesiástica. Su primera gran afirmación fue enseñar la igualdad entre todos los hombres y que los indígenas eran iguales que los europeos, seres racionales y capaces de recibir la fe cristiana. <br />
<br />
De ahí derivaba el respeto a sus derechos como persona. Aquí viene, entonces, la segunda gran afirmación, que fue la defensa de los indios cuando eran maltratados por los es¬pañoles, y en esta defensa involucraron a los obispos, que ya la habían asumido, pero los Papas la encargaron también explícitamente. Esta defensa resultaba igualmente una exigencia para la misma evangelización, porque en esos abusos la evangelización, o no era recibida o si hubiera sido acogida incitaba a separarse de ella. Y la tercera gran afirmación de los Sumos Pontífices fue hacer valer su oficio pastoral, ya demos¬trado antes, con la vigilancia e intervención que querían tener directamente en Indias por medio de un Nuncio Apostólico dependiente directamente de ellos. <br />
<br />
Hasta hubo el proyecto de crear en Roma una especial Congregación en la Curia Romana para la conversión de los indígenas. Con estas continuadas afirmaciones, los Papas ayudaban a realizar un proyecto de sociedad integrada en esos nuevos dominios españoles. <br />
<br />
Permanece la pregunta por qué, con la comunicación tan frecuente con el rey de España, fue tan escasa la influencia positiva de los Papas en ese proceso de formar una sociedad integrada. Una parte de la respuesta puede ser que el rey de España fue, poco a poco, impidiendo más y más la directa comunicación del Sumo Pontífice con los obispos y con los fieles de Indias. Y otra parte de la respuesta está en que las mis¬mas ordenanzas de los reyes, coincidentes con las de Roma, no eran acogidas en la práctica, y más aún eran repetida y gravemente desobedecidas. <br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» sorprende cómo el rey estaba informado de los abusos que allí se daban y cómo era proporcionada su reacción para corregirlos, y, sin embargo, la situación de dichos abusos no se modificaba. De esta manera, el proyecto de una sociedad integrada quedaba sólo en un plan ideal, como un objetivo que muy difícilmente se iba alcanzando. De verdad, en América se vivía en otro mundo. Pero, esos ideales de los Papas y de los reyes permanecieron siempre vivos para realizarse cuando lo permitieran las cambiantes situaciones de la Historia. <br />
<br />
En América, quienes daban lucha por alcanzar ese proyecto eran los obispos y misioneros y también algunos laicos importantes, pero éstos muy poco numerosos y de menos influencia todavía. Pero esa batalla estuvo siempre vigente, aun con sus lu¬ces y sombras. La permanencia de situaciones tan difíciles y tristes par los indígenas deja de manifiesto cómo la suerte de los más pobres queda siempre postergada, a pesar de los esfuerzos tan repetidos y de tan alto nivel como era el caso de los Papas frente a los reyes de España y de éstos ante sus ministros de Indias. <br />
<br />
Allí se percibe una debilidad en la forma de acoger la evangelización, pues no alcanzaba a llegar a sus consecuencias sociales. Esto era claramente percibido por muchos pastores, como fray Diego de Humanzoro, obispo de Santiago de Chile, y así lo exponía en sus cartas a la reina gobernadora en el siglo XVII. <br />
<br />
Por esto, el llamado de los últimos Santos Padres a una nueva evangelización advierte, en el plano social, por la experiencia vivida anteriormente en el esfuerzo de hacer una sociedad integrada, que el Evangelio debe traducirse también en la vida cívica y especialmente en servicio de los más pobres.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
'''MONS. CARLOS OVIEDO CAVADA, O. DE M. '''</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=430518EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-21T15:59:55Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bula «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores franciscanos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non tamen sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplectendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra obsequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac rerurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi debere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio'' «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima»'' (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la ''«Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo»,'' con seis ordenanzas. <br />
<br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
Este tipo de Sínodos se repetirá a lo largo del período hispano, como en Yucatán en 1722, celebrado por el obispo Juan Gómez de Parada, en que se tiene una gran defensa de los indios, que el obispo había conocido en su visita pastoral y que ya había antes comunicado al rey. Dice que'' «se comete un gravísimo pecado mortal al robarles la natural libertad que Dios les dio y el rey les conservó».''<ref>CEBALLOS GARCÍA, MANUEL J., «El primer Sínodo de Yucatán. Espíritu y legislación del III Concilio Mexicano», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI» vol. I, 491.</ref><br />
<br />
<br />
Poco más adelante, en Chile, está el Sínodo de Concepción, celebrado en 1744 por el obispo Pedro Felipe de Azúa, en que se tiene una valiente y decidida denuncia de los males que afectaban a los indios, por parte de los españoles, y los remedios que el obispo proponía. Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y en la defensa que hizo el obispo ante el Consejo de Indias, se contiene una muy valiosa documentación que explica mucho más todavía la difícil condición en que vivían los indios.<ref>OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 281-354.</ref>Por último, el rey aprobó este Sínodo en 1748, cuando Azúa ya estaba de arzobispo en Santa Fe (Bogotá). Es de un gran valor conocer este Sínodo para entender cómo se mantenían esos antiguos problemas y cómo los obispos no descansaban en la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
A través de estos Sínodos -que dista mucho de ser un panorama más o menos completo de los Sínodos de entonces- se puede ver la constante preocupación de los obispos en cuando a procurar de verdad una sociedad integrada, fraternal y cristiana. En los Sínodos hay un gran material para conocer cuánto luchaban los obispos por esta causa derivada de la misma evangelización.<ref>El Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1670 por el obispo Diego de Hurnanzoro debió ser un testimonio extraordinario en este sentido si tenemos en cuenta la abundantísima correspondencia suya con el rey, precisamente por la defensa de los indios. Lamentablemente este obispo desistió de imprimir el Sínodo para emplear más bien su costo en los pobres. Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «El Cuarto Sínodo de Santiago», en «Boletín de la Academia Chilena de la Historia» N. 94 (1983), 153-170</ref><br />
<br />
<br />
'''5. Las proyecciones del monarca español'''<br />
<br />
<br />
Cuando se leen las disposiciones del monarca español, desde Isabel la Católica en adelante, acerca del tratamiento a los naturales de Indias y de sus derechos y, especialmente, lo relativo a la evangelización de los mismos, resulta sorprendente ver su coincidencia con lo que los Sumos Pontífices, obispos y misioneros pretendían en esas mismas materias. Sin embargo, la realidad resultaba diversa en Indias y, por eso, los Papas apelaban al rey solicitando se cumplieran sus ordenanzas, al igual que hacían los obispos en sus cartas al rey. <br />
<br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» mandadas a imprimir y publicar por Carlos II,<ref>Quinta edición. Madrid, 1841.</ref>se podría hacer un tratado extensísimo sobre esta materia. Por esto, nos limitaremos a unos pocos textos que son suficientes para conocer esas proyecciones del monarca español para construir en Indias una sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
Isabel la Católica, en su testamento, «al rey mi señor» indicaba «a la princesa mi hija y al príncipe su marido» -entre otras muchas cosas importantes, después de la evangelización- ''«y no consientan ni den lugar a que los indios y moradores de dichas Islas y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes: mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de dicha concesión nos es inyungido y mandado».'' <br />
<br />
<br />
En efecto, porque antes había recordado: «nuestra principal intención fue al tiempo que lo suplicamos al papa Alejandro VI que nos hizo la dicha concesión de procurar inducir y traer los pueblos dellas, y los convertir a nuestra santa fe católica, y enviar a las dichas Islas y Tierra Firme, prelados y religiosos, clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios para instruir los vecinos y moradores de ellas a la fe católica, y los doctrinar y enseñar buenas costumbres... » (Libro N, Título Diez, Ley Primera). <br />
<br />
<br />
Esta fue la tónica siguiente de los monarcas, que explicitaron ese mandato del testamento de Isabel la Católica, que ya en vida lo había expresado. El Libro N, Título Diez de la Recopilación se titula «Del buen tratamiento de los indios». Será suficiente ir transcribiendo el contenido de algunas de estas leyes para comprender el propósito, desde los comienzos, que la evangelización debía expresarse también en el reconocimiento de la dignidad de los naturales de estas tierras y de sus derechos: <br />
<br />
<br />
- Ley II. Felipe II. Que el buen tratamiento de los indios sea de forma que no dejen de servir y ocuparse.<ref>Esta es parte de una Instrucción. Y se lee al comienzo: «Grandes daños, agravios y opresiones reciben los indios en sus personas y haciendas de algunos españoles, corregidores, religiosos y clérigos con todo género de trabajo con que los desfrutan por su aprovechamiento, y como personas miserables no hacen resistencia ni defensa ... y las justicias que los debían amparar, o no lo saben ... o lo toleran y consienten por sus particulares intereses, contra toda razón cristiana y política, y conservación de nuestros vasallos»</ref><br />
<br />
<br />
- Ley III. Felipe II, 1563 y 1580. Felipe III, 1635. Que los virreyes se informen si son mal tratados los indios, y castiguen a los culpados. <br />
<br />
<br />
- Ley IV. Carlos V, 1523. El príncipe gobernador, 1543, Felipe II, 1582. Felipe III, 1620. Que las justicias procedan contra culpados en malos tratamientos, y los castiguen severamente. <br />
<br />
<br />
- Ley V. Felipe II, 1595. Que se atienda mucho cómo acuden los corregidores al buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley VI. Felipe II, 1582. Felipe III. Que todos los ministros y residentes en las Indias procuren el buen tratamiento de sus naturales.<br />
<br />
<br />
- Ley VII. Felipe II, 1596. Que los prelados informen siempre del estado, tratamiento y doctrina de los indios conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II, 1582. Que se guarden las leyes y provisiones sobre que los curas y religiosos tratan bien a los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley XVIII. Felipe II, 1562. Que los indios de señorío, siendo agraviados, se puedan quejar en las audiencias. <br />
<br />
<br />
- Ley XIX. Carlos V, 1536. Que el negro que maltrate a indio sea castigado conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley XX. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios de Chile que sirvieren sean bien tratados y adoctrinados. <br />
<br />
<br />
- Ley XXI. Felipe II, 1595. Que los delitos contra indios sean castigados con mayor rigor que contra españoles. <br />
<br />
<br />
- Ley XII. Felipe II, 1582. Que donde no cesaren los agravios hechos a indios se avise, para que vaya visitador. <br />
<br />
- Ley XXIII. Carlos II y la reina gobernadora. Que se guarde lo ordenado sobre el buen tratamiento de los indios por cláusula del rey, escrita de su real mano, y las leyes dadas.<ref>Ahí se decía: «Habiendo tenido el rey don Felipe IV, nuestro padre y señor. .. noticia de los malos tratamientos que reciben los indios en obrajes de paños, sin plena libertad (y a veces encarcelados y con prisiones) ni facultad de salir a sus casas, y acudir a sus mujeres, hijos y labores... fue servido de resolver que se guardasen las leyes dadas sobre prohibir y modificar el servicio personal, y añadió de su real mano la cláusula siguiente... ». Y al final, se alude a la Ley XXXVI, título Nueve de este mismo Libro: Carlos V y la emperatriz gobernadora, 1532. Que los encomenderos juren que tratarán bien a los indios.</ref><br />
<br />
<br />
En el Libro II, título II «Del consejo real, y junta de guerra de Indias», se contienen diversas leyes en el mismo sentido anterior. Por ejemplo: <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el principal cuidado del Consejo sea la conversión de los indios y poner ministros suficientes para ella. <br />
<br />
<br />
- Ley IX. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el Consejo provea lo conveniente para el buen tratamiento de los indios. <br />
Al tratar de las pacificaciones, en el libro IV, Título Cuarto: <br />
- Ley I. Felipe II. Que para hacer la pacificación precedan las diligencias de esta ley.<ref>« ... Para mejor conseguir la pacificación de los naturales de Indias ... procuren atraerlos a su amistad con mucho amor y caricia ... sin codicia ... y asienten amistad, y alianza con los señores y principales ».</ref><br />
<br />
<br />
- Ley II. Que hecha amistad con los naturales se les predique la santa fe conforme a lo dispuesto.<ref>«Usando de los medios más suaves que parecieren para aficionarlos a que quieran ser enseñados, y no comiencen a reprenderles sus vicios, ni idolatrías, ni les quiten las mujeres, ni ídolos, porque no se escandalicen, ni les cause extrañeza la doctrina cristiana... ».</ref><br />
<br />
- Ley V. Carlos V, 1526. Que los clérigos y religiosos que fueren a descubrimientos, procuren el buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
- Ley VIII. Carlos V, 1523. Que no se consienta que a los indios se les haga guerra, mal, ni daño, ni se les tome cosa alguna sin paga. <br />
En el Libro VI, el Título Primero se titula «De los indios». Allí se encuentra otro gran repertorio para lo que venimos tratando: <br />
- Ley I. Felipe II, 1580. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios sean favorecidos y amparados por las justicias eclesiásticas y seculares. <br />
<br />
- Ley II. Fernando V y doña Juana, 1514. Felipe II y la princesa gobernadora, 1556. Que los indios se puedan casar libremente, y ninguna orden real lo impida.<br />
<br />
- Ley XXII. Carlos V y el príncipe gobernador, 1551. Que los indios puedan criar toda especie de ganado, mayor y menor. <br />
<br />
- Ley XXIV. Carlos V, 1521, 1523 1534. Que entre indios y españoles haya comercio libre a contento de las partes. <br />
<br />
- Ley XXXII. Felipe II, 1580. Que los indios tengan libertad en sus disposiciones. <br />
<br />
- Ley XXXVI. Felipe II, 1594, Felipe IV, 1637 y 1640. Que no se pueda vender vino a los indios.<ref>Este fue un tema continuamente propuesto por los obispos en los abusos contra los indios. P.e. en el II Concilio de Lima, en el Sínodo de Concepción del obispo Azúa, 1744, etc.</ref><br />
El título II del mismo Libro VI, se titula «De la libertad de los indios», y allí se encuentran ordenanzas muy importantes para el tema de una sociedad integrada: <br />
- Ley I. Carlos V, 1526, 1530, 1532, 1540, 1542 y 1548. Que los indios sean libres y no sujetos a servidumbre. <br />
<br />
- Ley II. Carlos V y el cardenal Tavera, 1541. Que sean castigados los encomenderos que vendieren a sus indios. <br />
<br />
- Ley VII. Felipe III, 1618. Que en Tucumán y Río de la Plata no se vendan ni compren los indios que llaman de rescate. <br />
<br />
- Ley VIII. Que la prohibición de esclavitud se extienda con los indios aprisionados en Malocas. <br />
<br />
- Ley XI. Felipe III, 1609. Que los indios no se presten ni se enajenen por ningún título, ni pongan en las ventas de las haciendas. <br />
<br />
- Ley XIV. Felipe III, 1608. Felipe IV, 1625, 1662, 1663. Carlos II y la reina gobernadora. Sobre la libertad de los indios en Chile, y que a ella sean restituidos. <br />
<br />
- Ley XVI. Carlos II, 1679. Revalida las órdenes de libertad de los indios, y da nueva providencia en los de Chile.<ref>La Ley XIV era muy importante, porque respondía a una situación después de un gran alzamiento de los indios en eL sur de Chile. Esta Ley XIV es también una gran defensa de esos indios. Y, dice la Nota de la Ley XIV en la «Recopilación», que la Leyes XIV y XVI se mandaron guardar por Cédula de 17 de Enero de 1726, después del gran alzamiento de 1723.</ref><br />
<br />
El Título III del Libro IV se titula «De las reducciones y pueblos de indios», que en 29 leyes se provee siempre a la libertad y dignidad de los indios. No añadiremos más referencias, porque es suficiente con lo transcrito hasta aquí.<ref>En el Título Diez y Seis, que se titula «De los indios de Chile», se contienen muy interesantes datos respecto de este reino. El Título Diez y Siete se titula «De los indios de Tucumán, Paraguay y Rio de la Plata».</ref><br />
<br />
Aparece clara la posición de la monarquía española respecto de los indios, desde Isabel la Católica en adelante. Lo que también se trasluce en las repetidas ordenanzas reales era que esa posición de la corona apenas se cumplía en Indias. Y ésta es una pregunta que permanece abierta hasta el día de hoy. <br />
<br />
<br />
'''6.- La incorporación de los laicos'''<br />
<br />
<br />
Desde un principio se trató de incorporar a los laicos de Indias, naturales de esas tierras, en el proceso de la evangelización. Ya se tiene una explícita mención a este hecho en 1526, cuando el obispo Sebastián Ramírez de Fuenleal, que entonces presidía la Audiencia de Santo Domingo, postulaba que la evangelización debía hacerse por los mismos indios, porque «la conversión y doctrina de esa gente se hará cómo y por quién debe hacérseles.<ref>Cfr. Guarda OSB, Gabriel. «El apostolado seglar en la cristianización de América: La institución de los fiscales» en «Historia» 7 (1968). Este artículo está presente en el desarrollo de esta materia.</ref><br />
<br />
<br />
Así fue extendiéndose más y más este convencimiento, en algunas partes de que debían ser los propios indios quienes pudieran evangelizar a sus semejantes, y más aún hasta oficiar los sacramentos, lo que exigía, por consiguiente, la ordenación sacerdotal de los naturales. Pero, aquí tratamos sólo de los laicos. <br />
<br />
Para preparar esa incorporación de los laicos se habían abierto colegios para indígenas, desde 1502, de parte de los franciscanos y dominicos y, más tarde, en 1591, los franciscanos obtuvieron del virrey de México trasladar familias tlaxcaltecas, ya cristianas, para evangelizar a los chichimecas. Muchas iniciativas hubo en este campo. Se fue perfilando, poco a poco, instituir algunos laicos indios para encargarse de los demás naturales tanto en la policía como en el servicio religioso. <br />
<br />
Especialmente esto fue haciéndose más práctico, en el terreno religioso, en el virreinato del Perú. Y en el primer Concilio de Lima (1551-1552), se estableció que los sacerdotes o los caciques pudieran nombrar a dos fiscales o alguaciles en cada pueblo, los cuales tengan cuenta de todos los indios e indias cristianos, grandes y pequeños, y de los nombres de ellos, y de los casados, y de ver los que vuelven a sus ritos y costumbres, y dar de ello razón al sacerdote. (Constitución 12). También, más claramente, establece el Concilio que los misioneros dejarán en los pueblos «dos o tres muchachos de los que trajeren consigo bien adoctrinados para proseguir la doctrina de los muchachos cada día, y de los demás indios e indias dos días cada semana y todos los domingos y fiestas de guardar» (Constitución 40).<ref>Vid. O. c. 206-207.</ref><br />
<br />
Estos fiscales eran especialmente adoctrinados para que, a su vez, pudieran cum¬plir siempre mejor su servicio religioso a los demás en los pueblos. Se les solía reunir periódicamente con este objetivo. En el II Concilio de Lima (1567-1568), en la Constitución 118 y también en el III (1582-1583) en la Constitución 89, se vuelve sobre los fiscales, de manera que cuiden no sólo de erradicar la idolatría sino especialmente de velar por la moral pública, las buenas costumbres, cuidar a los enfermos asistiéndoles espiritual y corpo-ralmente, y, cuando faltare el sacerdote, enseñar la doctrina. <br />
<br />
A fines del siglo XVI, la institución de los fiscales se había extendido por casi to¬das las secciones de Indias. Su nombre, en algunas partes, continuaba siendo el de al¬guacil, como se lee en el Sínodo de Santa Fe (Bogotá), de 1556, del obispo Fray Juan de los Barrios; y el obispo Fray Luis Zapata de Cárdenas, también de Santa Fe, dispone en su «Catecismo» en 1576, que esos fiscales o alguaciles se preparen para sus tareas apostólicas en una especie de internado. <br />
<br />
Así en Chile, ya en 1587 -después del III Concilio de Lima- se tienen datos en la diócesis de La Imperial de la existencia de estos fiscales, y en Santiago en 1593. Y en el Sínodo de Santiago de 1626, del obispo Francisco González de Salcedo, también, claramente se habla de este oficio en la Constitución IV del Capítulo II.<br />
<br />
Más y más se arraigó esta institución de los fiscales y en Chile, en el Sínodo de Fray Bernardo de Carrasco, obispo de Santiago, en 1688, en la Constitución I del Capítulo IX, se habla de los deberes de los fiscales, para hacer rezar a los indios cada día, antes de sus trabajos y repetir el Catecismo: «y para esto tendrán señalado por el cura un Fiscal, que las sepa con expedición, para que esta diligencia satisfagan a la primera obligación de Encomenderos, y Tutores de estos cristianos nuevos…». Es decir, ya existían de mucho antes los fiscales y simplemente ahí se recuerdan sus obligaciones. <br />
<br />
En México hubo hasta mártires entre los fiscales, como el caso de Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, el 14 de Septiembre de 1700, en San Francisco de Caxones. Y lo del Sínodo de Carrasco también se lee en el Sínodo de Concepción de 1744, del obispo Pedro Felipe de Azúa y en el de Santiago de 1763 del obispo Manuel de Alday. Pudiéramos seguir multiplicando los ejemplos y baste decir que esta institución llegó hasta nuestros días en algunos lugares, como en Chiloé, región austral de Chile, y en los pueblos aymarás del norte de Chile, donde tienen el nombre de «fabriqueros». <br />
<br />
Lo importante es hacer notar que en el proyecto de una sociedad integrada, desde la evangelización, se cuidó incorporar en el culto religioso a los naturales para desempeñar ese servicio a sus connaturales y que era reconocido tanto por las autoridades eclesiásticas como por las civiles. <br />
<br />
La evangelización no podía conducir sino a una expresión de los grandes mandamientos del amor fraterno, en la medida expuesta por Jesucristo Nuestro Señor en los Evangelios y que la predicaron los Apóstoles y la entrega la Iglesia Católica. Llevada al plano social dicha enseñanza debía producir una sociedad integrada entre evangelizadores y evangelizados. El rey de España había recibido el encargo de evangelizar el Nuevo Mundo y, por esto mismo, debía coincidir en un proyecto de una sociedad integrada por el reconocimiento de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, con todo 10 que ello implica. <br />
Por esto, hemos visto en el magisterio de los Sumos Pontífices la aplicación del Evangelio a la situación de Indias y más allá la reivindicación de esa doctrina en la práctica, al conocer los Papas que eran violados los derechos de los indios o desconocidos. Es una permanente afirmación que hicieron ellos, como se ha examinado someramente en el primer siglo de la evangelización. <br />
<br />
Los obispos, personalmente, y en Concilios y Sínodos, fueron coherentes por completo con las enseñanzas de los Papas y tuvieron que enfrentarse, de continuo, con las autoridades españolas locales para que se reconocieran los derechos de los indios y se los respetaran. Ellos, en sus propios territorios tenían que alcanzar esa integración de todos en la sociedad. Y se ha visto, en los documentos citados, cómo trabajaban en tal sentido. Lo propio hacían los misioneros religiosos y del clero diocesano. <br />
Es importante destacar igualmente el proyecto que tenía el monarca español acerca de esta sociedad integrada, como consecuencia o postulado, mejor, de la mis¬ma evangelización. Los textos referidos de los reyes, a partir de Isabel la Católica, son en esa línea, que continuamente los reyes están vindicando, porque sabían que no se llevaba a la práctica. Y castigan severamente las violaciones a esos derechos e insistían en la vigilancia de su cumplimiento. <br />
La incorporación de naturales laicos en la evangelización como es el caso de los fiscales -no hemos aludido a las organizaciones de laicos como eran las cofradías,<br />
<br />
<br />
'''III LA REALIDAD ALCANZADA'''<br />
<br />
<br />
La evangelización no podía conducir sino a una expresión de los grandes mandamientos del amor fraterno, en la medida expuesta en los Evangelios por Jesucristo Nuestro Señor, y que la predicaron los Apóstoles y la entrega la Iglesia Católica. Llevada al plano social dicha enseñanza debía producir una sociedad integrada entre evangelizadores y evangelizados. El rey de España había recibido el encargo de evangeli¬zar el Nuevo Mundo y, por esto mismo, debía coincidir en un proyecto de una sociedad integrada por el reconocimiento de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, con todo lo que ello implica. <br />
<br />
Por esto, hemos visto en el magisterio de los Sumos Pontífices la aplicación del Evangelio a la situación de Indias y más allá la reivindicación de esa doctrina en la práctica, al conocer los Papas que eran violados o desconocidos los derechos de los indios. Es una permanente afirmación que hicieron ellos, como se ha examinado someramente en el primer siglo de la evangelización. <br />
<br />
Los obispos, personalmente, y en Concilios y Sínodos, fueron coherentes por completo con las enseñanzas de los Papas y tuvieron que enfrentarse, de continuo, con las autoridades españolas locales para que se reconocieran los derechos de los indios y se los respetaran. Ellos, en sus propios territorios tenían que alcanzar esa integración de todos en la sociedad. Y se ha visto, en los documentos citados, cómo trabajaban en tal sentido. Lo propio hacían los misioneros religiosos y del clero diocesano. <br />
<br />
<br />
<br />
Es importante destacar igualmente el proyecto que tenía el monarca español acerca de esta sociedad integrada, como consecuencia o postulado, mejor, de la misma evangelización. Los textos referidos de los reyes, a partir de Isabel la Católica, son en esa línea que continuamente los reyes están vindicando, porque sabían que no se llevaba a la práctica. Y castigan severamente las violaciones a esos derechos e insistían en la vigilancia de su cumplimiento. <br />
<br />
<br />
La incorporación de naturales laicos en la evangelización como es el caso de los fiscales -no hemos aludido a las organizaciones de laicos como eran las cofradías, en las que se contaban de indios y de negros- indica un ejemplo de esa voluntad integradora del proyecto de sociedad en Indias. <br />
<br />
<br />
En líneas generales había una coincidencia plena entre el magisterio de los Sumos Pontífices y de los reyes de España, y en la acción pastoral de los obispos se pueden reconocer muchos gestos importantes y difíciles frente a las circunstancias que sufrían los indígenas que eran avalados enteramente por los monarcas españoles. <br />
<br />
<br />
Por otra parte, había una comunicación entre los Papas y los reyes en ese primer siglo en que estudiamos el magisterio y disciplina de los Papas. Los reyes eran destina¬tarios de todos esos documentos, a veces directamente y las otras veces porque los documentos pontificios pasaban a través de ellos, por el Patronato que los implicaba, como en la erección de diócesis, etc. Las diferencias eran en cuanto al régimen que pretendían mantener los reyes en sus manos y para lo que fueron ganando terreno cada vez más y distanciando al Papa de sus fieles de Indias, en ese sentido. <br />
<br />
Todos estos elementos debían haber producido en la práctica, en la historia, el proyecto de sociedad integrada, pero no fue así. La realidad alcanzada dista mucho del objetivo de esa sociedad. Pero algo se obtuvo y es importante reconocerlo: a) Estuvo siempre vigente el modelos de sociedad de los Papas, en los reyes de España, en los obispos -personalmente y en acciones colegiales como Concilios y Sínodos- y también entre los misioneros; b) Siempre que esa integración era deteriorada o atacada o desconocida no faltaron las denuncias y hasta los castigos, civiles y eclesiásticos, aunque no siempre podían llevarse a la práctica; e) Hubo esfuerzos muy importantes para esa integración, como fueron las reducciones de pueblos, en algunas secciones de América -y se piensa inmediatamente en las misiones jesuitas de Paraguay- y, poco a poco, se fue abriendo paso el sentido de fraternidad y respeto entre los evangelizadores y evangelizados y hacia quienes no admitían el Evangelio. La segunda mitad del siglo XVIII presenta una realidad mucho mejor en este sentido que en los tiempos anteriores, en diversas partes de América. <br />
<br />
<br />
Muy importante también es considerar que cuando se gestan los movimientos de Independencia, desde finales del siglo XVIII y a principios del siglo XIX, se tiene el ideal de una sociedad integrada en que todos son iguales, y muchos de sus líderes se reconocen como descendientes de legendarios héroes indígenas. Es decir, aflora un aprecio hacia ellos. <br />
<br />
<br />
Por razones culturales, principalmente, los indígenas no tuvieron, como hecho social, una acción protagónica en la Independencia y hasta hubo secciones en que demostraron estar más vinculados al régimen español que al nuevo que nacía allí. La esclavitud fue rápidamente abolida en las naciones nuevas, aún mientras estaban en proceso de independencia, como en Chile en 1813. <br />
<br />
<br />
Un hecho muy elocuente de un acercamiento a una sociedad integrada fue el mestizaje, o sea la unión entre españoles e indias que fue configurando como una nueva etnia, que se fue ampliando más y más a través de los siglos. Y de una cierta discriminación inicial hacia los mestizos, paulatinamente fueron ocupando un lugar activo en la sociedad, de manera que en los tiempos republicanos fueron reconocidos iguales que los demás. Diversa fue la situación con los africanos y sus descendientes, pues no hubo, como hecho social, un cruce racial ni con indígenas ni con españoles. <br />
<br />
<br />
La realidad alcanzada, a pesar de que la sociedad integrada era una exigencia del Evangelio y estaba en la mente de los dirigentes de estas naciones en el plano religioso y político, fue escasa en sus resultados, pero permaneció siempre como un objetivo, un ideal que alcanzar, según se comprueba documentalmente de manera irrefutable. <br />
<br />
Por otra parte, aun en los regímenes de mayores libertades cívicas siempre sub¬sisten discriminaciones o segregaciones, pues esa miseria humana de desconocer los derechos de otros o de mantenerlos muy distantes para que los puedan practicar acompaña -lamentablemente- a todas las sociedades humanas. El desafío de una sociedad integrada a partir de la evangelización continúa siendo un gran desafío, para la Iglesia y para los pueblos. <br />
<br />
<br />
=='''REFLEXIÓN FINAL'''==<br />
<br />
<br />
La intervención de Alejandro VI en el proceso de descubrimiento del Nuevo Mundo se hizo en razón de la evangelización de esas nuevas tierras, los Sumos Pontífices, en el primer siglo de dicha evangelización participaron activamente con su magisterio y sus orientaciones y disciplina eclesiástica. Su primera gran afirmación fue enseñar la igualdad entre todos los hombres y que los indígenas eran iguales que los europeos, seres racionales y capaces de recibir la fe cristiana. <br />
<br />
De ahí derivaba el respeto a sus derechos como persona. Aquí viene, entonces, la segunda gran afirmación, que fue la defensa de los indios cuando eran maltratados por los es¬pañoles, y en esta defensa involucraron a los obispos, que ya la habían asumido, pero los Papas la encargaron también explícitamente. Esta defensa resultaba igualmente una exigencia para la misma evangelización, porque en esos abusos la evangelización, o no era recibida o si hubiera sido acogida incitaba a separarse de ella. Y la tercera gran afirmación de los Sumos Pontífices fue hacer valer su oficio pastoral, ya demos¬trado antes, con la vigilancia e intervención que querían tener directamente en Indias por medio de un Nuncio Apostólico dependiente directamente de ellos. <br />
<br />
Hasta hubo el proyecto de crear en Roma una especial Congregación en la Curia Romana para la conversión de los indígenas. Con estas continuadas afirmaciones, los Papas ayudaban a realizar un proyecto de sociedad integrada en esos nuevos dominios españoles. <br />
<br />
Permanece la pregunta por qué, con la comunicación tan frecuente con el rey de España, fue tan escasa la influencia positiva de los Papas en ese proceso de formar una sociedad integrada. Una parte de la respuesta puede ser que el rey de España fue, poco a poco, impidiendo más y más la directa comunicación del Sumo Pontífice con los obispos y con los fieles de Indias. Y otra parte de la respuesta está en que las mis¬mas ordenanzas de los reyes, coincidentes con las de Roma, no eran acogidas en la práctica, y más aún eran repetida y gravemente desobedecidas. <br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» sorprende cómo el rey estaba informado de los abusos que allí se daban y cómo era proporcionada su reacción para corregirlos, y, sin embargo, la situación de dichos abusos no se modificaba. De esta manera, el proyecto de una sociedad integrada quedaba sólo en un plan ideal, como un objetivo que muy difícilmente se iba alcanzando. De verdad, en América se vivía en otro mundo. Pero, esos ideales de los Papas y de los reyes permanecieron siempre vivos para realizarse cuando lo permitieran las cambiantes situaciones de la Historia. <br />
<br />
En América, quienes daban lucha por alcanzar ese proyecto eran los obispos y misioneros y también algunos laicos importantes, pero éstos muy poco numerosos y de menos influencia todavía. Pero esa batalla estuvo siempre vigente, aun con sus lu¬ces y sombras. La permanencia de situaciones tan difíciles y tristes par los indígenas deja de manifiesto cómo la suerte de los más pobres queda siempre postergada, a pesar de los esfuerzos tan repetidos y de tan alto nivel como era el caso de los Papas frente a los reyes de España y de éstos ante sus ministros de Indias. <br />
<br />
Allí se percibe una debilidad en la forma de acoger la evangelización, pues no alcanzaba a llegar a sus consecuencias sociales. Esto era claramente percibido por muchos pastores, como fray Diego de Humanzoro, obispo de Santiago de Chile, y así lo exponía en sus cartas a la reina gobernadora en el siglo XVII. <br />
<br />
Por esto, el llamado de los últimos Santos Padres a una nueva evangelización advierte, en el plano social, por la experiencia vivida anteriormente en el esfuerzo de hacer una sociedad integrada, que el Evangelio debe traducirse también en la vida cívica y especialmente en servicio de los más pobres.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
'''MONS. CARLOS OVIEDO CAVADA, O. DE M. '''</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=430464EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-21T15:53:50Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio'' «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima»'' (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la ''«Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo»,'' con seis ordenanzas. <br />
<br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
Este tipo de Sínodos se repetirá a lo largo del período hispano, como en Yucatán en 1722, celebrado por el obispo Juan Gómez de Parada, en que se tiene una gran defensa de los indios, que el obispo había conocido en su visita pastoral y que ya había antes comunicado al rey. Dice que'' «se comete un gravísimo pecado mortal al robarles la natural libertad que Dios les dio y el rey les conservó».''<ref>CEBALLOS GARCÍA, MANUEL J., «El primer Sínodo de Yucatán. Espíritu y legislación del III Concilio Mexicano», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI» vol. I, 491.</ref><br />
<br />
<br />
Poco más adelante, en Chile, está el Sínodo de Concepción, celebrado en 1744 por el obispo Pedro Felipe de Azúa, en que se tiene una valiente y decidida denuncia de los males que afectaban a los indios, por parte de los españoles, y los remedios que el obispo proponía. Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y en la defensa que hizo el obispo ante el Consejo de Indias, se contiene una muy valiosa documentación que explica mucho más todavía la difícil condición en que vivían los indios.<ref>OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 281-354.</ref>Por último, el rey aprobó este Sínodo en 1748, cuando Azúa ya estaba de arzobispo en Santa Fe (Bogotá). Es de un gran valor conocer este Sínodo para entender cómo se mantenían esos antiguos problemas y cómo los obispos no descansaban en la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
A través de estos Sínodos -que dista mucho de ser un panorama más o menos completo de los Sínodos de entonces- se puede ver la constante preocupación de los obispos en cuando a procurar de verdad una sociedad integrada, fraternal y cristiana. En los Sínodos hay un gran material para conocer cuánto luchaban los obispos por esta causa derivada de la misma evangelización.<ref>El Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1670 por el obispo Diego de Hurnanzoro debió ser un testimonio extraordinario en este sentido si tenemos en cuenta la abundantísima correspondencia suya con el rey, precisamente por la defensa de los indios. Lamentablemente este obispo desistió de imprimir el Sínodo para emplear más bien su costo en los pobres. Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «El Cuarto Sínodo de Santiago», en «Boletín de la Academia Chilena de la Historia» N. 94 (1983), 153-170</ref><br />
<br />
<br />
'''5. Las proyecciones del monarca español'''<br />
<br />
<br />
Cuando se leen las disposiciones del monarca español, desde Isabel la Católica en adelante, acerca del tratamiento a los naturales de Indias y de sus derechos y, especialmente, lo relativo a la evangelización de los mismos, resulta sorprendente ver su coincidencia con lo que los Sumos Pontífices, obispos y misioneros pretendían en esas mismas materias. Sin embargo, la realidad resultaba diversa en Indias y, por eso, los Papas apelaban al rey solicitando se cumplieran sus ordenanzas, al igual que hacían los obispos en sus cartas al rey. <br />
<br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» mandadas a imprimir y publicar por Carlos II,<ref>Quinta edición. Madrid, 1841.</ref>se podría hacer un tratado extensísimo sobre esta materia. Por esto, nos limitaremos a unos pocos textos que son suficientes para conocer esas proyecciones del monarca español para construir en Indias una sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
Isabel la Católica, en su testamento, «al rey mi señor» indicaba «a la princesa mi hija y al príncipe su marido» -entre otras muchas cosas importantes, después de la evangelización- ''«y no consientan ni den lugar a que los indios y moradores de dichas Islas y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes: mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de dicha concesión nos es inyungido y mandado».'' <br />
<br />
<br />
En efecto, porque antes había recordado: «nuestra principal intención fue al tiempo que lo suplicamos al papa Alejandro VI que nos hizo la dicha concesión de procurar inducir y traer los pueblos dellas, y los convertir a nuestra santa fe católica, y enviar a las dichas Islas y Tierra Firme, prelados y religiosos, clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios para instruir los vecinos y moradores de ellas a la fe católica, y los doctrinar y enseñar buenas costumbres... » (Libro N, Título Diez, Ley Primera). <br />
<br />
<br />
Esta fue la tónica siguiente de los monarcas, que explicitaron ese mandato del testamento de Isabel la Católica, que ya en vida lo había expresado. El Libro N, Título Diez de la Recopilación se titula «Del buen tratamiento de los indios». Será suficiente ir transcribiendo el contenido de algunas de estas leyes para comprender el propósito, desde los comienzos, que la evangelización debía expresarse también en el reconocimiento de la dignidad de los naturales de estas tierras y de sus derechos: <br />
<br />
<br />
- Ley II. Felipe II. Que el buen tratamiento de los indios sea de forma que no dejen de servir y ocuparse.<ref>Esta es parte de una Instrucción. Y se lee al comienzo: «Grandes daños, agravios y opresiones reciben los indios en sus personas y haciendas de algunos españoles, corregidores, religiosos y clérigos con todo género de trabajo con que los desfrutan por su aprovechamiento, y como personas miserables no hacen resistencia ni defensa ... y las justicias que los debían amparar, o no lo saben ... o lo toleran y consienten por sus particulares intereses, contra toda razón cristiana y política, y conservación de nuestros vasallos»</ref><br />
<br />
<br />
- Ley III. Felipe II, 1563 y 1580. Felipe III, 1635. Que los virreyes se informen si son mal tratados los indios, y castiguen a los culpados. <br />
<br />
<br />
- Ley IV. Carlos V, 1523. El príncipe gobernador, 1543, Felipe II, 1582. Felipe III, 1620. Que las justicias procedan contra culpados en malos tratamientos, y los castiguen severamente. <br />
<br />
<br />
- Ley V. Felipe II, 1595. Que se atienda mucho cómo acuden los corregidores al buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley VI. Felipe II, 1582. Felipe III. Que todos los ministros y residentes en las Indias procuren el buen tratamiento de sus naturales.<br />
<br />
<br />
- Ley VII. Felipe II, 1596. Que los prelados informen siempre del estado, tratamiento y doctrina de los indios conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II, 1582. Que se guarden las leyes y provisiones sobre que los curas y religiosos tratan bien a los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley XVIII. Felipe II, 1562. Que los indios de señorío, siendo agraviados, se puedan quejar en las audiencias. <br />
<br />
<br />
- Ley XIX. Carlos V, 1536. Que el negro que maltrate a indio sea castigado conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley XX. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios de Chile que sirvieren sean bien tratados y adoctrinados. <br />
<br />
<br />
- Ley XXI. Felipe II, 1595. Que los delitos contra indios sean castigados con mayor rigor que contra españoles. <br />
<br />
<br />
- Ley XII. Felipe II, 1582. Que donde no cesaren los agravios hechos a indios se avise, para que vaya visitador. <br />
<br />
- Ley XXIII. Carlos II y la reina gobernadora. Que se guarde lo ordenado sobre el buen tratamiento de los indios por cláusula del rey, escrita de su real mano, y las leyes dadas.<ref>Ahí se decía: «Habiendo tenido el rey don Felipe IV, nuestro padre y señor. .. noticia de los malos tratamientos que reciben los indios en obrajes de paños, sin plena libertad (y a veces encarcelados y con prisiones) ni facultad de salir a sus casas, y acudir a sus mujeres, hijos y labores... fue servido de resolver que se guardasen las leyes dadas sobre prohibir y modificar el servicio personal, y añadió de su real mano la cláusula siguiente... ». Y al final, se alude a la Ley XXXVI, título Nueve de este mismo Libro: Carlos V y la emperatriz gobernadora, 1532. Que los encomenderos juren que tratarán bien a los indios.</ref><br />
<br />
<br />
En el Libro II, título II «Del consejo real, y junta de guerra de Indias», se contienen diversas leyes en el mismo sentido anterior. Por ejemplo: <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el principal cuidado del Consejo sea la conversión de los indios y poner ministros suficientes para ella. <br />
<br />
<br />
- Ley IX. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el Consejo provea lo conveniente para el buen tratamiento de los indios. <br />
Al tratar de las pacificaciones, en el libro IV, Título Cuarto: <br />
- Ley I. Felipe II. Que para hacer la pacificación precedan las diligencias de esta ley.<ref>« ... Para mejor conseguir la pacificación de los naturales de Indias ... procuren atraerlos a su amistad con mucho amor y caricia ... sin codicia ... y asienten amistad, y alianza con los señores y principales ».</ref><br />
<br />
<br />
- Ley II. Que hecha amistad con los naturales se les predique la santa fe conforme a lo dispuesto.<ref>«Usando de los medios más suaves que parecieren para aficionarlos a que quieran ser enseñados, y no comiencen a reprenderles sus vicios, ni idolatrías, ni les quiten las mujeres, ni ídolos, porque no se escandalicen, ni les cause extrañeza la doctrina cristiana... ».</ref><br />
<br />
- Ley V. Carlos V, 1526. Que los clérigos y religiosos que fueren a descubrimientos, procuren el buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
- Ley VIII. Carlos V, 1523. Que no se consienta que a los indios se les haga guerra, mal, ni daño, ni se les tome cosa alguna sin paga. <br />
En el Libro VI, el Título Primero se titula «De los indios». Allí se encuentra otro gran repertorio para lo que venimos tratando: <br />
- Ley I. Felipe II, 1580. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios sean favorecidos y amparados por las justicias eclesiásticas y seculares. <br />
<br />
- Ley II. Fernando V y doña Juana, 1514. Felipe II y la princesa gobernadora, 1556. Que los indios se puedan casar libremente, y ninguna orden real lo impida.<br />
<br />
- Ley XXII. Carlos V y el príncipe gobernador, 1551. Que los indios puedan criar toda especie de ganado, mayor y menor. <br />
<br />
- Ley XXIV. Carlos V, 1521, 1523 1534. Que entre indios y españoles haya comercio libre a contento de las partes. <br />
<br />
- Ley XXXII. Felipe II, 1580. Que los indios tengan libertad en sus disposiciones. <br />
<br />
- Ley XXXVI. Felipe II, 1594, Felipe IV, 1637 y 1640. Que no se pueda vender vino a los indios.<ref>Este fue un tema continuamente propuesto por los obispos en los abusos contra los indios. P.e. en el II Concilio de Lima, en el Sínodo de Concepción del obispo Azúa, 1744, etc.</ref><br />
El título II del mismo Libro VI, se titula «De la libertad de los indios», y allí se encuentran ordenanzas muy importantes para el tema de una sociedad integrada: <br />
- Ley I. Carlos V, 1526, 1530, 1532, 1540, 1542 y 1548. Que los indios sean libres y no sujetos a servidumbre. <br />
<br />
- Ley II. Carlos V y el cardenal Tavera, 1541. Que sean castigados los encomenderos que vendieren a sus indios. <br />
<br />
- Ley VII. Felipe III, 1618. Que en Tucumán y Río de la Plata no se vendan ni compren los indios que llaman de rescate. <br />
<br />
- Ley VIII. Que la prohibición de esclavitud se extienda con los indios aprisionados en Malocas. <br />
<br />
- Ley XI. Felipe III, 1609. Que los indios no se presten ni se enajenen por ningún título, ni pongan en las ventas de las haciendas. <br />
<br />
- Ley XIV. Felipe III, 1608. Felipe IV, 1625, 1662, 1663. Carlos II y la reina gobernadora. Sobre la libertad de los indios en Chile, y que a ella sean restituidos. <br />
<br />
- Ley XVI. Carlos II, 1679. Revalida las órdenes de libertad de los indios, y da nueva providencia en los de Chile.<ref>La Ley XIV era muy importante, porque respondía a una situación después de un gran alzamiento de los indios en eL sur de Chile. Esta Ley XIV es también una gran defensa de esos indios. Y, dice la Nota de la Ley XIV en la «Recopilación», que la Leyes XIV y XVI se mandaron guardar por Cédula de 17 de Enero de 1726, después del gran alzamiento de 1723.</ref><br />
<br />
El Título III del Libro IV se titula «De las reducciones y pueblos de indios», que en 29 leyes se provee siempre a la libertad y dignidad de los indios. No añadiremos más referencias, porque es suficiente con lo transcrito hasta aquí.<ref>En el Título Diez y Seis, que se titula «De los indios de Chile», se contienen muy interesantes datos respecto de este reino. El Título Diez y Siete se titula «De los indios de Tucumán, Paraguay y Rio de la Plata».</ref><br />
<br />
Aparece clara la posición de la monarquía española respecto de los indios, desde Isabel la Católica en adelante. Lo que también se trasluce en las repetidas ordenanzas reales era que esa posición de la corona apenas se cumplía en Indias. Y ésta es una pregunta que permanece abierta hasta el día de hoy. <br />
<br />
<br />
'''6.- La incorporación de los laicos'''<br />
<br />
<br />
Desde un principio se trató de incorporar a los laicos de Indias, naturales de esas tierras, en el proceso de la evangelización. Ya se tiene una explícita mención a este hecho en 1526, cuando el obispo Sebastián Ramírez de Fuenleal, que entonces presidía la Audiencia de Santo Domingo, postulaba que la evangelización debía hacerse por los mismos indios, porque «la conversión y doctrina de esa gente se hará cómo y por quién debe hacérseles.<ref>Cfr. Guarda OSB, Gabriel. «El apostolado seglar en la cristianización de América: La institución de los fiscales» en «Historia» 7 (1968). Este artículo está presente en el desarrollo de esta materia.</ref><br />
<br />
<br />
Así fue extendiéndose más y más este convencimiento, en algunas partes de que debían ser los propios indios quienes pudieran evangelizar a sus semejantes, y más aún hasta oficiar los sacramentos, lo que exigía, por consiguiente, la ordenación sacerdotal de los naturales. Pero, aquí tratamos sólo de los laicos. <br />
<br />
Para preparar esa incorporación de los laicos se habían abierto colegios para indígenas, desde 1502, de parte de los franciscanos y dominicos y, más tarde, en 1591, los franciscanos obtuvieron del virrey de México trasladar familias tlaxcaltecas, ya cristianas, para evangelizar a los chichimecas. Muchas iniciativas hubo en este campo. Se fue perfilando, poco a poco, instituir algunos laicos indios para encargarse de los demás naturales tanto en la policía como en el servicio religioso. <br />
<br />
Especialmente esto fue haciéndose más práctico, en el terreno religioso, en el virreinato del Perú. Y en el primer Concilio de Lima (1551-1552), se estableció que los sacerdotes o los caciques pudieran nombrar a dos fiscales o alguaciles en cada pueblo, los cuales tengan cuenta de todos los indios e indias cristianos, grandes y pequeños, y de los nombres de ellos, y de los casados, y de ver los que vuelven a sus ritos y costumbres, y dar de ello razón al sacerdote. (Constitución 12). También, más claramente, establece el Concilio que los misioneros dejarán en los pueblos «dos o tres muchachos de los que trajeren consigo bien adoctrinados para proseguir la doctrina de los muchachos cada día, y de los demás indios e indias dos días cada semana y todos los domingos y fiestas de guardar» (Constitución 40).<ref>Vid. O. c. 206-207.</ref><br />
<br />
Estos fiscales eran especialmente adoctrinados para que, a su vez, pudieran cum¬plir siempre mejor su servicio religioso a los demás en los pueblos. Se les solía reunir periódicamente con este objetivo. En el II Concilio de Lima (1567-1568), en la Constitución 118 y también en el III (1582-1583) en la Constitución 89, se vuelve sobre los fiscales, de manera que cuiden no sólo de erradicar la idolatría sino especialmente de velar por la moral pública, las buenas costumbres, cuidar a los enfermos asistiéndoles espiritual y corpo-ralmente, y, cuando faltare el sacerdote, enseñar la doctrina. <br />
<br />
A fines del siglo XVI, la institución de los fiscales se había extendido por casi to¬das las secciones de Indias. Su nombre, en algunas partes, continuaba siendo el de al¬guacil, como se lee en el Sínodo de Santa Fe (Bogotá), de 1556, del obispo Fray Juan de los Barrios; y el obispo Fray Luis Zapata de Cárdenas, también de Santa Fe, dispone en su «Catecismo» en 1576, que esos fiscales o alguaciles se preparen para sus tareas apostólicas en una especie de internado. <br />
<br />
Así en Chile, ya en 1587 -después del III Concilio de Lima- se tienen datos en la diócesis de La Imperial de la existencia de estos fiscales, y en Santiago en 1593. Y en el Sínodo de Santiago de 1626, del obispo Francisco González de Salcedo, también, claramente se habla de este oficio en la Constitución IV del Capítulo II.<br />
<br />
Más y más se arraigó esta institución de los fiscales y en Chile, en el Sínodo de Fray Bernardo de Carrasco, obispo de Santiago, en 1688, en la Constitución I del Capítulo IX, se habla de los deberes de los fiscales, para hacer rezar a los indios cada día, antes de sus trabajos y repetir el Catecismo: «y para esto tendrán señalado por el cura un Fiscal, que las sepa con expedición, para que esta diligencia satisfagan a la primera obligación de Encomenderos, y Tutores de estos cristianos nuevos…». Es decir, ya existían de mucho antes los fiscales y simplemente ahí se recuerdan sus obli¬gaciones. <br />
<br />
En México hubo hasta mártires entre los fiscales, como el caso de Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, el 14 de Septiembre de 1700, en San Francisco de Caxones. Y lo del Sínodo de Carrasco también se lee en el Sínodo de Concepción de 1744, del obispo Pedro Felipe de Azúa y en el de Santiago de 1763 del obispo Manuel de Alday. Pudiéramos seguir multiplicando los ejemplos y baste decir que esta institución llegó hasta nuestros días en algunos lugares, como en Chiloé, región austral de Chile, y en los pueblos aymarás del norte de Chile, donde tienen el nombre de «fabriqueros». <br />
<br />
Lo importante es hacer notar que en el proyecto de una sociedad integrada, des¬de la evangelización, se cuidó incorporar en el culto religioso a los naturales para desempeñar ese servicio a sus connaturales y que era reconocido tanto por las autori¬dades eclesiásticas como por las civiles. <br />
<br />
La evangelización no podía conducir sino a una expresión de los grandes manda¬mientos del amor fraterno, en la medida expuesta por Jesucristo Nuestro Señor en los Evangelios y que la predicaron los Apóstoles y la entrega la Iglesia Católica. Lleva¬da al plano social dicha enseñanza debía producir una sociedad integrada entre evan¬gelizadores y evangelizados. El rey de España había recibido el encargo de evangeli¬zar el Nuevo Mundo y, por esto mismo, debía coincidir en un proyecto de una sociedad integrada por el reconocimiento de la persona humana, creada a imagen y seme¬janza de Dios, con todo 10 que ello implica. <br />
Por esto, hemos visto en el magisterio de los Sumos Pontífices la aplicación del Evangelio a la situación de Indias y más allá la reivindicación de esa doctrina en la práctica, al conocer los Papas que eran violados los derechos de los indios o desconocidos. Es una permanente afirmación que hicieron ellos, como se ha examinado so¬meramente en el primer siglo de la evangelización. <br />
<br />
Los obispos, personalmente, y en Concilios y Sínodos, fueron coherentes por completo con las enseñanzas de los Papas y tuvieron que enfrentarse, de continuo, con las autoridades españolas locales para que se reconocieran los derechos de los indios y se los respetaran. Ellos, en sus propios territorios tenían que alcanzar esa integración de todos en la sociedad. Y se ha visto, en los documentos citados, cómo trabajaban en tal sentido. Lo propio hacían los misioneros religiosos y del clero diocesano. <br />
Es importante destacar igualmente el proyecto que tenía el monarca español acerca de esta sociedad integrada, como consecuencia o postulado, mejor, de la mis¬ma evangelización. Los textos referidos de los reyes, a partir de Isabel la Católica, son en esa línea, que continuamente los reyes están vindicando, porque sabían que no se llevaba a la práctica. Y castigan severamente las violaciones a esos derechos e insistían en la vigilancia de su cumplimiento. <br />
La incorporación de naturales laicos en la evangelización como es el caso de los fiscales -no hemos aludido a las organizaciones de laicos como eran las cofradías,<br />
<br />
<br />
'''III LA REALIDAD ALCANZADA'''<br />
<br />
<br />
La evangelización no podía conducir sino a una expresión de los grandes mandamientos del amor fraterno, en la medida expuesta en los Evangelios por Jesucristo Nuestro Señor, y que la predicaron los Apóstoles y la entrega la Iglesia Católica. Llevada al plano social dicha enseñanza debía producir una sociedad integrada entre evangelizadores y evangelizados. El rey de España había recibido el encargo de evangeli¬zar el Nuevo Mundo y, por esto mismo, debía coincidir en un proyecto de una sociedad integrada por el reconocimiento de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, con todo lo que ello implica. <br />
<br />
Por esto, hemos visto en el magisterio de los Sumos Pontífices la aplicación del Evangelio a la situación de Indias y más allá la reivindicación de esa doctrina en la práctica, al conocer los Papas que eran violados o desconocidos los derechos de los indios. Es una permanente afirmación que hicieron ellos, como se ha examinado someramente en el primer siglo de la evangelización. <br />
<br />
Los obispos, personalmente, y en Concilios y Sínodos, fueron coherentes por completo con las enseñanzas de los Papas y tuvieron que enfrentarse, de continuo, con las autoridades españolas locales para que se reconocieran los derechos de los indios y se los respetaran. Ellos, en sus propios territorios tenían que alcanzar esa integración de todos en la sociedad. Y se ha visto, en los documentos citados, cómo trabajaban en tal sentido. Lo propio hacían los misioneros religiosos y del clero diocesano. <br />
<br />
<br />
<br />
Es importante destacar igualmente el proyecto que tenía el monarca español acerca de esta sociedad integrada, como consecuencia o postulado, mejor, de la misma evangelización. Los textos referidos de los reyes, a partir de Isabel la Católica, son en esa línea que continuamente los reyes están vindicando, porque sabían que no se llevaba a la práctica. Y castigan severamente las violaciones a esos derechos e insistían en la vigilancia de su cumplimiento. <br />
<br />
<br />
La incorporación de naturales laicos en la evangelización como es el caso de los fiscales -no hemos aludido a las organizaciones de laicos como eran las cofradías, en las que se contaban de indios y de negros- indica un ejemplo de esa voluntad integradora del proyecto de sociedad en Indias. <br />
<br />
<br />
En líneas generales había una coincidencia plena entre el magisterio de los Sumos Pontífices y de los reyes de España, y en la acción pastoral de los obispos se pueden reconocer muchos gestos importantes y difíciles frente a las circunstancias que sufrían los indígenas que eran avalados enteramente por los monarcas españoles. <br />
<br />
<br />
Por otra parte, había una comunicación entre los Papas y los reyes en ese primer siglo en que estudiamos el magisterio y disciplina de los Papas. Los reyes eran destina¬tarios de todos esos documentos, a veces directamente y las otras veces porque los documentos pontificios pasaban a través de ellos, por el Patronato que los implicaba, como en la erección de diócesis, etc. Las diferencias eran en cuanto al régimen que pretendían mantener los reyes en sus manos y para lo que fueron ganando terreno cada vez más y distanciando al Papa de sus fieles de Indias, en ese sentido. <br />
<br />
Todos estos elementos debían haber producido en la práctica, en la historia, el proyecto de sociedad integrada, pero no fue así. La realidad alcanzada dista mucho del objetivo de esa sociedad. Pero algo se obtuvo y es importante reconocerlo: a) Estuvo siempre vigente el modelos de sociedad de los Papas, en los reyes de España, en los obispos -personalmente y en acciones colegiales como Concilios y Sínodos- y también entre los misioneros; b) Siempre que esa integración era deteriorada o atacada o desconocida no faltaron las denuncias y hasta los castigos, civiles y eclesiásticos, aunque no siempre podían llevarse a la práctica; e) Hubo esfuerzos muy importantes para esa integración, como fueron las reducciones de pueblos, en algunas secciones de América -y se piensa inmediatamente en las misiones jesuitas de Paraguay- y, poco a poco, se fue abriendo paso el sentido de fraternidad y respeto entre los evangelizadores y evangelizados y hacia quienes no admitían el Evangelio. La segunda mitad del siglo XVIII presenta una realidad mucho mejor en este sentido que en los tiempos anteriores, en diversas partes de América. <br />
<br />
<br />
Muy importante también es considerar que cuando se gestan los movimientos de Independencia, desde finales del siglo XVIII y a principios del siglo XIX, se tiene el ideal de una sociedad integrada en que todos son iguales, y muchos de sus líderes se reconocen como descendientes de legendarios héroes indígenas. Es decir, aflora un aprecio hacia ellos. <br />
<br />
<br />
Por razones culturales, principalmente, los indígenas no tuvieron, como hecho social, una acción protagónica en la Independencia y hasta hubo secciones en que demostraron estar más vinculados al régimen español que al nuevo que nacía allí. La esclavitud fue rápidamente abolida en las naciones nuevas, aún mientras estaban en proceso de independencia, como en Chile en 1813. <br />
<br />
<br />
Un hecho muy elocuente de un acercamiento a una sociedad integrada fue el mestizaje, o sea la unión entre españoles e indias que fue configurando como una nueva etnia, que se fue ampliando más y más a través de los siglos. Y de una cierta discriminación inicial hacia los mestizos, paulatinamente fueron ocupando un lugar activo en la sociedad, de manera que en los tiempos republicanos fueron reconocidos iguales que los demás. Diversa fue la situación con los africanos y sus descendientes, pues no hubo, como hecho social, un cruce racial ni con indígenas ni con españoles. <br />
<br />
<br />
La realidad alcanzada, a pesar de que la sociedad integrada era una exigencia del Evangelio y estaba en la mente de los dirigentes de estas naciones en el plano religioso y político, fue escasa en sus resultados, pero permaneció siempre como un objetivo, un ideal que alcanzar, según se comprueba documentalmente de manera irrefutable. <br />
<br />
Por otra parte, aun en los regímenes de mayores libertades cívicas siempre sub¬sisten discriminaciones o segregaciones, pues esa miseria humana de desconocer los derechos de otros o de mantenerlos muy distantes para que los puedan practicar acompaña -lamentablemente- a todas las sociedades humanas. El desafío de una sociedad integrada a partir de la evangelización continúa siendo un gran desafío, para la Iglesia y para los pueblos. <br />
<br />
<br />
=='''REFLEXIÓN FINAL'''==<br />
<br />
<br />
La intervención de Alejandro VI en el proceso de descubrimiento del Nuevo Mundo se hizo en razón de la evangelización de esas nuevas tierras, los Sumos Pontífices, en el primer siglo de dicha evangelización participaron activamente con su magisterio y sus orientaciones y disciplina eclesiástica. Su primera gran afirmación fue enseñar la igualdad entre todos los hombres y que los indígenas eran iguales que los europeos, seres racionales y capaces de recibir la fe cristiana. <br />
<br />
De ahí derivaba el respeto a sus derechos como persona. Aquí viene, entonces, la segunda gran afirmación, que fue la defensa de los indios cuando eran maltratados por los es¬pañoles, y en esta defensa involucraron a los obispos, que ya la habían asumido, pero los Papas la encargaron también explícitamente. Esta defensa resultaba igualmente una exigencia para la misma evangelización, porque en esos abusos la evangelización, o no era recibida o si hubiera sido acogida incitaba a separarse de ella. Y la tercera gran afirmación de los Sumos Pontífices fue hacer valer su oficio pastoral, ya demos¬trado antes, con la vigilancia e intervención que querían tener directamente en Indias por medio de un Nuncio Apostólico dependiente directamente de ellos. <br />
<br />
Hasta hubo el proyecto de crear en Roma una especial Congregación en la Curia Romana para la conversión de los indígenas. Con estas continuadas afirmaciones, los Papas ayudaban a realizar un proyecto de sociedad integrada en esos nuevos dominios españoles. <br />
<br />
Permanece la pregunta por qué, con la comunicación tan frecuente con el rey de España, fue tan escasa la influencia positiva de los Papas en ese proceso de formar una sociedad integrada. Una parte de la respuesta puede ser que el rey de España fue, poco a poco, impidiendo más y más la directa comunicación del Sumo Pontífice con los obispos y con los fieles de Indias. Y otra parte de la respuesta está en que las mis¬mas ordenanzas de los reyes, coincidentes con las de Roma, no eran acogidas en la práctica, y más aún eran repetida y gravemente desobedecidas. <br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» sorprende cómo el rey estaba informado de los abusos que allí se daban y cómo era proporcionada su reacción para corregirlos, y, sin embargo, la situación de dichos abusos no se modificaba. De esta manera, el proyecto de una sociedad integrada quedaba sólo en un plan ideal, como un objetivo que muy difícilmente se iba alcanzando. De verdad, en América se vivía en otro mundo. Pero, esos ideales de los Papas y de los reyes permanecieron siempre vivos para realizarse cuando lo permitieran las cambiantes situaciones de la Historia. <br />
<br />
En América, quienes daban lucha por alcanzar ese proyecto eran los obispos y misioneros y también algunos laicos importantes, pero éstos muy poco numerosos y de menos influencia todavía. Pero esa batalla estuvo siempre vigente, aun con sus lu¬ces y sombras. La permanencia de situaciones tan difíciles y tristes par los indígenas deja de manifiesto cómo la suerte de los más pobres queda siempre postergada, a pesar de los esfuerzos tan repetidos y de tan alto nivel como era el caso de los Papas frente a los reyes de España y de éstos ante sus ministros de Indias. <br />
<br />
Allí se percibe una debilidad en la forma de acoger la evangelización, pues no alcanzaba a llegar a sus consecuencias sociales. Esto era claramente percibido por muchos pastores, como fray Diego de Humanzoro, obispo de Santiago de Chile, y así lo exponía en sus cartas a la reina gobernadora en el siglo XVII. <br />
<br />
Por esto, el llamado de los últimos Santos Padres a una nueva evangelización advierte, en el plano social, por la experiencia vivida anteriormente en el esfuerzo de hacer una sociedad integrada, que el Evangelio debe traducirse también en la vida cívica y especialmente en servicio de los más pobres.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
'''MONS. CARLOS OVIEDO CAVADA, O. DE M. '''</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=CRISTIADA&diff=430458CRISTIADA2016-09-21T15:52:01Z<p>MGARCIA: /* Notas */</p>
<hr />
<div>[[CRISTIADA | La Cristiada]], llamada también Guerra Cristera o Guerra de los Cristeros, fue un conflicto armado que tuvo lugar entre los años 1926 y 1929 entre el Gobierno de México presidido por Plutarco Elías [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]], y el pueblo católico mexicano. El mayor historiador de este conflicto es el Doctor en Historia Jean Meyer<ref> Nació en Niza, Francia, en 1942. Obtuvo el grado de Maestro en la Universidad de la Sorbonne (1963) y el de doctor en la Universidad de Nanterre (1971). Ha sido profesor en la Sorbonne, en la Universidad de París, en el Colegio de México y el Colegio de Michoacán y en el Centro de Investigación y Docencia Económica. En el año 2000 fue nombrado miembro de la Academia Mexicana de Historia, ocupando el sillón 29. En 2011 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes por sus contribuciones al estudio historiográfico de México.</ref>quien describe a [[CRISTIADA | la Cristiada]] como la “Historia dramática y conmovedora de un pueblo que se siente agraviado en su fe y que, por tanto, desafía a un gobierno de hierro y a un ejército que lo aventaja en todos los terrenos menos en uno: el del sacrificio”.<ref>Meyer Jean, [[CRISTIADA | La Cristiada]]. El conflicto entre la Iglesia y el Estado. Clío, México, 1997, p 9</ref><br />
<br />
==Antecedentes==<br />
<br />
En México el conflicto entre la Iglesia y el Estado se remonta, cuando menos, a la época de la independencia; sin embargo los primeros gobiernos independientes conservaban la confesionalidad católica del Estado aunque impregnada del regalismo heredado del gobierno de los borbones; entonces los problemas entre el poder civil y el [[EVANGELIZACIÓN;_contribución_del_poder_temporal | poder temporal]] quedaban circunscritos a las élites de ambos poderes. Será hasta 1854 con la revolución de Ayutla –la cual encumbró en el gobierno a políticos que sostenían principios del liberalismo radical- cuando el conflicto empezó a involucrar a sectores más amplios de la sociedad. En el seno del Congreso que redactó la Constitución de 1857 surgieron voces jacobinas que acusaban a la Iglesia de ser la causante de todos los males de México. La Constitución de 1857 provocó la Guerra de '''Reforma''' y esta a su vez las llamadas [[MÉXICO._Reforma,_Guerra_y_Leyes_de | Leyes de Reforma]], mismas que llevaron a la separación hostil de la Iglesia y el Estado. Posteriormente durante el largo periodo del [[PORFIRISMO | porfirismo]], el Estado abandonó la hostilidad abierta hacia la Iglesia, pero otorgó carta de ciudadanía a un anticlericalismo moderado, así como al [[BRASIL;_Protestantismo | protestantismo]] anglosajón y al [[POSITIVISMO_EN_IBEROAMÉRICA | positivismo]].<br />
<br />
“Bajo el reinado de los liberales masones (1859-1910) la Iglesia había realizado una segunda evangelización, desarrollando los movimientos de acción cívica y social dentro del espíritu de León XIII"<ref>Meyer Jean, Historia de los cristianos en [[AMÉRICA_LATINA:_El_Término | América Latina]], Vuelta. México 1989, p. 231.</ref>. Existía pues en México un movimiento católico con profunda incidencia social. La revolución de 1910 encabezada por Francisco I. Madero también hizo a un lado la hostilidad del liberalismo decimonónico e incluso permitió la participación política de los católicos organizados en el [[MÉXICO._Partido_Católico_Nacional. | Partido Católico Nacional]]. En cambio la revolución desatada por Venustiano Carranza en 1914 convirtió el anticlericalismo en un anti-catolicismo virulento y sangriento, dando inicio a una persecución sistemática contra la Iglesia y contra el pueblo católico. El «caudillismo» de Carranza significó el triunfo de la facción masónica más radical que obviamente se volvió contra la Iglesia. "Sus hombres provenían del norte blanco, marcados por la «frontier» norteamericana, imbuidos del [[BRASIL;_Protestantismo | protestantismo]] y del capitalismo anglosajón, desconocían el viejo México mestizo, indio, católico. Para ellos la Iglesia encarnaba el mal, era (como decían): una mascarada pagana que no pierde ocasión de ganar dinero, aprovechándose de las leyendas más puras, ultrajando a la razón y a la virtud para llegar a sus fieles".<ref>Meyer Jean, Historia de los cristianos..., p. 232.</ref><br />
<br />
La revolución carrancista destruyó templos, seminarios, instituciones educativas, conventos, todas las obras católicas del ámbito social, económico y político; cometió sacrilegios nunca antes vistos en México; vejó y expulsó obispos y sacerdotes y produjo los primeros mártires del siglo XX mexicano. Como broche, la facción carrancista promulgó la Constitución de 1917?, la cual, al lado de algunos aciertos, contenía leyes totalmente hostiles hacia la religión católica y eliminaba jurídicamente la existencia de la Iglesia.<br />
<br />
En 1920 Venustiano Carranza, ya en funciones de Presidente Constitucional, sufrió un «golpe de estado» por sus propios aliados revolucionarios: el llamado grupo “de los sonorenses” conformado por Álvaro Obregón, Plutarco Elías [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] y Adolfo de la Huerta, quienes lanzaron contra Carranza el “Plan de Agua-prieta”, el cual culminó con el asesinato de Carranza; de ese modo “los sonorenses” se hicieron del poder político en México. El gobierno de Álvaro Obregón (1920-1924) fue anuncio de un recrudecimiento del jacobinismo gubernamental, y una bomba de dinamita colocada a los pies del ayate de San [[JUAN_DIEGO_CUAUHTLATOATZIN | Juan Diego]] con la Sagrada imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, fue el inicio de la tormenta que caería sobre la Iglesia y el pueblo católico mexicano. El 14 de Noviembre de 1921 había tenido lugar una ceremonia en la [[BASÍLICA_DE_GUADALUPE | Basílica de Guadalupe]]. Terminado el acto, el sacristán pasó unos momentos al presbiterio, llamado por los canónigos del santuario. En ese momento, de un grupo de obreros que estaban en el templo, se adelantó un individuo pelirrojo, vestido con un overol azul nuevo, a colocar rápidamente un ramo de flores ante la imagen original de Nuestra Señora de Guadalupe. Bajó y un momento después se produjo una tremenda explosión, que sacudió los muros de la Basílica: había estallado una bomba a los pies mismos de la imagen milagrosa.<br />
<br />
Luego del primer momento de estupor, los fieles reaccionaron y se dirigieron hacia el grupo de obreros, dispuestos a linchar al culpable. Entonces llegó el presidente municipal de la Villa, quien en esos momentos recibió una llamada telefónica del Presidente de la República, Gral. Álvaro Obregón, quien le encargó: "''Dé usted garantías al preso que acaban de detener. Yo mando por él''". El pelirrojo fue llevado a las oficinas municipales, custodiado por la policía para evitar que los católicos se le fueran encima. El pelirrojo, de nombre Luciano Pérez Carpio y empleado de la secretaría particular de Obregón, fue llevado al Ministerio Público donde se le puso en libertad “por falta de méritos”.<br />
<br />
De inmediato se acudió a observar qué había pasado con la imagen: se habían caído la cortina que cubre el cuadro, candeleros y floreros, y un pesado crucifijo de bronce que estaba sobre el altar se dobló hacia atrás por la explosión. El ayate de [[JUAN_DIEGO_CUAUHTLATOATZIN | Juan Diego]] donde está estampada la Virgen de Guadalupe no sufrió ningún daño, ni tampoco el cristal ordinario que la protegía del ambiente; cosa rara -¿milagrosa?- si consideramos que aun en edificios cercanos hubo vidrios rotos por la detonación.<br />
La comisión nombrada por los clérigos aclaró que el dispositivo explosivo fue un cartucho de dinamita marca Hércules de los que se usaban en las minas; fue colocado en el ángulo que forman las placas de mármol de la parte posterior del altar, entre éste y el marco de mármol en que estaba el cuadro con la imagen guadalupana. Se supo también que los obreros que habían protegido en el primer momento al sacrílego dinamitero no eran sino soldados disfrazados. Se supo en fin, que el presidente Obregón había preguntando repetidas veces a los empleados de su Secretaría Particular si no habría algún valiente que se animara a destruir la imagen guadalupana. El p. Jesús García Gutiérrez consigna también que hubo varias personas que oyeron decir a Obregón en un discurso -la primera vez que vino a México-, que no descansaría hasta limpiar a su caballo con el ayate de [[JUAN_DIEGO_CUAUHTLATOATZIN | Juan Diego]].<br />
<br />
El furor que despertó el sacrílego intento fue tremendo, los católicos pedían a gritos justicia, pero el procurador Eduardo Neri declaró -con enorme cinismo e hipocresía- que "''el acto en sí mismo no favorece más que al elemento clerical: ya políticamente porque éste aparece desempeñando, como otras veces lo ha hecho, el papel de víctima para ganarse la conmiseración pública; ya religiosamente, porque se explota un nuevo milagro; ya pecuniariamente, porque han encontrado, y quién sabe si no provocado, los Caballeros de Colón adláteres, una nueva base para organizar romerías que de seguro les dejarán fuertes cantidades de dinero. Estimo que todas las creencias religiosas merecen un respeto absoluto, pero que es repugnante utilizarlas para fines innobles.''". Así, justificando su inacción con hipótesis calumniosas, el procurador sencillamente no hizo nada. Al atentado en la Basílica siguieron otros hechos: banderas bolcheviques fueron izadas en las catedrales de Guadalajara y [[MORELIA;_Arte_Virreinal | Morelia]]; la expulsión del Delegado Apostólico monseñor Ernesto Filippi por el “delito” de haber bendecido la primera piedra del monumento a Cristo Rey en el cerro del Cubilete y el cese de todos los empleados públicos que habían adornado la fachada de sus casas con motivo del primer Congreso Eucarístico Nacional, mediante un decreto firmado por Obregón el 9 de octubre de 1924.<br />
<br />
==El proyecto de protestantización de México==<br />
<br />
El 30 de noviembre de 1924 tomó posesión de la Presidencia de la República el general Plutarco Elías [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]], otro de los sonorenses firmantes del “Plan de Agua-prieta” contra el presidente Carranza. Jacobino furibundo y fanático, afirmaba que no se podía ser al mismo tiempo un buen ciudadano y católico, puesto que su primera lealtad era Roma, además de que el catolicismo era incompatible con el progreso. [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] “dedica a la Iglesia un odio mortal y aborda la cuestión con espíritu apocalíptico; el conflicto que empieza en 1925 es para él la lucha final, el combate decisivo entre las tinieblas y la luz.”<ref>Meyer Jean. Historia de los cristianos… p. 232.</ref><br />
<br />
La clase política y pensadores de cuño liberal veían en el [[BRASIL;_Protestantismo | protestantismo]] una alternativa cultural al catolicismo para todo el Continente iberoamericano; había que empezar por México. La prensa lo fomenta, los gobiernos propician la venida de los pastores protestantes desde los Estados Unidos. En el proceso de "descatolización" pretenden seguir el ejemplo de la Revolución Francesa: piensan en una nueva "Constitución civil del clero" y en una "Iglesia Nacional independiente de Roma".<br />
<br />
Con la ayuda del líder de la Confederación Regional de Obreros Mexicanos (CROM) Luis Napoleón Morones, a quien otorgó la cartera de Industria, Comercio y Trabajo, en febrero de 1925 [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] intentó la creación de una iglesia cismática que, separada de Roma, canalizara la religiosidad de los mexicanos hacia la Revolución. Ésta estrategia había sido ya propuesta en 1916 durante las sesiones del Congreso Constituyente; ahora contaban para su puesta en práctica con un ex sacerdote que se había afiliado a la [[MASONERÍA_EN_URUGUAY | masonería]]: Joaquín Pérez Budajar, quien aceptó desempeñar el papel de “Papa” de la “Iglesia católica apostólica mexicana”. El gobierno entregó a esta iglesia el Templo de La Soledad en la ciudad de México para que fuera su sede. Pero lejos de captar “feligreses”, la iglesia cismática del “patriarca Pérez” encontró un firme y enérgico rechazo de parte de la población; el “patriarca” tuvo que ser protegido por la policía para evitar su linchamiento y el intento cismático terminó en un total y rotundo fracaso. <br />
<br />
Las logias propulsaron entonces la creación de una religión de tinte masónico y naturalista. Todo lo que no estaba cobijado bajo aquel techo fue marcado con la etiqueta de fanático (nos hallamos de nuevo ante el mismo lenguaje y ante los mismos pasos de los tiempos de la Revolución francesa). Se indica a la Iglesia católica, a su clero y a sus religiosos como responsables de todas las desgracias del país. Por eso se la persigue a muerte. "Yo soy un liberal de espíritu amplio, dijo [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] en un discurso electoral en 1924, que dentro de mi cerebro me explico todas las creencias y las justifico, porque las considero buenas por el programa moral que encierran. Yo soy enemigo de la casta sacerdotal...Yo declaro que respeto todas las religiones, y todas las creencias, mientras los ministros del culto no se mezclen en nuestras contiendas políticas con desprecio de nuestras leyes..."<ref>Citado en : Congregatio pro Causis Sanctorum: "Positio super martyrio..." del Beato [[PRO,_Miguel_Agustín | Miguel Agustín Pro]], Cittá del Vaticano 1989.</ref>.<br />
<br />
Lo que [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] quería decir lo expresó entonces el obispo mexicano de Huejutla, Monseñor Manriquez y Zárate, en una carta pastoral de 1926: "...el jacobinismo mexicano ha decretado dar muerte a la Iglesia Católica en nuestro país, arrancar de cuajo, si posible fuera, de la sociedad mexicana, toda idea católica".<br />
<br />
==La reacción cristiana popular==<br />
<br />
Lo que sí logró el intento cismático de [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] y Morones fue hacer ver a muchos laicos dirigentes de las organizaciones católicas, la urgente necesidad de organizarse para defender sus derechos ante la embestida jacobina que se les venía encima; alrededor de dieciocho personas pertenecientes a la [[CHILE;_la_acción_católica | Acción Católica]] de la Juventud Mexicana (ACJM), la Confederación Nacional Católica del Trabajo, la Unión de Damas Católicas Mexicanas, los Caballeros de Colón y la Adoración Nocturna, acordaron formar el 9 de marzo de 1925 la ''Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa''. Solo tres meses después de fundada, la Liga tenía trescientos mil socios dispersos en veintisiete estados. “En septiembre (1925), la Liga contaba más de un millón de miembros, ¡de los cuales 200 000 en el Distrito Federal! Estas cifras, exageradas, expresan un orden de grandeza aceptable: el terreno estaba preparado por diez años de anticlericalismo militante, y el escándalo cismático provocó la movilización.”<ref>Citado en : Congregatio pro Causis Sanctorum: "Positio super martyrio..." del Beato [[PRO,_Miguel_Agustín | Miguel Agustín Pro]], Cittá del Vaticano 1989.</ref><br />
<br />
Presentándose como una organización de carácter cívico-político, y por tanto ajena a la Jerarquía de la Iglesia, la Liga se estructuraba en un Comité Central, cuyo presidente era el abogado Rafael Ceniceros y Villareal, quien durante el gobierno de Francisco I. Madero había sido gobernador de Zacatecas por el [[MÉXICO._Partido_Católico_Nacional. | Partido Católico Nacional]]; tenía sus delegados regionales, jefes urbanos, jefes de manzana y jefes de [[CALLES,_Plutarco_Elías | calles]]; se sostenía por las cuotas de sus miembros y se dedicaba a organizar conferencias y reuniones en plazas, teatros, domicilios particulares, y a difundir hojas volantes. Su lema era “''Dios y mi derecho''” y tuvo una publicación periódica propia: ''David''.<br />
<br />
El alma de la Liga fue la ACJM y era natural que así ocurriese; fogueada y disciplinada, numerosa y presente en distintos puntos del país. Otro organismo importante que se sumó a la Liga fue la ''Unión Popular'', la cual a pesar de ser una agrupación circunscrita solamente al estado de Jalisco, estaba muy bien organizada y dirigida por el joven abogado [[GONZÁLEZ_FLORES,_Anacleto | Anacleto González Flores]]?. La Unión Popular aportó además la experiencia adquirida en 1919 durante la exitosa resistencia pacífica llevada a cabo contra la persecución religiosa que en Jalisco desató el gobernador José Guadalupe Zuno.<br />
<br />
Fracasado su proyecto cismático, el Presidente [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] envió al Congreso una ley para incluir como delitos penales (es decir, aquellos que se castigan con multa y cárcel) las infracciones a las disposiciones anticatólicas de las leyes constitucionales. La aprobación a la “ley [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]]” por un Congreso formado exclusivamente por diputados jacobinos fue publicada el 2 de julio de 1926 en el Diario Oficial , señalando el 1° de agosto como la fecha en que entraría en vigor. La Liga buscó impedir la aprobación de la ley [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] por medios legales, presentando al Congreso un memorándum apoyado por más de dos millones de firmas, documento que los diputados se negaron incluso a recibir. Agotados los medios legales y tomando la experiencia exitosa de la Unión Popular en Jalisco, la Liga decretó entonces un boicot económico que encontró una gran acogida entre la mayoría de la población del centro y occidente del país. Aunque el boicot afectó las finanzas públicas, [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] se negó a modificar un ápice su posición sectaria y jacobina; por el contrario, las logias masónicas a través del gran comendador del rito escocés Luis Manuel Rojas, le entregó al Presidente [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] la medalla al ''mérito masónico'' en el salón verde del Palacio Nacional.<br />
<br />
“El boicot había mostrado los límites de la acción de la Liga, frente a un gobierno resuelto a no ceder en nada, así como las deficiencias de su organización (…) Durante este periodo, la actividad de la Liga se redujo a la propaganda, a la defensa de los derechos, de las libertades y de las garantías, al boicoteo y al referéndum contra los artículos (constitucionales) 3, 5, 24, 27 y 130.”<ref>Meyer Jean. [[CRISTIADA | La Cristiada]]… p.70</ref><br />
<br />
==Clandestinidad de sacerdotes y religiosos==<br />
<br />
En abril de 1926 el Episcopado Mexicano preguntaba en su Carta pastoral colectiva:'' ¿Podrá cumplir la Iglesia con su misión divina poniéndosele tales limitaciones? ¿Podrá desarrollar su acción altamente civilizadora y profundamente caritativa si se le prohíbe disponer hasta de los elementos más indispensables para que exista?'' En junio, conociendo el proyecto de la Ley [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]], los obispos hicieron gestiones para impedir o modificar su contenido. [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] dijo entonces al arzobispo de [[MORELIA;_Arte_Virreinal | Morelia]], [[RUIZ_Y_FLORES,_Leopoldo | Leopoldo Ruiz y Flores]]: ''Sólo tienen ustedes dos caminos: o acudir al Congreso o tomar las armas''. El recurso del Congreso lo utilizaron infructuosamente los ciudadanos católicos, y a los obispos los diputados les dijeron que ellos no tenían ningún derecho ni alegar nada puesto que jurídicamente no existían. <br />
<br />
Agotados todos los intentos de diálogo, los obispos mexicanos se decidieron por un gesto único e inédito en los últimos siglos de la historia de la Iglesia: ¡suspender el culto ''público'' y cerrar todas las iglesias! Esta decisión del Episcopado mexicano fue comunicada a los sacerdotes y fieles mediante una nueva Carta Pastoral Colectiva fechada el 25 de julio de 1926 en la cual explicaban: ''“Colocados en la imposibilidad de ejercer nuestro sagrado ministerio sometido a las prescripciones de ese decreto (la ley [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]]), tras haber consultado a nuestro Santo Padre, Pío XI, que ha aprobado nuestra actitud, ordenamos que, a partir del 31 de julio del año en curso, y hasta nueva orden, todo acto de culto público que exija la intervención de un sacerdote quede suspendido en todas las iglesias de la República.”'' Conocida la decisión, largas filas de fieles se formaron en las iglesias para recibir alguno de los sacramentos, especialmente el de la reconciliación. A las doce de la noche del día 31 fue retirado el Santísimo Sacramento de todos los sagrarios; en algunos de ellos se puso una leyenda dramática: “''no está aquí''”. El domingo 1° de agosto, por primera vez en 400 años en México no se celebró la [[EUCARISTÍA;_distribución_a_los_indios | Eucaristía]] y en todas las regiones se percibía un duelo general. <br />
<br />
Como las restricciones que la ley [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] señalaba eran en relación al culto ''público'', el Episcopado suspendió éste, pero no el culto ''privado'' ya que supuestamente estaba fuera del control gubernamental. Sin embargo el gobierno sectario no se ciñó a sus propias leyes y la persecución se extendió también a los hogares, encarcelando y vejando a quienes eran sorprendidos celebrando un sacramento en un domicilio particular. Igualmente el gobierno no se ciño a la aplicación de las penas que señalaban las leyes; siguiendo el proceder que desde 1914 implementó la revolución carrancista?, las autoridades civiles pero sobre todo las militares, aplicaban arbitrariamente la pena que les viniera en gana, y frecuentemente ésta fue la pena de muerte.<br />
<br />
Dada la persecución anticatólica y las duras prohibiciones contra los sacerdotes, la mayor parte de ellos se retiró a la clandestinidad dedicándose a la asistencia de los fieles. A partir del 31 de julio de 1926 se dio a la caza a los sacerdotes para encarcelarlos y asesinarlos. Solamente desde 1926 a 1928 fueron asesinados por el Gobierno más de 55 sacerdotes detenidos durante el ejercicio de su ministerio. Entre ellos se encuentran los beatos p. [[PRO,_Miguel_Agustín | Miguel Agustín Pro]] y fray Elías del Socorro Nieves García O.S.A, así como 22 sacerdotes mártires beatificados en 1922<ref>Cfr. Mexicana...Michaëlis Augustini Pro Positio super Martyrio, 50-51; Mexicana. Beatificationis seu Declaratinis Martyrii Servorum Dei Christophori Magallanes et XXIV Sociorum in odium Fide, uti fertur interfectorum (+1915 - 1937). Positio super martyrio, Sacra Congregatio Pro Causis Sanctorum, P. N. 1407, III vol. Romae 1991.</ref>y canonizados durante el Jubileo del año 2000 por Juan Pablo II. Otros diez mártires encabezados por [[GONZÁLEZ_FLORES,_Anacleto | Anacleto González Flores]] fueron beatificados en el año 2005. Pero los sacerdotes mártires son muchos más. Los católicos asesinados se cuentan a centenares. Esta situación legal contrastaba poderosamente con la realidad sociológica de México: el pueblo mexicano se sentía católico hasta la médula. El constituyente de «Querétaro» fue derrotado por la gente sencilla que continuó profesando la fe cristiana. Se repitieron a millares los gestos conocidos de los católicos perseguidos durante la Convención francesa<ref>La novela de Graham Green, The Power and the Glory ("El poder y la gloria") (1940), describe los claro-oscuros de aquellos momentos y el misterio de la "gracia".</ref>.<br />
<br />
==Inicio de la lucha armada==<br />
<br />
Antes de los primeros levantamientos armados hubo varias acciones violentas, aunque no se les podrían catalogar como hechos de armas; tal fue el caso de los sucesos ocurridos el 3 de agosto de 1926 en el Santuario de Guadalupe en la ciudad de Guadalajara, donde el pueblo estaba posesionado del templo para evitar que cayera en manos del gobierno. En la noche de ese día llegaron a las inmediaciones del Santuario cincuenta soldados dando la orden de despejar la entrada y abrieron fuego contra las personas allí reunidas, pero los hombres se lanzaron contra los soldados con piedras, palos y cuchillos, y tras diez minutos de pelea obligaron a los militares a replegarse; estos recibieron refuerzos y con 250 hombres volvieron a cargar contra los defensores del Santuario. Jean Meyer recogió el relato de varios testigos: “''Las mujeres, en el interior de la iglesia, cantaban; fuera, en el atrio, hombres y mujeres combatían cuerpo a cuerpo con los soldados después de haberse arrojado sobre los fusiles. A las diez de la noche el ejército controlaba el jardín en torno de la Iglesia, pero ni esta ni el atrio. Para impedir la llegada de nuevos manifestantes, que afluían, con armas improvisadas de todas partes y llenaban ya la calle de Juan Álvarez, el ejército hizo ocupar las bocacalles y después evacuar las cuatro manzanas en torno del Santuario, disparando sobre los escasos transeúntes. A las seis de la mañana fue negociada la rendición con el general Ferreira: a las mujeres y los niños se les dejó partir, y los hombres (390) fueron conducidos al cuartel, a las aclamaciones de la población, que gritaba ¡Viva Cristo Rey!”'' En cuanto pudieron, muchos de los participantes en estos sucesos se remontarían a las montañas para defenderse por medio de las armas.<br />
<br />
La defensa por medio de las armas no fue resultado algún plan o estrategia; surgió de manera espontanea, dispersa y desorganizada, provocada por los excesos de la represión gubernamental contra algunas de las poblaciones católicas del medio rural. El primer grupo que se levantó en armas fue el de Pedro Quintanar tras el asesinato del padre Luis Batis y tres de sus feligreses ocurrido el 15 de agosto de 1926 en la pequeña población de Chalchihuites en el estado de Zacatecas. El día 29 de agosto, al frente de treinta hombres y al grito de ¡''Viva Cristo Rey''!, Quintanar cayó sobre la guarnición militar de Huejuquilla el Alto, Jalisco, derrotándola y tomando la plaza. Iniciaba así la ''guerra de los cristeros'', llamada también [[CRISTIADA | la Cristiada]]. El término «''cristeros''» fue acuñado por los callistas como un epíteto despectivo hacia los católicos que iban lo mismo al combate que al paredón con el grito en los labios de ¡Viva Cristo Rey! Pero lejos de sentirse insultados, los católicos tomaron para sí y con orgullo el título de «''cristeros''». Con ese nombre, exclusivo de los cristianos mexicanos, escribieron su nombre en la historia. La sublevación fue masiva y unánime en los pueblos del centro-oeste. Hombres, mujeres, niños confluían como para una peregrinación, seguros de obligar al gobierno a capitular. El ejército los recibió a tiros y con fuego de ametralladoras, y en el primer choque esos peregrinos dignos de acompañar a Pedro el Ermitaño se desbandaron".<ref>Meyer Jean, Historia de los cristianos..., 234.</ref><br />
<br />
Al levantamiento de Pedro Quintanar en Zacatecas siguieron otros igualmente espontáneos; en septiembre se levanto Luis Navarro, ex presidente municipal de Pénjamo, [[GUANAJUATO;_Arte_Virreinal | Guanajuato]], quien se adueñó y exterminó a la guarnición militar de esa localidad, y luego tomó la ciudad de La Piedad, Michoacán. En Durango se levantó Trinidad Mora, quien derrotó a un regimiento federal que se dirigía hacia Santiago Bayacora. El hecho más importante de esos primeros momentos fue que el general Rodolfo Gallegos, comandante desde 1918 de la zona militar de [[GUANAJUATO;_Arte_Virreinal | Guanajuato]], quien puesto ante la disyuntiva de combatir a los cristeros que empezaban a operar en su región o retirarse del mando, decidió encabezarlos; así el 31 de octubre tomaba la plaza de San José Iturbide. Sin embargo estos grupos actuaban totalmente desvinculados, sin un plan en común, en medio de graves carencias materiales y con un armamento sumamente pobre y variado. Su fuerza radicaba en su fe y en el conocimiento del terreno en que combatían.<br />
<br />
==El levantamiento armado y su moralidad.==<br />
<br />
Como señala Jean Meyer, la guerra fue una sorpresa para el Estado, que consideraba la religión como cosa de mujeres; pero fue también una sorpresa –bendita sorpresa- para la Liga que aceptaba la posibilidad del recurso de las armas pero que para nada tenía preparación alguna en ese sentido; fue también una sorpresa para los obispos que, puestos ante los hechos consumados de la persecución y los primeros grupos levantados en las montañas, predicaban la resistencia activa sólo por medios pacíficos, hasta el martirio si fuera necesario.<ref>Cf. Meyer Jean. [[CRISTIADA | La Cristiada]], …. p. 9</ref>Todavía el 1° de noviembre, el Comité Episcopal respondía mediante un boletín a las acusaciones gubernamentales de ser los obispos los jefes de las “partidas episcopales”. “''Casos hay en que los teólogos católicos autorizan no la rebelión sino la defensa armada contra la injusta agresión de un poder tiránico, después de agotados los medios pacíficos. El Episcopado no ha dado ningún documento en que declare que haya llegado, en México, ese caso.(…) Si algún católico, seglar o eclesiástico, siguiendo la doctrina citada, cree haber llegado el caso de la licitud de esa defensa, el episcopado no se hace solidario de esa resolución práctica''."<ref>L´Osservatore Romano, 1-III-1927, p.1</ref><br />
<br />
El problema de la licitud poseía una vertiente teórico-doctrinal y otra vertiente eminentemente práctica; ésta última era que si los obispos condenaban el movimiento, obligaban a los católicos a rendirse ipso facto a sus perseguidores, lo que significaba el exterminio casi seguro de ellos, o cuando menos de los dirigentes cristeros.La vertiente teórica se encontraba con el hecho de que en el siglo XIX “el Papa Gregorio XVI había reprobado la insurrección de los católicos polacos contra el Zar y, apenas unos años antes, el episcopado irlandés había condenado una insurrección de los católicos.Por ello tanto para la Liga como para los cristeros era muy importante dejar aclarado el tema acerca de la licitud moral del levantamiento armado.Es interesante notar que los mismos obispos buscaron apoyarse primero en la autoridad de la Santa Sede y, al no encontrar respuesta, en la de los teólogos más renombrados para orientar en una dirección o en otra la conducta de sus fieles levantados en armas.<br />
<br />
“Los legisladores que en 1917 plasmaron en la Constitución de México una serie de disposiciones tendientes a sofocar la acción de la Iglesia Católica, no entendieron que los ordenamientos legales injustos más que leyes son una perversión… y por ello mismo constituyen en sí mismos un acto de violencia contra el pueblo (…) El conflicto derivó en una lucha sangrienta debido a la actitud intransigente del presidente Plutarco Elías [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] (...) El ansia de paz, el bien del país, llevó a los obispos desde el inicio del conflicto a tolerar un orden legal tan adverso…con tal de que el gobierno declarara públicamente que el registro de los sacerdotes era sólo «una medida administrativa» con la que el gobierno no intentaba mezclarse en el dogma y en la disciplina interna de la Iglesia. La obcecación de [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] llegó al grado de no solo no aceptar esta mínima petición, sino ser él mismo en sugerir a los católicos, cerrados los recursos legales, que no quedaba otra vía que la de las armas.<br />
<br />
En Jalisco [[GONZÁLEZ_FLORES,_Anacleto | Anacleto González Flores]] y la Unión Popular intentaron por todos los medios evitar el recurso de las armas, optando solo por el de la resistencia pacífica, pero las autoridades de la Liga en la ciudad de México habían ya optado por la lucha armada considerando que los recursos pacíficos estaban del todo agotados y ordenaron a sus delegaciones que organizaran un movimiento armado; González Flores acató la decisión del Comité Central de la Liga pero personalmente él no tomó las armas. La Liga presentó al Comité Episcopal un memorándum en que pedían a los obispos cuatro acciones: a- no condenar el movimiento armado; b- sostener la unidad de acción mediante un mismo plan y un mismo caudillo; c- habilitar canónicamente vicarios castrenses; d- solicitar a los ricos católicos que suministraran fondos al movimiento. Los obispos contestaron afirmativamente sólo los dos primeros puntos; sobre el tercero no aceptaron nombrar vicarios castrenses pero dieron permiso a los sacerdotes que quisieran, ejercer su ministerio entre los levantados en armas; sobre el cuarto punto se negaron a solicitar a los ricos su apoyo económico, estimando esa acción como muy peligrosa.<br />
<br />
El 11 de febrero de 1927, Mons. José María González y Valencia, arzobispo de Durango desterrado en Roma, escribió una carta pastoral a los católicos de su arquidiócesis: “''Séanos ahora lícito romper el silencio sobre un asunto del cual nos sentimos obligados a hablar. Ya que en nuestra arquidiócesis muchos católicos han apelado al recurso de las armas…creemos de nuestro deber pastoral afrontar de lleno la cuestión y, asumiendo con plena conciencia la responsabilidad ante Dios y ante la historia, les dedicamos estas palabras: Nos nunca provocamos este movimiento armado. Pero una vez que, agotados todos los medios pacíficos, ese movimiento existe, a nuestros hijos católicos que anden levantados en armas por la defensa de sus derechos sociales y religiosos, después de haberlo pensado largamente ante Dios y de haber consultado a los teólogos más sabios de la ciudad de Roma, debemos decirles: Estad tranquilos en vuestras conciencias y recibid nuestras bendiciones''.”<ref>Meyer Jean. [[CRISTIADA | La Cristiada]]…. pp. 16-17</ref>Mons. Mora y del Río al momento de ser expulsado del país el 21 de abril de 1927 junto con los obispos que aún permanecían en México declaró al Secretario de Gobernación Adalberto Tejeda: “''Señor, el Episcopado no ha promovido ninguna revolución, pero ha declarado que los seglares católicos tienen el derecho innegable de defender por la fuerza los derechos inalienables que no pueden proteger por medios pacíficos.” Eso es rebelión, dijo Tejeda. “Esto no es rebelión; esta es legítima defensa contra la tiranía injustificable''”<ref>Meyer Jean. [[CRISTIADA | La Cristiada]]….p.21</ref>, contestó Mons. Mora. <br />
<br />
En Roma, S.S. Pío XI publicó el 18 de noviembre de 1926 su encíclica Iniquis afflictisque sobre la persecución a la Iglesia mexicana. En ella el Papa recordaba que con la Ley [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] promulgada el 2 de julio de ese año se estaban atropellando los derechos naturales más fundamentales; allí radicaba la injusticia radical de toda aquella legislación que analizaba minuciosamente, y luego lamentaba la persecución que se había generalizado a todo el pueblo de Dios: “''Sacerdotes y laicos, por los caminos y plazas, enfrente de las iglesias, han sido inmisericordemente asesinados''”. El Papa mostraba su admiración por el testimonio martirial que el pueblo católico de México estaba dando ante el mundo y nombraba a los diversos componentes del mismo, como los Caballeros de Colón, los jefes de la Liga, las damas, los jóvenes que ''“…han sido amarrados, conducidos por las [[CALLES,_Plutarco_Elías | calles]] en medio de pelotones de soldados, encerrados en prisiones inmundas, tratados ásperamente y castigados con penas y multas. Más aún, algunos de aquellos adolescentes y de aquellos jóvenes – y al decirlo- apenas podemos contener las lágrimas, con el rosario en la mano y aclamando a Cristo Rey han encontrado voluntariamente la muerte''.”<br />
<br />
Si bien todos los obispos reconocieron la licitud del movimiento, en la práctica varios siguieron predicando la resistencia pacífica y adoptaron una conducta más bien reprobatoria hacia la Liga y los cristeros; tal fue el caso de los obispos de Saltillo, Cuernavaca, Puebla, Chihuahua, Veracruz, Querétaro, Tabasco, [[MORELIA;_Arte_Virreinal | Morelia]] y Zamora. Sin apoyar al movimiento pero sin oponerse al mismo, dos obispos decidieron permanecer entre los feligreses de sus diócesis: Mons. [[OROZCO_Y_JIMÉNEZ,_Francisco | Francisco Orozco y Jiménez]]?, arzobispo de Guadalajara, y el anciano obispo de Colima Mons. Amador Velasco. Ocultos en las montañas o en las barrancas, disfrazados de campesinos o de arrieros, estos dos obispos permanecieron tres años entre su pueblo compartiendo sus temores y privaciones; la presencia de su prelado fue para los cristeros de Jalisco y Colima un valioso aliento en su lucha.<br />
<br />
==Desarrollo de la guerra==<br />
<br />
La participación de Liga en el movimiento armado fue marginal y pobre; lo más valioso que aportó fue el haber conseguido en julio de 1927 que el general Enrique Gorostieta, un antiguo militar de carrera, aceptara mediante el pago de tres mil pesos oro al mes, dirigir y organizar a los distintos grupos armados que se encontraban en pie de lucha. Gorostieta era liberal agnóstico y tenía poco afecto por la Iglesia, pero la convivencia con los cristeros le llevó a su conversión y al momento de su muerte, ocurrida en un combate en 1929, había ya abrazado con entusiasmo la causa de sus dirigidos; se volvió, a su manera, cristiano en medio de sus cristeros, a los que admiraba, sin indulgencia: “¿Con esta clase de hombres crees que podamos perder? ¡No, esta causa es santa y con estos defensores no es posible que se pierda!” Gorostieta informaba a la Liga en febrero de 1928 que San Martín de Bolaños, Totatiche, Huejuquilla, Mezquitic y Monte Escobedo se hallaban bajo el control absoluto de los municipios cristeros y bajo el amparo de las defensas sociales encargadas de proteger a la población mientras los regimientos, organizados por él, se hallaban en operaciones.<br />
<br />
Mientras el movimiento cristero se extendía, la Liga redactó una Constitución que sustituyera a la de 1917 y con la cual se pudiera instaurar un sistema político que en justicia conciliara las libertades políticas, sociales, económicas y religiosas de los mexicanos. El manuscrito de esa Carta Magna –ignorada hasta ahora por la historiografía- ha sido reproducido recientemente en ''Cuadernos del Archivo Histórico de la UNAM'' (N° 18) bajo el título ''La Constitución de los cristeros y otros documentos''. Esta Constitución debió ser redactada durante 1927, ya que se dio a conocer el 1° de enero de 1928; en ella se establecía que “La Nación mexicana continúa constituida en República representativa, democrática, federal” (Art. 3°) y que su gobierno estaría integrado por cuatro poderes: Judicial; Legislativo; Ejecutivo y Municipal (Art. 6°). Sobre el aspecto religioso –que en esos momentos era el centro del conflicto- establecía que los mexicanos tendrían absoluta libertad para profesar la religión que consideraran de su conveniencia, así como la libertad de culto y la propiedad de los inmuebles necesarios al mismo (Art. 31°). Adelantándose a su tiempo, la [[CONSTITUCIÓN_CRISTERA | Constitución cristera]] otorgaba a la mujer el derecho al voto. <br />
<br />
Para julio de 1927, es decir, a un año de su inicio, el movimiento cristero estaba consolidado en vastas zonas rurales del Occidente; cuando en ese momento el general Gorostieta se incorporó al mismo comprendió el carácter de guerra de guerrillas que los cristeros intuitivamente habían implementado, pero ahora el militar organizó a los distintos grupos dándoles método y orden. La “Guardia Nacional” por él organizada extendió su influencia rápidamente a los estados de Jalisco, Nayarit, [[AGUASCALIENTES | Aguascalientes]], Zacatecas, Querétaro y [[GUANAJUATO;_Arte_Virreinal | Guanajuato]], donde los cristeros controlaban la mayoría de las zonas rurales; situación semejante ocurría en los estados de Colima y Nayarit. El movimiento se extendió a principios de 1928 hacia los estados de Oaxaca, Guerrero, México, Morelos, Puebla y Tlaxcala, donde operaban numerosas partidas de cristeros que durante cortos periodos lograban tomar poblaciones medias y pequeñas, y cuando el ejército federal enviaba fuertes contingentes militares en su contra, se remontaban a las sierras para tomarlas nuevamente al menor descuido de los federales, a quienes causaban numerosas bajas capturándoles su armamento. Este fue el principal medio de los cristeros para hacerse de armas y municiones. <br />
<br />
El gobierno implementó entonces una política de “reconcentración”, la cual consistía en obligar por la fuerza a todos los habitantes de una región a concentrarse en una población a fin de dejar sin apoyo a los cristeros, pero esta política lo único que logró fue echarle más leña al fuego. A los sufrimientos que las reconcentraciones causaban a la población civil que se veía obligada a dejar sus casas, sus tierras y ganados padeciendo entonces hambre y frío, se sumaban los robos, asesinatos y vejaciones que los militares les infringían, por lo que muchos indecisos optaron por sumarse a los cristeros, provocando una segunda ola de alzamientos. Para los primeros meses de 1928 eran ya unos 25000 los cristeros en armas, y el ejército reconocía que entre enero y mayo de ese año había perdido a tres generales, 324 oficiales y 2892 soldados. El mayor Harold Thompson, agregado militar de la Embajada norteamericana y amigo de Obregón advertía la poca credibilidad de esas cifras gubernamentales que, decía, había que aumentar en diez mil más. A mediados de 1928 los cristeros no podían ya ser vencidos militarmente; pero el Gobierno federal y su ejército, apoyado por los Estados Unidos, tampoco.<br />
<br />
El 17 de julio de 1928 fue asesinado el general Álvaro Obregón por José de León Toral, un miembro de la Liga, durante un banquete en honor de Obregón que ese día había sido declarado nuevamente “presidente electo” (tras haber mandado asesinar a sus dos oponentes, los generales Serrano y Gómez), ahora para el periodo presidencial 1928-1932. Para llevar a cabo esa reelección, [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] y Obregón modificaron previamente la Constitución de 1917 que expresamente prohibía la reelección.<br />
<br />
==Los “arreglos” de 1929 y el final del conflicto armado==<br />
<br />
Al iniciarse el año de 1929 los combates se incrementaron por todas partes con frecuentes y sonados triunfos de los cristeros que incursionaban incluso en barrios periféricos de la ciudad de Guadalajara; para ese entonces eran ya más de cincuenta mil los cristeros en armas. Además el gobierno tuvo que hacer frente a un nuevo y grave problema: dos de los principales jefes del ejército federal, el general Gonzalo Escobar y el general Francisco Manzo, se levantaron en armas contra el gobierno arrastrando tras de sí a la mitad del ejército. La razón de ésta asonada militar la encontramos en el hecho de que [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] y Obregón siempre desconfiaron uno del otro, pero se necesitaban mutuamente para conservar el poder. El apoyo principal de [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] era la CROM y su líder Morones; el de Obregón era el ejército. Cuando Obregón fue asesinado, los militares no creyeron que su victimario León Toral hubiera actuado por ser un “fanático religioso” como lo llamó la prensa, sino un agente de la CROM que despejaría el camino para la perpetuación de [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] en el poder. Eso explica que, a diferencia del Padre Pro?, quien fue ejecutado sin juicio alguno, a León Toral se le siguiera un largo y puntual juicio público, pues [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] era el primer interesado en demostrar que León Toral era efectivamente un católico miembro de la Liga y no un agente callista. <br />
<br />
Ante la desaparición de Obregón, el todavía presidente [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] se vio obligado, en una junta con 32 generales del ejército celebrada el 5 de septiembre de 1928, a destituir a Luis Napoleón Morones como Secretario de Industria, Comercio y Trabajo, y a designar a un revolucionario neutral como presidente interino. [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] designó entonces al licenciado Emilio Portes Gil como presidente provisional. En efecto, Portes Gil era un abogado originario de Tamaulipas y un connotado miembro de la [[MASONERÍA_EN_URUGUAY | masonería]], pero no era militar ni pertenecía a la CROM. Poco antes de dejar la presidencia de la República, [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] se hizo designar “jefe máximo de la revolución”, y con ese título se situó, durante varios años más, por encima de los presidentes convirtiéndose así en “el poder tras el trono”. Esto fue lo que provocó en marzo de 1929 la rebelión de los generales Escobar y Manzo. <br />
<br />
Simultáneamente a la guerra cristera y a la rebelión escobarista, a mediados de 1929 se sumó una amenaza más para el gobierno de Portes Gil y [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]]: la campaña presidencial del licenciado [[VASCONCELOS_CALDERÓN,_José | José Vasconcelos]]. Dado que Portes Gil era presidente provisional, tenía que convocar a elecciones, y a ellas se presentó como candidato [[VASCONCELOS_CALDERÓN,_José | José Vasconcelos]], cuya popularidad era grande por haber sido colaborador de Francisco I. Madero, Rector de la Universidad Nacional de México, y Secretario de Educación Pública en el gabinete de Obregón. El licenciado Vasconcelos era un personaje carismático y un orador brillante que amenazaba seriamente el poder en manos de la “familia revolucionaria” encabezada por [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] y Portes Gil. Tal era la situación adversa que enfrentaba el gobierno en 1929, y en cuyo contexto se debe leer los “arreglos” que pusieron fin a la guerra de los cristeros.<br />
<br />
El gobierno encabezado por Emilio Portes Gil y el “jefe máximo” Plutarco Elías [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] se tambaleaba seriamente y fue nuevamente el gobierno norteamericano el que intervino para sacarlo a flote. Los Estados Unidos entregaron al gobierno mexicano mayor y mejor armamento, incluyendo un buen número de aviones militares; con ello la rebelión escobarista pudo ser fácilmente sofocada a tres meses de iniciada. <br />
<br />
La solución al movimiento cristero, que lejos de disminuir crecía cada día, fue planteada por el embajador de los Estados Unidos Dwight W. Morrow: era necesario entenderse con la Iglesia y él se ocuparía de ello. Los obispos mexicanos habían sido desterrados; dos permanecían ocultos en las montañas; algunos se encontraban en Roma, pero la mayoría se encontraban asilados en los Estados Unidos y era sencillo ponerse en comunicación con ellos; además estaba el hecho de que los asuntos de la Iglesia en México habían sido encomendados al Delegado Apostólico en Washington, Pedro Fumasoni Biondi. Y Morrow se advocó a “arreglar” la cuestión religiosa en México.<br />
<br />
Ya desde los primeros días de 1927 el Gral. Obregón había buscado una solución al conflicto religioso por medio del Lic. Mestre quien ofreció de palabra a Mons. Mora y del Río y a Mons. Valdespino, que si los obispos ordenaban la reanudación del culto público, a los pocos meses serían reformadas las leyes. El 23 de marzo de ese año Obregón se entrevistó en el Palacio de Chapultepec con el obispo de Zamora Mons. Manuel Fulcheri para insistir sobre lo mismo, y Mons. Fulcheri contestó que primero debían ser cambiadas las leyes. El general Obregón había sido desde 1914 el autor de las más despiadadas medidas persecutorias contra la Iglesia –incluyendo sacrilegios y el atentado contra la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe-, pero ante la perspectiva de su reelección le convenía reasumir la Presidencia con la nación pacificada. <br />
<br />
Sin embargo el 1° de abril fueron arteramente asesinados en Guadalajara [[GONZÁLEZ_FLORES,_Anacleto | Anacleto González Flores]]? y sus compañeros de martirio, los hermanos Vargas y Luis Padilla; el día 3 los siguieron en el martirio los hermanos Huerta, mientras un boletín del gobierno publicado en la prensa decía “tranquilidad absoluta en todo el territorio”. Ante la indignación por el asesinato de esos mártires de la fe y para desmentir ese boletín, el 19 de abril el grupo cristero del Padre Reyes Vega atacó un tren en el que murieron los 52 soldados de la escolta y 30 paisanos. [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] se vengó expulsando al arzobispo de México, Mons. Mora y del Río y a los demás obispos. Las tímidas y ambiguas proposiciones de Obregón fracasaron, lo que produjo satisfacción en el Presidente [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]], más intransigente que Obregón, y el gobierno intensificó la persecución religiosa.<br />
<br />
Sabiendo la Santa Sede de las vagas e inaceptables propuestas que Obregón había formulado, S.S. Pío XI dio instrucciones claras y precisas para que los obispos mexicanos pudieran entablar una negociación con el gobierno de México que llevara a un arreglo justo del conflicto religioso. Esas instrucciones comprendían nueve puntos entre los que destacan los siguientes: Que se exigieran credenciales auténticas y satisfactorias a los agentes del gobierno; que las proposiciones se hicieran por escrito y firmadas; que se advirtiera a los agentes del gobierno que era necesario un mes para dar respuesta a las proposiciones; que se pidiera a la Liga y a los demás obispos su dictamen por escrito de las proposiciones; que se enviara a la Santa Sede las proposiciones y los dictámenes de la Liga y los de cada obispo; y que se esperara la resolución del Papa.<br />
<br />
El embajador Morrow inició sus gestiones en los mismos Estados Unidos sirviéndose de algunas personalidades del mundo católico norteamericano, entre ellas el padre John Burke, Secretario de la National Catholic Welfare Council, y los [[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas | jesuitas]] Wilfrid Parsons y Edmund Walsh. Para sus gestiones Morrow encontró también la colaboración de dos obispos mexicanos que desde el principio del conflicto eran partidarios de llegar a unos arreglos a cualquier costo; ellos eran Mons. Pascual Díaz y Barreto, obispo de Tabasco, y Mons. [[RUIZ_Y_FLORES,_Leopoldo | Leopoldo Ruiz y Flores]], arzobispo de [[MORELIA;_Arte_Virreinal | Morelia]]. Conociendo otros obispos la posición de Mons. Pascual Díaz ante tan delicado asunto, algunos le manifestaron su oposición a unos arreglos –como los que proponía Obregón- que serían de hecho una claudicación. Así el arzobispo de Durango, González y Valencia, exiliado en Roma, le escribe a Mons. Díaz: “..la Santa Sede desecha de plano los famosos arreglos, que habrían sido nuestra suprema vergüenza.” En el mismo sentido también el obispo de San Luis Potosí, [[MORA_Y_DE_LA_MORA,_San_Miguel_de_la | Miguel de la Mora]], también escribió una larga carta. Pero la situación cambió con el asesinato de Obregón el 17 de julio de 1928; por la tarde de ese día, estaba programada una entrevista de Obregón con el embajador Morrow.<br />
<br />
Sin embargo Morrow no quitó el dedo del renglón; dos circunstancias venían a compensar sus planes: la primera era la proximidad de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, porque si la pacificación de México se lograba por medio del embajador, pondría en manos del Partido Republicano los votos de los católicos norteamericanos; la segunda fue la muerte del arzobispo de México, Mons. Mora y del Río ocurrida en el exilio el 22 de abril de 1928, y la elección del arzobispo de [[MORELIA;_Arte_Virreinal | Morelia]], [[RUIZ_Y_FLORES,_Leopoldo | Leopoldo Ruiz y Flores]] como nuevo presidente del Comité Episcopal. Por sugerencia de Morrow, el Padre Burke le escribe a [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] para proponerle una entrevista con el nuevo presidente de los obispos mexicanos; [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] acepta y los recibe el 28 de mayo de 1928 en un encuentro secreto. Después de ese encuentro, Mons. Ruiz y Flores parte a Roma para explicarle al Santo Padre las proposiciones de [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]], que no tenían más garantía que su palabra. <br />
<br />
Enterados del viaje y de las intenciones de Mons. Ruiz y Flores, la Liga, los Caballeros de Colón, la ACJM, la Confederación Católica del Trabajo, la Asociación de Padres de Familia y las Congregaciones Marianas le escriben un memorial a S.S. Pío XI, y un resumen del mismo, redactado como telegrama, es enviado al cardenal Secretario de Estado. El telegrama decía los siguiente: “Sábese fundadamente que perseguidores propagan arreglo con algunos prelados, mediante simple promesa ir derogando paulatinamente ley sectaria, previa reanudación culto público. Damos testimonio que pueblo católico escandalizarse pacto esas bases; juzgando universalmente perseguidores tratan sorprender benevolencia algunos prelados, fin esclavizar definitivamente Iglesia mexicana, pretexto malestar nacional…Imposible fiar de palabra hombres sin honor. Damos testimonio de que pueblo y sociedad, sinceros católicos, inclusive combatientes, prefieren continúe situación dolorosa y lucha con todas sus consecuencias…” La mayoría de los obispos coincidían con el parecer de este memorial, como lo señalan en un escrito fechado el 31 de mayo en San Antonio, [[TEXAS | Texas]], y dirigido a Mons. Pascual Díaz, quien se encontraba en Nueva York. <br />
<br />
El panorama en los inicios de 1929 arriba señalado obligo a [[CALLES,_Plutarco_Elías | Calles]] y Portes Gil a reanudar las gestiones iniciadas por Morrow para un posible arreglo del conflicto religioso, y nuevamente el embajador se avocó a ello. En febrero, la Secretaría de Gobernación ordena a los gobernadores de los Estados, que liberen a todos los sacerdotes que tuvieran presos. En mayo Portes Gil declara al periodista norteamericano Dubose que: “Los fanáticos…no han sido dirigidos, en mi opinión, sino por sacerdotes de ínfima categoría (…) con excepción de monseñor Orozco (…) Creo que es absolutamente imposible cargar a la Iglesia católica la responsabilidad de tales actos.”. El mismo día, en Washington, Monseñor Ruiz y Flores declara la total disponibilidad de la Iglesia a dialogar con el gobierno mexicano. El 3 de mayo, el periódico El Universal encabeza su edición son el siguiente título: Con buena voluntad de parte del Estado y de la Iglesia puede lograrse un acuerdo. <br />
<br />
El 7 de mayo los cristeros infringen una tremenda derrota al ejército federal en Tepatitlán, Jalisco; el 8 de mayo el presidente Portes Gil se felicita por las declaraciones del arzobispo Ruiz y Flores. A finales de ese mes de mayo, la Santa Sede nombra a monseñor [[RUIZ_Y_FLORES,_Leopoldo | Leopoldo Ruiz y Flores]] delegado apostólico ad referéndum para tratar con el gobierno mexicano la cuestión de la libertad religiosa. El 2 de junio, el Gral. Enrique Gorostieta, comandante de la Guardia Nacional, cae en una emboscada en Atotonilco el Alto, Jalisco; al frente del movimiento cristero lo sustituirá el Gral. Jesús degollado Guízar. <br />
<br />
A principios del mes de junio sale de San Luis, Missouri un tren hacia la frontera de México; en el convoy va enganchado el vagón especial del embajador Morrow y con él viajan los obispos [[RUIZ_Y_FLORES,_Leopoldo | Leopoldo Ruiz y Flores]] y Pascual Díaz y Barreto. Al cruzar la frontera el vagón del embajador es enganchado a otro tren que viaja a la ciudad de México, pero poco antes de llegar a su destino, los dos obispos se bajan en la estación de Tacuba. Allí los recoge un automóvil que los traslada a la casa del señor Agustín Legorreta. Es esa casa no van a hablar ni a recibir a nadie; ni siquiera a su hermano en el episcopado Mons. [[MORA_Y_DE_LA_MORA,_San_Miguel_de_la | Miguel de la Mora]], quien intentará tres veces ser recibido por ellos sin lograrlo nunca. Finalmente, el 12 y 13 de junio se entrevistan con el Presidente portes Gil. El día 21 de junio de 1929, Portes Gil y los dos obispos acuerdan verbalmente los “arreglos” en base a las propuestas redactadas por el embajador Morrow, y al día siguiente son publicados por la prensa mexicana. Portes Gil hizo unas promesas: amnistía a los “rebeldes” sublevados (los cristeros); restitución de las iglesias, obispados y parroquias, y su palabra de honor (¿) de no volver atrás; los obispos se comprometían a reanudar el culto público y a solicitar a los cristeros que depusieran las armas. Aceptaron además el exilio del arzobispo de Guadalajara, Mons. Orozco, y el no regreso a México de Mons. [[MANRÍQUEZ_Y_ZÁRATE,_José_de_Jesús | José de Jesús Manríquez y Zárate]], obispo de Huejutla. La Iglesia cumplió, el Gobierno no.<br />
<br />
Aquellos “arreglos”, mentirosos en su raíz y en las intenciones gubernamentales de quienes los suscribían, repetían las bases propuestas en mayo de 1928, inaceptables entonces para la Iglesia. Además ni siquiera fueron puestos por escrito; ¿porqué? El mismo arzobispo Ruiz y Flores da la respuesta en sus memorias: “No creí que constara esto en estipulaciones escritas y firmadas por ambas partes, porque tenía yo de testigo por mi parte al Sr. Obispo Díaz y por parte del Presidente al Licenciado Canales” Tal fue la ingenuidad con la que negociaron los dos obispos.<br />
<br />
Buena parte de los obispos mexicanos se sintieron engañados pues fueron totalmente marginados de las conversaciones y los arreglos; pero ante todo estaba el amor y la obediencia al Papa, y Mons. Ruiz y Flores actuó como delegado apostólico ad referéndum, y acataron lo por él negociado. En la madrugada del domingo 30 de junio de 1929, al oír el repique de las campanas llamando a misa, el embajador Morrow dijo a su esposa: “Betty…¿oyes eso?, ¡Yo he abierto las iglesias de México!.” En ese día se inició un “[[MODUS_VIVENDI_en_México_(1929-1992) | modus vivendi]]” entre el gobierno mexicano y el pueblo católico, en el cual surgirían nuevas persecuciones y mártires. Los derechos que la razón y el derecho natural a la libertad religiosa no serían reconocidos por las leyes mexicanas sino hasta 1992, cuando gracias al Papa Juan Pablo II, la realidad de una nación de impronta católica se impuso por sí misma.<br />
<br />
Por lo que se refiere a la Liga, a la Guardia Nacional y en general a quienes de un modo u otro apoyaban [[CRISTIADA | la Cristiada]], su desencanto fue mayúsculo pero, como el crucifico del atentado en la Basílica, prefirieron doblarse y obedecer antes que romper con la Iglesia. Meyer transcribe el testimonio de un antiguo cristero de Santiago Bayacora que sintetiza muy bien lo ocurrido entre los católicos levantados en armas: “De ganada, la perdimos; en el 21 de junio de 1929 se hicieron los mentados arreglos del conflicto religioso, y los señores que intervinieron en dichos arreglos no debían haber admitido a que entregáramos las armas, porque esas armas costaron muchas vidas, mucha sangre, nosotros espucimos (sic) nuestras vidas para quitar esas armas y no es posible ni justo que después de tanto sacrificio y trabajos como los que pasamos vayamos a entregar las armas; pero por obedecer órdenes sacerdotales fuimos a entregar las armas y les dijimos a nuestros enemigos: aquí están las armas que les quitamos en los campos de batalla, ya que ustedes no nos las pudieron quitar ahora nosotros se las venimos a traer (…) y nuestros enemigos sedientos de venganza luego empezaron la guerra contra los indefensos jefes cristeros. Y nosotros ya libres del compromiso que teníamos en contra del gobierno defendiendo nuestra religión; me fui a Durango en busca de mi familia…”.<ref>Meyer Jean. [[CRISTIADA | La Cristiada]]…p. 337</ref><br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
==Bibliografía==<br />
<br />
<br />
*Meyer Jean, [[CRISTIADA | La Cristiada]], (Vol. I. La guerra de los cristeros) Ed. Siglo XXI, quinta edición, 1977<br />
*Meyer Jean, Historia de los cristianos en [[AMÉRICA_LATINA:_El_Término | América Latina]], Vuelta. México 1989,<br />
*González Fernández Fidel, Sangre y corazón de un pueblo. Ed. Arquidiócesis de Guadalajara, Vol. I, 2008. <br />
<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ / JUAN LOUVIER CALDERÓN'''<br />
<br />
<br />
<br />
<relatedtags><br />
[[OROZCO_Y_JIMÉNEZ,_Francisco| OROZCO Y JIMÉNEZ, Francisco]]<br />
<br />
[[AGUASCALIENTES| AGUASCALIENTES]]<br />
<br />
[[GUANAJUATO;_Arte_Virreinal| GUANAJUATO; Arte Virreinal]]<br />
<br />
[[GONZÁLEZ_FLORES,_Anacleto| GONZÁLEZ FLORES, Anacleto]]<br />
<br />
[[RUIZ_Y_FLORES,_Leopoldo|RUIZ Y FLORES, Leopoldo]]<br />
<br />
[[CHILE;_la_acción_católica| CHILE; la acción católica]]<br />
<br />
[[CONSTITUCIÓN_CRISTERA|CONSTITUCIÓN CRISTERA]]<br />
<br />
[[VASCONCELOS_CALDERÓN,_José| VASCONCELOS CALDERÓN, José]]<br />
<br />
[[PRO,_Miguel_Agustín| PRO, Miguel Agustín]]<br />
<br />
[[MODUS_VIVENDI_en_México_(1929-1992)| MODUS VIVENDI en México (1929-1992)]]<br />
<br />
[[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas| EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA; contribución de los jesuitas]]<br />
<br />
[[MASONERÍA_EN_URUGUAY| MASONERÍA EN URUGUAY]]<br />
<br />
[[TEXAS| TEXAS]]<br />
<br />
[[MANRÍQUEZ_Y_ZÁRATE,_José_de_Jesús| MANRÍQUEZ Y ZÁRATE, José de Jesús]]<br />
<br />
[[MORA_Y_DE_LA_MORA,_San_Miguel_de_la| MORA Y DE LA MORA, San Miguel de la]]<br />
<br />
[[MORELIA;_Arte_Virreinal| MORELIA; Arte Virreinal]]<br />
<br />
[[BASÍLICA_DE_GUADALUPE| BASÍLICA DE GUADALUPE]]<br />
<br />
[[JUAN_DIEGO_CUAUHTLATOATZIN| JUAN DIEGO CUAUHTLATOATZIN]]<br />
<br />
[[MÉXICO._Partido_Católico_Nacional.| MÉXICO. Partido Católico Nacional.]]<br />
<br />
[[AMÉRICA_LATINA:_El_Término| AMÉRICA LATINA: El Término]]<br />
<br />
[[POSITIVISMO_EN_IBEROAMÉRICA| POSITIVISMO EN IBEROAMÉRICA]]<br />
<br />
[[BRASIL;_Protestantismo| BRASIL; Protestantismo]]<br />
<br />
[[PORFIRISMO| PORFIRISMO]]<br />
<br />
[[MÉXICO._Reforma,_Guerra_y_Leyes_de| MÉXICO. Reforma, Guerra y Leyes de]]<br />
<br />
[[EVANGELIZACIÓN;_contribución_del_poder_temporal| EVANGELIZACIÓN; contribución del poder temporal]]<br />
<br />
[[CALLES,_Plutarco_Elías| CALLES, Plutarco Elías]]<br />
</relatedtags></div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=352676EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-15T15:23:04Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio'' «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima»'' (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la ''«Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo»,'' con seis ordenanzas. <br />
<br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
Este tipo de Sínodos se repetirá a lo largo del período hispano, como en Yucatán en 1722, celebrado por el obispo Juan Gómez de Parada, en que se tiene una gran defensa de los indios, que el obispo había conocido en su visita pastoral y que ya había antes comunicado al rey. Dice que'' «se comete un gravísimo pecado mortal al robarles la natural libertad que Dios les dio y el rey les conservó».''<ref>CEBALLOS GARCÍA, MANUEL J., «El primer Sínodo de Yucatán. Espíritu y legislación del III Concilio Mexicano», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI» vol. I, 491.</ref><br />
<br />
<br />
Poco más adelante, en Chile, está el Sínodo de Concepción, celebrado en 1744 por el obispo Pedro Felipe de Azúa, en que se tiene una valiente y decidida denuncia de los males que afectaban a los indios, por parte de los españoles, y los remedios que el obispo proponía. Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y en la defensa que hizo el obispo ante el Consejo de Indias, se contiene una muy valiosa documentación que explica mucho más todavía la difícil condición en que vivían los indios.<ref>OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 281-354.</ref>Por último, el rey aprobó este Sínodo en 1748, cuando Azúa ya estaba de arzobispo en Santa Fe (Bogotá). Es de un gran valor conocer este Sínodo para entender cómo se mantenían esos antiguos problemas y cómo los obispos no descansaban en la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
A través de estos Sínodos -que dista mucho de ser un panorama más o menos completo de los Sínodos de entonces- se puede ver la constante preocupación de los obispos en cuando a procurar de verdad una sociedad integrada, fraternal y cristiana. En los Sínodos hay un gran material para conocer cuánto luchaban los obispos por esta causa derivada de la misma evangelización.<ref>El Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1670 por el obispo Diego de Hurnanzoro debió ser un testimonio extraordinario en este sentido si tenemos en cuenta la abundantísima correspondencia suya con el rey, precisamente por la defensa de los indios. Lamentablemente este obispo desistió de imprimir el Sínodo para emplear más bien su costo en los pobres. Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «El Cuarto Sínodo de Santiago», en «Boletín de la Academia Chilena de la Historia» N. 94 (1983), 153-170</ref><br />
<br />
<br />
'''5. Las proyecciones del monarca español'''<br />
<br />
<br />
Cuando se leen las disposiciones del monarca español, desde Isabel la Católica en adelante, acerca del tratamiento a los naturales de Indias y de sus derechos y, especialmente, lo relativo a la evangelización de los mismos, resulta sorprendente ver su coincidencia con lo que los Sumos Pontífices, obispos y misioneros pretendían en esas mismas materias. Sin embargo, la realidad resultaba diversa en Indias y, por eso, los Papas apelaban al rey solicitando se cumplieran sus ordenanzas, al igual que hacían los obispos en sus cartas al rey. <br />
<br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» mandadas a imprimir y publicar por Carlos II,<ref>Quinta edición. Madrid, 1841.</ref>se podría hacer un tratado extensísimo sobre esta materia. Por esto, nos limitaremos a unos pocos textos que son suficientes para conocer esas proyecciones del monarca español para construir en Indias una sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
Isabel la Católica, en su testamento, «al rey mi señor» indicaba «a la princesa mi hija y al príncipe su marido» -entre otras muchas cosas importantes, después de la evangelización- ''«y no consientan ni den lugar a que los indios y moradores de dichas Islas y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes: mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de dicha concesión nos es inyungido y mandado».'' <br />
<br />
<br />
En efecto, porque antes había recordado: «nuestra principal intención fue al tiempo que lo suplicamos al papa Alejandro VI que nos hizo la dicha concesión de procurar inducir y traer los pueblos dellas, y los convertir a nuestra santa fe católica, y enviar a las dichas Islas y Tierra Firme, prelados y religiosos, clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios para instruir los vecinos y moradores de ellas a la fe católica, y los doctrinar y enseñar buenas costumbres... » (Libro N, Título Diez, Ley Primera). <br />
<br />
<br />
Esta fue la tónica siguiente de los monarcas, que explicitaron ese mandato del testamento de Isabel la Católica, que ya en vida lo había expresado. El Libro N, Título Diez de la Recopilación se titula «Del buen tratamiento de los indios». Será suficiente ir transcribiendo el contenido de algunas de estas leyes para comprender el propósito, desde los comienzos, que la evangelización debía expresarse también en el reconocimiento de la dignidad de los naturales de estas tierras y de sus derechos: <br />
<br />
<br />
- Ley II. Felipe II. Que el buen tratamiento de los indios sea de forma que no dejen de servir y ocuparse.<ref>Esta es parte de una Instrucción. Y se lee al comienzo: «Grandes daños, agravios y opresiones reciben los indios en sus personas y haciendas de algunos españoles, corregidores, religiosos y clérigos con todo género de trabajo con que los desfrutan por su aprovechamiento, y como personas miserables no hacen resistencia ni defensa ... y las justicias que los debían amparar, o no lo saben ... o lo toleran y consienten por sus particulares intereses, contra toda razón cristiana y política, y conservación de nuestros vasallos»</ref><br />
<br />
<br />
- Ley III. Felipe II, 1563 y 1580. Felipe III, 1635. Que los virreyes se informen si son mal tratados los indios, y castiguen a los culpados. <br />
<br />
<br />
- Ley IV. Carlos V, 1523. El príncipe gobernador, 1543, Felipe II, 1582. Felipe III, 1620. Que las justicias procedan contra culpados en malos tratamientos, y los castiguen severamente. <br />
<br />
<br />
- Ley V. Felipe II, 1595. Que se atienda mucho cómo acuden los corregidores al buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley VI. Felipe II, 1582. Felipe III. Que todos los ministros y residentes en las Indias procuren el buen tratamiento de sus naturales.<br />
<br />
<br />
- Ley VII. Felipe II, 1596. Que los prelados informen siempre del estado, tratamiento y doctrina de los indios conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II, 1582. Que se guarden las leyes y provisiones sobre que los curas y religiosos tratan bien a los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley XVIII. Felipe II, 1562. Que los indios de señorío, siendo agraviados, se puedan quejar en las audiencias. <br />
<br />
<br />
- Ley XIX. Carlos V, 1536. Que el negro que maltrate a indio sea castigado conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley XX. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios de Chile que sirvieren sean bien tratados y adoctrinados. <br />
<br />
<br />
- Ley XXI. Felipe II, 1595. Que los delitos contra indios sean castigados con mayor rigor que contra españoles. <br />
<br />
<br />
- Ley XII. Felipe II, 1582. Que donde no cesaren los agravios hechos a indios se avise, para que vaya visitador. <br />
<br />
- Ley XXIII. Carlos II y la reina gobernadora. Que se guarde lo ordenado sobre el buen tratamiento de los indios por cláusula del rey, escrita de su real mano, y las leyes dadas.<ref>Ahí se decía: «Habiendo tenido el rey don Felipe IV, nuestro padre y señor. .. noticia de los malos tratamientos que reciben los indios en obrajes de paños, sin plena libertad (y a veces encarcelados y con prisiones) ni facultad de salir a sus casas, y acudir a sus mujeres, hijos y labores... fue servido de resolver que se guardasen las leyes dadas sobre prohibir y modificar el servicio personal, y añadió de su real mano la cláusula siguiente... ». Y al final, se alude a la Ley XXXVI, título Nueve de este mismo Libro: Carlos V y la emperatriz gobernadora, 1532. Que los encomenderos juren que tratarán bien a los indios.</ref><br />
<br />
<br />
En el Libro II, título II «Del consejo real, y junta de guerra de Indias», se contienen diversas leyes en el mismo sentido anterior. Por ejemplo: <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el principal cuidado del Consejo sea la conversión de los indios y poner ministros suficientes para ella. <br />
<br />
<br />
- Ley IX. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el Consejo provea lo conveniente para el buen tratamiento de los indios. <br />
Al tratar de las pacificaciones, en el libro IV, Título Cuarto: <br />
- Ley I. Felipe II. Que para hacer la pacificación precedan las diligencias de esta ley.<ref>« ... Para mejor conseguir la pacificación de los naturales de Indias ... procuren atraerlos a su amistad con mucho amor y caricia ... sin codicia ... y asienten amistad, y alianza con los señores y principales ».</ref><br />
<br />
<br />
- Ley II. Que hecha amistad con los naturales se les predique la santa fe conforme a lo dispuesto.<ref>«Usando de los medios más suaves que parecieren para aficionarlos a que quieran ser enseñados, y no comiencen a reprenderles sus vicios, ni idolatrías, ni les quiten las mujeres, ni ídolos, porque no se escandalicen, ni les cause extrañeza la doctrina cristiana... ».</ref><br />
<br />
- Ley V. Carlos V, 1526. Que los clérigos y religiosos que fueren a descubrimientos, procuren el buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
- Ley VIII. Carlos V, 1523. Que no se consienta que a los indios se les haga guerra, mal, ni daño, ni se les tome cosa alguna sin paga. <br />
En el Libro VI, el Título Primero se titula «De los indios». Allí se encuentra otro gran repertorio para lo que venimos tratando: <br />
- Ley I. Felipe II, 1580. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios sean favorecidos y amparados por las justicias eclesiásticas y seculares. <br />
<br />
- Ley II. Fernando V y doña Juana, 1514. Felipe II y la princesa gobernadora, 1556. Que los indios se puedan casar libremente, y ninguna orden real lo impida.<br />
<br />
- Ley XXII. Carlos V y el príncipe gobernador, 1551. Que los indios puedan criar toda especie de ganado, mayor y menor. <br />
<br />
- Ley XXIV. Carlos V, 1521, 1523 1534. Que entre indios y españoles haya comercio libre a contento de las partes. <br />
<br />
- Ley XXXII. Felipe II, 1580. Que los indios tengan libertad en sus disposiciones. <br />
<br />
- Ley XXXVI. Felipe II, 1594, Felipe IV, 1637 y 1640. Que no se pueda vender vino a los indios.<ref>Este fue un tema continuamente propuesto por los obispos en los abusos contra los indios. P.e. en el II Concilio de Lima, en el Sínodo de Concepción del obispo Azúa, 1744, etc.</ref><br />
El título II del mismo Libro VI, se titula «De la libertad de los indios», y allí se encuentran ordenanzas muy importantes para el tema de una sociedad integrada: <br />
- Ley I. Carlos V, 1526, 1530, 1532, 1540, 1542 y 1548. Que los indios sean libres y no sujetos a servidumbre. <br />
<br />
- Ley II. Carlos V y el cardenal Tavera, 1541. Que sean castigados los encomenderos que vendieren a sus indios. <br />
<br />
- Ley VII. Felipe III, 1618. Que en Tucumán y Río de la Plata no se vendan ni compren los indios que llaman de rescate. <br />
<br />
- Ley VIII. Que la prohibición de esclavitud se extienda con los indios aprisionados en Malocas. <br />
<br />
- Ley XI. Felipe III, 1609. Que los indios no se presten ni se enajenen por ningún título, ni pongan en las ventas de las haciendas. <br />
<br />
- Ley XIV. Felipe III, 1608. Felipe IV, 1625, 1662, 1663. Carlos II y la reina gobernadora. Sobre la libertad de los indios en Chile, y que a ella sean restituidos. <br />
<br />
- Ley XVI. Carlos II, 1679. Revalida las órdenes de libertad de los indios, y da nueva providencia en los de Chile.<ref>La Ley XIV era muy importante, porque respondía a una situación después de un gran alzamiento de los indios en eL sur de Chile. Esta Ley XIV es también una gran defensa de esos indios. Y, dice la Nota de la Ley XIV en la «Recopilación», que la Leyes XIV y XVI se mandaron guardar por Cédula de 17 de Enero de 1726, después del gran alzamiento de 1723.</ref><br />
<br />
El Título III del Libro IV se titula «De las reducciones y pueblos de indios», que en 29 leyes se provee siempre a la libertad y dignidad de los indios. No añadiremos más referencias, porque es suficiente con lo transcrito hasta aquí.<ref>En el Título Diez y Seis, que se titula «De los indios de Chile», se contienen muy interesantes datos respecto de este reino. El Título Diez y Siete se titula «De los indios de Tucumán, Paraguay y Rio de la Plata».</ref><br />
<br />
Aparece clara la posición de la monarquía española respecto de los indios, desde Isabel la Católica en adelante. Lo que también se trasluce en las repetidas ordenanzas reales era que esa posición de la corona apenas se cumplía en Indias. Y ésta es una pregunta que permanece abierta hasta el día de hoy. <br />
<br />
<br />
'''6.- La incorporación de los laicos'''<br />
<br />
<br />
Desde un principio se trató de incorporar a los laicos de Indias, naturales de esas tierras, en el proceso de la evangelización. Ya se tiene una explícita mención a este hecho en 1526, cuando el obispo Sebastián Ramírez de Fuenleal, que entonces presidía la Audiencia de Santo Domingo, postulaba que la evangelización debía hacerse por los mismos indios, porque «la conversión y doctrina de esa gente se hará cómo y por quién debe hacérseles.<ref>Cfr. Guarda OSB, Gabriel. «El apostolado seglar en la cristianización de América: La institución de los fiscales» en «Historia» 7 (1968). Este artículo está presente en el desarrollo de esta materia.</ref><br />
<br />
<br />
Así fue extendiéndose más y más este convencimiento, en algunas partes de que debían ser los propios indios quienes pudieran evangelizar a sus semejantes, y más aún hasta oficiar los sacramentos, lo que exigía, por consiguiente, la ordenación sacerdotal de los naturales. Pero, aquí tratamos sólo de los laicos. <br />
<br />
Para preparar esa incorporación de los laicos se habían abierto colegios para indígenas, desde 1502, de parte de los franciscanos y dominicos y, más tarde, en 1591, los franciscanos obtuvieron del virrey de México trasladar familias tlaxcaltecas, ya cristianas, para evangelizar a los chichimecas. Muchas iniciativas hubo en este campo. Se fue perfilando, poco a poco, instituir algunos laicos indios para encargarse de los demás naturales tanto en la policía como en el servicio religioso. <br />
<br />
Especialmente esto fue haciéndose más práctico, en el terreno religioso, en el virreinato del Perú. Y en el primer Concilio de Lima (1551-1552), se estableció que los sacerdotes o los caciques pudieran nombrar a dos fiscales o alguaciles en cada pueblo, los cuales tengan cuenta de todos los indios e indias cristianos, grandes y pequeños, y de los nombres de ellos, y de los casados, y de ver los que vuelven a sus ritos y costumbres, y dar de ello razón al sacerdote. (Constitución 12). También, más claramente, establece el Concilio que los misioneros dejarán en los pueblos «dos o tres muchachos de los que trajeren consigo bien adoctrinados para proseguir la doctrina de los muchachos cada día, y de los demás indios e indias dos días cada semana y todos los domingos y fiestas de guardar» (Constitución 40).<ref>Vid. O. c. 206-207.</ref><br />
<br />
Estos fiscales eran especialmente adoctrinados para que, a su vez, pudieran cum¬plir siempre mejor su servicio religioso a los demás en los pueblos. Se les solía reunir periódicamente con este objetivo. En el II Concilio de Lima (1567-1568), en la Constitución 118 y también en el III (1582-1583) en la Constitución 89, se vuelve sobre los fiscales, de manera que cuiden no sólo de erradicar la idolatría sino especialmente de velar por la moral pública, las buenas costumbres, cuidar a los enfermos asistiéndoles espiritual y corpo-ralmente, y, cuando faltare el sacerdote, enseñar la doctrina. <br />
<br />
A fines del siglo XVI, la institución de los fiscales se había extendido por casi to¬das las secciones de Indias. Su nombre, en algunas partes, continuaba siendo el de al¬guacil, como se lee en el Sínodo de Santa Fe (Bogotá), de 1556, del obispo Fray Juan de los Barrios; y el obispo Fray Luis Zapata de Cárdenas, también de Santa Fe, dispone en su «Catecismo» en 1576, que esos fiscales o alguaciles se preparen para sus tareas apostólicas en una especie de internado. <br />
<br />
Así en Chile, ya en 1587 -después del III Concilio de Lima- se tienen datos en la diócesis de La Imperial de la existencia de estos fiscales, y en Santiago en 1593. Y en el Sínodo de Santiago de 1626, del obispo Francisco González de Salcedo, también, claramente se habla de este oficio en la Constitución IV del Capítulo II.<br />
<br />
Más y más se arraigó esta institución de los fiscales y en Chile, en el Sínodo de Fray Bernardo de Carrasco, obispo de Santiago, en 1688, en la Constitución I del Capítulo IX, se habla de los deberes de los fiscales, para hacer rezar a los indios cada día, antes de sus trabajos y repetir el Catecismo: «y para esto tendrán señalado por el cura un Fiscal, que las sepa con expedición, para que esta diligencia satisfagan a la primera obligación de Encomenderos, y Tutores de estos cristianos nuevos…». Es decir, ya existían de mucho antes los fiscales y simplemente ahí se recuerdan sus obli¬gaciones. <br />
<br />
En México hubo hasta mártires entre los fiscales, como el caso de Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, el 14 de Septiembre de 1700, en San Francisco de Caxones. Y lo del Sínodo de Carrasco también se lee en el Sínodo de Concepción de 1744, del obispo Pedro Felipe de Azúa y en el de Santiago de 1763 del obispo Manuel de Alday. Pudiéramos seguir multiplicando los ejemplos y baste decir que esta institución llegó hasta nuestros días en algunos lugares, como en Chiloé, región austral de Chile, y en los pueblos aymarás del norte de Chile, donde tienen el nombre de «fabriqueros». <br />
<br />
Lo importante es hacer notar que en el proyecto de una sociedad integrada, des¬de la evangelización, se cuidó incorporar en el culto religioso a los naturales para desempeñar ese servicio a sus connaturales y que era reconocido tanto por las autori¬dades eclesiásticas como por las civiles. <br />
<br />
La evangelización no podía conducir sino a una expresión de los grandes manda¬mientos del amor fraterno, en la medida expuesta por Jesucristo Nuestro Señor en los Evangelios y que la predicaron los Apóstoles y la entrega la Iglesia Católica. Lleva¬da al plano social dicha enseñanza debía producir una sociedad integrada entre evan¬gelizadores y evangelizados. El rey de España había recibido el encargo de evangeli¬zar el Nuevo Mundo y, por esto mismo, debía coincidir en un proyecto de una sociedad integrada por el reconocimiento de la persona humana, creada a imagen y seme¬janza de Dios, con todo 10 que ello implica. <br />
Por esto, hemos visto en el magisterio de los Sumos Pontífices la aplicación del Evangelio a la situación de Indias y más allá la reivindicación de esa doctrina en la práctica, al conocer los Papas que eran violados los derechos de los indios o desconocidos. Es una permanente afirmación que hicieron ellos, como se ha examinado so¬meramente en el primer siglo de la evangelización. <br />
<br />
Los obispos, personalmente, y en Concilios y Sínodos, fueron coherentes por completo con las enseñanzas de los Papas y tuvieron que enfrentarse, de continuo, con las autoridades españolas locales para que se reconocieran los derechos de los indios y se los respetaran. Ellos, en sus propios territorios tenían que alcanzar esa integración de todos en la sociedad. Y se ha visto, en los documentos citados, cómo trabajaban en tal sentido. Lo propio hacían los misioneros religiosos y del clero diocesano. <br />
Es importante destacar igualmente el proyecto que tenía el monarca español acerca de esta sociedad integrada, como consecuencia o postulado, mejor, de la mis¬ma evangelización. Los textos referidos de los reyes, a partir de Isabel la Católica, son en esa línea, que continuamente los reyes están vindicando, porque sabían que no se llevaba a la práctica. Y castigan severamente las violaciones a esos derechos e insistían en la vigilancia de su cumplimiento. <br />
La incorporación de naturales laicos en la evangelización como es el caso de los fiscales -no hemos aludido a las organizaciones de laicos como eran las cofradías,<br />
<br />
<br />
'''III LA REALIDAD ALCANZADA'''<br />
<br />
<br />
La evangelización no podía conducir sino a una expresión de los grandes mandamientos del amor fraterno, en la medida expuesta en los Evangelios por Jesucristo Nuestro Señor, y que la predicaron los Apóstoles y la entrega la Iglesia Católica. Llevada al plano social dicha enseñanza debía producir una sociedad integrada entre evangelizadores y evangelizados. El rey de España había recibido el encargo de evangeli¬zar el Nuevo Mundo y, por esto mismo, debía coincidir en un proyecto de una sociedad integrada por el reconocimiento de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, con todo lo que ello implica. <br />
<br />
Por esto, hemos visto en el magisterio de los Sumos Pontífices la aplicación del Evangelio a la situación de Indias y más allá la reivindicación de esa doctrina en la práctica, al conocer los Papas que eran violados o desconocidos los derechos de los indios. Es una permanente afirmación que hicieron ellos, como se ha examinado someramente en el primer siglo de la evangelización. <br />
<br />
Los obispos, personalmente, y en Concilios y Sínodos, fueron coherentes por completo con las enseñanzas de los Papas y tuvieron que enfrentarse, de continuo, con las autoridades españolas locales para que se reconocieran los derechos de los indios y se los respetaran. Ellos, en sus propios territorios tenían que alcanzar esa integración de todos en la sociedad. Y se ha visto, en los documentos citados, cómo trabajaban en tal sentido. Lo propio hacían los misioneros religiosos y del clero diocesano. <br />
<br />
<br />
<br />
Es importante destacar igualmente el proyecto que tenía el monarca español acerca de esta sociedad integrada, como consecuencia o postulado, mejor, de la misma evangelización. Los textos referidos de los reyes, a partir de Isabel la Católica, son en esa línea que continuamente los reyes están vindicando, porque sabían que no se llevaba a la práctica. Y castigan severamente las violaciones a esos derechos e insistían en la vigilancia de su cumplimiento. <br />
<br />
<br />
La incorporación de naturales laicos en la evangelización como es el caso de los fiscales -no hemos aludido a las organizaciones de laicos como eran las cofradías, en las que se contaban de indios y de negros- indica un ejemplo de esa voluntad integradora del proyecto de sociedad en Indias. <br />
<br />
<br />
En líneas generales había una coincidencia plena entre el magisterio de los Sumos Pontífices y de los reyes de España, y en la acción pastoral de los obispos se pueden reconocer muchos gestos importantes y difíciles frente a las circunstancias que sufrían los indígenas que eran avalados enteramente por los monarcas españoles. <br />
<br />
<br />
Por otra parte, había una comunicación entre los Papas y los reyes en ese primer siglo en que estudiamos el magisterio y disciplina de los Papas. Los reyes eran destina¬tarios de todos esos documentos, a veces directamente y las otras veces porque los documentos pontificios pasaban a través de ellos, por el Patronato que los implicaba, como en la erección de diócesis, etc. Las diferencias eran en cuanto al régimen que pretendían mantener los reyes en sus manos y para lo que fueron ganando terreno cada vez más y distanciando al Papa de sus fieles de Indias, en ese sentido. <br />
<br />
Todos estos elementos debían haber producido en la práctica, en la historia, el proyecto de sociedad integrada, pero no fue así. La realidad alcanzada dista mucho del objetivo de esa sociedad. Pero algo se obtuvo y es importante reconocerlo: a) Estuvo siempre vigente el modelos de sociedad de los Papas, en los reyes de España, en los obispos -personalmente y en acciones colegiales como Concilios y Sínodos- y también entre los misioneros; b) Siempre que esa integración era deteriorada o atacada o desconocida no faltaron las denuncias y hasta los castigos, civiles y eclesiásticos, aunque no siempre podían llevarse a la práctica; e) Hubo esfuerzos muy importantes para esa integración, como fueron las reducciones de pueblos, en algunas secciones de América -y se piensa inmediatamente en las misiones jesuitas de Paraguay- y, poco a poco, se fue abriendo paso el sentido de fraternidad y respeto entre los evangelizadores y evangelizados y hacia quienes no admitían el Evangelio. La segunda mitad del siglo XVIII presenta una realidad mucho mejor en este sentido que en los tiempos anteriores, en diversas partes de América. <br />
<br />
<br />
Muy importante también es considerar que cuando se gestan los movimientos de Independencia, desde finales del siglo XVIII y a principios del siglo XIX, se tiene el ideal de una sociedad integrada en que todos son iguales, y muchos de sus líderes se reconocen como descendientes de legendarios héroes indígenas. Es decir, aflora un aprecio hacia ellos. <br />
<br />
<br />
Por razones culturales, principalmente, los indígenas no tuvieron, como hecho social, una acción protagónica en la Independencia y hasta hubo secciones en que demostraron estar más vinculados al régimen español que al nuevo que nacía allí. La esclavitud fue rápidamente abolida en las naciones nuevas, aún mientras estaban en proceso de independencia, como en Chile en 1813. <br />
<br />
<br />
Un hecho muy elocuente de un acercamiento a una sociedad integrada fue el mestizaje, o sea la unión entre españoles e indias que fue configurando como una nueva etnia, que se fue ampliando más y más a través de los siglos. Y de una cierta discriminación inicial hacia los mestizos, paulatinamente fueron ocupando un lugar activo en la sociedad, de manera que en los tiempos republicanos fueron reconocidos iguales que los demás. Diversa fue la situación con los africanos y sus descendientes, pues no hubo, como hecho social, un cruce racial ni con indígenas ni con españoles. <br />
<br />
<br />
La realidad alcanzada, a pesar de que la sociedad integrada era una exigencia del Evangelio y estaba en la mente de los dirigentes de estas naciones en el plano religioso y político, fue escasa en sus resultados, pero permaneció siempre como un objetivo, un ideal que alcanzar, según se comprueba documentalmente de manera irrefutable. <br />
<br />
Por otra parte, aun en los regímenes de mayores libertades cívicas siempre sub¬sisten discriminaciones o segregaciones, pues esa miseria humana de desconocer los derechos de otros o de mantenerlos muy distantes para que los puedan practicar acompaña -lamentablemente- a todas las sociedades humanas. El desafío de una sociedad integrada a partir de la evangelización continúa siendo un gran desafío, para la Iglesia y para los pueblos. <br />
<br />
<br />
=='''REFLEXIÓN FINAL'''==<br />
<br />
<br />
La intervención de Alejandro VI en el proceso de descubrimiento del Nuevo Mundo se hizo en razón de la evangelización de esas nuevas tierras, los Sumos Pontífices, en el primer siglo de dicha evangelización participaron activamente con su magisterio y sus orientaciones y disciplina eclesiástica. Su primera gran afirmación fue enseñar la igualdad entre todos los hombres y que los indígenas eran iguales que los europeos, seres racionales y capaces de recibir la fe cristiana. <br />
<br />
De ahí derivaba el respeto a sus derechos como persona. Aquí viene, entonces, la segunda gran afirmación, que fue la defensa de los indios cuando eran maltratados por los es¬pañoles, y en esta defensa involucraron a los obispos, que ya la habían asumido, pero los Papas la encargaron también explícitamente. Esta defensa resultaba igualmente una exigencia para la misma evangelización, porque en esos abusos la evangelización, o no era recibida o si hubiera sido acogida incitaba a separarse de ella. Y la tercera gran afirmación de los Sumos Pontífices fue hacer valer su oficio pastoral, ya demos¬trado antes, con la vigilancia e intervención que querían tener directamente en Indias por medio de un Nuncio Apostólico dependiente directamente de ellos. <br />
<br />
Hasta hubo el proyecto de crear en Roma una especial Congregación en la Curia Romana para la conversión de los indígenas. Con estas continuadas afirmaciones, los Papas ayudaban a realizar un proyecto de sociedad integrada en esos nuevos dominios españoles. <br />
<br />
Permanece la pregunta por qué, con la comunicación tan frecuente con el rey de España, fue tan escasa la influencia positiva de los Papas en ese proceso de formar una sociedad integrada. Una parte de la respuesta puede ser que el rey de España fue, poco a poco, impidiendo más y más la directa comunicación del Sumo Pontífice con los obispos y con los fieles de Indias. Y otra parte de la respuesta está en que las mis¬mas ordenanzas de los reyes, coincidentes con las de Roma, no eran acogidas en la práctica, y más aún eran repetida y gravemente desobedecidas. <br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» sorprende cómo el rey estaba informado de los abusos que allí se daban y cómo era proporcionada su reacción para corregirlos, y, sin embargo, la situación de dichos abusos no se modificaba. De esta manera, el proyecto de una sociedad integrada quedaba sólo en un plan ideal, como un objetivo que muy difícilmente se iba alcanzando. De verdad, en América se vivía en otro mundo. Pero, esos ideales de los Papas y de los reyes permanecieron siempre vivos para realizarse cuando lo permitieran las cambiantes situaciones de la Historia. <br />
<br />
En América, quienes daban lucha por alcanzar ese proyecto eran los obispos y misioneros y también algunos laicos importantes, pero éstos muy poco numerosos y de menos influencia todavía. Pero esa batalla estuvo siempre vigente, aun con sus lu¬ces y sombras. La permanencia de situaciones tan difíciles y tristes par los indígenas deja de manifiesto cómo la suerte de los más pobres queda siempre postergada, a pesar de los esfuerzos tan repetidos y de tan alto nivel como era el caso de los Papas frente a los reyes de España y de éstos ante sus ministros de Indias. <br />
<br />
Allí se percibe una debilidad en la forma de acoger la evangelización, pues no alcanzaba a llegar a sus consecuencias sociales. Esto era claramente percibido por muchos pastores, como fray Diego de Humanzoro, obispo de Santiago de Chile, y así lo exponía en sus cartas a la reina gobernadora en el siglo XVII. <br />
<br />
Por esto, el llamado de los últimos Santos Padres a una nueva evangelización advierte, en el plano social, por la experiencia vivida anteriormente en el esfuerzo de hacer una sociedad integrada, que el Evangelio debe traducirse también en la vida cívica y especialmente en servicio de los más pobres.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=RELIGIOSIDAD_POPULAR&diff=352664RELIGIOSIDAD POPULAR2016-09-15T15:19:50Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>'''[[RELIGIOSIDAD_POPULAR | RELIGIOSIDAD POPULAR]]; sus manifestaciones artísticas<br />
'''<br />
<br />
<br />
Al repasar la historia de la evangelización de América, no puede faltar el capítulo del arte como instrumento de catequesis y, a la vez, como plasmación concreta de la fe cristiana de un pueblo ya evangelizado. <br />
<br />
La unión de [[RELIGIOSIDAD_POPULAR | religiosidad popular]] y arte en la [[URUGUAY;_Primeras_corrientes_evangelizadoras | primera evangelización]] fue todo un modelo de mutua fecundación y de resultados portentosos. Ahora, cuando el «continente de la Esperanza» traza las líneas de una nueva evangelización, interesa repasar cómo «funcionó» ese feliz binomio, para volver a juntar dos polos de cuya íntima unión tan fecundos frutos han brotado. <br />
<br />
En el presente trabajo, después de definir los términos de religiosidad popular y arte, hablaremos sobre los mismos en las culturas precolombinas, para detenernos luego en el período de la [[URUGUAY;_Primeras_corrientes_evangelizadoras | primera evangelización]], sobre todo, en la arquitectura conventual del siglo XVI y en al arte barroco, como dos momentos en que la conjunción de arte y piedad del pueblo latinoamericano alcanzan cotas de extraordinaria fecundidad y belleza. <br />
<br />
<br />
== RELIGIOSIDAD POPULAR==<br />
<br />
<br />
Siguiendo el desarrollo histórico de la reflexión hecha en [[AMÉRICA_LATINA:_El_Término | América Latina]] que desemboca en el «Documento de Puebla», entendemos por « religiosidad popular», «religión del pueblo» o «[[URUGUAY;_Piedad_popular | piedad popular]]», ''“el conjunto de hondas creencias selladas por Dios, de las actitudes básicas que de esas convicciones derivan y las expresiones que las manifiestan. Se trata de la forma o de la existencia cultural que la religión adopta en un pueblo determinado. La religión del pueblo latinoamericano, en su forma cultural más característica, es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular.” '' <ref>Documento de Puebla, 444</ref><br />
<br />
La religiosidad del pueblo latinoamericano queda formada y plasmada por la obra evangelizador de los misioneros de la primera época, del siglo XVI al XVIII. La religiosidad popular viene a constituir el núcleo común de la cultura y de la identidad del ser latinoamericano, que subsiste pese a la ulterior división en diversas naciones y a verse afectado por desgarramientos en el nivel económico, político y social.<ref>DP, 412 ad sensum. Para un estudio más pormenorizado sobre [[RELIGIOSIDAD_POPULAR | religiosidad popular]] en [[AMÉRICA_LATINA:_El_Término | América Latina]], ver Christian Johansson Firedmann, Religiosidad popular entre Medellín y Puebla: antecedentes y desarrollo, en Anales de la Facultad de Teología, P. U. Católica de Chile, 1990.</ref><br />
<br />
En la formación de la religiosidad popular de [[AMÉRICA_LATINA:_El_Término | América Latina]], como en la formación de su cultura, encontramos tres componentes, el europeo, el indígena y el africano. En la religiosidad hispana'' “marcó su impronta decisiva la religiosidad popular medieval, con un sentido inmediato del poder de Dios, de su Providencia, de la profunda unidad de lo histórico y lo meta-histórico, al punto que muchas veces se esfumaba la consistencia de las causas segundas, naturales. Era un mundo religioso de gran fecundidad expresiva, procesiones, romerías, fiestas ... (Sobresale) la devoción a la [[EUCARISTÍA;_distribución_a_los_indios | Eucaristía]], (con procesiones espléndidas) el día del Corpus. Las representaciones de Cristo toman un acento más dramático, centrándose fundamentalmente en la Pasión. La piedad popular, muy trinitaria y mariana, apunta hacia los misterios de la Inmaculada y de la Asunción».''<ref>Juan María Laboa, en el Prólogo a « Las Creencias », de Gran Enciclopedia de España y América, tomo VII, ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1989, p. 8.</ref><br />
<br />
<br />
Por lo que toca al mundo indígena, historiadores y antropólogos están acordes en ver considerar la religión como clave de bóveda de las culturas precolombinas. De la cuna a la tumba, la vida del hombre meso-americano transcurría impregnada de olor a copal sagrado. Era tanta la importancia que tenía la religión para el pueblo azteca -dice el antropólogo [[CASO,_Antonio | Antonio Caso]]- ''“que podemos decir sin exagerar, que su existencia giraba totalmente alrededor de la religión, y no había un solo acto de la vida pública y privada que no estuviera teñido por el sentimiento religioso. La religión era el factor preponderante, e intervenía como causa hasta en aquellas actividades que nos parecen a nosotros más ajenas al sentimiento religioso, como los deportes, los juegos y la guerra. Regulaba el comercio, la política, la conquista, e intervenía en todos los actos del individuo, desde que nacía hasta que los sacerdotes quemaban su cadáver y enterraban sus cenizas. Era la suprema razón de las acciones individuales y la razón fundamental del Estado.” ''<ref>[[CASO,_Antonio | Antonio Caso]], El Pueblo del Sol, FCE, México.</ref><br />
<br />
<br />
La religión africana va a dejar su huella no sólo en las grandes formas sincréticas del Vudú, en las Antillas Mayores, y de la Macumba, del Xangó, Candomblé, Nagó y en las formas espiritistas de la Umbanda, en [[BRASIL;_Afrodescendientes | Brasil]]; sino también en las formas folclóricas, como asociaciones de Santería, de Candomblé, escalas de baile, ritos y cultos de difuntos, hasta crear, sobre todo en [[BRASIL;_Afrodescendientes | Brasil]], una religiosidad en la que tanto el espíritu como cada uno de los sentidos piden su parte, dando al culto ritmo, canto, dinamismo, colorido, y participación masiva.<br />
<br />
<br />
==ARTE==<br />
<br />
Damos como evidente el concepto de arte en su perspectiva ontológica, como representación sensible de lo bello. Lo bello, a su vez, lo definimos, con Santo Tomás:'' «Pulchrum dicitur id cuius ipsa aprehensio placet»: «se dice hermoso aquello cuya simple percepción agrada».''<ref>Summa Theologica I-n, q. 27, a. 1, ad 3. 6 DP, n. 454.</ref> <br />
<br />
En esta definición quedan apuntados el elemento subjetivo y el elemento objetivo de la obra bella: el sujeto que contempla y disfruta estéticamente, participa con su in¬teligencia, fantasía y sentimiento en este diálogo con la obra bella. Al preguntarnos por qué un objeto es bello, la respuesta en el orden metafísico, es: «por el esplendor de su forma», por la irradiación armoniosa de las perfecciones de su ser. Aunque de suyo, todo arte genuino es sagrado, pues el objeto bello, al mostrarnos la perfección de su ser, está señalando su participación en la plenitud y belleza del Ser Absoluto, de Dios, sin embargo, cuando aquí hablamos de «[[ARTE_SACRO_EN_AMÉRICA_Y_CHILE | arte sacro]]», nos estamos refiriendo sólo al arte de contenido religioso. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD Y ARTE==<br />
<br />
<br />
Ya estamos en condiciones de relacionar religiosidad y arte. En el mismo Documento de Puebla quedan anotados los diversos puntos de contacto entre ambos: da capacidad (del pueblo) de expresar la fe en un lenguaje total que supera los racionalismos (canto, imágenes, gesto, color, danza); la fe situada en el tiempo (fiestas) y en lugares (santuarios y templos).<ref>DP, n. 454.</ref>«La forma cultural» en que el pueblo latinoamericano vive su religión va indisolublemente unida a sus templos, estatuas y pinturas sagradas.<br />
<br />
<br />
'''A. Religiosidad y arte en las culturas precolombinas''' <br />
<br />
<br />
En las culturas precolombinas arte y religiosidad van de la mano: la religión como manantial de inspiración y contenidos, el arte como símbolo y expresión plástica de lo religioso. Las ciudades meso americanas, que justamente han sido llamadas «ciudades de los dioses», están sembradas de pirámides: de San Lorenzo y Las Ventas, en zona olmeca, al Templo Mayor de [[TENOCHTITLAN;_Capital_del_pueblo_Azteca | Tenochtitlán]], pasando por [[TEOTIHUACÁN | Teotihuacán]] y Tula, Chichen Itzá o Cobán. La pirámide es edificio de cultos uránicos y, a la vez, obra arquitectónica cuya serena belleza trasparece sea en sus líneas geométricas puras, sea en formas mixtas de pirámide-palacio, como en Palenque, Sachil, Uxmal o El Petén, en zona maya. <br />
<br />
El ánimo se sobrecoge y se llena de estupor ante lo bello y sublime, en la fortaleza-adoratorio de Machu Picchu, en el incario peruano, sea por su emplazamiento, en el grandioso anfiteatro de la Cordillera Andina, sea por el soberbio señorío de las construcciones, hábilmente hermanadas a la orografía y marco naturales. <br />
<br />
Hubo, hay belleza y elocuencia muda en las enormes piedras talladas del Coricancha o Templo del Sol, en Cuzco, en Sacsahuamán, en Ollantaytambo, en Pisac. Como la hubo, siglos antes, y continúa habiéndola en la portada del sol del Kalasasaya, en Tiahuanaco ([[BOLIVIA;_Afrodescendientes | Bolivia]]), cifra rica en bajorrelieves religiosos. <br />
<br />
Hay belleza refinada en la orfebrería de los muiscas de Colombia, y de los moches o incas del Perú y Ecuador, buena parte de la cual de carácter religioso. ¡Y qué decir de la alfarería y textilería preincaica, de calidad excelsa, llena de alusiones a los mitos religiosos de mapa, el dios-felino volador, de Viracocha o de Pachamama, la diosa de la tierra, progenitora universal ... ! Como la hay en los keros, y en los misteriosos vasos-retratos-ofrendas, de las culturas moches preincaicas. <br />
<br />
Hay belleza en las esculturas mesoamericanas, olmecas, [[AZTECAS | aztecas]] y mayas, que no son simples representaciones naturalistas, sino sobre todo símbolos religiosos: piénsese en las grandes cabezas olmecas, o en las vigorosas estatuas de Huehueteotl -dios viejo y dios del fuego-- o en el busto de Ometeotl, dios de la dualidad, dios-señor y diosa-señora, esculturas en que la piedra cobra vida y belleza en una plástica primiti¬va y elemental que tanto entusiasmaba e inspiraba a artistas modernos, como Henri Moore o Diego Rivera. <br />
<br />
<br />
'''B. Religiosidad y arte en la [[URUGUAY;_Primeras_corrientes_evangelizadoras | primera evangelización]]''' <br />
<br />
<br />
Cuando los misioneros de la primera época inician su labor en América, impulsados por necesidades de la misión van a ir aplicando una serie de criterios de evangelización que se revelarán extraordinariamente fecundos también para el arte. <br />
<br />
Unas necesidades funcionales de espacios para el culto popular y masivo les llevarán a construir grandes conventos con su hermoso templo, su capilla abierta, su amplio atrio con sus posas procesionales, su pequeño calvario en el centro, rematado por una cruz de cantera con los símbolos de la pasión, pero sin el Señor crucificado. Ha nacido el arte conventual que ocupará todo el siglo XVI. <br />
<br />
Unas necesidades apologéticas de afirmar la superioridad del cristianismo frente al culto pagano indígena. Al iniciar la evangelización, se dan cuenta de que están en presencia de altas culturas que vuelcan su religiosidad en moldes de belleza plástica frecuentemente grandiosos, y en ceremonias y ritos llenos de esplendor. Lo entienden y recogen el reto: no pueden presentar la Buena Nueva de Cristo en envolturas más modestas que los regios mantos [[AZTECAS | aztecas]] o incas; tendrán que hacerlo en otros de igual o superior belleza. <br />
<br />
Y, sobre todo, unas necesidades pedagógicas les impulsan a buscar un lenguaje universal, en medio de la selva de lenguas de raíz totalmente diferente, y un modo de expresión fácilmente inteligible para todos. Así echan mano de la imagen visual, para encarnar conceptos abstractos y para persuadir tocando suave y eficazmente los afectos. Llevados por instinto evangélico y humanista los misioneros están realizando una genial obra de «inculturación», al insertar el Evangelio en tradiciones y modos de comunicación propios de las [[CULTURAS_ABORÍGENES_DEL_URUGUAY | culturas indígenas]]. <br />
<br />
Así se va poblando la geografía americana de conventos, catedrales y templos grandiosos, construidos en material noble, como piedra y madera, y adornados con oro, plata y hierro forjado. Van surgiendo constelaciones de estatuas en cantera o en leño policromado, de Cristo, de la Virgen, de los santos; los muros de conventos y templos van cobrando vida y luz en pinturas que son, a la vez, páginas gráficas de doctrina cristiana, y fiesta de formas y color para el ojo atónito del neófito; el ámbito de las iglesias se va llenando de contrapuntos armónicos, que son bálsamo delicioso, literalmente inaudito para los oídos indígenas. <br />
<br />
En [[AMÉRICA_LATINA:_El_Término | América Latina]], durante los siglos XVI a XVIII no hay religiosidad del pueblo sin expresiones artísticas; y correlativamente, que el arte plástico no se da ni se entiende sin referencia a la piedad del pueblo. Cabe hablar de un proceso de verdadera simbiosis entre arte y religiosidad. Proceso que obedece a una cierta ley pendular: en la primera fase, los misioneros, por una elemental exigencia pedagógica, echan mano del arte como instrumento de catequización; el pueblo indígena se comporta como sujeto receptivo, destinatario principal de la evangelización y del arte. <br />
<br />
En la segunda fase, el pueblo echa mano del arte para manifestar su religiosidad: el pueblo, indígena y mestizo, es ahora sujeto activo, creador de arte. Se ha convertido en evangelizador él mismo. En palabras de Puebla:'' “La religiosidad popular no solamente es objeto de evangelización, sino que, en cuanto contiene encarnada la Palabra de Dios, es una forma activa con la cual el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo”.''<ref> DP, n. 450..</ref><br />
<br />
Como el movimiento de retorno de una ola gigantesca, la respuesta de los indígenas a esta «catequesis superior» por medio del arte, es una creatividad de extraordinario vigor y fecundidad. Al inicio, trabajan como colaboradores de los frailes y maestros europeos, constructores, canteros, escultores y pintores; luego, imitan las nuevas formas importadas y, finalmente, se abandonan a una creatividad original, en la que interpretan contenidos cristianos en un cruce de formas europeas e indígenas. <br />
<br />
Al conjuro de los citados criterios -necesidades prácticas, apologéticas, pedagógicas y de inculturación-, poco a poco va surgiendo la floración del arte religioso en el Nuevo Mundo. No podemos tocar todos los capítulos del arte religioso colonial -que afortunadamente es abundantísimo: allí están la escultura de los siglos XVI a XVIII, de escuela novohispana, quiteña o paraguaya, todas de calidad excelsa-. Por exigencias de método y espacio vamos a tocar sólo la arquitectura conventual del s. XVI y algo de la pintura y arquitectura barroca.<ref>Para el tratamiento más completo del [[ARTE_SACRO_EN_AMÉRICA_Y_CHILE | arte sacro]] colonial de los siglos XVI a XVIII remitimos al lector a estudios más amplios, por ejemplo: AA.VV., Arte Colonial, Tomos 5,6, 7 Y 8 de Historia del Arte Mexicano, Ed. Sep/Salvat, México, 1986. AA.VV., Arte, Tomo IX de Gran Enciclopedia de España y Amé¬rica, ed. Espasa-Calpe/Argantonio, Madrid 1986. AA.VV., La pintura en 108 museos de México, Vol. 2 de Obras Maestras de la Pintura, ed. Planeta, Madrid-México 1983. AA.VV. Imaginería Virreina!. Memo¬rias de un seminario, ed. Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, México, 1990. CASTEDO, LEOPOLDO, Historia del Arte Iberoamericano, Alianza Editorial-Sociedad V Centenario, Madrid 1988, 2 vols. LA ORDEN MIRACLE, ERNESTO, Elogio de Quito, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1975. KUBLER, GEORGE, Arquitectura Mexicana del siglo XVI, FCE, México, 1984 (1'. ed. 1948). SEBASTIÁN, SANTIAGO, El barroco iberoamericano. Mensaje iconográfico, Ed. Encuentro, Madrid 1990. Toussaint, Manuel, Arte colonial en México Ed. UNAM, México 1990 (1'. ed. 1948), etc. </ref><br />
<br />
<br />
==Arte conventual del siglo XVI==<br />
<br />
<br />
En el siglo XVI florece un arte, aunque dictado por la urgencia y necesidad de la misión, de alta calidad estética, la arquitectura conventual. La «gran construcción» americana del siglo XVI, en palabras de Octavio Paz, contrapuesta a la «gran destrucción» de los templos y los fundamentos vitales de las [[CULTURAS_INDÍGENAS_DE_AMÉRICA_LATINA | culturas prehispánicas]], fue sin duda la masiva construcción de conventos.<ref>Personalmente creo que los « fundamentos vitales válidos » de las culturas precolombinas fueron incorporados a la nueva síntesis cultural operada por el cristianismo. Piénsese, por ejemplo, en la acusada sensibilidad religiosa de dichos pueblos, trasvasada y potenciada a la nueva etapa cultural.</ref>En este enorme esfuerzo que aún hoy sorprende por su intensidad -principalmente en México-- y los recursos de todo orden que movilizó, se cifra uno de los aspectos sustantivos de la acción civilizadora de la Iglesia en el nuevo continente.<ref>Cfr. más ampliamente el excelente estudio de EMILIO GÓMEZ PIÑOL, La Arquitectura. Siglos XVI¬-XVIII, en Gran Enciclopedia de España y América, Tomo IX, El arte, Ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1986, pp. 51-185. Mi cita, ad sensum, p. 72.</ref><br />
<br />
La religión y sus prácticas ceremoniales debían ocupar el gigantesco vacío existencial producido al desplomarse la ancestral cosmovisión indígena. El carácter de ésta era de una religiosidad profundamente ritualista, expresada, por lo general, en grandes ceremonias multitudinarias celebradas en espacios abiertos. Las experiencias llevadas a cabo, principalmente en [[NUEVA_ESPAÑA;_Virreinato_de_la | la Nueva España]], para dar solución a los problemas planteados fueron de gran originalidad y eficacia. <br />
<br />
Como respuesta surgió una tipología arquitectónica novedosa en su visión de conjunto de las necesidades por resolver, llegando a constituir una genuina aportación americana a la historia de la arquitectura. Gracias a la funcionalidad conseguida en la habilitación de espacios para multitudes, junto al vistoso ceremonial del culto unido a la caracterización del nuevo ámbito sacro, la integración indígena en la nueva situación social y cultural avanzó prodigiosamente.<ref>Cfr. E. GÓMEZ PIÑOL, a.c., p. 58 ad sensum.</ref> <br />
<br />
Elementos de la arquitectura conventual del siglo XVI son el convento, el templo, con elementos románicos, góticos y, más frecuentemente, platerescos, el gran atrio, de muros robustos y bellos, con sus capillas-posas para las procesiones, y la capilla abierta. Sobre la función de la misma, escribe Fray [[BENAVENTE_(MOTOLINIA),_Fray_Toribio_de | Toribio de Benavente]] (Motolinía), en 1541: <br />
''“Los patios (se refiere a los atrios) son muy grandes y muy gentiles, pues las gentes son muchas y no caben en las iglesias. Por esta razón su ca¬pilla está afuera en el patio, porque todos oyen misa todos los domingos y días de fiesta, en tanto que las iglesias se usan entre semana.”'' <br />
<br />
Características de esta arquitectura es la monumentalidad, un cierto desfasamiento anacrónico en relación a Europa, con la consiguiente combinación de estilos arquitectónicos: se encuentran elementos medievales, románicos y góticos, cuando Europa está en pleno renacimiento: por ejemplo, [[HUEJOTZINGO | Huejotzingo]], [[CALPAN,_Convento_de | Calpan]]; aunque hay también bellos ejemplares platerescos, como las fachadas de los templos de [[ACOLMAN | Acolman]], Cuitzeo, Yuriria, las capillas abiertas de TIalmanalco, Cuilapan de León (Oaxaca), todas ellas en México. En una analogía con el desarrollo físico de una persona, América tiene que pasar de la infancia de las formas románicas macizas, a la esbeltez de la juventud en el gótico y a la madurez del dominio de la técnica y al clasicismo de las proporciones del renacimiento, en un siglo, cuando Europa tardó cinco en alcanzarla. <br />
<br />
Otra característica del arte conventual de siglo XVI, importantísima, fue la participación de los indígenas en las obras. Al principio como mano de obra exclusivamente física; pronto, gracias a su prodigiosa capacidad imitativa pudieron dominar plenamente las técnicas del arte europeo. En una siguiente fase, tuvieron el campo despejado para dar cauce libre a su propia originalidad. Así surge el «tequitqui» o arte tributario, nuestro [[MUDÉJARES | mudéjar]] americano, cruce de formas indígenas precolombinas con estilos y contenidos europeos y cristianos, sobre todo en escultura y decoración en piedra.<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexica¬no en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref><br />
<br />
==Arte barroco==<br />
<br />
<br />
Ante todo, algunos presupuestos. El primer concepto que damos por supuesto -y que no desarrollamos por exigencias de método y espacio-, es que el barroco, antes de ser un estilo artístico, es la cultura de una época, la mentalidad y el talante de una sociedad histórica. Es, por lo mismo, una estructura histórica amplia y compleja, una de cuyas manifestaciones es el arte. <br />
<br />
El segundo supuesto es que tal época histórica coincidió con el período en que ya había iniciado vigorosamente en Europa la Reforma Católica, anterior a las controversias protestantes, aunque también recibió el potente impulso de la contrarreforma tridentina, a lo largo del XVII y del XVIII. En esta época se refuerza la autoridad del papado, tiene lugar una gran expansión de la [[JESUITAS_(Compañia_de_Jesús) | Compañía de Jesús]], se reafirma el núcleo esencial de la fe católica frente a los ataques de los reformadores protestantes. Todo ello va a dejar su huella en el arte barroco. <br />
<br />
El tercer supuesto es que la cultura barroca prefiere el ojo al oído. Escribe José Antonio Maravall:'' “dados los objetivos de difusión y de acción eficaz que la cultura barroca busca, se puede comprender que el barroco fue una cultura de la imagen sensible.”''<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexicano en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref>En el barroco se prefiere el ojo al oído, y dentro de las artes, se prefieren las artes visuales, las que entran por el ojo, por ser más eficaces para persuadir y ganar al que las contempla para los fines propuestos. <br />
<br />
Según un autor de la época, Suárez de Figueroa, ojos y oídos son puertas de acceso válidas para el conocimiento de las cosas, pero ''“en suma, son los ojos, entre los sentidos que sirven al alma, por donde entran y salen muchos afectos.”''<ref>Varias noticas importantes de «humana comunicación », fol. 244.</ref>Aunque el barroco echa mano también de la eficacia del oído, en la música y el teatro, sin embargo sus preferencias van hacia las artes plásticas, arquitectura y pintura.<br />
<br />
==El Barroco iberoamericano==<br />
<br />
<br />
Tales caracteres se van a dar en el barroco americano, que definimos igualmente como la cultura de una época y el talante de una sociedad. Con trazos esenciales, el perfil de la sociedad iberoamericana de los siglos XVII y XVIII es el siguiente: <br />
<br />
- Asentamiento social, político y económico de la nueva sociedad iberoamericana. Concluidos los períodos de los descubrimientos y conquistas políticas, y del pionerismo misionero de las grandes órdenes religiosas, es la hora de formar un modo de vida estable mediante instituciones –en lo político, lo jurídico, y lo eclesiástico-, ya través de una labor de formación y educación de las nuevas generaciones. El optimismo que reina en el ambiente, propio de una sociedad próspera en expansión, le lleva a volcar en arte sus enormes recursos materiales. <br />
<br />
- Voluntad de afirmación vigorosa de la ortodoxia católica, no como quien tiene que disputar y convencer a un adversario obstinado, sino como quien quiere rea¬firmar su identidad y como quien tiene una tarea vasta de seguir evangelizando muchedumbres de indígenas y culturas todavía paganas. <br />
<br />
<br />
Tal espíritu y talante se vuelca en el arte religioso barroco: el arte barroco iberoamericano es un arte suntuoso, pedagógico, imitativo y a la vez original o por lo menos favorecedor de la creatividad en contenidos y formas. De la conjunción de elementos europeos y americanos autóctonos nacerá una criatura nueva. <br />
Tal originalidad queda impresa en contenidos y formas. Por ejemplo, la representación de motivos decorativos o mitológicos prehispánicos, de la fauna y la flora propias de América; la pintura de tipos humanos «nuevos» en ese gigantesco laboratorio étnico y antropológico que es Iberoamérica, hay en el arte novohispano toda una corriente pictórica denominada «pintura de castas» que se recrea en representar parejas de distinta raza y el fruto que de su unión nace. <br />
<br />
<br />
Se está produciendo el fenómeno nuevo del mestizaje, producido por la mezcla de las tres razas: europea, indígena y africana. Del cruzamiento de español e india nace el mestizo, del español y negra, nace el mulato, del indio y negra, el zambo. De español y mestiza, castizo; de castizo y española, coyote; de español y mulata, morisco; de chino e india, cambujo; de cambujo e india «tente en el aire», etc. <br />
<br />
<br />
Otros indicios de la originalidad del barroco iberoamericano en cuanto a forma, es el retablo llevado del interior a la fachada del templo, el empleo de la columna estípite en el mismo, sobre todo en el barroco mexicano. La profusión decorativa, de buen gusto -piénsese en la Iglesia de Santo Domingo de Oaxaca, o en la Capilla del Rosario, de Puebla, en Santa Clara, de Tunja, en san Francisco, de Lima o de Quito, en la Compañía, también de Quito, etc.- El azulejo en la arquitectura religiosa y profana, sobre todo en México, responde a la alegría y colorido decorativos de los indígenas. <br />
<br />
<br />
El denominador común de todo el arte religioso barroco es su intencionalidad pedagógica: todo él está orientado hacia la catequesis y hacia la persuasión afectiva de unos pueblos emotivos antes que intelectuales. En Iberoamérica esto no es nuevo: ya desde el siglo XVI los misioneros, ante un continente por evangelizar, habían ideado diferentes sistemas para enseñar el catecismo: inspirados en manuscritos indígenas, traducen la enseñanza cristiana a caracteres pictográficos, se ayudan de cuadros y «pinturas» que representan los artículos de la fe, los diez mandamientos, los sacramentos, el camino del cielo y el del infierno. Este sistema de grandes lienzos pictóricos didácticos pervivió hasta el s. XVIII en centros rurales, v. gr. en Santa Cruz de Tlaxcala dos retablos representan escenas con inscripciones en náhuatl. <br />
<br />
<br />
Veamos la fuerza pedagógica de este retablo: el eje de la composición es el árbol del paraíso terrenal, con Adán y Eva a ambos lados, en el momento de la tentación origen del primer pecado. A la derecha, las representaciones de la pereza, la envidia y la gula; a la izquierda, la de la soberbia, la avaricia y lujuria; en el centro, la ira. Cada composición está presidida por su animal característico y presenta una escena bíblica alusiva al mismo. Por ejemplo, al referirse a la lujuria, el pintor presenta un cerdo -aunque en la Edad Media fue más frecuente un macho cabrío--, y nos presenta a Susana en un jardín cerrado, sorprendida por los dos viejos cuando iba a bañarse en la taza de una fuente.<ref>Cfr. más ampliamente, SANTIAGO SEBASTIÁN, El Barroco Iberoamericano. Mensaje iconográfico, ed. Encuentro, Madrid 1990, pp. 85-86.</ref><br />
<br />
<br />
Proyección catequética del arte Virreinal es la serie realizada en Quito por Miguel de Santiago, uno de los pintores más importantes del barroco iberoamericano. En los ocho lienzos de Quito, Miguel de Santiago representa en la parte superior del cuadro los mandamientos por unos ángeles y los dones del Espíritu Santo también por ángeles; a la izquierda, las peticiones del Padre Nuestro, por medio de figuras femeninas; a la derecha, un obispo o un sacerdote sostiene el letrero de un sacramento; en el centro, una obra de misericordia, y abajo un pecado capital. Es decir, estamos ante un catecismo ilustrado de la fe cristiana. <br />
<br />
<br />
El mismo pintor quiteño realizó otra serie hacia mitad del s. XVIII para la catedral de Santa Fe de Bogotá, sobre los artículos del credo. Hay también series catequético-pictóricas dedicadas a la Salve Regina, como la de la Iglesia de Puerto Acosta, en [[BOLIVIA;_Afrodescendientes | Bolivia]], obra del pintor Leonardo Flores, en la segunda mitad del XVII; a los sacramentos, por ejemplo, los cuadros conservados en Arani ([[BOLIVIA;_Afrodescendientes | Bolivia]]), de fines del XVII. <br />
Se representan sobre todo los sacramentos más controvertidos en la disputa reformista: el sacerdocio, la penitencia y la [[EUCARISTÍA;_distribución_a_los_indios | eucaristía]]. Destaca el retablo de San Francisco, de Bogotá, de complicado programa didáctico sobre el sacramento del sacerdocio: obra del ensamblador asturiano Ignacio Garda de Ascucha, llegado a Bogotá en 1619, y rematado, después de su muerte, por un religioso anónimo, que ha sido llamado «Maestro de San Francisco». <br />
<br />
<br />
Entre todos los sacramentos, la [[EUCARISTÍA;_distribución_a_los_indios | Eucaristía]] tuvo preeminencia en la representación pictórica y aun escultórica. Por influjo de «La disputa del Sacramento» de Rafael, y de varias representaciones de Rubens, en Iberoamérica encontramos frecuentemente el tema de la exaltación de la [[EUCARISTÍA;_distribución_a_los_indios | Eucaristía]]. <br />
<br />
<br />
Es famosa, por ejemplo, la de Melchor Pérez de Holguín, pintor boliviano de altas calidades, en Rosario (Argentina); en Achocalla ([[BOLIVIA;_Afrodescendientes | Bolivia]]), Leonardo Flores repite el tema, siguiendo de cerca a Rubens. En México Baltasar de Echave Rojas la representa en la Catedral de Puebla, y [[VILLALPANDO,_Cristóbal_de | Cristóbal de Villalpando]] (1686) en la sacristía de la catedral metropolitana de México. <br />
<br />
<br />
También se representa como «Última cena»: en San Francisco del Cuzco; en Popayán (Colombia) la representa el pintor quiteño Bernardo Rodríguez. Es frecuente también la presentación de la [[EUCARISTÍA;_distribución_a_los_indios | Eucaristía]] en el momento de ocurrir un milagro sensible durante la misa para reforzar la fe de los perplejos e incrédulos en la transubstanciación: ya en el s. XVI en Nueva España es representada en las pinturas murales del convento franciscano de Cuernavaca; el pintor novohispano Basilio de Salazar dedicó a este tema su mejor obra, en 1645.<br />
<br />
<br />
En arquitectura, los monumentos más importantes de exaltación eucarística fueron los llamados «sagrarios» o capillas de grandes proporciones que se construyeron adosados a las catedrales, como el de México, una de las cumbres del barroco iberoamericano, y el de Bogotá, de exquisita factura. <br />
<br />
<br />
Otro tema muy del gusto del barroco, del que echa mano frecuentemente la Iglesia de la Contrarreforma, es la alegoría del triunfo de la Iglesia; imagen gráfica de un texto explicativo, más aún de una tesis, el triunfo de la Iglesia católica sobre los enemigos de Cristo: contra los [[JUDÍOS_EN_URUGUAY | judíos]] del Antiguo Testamento, contra los perseguidores, contra los herejes de todos los tiempos, hasta llegar a los de la Reforma Protestante; la Iglesia aparece asistida siempre por ángeles, evangelistas, doctores, fundadores, santos, y sobre todo por la Madre de Dios. Contemplan y como que organizan la escena las Tres Divinas Personas. <br />
<br />
<br />
Hay una composición de [[VILLALPANDO,_Cristóbal_de | Cristóbal de Villalpando]], dedicada al «Triunfo de la Iglesia militante y triunfante», bajo influencia de Rubens. También se la representó bajo la imagen de la Iglesia como la nave de Pedro, que también es llamada a veces «nave de la contemplación mística». Esta representación del «Triumphus Ecclesiae» tiene carácter de confrontación con los enemigos de la Iglesia, antiguos y modernos. En el s. XVI, a raíz de la Contrarreforma, se difundió mucho un grabado de Filippo Tomasini (en Roma 1602), que sirvió de punto de partida a otro editado en Milán bajo el título de: «Triunfo de la Iglesia Católica certificada por sus cuatro evangelistas y sus apóstoles y sus principales doctores contra toda herejía y supersticiones del Paganismo». <br />
<br />
Hay una buena representación pictórica de Melchor Pérez de Holguín, de 1707, en la Iglesia de San Lorenzo, Potosí ([[BOLIVIA;_Afrodescendientes | Bolivia]]): el eje de la composición es el mástil de la nave, coronado por Cristo como Rey de reyes, junto a su madre y a seis ángeles portadores de los instrumentos de la pasión; más a los extremos están los Evangelistas pregonando el mensaje de Cristo por toda la tierra. El mástil está concebido como «árbol de la fe cristiana» y por ello se colocaron en torno suyo a los «Fundatores religionum»: san Francisco, san Agustín, san Benito, san Bruno, san Pedro Nolasco, santo Domingo, etc. <br />
<br />
<br />
Cada uno está unido a Cristo por medio de una jarcia. Al lado de popa aparece san Pedro llevando el timón y mostrando las llaves, mientras que en una bandera se proclama que él es piedra angular. El costado de proa refleja el carácter combativo de la Iglesia, con santos modernos de la Contrarreforma; por ello algunos, como san Ignacio de Loyola, van provistos de venablos, y además cuentan con la ayuda del arcángel san Miguel, vencedor de Satanás en los cielos. La nave no tiene miedo ante los peligros de este mundo, y así va provista de dos áncoras: una es la «Bona Voluntas» y otra el «Desiderium Paradisi». <br />
<br />
<br />
Protegiendo a la nave se colocó en primer término una barcaza con los «Docto¬res Ecclesiae», san Gregorio, san Agustín, san Jerónimo y san Ambrosio, más santo Tomás de Aquino, quienes con sus remos alcanzan ya a las naves de los herejes y de los cismáticos, que llevan al timón al mismo Demonio (el ecumenismo estaba todavía por venir); no pudiendo resistir el ataque, los personajes más significativos huyen a nado, como Sabelio, Arrio, Lutero, Calvino, etc ... <br />
<br />
El tono triunfal se completa con las tres naves que van remolcadas y dirigidas por los profetas Daniel, Jeremías y Ezequiel contra los enemigos de Dios vencidos. Este ambiente de victoria se completa con la escena de la lucha del emperador Heraclio contra el persa Cosroes, en el ángulo inferior derecho, mientras que al otro extremo vemos las ruinas de un templo pagano con los ídolos destrozados de Apolo y Hércules, más la escena bíblica de los tres jóvenes salvos en el horno por haberse negado a adorar la estatua de Nabucodonosor. <br />
<br />
El conjunto queda rematado con dos escenas referidas a las ciudades de Damasco y Constantinopla: ante la primera, vemos la caí¬da de Saulo, que perseguía a los cristianos, y desde este momento se convirtió; y en la otra, aparece el papa convirtiendo a los turcos a las puertas de Constantinopla, expresando un deseo mesiánico de la Iglesia.<ref>Para esta descripción soy deudor de S. SEBASTIÁN, o.c., p. 106-107.</ref><br />
<br />
<br />
El escultor Miguel Jiménez también la representó en relieve, aunque más pequeña, en la fachada principal de la [[CATEDRAL_DE_MÉXICO | Catedral de México]]. Parece natural que la tesis representada en dicho grabado se difundiera en Iberoamérica, donde la Iglesia de la Contrarreforma avanzaba victoriosamente destruyendo los ídolos indígenas. <br />
<br />
Igualmente es fuente inagotable de inspiración de contenidos iconográficos la tradición bíblica: sobre todo las páginas del Génesis, pero también las del Pentateuco, con sus historias de patriarcas, reyes y personajes representativos de la historia de la salvación, los profetas y, sobre todo, el Nuevo Testamento, con los misterios de la vida de Cristo, en especial los de su nacimiento, los de su Pasión y Muerte. <br />
<br />
El ciclo dedicado a la Santísima Virgen, en escenas bíblicas o bajo advocaciones de títulos hispanos o específicamente americanos, es abundantísimo. En fin, hay todo un ciclo dedicado a los santos, entre los más conocidos, los santos de grandes órdenes y congregaciones religiosas.<br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Si en la primera etapa el arte fue instrumento en manos del misionero para evangelizar la religiosidad del pueblo americano, en la segunda, es el pueblo mismo quien, al expresar creativamente su religiosidad por medio del arte, se evangeliza a sí mismo, en una circularidad admirable. <br />
<br />
El resultado final es la abundante, variada y espléndida floración del arte religioso en [[AMÉRICA_LATINA:_El_Término | América Latina]], fenómeno único en la historia de la evangelización comparable sólo a la evangelización de Europa. Durante varios siglos las obras de arte religioso han venido ejerciendo un magisterio evangelizador silencioso y eficaz entre el pueblo sencillo y católico como entre intelectuales y políticos, a veces indiferentes y aun hostiles. ¡Tal es la fuerza evangelizadora ínsita en una obra religiosa bella! Glosando a San Pablo, podemos decir: «Verbum Dei non est alligatum», «la Palabra de Dios no está encadenada», sobre todo cuando también se presenta como ¡«Verbum pulchrum»! <br />
<br />
En el momento de trazar las líneas programáticas de la nueva evangelización, conviene tener en cuenta el modelo de la evangelización fundante: religiosidad y arte iban de la mano, sea para evangelizar al pueblo a medio y largo plazo, sea para que el pueblo mismo, expresando creativamente su fe religiosa en formas plásticas bellas, se convierta, a su vez, él mismo en verdadero evangelizador.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references></references><br />
<br />
=Bibliografía=<br />
<br />
<br />
<br />
AA.VV., ''Historia del Arte Mexicano'', tomos V, VI, VII, XVIII. Ed. Sep/Salvat, México, 1986.<br />
<br />
AA.VV., La pintura en 108 museos de México, Vol. 2 de ''Obras Maestras de la Pintura'', ed. Planeta, Madrid-México 1983.<br />
<br />
AA.VV. Imaginería Virreina!.''Memorias de un seminario'', ed. Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, México, 1990. <br />
<br />
AA.VV. Gran Enciclopedia de España y América, Tomo IX, El arte, Ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1986<br />
<br />
AA.VV ''Gran Enciclopedia de España y América'', tomo VII, ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1989<br />
<br />
<br />
CASO ANTONIO, ''El Pueblo del Sol'', FCE, México.<br />
<br />
CASTEDO, LEOPOLDO, ''Historia del Arte Iberoamericano,'' Alianza Editorial-Sociedad V Centenario, Madrid 1988, 2 vols. <br />
<br />
[[CONSEJO_EPISCOPAL_LATINOAMERICANO_(CELAM) | CELAM]], ''Documento de Puebla''<br />
<br />
KUBLER, GEORGE, ''Arquitectura Mexicana del siglo XVI,'' FCE, México, 1984 <br />
<br />
<br />
MARAVALL JOSÉ ANTONIO, ''La cultura del Barroco'', ed. Ariel, Barcelona 1986, l ed. 1975<br />
<br />
MIRACLE, ERNESTO, ''Elogio de Quito,'' Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1975. <br />
<br />
SANTIAGO SEBASTIÁN, ''El Barroco Iberoamericano. Mensaje iconográfico'', ed. Encuentro, Madrid 1990<br />
<br />
TOUSSAINT, MANUEL, ''Arte colonial en México,'' Ed. UNAM, México 1990<br />
<br />
<br />
UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE.'' Anales de la Facultad de Teología'', Chile, 1990.<br />
<br />
<br />
VILLA JOSÉ MORENO, ''Lo mexicano en las artes plásticas'', FCE, México, D. F., 1986<br />
<br />
<br />
<br />
'''JAVIER GARCÍA GONZÁLEZ'''<br />
<br />
<relatedtags><br />
[[ACOLMAN|ACOLMAN]]<br />
<br />
[[AMÉRICA_LATINA:_El_Término|AMÉRICA LATINA: El Término]]<br />
<br />
[[ARTE_SACRO_EN_AMÉRICA_Y_CHILE|ARTE SACRO EN AMÉRICA Y CHILE]]<br />
<br />
[[AZTECAS|AZTECAS]]<br />
<br />
[[BENAVENTE_(MOTOLINIA),_Fray_Toribio_de|BENAVENTE (MOTOLINIA), Fray Toribio de]]<br />
<br />
[[BOLIVIA;_Afrodescendientes|BOLIVIA; Afrodescendientes]]<br />
<br />
[[BRASIL;_Afrodescendientes|BRASIL; Afrodescendientes]]<br />
<br />
[[VILLALPANDO,_Cristóbal_de|VILLALPANDO, Cristóbal de]]<br />
<br />
[[CALPAN,_Convento_de|CALPAN, Convento de]]<br />
<br />
[[CONSEJO_EPISCOPAL_LATINOAMERICANO_(CELAM)|CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO (CELAM)]]<br />
<br />
[[CASO,_Antonio|CASO, Antonio]]<br />
<br />
[[CATEDRAL_DE_MÉXICO|CATEDRAL DE MÉXICO]]<br />
<br />
[[CULTURAS_ABORÍGENES_DEL_URUGUAY|CULTURAS ABORÍGENES DEL URUGUAY]]<br />
<br />
[[CULTURAS_INDÍGENAS_DE_AMÉRICA_LATINA|CULTURAS INDÍGENAS DE AMÉRICA LATINA]]<br />
<br />
[[EUCARISTÍA;_distribución_a_los_indios|EUCARISTÍA; distribución a los indios]]<br />
<br />
[[JESUITAS_(Compañia_de_Jesús)|JESUITAS (Compañia de Jesús)]]<br />
<br />
[[JUDÍOS_EN_URUGUAY|JUDÍOS EN URUGUAY]]<br />
<br />
[[HUEJOTZINGO|HUEJOTZINGO]]<br />
<br />
[[MUDÉJARES|MUDÉJARES]]<br />
<br />
[[NUEVA_ESPAÑA;_Virreinato_de_la|NUEVA ESPAÑA; Virreinato de la]]<br />
<br />
[[URUGUAY;_Piedad_popular|URUGUAY; Piedad popular]]<br />
<br />
[[RELIGIOSIDAD_POPULAR|RELIGIOSIDAD POPULAR]]<br />
<br />
[[TEOTIHUACÁN|TEOTIHUACÁN]]<br />
<br />
[[TENOCHTITLAN;_Capital_del_pueblo_Azteca|TENOCHTITLAN; Capital del pueblo Azteca]]<br />
<br />
[[URUGUAY;_Primeras_corrientes_evangelizadoras|URUGUAY; Primeras corrientes evangelizadoras]]<br />
</relatedtags></div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=352616EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-15T15:04:46Z<p>MGARCIA: /* REFLEXIÓN FINAL */</p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio'' «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima»'' (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la ''«Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo»,'' con seis ordenanzas. <br />
<br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
Este tipo de Sínodos se repetirá a lo largo del período hispano, como en Yucatán en 1722, celebrado por el obispo Juan Gómez de Parada, en que se tiene una gran defensa de los indios, que el obispo había conocido en su visita pastoral y que ya había antes comunicado al rey. Dice que'' «se comete un gravísimo pecado mortal al robarles la natural libertad que Dios les dio y el rey les conservó».''<ref>CEBALLOS GARCÍA, MANUEL J., «El primer Sínodo de Yucatán. Espíritu y legislación del III Concilio Mexicano», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI» vol. I, 491.</ref><br />
<br />
<br />
Poco más adelante, en Chile, está el Sínodo de Concepción, celebrado en 1744 por el obispo Pedro Felipe de Azúa, en que se tiene una valiente y decidida denuncia de los males que afectaban a los indios, por parte de los españoles, y los remedios que el obispo proponía. Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y en la defensa que hizo el obispo ante el Consejo de Indias, se contiene una muy valiosa documentación que explica mucho más todavía la difícil condición en que vivían los indios.<ref>OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 281-354.</ref>Por último, el rey aprobó este Sínodo en 1748, cuando Azúa ya estaba de arzobispo en Santa Fe (Bogotá). Es de un gran valor conocer este Sínodo para entender cómo se mantenían esos antiguos problemas y cómo los obispos no descansaban en la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
A través de estos Sínodos -que dista mucho de ser un panorama más o menos completo de los Sínodos de entonces- se puede ver la constante preocupación de los obispos en cuando a procurar de verdad una sociedad integrada, fraternal y cristiana. En los Sínodos hay un gran material para conocer cuánto luchaban los obispos por esta causa derivada de la misma evangelización.<ref>El Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1670 por el obispo Diego de Hurnanzoro debió ser un testimonio extraordinario en este sentido si tenemos en cuenta la abundantísima correspondencia suya con el rey, precisamente por la defensa de los indios. Lamentablemente este obispo desistió de imprimir el Sínodo para emplear más bien su costo en los pobres. Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «El Cuarto Sínodo de Santiago», en «Boletín de la Academia Chilena de la Historia» N. 94 (1983), 153-170</ref><br />
<br />
<br />
'''5. Las proyecciones del monarca español'''<br />
<br />
<br />
Cuando se leen las disposiciones del monarca español, desde Isabel la Católica en adelante, acerca del tratamiento a los naturales de Indias y de sus derechos y, especialmente, lo relativo a la evangelización de los mismos, resulta sorprendente ver su coincidencia con lo que los Sumos Pontífices, obispos y misioneros pretendían en esas mismas materias. Sin embargo, la realidad resultaba diversa en Indias y, por eso, los Papas apelaban al rey solicitando se cumplieran sus ordenanzas, al igual que hacían los obispos en sus cartas al rey. <br />
<br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» mandadas a imprimir y publicar por Carlos II,<ref>Quinta edición. Madrid, 1841.</ref>se podría hacer un tratado extensísimo sobre esta materia. Por esto, nos limitaremos a unos pocos textos que son suficientes para conocer esas proyecciones del monarca español para construir en Indias una sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
Isabel la Católica, en su testamento, «al rey mi señor» indicaba «a la princesa mi hija y al príncipe su marido» -entre otras muchas cosas importantes, después de la evangelización- ''«y no consientan ni den lugar a que los indios y moradores de dichas Islas y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes: mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de dicha concesión nos es inyungido y mandado».'' <br />
<br />
<br />
En efecto, porque antes había recordado: «nuestra principal intención fue al tiempo que lo suplicamos al papa Alejandro VI que nos hizo la dicha concesión de procurar inducir y traer los pueblos dellas, y los convertir a nuestra santa fe católica, y enviar a las dichas Islas y Tierra Firme, prelados y religiosos, clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios para instruir los vecinos y moradores de ellas a la fe católica, y los doctrinar y enseñar buenas costumbres... » (Libro N, Título Diez, Ley Primera). <br />
<br />
<br />
Esta fue la tónica siguiente de los monarcas, que explicitaron ese mandato del testamento de Isabel la Católica, que ya en vida lo había expresado. El Libro N, Título Diez de la Recopilación se titula «Del buen tratamiento de los indios». Será suficiente ir transcribiendo el contenido de algunas de estas leyes para comprender el propósito, desde los comienzos, que la evangelización debía expresarse también en el reconocimiento de la dignidad de los naturales de estas tierras y de sus derechos: <br />
<br />
<br />
- Ley II. Felipe II. Que el buen tratamiento de los indios sea de forma que no dejen de servir y ocuparse.<ref>Esta es parte de una Instrucción. Y se lee al comienzo: «Grandes daños, agravios y opresiones reciben los indios en sus personas y haciendas de algunos españoles, corregidores, religiosos y clérigos con todo género de trabajo con que los desfrutan por su aprovechamiento, y como personas miserables no hacen resistencia ni defensa ... y las justicias que los debían amparar, o no lo saben ... o lo toleran y consienten por sus particulares intereses, contra toda razón cristiana y política, y conservación de nuestros vasallos»</ref><br />
<br />
<br />
- Ley III. Felipe II, 1563 y 1580. Felipe III, 1635. Que los virreyes se informen si son mal tratados los indios, y castiguen a los culpados. <br />
<br />
<br />
- Ley IV. Carlos V, 1523. El príncipe gobernador, 1543, Felipe II, 1582. Felipe III, 1620. Que las justicias procedan contra culpados en malos tratamientos, y los castiguen severamente. <br />
<br />
<br />
- Ley V. Felipe II, 1595. Que se atienda mucho cómo acuden los corregidores al buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley VI. Felipe II, 1582. Felipe III. Que todos los ministros y residentes en las Indias procuren el buen tratamiento de sus naturales.<br />
<br />
<br />
- Ley VII. Felipe II, 1596. Que los prelados informen siempre del estado, tratamiento y doctrina de los indios conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II, 1582. Que se guarden las leyes y provisiones sobre que los curas y religiosos tratan bien a los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley XVIII. Felipe II, 1562. Que los indios de señorío, siendo agraviados, se puedan quejar en las audiencias. <br />
<br />
<br />
- Ley XIX. Carlos V, 1536. Que el negro que maltrate a indio sea castigado conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley XX. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios de Chile que sirvieren sean bien tratados y adoctrinados. <br />
<br />
<br />
- Ley XXI. Felipe II, 1595. Que los delitos contra indios sean castigados con mayor rigor que contra españoles. <br />
<br />
<br />
- Ley XII. Felipe II, 1582. Que donde no cesaren los agravios hechos a indios se avise, para que vaya visitador. <br />
<br />
- Ley XXIII. Carlos II y la reina gobernadora. Que se guarde lo ordenado sobre el buen tratamiento de los indios por cláusula del rey, escrita de su real mano, y las leyes dadas.<ref>Ahí se decía: «Habiendo tenido el rey don Felipe IV, nuestro padre y señor. .. noticia de los malos tratamientos que reciben los indios en obrajes de paños, sin plena libertad (y a veces encarcelados y con prisiones) ni facultad de salir a sus casas, y acudir a sus mujeres, hijos y labores... fue servido de resolver que se guardasen las leyes dadas sobre prohibir y modificar el servicio personal, y añadió de su real mano la cláusula siguiente... ». Y al final, se alude a la Ley XXXVI, título Nueve de este mismo Libro: Carlos V y la emperatriz gobernadora, 1532. Que los encomenderos juren que tratarán bien a los indios.</ref><br />
<br />
<br />
En el Libro II, título II «Del consejo real, y junta de guerra de Indias», se contienen diversas leyes en el mismo sentido anterior. Por ejemplo: <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el principal cuidado del Consejo sea la conversión de los indios y poner ministros suficientes para ella. <br />
<br />
<br />
- Ley IX. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el Consejo provea lo conveniente para el buen tratamiento de los indios. <br />
Al tratar de las pacificaciones, en el libro IV, Título Cuarto: <br />
- Ley I. Felipe II. Que para hacer la pacificación precedan las diligencias de esta ley.<ref>« ... Para mejor conseguir la pacificación de los naturales de Indias ... procuren atraerlos a su amistad con mucho amor y caricia ... sin codicia ... y asienten amistad, y alianza con los señores y principales ».</ref><br />
<br />
<br />
- Ley II. Que hecha amistad con los naturales se les predique la santa fe conforme a lo dispuesto.<ref>«Usando de los medios más suaves que parecieren para aficionarlos a que quieran ser enseñados, y no comiencen a reprenderles sus vicios, ni idolatrías, ni les quiten las mujeres, ni ídolos, porque no se escandalicen, ni les cause extrañeza la doctrina cristiana... ».</ref><br />
<br />
- Ley V. Carlos V, 1526. Que los clérigos y religiosos que fueren a descubrimientos, procuren el buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
- Ley VIII. Carlos V, 1523. Que no se consienta que a los indios se les haga guerra, mal, ni daño, ni se les tome cosa alguna sin paga. <br />
En el Libro VI, el Título Primero se titula «De los indios». Allí se encuentra otro gran repertorio para lo que venimos tratando: <br />
- Ley I. Felipe II, 1580. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios sean favorecidos y amparados por las justicias eclesiásticas y seculares. <br />
<br />
- Ley II. Fernando V y doña Juana, 1514. Felipe II y la princesa gobernadora, 1556. Que los indios se puedan casar libremente, y ninguna orden real lo impida.<br />
<br />
- Ley XXII. Carlos V y el príncipe gobernador, 1551. Que los indios puedan criar toda especie de ganado, mayor y menor. <br />
<br />
- Ley XXIV. Carlos V, 1521, 1523 1534. Que entre indios y españoles haya comercio libre a contento de las partes. <br />
<br />
- Ley XXXII. Felipe II, 1580. Que los indios tengan libertad en sus disposiciones. <br />
<br />
- Ley XXXVI. Felipe II, 1594, Felipe IV, 1637 y 1640. Que no se pueda vender vino a los indios.<ref>Este fue un tema continuamente propuesto por los obispos en los abusos contra los indios. P.e. en el II Concilio de Lima, en el Sínodo de Concepción del obispo Azúa, 1744, etc.</ref><br />
El título II del mismo Libro VI, se titula «De la libertad de los indios», y allí se encuentran ordenanzas muy importantes para el tema de una sociedad integrada: <br />
- Ley I. Carlos V, 1526, 1530, 1532, 1540, 1542 y 1548. Que los indios sean libres y no sujetos a servidumbre. <br />
<br />
- Ley II. Carlos V y el cardenal Tavera, 1541. Que sean castigados los encomenderos que vendieren a sus indios. <br />
<br />
- Ley VII. Felipe III, 1618. Que en Tucumán y Río de la Plata no se vendan ni compren los indios que llaman de rescate. <br />
<br />
- Ley VIII. Que la prohibición de esclavitud se extienda con los indios aprisionados en Malocas. <br />
<br />
- Ley XI. Felipe III, 1609. Que los indios no se presten ni se enajenen por ningún título, ni pongan en las ventas de las haciendas. <br />
<br />
- Ley XIV. Felipe III, 1608. Felipe IV, 1625, 1662, 1663. Carlos II y la reina gobernadora. Sobre la libertad de los indios en Chile, y que a ella sean restituidos. <br />
<br />
- Ley XVI. Carlos II, 1679. Revalida las órdenes de libertad de los indios, y da nueva providencia en los de Chile.<ref>La Ley XIV era muy importante, porque respondía a una situación después de un gran alzamiento de los indios en eL sur de Chile. Esta Ley XIV es también una gran defensa de esos indios. Y, dice la Nota de la Ley XIV en la «Recopilación», que la Leyes XIV y XVI se mandaron guardar por Cédula de 17 de Enero de 1726, después del gran alzamiento de 1723.</ref><br />
<br />
El Título III del Libro IV se titula «De las reducciones y pueblos de indios», que en 29 leyes se provee siempre a la libertad y dignidad de los indios. No añadiremos más referencias, porque es suficiente con lo transcrito hasta aquí.<ref>En el Título Diez y Seis, que se titula «De los indios de Chile», se contienen muy interesantes datos respecto de este reino. El Título Diez y Siete se titula «De los indios de Tucumán, Paraguay y Rio de la Plata».</ref><br />
<br />
Aparece clara la posición de la monarquía española respecto de los indios, desde Isabel la Católica en adelante. Lo que también se trasluce en las repetidas ordenanzas reales era que esa posición de la corona apenas se cumplía en Indias. Y ésta es una pregunta que permanece abierta hasta el día de hoy. <br />
<br />
<br />
'''6.- La incorporación de los laicos'''<br />
<br />
<br />
Desde un principio se trató de incorporar a los laicos de Indias, naturales de esas tierras, en el proceso de la evangelización. Ya se tiene una explícita mención a este hecho en 1526, cuando el obispo Sebastián Ramírez de Fuenleal, que entonces presidía la Audiencia de Santo Domingo, postulaba que la evangelización debía hacerse por los mismos indios, porque «la conversión y doctrina de esa gente se hará cómo y por quién debe hacérseles.<ref>Cfr. Guarda OSB, Gabriel. «El apostolado seglar en la cristianización de América: La institución de los fiscales» en «Historia» 7 (1968). Este artículo está presente en el desarrollo de esta materia.</ref><br />
<br />
<br />
Así fue extendiéndose más y más este convencimiento, en algunas partes de que debían ser los propios indios quienes pudieran evangelizar a sus semejantes, y más aún hasta oficiar los sacramentos, lo que exigía, por consiguiente, la ordenación sacerdotal de los naturales. Pero, aquí tratamos sólo de los laicos. <br />
<br />
Para preparar esa incorporación de los laicos se habían abierto colegios para indígenas, desde 1502, de parte de los franciscanos y dominicos y, más tarde, en 1591, los franciscanos obtuvieron del virrey de México trasladar familias tlaxcaltecas, ya cristianas, para evangelizar a los chichimecas. Muchas iniciativas hubo en este campo. Se fue perfilando, poco a poco, instituir algunos laicos indios para encargarse de los demás naturales tanto en la policía como en el servicio religioso. <br />
<br />
Especialmente esto fue haciéndose más práctico, en el terreno religioso, en el virreinato del Perú. Y en el primer Concilio de Lima (1551-1552), se estableció que los sacerdotes o los caciques pudieran nombrar a dos fiscales o alguaciles en cada pueblo, los cuales tengan cuenta de todos los indios e indias cristianos, grandes y pequeños, y de los nombres de ellos, y de los casados, y de ver los que vuelven a sus ritos y costumbres, y dar de ello razón al sacerdote. (Constitución 12). También, más claramente, establece el Concilio que los misioneros dejarán en los pueblos «dos o tres muchachos de los que trajeren consigo bien adoctrinados para proseguir la doctrina de los muchachos cada día, y de los demás indios e indias dos días cada semana y todos los domingos y fiestas de guardar» (Constitución 40).<ref>Vid. O. c. 206-207.</ref><br />
<br />
Estos fiscales eran especialmente adoctrinados para que, a su vez, pudieran cum¬plir siempre mejor su servicio religioso a los demás en los pueblos. Se les solía reunir periódicamente con este objetivo. En el II Concilio de Lima (1567-1568), en la Constitución 118 y también en el III (1582-1583) en la Constitución 89, se vuelve sobre los fiscales, de manera que cuiden no sólo de erradicar la idolatría sino especialmente de velar por la moral pública, las buenas costumbres, cuidar a los enfermos asistiéndoles espiritual y corpo-ralmente, y, cuando faltare el sacerdote, enseñar la doctrina. <br />
<br />
A fines del siglo XVI, la institución de los fiscales se había extendido por casi to¬das las secciones de Indias. Su nombre, en algunas partes, continuaba siendo el de al¬guacil, como se lee en el Sínodo de Santa Fe (Bogotá), de 1556, del obispo Fray Juan de los Barrios; y el obispo Fray Luis Zapata de Cárdenas, también de Santa Fe, dispone en su «Catecismo» en 1576, que esos fiscales o alguaciles se preparen para sus tareas apostólicas en una especie de internado. <br />
<br />
Así en Chile, ya en 1587 -después del III Concilio de Lima- se tienen datos en la diócesis de La Imperial de la existencia de estos fiscales, y en Santiago en 1593. Y en el Sínodo de Santiago de 1626, del obispo Francisco González de Salcedo, también, claramente se habla de este oficio en la Constitución IV del Capítulo II.<br />
<br />
Más y más se arraigó esta institución de los fiscales y en Chile, en el Sínodo de Fray Bernardo de Carrasco, obispo de Santiago, en 1688, en la Constitución I del Capítulo IX, se habla de los deberes de los fiscales, para hacer rezar a los indios cada día, antes de sus trabajos y repetir el Catecismo: «y para esto tendrán señalado por el cura un Fiscal, que las sepa con expedición, para que esta diligencia satisfagan a la primera obligación de Encomenderos, y Tutores de estos cristianos nuevos…». Es decir, ya existían de mucho antes los fiscales y simplemente ahí se recuerdan sus obli¬gaciones. <br />
<br />
En México hubo hasta mártires entre los fiscales, como el caso de Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, el 14 de Septiembre de 1700, en San Francisco de Caxones. Y lo del Sínodo de Carrasco también se lee en el Sínodo de Concepción de 1744, del obispo Pedro Felipe de Azúa y en el de Santiago de 1763 del obispo Manuel de Alday. Pudiéramos seguir multiplicando los ejemplos y baste decir que esta institución llegó hasta nuestros días en algunos lugares, como en Chiloé, región austral de Chile, y en los pueblos aymarás del norte de Chile, donde tienen el nombre de «fabriqueros». <br />
<br />
Lo importante es hacer notar que en el proyecto de una sociedad integrada, des¬de la evangelización, se cuidó incorporar en el culto religioso a los naturales para desempeñar ese servicio a sus connaturales y que era reconocido tanto por las autori¬dades eclesiásticas como por las civiles. <br />
<br />
La evangelización no podía conducir sino a una expresión de los grandes manda¬mientos del amor fraterno, en la medida expuesta por Jesucristo Nuestro Señor en los Evangelios y que la predicaron los Apóstoles y la entrega la Iglesia Católica. Lleva¬da al plano social dicha enseñanza debía producir una sociedad integrada entre evan¬gelizadores y evangelizados. El rey de España había recibido el encargo de evangeli¬zar el Nuevo Mundo y, por esto mismo, debía coincidir en un proyecto de una socie¬dad integrada por el reconocimiento de la persona humana, creada a imagen y seme¬janza de Dios, con todo 10 que ello implica. <br />
Por esto, hemos visto en el magisterio de los Sumos Pontífices la aplicación del Evangelio a la situación de Indias y más allá la reivindicación de esa doctrina en la práctica, al conocer los Papas que eran violados los derechos de los indios o desconocidos. Es una permanente afirmación que hicieron ellos, como se ha examinado so¬meramente en el primer siglo de la evangelización. <br />
<br />
Los obispos, personalmente, y en Concilios y Sínodos, fueron coherentes por completo con las enseñanzas de los Papas y tuvieron que enfrentarse, de continuo, con las autoridades españolas locales para que se reconocieran los derechos de los indios y se los respetaran. Ellos, en sus propios territorios tenían que alcanzar esa integración de todos en la sociedad. Y se ha visto, en los documentos citados, cómo trabajaban en tal sentido. Lo propio hacían los misioneros religiosos y del clero diocesano. <br />
Es importante destacar igualmente el proyecto que tenía el monarca español acerca de esta sociedad integrada, como consecuencia o postulado, mejor, de la mis¬ma evangelización. Los textos referidos de los reyes, a partir de Isabel la Católica, son en esa línea, que continuamente los reyes están vindicando, porque sabían que no se llevaba a la práctica. Y castigan severamente las violaciones a esos derechos e insistían en la vigilancia de su cumplimiento. <br />
La incorporación de naturales laicos en la evangelización como es el caso de los fiscales -no hemos aludido a las organizaciones de laicos como eran las cofradías,<br />
<br />
<br />
'''III LA REALIDAD ALCANZADA'''<br />
<br />
<br />
La evangelización no podía conducir sino a una expresión de los grandes manda¬mientos del amor fraterno, en la medida expuesta en los Evangelios por Jesucristo Nuestro Señor, y que la predicaron los Apóstoles y la entrega la Iglesia Católica. Llevada al plano social dicha enseñanza debía producir una sociedad integrada entre evangelizadores y evangelizados. El rey de España había recibido el encargo de evangeli¬zar el Nuevo Mundo y, por esto mismo, debía coincidir en un proyecto de una socie¬dad integrada por el reconocimiento de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, con todo lo que ello implica. <br />
<br />
Por esto, hemos visto en el magisterio de los Sumos Pontífices la aplicación del Evangelio a la situación de Indias y más allá la reivindicación de esa doctrina en la práctica, al conocer los Papas que eran violados o desconocidos los derechos de los indios. Es una permanente afirmación que hicieron ellos, como se ha examinado someramente en el primer siglo de la evangelización. <br />
<br />
Los obispos, personalmente, y en Concilios y Sínodos, fueron coherentes por completo con las enseñanzas de los Papas y tuvieron que enfrentarse, de continuo, con las autoridades españolas locales para que se reconocieran los derechos de los indios y se los respetaran. Ellos, en sus propios territorios tenían que alcanzar esa integración de todos en la sociedad. Y se ha visto, en los documentos citados, cómo trabajaban en tal sentido. Lo propio hacían los misioneros religiosos y del clero diocesano. <br />
<br />
<br />
<br />
Es importante destacar igualmente el proyecto que tenía el monarca español acerca de esta sociedad integrada, como consecuencia o postulado, mejor, de la misma evangelización. Los textos referidos de los reyes, a partir de Isabel la Católica, son en esa línea que continuamente los reyes están vindicando, porque sabían que no se llevaba a la práctica. Y castigan severamente las violaciones a esos derechos e insistían en la vigilancia de su cumplimiento. <br />
<br />
La incorporación de naturales laicos en la evangelización como es el caso de los fiscales -no hemos aludido a las organizaciones de laicos como eran las cofradías, en las que se contaban de indios y de negros- indica un ejemplo de esa voluntad integradora del proyecto de sociedad en Indias. <br />
<br />
En líneas generales había una coincidencia plena entre el magisterio de los Su¬mos Pontífices y de los reyes de España, y en la acción pastoral de los obispos se pueden reconocer muchos gestos importantes y difíciles frente a las circunstancias que sufrían los indígenas que eran avalados enteramente por los monarcas españoles. <br />
<br />
Por otra parte, había una comunicación entre los Papas y los reyes en ese primer siglo en que estudiamos el magisterio y disciplina de los Papas. Los reyes eran destina¬tarios de todos esos documentos, a veces directamente y las otras veces porque los documentos pontificios pasaban a través de ellos, por el Patronato que los implicaba, como en la erección de diócesis, etc. Las diferencias eran en cuanto al régimen que pretendían mantener los reyes en sus manos y para lo que fueron ganando terreno cada vez más y distanciando al Papa de sus fieles de Indias, en ese sentido. <br />
<br />
Todos estos elementos debían haber producido en la práctica, en la historia, el proyecto de sociedad integrada, pero no fue así. La realidad alcanzada dista mucho del objetivo de esa sociedad. Pero algo se obtuvo y es importante reconocerlo: a) Estuvo siempre vigente el modelos de sociedad de los Papas, en los reyes de España, en los obispos -personalmente y en acciones colegiales como Concilios y Sínodos- y también entre los misioneros; b) Siempre que esa integración era deteriorada o ataca¬da o desconocida no faltaron las denuncias y hasta los castigos, civiles y eclesiásticos, aunque no siempre podían llevarse a la práctica; e) Hubo esfuerzos muy importantes para esa integración, como fueron las reducciones de pueblos, en algunas secciones de América -y se piensa inmediatamente en las misiones jesuitas de Paraguay- y, poco a poco, se fue abriendo paso el sentido de fraternidad y respeto entre los evan¬gelizadores y evangelizados y hacia quienes no admitían el Evangelio. La segunda mi¬tad del siglo XVIII presenta una realidad mucho mejor en este sentido que en los tiempos anteriores, en diversas partes de América. <br />
<br />
Muy importante también es considerar que cuando se gestan los movimientos de Independencia, desde finales del siglo XVIII y a principios del siglo XIX, se tiene el ideal de una sociedad integrada en que todos son iguales, y muchos de sus líderes se reconocen como descendientes de legendarios héroes indígenas. Es decir, aflora un aprecio hacia ellos. <br />
<br />
Por razones culturales, principalmente, los indígenas no tuvieron, como hecho social, una acción protagónica en la Independencia y hasta hubo secciones en que demostraron estar más vinculados al régimen español que al nuevo que nacía allí. La esclavitud fue rápidamente abolida en las naciones nuevas, aún mientras esta¬ban en proceso de independencia, como en Chile en 1813. <br />
<br />
Un hecho muy elocuente de un acercamiento a una sociedad integrada fue el mestizaje, o sea la unión entre españoles e indias que fue configurando como una nueva etnia, que se fue ampliando más y más a través de los siglos. Y de una cierta discriminación inicial hacia los mestizos, paulatinamente fueron ocupando un lugar activo en la sociedad, de manera que en los tiempos republicanos fueron reconocidos iguales que los demás. Diversa fue la situación con los africanos y sus descendientes, pues no hubo, como hecho social, un cruce racial ni con indígenas ni con españoles. <br />
<br />
La realidad alcanzada, a pesar de que la sociedad integrada era una exigencia del Evangelio y estaba en la mente de los dirigentes de estas naciones en el plano religioso y político, fue escasa en sus resultados, pero permaneció siempre como un objetivo, un ideal que alcanzar, según se comprueba documentalmente de manera irrefutable. <br />
<br />
Por otra parte, aun en los regímenes de mayores libertades cívicas siempre sub¬sisten discriminaciones o segregaciones, pues esa miseria humana de desconocer los derechos de otros o de mantenerlos muy distantes para que los puedan practicar acompaña -lamentablemente- a todas las sociedades humanas. El desafío de una sociedad integrada a partir de la evangelización continúa siendo un gran desafío, para la Iglesia y para los pueblos. <br />
<br />
<br />
=='''REFLEXIÓN FINAL'''==<br />
<br />
<br />
La intervención de Alejandro VI en el proceso de descubrimiento del Nuevo Mundo se hizo en razón de la evangelización de esas nuevas tierras, los Sumos Pontífices, en el primer siglo de dicha evangelización participaron activamente con su magisterio y sus orientaciones y disciplina eclesiástica. Su primera gran afirmación fue enseñar la igualdad entre todos los hombres y que los indígenas eran iguales que los europeos, seres racionales y capaces de recibir la fe cristiana. <br />
<br />
De ahí derivaba el respeto a sus derechos como persona. Aquí viene, entonces, la segunda gran afirmación, que fue la defensa de los indios cuando eran maltratados por los es¬pañoles, y en esta defensa involucraron a los obispos, que ya la habían asumido, pero los Papas la encargaron también explícitamente. Esta defensa resultaba igualmente una exigencia para la misma evangelización, porque en esos abusos la evangelización, o no era recibida o si hubiera sido acogida incitaba a separarse de ella. Y la tercera gran afirmación de los Sumos Pontífices fue hacer valer su oficio pastoral, ya demos¬trado antes, con la vigilancia e intervención que querían tener directamente en Indias por medio de un Nuncio Apostólico dependiente directamente de ellos. <br />
<br />
Hasta hubo el proyecto de crear en Roma una especial Congregación en la Curia Romana para la conversión de los indígenas. Con estas continuadas afirmaciones, los Papas ayudaban a realizar un proyecto de sociedad integrada en esos nuevos dominios españoles. <br />
<br />
Permanece la pregunta por qué, con la comunicación tan frecuente con el rey de España, fue tan escasa la influencia positiva de los Papas en ese proceso de formar una sociedad integrada. Una parte de la respuesta puede ser que el rey de España fue, poco a poco, impidiendo más y más la directa comunicación del Sumo Pontífice con los obispos y con los fieles de Indias. Y otra parte de la respuesta está en que las mis¬mas ordenanzas de los reyes, coincidentes con las de Roma, no eran acogidas en la práctica, y más aún eran repetida y gravemente desobedecidas. <br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» sorprende cómo el rey estaba informado de los abusos que allí se daban y cómo era proporcionada su reacción para corregirlos, y, sin embargo, la situación de dichos abusos no se modificaba. De esta manera, el proyecto de una sociedad integrada quedaba sólo en un plan ideal, como un objetivo que muy difícilmente se iba alcanzando. De verdad, en América se vivía en otro mundo. Pero, esos ideales de los Papas y de los reyes permanecieron siempre vivos para realizarse cuando lo permitieran las cambiantes situaciones de la Historia. <br />
<br />
En América, quienes daban lucha por alcanzar ese proyecto eran los obispos y misioneros y también algunos laicos importantes, pero éstos muy poco numerosos y de menos influencia todavía. Pero esa batalla estuvo siempre vigente, aun con sus lu¬ces y sombras. La permanencia de situaciones tan difíciles y tristes par los indígenas deja de manifiesto cómo la suerte de los más pobres queda siempre postergada, a pesar de los esfuerzos tan repetidos y de tan alto nivel como era el caso de los Papas frente a los reyes de España y de éstos ante sus ministros de Indias. <br />
<br />
Allí se percibe una debilidad en la forma de acoger la evangelización, pues no alcanzaba a llegar a sus consecuencias sociales. Esto era claramente percibido por muchos pastores, como fray Diego de Humanzoro, obispo de Santiago de Chile, y así lo exponía en sus cartas a la reina gobernadora en el siglo XVII. <br />
<br />
Por esto, el llamado de los últimos Santos Padres a una nueva evangelización advierte, en el plano social, por la experiencia vivida anteriormente en el esfuerzo de hacer una sociedad integrada, que el Evangelio debe traducirse también en la vida cívica y especialmente en servicio de los más pobres.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=352600EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-15T15:01:52Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio'' «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima»'' (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la ''«Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo»,'' con seis ordenanzas. <br />
<br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
Este tipo de Sínodos se repetirá a lo largo del período hispano, como en Yucatán en 1722, celebrado por el obispo Juan Gómez de Parada, en que se tiene una gran defensa de los indios, que el obispo había conocido en su visita pastoral y que ya había antes comunicado al rey. Dice que'' «se comete un gravísimo pecado mortal al robarles la natural libertad que Dios les dio y el rey les conservó».''<ref>CEBALLOS GARCÍA, MANUEL J., «El primer Sínodo de Yucatán. Espíritu y legislación del III Concilio Mexicano», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI» vol. I, 491.</ref><br />
<br />
<br />
Poco más adelante, en Chile, está el Sínodo de Concepción, celebrado en 1744 por el obispo Pedro Felipe de Azúa, en que se tiene una valiente y decidida denuncia de los males que afectaban a los indios, por parte de los españoles, y los remedios que el obispo proponía. Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y en la defensa que hizo el obispo ante el Consejo de Indias, se contiene una muy valiosa documentación que explica mucho más todavía la difícil condición en que vivían los indios.<ref>OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 281-354.</ref>Por último, el rey aprobó este Sínodo en 1748, cuando Azúa ya estaba de arzobispo en Santa Fe (Bogotá). Es de un gran valor conocer este Sínodo para entender cómo se mantenían esos antiguos problemas y cómo los obispos no descansaban en la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
A través de estos Sínodos -que dista mucho de ser un panorama más o menos completo de los Sínodos de entonces- se puede ver la constante preocupación de los obispos en cuando a procurar de verdad una sociedad integrada, fraternal y cristiana. En los Sínodos hay un gran material para conocer cuánto luchaban los obispos por esta causa derivada de la misma evangelización.<ref>El Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1670 por el obispo Diego de Hurnanzoro debió ser un testimonio extraordinario en este sentido si tenemos en cuenta la abundantísima correspondencia suya con el rey, precisamente por la defensa de los indios. Lamentablemente este obispo desistió de imprimir el Sínodo para emplear más bien su costo en los pobres. Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «El Cuarto Sínodo de Santiago», en «Boletín de la Academia Chilena de la Historia» N. 94 (1983), 153-170</ref><br />
<br />
<br />
'''5. Las proyecciones del monarca español'''<br />
<br />
<br />
Cuando se leen las disposiciones del monarca español, desde Isabel la Católica en adelante, acerca del tratamiento a los naturales de Indias y de sus derechos y, especialmente, lo relativo a la evangelización de los mismos, resulta sorprendente ver su coincidencia con lo que los Sumos Pontífices, obispos y misioneros pretendían en esas mismas materias. Sin embargo, la realidad resultaba diversa en Indias y, por eso, los Papas apelaban al rey solicitando se cumplieran sus ordenanzas, al igual que hacían los obispos en sus cartas al rey. <br />
<br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» mandadas a imprimir y publicar por Carlos II,<ref>Quinta edición. Madrid, 1841.</ref>se podría hacer un tratado extensísimo sobre esta materia. Por esto, nos limitaremos a unos pocos textos que son suficientes para conocer esas proyecciones del monarca español para construir en Indias una sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
Isabel la Católica, en su testamento, «al rey mi señor» indicaba «a la princesa mi hija y al príncipe su marido» -entre otras muchas cosas importantes, después de la evangelización- ''«y no consientan ni den lugar a que los indios y moradores de dichas Islas y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes: mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de dicha concesión nos es inyungido y mandado».'' <br />
<br />
<br />
En efecto, porque antes había recordado: «nuestra principal intención fue al tiempo que lo suplicamos al papa Alejandro VI que nos hizo la dicha concesión de procurar inducir y traer los pueblos dellas, y los convertir a nuestra santa fe católica, y enviar a las dichas Islas y Tierra Firme, prelados y religiosos, clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios para instruir los vecinos y moradores de ellas a la fe católica, y los doctrinar y enseñar buenas costumbres... » (Libro N, Título Diez, Ley Primera). <br />
<br />
<br />
Esta fue la tónica siguiente de los monarcas, que explicitaron ese mandato del testamento de Isabel la Católica, que ya en vida lo había expresado. El Libro N, Título Diez de la Recopilación se titula «Del buen tratamiento de los indios». Será suficiente ir transcribiendo el contenido de algunas de estas leyes para comprender el propósito, desde los comienzos, que la evangelización debía expresarse también en el reconocimiento de la dignidad de los naturales de estas tierras y de sus derechos: <br />
<br />
<br />
- Ley II. Felipe II. Que el buen tratamiento de los indios sea de forma que no dejen de servir y ocuparse.<ref>Esta es parte de una Instrucción. Y se lee al comienzo: «Grandes daños, agravios y opresiones reciben los indios en sus personas y haciendas de algunos españoles, corregidores, religiosos y clérigos con todo género de trabajo con que los desfrutan por su aprovechamiento, y como personas miserables no hacen resistencia ni defensa ... y las justicias que los debían amparar, o no lo saben ... o lo toleran y consienten por sus particulares intereses, contra toda razón cristiana y política, y conservación de nuestros vasallos»</ref><br />
<br />
<br />
- Ley III. Felipe II, 1563 y 1580. Felipe III, 1635. Que los virreyes se informen si son mal tratados los indios, y castiguen a los culpados. <br />
<br />
<br />
- Ley IV. Carlos V, 1523. El príncipe gobernador, 1543, Felipe II, 1582. Felipe III, 1620. Que las justicias procedan contra culpados en malos tratamientos, y los castiguen severamente. <br />
<br />
<br />
- Ley V. Felipe II, 1595. Que se atienda mucho cómo acuden los corregidores al buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley VI. Felipe II, 1582. Felipe III. Que todos los ministros y residentes en las Indias procuren el buen tratamiento de sus naturales.<br />
<br />
<br />
- Ley VII. Felipe II, 1596. Que los prelados informen siempre del estado, tratamiento y doctrina de los indios conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II, 1582. Que se guarden las leyes y provisiones sobre que los curas y religiosos tratan bien a los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley XVIII. Felipe II, 1562. Que los indios de señorío, siendo agraviados, se puedan quejar en las audiencias. <br />
<br />
<br />
- Ley XIX. Carlos V, 1536. Que el negro que maltrate a indio sea castigado conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley XX. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios de Chile que sirvieren sean bien tratados y adoctrinados. <br />
<br />
<br />
- Ley XXI. Felipe II, 1595. Que los delitos contra indios sean castigados con mayor rigor que contra españoles. <br />
<br />
<br />
- Ley XII. Felipe II, 1582. Que donde no cesaren los agravios hechos a indios se avise, para que vaya visitador. <br />
<br />
- Ley XXIII. Carlos II y la reina gobernadora. Que se guarde lo ordenado sobre el buen tratamiento de los indios por cláusula del rey, escrita de su real mano, y las leyes dadas.<ref>Ahí se decía: «Habiendo tenido el rey don Felipe IV, nuestro padre y señor. .. noticia de los malos tratamientos que reciben los indios en obrajes de paños, sin plena libertad (y a veces encarcelados y con prisiones) ni facultad de salir a sus casas, y acudir a sus mujeres, hijos y labores... fue servido de resolver que se guardasen las leyes dadas sobre prohibir y modificar el servicio personal, y añadió de su real mano la cláusula siguiente... ». Y al final, se alude a la Ley XXXVI, título Nueve de este mismo Libro: Carlos V y la emperatriz gobernadora, 1532. Que los encomenderos juren que tratarán bien a los indios.</ref><br />
<br />
<br />
En el Libro II, título II «Del consejo real, y junta de guerra de Indias», se contienen diversas leyes en el mismo sentido anterior. Por ejemplo: <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el principal cuidado del Consejo sea la conversión de los indios y poner ministros suficientes para ella. <br />
<br />
<br />
- Ley IX. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el Consejo provea lo conveniente para el buen tratamiento de los indios. <br />
Al tratar de las pacificaciones, en el libro IV, Título Cuarto: <br />
- Ley I. Felipe II. Que para hacer la pacificación precedan las diligencias de esta ley.<ref>« ... Para mejor conseguir la pacificación de los naturales de Indias ... procuren atraerlos a su amistad con mucho amor y caricia ... sin codicia ... y asienten amistad, y alianza con los señores y principales ».</ref><br />
<br />
<br />
- Ley II. Que hecha amistad con los naturales se les predique la santa fe conforme a lo dispuesto.<ref>«Usando de los medios más suaves que parecieren para aficionarlos a que quieran ser enseñados, y no comiencen a reprenderles sus vicios, ni idolatrías, ni les quiten las mujeres, ni ídolos, porque no se escandalicen, ni les cause extrañeza la doctrina cristiana... ».</ref><br />
<br />
- Ley V. Carlos V, 1526. Que los clérigos y religiosos que fueren a descubrimientos, procuren el buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
- Ley VIII. Carlos V, 1523. Que no se consienta que a los indios se les haga guerra, mal, ni daño, ni se les tome cosa alguna sin paga. <br />
En el Libro VI, el Título Primero se titula «De los indios». Allí se encuentra otro gran repertorio para lo que venimos tratando: <br />
- Ley I. Felipe II, 1580. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios sean favorecidos y amparados por las justicias eclesiásticas y seculares. <br />
<br />
- Ley II. Fernando V y doña Juana, 1514. Felipe II y la princesa gobernadora, 1556. Que los indios se puedan casar libremente, y ninguna orden real lo impida.<br />
<br />
- Ley XXII. Carlos V y el príncipe gobernador, 1551. Que los indios puedan criar toda especie de ganado, mayor y menor. <br />
<br />
- Ley XXIV. Carlos V, 1521, 1523 1534. Que entre indios y españoles haya comercio libre a contento de las partes. <br />
<br />
- Ley XXXII. Felipe II, 1580. Que los indios tengan libertad en sus disposiciones. <br />
<br />
- Ley XXXVI. Felipe II, 1594, Felipe IV, 1637 y 1640. Que no se pueda vender vino a los indios.<ref>Este fue un tema continuamente propuesto por los obispos en los abusos contra los indios. P.e. en el II Concilio de Lima, en el Sínodo de Concepción del obispo Azúa, 1744, etc.</ref><br />
El título II del mismo Libro VI, se titula «De la libertad de los indios», y allí se encuentran ordenanzas muy importantes para el tema de una sociedad integrada: <br />
- Ley I. Carlos V, 1526, 1530, 1532, 1540, 1542 y 1548. Que los indios sean libres y no sujetos a servidumbre. <br />
<br />
- Ley II. Carlos V y el cardenal Tavera, 1541. Que sean castigados los encomenderos que vendieren a sus indios. <br />
<br />
- Ley VII. Felipe III, 1618. Que en Tucumán y Río de la Plata no se vendan ni compren los indios que llaman de rescate. <br />
<br />
- Ley VIII. Que la prohibición de esclavitud se extienda con los indios aprisionados en Malocas. <br />
<br />
- Ley XI. Felipe III, 1609. Que los indios no se presten ni se enajenen por ningún título, ni pongan en las ventas de las haciendas. <br />
<br />
- Ley XIV. Felipe III, 1608. Felipe IV, 1625, 1662, 1663. Carlos II y la reina gobernadora. Sobre la libertad de los indios en Chile, y que a ella sean restituidos. <br />
<br />
- Ley XVI. Carlos II, 1679. Revalida las órdenes de libertad de los indios, y da nueva providencia en los de Chile.<ref>La Ley XIV era muy importante, porque respondía a una situación después de un gran alzamiento de los indios en eL sur de Chile. Esta Ley XIV es también una gran defensa de esos indios. Y, dice la Nota de la Ley XIV en la «Recopilación», que la Leyes XIV y XVI se mandaron guardar por Cédula de 17 de Enero de 1726, después del gran alzamiento de 1723.</ref><br />
<br />
El Título III del Libro IV se titula «De las reducciones y pueblos de indios», que en 29 leyes se provee siempre a la libertad y dignidad de los indios. No añadiremos más referencias, porque es suficiente con lo transcrito hasta aquí.<ref>En el Título Diez y Seis, que se titula «De los indios de Chile», se contienen muy interesantes datos respecto de este reino. El Título Diez y Siete se titula «De los indios de Tucumán, Paraguay y Rio de la Plata».</ref><br />
<br />
Aparece clara la posición de la monarquía española respecto de los indios, desde Isabel la Católica en adelante. Lo que también se trasluce en las repetidas ordenanzas reales era que esa posición de la corona apenas se cumplía en Indias. Y ésta es una pregunta que permanece abierta hasta el día de hoy. <br />
<br />
<br />
'''6.- La incorporación de los laicos'''<br />
<br />
<br />
Desde un principio se trató de incorporar a los laicos de Indias, naturales de esas tierras, en el proceso de la evangelización. Ya se tiene una explícita mención a este hecho en 1526, cuando el obispo Sebastián Ramírez de Fuenleal, que entonces presidía la Audiencia de Santo Domingo, postulaba que la evangelización debía hacerse por los mismos indios, porque «la conversión y doctrina de esa gente se hará cómo y por quién debe hacérseles.<ref>Cfr. Guarda OSB, Gabriel. «El apostolado seglar en la cristianización de América: La institución de los fiscales» en «Historia» 7 (1968). Este artículo está presente en el desarrollo de esta materia.</ref><br />
<br />
<br />
Así fue extendiéndose más y más este convencimiento, en algunas partes de que debían ser los propios indios quienes pudieran evangelizar a sus semejantes, y más aún hasta oficiar los sacramentos, lo que exigía, por consiguiente, la ordenación sacerdotal de los naturales. Pero, aquí tratamos sólo de los laicos. <br />
<br />
Para preparar esa incorporación de los laicos se habían abierto colegios para indígenas, desde 1502, de parte de los franciscanos y dominicos y, más tarde, en 1591, los franciscanos obtuvieron del virrey de México trasladar familias tlaxcaltecas, ya cristianas, para evangelizar a los chichimecas. Muchas iniciativas hubo en este campo. Se fue perfilando, poco a poco, instituir algunos laicos indios para encargarse de los demás naturales tanto en la policía como en el servicio religioso. <br />
<br />
Especialmente esto fue haciéndose más práctico, en el terreno religioso, en el virreinato del Perú. Y en el primer Concilio de Lima (1551-1552), se estableció que los sacerdotes o los caciques pudieran nombrar a dos fiscales o alguaciles en cada pueblo, los cuales tengan cuenta de todos los indios e indias cristianos, grandes y pequeños, y de los nombres de ellos, y de los casados, y de ver los que vuelven a sus ritos y costumbres, y dar de ello razón al sacerdote. (Constitución 12). También, más claramente, establece el Concilio que los misioneros dejarán en los pueblos «dos o tres muchachos de los que trajeren consigo bien adoctrinados para proseguir la doctrina de los muchachos cada día, y de los demás indios e indias dos días cada semana y todos los domingos y fiestas de guardar» (Constitución 40).<ref>Vid. O. c. 206-207.</ref><br />
<br />
Estos fiscales eran especialmente adoctrinados para que, a su vez, pudieran cum¬plir siempre mejor su servicio religioso a los demás en los pueblos. Se les solía reunir periódicamente con este objetivo. En el II Concilio de Lima (1567-1568), en la Constitución 118 y también en el III (1582-1583) en la Constitución 89, se vuelve sobre los fiscales, de manera que cuiden no sólo de erradicar la idolatría sino especialmente de velar por la moral pública, las buenas costumbres, cuidar a los enfermos asistiéndoles espiritual y corpo-ralmente, y, cuando faltare el sacerdote, enseñar la doctrina. <br />
<br />
A fines del siglo XVI, la institución de los fiscales se había extendido por casi to¬das las secciones de Indias. Su nombre, en algunas partes, continuaba siendo el de al¬guacil, como se lee en el Sínodo de Santa Fe (Bogotá), de 1556, del obispo Fray Juan de los Barrios; y el obispo Fray Luis Zapata de Cárdenas, también de Santa Fe, dispone en su «Catecismo» en 1576, que esos fiscales o alguaciles se preparen para sus tareas apostólicas en una especie de internado. <br />
<br />
Así en Chile, ya en 1587 -después del III Concilio de Lima- se tienen datos en la diócesis de La Imperial de la existencia de estos fiscales, y en Santiago en 1593. Y en el Sínodo de Santiago de 1626, del obispo Francisco González de Salcedo, también, claramente se habla de este oficio en la Constitución IV del Capítulo II.<br />
<br />
Más y más se arraigó esta institución de los fiscales y en Chile, en el Sínodo de Fray Bernardo de Carrasco, obispo de Santiago, en 1688, en la Constitución I del Capítulo IX, se habla de los deberes de los fiscales, para hacer rezar a los indios cada día, antes de sus trabajos y repetir el Catecismo: «y para esto tendrán señalado por el cura un Fiscal, que las sepa con expedición, para que esta diligencia satisfagan a la primera obligación de Encomenderos, y Tutores de estos cristianos nuevos…». Es decir, ya existían de mucho antes los fiscales y simplemente ahí se recuerdan sus obli¬gaciones. <br />
<br />
En México hubo hasta mártires entre los fiscales, como el caso de Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, el 14 de Septiembre de 1700, en San Francisco de Caxones. Y lo del Sínodo de Carrasco también se lee en el Sínodo de Concepción de 1744, del obispo Pedro Felipe de Azúa y en el de Santiago de 1763 del obispo Manuel de Alday. Pudiéramos seguir multiplicando los ejemplos y baste decir que esta institución llegó hasta nuestros días en algunos lugares, como en Chiloé, región austral de Chile, y en los pueblos aymarás del norte de Chile, donde tienen el nombre de «fabriqueros». <br />
<br />
Lo importante es hacer notar que en el proyecto de una sociedad integrada, des¬de la evangelización, se cuidó incorporar en el culto religioso a los naturales para desempeñar ese servicio a sus connaturales y que era reconocido tanto por las autori¬dades eclesiásticas como por las civiles. <br />
<br />
La evangelización no podía conducir sino a una expresión de los grandes manda¬mientos del amor fraterno, en la medida expuesta por Jesucristo Nuestro Señor en los Evangelios y que la predicaron los Apóstoles y la entrega la Iglesia Católica. Lleva¬da al plano social dicha enseñanza debía producir una sociedad integrada entre evan¬gelizadores y evangelizados. El rey de España había recibido el encargo de evangeli¬zar el Nuevo Mundo y, por esto mismo, debía coincidir en un proyecto de una socie¬dad integrada por el reconocimiento de la persona humana, creada a imagen y seme¬janza de Dios, con todo 10 que ello implica. <br />
Por esto, hemos visto en el magisterio de los Sumos Pontífices la aplicación del Evangelio a la situación de Indias y más allá la reivindicación de esa doctrina en la práctica, al conocer los Papas que eran violados los derechos de los indios o desconocidos. Es una permanente afirmación que hicieron ellos, como se ha examinado so¬meramente en el primer siglo de la evangelización. <br />
<br />
Los obispos, personalmente, y en Concilios y Sínodos, fueron coherentes por completo con las enseñanzas de los Papas y tuvieron que enfrentarse, de continuo, con las autoridades españolas locales para que se reconocieran los derechos de los indios y se los respetaran. Ellos, en sus propios territorios tenían que alcanzar esa integración de todos en la sociedad. Y se ha visto, en los documentos citados, cómo trabajaban en tal sentido. Lo propio hacían los misioneros religiosos y del clero diocesano. <br />
Es importante destacar igualmente el proyecto que tenía el monarca español acerca de esta sociedad integrada, como consecuencia o postulado, mejor, de la mis¬ma evangelización. Los textos referidos de los reyes, a partir de Isabel la Católica, son en esa línea, que continuamente los reyes están vindicando, porque sabían que no se llevaba a la práctica. Y castigan severamente las violaciones a esos derechos e insistían en la vigilancia de su cumplimiento. <br />
La incorporación de naturales laicos en la evangelización como es el caso de los fiscales -no hemos aludido a las organizaciones de laicos como eran las cofradías,<br />
<br />
<br />
'''III LA REALIDAD ALCANZADA'''<br />
<br />
<br />
La evangelización no podía conducir sino a una expresión de los grandes manda¬mientos del amor fraterno, en la medida expuesta en los Evangelios por Jesucristo Nuestro Señor, y que la predicaron los Apóstoles y la entrega la Iglesia Católica. Llevada al plano social dicha enseñanza debía producir una sociedad integrada entre evangelizadores y evangelizados. El rey de España había recibido el encargo de evangeli¬zar el Nuevo Mundo y, por esto mismo, debía coincidir en un proyecto de una socie¬dad integrada por el reconocimiento de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, con todo lo que ello implica. <br />
<br />
Por esto, hemos visto en el magisterio de los Sumos Pontífices la aplicación del Evangelio a la situación de Indias y más allá la reivindicación de esa doctrina en la práctica, al conocer los Papas que eran violados o desconocidos los derechos de los indios. Es una permanente afirmación que hicieron ellos, como se ha examinado someramente en el primer siglo de la evangelización. <br />
<br />
Los obispos, personalmente, y en Concilios y Sínodos, fueron coherentes por completo con las enseñanzas de los Papas y tuvieron que enfrentarse, de continuo, con las autoridades españolas locales para que se reconocieran los derechos de los indios y se los respetaran. Ellos, en sus propios territorios tenían que alcanzar esa integración de todos en la sociedad. Y se ha visto, en los documentos citados, cómo trabajaban en tal sentido. Lo propio hacían los misioneros religiosos y del clero diocesano. <br />
<br />
<br />
<br />
Es importante destacar igualmente el proyecto que tenía el monarca español acerca de esta sociedad integrada, como consecuencia o postulado, mejor, de la misma evangelización. Los textos referidos de los reyes, a partir de Isabel la Católica, son en esa línea que continuamente los reyes están vindicando, porque sabían que no se llevaba a la práctica. Y castigan severamente las violaciones a esos derechos e insistían en la vigilancia de su cumplimiento. <br />
<br />
La incorporación de naturales laicos en la evangelización como es el caso de los fiscales -no hemos aludido a las organizaciones de laicos como eran las cofradías, en las que se contaban de indios y de negros- indica un ejemplo de esa voluntad integradora del proyecto de sociedad en Indias. <br />
<br />
En líneas generales había una coincidencia plena entre el magisterio de los Su¬mos Pontífices y de los reyes de España, y en la acción pastoral de los obispos se pueden reconocer muchos gestos importantes y difíciles frente a las circunstancias que sufrían los indígenas que eran avalados enteramente por los monarcas españoles. <br />
<br />
Por otra parte, había una comunicación entre los Papas y los reyes en ese primer siglo en que estudiamos el magisterio y disciplina de los Papas. Los reyes eran destina¬tarios de todos esos documentos, a veces directamente y las otras veces porque los documentos pontificios pasaban a través de ellos, por el Patronato que los implicaba, como en la erección de diócesis, etc. Las diferencias eran en cuanto al régimen que pretendían mantener los reyes en sus manos y para lo que fueron ganando terreno cada vez más y distanciando al Papa de sus fieles de Indias, en ese sentido. <br />
<br />
Todos estos elementos debían haber producido en la práctica, en la historia, el proyecto de sociedad integrada, pero no fue así. La realidad alcanzada dista mucho del objetivo de esa sociedad. Pero algo se obtuvo y es importante reconocerlo: a) Estuvo siempre vigente el modelos de sociedad de los Papas, en los reyes de España, en los obispos -personalmente y en acciones colegiales como Concilios y Sínodos- y también entre los misioneros; b) Siempre que esa integración era deteriorada o ataca¬da o desconocida no faltaron las denuncias y hasta los castigos, civiles y eclesiásticos, aunque no siempre podían llevarse a la práctica; e) Hubo esfuerzos muy importantes para esa integración, como fueron las reducciones de pueblos, en algunas secciones de América -y se piensa inmediatamente en las misiones jesuitas de Paraguay- y, poco a poco, se fue abriendo paso el sentido de fraternidad y respeto entre los evan¬gelizadores y evangelizados y hacia quienes no admitían el Evangelio. La segunda mi¬tad del siglo XVIII presenta una realidad mucho mejor en este sentido que en los tiempos anteriores, en diversas partes de América. <br />
<br />
Muy importante también es considerar que cuando se gestan los movimientos de Independencia, desde finales del siglo XVIII y a principios del siglo XIX, se tiene el ideal de una sociedad integrada en que todos son iguales, y muchos de sus líderes se reconocen como descendientes de legendarios héroes indígenas. Es decir, aflora un aprecio hacia ellos. <br />
<br />
Por razones culturales, principalmente, los indígenas no tuvieron, como hecho social, una acción protagónica en la Independencia y hasta hubo secciones en que demostraron estar más vinculados al régimen español que al nuevo que nacía allí. La esclavitud fue rápidamente abolida en las naciones nuevas, aún mientras esta¬ban en proceso de independencia, como en Chile en 1813. <br />
<br />
Un hecho muy elocuente de un acercamiento a una sociedad integrada fue el mestizaje, o sea la unión entre españoles e indias que fue configurando como una nueva etnia, que se fue ampliando más y más a través de los siglos. Y de una cierta discriminación inicial hacia los mestizos, paulatinamente fueron ocupando un lugar activo en la sociedad, de manera que en los tiempos republicanos fueron reconocidos iguales que los demás. Diversa fue la situación con los africanos y sus descendientes, pues no hubo, como hecho social, un cruce racial ni con indígenas ni con españoles. <br />
<br />
La realidad alcanzada, a pesar de que la sociedad integrada era una exigencia del Evangelio y estaba en la mente de los dirigentes de estas naciones en el plano religioso y político, fue escasa en sus resultados, pero permaneció siempre como un objetivo, un ideal que alcanzar, según se comprueba documentalmente de manera irrefutable. <br />
<br />
Por otra parte, aun en los regímenes de mayores libertades cívicas siempre sub¬sisten discriminaciones o segregaciones, pues esa miseria humana de desconocer los derechos de otros o de mantenerlos muy distantes para que los puedan practicar acompaña -lamentablemente- a todas las sociedades humanas. El desafío de una sociedad integrada a partir de la evangelización continúa siendo un gran desafío, para la Iglesia y para los pueblos. <br />
<br />
<br />
=='''REFLEXIÓN FINAL'''==<br />
<br />
<br />
La intervención de Alejandro VI en el proceso de descubrimiento del Nuevo Mundo se hizo en razón de la evangelización de esas nuevas tierras, los Su¬mos Pontífices, en el primer siglo de dicha evangelización participaron activamente con su magisterio y sus orientaciones y disciplina eclesiástica. Su primera gran afirmación fue enseñar la igualdad entre todos los hombres y que los indígenas eran iguales que los europeos, seres racionales y capaces de recibir la fe cristiana. <br />
<br />
De ahí derivaba el respeto a sus derechos como persona. Aquí viene, entonces, la segunda gran afirmación, que fue la defensa de los indios cuando eran maltratados por los es¬pañoles, y en esta defensa involucraron a los obispos, que ya la habían asumido, pero los Papas la encargaron también explícitamente. Esta defensa resultaba igualmente una exigencia para la misma evangelización, porque en esos abusos la evangelización, o no era recibida o si hubiera sido acogida incitaba a separarse de ella. Y la tercera gran afirmación de los Sumos Pontífices fue hacer valer su oficio pastoral, ya demos¬trado antes, con la vigilancia e intervención que querían tener directamente en Indias por medio de un Nuncio Apostólico dependiente directamente de ellos. <br />
<br />
Hasta hubo el proyecto de crear en Roma una especial Congregación en la Curia Romana para la conversión de los indígenas. Con estas continuadas afirmaciones, los Papas ayudaban a realizar un proyecto de sociedad integrada en esos nuevos dominios españoles. <br />
<br />
Permanece la pregunta por qué, con la comunicación tan frecuente con el rey de España, fue tan escasa la influencia positiva de los Papas en ese proceso de formar una sociedad integrada. Una parte de la respuesta puede ser que el rey de España fue, poco a poco, impidiendo más y más la directa comunicación del Sumo Pontífice con los obispos y con los fieles de Indias. Y otra parte de la respuesta está en que las mis¬mas ordenanzas de los reyes, coincidentes con las de Roma, no eran acogidas en la práctica, y más aún eran repetida y gravemente desobedecidas. <br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» sorprende cómo el rey estaba in¬formado de los abusos que allí se daban y cómo era proporcionada su reacción para corregirlos, y, sin embargo, la situación de dichos abusos no se modificaba. De esta manera, el proyecto de una sociedad integrada quedaba sólo en un plan ideal, como un objetivo que muy difícilmente se iba alcanzando. De verdad, en América se vivía en otro mundo. Pero, esos ideales de los Papas y de los reyes permanecieron siempre vivos para realizarse cuando lo permitieran las cambiantes situaciones de la Historia. <br />
<br />
En América, quienes daban lucha por alcanzar ese proyecto eran los obispos y misioneros y también algunos laicos importantes, pero éstos muy poco numerosos y de menos influencia todavía. Pero esa batalla estuvo siempre vigente, aun con sus lu¬ces y sombras. La permanencia de situaciones tan difíciles y tristes par los indígenas deja de ma¬nifiesto cómo la suerte de los más pobres queda siempre postergada, a pesar de los esfuerzos tan repetidos y de tan alto nivel como era el caso de los Papas frente a los reyes de España y de éstos ante sus ministros de Indias. <br />
<br />
Allí se percibe una debilidad en la forma de acoger la evangelización, pues no alcanzaba a llegar a sus consecuen¬cias sociales. Esto era claramente percibido por muchos pastores, como fray Diego de Humanzoro, obispo de Santiago de Chile, y así lo exponía en sus cartas a la reina gobernadora en el siglo XVII. <br />
<br />
Por esto, el llamado de los últimos Santos Padres a una nueva evangelización advierte, en el plano social, por la experiencia vivida anteriormente en el esfuerzo de hacer una sociedad integrada, que el Evangelio debe traducirse también en la vida cívica y especialmente en servicio de los más pobres. <br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=352598EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-15T14:59:38Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio'' «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima»'' (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la ''«Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo»,'' con seis ordenanzas. <br />
<br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
Este tipo de Sínodos se repetirá a lo largo del período hispano, como en Yucatán en 1722, celebrado por el obispo Juan Gómez de Parada, en que se tiene una gran defensa de los indios, que el obispo había conocido en su visita pastoral y que ya había antes comunicado al rey. Dice que'' «se comete un gravísimo pecado mortal al robarles la natural libertad que Dios les dio y el rey les conservó».''<ref>CEBALLOS GARCÍA, MANUEL J., «El primer Sínodo de Yucatán. Espíritu y legislación del III Concilio Mexicano», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI» vol. I, 491.</ref><br />
<br />
<br />
Poco más adelante, en Chile, está el Sínodo de Concepción, celebrado en 1744 por el obispo Pedro Felipe de Azúa, en que se tiene una valiente y decidida denuncia de los males que afectaban a los indios, por parte de los españoles, y los remedios que el obispo proponía. Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y en la defensa que hizo el obispo ante el Consejo de Indias, se contiene una muy valiosa documentación que explica mucho más todavía la difícil condición en que vivían los indios.<ref>OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 281-354.</ref>Por último, el rey aprobó este Sínodo en 1748, cuando Azúa ya estaba de arzobispo en Santa Fe (Bogotá). Es de un gran valor conocer este Sínodo para entender cómo se mantenían esos antiguos problemas y cómo los obispos no descansaban en la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
A través de estos Sínodos -que dista mucho de ser un panorama más o menos completo de los Sínodos de entonces- se puede ver la constante preocupación de los obispos en cuando a procurar de verdad una sociedad integrada, fraternal y cristiana. En los Sínodos hay un gran material para conocer cuánto luchaban los obispos por esta causa derivada de la misma evangelización.<ref>El Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1670 por el obispo Diego de Hurnanzoro debió ser un testimonio extraordinario en este sentido si tenemos en cuenta la abundantísima correspondencia suya con el rey, precisamente por la defensa de los indios. Lamentablemente este obispo desistió de imprimir el Sínodo para emplear más bien su costo en los pobres. Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «El Cuarto Sínodo de Santiago», en «Boletín de la Academia Chilena de la Historia» N. 94 (1983), 153-170</ref><br />
<br />
<br />
'''5. Las proyecciones del monarca español'''<br />
<br />
<br />
Cuando se leen las disposiciones del monarca español, desde Isabel la Católica en adelante, acerca del tratamiento a los naturales de Indias y de sus derechos y, especialmente, lo relativo a la evangelización de los mismos, resulta sorprendente ver su coincidencia con lo que los Sumos Pontífices, obispos y misioneros pretendían en esas mismas materias. Sin embargo, la realidad resultaba diversa en Indias y, por eso, los Papas apelaban al rey solicitando se cumplieran sus ordenanzas, al igual que hacían los obispos en sus cartas al rey. <br />
<br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» mandadas a imprimir y publicar por Carlos II,<ref>Quinta edición. Madrid, 1841.</ref>se podría hacer un tratado extensísimo sobre esta materia. Por esto, nos limitaremos a unos pocos textos que son suficientes para conocer esas proyecciones del monarca español para construir en Indias una sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
Isabel la Católica, en su testamento, «al rey mi señor» indicaba «a la princesa mi hija y al príncipe su marido» -entre otras muchas cosas importantes, después de la evangelización- ''«y no consientan ni den lugar a que los indios y moradores de dichas Islas y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes: mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de dicha concesión nos es inyungido y mandado».'' <br />
<br />
<br />
En efecto, porque antes había recordado: «nuestra principal intención fue al tiempo que lo suplicamos al papa Alejandro VI que nos hizo la dicha concesión de procurar inducir y traer los pueblos dellas, y los convertir a nuestra santa fe católica, y enviar a las dichas Islas y Tierra Firme, prelados y religiosos, clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios para instruir los vecinos y moradores de ellas a la fe católica, y los doctrinar y enseñar buenas costumbres... » (Libro N, Título Diez, Ley Primera). <br />
<br />
<br />
Esta fue la tónica siguiente de los monarcas, que explicitaron ese mandato del testamento de Isabel la Católica, que ya en vida lo había expresado. El Libro N, Título Diez de la Recopilación se titula «Del buen tratamiento de los indios». Será suficiente ir transcribiendo el contenido de algunas de estas leyes para comprender el propósito, desde los comienzos, que la evangelización debía expresarse también en el reconocimiento de la dignidad de los naturales de estas tierras y de sus derechos: <br />
<br />
<br />
- Ley II. Felipe II. Que el buen tratamiento de los indios sea de forma que no dejen de servir y ocuparse.<ref>Esta es parte de una Instrucción. Y se lee al comienzo: «Grandes daños, agravios y opresiones reciben los indios en sus personas y haciendas de algunos españoles, corregidores, religiosos y clérigos con todo género de trabajo con que los desfrutan por su aprovechamiento, y como personas miserables no hacen resistencia ni defensa ... y las justicias que los debían amparar, o no lo saben ... o lo toleran y consienten por sus particulares intereses, contra toda razón cristiana y política, y conservación de nuestros vasallos»</ref><br />
<br />
<br />
- Ley III. Felipe II, 1563 y 1580. Felipe III, 1635. Que los virreyes se informen si son mal tratados los indios, y castiguen a los culpados. <br />
<br />
<br />
- Ley IV. Carlos V, 1523. El príncipe gobernador, 1543, Felipe II, 1582. Felipe III, 1620. Que las justicias procedan contra culpados en malos tratamientos, y los castiguen severamente. <br />
<br />
<br />
- Ley V. Felipe II, 1595. Que se atienda mucho cómo acuden los corregidores al buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley VI. Felipe II, 1582. Felipe III. Que todos los ministros y residentes en las Indias procuren el buen tratamiento de sus naturales.<br />
<br />
<br />
- Ley VII. Felipe II, 1596. Que los prelados informen siempre del estado, tratamiento y doctrina de los indios conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II, 1582. Que se guarden las leyes y provisiones sobre que los curas y religiosos tratan bien a los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley XVIII. Felipe II, 1562. Que los indios de señorío, siendo agraviados, se puedan quejar en las audiencias. <br />
<br />
<br />
- Ley XIX. Carlos V, 1536. Que el negro que maltrate a indio sea castigado conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley XX. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios de Chile que sirvieren sean bien tratados y adoctrinados. <br />
<br />
<br />
- Ley XXI. Felipe II, 1595. Que los delitos contra indios sean castigados con mayor rigor que contra españoles. <br />
<br />
<br />
- Ley XII. Felipe II, 1582. Que donde no cesaren los agravios hechos a indios se avise, para que vaya visitador. <br />
<br />
- Ley XXIII. Carlos II y la reina gobernadora. Que se guarde lo ordenado sobre el buen tratamiento de los indios por cláusula del rey, escrita de su real mano, y las leyes dadas.<ref>Ahí se decía: «Habiendo tenido el rey don Felipe IV, nuestro padre y señor. .. noticia de los malos tratamientos que reciben los indios en obrajes de paños, sin plena libertad (y a veces encarcelados y con prisiones) ni facultad de salir a sus casas, y acudir a sus mujeres, hijos y labores... fue servido de resolver que se guardasen las leyes dadas sobre prohibir y modificar el servicio personal, y añadió de su real mano la cláusula siguiente... ». Y al final, se alude a la Ley XXXVI, título Nueve de este mismo Libro: Carlos V y la emperatriz gobernadora, 1532. Que los encomenderos juren que tratarán bien a los indios.</ref><br />
<br />
<br />
En el Libro II, título II «Del consejo real, y junta de guerra de Indias», se contienen diversas leyes en el mismo sentido anterior. Por ejemplo: <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el principal cuidado del Consejo sea la conversión de los indios y poner ministros suficientes para ella. <br />
<br />
<br />
- Ley IX. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el Consejo provea lo conveniente para el buen tratamiento de los indios. <br />
Al tratar de las pacificaciones, en el libro IV, Título Cuarto: <br />
- Ley I. Felipe II. Que para hacer la pacificación precedan las diligencias de esta ley.<ref>« ... Para mejor conseguir la pacificación de los naturales de Indias ... procuren atraerlos a su amistad con mucho amor y caricia ... sin codicia ... y asienten amistad, y alianza con los señores y principales ».</ref><br />
<br />
<br />
- Ley II. Que hecha amistad con los naturales se les predique la santa fe conforme a lo dispuesto.<ref>«Usando de los medios más suaves que parecieren para aficionarlos a que quieran ser enseñados, y no comiencen a reprenderles sus vicios, ni idolatrías, ni les quiten las mujeres, ni ídolos, porque no se escandalicen, ni les cause extrañeza la doctrina cristiana... ».</ref><br />
<br />
- Ley V. Carlos V, 1526. Que los clérigos y religiosos que fueren a descubrimientos, procuren el buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
- Ley VIII. Carlos V, 1523. Que no se consienta que a los indios se les haga guerra, mal, ni daño, ni se les tome cosa alguna sin paga. <br />
En el Libro VI, el Título Primero se titula «De los indios». Allí se encuentra otro gran repertorio para lo que venimos tratando: <br />
- Ley I. Felipe II, 1580. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios sean favorecidos y amparados por las justicias eclesiásticas y seculares. <br />
<br />
- Ley II. Fernando V y doña Juana, 1514. Felipe II y la princesa gobernadora, 1556. Que los indios se puedan casar libremente, y ninguna orden real lo impida.<br />
<br />
- Ley XXII. Carlos V y el príncipe gobernador, 1551. Que los indios puedan criar toda especie de ganado, mayor y menor. <br />
<br />
- Ley XXIV. Carlos V, 1521, 1523 1534. Que entre indios y españoles haya comercio libre a contento de las partes. <br />
<br />
- Ley XXXII. Felipe II, 1580. Que los indios tengan libertad en sus disposiciones. <br />
<br />
- Ley XXXVI. Felipe II, 1594, Felipe IV, 1637 y 1640. Que no se pueda vender vino a los indios.<ref>Este fue un tema continuamente propuesto por los obispos en los abusos contra los indios. P.e. en el II Concilio de Lima, en el Sínodo de Concepción del obispo Azúa, 1744, etc.</ref><br />
El título II del mismo Libro VI, se titula «De la libertad de los indios», y allí se encuentran ordenanzas muy importantes para el tema de una sociedad integrada: <br />
- Ley I. Carlos V, 1526, 1530, 1532, 1540, 1542 y 1548. Que los indios sean libres y no sujetos a servidumbre. <br />
<br />
- Ley II. Carlos V y el cardenal Tavera, 1541. Que sean castigados los encomenderos que vendieren a sus indios. <br />
<br />
- Ley VII. Felipe III, 1618. Que en Tucumán y Río de la Plata no se vendan ni compren los indios que llaman de rescate. <br />
<br />
- Ley VIII. Que la prohibición de esclavitud se extienda con los indios aprisionados en Malocas. <br />
<br />
- Ley XI. Felipe III, 1609. Que los indios no se presten ni se enajenen por ningún título, ni pongan en las ventas de las haciendas. <br />
<br />
- Ley XIV. Felipe III, 1608. Felipe IV, 1625, 1662, 1663. Carlos II y la reina gobernadora. Sobre la libertad de los indios en Chile, y que a ella sean restituidos. <br />
<br />
- Ley XVI. Carlos II, 1679. Revalida las órdenes de libertad de los indios, y da nueva providencia en los de Chile.<ref>La Ley XIV era muy importante, porque respondía a una situación después de un gran alzamiento de los indios en eL sur de Chile. Esta Ley XIV es también una gran defensa de esos indios. Y, dice la Nota de la Ley XIV en la «Recopilación», que la Leyes XIV y XVI se mandaron guardar por Cédula de 17 de Enero de 1726, después del gran alzamiento de 1723.</ref><br />
<br />
El Título III del Libro IV se titula «De las reducciones y pueblos de indios», que en 29 leyes se provee siempre a la libertad y dignidad de los indios. No añadiremos más referencias, porque es suficiente con lo transcrito hasta aquí.<ref>En el Título Diez y Seis, que se titula «De los indios de Chile», se contienen muy interesantes datos respecto de este reino. El Título Diez y Siete se titula «De los indios de Tucumán, Paraguay y Rio de la Plata».</ref><br />
<br />
Aparece clara la posición de la monarquía española respecto de los indios, desde Isabel la Católica en adelante. Lo que también se trasluce en las repetidas ordenanzas reales era que esa posición de la corona apenas se cumplía en Indias. Y ésta es una pregunta que permanece abierta hasta el día de hoy. <br />
<br />
<br />
'''6.- La incorporación de los laicos'''<br />
<br />
<br />
Desde un principio se trató de incorporar a los laicos de Indias, naturales de esas tierras, en el proceso de la evangelización. Ya se tiene una explícita mención a este hecho en 1526, cuando el obispo Sebastián Ramírez de Fuenleal, que entonces presidía la Audiencia de Santo Domingo, postulaba que la evangelización debía hacerse por los mismos indios, porque «la conversión y doctrina de esa gente se hará cómo y por quién debe hacérseles.<ref>Cfr. Guarda OSB, Gabriel. «El apostolado seglar en la cristianización de América: La institución de los fiscales» en «Historia» 7 (1968). Este artículo está presente en el desarrollo de esta materia.</ref><br />
<br />
<br />
Así fue extendiéndose más y más este convencimiento, en algunas partes de que debían ser los propios indios quienes pudieran evangelizar a sus semejantes, y más aún hasta oficiar los sacramentos, lo que exigía, por consiguiente, la ordenación sacerdotal de los naturales. Pero, aquí tratamos sólo de los laicos. <br />
<br />
Para preparar esa incorporación de los laicos se habían abierto colegios para indígenas, desde 1502, de parte de los franciscanos y dominicos y, más tarde, en 1591, los franciscanos obtuvieron del virrey de México trasladar familias tlaxcaltecas, ya cristianas, para evangelizar a los chichimecas. Muchas iniciativas hubo en este campo. Se fue perfilando, poco a poco, instituir algunos laicos indios para encargarse de los demás naturales tanto en la policía como en el servicio religioso. <br />
<br />
Especialmente esto fue haciéndose más práctico, en el terreno religioso, en el virreinato del Perú. Y en el primer Concilio de Lima (1551-1552), se estableció que los sacerdotes o los caciques pudieran nombrar a dos fiscales o alguaciles en cada pueblo, los cuales tengan cuenta de todos los indios e indias cristianos, grandes y pequeños, y de los nombres de ellos, y de los casados, y de ver los que vuelven a sus ritos y costumbres, y dar de ello razón al sacerdote. (Constitución 12). También, más claramente, establece el Concilio que los misioneros dejarán en los pueblos «dos o tres muchachos de los que trajeren consigo bien adoctrinados para proseguir la doctrina de los muchachos cada día, y de los demás indios e indias dos días cada semana y todos los domingos y fiestas de guardar» (Constitución 40).<ref>Vid. O. c. 206-207.</ref><br />
<br />
Estos fiscales eran especialmente adoctrinados para que, a su vez, pudieran cum¬plir siempre mejor su servicio religioso a los demás en los pueblos. Se les solía reunir periódicamente con este objetivo. En el II Concilio de Lima (1567-1568), en la Constitución 118 y también en el III (1582-1583) en la Constitución 89, se vuelve sobre los fiscales, de manera que cuiden no sólo de erradicar la idolatría sino especialmente de velar por la moral pública, las buenas costumbres, cuidar a los enfermos asistiéndoles espiritual y corpo-ralmente, y, cuando faltare el sacerdote, enseñar la doctrina. <br />
<br />
A fines del siglo XVI, la institución de los fiscales se había extendido por casi to¬das las secciones de Indias. Su nombre, en algunas partes, continuaba siendo el de al¬guacil, como se lee en el Sínodo de Santa Fe (Bogotá), de 1556, del obispo Fray Juan de los Barrios; y el obispo Fray Luis Zapata de Cárdenas, también de Santa Fe, dispone en su «Catecismo» en 1576, que esos fiscales o alguaciles se preparen para sus tareas apostólicas en una especie de internado. <br />
<br />
Así en Chile, ya en 1587 -después del III Concilio de Lima- se tienen datos en la diócesis de La Imperial de la existencia de estos fiscales, y en Santiago en 1593. Y en el Sínodo de Santiago de 1626, del obispo Francisco González de Salcedo, también, claramente se habla de este oficio en la Constitución IV del Capítulo II.<br />
<br />
Más y más se arraigó esta institución de los fiscales y en Chile, en el Sínodo de Fray Bernardo de Carrasco, obispo de Santiago, en 1688, en la Constitución I del Capítulo IX, se habla de los deberes de los fiscales, para hacer rezar a los indios cada día, antes de sus trabajos y repetir el Catecismo: «y para esto tendrán señalado por el cura un Fiscal, que las sepa con expedición, para que esta diligencia satisfagan a la primera obligación de Encomenderos, y Tutores de estos cristianos nuevos…». Es decir, ya existían de mucho antes los fiscales y simplemente ahí se recuerdan sus obli¬gaciones. <br />
<br />
En México hubo hasta mártires entre los fiscales, como el caso de Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, el 14 de Septiembre de 1700, en San Francisco de Caxones. Y lo del Sínodo de Carrasco también se lee en el Sínodo de Concepción de 1744, del obispo Pedro Felipe de Azúa y en el de Santiago de 1763 del obispo Manuel de Alday. Pudiéramos seguir multiplicando los ejemplos y baste decir que esta institución llegó hasta nuestros días en algunos lugares, como en Chiloé, región austral de Chile, y en los pueblos aymarás del norte de Chile, donde tienen el nombre de «fabriqueros». <br />
<br />
Lo importante es hacer notar que en el proyecto de una sociedad integrada, des¬de la evangelización, se cuidó incorporar en el culto religioso a los naturales para desempeñar ese servicio a sus connaturales y que era reconocido tanto por las autori¬dades eclesiásticas como por las civiles. <br />
<br />
La evangelización no podía conducir sino a una expresión de los grandes manda¬mientos del amor fraterno, en la medida expuesta por Jesucristo Nuestro Señor en los Evangelios y que la predicaron los Apóstoles y la entrega la Iglesia Católica. Lleva¬da al plano social dicha enseñanza debía producir una sociedad integrada entre evan¬gelizadores y evangelizados. El rey de España había recibido el encargo de evangeli¬zar el Nuevo Mundo y, por esto mismo, debía coincidir en un proyecto de una socie¬dad integrada por el reconocimiento de la persona humana, creada a imagen y seme¬janza de Dios, con todo 10 que ello implica. <br />
Por esto, hemos visto en el magisterio de los Sumos Pontífices la aplicación del Evangelio a la situación de Indias y más allá la reivindicación de esa doctrina en la práctica, al conocer los Papas que eran violados los derechos de los indios o descono¬cidos. Es una permanente afirmación que hicieron ellos, como se ha examinado so¬meramente en el primer siglo de la evangelización. <br />
Los obispos, personalmente, y en Concilios y Sínodos, fueron coherentes por completo con las enseñanzas de los Papas y tuvieron que enfrentarse, de continuo, con las autoridades españolas locales para que se reconocieran los derechos de los in¬dios y se los respetaran. Ellos, en sus propios territorios tenían que alcanzar esa integración de todos en la sociedad. Y se ha visto, en los documentos citados, cómo trabajaban en tal sentido. Lo propio hacían los misioneros religiosos y del clero dio¬cesano. <br />
Es importante destacar igualmente el proyecto que tenía el monarca español acerca de esta sociedad integrada, como consecuencia o postulado, mejor, de la mis¬ma evangelización. Los textos referidos de los reyes, a partir de Isabel la Católica, son en esa línea, que continuamente los reyes están vindicando, porque sabían que no se llevaba a la práctica. Y castigan severamente las violaciones a esos derechos e insistían en la vigilancia de su cumplimiento. <br />
La incorporación de naturales laicos en la evangelización como es el caso de los fiscales -no hemos aludido a las organizaciones de laicos como eran las cofradías,<br />
<br />
<br />
'''III LA REALIDAD ALCANZADA'''<br />
<br />
<br />
La evangelización no podía conducir sino a una expresión de los grandes manda¬mientos del amor fraterno, en la medida expuesta en los Evangelios por Jesucristo Nuestro Señor, y que la predicaron los Apóstoles y la entrega la Iglesia Católica. Lleva¬da al plano social dicha enseñanza debía producir una sociedad integrada entre evan¬gelizadores y evangelizados. El rey de España había recibido el encargo de evangeli¬zar el Nuevo Mundo y, por esto mismo, debía coincidir en un proyecto de una socie¬dad integrada por el reconocimiento de la persona humana, creada a imagen y seme¬janza de Dios, con todo lo que ello implica. <br />
<br />
Por esto, hemos visto en el magisterio de los Sumos Pontífices la aplicación del Evangelio a la situación de Indias y más allá la reivindicación de esa doctrina en la práctica, al conocer los Papas que eran violados o descono¬cidos los derechos de los indios. Es una permanente afirmación que hicieron ellos, como se ha examinado so¬meramente en el primer siglo de la evangelización. <br />
<br />
Los obispos, personalmente, y en Concilios y Sínodos, fueron coherentes por completo con las enseñanzas de los Papas y tuvieron que enfrentarse, de continuo, con las autoridades españolas locales para que se reconocieran los derechos de los in¬dios y se los respetaran. Ellos, en sus propios territorios tenían que alcanzar esa integración de todos en la sociedad. Y se ha visto, en los documentos citados, cómo trabajaban en tal sentido. Lo propio hacían los misioneros religiosos y del clero dio¬cesano. <br />
<br />
<br />
<br />
Es importante destacar igualmente el proyecto que tenía el monarca español acerca de esta sociedad integrada, como consecuencia o postulado, mejor, de la mis¬ma evangelización. Los textos referidos de los reyes, a partir de Isabel la Católica, son en esa línea que continuamente los reyes están vindicando, porque sabían que no se llevaba a la práctica. Y castigan severamente las violaciones a esos derechos e insistían en la vigilancia de su cumplimiento. <br />
<br />
La incorporación de naturales laicos en la evangelización como es el caso de los fiscales -no hemos aludido a las organizaciones de laicos como eran las cofradías, en las que se contaban de indios y de negros- indica un ejemplo de esa voluntad in¬tegradora del proyecto de sociedad en Indias. <br />
<br />
En líneas generales había una coincidencia plena entre el magisterio de los Su¬mos Pontífices y de los reyes de España, y en la acción pastoral de los obispos se pueden reconocer muchos gestos importantes y difíciles frente a las circunstancias que sufrían los indígenas que eran avalados enteramente por los monarcas españoles. <br />
<br />
Por otra parte, había una comunicación entre los Papas y los reyes en ese primer si¬glo en que estudiamos el magisterio y disciplina de los Papas. Los reyes eran destina¬tarios de todos esos documentos, a veces directamente y las otras veces porque los documentos pontificios pasaban a través de ellos, por el Patronato que los implicaba, como en la erección de diócesis, etc. Las diferencias eran en cuanto al régimen que pretendían mantener los reyes en sus manos y para lo que fueron ganando terreno cada vez más y distanciando al Papa de sus fieles de Indias, en ese sentido. <br />
<br />
Todos estos elementos debían haber producido en la práctica, en la historia, el proyecto de sociedad integrada, pero no fue así. La realidad alcanzada dista mucho del objetivo de esa sociedad. Pero algo se obtuvo y es importante reconocerlo: a) Es¬tuvo siempre vigente el modelos de sociedad de los Papas, en los reyes de España, en los obispos -personalmente y en acciones colegiales como Concilios y Sínodos- y también entre los misioneros; b) Siempre que esa integración era deteriorada o ataca¬da o desconocida no faltaron las denuncias y hasta los castigos, civiles y eclesiásticos, aunque no siempre podían llevarse a la práctica; e) Hubo esfuerzos muy importantes para esa integración, como fueron las reducciones de pueblos, en algunas secciones de América -y se piensa inmediatamente en las misiones jesuitas de Paraguay- y, poco a poco, se fue abriendo paso el sentido de fraternidad y respeto entre los evan¬gelizadores y evangelizados y hacia quienes no admitían el Evangelio. La segunda mi¬tad del siglo XVIII presenta una realidad mucho mejor en este sentido que en los tiempos anteriores, en diversas partes de América. <br />
<br />
Muy importante también es considerar que cuando se gestan los movimientos de Independencia, desde finales del siglo XVIII y a principios del siglo XIX, se tiene el ideal de una sociedad integrada en que todos son iguales, y muchos de sus líderes se reconocen como descendientes de legendarios héroes indígenas. Es decir, aflora un aprecio hacia ellos. <br />
<br />
Por razones culturales, principalmente, los indígenas no tuvieron, como hecho social, una acción protagónica en la Independencia y hasta hubo secciones en que de¬mostraron estar más vinculados al régimen español que al nuevo que nacía allí. La esclavitud fue rápidamente abolida en las naciones nuevas, aún mientras esta¬ban en proceso de independencia, como en Chile en 1813. <br />
<br />
Un hecho muy elocuente de un acercamiento a una sociedad integrada fue el mestizaje, o sea la unión entre españoles e indias que fue configurando como una nueva etnia, que se fue ampliando más y más a través de los siglos. Y de una cierta discriminación inicial hacia los mestizos, paulatinamente fueron ocupando un lugar activo en la sociedad, de manera que en los tiempos republicanos fueron reconocidos iguales que los demás. Diversa fue la situación con los africanos y sus descendientes, pues no hubo, como hecho social, un cruce racial ni con indígenas ni con españoles. <br />
<br />
La realidad alcanzada, a pesar de que la sociedad integrada era una exigencia del Evangelio y estaba en la mente de los dirigentes de estas naciones en el plano reli¬gioso y político, fue escasa en sus resultados, pero permaneció siempre como un ob¬jetivo, un ideal que alcanzar, según se comprueba documentalmente de manera irre¬futable. <br />
<br />
Por otra parte, aun en los regímenes de mayores libertades cívicas siempre sub¬sisten discriminaciones o segregaciones, pues esa miseria humana de desconocer los derechos de otros o de mantenerlos muy distantes para que los puedan practicar acompaña -lamentablemente- a todas las sociedades humanas. El desafío de una sociedad integrada a partir de la evangelización continúa siendo un gran desafío, pa¬ra la Iglesia y para los pueblos. <br />
<br />
<br />
=='''REFLEXIÓN FINAL'''==<br />
<br />
<br />
La intervención de Alejandro VI en el proceso de descubrimiento del Nuevo Mundo se hizo en razón de la evangelización de esas nuevas tierras, los Su¬mos Pontífices, en el primer siglo de dicha evangelización participaron activamente con su magisterio y sus orientaciones y disciplina eclesiástica. Su primera gran afirmación fue enseñar la igualdad entre todos los hombres y que los indígenas eran iguales que los europeos, seres racionales y capaces de recibir la fe cristiana. <br />
<br />
De ahí derivaba el respeto a sus derechos como persona. Aquí viene, entonces, la segunda gran afirmación, que fue la defensa de los indios cuando eran maltratados por los es¬pañoles, y en esta defensa involucraron a los obispos, que ya la habían asumido, pero los Papas la encargaron también explícitamente. Esta defensa resultaba igualmente una exigencia para la misma evangelización, porque en esos abusos la evangelización, o no era recibida o si hubiera sido acogida incitaba a separarse de ella. Y la tercera gran afirmación de los Sumos Pontífices fue hacer valer su oficio pastoral, ya demos¬trado antes, con la vigilancia e intervención que querían tener directamente en Indias por medio de un Nuncio Apostólico dependiente directamente de ellos. <br />
<br />
Hasta hubo el proyecto de crear en Roma una especial Congregación en la Curia Romana para la conversión de los indígenas. Con estas continuadas afirmaciones, los Papas ayudaban a realizar un proyecto de sociedad integrada en esos nuevos dominios españoles. <br />
<br />
Permanece la pregunta por qué, con la comunicación tan frecuente con el rey de España, fue tan escasa la influencia positiva de los Papas en ese proceso de formar una sociedad integrada. Una parte de la respuesta puede ser que el rey de España fue, poco a poco, impidiendo más y más la directa comunicación del Sumo Pontífice con los obispos y con los fieles de Indias. Y otra parte de la respuesta está en que las mis¬mas ordenanzas de los reyes, coincidentes con las de Roma, no eran acogidas en la práctica, y más aún eran repetida y gravemente desobedecidas. <br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» sorprende cómo el rey estaba in¬formado de los abusos que allí se daban y cómo era proporcionada su reacción para corregirlos, y, sin embargo, la situación de dichos abusos no se modificaba. De esta manera, el proyecto de una sociedad integrada quedaba sólo en un plan ideal, como un objetivo que muy difícilmente se iba alcanzando. De verdad, en América se vivía en otro mundo. Pero, esos ideales de los Papas y de los reyes permanecieron siempre vivos para realizarse cuando lo permitieran las cambiantes situaciones de la Historia. <br />
<br />
En América, quienes daban lucha por alcanzar ese proyecto eran los obispos y misioneros y también algunos laicos importantes, pero éstos muy poco numerosos y de menos influencia todavía. Pero esa batalla estuvo siempre vigente, aun con sus lu¬ces y sombras. La permanencia de situaciones tan difíciles y tristes par los indígenas deja de ma¬nifiesto cómo la suerte de los más pobres queda siempre postergada, a pesar de los esfuerzos tan repetidos y de tan alto nivel como era el caso de los Papas frente a los reyes de España y de éstos ante sus ministros de Indias. <br />
<br />
Allí se percibe una debilidad en la forma de acoger la evangelización, pues no alcanzaba a llegar a sus consecuen¬cias sociales. Esto era claramente percibido por muchos pastores, como fray Diego de Humanzoro, obispo de Santiago de Chile, y así lo exponía en sus cartas a la reina gobernadora en el siglo XVII. <br />
<br />
Por esto, el llamado de los últimos Santos Padres a una nueva evangelización advierte, en el plano social, por la experiencia vivida anteriormente en el esfuerzo de hacer una sociedad integrada, que el Evangelio debe traducirse también en la vida cívica y especialmente en servicio de los más pobres. <br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=352596EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-15T14:58:56Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio'' «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima»'' (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la ''«Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo»,'' con seis ordenanzas. <br />
<br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
Este tipo de Sínodos se repetirá a lo largo del período hispano, como en Yucatán en 1722, celebrado por el obispo Juan Gómez de Parada, en que se tiene una gran defensa de los indios, que el obispo había conocido en su visita pastoral y que ya había antes comunicado al rey. Dice que'' «se comete un gravísimo pecado mortal al robarles la natural libertad que Dios les dio y el rey les conservó».''<ref>CEBALLOS GARCÍA, MANUEL J., «El primer Sínodo de Yucatán. Espíritu y legislación del III Concilio Mexicano», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI» vol. I, 491.</ref><br />
<br />
<br />
Poco más adelante, en Chile, está el Sínodo de Concepción, celebrado en 1744 por el obispo Pedro Felipe de Azúa, en que se tiene una valiente y decidida denuncia de los males que afectaban a los indios, por parte de los españoles, y los remedios que el obispo proponía. Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y en la defensa que hizo el obispo ante el Consejo de Indias, se contiene una muy valiosa documentación que explica mucho más todavía la difícil condición en que vivían los indios.<ref>OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 281-354.</ref>Por último, el rey aprobó este Sínodo en 1748, cuando Azúa ya estaba de arzobispo en Santa Fe (Bogotá). Es de un gran valor conocer este Sínodo para entender cómo se mantenían esos antiguos problemas y cómo los obispos no descansaban en la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
A través de estos Sínodos -que dista mucho de ser un panorama más o menos completo de los Sínodos de entonces- se puede ver la constante preocupación de los obispos en cuando a procurar de verdad una sociedad integrada, fraternal y cristiana. En los Sínodos hay un gran material para conocer cuánto luchaban los obispos por esta causa derivada de la misma evangelización.<ref>El Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1670 por el obispo Diego de Hurnanzoro debió ser un testimonio extraordinario en este sentido si tenemos en cuenta la abundantísima correspondencia suya con el rey, precisamente por la defensa de los indios. Lamentablemente este obispo desistió de imprimir el Sínodo para emplear más bien su costo en los pobres. Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «El Cuarto Sínodo de Santiago», en «Boletín de la Academia Chilena de la Historia» N. 94 (1983), 153-170</ref><br />
<br />
<br />
'''5. Las proyecciones del monarca español'''<br />
<br />
<br />
Cuando se leen las disposiciones del monarca español, desde Isabel la Católica en adelante, acerca del tratamiento a los naturales de Indias y de sus derechos y, especialmente, lo relativo a la evangelización de los mismos, resulta sorprendente ver su coincidencia con lo que los Sumos Pontífices, obispos y misioneros pretendían en esas mismas materias. Sin embargo, la realidad resultaba diversa en Indias y, por eso, los Papas apelaban al rey solicitando se cumplieran sus ordenanzas, al igual que hacían los obispos en sus cartas al rey. <br />
<br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» mandadas a imprimir y publicar por Carlos II,<ref>Quinta edición. Madrid, 1841.</ref>se podría hacer un tratado extensísimo sobre esta materia. Por esto, nos limitaremos a unos pocos textos que son suficientes para conocer esas proyecciones del monarca español para construir en Indias una sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
Isabel la Católica, en su testamento, «al rey mi señor» indicaba «a la princesa mi hija y al príncipe su marido» -entre otras muchas cosas importantes, después de la evangelización- ''«y no consientan ni den lugar a que los indios y moradores de dichas Islas y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes: mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de dicha concesión nos es inyungido y mandado».'' <br />
<br />
<br />
En efecto, porque antes había recordado: «nuestra principal intención fue al tiempo que lo suplicamos al papa Alejandro VI que nos hizo la dicha concesión de procurar inducir y traer los pueblos dellas, y los convertir a nuestra santa fe católica, y enviar a las dichas Islas y Tierra Firme, prelados y religiosos, clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios para instruir los vecinos y moradores de ellas a la fe católica, y los doctrinar y enseñar buenas costumbres... » (Libro N, Título Diez, Ley Primera). <br />
<br />
<br />
Esta fue la tónica siguiente de los monarcas, que explicitaron ese mandato del testamento de Isabel la Católica, que ya en vida lo había expresado. El Libro N, Título Diez de la Recopilación se titula «Del buen tratamiento de los indios». Será suficiente ir transcribiendo el contenido de algunas de estas leyes para comprender el propósito, desde los comienzos, que la evangelización debía expresarse también en el reconocimiento de la dignidad de los naturales de estas tierras y de sus derechos: <br />
<br />
<br />
- Ley II. Felipe II. Que el buen tratamiento de los indios sea de forma que no dejen de servir y ocuparse.<ref>Esta es parte de una Instrucción. Y se lee al comienzo: «Grandes daños, agravios y opresiones reciben los indios en sus personas y haciendas de algunos españoles, corregidores, religiosos y clérigos con todo género de trabajo con que los desfrutan por su aprovechamiento, y como personas miserables no hacen resistencia ni defensa ... y las justicias que los debían amparar, o no lo saben ... o lo toleran y consienten por sus particulares intereses, contra toda razón cristiana y política, y conservación de nuestros vasallos»</ref><br />
<br />
<br />
- Ley III. Felipe II, 1563 y 1580. Felipe III, 1635. Que los virreyes se informen si son mal tratados los indios, y castiguen a los culpados. <br />
<br />
<br />
- Ley IV. Carlos V, 1523. El príncipe gobernador, 1543, Felipe II, 1582. Felipe III, 1620. Que las justicias procedan contra culpados en malos tratamientos, y los castiguen severamente. <br />
<br />
<br />
- Ley V. Felipe II, 1595. Que se atienda mucho cómo acuden los corregidores al buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley VI. Felipe II, 1582. Felipe III. Que todos los ministros y residentes en las Indias procuren el buen tratamiento de sus naturales.<br />
<br />
<br />
- Ley VII. Felipe II, 1596. Que los prelados informen siempre del estado, tratamiento y doctrina de los indios conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II, 1582. Que se guarden las leyes y provisiones sobre que los curas y religiosos tratan bien a los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley XVIII. Felipe II, 1562. Que los indios de señorío, siendo agraviados, se puedan quejar en las audiencias. <br />
<br />
<br />
- Ley XIX. Carlos V, 1536. Que el negro que maltrate a indio sea castigado conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley XX. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios de Chile que sirvieren sean bien tratados y adoctrinados. <br />
<br />
<br />
- Ley XXI. Felipe II, 1595. Que los delitos contra indios sean castigados con mayor rigor que contra españoles. <br />
<br />
<br />
- Ley XII. Felipe II, 1582. Que donde no cesaren los agravios hechos a indios se avise, para que vaya visitador. <br />
<br />
- Ley XXIII. Carlos II y la reina gobernadora. Que se guarde lo ordenado sobre el buen tratamiento de los indios por cláusula del rey, escrita de su real mano, y las leyes dadas.<ref>Ahí se decía: «Habiendo tenido el rey don Felipe IV, nuestro padre y señor. .. noticia de los malos tratamientos que reciben los indios en obrajes de paños, sin plena libertad (y a veces encarcelados y con prisiones) ni facultad de salir a sus casas, y acudir a sus mujeres, hijos y labores... fue servido de resolver que se guardasen las leyes dadas sobre prohibir y modificar el servicio personal, y añadió de su real mano la cláusula siguiente... ». Y al final, se alude a la Ley XXXVI, título Nueve de este mismo Libro: Carlos V y la emperatriz gobernadora, 1532. Que los encomenderos juren que tratarán bien a los indios.</ref><br />
<br />
<br />
En el Libro II, título II «Del consejo real, y junta de guerra de Indias», se contienen diversas leyes en el mismo sentido anterior. Por ejemplo: <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el principal cuidado del Consejo sea la conversión de los indios y poner ministros suficientes para ella. <br />
<br />
<br />
- Ley IX. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el Consejo provea lo conveniente para el buen tratamiento de los indios. <br />
Al tratar de las pacificaciones, en el libro IV, Título Cuarto: <br />
- Ley I. Felipe II. Que para hacer la pacificación precedan las diligencias de esta ley.<ref>« ... Para mejor conseguir la pacificación de los naturales de Indias ... procuren atraerlos a su amistad con mucho amor y caricia ... sin codicia ... y asienten amistad, y alianza con los señores y principales ».</ref><br />
<br />
<br />
- Ley II. Que hecha amistad con los naturales se les predique la santa fe conforme a lo dispuesto.<ref>«Usando de los medios más suaves que parecieren para aficionarlos a que quieran ser enseñados, y no comiencen a reprenderles sus vicios, ni idolatrías, ni les quiten las mujeres, ni ídolos, porque no se escandalicen, ni les cause extrañeza la doctrina cristiana... ».</ref><br />
<br />
- Ley V. Carlos V, 1526. Que los clérigos y religiosos que fueren a descubrimientos, procuren el buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
- Ley VIII. Carlos V, 1523. Que no se consienta que a los indios se les haga guerra, mal, ni daño, ni se les tome cosa alguna sin paga. <br />
En el Libro VI, el Título Primero se titula «De los indios». Allí se encuentra otro gran repertorio para lo que venimos tratando: <br />
- Ley I. Felipe II, 1580. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios sean favorecidos y amparados por las justicias eclesiásticas y seculares. <br />
<br />
- Ley II. Fernando V y doña Juana, 1514. Felipe II y la princesa gobernadora, 1556. Que los indios se puedan casar libremente, y ninguna orden real lo impida.<br />
<br />
- Ley XXII. Carlos V y el príncipe gobernador, 1551. Que los indios puedan criar toda especie de ganado, mayor y menor. <br />
<br />
- Ley XXIV. Carlos V, 1521, 1523 1534. Que entre indios y españoles haya comercio libre a contento de las partes. <br />
<br />
- Ley XXXII. Felipe II, 1580. Que los indios tengan libertad en sus disposiciones. <br />
<br />
- Ley XXXVI. Felipe II, 1594, Felipe IV, 1637 y 1640. Que no se pueda vender vino a los indios.<ref>Este fue un tema continuamente propuesto por los obispos en los abusos contra los indios. P.e. en el II Concilio de Lima, en el Sínodo de Concepción del obispo Azúa, 1744, etc.</ref><br />
El título II del mismo Libro VI, se titula «De la libertad de los indios», y allí se encuentran ordenanzas muy importantes para el tema de una sociedad integrada: <br />
- Ley I. Carlos V, 1526, 1530, 1532, 1540, 1542 y 1548. Que los indios sean libres y no sujetos a servidumbre. <br />
<br />
- Ley II. Carlos V y el cardenal Tavera, 1541. Que sean castigados los encomenderos que vendieren a sus indios. <br />
<br />
- Ley VII. Felipe III, 1618. Que en Tucumán y Río de la Plata no se vendan ni compren los indios que llaman de rescate. <br />
<br />
- Ley VIII. Que la prohibición de esclavitud se extienda con los indios aprisionados en Malocas. <br />
<br />
- Ley XI. Felipe III, 1609. Que los indios no se presten ni se enajenen por ningún título, ni pongan en las ventas de las haciendas. <br />
<br />
- Ley XIV. Felipe III, 1608. Felipe IV, 1625, 1662, 1663. Carlos II y la reina gobernadora. Sobre la libertad de los indios en Chile, y que a ella sean restituidos. <br />
<br />
- Ley XVI. Carlos II, 1679. Revalida las órdenes de libertad de los indios, y da nueva providencia en los de Chile.<ref>La Ley XIV era muy importante, porque respondía a una situación después de un gran alzamiento de los indios en eL sur de Chile. Esta Ley XIV es también una gran defensa de esos indios. Y, dice la Nota de la Ley XIV en la «Recopilación», que la Leyes XIV y XVI se mandaron guardar por Cédula de 17 de Enero de 1726, después del gran alzamiento de 1723.</ref><br />
<br />
El Título III del Libro IV se titula «De las reducciones y pueblos de indios», que en 29 leyes se provee siempre a la libertad y dignidad de los indios. No añadiremos más referencias, porque es suficiente con lo transcrito hasta aquí.<ref>En el Título Diez y Seis, que se titula «De los indios de Chile», se contienen muy interesantes datos respecto de este reino. El Título Diez y Siete se titula «De los indios de Tucumán, Paraguay y Rio de la Plata».</ref><br />
<br />
Aparece clara la posición de la monarquía española respecto de los indios, desde Isabel la Católica en adelante. Lo que también se trasluce en las repetidas ordenanzas reales era que esa posición de la corona apenas se cumplía en Indias. Y ésta es una pregunta que permanece abierta hasta el día de hoy. <br />
<br />
<br />
'''6.- La incorporación de los laicos'''<br />
<br />
<br />
Desde un principio se trató de incorporar a los laicos de Indias, naturales de esas tierras, en el proceso de la evangelización. Ya se tiene una explícita mención a este hecho en 1526, cuando el obispo Sebastián Ramírez de Fuenleal, que entonces presidía la Audiencia de Santo Domingo, postulaba que la evangelización debía hacerse por los mismos indios, porque «la conversión y doctrina de esa gente se hará cómo y por quién debe hacérseles.<ref>Cfr. Guarda OSB, Gabriel. «El apostolado seglar en la cristianización de América: La institución de los fiscales» en «Historia» 7 (1968). Este artículo está presente en el desarrollo de esta materia.</ref><br />
<br />
<br />
Así fue extendiéndose más y más este convencimiento, en algunas partes de que debían ser los propios indios quienes pudieran evangelizar a sus semejantes, y más aún hasta oficiar los sacramentos, lo que exigía, por consiguiente, la ordenación sacerdotal de los naturales. Pero, aquí tratamos sólo de los laicos. <br />
<br />
Para preparar esa incorporación de los laicos se habían abierto colegios para indígenas, desde 1502, de parte de los franciscanos y dominicos y, más tarde, en 1591, los franciscanos obtuvieron del virrey de México trasladar familias tlaxcaltecas, ya cristianas, para evangelizar a los chichimecas. Muchas iniciativas hubo en este campo. Se fue perfilando, poco a poco, instituir algunos laicos indios para encargarse de los demás naturales tanto en la policía como en el servicio religioso. <br />
<br />
Especialmente esto fue haciéndose más práctico, en el terreno religioso, en el virreinato del Perú. Y en el primer Concilio de Lima (1551-1552), se estableció que los sacerdotes o los caciques pudieran nombrar a dos fiscales o alguaciles en cada pueblo, los cuales tengan cuenta de todos los indios e indias cristianos, grandes y pequeños, y de los nombres de ellos, y de los casados, y de ver los que vuelven a sus ritos y costumbres, y dar de ello razón al sacerdote. (Constitución 12). También, más claramente, establece el Concilio que los misioneros dejarán en los pueblos «dos o tres muchachos de los que trajeren consigo bien adoctrinados para proseguir la doctrina de los muchachos cada día, y de los demás indios e indias dos días cada semana y todos los domingos y fiestas de guardar» (Constitución 40).<ref>Vid. O. c. 206-207.</ref><br />
<br />
Estos fiscales eran especialmente adoctrinados para que, a su vez, pudieran cum¬plir siempre mejor su servicio religioso a los demás en los pueblos. Se les solía reunir periódicamente con este objetivo. En el II Concilio de Lima (1567-1568), en la Constitución 118 y también en el III (1582-1583) en la Constitución 89, se vuelve sobre los fiscales, de manera que cuiden no sólo de erradicar la idolatría sino especialmente de velar por la moral pública, las buenas costumbres, cuidar a los enfermos asistiéndoles espiritual y corpo-ralmente, y, cuando faltare el sacerdote, enseñar la doctrina. <br />
<br />
A fines del siglo XVI, la institución de los fiscales se había extendido por casi to¬das las secciones de Indias. Su nombre, en algunas partes, continuaba siendo el de al¬guacil, como se lee en el Sínodo de Santa Fe (Bogotá), de 1556, del obispo Fray Juan de los Barrios; y el obispo Fray Luis Zapata de Cárdenas, también de Santa Fe, dispone en su «Catecismo» en 1576, que esos fiscales o alguaciles se preparen para sus tareas apostólicas en una especie de internado. <br />
<br />
Así en Chile, ya en 1587 -después del III Concilio de Lima- se tienen datos en la diócesis de La Imperial de la existencia de estos fiscales, y en Santiago en 1593. Y en el Sínodo de Santiago de 1626, del obispo Francisco González de Salcedo, también, claramente se habla de este oficio en la Constitución IV del Capítulo II.<br />
<br />
Más y más se arraigó esta institución de los fiscales y en Chile, en el Sínodo de Fray Bernardo de Carrasco, obispo de Santiago, en 1688, en la Constitución I del Capítulo IX, se habla de los deberes de los fiscales, para hacer rezar a los indios cada día, antes de sus trabajos y repetir el Catecismo: «y para esto tendrán señalado por el cura un Fiscal, que las sepa con expedición, para que esta diligencia satisfagan a la primera obligación de Encomenderos, y Tutores de estos cristianos nuevos…». Es decir, ya existían de mucho antes los fiscales y simplemente ahí se recuerdan sus obli¬gaciones. <br />
<br />
En México hubo hasta mártires entre los fiscales, como el caso de Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, el 14 de Septiembre de 1700, en San Francisco de Caxones. Y lo del Sínodo de Carrasco también se lee en el Sínodo de Concepción de 1744, del obispo Pedro Felipe de Azúa y en el de Santiago de 1763 del obispo Manuel de Alday. Pudiéramos seguir multiplicando los ejemplos y baste decir que esta institución llegó hasta nuestros días en algunos lugares, como en Chiloé, región austral de Chile, y en los pueblos aymarás del norte de Chile, donde tienen el nombre de «fabriqueros». <br />
<br />
Lo importante es hacer notar que en el proyecto de una sociedad integrada, des¬de la evangelización, se cuidó incorporar en el culto religioso a los naturales para desempeñar ese servicio a sus connaturales y que era reconocido tanto por las autori¬dades eclesiásticas como por las civiles. <br />
<br />
La evangelización no podía conducir sino a una expresión de los grandes manda¬mientos del amor fraterno, en la medida expuesta por Jesucristo Nuestro Señor en los Evangelios y que la predicaron los Apóstoles y la entrega la Iglesia Católica. Lleva¬da al plano social dicha enseñanza debía producir una sociedad integrada entre evan¬gelizadores y evangelizados. El rey de España había recibido el encargo de evangeli¬zar el Nuevo Mundo y, por esto mismo, debía coincidir en un proyecto de una socie¬dad integrada por el reconocimiento de la persona humana, creada a imagen y seme¬janza de Dios, con todo 10 que ello implica. <br />
Por esto, hemos visto en el magisterio de los Sumos Pontífices la aplicación del Evangelio a la situación de Indias y más allá la reivindicación de esa doctrina en la práctica, al conocer los Papas que eran violados los derechos de los indios o descono¬cidos. Es una permanente afirmación que hicieron ellos, como se ha examinado so¬meramente en el primer siglo de la evangelización. <br />
Los obispos, personalmente, y en Concilios y Sínodos, fueron coherentes por completo con las enseñanzas de los Papas y tuvieron que enfrentarse, de continuo, con las autoridades españolas locales para que se reconocieran los derechos de los in¬dios y se los respetaran. Ellos, en sus propios territorios tenían que alcanzar esa integración de todos en la sociedad. Y se ha visto, en los documentos citados, cómo trabajaban en tal sentido. Lo propio hacían los misioneros religiosos y del clero dio¬cesano. <br />
Es importante destacar igualmente el proyecto que tenía el monarca español acerca de esta sociedad integrada, como consecuencia o postulado, mejor, de la mis¬ma evangelización. Los textos referidos de los reyes, a partir de Isabel la Católica, son en esa línea, que continuamente los reyes están vindicando, porque sabían que no se llevaba a la práctica. Y castigan severamente las violaciones a esos derechos e insistían en la vigilancia de su cumplimiento. <br />
La incorporación de naturales laicos en la evangelización como es el caso de los fiscales -no hemos aludido a las organizaciones de laicos como eran las cofradías,<br />
<br />
<br />
'''III LA REALIDAD ALCANZADA'''<br />
<br />
<br />
La evangelización no podía conducir sino a una expresión de los grandes manda¬mientos del amor fraterno, en la medida expuesta en los Evangelios por Jesucristo Nuestro Señor, y que la predicaron los Apóstoles y la entrega la Iglesia Católica. Lleva¬da al plano social dicha enseñanza debía producir una sociedad integrada entre evan¬gelizadores y evangelizados. El rey de España había recibido el encargo de evangeli¬zar el Nuevo Mundo y, por esto mismo, debía coincidir en un proyecto de una socie¬dad integrada por el reconocimiento de la persona humana, creada a imagen y seme¬janza de Dios, con todo lo que ello implica. <br />
<br />
Por esto, hemos visto en el magisterio de los Sumos Pontífices la aplicación del Evangelio a la situación de Indias y más allá la reivindicación de esa doctrina en la práctica, al conocer los Papas que eran violados o descono¬cidos los derechos de los indios. Es una permanente afirmación que hicieron ellos, como se ha examinado so¬meramente en el primer siglo de la evangelización. <br />
<br />
Los obispos, personalmente, y en Concilios y Sínodos, fueron coherentes por completo con las enseñanzas de los Papas y tuvieron que enfrentarse, de continuo, con las autoridades españolas locales para que se reconocieran los derechos de los in¬dios y se los respetaran. Ellos, en sus propios territorios tenían que alcanzar esa integración de todos en la sociedad. Y se ha visto, en los documentos citados, cómo trabajaban en tal sentido. Lo propio hacían los misioneros religiosos y del clero dio¬cesano. <br />
<br />
<br />
<br />
Es importante destacar igualmente el proyecto que tenía el monarca español acerca de esta sociedad integrada, como consecuencia o postulado, mejor, de la mis¬ma evangelización. Los textos referidos de los reyes, a partir de Isabel la Católica, son en esa línea que continuamente los reyes están vindicando, porque sabían que no se llevaba a la práctica. Y castigan severamente las violaciones a esos derechos e insistían en la vigilancia de su cumplimiento. <br />
<br />
La incorporación de naturales laicos en la evangelización como es el caso de los fiscales -no hemos aludido a las organizaciones de laicos como eran las cofradías, en las que se contaban de indios y de negros- indica un ejemplo de esa voluntad in¬tegradora del proyecto de sociedad en Indias. <br />
<br />
En líneas generales había una coincidencia plena entre el magisterio de los Su¬mos Pontífices y de los reyes de España, y en la acción pastoral de los obispos se pueden reconocer muchos gestos importantes y difíciles frente a las circunstancias que sufrían los indígenas que eran avalados enteramente por los monarcas españoles. <br />
<br />
Por otra parte, había una comunicación entre los Papas y los reyes en ese primer si¬glo en que estudiamos el magisterio y disciplina de los Papas. Los reyes eran destina¬tarios de todos esos documentos, a veces directamente y las otras veces porque los documentos pontificios pasaban a través de ellos, por el Patronato que los implicaba, como en la erección de diócesis, etc. Las diferencias eran en cuanto al régimen que pretendían mantener los reyes en sus manos y para lo que fueron ganando terreno cada vez más y distanciando al Papa de sus fieles de Indias, en ese sentido. <br />
<br />
Todos estos elementos debían haber producido en la práctica, en la historia, el proyecto de sociedad integrada, pero no fue así. La realidad alcanzada dista mucho del objetivo de esa sociedad. Pero algo se obtuvo y es importante reconocerlo: a) Es¬tuvo siempre vigente el modelos de sociedad de los Papas, en los reyes de España, en los obispos -personalmente y en acciones colegiales como Concilios y Sínodos- y también entre los misioneros; b) Siempre que esa integración era deteriorada o ataca¬da o desconocida no faltaron las denuncias y hasta los castigos, civiles y eclesiásticos, aunque no siempre podían llevarse a la práctica; e) Hubo esfuerzos muy importantes para esa integración, como fueron las reducciones de pueblos, en algunas secciones de América -y se piensa inmediatamente en las misiones jesuitas de Paraguay- y, poco a poco, se fue abriendo paso el sentido de fraternidad y respeto entre los evan¬gelizadores y evangelizados y hacia quienes no admitían el Evangelio. La segunda mi¬tad del siglo XVIII presenta una realidad mucho mejor en este sentido que en los tiempos anteriores, en diversas partes de América. <br />
<br />
Muy importante también es considerar que cuando se gestan los movimientos de Independencia, desde finales del siglo XVIII y a principios del siglo XIX, se tiene el ideal de una sociedad integrada en que todos son iguales, y muchos de sus líderes se reconocen como descendientes de legendarios héroes indígenas. Es decir, aflora un aprecio hacia ellos. <br />
<br />
Por razones culturales, principalmente, los indígenas no tuvieron, como hecho social, una acción protagónica en la Independencia y hasta hubo secciones en que de¬mostraron estar más vinculados al régimen español que al nuevo que nacía allí. La esclavitud fue rápidamente abolida en las naciones nuevas, aún mientras esta¬ban en proceso de independencia, como en Chile en 1813. <br />
<br />
Un hecho muy elocuente de un acercamiento a una sociedad integrada fue el mestizaje, o sea la unión entre españoles e indias que fue configurando como una nueva etnia, que se fue ampliando más y más a través de los siglos. Y de una cierta discriminación inicial hacia los mestizos, paulatinamente fueron ocupando un lugar activo en la sociedad, de manera que en los tiempos republicanos fueron reconocidos iguales que los demás. Diversa fue la situación con los africanos y sus descendientes, pues no hubo, como hecho social, un cruce racial ni con indígenas ni con españoles. <br />
<br />
La realidad alcanzada, a pesar de que la sociedad integrada era una exigencia del Evangelio y estaba en la mente de los dirigentes de estas naciones en el plano reli¬gioso y político, fue escasa en sus resultados, pero permaneció siempre como un ob¬jetivo, un ideal que alcanzar, según se comprueba documentalmente de manera irre¬futable. <br />
<br />
Por otra parte, aun en los regímenes de mayores libertades cívicas siempre sub¬sisten discriminaciones o segregaciones, pues esa miseria humana de desconocer los derechos de otros o de mantenerlos muy distantes para que los puedan practicar acompaña -lamentablemente- a todas las sociedades humanas. El desafío de una sociedad integrada a partir de la evangelización continúa siendo un gran desafío, pa¬ra la Iglesia y para los pueblos. <br />
<br />
<br />
'''REFLEXIÓN FINAL'''<br />
<br />
<br />
La intervención de Alejandro VI en el proceso de descubrimiento del Nuevo Mundo se hizo en razón de la evangelización de esas nuevas tierras, los Su¬mos Pontífices, en el primer siglo de dicha evangelización participaron activamente con su magisterio y sus orientaciones y disciplina eclesiástica. Su primera gran afirmación fue enseñar la igualdad entre todos los hombres y que los indígenas eran iguales que los europeos, seres racionales y capaces de recibir la fe cristiana. <br />
<br />
De ahí derivaba el respeto a sus derechos como persona. Aquí viene, entonces, la segunda gran afirmación, que fue la defensa de los indios cuando eran maltratados por los es¬pañoles, y en esta defensa involucraron a los obispos, que ya la habían asumido, pero los Papas la encargaron también explícitamente. Esta defensa resultaba igualmente una exigencia para la misma evangelización, porque en esos abusos la evangelización, o no era recibida o si hubiera sido acogida incitaba a separarse de ella. Y la tercera gran afirmación de los Sumos Pontífices fue hacer valer su oficio pastoral, ya demos¬trado antes, con la vigilancia e intervención que querían tener directamente en Indias por medio de un Nuncio Apostólico dependiente directamente de ellos. <br />
<br />
Hasta hubo el proyecto de crear en Roma una especial Congregación en la Curia Romana para la conversión de los indígenas. Con estas continuadas afirmaciones, los Papas ayudaban a realizar un proyecto de sociedad integrada en esos nuevos dominios españoles. <br />
<br />
Permanece la pregunta por qué, con la comunicación tan frecuente con el rey de España, fue tan escasa la influencia positiva de los Papas en ese proceso de formar una sociedad integrada. Una parte de la respuesta puede ser que el rey de España fue, poco a poco, impidiendo más y más la directa comunicación del Sumo Pontífice con los obispos y con los fieles de Indias. Y otra parte de la respuesta está en que las mis¬mas ordenanzas de los reyes, coincidentes con las de Roma, no eran acogidas en la práctica, y más aún eran repetida y gravemente desobedecidas. <br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» sorprende cómo el rey estaba in¬formado de los abusos que allí se daban y cómo era proporcionada su reacción para corregirlos, y, sin embargo, la situación de dichos abusos no se modificaba. De esta manera, el proyecto de una sociedad integrada quedaba sólo en un plan ideal, como un objetivo que muy difícilmente se iba alcanzando. De verdad, en América se vivía en otro mundo. Pero, esos ideales de los Papas y de los reyes permanecieron siempre vivos para realizarse cuando lo permitieran las cambiantes situaciones de la Historia. <br />
<br />
En América, quienes daban lucha por alcanzar ese proyecto eran los obispos y misioneros y también algunos laicos importantes, pero éstos muy poco numerosos y de menos influencia todavía. Pero esa batalla estuvo siempre vigente, aun con sus lu¬ces y sombras. La permanencia de situaciones tan difíciles y tristes par los indígenas deja de ma¬nifiesto cómo la suerte de los más pobres queda siempre postergada, a pesar de los esfuerzos tan repetidos y de tan alto nivel como era el caso de los Papas frente a los reyes de España y de éstos ante sus ministros de Indias. <br />
<br />
Allí se percibe una debilidad en la forma de acoger la evangelización, pues no alcanzaba a llegar a sus consecuen¬cias sociales. Esto era claramente percibido por muchos pastores, como fray Diego de Humanzoro, obispo de Santiago de Chile, y así lo exponía en sus cartas a la reina gobernadora en el siglo XVII. <br />
<br />
Por esto, el llamado de los últimos Santos Padres a una nueva evangelización advierte, en el plano social, por la experiencia vivida anteriormente en el esfuerzo de hacer una sociedad integrada, que el Evangelio debe traducirse también en la vida cívica y especialmente en servicio de los más pobres. <br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=352566EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-15T14:51:34Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio'' «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima»'' (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la ''«Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo»,'' con seis ordenanzas. <br />
<br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
Este tipo de Sínodos se repetirá a lo largo del período hispano, como en Yucatán en 1722, celebrado por el obispo Juan Gómez de Parada, en que se tiene una gran defensa de los indios, que el obispo había conocido en su visita pastoral y que ya había antes comunicado al rey. Dice que'' «se comete un gravísimo pecado mortal al robarles la natural libertad que Dios les dio y el rey les conservó».''<ref>CEBALLOS GARCÍA, MANUEL J., «El primer Sínodo de Yucatán. Espíritu y legislación del III Concilio Mexicano», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI» vol. I, 491.</ref><br />
<br />
<br />
Poco más adelante, en Chile, está el Sínodo de Concepción, celebrado en 1744 por el obispo Pedro Felipe de Azúa, en que se tiene una valiente y decidida denuncia de los males que afectaban a los indios, por parte de los españoles, y los remedios que el obispo proponía. Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y en la defensa que hizo el obispo ante el Consejo de Indias, se contiene una muy valiosa documentación que explica mucho más todavía la difícil condición en que vivían los indios.<ref>OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 281-354.</ref>Por último, el rey aprobó este Sínodo en 1748, cuando Azúa ya estaba de arzobispo en Santa Fe (Bogotá). Es de un gran valor conocer este Sínodo para entender cómo se mantenían esos antiguos problemas y cómo los obispos no descansaban en la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
A través de estos Sínodos -que dista mucho de ser un panorama más o menos completo de los Sínodos de entonces- se puede ver la constante preocupación de los obispos en cuando a procurar de verdad una sociedad integrada, fraternal y cristiana. En los Sínodos hay un gran material para conocer cuánto luchaban los obispos por esta causa derivada de la misma evangelización.<ref>El Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1670 por el obispo Diego de Hurnanzoro debió ser un testimonio extraordinario en este sentido si tenemos en cuenta la abundantísima correspondencia suya con el rey, precisamente por la defensa de los indios. Lamentablemente este obispo desistió de imprimir el Sínodo para emplear más bien su costo en los pobres. Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «El Cuarto Sínodo de Santiago», en «Boletín de la Academia Chilena de la Historia» N. 94 (1983), 153-170</ref><br />
<br />
<br />
'''5. Las proyecciones del monarca español'''<br />
<br />
<br />
Cuando se leen las disposiciones del monarca español, desde Isabel la Católica en adelante, acerca del tratamiento a los naturales de Indias y de sus derechos y, especialmente, lo relativo a la evangelización de los mismos, resulta sorprendente ver su coincidencia con lo que los Sumos Pontífices, obispos y misioneros pretendían en esas mismas materias. Sin embargo, la realidad resultaba diversa en Indias y, por eso, los Papas apelaban al rey solicitando se cumplieran sus ordenanzas, al igual que hacían los obispos en sus cartas al rey. <br />
<br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» mandadas a imprimir y publicar por Carlos II,<ref>Quinta edición. Madrid, 1841.</ref>se podría hacer un tratado extensísimo sobre esta materia. Por esto, nos limitaremos a unos pocos textos que son suficientes para conocer esas proyecciones del monarca español para construir en Indias una sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
Isabel la Católica, en su testamento, «al rey mi señor» indicaba «a la princesa mi hija y al príncipe su marido» -entre otras muchas cosas importantes, después de la evangelización- ''«y no consientan ni den lugar a que los indios y moradores de dichas Islas y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes: mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de dicha concesión nos es inyungido y mandado».'' <br />
<br />
<br />
En efecto, porque antes había recordado: «nuestra principal intención fue al tiempo que lo suplicamos al papa Alejandro VI que nos hizo la dicha concesión de procurar inducir y traer los pueblos dellas, y los convertir a nuestra santa fe católica, y enviar a las dichas Islas y Tierra Firme, prelados y religiosos, clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios para instruir los vecinos y moradores de ellas a la fe católica, y los doctrinar y enseñar buenas costumbres... » (Libro N, Título Diez, Ley Primera). <br />
<br />
<br />
Esta fue la tónica siguiente de los monarcas, que explicitaron ese mandato del testamento de Isabel la Católica, que ya en vida lo había expresado. El Libro N, Título Diez de la Recopilación se titula «Del buen tratamiento de los indios». Será suficiente ir transcribiendo el contenido de algunas de estas leyes para comprender el propósito, desde los comienzos, que la evangelización debía expresarse también en el reconocimiento de la dignidad de los naturales de estas tierras y de sus derechos: <br />
<br />
<br />
- Ley II. Felipe II. Que el buen tratamiento de los indios sea de forma que no dejen de servir y ocuparse.<ref>Esta es parte de una Instrucción. Y se lee al comienzo: «Grandes daños, agravios y opresiones reciben los indios en sus personas y haciendas de algunos españoles, corregidores, religiosos y clérigos con todo género de trabajo con que los desfrutan por su aprovechamiento, y como personas miserables no hacen resistencia ni defensa ... y las justicias que los debían amparar, o no lo saben ... o lo toleran y consienten por sus particulares intereses, contra toda razón cristiana y política, y conservación de nuestros vasallos»</ref><br />
<br />
<br />
- Ley III. Felipe II, 1563 y 1580. Felipe III, 1635. Que los virreyes se informen si son mal tratados los indios, y castiguen a los culpados. <br />
<br />
<br />
- Ley IV. Carlos V, 1523. El príncipe gobernador, 1543, Felipe II, 1582. Felipe III, 1620. Que las justicias procedan contra culpados en malos tratamientos, y los castiguen severamente. <br />
<br />
<br />
- Ley V. Felipe II, 1595. Que se atienda mucho cómo acuden los corregidores al buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley VI. Felipe II, 1582. Felipe III. Que todos los ministros y residentes en las Indias procuren el buen tratamiento de sus naturales.<br />
<br />
<br />
- Ley VII. Felipe II, 1596. Que los prelados informen siempre del estado, tratamiento y doctrina de los indios conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II, 1582. Que se guarden las leyes y provisiones sobre que los curas y religiosos tratan bien a los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley XVIII. Felipe II, 1562. Que los indios de señorío, siendo agraviados, se puedan quejar en las audiencias. <br />
<br />
<br />
- Ley XIX. Carlos V, 1536. Que el negro que maltrate a indio sea castigado conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley XX. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios de Chile que sirvieren sean bien tratados y adoctrinados. <br />
<br />
<br />
- Ley XXI. Felipe II, 1595. Que los delitos contra indios sean castigados con mayor rigor que contra españoles. <br />
<br />
<br />
- Ley XII. Felipe II, 1582. Que donde no cesaren los agravios hechos a indios se avise, para que vaya visitador. <br />
<br />
- Ley XXIII. Carlos II y la reina gobernadora. Que se guarde lo ordenado sobre el buen tratamiento de los indios por cláusula del rey, escrita de su real mano, y las leyes dadas.<ref>Ahí se decía: «Habiendo tenido el rey don Felipe IV, nuestro padre y señor. .. noticia de los malos tratamientos que reciben los indios en obrajes de paños, sin plena libertad (y a veces encarcelados y con prisiones) ni facultad de salir a sus casas, y acudir a sus mujeres, hijos y labores... fue servido de resolver que se guardasen las leyes dadas sobre prohibir y modificar el servicio personal, y añadió de su real mano la cláusula siguiente... ». Y al final, se alude a la Ley XXXVI, título Nueve de este mismo Libro: Carlos V y la emperatriz gobernadora, 1532. Que los encomenderos juren que tratarán bien a los indios.</ref><br />
<br />
<br />
En el Libro II, título II «Del consejo real, y junta de guerra de Indias», se contienen diversas leyes en el mismo sentido anterior. Por ejemplo: <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el principal cuidado del Consejo sea la conversión de los indios y poner ministros suficientes para ella. <br />
<br />
<br />
- Ley IX. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el Consejo provea lo conveniente para el buen tratamiento de los indios. <br />
Al tratar de las pacificaciones, en el libro IV, Título Cuarto: <br />
- Ley I. Felipe II. Que para hacer la pacificación precedan las diligencias de esta ley.<ref>« ... Para mejor conseguir la pacificación de los naturales de Indias ... procuren atraerlos a su amistad con mucho amor y caricia ... sin codicia ... y asienten amistad, y alianza con los señores y principales ».</ref><br />
<br />
<br />
- Ley II. Que hecha amistad con los naturales se les predique la santa fe conforme a lo dispuesto.<ref>«Usando de los medios más suaves que parecieren para aficionarlos a que quieran ser enseñados, y no comiencen a reprenderles sus vicios, ni idolatrías, ni les quiten las mujeres, ni ídolos, porque no se escandalicen, ni les cause extrañeza la doctrina cristiana... ».</ref><br />
<br />
- Ley V. Carlos V, 1526. Que los clérigos y religiosos que fueren a descubrimientos, procuren el buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
- Ley VIII. Carlos V, 1523. Que no se consienta que a los indios se les haga gue¬rra, mal, ni daño, ni se les tome cosa alguna sin paga. <br />
En el Libro VI, el Título Primero se titula «De los indios». Allí se encuentra otro gran repertorio para lo que venimos tratando: <br />
- Ley I. Felipe II, 1580. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios sean fa¬vorecidos y amparados por las justicias eclesiásticas y seculares. <br />
<br />
- Ley II. Fernando V y doña Juana, 1514. Felipe II y la princesa gobernadora, 1556. Que los indios se puedan casar libremente, y ninguna orden real lo impida.<br />
<br />
- Ley XXII. Carlos V y el príncipe gobernador, 1551. Que los indios puedan criar toda especie de ganado, mayor y menor. <br />
<br />
- Ley XXIV. Carlos V, 1521, 1523 1534. Que entre indios y españoles haya co¬mercio libre a contento de las partes. <br />
<br />
- Ley XXXII. Felipe II, 1580. Que los indios tengan libertad en sus disposi¬ciones. <br />
<br />
- Ley XXXVI. Felipe II, 1594, Felipe IV, 1637 y 1640. Que no se pueda vender vino a los indios.<ref>Este fue un tema continuamente propuesto por los obispos en los abusos contra los indios. P.e. en el II Concilio de Lima, en el Sínodo de Concepción del obispo Azúa, 1744, etc.</ref><br />
El título II del mismo Libro VI, se titula «De la libertad de los indios», y allí se encuentran ordenanzas muy importantes para el tema de una sociedad integrada: <br />
- Ley I. Carlos V, 1526, 1530, 1532, 1540, 1542 y 1548. Que los indios sean li¬bres y no sujetos a servidumbre. <br />
<br />
- Ley II. Carlos V y el cardenal Tavera, 1541. Que sean castigados los encomen¬deros que vendieren a sus indios. <br />
<br />
- Ley VII. Felipe III, 1618. Que en Tucumán y Río de la Plata no se vendan ni compren los indios que llaman de rescate. <br />
<br />
- Ley VIII. Que la prohibición de esclavitud se extienda con los indios aprisio¬nados en Malocas. <br />
<br />
- Ley XI. Felipe III, 1609. Que los indios no se presten ni se enajenen por ningún título, ni pongan en las ventas de las haciendas. <br />
<br />
- Ley XIV. Felipe III, 1608. Felipe IV, 1625, 1662, 1663. Carlos II y la reina go¬bernadora. Sobre la libertad de los indios en Chile, y que a ella sean restituidos. <br />
<br />
- Ley XVI. Carlos II, 1679. Revalida las órdenes de libertad de los indios, y da nueva providencia en los de Chile.<ref>La Ley XIV era muy importante, porque respondía a una situación después de un gran alzamiento de los indios en eL sur de Chile. Esta Ley XIV es también una gran defensa de esos indios. Y, dice la No¬ta de la Ley XIV en la «Recopilación», que la Leyes XIV y XVI se mandaron guardar por Cédula de 17 de Enero de 1726, después del gran alzamiento de 1723.</ref><br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=292029EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-09T17:12:37Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio'' «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima»'' (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la ''«Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo»,'' con seis ordenanzas. <br />
<br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
Este tipo de Sínodos se repetirá a lo largo del período hispano, como en Yucatán en 1722, celebrado por el obispo Juan Gómez de Parada, en que se tiene una gran defensa de los indios, que el obispo había conocido en su visita pastoral y que ya había antes comunicado al rey. Dice que'' «se comete un gravísimo pecado mortal al robarles la natural libertad que Dios les dio y el rey les conservó».''<ref>CEBALLOS GARCÍA, MANUEL J., «El primer Sínodo de Yucatán. Espíritu y legislación del III Concilio Mexicano», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI» vol. I, 491.</ref><br />
<br />
<br />
Poco más adelante, en Chile, está el Sínodo de Concepción, celebrado en 1744 por el obispo Pedro Felipe de Azúa, en que se tiene una valiente y decidida denuncia de los males que afectaban a los indios, por parte de los españoles, y los remedios que el obispo proponía. Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y en la defensa que hizo el obispo ante el Consejo de Indias, se contiene una muy valiosa documentación que explica mucho más todavía la difícil condición en que vivían los indios.<ref>OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 281-354.</ref>Por último, el rey aprobó este Sínodo en 1748, cuando Azúa ya estaba de arzobispo en Santa Fe (Bogotá). Es de un gran valor conocer este Sínodo para entender cómo se mantenían esos antiguos problemas y cómo los obispos no descansaban en la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
A través de estos Sínodos -que dista mucho de ser un panorama más o menos completo de los Sínodos de entonces- se puede ver la constante preocupación de los obispos en cuando a procurar de verdad una sociedad integrada, fraternal y cristiana. En los Sínodos hay un gran material para conocer cuánto luchaban los obispos por esta causa derivada de la misma evangelización.<ref>El Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1670 por el obispo Diego de Hurnanzoro debió ser un testimonio extraordinario en este sentido si tenemos en cuenta la abundantísima correspondencia suya con el rey, precisamente por la defensa de los indios. Lamentablemente este obispo desistió de imprimir el Sínodo para emplear más bien su costo en los pobres. Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «El Cuarto Sínodo de Santiago», en «Boletín de la Academia Chilena de la Historia» N. 94 (1983), 153-170</ref><br />
<br />
<br />
'''5. Las proyecciones del monarca español'''<br />
<br />
<br />
Cuando se leen las disposiciones del monarca español, desde Isabel la Católica en adelante, acerca del tratamiento a los naturales de Indias y de sus derechos y, especialmente, lo relativo a la evangelización de los mismos, resulta sorprendente ver su coincidencia con lo que los Sumos Pontífices, obispos y misioneros pretendían en esas mismas materias. Sin embargo, la realidad resultaba diversa en Indias y, por eso, los Papas apelaban al rey solicitando se cumplieran sus ordenanzas, al igual que hacían los obispos en sus cartas al rey. <br />
<br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» mandadas a imprimir y publicar por Carlos II,<ref>Quinta edición. Madrid, 1841.</ref>se podría hacer un tratado extensísimo sobre esta materia. Por esto, nos limitaremos a unos pocos textos que son suficientes para conocer esas proyecciones del monarca español para construir en Indias una sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
Isabel la Católica, en su testamento, «al rey mi señor» indicaba «a la princesa mi hija y al príncipe su marido» -entre otras muchas cosas importantes, después de la evangelización- ''«y no consientan ni den lugar a que los indios y moradores de dichas Islas y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes: mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de dicha concesión nos es inyungido y mandado».'' <br />
<br />
<br />
En efecto, porque antes había recordado: «nuestra principal intención fue al tiempo que lo suplicamos al papa Alejandro VI que nos hizo la dicha concesión de procurar inducir y traer los pueblos dellas, y los convertir a nuestra santa fe católica, y enviar a las dichas Islas y Tierra Firme, prelados y religiosos, clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios para instruir los vecinos y moradores de ellas a la fe católica, y los doctrinar y enseñar buenas costumbres... » (Libro N, Título Diez, Ley Primera). <br />
<br />
<br />
Esta fue la tónica siguiente de los monarcas, que explicitaron ese mandato del testamento de Isabel la Católica, que ya en vida lo había expresado. El Libro N, Título Diez de la Recopilación se titula «Del buen tratamiento de los indios». Será suficiente ir transcribiendo el contenido de algunas de estas leyes para comprender el propósito, desde los comienzos, que la evangelización debía expresarse también en el reconocimiento de la dignidad de los naturales de estas tierras y de sus derechos: <br />
<br />
<br />
- Ley II. Felipe II. Que el buen tratamiento de los indios sea de forma que no dejen de servir y ocuparse.<ref>Esta es parte de una Instrucción. Y se lee al comienzo: «Grandes daños, agravios y opresiones reciben los indios en sus personas y haciendas de algunos españoles, corregidores, religiosos y clérigos con todo género de trabajo con que los desfrutan por su aprovechamiento, y como personas miserables no hacen resistencia ni defensa ... y las justicias que los debían amparar, o no lo saben ... o lo toleran y consienten por sus particulares intereses, contra toda razón cristiana y política, y conservación de nuestros vasallos»</ref><br />
<br />
<br />
- Ley III. Felipe II, 1563 y 1580. Felipe III, 1635. Que los virreyes se informen si son mal tratados los indios, y castiguen a los culpados. <br />
<br />
<br />
- Ley IV. Carlos V, 1523. El príncipe gobernador, 1543, Felipe II, 1582. Felipe III, 1620. Que las justicias procedan contra culpados en malos tratamientos, y los castiguen severamente. <br />
<br />
<br />
- Ley V. Felipe II, 1595. Que se atienda mucho cómo acuden los corregidores al buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley VI. Felipe II, 1582. Felipe III. Que todos los ministros y residentes en las Indias procuren el buen tratamiento de sus naturales.<br />
<br />
<br />
- Ley VII. Felipe II, 1596. Que los prelados informen siempre del estado, tratamiento y doctrina de los indios conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II, 1582. Que se guarden las leyes y provisiones sobre que los curas y religiosos tratan bien a los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley XVIII. Felipe II, 1562. Que los indios de señorío, siendo agraviados, se puedan quejar en las audiencias. <br />
<br />
<br />
- Ley XIX. Carlos V, 1536. Que el negro que maltrate a indio sea castigado conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley XX. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios de Chile que sirvieren sean bien tratados y adoctrinados. <br />
<br />
<br />
- Ley XXI. Felipe II, 1595. Que los delitos contra indios sean castigados con mayor rigor que contra españoles. <br />
<br />
<br />
- Ley XII. Felipe II, 1582. Que donde no cesaren los agravios hechos a indios se avise, para que vaya visitador. <br />
<br />
- Ley XXIII. Carlos II y la reina gobernadora. Que se guarde lo ordenado sobre el buen tratamiento de los indios por cláusula del rey, escrita de su real mano, y las leyes dadas.<ref>Ahí se decía: «Habiendo tenido el rey don Felipe IV, nuestro padre y señor. .. noticia de los malos tratamientos que reciben los indios en obrajes de paños, sin plena libertad (y a veces encarcelados y con prisiones) ni facultad de salir a sus casas, y acudir a sus mujeres, hijos y labores... fue servido de resolver que se guardasen las leyes dadas sobre prohibir y modificar el servicio personal, y añadió de su real mano la cláusula siguiente... ». Y al final, se alude a la Ley XXXVI, título Nueve de este mismo Libro: Carlos V y la emperatriz gobernadora, 1532. Que los encomenderos juren que tratarán bien a los indios.</ref><br />
<br />
<br />
En el Libro II, título II «Del consejo real, y junta de guerra de Indias», se contienen diversas leyes en el mismo sentido anterior. Por ejemplo: <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el principal cuidado del Consejo sea la conversión de los indios y poner ministros suficientes para ella. <br />
<br />
<br />
- Ley IX. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el Consejo provea lo conveniente para el buen tratamiento de los indios. <br />
Al tratar de las pacificaciones, en el libro IV, Título Cuarto: <br />
- Ley I. Felipe II. Que para hacer la pacificación precedan las diligencias de esta ley.<ref>« ... Para mejor conseguir la pacificación de los naturales de Indias ... procuren atraerlos a su amistad con mucho amor y caricia ... sin codicia ... y asienten amistad, y alianza con los señores y principales ».</ref><br />
<br />
<br />
- Ley II. Que hecha amistad con los naturales se les predique la santa fe conforme a lo dispuesto. <br />
<br />
- Ley V. Carlos V, 1526. Que los clérigos y religiosos que fueren a descubrimientos, procuren el buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
- Ley VIII. Carlos V, 1523. Que no se consienta que a los indios se les haga gue¬rra, mal, ni daño, ni se les tome cosa alguna sin paga. <br />
En el Libro VI, el Título Primero se titula «De los indios». Allí se encuentra otro gran repertorio para lo que venimos tratando: <br />
- Ley I. Felipe II, 1580. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios sean fa¬vorecidos y amparados por las justicias eclesiásticas y seculares. <br />
<br />
- Ley II. Fernando V y doña Juana, 1514. Felipe II y la princesa gobernadora, 1556. Que los indios se puedan casar libremente, y ninguna orden real lo impida.<br />
<br />
- Ley XXII. Carlos V y el príncipe gobernador, 1551. Que los indios puedan criar toda especie de ganado, mayor y menor. <br />
<br />
- Ley XXIV. Carlos V, 1521, 1523 1534. Que entre indios y españoles haya co¬mercio libre a contento de las partes. <br />
<br />
- Ley XXXII. Felipe II, 1580. Que los indios tengan libertad en sus disposi¬ciones. <br />
<br />
- Ley XXXVI. Felipe II, 1594, Felipe IV, 1637 y 1640. Que no se pueda vender vino a los indios. <br />
El título II del mismo Libro VI, se titula «De la libertad de los indios», y allí se encuentran ordenanzas muy importantes para el tema de una sociedad integrada: <br />
- Ley I. Carlos V, 1526, 1530, 1532, 1540, 1542 y 1548. Que los indios sean li¬bres y no sujetos a servidumbre. <br />
<br />
- Ley II. Carlos V y el cardenal Tavera, 1541. Que sean castigados los encomen¬deros que vendieren a sus indios. <br />
<br />
- Ley VII. Felipe III, 1618. Que en Tucumán y Río de la Plata no se vendan ni compren los indios que llaman de rescate. <br />
<br />
- Ley VIII. Que la prohibición de esclavitud se extienda con los indios aprisio¬nados en Malocas. <br />
<br />
- Ley XI. Felipe III, 1609. Que los indios no se presten ni se enajenen por ningún título, ni pongan en las ventas de las haciendas. <br />
<br />
- Ley XIV. Felipe III, 1608. Felipe IV, 1625, 1662, 1663. Carlos II y la reina go¬bernadora. Sobre la libertad de los indios en Chile, y que a ella sean restituidos. <br />
<br />
- Ley XVI. Carlos II, 1679. Revalida las órdenes de libertad de los indios, y da nueva providencia en los de Chile. <br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=292027EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-09T17:11:34Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio'' «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima»'' (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la ''«Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo»,'' con seis ordenanzas. <br />
<br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
Este tipo de Sínodos se repetirá a lo largo del período hispano, como en Yucatán en 1722, celebrado por el obispo Juan Gómez de Parada, en que se tiene una gran defensa de los indios, que el obispo había conocido en su visita pastoral y que ya había antes comunicado al rey. Dice que'' «se comete un gravísimo pecado mortal al robarles la natural libertad que Dios les dio y el rey les conservó».''<ref>CEBALLOS GARCÍA, MANUEL J., «El primer Sínodo de Yucatán. Espíritu y legislación del III Concilio Mexicano», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI» vol. I, 491.</ref><br />
<br />
<br />
Poco más adelante, en Chile, está el Sínodo de Concepción, celebrado en 1744 por el obispo Pedro Felipe de Azúa, en que se tiene una valiente y decidida denuncia de los males que afectaban a los indios, por parte de los españoles, y los remedios que el obispo proponía. Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y en la defensa que hizo el obispo ante el Consejo de Indias, se contiene una muy valiosa documentación que explica mucho más todavía la difícil condición en que vivían los indios.<ref>OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 281-354.</ref>Por último, el rey aprobó este Sínodo en 1748, cuando Azúa ya estaba de arzobispo en Santa Fe (Bogotá). Es de un gran valor conocer este Sínodo para entender cómo se mantenían esos antiguos problemas y cómo los obispos no descansaban en la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
A través de estos Sínodos -que dista mucho de ser un panorama más o menos completo de los Sínodos de entonces- se puede ver la constante preocupación de los obispos en cuando a procurar de verdad una sociedad integrada, fraternal y cristiana. En los Sínodos hay un gran material para conocer cuánto luchaban los obispos por esta causa derivada de la misma evangelización.<ref>El Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1670 por el obispo Diego de Hurnanzoro debió ser un testimonio extraordinario en este sentido si tenemos en cuenta la abundantísima correspondencia suya con el rey, precisamente por la defensa de los indios. Lamentablemente este obispo desistió de imprimir el Sínodo para emplear más bien su costo en los pobres. Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «El Cuarto Sínodo de Santiago», en «Boletín de la Academia Chilena de la Historia» N. 94 (1983), 153-170</ref><br />
<br />
<br />
'''5. Las proyecciones del monarca español'''<br />
<br />
<br />
Cuando se leen las disposiciones del monarca español, desde Isabel la Católica en adelante, acerca del tratamiento a los naturales de Indias y de sus derechos y, especialmente, lo relativo a la evangelización de los mismos, resulta sorprendente ver su coincidencia con lo que los Sumos Pontífices, obispos y misioneros pretendían en esas mismas materias. Sin embargo, la realidad resultaba diversa en Indias y, por eso, los Papas apelaban al rey solicitando se cumplieran sus ordenanzas, al igual que hacían los obispos en sus cartas al rey. <br />
<br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» mandadas a imprimir y publicar por Carlos II,<ref>Quinta edición. Madrid, 1841.</ref>se podría hacer un tratado extensísimo sobre esta materia. Por esto, nos limitaremos a unos pocos textos que son suficientes para conocer esas proyecciones del monarca español para construir en Indias una sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
Isabel la Católica, en su testamento, «al rey mi señor» indicaba «a la princesa mi hija y al príncipe su marido» -entre otras muchas cosas importantes, después de la evangelización- ''«y no consientan ni den lugar a que los indios y moradores de dichas Islas y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes: mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de dicha concesión nos es inyungido y mandado».'' <br />
<br />
<br />
En efecto, porque antes había recordado: «nuestra principal intención fue al tiempo que lo suplicamos al papa Alejandro VI que nos hizo la dicha concesión de procurar inducir y traer los pueblos dellas, y los convertir a nuestra santa fe católica, y enviar a las dichas Islas y Tierra Firme, prelados y religiosos, clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios para instruir los vecinos y moradores de ellas a la fe católica, y los doctrinar y enseñar buenas costumbres... » (Libro N, Título Diez, Ley Primera). <br />
<br />
<br />
Esta fue la tónica siguiente de los monarcas, que explicitaron ese mandato del testamento de Isabel la Católica, que ya en vida lo había expresado. El Libro N, Título Diez de la Recopilación se titula «Del buen tratamiento de los indios». Será suficiente ir transcribiendo el contenido de algunas de estas leyes para comprender el propósito, desde los comienzos, que la evangelización debía expresarse también en el reconocimiento de la dignidad de los naturales de estas tierras y de sus derechos: <br />
<br />
<br />
- Ley II. Felipe II. Que el buen tratamiento de los indios sea de forma que no dejen de servir y ocuparse.<ref>Esta es parte de una Instrucción. Y se lee al comienzo: «Grandes daños, agravios y opresiones reciben los indios en sus personas y haciendas de algunos españoles, corregidores, religiosos y clérigos con todo género de trabajo con que los desfrutan por su aprovechamiento, y como personas miserables no hacen resistencia ni defensa ... y las justicias que los debían amparar, o no lo saben ... o lo toleran y consienten por sus particulares intereses, contra toda razón cristiana y política, y conservación de nuestros vasallos»</ref><br />
<br />
<br />
- Ley III. Felipe II, 1563 y 1580. Felipe III, 1635. Que los virreyes se informen si son mal tratados los indios, y castiguen a los culpados. <br />
<br />
<br />
- Ley IV. Carlos V, 1523. El príncipe gobernador, 1543, Felipe II, 1582. Felipe III, 1620. Que las justicias procedan contra culpados en malos tratamientos, y los castiguen severamente. <br />
<br />
<br />
- Ley V. Felipe II, 1595. Que se atienda mucho cómo acuden los corregidores al buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley VI. Felipe II, 1582. Felipe III. Que todos los ministros y residentes en las Indias procuren el buen tratamiento de sus naturales.<br />
<br />
<br />
- Ley VII. Felipe II, 1596. Que los prelados informen siempre del estado, tratamiento y doctrina de los indios conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II, 1582. Que se guarden las leyes y provisiones sobre que los curas y religiosos tratan bien a los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley XVIII. Felipe II, 1562. Que los indios de señorío, siendo agraviados, se puedan quejar en las audiencias. <br />
<br />
<br />
- Ley XIX. Carlos V, 1536. Que el negro que maltrate a indio sea castigado conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley XX. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios de Chile que sirvieren sean bien tratados y adoctrinados. <br />
<br />
<br />
- Ley XXI. Felipe II, 1595. Que los delitos contra indios sean castigados con mayor rigor que contra españoles. <br />
<br />
<br />
- Ley XII. Felipe II, 1582. Que donde no cesaren los agravios hechos a indios se avise, para que vaya visitador. <br />
<br />
- Ley XXIII. Carlos II y la reina gobernadora. Que se guarde lo ordenado sobre el buen tratamiento de los indios por cláusula del rey, escrita de su real mano, y las leyes dadas.<ref>Ahí se decía: «Habiendo tenido el rey don Felipe IV, nuestro padre y señor. .. noticia de los malos tratamientos que reciben los indios en obrajes de paños, sin plena libertad (y a veces encarcelados y con prisiones) ni facultad de salir a sus casas, y acudir a sus mujeres, hijos y labores... fue servido de resolver que se guardasen las leyes dadas sobre prohibir y modificar el servicio personal, y añadió de su real mano la cláusula siguiente... ». Y al final, se alude a la Ley XXXVI, título Nueve de este mismo Libro: Carlos V y la emperatriz gobernadora, 1532. Que los encomenderos juren que tratarán bien a los indios.</ref><br />
<br />
<br />
En el Libro II, título II «Del consejo real, y junta de guerra de Indias», se contienen diversas leyes en el mismo sentido anterior. Por ejemplo: <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el principal cuidado del Consejo sea la conversión de los indios y poner ministros suficientes para ella. <br />
<br />
<br />
- Ley IX. Felipe II. Felipe IV, 1636. Que el Consejo provea lo conveniente para el buen tratamiento de los indios. <br />
Al tratar de las pacificaciones, en el libro IV, Título Cuarto: <br />
- Ley I. Felipe II. Que para hacer la pacificación precedan las diligencias de esta ley.<ref>« ... Para mejor conseguir la pacificación de los naturales de Indias ... procuren atraerlos a su amistad con mucho amor y caricia ... sin codicia ... y asienten amistad, y alianza con los señores y principales ».</ref><br />
<br />
<br />
- Ley II. Que hecha amistad con los naturales se les predique la santa fe conforme a lo dispuesto. <br />
<br />
- Ley V. Carlos V, 1526. Que los clérigos y religiosos que fueren a descubrimientos, procuren el buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
- Ley VIII. Carlos V, 1523. Que no se consienta que a los indios se les haga gue¬rra, mal, ni daño, ni se les tome cosa alguna sin paga. <br />
En el Libro VI, el Título Primero se titula «De los indios». Allí se encuentra otro gran repertorio para lo que venimos tratando: <br />
- Ley I. Felipe II, 1580. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios sean fa¬vorecidos y amparados por las justicias eclesiásticas y seculares. <br />
<br />
- Ley II. Fernando V y doña Juana, 1514. Felipe II y la princesa gobernadora, 1556. Que los indios se puedan casar libremente, y ninguna orden real lo impida.<br />
<br />
- Ley XXII. Carlos V y el príncipe gobernador, 1551. Que los indios puedan criar toda especie de ganado, mayor y menor. <br />
<br />
- Ley XXIV. Carlos V, 1521, 1523 1534. Que entre indios y españoles haya co¬mercio libre a contento de las partes. <br />
<br />
- Ley XXXII. Felipe II, 1580. Que los indios tengan libertad en sus disposi¬ciones. <br />
<br />
- Ley XXXVI. Felipe II, 1594, Felipe IV, 1637 y 1640. Que no se pueda vender vino a los indios. <br />
El título II del mismo Libro VI, se titula «De la libertad de los indios», y allí se encuentran ordenanzas muy importantes para el tema de una sociedad integrada: <br />
- Ley I. Carlos V, 1526, 1530, 1532, 1540, 1542 y 1548. Que los indios sean li¬bres y no sujetos a servidumbre. <br />
<br />
- Ley II. Carlos V y el cardenal Tavera, 1541. Que sean castigados los encomen¬deros que vendieren a sus indios. <br />
<br />
- Ley VII. Felipe III, 1618. Que en Tucumán y Río de la Plata no se vendan ni compren los indios que llaman de rescate. <br />
<br />
- Ley VIII. Que la prohibición de esclavitud se extienda con los indios aprisio¬nados en Malocas. <br />
<br />
- Ley XI. Felipe III, 1609. Que los indios no se presten ni se enajenen por ningún título, ni pongan en las ventas de las haciendas. <br />
<br />
- Ley XIV. Felipe III, 1608. Felipe IV, 1625, 1662, 1663. Carlos II y la reina go¬bernadora. Sobre la libertad de los indios en Chile, y que a ella sean restituidos. <br />
<br />
- Ley XVI. Carlos II, 1679. Revalida las órdenes de libertad de los indios, y da nueva providencia en los de Chile. <br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=291947EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-09T17:04:06Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio'' «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima»'' (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la ''«Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo»,'' con seis ordenanzas. <br />
<br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
Este tipo de Sínodos se repetirá a lo largo del período hispano, como en Yucatán en 1722, celebrado por el obispo Juan Gómez de Parada, en que se tiene una gran defensa de los indios, que el obispo había conocido en su visita pastoral y que ya había antes comunicado al rey. Dice que'' «se comete un gravísimo pecado mortal al robarles la natural libertad que Dios les dio y el rey les conservó».''<ref>CEBALLOS GARCÍA, MANUEL J., «El primer Sínodo de Yucatán. Espíritu y legislación del III Concilio Mexicano», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI» vol. I, 491.</ref><br />
<br />
<br />
Poco más adelante, en Chile, está el Sínodo de Concepción, celebrado en 1744 por el obispo Pedro Felipe de Azúa, en que se tiene una valiente y decidida denuncia de los males que afectaban a los indios, por parte de los españoles, y los remedios que el obispo proponía. Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y en la defensa que hizo el obispo ante el Consejo de Indias, se contiene una muy valiosa documentación que explica mucho más todavía la difícil condición en que vivían los indios.<ref>OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 281-354.</ref>Por último, el rey aprobó este Sínodo en 1748, cuando Azúa ya estaba de arzobispo en Santa Fe (Bogotá). Es de un gran valor conocer este Sínodo para entender cómo se mantenían esos antiguos problemas y cómo los obispos no descansaban en la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
A través de estos Sínodos -que dista mucho de ser un panorama más o menos completo de los Sínodos de entonces- se puede ver la constante preocupación de los obispos en cuando a procurar de verdad una sociedad integrada, fraternal y cristiana. En los Sínodos hay un gran material para conocer cuánto luchaban los obispos por esta causa derivada de la misma evangelización.<ref>El Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1670 por el obispo Diego de Hurnanzoro debió ser un testimonio extraordinario en este sentido si tenemos en cuenta la abundantísima correspondencia suya con el rey, precisamente por la defensa de los indios. Lamentablemente este obispo desistió de imprimir el Sínodo para emplear más bien su costo en los pobres. Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «El Cuarto Sínodo de Santiago», en «Boletín de la Academia Chilena de la Historia» N. 94 (1983), 153-170</ref><br />
<br />
<br />
'''5. Las proyecciones del monarca español'''<br />
<br />
<br />
Cuando se leen las disposiciones del monarca español, desde Isabel la Católica en adelante, acerca del tratamiento a los naturales de Indias y de sus derechos y, especialmente, lo relativo a la evangelización de los mismos, resulta sorprendente ver su coincidencia con lo que los Sumos Pontífices, obispos y misioneros pretendían en esas mismas materias. Sin embargo, la realidad resultaba diversa en Indias y, por eso, los Papas apelaban al rey solicitando se cumplieran sus ordenanzas, al igual que hacían los obispos en sus cartas al rey. <br />
<br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» mandadas a imprimir y publicar por Carlos II,<ref>Quinta edición. Madrid, 1841.</ref>se podría hacer un tratado extensísimo sobre esta materia. Por esto, nos limitaremos a unos pocos textos que son suficientes para conocer esas proyecciones del monarca español para construir en Indias una sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
Isabel la Católica, en su testamento, «al rey mi señor» indicaba «a la princesa mi hija y al príncipe su marido» -entre otras muchas cosas importantes, después de la evangelización- ''«y no consientan ni den lugar a que los indios y moradores de dichas Islas y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes: mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de dicha concesión nos es inyungido y mandado».'' <br />
<br />
<br />
En efecto, porque antes había recordado: «nuestra principal intención fue al tiempo que lo suplicamos al papa Alejandro VI que nos hizo la dicha concesión de procurar inducir y traer los pueblos dellas, y los convertir a nuestra santa fe católica, y enviar a las dichas Islas y Tierra Firme, prelados y religiosos, clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios para instruir los vecinos y moradores de ellas a la fe católica, y los doctrinar y enseñar buenas costumbres... » (Libro N, Título Diez, Ley Primera). <br />
<br />
<br />
Esta fue la tónica siguiente de los monarcas, que explicitaron ese mandato del testamento de Isabel la Católica, que ya en vida lo había expresado. El Libro N, Título Diez de la Recopilación se titula «Del buen tratamiento de los indios». Será suficiente ir transcribiendo el contenido de algunas de estas leyes para comprender el propósito, desde los comienzos, que la evangelización debía expresarse también en el reconocimiento de la dignidad de los naturales de estas tierras y de sus derechos: <br />
<br />
<br />
- Ley II. Felipe II. Que el buen tratamiento de los indios sea de forma que no dejen de servir y ocuparse.<ref>Esta es parte de una Instrucción. Y se lee al comienzo: «Grandes daños, agravios y opresiones reciben los indios en sus personas y haciendas de algunos españoles, corregidores, religiosos y clérigos con todo género de trabajo con que los desfrutan por su aprovechamiento, y como personas miserables no hacen resistencia ni defensa ... y las justicias que los debían amparar, o no lo saben ... o lo toleran y consienten por sus particulares intereses, contra toda razón cristiana y política, y conservación de nuestros vasallos»</ref><br />
<br />
<br />
- Ley III. Felipe II, 1563 y 1580. Felipe III, 1635. Que los virreyes se informen si son mal tratados los indios, y castiguen a los culpados. <br />
<br />
<br />
- Ley IV. Carlos V, 1523. El príncipe gobernador, 1543, Felipe II, 1582. Felipe III, 1620. Que las justicias procedan contra culpados en malos tratamientos, y los castiguen severamente. <br />
<br />
<br />
- Ley V. Felipe II, 1595. Que se atienda mucho cómo acuden los corregidores al buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley VI. Felipe II, 1582. Felipe III. Que todos los ministros y residentes en las Indias procuren el buen tratamiento de sus naturales.<br />
<br />
<br />
- Ley VII. Felipe II, 1596. Que los prelados informen siempre del estado, tratamiento y doctrina de los indios conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II, 1582. Que se guarden las leyes y provisiones sobre que los curas y religiosos tratan bien a los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley XVIII. Felipe II, 1562. Que los indios de señorío, siendo agraviados, se puedan quejar en las audiencias. <br />
<br />
<br />
- Ley XIX. Carlos V, 1536. Que el negro que maltrate a indio sea castigado conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley XX. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios de Chile que sirvieren sean bien tratados y adoctrinados. <br />
<br />
<br />
- Ley XXI. Felipe II, 1595. Que los delitos contra indios sean castigados con mayor rigor que contra españoles. <br />
<br />
<br />
- Ley XII. Felipe II, 1582. Que donde no cesaren los agravios hechos a indios se avise, para que vaya visitador. <br />
<br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=291930EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-09T17:02:15Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio'' «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima»'' (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la ''«Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo»,'' con seis ordenanzas. <br />
<br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
Este tipo de Sínodos se repetirá a lo largo del período hispano, como en Yucatán en 1722, celebrado por el obispo Juan Gómez de Parada, en que se tiene una gran defensa de los indios, que el obispo había conocido en su visita pastoral y que ya había antes comunicado al rey. Dice que'' «se comete un gravísimo pecado mortal al robarles la natural libertad que Dios les dio y el rey les conservó».''<ref>CEBALLOS GARCÍA, MANUEL J., «El primer Sínodo de Yucatán. Espíritu y legislación del III Concilio Mexicano», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI» vol. I, 491.</ref><br />
<br />
<br />
Poco más adelante, en Chile, está el Sínodo de Concepción, celebrado en 1744 por el obispo Pedro Felipe de Azúa, en que se tiene una valiente y decidida denuncia de los males que afectaban a los indios, por parte de los españoles, y los remedios que el obispo proponía. Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y en la defensa que hizo el obispo ante el Consejo de Indias, se contiene una muy valiosa documentación que explica mucho más todavía la difícil condición en que vivían los indios.<ref>OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 281-354.</ref>Por último, el rey aprobó este Sínodo en 1748, cuando Azúa ya estaba de arzobispo en Santa Fe (Bogotá). Es de un gran valor conocer este Sínodo para entender cómo se mantenían esos antiguos problemas y cómo los obispos no descansaban en la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
A través de estos Sínodos -que dista mucho de ser un panorama más o menos completo de los Sínodos de entonces- se puede ver la constante preocupación de los obispos en cuando a procurar de verdad una sociedad integrada, fraternal y cristiana. En los Sínodos hay un gran material para conocer cuánto luchaban los obispos por esta causa derivada de la misma evangelización.<ref>El Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1670 por el obispo Diego de Hurnanzoro debió ser un testimonio extraordinario en este sentido si tenemos en cuenta la abundantísima correspondencia suya con el rey, precisamente por la defensa de los indios. Lamentablemente este obispo desistió de imprimir el Sínodo para emplear más bien su costo en los pobres. Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «El Cuarto Sínodo de Santiago», en «Boletín de la Academia Chilena de la Historia» N. 94 (1983), 153-170</ref><br />
<br />
<br />
'''5. Las proyecciones del monarca español'''<br />
<br />
<br />
Cuando se leen las disposiciones del monarca español, desde Isabel la Católica en adelante, acerca del tratamiento a los naturales de Indias y de sus derechos y, especialmente, lo relativo a la evangelización de los mismos, resulta sorprendente ver su coincidencia con lo que los Sumos Pontífices, obispos y misioneros pretendían en esas mismas materias. Sin embargo, la realidad resultaba diversa en Indias y, por eso, los Papas apelaban al rey solicitando se cumplieran sus ordenanzas, al igual que hacían los obispos en sus cartas al rey. <br />
<br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» mandadas a imprimir y publicar por Carlos II, se podría hacer un tratado extensísimo sobre esta materia. Por esto, nos limitaremos a unos pocos textos que son suficientes para conocer esas proyecciones del monarca español para construir en Indias una sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
Isabel la Católica, en su testamento, «al rey mi señor» indicaba «a la princesa mi hija y al príncipe su marido» -entre otras muchas cosas importantes, después de la evangelización- ''«y no consientan ni den lugar a que los indios y moradores de dichas Islas y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes: mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de dicha concesión nos es inyungido y mandado».'' <br />
<br />
<br />
En efecto, porque antes había recordado: «nuestra principal intención fue al tiempo que lo suplicamos al papa Alejandro VI que nos hizo la dicha concesión de procurar inducir y traer los pueblos dellas, y los convertir a nuestra santa fe católica, y enviar a las dichas Islas y Tierra Firme, prelados y religiosos, clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios para instruir los vecinos y moradores de ellas a la fe católica, y los doctrinar y enseñar buenas costumbres... » (Libro N, Título Diez, Ley Primera). <br />
<br />
<br />
Esta fue la tónica siguiente de los monarcas, que explicitaron ese mandato del testamento de Isabel la Católica, que ya en vida lo había expresado. El Libro N, Título Diez de la Recopilación se titula «Del buen tratamiento de los indios». Será suficiente ir transcribiendo el contenido de algunas de estas leyes para comprender el propósito, desde los comienzos, que la evangelización debía expresarse también en el reconocimiento de la dignidad de los naturales de estas tierras y de sus derechos: <br />
<br />
<br />
- Ley II. Felipe II. Que el buen tratamiento de los indios sea de forma que no dejen de servir y ocuparse.<ref>Esta es parte de una Instrucción. Y se lee al comienzo: «Grandes daños, agravios y opresiones reciben los indios en sus personas y haciendas de algunos españoles, corregidores, religiosos y clérigos con todo género de trabajo con que los desfrutan por su aprovechamiento, y como personas miserables no hacen resistencia ni defensa ... y las justicias que los debían amparar, o no lo saben ... o lo toleran y consienten por sus particulares intereses, contra toda razón cristiana y política, y conservación de nuestros vasallos»</ref><br />
<br />
<br />
- Ley III. Felipe II, 1563 y 1580. Felipe III, 1635. Que los virreyes se informen si son mal tratados los indios, y castiguen a los culpados. <br />
<br />
<br />
- Ley IV. Carlos V, 1523. El príncipe gobernador, 1543, Felipe II, 1582. Felipe III, 1620. Que las justicias procedan contra culpados en malos tratamientos, y los castiguen severamente. <br />
<br />
<br />
- Ley V. Felipe II, 1595. Que se atienda mucho cómo acuden los corregidores al buen tratamiento de los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley VI. Felipe II, 1582. Felipe III. Que todos los ministros y residentes en las Indias procuren el buen tratamiento de sus naturales.<br />
<br />
<br />
- Ley VII. Felipe II, 1596. Que los prelados informen siempre del estado, tratamiento y doctrina de los indios conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley VIII. Felipe II, 1582. Que se guarden las leyes y provisiones sobre que los curas y religiosos tratan bien a los indios. <br />
<br />
<br />
- Ley XVIII. Felipe II, 1562. Que los indios de señorío, siendo agraviados, se puedan quejar en las audiencias. <br />
<br />
<br />
- Ley XIX. Carlos V, 1536. Que el negro que maltrate a indio sea castigado conforme a esta ley. <br />
<br />
<br />
- Ley XX. Carlos II y la reina gobernadora. Que los indios de Chile que sirvieren sean bien tratados y adoctrinados. <br />
<br />
<br />
- Ley XXI. Felipe II, 1595. Que los delitos contra indios sean castigados con mayor rigor que contra españoles. <br />
<br />
<br />
- Ley XII. Felipe II, 1582. Que donde no cesaren los agravios hechos a indios se avise, para que vaya visitador. <br />
<br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=291910EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-09T16:59:57Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio'' «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima»'' (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la ''«Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo»,'' con seis ordenanzas. <br />
<br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
Este tipo de Sínodos se repetirá a lo largo del período hispano, como en Yucatán en 1722, celebrado por el obispo Juan Gómez de Parada, en que se tiene una gran defensa de los indios, que el obispo había conocido en su visita pastoral y que ya había antes comunicado al rey. Dice que'' «se comete un gravísimo pecado mortal al robarles la natural libertad que Dios les dio y el rey les conservó».''<ref>CEBALLOS GARCÍA, MANUEL J., «El primer Sínodo de Yucatán. Espíritu y legislación del III Concilio Mexicano», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI» vol. I, 491.</ref><br />
<br />
<br />
Poco más adelante, en Chile, está el Sínodo de Concepción, celebrado en 1744 por el obispo Pedro Felipe de Azúa, en que se tiene una valiente y decidida denuncia de los males que afectaban a los indios, por parte de los españoles, y los remedios que el obispo proponía. Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y en la defensa que hizo el obispo ante el Consejo de Indias, se contiene una muy valiosa documentación que explica mucho más todavía la difícil condición en que vivían los indios.<ref>OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 281-354.</ref>Por último, el rey aprobó este Sínodo en 1748, cuando Azúa ya estaba de arzobispo en Santa Fe (Bogotá). Es de un gran valor conocer este Sínodo para entender cómo se mantenían esos antiguos problemas y cómo los obispos no descansaban en la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
A través de estos Sínodos -que dista mucho de ser un panorama más o menos completo de los Sínodos de entonces- se puede ver la constante preocupación de los obispos en cuando a procurar de verdad una sociedad integrada, fraternal y cristiana. En los Sínodos hay un gran material para conocer cuánto luchaban los obispos por esta causa derivada de la misma evangelización.<ref>El Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1670 por el obispo Diego de Hurnanzoro debió ser un testimonio extraordinario en este sentido si tenemos en cuenta la abundantísima correspondencia suya con el rey, precisamente por la defensa de los indios. Lamentablemente este obispo desistió de imprimir el Sínodo para emplear más bien su costo en los pobres. Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «El Cuarto Sínodo de Santiago», en «Boletín de la Academia Chilena de la Historia» N. 94 (1983), 153-170</ref><br />
<br />
<br />
'''5. Las proyecciones del monarca español'''<br />
<br />
<br />
Cuando se leen las disposiciones del monarca español, desde Isabel la Católica en adelante, acerca del tratamiento a los naturales de Indias y de sus derechos y, especialmente, lo relativo a la evangelización de los mismos, resulta sorprendente ver su coincidencia con lo que los Sumos Pontífices, obispos y misioneros pretendían en esas mismas materias. Sin embargo, la realidad resultaba diversa en Indias y, por eso, los Papas apelaban al rey solicitando se cumplieran sus ordenanzas, al igual que hacían los obispos en sus cartas al rey. <br />
<br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» mandadas a imprimir y publicar por Carlos II, se podría hacer un tratado extensísimo sobre esta materia. Por esto, nos limitaremos a unos pocos textos que son suficientes para conocer esas proyecciones del monarca español para construir en Indias una sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
Isabel la Católica, en su testamento, «al rey mi señor» indicaba «a la princesa mi hija y al príncipe su marido» -entre otras muchas cosas importantes, después de la evangelización- ''«y no consientan ni den lugar a que los indios y moradores de dichas Islas y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes: mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de dicha concesión nos es inyungido y mandado».'' <br />
<br />
<br />
En efecto, porque antes había recordado: «nuestra principal intención fue al tiempo que lo suplicamos al papa Alejandro VI que nos hizo la dicha concesión de procurar inducir y traer los pueblos dellas, y los convertir a nuestra santa fe católica, y enviar a las dichas Islas y Tierra Firme, prelados y religiosos, clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios para instruir los vecinos y moradores de ellas a la fe católica, y los doctrinar y enseñar buenas costumbres... » (Libro N, Título Diez, Ley Primera). <br />
<br />
<br />
Esta fue la tónica siguiente de los monarcas, que explicitaron ese mandato del testamento de Isabel la Católica, que ya en vida lo había expresado. El Libro N, Título Diez de la Recopilación se titula «Del buen tratamiento de los indios». Será suficiente ir transcribiendo el contenido de algunas de estas leyes para comprender el propósito, desde los comienzos, que la evangelización debía expresarse también en el reconocimiento de la dignidad de los naturales de estas tierras y de sus derechos: <br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=291891EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-09T16:58:06Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio'' «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima»'' (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la ''«Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo»,'' con seis ordenanzas. <br />
<br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
Este tipo de Sínodos se repetirá a lo largo del período hispano, como en Yucatán en 1722, celebrado por el obispo Juan Gómez de Parada, en que se tiene una gran defensa de los indios, que el obispo había conocido en su visita pastoral y que ya había antes comunicado al rey. Dice que'' «se comete un gravísimo pecado mortal al robarles la natural libertad que Dios les dio y el rey les conservó».''<ref>CEBALLOS GARCÍA, MANUEL J., «El primer Sínodo de Yucatán. Espíritu y legislación del III Concilio Mexicano», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI» vol. I, 491.</ref><br />
<br />
<br />
Poco más adelante, en Chile, está el Sínodo de Concepción, celebrado en 1744 por el obispo Pedro Felipe de Azúa, en que se tiene una valiente y decidida denuncia de los males que afectaban a los indios, por parte de los españoles, y los remedios que el obispo proponía. Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y en la defensa que hizo el obispo ante el Consejo de Indias, se contiene una muy valiosa documentación que explica mucho más todavía la difícil condición en que vivían los indios.<ref>OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 281-354.</ref>Por último, el rey aprobó este Sínodo en 1748, cuando Azúa ya estaba de arzobispo en Santa Fe (Bogotá). Es de un gran valor conocer este Sínodo para entender cómo se mantenían esos antiguos problemas y cómo los obispos no descansaban en la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
A través de estos Sínodos -que dista mucho de ser un panorama más o menos completo de los Sínodos de entonces- se puede ver la constante preocupación de los obispos en cuando a procurar de verdad una sociedad integrada, fraternal y cristiana. En los Sínodos hay un gran material para conocer cuánto luchaban los obispos por esta causa derivada de la misma evangelización.<ref>El Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1670 por el obispo Diego de Hurnanzoro debió ser un testimonio extraordinario en este sentido si tenemos en cuenta la abundantísima correspondencia suya con el rey, precisamente por la defensa de los indios. Lamentablemente este obispo desistió de imprimir el Sínodo para emplear más bien su costo en los pobres. Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «El Cuarto Sínodo de Santiago», en «Boletín de la Academia Chilena de la Historia» N. 94 (1983), 153-170</ref><br />
<br />
<br />
'''5. Las proyecciones del monarca español'''<br />
<br />
<br />
Cuando se leen las disposiciones del monarca español, desde Isabel la Católica en adelante, acerca del tratamiento a los naturales de Indias y de sus derechos y, especialmente, lo relativo a la evangelización de los mismos, resulta sorprendente ver su coincidencia con lo que los Sumos Pontífices, obispos y misioneros pretendían en esas mismas materias. Sin embargo, la realidad resultaba diversa en Indias y, por eso, los Papas apelaban al rey solicitando se cumplieran sus ordenanzas, al igual que hacían los obispos en sus cartas al rey. <br />
<br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» mandadas a imprimir y publicar por Carlos II, se podría hacer un tratado extensísimo sobre esta materia. Por esto, nos limitaremos a unos pocos textos que son suficientes para conocer esas proyecciones del monarca español para construir en Indias una sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
Isabel la Católica, en su testamento, «al rey mi señor» indicaba «a la princesa mi hija y al príncipe su marido» -entre otras muchas cosas importantes, después de la evangelización- ''«y no consientan ni den lugar a que los indios y moradores de dichas Islas y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes: mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de dicha concesión nos es inyungido y mandado».'' <br />
<br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=291878EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-09T16:57:30Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio'' «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima»'' (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la ''«Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo»,'' con seis ordenanzas. <br />
<br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
Este tipo de Sínodos se repetirá a lo largo del período hispano, como en Yucatán en 1722, celebrado por el obispo Juan Gómez de Parada, en que se tiene una gran defensa de los indios, que el obispo había conocido en su visita pastoral y que ya había antes comunicado al rey. Dice que'' «se comete un gravísimo pecado mortal al robarles la natural libertad que Dios les dio y el rey les conservó».''<ref>CEBALLOS GARCÍA, MANUEL J., «El primer Sínodo de Yucatán. Espíritu y legislación del III Concilio Mexicano», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI» vol. I, 491.</ref><br />
<br />
<br />
Poco más adelante, en Chile, está el Sínodo de Concepción, celebrado en 1744 por el obispo Pedro Felipe de Azúa, en que se tiene una valiente y decidida denuncia de los males que afectaban a los indios, por parte de los españoles, y los remedios que el obispo proponía. Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y en la defensa que hizo el obispo ante el Consejo de Indias, se contiene una muy valiosa documentación que explica mucho más todavía la difícil condición en que vivían los indios.<ref>OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 281-354.</ref>Por último, el rey aprobó este Sínodo en 1748, cuando Azúa ya estaba de arzobispo en Santa Fe (Bogotá). Es de un gran valor conocer este Sínodo para entender cómo se mantenían esos antiguos problemas y cómo los obispos no descansaban en la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
A través de estos Sínodos -que dista mucho de ser un panorama más o menos completo de los Sínodos de entonces- se puede ver la constante preocupación de los obispos en cuando a procurar de verdad una sociedad integrada, fraternal y cristiana. En los Sínodos hay un gran material para conocer cuánto luchaban los obispos por esta causa derivada de la misma evangelización.<ref>El Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1670 por el obispo Diego de Hurnanzoro debió ser un testimonio extraordinario en este sentido si tenemos en cuenta la abundantísima correspondencia suya con el rey, precisamente por la defensa de los indios. Lamentablemente este obispo desistió de imprimir el Sínodo para emplear más bien su costo en los pobres. Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «El Cuarto Sínodo de Santiago», en «Boletín de la Academia Chilena de la Historia» N. 94 (1983), 153-170</ref><br />
<br />
<br />
''5. Las proyecciones del monarca español'' <br />
<br />
<br />
Cuando se leen las disposiciones del monarca español, desde Isabel la Católica en adelante, acerca del tratamiento a los naturales de Indias y de sus derechos y, especialmente, lo relativo a la evangelización de los mismos, resulta sorprendente ver su coincidencia con lo que los Sumos Pontífices, obispos y misioneros pretendían en esas mismas materias. Sin embargo, la realidad resultaba diversa en Indias y, por eso, los Papas apelaban al rey solicitando se cumplieran sus ordenanzas, al igual que hacían los obispos en sus cartas al rey. <br />
<br />
<br />
Leyendo la «Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias» mandadas a imprimir y publicar por Carlos II, se podría hacer un tratado extensísimo sobre esta materia. Por esto, nos limitaremos a unos pocos textos que son suficientes para conocer esas proyecciones del monarca español para construir en Indias una sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
Isabel la Católica, en su testamento, «al rey mi señor» indicaba «a la princesa mi hija y al príncipe su marido» -entre otras muchas cosas importantes, después de la evangelización- ''«y no consientan ni den lugar a que los indios y moradores de dichas Islas y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes: mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de dicha concesión nos es inyungido y mandado».'' <br />
<br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=291858EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-09T16:54:57Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio'' «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima»'' (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la ''«Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo»,'' con seis ordenanzas. <br />
<br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
Este tipo de Sínodos se repetirá a lo largo del período hispano, como en Yucatán en 1722, celebrado por el obispo Juan Gómez de Parada, en que se tiene una gran defensa de los indios, que el obispo había conocido en su visita pastoral y que ya había antes comunicado al rey. Dice que'' «se comete un gravísimo pecado mortal al robarles la natural libertad que Dios les dio y el rey les conservó».''<ref>CEBALLOS GARCÍA, MANUEL J., «El primer Sínodo de Yucatán. Espíritu y legislación del III Concilio Mexicano», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI» vol. I, 491.</ref><br />
<br />
<br />
Poco más adelante, en Chile, está el Sínodo de Concepción, celebrado en 1744 por el obispo Pedro Felipe de Azúa, en que se tiene una valiente y decidida denuncia de los males que afectaban a los indios, por parte de los españoles, y los remedios que el obispo proponía. Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y en la defensa que hizo el obispo ante el Consejo de Indias, se contiene una muy valiosa documentación que explica mucho más todavía la difícil condición en que vivían los indios.<ref>OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 281-354.</ref>Por último, el rey aprobó este Sínodo en 1748, cuando Azúa ya estaba de arzobispo en Santa Fe (Bogotá). Es de un gran valor conocer este Sínodo para entender cómo se mantenían esos antiguos problemas y cómo los obispos no descansaban en la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
A través de estos Sínodos -que dista mucho de ser un panorama más o menos completo de los Sínodos de entonces- se puede ver la constante preocupación de los obispos en cuando a procurar de verdad una sociedad integrada, fraternal y cristiana. En los Sínodos hay un gran material para conocer cuánto luchaban los obispos por esta causa derivada de la misma evangelización.<ref>El Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1670 por el obispo Diego de Hurnanzoro debió ser un testimonio extraordinario en este sentido si tenemos en cuenta la abundantísima correspondencia suya con el rey, precisamente por la defensa de los indios. Lamentablemente este obispo desistió de imprimir el Sínodo para emplear más bien su costo en los pobres. Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «El Cuarto Sínodo de Santiago», en «Boletín de la Academia Chilena de la Historia» N. 94 (1983), 153-170</ref><br />
<br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=291829EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-09T16:52:23Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima» (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la «Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo», con seis ordenanzas. <br />
<br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
Este tipo de Sínodos se repetirá a lo largo del período hispano, como en Yucatán en 1722, celebrado por el obispo Juan Gómez de Parada, en que se tiene una gran defensa de los indios, que el obispo había conocido en su visita pastoral y que ya había antes comunicado al rey. Dice que «se comete un gravísimo pecado mortal al robarles la natural libertad que Dios les dio y el rey les conservó».<ref>CEBALLOS GARCÍA, MANUEL J., «El primer Sínodo de Yucatán. Espíritu y legislación del III Concilio Mexicano», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI» vol. I, 491.</ref><br />
<br />
<br />
Poco más adelan¬te, en Chile, está el Sínodo de Concepción, celebrado en 1744 por el obispo Pedro Felipe de Azúa, en que se tiene una valiente y decidida denuncia de los males que afectaban a los indios, por parte de los españoles, y los remedios que el obispo proponía. Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y en la defensa que hizo el obispo ante el Consejo de Indias, se contiene una muy valiosa documentación que explica mucho más todavía la difícil condición en que vivían los indios.<ref>OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 281-354.</ref>Por último, el rey aprobó este Sínodo en 1748, cuando Azúa ya estaba de arzobispo en Santa Fe (Bogotá). Es de un gran valor conocer este Sínodo para entender cómo se mantenían esos antiguos problemas y cómo los obispos no descansaban en la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
A través de estos Sínodos -que dista mucho de ser un panorama más o menos completo de los Sínodos de entonces- se puede ver la constante preocupación de los obispos en cuando a procurar de verdad una sociedad integrada, fraternal y cris¬tiana. En los Sínodos hay un gran material para conocer cuánto luchaban los obispos por esta causa derivada de la misma evangelización.<ref>El Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1670 por el obispo Diego de Hurnanzoro debió ser un testimonio extraordinario en este sentido si tenemos en cuenta la abundantísima correspondencia su¬ya con el rey, precisamente por la defensa de los indios. Lamentablemente este obispo desistió de imprimir el Sínodo para emplear más bien su costo en los pobres. Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «El Cuarto Sínodo de Santiago», en «Boletín de la Academia Chilena de la Historia» N. 94 (1983), 153-170</ref><br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=291772EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-09T16:47:37Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
<br />
<br />
'''a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
'''b.-Los sínodos'''<br />
<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima» (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la «Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo», con seis ordenanzas. <br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=291720EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-09T16:43:08Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
'''<br />
a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
En el primer siglo de evangelización, los Concilios limenses y mexicanos representan unos momentos cumbres de la pastoral, y que se proyectaron ininterrumpidamente por todo el tiempo del período hispano. Son una elocuente demostración por un trabajo en favor de una sociedad integrada.<br />
<br />
<br />
b.-Los sínodos<br />
<br />
No fue una práctica fácil la de los sínodos en Indias y no podían cumplirse los plazos de celebración fijados por el Concilio de Trento, que ni en Europa se cumplían sino excepcionalmente, y por las Leyes de Indias. Pero, de todos modos fueron celebrados muchos Sínodos en este Nuevo Mundo. Otra circunstancia negativa es que varios Sínodos no fueron nunca impresos y de muchos de ellos se perdió su texto. <br />
<br />
Podemos decir que de los Sínodos chilenos celebrados en esa época, el primero de La Imperial, 1584 (?), y el primero de Santiago, 1586, no se conservan sus textos. Este último Sínodo no se perdió del todo, porque era citado en otros Sínodos, como en el de 1680, por el obispo de Santiago Bernardo Carrasco. <br />
<br />
Pero, es muy importante reseñar aquí un Sínodo, el III de Santiago, celebrado en 1626 por el obispo Francisco González de Salcedo. Allí se expone la situación tan difícil que pasaban los indios en Chile y más aún el tráfico de indios guarpes que trasladaban de Cuyo a Santiago y a La Serena, pasando la cordillera, en cuyo viaje muchos morían. <br />
<br />
El obispo, en el sínodo, prohíbe todos los abusos que había contra los indios, venderles vino, reivindica la libertad de los indios y de los negros para contraer matrimonio «con quien fuere su voluntad, según está ordenado en el Concilio provincial de Lima» (Cap. VI, consto XIX). Es importantísima la «Constitución de los indios guarpes de la provincia de Cuyo», con seis ordenanzas. <br />
<br />
Este Sínodo no fue aprobado por la Real Audiencia, y el obispo apeló al rey, quien lo aprobó el 9 de Julio de 1630, pero no autorizó la publicación de la constitución de los indios guarpes, porque eso correspondía a la autoridad civil, lo que no era verdad, en su totalidad, porque en ella se contenían muchas prescripciones que eran de potestad del obispo, como, por ejemplo, designar cura especial para esos indios, la asignación de estipendios para esos curas y fijaba doctrinas para los mismos indios y luego la pastoral sacramental con esos mismos indios. Era la introducción de esta constitución en que se exponían las misérrimas condiciones de los indios guarpas sacados de Cuyo. Tal descripción, verdaderamente, es conmovedora, y ya había sido expuesta en cartas al rey anteriormente.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Sínodo de Santiago de Chile celebrado en 1626», en «Historia» 3 (1964), 351.</ref><br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=291646EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-09T16:38:20Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
'''<br />
a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
En México es particularmente importante el Tercer Concilio provincial de 1585. Se basa en el Concilio de Trento y tuvo también la influencia del tercer Concilio de Lima. Lo que se puede notar en los «memoriales» o «pareceres» de los obispos, que, aunque no se incluyen en las actas del Concilio, son documentos en que ellos describen los graves problemas que afectaban al trato con los indios. <br />
<br />
Se habla contra los repartimientos y los sistemas de encomiendas, que eran un verdadero obstáculo para la evangelización, y se dice que eso era injusto y nocivo para el alma, la salud y la vida de los indios, que no recibían un justo salario. Se concluía que quienes podían abolir ese sistema estaban obligados a hacerlo bajo pecado grave, y que ese sistema no había sido introducido por el rey sino por los virreyes y gobernadores. Esto fue repetido en una carta al rey, con fecha 16 de Octubre de 1585, donde se explayaban los obispos sobre los múltiples abusos que se cometían con los indios.<ref>HENKEL, WILLI, «El impulso evangelizador de los Concilios provinciales hispanoamericanos» en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI).» Pamplona, 1990. vol. I, 441-446.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=291627EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-09T16:36:03Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
Los ejemplos de los sacerdotes y religiosos evangelizadores se pueden multiplicar enormemente, a lo largo de todo el período hispano, ya que ellos estaban en la base junto a los indios. Y se pueden ver muchas iniciativas de vastas proyecciones, como en Chile el jesuita Luis de Valdivia, a principios del siglo XVII, que logró que se pasara de una guerra de ofensiva a la guerra defensiva respecto de los indios, en el sur de Chile. Si fue afortunada o no dicha política, aún discuten los historiadores, pero a él lo guiaba luchar por el bienestar de los indios. Las misiones de los jesuitas en Paraguay son una muestra extraordinaria del buen espíritu que guiaba a los misioneros para dignificar la vida de los indios. <br />
<br />
Como en toda cosa humana, no faltaron abusos también de parte de algunos eclesiásticos respecto al trato con los indios, pero siempre fueron denunciados y castigados por sus propios prelados, o bien eran severamente advertidos de que no se podían cometer tales abusos, como se lee en algunos Sínodos.<ref>El obispo de Santiago de Chile Francisco González de Salcedo incluía una queja, en este sentido, en su Sínodo: «Y esos pocos indios que han quedado no asisten ni los dejan vivir en ellos, por una parte los encomenderos, por otra parte los corregidores, protectores y administradores de los indios, y lo que más dolor nos causa, algunos de los padres doctrineros que también los ocupan... » (Cap. I, consto IV). Vid. Oviedo Cavada, Carlos. «Sínodo diocesano de Santiago de Chile celebrado en 1626, por el ilustrísimo Señor Francisco González de Salcedo». Transcripción, introducción y notas de... en "Historia" 3 (1964), 332. Otro hecho semejante denunciaba el obispo Azúa en su Sínodo, cap. IV, consto 8, respecto al <br />
<br />
comercio con los indios. Vid. OVIEDO, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 811.</ref><br />
<br />
La acción en la base que ejercían los sacerdotes y religiosos iba destinada precisamente a hacer una sociedad integrada, y las diferencias que se advierten, a veces, tienen explicaciones muy razonables como actitudes pastorales. Por ejemplo, cuando en los Concilios de Lima se hace una división en la pastoral para españoles y para los indios se debe a un criterio de que no era conveniente tratar igual a quienes tenían una fe arraigada que a aquellos que recién se incorporaban a ella y con muchas dificultades culturales. <br />
<br />
También cuando se prohibió, en algunas partes, la ordenación de indígenas era que no estaban preparados para la observancia del celibato. Debió haberse esperado un tiempo más prudente. Lamentablemente, la misma idea de ordenación de indígenas fue quedando desplazada. Pero no significaba una discriminación que afectara la igualdad de los seres humanos y, por lo tanto, el reconocimiento de sus derechos. Son muchos también los testimonios escritos de sacerdotes y religiosos en todos esos años. Particularmente importantes resultan siempre los informes de aquellos que enviaban, o presentaban, cuando se celebraba algún Sínodo diocesano.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» 17 (1982), 313-316 y 318 nota (111).</ref><br />
<br />
<br />
'''4.- Los Concilios y los Sínodos'''<br />
'''<br />
a.- Los concilios'''<br />
<br />
<br />
Donde queda mejor demostrada la acción de la Iglesia en favor de los indígenas, para hacer con ellos una sociedad integrada, es en algunos Concilios de la época, especialmente en el primer siglo de evangelización. Los tres primeros Concilios provinciales de Lima son un elocuente testimonio de la preocupación de los pastores, obispos y clero, para dignificar al indio, respetarlo y defenderlo. <br />
<br />
<br />
Especial importancia tiene el Segundo Concilio, 1567, que señaló un camino de la pastoral con los indios, a la vez que proclamaba la dignidad de ellos, el respeto que se les debía y su defensa. El Tercer Concilio, 1582-1583, fue decisivo por cuanto incorporó el segundo y lo desarrolló vastamente. Muy importante es destacar la descripción que se hace en este Concilio de las condiciones negativas en que estaban los indios y los remedios que se proponían. Este Concilio fue aprobado por el Papa y por el rey. Esto último es un dato importantísimo, porque el rey avaló así las denuncias expuestas en el Concilio y con eso confirmaba la autoridad moral de los obispos del Concilio. A la vez, el rey expresaba así su mismo proyecto de una sociedad integrada. <br />
<br />
La influencia de estos Concilios de Lima fue extraordinaria para fijar un estilo de pastor en estas nuevas regiones, para defender al indio, para la catequesis -cuya influencia literal llegó hasta mediados de este siglo- y en lo pastoral, en general. Importante es que en la pastoral ordinaria se fijaron dos planos: la pastoral de indios y la pastoral de españoles. No podía hacerse lo mismo con quienes provenían de una larga tradición cristiana que con los que estaban por convertirse o eran recientemente convertidos.<ref>Vid. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «Influencia del Tercer Concilio de Lima en los Sínodos chilenos», en «Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile» 6 (1988), 9-32.</ref> <br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=272594EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-07T16:48:43Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: ''«Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».'' <ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
Otro ejemplo muy importante es Fray Juan Focher, en México, que fue a misionar entre los indios chichimecas, en Michoacán. Escribió el ''«Itinerarium catholi¬cum»,'' alrededor de 1570, considerado por muchos como el primer tratado misional sobre América, donde defiende la igualdad de los indios con los demás y hace respetar la dignidad de los esclavos negros, como también aboga por la justicia en la remuneración de los trabajos y exhorta a los que tienen siervos al buen trato con ellos.<br />
<ref>En el ''«Itinerarium»'' se pueden destacar los planteamientos funda de este misionero. «En primer término resalta su firme conciencia acerca de la igualdad de todos los hombres, de la fraternidad universal, independiente del origen, color o estadio cultural de los mismos. Al hablar de los esclavos negros afirma que debe enseñarse a sus amos que sus negros y negras son prójimos suyos, que afirmar lo contrario sería herético y que por ello deben tratarlos bien y permitir su evangelización, pues sobre ellos ''"no tienen otro derecho y dominio sobre sus almas, ni sobre sus cuerpos, si no es directamente, en cuanto que perciben el fruto de sus trabajos corporales, y sólo sobre estos frutos es sobre lo que tienen verdadero dominio".'' Asienta que si los dueños no les permiten practicar el cristianismo, no se debe absolver a éstos en confesión y débeseles acusar ante las autoridades. Aconseja a los amos a tratar a sus siervos como hermanos en Cristo, como prójimos en lo que concierne a sus cuerpos y almas, pues en cuanto cristianos y miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos que sus amos».<br />
«Insta a los propietarios de ellos a satisfacerles el salario conveniente. Deben tratarlos sin rigor no mandándolos a azotar sin motivo. Y no sólo deben interesarse por los maridos, sino por sus mujeres e hi¬jos, amando a todos como hermanos y hermanas en Cristo Jesús y conduciéndose, con ellos, como con hijos de Dios». Y añade: ''« ... adviertan también que están obligados a este cuidado especial, lo mismo en tiempo de salud que de enfermedad, cuando son jóvenes, que ancianos; tanto cuando se encuentran fuer¬tes, dispuestos al trabajo, como cuando se incapaciten para él. Y todo esto bajo pena de culpa grave».'' <br />
«''En torno a estos planteamientos que deben acatar aquellos que tienen siervos, previene y reco¬mienda a los misioneros detener esos abusos, máxime en estas tierras, donde ya es público, y lo hemos podido presenciar nosotros mismos en calidad de testigos oculares, el trato tan duro, por no decir inhu¬mano, que los dueños dan a los siervos, castigándolos severamente» (en O.c.,. t. II, 915-916).''</ref><br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=272588EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-07T16:36:22Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: ''«et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... »'' .<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. ''«Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
''<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales:'' «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
''<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, ''«quae extra eius ovile sunt»,'' estima a los indios como verdaderos hombres: ''«Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...»,'' y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una'' «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios»,'' y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: «Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».<ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=272564EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-07T16:30:33Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse:'' « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... »''.<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras:'' « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... »'' .<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: ''«... super Indos ad Fidem'' Christi conversos, ''quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ...'' ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al erigir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio ''«... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...»''.<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: «et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... ».<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. «Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales: «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, «quae extra eius ovile sunt», estima a los indios como verdaderos hombres: «Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...», y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios», y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: «Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».<ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=272550EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-07T16:24:55Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse: « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... ».<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras: « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile¬que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... ».<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: «... super Indos ad Fidem Christi con¬versos, quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ... ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al eri¬gir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio «... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...».<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: «et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... ».<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. «Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales: «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, «quae extra eius ovile sunt», estima a los indios como verdaderos hombres: «Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...», y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios», y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: «Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».<ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=272547EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-07T16:24:08Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>''América Pontificia'', primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
'''1. La influencia social del Evangelio'''<br />
<br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
'''2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices'''<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse: « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... ».<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras: « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile¬que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... ».<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: «... super Indos ad Fidem Christi con¬versos, quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ... ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al eri¬gir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio «... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...».<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: «et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... ».<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. «Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales: «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, «quae extra eius ovile sunt», estima a los indios como verdaderos hombres: «Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...», y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios», y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
'''3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero''''''Texto en negrita'''<br />
<br />
'''a.- Los obispos'''<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
'''b- El clero misionero'''<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: «Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».<ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=272544EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-07T16:20:09Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religioso, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los principios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a donde llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue propuesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Papas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>América Pontificia, primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libreria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero declarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no empobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían estado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una sede metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes necesitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas partes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue haciendo más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vigentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
==1. La influencia social del Evangelio== <br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la influencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctrina Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llegaban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político determinado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad donde primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes posibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medida que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, porque en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuerzos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una sociedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de España en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
==2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices==<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejandro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse: « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... ».<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situaciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras: « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile¬que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... ».<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y preceptos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos conceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verdadero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores franciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: «... super Indos ad Fidem Christi con¬versos, quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ... ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al eri¬gir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio «... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...».<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super specula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: «et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... ».<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «super Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices curas», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. «Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homines ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo decretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invitarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le manda ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la infancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el matrimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día siguiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un extraordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son capaces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los indios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales: «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, «quae extra eius ovile sunt», estima a los indios como verdaderos hombres: «Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...», y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los indios», y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente plantada la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, sino al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por falta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristianos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Nadie puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autoridades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los indios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en general, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domino», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemencia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permanecen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los naturales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el sentido de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha plantado la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la necesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiempo para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presidente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evangelizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese informaciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se obtuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifiesta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
==3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero==<br />
<br />
==a.- Los obispos==<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el siguiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, como se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los indios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los indios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Espinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta actitud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxiliar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Montenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban ligados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
==b- El clero misionero==<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conocidos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra destaca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: «Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».<ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=272520EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-07T16:09:09Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religio¬so, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los princi-pios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a don¬de llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue pro¬puesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=272518EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-07T16:08:02Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div><br />
''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religio¬so, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los princi-pios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a don¬de llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue pro¬puesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Pa¬pas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia.<ref>America Pontificia, primi saeculi evangelizationis 1493-1592. collegit, edidit JOSEF METZLER. Libre¬ria Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano, 1991. Será citada en adelante AM.</ref>También quiero de¬clarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no em¬pobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían es¬tado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una se¬de metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes nece¬sitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas par¬tes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue hacien¬do más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vi¬gentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización. <br />
<br />
==EL PROYECTO DE UNA SOCIEDAD INTEGRADA DESDE LA EVANGELIZACIÓN==<br />
<br />
==1. La influencia social del Evangelio== <br />
En la época de la primera evangelización hay que examinar cuál haya sido la in¬fluencia social que dimanaba del mismo anuncio del Evangelio de Jesucristo. No se encuentra, por cierto, entonces esta terminología como ahora, por ejemplo la Doctri¬na Social de la Iglesia o algo parecido. Pero, en el contexto de la predicación se llega¬ban a formular afirmaciones que apuntaban clara y decididamente a una influencia social y que debía expresarse hasta en la vida política de entonces. <br />
<br />
Y, en verdad, cuando se asume el Evangelio en la vida de un hombre, de una mujer y de una sociedad, ciertamente ese acto -que debe desarrollarse y que ¬tiene consecuencias sociales, debe tenerlas. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como cada uno se ama, y como Cristo nos ama (cfr. Mt 22, 39;Jn 13,34-35) no puede quedar en el interior de cada uno, sino manifestarse hacia los demás, en el quehacer diario de un creyente y de una sociedad de creyentes. <br />
<br />
En nuestro caso, no se trata de que con el Evangelio se establezca una sociedad teocrática, pues la Iglesia no tiene un proyecto político deter¬minado, sino que anima la vida de los suyos para que se construya una sociedad don¬de primen los valores del Evangelio. Y eso puede ocurrir en todos los regímenes po¬sibles, o, por lo menos, aporta elementos para que se camine hacia aquella meta de los valores evangélicos. En este proceso hay que tener en cuenta todas las fragilidades humanas, que siempre van a acompañar la acción de los creyentes. Pero, en la medi¬da que más profundamente se acepte el Evangelio, mayor será el testimonio social de sus discípulos. <br />
<br />
Para una sociedad integrada, desde la evangelización, debe ocupar un sitio muy importante el culto a Dios, de donde provienen las fuerzas para seguir el Evangelio. El culto es un instrumento de la Iglesia del mayor valor que tienen sus acciones, por¬que en él y desde él se tiene el encuentro con Dios y la participación de su vida. Si el culto a Dios es un hecho social, entonces, una fuerza de Dios acompañará los esfuer¬zos humanos para realizar su voluntad. De esto aquí no nos ocuparemos por lo nítida que es toda la acción de la Iglesia en este campo en aquel período. <br />
<br />
Después de Dios, el prójimo. Y el amor al prójimo, Dios lo ha hecho pasar por eficaces expresiones hacia los más pobres, desvalidos y afligidos, como manifestación del amor al mismo Dios (cfr. Mt 25,43 ss.). Esta acción de la Iglesia es igualmente evidente entonces, con grandes iniciativas también entre los laicos. Por esto aquí omitiremos referirnos a dicha actividad. <br />
<br />
Todo esto aparece muy claro en las reflexiones de los obispos, misioneros y teólogos, desde los primeros tiempos de la evangelización en Indias, especialmente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando en forma contraria a una so¬ciedad fundamentalmente integrada y con muchos problemas de una convivencia que iba adquiriendo injustas estructuras o políticas, que contradecían los contenidos más profundos del Evangelio. Y estas reflexiones tenían lugar tanto en Indias como en España y encontraron muy diversas expresiones. <br />
<br />
Porque la evangelización constituía un hecho sustancial de la presencia de Espa¬ña en Indias, la influencia social debía seguir, igualmente, un parecido desarrollo mientras se consolidaba y se extendía el dominio español en el Nuevo Mundo. Queremos, por consiguiente, ver desde la evangelización cómo debía llegarse a un proyecto de sociedad integrada. <br />
<br />
==2. El proyecto según el magisterio de los Sumos Pontífices==<br />
<br />
Es fundamental fijarse en la enseñanza de los Sumos Pontífices, porque Alejan¬dro VI, con su célebre bu1a «lnter cetera», de 3 de Mayo de 1493, había otorgado la concesión de las tierras por descubrir, a los reyes de España, para que en ellas se pre¬dicara el Evangelio. Era una donación condicionada a obligaciones de orden espiri¬tual, como «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica e imponerles las buenas costumbres». Y esto lo repitió Alejandro VI en la otra bu1a «Inter cerera» del día si¬guiente 4 de Mayo de 1493 y en la «Piis fidelium», de 25 de Junio de ese mismo año, y en varias otras del mismo tiempo.<ref>Como en la Bula «Dudum siquidern», de 26 de Septiembre de 1493.</ref><br />
<br />
La misma tarea de la evangelización está destinada a una integración de todos los creyentes, de quienes anuncian el Evangelio con los que lo reciben, y entre todos ellos igualmente. Por esto, en las palabras en que se establece la evangelización en la bulas de los Papas se encuentran frases, que se irán repitiendo continuamente, para decir a los obispos a quienes se encargaba especialmente la evangelización, cómo debía realizarse: « ... prediquen el Santo Evangelio, y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe católica; y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Bautismo; y así convertidos, como a los demás fieles de Cristo, que viven y moran en dichas Islas, y a los que a ellas aportasen, les administren y hagan que se les administren los Santos Sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás ... ».<ref>Bula «Romanus Pontifex», de Julio II, 8 de Agosto de 1511. Cuando constituye las tres primeras diócesis -después de haber dejado sin efecto la creación de tres anteriores- Santo Domingo, Concepción de la Vega, y San Juan de Puerto Rico. AM t. I, 114. (Hemos acomodado la ortografía al uso actual).</ref>El Papa Julio II no presenta ninguna discriminación respecto a los indígenas; antes, al contrario, expresa el respeto que se les debe, «con buenas palabras los conviertan a la Fe católica». <br />
<br />
Pronto, en esas frases se introduce una afirmación nueva, como respuesta a situa¬ciones que se estaban planteando en Indias. León X, en una de las bu1as de erección de una nueva diócesis, dice claramente refiriéndose a los moradores de esas nuevas tierras: « ... eiusque inco1as et habitatores rationis et humanitatis capaces esse, facile¬que Orthodoxae Fidei nostrae adhaerere, eiusque mores et praecepta libenter am¬plecti ... ».<ref>Bula «Sacri Apostolatus ministerio», de 24 de Enero de 1519, por la que erige la diócesis de la Beata María de los Remedios, en Yucatán. AM t. I, 142.</ref>O sea, afirma que los habitantes de esos lugares son capaces de la razón y por eso fácilmente pueden adherir a la fe católica y abrazar sus costumbres y precep¬tos. Y más adelante, en el mismo documento, vuelve a explicitar esos mismos con¬ceptos.<ref>Después de ordenar que se predique el Evangelio: « ... ac earum incolas Infideles ad praefatae Or¬thodoxae Fidei cultum convertat, et conversos in eadem Fide instruat et doceat atque confirmet, eisque Baptismi gratiam impendat, et tam illis sic conversis, quam aliis omnibus Fidelibus in Civitate et Dioecesi praedictis pro tempore degentibus, etc.» (o.c. 143).</ref><br />
<br />
León X seguirá repitiendo estas afirmaciones acerca de la capacidad humana y religiosa de los habitantes de esas regiones, y por eso deben ser conducidos al verda¬dero culto de Cristo.<ref>Al crear la diócesis de Santiago en Yucatán, Bula «Super specula», de 5 de Diciembre de 1520. AM t. 1, 145. En uno de sus párrafos dice, sin hacer distinciones con los europeos: « ... gentesque illarum partium christianae veritatis ignaros ad christifidem converti, etc.» (le.)</ref>La igualdad entre los «infieles», es decir, los indígenas que habitaban el Nuevo Mundo y los católicos ya creyentes prosigue en todos los documentos posteriores.<br />
<br />
Adrián VI, e1 9 de Mayo de 1522, otorga amplias facultades a los superiores fran¬ciscanos en Indias y allí expresa también la igualdad de quienes serían beneficiados con dicho apostolado. Para proveer mejor a la conversión de los infieles y cuidar de los cristianos se daban esas amplias facultades: «... super Indos ad Fidem Christi con¬versos, quam etiam alios Christicolas ad dictum opus eosdem comitantes ... ».<ref>También Adrián VI, el 28 de Abril de 1522, al trasladar la iglesia catedral de Asunción a Santiago de Cuba, dice en la bula «Regiminis Ecclesiae» lo mismo que decía Julio II, en «Sacri Apostolatus ministerio» el 24 de Enero de 1519, en cuanto a! proceso de conversión de los habitantes infieles «convirtiese a los habitantes infieles della, al cathólico culto de la Fe, e convertidos los ynstruyese en ella eficiese las demás cosas que los otros catholicos prelados están obligados o deben facer de derecho e costumbre en las otras yglesias que gobiernan ... » (o.c. t. 1, 165).</ref><br />
<br />
Al eri¬gir la diócesis de México, Clemente VII, en la bula «Sacri Apostolatus ministerio» de 2 de Septiembre de 1530, describe como algo pacífico la convivencia entre todos los habitantes de la ciudad de México. En ese territorio «... ultra viginti millia vicinorum vel incolarum, quorum plures Fideles, tam noviter conversi, quam etiam alii forenses et de diversis mundi partibus ad illud habitandum confluentes, commorentur et resi¬deant ...».<ref>AM t. 1, 199.</ref>Ellos son vistos por el Papa sin ninguna diferencia.<br />
<br />
El pensamiento de Clemente VII será siempre el mismo. En la bula «Super spe¬cula», de 6 de Septiembre de 1531, por la que erige la diócesis de Trujillo en el Cabo de Honduras, se refiere en parecidos términos a la acción evangelizadora y al trato subsiguiente de los convertidos. Cuando describe a los «incolas infideles» agrega sí algo nuevo: «et gentes barbaras ad ipsum orthodoxae fidei cultum convertat... ».<ref>AM t. 1, 235.</ref><br />
<br />
Son muchos más los documentos en que Clemente VII reafirma esta igualdad y la voluntad de ir integrando en la fe a esos pueblos nuevos. Así, en la bula «Exponi nobis», de 19 de Octubre de 1532, dirigida a Carlos V autorizando el paso de 200 misioneros franciscanos, dominicos y jerónimos para evangelizar en Indias.<ref>AM t. 1, 250.</ref>En la bu¬la «Illius fulciti praesidio», de 11 de Febrero de 1534, en la que erige la diócesis de Panamá, repite palabras ya dichas por León X;<ref>AM t. 1, 262.</ref>y vuelve a decir las mismas expresiones en «Illíus fulciti praesidio» de 24 de Abril de 1534, erigiendo la diócesis de Car¬tagena.<ref>AM t. 1, 272-273.</ref><br />
<br />
<br />
Lo mismo, respecto de los habitantes de una nueva diócesis, expresa Paulo III en su bula «Aequum reputamus», de 3 de Noviembre de 1534, al erigir la diócesis de León en Nicaragua,<ref>AM t. 1,281-282.</ref>y en la bula «Illius fulciti praesidio», de 18 de Diciembre de 1534, cuando erigía la diócesis de Guatemala.<ref>AM t. 1, 295-296.</ref>También cuando Paulo III extiende la bula de Adrián VI, de 9 de Mayo de 1522, de privilegios a los superiores francisca¬nos, con su bula «Alias felicis», de 15 de Febrero de 1535, repite la igualdad de «su¬per Indos ad fidem Christi conversos, necnon, et alias Christicolas in dictis terris existentes... ».<ref>AM t. 1, 307.</ref>Y sigue repitiendo esos conceptos Paulo III en la bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Agosto de 1536, cuando erige la diócesis de Michoacán,<ref>AM t. 1, 325-326.</ref>y en la erección de la diócesis de Cuzco, con su bula «Illius fulciti praesidio», de 8 de Enero de 1537;<ref>AM t. 1, 346-347.</ref>y en la erección de la diócesis de Chiapas, con la bula «Inter multiplices cu¬ras», de 19 de Marzo de 1539;<ref>AM t. 1, 391.</ref>y en la de Lima, con la bula «mius Iulciti praesidio», de 14 de Mayo de 1541.<ref>AM t. 1, 431.</ref><br />
<br />
<br />
Con Paulo III se llega a expresiones todavía más claras de esta igualdad entre todos. Escribe al Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, el 29 de Mayo de 1537, su bula «Pastorale officium», en que le manifiesta que el Emperador ha publicado un edicto para castigar a quienes por la codicia actúan en forma inhumana y prohíbe que los indios occidentales sean hecho esclavos o se los quiera privar de sus bienes. «Nos igitur attendentes Indos ipsos, licet extra gremium Ecclesiae existant non ta¬men sua libertate aut rerum suarum dominio privatos vel privandos es se cum homi¬nes ideoque fidei et salutis capaces sint, non servitute delendos, sed praedicationibus et exemplis ad vitam invitando s fore, ac propterea etiam nos talium impiorum tam nepharios ausus reprimere et ne iniuriis et damni exasperati ad Christi fidem amplec¬tendam duriores efficiantur providere cupientes... ».<br />
<br />
<br />
Es decir, concuerda con lo de¬cretado por Carlos V y agrega que pensando en los mismos indios, porque son hom¬bres capaces de la fe y de la salvación, aunque pertenezcan a la Iglesia, hay que invi¬tarlos a la fe con la predicación y el ejemplo, y que esos tratos inhumanos les harán más difícil abrazar la fe cristiana, y, por lo tanto, le encomienda al Cardenal y le man¬da ejecutar sobre aquellos que usan esos malos tratos descritos por Carlos V, y que él repite, cualquiera que sea su dignidad, estado, condición, grado y excelencia, que incurren ea ipso en excomunión reservada al Romano Pontífice.<br />
<br />
O sea, no basta con denunciar y castigar con pena humana, sino que el Papa agrega la excomunión.<ref>AM t. I, 360.</ref>Elocuente documento que, sin embargo, hubo de anular más tarde, el 19 de Junio de 1538, por su bula «Non indecens»;<ref>AM t. I, 374-375</ref>pero no revocaba su condenación a la esclavitud de los indios.<ref>AM t. l, 374.</ref><br />
<br />
<br />
Otro documento muy importante de Paulo III es, en este plano, la bula «Altitudo Divini consilii», de 1 de junio de 1537,<ref>AM t. I, 362 y 364.</ref>en que da principios para la atención pastoral de los indios, como miembros de la Iglesia, pero que por encontrarse como en la in¬fancia de una Iglesia naciente o nuevas plantaciones de la Iglesia, deben ser tratados como párvulos en Cristo, y da una serie de maneras como tratarlos en el bautismo, en el matrimonio y en algunas disciplinas eclesiásticas como la abstinencia, el ayuno, días de descanso y que no rige para ellos la reservación de los pecados.<ref>Más tarde Pío N, con la bula «Etsi Sedes Apostolica», de 12 de Agosto de 1562, permitía el ma¬trimonio de los indios en los tiempos prohibidos por la Liturgia, AM t. 1., 706; y con la bula «Romanus Pontifex», de la misma fecha, mitigaba las leyes de la Iglesia universal en favor de los indios, AM t. I, 707-711.</ref><br />
<br />
Al día si¬guiente de ese documento pastoral, el2 de Junio de 1537, Paulo III, publicaba un ex¬traordinario nuevo documento prohibiendo la esclavitud de los indios, que es su bula «Ventas ipsa». Establece, en primer lugar, que la predicación del evangelio es para todos: «... omnes dixit absque omni delectu... », sin excepciones; pues, todos son ca¬paces para recibir la fe. En seguida, se hace cargo de que algunos afirman que los in¬dios, porque no tienen fe, pueden ser tratados -y así los trataban- como brutos animales: «...qui suam cupiditatem adimplere cupientes occidentales et meridionales Indos et alias gentes quae temporibus istis ad notitiam nostram pervenerunt, sub praetextu, quod fidei orthodoxae expertes existant, uti bruta animalia ad nostra ob¬sequia dirigendos esse, passim asserere praesumant et eos in servitutem redigunt tan-tis afflictionibus illos urgentes quantis vix bruta animalia illis servientia urgeant».<br />
<br />
El Papa, por su cuidado de todos, aun de los que no están en su rebaño, «quae extra eius ovile sunt», estima a los indios como verdaderos hombres: «Attendentes Indos ipsos, ut pote veros homines...», y quiere proveer con adecuados remedios a esa situación. Los indios y todas las gentes de que más tarde se tengan noticias, aunque vivan fuera de la fe cristiana, tienen derecho a su libertad y a usar los bienes de su propiedad libre y lícitamente, y no pueden ser reducidos a servidumbre, y cuanto se hiciere en contrario carece de todo valor.<ref>« ... ac volentes super his congruis remediís providere, praedictos Indos et omnes alias gentes ad notitiam christianorurn in posterurn deventuras, licet extra fidem christianam existant, sua libertate ac re¬rurn suarurn dominio huiusmodi uti et potiri et gaudere libere et licite posse, nec in servítutem redigi de¬bere, ac quidquid secus fieri contigerit írríturn et inane, ipsosque Indos et alias gentes verbi Dei praedicatione et exemplo bonae vitae ad dictam fidem Christi invitandos fore, auctoritate Apostolica per praesen¬tes litteras decernimus et declaramus ... », AM t. I, 365-366.</ref><br />
<br />
Un documento importantísimo proviene del pontificado de San Pío V. Es una «Instrucción al Nuncio Apostólico en España relativo a la evangelización de los in¬dios», y data de 1566. El Nuncio debía hacer conocer que tales instrucciones provenían únicamente del ardiente celo del Papa, en su oficio pastoral, por la salvación de las almas de esos habitantes y, más aún, donde era recientemente planta¬da la fe católica, que no debía dejarse deteriorar o entibiar por defecto de cultivo, si¬no al contrario, procurar conducir a la mayor perfección. La «Instrucción» abunda en estos conceptos. Después entra a expresar la benevolencia del Papa frente a los nombramientos del rey para gobernar el Perú y México, pues por la buena relación que tiene de ellos piensa que pondrán en práctica lo mandado por Carlos V y que, contra la mente de quien mandaba, no habían sido llevados aún a la práctica. <br />
<br />
Lo primero es la conversión de los infieles, pues ésta fue la razón por la cual se concedió al rey de España la conquista de esos pueblos. Por esto, hay que atender a proveer de predicadores cristianos a esas tierras y mantenerlos, y no fuera que por fal¬ta de subvención y estipendio vinieran a faltar esas personas eclesiásticas. En seguida, renueva las normas sobre el bautismo y la preparación a él. <br />
<br />
Luego, se recomienda la reducción a pueblos de los indios que viven dispersos, «para que se conserve también mejor la justicia», y que los castigos para quienes se ofenden entre ellos, se hagan con mansedumbre. Y si en ese pueblo habitaren cristia¬nos y gentiles, no se permita a éstos tener lugares de idolatría. Y si viven cristianos antiguos y nuevos, los antiguos den buen ejemplo, pues, de otra manera, les causarían daño a los nuevos. <br />
<br />
Se pide también que los indios infieles sean enseñados a guardar la ley natural. Por cuanto el Papa sabe, el rey ordena una buena administración de justicia. Na¬die puede servirse de indios esclavos, sino sólo pueden contratarse para trabajos los que espontáneamente quieran hacerlo y hay que pagar a ellos el sueldo convenido. Y que los indios no sean gravados con tributos inmoderados. Se pide que los predicadores del Evangelio sean tratados bien por las autoridades y señores de esas tierras. La justicia debe ser igual, cuando hay que aplicarla, para los indios como para los cristianos antiguos. <br />
<br />
Para que se cumpla todo esto, el Papa confía que el rey hará visitar a las autori¬dades y así premie a los que se comportan bien y castigue a quienes hubieren dejado impune la opresión a los pobres. El Papa pide no se usen las armas contra los gentiles y no hacer guerra sin las condiciones necesarias, de manera que sea justa y no se proceda cruelmente en ella. Al Papa le ha agradado la forma como en La Florida se ha hecho la predicación del Evangelio y espera que así se haga en otras partes. <br />
<br />
Esta «Instrucción» toca puntos candentes ya en la segunda mitad del siglo XVI y los puntos más relevantes, después de asegurar cómo se anuncie el Evangelio, trata muy claramente cuál ha de ser la actitud de las autoridades españolas respecto de los in¬dios, dejando bien establecida la igualdad entre todos. <br />
<br />
El Papa San Pío V no tuvo muchos resultados de lo que encargaba en esa «Instrucción» y, entonces, decidió dirigirse directamente al rey Felipe II y a quienes éste había designado virreyes en Perú y México. Al rey lo exhorta, en gene¬ral, acerca de la propagación del Evangelio, en su bula «Cum oporteat nos», de 17 de Agosto de 1568,<ref>AM t. II, 805.</ref>y que ya le había hecho llegar antes por medio de un arzobispo. <br />
<br />
A Francisco de Toledo, virrey en Perú, le dirige su carta «Magnopere in Domi¬no», de 18 de Agosto de 1568, en que le manifiesta su confianza en que pondrá en práctica las ordenanzas del rey, y que así los que están débiles en la fe puedan ser sostenidos en ella, y que los idólatras puedan recibir la fe cristiana y que sean tratados con prudencia para que así ellos conozcan la misericordia divina y con ese buen ejemplo sean invitados a creer, y que no sean desalentados por quienes han ido allá y tuvieren malas costumbres.<ref>AM t. II, 806-807.</ref>Otra carta, «Magnopere gavisi sumus», de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, dirige San Pío V a Pedro Menéndez, de Florida. Y lo mismo escribe a Martín Enríquez, con igual fecha, virrey en México.<ref>AM t. II, 807.</ref><br />
<br />
Con estas cartas, el Papa hacía sentir a los más directamente responsables por su autoridad en aquellas regiones, cómo debía ser, en general, su colaboración a la evangelización y la manera de tratar a los naturales. Y más allá mostraba también el Papa su personal preocupación por la forma como se desarrollaba la evangelización y la vida civil de esos pueblos. Completa San Pío V estas advertencias, con una carta al Consejo de Indias, de la misma fecha 18 de Agosto de 1568, en que les expresa a sus miembros los mismos consejos dichos a los virreyes, y les agrega que para que esos pueblos se puedan alegrar por la fe recibida deben ser tratados con caridad y clemen¬cia, y si aún estuvieran gravados por pesadas obligaciones eso debe levantarse, para que ellos sientan el imperio clemente del rey cristiano. Y concluye haciendo notar la presencia del Nuncio en España para tratar más cosas con ellos.<ref>AM t. II, 808-809.</ref><br />
<br />
Cierra el Papa este círculo de cartas, con una dirigida al Inquisidor general y presidente de los Consejos de Castilla y de Estado, Cardenal Diego de Espinosa, con la misma fecha 18 de Agosto de 1568. En ella, después de repetir su oficio pastoral respecto de la evangelización, hace memoria de la tanta piedad y clemencia del rey de España, que espontáneamente ha quitado muchos pesos a esos pueblos de Indias que antes eran vejados y oprimidos. <br />
<br />
Y le dice al Cardenal que, después de presentar al rey esos sentimientos, con su destreza lo exhorte a perseverar en ese santo propósito de propagar la religión ortodoxa en dichos pueblos, y que si aún permane-cen esos agravios, sean quitados, para que esos pueblos sean tratados de manera que se gocen en abandonar la idolatría y abrazar la fe cristiana. Eso se alcanzará si los que emigran desde Europa, con su fe católica y buenas costumbres, edifican a los natu¬rales. Y alude, finalmente, al Nuncio Castagna, arzobispo de Rossano, para que lo ayude.<ref>AM t. II, 809-810.</ref><br />
<br />
Gregorio XIII, con su bula «Muneris nostri debitu», de 13 de Septiembre de 1574, reitera varias constituciones de Papas anteriores como Julio II, Paulo III, Julio III y Pío IV, en que se prohibía que los «alumina» de infieles fueran llevados a regio¬nes de cristianos, lo que penaban con gravísimas censuras y pérdida de los bienes de ellos y de sus socios o de quienes los auxiliaban en esa acción.<ref>AM t. II, 987-988.</ref>Finalmente Gregorio XIII renueva una petición anterior de los Papas en el senti¬do de tener un Nuncio en Indias, y lo hizo con la carta «Considerando Sua Beatitudi¬ne» de 2 de Mayo de 1579 a Felipe II.<ref>AM t. II, 1143-1145.</ref><br />
<br />
<br />
Le hace ver al rey su oficio pastoral de vigilar con todas sus fuerzas su rebaño y, por eso, mirando a las Indias donde recién se ha planta¬do la religión católica, que se puede llamar una Iglesia primitiva, siente la ne-cesidad de apoyar, revisar, regar y cultivar esa nueva planta. Y más allá de lo bueno que haga el rey en esas regiones, él tiene que satisfacer su conciencia. Ha pensado que es muy a propósito proponer al rey la intención que tiene de enviar un Nuncio, con las debidas buenas condiciones personales, para ayudar a esos pueblos, y la gente no tenga necesidad de pasar de ese mundo a Europa para encontrar remedio a sus necesidades. <br />
<br />
Él, por otra parte, debe vigilar cómo se desarrolla la vida de la Iglesia allá, porque varias medidas ordenadas por sus antecesores Alejandro VI y León X parece que ya no son oportunas, y así un Nuncio en Indias podrá juzgar todo lo que conviene en esas nuevas Iglesias, o que no conviene. El Papa confiaba que el rey accedería a esta petición suya y le solicitaría ejecutarla, la que se haría con gastos de la propia Santa Sede. <br />
<br />
El Nuncio en Madrid respondió al Papa el 11 de Mayo de 1579, y le dice que le dejó el memorial al rey, que lo había escuchado con mucha atención y le pidió tiem¬po para responder acerca de este nuevo asunto que se le planteaba. Más tarde, el 12 de Diciembre de ese año, el Nuncio escribía otra vez al Papa y le decía que después de hablar nuevamente con el rey, esperaba muy poco en este asunto, porque el presi¬dente del Consejo de Indias nada respondía sobre esta materia.<ref>AM t. II, 1145.</ref><br />
<br />
Esto tenía una larga historia, porque ya antes, e1 21 de Abril de 1568, el cardenal Michele Bonelli había escrito al Nuncio en Madrid, Castagna, diciéndole que hiciera entender al rey que el Papa estaba informado que en las Indias se tenían muy poco en cuenta a las personas eclesiásticas –y eso naturalmente incidía en la tarea evange¬lizadora- y que tenía el pensamiento de mandar una persona que obtuviese infor¬maciones para poner los remedios necesarios. <br />
<br />
El Papa esperaba, sin duda, que el rey consentiría en este proyecto. El Papa pretendía enviar un Nuncio, dependiente en forma inmediata de la Santa Sede y con autoridad de Nuncio, y no lo había hecho hasta entonces, porque antes quería hacerlo saber al rey.<ref>AM t. II, 1145-1146.</ref>Pero entonces nada se ob¬tuvo, y tampoco se alcanzó algo más con las nuevas gestiones. Pero se hacía manifies¬ta esa voluntad del Papa, que se renovaría muchas otras veces más adelante. <br />
<br />
<br />
==3. Los esfuerzos de los Obispos y del clero misionero==<br />
<br />
==a.- Los obispos==<br />
<br />
Desde el principio, los obispos, junto con acometer la evangelización, entran en la defensa de los indios. En efecto, en los primeros tiempos de conquista y en el si¬guiente período de estabilización, se dieron muchos abusos contra los indígenas, co¬mo se refleja dicha realidad en los documentos de los Papas de aquel primer siglo y de los obispos en todo este período.<br />
<br />
Los obispos estaban convencidos de la igualdad de todos los hombres y, por eso, tenían el ministerio de evangelizar a todos, y en Indias una principal preocupación de llevar la fe a sus habitantes naturales. Como, de hecho, lo realizaban. Desde la base de la igualdad, los obispos trataron de que todos respetaran los derechos de los in¬dios. Esto no sucedía siempre; al contrario, se daban muchos abusos contra los in¬dios. Y, por esto, los obispos, junto con representarlo a quienes eran autores de tales abusos, apelaban al rey para que él diera las oportunas instrucciones y ordenanzas y esos derechos conculcados fueran respetados. <br />
<br />
Son innumerables, desde el inicio de la evangelización, las cartas de los obispos al rey en que presentan la descripción de esos males y los remedios que esperaban del monarca. Esta es una abundante documentación y que ha sido publicada una parte importante de ella, pero dista muchísimo de ser completa en todas la naciones de América.<ref>Un ejemplo de esto es LIZANA, PBRO. ELÍAS. Cartas de los obispos al rey, 1564-1814, en Colección de documentos históricos del Archivo del Arzobispado de Santiago, vol. I. Santiago de Chile, 1919. Muy meritoria es esta colección, pero también incompleta, en cuanto corresponde especialmente a la diócesis La Imperial-Concepción.</ref><br />
<br />
Suele contarse como el mejor ejemplo a Bartolomé de las Casas, obispo de Chia¬pas, pero no son menores las acciones de numerosos obispos de Indias y a través de todo el período hispano. De Chile se puede citar especialmente a los obispos Antonio de San Miguel (1568-1587), Diego de Medellín (1574-1595), Juan Pérez de Es¬pinoza (1601-1618), Jerónimo de Oré (1622-1630), Francisco González de Salcedo (1625-1634), y más adelante el obispo de Santiago Diego de Humanzoro (1662-1676) quien dio una batalla tenaz por la defensa de los indios, pidiendo a la reina regente hasta que lo desligara de su cargo episcopal por temor a perder su al-ma, ya que nada podía rectificar en la conducta abusiva contra los indios<br />
<br />
Esta acti¬tud de los obispos se mantiene a lo largo de ese período, aunque se fue mitigando más hacia fines del siglo XVIII, porque había una notable mejoría. Pero, en el siglo XVIII también resalta la valiente acción del obispo de Concepción -primero auxi¬liar y después diocesano - Pedro Felipe de Azúa, que se expresó mejor en su Sínodo y en la defensa que hubo de hacer del mismo Sínodo.<ref>Cfr. OVIEDO CAVADA, CARLOS, «La defensa del indio en el Sínodo del obispo Azúa de 1744», en «Historia» N. 17 (1982), 281-354.</ref><br />
<br />
En otra parte, en Quito, se tiene a uno de sus obispos, Alonso de la Peña y Mon¬tenegro, que escribió su célebre «Itinerario para párrocos (de indios)», y que tuvo varias ediciones en la segunda mitad del siglo XVII. El obispo describe la situación penosa de los indios con el propósito de superar esas tristes condiciones.<ref>«Estos son -escribía- para quienes les falta la caridad, y les sobra la paciencia; son gentes vivas y muertas, y en vida y muerte desiertas; estos son los siempre tristes y abatidos, y miserabilísimos, para quienes todo son afrentas, ultrajes, persecuciones, trabajos e infinitas miserias». Vid. De La Torre Villar, Ernesto. «Vida cristiana y convivencia social en la América española», en «Evangelización y Teología en América, (siglo XVI)", t. II, 921.</ref><br />
<br />
Los ejemplos se pueden multiplicar en todas las latitudes de esta América, pero, baste, por ahora, con estos pocos ejemplos. Se volverá acerca de los obispos cuando se trate de los Concilios y de los Sínodos y también habrá que admitir que se hayan dado excepciones, por negligencia u omisión de algunos pastores; pero éstas son, ciertamente, algo excepcional y lo común fue lo otro, la decidida y constante defensa de los indios. <br />
<br />
Por otra parte, en diversas secciones de Indias, los obispos estaban li¬gados a las prescripciones de los Concilios Provinciales que se habían celebrado tanto en México, como en Lima, y en ellos daban una orientación y normas bien claras acerca de la defensa de los indios. <br />
<br />
<br />
==b- El clero misionero==<br />
<br />
En el clero se tenía la misma actitud que los obispos respecto de los indios. Y en muchas partes, esta acción de sacerdotes y religiosos antecedió a la de los obispos, ya que ellos llegaron cuando aún no había erección de diócesis, y después, debido a las largas vacancias que fueron comunes en toda América, el clero y los religiosos queda¬ban responsables de esas Iglesias en la pastoral ordinaria.<br />
<br />
Montesinos desató una reacción de muy vastas consecuencias para considerar seriamente el problema originado por el mal trato de los indígenas. Pero, otros ejemplos menos conocidos no fueron menos valientes, y siempre fueron constantes. Los franciscanos en México marcan un hito muy importante en la evangelización y defensa de los indios, como también en la catequesis adaptada a la misma lengua de ellos. <br />
<br />
Pero hay muchísimos más ejemplos y que, poco a poco, van siendo más conoci¬dos. Una de las grandes buenas consecuencias que tuvo celebrar los 500 años de la evangelización fue difundir, después de estudios meritorios, la acción de tantos religiosos y sacerdotes que trabajaron en este sentido. Fray Pedro de Córdova, O.P., escribió la «Doctrina cristiana para instrucción de los indios», que se imprimió en México en 1544 y luego en 1548<br />
<br />
En esta obra desta¬ca la visión cristiana de la persona de los indios, que coincide plenamente con lo que los Papas entonces exponían también desde Roma, y enseña la unidad del origen y la esencial igualdad de todos los hombres: «Debéis saber, mis muy amados, que todos los hombres y mujeres del mundo salen de estos dos que ahora oís: Adán y Eva. Así vosotros como nosotros y todos los demás hombres y mujeres, porque sólo estos dos son nuestros primeros padres».<ref>OTERO TOMÉ, MARÍA MERCEDES, y FERRER RODRÍGUEZ, MARÍA PILAR, «La dignidad del hombre en la Doctrina de Fray Pedro de Córdova», en «Evangelización y Teología en América (siglo XVI»,. t. II, 973-980.</ref><br />
<br />
Otro caso es Fray Alonso de Molina, con su confesionario de 1565,<ref>o.c. 917.</ref>y Fray Juan Bautista, con otro confesionario editado en 1599, siguiendo en las enseñanzas a Fray Juan Focher, muestra cómo cumplir los mandamientos. Así, estos autores trataban de regular las formas de convivencia social y que las relaciones económicas fueran justas y no perjudicaran a nadie.<ref>Ibíd</ref><br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=267844EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-06T22:56:54Z<p>MGARCIA: Protegió «EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada» ([edit=sysop] (indefinido) [move=sysop] (indefinido))</p>
<hr />
<div><br />
<br />
''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religio¬so, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los princi-pios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a don¬de llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue pro¬puesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Pa¬pas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia. También quiero de¬clarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no em¬pobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían es¬tado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una se¬de metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes nece¬sitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas par¬tes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue hacien¬do más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vi¬gentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización.</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=267815EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-06T22:55:16Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div><br />
<br />
''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religio¬so, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los princi-pios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a don¬de llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue pro¬puesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Pa¬pas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia. También quiero de¬clarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no em¬pobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían es¬tado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una se¬de metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes nece¬sitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas par¬tes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue hacien¬do más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vi¬gentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización.</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=267806EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-06T22:53:50Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada<br />
<br />
''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
==INTRODUCCIÓN==<br />
<br />
<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religio¬so, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los princi-pios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a don¬de llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue pro¬puesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Pa¬pas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia. También quiero de¬clarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no em¬pobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían es¬tado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una se¬de metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes nece¬sitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas par¬tes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue hacien¬do más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vi¬gentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización.</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=EVANGELIZACI%C3%93N;_proyecto_de_una_sociedad_integrada&diff=267763EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada2016-09-06T22:49:44Z<p>MGARCIA: Página creada con 'EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada ''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó e…'</p>
<hr />
<div>EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada<br />
<br />
''«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).'' <br />
<br />
INTRODUCCIÓN<br />
En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religio¬so, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los princi-pios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a don¬de llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados. <br />
<br />
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias. <br />
<br />
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue pro¬puesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América. <br />
<br />
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Pa¬pas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia. También quiero de¬clarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no em¬pobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias. <br />
<br />
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían es¬tado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una se¬de metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima. <br />
<br />
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes nece¬sitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas par¬tes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue hacien¬do más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vi¬gentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización.</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=Glosario&diff=267747Glosario2016-09-06T22:48:02Z<p>MGARCIA: /* E */</p>
<hr />
<div>'''NOTA IMPORTANTE: <br />
SE PUEDE ACCEDER AL PRESENTE DICCIONARIO DESDE LA DIRECCIÓN http://www.dhial.org/diccionario/index.php/Glosario LA DIRECCIÓN ANTERIOR SIGUE VIGENTE http://www.enciclopedicohistcultiglesiaal.org/diccionario/index.php/Glosario'''<br />
<br />
__NOTOC__<br />
{{Índice}}<br />
<br />
=== A ===<br />
<br />
'''[[ABAD Y QUEIPO, Manuel]]'''<br />
<br />
'''[[ACADEMIA COLOMBIANA DE HISTORIA ECLESIÁSTICA]]'''<br />
<br />
'''[[ACADEMIA DE SAN CARLOS]]'''<br />
<br />
'''[[ACADEMIA NACIONAL DE MEDICINA DE MEXICO]]'''<br />
<br />
'''[[ACAMAPICHTLI]]'''<br />
<br />
'''[[ACCIÓN SOCIAL DE LA IGLESIA LATINOAMERICANA]]'''<br />
<br />
'''[[ACOLMAN; Convento de San Agustín]]'''<br />
<br />
'''[[ACOSTA ZURITA, Darío]]'''<br />
<br />
'''[[ACTOPAN]]'''<br />
<br />
'''[[ACUÑA Y MANRIQUE, Juan]]'''<br />
<br />
'''[[ADAME ROSALES, San Román]]'''<br />
<br />
'''[[ADORATRICES PERPETUAS; de Santa María de Guadalupe]]'''<br />
<br />
'''[[ADVOCACIONES MARIANAS EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[ADVOCACIONES Y DEVOCIÓN MARIANA EN PANAMÁ ]]'''<br />
<br />
'''[[AFROPANAMEÑOS EN LA CONFORMACIÓN DE LA IDENTIDAD PANAMEÑA]]'''<br />
<br />
'''[[ÁGREDA, María de Jesús]]'''<br />
<br />
'''[[AGUASCALIENTES]]'''<br />
<br />
'''[[AGUIAR Y SEIJAS, Francisco de]]'''<br />
<br />
'''[[AGUILAR ALEMÁN, San Rodrigo]]'''<br />
<br />
'''[[AGUIRRE MOCTEZUMA, Rafael]]'''<br />
<br />
'''[[AGUSTINOS]]'''<br />
<br />
'''[[ALAMÁN Y ESCALADA, Lucas]]'''<br />
<br />
'''[[ALARCÓN Y SÁNCHEZ DE LA BARQUERA, Próspero María]]'''<br />
<br />
'''[[ÁLBUM DE LA CORONACIÓN de la Santísima Virgen de Guadalupe]]'''<br />
<br />
'''[[ALCALDE Y BARRIGA, Antonio]]'''<br />
<br />
'''[[ALDAY Y ASPEE, De Manuel]]'''<br />
<br />
'''[[ALEGRE, Francisco Javier]]'''<br />
<br />
'''[[ALFARO, Luis Felipe Neri de]]'''<br />
<br />
'''[[ALMA CRISTIANA DE AMÉRICA]]'''<br />
<br />
'''[[ALMANZA RIAÑO, Miguel]]'''<br />
<br />
'''[[ALTAMIRANO, Basilio Ignacio Manuel]]'''<br />
<br />
'''[[ALVA IXTLILXÓCHITL, Fernando de]]'''<br />
<br />
'''[[ALVARADO, Pedro de]]'''<br />
<br />
'''[[ALVARADO, Tezozómoc Fernando]]'''<br />
<br />
'''[[ÁLVAREZ HERRERA, Bernardino]]'''<br />
<br />
'''[[ÁLVAREZ MENDOZA, San Julio]]'''<br />
<br />
'''[[ALZATE Y RAMÍREZ, JOSÉ ANTONIO]]'''<br />
<br />
'''[[AMÉRICA; nacimiento y personalidad]]'''<br />
<br />
'''[[AMÉRICA LATINA: El Término]]'''<br />
<br />
'''[[AMERICA PONTIFICIA; Documentos del Archivo Secreto Vaticano]]'''<br />
<br />
'''[[ANÁHUAC]]'''<br />
<br />
'''[[ANALES ANTIGUOS de México y sus contornos]]'''<br />
<br />
'''[[ÁNGEL; a los pies de la Guadalupana]]'''<br />
<br />
'''[[ANÓNIMOS EN LA BAV]]'''<br />
<br />
'''[[ANTUÑANO, Esteban de]]'''<br />
<br />
'''[[APARICIO, Sebastián de]]'''<br />
<br />
'''[[ARABESCO; estilo artístico]]'''<br />
<br />
'''[[ARAGONE, Juan Francisco]]'''<br />
<br />
'''[[ARANEDA BRAVO, Fidel]]'''<br />
<br />
'''[[ARBELÁEZ GÓMEZ, Juan Vicente]]'''<br />
<br />
'''[[ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE MÉXICO]]'''<br />
<br />
'''[[ARCHIVOS Y BIBLIOTECAS ECLESIASTICAS EN CHILE]]'''<br />
<br />
'''[[ÁRCIGA Y RUIZ DE CHÁVEZ, José Ignacio]]'''<br />
<br />
'''[[ARENAS Pedro de]]'''<br />
<br />
'''[[ARGENTINA; ambiente histórico-cultural a inicios del siglo XX]]'''<br />
<br />
'''[[ARGENTINA; consecuencias de la expulsión de los jesuitas]]'''<br />
<br />
'''[[ARRANGOIZ Y BERZÁBAL, Francisco de Paula]]'''<br />
<br />
'''[[ARTE EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[ARTE PLUMARIO]]'''<br />
<br />
'''[[ARTE SACRO EN AMÉRICA Y CHILE]]'''<br />
<br />
'''[[ARTE Y PENSAMIENTO EN IBEROAMÉRICA]]'''<br />
<br />
'''[[ARTESANÍAS MEXICANAS, en la liturgia]]'''<br />
<br />
'''[[ARTESANÍAS URUGUAYAS]]'''<br />
<br />
'''[[ARTIGAS, José Gervasio]]'''<br />
<br />
'''[[ARQUIDIÓCESIS DE MONTEVIDEO]]'''<br />
<br />
'''[[ARQUITECTURA RELIGIOSA EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[ASOCIACIÓN URUGUAYA DE EDUCACIÓN CATÓLICA]]'''<br />
<br />
'''[[ATENEO LITERARIO DE CÓRDOBA]]'''<br />
<br />
'''[[ÁVILA CAMACHO, Manuel]]'''<br />
<br />
'''[[ÁVILA, San Juan de]]'''<br />
<br />
'''[[AYORA, Fray Juan de]]'''<br />
<br />
'''[[AZNAR Barbachano, Tomás]]'''<br />
<br />
'''[[AZTECAS]]'''<br />
<br />
=== B ===<br />
<br />
'''[[BAHIA; Constituições primieras do arcebispado]]'''<br />
<br />
'''[[BALBUENA, Bernardo de]]'''<br />
<br />
'''[[BANEGAS GALVÁN, Francisco]]'''<br />
<br />
'''[[BARBIERI, ANTONIO MARÍA]]'''<br />
<br />
'''[[BARDECI DE AGUINACO, Pedro]]'''<br />
<br />
'''[[BARROCO INDIANO]]'''<br />
<br />
'''[[BARTOLACHE y DIAZ POSADA, José Ignacio]]'''<br />
<br />
'''[[BASALENQUE, Fray Diego de]]'''<br />
<br />
'''[[BASASIO fray Arnaldo]]'''<br />
<br />
'''[[BASÍLICA DE GUADALUPE]]'''<br />
<br />
'''[[BATIS SÁINZ, San Luis]]'''<br />
<br />
'''[[BATTISTA MANTOVANO, Giovanni]]'''<br />
<br />
'''[[BECERRA TANCO, Luís]]'''<br />
<br />
'''[[BECKMANN, Francisco Federico]]''' <br />
<br />
'''[[BELAUNZARÁN Y UREÑA, José María de Jesús]]'''<br />
<br />
'''[[BELICE: AFRODESCENDIENTES]]'''<br />
<br />
'''[[BENAVENTE (MOTOLINIA), Fray Toribio de]]'''<br />
<br />
'''[[BENZONI, Girolamo]]'''<br />
<br />
'''[[BERRÍOS Y ROJAS, José Fortunato]]'''<br />
<br />
'''[[BETANZOS, Fray Domingo de]]'''<br />
<br />
'''[[BETLEMITAS; orden religiosa]]'''<br />
<br />
'''[[BIENVENIDA, Fray Lorenzo de]]'''<br />
<br />
'''[[BITTI, Bernardo]]'''<br />
<br />
'''[[BOCAS DEL TORO; Prelatura]]'''<br />
<br />
'''[[BOGOTÁ, Arquidiócesis de]]'''<br />
<br />
'''[[BOLIVIA; Afrodescendientes]]'''<br />
<br />
'''[[BOLIVIA: Misiones jesuíticas en la Chiquitania]]'''<br />
<br />
'''[[BORDONE, Benedetto]]'''<br />
<br />
'''[[BOTERO, Giovanni]]'''<br />
<br />
'''[[BOTURINI BENADUCCI, Lorenzo]]'''<br />
<br />
'''[[BRASIL; Afrodescendientes]]'''<br />
<br />
'''[[BRASIL; Pastorais coletivas na Primeira República]]'''<br />
<br />
'''[[BRASIL; Protestantismo]]'''<br />
<br />
'''[[BRASIL: Quebra quilos]]'''<br />
<br />
'''[[BRASIL; reforma eclesial ]]'''<br />
<br />
'''[[BRASIL; Romanização]]'''<br />
<br />
'''[[BRASIL; Secularização do estado]]'''<br />
<br />
'''[[BRAVO UGARTE, José S.J.]]'''<br />
<br />
'''[[BUCARELI Y URSÚA, Antonio María de]]'''<br />
<br />
'''[[BULA]]'''<br />
<br />
'''[[BULAS ALEJANDRINAS]]'''<br />
<br />
'''[[BULAS Y BREVES; Siglos XV y XVI]]'''<br />
<br />
'''[[BURRUS, Ernest Joseph]]'''<br />
<br />
'''[[BUSTAMANTE, fray Francisco de]]'''<br />
<br />
=== C ===<br />
<br />
'''[[CABILDO ECLESIÁSTICO DE MÉXICO; sus actas capitulares]]'''<br />
<br />
'''[[CABRERA, Miguel]]'''<br />
<br />
'''[[CACES DE BROWN, Isabel]]'''<br />
<br />
'''[[CALDERÓN, Antonio]]'''<br />
<br />
'''[[CALDERÓN DE LA BARCA, Erskine Frances, Marquesa de]]'''<br />
<br />
'''[[CALENDARIO AZTECA]]'''<br />
<br />
'''[[CALENDARIOS INDÍGENAS MEXICAS]]'''<br />
<br />
'''[[CALIFORNIA; Misiones]]'''<br />
<br />
'''[[CALLES, Plutarco Elías]]'''<br />
<br />
'''[[CALMECAC]]'''<br />
<br />
'''[[CALOCA CORTÉS, San Agustín]]'''<br />
<br />
'''[[CALPAN, Convento de]]'''<br />
<br />
'''[[CAMPECHE. Capital del Estado mexicano del mismo nombre]]'''<br />
<br />
'''[[CANECA, (Frei Joaquim do Amor Divino Rabelo)]]'''<br />
<br />
'''[[CATOLICISMO SOCIAL LATINOAMERICANO]]'''<br />
<br />
'''[[CANUDOS]]'''<br />
<br />
'''[[CAÑAS Y CALVO, Blas]]'''<br />
<br />
'''[[CÁRDENAS, Juan de]]''' <br />
<br />
'''[[CARLOS V; Leyes y Ordenanzas]]'''<br />
<br />
'''[[CARRASCO y SAAVEDRA, Bernardo]]'''<br />
<br />
'''[[CARRILLO CÁRDENAS, SILVIANO]]'''<br />
<br />
'''[[CARTA PASTORAL CONTRA LA FE RACIONALISTA]]'''<br />
<br />
'''[[CARVAJAL, Fray Agustín de]]'''<br />
<br />
'''[[CASAL, Julio J.]]'''<br />
<br />
'''[[CASAL MUÑOZ, Marynés]]'''<br />
<br />
'''[[CASANOVA CASANOVA, Mariano]]'''<br />
<br />
'''[[CASANUEVA OPAZO, Carlos]]'''<br />
<br />
'''[[CASTELLANOS Y CASTELLANOS, Leonardo]]'''<br />
<br />
'''[[CASO, Antonio]]''' <br />
<br />
'''[[CATALÁ Y GUASCH, FRAY MAGÍN]]'''<br />
<br />
'''[[CATECISMOS en México]]'''<br />
<br />
'''[[CATECISMOS EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[CATEDRAL DE MÉXICO]]'''<br />
<br />
'''[[CATOLICISMO y cultura en el nuevo mundo]]'''<br />
<br />
'''[[CATOLICISMO LIBERAL en Chile]]''' <br />
<br />
'''[[CERVANTES DE SALAZAR, Francisco]]'''<br />
<br />
'''[[CHALMA; Santuario del Señor de]]'''<br />
<br />
'''[[CHAVEZ, Jerónimo de]]'''<br />
<br />
'''[[CHIAPA DE CORZO]]'''<br />
<br />
'''[[CHICHIMECA]]'''<br />
<br />
'''[[CHILE; Diócesis creadas en el siglo XX]]'''<br />
<br />
'''[[CHILE; fiestas religiosas]]'''<br />
<br />
'''[[CHILE; Financiamiento de la iglesia]]'''<br />
<br />
'''[[CHILE; la acción católica]]'''<br />
<br />
'''[[CHILE; Órdenes y Congregaciones Religiosas]]'''<br />
<br />
'''[[CHILE; Recepción de las encíclicas sociales]]'''<br />
<br />
'''[[CHILE: Sínodos diocesanos y concilios provinciales]]'''<br />
<br />
'''[[CHINA POBLANA]]'''<br />
<br />
'''[[CHOLULA]]'''<br />
<br />
'''[[CHOLULA; Arte Virreinal]]'''<br />
<br />
'''[[CIENCIA Y TECNOLOGÍA EN LA HISTORIA DE AMÉRICA]]'''<br />
<br />
'''[[CIEZA DE LEON, Pedro]]'''<br />
<br />
'''[[CIHUACÓATL; Deidad femenina de la mitología azteca]]'''<br />
<br />
'''[[CÍRCULOS CATÓLICOS DE OBREROS EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[CISNEROS, Diego]]'''<br />
<br />
'''[[CIUDAD RODRIGO, Fray Antonio de]]'''<br />
<br />
'''[[CLAVIJERO, Francisco Javier]]'''<br />
<br />
'''[[CLÉRIGOS DE PUEBLA]]'''<br />
<br />
'''[[CLÉRIGOS E INDEPENDENCIA DE URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[CLUB CATÓLICO DE MONTEVIDEO]]'''<br />
<br />
'''[[CONCILIO PROVINCIAL MEXICANO PRIMERO]]'''<br />
<br />
'''[[CODICE BORGIA]]'''<br />
<br />
'''[[CÓDICE COSPIANO]]'''<br />
<br />
'''[[CÓDICE DE LA CRUZ-BADIANO]]''' <br />
<br />
'''[[CODICE FEJERVARY - MAYER]]''' <br />
<br />
'''[[CÓDICE FLORENTINO]]'''<br />
<br />
'''[[CÓDICE MENDOZA]]''' <br />
<br />
'''[[CÓDICE RIOS]]''' <br />
<br />
'''[[CÓDICE OSUNA]]'''<br />
<br />
'''[[CÓDICES precolombinos]]'''<br />
<br />
'''[[CÓDICE VATICANO B]]'''<br />
<br />
'''[[COFRADIAS EN PANAMÁ]]'''<br />
<br />
'''[[COFRADÍAS EN CHILE]]'''<br />
<br />
'''[[COFRADÍAS EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[COLEGIOS APOSTÓLICOS de Propaganda Fide]]'''<br />
<br />
'''[[COLEGIO PÍO DE VILLA COLÓN]]'''<br />
<br />
'''[[COLEGIOS MAYORES DE LA UNIVERSIDAD DE CÓRDOBA]]'''<br />
<br />
'''[[COLEGIO NUESTRA SEÑORA DEL HUERTO]]'''<br />
<br />
'''[[COLEGIO ORIENTAL DE HUMANIDADES]]'''<br />
<br />
'''[[COLEGIO SEMINARIO – PADRES JESUITAS]]'''<br />
<br />
'''[[COLEGIO VIZCAÍNAS]]'''<br />
<br />
'''[[COLOMBIA; Afrodescendientes]]'''<br />
<br />
'''[[COLÓN, Cristóbal]]'''<br />
<br />
'''[[COLON CRISTOBAL; cartas sobre el descubrimiento]]'''<br />
<br />
'''[[COLON, Fernando]]'''<br />
<br />
'''[[COMPLEJO Tupí-Guaraní]]'''<br />
<br />
'''[[CONCEPCIÓN, Diócesis de]]'''<br />
<br />
'''[[CONCILIO PLENARIO LATINOAMERICANO; Documentos]]''' <br />
<br />
'''[[CONCILIO PLENARIO LATINOAMERICANO DE 1899]]'''<br />
<br />
'''[[CONCILIOS PROVINCIALES MEXICANOS PREPARATORIOS AL PLENARIO LATINOAMERICANO]]'''<br />
<br />
'''[[CONCILIOS Y SÍNODOS LATINOAMERICANOS]]'''<br />
<br />
'''[[CONCHA, Andrés de]]'''<br />
<br />
'''[[CONGRESOS CATÓLICOS URUGUAYOS]]'''<br />
<br />
'''[[CONQUISTA DE MÉXICO ]]'''<br />
<br />
'''[[CONQUISTA Y EVANGELIZACION I]]'''<br />
<br />
'''[[CONQUISTA Y EVANGELIZACION II]]'''<br />
<br />
'''[[CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO (CELAM)]]'''<br />
<br />
'''[[CONSTITUCIÓN CRISTERA]]'''<br />
<br />
'''[[CONSTITUIÇÕES DO ARCEBISPADO DA BAHIA]]'''<br />
<br />
'''[[CONTRIBUCIÓN CATÓLICA A LA AGRICULTURA DE URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[CONTRIBUCIÓN CATÓLICA A LAS CIENCIAS EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[CÓRDOBA DE LA NUEVA ANDALUCÍA]]'''<br />
<br />
'''[[CORREA MAGALLANES, San Mateo]]'''<br />
<br />
'''[[CORTÉS, Hernán]]'''<br />
<br />
'''[[CORTÉS HERNÁN; Cartas de relación]]'''<br />
<br />
'''[[CORUÑA, Agustín]]'''<br />
<br />
'''[[COSÍO VILLEGAS, Daniel]]'''<br />
<br />
'''[[COSTA RICA; Afrodescendientes]]'''<br />
<br />
'''[[CRIOLLISMO]]'''<br />
<br />
'''[[CRIOLLOS; su aporte a la evangelización]]'''<br />
<br />
'''[[CRISTIADA ]]'''<br />
<br />
'''[[CRÓNICAS ANÓNIMAS DE INDIAS]]'''<br />
<br />
'''[[CRONISTAS ANTIGUOS EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[CRONISTAS DE INDIAS Y LA RELIGIÓN]]'''<br />
<br />
'''[[CRUZ ALVARADO, San Atilano]]'''<br />
<br />
'''[[CUAUHTÉMOC]]'''<br />
<br />
'''[[CUAUTITLÁN; Convento franciscano y Juan Diego Cuahutlatoatzin]]'''<br />
<br />
'''[[CUBA; Afrodescendientes]]'''<br />
<br />
'''[[CUBA; erección de templos a la Virgen de la Caridad]]'''<br />
<br />
'''[[CUBA; la Virgen de la Caridad y la formación de la Nación]]'''<br />
<br />
'''[[CUBA; la Iglesia y la Virgen en el Congreso Católico Nacional de 1959]]'''<br />
<br />
'''[[CUBA; ¿un fósil prehistórico?]]'''<br />
<br />
'''[[CUEVAS, Mariano]]'''<br />
<br />
'''[[CULTURAS ABORÍGENES DEL URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[CULTURAS CANALERAS DE PANAMÁ]]'''<br />
<br />
'''[[CULTURAS INDÍGENAS DE AMÉRICA LATINA]]'''<br />
<br />
'''[[CULTURA LATINOAMERICANA; origen, evolución e identidad ]]'''<br />
<br />
'''[[CULTURAS REGIONALES DE URUGUAY]]'''<br />
<br />
=== D ===<br />
<br />
'''[[DARIÉN, Misiones Jesuitas]]'''<br />
<br />
'''[[D'ANANIA, Giovanni Lorenzo]]'''<br />
<br />
'''[[DE BRY, Theodor]]'''<br />
<br />
'''[[DE CASTRO BARROS, Pedro Ignacio]]'''<br />
<br />
'''[[DE LA CRUZ, SOR JUANA INÉS]]'''<br />
<br />
'''[[DEFENSA DEL INDÍGENA]]'''<br />
<br />
'''[[DEFENSA DEL INDÍGENA EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[DEFENSA DEL INDÍGENA; misiones en Panamá]]'''<br />
<br />
'''[[DE LA SANTA Y ORTEGA, Remigio]]'''<br />
<br />
'''[[DE LEÓN, Antonio]]'''<br />
<br />
'''[[DERECHO DE ASILO EN LAS IGLESIAS]]'''<br />
<br />
'''[[DERECHO INDIANO; La búsqueda de la justicia]]'''<br />
<br />
'''[[DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA; su repercusión en Europa]]'''<br />
<br />
'''[[DESCUBRIMIENTO DEL NUEVO MUNDO: Mentalidades culturales en el Mundo Europeo en la vigilia de 1492]]'''<br />
<br />
'''[[DEZA, Diego de]]'''<br />
<br />
'''[[DIARIO LITERARIO DE MÉXICO]]'''<br />
<br />
'''[[DÍAZ BARRETO, Pascual]]'''<br />
<br />
'''[[DÍAZ DEL CASTILLO, Bernal]]'''<br />
<br />
'''[[DÍAZ MORI, Porfirio]]'''<br />
<br />
'''[[DÍAZ NUÑEZ JUAN]]'''<br />
<br />
'''[[DIEZMOS DE LOS INDIOS; directrices de la Junta eclesiástica de 1546]]'''<br />
<br />
'''[[DIÓCESIS; Solicitudes de Creación]]'''<br />
<br />
'''[[DOCUMENTOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE]]'''<br />
<br />
'''[[DOMINICOS EN EL «NOVUS ORBIS »]]'''<br />
<br />
'''[[DOMINICOS en la Nueva España]]'''<br />
<br />
'''[[DONOSO VIVANCO, Justo Pastor]]'''<br />
<br />
'''[[DOCTRINAS; su publicación]]'''<br />
<br />
'''[[DUARTE CANCINO, Isaías]]'''<br />
<br />
'''[[DU ROUSIER, Ana]]'''<br />
<br />
=== E ===<br />
<br />
'''[[ECUADOR; Afrodescendientes]]'''<br />
<br />
'''[[EDUCACIÓN EN AMÉRICA LATINA]]'''<br />
<br />
'''[[EGUIARA Y EGUREN, Juan José de]]'''<br />
<br />
'''[[EL BIEN PÚBLICO; Periódico uruguayo ]]'''<br />
<br />
'''[[ELÍZAGA PRADO, José Mariano]]'''<br />
<br />
'''[[ELORDUY Ernesto]]'''<br />
<br />
'''[[ENCINAS, Diego De]]'''<br />
<br />
'''[[ENCOMIENDAS; Su tratamiento en la Junta eclesiástica de 1546 ]]'''<br />
<br />
'''[[ERMITA DEL TEPEYAC]]'''<br />
<br />
'''[[ERRÁZURIZ VALDIVIESO, Crescente]]'''<br />
<br />
'''[[ESCALANTE y ESCALANTE, Alonso M]]'''<br />
<br />
'''[[ESCUDERO ESCUDERO, Alfonso María]]'''<br />
<br />
'''[[ESPAÑA; la sociedad española en la época de los descubrimientos]]'''<br />
<br />
'''[[ESPIRITUALIDAD GUADALUPANA]]'''<br />
<br />
'''[[ESQUEDA RAMÍREZ, San Pedro]]'''<br />
<br />
'''[[EUCARISTÍA; distribución a los indios]]''' <br />
<br />
'''[[EUSE HOYOS, Mariano de Jesús]]''' <br />
<br />
'''[[EVANGELIO EN MÉXICO; Primeros pasos]]'''<br />
<br />
'''[[EVANGELIZACIÓN Y POLÍTICA DE POBLAMIENTO I]]'''<br />
<br />
'''[[EVANGELIZACIÓN Y POLÍTICA DE POBLAMIENTO II]]'''<br />
<br />
'''[[EVANGELIZACIÓN: aportes de los Agustinos en Filipinas y Perú]]'''<br />
<br />
'''[[EVANGELIZACIÓN: aportes de los Agustinos en Nueva España]]'''<br />
<br />
'''[[EVANGELIZACIÓN; contribución del poder temporal]]'''<br />
<br />
'''[[EVANGELIZACIÓN; colaboración de «otras» órdenes]]'''<br />
<br />
'''[[EVANGELIZACIÓN; gentes, tierras y caminos]]'''<br />
<br />
'''[[EVANGELIZACIÓN; su impacto en un nuevo mundo]]'''<br />
<br />
'''[[EVANGELIZACIÓN; participación de las mujeres]]'''<br />
<br />
'''[[EVANGELIZACIÓN; participación del clero secular]]'''<br />
<br />
'''[[EVANGELIZACIÓN; Promoción socio-cultural]]'''<br />
<br />
'''[[EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada]]'''<br />
<br />
'''[[EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA; contribución de los jesuitas]]'''<br />
<br />
'''[[EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA; los primeros evangelizadores y sus métodos]]'''<br />
<br />
'''[[EVANGELIZACIÓN DE IBEROAMÉRICA; contexto inicial]]'''<br />
<br />
'''[[EVANGELIZACIÓN EN IBEROAMÉRICA: Documentación en la BAV y ASV]]'''<br />
<br />
'''[[EVANGELIZACIÓN Y CARIDAD EN AMÉRICA LATINA]]'''<br />
<br />
'''[[EVANGELIZACIÓN Y EDUCACIÓN; Colegios y Universidades]]''' <br />
<br />
'''[[EVANGELIZACÁO; dos afro-americanos]]'''<br />
<br />
'''[[EYZAGUIRRE PORTALES, José Ignacio Víctor]]'''<br />
<br />
=== F ===<br />
<br />
'''[[FEIJÓ, Diogo Antônio]]'''<br />
<br />
'''[[FERNÁNDEZ CONCHA, Domingo]]'''<br />
<br />
'''[[FERNÁNDEZ CONCHA, Josefa]]'''<br />
<br />
'''[[FERNÁNDEZ CONCHA, Rosa]]'''<br />
<br />
'''[[FERNANDEZ DE OVIEDO Y VALDES, Gonzalo]]'''<br />
<br />
'''[[FERNÁNDEZ DE PIEDRAHITA, Lucas]]'''<br />
<br />
'''[[FERNANDEZ DE SANTA CRUZ Y SAHAGÚN, Manuel]]'''<br />
<br />
'''[[FERNÁNDEZ DE URIBE Y CASAREJOS, José]]'''<br />
<br />
'''[[FERRI, Alfonso]]'''<br />
<br />
'''[[FERROCARRIL TRANSÍSTMICO DE PANAMÁ]]'''<br />
<br />
'''[[FILHAS DA CARIDADE]]'''<br />
<br />
'''[[FILOSOFÍA Náhuatl]]'''<br />
<br />
'''[[FLOR Y CANTO DEL NACIMIENTO DEL NUEVO MÉXICO]]'''<br />
<br />
'''[[FLORES, Ana]]'''<br />
<br />
'''[[FLORES GARCÍA, San Margarito]]'''<br />
<br />
'''[[FLORES y TRONCOSO, Francisco de Asís]]'''<br />
<br />
'''[[FLORES VARELA, San José Isabel]]'''<br />
<br />
'''[[FRACASTORO, Girolamo]]'''<br />
<br />
'''[[FRAGUEIRO ALFREDO]]'''<br />
<br />
'''[[FRANCISCANOS en Chile]]'''<br />
<br />
'''[[FRANCISCANOS en el Nuevo Mundo]]'''<br />
<br />
'''[[FRANCISCANOS; estructura y acción evangelizadora]]'''<br />
<br />
'''[[FUEROS]]'''<br />
<br />
=== G ===<br />
<br />
'''[[GACETA OFICIAL del Arzobispado de México 1897-2011]]'''<br />
<br />
'''[[GALVÁN BERMÚDEZ, San David]]'''<br />
<br />
'''[[GANTE, Pedro de]]'''<br />
<br />
'''[[GARCÉS, Fray Julián]]''' <br />
<br />
'''[[GARCÍA ACOSTA, Andrés]]'''<br />
<br />
'''[[GARCÍA DE LA HUERTA, Tadea]]'''<br />
<br />
'''[[GARCÍA DE PALACIO, Diego]]'''<br />
<br />
'''[[GARCÍA ICAZBALCETA, Joaquín]]'''<br />
<br />
'''[[GARCÍA Pantaleón]]'''<br />
<br />
'''[[GARCIDUEÑAS ARGÜELLO, Salvador]]'''<br />
<br />
'''[[GARIBAY Y KINTANA, Ángel María]]'''<br />
<br />
'''[[GASTRONOMÍA VIRREINAL POBLANA]]'''<br />
<br />
'''[[GAY CASTAÑEDA, José Antonio]]'''<br />
<br />
'''[[GENTES, TIERRAS Y CAMINOS DE LA EVANGELIZACIÓN]]'''<br />
<br />
'''[[GERALDINI, Alessandro]]'''<br />
<br />
'''[[GERSON, Juan]]'''<br />
<br />
'''[[GILLOW Y ZAVALZA, Eulogio Gregorio]]'''<br />
<br />
'''[[GIUSTINIANI, Agustín]]'''<br />
<br />
'''[[GLAREANUS, Henricus]]'''<br />
<br />
'''[[GÓMEZ DE PORTUGAL Y SOLÍS, Juan Cayetano]]'''<br />
<br />
'''[[GÓMEZ LOZA, Miguel]]'''<br />
<br />
'''[[GONÇALVES DE OLIVEIRA, Vital Maria]]'''<br />
<br />
'''[[GONZAGA, Francesco]]'''<br />
<br />
'''[[GONZÁLEZ, Juan]]'''<br />
<br />
'''[[GONZÁLEZ DE MARMOLEJO, Rodrigo]]'''<br />
<br />
'''[[GONZÁLEZ FLORES, Anacleto]]'''<br />
<br />
'''[[GONZÁLEZ OBREGÓN, Luis]]'''<br />
<br />
'''[[GONZÁLEZ VALENCIA, José María]]'''<br />
<br />
'''[[GOTTARDI, José]]''' <br />
<br />
'''[[GRANADO CAPRILES, Francisco Maria del]]'''<br />
<br />
'''[[GREMIO]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; Acontecimiento Guadalupano]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; Antiaparicionismo]]''' <br />
<br />
'''[[GUADALUPE; Antigüedad del culto]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; Añadidos y retoques a la imagen]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; Aprobación implícita]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; Atentado contra la Imagen]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; Bibliografía general]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; Descubrimientos arqueológicos en Estados Unidos]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; El Acontecimiento Guadalupano e Inculturación]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; el Acontecimiento Guadalupano en la identidad mexicana y los poblanos]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; El problema de los "silencios"]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; El Santuario, su Culto y la Plaza Mariana]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE;en la independencia de México]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; Fuentes españolas]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; Fuentes indígenas]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; fuentes mestizas o indo-hispanas]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; Informaciones jurídicas de 1666]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; Informe sobre aspectos de conservación y restauración de la imagen original]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; La hipótesis de imágenes en sus ojos]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; La Virgen María y Juan Diego.]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; Misterio de los ojos en la pintura]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; Pretensiones de los Jerónimos de Extremadura]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; Raíz del mundo católico iberoamericano]]'''<br />
<br />
'''[[GUADALUPE; Relaciones de Felipe II con la ermita]]'''<br />
<br />
'''[[GUATEMALA; Afrodescendientes]]'''<br />
<br />
'''[[GUERRA SANTA DO CONTESTADO]]'''<br />
<br />
'''[[GUERRERO, Gonzalo]]'''<br />
<br />
'''[[GUZMÁN LECAROZ, Joseph Francisco Xavier Miguel ]]'''<br />
<br />
'''[[GUANAJUATO; Arte Virreinal]]'''<br />
<br />
'''[[GUIZAR Y VALENCIA, San Rafael]]'''<br />
<br />
=== H ===<br />
<br />
'''[[HABSBURGO, Maximiliano de]]'''<br />
<br />
'''[[HAITÍ - REPÚBLICA DOMINICANA; Afrodescendientes]]'''<br />
<br />
'''[[HAITÍ; La Revolución Negra]]'''<br />
<br />
'''[[HERRERA RESTREPO, Bernardo]]'''<br />
<br />
'''[[HIDALGO Y COSTILLA GALLAGA, Miguel]]'''<br />
<br />
'''[[HIJAR Y MENDOZA, Martín Alonso ]]'''<br />
<br />
'''[[HISPANIDAD CATÓLICA EN ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA]]'''<br />
<br />
'''[[HISTORIOGRAFÍA ECLESIÁSTICA CHILENA]]'''<br />
<br />
'''[[HONDURAS; Afrodescendientes]]'''<br />
<br />
'''[[HOSPITAL DE CARIDAD]]'''<br />
<br />
'''[[HOSPITAL DEL AMOR DE DIOS]]'''<br />
<br />
'''[[HOSPITALES Y HOSPICIOS DE LA NUEVA ESPAÑA]]'''<br />
<br />
'''[[HUEI TLAMAHUIZOLTICA]]'''<br />
<br />
'''[[HUEJOTZINGO]]'''<br />
<br />
'''[[HURTADO CRUCHAGA, SAN ALBERTO]]'''<br />
<br />
'''[[HUERTA GUTIÉRREZ, Ezequiel y Salvador]]'''<br />
<br />
'''[[HUITZILOPOCHTLI]]'''<br />
<br />
'''[[HUTTEN, Ulrich Von]]'''<br />
<br />
=== I ===<br />
'''[[IBARRA Y GONZÁLEZ, José Ramón]]''' <br />
<br />
'''[[IGLESIA ANTIGUA de los indios en el Tepeyac.]]'''<br />
<br />
'''[[IGLESIA MEXICANA EN EL SIGLO XIX]]'''<br />
<br />
'''[[IGLESIA PARGA, Ramón]]'''<br />
<br />
'''[[IGLESIA Y LIBERARISMO EN LATINOAMERICA]]'''<br />
<br />
'''[[IGLESIA Y ESTADO MEXICANO; relaciones reestrenadas]]'''<br />
<br />
'''[[ILUSTRACIÓN EN PANAMÁ]]'''<br />
<br />
'''[[ILUSTRACIÓN EUROPEA EN AMÉRICA]]'''<br />
<br />
'''[[IMAGINERÍA RELIGIOSA EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[INDEPENDENCIA ARGENTINA; su justa causa y el honor de España]]'''<br />
<br />
'''[[INDEPENDENCIAS DE LA AMÉRICA ESPAÑOLA Y LA SANTA SEDE]]'''<br />
<br />
'''[[INDEPENDENCIAS DE LA AMÉRICA ESPAÑOLA; Situación jurídica de la Iglesia]]'''<br />
<br />
'''[[INDEPENDENCIA DE BRASIL; Una restauración histórica]]'''<br />
<br />
'''[[INDEPENDENCIAS DE LOS PAISES LATINOAMERICANOS; una lectura de conjunto I]]'''<br />
<br />
'''[[INDEPENDENCIAS DE LOS PAISES LATINOAMERICANOS; una lectura de conjunto II]]'''<br />
<br />
'''[[INDEPENDENCIA DE HISPANOAMÉRICA; la guerra y la generación «patriótica»]]'''<br />
<br />
'''[[INDEPENDENCIAS HISPANOAMERICANAS. El caso de México]]'''<br />
<br />
'''[[INDEPENDENCIA DE HISPANOAMÉRICA; sus bases sociales e ideológicas]]'''<br />
<br />
'''[[INDEPENDENCIA DE PANAMÁ EN 1821]]'''<br />
<br />
'''[[INDEPENDENCIA E HISPANIDAD EN ARGENTINA]]'''<br />
<br />
'''[[INDIOS PUEBLO]]'''<br />
<br />
'''[[INQUISICIÓN APOSTÓLICA]]'''<br />
<br />
'''[[INSTITUTOS RELIGIOSOS FUNDADOS EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[INMIGRACIÓN DEL CLERO EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[INMIGRACIÓN EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[INSTITUTO DE MISIONES EXTRANJERAS DE YARUMAL (IMEY)]]'''<br />
<br />
'''[[ISABEL LA CATOLICA; Testamento y Codicilo]] <br />
<br />
'''[[ISASA Y GOYECHEA, Ricardo]] <br />
<br />
'''[[ITURBIDE, Agustín de]]'''<br />
<br />
'''[[ITZCÓATL]]'''<br />
<br />
=== J ===<br />
<br />
'''[[JAMAICA; Afrodescendientes]]'''<br />
<br />
'''[[JANSENISMO NO BRASIL]]'''<br />
<br />
'''[[JEREZ, Francisco de]]'''<br />
<br />
'''[[JESUITAS (Compañia de Jesús)]]'''<br />
<br />
'''[[JUAN DIEGO CUAUHTLATOATZIN]]'''<br />
<br />
'''[[JUAN DIEGO CUAUHTLATOATZIN; Descendientes]]'''<br />
<br />
'''[[JUAN DIEGO CUAUHTLATOATZIN; Procesos de beatificación y de canonización]]'''<br />
<br />
'''[[JUÁREZ GARCÍA, Benito]]'''<br />
<br />
'''[[JUDÍOS EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[JUNGUITO, Francisco Javier]]'''<br />
<br />
'''[[JUNTA APOSTÓLICA DE 1524; Catequesis y sacramentos]]'''<br />
<br />
'''[[JUNTA APOSTÓLICA DE 1526]]'''<br />
<br />
'''[[JUNTA ECLESIÁSTICA MEXICANA DE 1546]]'''<br />
<br />
=== K ===<br />
<br />
'''[[KINO, Eusebio Francisco]]'''<br />
<br />
'''[[KUBLER, George Alexander ]]'''<br />
<br />
'''[[KUNA YALA; Misiones jesuitas]]'''<br />
<br />
=== L ===<br />
<br />
'''[[LABASTIDA Y DÁVALOS, Pelagio Antonio]]'''<br />
<br />
'''[[LADRÓN DE GUEVARA Y CALDERÓN, Diego]]'''<br />
<br />
'''[[LA CAJA OBRERA; Banco Uruguayo]]'''<br />
<br />
'''[[LACUNZA Y DÍAZ, Manuel]]'''<br />
<br />
'''[[LA GAZETA DE MÉXICO]]'''<br />
<br />
'''[[LAICIDAD EN URUGUAY ]]'''<br />
<br />
'''[[LAICISMO en chile]]'''<br />
<br />
'''[[LAICOS EN LA PRIMERA EVANGELIZACIÓN]]'''<br />
<br />
'''[[LAMAS, José Benito]]'''<br />
<br />
'''[[LARRAÍN ERRÁZURIZ, Manuel]]'''<br />
<br />
'''[[LARRAÑAGA, Dámaso Antonio]]'''<br />
<br />
'''[[LARROBLA, Juan Francisco]]'''<br />
<br />
'''[[LAS CASAS, Fray Bartolomé de]]'''<br />
<br />
'''[[LAS CASAS, Fray Bartolomé de; ¿Anti-negro?]]'''<br />
<br />
'''[[LEDESMA, Bartolomé de]]'''<br />
<br />
'''[[LENGUAS, Luis Pedro]]'''<br />
<br />
'''[[LEÓN CALDERÓN, Nicolás]]'''<br />
<br />
'''[[LEVINUS APOLLONIUS]]'''<br />
<br />
'''[[LEYES DE INDIAS; Resumen del compendio]]'''<br />
<br />
'''[[LIBERALES Y CONSERVADORES; Su posición frente a la Iglesia en México]]'''<br />
<br />
'''[[LIBERALISMO EN URUGUAY]]''' <br />
<br />
'''[[LIBERALISMO MEXICANO; Breve síntesis de un camino constitucional]]'''<br />
<br />
'''[[LIBERALISMO MEXICANO; De la revolución social a la revolución constitucional]]'''<br />
<br />
'''[[LIBERALISMO MEXICANO; La respuesta de la Iglesia a la Constitución de 1917]]'''<br />
<br />
'''[[LICEO de Estudios Universitarios (LEU)]]'''<br />
<br />
'''[[LIRA PÉREZ, Osvaldo]]'''<br />
<br />
'''[[LIRIO DE PUEBLA]]'''<br />
<br />
'''[[LITERATURA BRASILEÑA]]'''<br />
<br />
'''[[LITERATURA DEL BARROCO EN IBEROAMÉRICA]]'''<br />
<br />
'''[[LITERATURA EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[LIZÁRRAGA, Reginaldo de]]'''<br />
<br />
'''[[LÓPEZ DE GÓMARA, Francisco]]'''<br />
<br />
'''[[LÓPEZ DE HERRERA, Fray Alonso ]]'''<br />
<br />
'''[[LÓPEZ DE SANTA ANNA, Antonio]]'''<br />
<br />
'''[[LÓPEZ, Gregorio]]'''<br />
<br />
'''[[LOS ANDES, Santa Teresa de Jesús de]]'''<br />
<br />
'''[[LUMNIUS, Ioannes Fredericus]]'''<br />
<br />
=== M ===<br />
<br />
'''[[MAÇONARIA E IGREJA NO BRASIL]]'''<br />
<br />
'''[[MAGALLANES JARA, San Cristóbal]]'''<br />
<br />
'''[[MAGAÑA SERVÍN, Luis ]]'''<br />
<br />
'''[[MAJOR JOHN]]'''<br />
<br />
'''[[MAÍZTEGUI Y BESOITAITURRIA, Juan José]]'''<br />
<br />
'''[[MALDONADO MELÉNDEZ, San Pedro]]'''<br />
<br />
'''[[MALINCHE; Tenépatl (Doña Marina)]]'''<br />
<br />
'''[[MANRÍQUEZ Y ZÁRATE, José de Jesús]]'''<br />
<br />
'''[[MAPAS DEL NUEVO MUNDO]]'''<br />
<br />
'''[[MAPUCHES EN EL TIEMPO Y EN EL ESPACIO]]'''<br />
<br />
'''[[MARCHETTI JOSÉ (I). Sua vida no contexto do Brasil]]'''<br />
<br />
'''[[MARCHETTI JOSÉ. (II) contribuições para o pobre, o órfão, a viuva]]'''<br />
<br />
'''[[MARGIL DE JESÚS, Fray Antonio]]'''<br />
<br />
'''[[MARTÍN, Juana]]'''<br />
<br />
'''[[MÁRTIR DE ANGLERÍA, Pedro]]'''<br />
<br />
'''[[MÁRTIRES COLOMBIANOS DE LA ORDEN HOSPITALARIA]]'''<br />
<br />
'''[[MÁRTIRES DE SAHUAYO]]'''<br />
<br />
'''[[MÁRTIRES DE SAN JOAQUÍN]]'''<br />
<br />
'''[[MÁRTIRES MEXICANOS DE LA FE CATÓLICA]]'''<br />
<br />
'''[[MÁRTIRES MEXICANOS EN JAPÓN (1597, 1627 Y 1632)]]'''<br />
<br />
'''[[MARTIRIO Cristiano]]'''<br />
<br />
'''[[MARTIROLOGIO MEXICANO ( 1914- 1940)]]'''<br />
<br />
'''[[MASONERÍA EN URUGUAY]]''' <br />
<br />
'''[[MATRIMONIO EN CHILE]]'''<br />
<br />
'''[[MEDELLÍN; Arquidiócesis de]]'''<br />
<br />
'''[[MEDELLÍN, Diego De]]'''<br />
<br />
'''[[MEDINA, Pedro de]]'''<br />
<br />
'''[[MEERMAN Arnould OFM]]'''<br />
<br />
'''[[MELO D. ANTÔNIO JOAQUIM DE]]'''<br />
<br />
'''[[MÉNDEZ MONTOYA, San Jesús]]'''<br />
<br />
'''[[MENDIETA, Fray Gerónimo de]]'''<br />
<br />
'''[[MENDOZA Y PACHECO, Antonio de]]'''<br />
<br />
'''[[MENTALIDADES CULTURALES EN EUROPA; en la vigilia de 1492]]'''<br />
<br />
'''[[MERCATOR, Gerard]]'''<br />
<br />
'''[[MERCEDARIOS EN LA EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA]]'''<br />
<br />
'''[[MERCURIO VOLANTE]]'''<br />
<br />
'''[[MESTIZOS HISPANOAMERICANOS; Destinatarios del Evangelio]]'''<br />
<br />
'''[[MEXICANIDAD; Aporte cristiano-católico a su formación]]''' <br />
<br />
'''[[MÉXICO: Afrodescendientes]]'''<br />
<br />
'''[[MÉXICO; Constitución de 1917; artículos antirreligiosos.]]'''<br />
<br />
'''[[MÉXICO; Educación desde la Revolución de 1910]]'''<br />
<br />
'''[[MÉXICO. Evangelización]]'''<br />
<br />
'''[[MÉXICO. Planes Políticos en los siglos XIX y XX]]'''<br />
<br />
'''[[MÉXICO. Partido Católico Nacional.]]'''<br />
<br />
'''[[MEXICO PREHISPÁNICO; Su cosmovisión ante a la Evangelización]]''' <br />
<br />
'''[[MÉXICO. Reforma, Guerra y Leyes de]]'''<br />
<br />
'''[[MÉXICO; Universidades y Colegios Mayores]]'''<br />
<br />
'''[[MINA, Francisco Javier]]'''<br />
<br />
'''[[MIRAMÓN TARELO, Miguel]]'''<br />
<br />
'''[[MISIONES RURALES en Uruguay]]'''<br />
<br />
'''[[MISIONES jesuíticas en Paraguay y Río de la Plata s. XVII y XVIII]]'''<br />
<br />
'''[[MISIONES DE FRONTERA]]'''<br />
<br />
'''[[MISIONEROS Y LENGUAS EN HISPANOAMÉRICA]]'''<br />
<br />
'''[[MÍSTICA IBEROAMERICANA]]'''<br />
<br />
'''[[MOCTEZUMA XOCOYOTZIN]]'''<br />
<br />
'''[[MODUS VIVENDI en México (1929-1992)]]'''<br />
<br />
'''[[MOLINA, Juan Ignacio]]'''<br />
<br />
'''[[MONARDES, Nicolás]]'''<br />
<br />
'''[[MONCAYO GARCÍA, José Pablo]]'''<br />
<br />
'''[[MOGROVEJO Y ROBLEDO, Toribio Alfonso de]]'''<br />
<br />
'''[[MONJAS, MUJERES y Conventos en el Nuevo Mundo]]'''<br />
<br />
'''[[MONTOYA UPEGUI, Santa Laura]]'''<br />
<br />
'''[[MONTÚFAR, Alonso de]]'''<br />
<br />
'''[[MONUMENTA CARTOGRÁFICA VATICANA]]'''<br />
<br />
'''[[MORA Y DE LA MORA, San Miguel de la]]'''<br />
<br />
'''[[MORELIA; Arte Virreinal]]'''<br />
<br />
'''[[MORELOS Y PAVÓN, José María]]'''<br />
<br />
'''[[MORISCOS]]'''<br />
<br />
'''[[MORIN, Bernarda]]'''<br />
<br />
'''[[MOSQUERA Y ARBOLEDA, Manuel José]]'''<br />
<br />
'''[[MOYA DE CONTRERAS, Pedro]]'''<br />
<br />
'''[[MOYA Y VALENZUELA, Juan Bautista]]'''<br />
<br />
'''[[MOVIMIENTOS ECLESIALES; Carismas y Misión]]'''<br />
<br />
'''[[MOZÁRABE]]'''<br />
<br />
'''[[MUDÉJARES]]'''<br />
<br />
'''[[MUJER en Uruguay]]'''<br />
<br />
'''[[MUNGUÍA Y NÚÑEZ, Clemente de Jesús]]'''<br />
<br />
'''[[MUÑOZ CAMARGO, Diego]]'''<br />
<br />
'''[[MUÑOZ, Juan Bautista]]'''<br />
<br />
'''[[MÜNSTER, Sebastian]]'''<br />
<br />
'''[[MURIEL Domingo]]'''<br />
<br />
'''[[MÚSICA en Chile]]'''<br />
<br />
'''[[MÚSICA PREHISPÁNICA]]'''<br />
<br />
=== N ===<br />
<br />
'''[[NAVARRETE GUERRERO, Julia]]'''<br />
<br />
'''[[NERVO, Amado]]'''<br />
<br />
'''[[NEZAHUALCÓYOTL]]'''<br />
<br />
'''[[NICARAGUA; Concordato de 1861]]'''<br />
<br />
'''[[NICARAGUA; Afrodescendientes]]'''<br />
<br />
'''[[NIÑOS MÁRTIRES DE TLAXCALA]]'''<br />
<br />
'''[[NOCHE TRISTE]]'''<br />
<br />
'''[[NOVVS ORBIS REGIONVM AC INSVLARVM]]'''<br />
<br />
'''[[NUEVA ESPAÑA; Virreinato de la]]'''<br />
<br />
'''[[NÚÑEZ DE HARO Y PERALTA, Alonso]]'''<br />
<br />
=== O ===<br />
<br />
<br />
'''[[OCOTLÁN, Nuestra señora de]]'''<br />
<br />
'''[[O´GORMAN, Edmundo]]'''<br />
<br />
'''[[OLMOS, Fray Andrés de]]'''<br />
<br />
'''[[OÑA, Pedro de]]'''<br />
<br />
'''[[ÓRGANOS de la Catedral de México]]'''<br />
<br />
'''[[ORONA MADRIGAL, San Justino]]'''<br />
<br />
'''[[OROZCO Y JIMÉNEZ, Francisco]]'''<br />
<br />
'''[[OVALLE, Alonso De]]'''<br />
<br />
=== P ===<br />
<br />
'''[[PADROADO PORTUGUÉS]]'''<br />
<br />
'''[[PALAFOX Y MENDOZA, Juan de]]'''<br />
<br />
'''[[PALOMAR Y VIZCARRA, Miguel]]'''<br />
<br />
'''[[PANAMÁ; Advocaciones y devoción mariana]]'''<br />
<br />
'''[[PANAMÁ; Afrodescendientes]]'''<br />
<br />
'''[[PANAMÁ; Algunas manifestaciones musicales del folklore]]'''<br />
<br />
'''[[PANAMÁ; Breve panorama sobre su música]]'''<br />
<br />
'''[[PANAMÁ; Catecismos empleados]]'''<br />
<br />
'''[[PANAMÁ; COFRADÍAS EN LA COLONIA]]'''<br />
<br />
'''[[PANAMÁ; Diócesis de David]]'''<br />
<br />
'''[[PANAMÁ; Diócesis de Santiago de Veraguas]]'''<br />
<br />
'''[[PANAMÁ; Educación católica]]'''<br />
<br />
'''[[PANAMA; El Canal]]'''<br />
<br />
'''[[PANAMÁ; Episcopologio]]'''<br />
<br />
'''[[PANAMÁ; Historia de la Teología]]'''<br />
<br />
'''[[PANAMÁ; Histografía eclesiástica]]'''<br />
<br />
'''[[PANAMÁ; Impacto de la cultura francesa]]'''<br />
<br />
'''[[PANAMÁ; Medios de comunicación social]]'''<br />
<br />
'''[[PANAMÁ; Prensa Católica]]'''<br />
<br />
'''[[PANAMÁ; Pintura, Escultura y Grabado]]'''<br />
<br />
'''[[PANAMÁ; Secesión de Colombia]]'''<br />
<br />
'''[[PANAMÁ; Vicariato de Darién]]'''<br />
<br />
'''[[PANÉ,Ramón]]'''<br />
<br />
'''[[PAPAS DEL SIGLO XX Y AMÉRICA LATINA]]'''<br />
<br />
'''[[PARAGUAY; Protomártires de las reducciones]]'''<br />
<br />
'''[[PARDO DE ANDRADE Y FIGUEROA, Sancho]]'''<br />
<br />
'''[[PARTELI, Carlos]]'''<br />
<br />
'''[[PASTORAL INDÍGENA; pasado y presente]]'''<br />
<br />
'''[[PATRONATO REAL]]'''<br />
<br />
'''[[PÁTZCUARO; Arte Virreinal]]'''<br />
<br />
'''[[PAÚL, José Telésforo]]'''<br />
<br />
'''[[PAYNO, Manuel]]'''<br />
<br />
'''[[PEÑAFIEL BARRANCO, Antonio]]'''<br />
<br />
'''[[PERAMÁS JOSÉ MANUEL]]'''<br />
<br />
'''[[PERDOMO BORRERO, Ismael]]'''<br />
<br />
'''[[PEREGRINACIONES AL TEPEYAC]]'''<br />
<br />
'''[[PEREYRA, Gómez Carlos ]]'''<br />
<br />
'''[[PÉREZ CASTELLANO, José Manuel]]'''<br />
<br />
'''[[PÉREZ MARTÍNEZ ANTONIO JOAQUÍN]]''' <br />
<br />
'''[[PERIODISMO CATÓLICO EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[PERSECUSIÓN JURÍDICA EN MÉXICO]]'''<br />
<br />
'''[[PERSECUCIÓN Y MARTIRIO EN TABASCO]]'''<br />
<br />
'''[[PERSECUCIONES EN AMÉRICA LATINA; El caso ecuatoriano]]'''<br />
<br />
'''[[PERSECUCIONES Y MARTIRIOS EN EL SIGLO XX]]'''<br />
<br />
'''[[PERÚ; Afrodescendientes]]'''<br />
<br />
'''[[PERÚ; Comienzos de la evangelización]]'''<br />
<br />
'''[[PERÚ; El debate teológico jurídico misional sobre la conquista]]'''<br />
<br />
'''[[PERÚ; Los religiosos en los siglos XIX y XX]]''' <br />
<br />
'''[[PERÚ; Misiones y doctrinas]]'''<br />
<br />
'''[[PERÚ; Protectoría eclesiástica de los indios]]'''<br />
<br />
'''[[PERÚ; Virreyes y episcopado y el tercer Concilio Limense]]'''<br />
<br />
'''[[PIZARRO, Francisco]]'''<br />
<br />
'''[[POBLACION EN EL NUEVO MUNDO; Cálculos muy variados y discutidos]]'''<br />
<br />
'''[[POESÍA DEL SIGLO XX EN IBEROAMÉRICA]]'''<br />
<br />
'''[[POLÍTICA y RELIGIÓN en los proyectos insurgentes y realistas de la independencia de Nueva España]]'''<br />
<br />
'''[[POMAR, Juan Bautista]]'''<br />
<br />
'''[[POMBALISMO]]'''<br />
<br />
'''[[PONCE, Fray Alonso]]''' <br />
<br />
'''[[PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA]]'''<br />
<br />
'''[[POPAYÁN; Arquidiócesis de]]'''<br />
<br />
'''[[PORFIRISMO]]'''<br />
<br />
'''[[POSITIVISMO EN IBEROAMÉRICA]]'''<br />
<br />
'''[[POSITIVISMO EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[POSSEVINO, Antonio SJ]]'''<br />
<br />
'''[[PREDICACIÓN DE LAS BULAS; directrices de la Junta eclesiástica de 1546]]'''<br />
<br />
'''[[PRENSA Y EDUCACIÓN EN EL MÉXICO DE CARLOS III]]'''<br />
<br />
'''[[PRIMERA FUNDACIÓN DIOCESANA Y CIVIL EN TIERRA FIRME]]'''<br />
<br />
'''[[PRO, Miguel Agustín]]'''<br />
<br />
'''[[PUEBLA DE LOS ÁNGELES; Arte Virreinal]]'''<br />
<br />
'''[[PUEBLA DE LOS ÁNGELES; Ciudad ]]'''<br />
<br />
'''[[PUEBLA, «LA ATENAS DE AMÉRICA»]]'''<br />
<br />
'''[[PUEBLA; Presencia de las órdenes religiosas]]'''<br />
<br />
'''[[PUEBLA; Tercera Conferencia del CELAM (1979)]]'''<br />
<br />
'''[[PUEBLA; su desarrollo durante el Virreinato]]'''<br />
<br />
'''[[PUEBLA; su gobierno durante el Virreinato (1531-1821)]]'''<br />
<br />
'''[[PUEBLA VIRREINAL; Fiscalías y cofradías de indios]]'''<br />
<br />
'''[[PUEBLA VIRREINAL; La República de Indios]]'''<br />
<br />
'''[[PUERTO RICO; Afrodescendientes]]'''<br />
<br />
=== Q ===<br />
<br />
'''[[QUERÉTARO, Arte Virreinal]]'''<br />
<br />
'''[[QUETZALCÓATL]]'''<br />
<br />
'''[[QUINTO SOL (La cosmogonía azteca)]]'''<br />
<br />
'''[[QUIROGA, Vasco de]]'''<br />
<br />
=== R ===<br />
<br />
'''[[RACIONALISMO ESPIRITUALISTA EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[RADIO DIFUSORA JACKSON]]'''<br />
<br />
'''[[RAMIREZ ÁLVAREZ, José Fernando]]'''<br />
<br />
'''[[RAMÍREZ, Fray Juan]]'''<br />
<br />
'''[[RAMOS ARIZPE, José Miguel]]'''<br />
<br />
'''[[RAMUSIO, Giambattista]]'''<br />
<br />
'''[[RAUW, Johann]]'''<br />
<br />
'''[[REDUCCIONES DE LOS INDIOS; directrices de la Junta eclesiástica de 1546]]'''<br />
<br />
'''[[REESTRUTURAÇÃO ECLESIAL NA REPÚBLICA VELHA]]'''<br />
<br />
'''[[RELIGIÓN EN LOS ESCRITORES DE INDIAS]]'''<br />
<br />
'''[[REFORMAS DE CARLOS III PARA AMÉRICA]]'''<br />
<br />
'''[[RERUM NOVARUM; Una encíclica profética]]'''<br />
<br />
'''[[REYES OCHOA, Alfonso]]'''<br />
<br />
'''[[REYES SALAZAR, San Sabás]]'''<br />
<br />
'''[[REGALISMO BRASILEIRO]]'''<br />
<br />
'''[[REGULES, Dardo]]'''<br />
<br />
'''[[RELIGIONES AFROAMERICANAS]]'''<br />
<br />
'''[[RELIGIOSIDAD POPULAR]]'''<br />
<br />
'''[[REPISO MARTÍNEZ DE ORBE, Antonio ]]'''<br />
<br />
'''[[REVOLUÇÃO DOS PADRES]]'''<br />
<br />
'''[[REVUELTAS SÁNCHEZ, Silvestre]]'''<br />
<br />
'''[[RÍO DE LA PLATA; Su mundo cultural, económico y político]]'''<br />
<br />
'''[[RIVA PALACIO, Guerrero Vicente]]'''<br />
<br />
'''[[ROBLES HURTADO, San José María]]'''<br />
<br />
'''[[RODRIGUEZ DE VALDERAS, Fray Gaspar]]'''<br />
<br />
'''[[ROJAS Y ARRIETA, Guillermo]]'''<br />
<br />
'''[[ROMANO, Diego]]'''<br />
<br />
'''[[ROMERO, Luis Francisco ]]'''<br />
<br />
'''[[ROMERO DE TERREROS, Manuel]]'''<br />
<br />
'''[[ROMO GONZÁLEZ, Santo Toribio]]'''<br />
<br />
'''[[ROSAS, Juventino]]'''<br />
<br />
'''[[ROSS EDWARDS, Juana]]'''<br />
<br />
'''[[RUIZ DE ALARCÓN Y MENDOZA, Juan]]'''<br />
<br />
'''[[RUIZ Y FLORES, Leopoldo]]'''<br />
<br />
'''[[RULFO, Juan]]'''<br />
<br />
'''[[RUSCELLI, Girolamo]]'''<br />
<br />
=== S ===<br />
<br />
'''[[SAHAGÚN, Bernardino de Fray]]'''<br />
<br />
'''[[SALAS, Antonia]]'''<br />
<br />
'''[[SALAMANCA EN IBEROAMÉRICA]]'''<br />
<br />
'''[[SÁNCHEZ DE TAGLE VARELA, Francisco Manuel]]'''<br />
<br />
'''[[SÁNCHEZ DELGADILLO, San Jenaro]]'''<br />
<br />
'''[[SANCHEZ DEL RÍO, José]]'''<br />
<br />
'''[[SÁNCHEZ SANTOS Trinidad]]'''<br />
<br />
'''[[SAN ALBERTO JOSÉ ANTONIO DE]]'''<br />
<br />
'''[[SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS]]'''<br />
<br />
'''[[SAN FELIPE Y SANTIAGO DE MONTEVIDEO]]'''<br />
<br />
'''[[SAN JUAN DE ULÚA. Castillo-Fortaleza]]'''<br />
<br />
'''[[SAN LUIS POTOSÍ; Arte Virreinal]]'''<br />
<br />
'''[[SAN MIGUEL DE ALLENDE; Arte Virreinal]]'''<br />
<br />
'''[[SANTUARIO NACIONAL DE LA GRUTA DE LOURDES]]'''<br />
<br />
'''[[SANTUARIO NACIONAL DE LA VIRGEN DEL VERDÚN]]'''<br />
<br />
'''[[SANTUARIO POPULAR DE SAN CONO]]'''<br />
<br />
'''[[SANTUARIO URUGUAYO-ARGENTINO EN TIERRA SANTA]]'''<br />
<br />
'''[[SANTUARIOS EN CHILE]]'''<br />
<br />
'''[[SANTUARIOS EN PANAMÁ]]'''<br />
<br />
'''[[SARMIENTO DE HOJACASTRO, Martín]]'''<br />
<br />
'''[[SECCO ILLA, Joaquín]]'''<br />
<br />
'''[[SECULARIZACIÓN; Proceso en Uruguay]]'''<br />
<br />
'''[[SEGUNDO IMPÉRIO DO BRASIL; A QUESTÃO RELIGIOSA]]'''<br />
<br />
'''[[SEGUNDO IMPERIO MEXICANO]]'''<br />
<br />
'''[[SEMINARIO MAYOR INTERDIOCESANO DE CRISTO REY]]'''<br />
<br />
'''[[SEPARACIÓN DE LA IGLESIA Y EL ESTADO EN URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[SERMONES GUADALUPANOS en la formación de la identidad mexicana]]'''<br />
<br />
'''[[SERRA, Fray Junípero]]''' <br />
<br />
'''[[SETE POVOS DAS MISSÕES]]'''<br />
<br />
'''[[SIERRA MÉNDEZ, Justo ]]'''<br />
<br />
'''[[SIGÜENZA Y GÓNGORA, Carlos]]'''<br />
<br />
'''[[SILVA CHÁVEZ, Fidel]]'''<br />
<br />
'''[[SILVANO, Bernardo]]'''<br />
<br />
'''[[SINCRETISMO AFRO-BRASILEIRO]]'''<br />
<br />
'''[[SOCIEDAD MEXICANA DE HISTORIA ECLESIÁSTICA]]'''<br />
<br />
'''[[SOCIEDADES FILARMÓNICAS EN MÉXICO]]'''<br />
<br />
'''[[SOTO, Domingo de]]'''<br />
<br />
'''[[SOTO, Fray Francisco de]]''' <br />
<br />
'''[[SPAGNOLI, Battista]]'''<br />
<br />
'''[[SUÁREZ, Sor Úrsula ]]'''<br />
<br />
=== T ===<br />
<br />
'''[[TAMEMES; Leyes sobre su oficio]]'''<br />
<br />
'''[[TAPIA, Andrés de]]'''<br />
<br />
'''[[TAPIA, Gonzalo de]]'''<br />
<br />
'''[[TELPOCHCALLI]]'''<br />
<br />
'''[[TENOCHTITLAN; Capital del pueblo Azteca]]'''<br />
<br />
'''[[TEOLOGÍA EN CHILE]]'''<br />
<br />
'''[[TEOTIHUACÁN]]'''<br />
<br />
'''[[TEPEACA]]'''<br />
<br />
'''[[TEPEYAC]]'''<br />
<br />
'''[[TERESA DE MIER Y NORIEGA, Servando]]'''<br />
<br />
'''[[TEJEDA Y GUZMÁN Luis De]]'''<br />
<br />
'''[[TEXAS]]'''<br />
<br />
'''[[TEXCOCO]]'''<br />
<br />
'''[[TEZCATLIPOCA; Deidad azteca]]'''<br />
<br />
'''[[THEVET, Andre de]]'''<br />
<br />
'''[[TILMA GUADALUPANA]]'''<br />
<br />
'''[[TLAXCALTECAS]]'''<br />
<br />
'''[[TOLTECAS]]'''<br />
<br />
'''[[TONÁNTZIN (Cihuacóatl o Centeótl) ]]'''<br />
<br />
'''[[TORQUEMADA, Fray Juan de]]'''<br />
<br />
'''[[TOTONACAS]]'''<br />
<br />
'''[[TOUSSAINT Y RITTER, Manuel]]'''<br />
<br />
'''[[TRADICIÓN Y MODERNIDAD; El laboratorio y la biblioteca ]]'''<br />
<br />
'''[[TRADICIÓN Y MODERNIDAD; los Colegios Jesuitas del S. XIX]]''' <br />
<br />
'''[[TRANSMISIÓN DE LA FE EN EL NUEVO MUNDO I]]''' <br />
<br />
'''[[TRANSMISIÓN DE LA FE EN EL NUEVO MUNDO II]]''' <br />
<br />
'''[[TRATADO DE ALCAZOVAS-TOLEDO ]]'''<br />
<br />
'''[[TULPETLAC]]'''<br />
<br />
=== U ===<br />
<br />
'''[[UBIARCO ROBLES, San Tranquilino]]'''<br />
<br />
'''[[ULTRAMONTANISMO EN CHILE]]'''<br />
<br />
'''[[UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL URUGUAY]]''' <br />
<br />
'''[[UNIVERSIDAD DE CÓRDOBA]]'''<br />
<br />
'''[[UNIVERSIDAD DE MÉXICO REAL Y PONTIFICIA]]'''<br />
<br />
'''[[UNIVERSIDAD EN CRISIS Y EL POSITIVISMO EN ARGENTINA]]'''<br />
<br />
'''[[UNIVERSIDADES HISPANOAMERICANAS]]'''<br />
<br />
'''[[UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA]]'''<br />
<br />
'''[[UPPSALA; Mapa de]]'''<br />
<br />
'''[[URIBE VELASCO, San David]]'''<br />
<br />
'''[[URUGUAY; Afrodescendientes]]'''<br />
<br />
'''[[URUGUAY; Decreto Ley de Educación Común]]'''<br />
<br />
'''[[URUGUAY; el Clero secular]]'''<br />
<br />
'''[[URUGUAY; Episcopologio]]'''<br />
<br />
'''[[URUGUAY; Ley de supresión de la Enseñanza y Práctica Religiosa]]'''<br />
<br />
'''[[URUGUAY; Los “curas constituyentes”]]'''<br />
<br />
'''[[URUGUAY; Fisonomía antropológica, cultural, religiosa, eclesial, y política]]'''<br />
<br />
'''[[URUGUAY; Música folklórica]]'''<br />
<br />
'''[[URUGUAY; Música sacra]]'''<br />
<br />
'''[[URUGUAY; Oratorios rurales]]'''<br />
<br />
'''[[URUGUAY; Piedad popular]]'''<br />
<br />
'''[[URUGUAY; Primera Biblioteca Pública]]'''<br />
<br />
'''[[URUGUAY; Primeras corrientes evangelizadoras]]'''<br />
<br />
'''[[URUGUAY; Protestantismo]]'''<br />
<br />
'''[[URUGUAY; Rebeliones indígenas]]'''<br />
<br />
'''[[URUGUAY; Santoral]]'''<br />
<br />
=== V ===<br />
<br />
'''[[VAÏSSE, Emilio (Omer Emeth)]]'''<br />
<br />
'''[[VALADÉS, Fray Diego de]]'''<br />
<br />
'''[[VALDÉS OSSA, Elisa ]]'''<br />
<br />
'''[[VALDIVIA, Luis de]]'''<br />
<br />
'''[[VALDIVIESO, Rafael Valentín]]'''<br />
<br />
'''[[VALENCIA, Fray Martín de]]''' <br />
<br />
'''[[VALERIANO, Antonio]]'''<br />
<br />
'''[[VALVERDE TÉLLEZ, Emeterio]]'''<br />
<br />
'''[[VAN UFFELDRE DE SANTO TOMÁS, Fray Adrián]]'''<br />
<br />
'''[[VARELA Félix; Vida y Obra]]'''<br />
<br />
'''[[VARELA Félix; Proceso de beatificación; Parte 1]]'''<br />
<br />
'''[[VARELA Félix; Proceso de beatificación; Parte 2]]'''<br />
<br />
'''[[VARELA, José Pedro]]''' <br />
<br />
'''[[VARGAS GONZÁLEZ, Jorge y Ramón]]'''<br />
<br />
'''[[VASCO DE PUGA]]'''<br />
<br />
'''[[VASCONCELOS CALDERÓN, José]]'''<br />
<br />
'''[[VELASCO Y RUIZ DE ALARCÓN, Luis de]]'''<br />
<br />
'''[[VENEZUELA; Afrodescendientes]]'''<br />
<br />
'''[[VERA Y DURÁN, Jacinto]]'''<br />
<br />
'''[[VERSTEGEN (Richard Rowlands)]]'''<br />
<br />
'''[[VELAZQUEZ RODRÍGUEZ, Primo Feliciano]]'''<br />
<br />
'''[[VEGA ANDRES DE]]'''<br />
<br />
'''[[VERACRUZ, Fray Alonso de la]]'''<br />
<br />
'''[[VIAJES DE JUAN PABLO II A MÉXICO]]''' <br />
<br />
'''[[VIAJES DE JUAN PABLO II A URUGUAY]]''' <br />
<br />
'''[[VICARIATO APOSTÓLICO DEL URUGUAY]]'''<br />
<br />
'''[[VICUÑA LARRAÍN, Manuel ]]'''<br />
<br />
'''[[VILASECA AGUILERA, José María]]'''<br />
<br />
'''[[VILLAGRÁ, Gaspar de]]'''<br />
<br />
'''[[VILLALPANDO, Cristóbal de]]'''<br />
<br />
'''[[VILLANUEVA, Tomás de, O.S.A]]'''<br />
<br />
'''[[VILLARROEL, Gaspar de]]'''<br />
<br />
'''[[VIRGEN DE LOS TREINTA Y TRES]]'''<br />
<br />
'''[[VIRUELA]]'''<br />
<br />
'''[[VITORIA, Francisco De]]'''<br />
<br />
'''[[VIVES SOLAR, Fernando ]]'''<br />
<br />
'''[[VUDÚ]]'''<br />
<br />
=== W ===<br />
<br />
'''[[WAST, Hugo]]'''<br />
<br />
=== X ===<br />
<br />
'''[[XALAMBRÍ, Arturo Estanislao]]'''<br />
<br />
'''[[XOCHIMILCO]]'''<br />
<br />
=== Y ===<br />
<br />
'''[[YÉREGUI, Inocencio María]]'''<br />
<br />
'''[[YERMO Y PARRES, San Jóse María de]]'''<br />
<br />
'''[[YUCATÁN EN EL TIEMPO. Enciclopedia]]'''<br />
<br />
=== Z ===<br />
<br />
'''[[ZAPATA SALAZAR, Emiliano]]'''<br />
<br />
'''[[ZÁRATE, Agustín de]]'''<br />
<br />
'''[[ZARCO, Francisco.]]'''<br />
<br />
'''[[ZAVALA SÁENZ, Lorenzo de]]'''<br />
<br />
'''[[ZORITA, Alonso de]]'''<br />
<br />
'''[[ZORRILLA DE SAN MARTÍN, Juan]]'''<br />
<br />
'''[[ZUMÁRRAGA, Fray Juan de]]'''</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=RELIGIOSIDAD_POPULAR&diff=235519RELIGIOSIDAD POPULAR2016-09-02T17:36:34Z<p>MGARCIA: /* Bibliografía */</p>
<hr />
<div>'''RELIGIOSIDAD POPULAR; sus manifestaciones artísticas<br />
'''<br />
<br />
<br />
Al repasar la historia de la evangelización de América, no puede faltar el capítulo del arte como instrumento de catequesis y, a la vez, como plasmación concreta de la fe cristiana de un pueblo ya evangelizado. <br />
<br />
La unión de religiosidad popular y arte en la primera evangelización fue todo un modelo de mutua fecundación y de resultados portentosos. Ahora, cuando el «continente de la Esperanza» traza las líneas de una nueva evangelización, interesa repasar cómo «funcionó» ese feliz binomio, para volver a juntar dos polos de cuya íntima unión tan fecundos frutos han brotado. <br />
<br />
En el presente trabajo, después de definir los términos de religiosidad popular y arte, hablaremos sobre los mismos en las culturas precolombinas, para detenernos luego en el período de la primera evangelización, sobre todo, en la arquitectura conventual del siglo XVI y en al arte barroco, como dos momentos en que la conjunción de arte y piedad del pueblo latinoamericano alcanzan cotas de extraordinaria fecundidad y belleza. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD POPULAR==<br />
<br />
<br />
Siguiendo el desarrollo histórico de la reflexión hecha en América Latina que desemboca en el «Documento de Puebla», entendemos por «religiosidad popular», «religión del pueblo» o «piedad popular», ''“el conjunto de hondas creencias selladas por Dios, de las actitudes básicas que de esas convicciones derivan y las expresiones que las manifiestan. Se trata de la forma o de la existencia cultural que la religión adopta en un pueblo determinado. La religión del pueblo latinoamericano, en su forma cultural más característica, es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular.” '' <ref>Documento de Puebla, 444</ref><br />
<br />
La religiosidad del pueblo latinoamericano queda formada y plasmada por la obra evangelizador de los misioneros de la primera época, del siglo XVI al XVIII. La religiosidad popular viene a constituir el núcleo común de la cultura y de la identidad del ser latinoamericano, que subsiste pese a la ulterior división en diversas naciones y a verse afectado por desgarramientos en el nivel económico, político y social.<ref>DP, 412 ad sensum. Para un estudio más pormenorizado sobre religiosidad popular en América Latina, ver Christian Johansson Firedmann, Religiosidad popular entre Medellín y Puebla: antecedentes y desarrollo, en Anales de la Facultad de Teología, P. U. Católica de Chile, 1990.</ref><br />
<br />
En la formación de la religiosidad popular de América Latina, como en la formación de su cultura, encontramos tres componentes, el europeo, el indígena y el africano. En la religiosidad hispana'' “marcó su impronta decisiva la religiosidad popular medieval, con un sentido inmediato del poder de Dios, de su Providencia, de la profunda unidad de lo histórico y lo meta-histórico, al punto que muchas veces se esfumaba la consistencia de las causas segundas, naturales. Era un mundo religioso de gran fecundidad expresiva, procesiones, romerías, fiestas ... (Sobresale) la devoción a la Eucaristía, (con procesiones espléndidas) el día del Corpus. Las representaciones de Cristo toman un acento más dramático, centrándose fundamentalmente en la Pasión. La piedad popular, muy trinitaria y mariana, apunta hacia los misterios de la Inmaculada y de la Asunción».''<ref>Juan María Laboa, en el Prólogo a « Las Creencias », de Gran Enciclopedia de España y América, tomo VII, ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1989, p. 8.</ref><br />
<br />
<br />
Por lo que toca al mundo indígena, historiadores y antropólogos están acordes en ver considerar la religión como clave de bóveda de las culturas precolombinas. De la cuna a la tumba, la vida del hombre meso-americano transcurría impregnada de olor a copal sagrado. Era tanta la importancia que tenía la religión para el pueblo azteca -dice el antropólogo Antonio Caso- ''“que podemos decir sin exagerar, que su existencia giraba totalmente alrededor de la religión, y no había un solo acto de la vida pública y privada que no estuviera teñido por el sentimiento religioso. La religión era el factor preponderante, e intervenía como causa hasta en aquellas actividades que nos parecen a nosotros más ajenas al sentimiento religioso, como los deportes, los juegos y la guerra. Regulaba el comercio, la política, la conquista, e intervenía en todos los actos del individuo, desde que nacía hasta que los sacerdotes quemaban su cadáver y enterraban sus cenizas. Era la suprema razón de las acciones individuales y la razón fundamental del Estado.” ''<ref>Antonio Caso, El Pueblo del Sol, FCE, México.</ref><br />
<br />
<br />
La religión africana va a dejar su huella no sólo en las grandes formas sincréticas del Vudú, en las Antillas Mayores, y de la Macumba, del Xangó, Candomblé, Nagó y en las formas espiritistas de la Umbanda, en Brasil; sino también en las formas folclóricas, como asociaciones de Santería, de Candomblé, escalas de baile, ritos y cultos de difuntos, hasta crear, sobre todo en Brasil, una religiosidad en la que tanto el espíritu como cada uno de los sentidos piden su parte, dando al culto ritmo, canto, dinamismo, colorido, y participación masiva.<br />
<br />
<br />
==ARTE==<br />
<br />
Damos como evidente el concepto de arte en su perspectiva ontológica, como representación sensible de lo bello. Lo bello, a su vez, lo definimos, con Santo Tomás:'' «Pulchrum dicitur id cuius ipsa aprehensio placet»: «se dice hermoso aquello cuya simple percepción agrada».''<ref>Summa Theologica I-n, q. 27, a. 1, ad 3. 6 DP, n. 454.</ref> <br />
<br />
En esta definición quedan apuntados el elemento subjetivo y el elemento objetivo de la obra bella: el sujeto que contempla y disfruta estéticamente, participa con su in¬teligencia, fantasía y sentimiento en este diálogo con la obra bella. Al preguntarnos por qué un objeto es bello, la respuesta en el orden metafísico, es: «por el esplendor de su forma», por la irradiación armoniosa de las perfecciones de su ser. Aunque de suyo, todo arte genuino es sagrado, pues el objeto bello, al mostrarnos la perfección de su ser, está señalando su participación en la plenitud y belleza del Ser Absoluto, de Dios, sin embargo, cuando aquí hablamos de «arte sacro», nos estamos refiriendo sólo al arte de contenido religioso. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD Y ARTE==<br />
<br />
<br />
Ya estamos en condiciones de relacionar religiosidad y arte. En el mismo Documento de Puebla quedan anotados los diversos puntos de contacto entre ambos: da capacidad (del pueblo) de expresar la fe en un lenguaje total que supera los racionalismos (canto, imágenes, gesto, color, danza); la fe situada en el tiempo (fiestas) y en lugares (santuarios y templos).<ref>DP, n. 454.</ref>«La forma cultural» en que el pueblo latinoamericano vive su religión va indisolublemente unida a sus templos, estatuas y pinturas sagradas.<br />
<br />
<br />
'''A. Religiosidad y arte en las culturas precolombinas''' <br />
<br />
<br />
En las culturas precolombinas arte y religiosidad van de la mano: la religión como manantial de inspiración y contenidos, el arte como símbolo y expresión plástica de lo religioso. Las ciudades meso americanas, que justamente han sido llamadas «ciudades de los dioses», están sembradas de pirámides: de San Lorenzo y Las Ventas, en zona olmeca, al Templo Mayor de Tenochtitlán, pasando por Teotihuacán y Tula, Chichen Itzá o Cobán. La pirámide es edificio de cultos uránicos y, a la vez, obra arquitectónica cuya serena belleza trasparece sea en sus líneas geométricas puras, sea en formas mixtas de pirámide-palacio, como en Palenque, Sachil, Uxmal o El Petén, en zona maya. <br />
<br />
El ánimo se sobrecoge y se llena de estupor ante lo bello y sublime, en la fortaleza-adoratorio de Machu Picchu, en el incario peruano, sea por su emplazamiento, en el grandioso anfiteatro de la Cordillera Andina, sea por el soberbio señorío de las construcciones, hábilmente hermanadas a la orografía y marco naturales. <br />
<br />
Hubo, hay belleza y elocuencia muda en las enormes piedras talladas del Coricancha o Templo del Sol, en Cuzco, en Sacsahuamán, en Ollantaytambo, en Pisac. Como la hubo, siglos antes, y continúa habiéndola en la portada del sol del Kalasasaya, en Tiahuanaco (Bolivia), cifra rica en bajorrelieves religiosos. <br />
<br />
Hay belleza refinada en la orfebrería de los muiscas de Colombia, y de los moches o incas del Perú y Ecuador, buena parte de la cual de carácter religioso. ¡Y qué decir de la alfarería y textilería preincaica, de calidad excelsa, llena de alusiones a los mitos religiosos de mapa, el dios-felino volador, de Viracocha o de Pachamama, la diosa de la tierra, progenitora universal ... ! Como la hay en los keros, y en los misteriosos vasos-retratos-ofrendas, de las culturas moches preincaicas. <br />
<br />
Hay belleza en las esculturas mesoamericanas, olmecas, aztecas y mayas, que no son simples representaciones naturalistas, sino sobre todo símbolos religiosos: piénsese en las grandes cabezas olmecas, o en las vigorosas estatuas de Huehueteotl -dios viejo y dios del fuego-- o en el busto de Ometeotl, dios de la dualidad, dios-señor y diosa-señora, esculturas en que la piedra cobra vida y belleza en una plástica primiti¬va y elemental que tanto entusiasmaba e inspiraba a artistas modernos, como Henri Moore o Diego Rivera. <br />
<br />
<br />
'''B. Religiosidad y arte en la primera evangelización''' <br />
<br />
<br />
Cuando los misioneros de la primera época inician su labor en América, impulsados por necesidades de la misión van a ir aplicando una serie de criterios de evangelización que se revelarán extraordinariamente fecundos también para el arte. <br />
<br />
Unas necesidades funcionales de espacios para el culto popular y masivo les llevarán a construir grandes conventos con su hermoso templo, su capilla abierta, su amplio atrio con sus posas procesionales, su pequeño calvario en el centro, rematado por una cruz de cantera con los símbolos de la pasión, pero sin el Señor crucificado. Ha nacido el arte conventual que ocupará todo el siglo XVI. <br />
<br />
Unas necesidades apologéticas de afirmar la superioridad del cristianismo frente al culto pagano indígena. Al iniciar la evangelización, se dan cuenta de que están en presencia de altas culturas que vuelcan su religiosidad en moldes de belleza plástica frecuentemente grandiosos, y en ceremonias y ritos llenos de esplendor. Lo entienden y recogen el reto: no pueden presentar la Buena Nueva de Cristo en envolturas más modestas que los regios mantos aztecas o incas; tendrán que hacerlo en otros de igual o superior belleza. <br />
<br />
Y, sobre todo, unas necesidades pedagógicas les impulsan a buscar un lenguaje universal, en medio de la selva de lenguas de raíz totalmente diferente, y un modo de expresión fácilmente inteligible para todos. Así echan mano de la imagen visual, para encarnar conceptos abstractos y para persuadir tocando suave y eficazmente los afectos. Llevados por instinto evangélico y humanista los misioneros están realizando una genial obra de «inculturación», al insertar el Evangelio en tradiciones y modos de comunicación propios de las culturas indígenas. <br />
<br />
Así se va poblando la geografía americana de conventos, catedrales y templos grandiosos, construidos en material noble, como piedra y madera, y adornados con oro, plata y hierro forjado. Van surgiendo constelaciones de estatuas en cantera o en leño policromado, de Cristo, de la Virgen, de los santos; los muros de conventos y templos van cobrando vida y luz en pinturas que son, a la vez, páginas gráficas de doctrina cristiana, y fiesta de formas y color para el ojo atónito del neófito; el ámbito de las iglesias se va llenando de contrapuntos armónicos, que son bálsamo delicioso, literalmente inaudito para los oídos indígenas. <br />
<br />
En América Latina, durante los siglos XVI a XVIII no hay religiosidad del pueblo sin expresiones artísticas; y correlativamente, que el arte plástico no se da ni se entiende sin referencia a la piedad del pueblo. Cabe hablar de un proceso de verdadera simbiosis entre arte y religiosidad. Proceso que obedece a una cierta ley pendular: en la primera fase, los misioneros, por una elemental exigencia pedagógica, echan mano del arte como instrumento de catequización; el pueblo indígena se comporta como sujeto receptivo, destinatario principal de la evangelización y del arte. <br />
<br />
En la segunda fase, el pueblo echa mano del arte para manifestar su religiosidad: el pueblo, indígena y mestizo, es ahora sujeto activo, creador de arte. Se ha convertido en evangelizador él mismo. En palabras de Puebla:'' “La religiosidad popular no solamente es objeto de evangelización, sino que, en cuanto contiene encarnada la Palabra de Dios, es una forma activa con la cual el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo”.''<ref> DP, n. 450..</ref><br />
<br />
Como el movimiento de retorno de una ola gigantesca, la respuesta de los indígenas a esta «catequesis superior» por medio del arte, es una creatividad de extraordinario vigor y fecundidad. Al inicio, trabajan como colaboradores de los frailes y maestros europeos, constructores, canteros, escultores y pintores; luego, imitan las nuevas formas importadas y, finalmente, se abandonan a una creatividad original, en la que interpretan contenidos cristianos en un cruce de formas europeas e indígenas. <br />
<br />
Al conjuro de los citados criterios -necesidades prácticas, apologéticas, pedagógicas y de inculturación-, poco a poco va surgiendo la floración del arte religioso en el Nuevo Mundo. No podemos tocar todos los capítulos del arte religioso colonial -que afortunadamente es abundantísimo: allí están la escultura de los siglos XVI a XVIII, de escuela novohispana, quiteña o paraguaya, todas de calidad excelsa-. Por exigencias de método y espacio vamos a tocar sólo la arquitectura conventual del s. XVI y algo de la pintura y arquitectura barroca.<ref>Para el tratamiento más completo del arte sacro colonial de los siglos XVI a XVIII remitimos al lector a estudios más amplios, por ejemplo: AA.VV., Arte Colonial, Tomos 5,6, 7 Y 8 de Historia del Arte Mexicano, Ed. Sep/Salvat, México, 1986. AA.VV., Arte, Tomo IX de Gran Enciclopedia de España y Amé¬rica, ed. Espasa-Calpe/Argantonio, Madrid 1986. AA.VV., La pintura en 108 museos de México, Vol. 2 de Obras Maestras de la Pintura, ed. Planeta, Madrid-México 1983. AA.VV. Imaginería Virreina!. Memo¬rias de un seminario, ed. Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, México, 1990. CASTEDO, LEOPOLDO, Historia del Arte Iberoamericano, Alianza Editorial-Sociedad V Centenario, Madrid 1988, 2 vols. LA ORDEN MIRACLE, ERNESTO, Elogio de Quito, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1975. KUBLER, GEORGE, Arquitectura Mexicana del siglo XVI, FCE, México, 1984 (1'. ed. 1948). SEBASTIÁN, SANTIAGO, El barroco iberoamericano. Mensaje iconográfico, Ed. Encuentro, Madrid 1990. Toussaint, Manuel, Arte colonial en México Ed. UNAM, México 1990 (1'. ed. 1948), etc. </ref><br />
<br />
<br />
==1. Arte conventual del siglo XVI==<br />
<br />
<br />
En el siglo XVI florece un arte, aunque dictado por la urgencia y necesidad de la misión, de alta calidad estética, la arquitectura conventual. La «gran construcción» americana del siglo XVI, en palabras de Octavio Paz, contrapuesta a la «gran destrucción» de los templos y los fundamentos vitales de las culturas prehispánicas, fue sin duda la masiva construcción de conventos.<ref>Personalmente creo que los « fundamentos vitales válidos » de las culturas precolombinas fueron incorporados a la nueva síntesis cultural operada por el cristianismo. Piénsese, por ejemplo, en la acusada sensibilidad religiosa de dichos pueblos, trasvasada y potenciada a la nueva etapa cultural.</ref>En este enorme esfuerzo que aún hoy sorprende por su intensidad -principalmente en México-- y los recursos de todo orden que movilizó, se cifra uno de los aspectos sustantivos de la acción civilizadora de la Iglesia en el nuevo continente.<ref>Cfr. más ampliamente el excelente estudio de EMILIO GÓMEZ PIÑOL, La Arquitectura. Siglos XVI¬-XVIII, en Gran Enciclopedia de España y América, Tomo IX, El arte, Ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1986, pp. 51-185. Mi cita, ad sensum, p. 72.</ref><br />
<br />
La religión y sus prácticas ceremoniales debían ocupar el gigantesco vacío existencial producido al desplomarse la ancestral cosmovisión indígena. El carácter de ésta era de una religiosidad profundamente ritualista, expresada, por lo general, en grandes ceremonias multitudinarias celebradas en espacios abiertos. Las experiencias llevadas a cabo, principalmente en la Nueva España, para dar solución a los problemas planteados fueron de gran originalidad y eficacia. <br />
<br />
Como respuesta surgió una tipología arquitectónica novedosa en su visión de conjunto de las necesidades por resolver, llegando a constituir una genuina aportación americana a la historia de la arquitectura. Gracias a la funcionalidad conseguida en la habilitación de espacios para multitudes, junto al vistoso ceremonial del culto unido a la caracterización del nuevo ámbito sacro, la integración indígena en la nueva situación social y cultural avanzó prodigiosamente.<ref>Cfr. E. GÓMEZ PIÑOL, a.c., p. 58 ad sensum.</ref> <br />
<br />
Elementos de la arquitectura conventual del siglo XVI son el convento, el templo, con elementos románicos, góticos y, más frecuentemente, platerescos, el gran atrio, de muros robustos y bellos, con sus capillas-posas para las procesiones, y la capilla abierta. Sobre la función de la misma, escribe Fray Toribio de Benavente (Motolinía), en 1541: <br />
''“Los patios (se refiere a los atrios) son muy grandes y muy gentiles, pues las gentes son muchas y no caben en las iglesias. Por esta razón su ca¬pilla está afuera en el patio, porque todos oyen misa todos los domingos y días de fiesta, en tanto que las iglesias se usan entre semana.”'' <br />
<br />
Características de esta arquitectura es la monumentalidad, un cierto desfasamiento anacrónico en relación a Europa, con la consiguiente combinación de estilos arquitectónicos: se encuentran elementos medievales, románicos y góticos, cuando Europa está en pleno renacimiento: por ejemplo, Huejotzingo, Calpan; aunque hay también bellos ejemplares platerescos, como las fachadas de los templos de Acolman, Cuitzeo, Yuriria, las capillas abiertas de TIalmanalco, Cuilapan de León (Oaxaca), todas ellas en México. En una analogía con el desarrollo físico de una persona, América tiene que pasar de la infancia de las formas románicas macizas, a la esbeltez de la juventud en el gótico y a la madurez del dominio de la técnica y al clasicismo de las proporciones del renacimiento, en un siglo, cuando Europa tardó cinco en alcanzarla. <br />
<br />
Otra característica del arte conventual de siglo XVI, importantísima, fue la participación de los indígenas en las obras. Al principio como mano de obra exclusivamente física; pronto, gracias a su prodigiosa capacidad imitativa pudieron dominar plenamente las técnicas del arte europeo. En una siguiente fase, tuvieron el campo despejado para dar cauce libre a su propia originalidad. Así surge el «tequitqui» o arte tributario, nuestro mudéjar americano, cruce de formas indígenas precolombinas con estilos y contenidos europeos y cristianos, sobre todo en escultura y decoración en piedra.<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexica¬no en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref><br />
<br />
==2. Arte barroco==<br />
<br />
<br />
Ante todo, algunos presupuestos. El primer concepto que damos por supuesto -y que no desarrollamos por exigencias de método y espacio-, es que el barroco, antes de ser un estilo artístico, es la cultura de una época, la mentalidad y el talante de una sociedad histórica. Es, por lo mismo, una estructura histórica amplia y compleja, una de cuyas manifestaciones es el arte. <br />
<br />
El segundo supuesto es que tal época histórica coincidió con el período en que ya había iniciado vigorosamente en Europa la Reforma Católica, anterior a las controversias protestantes, aunque también recibió el potente impulso de la contrarreforma tridentina, a lo largo del XVII y del XVIII. En esta época se refuerza la autoridad del papado, tiene lugar una gran expansión de la Compañía de Jesús, se reafirma el núcleo esencial de la fe católica frente a los ataques de los reformadores protestantes. Todo ello va a dejar su huella en el arte barroco. <br />
<br />
El tercer supuesto es que la cultura barroca prefiere el ojo al oído. Escribe José Antonio Maravall:'' “dados los objetivos de difusión y de acción eficaz que la cultura barroca busca, se puede comprender que el barroco fue una cultura de la imagen sensible.”''<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexicano en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref>En el barroco se prefiere el ojo al oído, y dentro de las artes, se prefieren las artes visuales, las que entran por el ojo, por ser más eficaces para persuadir y ganar al que las contempla para los fines propuestos. <br />
<br />
Según un autor de la época, Suárez de Figueroa, ojos y oídos son puertas de acceso válidas para el conocimiento de las cosas, pero ''“en suma, son los ojos, entre los sentidos que sirven al alma, por donde entran y salen muchos afectos.”''<ref>Varias noticas importantes de «humana comunicación », fol. 244.</ref>Aunque el barroco echa mano también de la eficacia del oído, en la música y el teatro, sin embargo sus preferencias van hacia las artes plásticas, arquitectura y pintura.<br />
<br />
==3. El Barroco iberoamericano==<br />
<br />
<br />
Tales caracteres se van a dar en el barroco americano, que definimos igualmente como la cultura de una época y el talante de una sociedad. Con trazos esenciales, el perfil de la sociedad iberoamericana de los siglos XVII y XVIII es el siguiente: <br />
<br />
- Asentamiento social, político y económico de la nueva sociedad iberoamericana. Concluidos los períodos de los descubrimientos y conquistas políticas, y del pionerismo misionero de las grandes órdenes religiosas, es la hora de formar un modo de vida estable mediante instituciones –en lo político, lo jurídico, y lo eclesiástico-, ya través de una labor de formación y educación de las nuevas generaciones. El optimismo que reina en el ambiente, propio de una sociedad próspera en expansión, le lleva a volcar en arte sus enormes recursos materiales. <br />
<br />
- Voluntad de afirmación vigorosa de la ortodoxia católica, no como quien tiene que disputar y convencer a un adversario obstinado, sino como quien quiere rea¬firmar su identidad y como quien tiene una tarea vasta de seguir evangelizando muchedumbres de indígenas y culturas todavía paganas. <br />
<br />
<br />
Tal espíritu y talante se vuelca en el arte religioso barroco: el arte barroco iberoamericano es un arte suntuoso, pedagógico, imitativo y a la vez original o por lo menos favorecedor de la creatividad en contenidos y formas. De la conjunción de elementos europeos y americanos autóctonos nacerá una criatura nueva. <br />
Tal originalidad queda impresa en contenidos y formas. Por ejemplo, la representación de motivos decorativos o mitológicos prehispánicos, de la fauna y la flora propias de América; la pintura de tipos humanos «nuevos» en ese gigantesco laboratorio étnico y antropológico que es Iberoamérica, hay en el arte novohispano toda una corriente pictórica denominada «pintura de castas» que se recrea en representar parejas de distinta raza y el fruto que de su unión nace. <br />
<br />
<br />
Se está produciendo el fenómeno nuevo del mestizaje, producido por la mezcla de las tres razas: europea, indígena y africana. Del cruzamiento de español e india nace el mestizo, del español y negra, nace el mulato, del indio y negra, el zambo. De español y mestiza, castizo; de castizo y española, coyote; de español y mulata, morisco; de chino e india, cambujo; de cambujo e india «tente en el aire», etc. <br />
<br />
<br />
Otros indicios de la originalidad del barroco iberoamericano en cuanto a forma, es el retablo llevado del interior a la fachada del templo, el empleo de la columna estípite en el mismo, sobre todo en el barroco mexicano. La profusión decorativa, de buen gusto -piénsese en la Iglesia de Santo Domingo de Oaxaca, o en la Capilla del Rosario, de Puebla, en Santa Clara, de Tunja, en san Francisco, de Lima o de Quito, en la Compañía, también de Quito, etc.- El azulejo en la arquitectura religiosa y profana, sobre todo en México, responde a la alegría y colorido decorativos de los indígenas. <br />
<br />
<br />
El denominador común de todo el arte religioso barroco es su intencionalidad pedagógica: todo él está orientado hacia la catequesis y hacia la persuasión afectiva de unos pueblos emotivos antes que intelectuales. En Iberoamérica esto no es nuevo: ya desde el siglo XVI los misioneros, ante un continente por evangelizar, habían ideado diferentes sistemas para enseñar el catecismo: inspirados en manuscritos indígenas, traducen la enseñanza cristiana a caracteres pictográficos, se ayudan de cuadros y «pinturas» que representan los artículos de la fe, los diez mandamientos, los sacramentos, el camino del cielo y el del infierno. Este sistema de grandes lienzos pictóricos didácticos pervivió hasta el s. XVIII en centros rurales, v. gr. en Santa Cruz de Tlaxcala dos retablos representan escenas con inscripciones en náhuatl. <br />
<br />
<br />
Veamos la fuerza pedagógica de este retablo: el eje de la composición es el árbol del paraíso terrenal, con Adán y Eva a ambos lados, en el momento de la tentación origen del primer pecado. A la derecha, las representaciones de la pereza, la envidia y la gula; a la izquierda, la de la soberbia, la avaricia y lujuria; en el centro, la ira. Cada composición está presidida por su animal característico y presenta una escena bíblica alusiva al mismo. Por ejemplo, al referirse a la lujuria, el pintor presenta un cerdo -aunque en la Edad Media fue más frecuente un macho cabrío--, y nos presenta a Susana en un jardín cerrado, sorprendida por los dos viejos cuando iba a bañarse en la taza de una fuente.<ref>Cfr. más ampliamente, SANTIAGO SEBASTIÁN, El Barroco Iberoamericano. Mensaje iconográfico, ed. Encuentro, Madrid 1990, pp. 85-86.</ref><br />
<br />
<br />
Proyección catequética del arte Virreinal es la serie realizada en Quito por Miguel de Santiago, uno de los pintores más importantes del barroco iberoamericano. En los ocho lienzos de Quito, Miguel de Santiago representa en la parte superior del cuadro los mandamientos por unos ángeles y los dones del Espíritu Santo también por ángeles; a la izquierda, las peticiones del Padre Nuestro, por medio de figuras femeninas; a la derecha, un obispo o un sacerdote sostiene el letrero de un sacramento; en el centro, una obra de misericordia, y abajo un pecado capital. Es decir, estamos ante un catecismo ilustrado de la fe cristiana. <br />
<br />
<br />
El mismo pintor quiteño realizó otra serie hacia mitad del s. XVIII para la catedral de Santa Fe de Bogotá, sobre los artículos del credo. Hay también series catequético-pictóricas dedicadas a la Salve Regina, como la de la Iglesia de Puerto Acosta, en Bolivia, obra del pintor Leonardo Flores, en la segunda mitad del XVII; a los sacramentos, por ejemplo, los cuadros conservados en Arani (Bolivia), de fines del XVII. <br />
Se representan sobre todo los sacramentos más controvertidos en la disputa reformista: el sacerdocio, la penitencia y la eucaristía. Destaca el retablo de San Francisco, de Bogotá, de complicado programa didáctico sobre el sacramento del sacerdocio: obra del ensamblador asturiano Ignacio Garda de Ascucha, llegado a Bogotá en 1619, y rematado, después de su muerte, por un religioso anónimo, que ha sido llamado «Maestro de San Francisco». <br />
<br />
<br />
Entre todos los sacramentos, la Eucaristía tuvo preeminencia en la representación pictórica y aun escultórica. Por influjo de «La disputa del Sacramento» de Rafael, y de varias representaciones de Rubens, en Iberoamérica encontramos frecuentemente el tema de la exaltación de la Eucaristía. <br />
<br />
<br />
Es famosa, por ejemplo, la de Melchor Pérez de Holguín, pintor boliviano de altas calidades, en Rosario (Argentina); en Achocalla (Bolivia), Leonardo Flores repite el tema, siguiendo de cerca a Rubens. En México Baltasar de Echave Rojas la representa en la Catedral de Puebla, y Cristóbal de Villalpando (1686) en la sacristía de la catedral metropolitana de México. <br />
<br />
<br />
También se representa como «Última cena»: en San Francisco del Cuzco; en Popayán (Colombia) la representa el pintor quiteño Bernardo Rodríguez. Es frecuente también la presentación de la Eucaristía en el momento de ocurrir un milagro sensible durante la misa para reforzar la fe de los perplejos e incrédulos en la transubstanciación: ya en el s. XVI en Nueva España es representada en las pinturas murales del convento franciscano de Cuernavaca; el pintor novohispano Basilio de Salazar dedicó a este tema su mejor obra, en 1645.<br />
<br />
<br />
En arquitectura, los monumentos más importantes de exaltación eucarística fueron los llamados «sagrarios» o capillas de grandes proporciones que se construyeron adosados a las catedrales, como el de México, una de las cumbres del barroco iberoamericano, y el de Bogotá, de exquisita factura. <br />
<br />
<br />
Otro tema muy del gusto del barroco, del que echa mano frecuentemente la Iglesia de la Contrarreforma, es la alegoría del triunfo de la Iglesia; imagen gráfica de un texto explicativo, más aún de una tesis, el triunfo de la Iglesia católica sobre los enemigos de Cristo: contra los judíos del Antiguo Testamento, contra los perseguidores, contra los herejes de todos los tiempos, hasta llegar a los de la Reforma Protestante; la Iglesia aparece asistida siempre por ángeles, evangelistas, doctores, fundadores, santos, y sobre todo por la Madre de Dios. Contemplan y como que organizan la escena las Tres Divinas Personas. <br />
<br />
<br />
Hay una composición de Cristóbal de Villalpando, dedicada al «Triunfo de la Iglesia militante y triunfante», bajo influencia de Rubens. También se la representó bajo la imagen de la Iglesia como la nave de Pedro, que también es llamada a veces «nave de la contemplación mística». Esta representación del «Triumphus Ecclesiae» tiene carácter de confrontación con los enemigos de la Iglesia, antiguos y modernos. En el s. XVI, a raíz de la Contrarreforma, se difundió mucho un grabado de Filippo Tomasini (en Roma 1602), que sirvió de punto de partida a otro editado en Milán bajo el título de: «Triunfo de la Iglesia Católica certificada por sus cuatro evangelistas y sus apóstoles y sus principales doctores contra toda herejía y supersticiones del Paganismo». <br />
<br />
Hay una buena representación pictórica de Melchor Pérez de Holguín, de 1707, en la Iglesia de San Lorenzo, Potosí (Bolivia): el eje de la composición es el mástil de la nave, coronado por Cristo como Rey de reyes, junto a su madre y a seis ángeles portadores de los instrumentos de la pasión; más a los extremos están los Evangelistas pregonando el mensaje de Cristo por toda la tierra. El mástil está concebido como «árbol de la fe cristiana» y por ello se colocaron en torno suyo a los «Fundatores religionum»: san Francisco, san Agustín, san Benito, san Bruno, san Pedro Nolasco, santo Domingo, etc. <br />
<br />
<br />
Cada uno está unido a Cristo por medio de una jarcia. Al lado de popa aparece san Pedro llevando el timón y mostrando las llaves, mientras que en una bandera se proclama que él es piedra angular. El costado de proa refleja el carácter combativo de la Iglesia, con santos modernos de la Contrarreforma; por ello algunos, como san Ignacio de Loyola, van provistos de venablos, y además cuentan con la ayuda del arcángel san Miguel, vencedor de Satanás en los cielos. La nave no tiene miedo ante los peligros de este mundo, y así va provista de dos áncoras: una es la «Bona Voluntas» y otra el «Desiderium Paradisi». <br />
<br />
<br />
Protegiendo a la nave se colocó en primer término una barcaza con los «Docto¬res Ecclesiae», san Gregorio, san Agustín, san Jerónimo y san Ambrosio, más santo Tomás de Aquino, quienes con sus remos alcanzan ya a las naves de los herejes y de los cismáticos, que llevan al timón al mismo Demonio (el ecumenismo estaba todavía por venir); no pudiendo resistir el ataque, los personajes más significativos huyen a nado, como Sabelio, Arrio, Lutero, Calvino, etc ... <br />
<br />
El tono triunfal se completa con las tres naves que van remolcadas y dirigidas por los profetas Daniel, Jeremías y Ezequiel contra los enemigos de Dios vencidos. Este ambiente de victoria se completa con la escena de la lucha del emperador Heraclio contra el persa Cosroes, en el ángulo inferior derecho, mientras que al otro extremo vemos las ruinas de un templo pagano con los ídolos destrozados de Apolo y Hércules, más la escena bíblica de los tres jóvenes salvos en el horno por haberse negado a adorar la estatua de Nabucodonosor. <br />
<br />
El conjunto queda rematado con dos escenas referidas a las ciudades de Damasco y Constantinopla: ante la primera, vemos la caí¬da de Saulo, que perseguía a los cristianos, y desde este momento se convirtió; y en la otra, aparece el papa convirtiendo a los turcos a las puertas de Constantinopla, expresando un deseo mesiánico de la Iglesia.<ref>Para esta descripción soy deudor de S. SEBASTIÁN, o.c., p. 106-107.</ref><br />
<br />
<br />
El escultor Miguel Jiménez también la representó en relieve, aunque más pequeña, en la fachada principal de la Catedral de México. Parece natural que la tesis representada en dicho grabado se difundiera en Iberoamérica, donde la Iglesia de la Contrarreforma avanzaba victoriosamente destruyendo los ídolos indígenas. <br />
<br />
Igualmente es fuente inagotable de inspiración de contenidos iconográficos la tradición bíblica: sobre todo las páginas del Génesis, pero también las del Pentateuco, con sus historias de patriarcas, reyes y personajes representativos de la historia de la salvación, los profetas y, sobre todo, el Nuevo Testamento, con los misterios de la vida de Cristo, en especial los de su nacimiento, los de su Pasión y Muerte. <br />
<br />
El ciclo dedicado a la Santísima Virgen, en escenas bíblicas o bajo advocaciones de títulos hispanos o específicamente americanos, es abundantísimo. En fin, hay todo un ciclo dedicado a los santos, entre los más conocidos, los santos de grandes órdenes y congregaciones religiosas.<br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Si en la primera etapa el arte fue instrumento en manos del misionero para evangelizar la religiosidad del pueblo americano, en la segunda, es el pueblo mismo quien, al expresar creativamente su religiosidad por medio del arte, se evangeliza a sí mismo, en una circularidad admirable. <br />
<br />
El resultado final es la abundante, variada y espléndida floración del arte religioso en América Latina, fenómeno único en la historia de la evangelización comparable sólo a la evangelización de Europa. Durante varios siglos las obras de arte religioso han venido ejerciendo un magisterio evangelizador silencioso y eficaz entre el pueblo sencillo y católico como entre intelectuales y políticos, a veces indiferentes y aun hostiles. ¡Tal es la fuerza evangelizadora ínsita en una obra religiosa bella! Glosando a San Pablo, podemos decir: «Verbum Dei non est alligatum», «la Palabra de Dios no está encadenada», sobre todo cuando también se presenta como ¡«Verbum pulchrum»! <br />
<br />
En el momento de trazar las líneas programáticas de la nueva evangelización, conviene tener en cuenta el modelo de la evangelización fundante: religiosidad y arte iban de la mano, sea para evangelizar al pueblo a medio y largo plazo, sea para que el pueblo mismo, expresando creativamente su fe religiosa en formas plásticas bellas, se convierta, a su vez, él mismo en verdadero evangelizador.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=<br />
<br />
<br />
<br />
AA.VV., ''Historia del Arte Mexicano'', tomos V, VI, VII, XVIII. Ed. Sep/Salvat, México, 1986.<br />
<br />
AA.VV., La pintura en 108 museos de México, Vol. 2 de ''Obras Maestras de la Pintura'', ed. Planeta, Madrid-México 1983.<br />
<br />
AA.VV. Imaginería Virreina!.''Memorias de un seminario'', ed. Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, México, 1990. <br />
<br />
AA.VV. Gran Enciclopedia de España y América, Tomo IX, El arte, Ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1986<br />
<br />
AA.VV ''Gran Enciclopedia de España y América'', tomo VII, ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1989<br />
<br />
<br />
CASO ANTONIO, ''El Pueblo del Sol'', FCE, México.<br />
<br />
CASTEDO, LEOPOLDO, ''Historia del Arte Iberoamericano,'' Alianza Editorial-Sociedad V Centenario, Madrid 1988, 2 vols. <br />
<br />
CELAM, ''Documento de Puebla''<br />
<br />
KUBLER, GEORGE, ''Arquitectura Mexicana del siglo XVI,'' FCE, México, 1984 <br />
<br />
<br />
MARAVALL JOSÉ ANTONIO, ''La cultura del Barroco'', ed. Ariel, Barcelona 1986, l ed. 1975<br />
<br />
MIRACLE, ERNESTO, ''Elogio de Quito,'' Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1975. <br />
<br />
SANTIAGO SEBASTIÁN, ''El Barroco Iberoamericano. Mensaje iconográfico'', ed. Encuentro, Madrid 1990<br />
<br />
TOUSSAINT, MANUEL, ''Arte colonial en México,'' Ed. UNAM, México 1990<br />
<br />
<br />
UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE.'' Anales de la Facultad de Teología'', Chile, 1990.<br />
<br />
<br />
VILLA JOSÉ MORENO, ''Lo mexicano en las artes plásticas'', FCE, México, D. F., 1986<br />
<br />
<br />
<br />
'''JAVIER GARCÍA GONZÁLEZ'''</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=RELIGIOSIDAD_POPULAR&diff=235518RELIGIOSIDAD POPULAR2016-09-02T17:35:42Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>'''RELIGIOSIDAD POPULAR; sus manifestaciones artísticas<br />
'''<br />
<br />
<br />
Al repasar la historia de la evangelización de América, no puede faltar el capítulo del arte como instrumento de catequesis y, a la vez, como plasmación concreta de la fe cristiana de un pueblo ya evangelizado. <br />
<br />
La unión de religiosidad popular y arte en la primera evangelización fue todo un modelo de mutua fecundación y de resultados portentosos. Ahora, cuando el «continente de la Esperanza» traza las líneas de una nueva evangelización, interesa repasar cómo «funcionó» ese feliz binomio, para volver a juntar dos polos de cuya íntima unión tan fecundos frutos han brotado. <br />
<br />
En el presente trabajo, después de definir los términos de religiosidad popular y arte, hablaremos sobre los mismos en las culturas precolombinas, para detenernos luego en el período de la primera evangelización, sobre todo, en la arquitectura conventual del siglo XVI y en al arte barroco, como dos momentos en que la conjunción de arte y piedad del pueblo latinoamericano alcanzan cotas de extraordinaria fecundidad y belleza. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD POPULAR==<br />
<br />
<br />
Siguiendo el desarrollo histórico de la reflexión hecha en América Latina que desemboca en el «Documento de Puebla», entendemos por «religiosidad popular», «religión del pueblo» o «piedad popular», ''“el conjunto de hondas creencias selladas por Dios, de las actitudes básicas que de esas convicciones derivan y las expresiones que las manifiestan. Se trata de la forma o de la existencia cultural que la religión adopta en un pueblo determinado. La religión del pueblo latinoamericano, en su forma cultural más característica, es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular.” '' <ref>Documento de Puebla, 444</ref><br />
<br />
La religiosidad del pueblo latinoamericano queda formada y plasmada por la obra evangelizador de los misioneros de la primera época, del siglo XVI al XVIII. La religiosidad popular viene a constituir el núcleo común de la cultura y de la identidad del ser latinoamericano, que subsiste pese a la ulterior división en diversas naciones y a verse afectado por desgarramientos en el nivel económico, político y social.<ref>DP, 412 ad sensum. Para un estudio más pormenorizado sobre religiosidad popular en América Latina, ver Christian Johansson Firedmann, Religiosidad popular entre Medellín y Puebla: antecedentes y desarrollo, en Anales de la Facultad de Teología, P. U. Católica de Chile, 1990.</ref><br />
<br />
En la formación de la religiosidad popular de América Latina, como en la formación de su cultura, encontramos tres componentes, el europeo, el indígena y el africano. En la religiosidad hispana'' “marcó su impronta decisiva la religiosidad popular medieval, con un sentido inmediato del poder de Dios, de su Providencia, de la profunda unidad de lo histórico y lo meta-histórico, al punto que muchas veces se esfumaba la consistencia de las causas segundas, naturales. Era un mundo religioso de gran fecundidad expresiva, procesiones, romerías, fiestas ... (Sobresale) la devoción a la Eucaristía, (con procesiones espléndidas) el día del Corpus. Las representaciones de Cristo toman un acento más dramático, centrándose fundamentalmente en la Pasión. La piedad popular, muy trinitaria y mariana, apunta hacia los misterios de la Inmaculada y de la Asunción».''<ref>Juan María Laboa, en el Prólogo a « Las Creencias », de Gran Enciclopedia de España y América, tomo VII, ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1989, p. 8.</ref><br />
<br />
<br />
Por lo que toca al mundo indígena, historiadores y antropólogos están acordes en ver considerar la religión como clave de bóveda de las culturas precolombinas. De la cuna a la tumba, la vida del hombre meso-americano transcurría impregnada de olor a copal sagrado. Era tanta la importancia que tenía la religión para el pueblo azteca -dice el antropólogo Antonio Caso- ''“que podemos decir sin exagerar, que su existencia giraba totalmente alrededor de la religión, y no había un solo acto de la vida pública y privada que no estuviera teñido por el sentimiento religioso. La religión era el factor preponderante, e intervenía como causa hasta en aquellas actividades que nos parecen a nosotros más ajenas al sentimiento religioso, como los deportes, los juegos y la guerra. Regulaba el comercio, la política, la conquista, e intervenía en todos los actos del individuo, desde que nacía hasta que los sacerdotes quemaban su cadáver y enterraban sus cenizas. Era la suprema razón de las acciones individuales y la razón fundamental del Estado.” ''<ref>Antonio Caso, El Pueblo del Sol, FCE, México.</ref><br />
<br />
<br />
La religión africana va a dejar su huella no sólo en las grandes formas sincréticas del Vudú, en las Antillas Mayores, y de la Macumba, del Xangó, Candomblé, Nagó y en las formas espiritistas de la Umbanda, en Brasil; sino también en las formas folclóricas, como asociaciones de Santería, de Candomblé, escalas de baile, ritos y cultos de difuntos, hasta crear, sobre todo en Brasil, una religiosidad en la que tanto el espíritu como cada uno de los sentidos piden su parte, dando al culto ritmo, canto, dinamismo, colorido, y participación masiva.<br />
<br />
<br />
==ARTE==<br />
<br />
Damos como evidente el concepto de arte en su perspectiva ontológica, como representación sensible de lo bello. Lo bello, a su vez, lo definimos, con Santo Tomás:'' «Pulchrum dicitur id cuius ipsa aprehensio placet»: «se dice hermoso aquello cuya simple percepción agrada».''<ref>Summa Theologica I-n, q. 27, a. 1, ad 3. 6 DP, n. 454.</ref> <br />
<br />
En esta definición quedan apuntados el elemento subjetivo y el elemento objetivo de la obra bella: el sujeto que contempla y disfruta estéticamente, participa con su in¬teligencia, fantasía y sentimiento en este diálogo con la obra bella. Al preguntarnos por qué un objeto es bello, la respuesta en el orden metafísico, es: «por el esplendor de su forma», por la irradiación armoniosa de las perfecciones de su ser. Aunque de suyo, todo arte genuino es sagrado, pues el objeto bello, al mostrarnos la perfección de su ser, está señalando su participación en la plenitud y belleza del Ser Absoluto, de Dios, sin embargo, cuando aquí hablamos de «arte sacro», nos estamos refiriendo sólo al arte de contenido religioso. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD Y ARTE==<br />
<br />
<br />
Ya estamos en condiciones de relacionar religiosidad y arte. En el mismo Documento de Puebla quedan anotados los diversos puntos de contacto entre ambos: da capacidad (del pueblo) de expresar la fe en un lenguaje total que supera los racionalismos (canto, imágenes, gesto, color, danza); la fe situada en el tiempo (fiestas) y en lugares (santuarios y templos).<ref>DP, n. 454.</ref>«La forma cultural» en que el pueblo latinoamericano vive su religión va indisolublemente unida a sus templos, estatuas y pinturas sagradas.<br />
<br />
<br />
'''A. Religiosidad y arte en las culturas precolombinas''' <br />
<br />
<br />
En las culturas precolombinas arte y religiosidad van de la mano: la religión como manantial de inspiración y contenidos, el arte como símbolo y expresión plástica de lo religioso. Las ciudades meso americanas, que justamente han sido llamadas «ciudades de los dioses», están sembradas de pirámides: de San Lorenzo y Las Ventas, en zona olmeca, al Templo Mayor de Tenochtitlán, pasando por Teotihuacán y Tula, Chichen Itzá o Cobán. La pirámide es edificio de cultos uránicos y, a la vez, obra arquitectónica cuya serena belleza trasparece sea en sus líneas geométricas puras, sea en formas mixtas de pirámide-palacio, como en Palenque, Sachil, Uxmal o El Petén, en zona maya. <br />
<br />
El ánimo se sobrecoge y se llena de estupor ante lo bello y sublime, en la fortaleza-adoratorio de Machu Picchu, en el incario peruano, sea por su emplazamiento, en el grandioso anfiteatro de la Cordillera Andina, sea por el soberbio señorío de las construcciones, hábilmente hermanadas a la orografía y marco naturales. <br />
<br />
Hubo, hay belleza y elocuencia muda en las enormes piedras talladas del Coricancha o Templo del Sol, en Cuzco, en Sacsahuamán, en Ollantaytambo, en Pisac. Como la hubo, siglos antes, y continúa habiéndola en la portada del sol del Kalasasaya, en Tiahuanaco (Bolivia), cifra rica en bajorrelieves religiosos. <br />
<br />
Hay belleza refinada en la orfebrería de los muiscas de Colombia, y de los moches o incas del Perú y Ecuador, buena parte de la cual de carácter religioso. ¡Y qué decir de la alfarería y textilería preincaica, de calidad excelsa, llena de alusiones a los mitos religiosos de mapa, el dios-felino volador, de Viracocha o de Pachamama, la diosa de la tierra, progenitora universal ... ! Como la hay en los keros, y en los misteriosos vasos-retratos-ofrendas, de las culturas moches preincaicas. <br />
<br />
Hay belleza en las esculturas mesoamericanas, olmecas, aztecas y mayas, que no son simples representaciones naturalistas, sino sobre todo símbolos religiosos: piénsese en las grandes cabezas olmecas, o en las vigorosas estatuas de Huehueteotl -dios viejo y dios del fuego-- o en el busto de Ometeotl, dios de la dualidad, dios-señor y diosa-señora, esculturas en que la piedra cobra vida y belleza en una plástica primiti¬va y elemental que tanto entusiasmaba e inspiraba a artistas modernos, como Henri Moore o Diego Rivera. <br />
<br />
<br />
'''B. Religiosidad y arte en la primera evangelización''' <br />
<br />
<br />
Cuando los misioneros de la primera época inician su labor en América, impulsados por necesidades de la misión van a ir aplicando una serie de criterios de evangelización que se revelarán extraordinariamente fecundos también para el arte. <br />
<br />
Unas necesidades funcionales de espacios para el culto popular y masivo les llevarán a construir grandes conventos con su hermoso templo, su capilla abierta, su amplio atrio con sus posas procesionales, su pequeño calvario en el centro, rematado por una cruz de cantera con los símbolos de la pasión, pero sin el Señor crucificado. Ha nacido el arte conventual que ocupará todo el siglo XVI. <br />
<br />
Unas necesidades apologéticas de afirmar la superioridad del cristianismo frente al culto pagano indígena. Al iniciar la evangelización, se dan cuenta de que están en presencia de altas culturas que vuelcan su religiosidad en moldes de belleza plástica frecuentemente grandiosos, y en ceremonias y ritos llenos de esplendor. Lo entienden y recogen el reto: no pueden presentar la Buena Nueva de Cristo en envolturas más modestas que los regios mantos aztecas o incas; tendrán que hacerlo en otros de igual o superior belleza. <br />
<br />
Y, sobre todo, unas necesidades pedagógicas les impulsan a buscar un lenguaje universal, en medio de la selva de lenguas de raíz totalmente diferente, y un modo de expresión fácilmente inteligible para todos. Así echan mano de la imagen visual, para encarnar conceptos abstractos y para persuadir tocando suave y eficazmente los afectos. Llevados por instinto evangélico y humanista los misioneros están realizando una genial obra de «inculturación», al insertar el Evangelio en tradiciones y modos de comunicación propios de las culturas indígenas. <br />
<br />
Así se va poblando la geografía americana de conventos, catedrales y templos grandiosos, construidos en material noble, como piedra y madera, y adornados con oro, plata y hierro forjado. Van surgiendo constelaciones de estatuas en cantera o en leño policromado, de Cristo, de la Virgen, de los santos; los muros de conventos y templos van cobrando vida y luz en pinturas que son, a la vez, páginas gráficas de doctrina cristiana, y fiesta de formas y color para el ojo atónito del neófito; el ámbito de las iglesias se va llenando de contrapuntos armónicos, que son bálsamo delicioso, literalmente inaudito para los oídos indígenas. <br />
<br />
En América Latina, durante los siglos XVI a XVIII no hay religiosidad del pueblo sin expresiones artísticas; y correlativamente, que el arte plástico no se da ni se entiende sin referencia a la piedad del pueblo. Cabe hablar de un proceso de verdadera simbiosis entre arte y religiosidad. Proceso que obedece a una cierta ley pendular: en la primera fase, los misioneros, por una elemental exigencia pedagógica, echan mano del arte como instrumento de catequización; el pueblo indígena se comporta como sujeto receptivo, destinatario principal de la evangelización y del arte. <br />
<br />
En la segunda fase, el pueblo echa mano del arte para manifestar su religiosidad: el pueblo, indígena y mestizo, es ahora sujeto activo, creador de arte. Se ha convertido en evangelizador él mismo. En palabras de Puebla:'' “La religiosidad popular no solamente es objeto de evangelización, sino que, en cuanto contiene encarnada la Palabra de Dios, es una forma activa con la cual el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo”.''<ref> DP, n. 450..</ref><br />
<br />
Como el movimiento de retorno de una ola gigantesca, la respuesta de los indígenas a esta «catequesis superior» por medio del arte, es una creatividad de extraordinario vigor y fecundidad. Al inicio, trabajan como colaboradores de los frailes y maestros europeos, constructores, canteros, escultores y pintores; luego, imitan las nuevas formas importadas y, finalmente, se abandonan a una creatividad original, en la que interpretan contenidos cristianos en un cruce de formas europeas e indígenas. <br />
<br />
Al conjuro de los citados criterios -necesidades prácticas, apologéticas, pedagógicas y de inculturación-, poco a poco va surgiendo la floración del arte religioso en el Nuevo Mundo. No podemos tocar todos los capítulos del arte religioso colonial -que afortunadamente es abundantísimo: allí están la escultura de los siglos XVI a XVIII, de escuela novohispana, quiteña o paraguaya, todas de calidad excelsa-. Por exigencias de método y espacio vamos a tocar sólo la arquitectura conventual del s. XVI y algo de la pintura y arquitectura barroca.<ref>Para el tratamiento más completo del arte sacro colonial de los siglos XVI a XVIII remitimos al lector a estudios más amplios, por ejemplo: AA.VV., Arte Colonial, Tomos 5,6, 7 Y 8 de Historia del Arte Mexicano, Ed. Sep/Salvat, México, 1986. AA.VV., Arte, Tomo IX de Gran Enciclopedia de España y Amé¬rica, ed. Espasa-Calpe/Argantonio, Madrid 1986. AA.VV., La pintura en 108 museos de México, Vol. 2 de Obras Maestras de la Pintura, ed. Planeta, Madrid-México 1983. AA.VV. Imaginería Virreina!. Memo¬rias de un seminario, ed. Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, México, 1990. CASTEDO, LEOPOLDO, Historia del Arte Iberoamericano, Alianza Editorial-Sociedad V Centenario, Madrid 1988, 2 vols. LA ORDEN MIRACLE, ERNESTO, Elogio de Quito, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1975. KUBLER, GEORGE, Arquitectura Mexicana del siglo XVI, FCE, México, 1984 (1'. ed. 1948). SEBASTIÁN, SANTIAGO, El barroco iberoamericano. Mensaje iconográfico, Ed. Encuentro, Madrid 1990. Toussaint, Manuel, Arte colonial en México Ed. UNAM, México 1990 (1'. ed. 1948), etc. </ref><br />
<br />
<br />
==1. Arte conventual del siglo XVI==<br />
<br />
<br />
En el siglo XVI florece un arte, aunque dictado por la urgencia y necesidad de la misión, de alta calidad estética, la arquitectura conventual. La «gran construcción» americana del siglo XVI, en palabras de Octavio Paz, contrapuesta a la «gran destrucción» de los templos y los fundamentos vitales de las culturas prehispánicas, fue sin duda la masiva construcción de conventos.<ref>Personalmente creo que los « fundamentos vitales válidos » de las culturas precolombinas fueron incorporados a la nueva síntesis cultural operada por el cristianismo. Piénsese, por ejemplo, en la acusada sensibilidad religiosa de dichos pueblos, trasvasada y potenciada a la nueva etapa cultural.</ref>En este enorme esfuerzo que aún hoy sorprende por su intensidad -principalmente en México-- y los recursos de todo orden que movilizó, se cifra uno de los aspectos sustantivos de la acción civilizadora de la Iglesia en el nuevo continente.<ref>Cfr. más ampliamente el excelente estudio de EMILIO GÓMEZ PIÑOL, La Arquitectura. Siglos XVI¬-XVIII, en Gran Enciclopedia de España y América, Tomo IX, El arte, Ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1986, pp. 51-185. Mi cita, ad sensum, p. 72.</ref><br />
<br />
La religión y sus prácticas ceremoniales debían ocupar el gigantesco vacío existencial producido al desplomarse la ancestral cosmovisión indígena. El carácter de ésta era de una religiosidad profundamente ritualista, expresada, por lo general, en grandes ceremonias multitudinarias celebradas en espacios abiertos. Las experiencias llevadas a cabo, principalmente en la Nueva España, para dar solución a los problemas planteados fueron de gran originalidad y eficacia. <br />
<br />
Como respuesta surgió una tipología arquitectónica novedosa en su visión de conjunto de las necesidades por resolver, llegando a constituir una genuina aportación americana a la historia de la arquitectura. Gracias a la funcionalidad conseguida en la habilitación de espacios para multitudes, junto al vistoso ceremonial del culto unido a la caracterización del nuevo ámbito sacro, la integración indígena en la nueva situación social y cultural avanzó prodigiosamente.<ref>Cfr. E. GÓMEZ PIÑOL, a.c., p. 58 ad sensum.</ref> <br />
<br />
Elementos de la arquitectura conventual del siglo XVI son el convento, el templo, con elementos románicos, góticos y, más frecuentemente, platerescos, el gran atrio, de muros robustos y bellos, con sus capillas-posas para las procesiones, y la capilla abierta. Sobre la función de la misma, escribe Fray Toribio de Benavente (Motolinía), en 1541: <br />
''“Los patios (se refiere a los atrios) son muy grandes y muy gentiles, pues las gentes son muchas y no caben en las iglesias. Por esta razón su ca¬pilla está afuera en el patio, porque todos oyen misa todos los domingos y días de fiesta, en tanto que las iglesias se usan entre semana.”'' <br />
<br />
Características de esta arquitectura es la monumentalidad, un cierto desfasamiento anacrónico en relación a Europa, con la consiguiente combinación de estilos arquitectónicos: se encuentran elementos medievales, románicos y góticos, cuando Europa está en pleno renacimiento: por ejemplo, Huejotzingo, Calpan; aunque hay también bellos ejemplares platerescos, como las fachadas de los templos de Acolman, Cuitzeo, Yuriria, las capillas abiertas de TIalmanalco, Cuilapan de León (Oaxaca), todas ellas en México. En una analogía con el desarrollo físico de una persona, América tiene que pasar de la infancia de las formas románicas macizas, a la esbeltez de la juventud en el gótico y a la madurez del dominio de la técnica y al clasicismo de las proporciones del renacimiento, en un siglo, cuando Europa tardó cinco en alcanzarla. <br />
<br />
Otra característica del arte conventual de siglo XVI, importantísima, fue la participación de los indígenas en las obras. Al principio como mano de obra exclusivamente física; pronto, gracias a su prodigiosa capacidad imitativa pudieron dominar plenamente las técnicas del arte europeo. En una siguiente fase, tuvieron el campo despejado para dar cauce libre a su propia originalidad. Así surge el «tequitqui» o arte tributario, nuestro mudéjar americano, cruce de formas indígenas precolombinas con estilos y contenidos europeos y cristianos, sobre todo en escultura y decoración en piedra.<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexica¬no en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref><br />
<br />
==2. Arte barroco==<br />
<br />
<br />
Ante todo, algunos presupuestos. El primer concepto que damos por supuesto -y que no desarrollamos por exigencias de método y espacio-, es que el barroco, antes de ser un estilo artístico, es la cultura de una época, la mentalidad y el talante de una sociedad histórica. Es, por lo mismo, una estructura histórica amplia y compleja, una de cuyas manifestaciones es el arte. <br />
<br />
El segundo supuesto es que tal época histórica coincidió con el período en que ya había iniciado vigorosamente en Europa la Reforma Católica, anterior a las controversias protestantes, aunque también recibió el potente impulso de la contrarreforma tridentina, a lo largo del XVII y del XVIII. En esta época se refuerza la autoridad del papado, tiene lugar una gran expansión de la Compañía de Jesús, se reafirma el núcleo esencial de la fe católica frente a los ataques de los reformadores protestantes. Todo ello va a dejar su huella en el arte barroco. <br />
<br />
El tercer supuesto es que la cultura barroca prefiere el ojo al oído. Escribe José Antonio Maravall:'' “dados los objetivos de difusión y de acción eficaz que la cultura barroca busca, se puede comprender que el barroco fue una cultura de la imagen sensible.”''<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexicano en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref>En el barroco se prefiere el ojo al oído, y dentro de las artes, se prefieren las artes visuales, las que entran por el ojo, por ser más eficaces para persuadir y ganar al que las contempla para los fines propuestos. <br />
<br />
Según un autor de la época, Suárez de Figueroa, ojos y oídos son puertas de acceso válidas para el conocimiento de las cosas, pero ''“en suma, son los ojos, entre los sentidos que sirven al alma, por donde entran y salen muchos afectos.”''<ref>Varias noticas importantes de «humana comunicación », fol. 244.</ref>Aunque el barroco echa mano también de la eficacia del oído, en la música y el teatro, sin embargo sus preferencias van hacia las artes plásticas, arquitectura y pintura.<br />
<br />
==3. El Barroco iberoamericano==<br />
<br />
<br />
Tales caracteres se van a dar en el barroco americano, que definimos igualmente como la cultura de una época y el talante de una sociedad. Con trazos esenciales, el perfil de la sociedad iberoamericana de los siglos XVII y XVIII es el siguiente: <br />
<br />
- Asentamiento social, político y económico de la nueva sociedad iberoamericana. Concluidos los períodos de los descubrimientos y conquistas políticas, y del pionerismo misionero de las grandes órdenes religiosas, es la hora de formar un modo de vida estable mediante instituciones –en lo político, lo jurídico, y lo eclesiástico-, ya través de una labor de formación y educación de las nuevas generaciones. El optimismo que reina en el ambiente, propio de una sociedad próspera en expansión, le lleva a volcar en arte sus enormes recursos materiales. <br />
<br />
- Voluntad de afirmación vigorosa de la ortodoxia católica, no como quien tiene que disputar y convencer a un adversario obstinado, sino como quien quiere rea¬firmar su identidad y como quien tiene una tarea vasta de seguir evangelizando muchedumbres de indígenas y culturas todavía paganas. <br />
<br />
<br />
Tal espíritu y talante se vuelca en el arte religioso barroco: el arte barroco iberoamericano es un arte suntuoso, pedagógico, imitativo y a la vez original o por lo menos favorecedor de la creatividad en contenidos y formas. De la conjunción de elementos europeos y americanos autóctonos nacerá una criatura nueva. <br />
Tal originalidad queda impresa en contenidos y formas. Por ejemplo, la representación de motivos decorativos o mitológicos prehispánicos, de la fauna y la flora propias de América; la pintura de tipos humanos «nuevos» en ese gigantesco laboratorio étnico y antropológico que es Iberoamérica, hay en el arte novohispano toda una corriente pictórica denominada «pintura de castas» que se recrea en representar parejas de distinta raza y el fruto que de su unión nace. <br />
<br />
<br />
Se está produciendo el fenómeno nuevo del mestizaje, producido por la mezcla de las tres razas: europea, indígena y africana. Del cruzamiento de español e india nace el mestizo, del español y negra, nace el mulato, del indio y negra, el zambo. De español y mestiza, castizo; de castizo y española, coyote; de español y mulata, morisco; de chino e india, cambujo; de cambujo e india «tente en el aire», etc. <br />
<br />
<br />
Otros indicios de la originalidad del barroco iberoamericano en cuanto a forma, es el retablo llevado del interior a la fachada del templo, el empleo de la columna estípite en el mismo, sobre todo en el barroco mexicano. La profusión decorativa, de buen gusto -piénsese en la Iglesia de Santo Domingo de Oaxaca, o en la Capilla del Rosario, de Puebla, en Santa Clara, de Tunja, en san Francisco, de Lima o de Quito, en la Compañía, también de Quito, etc.- El azulejo en la arquitectura religiosa y profana, sobre todo en México, responde a la alegría y colorido decorativos de los indígenas. <br />
<br />
<br />
El denominador común de todo el arte religioso barroco es su intencionalidad pedagógica: todo él está orientado hacia la catequesis y hacia la persuasión afectiva de unos pueblos emotivos antes que intelectuales. En Iberoamérica esto no es nuevo: ya desde el siglo XVI los misioneros, ante un continente por evangelizar, habían ideado diferentes sistemas para enseñar el catecismo: inspirados en manuscritos indígenas, traducen la enseñanza cristiana a caracteres pictográficos, se ayudan de cuadros y «pinturas» que representan los artículos de la fe, los diez mandamientos, los sacramentos, el camino del cielo y el del infierno. Este sistema de grandes lienzos pictóricos didácticos pervivió hasta el s. XVIII en centros rurales, v. gr. en Santa Cruz de Tlaxcala dos retablos representan escenas con inscripciones en náhuatl. <br />
<br />
<br />
Veamos la fuerza pedagógica de este retablo: el eje de la composición es el árbol del paraíso terrenal, con Adán y Eva a ambos lados, en el momento de la tentación origen del primer pecado. A la derecha, las representaciones de la pereza, la envidia y la gula; a la izquierda, la de la soberbia, la avaricia y lujuria; en el centro, la ira. Cada composición está presidida por su animal característico y presenta una escena bíblica alusiva al mismo. Por ejemplo, al referirse a la lujuria, el pintor presenta un cerdo -aunque en la Edad Media fue más frecuente un macho cabrío--, y nos presenta a Susana en un jardín cerrado, sorprendida por los dos viejos cuando iba a bañarse en la taza de una fuente.<ref>Cfr. más ampliamente, SANTIAGO SEBASTIÁN, El Barroco Iberoamericano. Mensaje iconográfico, ed. Encuentro, Madrid 1990, pp. 85-86.</ref><br />
<br />
<br />
Proyección catequética del arte Virreinal es la serie realizada en Quito por Miguel de Santiago, uno de los pintores más importantes del barroco iberoamericano. En los ocho lienzos de Quito, Miguel de Santiago representa en la parte superior del cuadro los mandamientos por unos ángeles y los dones del Espíritu Santo también por ángeles; a la izquierda, las peticiones del Padre Nuestro, por medio de figuras femeninas; a la derecha, un obispo o un sacerdote sostiene el letrero de un sacramento; en el centro, una obra de misericordia, y abajo un pecado capital. Es decir, estamos ante un catecismo ilustrado de la fe cristiana. <br />
<br />
<br />
El mismo pintor quiteño realizó otra serie hacia mitad del s. XVIII para la catedral de Santa Fe de Bogotá, sobre los artículos del credo. Hay también series catequético-pictóricas dedicadas a la Salve Regina, como la de la Iglesia de Puerto Acosta, en Bolivia, obra del pintor Leonardo Flores, en la segunda mitad del XVII; a los sacramentos, por ejemplo, los cuadros conservados en Arani (Bolivia), de fines del XVII. <br />
Se representan sobre todo los sacramentos más controvertidos en la disputa reformista: el sacerdocio, la penitencia y la eucaristía. Destaca el retablo de San Francisco, de Bogotá, de complicado programa didáctico sobre el sacramento del sacerdocio: obra del ensamblador asturiano Ignacio Garda de Ascucha, llegado a Bogotá en 1619, y rematado, después de su muerte, por un religioso anónimo, que ha sido llamado «Maestro de San Francisco». <br />
<br />
<br />
Entre todos los sacramentos, la Eucaristía tuvo preeminencia en la representación pictórica y aun escultórica. Por influjo de «La disputa del Sacramento» de Rafael, y de varias representaciones de Rubens, en Iberoamérica encontramos frecuentemente el tema de la exaltación de la Eucaristía. <br />
<br />
<br />
Es famosa, por ejemplo, la de Melchor Pérez de Holguín, pintor boliviano de altas calidades, en Rosario (Argentina); en Achocalla (Bolivia), Leonardo Flores repite el tema, siguiendo de cerca a Rubens. En México Baltasar de Echave Rojas la representa en la Catedral de Puebla, y Cristóbal de Villalpando (1686) en la sacristía de la catedral metropolitana de México. <br />
<br />
<br />
También se representa como «Última cena»: en San Francisco del Cuzco; en Popayán (Colombia) la representa el pintor quiteño Bernardo Rodríguez. Es frecuente también la presentación de la Eucaristía en el momento de ocurrir un milagro sensible durante la misa para reforzar la fe de los perplejos e incrédulos en la transubstanciación: ya en el s. XVI en Nueva España es representada en las pinturas murales del convento franciscano de Cuernavaca; el pintor novohispano Basilio de Salazar dedicó a este tema su mejor obra, en 1645.<br />
<br />
<br />
En arquitectura, los monumentos más importantes de exaltación eucarística fueron los llamados «sagrarios» o capillas de grandes proporciones que se construyeron adosados a las catedrales, como el de México, una de las cumbres del barroco iberoamericano, y el de Bogotá, de exquisita factura. <br />
<br />
<br />
Otro tema muy del gusto del barroco, del que echa mano frecuentemente la Iglesia de la Contrarreforma, es la alegoría del triunfo de la Iglesia; imagen gráfica de un texto explicativo, más aún de una tesis, el triunfo de la Iglesia católica sobre los enemigos de Cristo: contra los judíos del Antiguo Testamento, contra los perseguidores, contra los herejes de todos los tiempos, hasta llegar a los de la Reforma Protestante; la Iglesia aparece asistida siempre por ángeles, evangelistas, doctores, fundadores, santos, y sobre todo por la Madre de Dios. Contemplan y como que organizan la escena las Tres Divinas Personas. <br />
<br />
<br />
Hay una composición de Cristóbal de Villalpando, dedicada al «Triunfo de la Iglesia militante y triunfante», bajo influencia de Rubens. También se la representó bajo la imagen de la Iglesia como la nave de Pedro, que también es llamada a veces «nave de la contemplación mística». Esta representación del «Triumphus Ecclesiae» tiene carácter de confrontación con los enemigos de la Iglesia, antiguos y modernos. En el s. XVI, a raíz de la Contrarreforma, se difundió mucho un grabado de Filippo Tomasini (en Roma 1602), que sirvió de punto de partida a otro editado en Milán bajo el título de: «Triunfo de la Iglesia Católica certificada por sus cuatro evangelistas y sus apóstoles y sus principales doctores contra toda herejía y supersticiones del Paganismo». <br />
<br />
Hay una buena representación pictórica de Melchor Pérez de Holguín, de 1707, en la Iglesia de San Lorenzo, Potosí (Bolivia): el eje de la composición es el mástil de la nave, coronado por Cristo como Rey de reyes, junto a su madre y a seis ángeles portadores de los instrumentos de la pasión; más a los extremos están los Evangelistas pregonando el mensaje de Cristo por toda la tierra. El mástil está concebido como «árbol de la fe cristiana» y por ello se colocaron en torno suyo a los «Fundatores religionum»: san Francisco, san Agustín, san Benito, san Bruno, san Pedro Nolasco, santo Domingo, etc. <br />
<br />
<br />
Cada uno está unido a Cristo por medio de una jarcia. Al lado de popa aparece san Pedro llevando el timón y mostrando las llaves, mientras que en una bandera se proclama que él es piedra angular. El costado de proa refleja el carácter combativo de la Iglesia, con santos modernos de la Contrarreforma; por ello algunos, como san Ignacio de Loyola, van provistos de venablos, y además cuentan con la ayuda del arcángel san Miguel, vencedor de Satanás en los cielos. La nave no tiene miedo ante los peligros de este mundo, y así va provista de dos áncoras: una es la «Bona Voluntas» y otra el «Desiderium Paradisi». <br />
<br />
<br />
Protegiendo a la nave se colocó en primer término una barcaza con los «Docto¬res Ecclesiae», san Gregorio, san Agustín, san Jerónimo y san Ambrosio, más santo Tomás de Aquino, quienes con sus remos alcanzan ya a las naves de los herejes y de los cismáticos, que llevan al timón al mismo Demonio (el ecumenismo estaba todavía por venir); no pudiendo resistir el ataque, los personajes más significativos huyen a nado, como Sabelio, Arrio, Lutero, Calvino, etc ... <br />
<br />
El tono triunfal se completa con las tres naves que van remolcadas y dirigidas por los profetas Daniel, Jeremías y Ezequiel contra los enemigos de Dios vencidos. Este ambiente de victoria se completa con la escena de la lucha del emperador Heraclio contra el persa Cosroes, en el ángulo inferior derecho, mientras que al otro extremo vemos las ruinas de un templo pagano con los ídolos destrozados de Apolo y Hércules, más la escena bíblica de los tres jóvenes salvos en el horno por haberse negado a adorar la estatua de Nabucodonosor. <br />
<br />
El conjunto queda rematado con dos escenas referidas a las ciudades de Damasco y Constantinopla: ante la primera, vemos la caí¬da de Saulo, que perseguía a los cristianos, y desde este momento se convirtió; y en la otra, aparece el papa convirtiendo a los turcos a las puertas de Constantinopla, expresando un deseo mesiánico de la Iglesia.<ref>Para esta descripción soy deudor de S. SEBASTIÁN, o.c., p. 106-107.</ref><br />
<br />
<br />
El escultor Miguel Jiménez también la representó en relieve, aunque más pequeña, en la fachada principal de la Catedral de México. Parece natural que la tesis representada en dicho grabado se difundiera en Iberoamérica, donde la Iglesia de la Contrarreforma avanzaba victoriosamente destruyendo los ídolos indígenas. <br />
<br />
Igualmente es fuente inagotable de inspiración de contenidos iconográficos la tradición bíblica: sobre todo las páginas del Génesis, pero también las del Pentateuco, con sus historias de patriarcas, reyes y personajes representativos de la historia de la salvación, los profetas y, sobre todo, el Nuevo Testamento, con los misterios de la vida de Cristo, en especial los de su nacimiento, los de su Pasión y Muerte. <br />
<br />
El ciclo dedicado a la Santísima Virgen, en escenas bíblicas o bajo advocaciones de títulos hispanos o específicamente americanos, es abundantísimo. En fin, hay todo un ciclo dedicado a los santos, entre los más conocidos, los santos de grandes órdenes y congregaciones religiosas.<br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Si en la primera etapa el arte fue instrumento en manos del misionero para evangelizar la religiosidad del pueblo americano, en la segunda, es el pueblo mismo quien, al expresar creativamente su religiosidad por medio del arte, se evangeliza a sí mismo, en una circularidad admirable. <br />
<br />
El resultado final es la abundante, variada y espléndida floración del arte religioso en América Latina, fenómeno único en la historia de la evangelización comparable sólo a la evangelización de Europa. Durante varios siglos las obras de arte religioso han venido ejerciendo un magisterio evangelizador silencioso y eficaz entre el pueblo sencillo y católico como entre intelectuales y políticos, a veces indiferentes y aun hostiles. ¡Tal es la fuerza evangelizadora ínsita en una obra religiosa bella! Glosando a San Pablo, podemos decir: «Verbum Dei non est alligatum», «la Palabra de Dios no está encadenada», sobre todo cuando también se presenta como ¡«Verbum pulchrum»! <br />
<br />
En el momento de trazar las líneas programáticas de la nueva evangelización, conviene tener en cuenta el modelo de la evangelización fundante: religiosidad y arte iban de la mano, sea para evangelizar al pueblo a medio y largo plazo, sea para que el pueblo mismo, expresando creativamente su fe religiosa en formas plásticas bellas, se convierta, a su vez, él mismo en verdadero evangelizador.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=<br />
<br />
<br />
BIBLIOGRAFÍA<br />
<br />
AA.VV., ''Historia del Arte Mexicano'', tomos V, VI, VII, XVIII. Ed. Sep/Salvat, México, 1986.<br />
<br />
AA.VV., La pintura en 108 museos de México, Vol. 2 de ''Obras Maestras de la Pintura'', ed. Planeta, Madrid-México 1983.<br />
<br />
AA.VV. Imaginería Virreina!. ''Memorias de un seminario'', ed. Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, México, 1990. <br />
<br />
AA.VV. Gran Enciclopedia de España y América, Tomo IX, El arte, Ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1986<br />
<br />
AA.VV ''Gran Enciclopedia de España y América'', tomo VII, ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1989<br />
<br />
<br />
CASO ANTONIO, ''El Pueblo del Sol'', FCE, México.<br />
<br />
CASTEDO, LEOPOLDO, ''Historia del Arte Iberoamericano,'' Alianza Editorial-Sociedad V Centenario, Madrid 1988, 2 vols. <br />
<br />
CELAM, ''Documento de Puebla''<br />
<br />
KUBLER, GEORGE, ''Arquitectura Mexicana del siglo XVI,'' FCE, México, 1984 <br />
<br />
<br />
MARAVALL JOSÉ ANTONIO, ''La cultura del Barroco'', ed. Ariel, Barcelona 1986, l ed. 1975<br />
<br />
MIRACLE, ERNESTO, ''Elogio de Quito,'' Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1975. <br />
<br />
SANTIAGO SEBASTIÁN, ''El Barroco Iberoamericano. Mensaje iconográfico'', ed. Encuentro, Madrid 1990<br />
<br />
TOUSSAINT, MANUEL, ''Arte colonial en México,'' Ed. UNAM, México 1990<br />
<br />
<br />
UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE.'' Anales de la Facultad de Teología'', Chile, 1990.<br />
<br />
<br />
VILLA JOSÉ MORENO, ''Lo mexicano en las artes plásticas'', FCE, México, D. F., 1986<br />
<br />
<br />
<br />
'''JAVIER GARCÍA GONZÁLEZ'''</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=RELIGIOSIDAD_POPULAR&diff=235515RELIGIOSIDAD POPULAR2016-09-02T17:32:09Z<p>MGARCIA: /* 3. El Barroco iberoamericano */</p>
<hr />
<div>'''RELIGIOSIDAD POPULAR; sus manifestaciones artísticas<br />
'''<br />
<br />
<br />
Al repasar la historia de la evangelización de América, no puede faltar el capítulo del arte como instrumento de catequesis y, a la vez, como plasmación concreta de la fe cristiana de un pueblo ya evangelizado. <br />
<br />
La unión de religiosidad popular y arte en la primera evangelización fue todo un modelo de mutua fecundación y de resultados portentosos. Ahora, cuando el «continente de la Esperanza» traza las líneas de una nueva evangelización, interesa repasar cómo «funcionó» ese feliz binomio, para volver a juntar dos polos de cuya íntima unión tan fecundos frutos han brotado. <br />
<br />
En el presente trabajo, después de definir los términos de religiosidad popular y arte, hablaremos sobre los mismos en las culturas precolombinas, para detenernos luego en el período de la primera evangelización, sobre todo, en la arquitectura conventual del siglo XVI y en al arte barroco, como dos momentos en que la conjunción de arte y piedad del pueblo latinoamericano alcanzan cotas de extraordinaria fecundidad y belleza. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD POPULAR==<br />
<br />
<br />
Siguiendo el desarrollo histórico de la reflexión hecha en América Latina que desemboca en el «Documento de Puebla», entendemos por «religiosidad popular», «religión del pueblo» o «piedad popular», ''“el conjunto de hondas creencias selladas por Dios, de las actitudes básicas que de esas convicciones derivan y las expresiones que las manifiestan. Se trata de la forma o de la existencia cultural que la religión adopta en un pueblo determinado. La religión del pueblo latinoamericano, en su forma cultural más característica, es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular.” '' <ref>Documento de Puebla, 444</ref><br />
<br />
La religiosidad del pueblo latinoamericano queda formada y plasmada por la obra evangelizador de los misioneros de la primera época, del siglo XVI al XVIII. La religiosidad popular viene a constituir el núcleo común de la cultura y de la identidad del ser latinoamericano, que subsiste pese a la ulterior división en diversas naciones y a verse afectado por desgarramientos en el nivel económico, político y social.<ref>DP, 412 ad sensum. Para un estudio más pormenorizado sobre religiosidad popular en América Latina, ver Christian Johansson Firedmann, Religiosidad popular entre Medellín y Puebla: antecedentes y desarrollo, en Anales de la Facultad de Teología, P. U. Católica de Chile, 1990.</ref><br />
<br />
En la formación de la religiosidad popular de América Latina, como en la formación de su cultura, encontramos tres componentes, el europeo, el indígena y el africano. En la religiosidad hispana'' “marcó su impronta decisiva la religiosidad popular medieval, con un sentido inmediato del poder de Dios, de su Providencia, de la profunda unidad de lo histórico y lo meta-histórico, al punto que muchas veces se esfumaba la consistencia de las causas segundas, naturales. Era un mundo religioso de gran fecundidad expresiva, procesiones, romerías, fiestas ... (Sobresale) la devoción a la Eucaristía, (con procesiones espléndidas) el día del Corpus. Las representaciones de Cristo toman un acento más dramático, centrándose fundamentalmente en la Pasión. La piedad popular, muy trinitaria y mariana, apunta hacia los misterios de la Inmaculada y de la Asunción».''<ref>Juan María Laboa, en el Prólogo a « Las Creencias », de Gran Enciclopedia de España y América, tomo VII, ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1989, p. 8.</ref><br />
<br />
<br />
Por lo que toca al mundo indígena, historiadores y antropólogos están acordes en ver considerar la religión como clave de bóveda de las culturas precolombinas. De la cuna a la tumba, la vida del hombre meso-americano transcurría impregnada de olor a copal sagrado. Era tanta la importancia que tenía la religión para el pueblo azteca -dice el antropólogo Antonio Caso- ''“que podemos decir sin exagerar, que su existencia giraba totalmente alrededor de la religión, y no había un solo acto de la vida pública y privada que no estuviera teñido por el sentimiento religioso. La religión era el factor preponderante, e intervenía como causa hasta en aquellas actividades que nos parecen a nosotros más ajenas al sentimiento religioso, como los deportes, los juegos y la guerra. Regulaba el comercio, la política, la conquista, e intervenía en todos los actos del individuo, desde que nacía hasta que los sacerdotes quemaban su cadáver y enterraban sus cenizas. Era la suprema razón de las acciones individuales y la razón fundamental del Estado.” ''<ref>Antonio Caso, El Pueblo del Sol, FCE, México.</ref><br />
<br />
<br />
La religión africana va a dejar su huella no sólo en las grandes formas sincréticas del Vudú, en las Antillas Mayores, y de la Macumba, del Xangó, Candomblé, Nagó y en las formas espiritistas de la Umbanda, en Brasil; sino también en las formas folclóricas, como asociaciones de Santería, de Candomblé, escalas de baile, ritos y cultos de difuntos, hasta crear, sobre todo en Brasil, una religiosidad en la que tanto el espíritu como cada uno de los sentidos piden su parte, dando al culto ritmo, canto, dinamismo, colorido, y participación masiva.<br />
<br />
<br />
==ARTE==<br />
<br />
Damos como evidente el concepto de arte en su perspectiva ontológica, como representación sensible de lo bello. Lo bello, a su vez, lo definimos, con Santo Tomás:'' «Pulchrum dicitur id cuius ipsa aprehensio placet»: «se dice hermoso aquello cuya simple percepción agrada».''<ref>Summa Theologica I-n, q. 27, a. 1, ad 3. 6 DP, n. 454.</ref> <br />
<br />
En esta definición quedan apuntados el elemento subjetivo y el elemento objetivo de la obra bella: el sujeto que contempla y disfruta estéticamente, participa con su in¬teligencia, fantasía y sentimiento en este diálogo con la obra bella. Al preguntarnos por qué un objeto es bello, la respuesta en el orden metafísico, es: «por el esplendor de su forma», por la irradiación armoniosa de las perfecciones de su ser. Aunque de suyo, todo arte genuino es sagrado, pues el objeto bello, al mostrarnos la perfección de su ser, está señalando su participación en la plenitud y belleza del Ser Absoluto, de Dios, sin embargo, cuando aquí hablamos de «arte sacro», nos estamos refiriendo sólo al arte de contenido religioso. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD Y ARTE==<br />
<br />
<br />
Ya estamos en condiciones de relacionar religiosidad y arte. En el mismo Documento de Puebla quedan anotados los diversos puntos de contacto entre ambos: da capacidad (del pueblo) de expresar la fe en un lenguaje total que supera los racionalismos (canto, imágenes, gesto, color, danza); la fe situada en el tiempo (fiestas) y en lugares (santuarios y templos).<ref>DP, n. 454.</ref>«La forma cultural» en que el pueblo latinoamericano vive su religión va indisolublemente unida a sus templos, estatuas y pinturas sagradas.<br />
<br />
<br />
'''A. Religiosidad y arte en las culturas precolombinas''' <br />
<br />
<br />
En las culturas precolombinas arte y religiosidad van de la mano: la religión como manantial de inspiración y contenidos, el arte como símbolo y expresión plástica de lo religioso. Las ciudades meso americanas, que justamente han sido llamadas «ciudades de los dioses», están sembradas de pirámides: de San Lorenzo y Las Ventas, en zona olmeca, al Templo Mayor de Tenochtitlán, pasando por Teotihuacán y Tula, Chichen Itzá o Cobán. La pirámide es edificio de cultos uránicos y, a la vez, obra arquitectónica cuya serena belleza trasparece sea en sus líneas geométricas puras, sea en formas mixtas de pirámide-palacio, como en Palenque, Sachil, Uxmal o El Petén, en zona maya. <br />
<br />
El ánimo se sobrecoge y se llena de estupor ante lo bello y sublime, en la fortaleza-adoratorio de Machu Picchu, en el incario peruano, sea por su emplazamiento, en el grandioso anfiteatro de la Cordillera Andina, sea por el soberbio señorío de las construcciones, hábilmente hermanadas a la orografía y marco naturales. <br />
<br />
Hubo, hay belleza y elocuencia muda en las enormes piedras talladas del Coricancha o Templo del Sol, en Cuzco, en Sacsahuamán, en Ollantaytambo, en Pisac. Como la hubo, siglos antes, y continúa habiéndola en la portada del sol del Kalasasaya, en Tiahuanaco (Bolivia), cifra rica en bajorrelieves religiosos. <br />
<br />
Hay belleza refinada en la orfebrería de los muiscas de Colombia, y de los moches o incas del Perú y Ecuador, buena parte de la cual de carácter religioso. ¡Y qué decir de la alfarería y textilería preincaica, de calidad excelsa, llena de alusiones a los mitos religiosos de mapa, el dios-felino volador, de Viracocha o de Pachamama, la diosa de la tierra, progenitora universal ... ! Como la hay en los keros, y en los misteriosos vasos-retratos-ofrendas, de las culturas moches preincaicas. <br />
<br />
Hay belleza en las esculturas mesoamericanas, olmecas, aztecas y mayas, que no son simples representaciones naturalistas, sino sobre todo símbolos religiosos: piénsese en las grandes cabezas olmecas, o en las vigorosas estatuas de Huehueteotl -dios viejo y dios del fuego-- o en el busto de Ometeotl, dios de la dualidad, dios-señor y diosa-señora, esculturas en que la piedra cobra vida y belleza en una plástica primiti¬va y elemental que tanto entusiasmaba e inspiraba a artistas modernos, como Henri Moore o Diego Rivera. <br />
<br />
<br />
'''B. Religiosidad y arte en la primera evangelización''' <br />
<br />
<br />
Cuando los misioneros de la primera época inician su labor en América, impulsados por necesidades de la misión van a ir aplicando una serie de criterios de evangelización que se revelarán extraordinariamente fecundos también para el arte. <br />
<br />
Unas necesidades funcionales de espacios para el culto popular y masivo les llevarán a construir grandes conventos con su hermoso templo, su capilla abierta, su amplio atrio con sus posas procesionales, su pequeño calvario en el centro, rematado por una cruz de cantera con los símbolos de la pasión, pero sin el Señor crucificado. Ha nacido el arte conventual que ocupará todo el siglo XVI. <br />
<br />
Unas necesidades apologéticas de afirmar la superioridad del cristianismo frente al culto pagano indígena. Al iniciar la evangelización, se dan cuenta de que están en presencia de altas culturas que vuelcan su religiosidad en moldes de belleza plástica frecuentemente grandiosos, y en ceremonias y ritos llenos de esplendor. Lo entienden y recogen el reto: no pueden presentar la Buena Nueva de Cristo en envolturas más modestas que los regios mantos aztecas o incas; tendrán que hacerlo en otros de igual o superior belleza. <br />
<br />
Y, sobre todo, unas necesidades pedagógicas les impulsan a buscar un lenguaje universal, en medio de la selva de lenguas de raíz totalmente diferente, y un modo de expresión fácilmente inteligible para todos. Así echan mano de la imagen visual, para encarnar conceptos abstractos y para persuadir tocando suave y eficazmente los afectos. Llevados por instinto evangélico y humanista los misioneros están realizando una genial obra de «inculturación», al insertar el Evangelio en tradiciones y modos de comunicación propios de las culturas indígenas. <br />
<br />
Así se va poblando la geografía americana de conventos, catedrales y templos grandiosos, construidos en material noble, como piedra y madera, y adornados con oro, plata y hierro forjado. Van surgiendo constelaciones de estatuas en cantera o en leño policromado, de Cristo, de la Virgen, de los santos; los muros de conventos y templos van cobrando vida y luz en pinturas que son, a la vez, páginas gráficas de doctrina cristiana, y fiesta de formas y color para el ojo atónito del neófito; el ámbito de las iglesias se va llenando de contrapuntos armónicos, que son bálsamo delicioso, literalmente inaudito para los oídos indígenas. <br />
<br />
En América Latina, durante los siglos XVI a XVIII no hay religiosidad del pueblo sin expresiones artísticas; y correlativamente, que el arte plástico no se da ni se entiende sin referencia a la piedad del pueblo. Cabe hablar de un proceso de verdadera simbiosis entre arte y religiosidad. Proceso que obedece a una cierta ley pendular: en la primera fase, los misioneros, por una elemental exigencia pedagógica, echan mano del arte como instrumento de catequización; el pueblo indígena se comporta como sujeto receptivo, destinatario principal de la evangelización y del arte. <br />
<br />
En la segunda fase, el pueblo echa mano del arte para manifestar su religiosidad: el pueblo, indígena y mestizo, es ahora sujeto activo, creador de arte. Se ha convertido en evangelizador él mismo. En palabras de Puebla:'' “La religiosidad popular no solamente es objeto de evangelización, sino que, en cuanto contiene encarnada la Palabra de Dios, es una forma activa con la cual el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo”.''<ref> DP, n. 450..</ref><br />
<br />
Como el movimiento de retorno de una ola gigantesca, la respuesta de los indígenas a esta «catequesis superior» por medio del arte, es una creatividad de extraordinario vigor y fecundidad. Al inicio, trabajan como colaboradores de los frailes y maestros europeos, constructores, canteros, escultores y pintores; luego, imitan las nuevas formas importadas y, finalmente, se abandonan a una creatividad original, en la que interpretan contenidos cristianos en un cruce de formas europeas e indígenas. <br />
<br />
Al conjuro de los citados criterios -necesidades prácticas, apologéticas, pedagógicas y de inculturación-, poco a poco va surgiendo la floración del arte religioso en el Nuevo Mundo. No podemos tocar todos los capítulos del arte religioso colonial -que afortunadamente es abundantísimo: allí están la escultura de los siglos XVI a XVIII, de escuela novohispana, quiteña o paraguaya, todas de calidad excelsa-. Por exigencias de método y espacio vamos a tocar sólo la arquitectura conventual del s. XVI y algo de la pintura y arquitectura barroca.<ref>Para el tratamiento más completo del arte sacro colonial de los siglos XVI a XVIII remitimos al lector a estudios más amplios, por ejemplo: AA.VV., Arte Colonial, Tomos 5,6, 7 Y 8 de Historia del Arte Mexicano, Ed. Sep/Salvat, México, 1986. AA.VV., Arte, Tomo IX de Gran Enciclopedia de España y Amé¬rica, ed. Espasa-Calpe/Argantonio, Madrid 1986. AA.VV., La pintura en 108 museos de México, Vol. 2 de Obras Maestras de la Pintura, ed. Planeta, Madrid-México 1983. AA.VV. Imaginería Virreina!. Memo¬rias de un seminario, ed. Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, México, 1990. CASTEDO, LEOPOLDO, Historia del Arte Iberoamericano, Alianza Editorial-Sociedad V Centenario, Madrid 1988, 2 vols. LA ORDEN MIRACLE, ERNESTO, Elogio de Quito, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1975. KUBLER, GEORGE, Arquitectura Mexicana del siglo XVI, FCE, México, 1984 (1'. ed. 1948). SEBASTIÁN, SANTIAGO, El barroco iberoamericano. Mensaje iconográfico, Ed. Encuentro, Madrid 1990. Toussaint, Manuel, Arte colonial en México Ed. UNAM, México 1990 (1'. ed. 1948), etc. </ref><br />
<br />
<br />
==1. Arte conventual del siglo XVI==<br />
<br />
<br />
En el siglo XVI florece un arte, aunque dictado por la urgencia y necesidad de la misión, de alta calidad estética, la arquitectura conventual. La «gran construcción» americana del siglo XVI, en palabras de Octavio Paz, contrapuesta a la «gran destrucción» de los templos y los fundamentos vitales de las culturas prehispánicas, fue sin duda la masiva construcción de conventos.<ref>Personalmente creo que los « fundamentos vitales válidos » de las culturas precolombinas fueron incorporados a la nueva síntesis cultural operada por el cristianismo. Piénsese, por ejemplo, en la acusada sensibilidad religiosa de dichos pueblos, trasvasada y potenciada a la nueva etapa cultural.</ref>En este enorme esfuerzo que aún hoy sorprende por su intensidad -principalmente en México-- y los recursos de todo orden que movilizó, se cifra uno de los aspectos sustantivos de la acción civilizadora de la Iglesia en el nuevo continente.<ref>Cfr. más ampliamente el excelente estudio de EMILIO GÓMEZ PIÑOL, La Arquitectura. Siglos XVI¬-XVIII, en Gran Enciclopedia de España y América, Tomo IX, El arte, Ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1986, pp. 51-185. Mi cita, ad sensum, p. 72.</ref><br />
<br />
La religión y sus prácticas ceremoniales debían ocupar el gigantesco vacío existencial producido al desplomarse la ancestral cosmovisión indígena. El carácter de ésta era de una religiosidad profundamente ritualista, expresada, por lo general, en grandes ceremonias multitudinarias celebradas en espacios abiertos. Las experiencias llevadas a cabo, principalmente en la Nueva España, para dar solución a los problemas planteados fueron de gran originalidad y eficacia. <br />
<br />
Como respuesta surgió una tipología arquitectónica novedosa en su visión de conjunto de las necesidades por resolver, llegando a constituir una genuina aportación americana a la historia de la arquitectura. Gracias a la funcionalidad conseguida en la habilitación de espacios para multitudes, junto al vistoso ceremonial del culto unido a la caracterización del nuevo ámbito sacro, la integración indígena en la nueva situación social y cultural avanzó prodigiosamente.<ref>Cfr. E. GÓMEZ PIÑOL, a.c., p. 58 ad sensum.</ref> <br />
<br />
Elementos de la arquitectura conventual del siglo XVI son el convento, el templo, con elementos románicos, góticos y, más frecuentemente, platerescos, el gran atrio, de muros robustos y bellos, con sus capillas-posas para las procesiones, y la capilla abierta. Sobre la función de la misma, escribe Fray Toribio de Benavente (Motolinía), en 1541: <br />
''“Los patios (se refiere a los atrios) son muy grandes y muy gentiles, pues las gentes son muchas y no caben en las iglesias. Por esta razón su ca¬pilla está afuera en el patio, porque todos oyen misa todos los domingos y días de fiesta, en tanto que las iglesias se usan entre semana.”'' <br />
<br />
Características de esta arquitectura es la monumentalidad, un cierto desfasamiento anacrónico en relación a Europa, con la consiguiente combinación de estilos arquitectónicos: se encuentran elementos medievales, románicos y góticos, cuando Europa está en pleno renacimiento: por ejemplo, Huejotzingo, Calpan; aunque hay también bellos ejemplares platerescos, como las fachadas de los templos de Acolman, Cuitzeo, Yuriria, las capillas abiertas de TIalmanalco, Cuilapan de León (Oaxaca), todas ellas en México. En una analogía con el desarrollo físico de una persona, América tiene que pasar de la infancia de las formas románicas macizas, a la esbeltez de la juventud en el gótico y a la madurez del dominio de la técnica y al clasicismo de las proporciones del renacimiento, en un siglo, cuando Europa tardó cinco en alcanzarla. <br />
<br />
Otra característica del arte conventual de siglo XVI, importantísima, fue la participación de los indígenas en las obras. Al principio como mano de obra exclusivamente física; pronto, gracias a su prodigiosa capacidad imitativa pudieron dominar plenamente las técnicas del arte europeo. En una siguiente fase, tuvieron el campo despejado para dar cauce libre a su propia originalidad. Así surge el «tequitqui» o arte tributario, nuestro mudéjar americano, cruce de formas indígenas precolombinas con estilos y contenidos europeos y cristianos, sobre todo en escultura y decoración en piedra.<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexica¬no en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref><br />
<br />
==2. Arte barroco==<br />
<br />
<br />
Ante todo, algunos presupuestos. El primer concepto que damos por supuesto -y que no desarrollamos por exigencias de método y espacio-, es que el barroco, antes de ser un estilo artístico, es la cultura de una época, la mentalidad y el talante de una sociedad histórica. Es, por lo mismo, una estructura histórica amplia y compleja, una de cuyas manifestaciones es el arte. <br />
<br />
El segundo supuesto es que tal época histórica coincidió con el período en que ya había iniciado vigorosamente en Europa la Reforma Católica, anterior a las controversias protestantes, aunque también recibió el potente impulso de la contrarreforma tridentina, a lo largo del XVII y del XVIII. En esta época se refuerza la autoridad del papado, tiene lugar una gran expansión de la Compañía de Jesús, se reafirma el núcleo esencial de la fe católica frente a los ataques de los reformadores protestantes. Todo ello va a dejar su huella en el arte barroco. <br />
<br />
El tercer supuesto es que la cultura barroca prefiere el ojo al oído. Escribe José Antonio Maravall:'' “dados los objetivos de difusión y de acción eficaz que la cultura barroca busca, se puede comprender que el barroco fue una cultura de la imagen sensible.”''<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexicano en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref>En el barroco se prefiere el ojo al oído, y dentro de las artes, se prefieren las artes visuales, las que entran por el ojo, por ser más eficaces para persuadir y ganar al que las contempla para los fines propuestos. <br />
<br />
Según un autor de la época, Suárez de Figueroa, ojos y oídos son puertas de acceso válidas para el conocimiento de las cosas, pero ''“en suma, son los ojos, entre los sentidos que sirven al alma, por donde entran y salen muchos afectos.”''<ref>Varias noticas importantes de «humana comunicación », fol. 244.</ref>Aunque el barroco echa mano también de la eficacia del oído, en la música y el teatro, sin embargo sus preferencias van hacia las artes plásticas, arquitectura y pintura.<br />
<br />
==3. El Barroco iberoamericano==<br />
<br />
<br />
Tales caracteres se van a dar en el barroco americano, que definimos igualmente como la cultura de una época y el talante de una sociedad. Con trazos esenciales, el perfil de la sociedad iberoamericana de los siglos XVII y XVIII es el siguiente: <br />
<br />
- Asentamiento social, político y económico de la nueva sociedad iberoamericana. Concluidos los períodos de los descubrimientos y conquistas políticas, y del pionerismo misionero de las grandes órdenes religiosas, es la hora de formar un modo de vida estable mediante instituciones –en lo político, lo jurídico, y lo eclesiástico-, ya través de una labor de formación y educación de las nuevas generaciones. El optimismo que reina en el ambiente, propio de una sociedad próspera en expansión, le lleva a volcar en arte sus enormes recursos materiales. <br />
<br />
- Voluntad de afirmación vigorosa de la ortodoxia católica, no como quien tiene que disputar y convencer a un adversario obstinado, sino como quien quiere rea¬firmar su identidad y como quien tiene una tarea vasta de seguir evangelizando muchedumbres de indígenas y culturas todavía paganas. <br />
<br />
<br />
Tal espíritu y talante se vuelca en el arte religioso barroco: el arte barroco iberoamericano es un arte suntuoso, pedagógico, imitativo y a la vez original o por lo menos favorecedor de la creatividad en contenidos y formas. De la conjunción de elementos europeos y americanos autóctonos nacerá una criatura nueva. <br />
Tal originalidad queda impresa en contenidos y formas. Por ejemplo, la representación de motivos decorativos o mitológicos prehispánicos, de la fauna y la flora propias de América; la pintura de tipos humanos «nuevos» en ese gigantesco laboratorio étnico y antropológico que es Iberoamérica, hay en el arte novohispano toda una corriente pictórica denominada «pintura de castas» que se recrea en representar parejas de distinta raza y el fruto que de su unión nace. <br />
<br />
<br />
Se está produciendo el fenómeno nuevo del mestizaje, producido por la mezcla de las tres razas: europea, indígena y africana. Del cruzamiento de español e india nace el mestizo, del español y negra, nace el mulato, del indio y negra, el zambo. De español y mestiza, castizo; de castizo y española, coyote; de español y mulata, morisco; de chino e india, cambujo; de cambujo e india «tente en el aire», etc. <br />
<br />
<br />
Otros indicios de la originalidad del barroco iberoamericano en cuanto a forma, es el retablo llevado del interior a la fachada del templo, el empleo de la columna estípite en el mismo, sobre todo en el barroco mexicano. La profusión decorativa, de buen gusto -piénsese en la Iglesia de Santo Domingo de Oaxaca, o en la Capilla del Rosario, de Puebla, en Santa Clara, de Tunja, en san Francisco, de Lima o de Quito, en la Compañía, también de Quito, etc.- El azulejo en la arquitectura religiosa y profana, sobre todo en México, responde a la alegría y colorido decorativos de los indígenas. <br />
<br />
<br />
El denominador común de todo el arte religioso barroco es su intencionalidad pedagógica: todo él está orientado hacia la catequesis y hacia la persuasión afectiva de unos pueblos emotivos antes que intelectuales. En Iberoamérica esto no es nuevo: ya desde el siglo XVI los misioneros, ante un continente por evangelizar, habían ideado diferentes sistemas para enseñar el catecismo: inspirados en manuscritos indígenas, traducen la enseñanza cristiana a caracteres pictográficos, se ayudan de cuadros y «pinturas» que representan los artículos de la fe, los diez mandamientos, los sacramentos, el camino del cielo y el del infierno. Este sistema de grandes lienzos pictóricos didácticos pervivió hasta el s. XVIII en centros rurales, v. gr. en Santa Cruz de Tlaxcala dos retablos representan escenas con inscripciones en náhuatl. <br />
<br />
<br />
Veamos la fuerza pedagógica de este retablo: el eje de la composición es el árbol del paraíso terrenal, con Adán y Eva a ambos lados, en el momento de la tentación origen del primer pecado. A la derecha, las representaciones de la pereza, la envidia y la gula; a la izquierda, la de la soberbia, la avaricia y lujuria; en el centro, la ira. Cada composición está presidida por su animal característico y presenta una escena bíblica alusiva al mismo. Por ejemplo, al referirse a la lujuria, el pintor presenta un cerdo -aunque en la Edad Media fue más frecuente un macho cabrío--, y nos presenta a Susana en un jardín cerrado, sorprendida por los dos viejos cuando iba a bañarse en la taza de una fuente.<ref>Cfr. más ampliamente, SANTIAGO SEBASTIÁN, El Barroco Iberoamericano. Mensaje iconográfico, ed. Encuentro, Madrid 1990, pp. 85-86.</ref><br />
<br />
<br />
Proyección catequética del arte Virreinal es la serie realizada en Quito por Miguel de Santiago, uno de los pintores más importantes del barroco iberoamericano. En los ocho lienzos de Quito, Miguel de Santiago representa en la parte superior del cuadro los mandamientos por unos ángeles y los dones del Espíritu Santo también por ángeles; a la izquierda, las peticiones del Padre Nuestro, por medio de figuras femeninas; a la derecha, un obispo o un sacerdote sostiene el letrero de un sacramento; en el centro, una obra de misericordia, y abajo un pecado capital. Es decir, estamos ante un catecismo ilustrado de la fe cristiana. <br />
<br />
<br />
El mismo pintor quiteño realizó otra serie hacia mitad del s. XVIII para la catedral de Santa Fe de Bogotá, sobre los artículos del credo. Hay también series catequético-pictóricas dedicadas a la Salve Regina, como la de la Iglesia de Puerto Acosta, en Bolivia, obra del pintor Leonardo Flores, en la segunda mitad del XVII; a los sacramentos, por ejemplo, los cuadros conservados en Arani (Bolivia), de fines del XVII. <br />
Se representan sobre todo los sacramentos más controvertidos en la disputa reformista: el sacerdocio, la penitencia y la eucaristía. Destaca el retablo de San Francisco, de Bogotá, de complicado programa didáctico sobre el sacramento del sacerdocio: obra del ensamblador asturiano Ignacio Garda de Ascucha, llegado a Bogotá en 1619, y rematado, después de su muerte, por un religioso anónimo, que ha sido llamado «Maestro de San Francisco». <br />
<br />
<br />
Entre todos los sacramentos, la Eucaristía tuvo preeminencia en la representación pictórica y aun escultórica. Por influjo de «La disputa del Sacramento» de Rafael, y de varias representaciones de Rubens, en Iberoamérica encontramos frecuentemente el tema de la exaltación de la Eucaristía. <br />
<br />
<br />
Es famosa, por ejemplo, la de Melchor Pérez de Holguín, pintor boliviano de altas calidades, en Rosario (Argentina); en Achocalla (Bolivia), Leonardo Flores repite el tema, siguiendo de cerca a Rubens. En México Baltasar de Echave Rojas la representa en la Catedral de Puebla, y Cristóbal de Villalpando (1686) en la sacristía de la catedral metropolitana de México. <br />
<br />
<br />
También se representa como «Última cena»: en San Francisco del Cuzco; en Popayán (Colombia) la representa el pintor quiteño Bernardo Rodríguez. Es frecuente también la presentación de la Eucaristía en el momento de ocurrir un milagro sensible durante la misa para reforzar la fe de los perplejos e incrédulos en la transubstanciación: ya en el s. XVI en Nueva España es representada en las pinturas murales del convento franciscano de Cuernavaca; el pintor novohispano Basilio de Salazar dedicó a este tema su mejor obra, en 1645.<br />
<br />
<br />
En arquitectura, los monumentos más importantes de exaltación eucarística fueron los llamados «sagrarios» o capillas de grandes proporciones que se construyeron adosados a las catedrales, como el de México, una de las cumbres del barroco iberoamericano, y el de Bogotá, de exquisita factura. <br />
<br />
<br />
Otro tema muy del gusto del barroco, del que echa mano frecuentemente la Iglesia de la Contrarreforma, es la alegoría del triunfo de la Iglesia; imagen gráfica de un texto explicativo, más aún de una tesis, el triunfo de la Iglesia católica sobre los enemigos de Cristo: contra los judíos del Antiguo Testamento, contra los perseguidores, contra los herejes de todos los tiempos, hasta llegar a los de la Reforma Protestante; la Iglesia aparece asistida siempre por ángeles, evangelistas, doctores, fundadores, santos, y sobre todo por la Madre de Dios. Contemplan y como que organizan la escena las Tres Divinas Personas. <br />
<br />
<br />
Hay una composición de Cristóbal de Villalpando, dedicada al «Triunfo de la Iglesia militante y triunfante», bajo influencia de Rubens. También se la representó bajo la imagen de la Iglesia como la nave de Pedro, que también es llamada a veces «nave de la contemplación mística». Esta representación del «Triumphus Ecclesiae» tiene carácter de confrontación con los enemigos de la Iglesia, antiguos y modernos. En el s. XVI, a raíz de la Contrarreforma, se difundió mucho un grabado de Filippo Tomasini (en Roma 1602), que sirvió de punto de partida a otro editado en Milán bajo el título de: «Triunfo de la Iglesia Católica certificada por sus cuatro evangelistas y sus apóstoles y sus principales doctores contra toda herejía y supersticiones del Paganismo». <br />
<br />
Hay una buena representación pictórica de Melchor Pérez de Holguín, de 1707, en la Iglesia de San Lorenzo, Potosí (Bolivia): el eje de la composición es el mástil de la nave, coronado por Cristo como Rey de reyes, junto a su madre y a seis ángeles portadores de los instrumentos de la pasión; más a los extremos están los Evangelistas pregonando el mensaje de Cristo por toda la tierra. El mástil está concebido como «árbol de la fe cristiana» y por ello se colocaron en torno suyo a los «Fundatores religionum»: san Francisco, san Agustín, san Benito, san Bruno, san Pedro Nolasco, santo Domingo, etc. <br />
<br />
<br />
Cada uno está unido a Cristo por medio de una jarcia. Al lado de popa aparece san Pedro llevando el timón y mostrando las llaves, mientras que en una bandera se proclama que él es piedra angular. El costado de proa refleja el carácter combativo de la Iglesia, con santos modernos de la Contrarreforma; por ello algunos, como san Ignacio de Loyola, van provistos de venablos, y además cuentan con la ayuda del arcángel san Miguel, vencedor de Satanás en los cielos. La nave no tiene miedo ante los peligros de este mundo, y así va provista de dos áncoras: una es la «Bona Voluntas» y otra el «Desiderium Paradisi». <br />
<br />
<br />
Protegiendo a la nave se colocó en primer término una barcaza con los «Docto¬res Ecclesiae», san Gregorio, san Agustín, san Jerónimo y san Ambrosio, más santo Tomás de Aquino, quienes con sus remos alcanzan ya a las naves de los herejes y de los cismáticos, que llevan al timón al mismo Demonio (el ecumenismo estaba todavía por venir); no pudiendo resistir el ataque, los personajes más significativos huyen a nado, como Sabelio, Arrio, Lutero, Calvino, etc ... <br />
<br />
El tono triunfal se completa con las tres naves que van remolcadas y dirigidas por los profetas Daniel, Jeremías y Ezequiel contra los enemigos de Dios vencidos. Este ambiente de victoria se completa con la escena de la lucha del emperador Heraclio contra el persa Cosroes, en el ángulo inferior derecho, mientras que al otro extremo vemos las ruinas de un templo pagano con los ídolos destrozados de Apolo y Hércules, más la escena bíblica de los tres jóvenes salvos en el horno por haberse negado a adorar la estatua de Nabucodonosor. <br />
<br />
El conjunto queda rematado con dos escenas referidas a las ciudades de Damasco y Constantinopla: ante la primera, vemos la caí¬da de Saulo, que perseguía a los cristianos, y desde este momento se convirtió; y en la otra, aparece el papa convirtiendo a los turcos a las puertas de Constantinopla, expresando un deseo mesiánico de la Iglesia.<ref>Para esta descripción soy deudor de S. SEBASTIÁN, o.c., p. 106-107.</ref><br />
<br />
<br />
El escultor Miguel Jiménez también la representó en relieve, aunque más pequeña, en la fachada principal de la Catedral de México. Parece natural que la tesis representada en dicho grabado se difundiera en Iberoamérica, donde la Iglesia de la Contrarreforma avanzaba victoriosamente destruyendo los ídolos indígenas. <br />
<br />
Igualmente es fuente inagotable de inspiración de contenidos iconográficos la tradición bíblica: sobre todo las páginas del Génesis, pero también las del Pentateuco, con sus historias de patriarcas, reyes y personajes representativos de la historia de la salvación, los profetas y, sobre todo, el Nuevo Testamento, con los misterios de la vida de Cristo, en especial los de su nacimiento, los de su Pasión y Muerte. <br />
<br />
El ciclo dedicado a la Santísima Virgen, en escenas bíblicas o bajo advocaciones de títulos hispanos o específicamente americanos, es abundantísimo. En fin, hay todo un ciclo dedicado a los santos, entre los más conocidos, los santos de grandes órdenes y congregaciones religiosas.<br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Si en la primera etapa el arte fue instrumento en manos del misionero para evangelizar la religiosidad del pueblo americano, en la segunda, es el pueblo mismo quien, al expresar creativamente su religiosidad por medio del arte, se evangeliza a sí mismo, en una circularidad admirable. <br />
<br />
El resultado final es la abundante, variada y espléndida floración del arte religioso en América Latina, fenómeno único en la historia de la evangelización comparable sólo a la evangelización de Europa. Durante varios siglos las obras de arte religioso han venido ejerciendo un magisterio evangelizador silencioso y eficaz entre el pueblo sencillo y católico como entre intelectuales y políticos, a veces indiferentes y aun hostiles. ¡Tal es la fuerza evangelizadora ínsita en una obra religiosa bella! Glosando a San Pablo, podemos decir: «Verbum Dei non est alligatum», «la Palabra de Dios no está encadenada», sobre todo cuando también se presenta como ¡«Verbum pulchrum»! <br />
<br />
En el momento de trazar las líneas programáticas de la nueva evangelización, conviene tener en cuenta el modelo de la evangelización fundante: religiosidad y arte iban de la mano, sea para evangelizar al pueblo a medio y largo plazo, sea para que el pueblo mismo, expresando creativamente su fe religiosa en formas plásticas bellas, se convierta, a su vez, él mismo en verdadero evangelizador.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=RELIGIOSIDAD_POPULAR&diff=235512RELIGIOSIDAD POPULAR2016-09-02T17:26:06Z<p>MGARCIA: /* 3. El Barroco iberoamericano */</p>
<hr />
<div>'''RELIGIOSIDAD POPULAR; sus manifestaciones artísticas<br />
'''<br />
<br />
<br />
Al repasar la historia de la evangelización de América, no puede faltar el capítulo del arte como instrumento de catequesis y, a la vez, como plasmación concreta de la fe cristiana de un pueblo ya evangelizado. <br />
<br />
La unión de religiosidad popular y arte en la primera evangelización fue todo un modelo de mutua fecundación y de resultados portentosos. Ahora, cuando el «continente de la Esperanza» traza las líneas de una nueva evangelización, interesa repasar cómo «funcionó» ese feliz binomio, para volver a juntar dos polos de cuya íntima unión tan fecundos frutos han brotado. <br />
<br />
En el presente trabajo, después de definir los términos de religiosidad popular y arte, hablaremos sobre los mismos en las culturas precolombinas, para detenernos luego en el período de la primera evangelización, sobre todo, en la arquitectura conventual del siglo XVI y en al arte barroco, como dos momentos en que la conjunción de arte y piedad del pueblo latinoamericano alcanzan cotas de extraordinaria fecundidad y belleza. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD POPULAR==<br />
<br />
<br />
Siguiendo el desarrollo histórico de la reflexión hecha en América Latina que desemboca en el «Documento de Puebla», entendemos por «religiosidad popular», «religión del pueblo» o «piedad popular», ''“el conjunto de hondas creencias selladas por Dios, de las actitudes básicas que de esas convicciones derivan y las expresiones que las manifiestan. Se trata de la forma o de la existencia cultural que la religión adopta en un pueblo determinado. La religión del pueblo latinoamericano, en su forma cultural más característica, es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular.” '' <ref>Documento de Puebla, 444</ref><br />
<br />
La religiosidad del pueblo latinoamericano queda formada y plasmada por la obra evangelizador de los misioneros de la primera época, del siglo XVI al XVIII. La religiosidad popular viene a constituir el núcleo común de la cultura y de la identidad del ser latinoamericano, que subsiste pese a la ulterior división en diversas naciones y a verse afectado por desgarramientos en el nivel económico, político y social.<ref>DP, 412 ad sensum. Para un estudio más pormenorizado sobre religiosidad popular en América Latina, ver Christian Johansson Firedmann, Religiosidad popular entre Medellín y Puebla: antecedentes y desarrollo, en Anales de la Facultad de Teología, P. U. Católica de Chile, 1990.</ref><br />
<br />
En la formación de la religiosidad popular de América Latina, como en la formación de su cultura, encontramos tres componentes, el europeo, el indígena y el africano. En la religiosidad hispana'' “marcó su impronta decisiva la religiosidad popular medieval, con un sentido inmediato del poder de Dios, de su Providencia, de la profunda unidad de lo histórico y lo meta-histórico, al punto que muchas veces se esfumaba la consistencia de las causas segundas, naturales. Era un mundo religioso de gran fecundidad expresiva, procesiones, romerías, fiestas ... (Sobresale) la devoción a la Eucaristía, (con procesiones espléndidas) el día del Corpus. Las representaciones de Cristo toman un acento más dramático, centrándose fundamentalmente en la Pasión. La piedad popular, muy trinitaria y mariana, apunta hacia los misterios de la Inmaculada y de la Asunción».''<ref>Juan María Laboa, en el Prólogo a « Las Creencias », de Gran Enciclopedia de España y América, tomo VII, ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1989, p. 8.</ref><br />
<br />
<br />
Por lo que toca al mundo indígena, historiadores y antropólogos están acordes en ver considerar la religión como clave de bóveda de las culturas precolombinas. De la cuna a la tumba, la vida del hombre meso-americano transcurría impregnada de olor a copal sagrado. Era tanta la importancia que tenía la religión para el pueblo azteca -dice el antropólogo Antonio Caso- ''“que podemos decir sin exagerar, que su existencia giraba totalmente alrededor de la religión, y no había un solo acto de la vida pública y privada que no estuviera teñido por el sentimiento religioso. La religión era el factor preponderante, e intervenía como causa hasta en aquellas actividades que nos parecen a nosotros más ajenas al sentimiento religioso, como los deportes, los juegos y la guerra. Regulaba el comercio, la política, la conquista, e intervenía en todos los actos del individuo, desde que nacía hasta que los sacerdotes quemaban su cadáver y enterraban sus cenizas. Era la suprema razón de las acciones individuales y la razón fundamental del Estado.” ''<ref>Antonio Caso, El Pueblo del Sol, FCE, México.</ref><br />
<br />
<br />
La religión africana va a dejar su huella no sólo en las grandes formas sincréticas del Vudú, en las Antillas Mayores, y de la Macumba, del Xangó, Candomblé, Nagó y en las formas espiritistas de la Umbanda, en Brasil; sino también en las formas folclóricas, como asociaciones de Santería, de Candomblé, escalas de baile, ritos y cultos de difuntos, hasta crear, sobre todo en Brasil, una religiosidad en la que tanto el espíritu como cada uno de los sentidos piden su parte, dando al culto ritmo, canto, dinamismo, colorido, y participación masiva.<br />
<br />
<br />
==ARTE==<br />
<br />
Damos como evidente el concepto de arte en su perspectiva ontológica, como representación sensible de lo bello. Lo bello, a su vez, lo definimos, con Santo Tomás:'' «Pulchrum dicitur id cuius ipsa aprehensio placet»: «se dice hermoso aquello cuya simple percepción agrada».''<ref>Summa Theologica I-n, q. 27, a. 1, ad 3. 6 DP, n. 454.</ref> <br />
<br />
En esta definición quedan apuntados el elemento subjetivo y el elemento objetivo de la obra bella: el sujeto que contempla y disfruta estéticamente, participa con su in¬teligencia, fantasía y sentimiento en este diálogo con la obra bella. Al preguntarnos por qué un objeto es bello, la respuesta en el orden metafísico, es: «por el esplendor de su forma», por la irradiación armoniosa de las perfecciones de su ser. Aunque de suyo, todo arte genuino es sagrado, pues el objeto bello, al mostrarnos la perfección de su ser, está señalando su participación en la plenitud y belleza del Ser Absoluto, de Dios, sin embargo, cuando aquí hablamos de «arte sacro», nos estamos refiriendo sólo al arte de contenido religioso. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD Y ARTE==<br />
<br />
<br />
Ya estamos en condiciones de relacionar religiosidad y arte. En el mismo Documento de Puebla quedan anotados los diversos puntos de contacto entre ambos: da capacidad (del pueblo) de expresar la fe en un lenguaje total que supera los racionalismos (canto, imágenes, gesto, color, danza); la fe situada en el tiempo (fiestas) y en lugares (santuarios y templos).<ref>DP, n. 454.</ref>«La forma cultural» en que el pueblo latinoamericano vive su religión va indisolublemente unida a sus templos, estatuas y pinturas sagradas.<br />
<br />
<br />
'''A. Religiosidad y arte en las culturas precolombinas''' <br />
<br />
<br />
En las culturas precolombinas arte y religiosidad van de la mano: la religión como manantial de inspiración y contenidos, el arte como símbolo y expresión plástica de lo religioso. Las ciudades meso americanas, que justamente han sido llamadas «ciudades de los dioses», están sembradas de pirámides: de San Lorenzo y Las Ventas, en zona olmeca, al Templo Mayor de Tenochtitlán, pasando por Teotihuacán y Tula, Chichen Itzá o Cobán. La pirámide es edificio de cultos uránicos y, a la vez, obra arquitectónica cuya serena belleza trasparece sea en sus líneas geométricas puras, sea en formas mixtas de pirámide-palacio, como en Palenque, Sachil, Uxmal o El Petén, en zona maya. <br />
<br />
El ánimo se sobrecoge y se llena de estupor ante lo bello y sublime, en la fortaleza-adoratorio de Machu Picchu, en el incario peruano, sea por su emplazamiento, en el grandioso anfiteatro de la Cordillera Andina, sea por el soberbio señorío de las construcciones, hábilmente hermanadas a la orografía y marco naturales. <br />
<br />
Hubo, hay belleza y elocuencia muda en las enormes piedras talladas del Coricancha o Templo del Sol, en Cuzco, en Sacsahuamán, en Ollantaytambo, en Pisac. Como la hubo, siglos antes, y continúa habiéndola en la portada del sol del Kalasasaya, en Tiahuanaco (Bolivia), cifra rica en bajorrelieves religiosos. <br />
<br />
Hay belleza refinada en la orfebrería de los muiscas de Colombia, y de los moches o incas del Perú y Ecuador, buena parte de la cual de carácter religioso. ¡Y qué decir de la alfarería y textilería preincaica, de calidad excelsa, llena de alusiones a los mitos religiosos de mapa, el dios-felino volador, de Viracocha o de Pachamama, la diosa de la tierra, progenitora universal ... ! Como la hay en los keros, y en los misteriosos vasos-retratos-ofrendas, de las culturas moches preincaicas. <br />
<br />
Hay belleza en las esculturas mesoamericanas, olmecas, aztecas y mayas, que no son simples representaciones naturalistas, sino sobre todo símbolos religiosos: piénsese en las grandes cabezas olmecas, o en las vigorosas estatuas de Huehueteotl -dios viejo y dios del fuego-- o en el busto de Ometeotl, dios de la dualidad, dios-señor y diosa-señora, esculturas en que la piedra cobra vida y belleza en una plástica primiti¬va y elemental que tanto entusiasmaba e inspiraba a artistas modernos, como Henri Moore o Diego Rivera. <br />
<br />
<br />
'''B. Religiosidad y arte en la primera evangelización''' <br />
<br />
<br />
Cuando los misioneros de la primera época inician su labor en América, impulsados por necesidades de la misión van a ir aplicando una serie de criterios de evangelización que se revelarán extraordinariamente fecundos también para el arte. <br />
<br />
Unas necesidades funcionales de espacios para el culto popular y masivo les llevarán a construir grandes conventos con su hermoso templo, su capilla abierta, su amplio atrio con sus posas procesionales, su pequeño calvario en el centro, rematado por una cruz de cantera con los símbolos de la pasión, pero sin el Señor crucificado. Ha nacido el arte conventual que ocupará todo el siglo XVI. <br />
<br />
Unas necesidades apologéticas de afirmar la superioridad del cristianismo frente al culto pagano indígena. Al iniciar la evangelización, se dan cuenta de que están en presencia de altas culturas que vuelcan su religiosidad en moldes de belleza plástica frecuentemente grandiosos, y en ceremonias y ritos llenos de esplendor. Lo entienden y recogen el reto: no pueden presentar la Buena Nueva de Cristo en envolturas más modestas que los regios mantos aztecas o incas; tendrán que hacerlo en otros de igual o superior belleza. <br />
<br />
Y, sobre todo, unas necesidades pedagógicas les impulsan a buscar un lenguaje universal, en medio de la selva de lenguas de raíz totalmente diferente, y un modo de expresión fácilmente inteligible para todos. Así echan mano de la imagen visual, para encarnar conceptos abstractos y para persuadir tocando suave y eficazmente los afectos. Llevados por instinto evangélico y humanista los misioneros están realizando una genial obra de «inculturación», al insertar el Evangelio en tradiciones y modos de comunicación propios de las culturas indígenas. <br />
<br />
Así se va poblando la geografía americana de conventos, catedrales y templos grandiosos, construidos en material noble, como piedra y madera, y adornados con oro, plata y hierro forjado. Van surgiendo constelaciones de estatuas en cantera o en leño policromado, de Cristo, de la Virgen, de los santos; los muros de conventos y templos van cobrando vida y luz en pinturas que son, a la vez, páginas gráficas de doctrina cristiana, y fiesta de formas y color para el ojo atónito del neófito; el ámbito de las iglesias se va llenando de contrapuntos armónicos, que son bálsamo delicioso, literalmente inaudito para los oídos indígenas. <br />
<br />
En América Latina, durante los siglos XVI a XVIII no hay religiosidad del pueblo sin expresiones artísticas; y correlativamente, que el arte plástico no se da ni se entiende sin referencia a la piedad del pueblo. Cabe hablar de un proceso de verdadera simbiosis entre arte y religiosidad. Proceso que obedece a una cierta ley pendular: en la primera fase, los misioneros, por una elemental exigencia pedagógica, echan mano del arte como instrumento de catequización; el pueblo indígena se comporta como sujeto receptivo, destinatario principal de la evangelización y del arte. <br />
<br />
En la segunda fase, el pueblo echa mano del arte para manifestar su religiosidad: el pueblo, indígena y mestizo, es ahora sujeto activo, creador de arte. Se ha convertido en evangelizador él mismo. En palabras de Puebla:'' “La religiosidad popular no solamente es objeto de evangelización, sino que, en cuanto contiene encarnada la Palabra de Dios, es una forma activa con la cual el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo”.''<ref> DP, n. 450..</ref><br />
<br />
Como el movimiento de retorno de una ola gigantesca, la respuesta de los indígenas a esta «catequesis superior» por medio del arte, es una creatividad de extraordinario vigor y fecundidad. Al inicio, trabajan como colaboradores de los frailes y maestros europeos, constructores, canteros, escultores y pintores; luego, imitan las nuevas formas importadas y, finalmente, se abandonan a una creatividad original, en la que interpretan contenidos cristianos en un cruce de formas europeas e indígenas. <br />
<br />
Al conjuro de los citados criterios -necesidades prácticas, apologéticas, pedagógicas y de inculturación-, poco a poco va surgiendo la floración del arte religioso en el Nuevo Mundo. No podemos tocar todos los capítulos del arte religioso colonial -que afortunadamente es abundantísimo: allí están la escultura de los siglos XVI a XVIII, de escuela novohispana, quiteña o paraguaya, todas de calidad excelsa-. Por exigencias de método y espacio vamos a tocar sólo la arquitectura conventual del s. XVI y algo de la pintura y arquitectura barroca.<ref>Para el tratamiento más completo del arte sacro colonial de los siglos XVI a XVIII remitimos al lector a estudios más amplios, por ejemplo: AA.VV., Arte Colonial, Tomos 5,6, 7 Y 8 de Historia del Arte Mexicano, Ed. Sep/Salvat, México, 1986. AA.VV., Arte, Tomo IX de Gran Enciclopedia de España y Amé¬rica, ed. Espasa-Calpe/Argantonio, Madrid 1986. AA.VV., La pintura en 108 museos de México, Vol. 2 de Obras Maestras de la Pintura, ed. Planeta, Madrid-México 1983. AA.VV. Imaginería Virreina!. Memo¬rias de un seminario, ed. Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, México, 1990. CASTEDO, LEOPOLDO, Historia del Arte Iberoamericano, Alianza Editorial-Sociedad V Centenario, Madrid 1988, 2 vols. LA ORDEN MIRACLE, ERNESTO, Elogio de Quito, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1975. KUBLER, GEORGE, Arquitectura Mexicana del siglo XVI, FCE, México, 1984 (1'. ed. 1948). SEBASTIÁN, SANTIAGO, El barroco iberoamericano. Mensaje iconográfico, Ed. Encuentro, Madrid 1990. Toussaint, Manuel, Arte colonial en México Ed. UNAM, México 1990 (1'. ed. 1948), etc. </ref><br />
<br />
<br />
==1. Arte conventual del siglo XVI==<br />
<br />
<br />
En el siglo XVI florece un arte, aunque dictado por la urgencia y necesidad de la misión, de alta calidad estética, la arquitectura conventual. La «gran construcción» americana del siglo XVI, en palabras de Octavio Paz, contrapuesta a la «gran destrucción» de los templos y los fundamentos vitales de las culturas prehispánicas, fue sin duda la masiva construcción de conventos.<ref>Personalmente creo que los « fundamentos vitales válidos » de las culturas precolombinas fueron incorporados a la nueva síntesis cultural operada por el cristianismo. Piénsese, por ejemplo, en la acusada sensibilidad religiosa de dichos pueblos, trasvasada y potenciada a la nueva etapa cultural.</ref>En este enorme esfuerzo que aún hoy sorprende por su intensidad -principalmente en México-- y los recursos de todo orden que movilizó, se cifra uno de los aspectos sustantivos de la acción civilizadora de la Iglesia en el nuevo continente.<ref>Cfr. más ampliamente el excelente estudio de EMILIO GÓMEZ PIÑOL, La Arquitectura. Siglos XVI¬-XVIII, en Gran Enciclopedia de España y América, Tomo IX, El arte, Ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1986, pp. 51-185. Mi cita, ad sensum, p. 72.</ref><br />
<br />
La religión y sus prácticas ceremoniales debían ocupar el gigantesco vacío existencial producido al desplomarse la ancestral cosmovisión indígena. El carácter de ésta era de una religiosidad profundamente ritualista, expresada, por lo general, en grandes ceremonias multitudinarias celebradas en espacios abiertos. Las experiencias llevadas a cabo, principalmente en la Nueva España, para dar solución a los problemas planteados fueron de gran originalidad y eficacia. <br />
<br />
Como respuesta surgió una tipología arquitectónica novedosa en su visión de conjunto de las necesidades por resolver, llegando a constituir una genuina aportación americana a la historia de la arquitectura. Gracias a la funcionalidad conseguida en la habilitación de espacios para multitudes, junto al vistoso ceremonial del culto unido a la caracterización del nuevo ámbito sacro, la integración indígena en la nueva situación social y cultural avanzó prodigiosamente.<ref>Cfr. E. GÓMEZ PIÑOL, a.c., p. 58 ad sensum.</ref> <br />
<br />
Elementos de la arquitectura conventual del siglo XVI son el convento, el templo, con elementos románicos, góticos y, más frecuentemente, platerescos, el gran atrio, de muros robustos y bellos, con sus capillas-posas para las procesiones, y la capilla abierta. Sobre la función de la misma, escribe Fray Toribio de Benavente (Motolinía), en 1541: <br />
''“Los patios (se refiere a los atrios) son muy grandes y muy gentiles, pues las gentes son muchas y no caben en las iglesias. Por esta razón su ca¬pilla está afuera en el patio, porque todos oyen misa todos los domingos y días de fiesta, en tanto que las iglesias se usan entre semana.”'' <br />
<br />
Características de esta arquitectura es la monumentalidad, un cierto desfasamiento anacrónico en relación a Europa, con la consiguiente combinación de estilos arquitectónicos: se encuentran elementos medievales, románicos y góticos, cuando Europa está en pleno renacimiento: por ejemplo, Huejotzingo, Calpan; aunque hay también bellos ejemplares platerescos, como las fachadas de los templos de Acolman, Cuitzeo, Yuriria, las capillas abiertas de TIalmanalco, Cuilapan de León (Oaxaca), todas ellas en México. En una analogía con el desarrollo físico de una persona, América tiene que pasar de la infancia de las formas románicas macizas, a la esbeltez de la juventud en el gótico y a la madurez del dominio de la técnica y al clasicismo de las proporciones del renacimiento, en un siglo, cuando Europa tardó cinco en alcanzarla. <br />
<br />
Otra característica del arte conventual de siglo XVI, importantísima, fue la participación de los indígenas en las obras. Al principio como mano de obra exclusivamente física; pronto, gracias a su prodigiosa capacidad imitativa pudieron dominar plenamente las técnicas del arte europeo. En una siguiente fase, tuvieron el campo despejado para dar cauce libre a su propia originalidad. Así surge el «tequitqui» o arte tributario, nuestro mudéjar americano, cruce de formas indígenas precolombinas con estilos y contenidos europeos y cristianos, sobre todo en escultura y decoración en piedra.<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexica¬no en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref><br />
<br />
==2. Arte barroco==<br />
<br />
<br />
Ante todo, algunos presupuestos. El primer concepto que damos por supuesto -y que no desarrollamos por exigencias de método y espacio-, es que el barroco, antes de ser un estilo artístico, es la cultura de una época, la mentalidad y el talante de una sociedad histórica. Es, por lo mismo, una estructura histórica amplia y compleja, una de cuyas manifestaciones es el arte. <br />
<br />
El segundo supuesto es que tal época histórica coincidió con el período en que ya había iniciado vigorosamente en Europa la Reforma Católica, anterior a las controversias protestantes, aunque también recibió el potente impulso de la contrarreforma tridentina, a lo largo del XVII y del XVIII. En esta época se refuerza la autoridad del papado, tiene lugar una gran expansión de la Compañía de Jesús, se reafirma el núcleo esencial de la fe católica frente a los ataques de los reformadores protestantes. Todo ello va a dejar su huella en el arte barroco. <br />
<br />
El tercer supuesto es que la cultura barroca prefiere el ojo al oído. Escribe José Antonio Maravall:'' “dados los objetivos de difusión y de acción eficaz que la cultura barroca busca, se puede comprender que el barroco fue una cultura de la imagen sensible.”''<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexicano en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref>En el barroco se prefiere el ojo al oído, y dentro de las artes, se prefieren las artes visuales, las que entran por el ojo, por ser más eficaces para persuadir y ganar al que las contempla para los fines propuestos. <br />
<br />
Según un autor de la época, Suárez de Figueroa, ojos y oídos son puertas de acceso válidas para el conocimiento de las cosas, pero ''“en suma, son los ojos, entre los sentidos que sirven al alma, por donde entran y salen muchos afectos.”''<ref>Varias noticas importantes de «humana comunicación », fol. 244.</ref>Aunque el barroco echa mano también de la eficacia del oído, en la música y el teatro, sin embargo sus preferencias van hacia las artes plásticas, arquitectura y pintura.<br />
<br />
==3. El Barroco iberoamericano==<br />
<br />
<br />
Tales caracteres se van a dar en el barroco americano, que definimos igualmente como la cultura de una época y el talante de una sociedad. Con trazos esenciales, el perfil de la sociedad iberoamericana de los siglos XVII y XVIII es el siguiente: <br />
<br />
- Asentamiento social, político y económico de la nueva sociedad iberoamericana. Concluidos los períodos de los descubrimientos y conquistas políticas, y del pionerismo misionero de las grandes órdenes religiosas, es la hora de formar un modo de vida estable mediante instituciones –en lo político, lo jurídico, y lo eclesiástico-, ya través de una labor de formación y educación de las nuevas generaciones. El optimismo que reina en el ambiente, propio de una sociedad próspera en expansión, le lleva a volcar en arte sus enormes recursos materiales. <br />
<br />
- Voluntad de afirmación vigorosa de la ortodoxia católica, no como quien tiene que disputar y convencer a un adversario obstinado, sino como quien quiere rea¬firmar su identidad y como quien tiene una tarea vasta de seguir evangelizando muchedumbres de indígenas y culturas todavía paganas. <br />
<br />
<br />
Tal espíritu y talante se vuelca en el arte religioso barroco: el arte barroco iberoamericano es un arte suntuoso, pedagógico, imitativo y a la vez original o por lo menos favorecedor de la creatividad en contenidos y formas. De la conjunción de elementos europeos y americanos autóctonos nacerá una criatura nueva. <br />
Tal originalidad queda impresa en contenidos y formas. Por ejemplo, la representación de motivos decorativos o mitológicos prehispánicos, de la fauna y la flora propias de América; la pintura de tipos humanos «nuevos» en ese gigantesco laboratorio étnico y antropológico que es Iberoamérica, hay en el arte novohispano toda una corriente pictórica denominada «pintura de castas» que se recrea en representar parejas de distinta raza y el fruto que de su unión nace. <br />
<br />
<br />
Se está produciendo el fenómeno nuevo del mestizaje, producido por la mezcla de las tres razas: europea, indígena y africana. Del cruzamiento de español e india nace el mestizo, del español y negra, nace el mulato, del indio y negra, el zambo. De español y mestiza, castizo; de castizo y española, coyote; de español y mulata, morisco; de chino e india, cambujo; de cambujo e india «tente en el aire», etc. <br />
<br />
<br />
Otros indicios de la originalidad del barroco iberoamericano en cuanto a forma, es el retablo llevado del interior a la fachada del templo, el empleo de la columna estípite en el mismo, sobre todo en el barroco mexicano. La profusión decorativa, de buen gusto -piénsese en la Iglesia de Santo Domingo de Oaxaca, o en la Capilla del Rosario, de Puebla, en Santa Clara, de Tunja, en san Francisco, de Lima o de Quito, en la Compañía, también de Quito, etc.- El azulejo en la arquitectura religiosa y profana, sobre todo en México, responde a la alegría y colorido decorativos de los indígenas. <br />
<br />
<br />
El denominador común de todo el arte religioso barroco es su intencionalidad pedagógica: todo él está orientado hacia la catequesis y hacia la persuasión afectiva de unos pueblos emotivos antes que intelectuales. En Iberoamérica esto no es nuevo: ya desde el siglo XVI los misioneros, ante un continente por evangelizar, habían ideado diferentes sistemas para enseñar el catecismo: inspirados en manuscritos indígenas, traducen la enseñanza cristiana a caracteres pictográficos, se ayudan de cuadros y «pinturas» que representan los artículos de la fe, los diez mandamientos, los sacramentos, el camino del cielo y el del infierno. Este sistema de grandes lienzos pictóricos didácticos pervivió hasta el s. XVIII en centros rurales, v. gr. en Santa Cruz de Tlaxcala dos retablos representan escenas con inscripciones en náhuatl. <br />
<br />
<br />
Veamos la fuerza pedagógica de este retablo: el eje de la composición es el árbol del paraíso terrenal, con Adán y Eva a ambos lados, en el momento de la tentación origen del primer pecado. A la derecha, las representaciones de la pereza, la envidia y la gula; a la izquierda, la de la soberbia, la avaricia y lujuria; en el centro, la ira. Cada composición está presidida por su animal característico y presenta una escena bíblica alusiva al mismo. Por ejemplo, al referirse a la lujuria, el pintor presenta un cerdo -aunque en la Edad Media fue más frecuente un macho cabrío--, y nos presenta a Susana en un jardín cerrado, sorprendida por los dos viejos cuando iba a bañarse en la taza de una fuente. <br />
<br />
<br />
Proyección catequética del arte Virreinal es la serie realizada en Quito por Miguel de Santiago, uno de los pintores más importantes del barroco iberoamericano. En los ocho lienzos de Quito, Miguel de Santiago representa en la parte superior del cuadro los mandamientos por unos ángeles y los dones del Espíritu Santo también por ángeles; a la izquierda, las peticiones del Padre Nuestro, por medio de figuras femeninas; a la derecha, un obispo o un sacerdote sostiene el letrero de un sacramento; en el centro, una obra de misericordia, y abajo un pecado capital. Es decir, estamos ante un catecismo ilustrado de la fe cristiana. <br />
<br />
<br />
El mismo pintor quiteño realizó otra serie hacia mitad del s. XVIII para la catedral de Santa Fe de Bogotá, sobre los artículos del credo. Hay también series catequético-pictóricas dedicadas a la Salve Regina, como la de la Iglesia de Puerto Acosta, en Bolivia, obra del pintor Leonardo Flores, en la segunda mitad del XVII; a los sacramentos, por ejemplo, los cuadros conservados en Arani (Bolivia), de fines del XVII. <br />
Se representan sobre todo los sacramentos más controvertidos en la disputa reformista: el sacerdocio, la penitencia y la eucaristía. Destaca el retablo de San Francisco, de Bogotá, de complicado programa didáctico sobre el sacramento del sacerdocio: obra del ensamblador asturiano Ignacio Garda de Ascucha, llegado a Bogotá en 1619, y rematado, después de su muerte, por un religioso anónimo, que ha sido llamado «Maestro de San Francisco». <br />
<br />
<br />
Entre todos los sacramentos, la Eucaristía tuvo preeminencia en la representación pictórica y aun escultórica. Por influjo de «La disputa del Sacramento» de Rafael, y de varias representaciones de Rubens, en Iberoamérica encontramos frecuentemente el tema de la exaltación de la Eucaristía. <br />
<br />
<br />
Es famosa, por ejemplo, la de Melchor Pérez de Holguín, pintor boliviano de altas calidades, en Rosario (Argentina); en Achocalla (Bolivia), Leonardo Flores repite el tema, siguiendo de cerca a Rubens. En México Baltasar de Echave Rojas la representa en la Catedral de Puebla, y Cristóbal de Villalpando (1686) en la sacristía de la catedral metropolitana de México. <br />
<br />
<br />
También se representa como «Última cena»: en San Francisco del Cuzco; en Popayán (Colombia) la representa el pintor quiteño Bernardo Rodríguez. Es frecuente también la presentación de la Eucaristía en el momento de ocurrir un milagro sensible durante la misa para reforzar la fe de los perplejos e incrédulos en la transubstanciación: ya en el s. XVI en Nueva España es representada en las pinturas murales del convento franciscano de Cuernavaca; el pintor novohispano Basilio de Salazar dedicó a este tema su mejor obra, en 1645.<br />
<br />
<br />
En arquitectura, los monumentos más importantes de exaltación eucarística fueron los llamados «sagrarios» o capillas de grandes proporciones que se construyeron adosados a las catedrales, como el de México, una de las cumbres del barroco iberoamericano, y el de Bogotá, de exquisita factura. <br />
<br />
<br />
Otro tema muy del gusto del barroco, del que echa mano frecuentemente la Iglesia de la Contrarreforma, es la alegoría del triunfo de la Iglesia; imagen gráfica de un texto explicativo, más aún de una tesis, el triunfo de la Iglesia católica sobre los enemigos de Cristo: contra los judíos del Antiguo Testamento, contra los perseguidores, contra los herejes de todos los tiempos, hasta llegar a los de la Reforma Protestante; la Iglesia aparece asistida siempre por ángeles, evangelistas, doctores, fundadores, santos, y sobre todo por la Madre de Dios. Contemplan y como que organizan la escena las Tres Divinas Personas. <br />
<br />
<br />
Hay una composición de Cristóbal de Villalpando, dedicada al «Triunfo de la Iglesia militante y triunfante», bajo influencia de Rubens. También se la representó bajo la imagen de la Iglesia como la nave de Pedro, que también es llamada a veces «nave de la contemplación mística». Esta representación del «Triumphus Ecclesiae» tiene carácter de confrontación con los enemigos de la Iglesia, antiguos y modernos. En el s. XVI, a raíz de la Contrarreforma, se difundió mucho un grabado de Filippo Tomasini (en Roma 1602), que sirvió de punto de partida a otro editado en Milán bajo el título de: «Triunfo de la Iglesia Católica certificada por sus cuatro evangelistas y sus apóstoles y sus principales doctores contra toda herejía y supersticiones del Paganismo». <br />
<br />
Hay una buena representación pictórica de Melchor Pérez de Holguín, de 1707, en la Iglesia de San Lorenzo, Potosí (Bolivia): el eje de la composición es el mástil de la nave, coronado por Cristo como Rey de reyes, junto a su madre y a seis ángeles portadores de los instrumentos de la pasión; más a los extremos están los Evangelistas pregonando el mensaje de Cristo por toda la tierra. El mástil está concebido como «árbol de la fe cristiana» y por ello se colocaron en torno suyo a los «Fundatores religionum»: san Francisco, san Agustín, san Benito, san Bruno, san Pedro Nolasco, santo Domingo, etc. <br />
<br />
<br />
Cada uno está unido a Cristo por medio de una jarcia. Al lado de popa aparece san Pedro llevando el timón y mostrando las llaves, mientras que en una bandera se proclama que él es piedra angular. El costado de proa refleja el carácter combativo de la Iglesia, con santos modernos de la Contrarreforma; por ello algunos, como san Ignacio de Loyola, van provistos de venablos, y además cuentan con la ayuda del arcángel san Miguel, vencedor de Satanás en los cielos. La nave no tiene miedo ante los peligros de este mundo, y así va provista de dos áncoras: una es la «Bona Voluntas» y otra el «Desiderium Paradisi». <br />
<br />
<br />
Protegiendo a la nave se colocó en primer término una barcaza con los «Docto¬res Ecclesiae», san Gregorio, san Agustín, san Jerónimo y san Ambrosio, más santo Tomás de Aquino, quienes con sus remos alcanzan ya a las naves de los herejes y de los cismáticos, que llevan al timón al mismo Demonio (el ecumenismo estaba todavía por venir); no pudiendo resistir el ataque, los personajes más significativos huyen a nado, como Sabelio, Arrio, Lutero, Calvino, etc ... <br />
<br />
El tono triunfal se completa con las tres naves que van remolcadas y dirigidas por los profetas Daniel, Jeremías y Ezequiel contra los enemigos de Dios vencidos. Este ambiente de victoria se completa con la escena de la lucha del emperador Heraclio contra el persa Cosroes, en el ángulo inferior derecho, mientras que al otro extremo vemos las ruinas de un templo pagano con los ídolos destrozados de Apolo y Hércules, más la escena bíblica de los tres jóvenes salvos en el horno por haberse negado a adorar la estatua de Nabucodonosor. <br />
<br />
El conjunto queda rematado con dos escenas referidas a las ciudades de Damasco y Constantinopla: ante la primera, vemos la caí¬da de Saulo, que perseguía a los cristianos, y desde este momento se convirtió; y en la otra, aparece el papa convirtiendo a los turcos a las puertas de Constantinopla, expresando un deseo mesiánico de la Iglesia. <br />
<br />
El escultor Miguel Jiménez también la representó en relieve, aunque más pequeña, en la fachada principal de la Catedral de México. Parece natural que la tesis representada en dicho grabado se difundiera en Iberoamérica, donde la Iglesia de la Contrarreforma avanzaba victoriosamente destruyendo los ídolos indígenas. <br />
<br />
Igualmente es fuente inagotable de inspiración de contenidos iconográficos la tradición bíblica: sobre todo las páginas del Génesis, pero también las del Pentateuco, con sus historias de patriarcas, reyes y personajes representativos de la historia de la salvación, los profetas y, sobre todo, el Nuevo Testamento, con los misterios de la vida de Cristo, en especial los de su nacimiento, los de su Pasión y Muerte. <br />
<br />
El ciclo dedicado a la Santísima Virgen, en escenas bíblicas o bajo advocaciones de títulos hispanos o específicamente americanos, es abundantísimo. En fin, hay todo un ciclo dedicado a los santos, entre los más conocidos, los santos de grandes órdenes y congregaciones religiosas.<br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Si en la primera etapa el arte fue instrumento en manos del misionero para evangelizar la religiosidad del pueblo americano, en la segunda, es el pueblo mismo quien, al expresar creativamente su religiosidad por medio del arte, se evangeliza a sí mismo, en una circularidad admirable. <br />
<br />
El resultado final es la abundante, variada y espléndida floración del arte religioso en América Latina, fenómeno único en la historia de la evangelización comparable sólo a la evangelización de Europa. Durante varios siglos las obras de arte religioso han venido ejerciendo un magisterio evangelizador silencioso y eficaz entre el pueblo sencillo y católico como entre intelectuales y políticos, a veces indiferentes y aun hostiles. ¡Tal es la fuerza evangelizadora ínsita en una obra religiosa bella! Glosando a San Pablo, podemos decir: «Verbum Dei non est alligatum», «la Palabra de Dios no está encadenada», sobre todo cuando también se presenta como ¡«Verbum pulchrum»! <br />
<br />
En el momento de trazar las líneas programáticas de la nueva evangelización, conviene tener en cuenta el modelo de la evangelización fundante: religiosidad y arte iban de la mano, sea para evangelizar al pueblo a medio y largo plazo, sea para que el pueblo mismo, expresando creativamente su fe religiosa en formas plásticas bellas, se convierta, a su vez, él mismo en verdadero evangelizador.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=RELIGIOSIDAD_POPULAR&diff=235510RELIGIOSIDAD POPULAR2016-09-02T17:25:15Z<p>MGARCIA: Protegió «RELIGIOSIDAD POPULAR» ([edit=sysop] (indefinido) [move=sysop] (indefinido))</p>
<hr />
<div>'''RELIGIOSIDAD POPULAR; sus manifestaciones artísticas<br />
'''<br />
<br />
<br />
Al repasar la historia de la evangelización de América, no puede faltar el capítulo del arte como instrumento de catequesis y, a la vez, como plasmación concreta de la fe cristiana de un pueblo ya evangelizado. <br />
<br />
La unión de religiosidad popular y arte en la primera evangelización fue todo un modelo de mutua fecundación y de resultados portentosos. Ahora, cuando el «continente de la Esperanza» traza las líneas de una nueva evangelización, interesa repasar cómo «funcionó» ese feliz binomio, para volver a juntar dos polos de cuya íntima unión tan fecundos frutos han brotado. <br />
<br />
En el presente trabajo, después de definir los términos de religiosidad popular y arte, hablaremos sobre los mismos en las culturas precolombinas, para detenernos luego en el período de la primera evangelización, sobre todo, en la arquitectura conventual del siglo XVI y en al arte barroco, como dos momentos en que la conjunción de arte y piedad del pueblo latinoamericano alcanzan cotas de extraordinaria fecundidad y belleza. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD POPULAR==<br />
<br />
<br />
Siguiendo el desarrollo histórico de la reflexión hecha en América Latina que desemboca en el «Documento de Puebla», entendemos por «religiosidad popular», «religión del pueblo» o «piedad popular», ''“el conjunto de hondas creencias selladas por Dios, de las actitudes básicas que de esas convicciones derivan y las expresiones que las manifiestan. Se trata de la forma o de la existencia cultural que la religión adopta en un pueblo determinado. La religión del pueblo latinoamericano, en su forma cultural más característica, es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular.” '' <ref>Documento de Puebla, 444</ref><br />
<br />
La religiosidad del pueblo latinoamericano queda formada y plasmada por la obra evangelizador de los misioneros de la primera época, del siglo XVI al XVIII. La religiosidad popular viene a constituir el núcleo común de la cultura y de la identidad del ser latinoamericano, que subsiste pese a la ulterior división en diversas naciones y a verse afectado por desgarramientos en el nivel económico, político y social.<ref>DP, 412 ad sensum. Para un estudio más pormenorizado sobre religiosidad popular en América Latina, ver Christian Johansson Firedmann, Religiosidad popular entre Medellín y Puebla: antecedentes y desarrollo, en Anales de la Facultad de Teología, P. U. Católica de Chile, 1990.</ref><br />
<br />
En la formación de la religiosidad popular de América Latina, como en la formación de su cultura, encontramos tres componentes, el europeo, el indígena y el africano. En la religiosidad hispana'' “marcó su impronta decisiva la religiosidad popular medieval, con un sentido inmediato del poder de Dios, de su Providencia, de la profunda unidad de lo histórico y lo meta-histórico, al punto que muchas veces se esfumaba la consistencia de las causas segundas, naturales. Era un mundo religioso de gran fecundidad expresiva, procesiones, romerías, fiestas ... (Sobresale) la devoción a la Eucaristía, (con procesiones espléndidas) el día del Corpus. Las representaciones de Cristo toman un acento más dramático, centrándose fundamentalmente en la Pasión. La piedad popular, muy trinitaria y mariana, apunta hacia los misterios de la Inmaculada y de la Asunción».''<ref>Juan María Laboa, en el Prólogo a « Las Creencias », de Gran Enciclopedia de España y América, tomo VII, ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1989, p. 8.</ref><br />
<br />
<br />
Por lo que toca al mundo indígena, historiadores y antropólogos están acordes en ver considerar la religión como clave de bóveda de las culturas precolombinas. De la cuna a la tumba, la vida del hombre meso-americano transcurría impregnada de olor a copal sagrado. Era tanta la importancia que tenía la religión para el pueblo azteca -dice el antropólogo Antonio Caso- ''“que podemos decir sin exagerar, que su existencia giraba totalmente alrededor de la religión, y no había un solo acto de la vida pública y privada que no estuviera teñido por el sentimiento religioso. La religión era el factor preponderante, e intervenía como causa hasta en aquellas actividades que nos parecen a nosotros más ajenas al sentimiento religioso, como los deportes, los juegos y la guerra. Regulaba el comercio, la política, la conquista, e intervenía en todos los actos del individuo, desde que nacía hasta que los sacerdotes quemaban su cadáver y enterraban sus cenizas. Era la suprema razón de las acciones individuales y la razón fundamental del Estado.” ''<ref>Antonio Caso, El Pueblo del Sol, FCE, México.</ref><br />
<br />
<br />
La religión africana va a dejar su huella no sólo en las grandes formas sincréticas del Vudú, en las Antillas Mayores, y de la Macumba, del Xangó, Candomblé, Nagó y en las formas espiritistas de la Umbanda, en Brasil; sino también en las formas folclóricas, como asociaciones de Santería, de Candomblé, escalas de baile, ritos y cultos de difuntos, hasta crear, sobre todo en Brasil, una religiosidad en la que tanto el espíritu como cada uno de los sentidos piden su parte, dando al culto ritmo, canto, dinamismo, colorido, y participación masiva.<br />
<br />
<br />
==ARTE==<br />
<br />
Damos como evidente el concepto de arte en su perspectiva ontológica, como representación sensible de lo bello. Lo bello, a su vez, lo definimos, con Santo Tomás:'' «Pulchrum dicitur id cuius ipsa aprehensio placet»: «se dice hermoso aquello cuya simple percepción agrada».''<ref>Summa Theologica I-n, q. 27, a. 1, ad 3. 6 DP, n. 454.</ref> <br />
<br />
En esta definición quedan apuntados el elemento subjetivo y el elemento objetivo de la obra bella: el sujeto que contempla y disfruta estéticamente, participa con su in¬teligencia, fantasía y sentimiento en este diálogo con la obra bella. Al preguntarnos por qué un objeto es bello, la respuesta en el orden metafísico, es: «por el esplendor de su forma», por la irradiación armoniosa de las perfecciones de su ser. Aunque de suyo, todo arte genuino es sagrado, pues el objeto bello, al mostrarnos la perfección de su ser, está señalando su participación en la plenitud y belleza del Ser Absoluto, de Dios, sin embargo, cuando aquí hablamos de «arte sacro», nos estamos refiriendo sólo al arte de contenido religioso. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD Y ARTE==<br />
<br />
<br />
Ya estamos en condiciones de relacionar religiosidad y arte. En el mismo Documento de Puebla quedan anotados los diversos puntos de contacto entre ambos: da capacidad (del pueblo) de expresar la fe en un lenguaje total que supera los racionalismos (canto, imágenes, gesto, color, danza); la fe situada en el tiempo (fiestas) y en lugares (santuarios y templos).<ref>DP, n. 454.</ref>«La forma cultural» en que el pueblo latinoamericano vive su religión va indisolublemente unida a sus templos, estatuas y pinturas sagradas.<br />
<br />
<br />
'''A. Religiosidad y arte en las culturas precolombinas''' <br />
<br />
<br />
En las culturas precolombinas arte y religiosidad van de la mano: la religión como manantial de inspiración y contenidos, el arte como símbolo y expresión plástica de lo religioso. Las ciudades meso americanas, que justamente han sido llamadas «ciudades de los dioses», están sembradas de pirámides: de San Lorenzo y Las Ventas, en zona olmeca, al Templo Mayor de Tenochtitlán, pasando por Teotihuacán y Tula, Chichen Itzá o Cobán. La pirámide es edificio de cultos uránicos y, a la vez, obra arquitectónica cuya serena belleza trasparece sea en sus líneas geométricas puras, sea en formas mixtas de pirámide-palacio, como en Palenque, Sachil, Uxmal o El Petén, en zona maya. <br />
<br />
El ánimo se sobrecoge y se llena de estupor ante lo bello y sublime, en la fortaleza-adoratorio de Machu Picchu, en el incario peruano, sea por su emplazamiento, en el grandioso anfiteatro de la Cordillera Andina, sea por el soberbio señorío de las construcciones, hábilmente hermanadas a la orografía y marco naturales. <br />
<br />
Hubo, hay belleza y elocuencia muda en las enormes piedras talladas del Coricancha o Templo del Sol, en Cuzco, en Sacsahuamán, en Ollantaytambo, en Pisac. Como la hubo, siglos antes, y continúa habiéndola en la portada del sol del Kalasasaya, en Tiahuanaco (Bolivia), cifra rica en bajorrelieves religiosos. <br />
<br />
Hay belleza refinada en la orfebrería de los muiscas de Colombia, y de los moches o incas del Perú y Ecuador, buena parte de la cual de carácter religioso. ¡Y qué decir de la alfarería y textilería preincaica, de calidad excelsa, llena de alusiones a los mitos religiosos de mapa, el dios-felino volador, de Viracocha o de Pachamama, la diosa de la tierra, progenitora universal ... ! Como la hay en los keros, y en los misteriosos vasos-retratos-ofrendas, de las culturas moches preincaicas. <br />
<br />
Hay belleza en las esculturas mesoamericanas, olmecas, aztecas y mayas, que no son simples representaciones naturalistas, sino sobre todo símbolos religiosos: piénsese en las grandes cabezas olmecas, o en las vigorosas estatuas de Huehueteotl -dios viejo y dios del fuego-- o en el busto de Ometeotl, dios de la dualidad, dios-señor y diosa-señora, esculturas en que la piedra cobra vida y belleza en una plástica primiti¬va y elemental que tanto entusiasmaba e inspiraba a artistas modernos, como Henri Moore o Diego Rivera. <br />
<br />
<br />
'''B. Religiosidad y arte en la primera evangelización''' <br />
<br />
<br />
Cuando los misioneros de la primera época inician su labor en América, impulsados por necesidades de la misión van a ir aplicando una serie de criterios de evangelización que se revelarán extraordinariamente fecundos también para el arte. <br />
<br />
Unas necesidades funcionales de espacios para el culto popular y masivo les llevarán a construir grandes conventos con su hermoso templo, su capilla abierta, su amplio atrio con sus posas procesionales, su pequeño calvario en el centro, rematado por una cruz de cantera con los símbolos de la pasión, pero sin el Señor crucificado. Ha nacido el arte conventual que ocupará todo el siglo XVI. <br />
<br />
Unas necesidades apologéticas de afirmar la superioridad del cristianismo frente al culto pagano indígena. Al iniciar la evangelización, se dan cuenta de que están en presencia de altas culturas que vuelcan su religiosidad en moldes de belleza plástica frecuentemente grandiosos, y en ceremonias y ritos llenos de esplendor. Lo entienden y recogen el reto: no pueden presentar la Buena Nueva de Cristo en envolturas más modestas que los regios mantos aztecas o incas; tendrán que hacerlo en otros de igual o superior belleza. <br />
<br />
Y, sobre todo, unas necesidades pedagógicas les impulsan a buscar un lenguaje universal, en medio de la selva de lenguas de raíz totalmente diferente, y un modo de expresión fácilmente inteligible para todos. Así echan mano de la imagen visual, para encarnar conceptos abstractos y para persuadir tocando suave y eficazmente los afectos. Llevados por instinto evangélico y humanista los misioneros están realizando una genial obra de «inculturación», al insertar el Evangelio en tradiciones y modos de comunicación propios de las culturas indígenas. <br />
<br />
Así se va poblando la geografía americana de conventos, catedrales y templos grandiosos, construidos en material noble, como piedra y madera, y adornados con oro, plata y hierro forjado. Van surgiendo constelaciones de estatuas en cantera o en leño policromado, de Cristo, de la Virgen, de los santos; los muros de conventos y templos van cobrando vida y luz en pinturas que son, a la vez, páginas gráficas de doctrina cristiana, y fiesta de formas y color para el ojo atónito del neófito; el ámbito de las iglesias se va llenando de contrapuntos armónicos, que son bálsamo delicioso, literalmente inaudito para los oídos indígenas. <br />
<br />
En América Latina, durante los siglos XVI a XVIII no hay religiosidad del pueblo sin expresiones artísticas; y correlativamente, que el arte plástico no se da ni se entiende sin referencia a la piedad del pueblo. Cabe hablar de un proceso de verdadera simbiosis entre arte y religiosidad. Proceso que obedece a una cierta ley pendular: en la primera fase, los misioneros, por una elemental exigencia pedagógica, echan mano del arte como instrumento de catequización; el pueblo indígena se comporta como sujeto receptivo, destinatario principal de la evangelización y del arte. <br />
<br />
En la segunda fase, el pueblo echa mano del arte para manifestar su religiosidad: el pueblo, indígena y mestizo, es ahora sujeto activo, creador de arte. Se ha convertido en evangelizador él mismo. En palabras de Puebla:'' “La religiosidad popular no solamente es objeto de evangelización, sino que, en cuanto contiene encarnada la Palabra de Dios, es una forma activa con la cual el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo”.''<ref> DP, n. 450..</ref><br />
<br />
Como el movimiento de retorno de una ola gigantesca, la respuesta de los indígenas a esta «catequesis superior» por medio del arte, es una creatividad de extraordinario vigor y fecundidad. Al inicio, trabajan como colaboradores de los frailes y maestros europeos, constructores, canteros, escultores y pintores; luego, imitan las nuevas formas importadas y, finalmente, se abandonan a una creatividad original, en la que interpretan contenidos cristianos en un cruce de formas europeas e indígenas. <br />
<br />
Al conjuro de los citados criterios -necesidades prácticas, apologéticas, pedagógicas y de inculturación-, poco a poco va surgiendo la floración del arte religioso en el Nuevo Mundo. No podemos tocar todos los capítulos del arte religioso colonial -que afortunadamente es abundantísimo: allí están la escultura de los siglos XVI a XVIII, de escuela novohispana, quiteña o paraguaya, todas de calidad excelsa-. Por exigencias de método y espacio vamos a tocar sólo la arquitectura conventual del s. XVI y algo de la pintura y arquitectura barroca.<ref>Para el tratamiento más completo del arte sacro colonial de los siglos XVI a XVIII remitimos al lector a estudios más amplios, por ejemplo: AA.VV., Arte Colonial, Tomos 5,6, 7 Y 8 de Historia del Arte Mexicano, Ed. Sep/Salvat, México, 1986. AA.VV., Arte, Tomo IX de Gran Enciclopedia de España y Amé¬rica, ed. Espasa-Calpe/Argantonio, Madrid 1986. AA.VV., La pintura en 108 museos de México, Vol. 2 de Obras Maestras de la Pintura, ed. Planeta, Madrid-México 1983. AA.VV. Imaginería Virreina!. Memo¬rias de un seminario, ed. Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, México, 1990. CASTEDO, LEOPOLDO, Historia del Arte Iberoamericano, Alianza Editorial-Sociedad V Centenario, Madrid 1988, 2 vols. LA ORDEN MIRACLE, ERNESTO, Elogio de Quito, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1975. KUBLER, GEORGE, Arquitectura Mexicana del siglo XVI, FCE, México, 1984 (1'. ed. 1948). SEBASTIÁN, SANTIAGO, El barroco iberoamericano. Mensaje iconográfico, Ed. Encuentro, Madrid 1990. Toussaint, Manuel, Arte colonial en México Ed. UNAM, México 1990 (1'. ed. 1948), etc. </ref><br />
<br />
<br />
==1. Arte conventual del siglo XVI==<br />
<br />
<br />
En el siglo XVI florece un arte, aunque dictado por la urgencia y necesidad de la misión, de alta calidad estética, la arquitectura conventual. La «gran construcción» americana del siglo XVI, en palabras de Octavio Paz, contrapuesta a la «gran destrucción» de los templos y los fundamentos vitales de las culturas prehispánicas, fue sin duda la masiva construcción de conventos.<ref>Personalmente creo que los « fundamentos vitales válidos » de las culturas precolombinas fueron incorporados a la nueva síntesis cultural operada por el cristianismo. Piénsese, por ejemplo, en la acusada sensibilidad religiosa de dichos pueblos, trasvasada y potenciada a la nueva etapa cultural.</ref>En este enorme esfuerzo que aún hoy sorprende por su intensidad -principalmente en México-- y los recursos de todo orden que movilizó, se cifra uno de los aspectos sustantivos de la acción civilizadora de la Iglesia en el nuevo continente.<ref>Cfr. más ampliamente el excelente estudio de EMILIO GÓMEZ PIÑOL, La Arquitectura. Siglos XVI¬-XVIII, en Gran Enciclopedia de España y América, Tomo IX, El arte, Ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1986, pp. 51-185. Mi cita, ad sensum, p. 72.</ref><br />
<br />
La religión y sus prácticas ceremoniales debían ocupar el gigantesco vacío existencial producido al desplomarse la ancestral cosmovisión indígena. El carácter de ésta era de una religiosidad profundamente ritualista, expresada, por lo general, en grandes ceremonias multitudinarias celebradas en espacios abiertos. Las experiencias llevadas a cabo, principalmente en la Nueva España, para dar solución a los problemas planteados fueron de gran originalidad y eficacia. <br />
<br />
Como respuesta surgió una tipología arquitectónica novedosa en su visión de conjunto de las necesidades por resolver, llegando a constituir una genuina aportación americana a la historia de la arquitectura. Gracias a la funcionalidad conseguida en la habilitación de espacios para multitudes, junto al vistoso ceremonial del culto unido a la caracterización del nuevo ámbito sacro, la integración indígena en la nueva situación social y cultural avanzó prodigiosamente.<ref>Cfr. E. GÓMEZ PIÑOL, a.c., p. 58 ad sensum.</ref> <br />
<br />
Elementos de la arquitectura conventual del siglo XVI son el convento, el templo, con elementos románicos, góticos y, más frecuentemente, platerescos, el gran atrio, de muros robustos y bellos, con sus capillas-posas para las procesiones, y la capilla abierta. Sobre la función de la misma, escribe Fray Toribio de Benavente (Motolinía), en 1541: <br />
''“Los patios (se refiere a los atrios) son muy grandes y muy gentiles, pues las gentes son muchas y no caben en las iglesias. Por esta razón su ca¬pilla está afuera en el patio, porque todos oyen misa todos los domingos y días de fiesta, en tanto que las iglesias se usan entre semana.”'' <br />
<br />
Características de esta arquitectura es la monumentalidad, un cierto desfasamiento anacrónico en relación a Europa, con la consiguiente combinación de estilos arquitectónicos: se encuentran elementos medievales, románicos y góticos, cuando Europa está en pleno renacimiento: por ejemplo, Huejotzingo, Calpan; aunque hay también bellos ejemplares platerescos, como las fachadas de los templos de Acolman, Cuitzeo, Yuriria, las capillas abiertas de TIalmanalco, Cuilapan de León (Oaxaca), todas ellas en México. En una analogía con el desarrollo físico de una persona, América tiene que pasar de la infancia de las formas románicas macizas, a la esbeltez de la juventud en el gótico y a la madurez del dominio de la técnica y al clasicismo de las proporciones del renacimiento, en un siglo, cuando Europa tardó cinco en alcanzarla. <br />
<br />
Otra característica del arte conventual de siglo XVI, importantísima, fue la participación de los indígenas en las obras. Al principio como mano de obra exclusivamente física; pronto, gracias a su prodigiosa capacidad imitativa pudieron dominar plenamente las técnicas del arte europeo. En una siguiente fase, tuvieron el campo despejado para dar cauce libre a su propia originalidad. Así surge el «tequitqui» o arte tributario, nuestro mudéjar americano, cruce de formas indígenas precolombinas con estilos y contenidos europeos y cristianos, sobre todo en escultura y decoración en piedra.<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexica¬no en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref><br />
<br />
==2. Arte barroco==<br />
<br />
<br />
Ante todo, algunos presupuestos. El primer concepto que damos por supuesto -y que no desarrollamos por exigencias de método y espacio-, es que el barroco, antes de ser un estilo artístico, es la cultura de una época, la mentalidad y el talante de una sociedad histórica. Es, por lo mismo, una estructura histórica amplia y compleja, una de cuyas manifestaciones es el arte. <br />
<br />
El segundo supuesto es que tal época histórica coincidió con el período en que ya había iniciado vigorosamente en Europa la Reforma Católica, anterior a las controversias protestantes, aunque también recibió el potente impulso de la contrarreforma tridentina, a lo largo del XVII y del XVIII. En esta época se refuerza la autoridad del papado, tiene lugar una gran expansión de la Compañía de Jesús, se reafirma el núcleo esencial de la fe católica frente a los ataques de los reformadores protestantes. Todo ello va a dejar su huella en el arte barroco. <br />
<br />
El tercer supuesto es que la cultura barroca prefiere el ojo al oído. Escribe José Antonio Maravall:'' “dados los objetivos de difusión y de acción eficaz que la cultura barroca busca, se puede comprender que el barroco fue una cultura de la imagen sensible.”''<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexicano en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref>En el barroco se prefiere el ojo al oído, y dentro de las artes, se prefieren las artes visuales, las que entran por el ojo, por ser más eficaces para persuadir y ganar al que las contempla para los fines propuestos. <br />
<br />
Según un autor de la época, Suárez de Figueroa, ojos y oídos son puertas de acceso válidas para el conocimiento de las cosas, pero ''“en suma, son los ojos, entre los sentidos que sirven al alma, por donde entran y salen muchos afectos.”''<ref>Varias noticas importantes de «humana comunicación », fol. 244.</ref>Aunque el barroco echa mano también de la eficacia del oído, en la música y el teatro, sin embargo sus preferencias van hacia las artes plásticas, arquitectura y pintura.<br />
<br />
==3. El Barroco iberoamericano==<br />
<br />
<br />
Tales caracteres se van a dar en el barroco americano, que definimos igualmente como la cultura de una época y el talante de una sociedad. Con trazos esenciales, el perfil de la sociedad iberoamericana de los siglos XVII y XVIII es el siguiente: <br />
- Asentamiento social, político y económico de la nueva sociedad iberoamericana. Concluidos los períodos de los descubrimientos y conquistas políticas, y del pionerismo misionero de las grandes órdenes religiosas, es la hora de formar un modo de vida estable mediante instituciones –en lo político, lo jurídico, y lo eclesiástico-, ya través de una labor de formación y educación de las nuevas generaciones. El optimismo que reina en el ambiente, propio de una sociedad próspera en expansión, le lleva a volcar en arte sus enormes recursos materiales. <br />
- Voluntad de afirmación vigorosa de la ortodoxia católica, no como quien tiene que disputar y convencer a un adversario obstinado, sino como quien quiere rea¬firmar su identidad y como quien tiene una tarea vasta de seguir evangelizando muchedumbres de indígenas y culturas todavía paganas. <br />
<br />
Tal espíritu y talante se vuelca en el arte religioso barroco: el arte barroco iberoamericano es un arte suntuoso, pedagógico, imitativo y a la vez original o por lo menos favorecedor de la creatividad en contenidos y formas. De la conjunción de elementos europeos y americanos autóctonos nacerá una criatura nueva. <br />
Tal originalidad queda impresa en contenidos y formas. Por ejemplo, la representación de motivos decorativos o mitológicos prehispánicos, de la fauna y la flora propias de América; la pintura de tipos humanos «nuevos» en ese gigantesco laboratorio étnico y antropológico que es Iberoamérica, hay en el arte novohispano toda una corriente pictórica denominada «pintura de castas» que se recrea en representar parejas de distinta raza y el fruto que de su unión nace. <br />
<br />
Se está produciendo el fenómeno nuevo del mestizaje, producido por la mezcla de las tres razas: europea, indígena y africana. Del cruzamiento de español e india nace el mestizo, del español y negra, nace el mulato, del indio y negra, el zambo. De español y mestiza, castizo; de castizo y española, coyote; de español y mulata, morisco; de chino e india, cambujo; de cambujo e india «tente en el aire», etc. <br />
<br />
Otros indicios de la originalidad del barroco iberoamericano en cuanto a forma, es el retablo llevado del interior a la fachada del templo, el empleo de la columna estípite en el mismo, sobre todo en el barroco mexicano. La profusión decorativa, de buen gusto -piénsese en la Iglesia de Santo Domingo de Oaxaca, o en la Capilla del Rosario, de Puebla, en Santa Clara, de Tunja, en san Francisco, de Lima o de Quito, en la Compañía, también de Quito, etc.- El azulejo en la arquitectura religiosa y profana, sobre todo en México, responde a la alegría y colorido decorativos de los indígenas. <br />
<br />
El denominador común de todo el arte religioso barroco es su intencionalidad pedagógica: todo él está orientado hacia la catequesis y hacia la persuasión afectiva de unos pueblos emotivos antes que intelectuales. En Iberoamérica esto no es nuevo: ya desde el siglo XVI los misioneros, ante un continente por evangelizar, habían ideado diferentes sistemas para enseñar el catecismo: inspirados en manuscritos indígenas, traducen la enseñanza cristiana a caracteres pictográficos, se ayudan de cuadros y «pinturas» que representan los artículos de la fe, los diez mandamientos, los sacramentos, el camino del cielo y el del infierno. Este sistema de grandes lienzos pictóricos didácticos pervivió hasta el s. XVIII en centros rurales, v. gr. en Santa Cruz de Tlaxcala dos retablos representan escenas con inscripciones en náhuatl. <br />
<br />
Veamos la fuerza pedagógica de este retablo: el eje de la composición es el árbol del paraíso terrenal, con Adán y Eva a ambos lados, en el momento de la tentación origen del primer pecado. A la derecha, las representaciones de la pereza, la envidia y la gula; a la izquierda, la de la soberbia, la avaricia y lujuria; en el centro, la ira. Cada composición está presidida por su animal característico y presenta una escena bíblica alusiva al mismo. Por ejemplo, al referirse a la lujuria, el pintor presenta un cerdo -aunque en la Edad Media fue más frecuente un macho cabrío--, y nos presenta a Susana en un jardín cerrado, sorprendida por los dos viejos cuando iba a bañarse en la taza de una fuente. <br />
<br />
Proyección catequética del arte Virreinal es la serie realizada en Quito por Miguel de Santiago, uno de los pintores más importantes del barroco iberoamericano. En los ocho lienzos de Quito, Miguel de Santiago representa en la parte superior del cuadro los mandamientos por unos ángeles y los dones del Espíritu Santo también por ángeles; a la izquierda, las peticiones del Padre Nuestro, por medio de figuras femeninas; a la derecha, un obispo o un sacerdote sostiene el letrero de un sacramento; en el centro, una obra de misericordia, y abajo un pecado capital. Es decir, estamos ante un catecismo ilustrado de la fe cristiana. <br />
<br />
El mismo pintor quiteño realizó otra serie hacia mitad del s. XVIII para la catedral de Santa Fe de Bogotá, sobre los artículos del credo. Hay también series catequético-pictóricas dedicadas a la Salve Regina, como la de la Iglesia de Puerto Acosta, en Bolivia, obra del pintor Leonardo Flores, en la segunda mitad del XVII; a los sacramentos, por ejemplo, los cuadros conservados en Arani (Bolivia), de fines del XVII. <br />
Se representan sobre todo los sacramentos más controvertidos en la disputa reformista: el sacerdocio, la penitencia y la eucaristía. Destaca el retablo de San Francisco, de Bogotá, de complicado programa didáctico sobre el sacramento del sacerdocio: obra del ensamblador asturiano Ignacio Garda de Ascucha, llegado a Bogotá en 1619, y rematado, después de su muerte, por un religioso anónimo, que ha sido llamado «Maestro de San Francisco». <br />
<br />
Entre todos los sacramentos, la Eucaristía tuvo preeminencia en la representación pictórica y aun escultórica. Por influjo de «La disputa del Sacramento» de Rafael, y de varias representaciones de Rubens, en Iberoamérica encontramos frecuentemente el tema de la exaltación de la Eucaristía. <br />
<br />
Es famosa, por ejemplo, la de Melchor Pérez de Holguín, pintor boliviano de altas calidades, en Rosario (Argentina); en Achocalla (Bolivia), Leonardo Flores repite el tema, siguiendo de cerca a Rubens. En México Baltasar de Echave Rojas la representa en la Catedral de Puebla, y Cristóbal de Villalpando (1686) en la sacristía de la catedral metropolitana de México. <br />
<br />
También se representa como «Última cena»: en San Francisco del Cuzco; en Popayán (Colombia) la representa el pintor quiteño Bernardo Rodríguez. Es frecuente también la presentación de la Eucaristía en el momento de ocurrir un milagro sensible durante la misa para reforzar la fe de los perplejos e incrédulos en la transubstanciación: ya en el s. XVI en Nueva España es representada en las pinturas murales del convento franciscano de Cuernavaca; el pintor novohispano Basilio de Salazar dedicó a este tema su mejor obra, en 1645.<br />
<br />
En arquitectura, los monumentos más importantes de exaltación eucarística fueron los llamados «sagrarios» o capillas de grandes proporciones que se construyeron adosados a las catedrales, como el de México, una de las cumbres del barroco iberoamericano, y el de Bogotá, de exquisita factura. <br />
<br />
Otro tema muy del gusto del barroco, del que echa mano frecuentemente la Iglesia de la Contrarreforma, es la alegoría del triunfo de la Iglesia; imagen gráfica de un texto explicativo, más aún de una tesis, el triunfo de la Iglesia católica sobre los enemigos de Cristo: contra los judíos del Antiguo Testamento, contra los perseguidores, contra los herejes de todos los tiempos, hasta llegar a los de la Reforma Protestante; la Iglesia aparece asistida siempre por ángeles, evangelistas, doctores, fundadores, santos, y sobre todo por la Madre de Dios. Contemplan y como que organizan la escena las Tres Divinas Personas. <br />
<br />
Hay una composición de Cristóbal de Villalpando, dedicada al «Triunfo de la Iglesia militante y triunfante», bajo influencia de Rubens. También se la representó bajo la imagen de la Iglesia como la nave de Pedro, que también es llamada a veces «nave de la contemplación mística». Esta representación del «Triumphus Ecclesiae» tiene carácter de confrontación con los enemigos de la Iglesia, antiguos y modernos. En el s. XVI, a raíz de la Contrarreforma, se difundió mucho un grabado de Filippo Tomasini (en Roma 1602), que sirvió de punto de partida a otro editado en Milán bajo el título de: «Triunfo de la Iglesia Católica certificada por sus cuatro evangelistas y sus apóstoles y sus principales doctores contra toda herejía y supersticiones del Paganismo». <br />
<br />
Hay una buena representación pictórica de Melchor Pérez de Holguín, de 1707, en la Iglesia de San Lorenzo, Potosí (Bolivia): el eje de la composición es el mástil de la nave, coronado por Cristo como Rey de reyes, junto a su madre y a seis ángeles portadores de los instrumentos de la pasión; más a los extremos están los Evangelistas pregonando el mensaje de Cristo por toda la tierra. El mástil está concebido como «árbol de la fe cristiana» y por ello se colocaron en torno suyo a los «Fundatores religionum»: san Francisco, san Agustín, san Benito, san Bruno, san Pedro Nolasco, santo Domingo, etc. <br />
<br />
Cada uno está unido a Cristo por medio de una jarcia. Al lado de popa aparece san Pedro llevando el timón y mostrando las llaves, mientras que en una bandera se proclama que él es piedra angular. El costado de proa refleja el carácter combativo de la Iglesia, con santos modernos de la Contrarreforma; por ello algunos, como san Ignacio de Loyola, van provistos de venablos, y además cuentan con la ayuda del arcángel san Miguel, vencedor de Satanás en los cielos. La nave no tiene miedo ante los peligros de este mundo, y así va provista de dos áncoras: una es la «Bona Voluntas» y otra el «Desiderium Paradisi». <br />
<br />
Protegiendo a la nave se colocó en primer término una barcaza con los «Docto¬res Ecclesiae», san Gregorio, san Agustín, san Jerónimo y san Ambrosio, más santo Tomás de Aquino, quienes con sus remos alcanzan ya a las naves de los herejes y de los cismáticos, que llevan al timón al mismo Demonio (el ecumenismo estaba todavía por venir); no pudiendo resistir el ataque, los personajes más significativos huyen a nado, como Sabelio, Arrio, Lutero, Calvino, etc ... <br />
<br />
El tono triunfal se completa con las tres naves que van remolcadas y dirigidas por los profetas Daniel, Jeremías y Ezequiel contra los enemigos de Dios vencidos. Este ambiente de victoria se completa con la escena de la lucha del emperador Heraclio contra el persa Cosroes, en el ángulo inferior derecho, mientras que al otro extremo vemos las ruinas de un templo pagano con los ídolos destrozados de Apolo y Hércules, más la escena bíblica de los tres jóvenes salvos en el horno por haberse negado a adorar la estatua de Nabucodonosor. <br />
<br />
El conjunto queda rematado con dos escenas referidas a las ciudades de Damasco y Constantinopla: ante la primera, vemos la caí¬da de Saulo, que perseguía a los cristianos, y desde este momento se convirtió; y en la otra, aparece el papa convirtiendo a los turcos a las puertas de Constantinopla, expresando un deseo mesiánico de la Iglesia. <br />
<br />
El escultor Miguel Jiménez también la representó en relieve, aunque más pequeña, en la fachada principal de la Catedral de México. Parece natural que la tesis representada en dicho grabado se difundiera en Iberoamérica, donde la Iglesia de la Contrarreforma avanzaba victoriosamente destruyendo los ídolos indígenas. <br />
<br />
Igualmente es fuente inagotable de inspiración de contenidos iconográficos la tradición bíblica: sobre todo las páginas del Génesis, pero también las del Pentateuco, con sus historias de patriarcas, reyes y personajes representativos de la historia de la salvación, los profetas y, sobre todo, el Nuevo Testamento, con los misterios de la vida de Cristo, en especial los de su nacimiento, los de su Pasión y Muerte. <br />
<br />
El ciclo dedicado a la Santísima Virgen, en escenas bíblicas o bajo advocaciones de títulos hispanos o específicamente americanos, es abundantísimo. En fin, hay todo un ciclo dedicado a los santos, entre los más conocidos, los santos de grandes órdenes y congregaciones religiosas. <br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Si en la primera etapa el arte fue instrumento en manos del misionero para evangelizar la religiosidad del pueblo americano, en la segunda, es el pueblo mismo quien, al expresar creativamente su religiosidad por medio del arte, se evangeliza a sí mismo, en una circularidad admirable. <br />
<br />
El resultado final es la abundante, variada y espléndida floración del arte religioso en América Latina, fenómeno único en la historia de la evangelización comparable sólo a la evangelización de Europa. Durante varios siglos las obras de arte religioso han venido ejerciendo un magisterio evangelizador silencioso y eficaz entre el pueblo sencillo y católico como entre intelectuales y políticos, a veces indiferentes y aun hostiles. ¡Tal es la fuerza evangelizadora ínsita en una obra religiosa bella! Glosando a San Pablo, podemos decir: «Verbum Dei non est alligatum», «la Palabra de Dios no está encadenada», sobre todo cuando también se presenta como ¡«Verbum pulchrum»! <br />
<br />
En el momento de trazar las líneas programáticas de la nueva evangelización, conviene tener en cuenta el modelo de la evangelización fundante: religiosidad y arte iban de la mano, sea para evangelizar al pueblo a medio y largo plazo, sea para que el pueblo mismo, expresando creativamente su fe religiosa en formas plásticas bellas, se convierta, a su vez, él mismo en verdadero evangelizador.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=RELIGIOSIDAD_POPULAR&diff=235494RELIGIOSIDAD POPULAR2016-09-02T17:23:18Z<p>MGARCIA: /* 2. Arte barroco */</p>
<hr />
<div>'''RELIGIOSIDAD POPULAR; sus manifestaciones artísticas<br />
'''<br />
<br />
<br />
Al repasar la historia de la evangelización de América, no puede faltar el capítulo del arte como instrumento de catequesis y, a la vez, como plasmación concreta de la fe cristiana de un pueblo ya evangelizado. <br />
<br />
La unión de religiosidad popular y arte en la primera evangelización fue todo un modelo de mutua fecundación y de resultados portentosos. Ahora, cuando el «continente de la Esperanza» traza las líneas de una nueva evangelización, interesa repasar cómo «funcionó» ese feliz binomio, para volver a juntar dos polos de cuya íntima unión tan fecundos frutos han brotado. <br />
<br />
En el presente trabajo, después de definir los términos de religiosidad popular y arte, hablaremos sobre los mismos en las culturas precolombinas, para detenernos luego en el período de la primera evangelización, sobre todo, en la arquitectura conventual del siglo XVI y en al arte barroco, como dos momentos en que la conjunción de arte y piedad del pueblo latinoamericano alcanzan cotas de extraordinaria fecundidad y belleza. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD POPULAR==<br />
<br />
<br />
Siguiendo el desarrollo histórico de la reflexión hecha en América Latina que desemboca en el «Documento de Puebla», entendemos por «religiosidad popular», «religión del pueblo» o «piedad popular», ''“el conjunto de hondas creencias selladas por Dios, de las actitudes básicas que de esas convicciones derivan y las expresiones que las manifiestan. Se trata de la forma o de la existencia cultural que la religión adopta en un pueblo determinado. La religión del pueblo latinoamericano, en su forma cultural más característica, es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular.” '' <ref>Documento de Puebla, 444</ref><br />
<br />
La religiosidad del pueblo latinoamericano queda formada y plasmada por la obra evangelizador de los misioneros de la primera época, del siglo XVI al XVIII. La religiosidad popular viene a constituir el núcleo común de la cultura y de la identidad del ser latinoamericano, que subsiste pese a la ulterior división en diversas naciones y a verse afectado por desgarramientos en el nivel económico, político y social.<ref>DP, 412 ad sensum. Para un estudio más pormenorizado sobre religiosidad popular en América Latina, ver Christian Johansson Firedmann, Religiosidad popular entre Medellín y Puebla: antecedentes y desarrollo, en Anales de la Facultad de Teología, P. U. Católica de Chile, 1990.</ref><br />
<br />
En la formación de la religiosidad popular de América Latina, como en la formación de su cultura, encontramos tres componentes, el europeo, el indígena y el africano. En la religiosidad hispana'' “marcó su impronta decisiva la religiosidad popular medieval, con un sentido inmediato del poder de Dios, de su Providencia, de la profunda unidad de lo histórico y lo meta-histórico, al punto que muchas veces se esfumaba la consistencia de las causas segundas, naturales. Era un mundo religioso de gran fecundidad expresiva, procesiones, romerías, fiestas ... (Sobresale) la devoción a la Eucaristía, (con procesiones espléndidas) el día del Corpus. Las representaciones de Cristo toman un acento más dramático, centrándose fundamentalmente en la Pasión. La piedad popular, muy trinitaria y mariana, apunta hacia los misterios de la Inmaculada y de la Asunción».''<ref>Juan María Laboa, en el Prólogo a « Las Creencias », de Gran Enciclopedia de España y América, tomo VII, ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1989, p. 8.</ref><br />
<br />
<br />
Por lo que toca al mundo indígena, historiadores y antropólogos están acordes en ver considerar la religión como clave de bóveda de las culturas precolombinas. De la cuna a la tumba, la vida del hombre meso-americano transcurría impregnada de olor a copal sagrado. Era tanta la importancia que tenía la religión para el pueblo azteca -dice el antropólogo Antonio Caso- ''“que podemos decir sin exagerar, que su existencia giraba totalmente alrededor de la religión, y no había un solo acto de la vida pública y privada que no estuviera teñido por el sentimiento religioso. La religión era el factor preponderante, e intervenía como causa hasta en aquellas actividades que nos parecen a nosotros más ajenas al sentimiento religioso, como los deportes, los juegos y la guerra. Regulaba el comercio, la política, la conquista, e intervenía en todos los actos del individuo, desde que nacía hasta que los sacerdotes quemaban su cadáver y enterraban sus cenizas. Era la suprema razón de las acciones individuales y la razón fundamental del Estado.” ''<ref>Antonio Caso, El Pueblo del Sol, FCE, México.</ref><br />
<br />
<br />
La religión africana va a dejar su huella no sólo en las grandes formas sincréticas del Vudú, en las Antillas Mayores, y de la Macumba, del Xangó, Candomblé, Nagó y en las formas espiritistas de la Umbanda, en Brasil; sino también en las formas folclóricas, como asociaciones de Santería, de Candomblé, escalas de baile, ritos y cultos de difuntos, hasta crear, sobre todo en Brasil, una religiosidad en la que tanto el espíritu como cada uno de los sentidos piden su parte, dando al culto ritmo, canto, dinamismo, colorido, y participación masiva.<br />
<br />
<br />
==ARTE==<br />
<br />
Damos como evidente el concepto de arte en su perspectiva ontológica, como representación sensible de lo bello. Lo bello, a su vez, lo definimos, con Santo Tomás:'' «Pulchrum dicitur id cuius ipsa aprehensio placet»: «se dice hermoso aquello cuya simple percepción agrada».''<ref>Summa Theologica I-n, q. 27, a. 1, ad 3. 6 DP, n. 454.</ref> <br />
<br />
En esta definición quedan apuntados el elemento subjetivo y el elemento objetivo de la obra bella: el sujeto que contempla y disfruta estéticamente, participa con su in¬teligencia, fantasía y sentimiento en este diálogo con la obra bella. Al preguntarnos por qué un objeto es bello, la respuesta en el orden metafísico, es: «por el esplendor de su forma», por la irradiación armoniosa de las perfecciones de su ser. Aunque de suyo, todo arte genuino es sagrado, pues el objeto bello, al mostrarnos la perfección de su ser, está señalando su participación en la plenitud y belleza del Ser Absoluto, de Dios, sin embargo, cuando aquí hablamos de «arte sacro», nos estamos refiriendo sólo al arte de contenido religioso. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD Y ARTE==<br />
<br />
<br />
Ya estamos en condiciones de relacionar religiosidad y arte. En el mismo Documento de Puebla quedan anotados los diversos puntos de contacto entre ambos: da capacidad (del pueblo) de expresar la fe en un lenguaje total que supera los racionalismos (canto, imágenes, gesto, color, danza); la fe situada en el tiempo (fiestas) y en lugares (santuarios y templos).<ref>DP, n. 454.</ref>«La forma cultural» en que el pueblo latinoamericano vive su religión va indisolublemente unida a sus templos, estatuas y pinturas sagradas.<br />
<br />
<br />
'''A. Religiosidad y arte en las culturas precolombinas''' <br />
<br />
<br />
En las culturas precolombinas arte y religiosidad van de la mano: la religión como manantial de inspiración y contenidos, el arte como símbolo y expresión plástica de lo religioso. Las ciudades meso americanas, que justamente han sido llamadas «ciudades de los dioses», están sembradas de pirámides: de San Lorenzo y Las Ventas, en zona olmeca, al Templo Mayor de Tenochtitlán, pasando por Teotihuacán y Tula, Chichen Itzá o Cobán. La pirámide es edificio de cultos uránicos y, a la vez, obra arquitectónica cuya serena belleza trasparece sea en sus líneas geométricas puras, sea en formas mixtas de pirámide-palacio, como en Palenque, Sachil, Uxmal o El Petén, en zona maya. <br />
<br />
El ánimo se sobrecoge y se llena de estupor ante lo bello y sublime, en la fortaleza-adoratorio de Machu Picchu, en el incario peruano, sea por su emplazamiento, en el grandioso anfiteatro de la Cordillera Andina, sea por el soberbio señorío de las construcciones, hábilmente hermanadas a la orografía y marco naturales. <br />
<br />
Hubo, hay belleza y elocuencia muda en las enormes piedras talladas del Coricancha o Templo del Sol, en Cuzco, en Sacsahuamán, en Ollantaytambo, en Pisac. Como la hubo, siglos antes, y continúa habiéndola en la portada del sol del Kalasasaya, en Tiahuanaco (Bolivia), cifra rica en bajorrelieves religiosos. <br />
<br />
Hay belleza refinada en la orfebrería de los muiscas de Colombia, y de los moches o incas del Perú y Ecuador, buena parte de la cual de carácter religioso. ¡Y qué decir de la alfarería y textilería preincaica, de calidad excelsa, llena de alusiones a los mitos religiosos de mapa, el dios-felino volador, de Viracocha o de Pachamama, la diosa de la tierra, progenitora universal ... ! Como la hay en los keros, y en los misteriosos vasos-retratos-ofrendas, de las culturas moches preincaicas. <br />
<br />
Hay belleza en las esculturas mesoamericanas, olmecas, aztecas y mayas, que no son simples representaciones naturalistas, sino sobre todo símbolos religiosos: piénsese en las grandes cabezas olmecas, o en las vigorosas estatuas de Huehueteotl -dios viejo y dios del fuego-- o en el busto de Ometeotl, dios de la dualidad, dios-señor y diosa-señora, esculturas en que la piedra cobra vida y belleza en una plástica primiti¬va y elemental que tanto entusiasmaba e inspiraba a artistas modernos, como Henri Moore o Diego Rivera. <br />
<br />
<br />
'''B. Religiosidad y arte en la primera evangelización''' <br />
<br />
<br />
Cuando los misioneros de la primera época inician su labor en América, impulsados por necesidades de la misión van a ir aplicando una serie de criterios de evangelización que se revelarán extraordinariamente fecundos también para el arte. <br />
<br />
Unas necesidades funcionales de espacios para el culto popular y masivo les llevarán a construir grandes conventos con su hermoso templo, su capilla abierta, su amplio atrio con sus posas procesionales, su pequeño calvario en el centro, rematado por una cruz de cantera con los símbolos de la pasión, pero sin el Señor crucificado. Ha nacido el arte conventual que ocupará todo el siglo XVI. <br />
<br />
Unas necesidades apologéticas de afirmar la superioridad del cristianismo frente al culto pagano indígena. Al iniciar la evangelización, se dan cuenta de que están en presencia de altas culturas que vuelcan su religiosidad en moldes de belleza plástica frecuentemente grandiosos, y en ceremonias y ritos llenos de esplendor. Lo entienden y recogen el reto: no pueden presentar la Buena Nueva de Cristo en envolturas más modestas que los regios mantos aztecas o incas; tendrán que hacerlo en otros de igual o superior belleza. <br />
<br />
Y, sobre todo, unas necesidades pedagógicas les impulsan a buscar un lenguaje universal, en medio de la selva de lenguas de raíz totalmente diferente, y un modo de expresión fácilmente inteligible para todos. Así echan mano de la imagen visual, para encarnar conceptos abstractos y para persuadir tocando suave y eficazmente los afectos. Llevados por instinto evangélico y humanista los misioneros están realizando una genial obra de «inculturación», al insertar el Evangelio en tradiciones y modos de comunicación propios de las culturas indígenas. <br />
<br />
Así se va poblando la geografía americana de conventos, catedrales y templos grandiosos, construidos en material noble, como piedra y madera, y adornados con oro, plata y hierro forjado. Van surgiendo constelaciones de estatuas en cantera o en leño policromado, de Cristo, de la Virgen, de los santos; los muros de conventos y templos van cobrando vida y luz en pinturas que son, a la vez, páginas gráficas de doctrina cristiana, y fiesta de formas y color para el ojo atónito del neófito; el ámbito de las iglesias se va llenando de contrapuntos armónicos, que son bálsamo delicioso, literalmente inaudito para los oídos indígenas. <br />
<br />
En América Latina, durante los siglos XVI a XVIII no hay religiosidad del pueblo sin expresiones artísticas; y correlativamente, que el arte plástico no se da ni se entiende sin referencia a la piedad del pueblo. Cabe hablar de un proceso de verdadera simbiosis entre arte y religiosidad. Proceso que obedece a una cierta ley pendular: en la primera fase, los misioneros, por una elemental exigencia pedagógica, echan mano del arte como instrumento de catequización; el pueblo indígena se comporta como sujeto receptivo, destinatario principal de la evangelización y del arte. <br />
<br />
En la segunda fase, el pueblo echa mano del arte para manifestar su religiosidad: el pueblo, indígena y mestizo, es ahora sujeto activo, creador de arte. Se ha convertido en evangelizador él mismo. En palabras de Puebla:'' “La religiosidad popular no solamente es objeto de evangelización, sino que, en cuanto contiene encarnada la Palabra de Dios, es una forma activa con la cual el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo”.''<ref> DP, n. 450..</ref><br />
<br />
Como el movimiento de retorno de una ola gigantesca, la respuesta de los indígenas a esta «catequesis superior» por medio del arte, es una creatividad de extraordinario vigor y fecundidad. Al inicio, trabajan como colaboradores de los frailes y maestros europeos, constructores, canteros, escultores y pintores; luego, imitan las nuevas formas importadas y, finalmente, se abandonan a una creatividad original, en la que interpretan contenidos cristianos en un cruce de formas europeas e indígenas. <br />
<br />
Al conjuro de los citados criterios -necesidades prácticas, apologéticas, pedagógicas y de inculturación-, poco a poco va surgiendo la floración del arte religioso en el Nuevo Mundo. No podemos tocar todos los capítulos del arte religioso colonial -que afortunadamente es abundantísimo: allí están la escultura de los siglos XVI a XVIII, de escuela novohispana, quiteña o paraguaya, todas de calidad excelsa-. Por exigencias de método y espacio vamos a tocar sólo la arquitectura conventual del s. XVI y algo de la pintura y arquitectura barroca.<ref>Para el tratamiento más completo del arte sacro colonial de los siglos XVI a XVIII remitimos al lector a estudios más amplios, por ejemplo: AA.VV., Arte Colonial, Tomos 5,6, 7 Y 8 de Historia del Arte Mexicano, Ed. Sep/Salvat, México, 1986. AA.VV., Arte, Tomo IX de Gran Enciclopedia de España y Amé¬rica, ed. Espasa-Calpe/Argantonio, Madrid 1986. AA.VV., La pintura en 108 museos de México, Vol. 2 de Obras Maestras de la Pintura, ed. Planeta, Madrid-México 1983. AA.VV. Imaginería Virreina!. Memo¬rias de un seminario, ed. Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, México, 1990. CASTEDO, LEOPOLDO, Historia del Arte Iberoamericano, Alianza Editorial-Sociedad V Centenario, Madrid 1988, 2 vols. LA ORDEN MIRACLE, ERNESTO, Elogio de Quito, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1975. KUBLER, GEORGE, Arquitectura Mexicana del siglo XVI, FCE, México, 1984 (1'. ed. 1948). SEBASTIÁN, SANTIAGO, El barroco iberoamericano. Mensaje iconográfico, Ed. Encuentro, Madrid 1990. Toussaint, Manuel, Arte colonial en México Ed. UNAM, México 1990 (1'. ed. 1948), etc. </ref><br />
<br />
<br />
==1. Arte conventual del siglo XVI==<br />
<br />
<br />
En el siglo XVI florece un arte, aunque dictado por la urgencia y necesidad de la misión, de alta calidad estética, la arquitectura conventual. La «gran construcción» americana del siglo XVI, en palabras de Octavio Paz, contrapuesta a la «gran destrucción» de los templos y los fundamentos vitales de las culturas prehispánicas, fue sin duda la masiva construcción de conventos.<ref>Personalmente creo que los « fundamentos vitales válidos » de las culturas precolombinas fueron incorporados a la nueva síntesis cultural operada por el cristianismo. Piénsese, por ejemplo, en la acusada sensibilidad religiosa de dichos pueblos, trasvasada y potenciada a la nueva etapa cultural.</ref>En este enorme esfuerzo que aún hoy sorprende por su intensidad -principalmente en México-- y los recursos de todo orden que movilizó, se cifra uno de los aspectos sustantivos de la acción civilizadora de la Iglesia en el nuevo continente.<ref>Cfr. más ampliamente el excelente estudio de EMILIO GÓMEZ PIÑOL, La Arquitectura. Siglos XVI¬-XVIII, en Gran Enciclopedia de España y América, Tomo IX, El arte, Ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1986, pp. 51-185. Mi cita, ad sensum, p. 72.</ref><br />
<br />
La religión y sus prácticas ceremoniales debían ocupar el gigantesco vacío existencial producido al desplomarse la ancestral cosmovisión indígena. El carácter de ésta era de una religiosidad profundamente ritualista, expresada, por lo general, en grandes ceremonias multitudinarias celebradas en espacios abiertos. Las experiencias llevadas a cabo, principalmente en la Nueva España, para dar solución a los problemas planteados fueron de gran originalidad y eficacia. <br />
<br />
Como respuesta surgió una tipología arquitectónica novedosa en su visión de conjunto de las necesidades por resolver, llegando a constituir una genuina aportación americana a la historia de la arquitectura. Gracias a la funcionalidad conseguida en la habilitación de espacios para multitudes, junto al vistoso ceremonial del culto unido a la caracterización del nuevo ámbito sacro, la integración indígena en la nueva situación social y cultural avanzó prodigiosamente.<ref>Cfr. E. GÓMEZ PIÑOL, a.c., p. 58 ad sensum.</ref> <br />
<br />
Elementos de la arquitectura conventual del siglo XVI son el convento, el templo, con elementos románicos, góticos y, más frecuentemente, platerescos, el gran atrio, de muros robustos y bellos, con sus capillas-posas para las procesiones, y la capilla abierta. Sobre la función de la misma, escribe Fray Toribio de Benavente (Motolinía), en 1541: <br />
''“Los patios (se refiere a los atrios) son muy grandes y muy gentiles, pues las gentes son muchas y no caben en las iglesias. Por esta razón su ca¬pilla está afuera en el patio, porque todos oyen misa todos los domingos y días de fiesta, en tanto que las iglesias se usan entre semana.”'' <br />
<br />
Características de esta arquitectura es la monumentalidad, un cierto desfasamiento anacrónico en relación a Europa, con la consiguiente combinación de estilos arquitectónicos: se encuentran elementos medievales, románicos y góticos, cuando Europa está en pleno renacimiento: por ejemplo, Huejotzingo, Calpan; aunque hay también bellos ejemplares platerescos, como las fachadas de los templos de Acolman, Cuitzeo, Yuriria, las capillas abiertas de TIalmanalco, Cuilapan de León (Oaxaca), todas ellas en México. En una analogía con el desarrollo físico de una persona, América tiene que pasar de la infancia de las formas románicas macizas, a la esbeltez de la juventud en el gótico y a la madurez del dominio de la técnica y al clasicismo de las proporciones del renacimiento, en un siglo, cuando Europa tardó cinco en alcanzarla. <br />
<br />
Otra característica del arte conventual de siglo XVI, importantísima, fue la participación de los indígenas en las obras. Al principio como mano de obra exclusivamente física; pronto, gracias a su prodigiosa capacidad imitativa pudieron dominar plenamente las técnicas del arte europeo. En una siguiente fase, tuvieron el campo despejado para dar cauce libre a su propia originalidad. Así surge el «tequitqui» o arte tributario, nuestro mudéjar americano, cruce de formas indígenas precolombinas con estilos y contenidos europeos y cristianos, sobre todo en escultura y decoración en piedra.<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexica¬no en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref><br />
<br />
==2. Arte barroco==<br />
<br />
<br />
Ante todo, algunos presupuestos. El primer concepto que damos por supuesto -y que no desarrollamos por exigencias de método y espacio-, es que el barroco, antes de ser un estilo artístico, es la cultura de una época, la mentalidad y el talante de una sociedad histórica. Es, por lo mismo, una estructura histórica amplia y compleja, una de cuyas manifestaciones es el arte. <br />
<br />
El segundo supuesto es que tal época histórica coincidió con el período en que ya había iniciado vigorosamente en Europa la Reforma Católica, anterior a las controversias protestantes, aunque también recibió el potente impulso de la contrarreforma tridentina, a lo largo del XVII y del XVIII. En esta época se refuerza la autoridad del papado, tiene lugar una gran expansión de la Compañía de Jesús, se reafirma el núcleo esencial de la fe católica frente a los ataques de los reformadores protestantes. Todo ello va a dejar su huella en el arte barroco. <br />
<br />
El tercer supuesto es que la cultura barroca prefiere el ojo al oído. Escribe José Antonio Maravall:'' “dados los objetivos de difusión y de acción eficaz que la cultura barroca busca, se puede comprender que el barroco fue una cultura de la imagen sensible.”''<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexicano en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref>En el barroco se prefiere el ojo al oído, y dentro de las artes, se prefieren las artes visuales, las que entran por el ojo, por ser más eficaces para persuadir y ganar al que las contempla para los fines propuestos. <br />
<br />
Según un autor de la época, Suárez de Figueroa, ojos y oídos son puertas de acceso válidas para el conocimiento de las cosas, pero ''“en suma, son los ojos, entre los sentidos que sirven al alma, por donde entran y salen muchos afectos.”''<ref>Varias noticas importantes de «humana comunicación », fol. 244.</ref>Aunque el barroco echa mano también de la eficacia del oído, en la música y el teatro, sin embargo sus preferencias van hacia las artes plásticas, arquitectura y pintura.<br />
<br />
==3. El Barroco iberoamericano==<br />
<br />
<br />
Tales caracteres se van a dar en el barroco americano, que definimos igualmente como la cultura de una época y el talante de una sociedad. Con trazos esenciales, el perfil de la sociedad iberoamericana de los siglos XVII y XVIII es el siguiente: <br />
- Asentamiento social, político y económico de la nueva sociedad iberoamericana. Concluidos los períodos de los descubrimientos y conquistas políticas, y del pionerismo misionero de las grandes órdenes religiosas, es la hora de formar un modo de vida estable mediante instituciones –en lo político, lo jurídico, y lo eclesiástico-, ya través de una labor de formación y educación de las nuevas generaciones. El optimismo que reina en el ambiente, propio de una sociedad próspera en expansión, le lleva a volcar en arte sus enormes recursos materiales. <br />
- Voluntad de afirmación vigorosa de la ortodoxia católica, no como quien tiene que disputar y convencer a un adversario obstinado, sino como quien quiere rea¬firmar su identidad y como quien tiene una tarea vasta de seguir evangelizando muchedumbres de indígenas y culturas todavía paganas. <br />
<br />
Tal espíritu y talante se vuelca en el arte religioso barroco: el arte barroco iberoamericano es un arte suntuoso, pedagógico, imitativo y a la vez original o por lo menos favorecedor de la creatividad en contenidos y formas. De la conjunción de elementos europeos y americanos autóctonos nacerá una criatura nueva. <br />
Tal originalidad queda impresa en contenidos y formas. Por ejemplo, la representación de motivos decorativos o mitológicos prehispánicos, de la fauna y la flora propias de América; la pintura de tipos humanos «nuevos» en ese gigantesco laboratorio étnico y antropológico que es Iberoamérica, hay en el arte novohispano toda una corriente pictórica denominada «pintura de castas» que se recrea en representar parejas de distinta raza y el fruto que de su unión nace. <br />
<br />
Se está produciendo el fenómeno nuevo del mestizaje, producido por la mezcla de las tres razas: europea, indígena y africana. Del cruzamiento de español e india nace el mestizo, del español y negra, nace el mulato, del indio y negra, el zambo. De español y mestiza, castizo; de castizo y española, coyote; de español y mulata, morisco; de chino e india, cambujo; de cambujo e india «tente en el aire», etc. <br />
<br />
Otros indicios de la originalidad del barroco iberoamericano en cuanto a forma, es el retablo llevado del interior a la fachada del templo, el empleo de la columna estípite en el mismo, sobre todo en el barroco mexicano. La profusión decorativa, de buen gusto -piénsese en la Iglesia de Santo Domingo de Oaxaca, o en la Capilla del Rosario, de Puebla, en Santa Clara, de Tunja, en san Francisco, de Lima o de Quito, en la Compañía, también de Quito, etc.- El azulejo en la arquitectura religiosa y profana, sobre todo en México, responde a la alegría y colorido decorativos de los indígenas. <br />
<br />
El denominador común de todo el arte religioso barroco es su intencionalidad pedagógica: todo él está orientado hacia la catequesis y hacia la persuasión afectiva de unos pueblos emotivos antes que intelectuales. En Iberoamérica esto no es nuevo: ya desde el siglo XVI los misioneros, ante un continente por evangelizar, habían ideado diferentes sistemas para enseñar el catecismo: inspirados en manuscritos indígenas, traducen la enseñanza cristiana a caracteres pictográficos, se ayudan de cuadros y «pinturas» que representan los artículos de la fe, los diez mandamientos, los sacramentos, el camino del cielo y el del infierno. Este sistema de grandes lienzos pictóricos didácticos pervivió hasta el s. XVIII en centros rurales, v. gr. en Santa Cruz de Tlaxcala dos retablos representan escenas con inscripciones en náhuatl. <br />
<br />
Veamos la fuerza pedagógica de este retablo: el eje de la composición es el árbol del paraíso terrenal, con Adán y Eva a ambos lados, en el momento de la tentación origen del primer pecado. A la derecha, las representaciones de la pereza, la envidia y la gula; a la izquierda, la de la soberbia, la avaricia y lujuria; en el centro, la ira. Cada composición está presidida por su animal característico y presenta una escena bíblica alusiva al mismo. Por ejemplo, al referirse a la lujuria, el pintor presenta un cerdo -aunque en la Edad Media fue más frecuente un macho cabrío--, y nos presenta a Susana en un jardín cerrado, sorprendida por los dos viejos cuando iba a bañarse en la taza de una fuente. <br />
<br />
Proyección catequética del arte Virreinal es la serie realizada en Quito por Miguel de Santiago, uno de los pintores más importantes del barroco iberoamericano. En los ocho lienzos de Quito, Miguel de Santiago representa en la parte superior del cuadro los mandamientos por unos ángeles y los dones del Espíritu Santo también por ángeles; a la izquierda, las peticiones del Padre Nuestro, por medio de figuras femeninas; a la derecha, un obispo o un sacerdote sostiene el letrero de un sacramento; en el centro, una obra de misericordia, y abajo un pecado capital. Es decir, estamos ante un catecismo ilustrado de la fe cristiana. <br />
<br />
El mismo pintor quiteño realizó otra serie hacia mitad del s. XVIII para la catedral de Santa Fe de Bogotá, sobre los artículos del credo. Hay también series catequético-pictóricas dedicadas a la Salve Regina, como la de la Iglesia de Puerto Acosta, en Bolivia, obra del pintor Leonardo Flores, en la segunda mitad del XVII; a los sacramentos, por ejemplo, los cuadros conservados en Arani (Bolivia), de fines del XVII. <br />
Se representan sobre todo los sacramentos más controvertidos en la disputa reformista: el sacerdocio, la penitencia y la eucaristía. Destaca el retablo de San Francisco, de Bogotá, de complicado programa didáctico sobre el sacramento del sacerdocio: obra del ensamblador asturiano Ignacio Garda de Ascucha, llegado a Bogotá en 1619, y rematado, después de su muerte, por un religioso anónimo, que ha sido llamado «Maestro de San Francisco». <br />
<br />
Entre todos los sacramentos, la Eucaristía tuvo preeminencia en la representación pictórica y aun escultórica. Por influjo de «La disputa del Sacramento» de Rafael, y de varias representaciones de Rubens, en Iberoamérica encontramos frecuentemente el tema de la exaltación de la Eucaristía. <br />
<br />
Es famosa, por ejemplo, la de Melchor Pérez de Holguín, pintor boliviano de altas calidades, en Rosario (Argentina); en Achocalla (Bolivia), Leonardo Flores repite el tema, siguiendo de cerca a Rubens. En México Baltasar de Echave Rojas la representa en la Catedral de Puebla, y Cristóbal de Villalpando (1686) en la sacristía de la catedral metropolitana de México. <br />
<br />
También se representa como «Última cena»: en San Francisco del Cuzco; en Popayán (Colombia) la representa el pintor quiteño Bernardo Rodríguez. Es frecuente también la presentación de la Eucaristía en el momento de ocurrir un milagro sensible durante la misa para reforzar la fe de los perplejos e incrédulos en la transubstanciación: ya en el s. XVI en Nueva España es representada en las pinturas murales del convento franciscano de Cuernavaca; el pintor novohispano Basilio de Salazar dedicó a este tema su mejor obra, en 1645.<br />
<br />
En arquitectura, los monumentos más importantes de exaltación eucarística fueron los llamados «sagrarios» o capillas de grandes proporciones que se construyeron adosados a las catedrales, como el de México, una de las cumbres del barroco iberoamericano, y el de Bogotá, de exquisita factura. <br />
<br />
Otro tema muy del gusto del barroco, del que echa mano frecuentemente la Iglesia de la Contrarreforma, es la alegoría del triunfo de la Iglesia; imagen gráfica de un texto explicativo, más aún de una tesis, el triunfo de la Iglesia católica sobre los enemigos de Cristo: contra los judíos del Antiguo Testamento, contra los perseguidores, contra los herejes de todos los tiempos, hasta llegar a los de la Reforma Protestante; la Iglesia aparece asistida siempre por ángeles, evangelistas, doctores, fundadores, santos, y sobre todo por la Madre de Dios. Contemplan y como que organizan la escena las Tres Divinas Personas. <br />
<br />
Hay una composición de Cristóbal de Villalpando, dedicada al «Triunfo de la Iglesia militante y triunfante», bajo influencia de Rubens. También se la representó bajo la imagen de la Iglesia como la nave de Pedro, que también es llamada a veces «nave de la contemplación mística». Esta representación del «Triumphus Ecclesiae» tiene carácter de confrontación con los enemigos de la Iglesia, antiguos y modernos. En el s. XVI, a raíz de la Contrarreforma, se difundió mucho un grabado de Filippo Tomasini (en Roma 1602), que sirvió de punto de partida a otro editado en Milán bajo el título de: «Triunfo de la Iglesia Católica certificada por sus cuatro evangelistas y sus apóstoles y sus principales doctores contra toda herejía y supersticiones del Paganismo». <br />
<br />
Hay una buena representación pictórica de Melchor Pérez de Holguín, de 1707, en la Iglesia de San Lorenzo, Potosí (Bolivia): el eje de la composición es el mástil de la nave, coronado por Cristo como Rey de reyes, junto a su madre y a seis ángeles portadores de los instrumentos de la pasión; más a los extremos están los Evangelistas pregonando el mensaje de Cristo por toda la tierra. El mástil está concebido como «árbol de la fe cristiana» y por ello se colocaron en torno suyo a los «Fundatores religionum»: san Francisco, san Agustín, san Benito, san Bruno, san Pedro Nolasco, santo Domingo, etc. <br />
<br />
Cada uno está unido a Cristo por medio de una jarcia. Al lado de popa aparece san Pedro llevando el timón y mostrando las llaves, mientras que en una bandera se proclama que él es piedra angular. El costado de proa refleja el carácter combativo de la Iglesia, con santos modernos de la Contrarreforma; por ello algunos, como san Ignacio de Loyola, van provistos de venablos, y además cuentan con la ayuda del arcángel san Miguel, vencedor de Satanás en los cielos. La nave no tiene miedo ante los peligros de este mundo, y así va provista de dos áncoras: una es la «Bona Voluntas» y otra el «Desiderium Paradisi». <br />
<br />
Protegiendo a la nave se colocó en primer término una barcaza con los «Docto¬res Ecclesiae», san Gregorio, san Agustín, san Jerónimo y san Ambrosio, más santo Tomás de Aquino, quienes con sus remos alcanzan ya a las naves de los herejes y de los cismáticos, que llevan al timón al mismo Demonio (el ecumenismo estaba todavía por venir); no pudiendo resistir el ataque, los personajes más significativos huyen a nado, como Sabelio, Arrio, Lutero, Calvino, etc ... <br />
<br />
El tono triunfal se completa con las tres naves que van remolcadas y dirigidas por los profetas Daniel, Jeremías y Ezequiel contra los enemigos de Dios vencidos. Este ambiente de victoria se completa con la escena de la lucha del emperador Heraclio contra el persa Cosroes, en el ángulo inferior derecho, mientras que al otro extremo vemos las ruinas de un templo pagano con los ídolos destrozados de Apolo y Hércules, más la escena bíblica de los tres jóvenes salvos en el horno por haberse negado a adorar la estatua de Nabucodonosor. <br />
<br />
El conjunto queda rematado con dos escenas referidas a las ciudades de Damasco y Constantinopla: ante la primera, vemos la caí¬da de Saulo, que perseguía a los cristianos, y desde este momento se convirtió; y en la otra, aparece el papa convirtiendo a los turcos a las puertas de Constantinopla, expresando un deseo mesiánico de la Iglesia. <br />
<br />
El escultor Miguel Jiménez también la representó en relieve, aunque más pequeña, en la fachada principal de la Catedral de México. Parece natural que la tesis representada en dicho grabado se difundiera en Iberoamérica, donde la Iglesia de la Contrarreforma avanzaba victoriosamente destruyendo los ídolos indígenas. <br />
<br />
Igualmente es fuente inagotable de inspiración de contenidos iconográficos la tradición bíblica: sobre todo las páginas del Génesis, pero también las del Pentateuco, con sus historias de patriarcas, reyes y personajes representativos de la historia de la salvación, los profetas y, sobre todo, el Nuevo Testamento, con los misterios de la vida de Cristo, en especial los de su nacimiento, los de su Pasión y Muerte. <br />
<br />
El ciclo dedicado a la Santísima Virgen, en escenas bíblicas o bajo advocaciones de títulos hispanos o específicamente americanos, es abundantísimo. En fin, hay todo un ciclo dedicado a los santos, entre los más conocidos, los santos de grandes órdenes y congregaciones religiosas. <br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Si en la primera etapa el arte fue instrumento en manos del misionero para evangelizar la religiosidad del pueblo americano, en la segunda, es el pueblo mismo quien, al expresar creativamente su religiosidad por medio del arte, se evangeliza a sí mismo, en una circularidad admirable. <br />
<br />
El resultado final es la abundante, variada y espléndida floración del arte religioso en América Latina, fenómeno único en la historia de la evangelización comparable sólo a la evangelización de Europa. Durante varios siglos las obras de arte religioso han venido ejerciendo un magisterio evangelizador silencioso y eficaz entre el pueblo sencillo y católico como entre intelectuales y políticos, a veces indiferentes y aun hostiles. ¡Tal es la fuerza evangelizadora ínsita en una obra religiosa bella! Glosando a San Pablo, podemos decir: «Verbum Dei non est alligatum», «la Palabra de Dios no está encadenada», sobre todo cuando también se presenta como ¡«Verbum pulchrum»! <br />
<br />
En el momento de trazar las líneas programáticas de la nueva evangelización, conviene tener en cuenta el modelo de la evangelización fundante: religiosidad y arte iban de la mano, sea para evangelizar al pueblo a medio y largo plazo, sea para que el pueblo mismo, expresando creativamente su fe religiosa en formas plásticas bellas, se convierta, a su vez, él mismo en verdadero evangelizador.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=RELIGIOSIDAD_POPULAR&diff=235492RELIGIOSIDAD POPULAR2016-09-02T17:22:32Z<p>MGARCIA: /* 2. Arte barroco */</p>
<hr />
<div>'''RELIGIOSIDAD POPULAR; sus manifestaciones artísticas<br />
'''<br />
<br />
<br />
Al repasar la historia de la evangelización de América, no puede faltar el capítulo del arte como instrumento de catequesis y, a la vez, como plasmación concreta de la fe cristiana de un pueblo ya evangelizado. <br />
<br />
La unión de religiosidad popular y arte en la primera evangelización fue todo un modelo de mutua fecundación y de resultados portentosos. Ahora, cuando el «continente de la Esperanza» traza las líneas de una nueva evangelización, interesa repasar cómo «funcionó» ese feliz binomio, para volver a juntar dos polos de cuya íntima unión tan fecundos frutos han brotado. <br />
<br />
En el presente trabajo, después de definir los términos de religiosidad popular y arte, hablaremos sobre los mismos en las culturas precolombinas, para detenernos luego en el período de la primera evangelización, sobre todo, en la arquitectura conventual del siglo XVI y en al arte barroco, como dos momentos en que la conjunción de arte y piedad del pueblo latinoamericano alcanzan cotas de extraordinaria fecundidad y belleza. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD POPULAR==<br />
<br />
<br />
Siguiendo el desarrollo histórico de la reflexión hecha en América Latina que desemboca en el «Documento de Puebla», entendemos por «religiosidad popular», «religión del pueblo» o «piedad popular», ''“el conjunto de hondas creencias selladas por Dios, de las actitudes básicas que de esas convicciones derivan y las expresiones que las manifiestan. Se trata de la forma o de la existencia cultural que la religión adopta en un pueblo determinado. La religión del pueblo latinoamericano, en su forma cultural más característica, es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular.” '' <ref>Documento de Puebla, 444</ref><br />
<br />
La religiosidad del pueblo latinoamericano queda formada y plasmada por la obra evangelizador de los misioneros de la primera época, del siglo XVI al XVIII. La religiosidad popular viene a constituir el núcleo común de la cultura y de la identidad del ser latinoamericano, que subsiste pese a la ulterior división en diversas naciones y a verse afectado por desgarramientos en el nivel económico, político y social.<ref>DP, 412 ad sensum. Para un estudio más pormenorizado sobre religiosidad popular en América Latina, ver Christian Johansson Firedmann, Religiosidad popular entre Medellín y Puebla: antecedentes y desarrollo, en Anales de la Facultad de Teología, P. U. Católica de Chile, 1990.</ref><br />
<br />
En la formación de la religiosidad popular de América Latina, como en la formación de su cultura, encontramos tres componentes, el europeo, el indígena y el africano. En la religiosidad hispana'' “marcó su impronta decisiva la religiosidad popular medieval, con un sentido inmediato del poder de Dios, de su Providencia, de la profunda unidad de lo histórico y lo meta-histórico, al punto que muchas veces se esfumaba la consistencia de las causas segundas, naturales. Era un mundo religioso de gran fecundidad expresiva, procesiones, romerías, fiestas ... (Sobresale) la devoción a la Eucaristía, (con procesiones espléndidas) el día del Corpus. Las representaciones de Cristo toman un acento más dramático, centrándose fundamentalmente en la Pasión. La piedad popular, muy trinitaria y mariana, apunta hacia los misterios de la Inmaculada y de la Asunción».''<ref>Juan María Laboa, en el Prólogo a « Las Creencias », de Gran Enciclopedia de España y América, tomo VII, ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1989, p. 8.</ref><br />
<br />
<br />
Por lo que toca al mundo indígena, historiadores y antropólogos están acordes en ver considerar la religión como clave de bóveda de las culturas precolombinas. De la cuna a la tumba, la vida del hombre meso-americano transcurría impregnada de olor a copal sagrado. Era tanta la importancia que tenía la religión para el pueblo azteca -dice el antropólogo Antonio Caso- ''“que podemos decir sin exagerar, que su existencia giraba totalmente alrededor de la religión, y no había un solo acto de la vida pública y privada que no estuviera teñido por el sentimiento religioso. La religión era el factor preponderante, e intervenía como causa hasta en aquellas actividades que nos parecen a nosotros más ajenas al sentimiento religioso, como los deportes, los juegos y la guerra. Regulaba el comercio, la política, la conquista, e intervenía en todos los actos del individuo, desde que nacía hasta que los sacerdotes quemaban su cadáver y enterraban sus cenizas. Era la suprema razón de las acciones individuales y la razón fundamental del Estado.” ''<ref>Antonio Caso, El Pueblo del Sol, FCE, México.</ref><br />
<br />
<br />
La religión africana va a dejar su huella no sólo en las grandes formas sincréticas del Vudú, en las Antillas Mayores, y de la Macumba, del Xangó, Candomblé, Nagó y en las formas espiritistas de la Umbanda, en Brasil; sino también en las formas folclóricas, como asociaciones de Santería, de Candomblé, escalas de baile, ritos y cultos de difuntos, hasta crear, sobre todo en Brasil, una religiosidad en la que tanto el espíritu como cada uno de los sentidos piden su parte, dando al culto ritmo, canto, dinamismo, colorido, y participación masiva.<br />
<br />
<br />
==ARTE==<br />
<br />
Damos como evidente el concepto de arte en su perspectiva ontológica, como representación sensible de lo bello. Lo bello, a su vez, lo definimos, con Santo Tomás:'' «Pulchrum dicitur id cuius ipsa aprehensio placet»: «se dice hermoso aquello cuya simple percepción agrada».''<ref>Summa Theologica I-n, q. 27, a. 1, ad 3. 6 DP, n. 454.</ref> <br />
<br />
En esta definición quedan apuntados el elemento subjetivo y el elemento objetivo de la obra bella: el sujeto que contempla y disfruta estéticamente, participa con su in¬teligencia, fantasía y sentimiento en este diálogo con la obra bella. Al preguntarnos por qué un objeto es bello, la respuesta en el orden metafísico, es: «por el esplendor de su forma», por la irradiación armoniosa de las perfecciones de su ser. Aunque de suyo, todo arte genuino es sagrado, pues el objeto bello, al mostrarnos la perfección de su ser, está señalando su participación en la plenitud y belleza del Ser Absoluto, de Dios, sin embargo, cuando aquí hablamos de «arte sacro», nos estamos refiriendo sólo al arte de contenido religioso. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD Y ARTE==<br />
<br />
<br />
Ya estamos en condiciones de relacionar religiosidad y arte. En el mismo Documento de Puebla quedan anotados los diversos puntos de contacto entre ambos: da capacidad (del pueblo) de expresar la fe en un lenguaje total que supera los racionalismos (canto, imágenes, gesto, color, danza); la fe situada en el tiempo (fiestas) y en lugares (santuarios y templos).<ref>DP, n. 454.</ref>«La forma cultural» en que el pueblo latinoamericano vive su religión va indisolublemente unida a sus templos, estatuas y pinturas sagradas.<br />
<br />
<br />
'''A. Religiosidad y arte en las culturas precolombinas''' <br />
<br />
<br />
En las culturas precolombinas arte y religiosidad van de la mano: la religión como manantial de inspiración y contenidos, el arte como símbolo y expresión plástica de lo religioso. Las ciudades meso americanas, que justamente han sido llamadas «ciudades de los dioses», están sembradas de pirámides: de San Lorenzo y Las Ventas, en zona olmeca, al Templo Mayor de Tenochtitlán, pasando por Teotihuacán y Tula, Chichen Itzá o Cobán. La pirámide es edificio de cultos uránicos y, a la vez, obra arquitectónica cuya serena belleza trasparece sea en sus líneas geométricas puras, sea en formas mixtas de pirámide-palacio, como en Palenque, Sachil, Uxmal o El Petén, en zona maya. <br />
<br />
El ánimo se sobrecoge y se llena de estupor ante lo bello y sublime, en la fortaleza-adoratorio de Machu Picchu, en el incario peruano, sea por su emplazamiento, en el grandioso anfiteatro de la Cordillera Andina, sea por el soberbio señorío de las construcciones, hábilmente hermanadas a la orografía y marco naturales. <br />
<br />
Hubo, hay belleza y elocuencia muda en las enormes piedras talladas del Coricancha o Templo del Sol, en Cuzco, en Sacsahuamán, en Ollantaytambo, en Pisac. Como la hubo, siglos antes, y continúa habiéndola en la portada del sol del Kalasasaya, en Tiahuanaco (Bolivia), cifra rica en bajorrelieves religiosos. <br />
<br />
Hay belleza refinada en la orfebrería de los muiscas de Colombia, y de los moches o incas del Perú y Ecuador, buena parte de la cual de carácter religioso. ¡Y qué decir de la alfarería y textilería preincaica, de calidad excelsa, llena de alusiones a los mitos religiosos de mapa, el dios-felino volador, de Viracocha o de Pachamama, la diosa de la tierra, progenitora universal ... ! Como la hay en los keros, y en los misteriosos vasos-retratos-ofrendas, de las culturas moches preincaicas. <br />
<br />
Hay belleza en las esculturas mesoamericanas, olmecas, aztecas y mayas, que no son simples representaciones naturalistas, sino sobre todo símbolos religiosos: piénsese en las grandes cabezas olmecas, o en las vigorosas estatuas de Huehueteotl -dios viejo y dios del fuego-- o en el busto de Ometeotl, dios de la dualidad, dios-señor y diosa-señora, esculturas en que la piedra cobra vida y belleza en una plástica primiti¬va y elemental que tanto entusiasmaba e inspiraba a artistas modernos, como Henri Moore o Diego Rivera. <br />
<br />
<br />
'''B. Religiosidad y arte en la primera evangelización''' <br />
<br />
<br />
Cuando los misioneros de la primera época inician su labor en América, impulsados por necesidades de la misión van a ir aplicando una serie de criterios de evangelización que se revelarán extraordinariamente fecundos también para el arte. <br />
<br />
Unas necesidades funcionales de espacios para el culto popular y masivo les llevarán a construir grandes conventos con su hermoso templo, su capilla abierta, su amplio atrio con sus posas procesionales, su pequeño calvario en el centro, rematado por una cruz de cantera con los símbolos de la pasión, pero sin el Señor crucificado. Ha nacido el arte conventual que ocupará todo el siglo XVI. <br />
<br />
Unas necesidades apologéticas de afirmar la superioridad del cristianismo frente al culto pagano indígena. Al iniciar la evangelización, se dan cuenta de que están en presencia de altas culturas que vuelcan su religiosidad en moldes de belleza plástica frecuentemente grandiosos, y en ceremonias y ritos llenos de esplendor. Lo entienden y recogen el reto: no pueden presentar la Buena Nueva de Cristo en envolturas más modestas que los regios mantos aztecas o incas; tendrán que hacerlo en otros de igual o superior belleza. <br />
<br />
Y, sobre todo, unas necesidades pedagógicas les impulsan a buscar un lenguaje universal, en medio de la selva de lenguas de raíz totalmente diferente, y un modo de expresión fácilmente inteligible para todos. Así echan mano de la imagen visual, para encarnar conceptos abstractos y para persuadir tocando suave y eficazmente los afectos. Llevados por instinto evangélico y humanista los misioneros están realizando una genial obra de «inculturación», al insertar el Evangelio en tradiciones y modos de comunicación propios de las culturas indígenas. <br />
<br />
Así se va poblando la geografía americana de conventos, catedrales y templos grandiosos, construidos en material noble, como piedra y madera, y adornados con oro, plata y hierro forjado. Van surgiendo constelaciones de estatuas en cantera o en leño policromado, de Cristo, de la Virgen, de los santos; los muros de conventos y templos van cobrando vida y luz en pinturas que son, a la vez, páginas gráficas de doctrina cristiana, y fiesta de formas y color para el ojo atónito del neófito; el ámbito de las iglesias se va llenando de contrapuntos armónicos, que son bálsamo delicioso, literalmente inaudito para los oídos indígenas. <br />
<br />
En América Latina, durante los siglos XVI a XVIII no hay religiosidad del pueblo sin expresiones artísticas; y correlativamente, que el arte plástico no se da ni se entiende sin referencia a la piedad del pueblo. Cabe hablar de un proceso de verdadera simbiosis entre arte y religiosidad. Proceso que obedece a una cierta ley pendular: en la primera fase, los misioneros, por una elemental exigencia pedagógica, echan mano del arte como instrumento de catequización; el pueblo indígena se comporta como sujeto receptivo, destinatario principal de la evangelización y del arte. <br />
<br />
En la segunda fase, el pueblo echa mano del arte para manifestar su religiosidad: el pueblo, indígena y mestizo, es ahora sujeto activo, creador de arte. Se ha convertido en evangelizador él mismo. En palabras de Puebla:'' “La religiosidad popular no solamente es objeto de evangelización, sino que, en cuanto contiene encarnada la Palabra de Dios, es una forma activa con la cual el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo”.''<ref> DP, n. 450..</ref><br />
<br />
Como el movimiento de retorno de una ola gigantesca, la respuesta de los indígenas a esta «catequesis superior» por medio del arte, es una creatividad de extraordinario vigor y fecundidad. Al inicio, trabajan como colaboradores de los frailes y maestros europeos, constructores, canteros, escultores y pintores; luego, imitan las nuevas formas importadas y, finalmente, se abandonan a una creatividad original, en la que interpretan contenidos cristianos en un cruce de formas europeas e indígenas. <br />
<br />
Al conjuro de los citados criterios -necesidades prácticas, apologéticas, pedagógicas y de inculturación-, poco a poco va surgiendo la floración del arte religioso en el Nuevo Mundo. No podemos tocar todos los capítulos del arte religioso colonial -que afortunadamente es abundantísimo: allí están la escultura de los siglos XVI a XVIII, de escuela novohispana, quiteña o paraguaya, todas de calidad excelsa-. Por exigencias de método y espacio vamos a tocar sólo la arquitectura conventual del s. XVI y algo de la pintura y arquitectura barroca.<ref>Para el tratamiento más completo del arte sacro colonial de los siglos XVI a XVIII remitimos al lector a estudios más amplios, por ejemplo: AA.VV., Arte Colonial, Tomos 5,6, 7 Y 8 de Historia del Arte Mexicano, Ed. Sep/Salvat, México, 1986. AA.VV., Arte, Tomo IX de Gran Enciclopedia de España y Amé¬rica, ed. Espasa-Calpe/Argantonio, Madrid 1986. AA.VV., La pintura en 108 museos de México, Vol. 2 de Obras Maestras de la Pintura, ed. Planeta, Madrid-México 1983. AA.VV. Imaginería Virreina!. Memo¬rias de un seminario, ed. Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, México, 1990. CASTEDO, LEOPOLDO, Historia del Arte Iberoamericano, Alianza Editorial-Sociedad V Centenario, Madrid 1988, 2 vols. LA ORDEN MIRACLE, ERNESTO, Elogio de Quito, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1975. KUBLER, GEORGE, Arquitectura Mexicana del siglo XVI, FCE, México, 1984 (1'. ed. 1948). SEBASTIÁN, SANTIAGO, El barroco iberoamericano. Mensaje iconográfico, Ed. Encuentro, Madrid 1990. Toussaint, Manuel, Arte colonial en México Ed. UNAM, México 1990 (1'. ed. 1948), etc. </ref><br />
<br />
<br />
==1. Arte conventual del siglo XVI==<br />
<br />
<br />
En el siglo XVI florece un arte, aunque dictado por la urgencia y necesidad de la misión, de alta calidad estética, la arquitectura conventual. La «gran construcción» americana del siglo XVI, en palabras de Octavio Paz, contrapuesta a la «gran destrucción» de los templos y los fundamentos vitales de las culturas prehispánicas, fue sin duda la masiva construcción de conventos.<ref>Personalmente creo que los « fundamentos vitales válidos » de las culturas precolombinas fueron incorporados a la nueva síntesis cultural operada por el cristianismo. Piénsese, por ejemplo, en la acusada sensibilidad religiosa de dichos pueblos, trasvasada y potenciada a la nueva etapa cultural.</ref>En este enorme esfuerzo que aún hoy sorprende por su intensidad -principalmente en México-- y los recursos de todo orden que movilizó, se cifra uno de los aspectos sustantivos de la acción civilizadora de la Iglesia en el nuevo continente.<ref>Cfr. más ampliamente el excelente estudio de EMILIO GÓMEZ PIÑOL, La Arquitectura. Siglos XVI¬-XVIII, en Gran Enciclopedia de España y América, Tomo IX, El arte, Ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1986, pp. 51-185. Mi cita, ad sensum, p. 72.</ref><br />
<br />
La religión y sus prácticas ceremoniales debían ocupar el gigantesco vacío existencial producido al desplomarse la ancestral cosmovisión indígena. El carácter de ésta era de una religiosidad profundamente ritualista, expresada, por lo general, en grandes ceremonias multitudinarias celebradas en espacios abiertos. Las experiencias llevadas a cabo, principalmente en la Nueva España, para dar solución a los problemas planteados fueron de gran originalidad y eficacia. <br />
<br />
Como respuesta surgió una tipología arquitectónica novedosa en su visión de conjunto de las necesidades por resolver, llegando a constituir una genuina aportación americana a la historia de la arquitectura. Gracias a la funcionalidad conseguida en la habilitación de espacios para multitudes, junto al vistoso ceremonial del culto unido a la caracterización del nuevo ámbito sacro, la integración indígena en la nueva situación social y cultural avanzó prodigiosamente.<ref>Cfr. E. GÓMEZ PIÑOL, a.c., p. 58 ad sensum.</ref> <br />
<br />
Elementos de la arquitectura conventual del siglo XVI son el convento, el templo, con elementos románicos, góticos y, más frecuentemente, platerescos, el gran atrio, de muros robustos y bellos, con sus capillas-posas para las procesiones, y la capilla abierta. Sobre la función de la misma, escribe Fray Toribio de Benavente (Motolinía), en 1541: <br />
''“Los patios (se refiere a los atrios) son muy grandes y muy gentiles, pues las gentes son muchas y no caben en las iglesias. Por esta razón su ca¬pilla está afuera en el patio, porque todos oyen misa todos los domingos y días de fiesta, en tanto que las iglesias se usan entre semana.”'' <br />
<br />
Características de esta arquitectura es la monumentalidad, un cierto desfasamiento anacrónico en relación a Europa, con la consiguiente combinación de estilos arquitectónicos: se encuentran elementos medievales, románicos y góticos, cuando Europa está en pleno renacimiento: por ejemplo, Huejotzingo, Calpan; aunque hay también bellos ejemplares platerescos, como las fachadas de los templos de Acolman, Cuitzeo, Yuriria, las capillas abiertas de TIalmanalco, Cuilapan de León (Oaxaca), todas ellas en México. En una analogía con el desarrollo físico de una persona, América tiene que pasar de la infancia de las formas románicas macizas, a la esbeltez de la juventud en el gótico y a la madurez del dominio de la técnica y al clasicismo de las proporciones del renacimiento, en un siglo, cuando Europa tardó cinco en alcanzarla. <br />
<br />
Otra característica del arte conventual de siglo XVI, importantísima, fue la participación de los indígenas en las obras. Al principio como mano de obra exclusivamente física; pronto, gracias a su prodigiosa capacidad imitativa pudieron dominar plenamente las técnicas del arte europeo. En una siguiente fase, tuvieron el campo despejado para dar cauce libre a su propia originalidad. Así surge el «tequitqui» o arte tributario, nuestro mudéjar americano, cruce de formas indígenas precolombinas con estilos y contenidos europeos y cristianos, sobre todo en escultura y decoración en piedra.<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexica¬no en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref><br />
<br />
==2. Arte barroco==<br />
<br />
<br />
Ante todo, algunos presupuestos. El primer concepto que damos por supuesto -y que no desarrollamos por exigencias de método y espacio-, es que el barroco, antes de ser un estilo artístico, es la cultura de una época, la mentalidad y el talante de una sociedad histórica. Es, por lo mismo, una estructura histórica amplia y compleja, una de cuyas manifestaciones es el arte. <br />
<br />
El segundo supuesto es que tal época histórica coincidió con el período en que ya había iniciado vigorosamente en Europa la Reforma Católica, anterior a las controversias protestantes, aunque también recibió el potente impulso de la contrarreforma tridentina, a lo largo del XVII y del XVIII. En esta época se refuerza la autoridad del papado, tiene lugar una gran expansión de la Compañía de Jesús, se reafirma el núcleo esencial de la fe católica frente a los ataques de los reformadores protestantes. Todo ello va a dejar su huella en el arte barroco. <br />
<br />
El tercer supuesto es que la cultura barroca prefiere el ojo al oído. Escribe José Antonio Maravall:'' “dados los objetivos de difusión y de acción eficaz que la cultura barroca busca, se puede comprender que el barroco fue una cultura de la imagen sensible.”''<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexicano en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref> En el barroco se prefiere el ojo al oído, y dentro de las artes, se prefieren las artes visuales, las que entran por el ojo, por ser más eficaces para persuadir y ganar al que las contempla para los fines propuestos. <br />
<br />
Según un autor de la época, Suárez de Figueroa, ojos y oídos son puertas de acceso válidas para el conocimiento de las cosas, pero ''“en suma, son los ojos, entre los sentidos que sirven al alma, por donde entran y salen muchos afectos.”''<ref>Varias noticas importantes de «humana comunicación », fol. 244.</ref> Aunque el barroco echa mano también de la eficacia del oído, en la música y el teatro, sin embargo sus preferencias van hacia las artes plásticas, arquitectura y pintura.<br />
<br />
==3. El Barroco iberoamericano==<br />
<br />
<br />
Tales caracteres se van a dar en el barroco americano, que definimos igualmente como la cultura de una época y el talante de una sociedad. Con trazos esenciales, el perfil de la sociedad iberoamericana de los siglos XVII y XVIII es el siguiente: <br />
- Asentamiento social, político y económico de la nueva sociedad iberoamericana. Concluidos los períodos de los descubrimientos y conquistas políticas, y del pionerismo misionero de las grandes órdenes religiosas, es la hora de formar un modo de vida estable mediante instituciones –en lo político, lo jurídico, y lo eclesiástico-, ya través de una labor de formación y educación de las nuevas generaciones. El optimismo que reina en el ambiente, propio de una sociedad próspera en expansión, le lleva a volcar en arte sus enormes recursos materiales. <br />
- Voluntad de afirmación vigorosa de la ortodoxia católica, no como quien tiene que disputar y convencer a un adversario obstinado, sino como quien quiere rea¬firmar su identidad y como quien tiene una tarea vasta de seguir evangelizando muchedumbres de indígenas y culturas todavía paganas. <br />
<br />
Tal espíritu y talante se vuelca en el arte religioso barroco: el arte barroco iberoamericano es un arte suntuoso, pedagógico, imitativo y a la vez original o por lo menos favorecedor de la creatividad en contenidos y formas. De la conjunción de elementos europeos y americanos autóctonos nacerá una criatura nueva. <br />
Tal originalidad queda impresa en contenidos y formas. Por ejemplo, la representación de motivos decorativos o mitológicos prehispánicos, de la fauna y la flora propias de América; la pintura de tipos humanos «nuevos» en ese gigantesco laboratorio étnico y antropológico que es Iberoamérica, hay en el arte novohispano toda una corriente pictórica denominada «pintura de castas» que se recrea en representar parejas de distinta raza y el fruto que de su unión nace. <br />
<br />
Se está produciendo el fenómeno nuevo del mestizaje, producido por la mezcla de las tres razas: europea, indígena y africana. Del cruzamiento de español e india nace el mestizo, del español y negra, nace el mulato, del indio y negra, el zambo. De español y mestiza, castizo; de castizo y española, coyote; de español y mulata, morisco; de chino e india, cambujo; de cambujo e india «tente en el aire», etc. <br />
<br />
Otros indicios de la originalidad del barroco iberoamericano en cuanto a forma, es el retablo llevado del interior a la fachada del templo, el empleo de la columna estípite en el mismo, sobre todo en el barroco mexicano. La profusión decorativa, de buen gusto -piénsese en la Iglesia de Santo Domingo de Oaxaca, o en la Capilla del Rosario, de Puebla, en Santa Clara, de Tunja, en san Francisco, de Lima o de Quito, en la Compañía, también de Quito, etc.- El azulejo en la arquitectura religiosa y profana, sobre todo en México, responde a la alegría y colorido decorativos de los indígenas. <br />
<br />
El denominador común de todo el arte religioso barroco es su intencionalidad pedagógica: todo él está orientado hacia la catequesis y hacia la persuasión afectiva de unos pueblos emotivos antes que intelectuales. En Iberoamérica esto no es nuevo: ya desde el siglo XVI los misioneros, ante un continente por evangelizar, habían ideado diferentes sistemas para enseñar el catecismo: inspirados en manuscritos indígenas, traducen la enseñanza cristiana a caracteres pictográficos, se ayudan de cuadros y «pinturas» que representan los artículos de la fe, los diez mandamientos, los sacramentos, el camino del cielo y el del infierno. Este sistema de grandes lienzos pictóricos didácticos pervivió hasta el s. XVIII en centros rurales, v. gr. en Santa Cruz de Tlaxcala dos retablos representan escenas con inscripciones en náhuatl. <br />
<br />
Veamos la fuerza pedagógica de este retablo: el eje de la composición es el árbol del paraíso terrenal, con Adán y Eva a ambos lados, en el momento de la tentación origen del primer pecado. A la derecha, las representaciones de la pereza, la envidia y la gula; a la izquierda, la de la soberbia, la avaricia y lujuria; en el centro, la ira. Cada composición está presidida por su animal característico y presenta una escena bíblica alusiva al mismo. Por ejemplo, al referirse a la lujuria, el pintor presenta un cerdo -aunque en la Edad Media fue más frecuente un macho cabrío--, y nos presenta a Susana en un jardín cerrado, sorprendida por los dos viejos cuando iba a bañarse en la taza de una fuente. <br />
<br />
Proyección catequética del arte Virreinal es la serie realizada en Quito por Miguel de Santiago, uno de los pintores más importantes del barroco iberoamericano. En los ocho lienzos de Quito, Miguel de Santiago representa en la parte superior del cuadro los mandamientos por unos ángeles y los dones del Espíritu Santo también por ángeles; a la izquierda, las peticiones del Padre Nuestro, por medio de figuras femeninas; a la derecha, un obispo o un sacerdote sostiene el letrero de un sacramento; en el centro, una obra de misericordia, y abajo un pecado capital. Es decir, estamos ante un catecismo ilustrado de la fe cristiana. <br />
<br />
El mismo pintor quiteño realizó otra serie hacia mitad del s. XVIII para la catedral de Santa Fe de Bogotá, sobre los artículos del credo. Hay también series catequético-pictóricas dedicadas a la Salve Regina, como la de la Iglesia de Puerto Acosta, en Bolivia, obra del pintor Leonardo Flores, en la segunda mitad del XVII; a los sacramentos, por ejemplo, los cuadros conservados en Arani (Bolivia), de fines del XVII. <br />
Se representan sobre todo los sacramentos más controvertidos en la disputa reformista: el sacerdocio, la penitencia y la eucaristía. Destaca el retablo de San Francisco, de Bogotá, de complicado programa didáctico sobre el sacramento del sacerdocio: obra del ensamblador asturiano Ignacio Garda de Ascucha, llegado a Bogotá en 1619, y rematado, después de su muerte, por un religioso anónimo, que ha sido llamado «Maestro de San Francisco». <br />
<br />
Entre todos los sacramentos, la Eucaristía tuvo preeminencia en la representación pictórica y aun escultórica. Por influjo de «La disputa del Sacramento» de Rafael, y de varias representaciones de Rubens, en Iberoamérica encontramos frecuentemente el tema de la exaltación de la Eucaristía. <br />
<br />
Es famosa, por ejemplo, la de Melchor Pérez de Holguín, pintor boliviano de altas calidades, en Rosario (Argentina); en Achocalla (Bolivia), Leonardo Flores repite el tema, siguiendo de cerca a Rubens. En México Baltasar de Echave Rojas la representa en la Catedral de Puebla, y Cristóbal de Villalpando (1686) en la sacristía de la catedral metropolitana de México. <br />
<br />
También se representa como «Última cena»: en San Francisco del Cuzco; en Popayán (Colombia) la representa el pintor quiteño Bernardo Rodríguez. Es frecuente también la presentación de la Eucaristía en el momento de ocurrir un milagro sensible durante la misa para reforzar la fe de los perplejos e incrédulos en la transubstanciación: ya en el s. XVI en Nueva España es representada en las pinturas murales del convento franciscano de Cuernavaca; el pintor novohispano Basilio de Salazar dedicó a este tema su mejor obra, en 1645.<br />
<br />
En arquitectura, los monumentos más importantes de exaltación eucarística fueron los llamados «sagrarios» o capillas de grandes proporciones que se construyeron adosados a las catedrales, como el de México, una de las cumbres del barroco iberoamericano, y el de Bogotá, de exquisita factura. <br />
<br />
Otro tema muy del gusto del barroco, del que echa mano frecuentemente la Iglesia de la Contrarreforma, es la alegoría del triunfo de la Iglesia; imagen gráfica de un texto explicativo, más aún de una tesis, el triunfo de la Iglesia católica sobre los enemigos de Cristo: contra los judíos del Antiguo Testamento, contra los perseguidores, contra los herejes de todos los tiempos, hasta llegar a los de la Reforma Protestante; la Iglesia aparece asistida siempre por ángeles, evangelistas, doctores, fundadores, santos, y sobre todo por la Madre de Dios. Contemplan y como que organizan la escena las Tres Divinas Personas. <br />
<br />
Hay una composición de Cristóbal de Villalpando, dedicada al «Triunfo de la Iglesia militante y triunfante», bajo influencia de Rubens. También se la representó bajo la imagen de la Iglesia como la nave de Pedro, que también es llamada a veces «nave de la contemplación mística». Esta representación del «Triumphus Ecclesiae» tiene carácter de confrontación con los enemigos de la Iglesia, antiguos y modernos. En el s. XVI, a raíz de la Contrarreforma, se difundió mucho un grabado de Filippo Tomasini (en Roma 1602), que sirvió de punto de partida a otro editado en Milán bajo el título de: «Triunfo de la Iglesia Católica certificada por sus cuatro evangelistas y sus apóstoles y sus principales doctores contra toda herejía y supersticiones del Paganismo». <br />
<br />
Hay una buena representación pictórica de Melchor Pérez de Holguín, de 1707, en la Iglesia de San Lorenzo, Potosí (Bolivia): el eje de la composición es el mástil de la nave, coronado por Cristo como Rey de reyes, junto a su madre y a seis ángeles portadores de los instrumentos de la pasión; más a los extremos están los Evangelistas pregonando el mensaje de Cristo por toda la tierra. El mástil está concebido como «árbol de la fe cristiana» y por ello se colocaron en torno suyo a los «Fundatores religionum»: san Francisco, san Agustín, san Benito, san Bruno, san Pedro Nolasco, santo Domingo, etc. <br />
<br />
Cada uno está unido a Cristo por medio de una jarcia. Al lado de popa aparece san Pedro llevando el timón y mostrando las llaves, mientras que en una bandera se proclama que él es piedra angular. El costado de proa refleja el carácter combativo de la Iglesia, con santos modernos de la Contrarreforma; por ello algunos, como san Ignacio de Loyola, van provistos de venablos, y además cuentan con la ayuda del arcángel san Miguel, vencedor de Satanás en los cielos. La nave no tiene miedo ante los peligros de este mundo, y así va provista de dos áncoras: una es la «Bona Voluntas» y otra el «Desiderium Paradisi». <br />
<br />
Protegiendo a la nave se colocó en primer término una barcaza con los «Docto¬res Ecclesiae», san Gregorio, san Agustín, san Jerónimo y san Ambrosio, más santo Tomás de Aquino, quienes con sus remos alcanzan ya a las naves de los herejes y de los cismáticos, que llevan al timón al mismo Demonio (el ecumenismo estaba todavía por venir); no pudiendo resistir el ataque, los personajes más significativos huyen a nado, como Sabelio, Arrio, Lutero, Calvino, etc ... <br />
<br />
El tono triunfal se completa con las tres naves que van remolcadas y dirigidas por los profetas Daniel, Jeremías y Ezequiel contra los enemigos de Dios vencidos. Este ambiente de victoria se completa con la escena de la lucha del emperador Heraclio contra el persa Cosroes, en el ángulo inferior derecho, mientras que al otro extremo vemos las ruinas de un templo pagano con los ídolos destrozados de Apolo y Hércules, más la escena bíblica de los tres jóvenes salvos en el horno por haberse negado a adorar la estatua de Nabucodonosor. <br />
<br />
El conjunto queda rematado con dos escenas referidas a las ciudades de Damasco y Constantinopla: ante la primera, vemos la caí¬da de Saulo, que perseguía a los cristianos, y desde este momento se convirtió; y en la otra, aparece el papa convirtiendo a los turcos a las puertas de Constantinopla, expresando un deseo mesiánico de la Iglesia. <br />
<br />
El escultor Miguel Jiménez también la representó en relieve, aunque más pequeña, en la fachada principal de la Catedral de México. Parece natural que la tesis representada en dicho grabado se difundiera en Iberoamérica, donde la Iglesia de la Contrarreforma avanzaba victoriosamente destruyendo los ídolos indígenas. <br />
<br />
Igualmente es fuente inagotable de inspiración de contenidos iconográficos la tradición bíblica: sobre todo las páginas del Génesis, pero también las del Pentateuco, con sus historias de patriarcas, reyes y personajes representativos de la historia de la salvación, los profetas y, sobre todo, el Nuevo Testamento, con los misterios de la vida de Cristo, en especial los de su nacimiento, los de su Pasión y Muerte. <br />
<br />
El ciclo dedicado a la Santísima Virgen, en escenas bíblicas o bajo advocaciones de títulos hispanos o específicamente americanos, es abundantísimo. En fin, hay todo un ciclo dedicado a los santos, entre los más conocidos, los santos de grandes órdenes y congregaciones religiosas. <br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Si en la primera etapa el arte fue instrumento en manos del misionero para evangelizar la religiosidad del pueblo americano, en la segunda, es el pueblo mismo quien, al expresar creativamente su religiosidad por medio del arte, se evangeliza a sí mismo, en una circularidad admirable. <br />
<br />
El resultado final es la abundante, variada y espléndida floración del arte religioso en América Latina, fenómeno único en la historia de la evangelización comparable sólo a la evangelización de Europa. Durante varios siglos las obras de arte religioso han venido ejerciendo un magisterio evangelizador silencioso y eficaz entre el pueblo sencillo y católico como entre intelectuales y políticos, a veces indiferentes y aun hostiles. ¡Tal es la fuerza evangelizadora ínsita en una obra religiosa bella! Glosando a San Pablo, podemos decir: «Verbum Dei non est alligatum», «la Palabra de Dios no está encadenada», sobre todo cuando también se presenta como ¡«Verbum pulchrum»! <br />
<br />
En el momento de trazar las líneas programáticas de la nueva evangelización, conviene tener en cuenta el modelo de la evangelización fundante: religiosidad y arte iban de la mano, sea para evangelizar al pueblo a medio y largo plazo, sea para que el pueblo mismo, expresando creativamente su fe religiosa en formas plásticas bellas, se convierta, a su vez, él mismo en verdadero evangelizador.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=RELIGIOSIDAD_POPULAR&diff=235491RELIGIOSIDAD POPULAR2016-09-02T17:20:03Z<p>MGARCIA: /* 1. Arte conventual del siglo XVI */</p>
<hr />
<div>'''RELIGIOSIDAD POPULAR; sus manifestaciones artísticas<br />
'''<br />
<br />
<br />
Al repasar la historia de la evangelización de América, no puede faltar el capítulo del arte como instrumento de catequesis y, a la vez, como plasmación concreta de la fe cristiana de un pueblo ya evangelizado. <br />
<br />
La unión de religiosidad popular y arte en la primera evangelización fue todo un modelo de mutua fecundación y de resultados portentosos. Ahora, cuando el «continente de la Esperanza» traza las líneas de una nueva evangelización, interesa repasar cómo «funcionó» ese feliz binomio, para volver a juntar dos polos de cuya íntima unión tan fecundos frutos han brotado. <br />
<br />
En el presente trabajo, después de definir los términos de religiosidad popular y arte, hablaremos sobre los mismos en las culturas precolombinas, para detenernos luego en el período de la primera evangelización, sobre todo, en la arquitectura conventual del siglo XVI y en al arte barroco, como dos momentos en que la conjunción de arte y piedad del pueblo latinoamericano alcanzan cotas de extraordinaria fecundidad y belleza. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD POPULAR==<br />
<br />
<br />
Siguiendo el desarrollo histórico de la reflexión hecha en América Latina que desemboca en el «Documento de Puebla», entendemos por «religiosidad popular», «religión del pueblo» o «piedad popular», ''“el conjunto de hondas creencias selladas por Dios, de las actitudes básicas que de esas convicciones derivan y las expresiones que las manifiestan. Se trata de la forma o de la existencia cultural que la religión adopta en un pueblo determinado. La religión del pueblo latinoamericano, en su forma cultural más característica, es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular.” '' <ref>Documento de Puebla, 444</ref><br />
<br />
La religiosidad del pueblo latinoamericano queda formada y plasmada por la obra evangelizador de los misioneros de la primera época, del siglo XVI al XVIII. La religiosidad popular viene a constituir el núcleo común de la cultura y de la identidad del ser latinoamericano, que subsiste pese a la ulterior división en diversas naciones y a verse afectado por desgarramientos en el nivel económico, político y social.<ref>DP, 412 ad sensum. Para un estudio más pormenorizado sobre religiosidad popular en América Latina, ver Christian Johansson Firedmann, Religiosidad popular entre Medellín y Puebla: antecedentes y desarrollo, en Anales de la Facultad de Teología, P. U. Católica de Chile, 1990.</ref><br />
<br />
En la formación de la religiosidad popular de América Latina, como en la formación de su cultura, encontramos tres componentes, el europeo, el indígena y el africano. En la religiosidad hispana'' “marcó su impronta decisiva la religiosidad popular medieval, con un sentido inmediato del poder de Dios, de su Providencia, de la profunda unidad de lo histórico y lo meta-histórico, al punto que muchas veces se esfumaba la consistencia de las causas segundas, naturales. Era un mundo religioso de gran fecundidad expresiva, procesiones, romerías, fiestas ... (Sobresale) la devoción a la Eucaristía, (con procesiones espléndidas) el día del Corpus. Las representaciones de Cristo toman un acento más dramático, centrándose fundamentalmente en la Pasión. La piedad popular, muy trinitaria y mariana, apunta hacia los misterios de la Inmaculada y de la Asunción».''<ref>Juan María Laboa, en el Prólogo a « Las Creencias », de Gran Enciclopedia de España y América, tomo VII, ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1989, p. 8.</ref><br />
<br />
<br />
Por lo que toca al mundo indígena, historiadores y antropólogos están acordes en ver considerar la religión como clave de bóveda de las culturas precolombinas. De la cuna a la tumba, la vida del hombre meso-americano transcurría impregnada de olor a copal sagrado. Era tanta la importancia que tenía la religión para el pueblo azteca -dice el antropólogo Antonio Caso- ''“que podemos decir sin exagerar, que su existencia giraba totalmente alrededor de la religión, y no había un solo acto de la vida pública y privada que no estuviera teñido por el sentimiento religioso. La religión era el factor preponderante, e intervenía como causa hasta en aquellas actividades que nos parecen a nosotros más ajenas al sentimiento religioso, como los deportes, los juegos y la guerra. Regulaba el comercio, la política, la conquista, e intervenía en todos los actos del individuo, desde que nacía hasta que los sacerdotes quemaban su cadáver y enterraban sus cenizas. Era la suprema razón de las acciones individuales y la razón fundamental del Estado.” ''<ref>Antonio Caso, El Pueblo del Sol, FCE, México.</ref><br />
<br />
<br />
La religión africana va a dejar su huella no sólo en las grandes formas sincréticas del Vudú, en las Antillas Mayores, y de la Macumba, del Xangó, Candomblé, Nagó y en las formas espiritistas de la Umbanda, en Brasil; sino también en las formas folclóricas, como asociaciones de Santería, de Candomblé, escalas de baile, ritos y cultos de difuntos, hasta crear, sobre todo en Brasil, una religiosidad en la que tanto el espíritu como cada uno de los sentidos piden su parte, dando al culto ritmo, canto, dinamismo, colorido, y participación masiva.<br />
<br />
<br />
==ARTE==<br />
<br />
Damos como evidente el concepto de arte en su perspectiva ontológica, como representación sensible de lo bello. Lo bello, a su vez, lo definimos, con Santo Tomás:'' «Pulchrum dicitur id cuius ipsa aprehensio placet»: «se dice hermoso aquello cuya simple percepción agrada».''<ref>Summa Theologica I-n, q. 27, a. 1, ad 3. 6 DP, n. 454.</ref> <br />
<br />
En esta definición quedan apuntados el elemento subjetivo y el elemento objetivo de la obra bella: el sujeto que contempla y disfruta estéticamente, participa con su in¬teligencia, fantasía y sentimiento en este diálogo con la obra bella. Al preguntarnos por qué un objeto es bello, la respuesta en el orden metafísico, es: «por el esplendor de su forma», por la irradiación armoniosa de las perfecciones de su ser. Aunque de suyo, todo arte genuino es sagrado, pues el objeto bello, al mostrarnos la perfección de su ser, está señalando su participación en la plenitud y belleza del Ser Absoluto, de Dios, sin embargo, cuando aquí hablamos de «arte sacro», nos estamos refiriendo sólo al arte de contenido religioso. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD Y ARTE==<br />
<br />
<br />
Ya estamos en condiciones de relacionar religiosidad y arte. En el mismo Documento de Puebla quedan anotados los diversos puntos de contacto entre ambos: da capacidad (del pueblo) de expresar la fe en un lenguaje total que supera los racionalismos (canto, imágenes, gesto, color, danza); la fe situada en el tiempo (fiestas) y en lugares (santuarios y templos).<ref>DP, n. 454.</ref>«La forma cultural» en que el pueblo latinoamericano vive su religión va indisolublemente unida a sus templos, estatuas y pinturas sagradas.<br />
<br />
<br />
'''A. Religiosidad y arte en las culturas precolombinas''' <br />
<br />
<br />
En las culturas precolombinas arte y religiosidad van de la mano: la religión como manantial de inspiración y contenidos, el arte como símbolo y expresión plástica de lo religioso. Las ciudades meso americanas, que justamente han sido llamadas «ciudades de los dioses», están sembradas de pirámides: de San Lorenzo y Las Ventas, en zona olmeca, al Templo Mayor de Tenochtitlán, pasando por Teotihuacán y Tula, Chichen Itzá o Cobán. La pirámide es edificio de cultos uránicos y, a la vez, obra arquitectónica cuya serena belleza trasparece sea en sus líneas geométricas puras, sea en formas mixtas de pirámide-palacio, como en Palenque, Sachil, Uxmal o El Petén, en zona maya. <br />
<br />
El ánimo se sobrecoge y se llena de estupor ante lo bello y sublime, en la fortaleza-adoratorio de Machu Picchu, en el incario peruano, sea por su emplazamiento, en el grandioso anfiteatro de la Cordillera Andina, sea por el soberbio señorío de las construcciones, hábilmente hermanadas a la orografía y marco naturales. <br />
<br />
Hubo, hay belleza y elocuencia muda en las enormes piedras talladas del Coricancha o Templo del Sol, en Cuzco, en Sacsahuamán, en Ollantaytambo, en Pisac. Como la hubo, siglos antes, y continúa habiéndola en la portada del sol del Kalasasaya, en Tiahuanaco (Bolivia), cifra rica en bajorrelieves religiosos. <br />
<br />
Hay belleza refinada en la orfebrería de los muiscas de Colombia, y de los moches o incas del Perú y Ecuador, buena parte de la cual de carácter religioso. ¡Y qué decir de la alfarería y textilería preincaica, de calidad excelsa, llena de alusiones a los mitos religiosos de mapa, el dios-felino volador, de Viracocha o de Pachamama, la diosa de la tierra, progenitora universal ... ! Como la hay en los keros, y en los misteriosos vasos-retratos-ofrendas, de las culturas moches preincaicas. <br />
<br />
Hay belleza en las esculturas mesoamericanas, olmecas, aztecas y mayas, que no son simples representaciones naturalistas, sino sobre todo símbolos religiosos: piénsese en las grandes cabezas olmecas, o en las vigorosas estatuas de Huehueteotl -dios viejo y dios del fuego-- o en el busto de Ometeotl, dios de la dualidad, dios-señor y diosa-señora, esculturas en que la piedra cobra vida y belleza en una plástica primiti¬va y elemental que tanto entusiasmaba e inspiraba a artistas modernos, como Henri Moore o Diego Rivera. <br />
<br />
<br />
'''B. Religiosidad y arte en la primera evangelización''' <br />
<br />
<br />
Cuando los misioneros de la primera época inician su labor en América, impulsados por necesidades de la misión van a ir aplicando una serie de criterios de evangelización que se revelarán extraordinariamente fecundos también para el arte. <br />
<br />
Unas necesidades funcionales de espacios para el culto popular y masivo les llevarán a construir grandes conventos con su hermoso templo, su capilla abierta, su amplio atrio con sus posas procesionales, su pequeño calvario en el centro, rematado por una cruz de cantera con los símbolos de la pasión, pero sin el Señor crucificado. Ha nacido el arte conventual que ocupará todo el siglo XVI. <br />
<br />
Unas necesidades apologéticas de afirmar la superioridad del cristianismo frente al culto pagano indígena. Al iniciar la evangelización, se dan cuenta de que están en presencia de altas culturas que vuelcan su religiosidad en moldes de belleza plástica frecuentemente grandiosos, y en ceremonias y ritos llenos de esplendor. Lo entienden y recogen el reto: no pueden presentar la Buena Nueva de Cristo en envolturas más modestas que los regios mantos aztecas o incas; tendrán que hacerlo en otros de igual o superior belleza. <br />
<br />
Y, sobre todo, unas necesidades pedagógicas les impulsan a buscar un lenguaje universal, en medio de la selva de lenguas de raíz totalmente diferente, y un modo de expresión fácilmente inteligible para todos. Así echan mano de la imagen visual, para encarnar conceptos abstractos y para persuadir tocando suave y eficazmente los afectos. Llevados por instinto evangélico y humanista los misioneros están realizando una genial obra de «inculturación», al insertar el Evangelio en tradiciones y modos de comunicación propios de las culturas indígenas. <br />
<br />
Así se va poblando la geografía americana de conventos, catedrales y templos grandiosos, construidos en material noble, como piedra y madera, y adornados con oro, plata y hierro forjado. Van surgiendo constelaciones de estatuas en cantera o en leño policromado, de Cristo, de la Virgen, de los santos; los muros de conventos y templos van cobrando vida y luz en pinturas que son, a la vez, páginas gráficas de doctrina cristiana, y fiesta de formas y color para el ojo atónito del neófito; el ámbito de las iglesias se va llenando de contrapuntos armónicos, que son bálsamo delicioso, literalmente inaudito para los oídos indígenas. <br />
<br />
En América Latina, durante los siglos XVI a XVIII no hay religiosidad del pueblo sin expresiones artísticas; y correlativamente, que el arte plástico no se da ni se entiende sin referencia a la piedad del pueblo. Cabe hablar de un proceso de verdadera simbiosis entre arte y religiosidad. Proceso que obedece a una cierta ley pendular: en la primera fase, los misioneros, por una elemental exigencia pedagógica, echan mano del arte como instrumento de catequización; el pueblo indígena se comporta como sujeto receptivo, destinatario principal de la evangelización y del arte. <br />
<br />
En la segunda fase, el pueblo echa mano del arte para manifestar su religiosidad: el pueblo, indígena y mestizo, es ahora sujeto activo, creador de arte. Se ha convertido en evangelizador él mismo. En palabras de Puebla:'' “La religiosidad popular no solamente es objeto de evangelización, sino que, en cuanto contiene encarnada la Palabra de Dios, es una forma activa con la cual el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo”.''<ref> DP, n. 450..</ref><br />
<br />
Como el movimiento de retorno de una ola gigantesca, la respuesta de los indígenas a esta «catequesis superior» por medio del arte, es una creatividad de extraordinario vigor y fecundidad. Al inicio, trabajan como colaboradores de los frailes y maestros europeos, constructores, canteros, escultores y pintores; luego, imitan las nuevas formas importadas y, finalmente, se abandonan a una creatividad original, en la que interpretan contenidos cristianos en un cruce de formas europeas e indígenas. <br />
<br />
Al conjuro de los citados criterios -necesidades prácticas, apologéticas, pedagógicas y de inculturación-, poco a poco va surgiendo la floración del arte religioso en el Nuevo Mundo. No podemos tocar todos los capítulos del arte religioso colonial -que afortunadamente es abundantísimo: allí están la escultura de los siglos XVI a XVIII, de escuela novohispana, quiteña o paraguaya, todas de calidad excelsa-. Por exigencias de método y espacio vamos a tocar sólo la arquitectura conventual del s. XVI y algo de la pintura y arquitectura barroca.<ref>Para el tratamiento más completo del arte sacro colonial de los siglos XVI a XVIII remitimos al lector a estudios más amplios, por ejemplo: AA.VV., Arte Colonial, Tomos 5,6, 7 Y 8 de Historia del Arte Mexicano, Ed. Sep/Salvat, México, 1986. AA.VV., Arte, Tomo IX de Gran Enciclopedia de España y Amé¬rica, ed. Espasa-Calpe/Argantonio, Madrid 1986. AA.VV., La pintura en 108 museos de México, Vol. 2 de Obras Maestras de la Pintura, ed. Planeta, Madrid-México 1983. AA.VV. Imaginería Virreina!. Memo¬rias de un seminario, ed. Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, México, 1990. CASTEDO, LEOPOLDO, Historia del Arte Iberoamericano, Alianza Editorial-Sociedad V Centenario, Madrid 1988, 2 vols. LA ORDEN MIRACLE, ERNESTO, Elogio de Quito, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1975. KUBLER, GEORGE, Arquitectura Mexicana del siglo XVI, FCE, México, 1984 (1'. ed. 1948). SEBASTIÁN, SANTIAGO, El barroco iberoamericano. Mensaje iconográfico, Ed. Encuentro, Madrid 1990. Toussaint, Manuel, Arte colonial en México Ed. UNAM, México 1990 (1'. ed. 1948), etc. </ref><br />
<br />
<br />
==1. Arte conventual del siglo XVI==<br />
<br />
<br />
En el siglo XVI florece un arte, aunque dictado por la urgencia y necesidad de la misión, de alta calidad estética, la arquitectura conventual. La «gran construcción» americana del siglo XVI, en palabras de Octavio Paz, contrapuesta a la «gran destrucción» de los templos y los fundamentos vitales de las culturas prehispánicas, fue sin duda la masiva construcción de conventos.<ref>Personalmente creo que los « fundamentos vitales válidos » de las culturas precolombinas fueron incorporados a la nueva síntesis cultural operada por el cristianismo. Piénsese, por ejemplo, en la acusada sensibilidad religiosa de dichos pueblos, trasvasada y potenciada a la nueva etapa cultural.</ref>En este enorme esfuerzo que aún hoy sorprende por su intensidad -principalmente en México-- y los recursos de todo orden que movilizó, se cifra uno de los aspectos sustantivos de la acción civilizadora de la Iglesia en el nuevo continente.<ref>Cfr. más ampliamente el excelente estudio de EMILIO GÓMEZ PIÑOL, La Arquitectura. Siglos XVI¬-XVIII, en Gran Enciclopedia de España y América, Tomo IX, El arte, Ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1986, pp. 51-185. Mi cita, ad sensum, p. 72.</ref><br />
<br />
La religión y sus prácticas ceremoniales debían ocupar el gigantesco vacío existencial producido al desplomarse la ancestral cosmovisión indígena. El carácter de ésta era de una religiosidad profundamente ritualista, expresada, por lo general, en grandes ceremonias multitudinarias celebradas en espacios abiertos. Las experiencias llevadas a cabo, principalmente en la Nueva España, para dar solución a los problemas planteados fueron de gran originalidad y eficacia. <br />
<br />
Como respuesta surgió una tipología arquitectónica novedosa en su visión de conjunto de las necesidades por resolver, llegando a constituir una genuina aportación americana a la historia de la arquitectura. Gracias a la funcionalidad conseguida en la habilitación de espacios para multitudes, junto al vistoso ceremonial del culto unido a la caracterización del nuevo ámbito sacro, la integración indígena en la nueva situación social y cultural avanzó prodigiosamente.<ref>Cfr. E. GÓMEZ PIÑOL, a.c., p. 58 ad sensum.</ref> <br />
<br />
Elementos de la arquitectura conventual del siglo XVI son el convento, el templo, con elementos románicos, góticos y, más frecuentemente, platerescos, el gran atrio, de muros robustos y bellos, con sus capillas-posas para las procesiones, y la capilla abierta. Sobre la función de la misma, escribe Fray Toribio de Benavente (Motolinía), en 1541: <br />
''“Los patios (se refiere a los atrios) son muy grandes y muy gentiles, pues las gentes son muchas y no caben en las iglesias. Por esta razón su ca¬pilla está afuera en el patio, porque todos oyen misa todos los domingos y días de fiesta, en tanto que las iglesias se usan entre semana.”'' <br />
<br />
Características de esta arquitectura es la monumentalidad, un cierto desfasamiento anacrónico en relación a Europa, con la consiguiente combinación de estilos arquitectónicos: se encuentran elementos medievales, románicos y góticos, cuando Europa está en pleno renacimiento: por ejemplo, Huejotzingo, Calpan; aunque hay también bellos ejemplares platerescos, como las fachadas de los templos de Acolman, Cuitzeo, Yuriria, las capillas abiertas de TIalmanalco, Cuilapan de León (Oaxaca), todas ellas en México. En una analogía con el desarrollo físico de una persona, América tiene que pasar de la infancia de las formas románicas macizas, a la esbeltez de la juventud en el gótico y a la madurez del dominio de la técnica y al clasicismo de las proporciones del renacimiento, en un siglo, cuando Europa tardó cinco en alcanzarla. <br />
<br />
Otra característica del arte conventual de siglo XVI, importantísima, fue la participación de los indígenas en las obras. Al principio como mano de obra exclusivamente física; pronto, gracias a su prodigiosa capacidad imitativa pudieron dominar plenamente las técnicas del arte europeo. En una siguiente fase, tuvieron el campo despejado para dar cauce libre a su propia originalidad. Así surge el «tequitqui» o arte tributario, nuestro mudéjar americano, cruce de formas indígenas precolombinas con estilos y contenidos europeos y cristianos, sobre todo en escultura y decoración en piedra.<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexica¬no en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref><br />
<br />
==2. Arte barroco==<br />
<br />
<br />
Ante todo, algunos presupuestos. El primer concepto que damos por supuesto -y que no desarrollamos por exigencias de método y espacio-, es que el barroco, antes de ser un estilo artístico, es la cultura de una época, la mentalidad y el talante de una sociedad histórica. Es, por lo mismo, una estructura histórica amplia y compleja, una de cuyas manifestaciones es el arte. <br />
<br />
El segundo supuesto es que tal época histórica coincidió con el período en que ya había iniciado vigorosamente en Europa la Reforma Católica, anterior a las controversias protestantes, aunque también recibió el potente impulso de la contrarreforma tridentina, a lo largo del XVII y del XVIII. En esta época se refuerza la autoridad del papado, tiene lugar una gran expansión de la Compañía de Jesús, se reafirma el núcleo esencial de la fe católica frente a los ataques de los reformadores protestantes. Todo ello va a dejar su huella en el arte barroco. <br />
<br />
El tercer supuesto es que la cultura barroca prefiere el ojo al oído. Escribe José Antonio Maravall: “dados los objetivos de difusión y de acción eficaz que la cultura barroca busca, se puede comprender que el barroco fue una cultura de la imagen sensible.” En el barroco se prefiere el ojo al oído, y dentro de las artes, se prefieren las artes visuales, las que entran por el ojo, por ser más eficaces para persuadir y ganar al que las contempla para los fines propuestos. <br />
<br />
Según un autor de la época, Suárez de Figueroa, ojos y oídos son puertas de acceso válidas para el conocimiento de las cosas, pero “en suma, son los ojos, entre los sentidos que sirven al alma, por donde entran y salen muchos afectos.” Aunque el barroco echa mano también de la eficacia del oído, en la música y el teatro, sin embargo sus preferencias van hacia las artes plásticas, arquitectura y pintura.<br />
<br />
<br />
==3. El Barroco iberoamericano==<br />
<br />
<br />
Tales caracteres se van a dar en el barroco americano, que definimos igualmente como la cultura de una época y el talante de una sociedad. Con trazos esenciales, el perfil de la sociedad iberoamericana de los siglos XVII y XVIII es el siguiente: <br />
- Asentamiento social, político y económico de la nueva sociedad iberoamericana. Concluidos los períodos de los descubrimientos y conquistas políticas, y del pionerismo misionero de las grandes órdenes religiosas, es la hora de formar un modo de vida estable mediante instituciones –en lo político, lo jurídico, y lo eclesiástico-, ya través de una labor de formación y educación de las nuevas generaciones. El optimismo que reina en el ambiente, propio de una sociedad próspera en expansión, le lleva a volcar en arte sus enormes recursos materiales. <br />
- Voluntad de afirmación vigorosa de la ortodoxia católica, no como quien tiene que disputar y convencer a un adversario obstinado, sino como quien quiere rea¬firmar su identidad y como quien tiene una tarea vasta de seguir evangelizando muchedumbres de indígenas y culturas todavía paganas. <br />
<br />
Tal espíritu y talante se vuelca en el arte religioso barroco: el arte barroco iberoamericano es un arte suntuoso, pedagógico, imitativo y a la vez original o por lo menos favorecedor de la creatividad en contenidos y formas. De la conjunción de elementos europeos y americanos autóctonos nacerá una criatura nueva. <br />
Tal originalidad queda impresa en contenidos y formas. Por ejemplo, la representación de motivos decorativos o mitológicos prehispánicos, de la fauna y la flora propias de América; la pintura de tipos humanos «nuevos» en ese gigantesco laboratorio étnico y antropológico que es Iberoamérica, hay en el arte novohispano toda una corriente pictórica denominada «pintura de castas» que se recrea en representar parejas de distinta raza y el fruto que de su unión nace. <br />
<br />
Se está produciendo el fenómeno nuevo del mestizaje, producido por la mezcla de las tres razas: europea, indígena y africana. Del cruzamiento de español e india nace el mestizo, del español y negra, nace el mulato, del indio y negra, el zambo. De español y mestiza, castizo; de castizo y española, coyote; de español y mulata, morisco; de chino e india, cambujo; de cambujo e india «tente en el aire», etc. <br />
<br />
Otros indicios de la originalidad del barroco iberoamericano en cuanto a forma, es el retablo llevado del interior a la fachada del templo, el empleo de la columna estípite en el mismo, sobre todo en el barroco mexicano. La profusión decorativa, de buen gusto -piénsese en la Iglesia de Santo Domingo de Oaxaca, o en la Capilla del Rosario, de Puebla, en Santa Clara, de Tunja, en san Francisco, de Lima o de Quito, en la Compañía, también de Quito, etc.- El azulejo en la arquitectura religiosa y profana, sobre todo en México, responde a la alegría y colorido decorativos de los indígenas. <br />
<br />
El denominador común de todo el arte religioso barroco es su intencionalidad pedagógica: todo él está orientado hacia la catequesis y hacia la persuasión afectiva de unos pueblos emotivos antes que intelectuales. En Iberoamérica esto no es nuevo: ya desde el siglo XVI los misioneros, ante un continente por evangelizar, habían ideado diferentes sistemas para enseñar el catecismo: inspirados en manuscritos indígenas, traducen la enseñanza cristiana a caracteres pictográficos, se ayudan de cuadros y «pinturas» que representan los artículos de la fe, los diez mandamientos, los sacramentos, el camino del cielo y el del infierno. Este sistema de grandes lienzos pictóricos didácticos pervivió hasta el s. XVIII en centros rurales, v. gr. en Santa Cruz de Tlaxcala dos retablos representan escenas con inscripciones en náhuatl. <br />
<br />
Veamos la fuerza pedagógica de este retablo: el eje de la composición es el árbol del paraíso terrenal, con Adán y Eva a ambos lados, en el momento de la tentación origen del primer pecado. A la derecha, las representaciones de la pereza, la envidia y la gula; a la izquierda, la de la soberbia, la avaricia y lujuria; en el centro, la ira. Cada composición está presidida por su animal característico y presenta una escena bíblica alusiva al mismo. Por ejemplo, al referirse a la lujuria, el pintor presenta un cerdo -aunque en la Edad Media fue más frecuente un macho cabrío--, y nos presenta a Susana en un jardín cerrado, sorprendida por los dos viejos cuando iba a bañarse en la taza de una fuente. <br />
<br />
Proyección catequética del arte Virreinal es la serie realizada en Quito por Miguel de Santiago, uno de los pintores más importantes del barroco iberoamericano. En los ocho lienzos de Quito, Miguel de Santiago representa en la parte superior del cuadro los mandamientos por unos ángeles y los dones del Espíritu Santo también por ángeles; a la izquierda, las peticiones del Padre Nuestro, por medio de figuras femeninas; a la derecha, un obispo o un sacerdote sostiene el letrero de un sacramento; en el centro, una obra de misericordia, y abajo un pecado capital. Es decir, estamos ante un catecismo ilustrado de la fe cristiana. <br />
<br />
El mismo pintor quiteño realizó otra serie hacia mitad del s. XVIII para la catedral de Santa Fe de Bogotá, sobre los artículos del credo. Hay también series catequético-pictóricas dedicadas a la Salve Regina, como la de la Iglesia de Puerto Acosta, en Bolivia, obra del pintor Leonardo Flores, en la segunda mitad del XVII; a los sacramentos, por ejemplo, los cuadros conservados en Arani (Bolivia), de fines del XVII. <br />
Se representan sobre todo los sacramentos más controvertidos en la disputa reformista: el sacerdocio, la penitencia y la eucaristía. Destaca el retablo de San Francisco, de Bogotá, de complicado programa didáctico sobre el sacramento del sacerdocio: obra del ensamblador asturiano Ignacio Garda de Ascucha, llegado a Bogotá en 1619, y rematado, después de su muerte, por un religioso anónimo, que ha sido llamado «Maestro de San Francisco». <br />
<br />
Entre todos los sacramentos, la Eucaristía tuvo preeminencia en la representación pictórica y aun escultórica. Por influjo de «La disputa del Sacramento» de Rafael, y de varias representaciones de Rubens, en Iberoamérica encontramos frecuentemente el tema de la exaltación de la Eucaristía. <br />
<br />
Es famosa, por ejemplo, la de Melchor Pérez de Holguín, pintor boliviano de altas calidades, en Rosario (Argentina); en Achocalla (Bolivia), Leonardo Flores repite el tema, siguiendo de cerca a Rubens. En México Baltasar de Echave Rojas la representa en la Catedral de Puebla, y Cristóbal de Villalpando (1686) en la sacristía de la catedral metropolitana de México. <br />
<br />
También se representa como «Última cena»: en San Francisco del Cuzco; en Popayán (Colombia) la representa el pintor quiteño Bernardo Rodríguez. Es frecuente también la presentación de la Eucaristía en el momento de ocurrir un milagro sensible durante la misa para reforzar la fe de los perplejos e incrédulos en la transubstanciación: ya en el s. XVI en Nueva España es representada en las pinturas murales del convento franciscano de Cuernavaca; el pintor novohispano Basilio de Salazar dedicó a este tema su mejor obra, en 1645.<br />
<br />
En arquitectura, los monumentos más importantes de exaltación eucarística fueron los llamados «sagrarios» o capillas de grandes proporciones que se construyeron adosados a las catedrales, como el de México, una de las cumbres del barroco iberoamericano, y el de Bogotá, de exquisita factura. <br />
<br />
Otro tema muy del gusto del barroco, del que echa mano frecuentemente la Iglesia de la Contrarreforma, es la alegoría del triunfo de la Iglesia; imagen gráfica de un texto explicativo, más aún de una tesis, el triunfo de la Iglesia católica sobre los enemigos de Cristo: contra los judíos del Antiguo Testamento, contra los perseguidores, contra los herejes de todos los tiempos, hasta llegar a los de la Reforma Protestante; la Iglesia aparece asistida siempre por ángeles, evangelistas, doctores, fundadores, santos, y sobre todo por la Madre de Dios. Contemplan y como que organizan la escena las Tres Divinas Personas. <br />
<br />
Hay una composición de Cristóbal de Villalpando, dedicada al «Triunfo de la Iglesia militante y triunfante», bajo influencia de Rubens. También se la representó bajo la imagen de la Iglesia como la nave de Pedro, que también es llamada a veces «nave de la contemplación mística». Esta representación del «Triumphus Ecclesiae» tiene carácter de confrontación con los enemigos de la Iglesia, antiguos y modernos. En el s. XVI, a raíz de la Contrarreforma, se difundió mucho un grabado de Filippo Tomasini (en Roma 1602), que sirvió de punto de partida a otro editado en Milán bajo el título de: «Triunfo de la Iglesia Católica certificada por sus cuatro evangelistas y sus apóstoles y sus principales doctores contra toda herejía y supersticiones del Paganismo». <br />
<br />
Hay una buena representación pictórica de Melchor Pérez de Holguín, de 1707, en la Iglesia de San Lorenzo, Potosí (Bolivia): el eje de la composición es el mástil de la nave, coronado por Cristo como Rey de reyes, junto a su madre y a seis ángeles portadores de los instrumentos de la pasión; más a los extremos están los Evangelistas pregonando el mensaje de Cristo por toda la tierra. El mástil está concebido como «árbol de la fe cristiana» y por ello se colocaron en torno suyo a los «Fundatores religionum»: san Francisco, san Agustín, san Benito, san Bruno, san Pedro Nolasco, santo Domingo, etc. <br />
<br />
Cada uno está unido a Cristo por medio de una jarcia. Al lado de popa aparece san Pedro llevando el timón y mostrando las llaves, mientras que en una bandera se proclama que él es piedra angular. El costado de proa refleja el carácter combativo de la Iglesia, con santos modernos de la Contrarreforma; por ello algunos, como san Ignacio de Loyola, van provistos de venablos, y además cuentan con la ayuda del arcángel san Miguel, vencedor de Satanás en los cielos. La nave no tiene miedo ante los peligros de este mundo, y así va provista de dos áncoras: una es la «Bona Voluntas» y otra el «Desiderium Paradisi». <br />
<br />
Protegiendo a la nave se colocó en primer término una barcaza con los «Docto¬res Ecclesiae», san Gregorio, san Agustín, san Jerónimo y san Ambrosio, más santo Tomás de Aquino, quienes con sus remos alcanzan ya a las naves de los herejes y de los cismáticos, que llevan al timón al mismo Demonio (el ecumenismo estaba todavía por venir); no pudiendo resistir el ataque, los personajes más significativos huyen a nado, como Sabelio, Arrio, Lutero, Calvino, etc ... <br />
<br />
El tono triunfal se completa con las tres naves que van remolcadas y dirigidas por los profetas Daniel, Jeremías y Ezequiel contra los enemigos de Dios vencidos. Este ambiente de victoria se completa con la escena de la lucha del emperador Heraclio contra el persa Cosroes, en el ángulo inferior derecho, mientras que al otro extremo vemos las ruinas de un templo pagano con los ídolos destrozados de Apolo y Hércules, más la escena bíblica de los tres jóvenes salvos en el horno por haberse negado a adorar la estatua de Nabucodonosor. <br />
<br />
El conjunto queda rematado con dos escenas referidas a las ciudades de Damasco y Constantinopla: ante la primera, vemos la caí¬da de Saulo, que perseguía a los cristianos, y desde este momento se convirtió; y en la otra, aparece el papa convirtiendo a los turcos a las puertas de Constantinopla, expresando un deseo mesiánico de la Iglesia. <br />
<br />
El escultor Miguel Jiménez también la representó en relieve, aunque más pequeña, en la fachada principal de la Catedral de México. Parece natural que la tesis representada en dicho grabado se difundiera en Iberoamérica, donde la Iglesia de la Contrarreforma avanzaba victoriosamente destruyendo los ídolos indígenas. <br />
<br />
Igualmente es fuente inagotable de inspiración de contenidos iconográficos la tradición bíblica: sobre todo las páginas del Génesis, pero también las del Pentateuco, con sus historias de patriarcas, reyes y personajes representativos de la historia de la salvación, los profetas y, sobre todo, el Nuevo Testamento, con los misterios de la vida de Cristo, en especial los de su nacimiento, los de su Pasión y Muerte. <br />
<br />
El ciclo dedicado a la Santísima Virgen, en escenas bíblicas o bajo advocaciones de títulos hispanos o específicamente americanos, es abundantísimo. En fin, hay todo un ciclo dedicado a los santos, entre los más conocidos, los santos de grandes órdenes y congregaciones religiosas. <br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Si en la primera etapa el arte fue instrumento en manos del misionero para evangelizar la religiosidad del pueblo americano, en la segunda, es el pueblo mismo quien, al expresar creativamente su religiosidad por medio del arte, se evangeliza a sí mismo, en una circularidad admirable. <br />
<br />
El resultado final es la abundante, variada y espléndida floración del arte religioso en América Latina, fenómeno único en la historia de la evangelización comparable sólo a la evangelización de Europa. Durante varios siglos las obras de arte religioso han venido ejerciendo un magisterio evangelizador silencioso y eficaz entre el pueblo sencillo y católico como entre intelectuales y políticos, a veces indiferentes y aun hostiles. ¡Tal es la fuerza evangelizadora ínsita en una obra religiosa bella! Glosando a San Pablo, podemos decir: «Verbum Dei non est alligatum», «la Palabra de Dios no está encadenada», sobre todo cuando también se presenta como ¡«Verbum pulchrum»! <br />
<br />
En el momento de trazar las líneas programáticas de la nueva evangelización, conviene tener en cuenta el modelo de la evangelización fundante: religiosidad y arte iban de la mano, sea para evangelizar al pueblo a medio y largo plazo, sea para que el pueblo mismo, expresando creativamente su fe religiosa en formas plásticas bellas, se convierta, a su vez, él mismo en verdadero evangelizador.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=RELIGIOSIDAD_POPULAR&diff=235490RELIGIOSIDAD POPULAR2016-09-02T17:19:27Z<p>MGARCIA: /* 1. Arte conventual del siglo XVI */</p>
<hr />
<div>'''RELIGIOSIDAD POPULAR; sus manifestaciones artísticas<br />
'''<br />
<br />
<br />
Al repasar la historia de la evangelización de América, no puede faltar el capítulo del arte como instrumento de catequesis y, a la vez, como plasmación concreta de la fe cristiana de un pueblo ya evangelizado. <br />
<br />
La unión de religiosidad popular y arte en la primera evangelización fue todo un modelo de mutua fecundación y de resultados portentosos. Ahora, cuando el «continente de la Esperanza» traza las líneas de una nueva evangelización, interesa repasar cómo «funcionó» ese feliz binomio, para volver a juntar dos polos de cuya íntima unión tan fecundos frutos han brotado. <br />
<br />
En el presente trabajo, después de definir los términos de religiosidad popular y arte, hablaremos sobre los mismos en las culturas precolombinas, para detenernos luego en el período de la primera evangelización, sobre todo, en la arquitectura conventual del siglo XVI y en al arte barroco, como dos momentos en que la conjunción de arte y piedad del pueblo latinoamericano alcanzan cotas de extraordinaria fecundidad y belleza. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD POPULAR==<br />
<br />
<br />
Siguiendo el desarrollo histórico de la reflexión hecha en América Latina que desemboca en el «Documento de Puebla», entendemos por «religiosidad popular», «religión del pueblo» o «piedad popular», ''“el conjunto de hondas creencias selladas por Dios, de las actitudes básicas que de esas convicciones derivan y las expresiones que las manifiestan. Se trata de la forma o de la existencia cultural que la religión adopta en un pueblo determinado. La religión del pueblo latinoamericano, en su forma cultural más característica, es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular.” '' <ref>Documento de Puebla, 444</ref><br />
<br />
La religiosidad del pueblo latinoamericano queda formada y plasmada por la obra evangelizador de los misioneros de la primera época, del siglo XVI al XVIII. La religiosidad popular viene a constituir el núcleo común de la cultura y de la identidad del ser latinoamericano, que subsiste pese a la ulterior división en diversas naciones y a verse afectado por desgarramientos en el nivel económico, político y social.<ref>DP, 412 ad sensum. Para un estudio más pormenorizado sobre religiosidad popular en América Latina, ver Christian Johansson Firedmann, Religiosidad popular entre Medellín y Puebla: antecedentes y desarrollo, en Anales de la Facultad de Teología, P. U. Católica de Chile, 1990.</ref><br />
<br />
En la formación de la religiosidad popular de América Latina, como en la formación de su cultura, encontramos tres componentes, el europeo, el indígena y el africano. En la religiosidad hispana'' “marcó su impronta decisiva la religiosidad popular medieval, con un sentido inmediato del poder de Dios, de su Providencia, de la profunda unidad de lo histórico y lo meta-histórico, al punto que muchas veces se esfumaba la consistencia de las causas segundas, naturales. Era un mundo religioso de gran fecundidad expresiva, procesiones, romerías, fiestas ... (Sobresale) la devoción a la Eucaristía, (con procesiones espléndidas) el día del Corpus. Las representaciones de Cristo toman un acento más dramático, centrándose fundamentalmente en la Pasión. La piedad popular, muy trinitaria y mariana, apunta hacia los misterios de la Inmaculada y de la Asunción».''<ref>Juan María Laboa, en el Prólogo a « Las Creencias », de Gran Enciclopedia de España y América, tomo VII, ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1989, p. 8.</ref><br />
<br />
<br />
Por lo que toca al mundo indígena, historiadores y antropólogos están acordes en ver considerar la religión como clave de bóveda de las culturas precolombinas. De la cuna a la tumba, la vida del hombre meso-americano transcurría impregnada de olor a copal sagrado. Era tanta la importancia que tenía la religión para el pueblo azteca -dice el antropólogo Antonio Caso- ''“que podemos decir sin exagerar, que su existencia giraba totalmente alrededor de la religión, y no había un solo acto de la vida pública y privada que no estuviera teñido por el sentimiento religioso. La religión era el factor preponderante, e intervenía como causa hasta en aquellas actividades que nos parecen a nosotros más ajenas al sentimiento religioso, como los deportes, los juegos y la guerra. Regulaba el comercio, la política, la conquista, e intervenía en todos los actos del individuo, desde que nacía hasta que los sacerdotes quemaban su cadáver y enterraban sus cenizas. Era la suprema razón de las acciones individuales y la razón fundamental del Estado.” ''<ref>Antonio Caso, El Pueblo del Sol, FCE, México.</ref><br />
<br />
<br />
La religión africana va a dejar su huella no sólo en las grandes formas sincréticas del Vudú, en las Antillas Mayores, y de la Macumba, del Xangó, Candomblé, Nagó y en las formas espiritistas de la Umbanda, en Brasil; sino también en las formas folclóricas, como asociaciones de Santería, de Candomblé, escalas de baile, ritos y cultos de difuntos, hasta crear, sobre todo en Brasil, una religiosidad en la que tanto el espíritu como cada uno de los sentidos piden su parte, dando al culto ritmo, canto, dinamismo, colorido, y participación masiva.<br />
<br />
<br />
==ARTE==<br />
<br />
Damos como evidente el concepto de arte en su perspectiva ontológica, como representación sensible de lo bello. Lo bello, a su vez, lo definimos, con Santo Tomás:'' «Pulchrum dicitur id cuius ipsa aprehensio placet»: «se dice hermoso aquello cuya simple percepción agrada».''<ref>Summa Theologica I-n, q. 27, a. 1, ad 3. 6 DP, n. 454.</ref> <br />
<br />
En esta definición quedan apuntados el elemento subjetivo y el elemento objetivo de la obra bella: el sujeto que contempla y disfruta estéticamente, participa con su in¬teligencia, fantasía y sentimiento en este diálogo con la obra bella. Al preguntarnos por qué un objeto es bello, la respuesta en el orden metafísico, es: «por el esplendor de su forma», por la irradiación armoniosa de las perfecciones de su ser. Aunque de suyo, todo arte genuino es sagrado, pues el objeto bello, al mostrarnos la perfección de su ser, está señalando su participación en la plenitud y belleza del Ser Absoluto, de Dios, sin embargo, cuando aquí hablamos de «arte sacro», nos estamos refiriendo sólo al arte de contenido religioso. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD Y ARTE==<br />
<br />
<br />
Ya estamos en condiciones de relacionar religiosidad y arte. En el mismo Documento de Puebla quedan anotados los diversos puntos de contacto entre ambos: da capacidad (del pueblo) de expresar la fe en un lenguaje total que supera los racionalismos (canto, imágenes, gesto, color, danza); la fe situada en el tiempo (fiestas) y en lugares (santuarios y templos).<ref>DP, n. 454.</ref>«La forma cultural» en que el pueblo latinoamericano vive su religión va indisolublemente unida a sus templos, estatuas y pinturas sagradas.<br />
<br />
<br />
'''A. Religiosidad y arte en las culturas precolombinas''' <br />
<br />
<br />
En las culturas precolombinas arte y religiosidad van de la mano: la religión como manantial de inspiración y contenidos, el arte como símbolo y expresión plástica de lo religioso. Las ciudades meso americanas, que justamente han sido llamadas «ciudades de los dioses», están sembradas de pirámides: de San Lorenzo y Las Ventas, en zona olmeca, al Templo Mayor de Tenochtitlán, pasando por Teotihuacán y Tula, Chichen Itzá o Cobán. La pirámide es edificio de cultos uránicos y, a la vez, obra arquitectónica cuya serena belleza trasparece sea en sus líneas geométricas puras, sea en formas mixtas de pirámide-palacio, como en Palenque, Sachil, Uxmal o El Petén, en zona maya. <br />
<br />
El ánimo se sobrecoge y se llena de estupor ante lo bello y sublime, en la fortaleza-adoratorio de Machu Picchu, en el incario peruano, sea por su emplazamiento, en el grandioso anfiteatro de la Cordillera Andina, sea por el soberbio señorío de las construcciones, hábilmente hermanadas a la orografía y marco naturales. <br />
<br />
Hubo, hay belleza y elocuencia muda en las enormes piedras talladas del Coricancha o Templo del Sol, en Cuzco, en Sacsahuamán, en Ollantaytambo, en Pisac. Como la hubo, siglos antes, y continúa habiéndola en la portada del sol del Kalasasaya, en Tiahuanaco (Bolivia), cifra rica en bajorrelieves religiosos. <br />
<br />
Hay belleza refinada en la orfebrería de los muiscas de Colombia, y de los moches o incas del Perú y Ecuador, buena parte de la cual de carácter religioso. ¡Y qué decir de la alfarería y textilería preincaica, de calidad excelsa, llena de alusiones a los mitos religiosos de mapa, el dios-felino volador, de Viracocha o de Pachamama, la diosa de la tierra, progenitora universal ... ! Como la hay en los keros, y en los misteriosos vasos-retratos-ofrendas, de las culturas moches preincaicas. <br />
<br />
Hay belleza en las esculturas mesoamericanas, olmecas, aztecas y mayas, que no son simples representaciones naturalistas, sino sobre todo símbolos religiosos: piénsese en las grandes cabezas olmecas, o en las vigorosas estatuas de Huehueteotl -dios viejo y dios del fuego-- o en el busto de Ometeotl, dios de la dualidad, dios-señor y diosa-señora, esculturas en que la piedra cobra vida y belleza en una plástica primiti¬va y elemental que tanto entusiasmaba e inspiraba a artistas modernos, como Henri Moore o Diego Rivera. <br />
<br />
<br />
'''B. Religiosidad y arte en la primera evangelización''' <br />
<br />
<br />
Cuando los misioneros de la primera época inician su labor en América, impulsados por necesidades de la misión van a ir aplicando una serie de criterios de evangelización que se revelarán extraordinariamente fecundos también para el arte. <br />
<br />
Unas necesidades funcionales de espacios para el culto popular y masivo les llevarán a construir grandes conventos con su hermoso templo, su capilla abierta, su amplio atrio con sus posas procesionales, su pequeño calvario en el centro, rematado por una cruz de cantera con los símbolos de la pasión, pero sin el Señor crucificado. Ha nacido el arte conventual que ocupará todo el siglo XVI. <br />
<br />
Unas necesidades apologéticas de afirmar la superioridad del cristianismo frente al culto pagano indígena. Al iniciar la evangelización, se dan cuenta de que están en presencia de altas culturas que vuelcan su religiosidad en moldes de belleza plástica frecuentemente grandiosos, y en ceremonias y ritos llenos de esplendor. Lo entienden y recogen el reto: no pueden presentar la Buena Nueva de Cristo en envolturas más modestas que los regios mantos aztecas o incas; tendrán que hacerlo en otros de igual o superior belleza. <br />
<br />
Y, sobre todo, unas necesidades pedagógicas les impulsan a buscar un lenguaje universal, en medio de la selva de lenguas de raíz totalmente diferente, y un modo de expresión fácilmente inteligible para todos. Así echan mano de la imagen visual, para encarnar conceptos abstractos y para persuadir tocando suave y eficazmente los afectos. Llevados por instinto evangélico y humanista los misioneros están realizando una genial obra de «inculturación», al insertar el Evangelio en tradiciones y modos de comunicación propios de las culturas indígenas. <br />
<br />
Así se va poblando la geografía americana de conventos, catedrales y templos grandiosos, construidos en material noble, como piedra y madera, y adornados con oro, plata y hierro forjado. Van surgiendo constelaciones de estatuas en cantera o en leño policromado, de Cristo, de la Virgen, de los santos; los muros de conventos y templos van cobrando vida y luz en pinturas que son, a la vez, páginas gráficas de doctrina cristiana, y fiesta de formas y color para el ojo atónito del neófito; el ámbito de las iglesias se va llenando de contrapuntos armónicos, que son bálsamo delicioso, literalmente inaudito para los oídos indígenas. <br />
<br />
En América Latina, durante los siglos XVI a XVIII no hay religiosidad del pueblo sin expresiones artísticas; y correlativamente, que el arte plástico no se da ni se entiende sin referencia a la piedad del pueblo. Cabe hablar de un proceso de verdadera simbiosis entre arte y religiosidad. Proceso que obedece a una cierta ley pendular: en la primera fase, los misioneros, por una elemental exigencia pedagógica, echan mano del arte como instrumento de catequización; el pueblo indígena se comporta como sujeto receptivo, destinatario principal de la evangelización y del arte. <br />
<br />
En la segunda fase, el pueblo echa mano del arte para manifestar su religiosidad: el pueblo, indígena y mestizo, es ahora sujeto activo, creador de arte. Se ha convertido en evangelizador él mismo. En palabras de Puebla:'' “La religiosidad popular no solamente es objeto de evangelización, sino que, en cuanto contiene encarnada la Palabra de Dios, es una forma activa con la cual el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo”.''<ref> DP, n. 450..</ref><br />
<br />
Como el movimiento de retorno de una ola gigantesca, la respuesta de los indígenas a esta «catequesis superior» por medio del arte, es una creatividad de extraordinario vigor y fecundidad. Al inicio, trabajan como colaboradores de los frailes y maestros europeos, constructores, canteros, escultores y pintores; luego, imitan las nuevas formas importadas y, finalmente, se abandonan a una creatividad original, en la que interpretan contenidos cristianos en un cruce de formas europeas e indígenas. <br />
<br />
Al conjuro de los citados criterios -necesidades prácticas, apologéticas, pedagógicas y de inculturación-, poco a poco va surgiendo la floración del arte religioso en el Nuevo Mundo. No podemos tocar todos los capítulos del arte religioso colonial -que afortunadamente es abundantísimo: allí están la escultura de los siglos XVI a XVIII, de escuela novohispana, quiteña o paraguaya, todas de calidad excelsa-. Por exigencias de método y espacio vamos a tocar sólo la arquitectura conventual del s. XVI y algo de la pintura y arquitectura barroca.<ref>Para el tratamiento más completo del arte sacro colonial de los siglos XVI a XVIII remitimos al lector a estudios más amplios, por ejemplo: AA.VV., Arte Colonial, Tomos 5,6, 7 Y 8 de Historia del Arte Mexicano, Ed. Sep/Salvat, México, 1986. AA.VV., Arte, Tomo IX de Gran Enciclopedia de España y Amé¬rica, ed. Espasa-Calpe/Argantonio, Madrid 1986. AA.VV., La pintura en 108 museos de México, Vol. 2 de Obras Maestras de la Pintura, ed. Planeta, Madrid-México 1983. AA.VV. Imaginería Virreina!. Memo¬rias de un seminario, ed. Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, México, 1990. CASTEDO, LEOPOLDO, Historia del Arte Iberoamericano, Alianza Editorial-Sociedad V Centenario, Madrid 1988, 2 vols. LA ORDEN MIRACLE, ERNESTO, Elogio de Quito, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1975. KUBLER, GEORGE, Arquitectura Mexicana del siglo XVI, FCE, México, 1984 (1'. ed. 1948). SEBASTIÁN, SANTIAGO, El barroco iberoamericano. Mensaje iconográfico, Ed. Encuentro, Madrid 1990. Toussaint, Manuel, Arte colonial en México Ed. UNAM, México 1990 (1'. ed. 1948), etc. </ref><br />
<br />
<br />
==1. Arte conventual del siglo XVI==<br />
<br />
<br />
En el siglo XVI florece un arte, aunque dictado por la urgencia y necesidad de la misión, de alta calidad estética, la arquitectura conventual. La «gran construcción» americana del siglo XVI, en palabras de Octavio Paz, contrapuesta a la «gran destrucción» de los templos y los fundamentos vitales de las culturas prehispánicas, fue sin duda la masiva construcción de conventos.<ref>Personalmente creo que los « fundamentos vitales válidos » de las culturas precolombinas fueron incorporados a la nueva síntesis cultural operada por el cristianismo. Piénsese, por ejemplo, en la acusada sensibilidad religiosa de dichos pueblos, trasvasada y potenciada a la nueva etapa cultural.</ref> En este enorme esfuerzo que aún hoy sorprende por su intensidad -principalmente en México-- y los recursos de todo orden que movilizó, se cifra uno de los aspectos sustantivos de la acción civilizadora de la Iglesia en el nuevo continente.<ref>Cfr. más ampliamente el excelente estudio de EMILIO GÓMEZ PIÑOL, La Arquitectura. Siglos XVI¬-XVIII, en Gran Enciclopedia de España y América, Tomo IX, El arte, Ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1986, pp. 51-185. Mi cita, ad sensum, p. 72.</ref><br />
<br />
La religión y sus prácticas ceremoniales debían ocupar el gigantesco vacío existencial producido al desplomarse la ancestral cosmovisión indígena. El carácter de ésta era de una religiosidad profundamente ritualista, expresada, por lo general, en grandes ceremonias multitudinarias celebradas en espacios abiertos. Las experiencias llevadas a cabo, principalmente en la Nueva España, para dar solución a los problemas planteados fueron de gran originalidad y eficacia. <br />
<br />
Como respuesta surgió una tipología arquitectónica novedosa en su visión de conjunto de las necesidades por resolver, llegando a constituir una genuina aportación americana a la historia de la arquitectura. Gracias a la funcionalidad conseguida en la habilitación de espacios para multitudes, junto al vistoso ceremonial del culto unido a la caracterización del nuevo ámbito sacro, la integración indígena en la nueva situación social y cultural avanzó prodigiosamente.<ref>Cfr. E. GÓMEZ PIÑOL, a.c., p. 58 ad sensum.</ref> <br />
<br />
Elementos de la arquitectura conventual del siglo XVI son el convento, el templo, con elementos románicos, góticos y, más frecuentemente, platerescos, el gran atrio, de muros robustos y bellos, con sus capillas-posas para las procesiones, y la capilla abierta. Sobre la función de la misma, escribe Fray Toribio de Benavente (Motolinía), en 1541: <br />
''“Los patios (se refiere a los atrios) son muy grandes y muy gentiles, pues las gentes son muchas y no caben en las iglesias. Por esta razón su ca¬pilla está afuera en el patio, porque todos oyen misa todos los domingos y días de fiesta, en tanto que las iglesias se usan entre semana.”'' <br />
<br />
Características de esta arquitectura es la monumentalidad, un cierto desfasamiento anacrónico en relación a Europa, con la consiguiente combinación de estilos arquitectónicos: se encuentran elementos medievales, románicos y góticos, cuando Europa está en pleno renacimiento: por ejemplo, Huejotzingo, Calpan; aunque hay también bellos ejemplares platerescos, como las fachadas de los templos de Acolman, Cuitzeo, Yuriria, las capillas abiertas de TIalmanalco, Cuilapan de León (Oaxaca), todas ellas en México. En una analogía con el desarrollo físico de una persona, América tiene que pasar de la infancia de las formas románicas macizas, a la esbeltez de la juventud en el gótico y a la madurez del dominio de la técnica y al clasicismo de las proporciones del renacimiento, en un siglo, cuando Europa tardó cinco en alcanzarla. <br />
<br />
Otra característica del arte conventual de siglo XVI, importantísima, fue la participación de los indígenas en las obras. Al principio como mano de obra exclusivamente física; pronto, gracias a su prodigiosa capacidad imitativa pudieron dominar plenamente las técnicas del arte europeo. En una siguiente fase, tuvieron el campo despejado para dar cauce libre a su propia originalidad. Así surge el «tequitqui» o arte tributario, nuestro mudéjar americano, cruce de formas indígenas precolombinas con estilos y contenidos europeos y cristianos, sobre todo en escultura y decoración en piedra.<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexica¬no en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref><br />
<br />
==2. Arte barroco==<br />
<br />
<br />
Ante todo, algunos presupuestos. El primer concepto que damos por supuesto -y que no desarrollamos por exigencias de método y espacio-, es que el barroco, antes de ser un estilo artístico, es la cultura de una época, la mentalidad y el talante de una sociedad histórica. Es, por lo mismo, una estructura histórica amplia y compleja, una de cuyas manifestaciones es el arte. <br />
<br />
El segundo supuesto es que tal época histórica coincidió con el período en que ya había iniciado vigorosamente en Europa la Reforma Católica, anterior a las controversias protestantes, aunque también recibió el potente impulso de la contrarreforma tridentina, a lo largo del XVII y del XVIII. En esta época se refuerza la autoridad del papado, tiene lugar una gran expansión de la Compañía de Jesús, se reafirma el núcleo esencial de la fe católica frente a los ataques de los reformadores protestantes. Todo ello va a dejar su huella en el arte barroco. <br />
<br />
El tercer supuesto es que la cultura barroca prefiere el ojo al oído. Escribe José Antonio Maravall: “dados los objetivos de difusión y de acción eficaz que la cultura barroca busca, se puede comprender que el barroco fue una cultura de la imagen sensible.” En el barroco se prefiere el ojo al oído, y dentro de las artes, se prefieren las artes visuales, las que entran por el ojo, por ser más eficaces para persuadir y ganar al que las contempla para los fines propuestos. <br />
<br />
Según un autor de la época, Suárez de Figueroa, ojos y oídos son puertas de acceso válidas para el conocimiento de las cosas, pero “en suma, son los ojos, entre los sentidos que sirven al alma, por donde entran y salen muchos afectos.” Aunque el barroco echa mano también de la eficacia del oído, en la música y el teatro, sin embargo sus preferencias van hacia las artes plásticas, arquitectura y pintura.<br />
<br />
<br />
==3. El Barroco iberoamericano==<br />
<br />
<br />
Tales caracteres se van a dar en el barroco americano, que definimos igualmente como la cultura de una época y el talante de una sociedad. Con trazos esenciales, el perfil de la sociedad iberoamericana de los siglos XVII y XVIII es el siguiente: <br />
- Asentamiento social, político y económico de la nueva sociedad iberoamericana. Concluidos los períodos de los descubrimientos y conquistas políticas, y del pionerismo misionero de las grandes órdenes religiosas, es la hora de formar un modo de vida estable mediante instituciones –en lo político, lo jurídico, y lo eclesiástico-, ya través de una labor de formación y educación de las nuevas generaciones. El optimismo que reina en el ambiente, propio de una sociedad próspera en expansión, le lleva a volcar en arte sus enormes recursos materiales. <br />
- Voluntad de afirmación vigorosa de la ortodoxia católica, no como quien tiene que disputar y convencer a un adversario obstinado, sino como quien quiere rea¬firmar su identidad y como quien tiene una tarea vasta de seguir evangelizando muchedumbres de indígenas y culturas todavía paganas. <br />
<br />
Tal espíritu y talante se vuelca en el arte religioso barroco: el arte barroco iberoamericano es un arte suntuoso, pedagógico, imitativo y a la vez original o por lo menos favorecedor de la creatividad en contenidos y formas. De la conjunción de elementos europeos y americanos autóctonos nacerá una criatura nueva. <br />
Tal originalidad queda impresa en contenidos y formas. Por ejemplo, la representación de motivos decorativos o mitológicos prehispánicos, de la fauna y la flora propias de América; la pintura de tipos humanos «nuevos» en ese gigantesco laboratorio étnico y antropológico que es Iberoamérica, hay en el arte novohispano toda una corriente pictórica denominada «pintura de castas» que se recrea en representar parejas de distinta raza y el fruto que de su unión nace. <br />
<br />
Se está produciendo el fenómeno nuevo del mestizaje, producido por la mezcla de las tres razas: europea, indígena y africana. Del cruzamiento de español e india nace el mestizo, del español y negra, nace el mulato, del indio y negra, el zambo. De español y mestiza, castizo; de castizo y española, coyote; de español y mulata, morisco; de chino e india, cambujo; de cambujo e india «tente en el aire», etc. <br />
<br />
Otros indicios de la originalidad del barroco iberoamericano en cuanto a forma, es el retablo llevado del interior a la fachada del templo, el empleo de la columna estípite en el mismo, sobre todo en el barroco mexicano. La profusión decorativa, de buen gusto -piénsese en la Iglesia de Santo Domingo de Oaxaca, o en la Capilla del Rosario, de Puebla, en Santa Clara, de Tunja, en san Francisco, de Lima o de Quito, en la Compañía, también de Quito, etc.- El azulejo en la arquitectura religiosa y profana, sobre todo en México, responde a la alegría y colorido decorativos de los indígenas. <br />
<br />
El denominador común de todo el arte religioso barroco es su intencionalidad pedagógica: todo él está orientado hacia la catequesis y hacia la persuasión afectiva de unos pueblos emotivos antes que intelectuales. En Iberoamérica esto no es nuevo: ya desde el siglo XVI los misioneros, ante un continente por evangelizar, habían ideado diferentes sistemas para enseñar el catecismo: inspirados en manuscritos indígenas, traducen la enseñanza cristiana a caracteres pictográficos, se ayudan de cuadros y «pinturas» que representan los artículos de la fe, los diez mandamientos, los sacramentos, el camino del cielo y el del infierno. Este sistema de grandes lienzos pictóricos didácticos pervivió hasta el s. XVIII en centros rurales, v. gr. en Santa Cruz de Tlaxcala dos retablos representan escenas con inscripciones en náhuatl. <br />
<br />
Veamos la fuerza pedagógica de este retablo: el eje de la composición es el árbol del paraíso terrenal, con Adán y Eva a ambos lados, en el momento de la tentación origen del primer pecado. A la derecha, las representaciones de la pereza, la envidia y la gula; a la izquierda, la de la soberbia, la avaricia y lujuria; en el centro, la ira. Cada composición está presidida por su animal característico y presenta una escena bíblica alusiva al mismo. Por ejemplo, al referirse a la lujuria, el pintor presenta un cerdo -aunque en la Edad Media fue más frecuente un macho cabrío--, y nos presenta a Susana en un jardín cerrado, sorprendida por los dos viejos cuando iba a bañarse en la taza de una fuente. <br />
<br />
Proyección catequética del arte Virreinal es la serie realizada en Quito por Miguel de Santiago, uno de los pintores más importantes del barroco iberoamericano. En los ocho lienzos de Quito, Miguel de Santiago representa en la parte superior del cuadro los mandamientos por unos ángeles y los dones del Espíritu Santo también por ángeles; a la izquierda, las peticiones del Padre Nuestro, por medio de figuras femeninas; a la derecha, un obispo o un sacerdote sostiene el letrero de un sacramento; en el centro, una obra de misericordia, y abajo un pecado capital. Es decir, estamos ante un catecismo ilustrado de la fe cristiana. <br />
<br />
El mismo pintor quiteño realizó otra serie hacia mitad del s. XVIII para la catedral de Santa Fe de Bogotá, sobre los artículos del credo. Hay también series catequético-pictóricas dedicadas a la Salve Regina, como la de la Iglesia de Puerto Acosta, en Bolivia, obra del pintor Leonardo Flores, en la segunda mitad del XVII; a los sacramentos, por ejemplo, los cuadros conservados en Arani (Bolivia), de fines del XVII. <br />
Se representan sobre todo los sacramentos más controvertidos en la disputa reformista: el sacerdocio, la penitencia y la eucaristía. Destaca el retablo de San Francisco, de Bogotá, de complicado programa didáctico sobre el sacramento del sacerdocio: obra del ensamblador asturiano Ignacio Garda de Ascucha, llegado a Bogotá en 1619, y rematado, después de su muerte, por un religioso anónimo, que ha sido llamado «Maestro de San Francisco». <br />
<br />
Entre todos los sacramentos, la Eucaristía tuvo preeminencia en la representación pictórica y aun escultórica. Por influjo de «La disputa del Sacramento» de Rafael, y de varias representaciones de Rubens, en Iberoamérica encontramos frecuentemente el tema de la exaltación de la Eucaristía. <br />
<br />
Es famosa, por ejemplo, la de Melchor Pérez de Holguín, pintor boliviano de altas calidades, en Rosario (Argentina); en Achocalla (Bolivia), Leonardo Flores repite el tema, siguiendo de cerca a Rubens. En México Baltasar de Echave Rojas la representa en la Catedral de Puebla, y Cristóbal de Villalpando (1686) en la sacristía de la catedral metropolitana de México. <br />
<br />
También se representa como «Última cena»: en San Francisco del Cuzco; en Popayán (Colombia) la representa el pintor quiteño Bernardo Rodríguez. Es frecuente también la presentación de la Eucaristía en el momento de ocurrir un milagro sensible durante la misa para reforzar la fe de los perplejos e incrédulos en la transubstanciación: ya en el s. XVI en Nueva España es representada en las pinturas murales del convento franciscano de Cuernavaca; el pintor novohispano Basilio de Salazar dedicó a este tema su mejor obra, en 1645.<br />
<br />
En arquitectura, los monumentos más importantes de exaltación eucarística fueron los llamados «sagrarios» o capillas de grandes proporciones que se construyeron adosados a las catedrales, como el de México, una de las cumbres del barroco iberoamericano, y el de Bogotá, de exquisita factura. <br />
<br />
Otro tema muy del gusto del barroco, del que echa mano frecuentemente la Iglesia de la Contrarreforma, es la alegoría del triunfo de la Iglesia; imagen gráfica de un texto explicativo, más aún de una tesis, el triunfo de la Iglesia católica sobre los enemigos de Cristo: contra los judíos del Antiguo Testamento, contra los perseguidores, contra los herejes de todos los tiempos, hasta llegar a los de la Reforma Protestante; la Iglesia aparece asistida siempre por ángeles, evangelistas, doctores, fundadores, santos, y sobre todo por la Madre de Dios. Contemplan y como que organizan la escena las Tres Divinas Personas. <br />
<br />
Hay una composición de Cristóbal de Villalpando, dedicada al «Triunfo de la Iglesia militante y triunfante», bajo influencia de Rubens. También se la representó bajo la imagen de la Iglesia como la nave de Pedro, que también es llamada a veces «nave de la contemplación mística». Esta representación del «Triumphus Ecclesiae» tiene carácter de confrontación con los enemigos de la Iglesia, antiguos y modernos. En el s. XVI, a raíz de la Contrarreforma, se difundió mucho un grabado de Filippo Tomasini (en Roma 1602), que sirvió de punto de partida a otro editado en Milán bajo el título de: «Triunfo de la Iglesia Católica certificada por sus cuatro evangelistas y sus apóstoles y sus principales doctores contra toda herejía y supersticiones del Paganismo». <br />
<br />
Hay una buena representación pictórica de Melchor Pérez de Holguín, de 1707, en la Iglesia de San Lorenzo, Potosí (Bolivia): el eje de la composición es el mástil de la nave, coronado por Cristo como Rey de reyes, junto a su madre y a seis ángeles portadores de los instrumentos de la pasión; más a los extremos están los Evangelistas pregonando el mensaje de Cristo por toda la tierra. El mástil está concebido como «árbol de la fe cristiana» y por ello se colocaron en torno suyo a los «Fundatores religionum»: san Francisco, san Agustín, san Benito, san Bruno, san Pedro Nolasco, santo Domingo, etc. <br />
<br />
Cada uno está unido a Cristo por medio de una jarcia. Al lado de popa aparece san Pedro llevando el timón y mostrando las llaves, mientras que en una bandera se proclama que él es piedra angular. El costado de proa refleja el carácter combativo de la Iglesia, con santos modernos de la Contrarreforma; por ello algunos, como san Ignacio de Loyola, van provistos de venablos, y además cuentan con la ayuda del arcángel san Miguel, vencedor de Satanás en los cielos. La nave no tiene miedo ante los peligros de este mundo, y así va provista de dos áncoras: una es la «Bona Voluntas» y otra el «Desiderium Paradisi». <br />
<br />
Protegiendo a la nave se colocó en primer término una barcaza con los «Docto¬res Ecclesiae», san Gregorio, san Agustín, san Jerónimo y san Ambrosio, más santo Tomás de Aquino, quienes con sus remos alcanzan ya a las naves de los herejes y de los cismáticos, que llevan al timón al mismo Demonio (el ecumenismo estaba todavía por venir); no pudiendo resistir el ataque, los personajes más significativos huyen a nado, como Sabelio, Arrio, Lutero, Calvino, etc ... <br />
<br />
El tono triunfal se completa con las tres naves que van remolcadas y dirigidas por los profetas Daniel, Jeremías y Ezequiel contra los enemigos de Dios vencidos. Este ambiente de victoria se completa con la escena de la lucha del emperador Heraclio contra el persa Cosroes, en el ángulo inferior derecho, mientras que al otro extremo vemos las ruinas de un templo pagano con los ídolos destrozados de Apolo y Hércules, más la escena bíblica de los tres jóvenes salvos en el horno por haberse negado a adorar la estatua de Nabucodonosor. <br />
<br />
El conjunto queda rematado con dos escenas referidas a las ciudades de Damasco y Constantinopla: ante la primera, vemos la caí¬da de Saulo, que perseguía a los cristianos, y desde este momento se convirtió; y en la otra, aparece el papa convirtiendo a los turcos a las puertas de Constantinopla, expresando un deseo mesiánico de la Iglesia. <br />
<br />
El escultor Miguel Jiménez también la representó en relieve, aunque más pequeña, en la fachada principal de la Catedral de México. Parece natural que la tesis representada en dicho grabado se difundiera en Iberoamérica, donde la Iglesia de la Contrarreforma avanzaba victoriosamente destruyendo los ídolos indígenas. <br />
<br />
Igualmente es fuente inagotable de inspiración de contenidos iconográficos la tradición bíblica: sobre todo las páginas del Génesis, pero también las del Pentateuco, con sus historias de patriarcas, reyes y personajes representativos de la historia de la salvación, los profetas y, sobre todo, el Nuevo Testamento, con los misterios de la vida de Cristo, en especial los de su nacimiento, los de su Pasión y Muerte. <br />
<br />
El ciclo dedicado a la Santísima Virgen, en escenas bíblicas o bajo advocaciones de títulos hispanos o específicamente americanos, es abundantísimo. En fin, hay todo un ciclo dedicado a los santos, entre los más conocidos, los santos de grandes órdenes y congregaciones religiosas. <br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Si en la primera etapa el arte fue instrumento en manos del misionero para evangelizar la religiosidad del pueblo americano, en la segunda, es el pueblo mismo quien, al expresar creativamente su religiosidad por medio del arte, se evangeliza a sí mismo, en una circularidad admirable. <br />
<br />
El resultado final es la abundante, variada y espléndida floración del arte religioso en América Latina, fenómeno único en la historia de la evangelización comparable sólo a la evangelización de Europa. Durante varios siglos las obras de arte religioso han venido ejerciendo un magisterio evangelizador silencioso y eficaz entre el pueblo sencillo y católico como entre intelectuales y políticos, a veces indiferentes y aun hostiles. ¡Tal es la fuerza evangelizadora ínsita en una obra religiosa bella! Glosando a San Pablo, podemos decir: «Verbum Dei non est alligatum», «la Palabra de Dios no está encadenada», sobre todo cuando también se presenta como ¡«Verbum pulchrum»! <br />
<br />
En el momento de trazar las líneas programáticas de la nueva evangelización, conviene tener en cuenta el modelo de la evangelización fundante: religiosidad y arte iban de la mano, sea para evangelizar al pueblo a medio y largo plazo, sea para que el pueblo mismo, expresando creativamente su fe religiosa en formas plásticas bellas, se convierta, a su vez, él mismo en verdadero evangelizador.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=RELIGIOSIDAD_POPULAR&diff=235489RELIGIOSIDAD POPULAR2016-09-02T17:18:56Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>'''RELIGIOSIDAD POPULAR; sus manifestaciones artísticas<br />
'''<br />
<br />
<br />
Al repasar la historia de la evangelización de América, no puede faltar el capítulo del arte como instrumento de catequesis y, a la vez, como plasmación concreta de la fe cristiana de un pueblo ya evangelizado. <br />
<br />
La unión de religiosidad popular y arte en la primera evangelización fue todo un modelo de mutua fecundación y de resultados portentosos. Ahora, cuando el «continente de la Esperanza» traza las líneas de una nueva evangelización, interesa repasar cómo «funcionó» ese feliz binomio, para volver a juntar dos polos de cuya íntima unión tan fecundos frutos han brotado. <br />
<br />
En el presente trabajo, después de definir los términos de religiosidad popular y arte, hablaremos sobre los mismos en las culturas precolombinas, para detenernos luego en el período de la primera evangelización, sobre todo, en la arquitectura conventual del siglo XVI y en al arte barroco, como dos momentos en que la conjunción de arte y piedad del pueblo latinoamericano alcanzan cotas de extraordinaria fecundidad y belleza. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD POPULAR==<br />
<br />
<br />
Siguiendo el desarrollo histórico de la reflexión hecha en América Latina que desemboca en el «Documento de Puebla», entendemos por «religiosidad popular», «religión del pueblo» o «piedad popular», ''“el conjunto de hondas creencias selladas por Dios, de las actitudes básicas que de esas convicciones derivan y las expresiones que las manifiestan. Se trata de la forma o de la existencia cultural que la religión adopta en un pueblo determinado. La religión del pueblo latinoamericano, en su forma cultural más característica, es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular.” '' <ref>Documento de Puebla, 444</ref><br />
<br />
La religiosidad del pueblo latinoamericano queda formada y plasmada por la obra evangelizador de los misioneros de la primera época, del siglo XVI al XVIII. La religiosidad popular viene a constituir el núcleo común de la cultura y de la identidad del ser latinoamericano, que subsiste pese a la ulterior división en diversas naciones y a verse afectado por desgarramientos en el nivel económico, político y social.<ref>DP, 412 ad sensum. Para un estudio más pormenorizado sobre religiosidad popular en América Latina, ver Christian Johansson Firedmann, Religiosidad popular entre Medellín y Puebla: antecedentes y desarrollo, en Anales de la Facultad de Teología, P. U. Católica de Chile, 1990.</ref><br />
<br />
En la formación de la religiosidad popular de América Latina, como en la formación de su cultura, encontramos tres componentes, el europeo, el indígena y el africano. En la religiosidad hispana'' “marcó su impronta decisiva la religiosidad popular medieval, con un sentido inmediato del poder de Dios, de su Providencia, de la profunda unidad de lo histórico y lo meta-histórico, al punto que muchas veces se esfumaba la consistencia de las causas segundas, naturales. Era un mundo religioso de gran fecundidad expresiva, procesiones, romerías, fiestas ... (Sobresale) la devoción a la Eucaristía, (con procesiones espléndidas) el día del Corpus. Las representaciones de Cristo toman un acento más dramático, centrándose fundamentalmente en la Pasión. La piedad popular, muy trinitaria y mariana, apunta hacia los misterios de la Inmaculada y de la Asunción».''<ref>Juan María Laboa, en el Prólogo a « Las Creencias », de Gran Enciclopedia de España y América, tomo VII, ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1989, p. 8.</ref><br />
<br />
<br />
Por lo que toca al mundo indígena, historiadores y antropólogos están acordes en ver considerar la religión como clave de bóveda de las culturas precolombinas. De la cuna a la tumba, la vida del hombre meso-americano transcurría impregnada de olor a copal sagrado. Era tanta la importancia que tenía la religión para el pueblo azteca -dice el antropólogo Antonio Caso- ''“que podemos decir sin exagerar, que su existencia giraba totalmente alrededor de la religión, y no había un solo acto de la vida pública y privada que no estuviera teñido por el sentimiento religioso. La religión era el factor preponderante, e intervenía como causa hasta en aquellas actividades que nos parecen a nosotros más ajenas al sentimiento religioso, como los deportes, los juegos y la guerra. Regulaba el comercio, la política, la conquista, e intervenía en todos los actos del individuo, desde que nacía hasta que los sacerdotes quemaban su cadáver y enterraban sus cenizas. Era la suprema razón de las acciones individuales y la razón fundamental del Estado.” ''<ref>Antonio Caso, El Pueblo del Sol, FCE, México.</ref><br />
<br />
<br />
La religión africana va a dejar su huella no sólo en las grandes formas sincréticas del Vudú, en las Antillas Mayores, y de la Macumba, del Xangó, Candomblé, Nagó y en las formas espiritistas de la Umbanda, en Brasil; sino también en las formas folclóricas, como asociaciones de Santería, de Candomblé, escalas de baile, ritos y cultos de difuntos, hasta crear, sobre todo en Brasil, una religiosidad en la que tanto el espíritu como cada uno de los sentidos piden su parte, dando al culto ritmo, canto, dinamismo, colorido, y participación masiva.<br />
<br />
<br />
==ARTE==<br />
<br />
Damos como evidente el concepto de arte en su perspectiva ontológica, como representación sensible de lo bello. Lo bello, a su vez, lo definimos, con Santo Tomás:'' «Pulchrum dicitur id cuius ipsa aprehensio placet»: «se dice hermoso aquello cuya simple percepción agrada».''<ref>Summa Theologica I-n, q. 27, a. 1, ad 3. 6 DP, n. 454.</ref> <br />
<br />
En esta definición quedan apuntados el elemento subjetivo y el elemento objetivo de la obra bella: el sujeto que contempla y disfruta estéticamente, participa con su in¬teligencia, fantasía y sentimiento en este diálogo con la obra bella. Al preguntarnos por qué un objeto es bello, la respuesta en el orden metafísico, es: «por el esplendor de su forma», por la irradiación armoniosa de las perfecciones de su ser. Aunque de suyo, todo arte genuino es sagrado, pues el objeto bello, al mostrarnos la perfección de su ser, está señalando su participación en la plenitud y belleza del Ser Absoluto, de Dios, sin embargo, cuando aquí hablamos de «arte sacro», nos estamos refiriendo sólo al arte de contenido religioso. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD Y ARTE==<br />
<br />
<br />
Ya estamos en condiciones de relacionar religiosidad y arte. En el mismo Documento de Puebla quedan anotados los diversos puntos de contacto entre ambos: da capacidad (del pueblo) de expresar la fe en un lenguaje total que supera los racionalismos (canto, imágenes, gesto, color, danza); la fe situada en el tiempo (fiestas) y en lugares (santuarios y templos).<ref>DP, n. 454.</ref>«La forma cultural» en que el pueblo latinoamericano vive su religión va indisolublemente unida a sus templos, estatuas y pinturas sagradas.<br />
<br />
<br />
'''A. Religiosidad y arte en las culturas precolombinas''' <br />
<br />
<br />
En las culturas precolombinas arte y religiosidad van de la mano: la religión como manantial de inspiración y contenidos, el arte como símbolo y expresión plástica de lo religioso. Las ciudades meso americanas, que justamente han sido llamadas «ciudades de los dioses», están sembradas de pirámides: de San Lorenzo y Las Ventas, en zona olmeca, al Templo Mayor de Tenochtitlán, pasando por Teotihuacán y Tula, Chichen Itzá o Cobán. La pirámide es edificio de cultos uránicos y, a la vez, obra arquitectónica cuya serena belleza trasparece sea en sus líneas geométricas puras, sea en formas mixtas de pirámide-palacio, como en Palenque, Sachil, Uxmal o El Petén, en zona maya. <br />
<br />
El ánimo se sobrecoge y se llena de estupor ante lo bello y sublime, en la fortaleza-adoratorio de Machu Picchu, en el incario peruano, sea por su emplazamiento, en el grandioso anfiteatro de la Cordillera Andina, sea por el soberbio señorío de las construcciones, hábilmente hermanadas a la orografía y marco naturales. <br />
<br />
Hubo, hay belleza y elocuencia muda en las enormes piedras talladas del Coricancha o Templo del Sol, en Cuzco, en Sacsahuamán, en Ollantaytambo, en Pisac. Como la hubo, siglos antes, y continúa habiéndola en la portada del sol del Kalasasaya, en Tiahuanaco (Bolivia), cifra rica en bajorrelieves religiosos. <br />
<br />
Hay belleza refinada en la orfebrería de los muiscas de Colombia, y de los moches o incas del Perú y Ecuador, buena parte de la cual de carácter religioso. ¡Y qué decir de la alfarería y textilería preincaica, de calidad excelsa, llena de alusiones a los mitos religiosos de mapa, el dios-felino volador, de Viracocha o de Pachamama, la diosa de la tierra, progenitora universal ... ! Como la hay en los keros, y en los misteriosos vasos-retratos-ofrendas, de las culturas moches preincaicas. <br />
<br />
Hay belleza en las esculturas mesoamericanas, olmecas, aztecas y mayas, que no son simples representaciones naturalistas, sino sobre todo símbolos religiosos: piénsese en las grandes cabezas olmecas, o en las vigorosas estatuas de Huehueteotl -dios viejo y dios del fuego-- o en el busto de Ometeotl, dios de la dualidad, dios-señor y diosa-señora, esculturas en que la piedra cobra vida y belleza en una plástica primiti¬va y elemental que tanto entusiasmaba e inspiraba a artistas modernos, como Henri Moore o Diego Rivera. <br />
<br />
<br />
'''B. Religiosidad y arte en la primera evangelización''' <br />
<br />
<br />
Cuando los misioneros de la primera época inician su labor en América, impulsados por necesidades de la misión van a ir aplicando una serie de criterios de evangelización que se revelarán extraordinariamente fecundos también para el arte. <br />
<br />
Unas necesidades funcionales de espacios para el culto popular y masivo les llevarán a construir grandes conventos con su hermoso templo, su capilla abierta, su amplio atrio con sus posas procesionales, su pequeño calvario en el centro, rematado por una cruz de cantera con los símbolos de la pasión, pero sin el Señor crucificado. Ha nacido el arte conventual que ocupará todo el siglo XVI. <br />
<br />
Unas necesidades apologéticas de afirmar la superioridad del cristianismo frente al culto pagano indígena. Al iniciar la evangelización, se dan cuenta de que están en presencia de altas culturas que vuelcan su religiosidad en moldes de belleza plástica frecuentemente grandiosos, y en ceremonias y ritos llenos de esplendor. Lo entienden y recogen el reto: no pueden presentar la Buena Nueva de Cristo en envolturas más modestas que los regios mantos aztecas o incas; tendrán que hacerlo en otros de igual o superior belleza. <br />
<br />
Y, sobre todo, unas necesidades pedagógicas les impulsan a buscar un lenguaje universal, en medio de la selva de lenguas de raíz totalmente diferente, y un modo de expresión fácilmente inteligible para todos. Así echan mano de la imagen visual, para encarnar conceptos abstractos y para persuadir tocando suave y eficazmente los afectos. Llevados por instinto evangélico y humanista los misioneros están realizando una genial obra de «inculturación», al insertar el Evangelio en tradiciones y modos de comunicación propios de las culturas indígenas. <br />
<br />
Así se va poblando la geografía americana de conventos, catedrales y templos grandiosos, construidos en material noble, como piedra y madera, y adornados con oro, plata y hierro forjado. Van surgiendo constelaciones de estatuas en cantera o en leño policromado, de Cristo, de la Virgen, de los santos; los muros de conventos y templos van cobrando vida y luz en pinturas que son, a la vez, páginas gráficas de doctrina cristiana, y fiesta de formas y color para el ojo atónito del neófito; el ámbito de las iglesias se va llenando de contrapuntos armónicos, que son bálsamo delicioso, literalmente inaudito para los oídos indígenas. <br />
<br />
En América Latina, durante los siglos XVI a XVIII no hay religiosidad del pueblo sin expresiones artísticas; y correlativamente, que el arte plástico no se da ni se entiende sin referencia a la piedad del pueblo. Cabe hablar de un proceso de verdadera simbiosis entre arte y religiosidad. Proceso que obedece a una cierta ley pendular: en la primera fase, los misioneros, por una elemental exigencia pedagógica, echan mano del arte como instrumento de catequización; el pueblo indígena se comporta como sujeto receptivo, destinatario principal de la evangelización y del arte. <br />
<br />
En la segunda fase, el pueblo echa mano del arte para manifestar su religiosidad: el pueblo, indígena y mestizo, es ahora sujeto activo, creador de arte. Se ha convertido en evangelizador él mismo. En palabras de Puebla:'' “La religiosidad popular no solamente es objeto de evangelización, sino que, en cuanto contiene encarnada la Palabra de Dios, es una forma activa con la cual el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo”.''<ref> DP, n. 450..</ref><br />
<br />
Como el movimiento de retorno de una ola gigantesca, la respuesta de los indígenas a esta «catequesis superior» por medio del arte, es una creatividad de extraordinario vigor y fecundidad. Al inicio, trabajan como colaboradores de los frailes y maestros europeos, constructores, canteros, escultores y pintores; luego, imitan las nuevas formas importadas y, finalmente, se abandonan a una creatividad original, en la que interpretan contenidos cristianos en un cruce de formas europeas e indígenas. <br />
<br />
Al conjuro de los citados criterios -necesidades prácticas, apologéticas, pedagógicas y de inculturación-, poco a poco va surgiendo la floración del arte religioso en el Nuevo Mundo. No podemos tocar todos los capítulos del arte religioso colonial -que afortunadamente es abundantísimo: allí están la escultura de los siglos XVI a XVIII, de escuela novohispana, quiteña o paraguaya, todas de calidad excelsa-. Por exigencias de método y espacio vamos a tocar sólo la arquitectura conventual del s. XVI y algo de la pintura y arquitectura barroca.<ref>Para el tratamiento más completo del arte sacro colonial de los siglos XVI a XVIII remitimos al lector a estudios más amplios, por ejemplo: AA.VV., Arte Colonial, Tomos 5,6, 7 Y 8 de Historia del Arte Mexicano, Ed. Sep/Salvat, México, 1986. AA.VV., Arte, Tomo IX de Gran Enciclopedia de España y Amé¬rica, ed. Espasa-Calpe/Argantonio, Madrid 1986. AA.VV., La pintura en 108 museos de México, Vol. 2 de Obras Maestras de la Pintura, ed. Planeta, Madrid-México 1983. AA.VV. Imaginería Virreina!. Memo¬rias de un seminario, ed. Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, México, 1990. CASTEDO, LEOPOLDO, Historia del Arte Iberoamericano, Alianza Editorial-Sociedad V Centenario, Madrid 1988, 2 vols. LA ORDEN MIRACLE, ERNESTO, Elogio de Quito, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1975. KUBLER, GEORGE, Arquitectura Mexicana del siglo XVI, FCE, México, 1984 (1'. ed. 1948). SEBASTIÁN, SANTIAGO, El barroco iberoamericano. Mensaje iconográfico, Ed. Encuentro, Madrid 1990. Toussaint, Manuel, Arte colonial en México Ed. UNAM, México 1990 (1'. ed. 1948), etc. </ref><br />
<br />
<br />
==1. Arte conventual del siglo XVI==<br />
<br />
<br />
En el siglo XVI florece un arte, aunque dictado por la urgencia y necesidad de la misión, de alta calidad estética, la arquitectura conventual. La «gran construcción» americana del siglo XVI, en palabras de Octavio Paz, contrapuesta a la «gran destrucción» de los templos y los fundamentos vitales de las culturas prehispánicas, fue sin duda la masiva construcción de conventos.<ref>Personalmente creo que los « fundamentos vitales válidos » de las culturas precolombinas fueron incorporados a la nueva síntesis cultural operada por el cristianismo. Piénsese, por ejemplo, en la acusada sensibilidad religiosa de dichos pueblos, trasvasada y potenciada a la nueva etapa cultural.</ref> En este enorme esfuerzo que aún hoy sorprende por su intensidad -principalmente en México-- y los recursos de todo orden que movilizó, se cifra uno de los aspectos sustantivos de la acción civilizadora de la Iglesia en el nuevo continente.<ref>Cfr. más ampliamente el excelente estudio de EMILIO GÓMEZ PIÑOL, La Arquitectura. Siglos XVI¬-XVIII, en Gran Enciclopedia de España y América, Tomo IX, El arte, Ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1986, pp. 51-185. Mi cita, ad sensum, p. 72.</ref><br />
<br />
La religión y sus prácticas ceremoniales debían ocupar el gigantesco vacío existencial producido al desplomarse la ancestral cosmovisión indígena. El carácter de ésta era de una religiosidad profundamente ritualista, expresada, por lo general, en grandes ceremonias multitudinarias celebradas en espacios abiertos. Las experiencias llevadas a cabo, principalmente en la Nueva España, para dar solución a los problemas planteados fueron de gran originalidad y eficacia. <br />
<br />
Como respuesta surgió una tipología arquitectónica novedosa en su visión de conjunto de las necesidades por resolver, llegando a constituir una genuina aportación americana a la historia de la arquitectura. Gracias a la funcionalidad conseguida en la habilitación de espacios para multitudes, junto al vistoso ceremonial del culto unido a la caracterización del nuevo ámbito sacro, la integración indígena en la nueva situación social y cultural avanzó prodigiosamente.<ref>Cfr. E. GÓMEZ PIÑOL, a.c., p. 58 ad sensum.</ref> <br />
<br />
Elementos de la arquitectura conventual del siglo XVI son el convento, el templo, con elementos románicos, góticos y, más frecuentemente, platerescos, el gran atrio, de muros robustos y bellos, con sus capillas-posas para las procesiones, y la capilla abierta. Sobre la función de la misma, escribe Fray Toribio de Benavente (Motolinía), en 1541: <br />
''“Los patios (se refiere a los atrios) son muy grandes y muy gentiles, pues las gentes son muchas y no caben en las iglesias. Por esta razón su ca¬pilla está afuera en el patio, porque todos oyen misa todos los domingos y días de fiesta, en tanto que las iglesias se usan entre semana.”'' <br />
<br />
Características de esta arquitectura es la monumentalidad, un cierto desfasamiento anacrónico en relación a Europa, con la consiguiente combinación de estilos arquitectónicos: se encuentran elementos medievales, románicos y góticos, cuando Europa está en pleno renacimiento: por ejemplo, Huejotzingo, Calpan; aunque hay también bellos ejemplares platerescos, como las fachadas de los templos de Acolman, Cuitzeo, Yuriria, las capillas abiertas de TIalmanalco, Cuilapan de León (Oaxaca), todas ellas en México. En una analogía con el desarrollo físico de una persona, América tiene que pasar de la infancia de las formas románicas macizas, a la esbeltez de la juventud en el gótico y a la madurez del dominio de la técnica y al clasicismo de las proporciones del renacimiento, en un siglo, cuando Europa tardó cinco en alcanzarla. <br />
<br />
Otra característica del arte conventual de siglo XVI, importantísima, fue la participación de los indígenas en las obras. Al principio como mano de obra exclusivamente física; pronto, gracias a su prodigiosa capacidad imitativa pudieron dominar plenamente las técnicas del arte europeo. En una siguiente fase, tuvieron el campo despejado para dar cauce libre a su propia originalidad. Así surge el «tequitqui» o arte tributario, nuestro mudéjar americano, cruce de formas indígenas precolombinas con estilos y contenidos europeos y cristianos, sobre todo en escultura y decoración en piedra.<ref>Información más amplia sobre el «tequitqui» americano, cfr. JOSÉ MORENO VILLA, Lo mexica¬no en las artes plásticas, FCE, México, 1986 (1' de 1948), cap. 1.</ref><br />
<br />
<br />
==2. Arte barroco==<br />
<br />
<br />
Ante todo, algunos presupuestos. El primer concepto que damos por supuesto -y que no desarrollamos por exigencias de método y espacio-, es que el barroco, antes de ser un estilo artístico, es la cultura de una época, la mentalidad y el talante de una sociedad histórica. Es, por lo mismo, una estructura histórica amplia y compleja, una de cuyas manifestaciones es el arte. <br />
<br />
El segundo supuesto es que tal época histórica coincidió con el período en que ya había iniciado vigorosamente en Europa la Reforma Católica, anterior a las controversias protestantes, aunque también recibió el potente impulso de la contrarreforma tridentina, a lo largo del XVII y del XVIII. En esta época se refuerza la autoridad del papado, tiene lugar una gran expansión de la Compañía de Jesús, se reafirma el núcleo esencial de la fe católica frente a los ataques de los reformadores protestantes. Todo ello va a dejar su huella en el arte barroco. <br />
<br />
El tercer supuesto es que la cultura barroca prefiere el ojo al oído. Escribe José Antonio Maravall: “dados los objetivos de difusión y de acción eficaz que la cultura barroca busca, se puede comprender que el barroco fue una cultura de la imagen sensible.” En el barroco se prefiere el ojo al oído, y dentro de las artes, se prefieren las artes visuales, las que entran por el ojo, por ser más eficaces para persuadir y ganar al que las contempla para los fines propuestos. <br />
<br />
Según un autor de la época, Suárez de Figueroa, ojos y oídos son puertas de acceso válidas para el conocimiento de las cosas, pero “en suma, son los ojos, entre los sentidos que sirven al alma, por donde entran y salen muchos afectos.” Aunque el barroco echa mano también de la eficacia del oído, en la música y el teatro, sin embargo sus preferencias van hacia las artes plásticas, arquitectura y pintura.<br />
<br />
<br />
==3. El Barroco iberoamericano==<br />
<br />
<br />
Tales caracteres se van a dar en el barroco americano, que definimos igualmente como la cultura de una época y el talante de una sociedad. Con trazos esenciales, el perfil de la sociedad iberoamericana de los siglos XVII y XVIII es el siguiente: <br />
- Asentamiento social, político y económico de la nueva sociedad iberoamericana. Concluidos los períodos de los descubrimientos y conquistas políticas, y del pionerismo misionero de las grandes órdenes religiosas, es la hora de formar un modo de vida estable mediante instituciones –en lo político, lo jurídico, y lo eclesiástico-, ya través de una labor de formación y educación de las nuevas generaciones. El optimismo que reina en el ambiente, propio de una sociedad próspera en expansión, le lleva a volcar en arte sus enormes recursos materiales. <br />
- Voluntad de afirmación vigorosa de la ortodoxia católica, no como quien tiene que disputar y convencer a un adversario obstinado, sino como quien quiere rea¬firmar su identidad y como quien tiene una tarea vasta de seguir evangelizando muchedumbres de indígenas y culturas todavía paganas. <br />
<br />
Tal espíritu y talante se vuelca en el arte religioso barroco: el arte barroco iberoamericano es un arte suntuoso, pedagógico, imitativo y a la vez original o por lo menos favorecedor de la creatividad en contenidos y formas. De la conjunción de elementos europeos y americanos autóctonos nacerá una criatura nueva. <br />
Tal originalidad queda impresa en contenidos y formas. Por ejemplo, la representación de motivos decorativos o mitológicos prehispánicos, de la fauna y la flora propias de América; la pintura de tipos humanos «nuevos» en ese gigantesco laboratorio étnico y antropológico que es Iberoamérica, hay en el arte novohispano toda una corriente pictórica denominada «pintura de castas» que se recrea en representar parejas de distinta raza y el fruto que de su unión nace. <br />
<br />
Se está produciendo el fenómeno nuevo del mestizaje, producido por la mezcla de las tres razas: europea, indígena y africana. Del cruzamiento de español e india nace el mestizo, del español y negra, nace el mulato, del indio y negra, el zambo. De español y mestiza, castizo; de castizo y española, coyote; de español y mulata, morisco; de chino e india, cambujo; de cambujo e india «tente en el aire», etc. <br />
<br />
Otros indicios de la originalidad del barroco iberoamericano en cuanto a forma, es el retablo llevado del interior a la fachada del templo, el empleo de la columna estípite en el mismo, sobre todo en el barroco mexicano. La profusión decorativa, de buen gusto -piénsese en la Iglesia de Santo Domingo de Oaxaca, o en la Capilla del Rosario, de Puebla, en Santa Clara, de Tunja, en san Francisco, de Lima o de Quito, en la Compañía, también de Quito, etc.- El azulejo en la arquitectura religiosa y profana, sobre todo en México, responde a la alegría y colorido decorativos de los indígenas. <br />
<br />
El denominador común de todo el arte religioso barroco es su intencionalidad pedagógica: todo él está orientado hacia la catequesis y hacia la persuasión afectiva de unos pueblos emotivos antes que intelectuales. En Iberoamérica esto no es nuevo: ya desde el siglo XVI los misioneros, ante un continente por evangelizar, habían ideado diferentes sistemas para enseñar el catecismo: inspirados en manuscritos indígenas, traducen la enseñanza cristiana a caracteres pictográficos, se ayudan de cuadros y «pinturas» que representan los artículos de la fe, los diez mandamientos, los sacramentos, el camino del cielo y el del infierno. Este sistema de grandes lienzos pictóricos didácticos pervivió hasta el s. XVIII en centros rurales, v. gr. en Santa Cruz de Tlaxcala dos retablos representan escenas con inscripciones en náhuatl. <br />
<br />
Veamos la fuerza pedagógica de este retablo: el eje de la composición es el árbol del paraíso terrenal, con Adán y Eva a ambos lados, en el momento de la tentación origen del primer pecado. A la derecha, las representaciones de la pereza, la envidia y la gula; a la izquierda, la de la soberbia, la avaricia y lujuria; en el centro, la ira. Cada composición está presidida por su animal característico y presenta una escena bíblica alusiva al mismo. Por ejemplo, al referirse a la lujuria, el pintor presenta un cerdo -aunque en la Edad Media fue más frecuente un macho cabrío--, y nos presenta a Susana en un jardín cerrado, sorprendida por los dos viejos cuando iba a bañarse en la taza de una fuente. <br />
<br />
Proyección catequética del arte Virreinal es la serie realizada en Quito por Miguel de Santiago, uno de los pintores más importantes del barroco iberoamericano. En los ocho lienzos de Quito, Miguel de Santiago representa en la parte superior del cuadro los mandamientos por unos ángeles y los dones del Espíritu Santo también por ángeles; a la izquierda, las peticiones del Padre Nuestro, por medio de figuras femeninas; a la derecha, un obispo o un sacerdote sostiene el letrero de un sacramento; en el centro, una obra de misericordia, y abajo un pecado capital. Es decir, estamos ante un catecismo ilustrado de la fe cristiana. <br />
<br />
El mismo pintor quiteño realizó otra serie hacia mitad del s. XVIII para la catedral de Santa Fe de Bogotá, sobre los artículos del credo. Hay también series catequético-pictóricas dedicadas a la Salve Regina, como la de la Iglesia de Puerto Acosta, en Bolivia, obra del pintor Leonardo Flores, en la segunda mitad del XVII; a los sacramentos, por ejemplo, los cuadros conservados en Arani (Bolivia), de fines del XVII. <br />
Se representan sobre todo los sacramentos más controvertidos en la disputa reformista: el sacerdocio, la penitencia y la eucaristía. Destaca el retablo de San Francisco, de Bogotá, de complicado programa didáctico sobre el sacramento del sacerdocio: obra del ensamblador asturiano Ignacio Garda de Ascucha, llegado a Bogotá en 1619, y rematado, después de su muerte, por un religioso anónimo, que ha sido llamado «Maestro de San Francisco». <br />
<br />
Entre todos los sacramentos, la Eucaristía tuvo preeminencia en la representación pictórica y aun escultórica. Por influjo de «La disputa del Sacramento» de Rafael, y de varias representaciones de Rubens, en Iberoamérica encontramos frecuentemente el tema de la exaltación de la Eucaristía. <br />
<br />
Es famosa, por ejemplo, la de Melchor Pérez de Holguín, pintor boliviano de altas calidades, en Rosario (Argentina); en Achocalla (Bolivia), Leonardo Flores repite el tema, siguiendo de cerca a Rubens. En México Baltasar de Echave Rojas la representa en la Catedral de Puebla, y Cristóbal de Villalpando (1686) en la sacristía de la catedral metropolitana de México. <br />
<br />
También se representa como «Última cena»: en San Francisco del Cuzco; en Popayán (Colombia) la representa el pintor quiteño Bernardo Rodríguez. Es frecuente también la presentación de la Eucaristía en el momento de ocurrir un milagro sensible durante la misa para reforzar la fe de los perplejos e incrédulos en la transubstanciación: ya en el s. XVI en Nueva España es representada en las pinturas murales del convento franciscano de Cuernavaca; el pintor novohispano Basilio de Salazar dedicó a este tema su mejor obra, en 1645.<br />
<br />
En arquitectura, los monumentos más importantes de exaltación eucarística fueron los llamados «sagrarios» o capillas de grandes proporciones que se construyeron adosados a las catedrales, como el de México, una de las cumbres del barroco iberoamericano, y el de Bogotá, de exquisita factura. <br />
<br />
Otro tema muy del gusto del barroco, del que echa mano frecuentemente la Iglesia de la Contrarreforma, es la alegoría del triunfo de la Iglesia; imagen gráfica de un texto explicativo, más aún de una tesis, el triunfo de la Iglesia católica sobre los enemigos de Cristo: contra los judíos del Antiguo Testamento, contra los perseguidores, contra los herejes de todos los tiempos, hasta llegar a los de la Reforma Protestante; la Iglesia aparece asistida siempre por ángeles, evangelistas, doctores, fundadores, santos, y sobre todo por la Madre de Dios. Contemplan y como que organizan la escena las Tres Divinas Personas. <br />
<br />
Hay una composición de Cristóbal de Villalpando, dedicada al «Triunfo de la Iglesia militante y triunfante», bajo influencia de Rubens. También se la representó bajo la imagen de la Iglesia como la nave de Pedro, que también es llamada a veces «nave de la contemplación mística». Esta representación del «Triumphus Ecclesiae» tiene carácter de confrontación con los enemigos de la Iglesia, antiguos y modernos. En el s. XVI, a raíz de la Contrarreforma, se difundió mucho un grabado de Filippo Tomasini (en Roma 1602), que sirvió de punto de partida a otro editado en Milán bajo el título de: «Triunfo de la Iglesia Católica certificada por sus cuatro evangelistas y sus apóstoles y sus principales doctores contra toda herejía y supersticiones del Paganismo». <br />
<br />
Hay una buena representación pictórica de Melchor Pérez de Holguín, de 1707, en la Iglesia de San Lorenzo, Potosí (Bolivia): el eje de la composición es el mástil de la nave, coronado por Cristo como Rey de reyes, junto a su madre y a seis ángeles portadores de los instrumentos de la pasión; más a los extremos están los Evangelistas pregonando el mensaje de Cristo por toda la tierra. El mástil está concebido como «árbol de la fe cristiana» y por ello se colocaron en torno suyo a los «Fundatores religionum»: san Francisco, san Agustín, san Benito, san Bruno, san Pedro Nolasco, santo Domingo, etc. <br />
<br />
Cada uno está unido a Cristo por medio de una jarcia. Al lado de popa aparece san Pedro llevando el timón y mostrando las llaves, mientras que en una bandera se proclama que él es piedra angular. El costado de proa refleja el carácter combativo de la Iglesia, con santos modernos de la Contrarreforma; por ello algunos, como san Ignacio de Loyola, van provistos de venablos, y además cuentan con la ayuda del arcángel san Miguel, vencedor de Satanás en los cielos. La nave no tiene miedo ante los peligros de este mundo, y así va provista de dos áncoras: una es la «Bona Voluntas» y otra el «Desiderium Paradisi». <br />
<br />
Protegiendo a la nave se colocó en primer término una barcaza con los «Docto¬res Ecclesiae», san Gregorio, san Agustín, san Jerónimo y san Ambrosio, más santo Tomás de Aquino, quienes con sus remos alcanzan ya a las naves de los herejes y de los cismáticos, que llevan al timón al mismo Demonio (el ecumenismo estaba todavía por venir); no pudiendo resistir el ataque, los personajes más significativos huyen a nado, como Sabelio, Arrio, Lutero, Calvino, etc ... <br />
<br />
El tono triunfal se completa con las tres naves que van remolcadas y dirigidas por los profetas Daniel, Jeremías y Ezequiel contra los enemigos de Dios vencidos. Este ambiente de victoria se completa con la escena de la lucha del emperador Heraclio contra el persa Cosroes, en el ángulo inferior derecho, mientras que al otro extremo vemos las ruinas de un templo pagano con los ídolos destrozados de Apolo y Hércules, más la escena bíblica de los tres jóvenes salvos en el horno por haberse negado a adorar la estatua de Nabucodonosor. <br />
<br />
El conjunto queda rematado con dos escenas referidas a las ciudades de Damasco y Constantinopla: ante la primera, vemos la caí¬da de Saulo, que perseguía a los cristianos, y desde este momento se convirtió; y en la otra, aparece el papa convirtiendo a los turcos a las puertas de Constantinopla, expresando un deseo mesiánico de la Iglesia. <br />
<br />
El escultor Miguel Jiménez también la representó en relieve, aunque más pequeña, en la fachada principal de la Catedral de México. Parece natural que la tesis representada en dicho grabado se difundiera en Iberoamérica, donde la Iglesia de la Contrarreforma avanzaba victoriosamente destruyendo los ídolos indígenas. <br />
<br />
Igualmente es fuente inagotable de inspiración de contenidos iconográficos la tradición bíblica: sobre todo las páginas del Génesis, pero también las del Pentateuco, con sus historias de patriarcas, reyes y personajes representativos de la historia de la salvación, los profetas y, sobre todo, el Nuevo Testamento, con los misterios de la vida de Cristo, en especial los de su nacimiento, los de su Pasión y Muerte. <br />
<br />
El ciclo dedicado a la Santísima Virgen, en escenas bíblicas o bajo advocaciones de títulos hispanos o específicamente americanos, es abundantísimo. En fin, hay todo un ciclo dedicado a los santos, entre los más conocidos, los santos de grandes órdenes y congregaciones religiosas. <br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Si en la primera etapa el arte fue instrumento en manos del misionero para evangelizar la religiosidad del pueblo americano, en la segunda, es el pueblo mismo quien, al expresar creativamente su religiosidad por medio del arte, se evangeliza a sí mismo, en una circularidad admirable. <br />
<br />
El resultado final es la abundante, variada y espléndida floración del arte religioso en América Latina, fenómeno único en la historia de la evangelización comparable sólo a la evangelización de Europa. Durante varios siglos las obras de arte religioso han venido ejerciendo un magisterio evangelizador silencioso y eficaz entre el pueblo sencillo y católico como entre intelectuales y políticos, a veces indiferentes y aun hostiles. ¡Tal es la fuerza evangelizadora ínsita en una obra religiosa bella! Glosando a San Pablo, podemos decir: «Verbum Dei non est alligatum», «la Palabra de Dios no está encadenada», sobre todo cuando también se presenta como ¡«Verbum pulchrum»! <br />
<br />
En el momento de trazar las líneas programáticas de la nueva evangelización, conviene tener en cuenta el modelo de la evangelización fundante: religiosidad y arte iban de la mano, sea para evangelizar al pueblo a medio y largo plazo, sea para que el pueblo mismo, expresando creativamente su fe religiosa en formas plásticas bellas, se convierta, a su vez, él mismo en verdadero evangelizador.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIAhttps://dhial.org/diccionario/index.php?title=RELIGIOSIDAD_POPULAR&diff=235487RELIGIOSIDAD POPULAR2016-09-02T17:12:29Z<p>MGARCIA: </p>
<hr />
<div>'''RELIGIOSIDAD POPULAR; sus manifestaciones artísticas<br />
'''<br />
<br />
<br />
Al repasar la historia de la evangelización de América, no puede faltar el capítulo del arte como instrumento de catequesis y, a la vez, como plasmación concreta de la fe cristiana de un pueblo ya evangelizado. <br />
<br />
La unión de religiosidad popular y arte en la primera evangelización fue todo un modelo de mutua fecundación y de resultados portentosos. Ahora, cuando el «continente de la Esperanza» traza las líneas de una nueva evangelización, interesa repasar cómo «funcionó» ese feliz binomio, para volver a juntar dos polos de cuya íntima unión tan fecundos frutos han brotado. <br />
<br />
En el presente trabajo, después de definir los términos de religiosidad popular y arte, hablaremos sobre los mismos en las culturas precolombinas, para detenernos luego en el período de la primera evangelización, sobre todo, en la arquitectura conventual del siglo XVI y en al arte barroco, como dos momentos en que la conjunción de arte y piedad del pueblo latinoamericano alcanzan cotas de extraordinaria fecundidad y belleza. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD POPULAR==<br />
<br />
<br />
Siguiendo el desarrollo histórico de la reflexión hecha en América Latina que desemboca en el «Documento de Puebla», entendemos por «religiosidad popular», «religión del pueblo» o «piedad popular», ''“el conjunto de hondas creencias selladas por Dios, de las actitudes básicas que de esas convicciones derivan y las expresiones que las manifiestan. Se trata de la forma o de la existencia cultural que la religión adopta en un pueblo determinado. La religión del pueblo latinoamericano, en su forma cultural más característica, es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular.” '' <ref>Documento de Puebla, 444</ref><br />
<br />
La religiosidad del pueblo latinoamericano queda formada y plasmada por la obra evangelizador de los misioneros de la primera época, del siglo XVI al XVIII. La religiosidad popular viene a constituir el núcleo común de la cultura y de la identidad del ser latinoamericano, que subsiste pese a la ulterior división en diversas naciones y a verse afectado por desgarramientos en el nivel económico, político y social.<ref>DP, 412 ad sensum. Para un estudio más pormenorizado sobre religiosidad popular en América Latina, ver Christian Johansson Firedmann, Religiosidad popular entre Medellín y Puebla: antecedentes y desarrollo, en Anales de la Facultad de Teología, P. U. Católica de Chile, 1990.</ref><br />
<br />
En la formación de la religiosidad popular de América Latina, como en la formación de su cultura, encontramos tres componentes, el europeo, el indígena y el africano. En la religiosidad hispana'' “marcó su impronta decisiva la religiosidad popular medieval, con un sentido inmediato del poder de Dios, de su Providencia, de la profunda unidad de lo histórico y lo meta-histórico, al punto que muchas veces se esfumaba la consistencia de las causas segundas, naturales. Era un mundo religioso de gran fecundidad expresiva, procesiones, romerías, fiestas ... (Sobresale) la devoción a la Eucaristía, (con procesiones espléndidas) el día del Corpus. Las representaciones de Cristo toman un acento más dramático, centrándose fundamentalmente en la Pasión. La piedad popular, muy trinitaria y mariana, apunta hacia los misterios de la Inmaculada y de la Asunción».''<ref>Juan María Laboa, en el Prólogo a « Las Creencias », de Gran Enciclopedia de España y América, tomo VII, ed. Espasa-Calpe/ Argantonio, Madrid 1989, p. 8.</ref><br />
<br />
<br />
Por lo que toca al mundo indígena, historiadores y antropólogos están acordes en ver considerar la religión como clave de bóveda de las culturas precolombinas. De la cuna a la tumba, la vida del hombre meso-americano transcurría impregnada de olor a copal sagrado. Era tanta la importancia que tenía la religión para el pueblo azteca -dice el antropólogo Antonio Caso- ''“que podemos decir sin exagerar, que su existencia giraba totalmente alrededor de la religión, y no había un solo acto de la vida pública y privada que no estuviera teñido por el sentimiento religioso. La religión era el factor preponderante, e intervenía como causa hasta en aquellas actividades que nos parecen a nosotros más ajenas al sentimiento religioso, como los deportes, los juegos y la guerra. Regulaba el comercio, la política, la conquista, e intervenía en todos los actos del individuo, desde que nacía hasta que los sacerdotes quemaban su cadáver y enterraban sus cenizas. Era la suprema razón de las acciones individuales y la razón fundamental del Estado.” ''<ref>Antonio Caso, El Pueblo del Sol, FCE, México.</ref><br />
<br />
<br />
La religión africana va a dejar su huella no sólo en las grandes formas sincréticas del Vudú, en las Antillas Mayores, y de la Macumba, del Xangó, Candomblé, Nagó y en las formas espiritistas de la Umbanda, en Brasil; sino también en las formas folclóricas, como asociaciones de Santería, de Candomblé, escalas de baile, ritos y cultos de difuntos, hasta crear, sobre todo en Brasil, una religiosidad en la que tanto el espíritu como cada uno de los sentidos piden su parte, dando al culto ritmo, canto, dinamismo, colorido, y participación masiva.<br />
<br />
<br />
==ARTE==<br />
<br />
Damos como evidente el concepto de arte en su perspectiva ontológica, como representación sensible de lo bello. Lo bello, a su vez, lo definimos, con Santo Tomás:'' «Pulchrum dicitur id cuius ipsa aprehensio placet»: «se dice hermoso aquello cuya simple percepción agrada».''<ref>Summa Theologica I-n, q. 27, a. 1, ad 3. 6 DP, n. 454.</ref> <br />
<br />
En esta definición quedan apuntados el elemento subjetivo y el elemento objetivo de la obra bella: el sujeto que contempla y disfruta estéticamente, participa con su in¬teligencia, fantasía y sentimiento en este diálogo con la obra bella. Al preguntarnos por qué un objeto es bello, la respuesta en el orden metafísico, es: «por el esplendor de su forma», por la irradiación armoniosa de las perfecciones de su ser. Aunque de suyo, todo arte genuino es sagrado, pues el objeto bello, al mostrarnos la perfección de su ser, está señalando su participación en la plenitud y belleza del Ser Absoluto, de Dios, sin embargo, cuando aquí hablamos de «arte sacro», nos estamos refiriendo sólo al arte de contenido religioso. <br />
<br />
<br />
==RELIGIOSIDAD Y ARTE==<br />
<br />
<br />
Ya estamos en condiciones de relacionar religiosidad y arte. En el mismo Documento de Puebla quedan anotados los diversos puntos de contacto entre ambos: da capacidad (del pueblo) de expresar la fe en un lenguaje total que supera los racionalismos (canto, imágenes, gesto, color, danza); la fe situada en el tiempo (fiestas) y en lugares (santuarios y templos).<ref>DP, n. 454.</ref>«La forma cultural» en que el pueblo latinoamericano vive su religión va indisolublemente unida a sus templos, estatuas y pinturas sagradas.<br />
<br />
<br />
'''A. Religiosidad y arte en las culturas precolombinas''' <br />
<br />
<br />
En las culturas precolombinas arte y religiosidad van de la mano: la religión como manantial de inspiración y contenidos, el arte como símbolo y expresión plástica de lo religioso. Las ciudades meso americanas, que justamente han sido llamadas «ciudades de los dioses», están sembradas de pirámides: de San Lorenzo y Las Ventas, en zona olmeca, al Templo Mayor de Tenochtitlán, pasando por Teotihuacán y Tula, Chichen Itzá o Cobán. La pirámide es edificio de cultos uránicos y, a la vez, obra arquitectónica cuya serena belleza trasparece sea en sus líneas geométricas puras, sea en formas mixtas de pirámide-palacio, como en Palenque, Sachil, Uxmal o El Petén, en zona maya. <br />
<br />
El ánimo se sobrecoge y se llena de estupor ante lo bello y sublime, en la fortaleza-adoratorio de Machu Picchu, en el incario peruano, sea por su emplazamiento, en el grandioso anfiteatro de la Cordillera Andina, sea por el soberbio señorío de las construcciones, hábilmente hermanadas a la orografía y marco naturales. <br />
<br />
Hubo, hay belleza y elocuencia muda en las enormes piedras talladas del Coricancha o Templo del Sol, en Cuzco, en Sacsahuamán, en Ollantaytambo, en Pisac. Como la hubo, siglos antes, y continúa habiéndola en la portada del sol del Kalasasaya, en Tiahuanaco (Bolivia), cifra rica en bajorrelieves religiosos. <br />
<br />
Hay belleza refinada en la orfebrería de los muiscas de Colombia, y de los moches o incas del Perú y Ecuador, buena parte de la cual de carácter religioso. ¡Y qué decir de la alfarería y textilería preincaica, de calidad excelsa, llena de alusiones a los mitos religiosos de mapa, el dios-felino volador, de Viracocha o de Pachamama, la diosa de la tierra, progenitora universal ... ! Como la hay en los keros, y en los misteriosos vasos-retratos-ofrendas, de las culturas moches preincaicas. <br />
<br />
Hay belleza en las esculturas mesoamericanas, olmecas, aztecas y mayas, que no son simples representaciones naturalistas, sino sobre todo símbolos religiosos: piénsese en las grandes cabezas olmecas, o en las vigorosas estatuas de Huehueteotl -dios viejo y dios del fuego-- o en el busto de Ometeotl, dios de la dualidad, dios-señor y diosa-señora, esculturas en que la piedra cobra vida y belleza en una plástica primiti¬va y elemental que tanto entusiasmaba e inspiraba a artistas modernos, como Henri Moore o Diego Rivera. <br />
<br />
<br />
'''B. Religiosidad y arte en la primera evangelización''' <br />
<br />
<br />
Cuando los misioneros de la primera época inician su labor en América, impulsados por necesidades de la misión van a ir aplicando una serie de criterios de evangelización que se revelarán extraordinariamente fecundos también para el arte. <br />
<br />
Unas necesidades funcionales de espacios para el culto popular y masivo les llevarán a construir grandes conventos con su hermoso templo, su capilla abierta, su amplio atrio con sus posas procesionales, su pequeño calvario en el centro, rematado por una cruz de cantera con los símbolos de la pasión, pero sin el Señor crucificado. Ha nacido el arte conventual que ocupará todo el siglo XVI. <br />
<br />
Unas necesidades apologéticas de afirmar la superioridad del cristianismo frente al culto pagano indígena. Al iniciar la evangelización, se dan cuenta de que están en presencia de altas culturas que vuelcan su religiosidad en moldes de belleza plástica frecuentemente grandiosos, y en ceremonias y ritos llenos de esplendor. Lo entienden y recogen el reto: no pueden presentar la Buena Nueva de Cristo en envolturas más modestas que los regios mantos aztecas o incas; tendrán que hacerlo en otros de igual o superior belleza. <br />
<br />
Y, sobre todo, unas necesidades pedagógicas les impulsan a buscar un lenguaje universal, en medio de la selva de lenguas de raíz totalmente diferente, y un modo de expresión fácilmente inteligible para todos. Así echan mano de la imagen visual, para encarnar conceptos abstractos y para persuadir tocando suave y eficazmente los afectos. Llevados por instinto evangélico y humanista los misioneros están realizando una genial obra de «inculturación», al insertar el Evangelio en tradiciones y modos de comunicación propios de las culturas indígenas. <br />
<br />
Así se va poblando la geografía americana de conventos, catedrales y templos grandiosos, construidos en material noble, como piedra y madera, y adornados con oro, plata y hierro forjado. Van surgiendo constelaciones de estatuas en cantera o en leño policromado, de Cristo, de la Virgen, de los santos; los muros de conventos y templos van cobrando vida y luz en pinturas que son, a la vez, páginas gráficas de doctrina cristiana, y fiesta de formas y color para el ojo atónito del neófito; el ámbito de las iglesias se va llenando de contrapuntos armónicos, que son bálsamo delicioso, literalmente inaudito para los oídos indígenas. <br />
<br />
En América Latina, durante los siglos XVI a XVIII no hay religiosidad del pueblo sin expresiones artísticas; y correlativamente, que el arte plástico no se da ni se entiende sin referencia a la piedad del pueblo. Cabe hablar de un proceso de verdadera simbiosis entre arte y religiosidad. Proceso que obedece a una cierta ley pendular: en la primera fase, los misioneros, por una elemental exigencia pedagógica, echan mano del arte como instrumento de catequización; el pueblo indígena se comporta como sujeto receptivo, destinatario principal de la evangelización y del arte. <br />
<br />
En la segunda fase, el pueblo echa mano del arte para manifestar su religiosidad: el pueblo, indígena y mestizo, es ahora sujeto activo, creador de arte. Se ha convertido en evangelizador él mismo. En palabras de Puebla:'' “La religiosidad popular no solamente es objeto de evangelización, sino que, en cuanto contiene encarnada la Palabra de Dios, es una forma activa con la cual el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo”.''<ref> DP, n. 450..</ref><br />
<br />
Como el movimiento de retorno de una ola gigantesca, la respuesta de los indígenas a esta «catequesis superior» por medio del arte, es una creatividad de extraordinario vigor y fecundidad. Al inicio, trabajan como colaboradores de los frailes y maestros europeos, constructores, canteros, escultores y pintores; luego, imitan las nuevas formas importadas y, finalmente, se abandonan a una creatividad original, en la que interpretan contenidos cristianos en un cruce de formas europeas e indígenas. <br />
<br />
Al conjuro de los citados criterios -necesidades prácticas, apologéticas, pedagógicas y de inculturación-, poco a poco va surgiendo la floración del arte religioso en el Nuevo Mundo. No podemos tocar todos los capítulos del arte religioso colonial -que afortunadamente es abundantísimo: allí están la escultura de los siglos XVI a XVIII, de escuela novohispana, quiteña o paraguaya, todas de calidad excelsa-. Por exigencias de método y espacio vamos a tocar sólo la arquitectura conventual del s. XVI y algo de la pintura y arquitectura barroca.<ref>Para el tratamiento más completo del arte sacro colonial de los siglos XVI a XVIII remitimos al lector a estudios más amplios, por ejemplo: AA.VV., Arte Colonial, Tomos 5,6, 7 Y 8 de Historia del Arte Mexicano, Ed. Sep/Salvat, México, 1986. AA.VV., Arte, Tomo IX de Gran Enciclopedia de España y Amé¬rica, ed. Espasa-Calpe/Argantonio, Madrid 1986. AA.VV., La pintura en 108 museos de México, Vol. 2 de Obras Maestras de la Pintura, ed. Planeta, Madrid-México 1983. AA.VV. Imaginería Virreina!. Memo¬rias de un seminario, ed. Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, México, 1990. CASTEDO, LEOPOLDO, Historia del Arte Iberoamericano, Alianza Editorial-Sociedad V Centenario, Madrid 1988, 2 vols. LA ORDEN MIRACLE, ERNESTO, Elogio de Quito, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1975. KUBLER, GEORGE, Arquitectura Mexicana del siglo XVI, FCE, México, 1984 (1'. ed. 1948). SEBASTIÁN, SANTIAGO, El barroco iberoamericano. Mensaje iconográfico, Ed. Encuentro, Madrid 1990. Toussaint, Manuel, Arte colonial en México Ed. UNAM, México 1990 (1'. ed. 1948), etc. </ref><br />
<br />
<br />
==1. Arte conventual del siglo XVI==<br />
<br />
<br />
En el siglo XVI florece un arte, aunque dictado por la urgencia y necesidad de la misión, de alta calidad estética, la arquitectura conventual. La «gran construcción» americana del siglo XVI, en palabras de Octavio Paz, contrapuesta a la «gran destrucción» de los templos y los fundamentos vitales de las culturas prehispánicas, fue sin duda la masiva construcción de conventos. En este enorme esfuerzo que aún hoy sorprende por su intensidad -principalmente en México-- y los recursos de todo orden que movilizó, se cifra uno de los aspectos sustantivos de la acción civilizadora de la Iglesia en el nuevo continente. <br />
<br />
La religión y sus prácticas ceremoniales debían ocupar el gigantesco vacío existencial producido al desplomarse la ancestral cosmovisión indígena. El carácter de ésta era de una religiosidad profundamente ritualista, expresada, por lo general, en grandes ceremonias multitudinarias celebradas en espacios abiertos. Las experiencias llevadas a cabo, principalmente en la Nueva España, para dar solución a los problemas planteados fueron de gran originalidad y eficacia. <br />
<br />
Como respuesta surgió una tipología arquitectónica novedosa en su visión de conjunto de las necesidades por resolver, llegando a constituir una genuina aportación americana a la historia de la arquitectura. Gracias a la funcionalidad conseguida en la habilitación de espacios para multitudes, junto al vistoso ceremonial del culto unido a la caracterización del nuevo ámbito sacro, la integración indígena en la nueva situación social y cultural avanzó prodigiosamente. <br />
<br />
Elementos de la arquitectura conventual del siglo XVI son el convento, el templo, con elementos románicos, góticos y, más frecuentemente, platerescos, el gran atrio, de muros robustos y bellos, con sus capillas-posas para las procesiones, y la capilla abierta. Sobre la función de la misma, escribe Fray Toribio de Benavente (Motolinía), en 1541: <br />
“Los patios (se refiere a los atrios) son muy grandes y muy gentiles, pues las gentes son muchas y no caben en las iglesias. Por esta razón su ca¬pilla está afuera en el patio, porque todos oyen misa todos los domingos y días de fiesta, en tanto que las iglesias se usan entre semana.” <br />
Características de esta arquitectura es la monumentalidad, un cierto desfasamiento anacrónico en relación a Europa, con la consiguiente combinación de estilos arquitectónicos: se encuentran elementos medievales, románicos y góticos, cuando Europa está en pleno renacimiento: por ejemplo, Huejotzingo, Calpan; aunque hay también bellos ejemplares platerescos, como las fachadas de los templos de Acolman, Cuitzeo, Yuriria, las capillas abiertas de TIalmanalco, Cuilapan de León (Oaxaca), todas ellas en México. En una analogía con el desarrollo físico de una persona, América tiene que pasar de la infancia de las formas románicas macizas, a la esbeltez de la juventud en el gótico y a la madurez del dominio de la técnica y al clasicismo de las proporciones del renacimiento, en un siglo, cuando Europa tardó cinco en alcanzarla. <br />
<br />
Otra característica del arte conventual de siglo XVI, importantísima, fue la participación de los indígenas en las obras. Al principio como mano de obra exclusivamente física; pronto, gracias a su prodigiosa capacidad imitativa pudieron dominar plenamente las técnicas del arte europeo. En una siguiente fase, tuvieron el campo despejado para dar cauce libre a su propia originalidad. Así surge el «tequitqui» o arte tributario, nuestro mudéjar americano, cruce de formas indígenas precolombinas con estilos y contenidos europeos y cristianos, sobre todo en escultura y decoración en piedra. <br />
<br />
<br />
==2. Arte barroco==<br />
<br />
<br />
Ante todo, algunos presupuestos. El primer concepto que damos por supuesto -y que no desarrollamos por exigencias de método y espacio-, es que el barroco, antes de ser un estilo artístico, es la cultura de una época, la mentalidad y el talante de una sociedad histórica. Es, por lo mismo, una estructura histórica amplia y compleja, una de cuyas manifestaciones es el arte. <br />
<br />
El segundo supuesto es que tal época histórica coincidió con el período en que ya había iniciado vigorosamente en Europa la Reforma Católica, anterior a las controversias protestantes, aunque también recibió el potente impulso de la contrarreforma tridentina, a lo largo del XVII y del XVIII. En esta época se refuerza la autoridad del papado, tiene lugar una gran expansión de la Compañía de Jesús, se reafirma el núcleo esencial de la fe católica frente a los ataques de los reformadores protestantes. Todo ello va a dejar su huella en el arte barroco. <br />
<br />
El tercer supuesto es que la cultura barroca prefiere el ojo al oído. Escribe José Antonio Maravall: “dados los objetivos de difusión y de acción eficaz que la cultura barroca busca, se puede comprender que el barroco fue una cultura de la imagen sensible.” En el barroco se prefiere el ojo al oído, y dentro de las artes, se prefieren las artes visuales, las que entran por el ojo, por ser más eficaces para persuadir y ganar al que las contempla para los fines propuestos. <br />
<br />
Según un autor de la época, Suárez de Figueroa, ojos y oídos son puertas de acceso válidas para el conocimiento de las cosas, pero “en suma, son los ojos, entre los sentidos que sirven al alma, por donde entran y salen muchos afectos.” Aunque el barroco echa mano también de la eficacia del oído, en la música y el teatro, sin embargo sus preferencias van hacia las artes plásticas, arquitectura y pintura.<br />
<br />
<br />
==3. El Barroco iberoamericano==<br />
<br />
<br />
Tales caracteres se van a dar en el barroco americano, que definimos igualmente como la cultura de una época y el talante de una sociedad. Con trazos esenciales, el perfil de la sociedad iberoamericana de los siglos XVII y XVIII es el siguiente: <br />
- Asentamiento social, político y económico de la nueva sociedad iberoamericana. Concluidos los períodos de los descubrimientos y conquistas políticas, y del pionerismo misionero de las grandes órdenes religiosas, es la hora de formar un modo de vida estable mediante instituciones –en lo político, lo jurídico, y lo eclesiástico-, ya través de una labor de formación y educación de las nuevas generaciones. El optimismo que reina en el ambiente, propio de una sociedad próspera en expansión, le lleva a volcar en arte sus enormes recursos materiales. <br />
- Voluntad de afirmación vigorosa de la ortodoxia católica, no como quien tiene que disputar y convencer a un adversario obstinado, sino como quien quiere rea¬firmar su identidad y como quien tiene una tarea vasta de seguir evangelizando muchedumbres de indígenas y culturas todavía paganas. <br />
<br />
Tal espíritu y talante se vuelca en el arte religioso barroco: el arte barroco iberoamericano es un arte suntuoso, pedagógico, imitativo y a la vez original o por lo menos favorecedor de la creatividad en contenidos y formas. De la conjunción de elementos europeos y americanos autóctonos nacerá una criatura nueva. <br />
Tal originalidad queda impresa en contenidos y formas. Por ejemplo, la representación de motivos decorativos o mitológicos prehispánicos, de la fauna y la flora propias de América; la pintura de tipos humanos «nuevos» en ese gigantesco laboratorio étnico y antropológico que es Iberoamérica, hay en el arte novohispano toda una corriente pictórica denominada «pintura de castas» que se recrea en representar parejas de distinta raza y el fruto que de su unión nace. <br />
<br />
Se está produciendo el fenómeno nuevo del mestizaje, producido por la mezcla de las tres razas: europea, indígena y africana. Del cruzamiento de español e india nace el mestizo, del español y negra, nace el mulato, del indio y negra, el zambo. De español y mestiza, castizo; de castizo y española, coyote; de español y mulata, morisco; de chino e india, cambujo; de cambujo e india «tente en el aire», etc. <br />
<br />
Otros indicios de la originalidad del barroco iberoamericano en cuanto a forma, es el retablo llevado del interior a la fachada del templo, el empleo de la columna estípite en el mismo, sobre todo en el barroco mexicano. La profusión decorativa, de buen gusto -piénsese en la Iglesia de Santo Domingo de Oaxaca, o en la Capilla del Rosario, de Puebla, en Santa Clara, de Tunja, en san Francisco, de Lima o de Quito, en la Compañía, también de Quito, etc.- El azulejo en la arquitectura religiosa y profana, sobre todo en México, responde a la alegría y colorido decorativos de los indígenas. <br />
<br />
El denominador común de todo el arte religioso barroco es su intencionalidad pedagógica: todo él está orientado hacia la catequesis y hacia la persuasión afectiva de unos pueblos emotivos antes que intelectuales. En Iberoamérica esto no es nuevo: ya desde el siglo XVI los misioneros, ante un continente por evangelizar, habían ideado diferentes sistemas para enseñar el catecismo: inspirados en manuscritos indígenas, traducen la enseñanza cristiana a caracteres pictográficos, se ayudan de cuadros y «pinturas» que representan los artículos de la fe, los diez mandamientos, los sacramentos, el camino del cielo y el del infierno. Este sistema de grandes lienzos pictóricos didácticos pervivió hasta el s. XVIII en centros rurales, v. gr. en Santa Cruz de Tlaxcala dos retablos representan escenas con inscripciones en náhuatl. <br />
<br />
Veamos la fuerza pedagógica de este retablo: el eje de la composición es el árbol del paraíso terrenal, con Adán y Eva a ambos lados, en el momento de la tentación origen del primer pecado. A la derecha, las representaciones de la pereza, la envidia y la gula; a la izquierda, la de la soberbia, la avaricia y lujuria; en el centro, la ira. Cada composición está presidida por su animal característico y presenta una escena bíblica alusiva al mismo. Por ejemplo, al referirse a la lujuria, el pintor presenta un cerdo -aunque en la Edad Media fue más frecuente un macho cabrío--, y nos presenta a Susana en un jardín cerrado, sorprendida por los dos viejos cuando iba a bañarse en la taza de una fuente. <br />
<br />
Proyección catequética del arte Virreinal es la serie realizada en Quito por Miguel de Santiago, uno de los pintores más importantes del barroco iberoamericano. En los ocho lienzos de Quito, Miguel de Santiago representa en la parte superior del cuadro los mandamientos por unos ángeles y los dones del Espíritu Santo también por ángeles; a la izquierda, las peticiones del Padre Nuestro, por medio de figuras femeninas; a la derecha, un obispo o un sacerdote sostiene el letrero de un sacramento; en el centro, una obra de misericordia, y abajo un pecado capital. Es decir, estamos ante un catecismo ilustrado de la fe cristiana. <br />
<br />
El mismo pintor quiteño realizó otra serie hacia mitad del s. XVIII para la catedral de Santa Fe de Bogotá, sobre los artículos del credo. Hay también series catequético-pictóricas dedicadas a la Salve Regina, como la de la Iglesia de Puerto Acosta, en Bolivia, obra del pintor Leonardo Flores, en la segunda mitad del XVII; a los sacramentos, por ejemplo, los cuadros conservados en Arani (Bolivia), de fines del XVII. <br />
Se representan sobre todo los sacramentos más controvertidos en la disputa reformista: el sacerdocio, la penitencia y la eucaristía. Destaca el retablo de San Francisco, de Bogotá, de complicado programa didáctico sobre el sacramento del sacerdocio: obra del ensamblador asturiano Ignacio Garda de Ascucha, llegado a Bogotá en 1619, y rematado, después de su muerte, por un religioso anónimo, que ha sido llamado «Maestro de San Francisco». <br />
<br />
Entre todos los sacramentos, la Eucaristía tuvo preeminencia en la representación pictórica y aun escultórica. Por influjo de «La disputa del Sacramento» de Rafael, y de varias representaciones de Rubens, en Iberoamérica encontramos frecuentemente el tema de la exaltación de la Eucaristía. <br />
<br />
Es famosa, por ejemplo, la de Melchor Pérez de Holguín, pintor boliviano de altas calidades, en Rosario (Argentina); en Achocalla (Bolivia), Leonardo Flores repite el tema, siguiendo de cerca a Rubens. En México Baltasar de Echave Rojas la representa en la Catedral de Puebla, y Cristóbal de Villalpando (1686) en la sacristía de la catedral metropolitana de México. <br />
<br />
También se representa como «Última cena»: en San Francisco del Cuzco; en Popayán (Colombia) la representa el pintor quiteño Bernardo Rodríguez. Es frecuente también la presentación de la Eucaristía en el momento de ocurrir un milagro sensible durante la misa para reforzar la fe de los perplejos e incrédulos en la transubstanciación: ya en el s. XVI en Nueva España es representada en las pinturas murales del convento franciscano de Cuernavaca; el pintor novohispano Basilio de Salazar dedicó a este tema su mejor obra, en 1645.<br />
<br />
En arquitectura, los monumentos más importantes de exaltación eucarística fueron los llamados «sagrarios» o capillas de grandes proporciones que se construyeron adosados a las catedrales, como el de México, una de las cumbres del barroco iberoamericano, y el de Bogotá, de exquisita factura. <br />
<br />
Otro tema muy del gusto del barroco, del que echa mano frecuentemente la Iglesia de la Contrarreforma, es la alegoría del triunfo de la Iglesia; imagen gráfica de un texto explicativo, más aún de una tesis, el triunfo de la Iglesia católica sobre los enemigos de Cristo: contra los judíos del Antiguo Testamento, contra los perseguidores, contra los herejes de todos los tiempos, hasta llegar a los de la Reforma Protestante; la Iglesia aparece asistida siempre por ángeles, evangelistas, doctores, fundadores, santos, y sobre todo por la Madre de Dios. Contemplan y como que organizan la escena las Tres Divinas Personas. <br />
<br />
Hay una composición de Cristóbal de Villalpando, dedicada al «Triunfo de la Iglesia militante y triunfante», bajo influencia de Rubens. También se la representó bajo la imagen de la Iglesia como la nave de Pedro, que también es llamada a veces «nave de la contemplación mística». Esta representación del «Triumphus Ecclesiae» tiene carácter de confrontación con los enemigos de la Iglesia, antiguos y modernos. En el s. XVI, a raíz de la Contrarreforma, se difundió mucho un grabado de Filippo Tomasini (en Roma 1602), que sirvió de punto de partida a otro editado en Milán bajo el título de: «Triunfo de la Iglesia Católica certificada por sus cuatro evangelistas y sus apóstoles y sus principales doctores contra toda herejía y supersticiones del Paganismo». <br />
<br />
Hay una buena representación pictórica de Melchor Pérez de Holguín, de 1707, en la Iglesia de San Lorenzo, Potosí (Bolivia): el eje de la composición es el mástil de la nave, coronado por Cristo como Rey de reyes, junto a su madre y a seis ángeles portadores de los instrumentos de la pasión; más a los extremos están los Evangelistas pregonando el mensaje de Cristo por toda la tierra. El mástil está concebido como «árbol de la fe cristiana» y por ello se colocaron en torno suyo a los «Fundatores religionum»: san Francisco, san Agustín, san Benito, san Bruno, san Pedro Nolasco, santo Domingo, etc. <br />
<br />
Cada uno está unido a Cristo por medio de una jarcia. Al lado de popa aparece san Pedro llevando el timón y mostrando las llaves, mientras que en una bandera se proclama que él es piedra angular. El costado de proa refleja el carácter combativo de la Iglesia, con santos modernos de la Contrarreforma; por ello algunos, como san Ignacio de Loyola, van provistos de venablos, y además cuentan con la ayuda del arcángel san Miguel, vencedor de Satanás en los cielos. La nave no tiene miedo ante los peligros de este mundo, y así va provista de dos áncoras: una es la «Bona Voluntas» y otra el «Desiderium Paradisi». <br />
<br />
Protegiendo a la nave se colocó en primer término una barcaza con los «Docto¬res Ecclesiae», san Gregorio, san Agustín, san Jerónimo y san Ambrosio, más santo Tomás de Aquino, quienes con sus remos alcanzan ya a las naves de los herejes y de los cismáticos, que llevan al timón al mismo Demonio (el ecumenismo estaba todavía por venir); no pudiendo resistir el ataque, los personajes más significativos huyen a nado, como Sabelio, Arrio, Lutero, Calvino, etc ... <br />
<br />
El tono triunfal se completa con las tres naves que van remolcadas y dirigidas por los profetas Daniel, Jeremías y Ezequiel contra los enemigos de Dios vencidos. Este ambiente de victoria se completa con la escena de la lucha del emperador Heraclio contra el persa Cosroes, en el ángulo inferior derecho, mientras que al otro extremo vemos las ruinas de un templo pagano con los ídolos destrozados de Apolo y Hércules, más la escena bíblica de los tres jóvenes salvos en el horno por haberse negado a adorar la estatua de Nabucodonosor. <br />
<br />
El conjunto queda rematado con dos escenas referidas a las ciudades de Damasco y Constantinopla: ante la primera, vemos la caí¬da de Saulo, que perseguía a los cristianos, y desde este momento se convirtió; y en la otra, aparece el papa convirtiendo a los turcos a las puertas de Constantinopla, expresando un deseo mesiánico de la Iglesia. <br />
<br />
El escultor Miguel Jiménez también la representó en relieve, aunque más pequeña, en la fachada principal de la Catedral de México. Parece natural que la tesis representada en dicho grabado se difundiera en Iberoamérica, donde la Iglesia de la Contrarreforma avanzaba victoriosamente destruyendo los ídolos indígenas. <br />
<br />
Igualmente es fuente inagotable de inspiración de contenidos iconográficos la tradición bíblica: sobre todo las páginas del Génesis, pero también las del Pentateuco, con sus historias de patriarcas, reyes y personajes representativos de la historia de la salvación, los profetas y, sobre todo, el Nuevo Testamento, con los misterios de la vida de Cristo, en especial los de su nacimiento, los de su Pasión y Muerte. <br />
<br />
El ciclo dedicado a la Santísima Virgen, en escenas bíblicas o bajo advocaciones de títulos hispanos o específicamente americanos, es abundantísimo. En fin, hay todo un ciclo dedicado a los santos, entre los más conocidos, los santos de grandes órdenes y congregaciones religiosas. <br />
<br />
==CONCLUSIÓN==<br />
<br />
Si en la primera etapa el arte fue instrumento en manos del misionero para evangelizar la religiosidad del pueblo americano, en la segunda, es el pueblo mismo quien, al expresar creativamente su religiosidad por medio del arte, se evangeliza a sí mismo, en una circularidad admirable. <br />
<br />
El resultado final es la abundante, variada y espléndida floración del arte religioso en América Latina, fenómeno único en la historia de la evangelización comparable sólo a la evangelización de Europa. Durante varios siglos las obras de arte religioso han venido ejerciendo un magisterio evangelizador silencioso y eficaz entre el pueblo sencillo y católico como entre intelectuales y políticos, a veces indiferentes y aun hostiles. ¡Tal es la fuerza evangelizadora ínsita en una obra religiosa bella! Glosando a San Pablo, podemos decir: «Verbum Dei non est alligatum», «la Palabra de Dios no está encadenada», sobre todo cuando también se presenta como ¡«Verbum pulchrum»! <br />
<br />
En el momento de trazar las líneas programáticas de la nueva evangelización, conviene tener en cuenta el modelo de la evangelización fundante: religiosidad y arte iban de la mano, sea para evangelizar al pueblo a medio y largo plazo, sea para que el pueblo mismo, expresando creativamente su fe religiosa en formas plásticas bellas, se convierta, a su vez, él mismo en verdadero evangelizador.<br />
<br />
==Notas==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
=Bibliografía=</div>MGARCIA