TEJEDA Y GUZMÁN Luis De

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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( Córdoba, 1604; Córdoba, 1680) Religioso dominico y primer poeta Argentino

Vida y formación

Luis José de Tejeda y Guzmán era nieto del valeroso capitán don Tristán de Tejeda, llegado a Córdoba de la Nueva Andalucía junto con Cabrera y don Hernán Mejía Mirabal, maestre de campo. 'I'ristán se casó con una hija de este último, Leonor Mejía Mirabal, de cuyo matrimonio nacieron siete hijos, entre ellos don Juan de Tejeda, padre de nuestro Luis José de 'I'ejeda , don Juan contrajo enlace con doña María de Guzmán, hija del General Pablo de Guzmán que llegó del Perú comisionado por el Virrey y que terminó afincándose definitivamente en Córdoba.

De los cinco hijos habidos por este matrimonio, fue el primero José Luis de Tejeda. Si hemos de dar fe con las debidas precauciones al ensayo sobre la genealogía de los Tejeda (contra cuya objetividad ya hemos sido varias veces advertidos),[1]al menos podemos asegurar que Luis recibió esmerada educación y fue muy pronto puesto bajo la dirección de los Padres jesuitas. Es sumamente probable que Tejeda haya sido estudiante de la aun joven Universidad entre los años 1616 Y 1621 y por consiguiente, alumno de los Padres Juan de Albis y Miguel de Ampuero ; según el testimonio del propio Tejeda, alcanzó el grado de Maestro en Artes o Filosofía,[2]aunque es probable que siguiera cursos de Teología sin llegar a graduarse.

Al parecer, fue tanto el aprovechamiento del joven Luis que el Obispo Julián de Cortázar, con ocasión de un certamen sostenido por Tejeda, manifestó que "Este joven habrá de ser con el tiempo el maestro universal de la literatura tucumana". Y la profecía resultó verdadera respecto de quien habría de ser el primer poeta argentino y no sólo poeta sino filósofo y teólogo.

Según la exagerada Genealogía de los Tejeda, "fue sentimiento común que poseyendo perfectísimamente varios idiomas versificaba en todos ellos con la mayor facilidad. Además de esto entendía en griego o hebreo cuya versión le facilitó mucho la lectura de los filósofos y poetas antiguos, y las Sagradas Escrituras en que hacía su principal lectura y afición: En fin a impulsos de un profundo estudio y meditación logró en tan breves años adquirir no vulgares instrucciones en las matemáticas, medicina, jurisprudencia, filosofía y teología y se formó un excelente mitólogo, orador elocuente, y poeta consumado según lo demuestran las pocas piezas que de esta clase se han conservado hasta estos tiempos.”[3]Ante tan rotundo testimonio referido a una ciudad y un ambiente que estaba en los comienzos, se justifica la desconfianza de Martínez Paz,[4]y su reserva en creer que todo lo que manifiesta el citado párrafo sea verídico; pero, al menos podemos estar ciertos que no era común el nivel de formación logrado por Tejeda en Córdoba.

Su vida transcurre luego entre su personal entrega a violentas pasiones y amoríos: "Eran lynzes los desseos /los afectos eran armas escalas los pensamientos/ y llaves las esperanzas". Para el pobre Luis, su "sentido" es una "laguna de llamas" que le condujo a comuniones sacrílegas y traiciones repetidas, hasta el momento terrible de su conversión: "un Rayo de su Piedad/ no de su Justicia rara/ enbuelto en luz arrojó/ asta el centro de mi Alma". Así pues, esta vida tumultuosa que se desarrolla entre un casamiento impuesto, una dura carrera militar, sus diez hijos y su propia deuda con la justicia, le llevó un día a profesar en el Convento de Santo Domingo donde tomó el hábito de novicio en 1663 y donde vivió dedicado a pensar, a escribir y a esperar la muerte que llegó a visitarle el 19 de setiembre de 1680.


Obras y erudición

De las obras de Tejeda que han llegado hasta nosotros, la más importante es, sin duda, la que tiene en la portada del códice un título escrito por otra mano y que dice: Libro de varios tratados y noticias; escrito por el Reverendo Padre Fray Luis de Texeda Religiosso del Sagrado Orden de Predicadores de esta Provincia del Tucumán - Año del Señor 1663;[5]esta obra fue editada por Martínez Paz con el título de Coronas líricas en 1917 y con el título de la portada y minucioso estudio y notas por Jorge M. Furt, en 1948.

Las Coronas líricas constituyen un poema teológico, filosófico, moral y aun místico y está formado por tres partes: en la primera se comienza por dos cantos dedicados a la Inmaculada Concepción; allí se contiene después el "Romance sobre su vida" y luego de larga prosa, el bello poema (bastante filosófico) "El Fénix de amor"; las otras dos partes (prosas extensas y poemas) constituyen una mística "corona lírica de rosas”.

Si nos fijamos en las citas de estos escritos y tenemos en cuenta las advertencias de Furt sobre algunas que serían indirectas, se puede afirmar que fray Luis había frecuentado las obras de Santo Tomás, el De fide spe et charitate de Domingo Bañez, San Agustín (que estaba completo en la Librería jesuitica) , San Alberto Magno, San Buenaventura en menor medida, Gerson, San Pedro Damiano, San Roberto Belarmino, el beato Antoníno de Florenda, San Bernardo, San Jerónimo, San Juan Damasceno, San Juan Crisóstomo, Orígenes, (cuyas obras estuvieron en la Librería jesuítica y fueron remitidas después a Buenos Aires); naturalmente, Francisco Suárez y, especialmente, Santa Teresa de Avila ; entre los renacentistas italianos, parece haber conocido a Pico de la Mirándola, y entre los clásicos, Platón.

Seguramente o pasaron por sus manos los autores ascéticos españoles como Eusebio de Nierenberg, principalmente. Esta simple enumeración, que es selectiva, con ser realmente importante para su época, modera bastante el juicio de la Genealogía sobre la erudición de Tejeda. Sin embargo me atrevo a decir que era muy extraordinaria para el medio y la época. Solo resta realizar el intento de internarnos en su pensamiento filisófico-teológico.[6]

Un pensamiento itinerante Como resultado del desengaño del mundo, Tejeda ve el todo como si por primera vez lo hubiese descubierto después de haber estado dormido: "Ya la luz de la razón/por su horizonte rayaba/de mis dormidas potencias / la región obscura y vaga".[7]Las potencias, para Tejeda como para la tradición patrística, están "dormidas" mientras estoy olvidado de mí, derramado en Babilonia, es decir, en la exterioridad del mundo. Tales potencias son la memoria, el entendimiento y la voluntad; Esto evoca la doctrina agustiniana sobre las potencias;[8]en Tejeda, la doctrina es de Santa Teresa y San Juan de la Cruz.

Para San Juan, la memoria está como ofuscada en las tinieblas del apetito; lo mismo el entendimiento mientras no ve a Dios que es la "salud del entendimiento" y la voluntad está "vacía" como resultado de su "hambre de Dios".[9]Mientras las potencias se encuentran "divertidas" mirando el mundo creado, no pueden re-conocer la luz de sí mismas que es luz increada: "Y ellas siempre divertidas/ en la Hermosura Criada/ la luz no reconocían/ de la Beldad soberana". Por eso, en cuanto vuelvo sobre mí y allí hacia la Fuente de la luz in-creada, no puedo no descubrir a Dios, causa primera y "centro" del alma: "Estaba el sumo Hacedor/mi Padre, y primera causa/diciendo desta manera/ en el centro de mi Alma". Hasta este punto, Tejeda ha descripto el estado de las potencias adormecidas en lo creado, hasta que descubren a Dios en el "centro" del alma.

Esta idea del "centro" es propia de los místicos y de la escolástica cristiana; Dios está en el alma por presencia, esencia y potencia. Es esta doctrina tomista, pero también propia de los místicos como San Juan quien dice que "El centro del alma es Dios, el cual, cuando ella hubiere llegado según toda la capacidad de su ser y según la fuerza de su operación e inclinación, habrá llegado al último y más profundo centro suyo en Dios, que será cuando con todas sus fuerzas entienda y ame y goce a Dios".[10]Lo cual viene a coincidir con Santa Teresa quien, al hablar del ensanchamiento del corazón dice que tal cosa nace "de otra parte aún más interior, como una cosa profunda. Pienso que debe ser el centro del alma"...[11]

Desde el "centro" del alma, la "primera causa" habla interiormente al hombre. Tejeda expresa poéticamente este diálogo interior: "Este que ha poco saqué/ del Abismo de la nada/ y oy tiene por su individual la naturaleza Humana"; es decir, el hombre supone la nada de la cual Dios por creación le ha puesto en la existencia. Y agrega: "Ya ha tenido un ser Eterno/ en mi idea soberana/ a donde estuvo conmigo/ quando consigo no estaba"; con lo cual fray Luis viene a afirmar (como toda la Patrística y toda la Escolástica y la mística) que lo existente (el hombre en este caso), cada existente, ha sido y es una idea de Dios, es decir, un posible en Dios; en otras palabras tiene y "ha tenido un ser eterno" en Dios que, al conocerle, lo crea. Mientras no ha sido creado y es solamente una "idea", aun no estaba consigo, como lo está después.

Entonces, supuesta la creación ex nihilo sui, el hombre recibe de sus padres el cuerpo y el alma de Dios: "Sólo tiene de sus Padres/ la materia vil y Baxa/ en que el alma le infundí/ quando estuvo organizada. Apenas fue concebido/ cuando por custodio y guarda/ le di un spíritu Bello/ de mis Angélicas Guardas”. Yo he sido una idea en Dios quien se comporta como "el divino ejemplar”.[12]

Con lo expuesto se ve que la subyacente ontología de Tejeda implica una antropología, una muy clara idea de la naturaleza del hombre como compuesto de alma y cuerpo, participante de la naturaleza de Dios, causa no causada de todo lo que es. Pero esta antropología es, simultáneamente, teológica e iluminada por la fe. En el estado de la Caída original ("su antigua Heredada Mancha") y pese a la posterior "vestidura de la Gracia", en su estado de peregrinaje, el alma del hombre está como dormida: "su memoria aún no se acuerda/ su voluntad aun no ama./ Su entendimiento aun no advierte/ dignidad tan soberana/ que obxetos la solicitan/ de diversiones más vanas".

Vuelta el alma de su exteriorización, de su estar dormida, puede escuchar la voz de Dios que le habla (agustinianamente) desde la interioridad; Dios mismo le dice al alma que pudiera llevarla donde Él quiere, con Él, sin que nada mereciera: "Pero quiero que merezca/ con su esfuerzo y con mi gracia/ y que el coronarla sea/ diferente que el criarla".

Pero la presencia de la Gracia la recrea y es, por eso, diferente de lo que era; las tres potencias (memoria, entendimiento, voluntad) manifiestan su semejanza con Él y en su querer o no querer encontrará el alma su beatitud o su desgracia: "Con esas sus tres potencias/hechas a mi semaxanza /y mi auxilio vencer puede/ una conquista tan ardua". Por eso, la libertad del hombre, don de Dios, le sirve para peregrinar por la tierra de Babilonia, "esta Ciudad sin Dios". Todo lo que es creado es, pues como para San Buenaventura, escala hacia Dios y el hombre por esa escala peregrina aguzando progresivamente sus potencias.

Tejeda podía ahondar lo que queda expuesto más arriba y en realidad, aunque poéticamente, le dio una nueva y más trabada estructura. Pero esta estructura doctrinal no es sino una doctrina sobre el amor radicado en el centro del alma y distendido hacia el Sol increado que es Dios, amado en los seres que le muestran en lo creado. Según el mismo Tejeda lo declara, fue Pico de la Mirándola su maestro en esta doctrina aunque cuidadoso de su ortodoxia católica, estuvo lejos de seguirle servilmente.

Vale la pena transcribir el texto venerable por ser uno de los primeros textos filosóficos escritos por un argentino: "El insigne Pico mirandulano, en la exposición docta y erudita de una canción de Gerónimo Beni Beni al amor según la doctrina de Platón; dio motivo a la que queda escrita sin exceder los términos cathólicos, que en ella y en su exposición solamente, no pueden seguir, en prueva de que en S. Joseph no fuera imposible aun naturalmente, ser muy enamorado de la hermosura de su esposa, sin desdoro alguno de su virginal decoro. Pues este amor puro es tan compatible con los afectos de la naturaleza gobernados por la recta razón del entendimiento; confusión de los herejes, que en el mejor individuo della aun prevenido con tan sobrenaturales esfuerzos como atrás quedan representados por tan sabias y santas plumas no asienten a lo que en los límites ordinarios de la naturaleza, sintió por posible en la definición del amor un filósofo gentil.”[13]


NOTAS

  1. "Ensayo sobre la genealogía de los Tejeda", La Revista de Buenos Aires, IV, N° 45, enero 1867, p. 29-58; IV, N° 46, febrero 1867, p. 177-198; IV, NI> 47, marzo 1867, p. 321-342; IV, N° 48, abril 1867, p. 481-498. Códice original de A. J. Carranza, N° 6625 bis de la Biblioteca Nacional (Manuscritos); la publicación de la Rev. de Bs. As. contiene parte del manuscrito; el manuscrito más importante es el que fue de Mons. Pablo Cabrera, 2 vols., Instituto de Estudios Americanistas 252 y 139 ff., 9-4, N° 2555, Córdoba.
  2. Coronas líricas, pág. 28, 342 pp. Precedido por una noticia histórica y crítica por Enrique Martínez Paz y anotado por Pablo Cabrera, Biblioteca del Tercer Centenario. Córdoba, 1917; edición hecha sobre el códice manuscrito que se conserva en la Biblioteca del Monasterio de Carmelitas de Córdoba: Libro de Varios/ tratados, y noticias,/ escrito por el Reverendo/ Padre Luis de Texeda] Religioso del sagrado Orden/ de Predicadores desta/ Provincia del Tucumán./ Año del Señor de 1663; ejemplar. en pergamino, 311 ff., 10 x 14 cm., Córdoba. Sobre este mismo manuscrito, Libro de varios tratados y noticias, 365 pp., Lección y notas de Jorge M. Furt, Coni, Buenos Aires, 1947; además, Peregrino en Babilonia y otros poemas de Don Luis de Tejeda (poeta cordobés del siglo XVII), 287 pp., Noticia preliminar, por Ricardo Rojas (p. 11-77), Librería La Facultad, Buenos Aires, 1916. (Utilizo el ejemplar del Instituto de Estudios Americanistas de la Universidad de Córdoba, minuciosamente anotado, glosado y corregido de puño y letra de Mons. Pablo Cabrera). No hay mucha bibliografía sobre Tejeda: Antonio E. Serrano Redonnet, "Pico della Mirandola en Córdoba del Tucumán", Sección de Crítica, t. 2, N°8, Instituto de Literatura Argentina, Fac. de Fil. y Letras, Univ. de Bs. As., 1943; Osvaldo Horacio Dondo, "Sobre la poesía de Luis José de Tejeda", Ortodoxia, N° 7, p. 273-282, Bs. As., 1944.; Daniel Devoto, "Escolio sobre Tejeda" Revista de Estudios Clásicos, II, 1946-7, Mendoza, p. 93-132.
  3. Jorge M. Furt, Libro de varios tratados y noticias, Buenos Aires 1947 p. 338.
  4. "Luis José de Tejeda. El primer poeta argentino", Intr. a Coronas Líricas, p. XXV, Córdoba, 1917.
  5. Enrique Martínez Paz, Op., cit., p. LI
  6. En la época de Tejeda, seguramente contaba la Universidad con varios ejemplares de las obras de Santo Tomás, de San Agustín, de Duns Escoto y Suárez. Igualmente, de Domingo Bañez, San Alberto, Gerson, San Pedro Damiano, Belarmino, eran varias las ediciones de Nieremberg ; enumeremos también San Jerónimo, San Juan Damasceno, el Crísóstomo, San Ambrosio, Cayetano, el Ferrariense; es casi seguro que contaron con obras de Platón y seguramente de Aristóteles. Entre los místicos, Santa Teresa, San Juan de La Cruz.
  7. Coronas líricas, p. 21.
  8. De Trinitate, XI, 3,6.
  9. Subida del Monte Carmelo, 1,8,2; Cántico espiritual, 2,6; Llama de amor viva, 3,20; cito por Vida y Obra de San Luan de La Cruz. Biografía de Crisógono de Jesús. Introducciones y revisión del texto por Lucinio del SS. Sacramento y presentación y revisión del texto de la Biografía y notas por Matías del Niño Jesús, BAC, Madrid, 1955
  10. Llama de amor viva, 1,12.
  11. IV Morada, II,5; cito por Obras Completas, transcripción Introducciones y notas de Efrén de la Madre de Dios y Otger Steggink, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1967
  12. Coronas líricas, p. 73
  13. Op., cit., p. 99


ALBERTO CATURELLI