PANAMÁ; Impacto de la cultura francesa

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
Ir a la navegaciónIr a la búsqueda

Sobre este tema, habría que afirmar que la impronta de la cultura francesa en Iberoamérica fue determinante en los siglos diecinueve y veinte, aun cuando, por lo que respecta a Panamá, ésta tiende a debilitarse, desde la primera mitad de la vigésima centuria, por la hegemonía de la cultura norteamericana, que se incrementa a partir de 1904, principalmente en su zona de tránsito. Sin embargo, se puede aseverar que, en algunos elencos de la población, la cultura francesa se mantiene vivaz hasta la década del treinta del siglo veinte, sobre todo a nivel de la intelectualidad de aquellos días. No obstante, en Latinoamérica, la huella de la cultura francesa se extendió con vigor durante buena parte del siglo veinte a tiempo que la norteamericana tuvo que esperar hasta 1945 para imperar multitudinariamente.

Es evidente que el influjo de una cultura dice relación con la presencia de sus miembros en el seno de los distintos países. En Iberoamérica, más bien desde inicios del siglo diecinueve, registramos la llegada de múltiples inmigrantes galos en las regiones del cono sur – Argentina, Chile, Uruguay – y en el resto de Sudamérica. En dichas naciones, la impronta de la cultura francesa se robustece por el arribo de oleadas demográficas provenientes de varias comarcas galas que se avecindan allá. Muchos de los recién venidos se arriesgan a viajar a los espacios anfitriones por problemas económicos que experimentan en su país de origen. Por regla general, los emigrantes galos se reclutan entre los agricultores, los obreros y los sectores pequeñoburgueses de Francia. Con el paso del tiempo, se opera una movilidad social ascendente de esos elementos, muchos de los cuales enriquecen el espectro de la clase media sudamericana y algunos se sitúan, más tarde, a escala de sus clases dirigentes.

Aparte de la mera presencia demográfica de las colonias de franceses en Latinoamérica, más populosas en la América Austral y menos visibles en Centroamérica, la cultura francesa mostrará su dominio en el plano de las ideas políticas, económicas y sociales merced al ideario de la Revolución Francesa de 1789 y por obra de la literatura filosófica gala y las ideas de la Ilustración que jalonarán todo el siglo diecinueve iberoamericano. Si, por una parte, en Latinoamérica influyeron los postulados políticos de la revolución norteamericana de 1776, la primacía de lo francés se expresará a través de los lemas de «libertad, igualdad y fraternidad», que electrizarán a las masas iberoamericanas a lo largo de los siglos diecinueve y veinte y que tardarán en cristalizarse en el nuevo mundo nuestro, tan gravado por las desigualdades insuperables.

Si el legado de la Revolución Francesa lo defenderán los pensadores liberales de nuestra América, también se leyeron, aquí, las obras redactadas por teóricos galos conservadores, tanto decimonónicos como del siglo veinte. Más tarde, las ideas francesas, superada la utopía liberal, sostendrán otros proyectos políticos como, por ejemplo, el socialismo desde la mitad del siglo diecinueve en adelante y otras filosofías políticas, como el comunismo, en pleno siglo veinte.

Por otra parte, convendría señalar que, aun en el siglo XVIII, la presencia de las ideas políticas francesas, anteriores a la revolución de 1789, se palpará a través del pensamiento de los Borbones que se extiende a España y América al regir la dinastía borbónica a la Península y tratar de implantar reformas económicas en las posesiones de ultramar. Dichas transformaciones generarán resistencias en Hispanoamérica. Sin embargo, proceden de modelos económicos y políticos franceses coetáneos. De modo que, incluso en el siglo XVIII, se dio, en toda nuestra América, la recepción de ideas económicas francesas adoptadas por la Corona hispana a título de pensamiento estatal. Además, algunas expediciones científicas galas atravesarán el istmo al promediar el siglo XVIII.

En el caso panameño, importa destacar la presencia de algunos comerciantes de origen francés, avecindados en la Ciudad de Panamá, en el ocaso del siglo XVIII e inicios del siglo XIX – como los Jované, Saint-Guilhelm, Barés y Denis – cuyos descendientes se adaptarán desde esas calendas. Comparando con lo que acaecía en Buenos Aires, Santiago de Chile, Montevideo, el influjo demográfico francés, a escala de sus mercaderes, resultó ser bastante minoritario a la sazón. Empero, si leyéramos los primeros periódicos panameños del siglo XIX, a partir de 1821 hallaremos múltiples epígrafes y no pocas citas de pensadores galos en boga. Modalidad que se reproduce a través del siglo XIX y los albores del siglo XX en Panamá.

Por ello, a la relativa escasez de colonos franceses en el Istmo, habría que agregar la popularidad de las ideas económicas, políticas y sociales francesas en el plano de la superestructura y el pensamiento de las élites y de ciertas unidades de los grupos mesocráticos y populares. Ideas que florecen a medida que Iberoamérica comienza a distanciarse de la antigua metrópoli hispánica. Paralelamente a la gravitación de Francia surge el auge del pensamiento económico, político y social británico, y aun el estadounidense que se convertiría en influencia preponderante por aquellas décadas.

Antes de 1850, Panamá registrará la visita de geólogos franceses deseosos de conocer el terreno con miras a la construcción de un canal interoceánico. Desde la mitad del siglo XIX, pasarán por el istmo muchos ingenieros y no pocos naturalistas y científicos sociales galos que redactarán valiosos trabajos sobre Panamá.

Sorprendentemente, Panamá volverá a afrancesarse en la segunda mitad del siglo XIX al inaugurarse el ferrocarril transístmico – 1855 – construido y administrado por una empresa privada norteamericana. Años antes, a partir de 1849, la economía del Istmo recibirá un benéfico remezón con el arribo de los primeros inmigrantes norteamericanos y europeos hipnotizados por la fiebre del oro de California, el Gold Rush. Entonces, adviene la primera bonanza panameña post-independentista luego de casi treinta años míseros que coinciden con la denominada época de unión a Colombia.

El período calificado como el de ‘‘la California’’, signará al Istmo de 1849 a 1869. Cesará al inaugurarse el ferrocarril transcontinental norteamericano en ese último año. Entonces, cundirá una recesión en Panamá que se extenderá durante toda la década del setenta. A partir de 1880 hasta 1888 se repetirá otra etapa fausta, a la que se conoce como la época del Canal Francés, en que el predominio de lo galo renace en Panamá, a semejanza de lo ocurrido durante el Gold Rush.

Como acabamos de explicar, de 1849 a 1869 se fortalecerá la impronta francesa en Panamá por conducto de un sinfín de inmigrantes que terminarán hospedándose en el Istmo antes o después del viaje a California. En esa veintena de años se instalan plurales habitantes de Francia, tanto en las ciudades terminales de Panamá y Colón como en algunas comarcas agrarias: Coclé, Herrera, Los Santos, Veraguas, Chiriquí. En esta última región se aprecia el arraigo de no pocos recién llegados galos deseosos de ensayar la experiencia agrícola o mercantil en un espacio dotado de suelos más fértiles, próximos a las naciones de Centroamérica. Algunos intentarán colonizar, a la postre, las tierras altas chiricanas.

La Ciudad de Panamá coetánea recibirá una oleada poblacional francesa considerable. Entre los inmigrantes galos destacan obreros, agricultores, artesanos, técnicos, marinos e incluso profesionales – médicos, ingenieros -. Comoquiera que escaseaban los europeos en el istmo central, muchos franceses contraen nupcias con damas del patriciado local que practicaban secularmente una rutinaria endogamia. La llegada de esos ciudadanos de Francia permitirá optar por la exogamia.

Así, muchos franceses sellan alianzas matrimoniales con jóvenes de la élite lugareña: Féry, Hourquet, Lecompte, Brin, Poylo, de Roux, Quelquejeu, Lambert, Heurtematte. Una generación más tarde, esos apellidos galos pertenecerán a la clase alta panameña, integrando la gran burguesía finisecular del Istmo. Por otra parte, algunos apellidos franceses formarán parte de la clase media desde esos decenios – Chevalier, Charpentier, Perigault, Andreve, Mathieu, Roy, Clément, Pirón, Barrelier – y otros unirán sus destinos a los sectores populares. Conviene añadir que algunos de los descendientes de esos franceses terminan ruralizados en los más dispares distritos del Istmo.

En síntesis, la revolución de los transportes, acaecida al promediar el decimonono, estimula el arribo de una dinámica colonia francesa que permanece en Panamá desde esos años, al igual que otras colonias de estadounidenses, alemanes, austriacos, suizos, suecos, italianos y de otros países europeos e incluso judíos, chinos, hindúes, antillanos, iberoamericanos, que convertirán al Istmo en una especie de «torre de Babel» a partir de 1849.

Como acabamos de ver, la huella de Francia en Panamá se advierte, en cierta forma, a partir del siglo XVIII, multiplicándose en el decimonono con la llegada de ciudadanos galos que terminan asimilados al Istmo. En el periodo de la California, su impronta tenderá a incrementarse y, poco después, a partir de 1880 a 1888, Francia estará presente durante la etapa del Canal Francés. A lo largo de ese lapso, una compañía privada gala intentará construir un canal interoceánico.

Nuevamente nos visitan súbditos de Francia entre los cuales algunos hincarán sus raíces para siempre tanto en el istmo central como en varias provincias panameñas: Estripeaut, De Bouteaud, De Dianous, Hauradou, Clavel.

A semejanza de la California (1849-1869), durante el Canal Francés (1880-1888), aparte de los ingenieros, de los técnicos y de los empleados galos pertenecientes a la Compañía Universal del Canal Interoceánico, ingresa un proletariado de origen africano importado de las Antillas británicas y francesas: Martinica, Guadalupe, María Galante. No pocos de estos obreros, paralizadas las obras canaleras, abandona o permanece en Panamá dedicándose a los más diversos trabajos manuales en las urbes y en el agro.

Fenómeno similar acaecería de 1904 a 1914, en la época de construcción del canal norteamericano, cuando nos visita una populosa oleada obrera antillana que se dedica a las labores de excavación de la vía inter-marina. Si bien el grueso de la población obrera antillana procede de Barbados, Trinidad y Jamaica, vendrán a nuestras playas trabajadores de las Antillas francesas, de los cuales una fracción se avecindará permanentemente en el Istmo. De modo que el influjo francés se dará, desde la segunda mitad del siglo XIX, a partir de la metrópoli gala y de las Antillas francesas.

Durante el periodo del Canal Francés, el istmo central tenderá a afrancesarse en el plano de la cultura y de los gustos estéticos. Se vivirá una época de prensa trilingüe ó cuatrilingüe, pues, aparte de las noticias en español, circularán páginas en inglés, francés y en chino. Respecto de la educación femenina privada, se establecerán colegios regentados por religiosas francesas, y las hermanas de la Caridad ejercerán la enfermería en los hospitales coevos.

La primacía de Francia se prolongará después de 1888, último año de bonanza del Canal Francés y será apreciable, como advertimos, hasta los albores del siglo veinte. La intelectualidad, educada en Francia, se manifestará con fuerza en las primeras décadas republicanas a través de sus artistas como Roberto Lewis García de Paredes (1874-1949), el pintor del plafond del Teatro Nacional y el musicólogo y folclorista Narciso Garay Díaz (1876-1953), fundador del Conservatorio Nacional. Incluso el amor a la cultura de Francia se utilizará, en pleno siglo veinte, para contrarrestar el influjo norteamericano desde las esferas del poder, como se registra a través de las administraciones liberales de Belisario Porras (1912-1924) y el afán de sus ministros como Guillermo Andreve, Narciso Garay Díaz, Jephta Duncan y Octavio Méndez Pereira, entre otros.

En el siglo veinte, la llegada temprana a Panamá de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, desde 1904, quienes se encargan de la educación primaria pública hasta 1912, fortalecerá la cultura francesa en las capitales provinciales del Istmo en la medida en que los primeros religiosos de La Salle – al principio franceses, luego españoles – regentaron uno de los más ilustres planteles primarios y secundarios de la capital de Panamá. Conviene agregar que, aparte de la educación primaria pública, los religiosos de La Salle fueron los responsables de la primera Escuela Normal republicana, donde se educara Octavio Méndez Pereira, primer rector de la Universidad de Panamá hacia 1935, formado también en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile.

También, a partir de la época republicana panameña, existirá una embajada francesa en Panamá, entidad superior a los consulados galos que se sucedieron desde 1843. Se multiplican, pues, los acuerdos y los convenios entre Panamá y la República Francesa.

Si bien es perceptible la hegemonía de la cultura estadounidense en nuestras maneras de ser, a partir de la década del treinta de la vigésima centuria importa destacar que, muchos profesionales panameños, se educaron en Francia durante todo el siglo veinte y los albores del tercer milenio en las más dispares disciplinas desde la pintura, la música, la química, el derecho, las ciencias naturales y exactas, las ciencias humanas, los idiomas, la ingeniería, la medicina, las finanzas, la filosofía y aun la astronomía.

En la segunda mitad del siglo veinte, conviene memorar el establecimiento, hacia 1951, de la Alianza Francesa en Panamá, institución que ha bregado por la irradiación de la cultura de Gustave Flaubert y la enseñanza de la lengua de Pierre Racine entre nosotros. Hoy por hoy, aún existen algunos planteles franceses en el Istmo como la Escuela Franco-Panameña Louis Pasteur y la Escuela Francesa Paul Gauguin. Además, la presencia francesa se incrementaría a través de sus instituciones bancarias, financieras, económicas, e inclusive hoteleras, turísticas, que se diversificaron en Panamá al promediar la vigésima centuria.

Pese a la norteamericanización creciente sufrida por el país panameño, la huella de Francia y de su cultura sigue gravitando en este rincón de Centroamérica.


Bibliografía

  • Figueroa Navarro, Alfredo, Dominio y sociedad en el Panamá colombiano, 1821-1903 . Escrutinio sociológico, 3ª edición, Editorial Universitaria, Universidad de Panamá, Panamá, 1982.
  • Jaén Suárez, Omar, Francia y Panamá a través de la historia, Paraninfo, Imprenta Universitaria, Panamá, 1988.
  • McCay, Alberto Arturo, Aspectos significativos de la cultura francesa al desarrollo de Panamá, en V.A., Este país, un canal, encuentro de culturas, CEASPA, Naciones Unidas, Panamá, 1999.


ALFREDO FIGUEROA NAVARRO