MOYA Y VALENZUELA, Juan Bautista

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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(Jaén, 1504; Valladolid (hoy Morelia), 1567) Religioso y misionero agustino; políglota

En el Reino de Jaén, España, el 24 de junio de 1504, festividad de la natividad de San Juan Bautista, nació un hijo del matrimonio formado por Jorge Moya y Tomasa Valenzuela, bautizándolo con el nombre del santo celebrado el día de su nacimiento. Siendo aún muy niño llamó la atención su habilidad para hablar latín, por lo que sus padres lo llevaron a estudiar latín y griego al Convento que en Salamanca tenía la Orden de San Agustín. En 1522 decidió tomar los hábitos, profesando en 1523; en la Universidad de Salamanca realizó sus estudios de filosofía y teología, concluyéndolos brillantemente.

En 1532 el Padre Provincial fray Francisco de Nieva decidió enviar a la Nueva España al primer grupo de misioneros agustinos, y fray Juan Bautista Moya fue elegido para viajar al Nuevo Mundo; sin embargo un problema familiar le impidió llegar a tiempo al barco y el grupo zarpó sin él. Tuvo que esperar al segundo grupo de misioneros agustinos que, en número de doce, zarpó hacia la Nueva España, arribando a Veracruz en 1536. En la ciudad de México recibió el encargo de sus superiores de proclamar el Evangelio hacia el sur, en la región de “tierra caliente”. Para comunicarse mejor con los indígenas, rápidamente aprendió la lengua náhuatl. Tras diez años de trabajo en esa región fue trasladado a Huauchinango en la sierra norte de Puebla, donde permaneció poco tiempo ya que fue nombrado Prior del Convento de San Agustín de la ciudad de México, y donde también estuvo poco tiempo, pues solicitó su traslado a la tierra caliente de la provincia de Michoacán.

Acatando su petición, en 1553 fue designado Prior del Convento de Tacámbaro y titular de la Parroquia de esa población, donde nuevamente se entregó con ardor y celo a la predicación y administración de los sacramentos entre los pobladores de la tierra caliente. En este lugar se distinguirá especialmente por dos características: la primera, su notable labor como constructor; la segunda, por actos milagrosos atribuidos a la santidad que emanaba de su persona. Como constructor edificó el templo y el convento de Pungarabato (hoy Ciudad Altamirano) y posteriormente, con la finalidad de establecer a los indígenas semi-nómadas en lugares estables, fundó las doctrinas de Nocupétaro, Turicato, Cutzeo, Tzirándaro, Huacana y Purungueo, donde edificó templos, escuelas y hospitales.

De entre los numerosos milagros que se le atribuyen, está el ocurrido en Tacámbaro, donde a la vista de todos encajó en la tierra una rama seca, la que en pocos minutos echó raíces, floreció y dio fruto. Un hecho parecido ocurrió en Pungarabato, donde edificó en el atrio del templo una Cruz y prometiendo que nunca las crecientes de los ríos Balsas y Cutzamala inundarían esa población. En Pungarabato permaneció hasta 1567 cuando enfermó seriamente, por lo que fue trasladado a Valladolid (hoy Morelia) donde falleció el 20 de diciembre de ese mismo año. Sus restos descansan en el Convento de los agustinos de Morelia.

Bibliografía

  • Ricard Robert. La conquista espiritual de México. FCE. México, 7 reimpresión, 2002.


JUAN LOUVIER CALDERÓN