CALDERÓN, Antonio

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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(Vilches, 1508; Villa de Las Salinas, 1612) Obispo

Antonio Calderón era andaluz, proveniente de Vilches, pueblo situado en la provincia de Jaén y formaba parte del Colegio Real de Granada. Había sido deán de la Catedral de Santa Fé en Bogotá, y en 1592 fue nombrado obispo de Puerto Rico. Para la sede episcopal panameña será nombrado en 1598, pero no llegará a la misma sino en 1599 encontrando una iglesia que carecía de su pastor desde hacía unos seis años.

Su estadía en Panamá se vió afectada a los solo nueve meses de haber llegado, por su participación en el V Concilio limense convocado por Toribio de Mogrovejo, arzobispo metropolitano de Lima. Dicho concilio habría debido celebrarse en 1598 al cumplirse los siete años entre una asamblea y otra según se había dispuesto con anterioridad. Sin embargo la solicitud del virrey del Perú, Don Luis de Velasco, de aplazarlo en vista de la exigencia de contar con el parecer y autorización de parte del rey hizo que el mismo no se realizara sino hasta abril de 1601.

El Obispo Calderón participó en este concilio junto al obispo de Quito, Fray Luis López de Solís, y al metropolitano de Lima, Toribio de Mogrovejo. Los obispos de las demás diócesis sufragáneas no lograron participar en vista de las variadas dificultades que encontraron. El Concilio se llevó a cabo del 11 al 17 de abril dando como resultado la emisión de siete decretos. Los dos primeros se referían a la misma asamblea; el tercero y el cuarto al nombramiento de jueces sinodales; el quinto trataba la provisión de los obispos según las disposiciones del concilio de Trento y el sexto evidenciaba la importancia de observar el tercer Concilio Limense y la orden de que todos los curas y jueces eclesiásticos tuviesen copia del mismo.

Participar en el V Concilio Limense tomó al obispo panameño más de un año pues, si partió de Panamá hacia el Perú en marzo de 1600, no regresó a su sede sino hasta julio de 1601. Esta ausencia de su diócesis debió causar gran desagrado al obispo Calderón, pues una vez en Panamá escribió al rey dando cuentas del desenvolvimiento del concilio y solicitándole no verse obligado a participar en futuras asambleas sin la expresa orden del monarca.

Don Antonio Calderón inicia la visita a la diócesis en agosto de 1602. Para entonces, además de la ciudad de Panamá, la diócesis contaba ya con varias poblaciones de indios y de negros, además de los pueblos de españoles que se habían ido fundando durante la segunda mitad del siglo XVI. Hacia el sur y centro del istmo se encontraban San Nicolás de Pacora, Chepo, Penonomé, Natá de los Caballeros. En la costa atlántica o norte del istmo, a raíz de la destrucción de Nombre de Dios en 1596 por el pirata Francis Drake, se había fundado en 1597 San Felipe de Portobelo; además existían otras comunidades, al igual que en el Pacífico, de origen africano, que habían aceptado concentrarse en reducciones a finales del siglo XVI con la condición de que se les reconociera y respetara su libertad. No hay que olvidar el importante “camino de cruces”, en el cual surgía el pueblo de Cruces igualmente víctima de los asaltos de la piratería inglesa. Habiendo regresado a su sede en marzo de 1603, el pastor panameño inicia otra gira hacia el interior y oeste del istmo que le tomará prácticamente todo el año de 1604.

Durante la segunda mitad del siglo XVI había tenido lugar la colonización del interior del país a partir de Natá de los Caballeros y a finales del siglo XVI se habían fundado los pueblos de Nuestra Señora de los Remedios, Santiago de Alanje y San Pedro de Montijo que, junto con La Villa de Los Santos, llegaron a constituir las cuatro principales colonias de la entonces vasta provincia de Veraguas. El obispo Calderón llegó a visitar las colonias de esta provincia, principalmente las que se encuentran en el actual Chiriquí, poniendo en evidencia una lamentable situación pastoral social. Manifestó un gran descontento por el estado en que vivían los aborígenes de la región, pues por un lado andaban desnudos y por otro eran explotados por los españoles como si fueran animales de carga, sin que la Real Audiencia hiciera nada por aplicar las disposiciones de la Corona relativas al trato de los indígenas. Igualmente se lamentó de cuán descuidada se encontraba la educación y catequización de los indios y, de este modo, al cabo de la visita, el obispo recomendó a algunos sacerdotes y religiosos de vida ejemplar la administración de los oficios religiosos de manera que éstos se dieran en el mejor modo posible.

En 1606, el obispo Calderón envió dos sacerdotes mercedarios a los pueblos de San Pablo del Platanar habitado por 80 indios de doctrina, y a otro más pequeño de 34 indios cerca de Santiago de Alanje, que habían sido fundados por el oidor de la Audiencia, Cristóbal Cacho de Santillana, durante la visita que éste había realizado en la provincia de Veraguas. Del mismo modo envió un jesuita a San Félix que junto a Santiago de Guavalá formado por 70 indígenas, habían sido fundados cerca de Nuestra Señora de los Remedios.

El 18 de julio de 1605 Antonio Calderón había sido preconizado para la recién creada diócesis de Santa Cruz de la Sierra, pero permaneció en Panamá hasta enero de 1609 cuando se embarcó hacia el Perú, pocos meses después de la llegada de su sucesor Fray Agustín de Carvajal. El obispo Calderón morirá, contando con más de cien años de edad, en la Villa de Las Salinas situada en su nueva diócesis, Santa Cruz de La Sierra, en el año 1612.

Bibliografía

  • DE EGAÑA, Antonio, Historia de la Iglesia en la América Española, B.A.C. Madrid 1966, pag. 380.
  • TINEO Primitivo en Pedro Borges, Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas, BAC, Madrid 1992, Vol. 2, pag. 268.
  • VARGAS UGARTE Rubén, Historia de la Iglesia en el Perú II, Lima 1953, pag. 97-98


HÉCTOR QUIRÓS